Lima

  • May 2020
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LIMA Nuestra Señora del Milagro de Lima La historia religiosa del Perú está surcada de episodios maravillosos que, si fuesen debidamente conocidos por los fieles, estimularían poderosamente la piedad y la virtud. Ignorados por una prensa que parece únicamente tener espacio para la inmoralidad y el escándalo, y desconocidos incluso en muchos ambientes católicos, ahí están sin embargo para iluminar y llenar de esperanza al atribulado hombre del siglo XXI. Hoy ponemos al alcance del lector uno de los más notables hechos de la epopeya evangelizadora, la historia de la piadosa imagen de la Inmaculada Concepción que se venera en una capilla contigua a la iglesia de San Francisco, bajo la advocación de Nuestra Señora del Milagro de Lima. La escultura, que irradia notable majestad y serenidad, es sin duda de las primeras que vinieron al Perú: fue traída de España por los franciscanos que acompañaron a los conquistadores en 1532. Como se trataba de una imagen pequeña y articulada, que fácilmente cabía en una maleta o en una pequeña caja transportable, pudo acompañar durante largos años a los intrépidos frailes en sus correrías apostólicas por el vasto imperio de los incas, para irradiar la fe verdadera entre sus pobladores. Por eso mismo llegó a ser conocida como la Virgen Misionera. Años después sus peregrinaciones cesaron, y permaneció expuesta sobre el arco de la portada del primitivo templo franciscano. Relegada por muchos a un injusto olvido, sin embargo almas privilegiadas como la de San Francisco Solano y el venerable Fray Juan Gómez –cuyas famas de santidad corrían parejas– le tributaban la más tierna devoción. Éste último, que se popularizó por el milagro del alacrán, adelantándose al tiempo, profetiza que vendría una época en que la dulce Señora sería veneradísima del pueblo cristiano. El gran milagro Casi un siglo después de su llegada, el 27 de noviembre de 1630, la encontramos en aquella misma ubicación, mientras el pueblo de Lima se entretenía en uno de aquellos acostumbrados encierros taurinos que tenían lugar en la Plaza Mayor. De pronto, hacia el mediodía, sobreviene un violento temblor de tierra. El sobresalto es mayúsculo. En aquel momento de general consternación, algunos religiosos y fieles congregados en el atrio franciscano, al dirigir sus miradas hacia el arco de la portada, notan con asombro que la pequeña efigie de la Purísima se vuelve por sí misma hacia el altar mayor, e inclinada y con las manos juntas suplica a su Divino Hijo presente en el Sagrario perdón y clemencia. Todos comprenden que, gracias al patrocinio de María Santísima, la ciudad se había salvado de su ruina. Monumental Iglesia de San Francisco de Lima. En la parte inferior derecha: la Capilla del Milagro.

Aplacada así la justicia divina y persuadidos los testigos del milagro, comenzaron a pregonar el suceso por el vecindario, con el consiguiente arremolinamiento de devotos, incrédulos y curiosos. Aquel mismo día, después de vísperas, los frailes menores se postraron de rodillas ante la venerada imagen y entonaron la antífona Tota Pulchra est Maria (Toda hermosa eres María), como lo hacen hasta el día de hoy. Pero entonces, ¡oh prodigio!, la numerosa concurrencia pudo verla recobrar por sí sola su primitiva posición, quedando con el rostro apacible y sonriente, y mirando a todos que reverentes y agradecidos invocaban su santo nombre. El hecho fue corroborado por el informe canónico que se elevó años después y la resolución del Virrey, de la Real Audiencia y del Cabildo de celebrar anualmente su fiesta, ahora bajo la invocación de la Virgen del Milagro, el día 27 de noviembre. Un aspecto particularmente sugestivo de este maravilloso suceso, ocurrido en la Lima virreinal con una imagen de la Inmaculada, es que el mismo tuvo lugar exactamente –en día, mes y año– dos siglos antes de la célebre aparición en París de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que se presentó también como Inmaculada, “María sin pecado concebida”: ¿Qué designios providenciales hay por detrás de esta precisa coincidencia de fechas y nombres entre estas dos imágenes de la Inmaculada Concepción, la Virgen del Milagro y la Medalla Milagrosa? Es, sin duda, un misterio lleno de atractivo, que un día nos será dilucidado, y saludamos al pasar: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”. Apogeo, decadencia, tribulaciones En su Crónica de la Provincia de los Doce Apóstoles,Fray Diego de Córdova y Salinas relata que “con motivo del prodigio referido se fabricó una hermosa capilla, que se labró luego en el mismo lugar, cubierta de locería y artesones dorados y sus paredes revestidas de azulejos y valientes pinturas, quedando la devotísima imagen para eterna memoria en la parte y lugar antiguo, sobre el arco de la puerta, ricamente aderezada, coronada de lámparas, festejada de la devoción de los fieles, concurso de pueblo que la asiste,

demostraciones de piedad y religión que los Príncipes, Virreyes, Audiencias Reales y Tribunales graves le prestan, para inclinar su patrocinio y la gracia y misericordia de su celestial Hijo”. Altar de la Virgen del Milagro. Siguieron años de auge y fervor en la devoción a la Virgen Purísima del Milagro; su fiesta se conmemoraba todos los años con gran magnificencia, al estilo deslumbrante de la época virreinal. Hasta los Romanos Pontífices se prodigaron en hacer patente su amor filial a María Santísima, concediendo gracias, indulgencias y privilegios, a sus cofrades y a su capilla; Benedicto XIV le dedicó una bula especial. Con los aportes de sus devotos se llegó a constituir un cuantioso fondo que permaneció durante décadas bajo la custodia del Tribunal del Consulado. Dicho fondo se esfumó en las revueltas políticas de la emancipación; época aciaga que, entre otras cosas, se caracterizó por un lamentable enfriamiento religioso que volvió a opacar el esplendor de esta devoción mariana. A esta decadencia la Divina Providencia no fue indiferente: en efecto, el 13 de enero de 1835 una causa fortuita hizo que la hermosa capilla del Milagro fuera consumida por el fuego, del que se libró tan sólo la milagrosa imagen, que resultó intacta. De entre los escombros se logró rescatar algunas alhajas, no obstante, sin que se pudiera salvar el Santísimo Sacramento. La ciudad se conmovió ante la destrucción del santuario. Gracias a la diligencia de Fray Francisco de Sales Arrieta, con no menos magnificencia se levantó nuevamente la capilla, terminando la obra durante su gestión como Arzobispo de Lima (1840-43). Una esperanzadora promesa: “Yo te lo pagaré” Más recientemente, al verificarse el cuarto centenario de la Provincia Franciscana del Perú se resolvió implorar a la Santa Sede su coronación canónica. El 19 de julio de 1953 la sagrada imagen fue trasladada a la Catedral, en cuyo atrio el Nuncio Apostólico y más tarde Cardenal Mons. Fernando Cento, como Delegado Papal ciñó sobre su frente la áurea corona, mientras la artillería desplegaba una salva de 21 cañonazos en su honor. En la actualidad, Nuestra Señora del Milagro ha caído nuevamente en el olvido e

indiferencia de muchos limeños y provincianos que habitan la inmensa urbe. Pero está, como en tiempos de Fray Juan Gómez, a la espera de un resurgimiento general de la fe y de la piedad mariana. En aquel entonces, esta Soberana Señora se dignó hablarle a una india que siempre le rezaba y le hacía cumplidas reverencias: “Tú sola –le dijo– hija mía, entre todos los de esta ciudad, me haces reverencia; yo te lo pagaré”. Si la Santísima Virgen premió con creces a esta piadosa india hace 400 años atrás, ¿qué premios no dará, aún en esta vida, a los que defiendan y propaguen hoy su devoción?

Nuestra Señora de Cocharcas en Lima Una devoción pan-peruana como la Virgen Santísima de Cocharcas, durante el siglo XVII tuvo gran acogida en todos los niveles de la sociedad colonial, de manera particular entre los indios naturales, es uno de aquellos que trae la devoción a nuestra Ciudad. La Fama de Ntra. Sra. de Cocharcas no quedó circunscrita a los alrededores de la Diócesis de Ayacucho, antes bien, esta llegó a la Ciudad de Lima, y su establecimiento en la Capital del Virreinato nos dice lo notable de su culto en el Perú. En la segunda mitad del siglo XVII llegó a la Ciudad de los Reyes y traida por un indio de Cajamarca, de nombre Sebastián Alonso, quien deseaba levantar una ermita a la Virgen de Cocharcas en las afueras de la Ciudad, que más adelante estaría cercana a una de las vías de acceso a la amurallada Lima y cuyo templo dió nombre a la famosa portada. No contento con ello, también estableció al costado de dicho recinto un recogimiento para indias. Se obtuvo el permiso respectivo del Virrey como del Arzobispado, y en 1685 se encontraba realizada la Capilla de Cocharcas, orientada hacia el oeste. Desde aquellos momentos la imagen de la Virgen de Cocharcas atrajo a los indígenas que por aquel entonces habitaban en sus cercanías y en 1684, se había fundado la Hermandad de Nuestra Señora de Cocharcas, en la que sus miembros eran naturales, cuyo fin primordial fué el fomento de la devoción y culto. En la segunda mitad del siglo XVIII el Cabildo Catedralicio de Lima se hizo cargo del templo de Cochcarcas y este vínculo se mantiene hasta el día de hoy, asistiendo a la fiesta de Nuestra Señora. A la llegada de los PP. Claretianos, lograron consevar la devoción a Nuestra Señora, incluso la difundieron con gran afán e impulso. Su Fiesta se celebra el 8 de Septiembre.

Nuestra Señora de Guadalupe de Lima Entre las principales devociones que llegaron desde el Reino de España, figura la de Nuestra Señora en su advocación de Guadalupe, devoción extremeña que no podía faltar en este Virreinato. Hacia el siglo XVII llega esta devoción a la Ciudad de los Reyes. Fray Diego de Ocaña llegó a Lima para pedir limosnas para el culto de la Virgen Extremeña, realizando dichas recolecciones se encontró con un

acaudalado habitante que tenía la intención de establecer el culto a la Virgen de Guadalupe.Para ello, el Fraile Jeronimo realizó un trasunto de la venerada en Cáceres. A mediados de 1600 se realizó la ermita de Guadalupe a las afueras de la Ciudad, en el camino que conducía a Pachacamác. En poco tiempo se ganó el cariño de los limeños y lo comprueba el hecho que, en solo un día se le celebraban en su capilla 12 misas a más. Hacia 1611 los Mayordomos cedieron la ermita a los padres Franciscanos, cuyos religiosos establecieron a su costado el Colegio de San Buenaventura; a mediados del mismo siglo se efectuó una segunda fábrica del templo y es el que perduró hasta el siglo XX. La imagen titular debió cambiarse por otra de mayores dimensiones y en el advenimiento de la república vino a decaer su devoción como otras en Lima. Algunos vecinos intentaron reavivar la devoción, pero a pesar de ello, esta vino a menos cuando las religiosas de San José de Cluny se hicieron cargo del Santuario, y en 1867 anexaron la iglesia al Hospital frances, las primeras no hicieron nada por recuperar la enfriada devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe y en 1910, los Canónigos regulares se hicieron cargo del templo. Desgraciadamente en 1928 se comenzó la triste demolición del Santuario de Guadalupe, para efectuar la construcción del Palacio de Justicia. Extinto el culto, hoy la imagen primitva se salvó de este triste momento de la historia, los Canónigos trasladaron la efigie a la Parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, donde hasta hoy permanece. Su fieta se celebra el 8 de Septiembre.

Nuestra Señora de la Antigua de Lima Lima, una Ciudad que adorna las purísimas sienes de la Madre de Dios con numerosas advocaciones, no podía faltarle la devoción a la Virgen de la Antigua, venerada con culto inmemorial en Sevilla y ubicada en la Gran Catedral Hispalense. La devoción a Santa María de la Antigua es una de las primeras en llegar a la Ciudad, su culto se inicia en 1545 cuando el Arcediano de la Catedral de Sevilla D. Juan Federegui envió una copia de tan venerada efigie a su similar de Lima, de la cual era sufragánea. La imagen sagrada fué colocada - al igual que su original en Sevilla - en la Capilla del trascoro de la Catedral, y desde aquel año se hizo muy aceptada entre los limeños, siendo muy visitada durante las celebraciones eucarísticas que se decían en su Capilla y al rezo de la Salve todos los sábados del año. Su altar era muy rico y las alhajas que lucía la Virgen y el Niño eran de mucho valor, por la devoción que ella inspiraba en los limeños, prontamente el Sumo Pontífice concedió indulgencias a todos los devotos que rezaren ante Ella. En 1627 se escogió a esta imagen por Protectora de la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos y el 19 de agosto del mismo año se tomó la festividad de Ntra. Sra. de la Antigua como la principal. Así mismo esta Universidad compró más adelante el Altar de la Santísima Virgen para engrandecer aún más su culto. El Venereble Francisco Camacho, hijo ilustre de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, profesó singular amor a esta sagrada imagen, recibiendo muchos favores de sus santísimas manos; de manera especial cuando la Excelsa Virgen habló visiblemente con este siervo de Dios. cuando ocurrió el prodigio, quedó mudado de vida al instante y no hizo más que andar por el camino del bien. En 1895, la Capilla de la Virgen de la Antigua fué trasladada a la de los Reyes, ubicada en la nave lateral

izquierda de quien entra al recinto Catedralicio, Allí continuaba recibiendo el fervor de los limeños que acudían hasta sus plantas. Ya en nuestro siglo se ha perdido el tradicional culto a la Virgen de la Antigua de Lima, aunque este, por ser uno de los primeros en ofrecerse a la Madre de Dios en la Ciudad de los Reyes, no debería caer en el olvido y rescatar la enfriada devoción. Su Fiesta se celebra el 5 de Agosto.

Nuestra Señora de la Evangelización A la muerte de D. Francisco Pizarro, fundador de la Ciudad de Lima, su hija encargó una imagen de la Virgen para la capilla de enterramiento de su padre, esta imagen se venera desde entonces en la Catedral de Lima. Según una sólida tradición sustentada en las crónicas más antiguas, la imagen de Nuestra Señora de la Evangelización, fue encargada al celebre escultor flamenco Roque de Balduque, por parte de la hija de Francisco Pizarro en 1551 para el entierro de su Padre, y que seria colocada en el Retablo Mayor de la Metropolitana. Su advocación original fue: María Auxilio de los Cristianos. Ubicada en el retablo mayor de la primera Catedral, la imagen de Nuestra Señora de la Evangelización presidió los célebres Concilios Limenses, de modo particular el tercero, que tanta importancia tuvo para profundizar la primera evangelización de parte importante de América Latina. Ante ella fue depositada, en medio de gran fiesta, la primera rosa florecida en la ciudad por el primer Obispo de la diócesis, Fray Jerónimo de Loayza. La venerada imagen presidió la vida de la Iglesia arquidiocesana de Lima, que tuvo tanta importancia en la difusión del Evangelio desde Nicaragua hasta el Cabo de Hornos. Ante Ella fue entonado el Te Deum con motivo de la Independencia Nacional en 1821. Durante la guerra con Chile, la imagen tuvo que ser repintada burdamente en blanco, para evitar que fuese llevada por los chilenos. En 1985, la imagen fue restaurada, devolviéndole su esplendor original, y colocada en el altar de la Concepción, ahora llamado del Santísimo Sacramento en la Catedral de Lima, donde recibe el culto de los fieles. En 1985, durante su primera visita al Perú, el Papa Juan Pablo II en ceremonia solemne la coronó canónicamente, consagrándole la nación; y tres años después(1988), con ocasión del Congreso Eucarístico y Mariano de los países Bolivarianos, el Santo Padre la honró de forma extraordinaria al concederle la Rosa de Oro. Siendo una de las 3 imágenes marianas de América que han recibido tal privilegio. El Cabildo metropolitano honra diariamente a Nuestra Señora de la Evangelización con una Misa celebrada en su capilla, donde los fieles reciben la Eucaristía, rezándose a continuación el Santo Rosario y las Letanías Marianas del III Concilio Limense, atribuidas a Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del Episcopado latinoamericano. Su solemnidad se celebra el 14 de Mayo, día de la entrega solemne de la Rosa de Oro, y se encuentra registrada en la Santa Sede en Roma. Posesiona en andas de estilo neobarrocas, de 4 varas, siguiendo como modelo las andas de Santa Rosa de las monjas. Su Fiesta se celebra el 14 de Mayo.

.-Mi Señora Carmelita, Virgen trigueña y bonita; se festeja por el Carmen, se pasea por el Prado...

Después de las imagenes marianas del Rosario y la Merced, ambas en la Ciudad, ninguna otra imagen de María en los Reyes tiene el prestigio que la de la"Virgen del Carmen de Lima". No obstante, su historia ha sido tergiversada hasta hoy por versiones más o menos desprovistas de fundamento. Como en muchos otros casos la fantasía popular vino a exornar un hecho que nada tuvo de milagroso y los escasos autores que de esta imagen se ocuparon, no se dieron el trabajo de investigar su pasado y se hicieron tambien eco de los decires del vulgo. Hallandose establecido el Monasterio de Ntra. Sra. del Carmen de la Ciudad de los Reyes, se tiene por tradición que en el recogimiento, ya establecido con anterioridad por D. Domingo Gomez de Silva y Da. Catalina María Doria - 1619 - en los mismos terrenos en que se levanta el primer carmelo teresiano; ya se veneraba una imagen de la Virgen del Carmen, de tamaño menor al natural y que fué tomada por patrona y titular de la primitiva capilla dedicada a esta advocación. Esta imagen es tenida por "La Fundadora" del Monasterio, pero no es esta imagen la que nos ocupa, sino la que se venera en el Coro Bajo y tenida en mayor devoción por las religiosas de dicha Orden.

Luego de la venida de las tres hijas de la gran Madre Santa Teresa, y una vez establecido el Monasterio, se realizaron reformas en el templo y claustros, y luego del terremoto de 1655 las obras de reparación debieron agudizar el estado económico, con lo cual se llegaron a realizar el retablo mayor y altares laterales, creemos que paralelo a estas obras de ensambladores del retablo mayor y otros en los claustros, tambien debe ser contemporáneo el interior del coro bajo, especificamente el retablo que preside dicho recinto. Este Monasterio, que tiene el orgullo de ser la casa madre de otros muchos que se han establecido en diversas ciudades del Nuevo Mundo, vió partir en 1652, a la entonces primera Priora madre María de San Agustín, y fundadora del cenobio de Lima acompañada de otras dos religiosas hacia Quito - Ecuador - esta fundación promovida al igual que el de Lima por el Señor Ugarte y Saravia. Conocedora la priora de las necesidades por las que atravesaba este recinto que la vió crecer espiritualmente, ya una vez establecidos hacia 1653 en el Monasterio del Señor San José creemos con justa razón que envió como un modo de agradecimiento y gran estima hacia la Casa matriz, y conocedores del extraordinario arte que se realizaba por aquellos años en dicha ciudad, una imagen de Santa María del Monte Carmelo. Todo parece indicarlo así, la imagen reune muchas caracteristicas de la renombrada escuela quiteña, representada por Manuel Chilli conocido como "Caspicara", quien llevó el arte de la imaginería religiosa a su cuspide siguiendo el movimiento barroco del XVII. Sobre los cultos rendidos a esta imagen nos da cuenta Fray Basilio de Santa Teresa, que nos menciona que para apoyar al recogimiento y su futuro como

Monasterio, se estableció una Hermandad de Ntra. Sra. del Carmen, fundado en 1627 y la cual establecía el número de hermanos como veinticuatro. En sus estatutos señalan que se encuentran agregados a la Orden reformada del Carmen, los cuales portarían el santo escapulario de la Virgen Santísima; y para fiesta principal determinaron la de Ntra. Sra. del Carmen "el tercer domingo del mes de Julio de cada año conforme al buleto del Jubileo.".

Durante los años coloniales debió mantenerse esta fiesta como principal, y celebrando como memoria la fiesta de Santa María del Monte Carmelo el 16 de Julio, la solemnidad y magnificencia se veían en aquellas celebraciones "A la qual acudirá el Prior de manera q. se celebre con la mayor devoción y reverencia q. se pueda y a de ser a su cargo elegir predicador para dha festividad". Más en los años que se veía turbado el Virreinato, debió decaer la devoción, y como tantas otras no pasaba por sus mejores tiempos, los cultos se debieron mantener con ciertos altos y bajos. Pero es en la República, que con las nuevas ideas provenientes del viejo continente, atrajo caracteres identificativos que debían buscar la unidad de los peruanos, es por ello que entre tantas cosas, la Imagen de María fué la causa de la identidad, en este caso particular en la zona de clase media y humilde como lo era Barrios Altos ya a mediados del siglo XIX, empieza a florecer el culto secular hacia esta venerada efigie. Uno de los timbres de gloria de la imagen de la Virgen del Carmen de Lima es sin dudas el acendrado amor que le han profesado las primeras generaciones de los cultores de la música Criolla, a la cabeza deberíamos colocar a Felipe Pinglo, y aunque no se tengan datos ciertos para afirmar su devoción, sin dudas debió acudir antes sus plantas; siendo vecino cercano del Monasterio calle del Prado - no dudamos que haya mostrado cierta predilección hacia esta devoción. Tambien el célebre Kamaranduka, en tiempos modernos como un ferviente devoto de la Reina y Hermosura, y es que hacia el primer cuarto del siglo XX, se viene con fuerza la musica foranea, relegando a nuestro criollismo a un segundo plano - hasta cierto punto claro esta - pero surgen los nuevos valores de nuestra musica nacional, los cuales buscan identificarse con alguien que les ampare e incentive a cultivar el acervo cultural, y quien mejor que la Virgen del Carmen, cuyo templo se encuentra enclavado en el corazón de estos Barrios y desde el cual dirige su mirada de dulzura y esperanza sobre estos hombres que han llevado a nuestra música hasta el sitio en que se encuentra de la S. Virgen del Carmen de

Lima

LA CANDELARIA DE CAYMA Reina hermosa, consuelo de

afligidos,

A vuestra dignación nos acogemos, Y de tantas angustias oprimidos Con vuestro aliento respirar queremos. Aquí, Señora, nos tenéis rendidos, Y por las prendas que de Vos tenemos Esperamos que siempre os guste y cuadre Tratarnos con amor de dulce Madre. D. Manuel Abad e Illana, Obispo de Arequipa (1771-1780) El Evangelio refiere que al cumplirse los días de la purificación llevaron al Niño Jesús a Jerusalén “para presentarle al Señor”, pues todo varón primogénito debía ser consagrado a Dios según la Ley de Moisés. Ordenaba además dicha Ley, que toda madre pasara por un periodo de purificación de 40 días después del alumbramiento, a cuyo término debía presentar una ofrenda al Señor en pago de sus culpas. No quiso María sustraerse a la ley mosaica, y así la vemos llegar al Templo de Jerusalén con el Niño en los brazos y la ofrenda purificadora de los pobres, es decir un par de tórtolas o dos pichones y una vela de cera. Con este acto, la Virgen Santísima dio muestras de su admirable humildad, pues se prestó a un ritual del que bien podía haberse dispensado, como que era Ella inmaculada y su Hijo el Unigénito de Dios. Existen incontables imágenes en que se venera a María en este misterio de la Purificación o Candelaria, cuya fiesta la Iglesia celebra el 2 de Febrero. Una de las más antiguas del Perú se halla en la parroquia de San Miguel Arcángel de Cayma, en Arequipa. Su existencia remonta a los orígenes de la Ciudad Blanca y su historia se confunde con la leyenda. Lo cierto es, según constante tradición, que fue un obsequio a aquella región del

Emperador Carlos V y que un día, siendo conducida por los indios, escucharon éstos una voz que les ordenaba que se detuviesen en aquel sitio y aunque intentaron proseguir su marcha no les fue posible moverla, levantándole allí una ermita. http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-61.html (1 of 4) [2/17/2007 11:18:00 PM] La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima La Virgen de Cayma es una talla de tamaño regular, de rostro delicado y dulce. Sostiene al Niño Jesús, con su respectiva candela y canasto, infaltables en las imágenes de esta advocación mariana, muy difundida bajo diversos nombres (p. ej., Nuestra Señora de Chapi) en el sur andino. En numerosas ocasiones Ella ha sido el consuelo y el amparo de Arequipa, afligida por las epidemias y los terremotos, comenzando por la violenta erupción del Huaynaputina en el 1600. Cuatro años después, a raíz de una terrible epidemia de cólera –conocida vulgarmente por “el vómito negro”– que devastaba a la población “hasta el punto de no caber los muertos en las iglesias y ser enterrados en masa en grandes zanjas”, se acordó traer en su socorro a la imagen de la Candelaria de Cayma... y fue tan sólo pasearla por la ciudad que la mortandad cesó. Por lo que se hizo costumbre, en agradecimiento por haber ahuyentado tan implacable pestilencia, bajarla todos los años en esa fecha, 28 de agosto, fiesta de San Agustín. Devoción ésta que perduró hasta fines del siglo XIX. Gobernando en el siglo XVIII la Diócesis de Arequipa Mons. Abad e Illana, fue repentinamente afligido por una severa parálisis. Conducido en silla de manos al Santuario, habiendo invocado a la Santísima Virgen de la Candelaria, alcanzó la milagrosa curación de su dolencia. La constancia de su devoción y el fervor nunca desmentido de los arequipeños ha quedado inmortalizado en los numerosos cuadros que relatan los favores de esta Virgen de la Candelaria y que se conservan al interior del templo. En uno de ellos –pues faltaría espacio para transcribir tantos hechos que se le atribuyen– aparece estampada esta elocuente inscripción: “No es posible reducir a número los muchos y portentosos milagros que ha obrado y obra cada día esta divina Señora de Cayma. Cojos, mancos, calenturientos, los que padecen flujos de sangre, apretones de garganta y otras enfermedades interiores, especialmente bultos; las mujeres en sus partos: muchos

casados deseosos de tener sucesión, la han conseguido por intercesión de María”. En 1947 se celebró en Arequipa un trascendental Congreso Mariano, que fue el marco preparatorio para la solemne coronación canónica de la Virgen de Cayma. Trasladada con la mayor pompa a la Plaza de Armas de la Ciudad Blanca, el día 11 de mayo tuvo lugar la ceremonia en la que el Emmo. Cardenal Juan Gualberto Guevara, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, ciñó sobre su frente una espléndida corona. En su discurso de apertura del citado Congreso, ¡hace 56 años!, Su Eminencia traza una visión panorámica de los males que ya aquejaban a nuestra patria y no han hecho más que agudizarse, por lo que sus palabras conservan impresionante actualidad: “Se advierte disminución de la fe, relajación de costumbres y malestar social. Nuestros hogares distan mucho de ser lo que fueron aquellos formados por nuestros abuelos, en los que la autoridad paterna era respetada y se practicaban austeramente las virtudes domésticas. La lucha de clases va asumiendo caracteres alarmantes. La unidad religiosa está http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-61.html (2 of 4) [2/17/2007 11:18:00 PM] La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima Pórtico del Santuario de Cayma. seriamente amenazada por la invasión de las sectas protestantes que asumen cada día actitudes más violentas. Al propio tiempo que el divorcio convierte en ruinas el hogar doméstico, la ignorancia religiosa está llevando a grandes sectores a la superstición o al escepticismo. (...) Insisto en afirmar que debajo de un catolicismo de simple etiqueta germinan doctrinas disociadoras, ideas disolventes, costumbres inmorales y una silenciosa pero efectiva apostasía que va

apartando a individuos, familias e instituciones de la única fuente de toda verdad y de todo bien que es Dios (...) Prácticamente está desapareciendo la educación cristiana de los niños y de los jóvenes. Con raras excepciones el hogar y la escuela no son ya campo propicio para forjar y moldear el corazón del niño”. Mas concluía, con la mirada puesta en la Virgen: “Pero si es cierto que la devoción a María es el último reducto que queda de la religión en los pueblos que han perdido la fe, es cierto también que esa misma devoción es el medio más eficaz y oportuno para instaurar, promover y fomentar la vida cristiana allí donde la fe languidece y se ha introducido la relajación de costumbres”. Con el crecimiento de la ciudad, el pueblo de Cayma, hoy convertido en distrito, se encuentra plenamente insertado en el casco urbano de Arequipa. Desde el centro de la ciudad, se puede llegar a él cruzando el río Chili por el puente Grau, siguiendo por la Av. Ejército hasta la intersección con la Av. Cayma y subiendo por su empinada cuesta, hasta atravesar uno de los cinco hermosos arcos de cantería que dan acceso a su pintoresca Plaza. En uno de sus lados, se encuentra el Santuario de Cayma con sus añejos sauces al pie y su bello artesonado labrado en sillar. Aspecto del Congreso Mariano de 1947, que precedió a la coronación de la Virgen. Aún hoy son frecuentes las peregrinaciones al lugar y la tierna mirada de la Virgen está siempre dispuesta a acoger con la mayor ternura al caminante, escuchar sus congojas y atenderle cariñosamente.

La estructura del templo ha pasado por sucesivas recreaciones, fruto de los avatares del tiempo. Al presbítero Juan Domingo de Zamácola y Jáuregui, cuyos restos descansan en su http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-61.html (3 of 4) [2/17/2007 11:18:00 PM] La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima interior, le debemos una edificación mayor y más espléndida, que llevó pacientemente hasta su culminación en 1802. Pero el violento terremoto de 1868 lo dejó prácticamente en ruinas, salvándose milagrosamente la imagen. Restaurado convenientemente, en la actualidad lo podemos apreciar como joya arquitectónica llena de inigualable encanto.

AREQUIPA NUESTRA SEÑORA DE CHAPI La veneración a la imagen de la Santísima Virgen de Chapi es una de las devociones más fuertes en el sur del Perú, esta imagen recordando la Purificación de la Virgen María es de factura española y fue traida a este continente, probablemente, a principios del siglo XVIII. La devoción a la Virgen de Chapi es tan antigua como su origen, según una antigua historia fue la virgencita la que se dio el nombre de Chapi: la imagen estaba destinada a una iglesia de un pueblo cercano a Arequipa, y esta imagen era trasladada por una comitiva desde las costas hacia el lugar de destino a través de los áridos valles sureños, pues bien, en el camino la comitiva escuchó que las siguientes palabras provenían de la imagen "¡¡Chaypi, Chaypi!!", otros escucharon "¡Chajchay llallapi!" y otros "¡Chaj llallápi!", expresión que según los entendidos provienen del quechua y del aymara, lenguas que se hablan aún en el Perú, y que todas expresan más o menos lo mismo: "Aquicito nomás", "aquí, aquí", "aquí nomás" fueron entonces estas mismas personas los que dijeron que "la Virgen no sólo quiere quedarse aquí sino que se ha dado el nombre". Ésta es la razón por la cual el Santuario erigido en honor a esta imagen ha estado en medio de los cerros desérticos de la localidad de Chapi, a 60 km de la ciudad de Arequipa; hoy, a causa del terremoto sufrido en Arequipa en el año 2001 la imagen ha sido trasladada a la ciudad. A partir de ese momento probablemente se comenzó a conocer esta imagen con el nombre de la Virgen de Chapi. A esta imagen de Nuestra Señora el pueblo arequipeño la denomina "la mamita" de Chapi, en alusión al rol maternal de María con nosotros sus hijos. El 2 de febrero de 1985 el Santo Padre Juan Pablo II visitó la ciudad de Arequipa para coronar la imagen de la Virgen de Chapi, como recuerdo de su paso y luego de besar al niño y a María, el Santo Padre le dejó un rosario de recuerdo. Son muchos los milagros que se le atribuyen a "la mamita", desde diversas curaciones hasta hacer llover en tiempos de sequía. Algunas estrofas de la canción del peregrino: A tus pies Señora cansado llegué cercado de angustias y de penas mil.

Nuestra Señora de Chapi, Patrona de nuestra Provincia. La veneración a la imagen de la Santísima Virgen de Chapi es una de las devociones más fuertes en el sur del Perú, esta imagen recordando la Purificación de la Virgen María es de factura española y fue traida a este continente, probablemente, a principios del siglo XVIII. La devoción a la Virgen de Chapi es tan antigua como su origen, según una antigua historia fue la virgencita la que se dio el nombre de Chapi: la imagen estaba destinada a una iglesia de un pueblo cercano a Arequipa, y esta imagen era trasladada por una comitiva desde las costas hacia el lugar de destino a través de los áridos valles sureños, pues bien, en el camino la comitiva escuchó que las siguientes palabras provenían de la imagen "¡¡Chaypi, Chaypi!!", otros escucharon "¡Chajchay llallapi!" y otros "¡Chaj llallápi!", expresión que según los entendidos provienen del quechua y del aymara, lenguas que se hablan aún en el Perú, y que todas expresan más o menos lo mismo: "Aquicito nomás", "aquí, aquí", "aquí nomás" fueron entonces estas mismas personas los que dijeron que "la Virgen no sólo quiere quedarse aquí sino que se ha dado el nombre". Ésta es la razón por la cual el Santuario erigido en honor a esta imagen ha estado en medio de los cerros desérticos de la

localidad de Chapi, a 60 km de la ciudad de Arequipa; hoy, a causa del terremoto sufrido en Arequipa en el año 2001 la imagen ha sido trasladada a la ciudad. A partir de ese momento probablemente se comenzó a conocer esta imagen con el nombre de la Virgen de Chapi. A esta imagen de Nuestra Señora el pueblo arequipeño la denomina "la mamita" de Chapi, en alusión al rol maternal de María con nosotros sus hijos. El 2 de febrero de 1985 el Santo Padre Juan Pablo II visitó la ciudad de Arequipa para coronar la imagen de la Virgen de Chapi, como recuerdo de su paso y luego de besar al niño y a María, el Santo Padre le dejó un rosario de recuerdo. Son muchos los milagros que se le atribuyen a "la mamita", desde diversas curaciones hasta hacer llover en tiempos de sequía.

CUZCO

Nuestra Señora del Triunfo o del Sunturhuasi El que pone en María las esperanzas, de mayores incendios no sólo salva riesgos de vida, pero del alma. (Pedro Calderón de la Barca)

Entre los numerosos acontecimientos de orden sobrenatural que marcaron la cristianización del Perú, ninguno más notable que éste, acaecido en la ciudad del Cusco el 23 de mayo de 1536,

tanto por la calidad de sus protagonistas cuanto por las circunstancias apremiantes que le rodearon

Francisco Pizarro, el legendario conquistador extremeño, llegó al Perú en los intersticios de una guerra fratricida, desatada tras la muerte del Inca Huayna Cápac entre sus hijos Huáscar y Atahualpa. Hecho que no puede dejar de considerarse providencial, pues allanó el camino para el dominio europeo y la consecuente implantación de la fe católica en nuestra patria. Muertos los dos enfrentados e irreconciliables hermanos, el experimentado soldado y hábil negociador otorgó la borla imperial a Manco Inca Yupanqui en el Cusco, como símbolo de reconciliación. Pacificada la tierra, pretendía el Inca que le fuera devuelto el pleno ejercicio del poder; pero tal demanda no figuraba en la agenda de los españoles. Decepcionado, condolido por algunos maltratos sufridos e instigado particularmente por el Víllac Umu –el sumo sacerdote pagano–, el menor de los vástagos de Huayna Cápac decidió levantarse contra los cristianos. Aprovechándose de la ausencia de Almagro, que había partido hacia la conquista de Chile, y de la de Pizarro, que se encontraba en la costa, Manco Inca se retiró al valle de Yucay desde donde clamó por un levantamiento general. La antigua capital del Imperio fue rodeada entonces por decenas de miles de guerreros, que comenzaron a amedrentar a sus contrarios. Los asaltos continuos que sobrevinieron, fueron ejecutados de tal modo y con tal fuerza, que los cristianos se vieron obligados a parapetarse en un amplio galpón de la plaza, llamado Sunturhuasi, que en quechua significa “casa de armas y escudos”. El cerco se fue estrechando y los atacantes decidieron incendiar las casas adyacentes a la plaza, cuyos techos de paja fueron rápidamente presa del fuego, salvo el del Sunturhuasi que milagrosamente quedó exento. Acorralados por las huestes del Inca,

conjeturando un trágico final al sitio que el propio Pizarro sufría en Lima y el fracaso de las sucesivas expediciones que les fueron enviadas en su auxilio, con más de mil españoles muertos en toda la contienda, no esperaban ya más socorro que del Cielo. Iglesia de Nuestra Señora del Triunfo

“Estando ya los indios para arremeter contra los cristianos, se les apareció en el aire Nuestra Señora con el Niño Jesús en brazos, con grandísimo resplandor y hermosura, y se puso delante de ellos. Los infieles, mirando aquella maravilla, quedaron pasmados: sentían que les caía en los ojos un polvo, ya como arena, ya como rocío, con que se les quitó la vista de los ojos que no sabían dónde estaban. Tuvieron por bien volverse a su alojamiento antes que los españoles saliesen a ellos. Quedaron tan amedrentados que en muchos días no osaron salir de sus cuarteles” (Inca Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú, Libro II, Capítulo XXV). Esta maravillosa intervención de la Santísima Virgen con su Divino Hijo, que alejó las perspectivas de una terrible noche triste como la sufrida por Cortés en la conquista de México, no fue vista por ojo de español sino exclusivamente por los indígenas, quienes transcurridos los hechos contaron lo sucedido. “Y de aquí nació –continúa Garcilaso– que después de apaciguado aquel levantamiento de los indios, los naturales del Cusco y las demás naciones que se hallaron en aquel cerco, viendo que la Virgen María los venció y rindió con su hermosísima vista y con el regalo del rocío que les echaba a los ojos, le hayan cobrado tanto amor y afición”. El P. Vargas Ugarte en su Historia del Culto de María, trae una larga relación de autoridades y otros declarantes que dan testimonio del milagro. Hubo dos cronistas presentes en el hecho que lo consignan: Alonso Enríquez de Guzmán y Pedro Pizarro. Los demás, desde Guamán Poma hasta el P. José de Acosta, estuvieron en contacto con los testigos, siendo que los testigos indígenas certifican siempre que la Aparición fue vista por ellos. Tienen los

cronistas expresiones como “yo mismo se lo oí a personas fidedignas que lo vieron” (Acosta). Urna en la que se conservan los restos mortales del Inca Garcilaso de la Vega, en la cripta de la Iglesia del Triunfo

La gratitud de todos aquellos que se vieron directamente favorecidos con la aparición celestial, y de las generaciones posteriores que por la tradición la celebraron, nos han legado uno de los mayores monumentos a la fe de un pueblo. Es la magnífica Iglesia del Triunfo de Nuestra Señora, que adorna el flanco izquierdo de la Catedral del Cusco, levantada sobre los mismos pétreos cimientos del Sunturhuasi. En su interior se conservan insignes recuerdos de nuestro pasado histórico. En el altar mayor, un portentoso retablo de piedra finamente labrada de 18 metros de altura, se encuentra la célebre Cruz de la Conquista que acompañó desde Panamá a Fray Vicente de Valverde, primer obispo del Perú, en todas sus incursiones evangelizadoras. Y una imagen de piedra blanca, vestida con primorosos mantos, de la Santísima Virgen en su advocación de la Asunción. En uno de los arcos sobre sus muros, se estampa un enorme lienzo representando la milagrosa descensión de la Virgen Santísima sobre el galpón del Sunturhuasi, rodeada de ángeles; aparecen a su lado el Apóstol Santiago y el Profeta Elías; y debajo, tres príncipes y princesas incas portando sendos cirios en actitud de reverencia.

En la cripta de la Iglesia del Triunfo yacen los restos del ilustre mestizo cusqueño, Inca Garcilaso de la Vega, que oyó en su infancia las primeras narraciones sobre la Virgen del Triunfo, la cual propagó en sus escritos y le fue devoto durante toda su vida. El demonio, padre de la mentira, reconociendo la inmensa derrota sufrida con la pérdida de la gentilidad, a modo de revancha atizó desde entonces la lucha civil entre los propios conquistadores (que se concretó con la llegada de Almagro al Cusco, después de su desastrosa expedición a Chile) y que vino a retardar por algunos años –pero ya no a impedir– la fulminante irradiación de la fe católica en el corazón de la América meridional.

Nuestra Señora de Belén Reina y Patrona del Cusco La Virgen de Belén, más conocida por el apelativo filial de Mamacha Belén, es una de las imágenes que nunca faltan a la tradicional y multitudinaria procesión del Corpus Christi en el Cusco.

Su bello y apacible rostro ha sido el encanto de incontables generaciones. Sus vestidos son engalanados desde hace siglos por sus fervientes devotos. Primorosas sedas y encajes, hilos de oro bordados y piedras preciosas, esconden su sobria talla. Mientras que, inseparable, en sus maternales brazos lleva al Divino Niño, “hualtadito”, es decir, graciosamente arropado a la usanza andina. Una semana antes de la procesión, baja hasta el convento de Santa Clara, en donde se encuentra con la imagen de San José que viene de la iglesia de San Pedro. Ahí se ultiman los detalles, las religiosas escogen de su valioso ajuar las joyas que lucirá para la gran fiesta del Cuerpo y Sangre de su Divino Hijo. Su singular historia que se confunde con la leyenda está inmortalizada en uno de los formidables lienzos que decoran el interior de la Catedral del Cusco (cuadro de arriba), mandado a pintar por el célebre obispo y mecenas cuzqueño Don Manuel de Mollinedo y Angulo, quien aparece en el cuadro arrodillado y con las manos juntas a sus pies. Imponente fachada de piedra de la Iglesia de Nuestra Señora de Belén, en el tradicional barrio cusqueño de Santiago.

Hacia mediados del siglo XVI, pescadores del pueblo de San Miguel, llamado vulgarmente Pitipiti, hallaron flotando plácidamente sobre las aguas del mar chalaco una caja de madera de grandes proporciones. La llevaron con la mayor presteza a la orilla, para abrirla y examinar su contenido. Cuál sería su regocijo al depararse con una hermosa talla representando a la Virgen María. Junto a ella había un sobre con un escrito que a la letra decía: “Imagen de Nuestra Señora de Belén para la Ciudad del Cusco”. El suceso corrió de boca en boca y del Callao la noticia llegó rápidamente a Lima. Ante las voces de “milagro”, tanto el Virrey como el Arzobispo tomaron cartas en el asunto, y luego de investigar

lo ocurrido resolvieron remitir aquel hermosísimo tesoro a la Ciudad Imperial. Al llegar la imagen al Cusco la alegría no fue menor, y por disposición del Señor Obispo se echaron las suertes para determinar cuál sería el templo que le guardaría. Al salir electa la iglesia de los Reyes Magos, ésta cambió a partir de entonces su nombre por el de Nuestra Señora de Belén, en testimonio por tan gran dicha. Algún tiempo después, durante una fuerte sequía que asoló aquella pródiga tierra, la ciudad que la había jurado como Patrona resolvió invocar la piedad de tan dulce Señora. Por tal motivo fue sacada en procesión. Ya de regreso a su templo, se desató una abundante lluvia que cubrió a todos de felicidad, mas al cruzar un puente la imagen casi se precipita al agua, si no fuera porque Selenque, un joven de vida disoluta, ayudó en este trance. Esa misma noche, cuando Selenque pasó cerca del cementerio, vio a Cristo en un Tribunal y a los demonios que pedían justicia contra varias personas del lugar y contra él, a quien se lo querían llevar; pero también vio a la Virgen que por él intercedía. Le pedía de rodillas a su Divino Hijo que le permitiera a Selenque cambiar de vida, ya que había ayudado a cargar su sagrada imagen. El joven, entonces, se convirtió. Como bien resume el historiador Padre Vargas Ugarte: “La Virgen no ha cesado, desde entonces, de dispensar a manos llenas sus favores y ha sido y continúa siendo el refugio de los pecadores, el remedio de los enfermos y el consuelo de los afligidos” 1. La Virgen de Belén es una de las imágenes infaltables en la tradicional procesión del Corpus Christi.

En prueba de ello, hace 70 años, el 8 de diciembre de 1933, en medio del repicar de las viejas campanas, del tronar de los cañones y de las aclamaciones de la multitud, el Arzobispo Pedro Farfán Pascual ciñó sobre sus sienes la corona de oro que en eterna gratitud le ofrendaron sus hijos

del Cusco. Hoy rememoramos aquel bello gesto que trasciende el alma de un gran pueblo. La devoción a la Santísima Virgen impregna a los pueblos como a las almas. Cuántas veces hemos leído, emocionados, historias de salvación, en las que una Avemaría piadosamente recitada cuando niño, una vigorosa defensa de la Inmaculada cuando joven, o hasta un pequeño auxilio prestado a una de sus imágenes, como en el citado caso de Selenque, le valieron al pecador la posibilidad de una enmienda de vida, cambiando un destino eterno que parecía sellado. ¡Cuánto perdieron los pueblos antiguos frente a la Justicia de Dios, por no conocer a la misericordiosa María! ¡Cuánto pierden los protestantes y los seguidores de tantas sectas que hoy existen, por no reconocer a María como madre! ¡Cuánto perdemos hoy nosotros, por no recurrir a María en nuestras diarias necesidades! Llevemos a la Virgen en nuestras almas, llevémosla en nuestros actos y afinemos nuestras ideas a su Inmaculado Corazón.

La Virgen Asunta de Tiobamba

Santuario de Nuestra Señora de la Asunción de Tiobamba, provincia de Urubamba, Cusco

“La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

Con estas imperecederas palabras, el Santo Padre Pío XII definió el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo en cuerpo y alma, solemnemente proclamado el día 1º de noviembre de 1950, por la Constitución dogmática Munificentissimus Deus. Quince años después, el recordado líder católico Plinio Corrêa de Oliveira, durante el curso de una conferencia realizada en la víspera de esta gran festividad mariana, así se manifestó: El dogma de la Asunción de Nuestra Señora fue ardientemente deseado por las almas católicas del mundo entero, porque es una más de las afirmaciones a respecto de la Madre de Dios que la coloca completamente fuera de paralelo con cualquier otra mera criatura y justifica el culto de hiperdulía que la Iglesia le tributa.

La Santísima Virgen tuvo una muerte suavísima, tan suave que es calificada por los autores, con una propiedad de lenguaje muy bonita, como la Dormición de la Bienaventurada Virgen María (Dormitio Beatae Mariae Virginis), indicando que tuvo una muerte tan suave, tan próxima de la resurrección que, a pesar de constituir una muerte verdadera, sin embargo se parece más a un simple sueño. Nuestra Señora, después de la muerte, resucitó como Nuestro Señor Jesucristo, fue llamada a la vida por Dios y subió a los Cielos en la presencia de los Apóstoles allí reunidos y de muchos fieles.

Júbilo de la Iglesia triunfante (en el Cielo), de la Iglesia militante (en la Tierra) y de la Iglesia sufriente (en el Purgatorio) Esta Asunción, representa para la Virgen Santísima, una verdadera glorificación a los ojos de toda la humanidad hasta el fin del mundo, así como un preludio de la glorificación que Ella recibiría en el Cielo. La Iglesia triunfante entera va a recibirla con todos los coros de ángeles; Nuestro Señor Jesucristo la acoge; San José asiste a la escena. En seguida, Ella es coronada por la Santísima Trinidad. Es la glorificación de la Virgen María a los ojos de toda la Iglesia triunfante y a los ojos de toda la Iglesia militante. Con certeza, ese día la Iglesia sufriente también recibió una efusión de gracias extraordinarias. Y no sería temerario pensar que casi todas las almas que estaban en el Purgatorio fueron entonces liberadas por la Santísima Virgen, de manera que hubo allí igualmente una enorme alegría. Así podemos imaginar cómo fue la gloria de nuestra Reina. Algo de eso se repetirá, creo yo, cuando fuese instaurado el Reino de María [el triunfo de su Inmaculado Corazón, que nos fue prometido en Fátima], cuando veremos al mundo todo transformado y la gloria de Nuestra Señora brille sobre la Tierra (São Paulo, 24/08/1965).

Una creencia firme y constante a lo largo de los siglos Pero no piense el lector que fue sólo a partir de la magna definición dogmática que esta devoción comenzó a irradiarse; muy por el contrario. Esta misma fe –recuerda Pío XII en el

citado documento– la atestiguan claramente aquellos innumerables templos dedicados a Dios en honor de María Virgen asunta al Cielo y las sagradas imágenes en ellos expuestas a la veneración de los fieles, las cuales ponen ante los ojos de todos este singular triunfo de la bienaventurada Virgen. Además, ciudades, diócesis y regiones fueron puestas bajo el especial patrocinio de la Virgen asunta al Cielo; del mismo modo, con la aprobación de la Iglesia, surgieron institutos religiosos, que toman nombre de tal privilegio. No debe olvidarse que en el Rosario mariano, cuya recitación tan recomendada es por esta Sede Apostólica, se propone a la meditación piadosa un misterio que, como todos saben, trata de la Asunción de la beatísima Virgen. A este extraordinario concierto de Fe de los pueblos, no fue extraño el Perú. En Ancash existe la provincia de Asunción, en Cajamarca el distrito del mismo nombre, la ciudad de Arequipa como la de Huánuco fueron fundadas el 15 de agosto y consagradas a la Asunción de María. También, muy famosa es la Santísima Virgen de Asunta, venerada en Chachapoyas. En verdad, a la Mamacha Asunta se le rinde culto en casi todo el país, pero especialmente en Apurímac, Ayacucho, Oyón, Huaraz, Piura y Puno, además de los lugares ya citados.

La Virgen de la Asunción de Tiobamba Fue célebre en otros tiempos el Santuario de la Virgen en Tiobamba, a dos kilómetros del pintoresco pueblo de Maras. Hasta ahí llegué en búsqueda de la historia de la que fuera Reina y Patrona de acaudalados viajeros y comerciantes que recorrían los pueblos del Valle Sagrado, en los siglos XVI y XVII. En agradecimiento por los favores recibidos, levantaron con limosnas un estupendo templo de piedra a campo travieso. Decorando sus muros con enormes lienzos, que mandaron pintar a los maestros más famosos de la época. Y encomendaron el tallado y dorado de sus altares, decorándolos con sendas imágenes policromadas. Pero si la construcción que data de hace 400 años ha podido ser rescatada recientemente de su ruina total, el interior permanece después de tanto abandono casi completamente vacío, porque hasta sus viejas bancas fueron robadas. Sólo queda el altar mayor, muy

disminuido en esplendor, en cuya hornacina central se encuentra esta devota imagen de María Santísima. Única en su género, pues se trata de un mural del que sobresalen apenas el rostro y los brazos, y es vestida y engalanada para su fiesta, según una costumbre de varios siglos. Dicen que, hacia fines del siglo XVI, una indiecita tullida que había llevado a sus animalitos a pastar, se encontró con otra niña de ojos relucientes y mirada bondadosa, con la que se puso a jugar, mientras los ángeles cuidaban del rebaño. Celoso el padre de la criatura por esta nueva compañía, que podía perjudicar el trabajo, acudió a escondidas al lugar, y al encontrarla pretendió cogerla. La niñita linda corrió y antes de ser alcanzada traspuso una tapia que dividía las propiedades. El hecho lo sorprendió. Más aún cuando el hombre comprobó que su hijita había sido curada. A raíz del hecho, todo aquel que acudía al lugar recibía algún favor y se obraban muchos milagros. Esta hermosa tradición que durante mucho tiempo debe de haber encantado a los corazones infantiles, al ser transmitida a sus hijos por padres y madres con fe vigorosa, hoy no sólo es desconocida, sino que ha sido reemplazada por historias de monstruos creados por el cine y la televisión, para borrar la inocencia de los niños. Puerta de ingreso a la sacristía; nótese el labrado y los dibujos en la piedra.

CALLAO

La Mamacha Carmen de Paucartambo La belleza de esta imagen es sencillamente extraordinaria, así como la del Niño Jesús, que en alegre expresión infantil descansa sobre su brazo izquierdo. El color marrón oscuro del hábito carmelita, una capa amplia y mantilla blancas, con bordados de hilos de oro y plata, contrastan con la hermosura de su delicado rostro y expresión. Ciñe una gran corona sobre la cabeza y sostiene un cetro de oro en la mano derecha, símbolos de su realeza y autoridad. Completan el conjunto un pectoral bordado con piedras preciosas, pequeños escapularios que penden de las manos del Niño Jesús y numerosas joyas. La “Mamacha” Carmen de Paucartambo

La Santa Iglesia celebra el 16 de julio la solemne fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que es una de las advocaciones más conocidas y queridas a la Madre de Dios. Su origen se remonta, según una antigua tradición, al Profeta San Elías, quien en el siglo IX a.C., junto a San Eliseo y sus demás discípulos, se estableció en el Monte Carmelo, en Palestina, donde ya veneraban a Aquella que vendría un día a ser la Madre del Redentor. La Santísima Virgen era entonces simbolizada por la nubecita que apareció cuando San Elías pidió a Dios que pusiese fin a una prolongada sequía que asolaba al pueblo como castigo, nube ésa de la cual cayó finalmente una bendita y abundantísima lluvia que reverdeció la tierra, anunciando las gracias que recibiría la Humanidad cuando fuese redimida por Nuestro Señor Jesucristo. Esos ermitaños se sucedieron a través de muchas generaciones hasta la Edad Media,

y, cuando los musulmanes dominaron Tierra Santa, fueron forzados a huir a Europa, enfrentando grandes dificultades y corriendo riesgo de extinción. Entonces un carmelita inglés, San Simón Stock, fue elegido Superior General de la Orden y, angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a suplicar incesantemente a la Santísima Virgen para que los protegiese. La respuesta de la Madre de Dios no se hizo esperar y fue de una elocuencia impar. El 16 de julio de 1251, cuando el Santo rezaba en el convento de Cambridge, se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, llevando en sus brazos al Niño Jesús y dándole un escapulario para ser difundido entre los fieles, confiriendo privilegios inéditos a aquellos a quienes les fuese impuesto y lo usasen. Mostraba así una predilección excepcional por la Orden Carmelita, sobre la cual recaían grandes designios de la Divina Providencia. Nuestra Señora del Carmen es, pues, especialísimamente Patrona de todos aquellos que desean, más que cualquier otra cosa, ser fieles a los designios de Dios y a la Santa Iglesia, resistir la opresión del paganismo y que brille el esplendor de la Cristiandad, o sea, que en breve triunfe la Santísima Virgen sobre los ataques del demonio y sus secuaces, de un lado, y sobre las debilidades y faltas de sus propios hijos, de otro.

La devoción a la Virgen del Carmen en el Perú Por eso, entre los muchos modos como los peruanos manifestamos nuestro amor y veneración a la Santísima Virgen se destaca la devoción a Nuestra Señora del Carmen, también conocida en los pueblos andinos como la Mamacha Carmen. Su presencia en el Perú se refleja de modo especial en la existencia de dieciocho Monasterios de Madres Carmelitas que iluminan nuestro suelo; en la popularísima devoción al Escapulario, tan difundido en todas las clases sociales; en el número de

localidades que han tomado su nombre o que la tienen por patrona; y, en las sagradas imágenes de esta advocación que se les presta culto en casi todas las regiones. Sólo en la Ciudad de los Reyes, antigua capital virreinal y hoy urbe cosmopolita, hay actualmente dos claustros de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo: el Monasterio del Carmen, en los Barrios Altos, y el Monasterio de las Nazarenas, en pleno centro de la ciudad. El Carmen Alto guarda una hermosa imagen de la Virgen del Carmen que sale en procesión por las calles de Lima en el mes de julio, y el de Nazarenas cobija al portentoso Señor de los Milagros, que viste a la ciudad de morado en el mes de octubre. Y a una legua del vecino puerto del Callao, tenemos a la Virgen del Carmen de la Legua, que se venera en su pequeña iglesia desde comienzos del siglo XVII y que da su nombre a uno de los actuales distritos chalacos. Ahí también, hace algunos años, se estableció un Monasterio de Madres Carmelitas en antiguos terrenos del fundo Oquendo.

La mayor gloria de la provincia de Paucartambo Sin embargo, entre tantas imágenes de María del Carmen que aquí encontramos, atrae nuestra atención especialmente una, por su singular belleza, encanto sobrenatural, y por el enorme cariño con que la honran sus paisanos, incluso de parajes muy remotos, habiendo recibido además la presea insigne de su coronación canónica. Se trata de la Mamacha Carmen venerada en la localidad de Paucartambo, en el Departamento del Cusco. La fisonomía de su rostro trasluce simultáneamente profundidad, felicidad y contento. Según el testimonio de muchos devotos, su tez, de un blanco rosado pálido, varía notablemente de expresión. A estas variaciones, contribuyen tanto el color de su rico vestuario como los cambios de luz natural. Pero se trata de un fenómeno real, fácilmente

perceptible. Artífices locales esculpieron el cuerpo con maguey, yeso y tela de medio candelabro. Según especialistas, la cabeza y las manos fueron talladas por artistas cusqueños, debido al parecido con diversas imágenes esculpidas por Basilio de Santa Cruz, Antonio Sinchi Roca, Bernardo Inca o sus discípulos indígenas; famosos pintores y escultores de la época de Mons. Manuel de Mollinedo y Angulo, gran Obispo y mecenas del Cusco (16731699).

Cautivadoras historias adornan su origen con un velo de misterio

De las diversas narraciones que cuentan cómo llegó la Mamacha a Paucartambo, destacamos la que se refiere a la conversión de los chunchos. Hacia el siglo XVII, había en el valle de Q’osñipata más de 360 haciendas. Todos los años, una imagen de la Virgen del Carmen era llevada desde la hacienda Asunción a Paucartambo para la fiesta de Corpus, como sucedía con otras imágenes de santos de la Selva. Cierta vez se rebelaron los salvajes y con feroz brutalidad destruyeron y quemaron las haciendas del valle, dieron muerte a los habitantes blancos y atacaron finalmente la iglesia. Las flechas de los chunchos hirieron el cuerpo de la Virgen en el ojo y en el pecho. Y por fin la arrojaron al río Amaru Mayu (Río de la Serpiente), el cual desde entonces se llama “Madre de Dios” por haber arrastrado la imagen de la Virgen y haberla posado en un islote, lugar desde el cual se la recuperó y trasladó después a Paucartambo. Ésta como otras tradiciones se ven reflejadas en los pintorescos bailes que con gran despliegue y vistosidad acompañan hasta el día de hoy las celebraciones. La danza de los chunchos, por ejemplo, alude a la vida guerrera de los salvajes que, según el pensamiento popular, ofrecen sus bailes a la Virgen que, pese a sus faltas, les guarda una especial predilección.

Una gran devoción que perdura en el tiempo

El culto a la Virgen del Carmen de Paucartambo se ha mantenido vivo por más de tres siglos y la fiesta del 16 de julio conserva su importancia pese a la decadencia general de la religiosidad en nuestros días, lo cual se manifiesta en la presencia de costumbres neopaganas que procuran contaminar la celebración tradicional. El 3 de febrero de 1985, la imagen fue coronada pontificalmente por Juan Pablo II en la fortaleza de Sacsayhuamán sobre un altar monumental levantado para el efecto sobre el Trono del Inca, una imagen de la victoria de la misericordia maternal de la Virgen sobre sus hijos díscolos y finalmente convertidos. Asimismo, durante las fiestas de Paucartambo, muchos peregrinos se trasladan de madrugada al paraje denominado Tres Cruces, a 5.000 metros sobre el nivel del mar, para contemplar el nacimiento del sol. Bellísimo símbolo de una nueva era de Fe que vendrá para el mundo bajo los inefables auspicios de la Santísima Virgen.

La Virgen del Carmen de la Legua Reina y soberana del Callao La devoción a Nuestra Señora del Carmen, así como a su escapulario marrón, son universalmente conocidos. Una de las naciones donde esa devoción se

halla más extendida es precisamente el Perú, como tuvimos oportunidad de exponerlo en el artículo «La Mamacha Carmen de Paucartambo» . Entre las numerosas expresiones del culto carmelitano en nuestro país se destaca, tanto por su antigüedad como por haber mantenido su vigencia a través de los siglos, la devoción a la Virgen del Carmen de la Legua. Su santuario está ubicado en un lugar estratégico, en el antiguo camino que unía a la capital peruana con el puerto del Callao, equidistante entre ambas localidades, a una legua del mar.

Su vieja historia nos remonta a los albores del Virreinato del Perú, cuando un rico comerciante llamado don Domingo Gomes de Silva, que habría partido probablemente desde Centroamérica a la Ciudad de Los Reyes, estuvo a punto de naufragar frente a nuestras costas. En tal apremio, imploró la intercesión de la Virgen María bajo la advocación de El Carmen, patrona de los navegantes, prometiéndole con toda la fuerza

de su fe que en el primer puerto al que llegara desembarcaría, y con el producto de la venta de las maderas que traía, le construiría una capilla en su honor. La rada adonde pudo aportar, fue precisamente el Callao.

Una señal de la Providencia Por ese tiempo, tanto los caminos como los medios de transporte eran muy rudimentarios. Entre el Callao y Lima, hace cuatro siglos atrás, no existía la avenida Oscar R. Benavides —más conocida aún hoy por su antiguo y sugestivo nombre de La Colonial— que comunicaba aquellas dos poblaciones, en la actualidad totalmente enlazadas una con la otra. Pero sobre el mismo trazo de dos leguas de longitud existía una vía recta, ancha y polvorienta, dividida por unas tapias hechas de ciclópeos adobes, rodeada de amenos panoramas y fértiles tierras. Era intensamente transitada durante el día por recuas de animales, carretas haladas por mulos y carruajes aislados o en convoy, llevando a viajeros, mercaderías y minerales. El agradecido comerciante, que se sentiría haber vuelto a nacer, luego del regateo de rigor contrató varias carretas para transportar sus maderas y partió en dirección a Lima. Después de un breve trecho de senda gris y pedregosa, aparecieron a la izquierda del camino las arboledas que bordeaban el río Rímac y el húmedo valle. Pero no bien llegado al lugar denominado La Legua, los mulos no quisieron dar un paso más, ni para adelante ni para atrás, por más latigazos que recibieron. Ante el inusitado hecho, don Domingo vio en él un designio providencial. Comprendió que la Virgen deseaba que en aquel punto le erigiera la capilla prometida, cuando en alta mar se viera en tan grande aprieto. Así, el buen Domingo cumplió en poco tiempo su promesa, levantando a sus expensas una pequeña ermita y mandando traer de España una escultura de la Virgen del Carmen.

Aunque no se conoce la fecha precisa de su arribo, se sabe que la imagen llegó al Callao el año de 1606. Y desde que se instaló en su humilde trono de La Legua comenzó a operar sus maravillas, partiendo con la expulsión del demonio de la carretera, para consuelo de quienes se atrevían a transitar por ella en las noches. Pues muy cerca existían unas huacas o cementerios indígenas, que sirvieron de plácida guarida al maligno durante años. También por iniciativa de don Domingo y de su mujer doña Catalina María se estableció en La Legua un recogimiento para “hijas de personas principales”. Este colegio-convento para doncellas con hábito y regla del Carmen, se trasladó más tarde a Lima y puede haber dado origen al primer monasterio carmelita del Perú en 1643. En su lugar se instalaron los padres de la Orden de San Juan de Dios, quienes fundaron un hospital que existió hasta los albores de la independencia y en donde ejerció su apostolado por muchos años el venerable padre Francisco Camacho.

La fuga de Magdalena Baldeón Entre los innumerables milagros que se le atribuyen a Nuestra Señora del Carmen de la Legua, figura la maternal protección que le brindó a una mujer llamada Magdalena Baldeón. Ésta se había casado con uno de tantos inmigrantes chinos que por entonces llegó al Perú y al poco tiempo se embarcó con él hacia el Oriente. Fuertemente inclinado a las costumbres paganas, el marido la trataba como a esclava. En medio de sus angustias, Magdalena confeccionó un manto de seda para su Madre Santísima con la esperanza de algún día poder ofrecérselo. Mientras tanto, cansada de reiteradas crueldades y ofensas, la joven decidió protestar ante el marido por su pésima conducta. Esto no hizo más que enfurecer al asiático, quien secretamente la condenó a muerte. Avisada por una alma caritativa, la devota Baldeón se encomendó a la Virgen y tomando el manto bordado por sus manos emprendió la fuga. No conocía el país, ni el idioma, ni disponía de otro sustento que su fe. Pero por donde iba no encontraba sino facilidades, atenciones y auxilios, que sólo los podría atribuir a la intercesión de su

celestial protectora. Después de una larga aventura llegó finalmente al Callao y cumplió su deseo de vestir a la Virgen de la Legua con aquel manto de seda, que con tantas lágrimas consiguió bordar.

La plegaria de los virreyes Desde aquí, la Madre de Dios ha sido testigo de gran parte de nuestra historia. Por ejemplo, la mayoría de los virreyes “venían primero al Callao antes de hacerse cargo de la administración del Virreinato del Perú, y precisamente en esa misma Ermita de la Legua, donde se encuentra la Virgen del Carmen, se detenía el virrey para recibir las insignias del mando e ingresar más tarde a Lima, bajo palio, entre la admiración de la nobleza, el clamoreo del pueblo, el ulular de los clarines y el repiqueteo de las campanas”. A este lugar, que a lo largo de cuatro siglos ha sido como un verdadero faro, han acudido en búsqueda de auxilio grandes y pequeños, creyentes y escépticos, vencedores y derrotados, santos y pecadores. Mil sucesos han acaecido en su entorno, desde un terrible tsunami que en 1746 destruyó el Callao y cuyas aguas se rindieron a sus plantas, hasta una poderosa bomba terrorista que en 1992 explotó en una comisaría vecina y estuvo a punto de dejar en escombros al templo.

El ápice de la Coronación Pontificia y Canónica

Pero entre todos los hechos que han marcado la historia del Santuario, ningún otro ha tenido tal resonancia como las ceremonias con motivo de la solemne coronación canónica y pontificia de esta Imagen, ocurrida el 7 de octubre de 1951. Lima y el Callao no volvieron a ver en la segunda mitad del siglo XX el intenso fervor mariano que como una brisa fresca contagió a la población entera, ni los fecundos retiros que le precedieron, las multitudinarias comuniones que le acompañaron, o los incontables homenajes que le siguieron. Para quienes no tuvimos la gracia de estar presentes en aquella magna

ocasión, las crónicas y recuerdos de la época nos pueden ayudar a vislumbrar su enorme trascendencia. Entre ellos cabe destacar el ardiente discurso que pronunciara el Cardenal Juan Gualberto Guevara, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, en su calidad de Legado Pontificio, al coronar a Nuestra Señora de la Legua. Estas gracias fueron como que una prolongación local de dos grandes acontecimientos marianos que conmocionaron en aquel tiempo al orbe católico: la Altar de la Virgen de la Legua

promulgación del Dogma de la Asunción, el 15 de agosto de 1950 y la conmemoración del Sétimo Centenario del Escapulario del Carmen, el 16 de julio de 1951. Desde entonces, a pesar de que el proceso de descristianización se ha acentuado notablemente, a pesar de los lamentables altibajos que sacuden la piedad, a pesar de las enormes ingratitudes de los peruanos hacia su Reina y Madre... no faltan entre nosotros señales de gran esperanza. Una de ellas, que bien se la podría comparar a la nubecilla de San Elías, es la creciente avidez de formación y de doctrina cristiana que se constata en los sectores más diversos de nuestra sociedad. Pidamos, pues, a la Santísima Virgen en esta advocación tan querida del Carmen de la Legua, que haga renacer en nuestras almas y en nuestra patria, aquellos fervores de alma de otrora, para que el Perú vuelva a ser un foco de irradiación del espíritu católico en América y el mundo. Agradecemos al Sr. Ricardo Ramos Rivarola por brindarnos el libro Crónica de la Coronación Pontificia de Nuestra Sra. del Carmen de la Legua, el que ha servido de base para la redacción del presente artículo.

La Voz del Pastor Trechos de la proclamación de Su Emcia. Juan Gualberto Guevara, al coronar a Nuestra Señora del Carmen de la Legua: ¡Oh dulcísima Reina de los cielos y de la tierra! Investido de la autoridad suprema del Romano Pontífice, voy a imponerte esta rica corona de oro y piedras preciosas. Ella simboliza el amor, la veneración y el cariño que te profesan tus hijos del Callao y de la Legua, y recuerda aquella otra

corona con que la Trinidad Beatísima ciñó tus virginales sienes en premio de tus excelsas virtudes, el día aquel en que saliste de este mundo y triunfante y gloriosa entraste en la Jerusalén celestial. Muchas son efectivamente, Señora, las sombras que nublan el límpido cielo de nuestra patria. Madres que matan a sus hijos, atentados contra el pudor, suicidios, atropellos, pornografía audaz en folletos, revistas, espectáculos públicos, en la prensa y en la radio; bailes indecorosos, impúdicos y sensuales; el divorcio que crece día a día en pavorosas cifras y que amenaza derrumbar la familia peruana, relajación de costumbres. El juego, que de entretenimiento ha pasado a la categoría de ocupación favorita; el protestantismo, que siembra el error en las conciencias y destruye la unidad nacional; la masonería, cien veces condenada por los Papas y que desde las sombras atenta contra los derechos de Dios y de la Iglesia; el comunismo, que engaña a muchedumbres proletarias con paraísos irrealizables y utópicos.

*** Pero hay otro mal, Señora, tal vez peor que los que acabo de enumerar: el mal católico, el creyente falso, el que se dice discípulo de Cristo, pero cuya conducta está en perfecto desacuerdo con el Evangelio; el católico acomodaticio, que se ha fabricado una religión a su modo, donde caben el hurto, el adulterio, el divorcio y el abandono de las prácticas religiosas. ¡Virgen Purísima! No quiero ceñir tus sienes con una corona de espinas; no. Mi propósito es de imponeros una corona de amor y de cariño, de oro purísimo y de piedras preciosas, simbolizadas por las plegarias de los justos, la inocencia de los niños, las lágrimas de los pecadores arrepentidos, las devotas peregrinaciones, las virtudes de las buenas esposas, la fe robusta y fuerte de miles de hombres viriles que —sin temor al respeto humano—

han desfilado camino del Santuario para ganar la indulgencia jubilar. Tantas otras manifestaciones de piedad, en fin, que con gran consuelo tuyo, realizan en privado o en público los verdaderos hijos tuyos que a toda costa quieren conservar el tesoro inestimable de la fe y de la religión que nos legaron nuestros antepasados. Haz que así como hoy en este momento solemne, que con fulgores de luz pasará a la historia del Callao, de la Gran Lima, te imponemos esta corona de oro y de refulgentes gemas, nos corones un día con esa misma corona a la que se refería San Pablo cuando transportado de fe y confianza en Dios, decía: «He peleado el buen combate, he conservado la fe, no me resta sino la corona de gloria que el Justo Juez tiene reservada a los que bien le aman y bien le sirven».

PUNO

La Virgen de la Candelaria Patrona de Puno

“Todos cuantos se han ocupado del Santuario de Copacabana (...) reconocen que la imagen labrada por Tito Yupanqui y en él venerada, fue un medio de que se valió la Providencia para atraer a los indios a la Fe. Por ello escogió la Virgen como trono de sus misericordias, una región de las más pobladas del Perú y en la cual se había encastillado sólidamente la idolatría. Hasta la venida de la imagen a las riberas del lago Titicaca, se había predicado, es cierto, el Evangelio a las poblaciones ribereñas, se habían establecido doctrinas, pero a juicio de los cronistas de entonces, aún persistían en ellas las prácticas idolátricas y su ingreso en la iglesia de Cristo era, como decía el Virrey Toledo, aparente y casi forzado... Desde el día 2 de febrero de 1583, en que asentó sus reales en el pueblo la Virgen de la Candelaria, comenzó la conversión definitiva del Collao y la fama de sus milagros hizo que su influencia se extendiera a las comarcas más distantes” 1. Las cruentas luchas por la posesión de la riquísima mina de Laicacota, a mediados del siglo XVII, movieron al célebre Conde de Lemos, Don Pedro Antonio Fernández de Castro, a dirigirse en persona al altiplano para pacificar aquella vasta región. En su empeño, el piadoso Virrey –muerto en olor de santidad– acudió al famoso santuario de Copacabana para agradecer a la Virgen por el éxito de su empresa, luego de fundar a orillas del soberbio Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, la ciudad de San Carlos Borromeo de Puno, el 4 de noviembre de 1668. Allí, en la parroquia de San Juan Bautista, se venera desde antaño a una linda, dulce y sonrosada imagen de la Santísima Virgen de la Candelaria. Pero esta gran devoción del pueblo puneño por su reina y patrona sólo vendría a

consolidarse años después, durante la rebelión de Tupac Amaru, en 1780. Puno fue asediada a la sazón por los insurgentes, quienes con los aprestos de guerra, el estrépito de los pututos y las hogueras nocturnas, lograron atemorizar a sus habitantes. En aquel trance volvieron ellos sus ojos a la Mamacha Candelaria y en concierto general sacaron a http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-118.html (1 of 4) [2/17/2007 11:01:05 PM] La Virgen de la Candelaria - El Perú necesita de Fátima

la imagen en procesión, “implorando con llantos y fervientes súplicas el amparo y socorro de su celestial Madre”. Mientras tanto los sublevados habían coronado las cimas de los cerros que rodean la ciudad, lanzando atronadores y amenazantes gritos. Intervino entonces de modo milagroso la poderosa María: “a los ojos de los indios sitiadores aparecieron las calles y plazas de esta ciudad custodiadas y defendidas por numerosos ejércitos de soldados. El terror y espanto de los sitiadores fue tal, que huyeron precipitadamente en la mayor confusión, sin haber causado el menor mal ni daño a la ciudad” 2. En agradecimiento por aquella merced y por todos los demás favores que en el curso del tiempo la Madre de Dios les ha prodigado, cada año sus pobladores se empeñan con la mayor devoción para engalanar su fiesta el 2 de febrero. Un tradicional novenario da inicio a la conmemoraciones; y una colorida procesión, en la que participan cientos de danzarines, recorre las calles de la ciudad en el día central, al que aún le sigue una octava que concluye siempre en Domingo. La Virgen de la Candelaria de Puno fue coronada canónicamente el 7 de mayo del 2000, por el Emmo. Cardenal, Mons. Augusto Vargas Alzamora, S. J. Esta hermosa fiesta nos puede servir de parangón para denunciar un doble juego que viene atentando contra la más fina esencia de la religiosidad popular en muchos otros lugares de nuestro querido Perú.

Los fieles, atrapados en una falsa alternativa

La perniciosa influencia de la teología de la liberación, durante las décadas de los 70 y 80, llevó a un amplio sector del clero a abandonar seriamente la asistencia espiritual que le debe a sus fieles, llevados por una preocupación casi exclusiva y mal enfocada por los problemas sociales, abordando sólo su aspecto material. De ahí sobrevino un menosprecio, cuando no un combate abierto, a las prácticas exteriores de la piedad tradicional. Por ejemplo, la devoción a la Santísima Virgen, el culto a las imágenes, el rezo del Santo Rosario, el uso de hábitos terciarios o de hermandades, la realización de procesiones, etc. Oí contar a un viejo amigo sacerdote que, en una reunión en Trujillo del clero diocesano, un colega criticó ásperamente los “derroches” en las procesiones: “Gastan en flores, gastan en velas, gastan en fuegos artificiales, gastan en homenajes... ” Mi amigo irónicamente lo interpeló: “Padre, ¿acaso es su plata?” Y con la risa general hubo que cambiar de asunto. Judas, recordémoslo, también criticó a la Magdalena por derramar costosos http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-118.html (2 of 4) [2/17/2007 11:01:05 PM] La Virgen de la Candelaria - El Perú necesita de Fátima

Vista panorámica del Lago Titicaca al atardecer. Toda una vasta región “en la cual se había encastillado sólidamente la idolatría” adhirió fervorosamente a la Religión Católica, gracias a la devoción a la Virgen de la Candelaria.

perfumes sobre los pies del Salvador, “no porque él pasase algún cuidado por los pobres, sino porque era ladrón” (Jn. 12, 6). No obstante, mientras en ciertos ambientes eclesiásticos estas manifestaciones religiosas pasaron a ser mal vistas, ridiculizadas, criticadas..., comenzó a producirse un extraño fenómeno opuesto: sectores comerciales, publicitarios y turísticos las exaltan y promueven, exclusivamente por la

riqueza cultural de la que son portadoras. Es decir –tal como sucede hoy con el desvirtuamiento comercial de la Navidad– se da realce e importancia a la expresión meramente externa, y no al sentimiento interior que les ha dado su origen. Así, se destacan los bailes, la música, la vestimenta; en desmedro del culto, de la devoción, de la acción de gracias. Se pretende que un emotivo homenaje a la Patrona se transforme en una ocasión para exhibirse ante las cámaras, el lente fotográfico o las miradas de los turistas. Se pretende que un acto de piedad tan arraigado en la fe del pueblo, se transforme en un preámbulo de orgías y borracheras. Se pretende que inocentes y cándidas pallas se transformen en bailarinas de cabaret, que cambien sus amplias y encantadoras polleras por atuendos minúsculos y provocadores. Se pretende que una tradicional y hermosa manifestación de fe se transforme en una fiesta neopagana, en una mera representación o espectáculo folklórico, para deleite de los enemigos de la religión y para el lucro de un puñado de mercaderes inescrupulosos. No nos dejemos atrapar en esta falsa alternativa entre los que menosprecian la devoción y los que se aprovechan de ella para corromperla. No renunciemos a nuestras más caras tradiciones cristianas, antes bien, purifiquémoslas de cualquier elemento extraño que las puedan manchar. Exterioricemos nuestro amor y nuestra devoción a María Santísima en su advocación de la Purificación o Candelaria, y como prueba de ello llevemos una vida honesta que sea el reflejo de sus más altas virtudes.

OTROS

Nuestra Señora de Aránzazu La devoción a Santa María de Aránzazu se inicia un 9 de Septiembre de 1469 en la región Vasca de España. La encuentra el pastorcillo Rodrigo de Balzátegui, quien al verla exclamó en su lengua natal: "ARANTZAZU", que significa "tu entre espinos" . La Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu se formo en el año de 1612 en el Templo de San Francisco de Jesús el Grande de Lima. La Imagen de Santa María de Aranzazu tiene en su mano izquierda a la altura de su corazón a su Divino Hijo y en la derecha lleva una manzana, que simboliza a María como la nueva Eva que a través de su Hijo redimió a todos del pecado. Santa María de Aránzazu es conocida popularmente como la VIRGEN DE LA MANZANA. Como fue y en que momento la devoción hacia ella se fue extinguiendo, no lo sabemos; pero es de suponer que por este motivo y viviendo ya la época Republicana, la imagen fue trasladada al tercer nivel de su propio altar, casi inalcanzable por las miradas y los rezos de sus fieles. A principios de 1995, Lima comienza a ser reconquistada por su cariño, cuando un grupo de laicos la bajan para realizar tareas de mantenimiento y cambiarle su vestimenta, para cual fue colocada momentáneamente en el primer nivel de su Altar, en la mesa donde se celebra el Santo Oficio de la Misa. Los fieles comenzaron a conocerla y acudían a orar ante ella, pidiéndole favores, le ofrecen flores o también le traen una manzana que intercambian por la que tiene en la mano, la llevan para compartirla en familia o entregarla a algún enfermo. Favores de la Virgen de Aránzazu - Un devoto cuenta que en el segundo embarazo de su esposa, los médicos le indicaron que seria un parto

de alto riesgo, vino a rezar ante la Virgen, y al mirarla a los ojos supo que no pasaría tal cosa. su esposa e hijos salieron bien. - A una devota los médicos le detectaron cáncer, ella constantemente ora ante la Virgen y le cambia la manzana. cuando decidió operarse los médicos no encontraron el tumor. - Otra devota la pidió a la Virgen salir en estado. un día sufre un accidente de tránsito, los médicos le informaron que de milagro no había perdido su hijo, tenia dos meses de gestación. . Su Fiesta se celebra el 9 de Septiembre.

Nuestra Señora de la Concepción La Catedral de Lima posee imagenes de María muy notables, una de ellas es la imagen de la Concepción, venerada en su hermosa y barroca Capilla en la nave lateral izquierda de quien entra al templo catedralicio. No podemos olvidar la imagen de María que se venera en la Basílica Catedral de Lima, que en tiempos virreinales tambien gozó de gran fama, como lo pone en conocimiento nuestro recordado historiador Rubén Vargas Ugarte; al mencionar la Archicofradía del Rosario de Lima, menciona que para las procesiones principales figuraría a la par de su similar con la advocación de la Concepción que tenía sede en la iglesia Metropolitana, ello nos basta para saber la importancia de esta efigie, quede para nuestros lectores también, constancia de la fama y esplendor pasados, su Capilla y su elegantísima ornamentación y excelente retablo Barroco, uno de los que se han mantenido de este periodo en la Iglesia Catedral. Esta Capilla fué propiedad de su Cofradía hasta su extinción. En la segunda década de los años 80, la imagen titular fué desterrada del lugar en que por siglos venía recibiendo las plegarias de sus fieles para presidir el retablo principal de la Catedral, en su lugar fué colocada la recién descubierta imagen de Ntra. Sra. de la Evangelización, la cual por siglos estuvo alejada del culto público, olvidada y en el siglo XIX repintada para ocultarla durante la guerra con Chile.

Nuestra Señora de la Misericordia Muy notable se volvió la devoción a la Virgen Santísima en su advocación de Nuestra Señora de la Misericordia, imagen que se veneraba con mucho aprecio de los limeños. En los tiempos del Excelentísimo Virrey del Perú el Conde de Santiesteban, este dignatario se desprendió de una hermosísima pintura de la Santísima Virgen de la Misericordia, que ofreció al Templo de San Agustín de Lima. A los pocos días de expuso para su veneración en la Capilla de San Eloy, y en poco tiempo se esparció las noticias de su origen y empezó a propagarla Fray Juan e la Serna, fundando en 1670 una Cofradía en su honor. El primer notable en inscribirse fué el piadoso Conde de Lemos, y a el le siguieron otras personas de linaje de la Ciudad, celebrando su fiesta con gran lucidez, realizando obras pías en la ciudad. Hasta comienzos del siglo XX la imagen de la Virgen se veneraba en la Capilla de San Eloy, y hoy se venera en la Capilla de Santa Rita de Casi, donde recibe el culto de los fieles. Su Fiesta se celebra el Domingo inmediato al 13 de noviembre.

Nuestra Señora de la Nube En el Perú, y de manera concreta, la Ciudad de los Reyes, se hace referencia de la advocación quiteña por el Cronista D. Eusebio de Llano Zapata, quien en su "Observación Diaria" cita como fuente de información al Lic. Eclesiástico D. Alonso de la Cueva, manifestando la relación de sucesos del 20 de Octubre de 1747, al mencionar sobre la Procesion del Señor de los Milagros de Nazarenas; hace referencia a esta imagen Mariana: " ...salio por la mañana la imagen de su templo, visitando las calles, ramadas, Iglesias y Monasterios y duro la procesión cinco días... ese año alargo mucho su recorrido y al REVERSO DE LA IMAGEN SE VEIA OTRA DE NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE, advocación quiteña que se habia aparecido en el cielo de dicha ciudad en 1696". Con relación a como llega a conocimiento de las Madres Nazarenas el suceso del Milagro, tenemos que para el 30 de diciembre de 1696, año de la aparición, en Lima el Beaterio está a cargo de la Madre Antonia Lucía del Espiritu Santo(ecuatoriana) quien fallece en 1709. Precisamos pues que entre la Aparición de la Virgen y la muerte de la Madre Lucía transcurren 3 años. Hay quienes manifiestan que este tiempo fue corto para que la noticia llegara a Lima y la Madre iniciara el culto, mientras que el Padre R. Vargas Ugarte en su libro "Historia del Sto. Cristo de los Milagros" hace mención que al año siguiente del Milagro se tenía conocimiento en Lima del hecho, dejando abierta la posibilidad que la Madre Lucía ya conocía el hecho del milagro. Sucede a la Madre Lucía la Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, quien sale del Convento del Carmen de Santa Ana el 18 de marzo de 1730 y está a cargo del Monasterio hasta el 26 de julio de 1750. Entre 1709 y 1730 transcurren 21 años y de esta fecha a 1747, año en que aparece la Virgen en procesión, transcurren 17 años. Suponemos que en el transcurso de estos años por algún motivo conocido o familiar ecuatoriano, o documento escrito de la época, se toma conocimiento del Milagro y como se menciona en algunas líneas pudo haberse escogido esta imagen en conmemoración a la Madre Lucía. Tambien se piensa que, a la Fundación del Monasterio de Nazarenas Carmelitas Descalzas ocurrido el 18 de Marzo de 1730 -, teniendo en cuenta que algunas religiosas ecuatorianas habian profesado en el Monasterio y, como las noticias de esta milagrosa aparición se publicaron y difundieron en Lima; estas religiosas lograron que la primera Priora, Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, de acuerdo con su Consejo Directivo y el resto de la comunidad, decidieron rendir un merecido y grato homenaje a la memoria y cuna Ecuatoriana de la fundadora del Instituto Nazareno, Madre Antonia Lucia del Espíritu Santo, incorporando el lienzo con la imagen de la Virgen de la Nube, a las Andas del Señor de los Milagros de Nazarenas. La Imagen del Señor de los Milagros de Nazarenas, cada año en el décimo mes, es acompañado por la Dama de Quito, la Virgen de la Nube. Sin lugar a dudas destaca en belleza y elegancia, María se presenta como una Reina, su cabeza va coronada, su rostro refleja serenidad y belleza, su precioso hijo en el brazo izquierdo dando la bendición le da una actitud mayestática; en la diestra porta el cetro y la Azucena que representa su coraza, el olivo que simboliza su fruto, simbolo de su vinculación con israel. lo agitado de su fina mantilla y la capa que la cubre y recoge en su brazo le da la sensación de movimiento. que reproduce de manera precisa el momento del suceso.

A sus pies, se encuentra en posición orante el Obispo favorecido de su mano, D. Sancho de Andrade y Figueroa, sobre el terreno se observa una pequeña iglesia, que algunos identifican como la Iglesia de Guálupo o el Monasterio de las Nazarenas. No posee pocas alhajas esta Imagen, la cual se engalana para sus salidas procesionales. Es aderezada con una corona de oro, excelentemente diseñada con piedras preciosas, collar en el cuello y brazaletes, el http://perso.wanadoo.es/religiosidadlima/virgendelanube.htm (1 of 2) [7/15/2005 11:03:23 PM] .:: Nuestra Señora de la Nube ::.

Cetro, azucenas y olivo todo en oro respetando el dibujo del lienzo. Va su cabeza, rodeada de 12 estrellas igualmente en oro y le sirve de pedestal la luna, el triunfo de María sobre el Islam. su Hijo tambien va engalado, luce una diadema en oro. La Imagen es una obra de Autor anónimo, del siglo XVIII; pintada al óleo sobre lienzo y sus medidas son: Alto de 1.99mt x 1.37mt de ancho. Restauración de Ntra. Sra. de la Nube .- Se restauró bajo el auspició del Banco de Crédito del Perú, durante ocho meses en 1992, en los propios talleres del Museo Pedro de Osma y bajo la acertada conducción profesional de Liliana Canessa y Alvaro Sandoval. Al igual que la imagen del Señor de los Milagros, fue sometida a estudios previos, como análisis químicos, estratigraficos, radiografías, luz ultravioleta, estudios históricos y fotográficos, ventanas de limpieza y otros. Se realizó un tratamiento completo de conservación y restauración, ya que la obra presentaba muchas capas de repintes y un reentelado en tela de algodón. Se retiró primero la capa de barniz y luego del primer repinte donde aparecía como Virgen de la Merced y en otro aparece la representación de la Virgen del Carmen. En esta etapa se procede al retiro del reentelado y se prepara para uno nuevo a la gacha y con tela de lino. lue se procedió a una aplicación de barniz grueso, para proteger la pintura durante la procesión. Hoy podemos apreciar esta obra de arte en toda su originalidad.

Nuestra Señora de los Desamparados Los valencianos al igual que otros españoles, lograron traer la devoción a Nuestra Señora de los Desamparados, que en muy pocos años se ganó al cariño del pueblo limeños y su templo histórico cobijó el primer Sermón de las tres horas en todo el Orbe católico, conozcamos esta advocación mariana. Hacia el año 1629. D. Bartolomé Calafe, natural de Valencia - España, pidió al Cabildo de la Ciudad que le cediese el sitio que ocupaba por aquel entonces la Horca, a espaldas del Palacio del Virrey, para levantar en dicho lugar una capilla a Nuestra Señora de los Desamparados, siendole concedido el 3 de agosto del mismo año. Más tarde la capilla fué cedida a los Jesuitas el año 1657, pasó a ella el Venerable Francisco del Castillo, y por su labor la imagen de la Virgen empezó a tener el culto más lucido. Pasados algunos años el padre del Castillo tuvo la idea de realizar otra efigie y a su efecto eligió una de la advocación del Pilar, y la cual fué adaptada a la nueva iconografía de la Virgen Valenciana. La nueva y hermosa imagen se trasladó el 17 de diciembre de 1660 desde la Iglesia de San Pablo de Lima, siendo notable el concurso de fieles y de la misma manera el trayecto y cortejo de la procesión. Al

costado de la Capilla el P. Francisco del Castillo estableció la Escuela de Cristo, dedicada al cuidado de niños y pobres. Con la ayuda del Excelentísimo Virrey del Perú, Conde de Lemos, se dió inicio a la fábrica de un nuevo templo que estuviese a la altura del crecimiento de la devoción, aunque en sus inicios se presentaron ciertas dificultades, se dió inicio a la obra en 1669, concluyéndose gracias a la piedad de los limeños y al celo del Virrey, en 1672 se encontraba terminado el hermoso templo, consagrándose el 2 de febrero. Aquel día se realizó el traslado procesional desde Palacio hasta su Iglesia nueva, el boato y suntuosidad eran alentados por la llegada de la bula de Canonización de la Gloriosísima Rosa de Santa María, y la noticia de la canonización de Francisco de Borja, ascendiente del Virrey. Si Lima por ser la Capital del Virreinato más importante de América, se precia de su amor a María, en este día mostró a porfía su filiación a la Reina del Cielo y lo grande de sus riquezas. Sus calles fueron regiamente arregladas y los altares fueron primorosísimos tanto en su elaboración como en el suntuoso costo de los enseres que lo conformaban. Desde este día el culto retornó con gran incremento en la Ciudad, más al fallecimiento del V.P. Francisco del Castillo decayó un tanto la devoción, pero no fué mucho el tiempo de este momento y se mantuvo gracias al P. Alonso Messia. Los Virreyes sucesores no fueron indiferentes a esta devoción, e incluso la consideraban como la Capilla de Palacio y la enriquecieron con imagenes y altares. Con la expulsión de los Jesuitas de los Virreinatos de América, el culto y templo decayeron bastante, y desde 1746 a 1776 permaneció cerrada al culto, solo cuando vinieron a ella los sacerdotes seculares, logró abrir sus puertas a los limeños. En la república el templo fué vilmente profanado convirtiéndose en cuartel. En 1894 se convino en realizar una restauración para restacatar este venerable monumento y en 1897 se bendijo el templo reestrenado, aunque con desmedro de su original belleza. A pesar de haber sido repuesta al culto y de atesorar un gran pasado histórico, nada impidió su desaparición, con el fin criminal de cambiar tan venerable monumento que nuestros antecesores dedicaron a la Virgen Santísima, para darle un mediocre jardín al Palacio de Gobierno. Por fortuna la devoción logró rescatarse del olvido y el templo fué reubicado por el Gobierno Peruano en Breña, allí se trasladó el retablo, la imagen titular y algunas imagenes. Hoy la Virgen de los Desamparados recibe culto en una moderna Parroquia de líneas contemporáneas en la transitada Av. Venezuela. .:: Nuestra Señora de los Desamparados ::.

Su Fiesta se celebra el Sábado anterior al 2° domingo de Mayo.

Nuestra Señora de los Remedios Entre las joyas e imagenes notables que atesora el templo de San Pedro de Lima, podemos encontrar entre las más importantes a la advocación mariana de los Remedios, cuya imagen se remonta a los orígenes de la Provincia Jesuítica del Perú. De las mejores joyas y obras valiosas de arte que se conservan en esta Iglesia de San Pedro y San Pablo de Lima; figura sin lugar a dudas una bella y hermosa imagen de María Santísima en su tierna advocación de Nuestra Señora de los Remedios.

Antes de los años 60 se encontraba en el Altar de San Francisco Javier, en el segundo cuerpo del mismo y en nicho central. luego llego a pasar al Expositorio del altar mayor del templo, donde era bien vista, pero luego se vió que fue retirada del lugar y se le colocó en la Capilla y retablo de la Inmaculada, la cual hasta la actualidad preside y a pasado a ser de dicha advocación. Esta imagen es muy notable por haber hablado visiblemente al Apóstol de Paraguay, el Limeño Padre Antonio Ruiz de Montoya, como él mismo lo cuenta en su "Conquista Espiritual", y ante la misma efigie sabemos que se complacía en decir misa otro Jesuíta ilustre, el P. Francisco del Castillo. Esta Imagen es la mas antigua que hay en San Pedro, y figuró "Muy rica y devota" en la iglesia primitiva. Luego presidió el altar Mayor de la segunda iglesia: allí recibía las visitas de Santa Rosa de Lima quien, viviendo en casa del Contador D. Gonzalo de la Maza, la frecuentaba como a una de sus imagenes favoritas; tambien fue esta imagen fue muy querida por el V. P. Francisco del Castillo como hemos mencionado anteriormente. Y cuando se estrenó el tercer templo (la actual iglesia) fué colocada en el sitio que está ( S. Francisco Javier), cuya altura no permite que se la vea como fuera de desear. Es una imagen de talla policromada, de tamaño más que regular, de estilo renacentista y muy hermosa. La Virgen sentada en un trono magnifico, escrupulosamente tallado, tiene al Niño Jesús sobre sus rodillas. La toca que ciñe su rostro, así como la indumentaria, están revelando su anitiguedad. En su conjunto es una hermosa obra de marcado aire provinciano y extraordinaria calidad artística del siglo XV. Una imagen de tanto abolengo, coetánea de las tres iglesias, vinculada con Santa Rosa ha sido integrada en el Cortejo procesional del Sagrado Corazón de Jesús, para así reavivar su culto entre los fieles. Preside el cortejo procesional, todos los años el tercer domingo del mes de Junio, procesionando bajo un dosel con cornisa barroca y cortinajes de damasco y encajes.

Nuestra Señora del Buen Suceso En la Parroquia de San Lázaro, del otro lado del puente, se venera desde antaño una hermosa imagen de la Santísima Virgen del Buen Suceso, sin dudas es réplica de la original venerada en la Ciudad de Quito Ecuador. La Virgen responde iconográficamente a la aparición que Mariana Francisca de Jesús Torres y Berriochoa "La Violeta de los Andes" tuvo en el Monasterio de Concepcionistas de Quito. María Santísima le dijo que realizara una imagen suya, tomando la medida con una cinta que ceñía su cintura y cuando estuvise hecha le colocase unas llaves y un báculo, ya que la Madre de Dios deseaba ser "Su prelada", y así se hizo. Hoy la Virgen preside el retablo mayor del templo de San Lázaro, y su culto a sufrido el olvido de la feligresía y el interes de las autoridades que rigen esta Parroquia por reavivar su devoción.

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