LA DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS
Jaime Oraá y Felipe Gómez Isa INDICE Declaración Universal de Derechos Humanos A modo de introducción 1. Antecedentes de la protección internacional de derechos humanos 1.1. La labor de la Sociedad de Naciones 1.2. Los derechos humanos en el período entreguerras 1.3. Los derechos humanos durante la II Guerra Mundial 2. Las Naciones Unidas y los derechos humanos 2.1. La Conferencia de San Francisco 2.2. Los derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas 3. La Declaración Universal de los Derechos Humanos 3.1. Elaboración de la Declaración Universal 3.2. Contenido de la Declaración Universal 3.2.1. El Preámbulo y los artículos 1 y 2: el sustrato ideológico de la Declaración 3.2.2. Análisis de la parte dispositiva de la Declaración Universal 4.
La universalidad de la Declaración Universal de Derechos Humanos
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El valor jurídico de la Declaración Universal de Derechos Humanos 5.1. Teorías explicativas de su valor jurídico actual 5.1.1. La DUDH como “interpretación auténtica” de la Carta 5.1.2. La DUDH como Derecho Internacional consuetudinario 5.1.3. La DUDH como expresión de principios generales de Derecho 5.2. Análisis de los artículos que habrían adquirido el status de normas obligatorias de Derecho Internacional Conclusiones Bibliografía
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DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS
Preámbulo Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias, Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión, Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones, Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso, La Asamblea General Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los
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Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción. Artículo 1 Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Artículo 2 Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía. Artículo 3 Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Artículo 4 Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas. Artículo 5 Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Artículo 6 Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica. Artículo 7 Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación. Artículo 8 Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
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reconocidos por la constitución o por la ley. Artículo 9 Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado. Artículo 10 Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal. Artículo 11 1.Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa. 2.Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Artículo 12 Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques. Artículo 13 1.Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2.Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país. Artículo 14 1.En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país. 2.Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas. Artículo 15 1.Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. 2.A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar
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de nacionalidad. Artículo 16 1.Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. 2.Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. 3.La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Artículo 17 1.Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. 2.Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad. Artículo 18 Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Artículo 19 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión. Artículo 20 1.Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas. 2.Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación. Artículo 21 1.Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. 2.Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país. 3.La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.
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Artículo 22 Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad. Artículo 23 1.Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. 2.Toda personal tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. 3.Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social. 4.Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses. Artículo 24 Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas. Artículo 25 1.Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. 2.La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social. Artículo 26 1.Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. 2.La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades
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fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. 3.Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. Artículo 27 1.Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. 2.Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora. Artículo 28 Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos. Artículo 29 1.Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad. 2.En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática. 3.Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas. Artículo 30 Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.
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LA DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS Jaime Oraá y Felipe Gómez Isa
A MODO DE INTRODUCCION. La idea de los derechos humanos, basada en las nociones de dignidad del ser humano y de limitación al poder del Estado, es un fenómeno que se encuentra presente, aunque con diferentes manifestaciones, prácticamente a lo largo de toda la historia1. La lucha por el reconocimiento de la dignidad de la persona es una constante del devenir histórico, desde el tímido reconocimiento de los derechos de los indios en la época de la Conquista hasta la moderna plasmación de los derechos del hombre y del ciudadano tras la Revolución Francesa. En la actualidad nos encontramos en una fase de internacionalización de los derechos humanos, es decir, una vez que la mayor parte de los ordenamientos jurídicos internos han procedido al reconocimiento de los derechos y las libertades fundamentales, se ha abierto una etapa en la que los derechos humanos han sido objeto de proclamación en el ámbito de Organizaciones Internacionales. En esta etapa de internacionalización ha jugado un papel estelar la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), el texto que va a ser objeto de análisis en este artículo. Esta modesta contribución al 60 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos comienza con un acercamiento al proceso de internacionalización de los derechos humanos que se ha vivido desde comienzos de este siglo, analizando los diferentes pasos que se han dado hasta desembocar en la aprobación por parte de las Naciones Unidas de la Declaración Universal. A continuación, nos detenemos en las vicisitudes del proceso de gestación y elaboración de la Declaración para, finalmente, llevar a cabo un estudio pormenorizado del contenido y del valor jurídico de este texto de importancia crucial para la afirmación de la dignidad de todos los hombres y todas las mujeres que pueblan el Planeta en un incierto comienzo de siglo. 1-. ANTECEDENTES DE LA PROTECCION INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS.
Cfr. al respecto Le Monde Antique et les Droits de l'Homme, Actes de la 50e Session de la Société Internationale Fernand de Visscher pour l'histoire des Droits de l'Antiquité, Bruxelles, 16-19 septembre 1996, Université Libre de Bruxelles, Bruxelles, 1998. 1
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La fecha clave en la que podemos afirmar que asistimos a la internacionalización de los derechos humanos es 1945, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y creada la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, en el período entreguerras, de la mano principalmente de la Sociedad de Naciones, asistimos al surgimiento de un amplio movimiento en favor del reconocimiento internacional de los derechos humanos, movimiento que, como veremos, va a congregar a académicos, a la opinión pública... para, finalmente, captar la atención de los políticos una vez comenzada la lucha contra el fascismo a partir de 19392. El Derecho Internacional clásico, es decir, el Derecho Internacional anterior a 1945, se concebía como aquel ordenamiento jurídico que regulaba exclusivamente las relaciones entre los Estados; sólo los Estados eran sujetos de Derecho Internacional y, por lo tanto, sólo ellos eran susceptibles de ser titulares de derechos y obligaciones en la esfera internacional. Tras la I Guerra Mundial y la creación de la primera Organización Internacional de carácter general, la Sociedad de Naciones, la definición de los sujetos de Derecho Internacional comenzó a sufrir una tímida apertura, con el reconocimiento de una cierta personalidad jurídica a las Organizaciones Internacionales. Los individuos, en cambio, no ostentaban derechos; no eran sujetos, sino objetos del Derecho Internacional. Ello hacía que la manera como los Estados trataban a sus nacionales fuese una cuestión que pertenecía exclusivamente a la jurisdicción interna de cada Estado. Este principio negaba a los otros Estados el derecho a interceder o intervenir en favor de los nacionales del Estado en que eran maltratados3. La única excepción permitida era la institución de la intervención humanitaria: la teoría de la intervención humanitaria está basada en la asunción de que los Estados tienen la obligación internacional de garantizar a sus propios nacionales ciertos derechos básicos. Estos derechos son tan esenciales y de tal valor para la persona humana que las violaciones en las que incurra un Estado no pueden ser ignoradas por el resto de los Estados. En el supuesto de gravísimas, masivas y brutales violaciones de esos derechos humanos básicos se permitía el uso de la fuerza por uno o más Estados para poner fin a dichas violaciones4. Como vemos, comenzaban a surgir límites a la soberanía absoluta de los Estados.
Un análisis en profundidad de la trascendencia del período entreguerras para el proceso de internacionalización de los derechos humanos en BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco: the Revival of the Human Rights Idea in the Twentieth Century", Human Rights Quarterly, Vol. 14, 1992, pp. 447-477. 3 Para la relación entre la soberanía estatal y los derechos humanos CARRILLO SALCEDO, J.A.: Soberanía de los Estados y Derechos Humanos en Derecho Internacional Contemporáneo, Tecnos, Madrid, 1995. 4 ROUGIER, A.: "La Théorie de l'Intervention d'Humanité", Revue Générale de Droit International Public, 1910, pp. 468-526. Ver una reflexión más reciente al respecto en ABRISKETA, J.: Derechos Humanos y Acción Humanitaria, Alberdania, Zarautz, 2005. 2
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Es cierto también que incluso antes de que se produjera la internacionalización de los derechos humanos, el Derecho Internacional clásico conoció algunas instituciones que protegían a ciertos grupos de personas y que, por tanto, se pueden citar como antecedentes próximos de dicha protección internacional de los derechos humanos. En este sentido, y además de la referida institución de la intervención humanitaria, podemos mencionar: - el área de la responsabilidad internacional de los Estados por el trato a los extranjeros: un Estado incurría en responsabilidad si trataba a un nacional de otro Estado por debajo del standard mínimo de civilización y justicia; - algunos tratados internacionales del siglo XIX iban dirigidos a la protección de las minorías cristianas en el Imperio Otomano, mientras que otros instrumentos también de carácter convencional iban encaminados a la prohibición de la esclavitud y el tráfico de esclavos, destacando, entre otros, el Acta General de Bruselas (1890), la Convención de Saint-Germainen-Laye (1919) o la Convención Internacional para la Abolición de la Esclavitud y la Trata de Esclavos (1926)5; - a su vez, el Derecho Internacional Humanitario, nacido a partir fundamentalmente de las Convenciones de Ginebra de 1864 y de La Haya de 1899 y 1907, y que trata de proteger a las víctimas de los conflictos armados internacionales, también ha sido considerado como uno de los antecedentes más relevantes de la actual protección internacional de los derechos humanos6. En última instancia, el Derecho Internacional Humanitario busca preservar los derechos más básicos de los individuos en situaciones de conflicto. De todas formas, el hecho más importante para la creación de condiciones que hiciesen posible una progresiva internacionalización de los derechos humanos fue la aparición de la Sociedad de Naciones, Organización Internacional que, como vamos a ver a continuación, desplegó una labor decisiva para la generalización de la protección de los derechos del ser humano. 1.1. La labor de la Sociedad de Naciones. A pesar de que el Pacto de la Sociedad de Naciones no menciona ni una sola vez de manera explícita los "derechos humanos", existen varias disposiciones que, de una u otra forma, sirvieron de fundamento para la relevante labor que la Organización llevó a cabo en el Sobre el proceso de la abolición de la esclavitud y la trata de esclavos cfr. GANJI, M.: International Protection of Human Rights, Librairie E. Droz, Geneve-Librairie Minard, Paris, pp. 88-110. 6 DOSWALD-BECK, L. y VITE, S.: "Derecho Internacional Humanitario y Derecho de los Derechos Humanos", Revista Internacional de la Cruz Roja, Vol. 18, marzo-abril 1993, pp. 99-126. 5
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campo de los derechos humanos7. En primer lugar, el artículo 22, cuando establece el sistema de los mandatos "para las colonias y territorios que, a consecuencia de la guerra hayan dejado de estar bajo la soberanía de los Estados que los gobernaban anteriormente", dispone la prohibición en esos territorios de "abusos tales como la trata de esclavos" o el establecimiento de condiciones que "garanticen la libertad de conciencia y de religión". Asimismo, el artículo 23 del Pacto señala que los Miembros de la Sociedad de Naciones: a) se esforzarán en asegurar y mantener condiciones de trabajo equitativas y humanitarias para el hombre, la mujer y el niño..., y, para este fin, fundarán y mantendrán las necesarias organizaciones internacionales. b) se comprometerán a asegurar un trato equitativo de las poblaciones indígenas en los territorios sometidos a su administración. c) confiarán a la Sociedad la inspección general de la ejecución de los acuerdos relativos a la trata de mujeres y de niños... f) se esforzarán por adoptar medidas de orden internacional para evitar y combatir las enfermedades".
Consecuencia directa de este artículo fue la creación, en el marco de la Sociedad de Naciones, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha desempeñado, y sigue desempeñando hoy en día, una labor sin precedentes en el ámbito de los derechos laborales, la igualdad entre hombres y mujeres en el trabajo, la explotación laboral infantil, la protección de los pueblos indígenas...8. Los Tratados de Paz que pusieron fin a la primera gran contienda bélica de este siglo establecieron un sistema de protección de las minorías nacionales, sistema que iba a quedar bajo el abrigo de la Sociedad de Naciones. Este régimen jurídico de protección de las minorías, basado en los principios de igualdad de trato y no discriminación, otorgaba amplios derechos a las minorías en lo que concierne a la conservación de su lengua, su religión, su sistema escolar e, incluso, preveía ciertos derechos políticos9. Como ha señalado el profesor Carrillo Salcedo respecto a este régimen jurídico de protección de los derechos de las
BRUNET, R.: La Garantie Internationale des Droits de l'Homme d'après la Charte de San Francisco, Ch. Grasset, Geneve, 1947, pp. 35 y ss. 8 La labor de la OIT en la protección de los derechos humanos se puede consultar en VALTICOS, N.: "La Organización Internacional del Trabajo (OIT)", en VASAK, K. (Editor General): Las dimensiones internacionales de los derechos humanos, Serbal-UNESCO, Barcelona, 1984, pp. 504-551; SAMSON, K.: "The Standard-Setting and Supervisory System of the International Labour Organization", en HANSKI, R. and SUKSI, M. (Eds.): An Introduction to the International Protection of Human Rights. A Textbook, Abo Akademi University-Institute for Human Rights, Turku, 1998, pp. 149-180. 9 Una contribución interesante sobre el sistema de protección de las minorías establecido por los Tratados de Paz, en MANDELSTAM, A.: La protection internationale des minorités, Sirey, Paris, 1931. 7
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minorías, "a pesar de sus deficiencias y límites (...) constituyó, sin embargo, un mecanismo de salvaguarda y protección de derechos humanos"10. Es muy significativo, como veremos, que ni en la Carta de las Naciones Unidas ni en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se prevea un reconocimiento de los derechos de las minorías tan avanzado como el que se produjo en la época de la Sociedad de Naciones, lo que se convertirá en una de las principales lagunas de la Declaración Universal. Como conclusión, podríamos señalar que el Derecho Internacional clásico desarrolló varias doctrinas e instituciones con el objeto de proteger diversos grupos de seres humanos: esclavos; minorías religiosas, étnicas y culturales; poblaciones indígenas; extranjeros; víctimas de violaciones masivas de derechos humanos; combatientes de guerra... Estas doctrinas e instituciones han influido en la creación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos puesto que, en el fondo, reconocían que los individuos tenían derechos como seres humanos y que esos derechos debían ser protegidos por el Derecho Internacional. Ahora bien, de lo que no se trataba era de una protección general y sistemática de los derechos humanos; tan solo se protegían los derechos de determinadas categorías de personas, no los derechos de la persona en cuanto tal. Esta protección global de los derechos humanos se producirá una vez finalizada la II Guerra Mundial, con la aprobación de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todas estas aportaciones a la internacionalización de los derechos humanos por parte de la Sociedad de Naciones fueron creando el caldo de cultivo óptimo para que, en el período entreguerras, se fuera originando un amplio movimiento en favor del reconocimiento internacional de los derechos humanos. 1.2. Los derechos humanos en el período entreguerras. Al calor de los avances que se produjeron de la mano de la Sociedad de Naciones, diferentes organismos fueron lanzando iniciativas inspiradas en la necesidad de una garantía internacional de los derechos y libertades del ser humano. Propuestas de este tipo surgieron en la Academia Diplomática Internacional, la Unión Jurídica Internacional, la International Law Association, la Grotius Society, la Conferencia Interamericana de Juristas, el Instituto Americano de Derecho Internacional...11. Como ha puesto de manifiesto en este sentido uno de los que han analizado la evolución de los derechos humanos tras la I Guerra Mundial, Jan CARRILLO SALCEDO, J.A.: El Derecho Internacional en perspectiva histórica, Tecnos, Madrid, 1991, p. 57. 11 Estas y otras propuestas están recogidas en CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme", Recueil des Cours de l'Académie de Droit International de La Haye, 1951-II, p. 272. 10
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Herman Burgers, "mientras que en el período entreguerras la mayor parte de los gobiernos no eran partidarios de aceptar obligaciones de Derecho Internacional en relación al tratamiento a sus propios ciudadanos, una actitud mucho más positiva se fue desarrollando entre los académicos del Derecho Internacional"12. Una de las iniciativas más serias fue la lanzada por el Instituto de Derecho Internacional (IDI), quien en 1921 creó una Comisión presidida por André Mandelstam para estudiar la protección de las minorías y de los derechos humanos en general. Fruto del trabajo de esta Comisión fue la presentación de un proyecto de Declaración de Derechos Humanos a la sesión que el IDI celebró en Nueva York en 1929. Finalmente, tras varias discusiones, se aprobó el 12 de octubre de 1929 la Declaración de Derechos Internacionales del Hombre13, con 45 votos a favor, 11 abstenciones y tan solo un voto en contra. En esta importante Declaración, el Instituto de Derecho Internacional considera que "la conciencia jurídica del mundo civilizado exige el reconocimiento al individuo de derechos excluidos de todo atentado por parte del Estado" y que "es necesario extender al mundo entero el reconocimiento internacional de los derechos humanos"14. Asimismo, en la parte dispositiva de la Declaración, no muy extensa por otra parte, se establece el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad y el principio de no discriminación (artículo 1); la libertad de creencias (artículo 2); el derecho a la nacionalidad (artículo 6)... En palabras de su principal mentor, el ya citado Mandelstam, esta Declaración de Derechos Internacionales del Hombre supuso "el punto de partida de una nueva era..., un desafío solemne a la idea de la soberanía absoluta de los Estados y, al mismo tiempo, la consagración de la igualdad jurídica de todos los miembros de la comunidad internacional"15. Lo realmente relevante de esta Declaración no fue su contenido, ciertamente nada revolucionario, sino que abrió la puerta a un proceso irreversible de internacionalización de los derechos humanos. A partir de este momento, y sobre la base de esta Declaración de Nueva York, surgieron diferentes iniciativas con un único objetivo: sustraer de la soberanía de los Estados la materia de los derechos y las libertades16.
BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco: the Revival of the Human Rights Idea...", op. cit., p. 450. Annuaire de l'Institut de Droit International, Session de New-York, octobre 1929, vol. I, pp. 730-732. 14 Esta misma idea había sido defendida un año antes, en 1928, por la Academia Diplomática Internacional, presidida por un ardiente defensor de la internacionalización de los derechos humanos, A.F. Frangulis. En una resolución aprobada el 8 de noviembre de 1928, la Academia señaló que la protección internacional de los derechos humanos "responde al sentimiento jurídico del mundo contemporáneo" y que, por lo tanto, "una generalización de la protección de los derechos del hombre y del ciudadano es altamente deseable". El texto de esta resolución figura en MANDELSTAM, A.: "La protection internationale des droits de l'homme", Recueil des Cours de l'Académie de Droit International de La Haye, 1931-IV, p. 218. 15 MANDELSTAM, A.: "La protection internationale...", op. cit., p. 206. 16 Algunas de estas iniciativas se pueden consultar en BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco...", op. cit., pp. 453 y ss. 12 13
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1.3. Los derechos humanos durante la II Guerra Mundial. Desde los inicios del régimen nazi en la Alemania de los años treinta la comunidad internacional comenzó a ser consciente de que no era un régimen respetuoso con los derechos humanos más elementales17. Todas estas sospechas quedaron confirmadas con creces con el inicio de la guerra en 1939. Todo ello hizo que los derechos humanos se convirtieran en uno de los objetivos de las Potencias del Eje en su lucha contra el fascismo, además de pasar a ocupar uno de los centros de atención de los intelectuales y la opinión pública. Siguiendo las acertadas palabras de René Brunet, "un amplio movimiento de opinión pública, nacido en Gran Bretaña y Estados Unidos con el comienzo de las hostilidades, creció incesantemente en fuerza y alcance a medida que avanzaba la guerra. Cientos de organizaciones políticas, académicas y religiosas, mediante sus publicaciones, llamadas, manifestaciones e intervenciones, extendieron la idea de que la protección de los derechos humanos debía ser uno de los objetivos de los Aliados" 18.
No es otro el trasfondo en el que tiene lugar el famoso Discurso sobre el estado de la Unión de Franklin Delano Roosevelt19 al Congreso norteamericano el 6 de enero de 1941. En este Discurso20, el Presidente de los Estados Unidos esboza cuáles son las libertades fundamentales que hay que garantizar a todo ser humano. Estas libertades son cuatro: libertad de palabra y pensamiento; libertad de religión; libertad ante la necesidad y libertad ante el miedo21. Y es que "Roosevelt estaba personalmente convencido de que la internacionalización de la protección de los derechos humanos era la idea adecuada para unir al pueblo americano contra las fuerzas del totalitarismo"22. Lo cierto es que este Discurso de Roosevelt constituyó "el empuje propulsor que pondrá en marcha, a nivel mundial, la proclamación de los derechos humanos y, posteriormente, la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos"23.
MORSINK, J.: "World War Two and the Universal Declaration", Human Rights Quarterly, Vol. 15, 1993, p. 360. 18 BRUNET, R.: La Garantie Internationale des Droits de l'Homme..., op. cit., pp. 93-94. 19 Una contribución muy rigurosa en torno a las aportaciones de Franklin D. Roosevelt y Eleanor Roosevelt al discurso de los derechos humanos, en JOHNSON, M.G: "The Contributions of Eleanor and Franklin Roosevelt to the Development of International Protection for Human Rights", Human Rights Quarterly, Vol. 9, 1987, pp. 19-48. Ver asismismo GLENDON, M.A. : A World made new : Eleanor Roosevelt and the Universal Declaration of Human Rights, Random House, New York, 2001. 20 Este discurso se encuentra recogido en GOOD, M.H.: "Freedom from Want: the Failure of United States Courts to protect Subsistence Rights", Human Rights Quarterly, Vol. 6, 1984, pp. 384 y 385. 21 La influencia de las Cuatro Libertades de Roosevelt en la Declaración Universal de los Derechos Humanos será analizada en otra parte de este estudio, cuando nos detengamos en el contenido de la Declaración Universal. 22 BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco...", op. cit., p. 469. 23 CASSESE, A.: Los derechos humanos en el mundo contemporáneo, Ariel, Barcelona, 1991, p. 37. 17
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Pocos meses más tarde, el 14 de agosto de 1941, la Carta del Atlántico expresaba el deseo de alcanzar una paz "que brinde a todas las naciones los medios para vivir con seguridad dentro de sus propios límites y que garantice que todos los seres humanos puedan vivir libres de temor y de necesidades". En la misma línea de ir incorporando los derechos humanos como objetivo de la guerra, el 1 de enero de 1942 los países aliados, en la Declaración de las Naciones Unidas, señalaban que "la victoria total sobre los enemigos es esencial para defender la vida, la independencia y la libertad religiosa, y para preservar los derechos humanos y la justicia en los propios países, así como en otros países"24. Lo que queda meridianamente claro en este pronunciamiento es que los derechos humanos irrumpieron en la escena política en una fase bastante temprana de la guerra, dado que había una clara convicción de que la paz pasaba necesariamente por el establecimiento de regímenes políticos que protegiesen los derechos humanos. En septiembre y octubre de 1944, cuando los llamados Cuatro Grandes (China, Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética) se reúnan en Dumbarton Oaks para vislumbrar la estructura de la sociedad internacional una vez que finalice la guerra, y decidan la creación de la Organización de las Naciones Unidas, los derechos humanos fueron uno de los temas objeto de discusión. El debate fue intenso, con apasionadas disputas entre las Grandes Potencias. La oposición más fuerte en torno a que los derechos humanos figurasen en la Propuesta de Dumbarton Oaks sobre la creación de las Naciones Unidas vino de la mano del delegado británico, Sir Alexander Cadogan. En su opinión, ello "podía abrir la posibilidad de que la Organización pudiese criticar la organización interna de los Estados Miembros", en clara alusión a la cuestión colonial, aspecto éste tremendamente sensible para los británicos. Como vemos, la cuestión de la soberanía va a estar siempre planeando a la hora de llegar a compromisos en materia de derechos humanos. La Unión Soviética tampoco era muy favorable a que los derechos humanos ocupasen un lugar privilegiado entre los principios de la nueva Organización que se iba a crear, aunque no oponía escollos insalvables25. Ante estas dificultades, Estados Unidos tuvo que rebajar sus pretensiones, por lo que, finalmente, la Propuesta de Dumbarton Oaks tan solo incluyó una "vaga referencia a los derechos humanos"26. En la sección que trataba de la cooperación internacional económica y social, uno de los objetivos de las Naciones Unidas sería "facilitar la solución de los problemas
Los extractos de estos importantes pronunciamientos internacionales, junto con un somero análisis de los mismos, figuran en RABOSSI, E.: La Carta Internacional de Derechos Humanos, EUDEBA, Buenos Aires, 1987, pp. 10 y ss. 25 Es interesante destacar cómo en estos momentos la postura de la Unión Soviética hacia los derechos humanos era una postura bastante moderada. Esta postura contrasta con la defendida a partir de 1945 en las Naciones Unidas, a medida que la Guerra Fría se iba intensificando. A partir de este momento los derechos humanos se transformaron en un arma ideológica en el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética. 26 SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus. The Making of the Universal Declaration of Human Rights, 1945-1948, CHR. Michelsen Institute, Bergen-Norway, 1993, p. 12. 24
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internacionales, económicos, sociales y humanitarios, y promover el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales". A pesar de que en la Propuesta de Dumbarton Oaks los derechos humanos tan solo ocupen un lugar residual, sin embargo van a jugar un papel mucho más importante en la Conferencia de San Francisco. En esta Conferencia se procedió a la adopción la Carta de las Naciones Unidas, el documento constitutivo de la nueva Organización Internacional creada tras la II Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas. 2-. LAS NACIONES UNIDAS Y LOS DERECHOS HUMANOS. El fenómeno de la internacionalización de los derechos humanos después de la II Guerra Mundial puede atribuirse a las monstruosas violaciones ocurridas en la era hitleriana y a la convicción de que muchas de estas violaciones se podrían haber evitado si hubiera existido en los días de la Sociedad de Naciones un sistema internacional efectivo de protección de los derechos humanos. Ahora bien, los horrores de la II Guerra Mundial no son el único factor, aunque quizás sí el más importante, que está detrás de este proceso de consagración internacional de los derechos humanos27. Como hemos visto en el anterior capítulo, se venía gestando un movimiento de amplio alcance en favor de los derechos humanos. La tragedia que se vivió en la II Guerra Mundial en relación a los derechos humanos sirvió como catalizador de todas estas fuerzas que estaban clamando por un reconocimiento de los derechos humanos en la esfera internacional. Todo ello hizo que los derechos humanos estuviesen muy presentes en la Conferencia de San Francisco. 2.1. La Conferencia de San Francisco. La Conferencia de San Francisco va a desempeñar un rol fundamental para la inclusión de los derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas. Como ha señalado un gran conocedor del proceso de elaboración de la Carta en San Francisco, "había un gran interés, particularmente entre las pequeñas y medianas potencias y entre las organizaciones privadas que tenían status consultivo en la delegación norteamericana, en ampliar
BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco...", op. cit., p. 448. En cambio, para Manfred Nowak, el reconocimiento que de los derechos humanos se efectúa en la Declaración Universal de los Derechos Humanos "sólo se puede entender completamente como reacción a las atrocidades cometidas por el Gobierno nazi y su ataque absoluto a los derechos humanos y a la dignidad humana", NOWAK, M.: "The Significance of the Universal Declaration 40 years after its adoption", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance in 1988, Report of the Maastricht/Utrecht Workshop held from 8 to 10 december 1988 on the occasion of the 40th Anniversary of the Universal Declaration, p. 67. 27
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y reforzar el rol de la Organización en las cuestiones económicas y sociales, incluyendo el campo de los derechos humanos"28.
En este sentido, desempeñaron un papel de una enorme trascendencia varias delegaciones latinoamericanas, lo que ha llegado a ser calificado como "el activismo latinoamericano"29 en la Conferencia de San Francisco. Algunas de estas delegaciones querían un Bill of Rights en la Carta, es decir, una Declaración de Derechos Humanos como anexo. Países como México, Chile, Cuba, Panamá o Uruguay, expoleados por la Conferencia de Chapultepec30, realizaron propuestas muy avanzadas en este sentido. Mientras que México y Panamá proponían una Declaración en el propio texto de la Carta de las Naciones Unidas, Uruguay y Cuba se conformaban con que, una vez creada la ONU, la Asamblea General aprobase en el plazo de tiempo más corto posible una Declaración de Derechos Humanos. Sin ninguna duda, la propuesta más audaz fue la efectuada por Panamá, quien introdujo como enmienda una "Declaración de Derechos Humanos Esenciales"31, Declaración que incluía tanto derechos civiles y políticos como derechos económicos, sociales y culturales y que formaría parte integrante de la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, estas propuestas encontraron el más absoluto rechazo por parte, fundamentalmente, de las Grandes Potencias presentes en San Francisco. Son varias las razones que explican este rechazo. En primer lugar, un aspecto que preocubaba a todas las Potencias era que los derechos humanos no interfiriesen en sus asuntos internos, sobre todo teniendo en cuenta que todas ellas tenían en esos momentos serios problemas en relación a los habitantes de sus territorios. Estados Unidos se enfrentaba a la cuestión de la discriminación racial contra las personas de color; la Unión Soviética, por su parte, mantenía sus Gulag, donde los derechos humanos brillaban por su ausencia; finalmente, tanto el Reino Unido como Francia seguían disfrutando de sus imperios coloniales en los que tampoco se puede decir que se respetasen los derechos humanos. En segundo lugar, hubiera sido muy difícil elaborar una Declaración de Derechos Humanos en una Conferencia Internacional de varias semanas como la de San Francisco, en la que, además, existían otros muchos problemas que solventar, como las delicadas cuestiones relacionadas con la paz y la seguridad JHABVALA, F.: "The Drafting of the Human Rights Provisions of the UN Charter", Netherlands International Law Review, Vol. XLIV, 1997, p. 4. 29 SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus..., op. cit., p. 15. 30 En la Conferencia Interamericana sobre los Problemas de la Guerra y de la Paz, Conferencia de Chapultepec (México, marzo de 1945), los Estados latinoamericanos declararon que la futura Organización de las Naciones Unidas debería asumir la responsabilidad en cuanto a la protección internacional de los derechos humanos mediante un catálogo de derechos y deberes en una Declaración que adoptaría la forma de una Convención. Cfr. al respecto GARCIA BAUER, C.: Los Derechos Humanos Preocupación Universal, Editorial Universitaria, Guatemala, 1960, en particular pp. 25 y ss., cuando analiza el surgimiento de los derechos humanos en el ámbito latinoamericano. 31 Esta Declaración había sido elaborada por juristas de 24 países latinoamericanos entre 1942 y 1944 bajo los auspicios del Instituto de Derecho Americano. 28
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internacionales. Por último, otra cuestión que también estuvo planeando durante toda la Conferencia de San Francisco fue "el fantasma del rechazo del Senado de los Estados Unidos a dar su consentimiento al Pacto de la Sociedad de Naciones"32, lo que, entre otros factores, contribuyó al relativo fracaso de la Organización creada tras la I Guerra Mundial. El haber forzado a Estados Unidos a aceptar una Carta de las Naciones Unidas con una Declaración de Derechos Humanos en su seno quizás hubiera motivado de nuevo su "aislacionismo internacional", cosa que se quería evitar en todo momento. A pesar de que, finalmente, fue imposible la inclusión de una Declaración de Derechos en la Carta de las Naciones Unidas, sí que se recogen importantes referencias a los derechos humanos, disposiciones mucho más fuertes que las contenidas en las Propuestas de Dumbarton Oaks33. Esta fuerza relativa de las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas que hacen referencia a los derechos humanos se debe básicamente al lobby llevado a cabo por ciertos países pequeños, como los de América Latina, y por las ONGs que formaban parte de la delegación norteamericana en la Conferencia de San Francisco. Como se ha señalado a este respecto por John P. Humphrey, Director de la División de Derechos Humanos de las Naciones Unidas al tiempo de la elaboración de la Declaración Universal, "las propuestas relativamente fuertes sobre los derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas fueron, en su mayor parte, el resultado del lobby llevado a cabo por ONGs e individuos en la Conferencia de San Francisco. El Gobierno de los Estados Unidos había invitado a 42 organizaciones representativas de diferentes aspectos de la vida americana (Iglesias, sindicatos, grupos étnicos, movimientos por la paz...) a que enviasen sus representantes a la Conferencia de San Francisco, donde actuaron como consultores de su delegación. Este grupo de gente, ayudados por las delegaciones de algunos países pequeños, llevaron a cabo un lobby en favor de los derechos humanos sobre el que no existe paralelo en la historia de las relaciones internacionales y que fue, en gran medida, responsable de las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas en materia de derechos humanos"34.
Por otro lado, Panamá, ante el rechazo a su iniciativa de incluir una Declaración de Derechos Humanos en la Carta de las Naciones Unidas, propuso que en el informe del Comité que había redactado la Carta se recomendase que, una vez creada la Organización de las Naciones Unidas, ésta se embarcase inmediatamente en la elaboración de una Declaración de
JHABVALA, F.: "The Drafting of the Human Rights Provisions...", op. cit., p. 11. BURGERS, J.H.: "The Road to San Francisco...", op. cit., p. 475. 34 HUMPHREY, J.P.: Human Rights & United Nations: A Great Adventure, Transnational Publishers, New York, 1984, p. 13. 32 33
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Derechos Humanos. Esta propuesta fue aceptada35, con lo que estaba en el ánimo de las diferentes delegaciones presentes en San Francisco que una de las primeras tareas de la nueva Organización que se acababa de crear sería la adopción de un instrumento en materia de derechos humanos que precisase las disposiciones de la Carta. 2.2. Los derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas. Ya en el mismo preámbulo de la Carta, los pueblos de las Naciones Unidas reafirman "la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas". Hay que señalar, como han hecho unos de los principales comentaristas de la Carta de las Naciones Unidas, que, junto con el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la otra idea-fuerza que resulta de este preámbulo es el respeto a los derechos humanos36. Por su parte, en el párrafo final del preámbulo de nuevo los pueblos de las Naciones Unidas se declaran resueltos "a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad". Este enunciado, que, como veremos, también figura en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, va a ser de una importancia excepcional para la ampliación del concepto tradicional de los derechos humanos. Si este concepto tradicional se ha centrado exclusivamente en los derechos civiles y políticos surgidos de las revoluciones liberales del siglo XVIII, con el pronunciamiento en torno a un concepto más amplio de la libertad, la Carta de las Naciones Unidas, influida en este punto por el Discurso de las Cuatro Libertades de Roosevelt, va a dar entrada a los derechos de la segunda generación, los derechos económicos, sociales y culturales. Asimismo, el artículo 1.3 la Carta señala como uno de los propósitos de la Organización "realizar la cooperación internacional... en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión". Como podemos comprobar, desde la parte programática de la Carta de las Naciones Unidas se está asumiendo un compromiso claro y diáfano con la causa de los derechos humanos. Además, en esta disposición se consagra el principio de no discriminación como principio básico. La inclusión de este principio en un apartado tan importante de la Carta, como es donde se establecen cuáles son los propósitos de La propuesta reza de la siguiente forma: "El Comité recibió la idea de una Declaración de Derechos Humanos con simpatía, pero decidió que la presente Conferencia, ante la ausencia de tiempo, no podía proceder a redactar dicha Declaración. La Organización, una vez formada, podría proceder mejor a considerar la sugerencia y a llevarla a cabo... El Comité recomienda que la Asamblea General considere esta propuesta y la lleve a efecto", citado en JHABVALA, F.: "The Drafting...", op. cit., p. 13. 36 COT, J-P. et PELLET, A.: "Préambule", en COT, J-P. et PELLET, A. (sous la direction de): La Charte des Nations Unies, Commentaire article par article, Economica, Paris, 1985, p. 7. 35
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la nueva Organización Internacional, en absoluto fue pacífica, generando un debate muy intenso fundamentalmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque la Guerra Fría todavía no había comenzado, ya se dejaban sentir algunos de sus más perniciosos efectos, lo que influyó sobremanera en la forma de enfrentarse a la cuestión de los derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas. Finalmente, tras arduas discusiones, Estados Unidos, donde se vivía con toda su crudeza el problema racial, aceptó que figurase el principio de no discriminación a cambio de que la Unión Soviética renunciase a sus pretensiones de incluir una referencia expresa en la Carta al derecho al trabajo y al derecho a la educación, derechos muy queridos para la concepción socialista de los derechos humanos. Gran Bretaña, que seguía con sus recelos motivados por el miedo a que las referencias a los derechos humanos en la Carta pudieran suponer una interferencia en sus asuntos internos, no tuvo más remedio que plegarse ante el consenso al que se había llegado entre Estados Unidos y la Unión Soviética37. Las obligaciones que asumen los Estados para el logro de los objetivos marcados en el mencionado artículo 1.3 de la Carta están recogidas en los artículos 55 y 56 de la misma, disposiciones que inauguran el capítulo IX de la Carta, el consagrado a la "Cooperación Internacional Económica y Social". En el artículo 55, la Organización vuelve a asumir el compromiso de promover el respeto universal de los derechos humanos sin ningún tipo de distinción, tratando de velar en todo momento por su efectividad. Además, en este artículo 55 se establece el principio de la libre determinación de los pueblos, principio que, como veremos, ni tan siquiera se menciona en la Declaración Universal de los Derechos Humanos38. En virtud de este artículo 55, "con el propósito de crear las condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones, basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, la Organización promoverá: ... c) el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y la efectividad de tales derechos y libertades".
Aunque el mandato que se encarga a la ONU en este artículo 55 es muy amplio, los poderes que se le confieren son muy limitados. La tarea de llevar adelante este compromiso se Los avatares de todas estas discusiones se encuentran en SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus..., op. cit., pp. 19 y ss. 38 Un análisis sugerente sobre la inclusión del principio de la libre determinación de los pueblos en la Carta de las Naciones Unidas en DOEHRING, K.: "The Right of Self-Determination as Expressly Mentioned in the United Nations Charter", en SIMMA, B. (Ed.): The Charter of the United Nations. A Commentary, Oxford University Press, Oxford, 1995, pp. 56-72. 37
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le asigna a la Asamblea General (artículo 13.1.b39) y al Consejo Económico y Social (artículo 62.240), órganos cuyas resoluciones en estos temas no son jurídicamente vinculantes. Hay que decir que sobre la base de este artículo las Naciones Unidas, de la mano de la Comisión de Derechos Humanos y de la Asamblea General, han desplegado una importantísima labor en orden a la promoción y el respeto de los derechos humanos41. Mientras que el artículo 55 que acabamos de analizar se dirige a la Organización de las Naciones Unidas, estableciendo cuáles son sus responsabilidades en el área de los derechos humanos, en cambio, el artículo 56 va a tener como objetivo conminar a los Estados a que se comprometan, en cooperación con las Naciones Unidas, con la causa de los derechos humanos. En este artículo 56, "todos los Miembros se comprometen a tomar medidas conjunta o separadamente, en cooperación con la Organización, para la realización de los propósitos consignados en el artículo 55". Analizadas someramente estas disposiciones, hoy en día podemos afirmar sin ninguna ambigüedad que las obligaciones de los artículos 55 y 56 de la Carta de las Naciones Unidas establecen auténticas obligaciones jurídicas en materia de derechos humanos tanto para la Organización como para todos y cada uno de los Estados Miembros, y no meras recomendaciones programáticas, como han sostenido ciertos Estados. Sin embargo, desde los mismos inicios de las Naciones Unidas, tanto desde la doctrina como desde diferentes Estados, se ha cuestionado hasta qué punto los derechos humanos constituyen un asunto que entra dentro de aquellas materias "que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados" (artículo 2.7 de la Carta) y que, como consecuencia, no permitirían una intervención ni por parte de las Naciones Unidas ni por parte de otros Estados de la comunidad internacional. Aunque inicialmente existieron dudas al respecto, muy pronto dichas dudas se disiparon y los derechos humanos entraron en un proceso de internacionalización que los iba alejando progresivamente de la jurisdicción interna de los Estados42. Como han señalado a este respecto Jean-Bernard Marie y Nicole Questiaux, el artículo 2.7 de la Carta es una Como señala esta artículo 13.1.b de la Carta de las Naciones Unidas, "la Asamblea General promoverá estudios y hará recomendaciones para (...) ayudar a hacer efectivos los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión". 40 Según lo dispuesto en el artículo 62.2, "el Consejo Económico y Social podrá hacer recomendaciones con el objeto de promover el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, y la efectividad de tales derechos y libertades". 41 MARIE, J-B. et QUESTIAUX, N.: "Article 55: alinéa c", en COT, J-P. et PELLET, A. (sous la direction de): La Charte des Nations Unies..., op. cit., pp. 870 y ss. Asimismo, una exposición detallada de los principales desarrollos tanto normativos como institucionales que en la esfera de los derechos humanos se han producido en el ámbito de las Naciones Unidas se puede consultar en ALSTON, P.: The United Nations and Human Rights, Clarendon Press, Oxford, 1992. 42 GANJI, M.: International Protection of Human Rights, op. cit., pp. 133 y ss.; CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme", op. cit., p. 253. 39
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disposición de "geometría evolutiva", lo que hace que los derechos humanos hayan escapado progresivamente del dominio reservado de los Estados para convertirse en una materia "de interés internacional"43. Ahora bien, no se nos escapa que existen serias e importantes lagunas en estas referencias genéricas a los derechos humanos que encontramos en la Carta de las Naciones Unidas. En primer lugar, no se ofrece una definición de lo que se debe entenderse por derechos humanos. Tampoco procede la Carta, en segundo lugar, a una mínima enumeración de cuáles son esos derechos, salvo la referencia expresa al principio de no discriminación. Y, por último, no se establecen mecanismos concretos para garantizar los derechos humanos. Pues bien, a pesar de estas deficiencias, "la inclusión de las disposiciones de derechos humanos en la Carta de las Naciones Unidas cambió los parámetros del debate sobre los derechos humanos e introdujo nuevos principios en la política mundial y en el Derecho Internacional"44. La Carta de las Naciones Unidas se convirtió a partir de 1945 en el fundamento legal y conceptual del proceso de internacionalización de los derechos humanos. Una última disposición relevante de la Carta relativa a los derechos humanos que no podemos olvidar es el artículo 68. Este artículo45 permite al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) la creación de las comisiones que sean necesarias para el desempeño de todas sus funciones. El hecho realmente significativo en lo que a nosotros nos concierne es que en este artículo 68 se cita expresamente que el ECOSOC "establecerá comisiones de orden económico y social y para la promoción de los derechos humanos...". Si he citado en cursiva las palabras anteriores es porque esa frase nos parece dar a entender que el Consejo Económico y Social deberá establecer una comisión para la promoción de los derechos humanos. Lo cierto es que la inclusión de esta frase en el artículo 68 fue el fruto de un intenso grupo de presión en favor de la creación de una comisión de derechos humanos. De nuevo en este punto jugaron un papel determinante las 42 ONGs con status consultivo en la delegación norteamericana presente en la Conferencia de San Francisco. Su presión finalmente tuvo éxito, dado que tuvieron que influir en la delegación norteamericana para que venciese las grandes reticencias que habían mostrado Gran Bretaña, la Unión Soviética y China, que no eran favorables a una disposición tan explícita que posibilitaría la creación de una comisión de derechos humanos46. Además, se entendía que esta comisión de derechos humanos que se crearía por parte del ECOSOC sería la encargada de elaborar la Declaración MARIE, J-B. et QUESTIAUX, N.: "Article 55: alinéa c", op. cit., p. 870. JHABVALA, F.: "The Drafting of the Human Rights Provisions of the United Nations Charter", op. cit., p. 2. 45 Una reflexión sobre las vicisitudes y contenido de este artículo en PARTSCH, K-F.: "Article 68", en SIMMA, B. (Ed.): The Charter of the United Nations..., op. cit., pp. 875-892. 46 Cfr. en este sentido SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus. The Making of the Universal Declaration..., op. cit., pp. 23 y ss. 43 44
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de Derechos Humanos que vendría a precisar las disposiciones de la Carta en materia de derechos humanos47. Pues bien, todo se desarrolló tal y como se había previsto en este guión, y uno de los primeros actos del Consejo Económico y Social fue la creación de la Comisión de Derechos Humanos en 1946, órgano que tendría como labor fundamental en sus primeros años de vida la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como nos vamos a encargar de ver a continuación. 3-. LA DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS. Antes de proceder al análisis pormenorizado de la Declaración Universal de 1948, debemos aclarar que la Declaración, junto con otros instrumentos de derechos humanos, forma parte de lo que se conoce como la Carta Internacional de los Derechos Humanos. Con la expresión "Carta Internacional de los Derechos Humanos", que no es un nombre técnico desde el punto de vista jurídico internacional, se conoce a tres documentos internacionales de particular importancia: la Declaración Universal de 1948 y los dos Pactos Internacionales de derechos humanos de 1966 que vinieron a completar las disposiciones de la Declaración, constituyendo el código internacional básico de derechos humanos. El objeto de nuestro estudio es evidentemente la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y a ella nos ceñiremos. Ya hemos visto cómo en la Conferencia de San Francisco hubo propuestas más audaces en lo que concierne a los derechos humanos que las que finalmente se incluyeron en la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, también hemos hecho referencia a la extraordinaria importancia del artículo 68 de la Carta, en el que se conminaba al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas a la creación de una comisión de derechos humanos. Esta Comisión de Derechos Humanos se creó inmediatamente, en febrero de 1946, encomendándosele la tarea de preparar un proyecto de "una Carta internacional de derechos humanos". La Comisión reconoció muy pronto que sería relativamente fácil llegar a un acuerdo sobre un texto de carácter declarativo-programático, pero que la aceptación de un proyecto de tratado internacional jurídicamente vinculante, que definiera con exactitud las obligaciones de los Estados en cada uno de los derechos, sería un proceso mucho más largo y mucho más difícil de obtener. De nuevo los problemas relativos a la soberanía de los Estados iban a estar condicionando todo el proceso de internacionalización de los derechos humanos que se había comenzado con la Carta de las Naciones Unidas. La Comisión, de una manera muy inteligente, decidió por lo tanto trabajar en primer lugar en una Declaración para, inmediatamente después de que ésta estuviese aprobada, preparar un proyecto de tratado. Esta 47
HUMPHREY, J.P.: Human Rights & United Nations..., op. cit., p. 13.
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decisión guió el trabajo de la Comisión en los próximos años, dando lugar a la Declaración Universal en 1948 y, pasados 18 años, a los Pactos Internacionales de derechos humanos de 1966, que entrarían en vigor 10 años más tarde, esto es, en 1976. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el primer instrumento jurídico internacional general de derechos humanos proclamado por una organización internacional de carácter universal48. Como ha señalado Thomas Buergenthal, antiguo Presidente de la Corte Inter-Americana de Derechos Humanos, la Declaración "por su carácter moral y la importancia jurídica y política que ha adquirido con el transcurso del tiempo, se la puede situar a la altura de la Carta Magna inglesa, de la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y de la Declaración de Independencia Americana (1776), como un hito en la lucha de la humanidad por la libertad y la dignidad humana"49. 3.1. Elaboración de la Declaración Universal. Desde los primeros pasos de las Naciones Unidas, la elaboración de un instrumento de derechos humanos que concretase y definiese las disposiciones de la Carta se convirtió en uno de sus objetivos esenciales. Fue la Comisión de Derechos Humanos, creada en 1946 como órgano subsidiario del Consejo Económico y Social (ECOSOC), quien asumió la parte más importante de dicha tarea. Ahora bien, desde el principio la Comisión de Derechos Humanos fue consciente de la dificultad de tal empresa, ya que las posiciones estaban, como vamos a ver, muy enfrentadas. Inicialmente, la Comisión de Derechos Humanos se planteó un triple objetivo. Se trataba de aprobar, para una adecuada protección internacional de los derechos humanos, una Declaración en primer lugar, un Pacto de derechos humanos y, por último, una serie de medidas para la puesta en práctica de los derechos reconocidos en los dos instrumentos anteriores. Estos tres documentos formarían lo que René Cassin denominó la "Carta de Derechos Humanos"50. Sin embargo, muy pronto se vio que era un objetivo demasiado ambicioso; los Estados no estaban dispuestos a asumir compromisos de tal naturaleza y, finalmente, se optó por un objetivo mucho más modesto, la elaboración de un único documento que consagrase los derechos humanos de mayor relevancia. Ahora bien, todavía Debemos tener en cuenta que, unos meses antes que la Declaración Universal, en el ámbito interamericano se había aprobado en la IX Conferencia Internacional Americana la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (2 de mayo de 1948), Declaración que ejerció una cierta influencia en la Declaración Universal. 49 BUERGENTHAL, T.: International Human Rights in a nutshell, West Publishing Co., Minnesota, 1988, pp. 25 y 26. 50 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme", op. cit., p. 270. 48
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subsistía un problema, cual era el dilucidar si el instrumento que se iba a elaborar sería una mera Declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin pleno valor jurídico vinculante para los Estados, o, por el contrario, un Pacto internacional de derechos humanos, un verdadero tratado internacional con fuerza obligatoria51. De nuevo volvió a primar la postura más tibia y menos vinculante para los Estados, optando por elaborar una Declaración de derechos humanos, una especie de manifiesto con carácter político y programático, dejando para más adelante la elaboración de un instrumento con mayor grado de vinculatoriedad para los Estados y la adopción de medidas concretas para la puesta en práctica de los derechos humanos reconocidos. De todas formas, la elaboración de una Declaración de derechos humanos tampoco iba a ser un camino sencillo, sino que, más bien al contrario, iba a estar plagado de escollos y de dificultades52. El principal problema al que se enfrentaba la Comisión de Derechos Humanos en la realización de esta tarea era el gran conflicto ideológico-político que se vivía en esos momentos en la sociedad internacional y, por supuesto, dentro de las Naciones Unidas. Nos estamos refiriendo al conflicto Este-Oeste, la pugna ideológica, política, económica... entre Estados Unidos y sus aliados occidentales, por un lado, y, por otro, el bloque socialista capitaneado por la Unión Soviética. Para la Unión Soviética y los países del bloque socialista la Declaración Universal de los Derechos Humanos no era un objetivo fundamental, mostrando más bien una "hostilidad irreductible"53. En su opinión, la persona es, ante todo, un ser social y, por lo tanto, los derechos que hay que garantizar son los derechos de carácter económico, social y cultural, no otorgando tanta importancia a los derechos de naturaleza civil y política. Por otro lado, los países socialistas daban una enorme importancia al principio de la soberanía estatal. En este sentido, los derechos humanos no podían pasar por encima de la soberanía de los Estados, es decir, las cuestiones relativas a los derechos humanos se consideraban un asunto esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados y, en consecuencia, la comunidad internacional no podía intervenir y criticar la situación de los derechos humanos en un determinado país. En cambio, la postura defendida por los países occidentales, en especial Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña, se distinguía por una
Mientras Estados Unidos defendía la postura de elaborar una Declaración, otros países como Gran Bretaña o Australia eran partidarios de aprobar un documento con un mayor grado de vinculatoriedad. Cfr. al respecto VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle des Droits de L'Homme, Societé d'Etudes Morales, Sociales et Juridiques, Louvain, Editions Nauwelaerts, Louvain-Paris, 1964, pp. 54 y ss.. 52 Las dificultades que hubo que vencer para, finalmente, aprobar la Declaración Universal están relatadas, en tono autobiográfico, por John P. Humphrey, quien, por desempeñar en esos momentos el puesto de Director de la División de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, contó con información de primera mano. Cfr. HUMPHREY, J.P.: "The Universal Declaration of Human Rights: its History, Impact and Juridical Character", en RAMCHARAN, B.G. (Ed.): Human Rights. Thirty Years after the Universal Declaration, Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht, 1979, pp. 21-37. 53 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle...", op. cit., p. 267. 51
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decidida defensa de los derechos de carácter civil y político, las libertades clásicas de las democracias occidentales. Asimismo, estos países eran partidarios de que los derechos humanos pasasen a ser un asunto que escapase a la jurisdicción interna de los Estados, es decir, que la comunidad internacional tuviese algo que decir en estas cuestiones. Como vemos, la controversia estaba servida, y los derechos humanos se convirtieron en un arma arrojadiza más entre las grandes potencias ya enfrascadas en la Guerra Fría que durará desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de los años noventa. Los derechos humanos han sido una cuestión que ha estado absolutamente politizada, entrando en juego factores externos a lo que constituye la esencia y la razón de ser de los derechos humanos: la defensa de la dignidad de la persona humana. Como sostuvo en este sentido John Foster Dulles, antiguo Secretario de Estado Norteamericano, en un discurso ante la American Bar Association en 1949, "la Declaración Universal, como la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, es un importante elemento de la gran lucha ideológica que ahora se está desarrollando en el mundo, y desde este punto de vista la Sra. Roosevelt ha aportado una destacada contribución en defensa de los ideales norteamericanos"54. Como podemos comprobar, el Sr. Dulles concebía la Declaración Universal como un elemento más de la lucha ideológica contra la URSS, haciendo una especial mención a la labor de la representante de Estados Unidos en el comité de redacción de la Declaración, la Sra. Eleanor Roosevelt, que había consistido en una defensa a ultranza de los ideales y los principios americanos55. A pesar de estas opiniones extremas hay que decir que, finalmente, la Declaración Universal constituyó un equilibrio, una suerte de consenso, como veremos cuando analicemos su contenido, entre las diferentes posturas que existían en la comunidad internacional en torno a la controvertida cuestión de los derechos humanos. Como ha señalado con acierto el profesor Antonio Cassese, la Declaración Universal, más que un triunfo de uno u otro bloque, supuso "una victoria (no total, ciertamente) de la humanidad entera"56. Nos encontramos, en
Citado en CASSESE, A.: Los derechos humanos en el mundo contemporáneo..., op. cit., p. 42. De todas formas, parecen existir claras evidencias de que la postura personal de Eleanor Roosevelt era más abierta de lo que indican los discursos en los que defiende la postura oficial del Gobierno norteamericano. En concreto, Mrs. Roosevelt se mostró enormemente crítica con la discriminación racial en su país, lo que, según ella, le hacía sentir vergüenza en las Conferencias Internacionales a las que asistía. Sobre la gran influencia de Mrs. Roosevelt en la Declaración Universal consultar JOHNSON, M.G.: "The Contributions of Eleanor and Franklin Roosevelt to the Development of International Protection for Human Rights", op. cit., pp. 27 y ss. Asimismo ver MOWER, A.G.: The United States, the United Nations and Human Rights: the Eleanor Roosevelt and Jimmy Carter Eras, Westport, Greenwood Press, 1979. 56 CASSESE, A.: Los derechos humanos..., op. cit., p. 53. 54 55
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definitiva, ante un "compromiso ideológico entre la concepción liberal occidental de los derechos y libertades y la concepción del marxismo soviético y de los Estados socialistas"57. Como ya hemos señalado, iba a ser la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas quien asumiese la complicada tarea de elaborar el proyecto de Declaración Universal de Derechos Humanos58. Sin embargo, antes de que comenzase sus trabajos la Comisión de Derechos Humanos, la primera medida que adoptó el ECOSOC en cuanto a la Declaración Universal fue el nombramiento de un Comité inicial (también denominado Comisión nuclear) compuesto por nueve personas59 que ejercerían sus funciones a título particular. Tras los primeros trabajos de esta Comisión nuclear, se nombró un Comité de redacción compuesto por delegados de ocho países, con lo que nos podemos hacer una idea de cuáles fueron las principales influencias en la Declaración Universal. Los ocho países representados en este Comité de redacción fueron Australia, Chile, China, Estados Unidos, Francia, Líbano, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Este Comité de redacción, tras sus primeras reuniones y discusiones, encargó al profesor René Cassin que elaborase un proyecto de Declaración. Tras el visto bueno del Comité de redacción de este proyecto redactado por René Cassin, se presentó a la segunda sesión de la Comisión de Derechos Humanos, que se celebró entre noviembre y diciembre de 1947. Sin embargo, el proyecto de Declaración todavía no estaba lo suficientemente maduro, por lo que tuvo que ser objeto de discusión de nuevo en la tercera sesión de la Comisión de Derechos Humanos, celebrada de mayo a junio de 1948. En opinión cualificada de Albert Verdoot, esta tercera sesión de la Comisión fue la más decisiva para el proyecto final de la Declaración, suscitándose debates muy importantes en su seno, como fue, por poner un ejemplo, el relativo a la inclusión de los derechos económicos, sociales y culturales60. DE CASTRO CID, B.: "La Declaración Universal de los Derechos Humanos: Balance en un Aniversario", en Los derechos humanos cuarenta años después: 1948-1988, Universidad Internacional del Atlántico, Santiago de Compostela, 1990, p. 78. 58 Sobre las diferentes etapas por las que pasó la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ver la síntesis realizada por MOLLER, J.T.: "The Universal Declaration of Human Rights: How the Process Started", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights: A Commentary, Scandinavian University Press, Oslo, 1992, pp. 13. 59 Estas nueve personas que iban a desempeñar sus funciones a título individual fueron las siguientes: Paul Berg (Noruega); René Cassin (Francia); Fernand Dehousse (Bélgica); Víctor Haya de la Torre (Perú); K.C. Neogy (India); Eleanor Roosevelt (Estados Unidos); John C.H. Wu (China), sustituido posteriormente por C.L. Hsia; Jerko Radmilovic (Yugoslavia), reemplazado por Dusan Brkish; y Nicolai Krioukov (URSS), sustituido por el Sr. Borisov. Hay que destacar en relación con estos nueve componentes de esta Comisión nuclear que ya se encontraban presentes René Cassin y Eleanor Roosevelt, dos de los principales impulsores de la Declaración Universal, sobre la que ejercieron una notable influencia. Sobre el papel desempeñado por Cassin y Roosevelt cfr. EIDE, A. and ALFREDSSON, G.: "Introduction", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights: A Commentary, op. cit., p. 11. 60 VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle des Droits de L'Homme..., op. cit., pp. 67 y ss.. 57
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Una vez aprobado el proyecto de Declaración Universal en la Comisión de Derechos Humanos, este mismo órgano se lo transmite al ECOSOC para que, a su vez, el ECOSOC se lo presente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, que es quien finalmente tenía que aprobar el proyecto. En septiembre de 1948 la Asamblea General envió el proyecto de Declaración a su Tercera Comisión, la Comisión de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales, para que lo examinase. Tras 24 sesiones de trabajo, esta Comisión ultimó el proyecto de Declaración, recomendando su aprobación a la Asamblea General por 29 votos a favor, ningún voto en contra y sí, en cambio, 7 abstenciones. Los países que se abstuvieron en la votación que se produjo en la Tercera Comisión de la Asamblea General fueron los 6 países de la Europa socialista y Canadá, aunque, como veremos, este último país votó afirmativamente en la Asamblea General. Ciertamente, la mayor oposición provenía de parte de los países del bloque socialista. Finalmente, el 10 de diciembre de 1948 tuvo lugar la aprobación en el palacio Chaillot de París de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas61. La votación final que se produjo en la Asamblea General es bastante reveladora de dónde habían estado los principales problemas en orden a la aprobación de la Declaración Universal. En este sentido, hay que señalar que la Declaración contó con 48 votos a favor, 8 abstenciones y ni un solo voto en contra62, lo que constituyó todo un triunfo. Ahora bien, el texto final cuenta con 8 abstenciones. Estas 8 abstenciones fueron las siguientes: República Socialista Soviética de Bielorusia; Checoslovaquia; Polonia; Yugoslavia; República Socialista Soviética de Ucrania; la Unión Soviética; la Unión Sudafricana y Arabia Saudí. Como podemos comprobar, los países del bloque socialista se abstuvieron en bloque al no estar de acuerdo con alguna de las partes de la Declaración. Por su parte, como veremos más adelante, Arabia Saudí expresó ciertas reservas derivadas de sus tradiciones religiosas y familiares, y la Unión Sudafricana no se mostraba en absoluto de acuerdo con la inclusión en la Declaración de los derechos económicos, sociales y culturales. Pero lo que es muchísimo más importante desde nuestro punto de vista es que no se produjo ni un solo voto en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, convirtiéndose así de ahora en adelante en el referente imprescindible de la humanidad en lo que concierne a la materia de los derechos humanos. Lo cierto es que la elaboración y aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos se produjo con una cierta rapidez si lo comparamos con otros instrumentos de Debemos observar que, desde entonces, el 10 de diciembre se ha convertido en el Día Internacional de los Derechos Humanos. 62 Honduras y Yemen no estuvieron presentes en la votación final, por lo que sus votos no se contabilizaron. 61
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derechos humanos posteriores, aprovechando el momentum propicio que vivía la sociedad internacional nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial. Si no se hubiese aprobado en diciembre de 1948, los problemas que iban apareciendo a escala internacional hubieran hecho muy difícil el llegar a un consenso sobre un tema tan controvertido como una Declaración de Derechos Humanos. En muchas de las delegaciones que participaron en los debates preparatorios de la Declaración Universal existía la conciencia de que si no se aprobaba en ese preciso momento no se aprobaría nunca. A ello contribuían varios factores, entre los que podemos destacar los siguientes: en primer lugar, los horrores de la guerra comenzaban a estar menos presentes, ya no ejercían la influencia que tuvieron en las primeras sesiones de la Comisión de Derechos Humanos; en segundo lugar, ya se dejaban notar los efectos de la Guerra Fría, intensificándose a partir de 1948, con lo que los derechos humanos comenzaban a quedar a merced de la gran pugna ideológica; en tercer lugar, la cuestión de la autodeterminación comenzó a introducirse en el debate en torno a los derechos humanos, con posturas muy alejadas al respecto; por último, en Estados Unidos iba perdiendo influencia la postura tan favorable a los derechos humanos que había tenido el Presidente Roosevelt63. Es por todos estos factores que la aprobación de la Declaración Universal revistió tanta importancia. Como ha señalado en este sentido Ashild Samnoy, "la elaboración de la Declaración Universal fue una lucha contra el tiempo y contra la erosión de la memoria"64, convirtiéndose en un logro mucho más importante de lo que nadie hubiera imaginado en 194865. 3.2. Contenido de la Declaración Universal. En lo que respecta al contenido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, éste va a ser un fiel reflejo de los avatares y de la pugna ideológica que se suscitó entre, fundamentalmente, el bloque socialista liderado por la Unión Soviética y el bloque occidental capitaneado por Estados Unidos. Como ha sostenido en este sentido el gran experto en derechos humanos Antonio Cassese, "la discusión que se trabó en las Naciones Unidas sobre la Declaración Universal fue íntegramente un fragmento de Guerra Fría"66, tratando cada bloque de expresar en la Declaración su propia concepción de los derechos humanos y del orden político, social y económico. Nos encontramos, a la hora de modelar el contenido de la Declaración Universal, ante "la confrontación de dos mesianismos de los Es significativo el cambio radical que en torno a los derechos humanos se produjo en Estados Unidos con la Administración Eisenhower a partir de 1950, volviendo al "aislacionismo" cíclico en el que incurren los Estados Unidos en éste y otros temas. Al respecto, JOHNSON, M.G.: "The Contributions of Eleanor and Franklin Roosevelt to the Development of International Protection of Human Rights"..., op. cit., p. 46. 64 SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus..., op. cit., p. 108. 65 HUMPHREY, J.: Human Rights & United Nations..., op. cit., p. 74. 66 CASSESE, A.: Los derechos humanos en el mundo contemporáneo..., op. cit., p. 42. 63
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derechos humanos"67, el capitalista y el socialista. Mientras uno de ellos, el capitalista, pone el acento en las libertades individuales de corte clásico, es decir, los derechos civiles y políticos surgidos de las revoluciones burguesas del siglo XVIII, el otro enfatiza las circunstancias económicas y sociales en las que los individuos y los grupos sociales tienen que ejercitar esos derechos, otorgando una mayor importancia a los derechos económicos, sociales y culturales nacidos a finales del siglo XIX y en el primer tercio de nuestro siglo. No podemos perder de vista que en esta época la Organización de las Naciones Unidas estaba compuesta todavía por un número reducido de Estados, dado que aún persistía el vasto imperio colonial68. Es por esta razón que la mayor parte del conjunto de países que hoy denominamos Tercer Mundo estuvo ausente en el debate en torno a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y el conflicto más serio se suscitase entre los países occidentales y los países pertenecientes al bloque socialista, con aportaciones asimismo significativas de países provinientes del ámbito latinoamericano69. A pesar de todo lo señalado, y contra todo pronóstico, el contenido final de la Declaración constituye un delicado y sano equilibrio entre las diferentes ideologías y concepciones de los derechos humanos y de la sociedad que existían en la época de su redacción. Aunque es de justicia reconocer que en determinados pasajes de la Declaración se observa indudablemente un influjo predominante de las tesis occidentales70, el resultado final no podemos decir que fuese una imposición de una ideología sobre la otra. En acertadas palabras del eminente jurista latinoamericano Héctor Gros Espiell, "la Declaración Universal pretendió presentar una concepción universal, un ideal común a la humanidad entera, de los derechos humanos, elevándose, en un mundo dividido, sobre las distintas ideologías y los opuestos criterios sobre su origen y naturaleza..." 71.
A continuación nos vamos a detener con una cierta profundidad en el estudio de los principales elementos del contenido de la Declaración Universal de 1948. Para ello, en primer lugar procederemos al análisis del preámbulo y los artículos 1 y 2 de dicho texto, que es donde se consagra la ideología subyacente, para, posteriormente, estudiar los diferentes VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle..., op. cit., p. 13. Una aproximación interesante a las circunstancias históricas en las que se han desenvuelto las Naciones Unidas y, por ende, el Derecho Internacional se puede encontrar en CARRILLO SALCEDO, J.A.: El Derecho Internacional en perspectiva histórica, Tecnos, Madrid, 1991. 69 Para una buena síntesis de las diferentes posturas mantenidas en cuanto al contenido de la Declaración Universal por los diferentes grupos de países presentes en las Naciones Unidas consultar CASSESE, A.: Los derechos humanos..., op. cit., pp. 40 y ss.. 70 EIDE, A. and ALFREDSSON, G.: "Introduction", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration..., op. cit., p. 11. 71 GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos II, Instituto Interamericano de Derechos HumanosCivitas, Madrid, 1988, p. 30. 67 68
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derechos proclamados en la Declaración, tanto los derechos civiles y políticos como los derechos económicos, sociales y culturales, constituyendo estos últimos la principal novedad de la Declaración. 3.2.1. El Preámbulo y los artículos 1 y 2: el sustrato ideológico de la Declaración. El preámbulo del texto que venimos analizando goza de una importancia excepcional, dado que es ahí donde se contienen las principales líneas y directrices en cuanto a la concepción de los derechos humanos que quiere expresar la Declaración Universal. Contiene, por decirlo así, la matriz ideológica de la Declaración. Siguiendo en este punto las sabias palabras de René Cassin, el representante francés en el grupo de trabajo que redactó la Declaración y uno de sus principales ideólogos, "la Declaración Universal ha sido comparada al vasto pórtico de un templo, en el que el frontón está formado por el preámbulo que afirma la unidad de la familia humana, y donde las columnas están constituidas por los principios generales de libertad, igualdad, no discriminación y fraternidad proclamados en los artículos 1 y 2" 72.
Además, el preámbulo se redactó al final, una vez que ya se conocían todos los derechos humanos que iban a figurar en el texto de la Declaración, con lo que se refuerza la tesis de que supone una síntesis de la ideología de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como ha puesto de manifiesto en este mismo sentido Jan Marteson, que ha analizado específicamente este preámbulo que venimos comentando, el preámbulo "señala inequívocamente que el fundamento de la libertad, la justicia y la paz es el reconocimiento de la dignidad inherente a la persona humana y la igualdad de todos los miembros de la familia humana"73. Como vamos a comprobar a continuación, el fundamento de los derechos humanos consagrados en la Declaración no va a ser otro que la dignidad de la persona humana. En palabras de Niceto Blázquez, que se ha detenido a analizar cuál es el significado de la referencia a la dignidad en el texto de la Declaración Universal, "toda la Declaración se basa en el principio filosófico-jurídico de la dignidad de la persona humana. De ella derivan
CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme", op. cit., pp. 277 y 278. Lo cierto es que René Cassin, Premio Nobel de la Paz en 1968, ha sido uno de los grandes inspiradores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de la obra posterior de las Naciones Unidas en esta materia. Para un perfil personal y académico del gran pensador francés consultar GROS ESPIELL, H.: "René Cassin, los derechos del hombre y la América Latina", en GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos I, Instituto Interamericano de Derechos Humanos-Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1985, pp. 95-104. 73 MARTESON, J.: "The Preamble of the Universal Declaration of Human Rights and the United Nations Human Rights Programme", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights..., op. cit., p. 19. 72
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los postulados de libertad, igualdad y fraternidad"74. Tal es el sentido del enunciado con el que se abre el texto del preámbulo. En él, la Asamblea General de las Naciones Unidas considera que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana".
Otro pronunciamiento importante en orden a situar a la dignidad como el fundamento de los derechos humanos reconocidos en la Declaración lo encontramos en el artículo 1 de la misma. En virtud de esta disposición, que abunda en lo ya establecido en el preámbulo, "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Finalmente, encontramos una referencia a la dignidad en el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo en el que se reconoce el derecho a la seguridad social y que sirve como marco al reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales. Es muy importante la mención dignidad en este artículo 22, dado que viene a decir que sin la satisfacción de los derechos de carácter económico, social y cultural, es decir, sin el establecimiento de un mínimo de justicia social en una sociedad, no cabe una vida digna75. Parafraseando al propio artículo 22, toda persona tiene derecho a la seguridad social y a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, "indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad"76 (la cursiva es nuestra). Como vemos, la dignidad de la persona humana va a depender tanto de los derechos civiles y políticos como de los derechos económicos, sociales y culturales. Nos encontramos, como en otros pasajes de la Declaración que mencionaremos, ante una afirmación clara y rotunda de la indivisibilidad e interdependencia del conjunto de los derechos humanos. Ahora bien, la Declaración no nos ofrece ninguna definición de lo que entiende por dignidad, rechazando expresamente cualquier alusión de carácter metafísico para fundamentar la dignidad77. Según algunos, "se sobreentiende que la dignidad es la cualidad BLAZQUEZ, N.: "El recurso a la dignidad humana en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas", en Dignidad de la Persona y Derechos Humanos, Instituto Pontificio de Filosofía, Madrid, 1982, p. 110. 75 OLINGA, A.D.: "Le droit à des conditions matérielles d'existance minimales en tant qu'élément de la dignité humaine (articles 2 et 3 de la CEDH)", en MORIN, J-Y. (sous la direction de): Les Droits Fondamentaux, Bruylant, Bruxelles, 1997, pp. 91-104. 76 Igualmente, en el artículo 23 de la Declaración, el dedicado al derecho al trabajo, también figura una referencia a la dignidad. Según lo establecido en el artículo 23.3, "toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana...". 77 Un intento de definición de la noción de dignidad en MAURER, B.: "Essai de définition théologique et philosophique de la dignité humaine", en MORIN, J-Y. (sous la direction de): Les Droits Fondamentaux, op. cit., pp. 223-252. Cfr. asimismo ZAJADLO, J.: "Human Dignity and Human Rights", en HANSKI, R. and SUKSI, M. (Eds.): An Introduction to the International Protection of Human Rights..., op. cit., pp. 15-24; 74
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de ser reconocido como persona"78, de donde derivan necesariamente las nociones de libertad e igualdad. Nos encontraríamos, como se ha defendido, ante una "definición descriptivopsicológica de la dignidad humana, la cual sólo es inteligible a nivel de sentido común y comprensible hasta cierto punto situándose en el momento preciso del final de la II Guerra Mundial, cuando lo más urgente era asegurar un mínimo de paz y tranquilidad tras la contienda"79. Estas dificultades en torno a la definición del término dignidad utilizado en la Declaración Universal como fundamento de los derechos humanos nos lleva a un problema de mucha mayor envergadura, cual es tratar de encontrar la filosofía inspiradora de la Declaración80, si es que hay alguna. Desde los mismos inicios del proceso de elaboración de la Declaración Universal se vio que el intento de basar los derechos humanos en una única fundamentación filosófica iba a ser una empresa enormemente ardua. En las Naciones Unidas en esos momentos estaban representadas tradiciones culturales, religiosas y filosóficas muy diferentes, en ocasiones, incluso, irreconciliables. Lo cierto es que "las disquisiciones filosóficas o políticas unilaterales hubieran generado, sin duda, discusiones insolubles en el marco pluralista de las Naciones Unidas"81. La Declaración es, en muchos aspectos, fruto de un compromiso, y la cuestión de su fundamento filosófico fue uno de los aspectos en los que hubo que llegar a acuerdos entre los diferentes puntos de vista, puntos de vista que giraban fundamentalmente en torno a una explicación iusnaturalista de los derechos humanos o una explicación puramente positivista. Como ha señalado a este respecto un profundo conocedor de los derechos humanos como es Joaquín Ruiz-Giménez, los redactores de la Declaración "llegaron al convencimiento de que era inútil seguir discutiendo sobre el último fundamento de los derechos humanos y de que lo importante era darse cuenta de la necesidad de un consenso sobre una enumeración de derechos básicos"82. Es por ello que se omitió en la Declaración cualquier referencia demasiado explícita respecto a su fundamentación. Es cierto, y en esto existe un cierto consenso entre la doctrina, que la filosofía de la Declaración
DONELLY, J.: "Human Rights and Human Dignity: An Analytic Critique of Non Western Conceptions of Human Rights", The American Political Science Review, Vol. 76, 1982, pp. 303-316. 78 LASCARIS, C.: "El comportamiento fraternal en la Declaración", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Comentarios y Texto, Ediciones Juricentro, San José, 1979, p. 205. 79 BLAZQUEZ, N.: "El recurso a la dignidad humana en la Declaración...", op. cit., p. 111. 80 Aportaciones interesantes a este respecto figuran en los artículos de Demetrio Velasco y Xabier Etxeberría contenidos en este mimo libro. 81 RABOSSI, E.: La Carta Internacional de Derechos Humanos, op. cit., p. 14. 82 RUIZ-GIMENEZ, J.: "Intervención de D. Joaquín Ruiz-Giménez", en Alocuciones sobre Derechos Humanos. Cuarenta Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1989, p. 177.
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Universal está inspirada básicamente en la filosofía de los derechos naturales del siglo XVIII, pero con muy importantes matizaciones83, como vamos a ver. En primer lugar, no aparece mencionada explícitamente la "naturaleza" en la Declaración como fundamento último de los derechos humanos, a diferencia de las Declaraciones de Derechos del siglo XVIII84 o la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre85. Tras un intenso debate, y visto que en este punto era muy difícil llegar a un consenso, prevaleció la postura que defendía dejar fuera de la Declaración la referencia a la naturaleza. En palabras de la delegación china, "esta medida obviaría cualquier cualquier cuestión teológica, que no se podía ni se debía plantear en una Declaración designada para ser universalmente aplicable"86. Este mismo planteamiento del gobierno chino, en segundo lugar, se aplicó al intento por parte de algunas delegaciones de incluir alguna referencia en torno al origen divino de los derechos humanos, tal y como figuraba en las Declaraciones del siglo XVIII87. La propuesta más insistente vino de la mano de Brasil, apoyado en este punto por Argentina y por Charles Malik, el representante del Líbano. El Gobierno brasileño propuso que en el artículo 1 de la Declaración se insertase la expresión "creados a imagen y semejanza de Dios". Finalmente, ante la certeza de que dicha proposición no tenía muchos visos de prosperar, Brasil optó por su retirada88. La Unión Soviética, como justificación de su negativa a que se insertase en la MORSINK, J.: "The Philosophy of the Universal Declaration", Human Rights Quarterly, Vol. 6, 1984, p. 333. 84 Es importante en este sentido traer aquí a colación el artículo 2 de la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (26 de agosto de 1789). Según esta disposición, "la meta de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre..." (la cursiva es nuestra). Del mismo tenor es el artículo 1 de la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia (12 de junio de 1776) en el que se establece que "todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos innatos, de los que, cuando entran en estado de sociedad, no pueden privar o desposeer a su posterioridad por ningún pacto...". El texto de estas dos importantes Declaraciones figura en PECES-BARBA, G. (Dir.): Derecho Positivo de los Derechos Humanos, Debate, Madrid, 1987. 85 Tal y como señala el primer párrafo de su preámbulo, "todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los unos con los otros" (la cursiva es nuestra). Esta disposición es prácticamente idéntica al artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, salvo que en la Declaración Americana se efectúa una mención explícita a la naturaleza, aspecto absolutamente ausente en la Declaración Universal. Como ha señalado Gros Espiell a este respecto, "la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre se inscribe en un proceso histórico americano en el que el ser humano es titular de derechos consustanciales con su naturaleza, inalienables e imprescriptibles...", en GROS ESPIELL, H.: "La Declaración Americana: raíces conceptuales y políticas en la Historia, la Filosofía y el Derecho Americano", Revista del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Nº Especial, 1989, p. 42. 86 Citado en SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus..., op. cit., p. 100. 87 En la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano la Asamblea Nacional reconoce y declara los derechos humanos "en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo". A su vez, la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia se refiere en su artículo 16 a "los deberes que tenemos para con nuestro Creador". 88 Las vicisitudes de estas discusiones, con las diferentes opiniones al respecto, se pueden consultar en DE LA CHAPELLE, P.: La Déclaration Universelle des Droits de l'Homme et le Catholicisme, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, Paris, 1967, p. 88. 83
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Declaración cualquier mención a la divinidad, señaló que es un hecho que "muchos hombres no creen en Dios y que la Declaración debe dirigirse al conjunto de la humanidad"89. Muchas delegaciones criticaron esta secularización de la Declaración Universal, pero hay que admitir, con René Cassin, que "la Declaración no hubiera podido ser universal si se hubiera querido imponer una única doctrina oficial"90. Asistimos así a la defintiva "desacralización" de los derechos humanos; "en un mundo en el cual no todos creen en el mismo Dios, y muchos ni siquiera creen en él, toda invocación divina desaparece. Se trata de un documento humano, hecho por los hombres y para ellos"91. Debemos concluir, por lo tanto, con que no se puede encontrar en la Declaración Universal una única fundamentación filosófica, convirtiéndose los horrores acaecidos durante de la II Guerra Mundial en el "fundamento epistemológico de la Declaración"92. Ahora bien, como sostiene con acierto Sonia Picado, "el texto de la Declaración revela un resurgir de la tesis de que hay principios fundamentales, por encima de las discrepancias ideológicas, a los cuales deben orientarse los ordenamientos jurídico positivos de cada Estado"93. Otro aspecto destacable del preámbulo es la afirmación clara y rotunda de la unidad de la familia humana, unidad cuya base son, como no podía ser de otra forma, los derechos fundamentales de la persona humana. En este sentido, es el párrafo primero del preámbulo el que considera que "la libertad, la justicia y la paz tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana" (la cursiva es nuestra). En este último inciso que hemos subrayado en cursiva se ven las pretensiones de universalidad de la Declaración de 1948. La Declaración trata de dirigirse y de reconocer los derechos humanos a "todos los miembros de la familia humana", independientemente de su raza, religión, sexo, nacionalidad... Esta vocación de universalidad de la Declaración, que a sí misma se denomina "Universal", viene confirmada por los artículos 1 y 2 de su parte dispositiva. Mientras que el artículo 1 señala que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...", el artículo 2.1 dispone que "toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición".
Para las opiniones de la URSS en torno a este tema cfr. VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle des Droits de l'Homme..., op. cit., p. 276. 90 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle...", op. cit., p. 284. 91 GUTIERREZ, C.J.: "El Preámbulo de la Declaración Universal", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal..., op. cit., p. 19. 92 MORSINK, J.: "World War Two and the Universal Declaration", op. cit., p. 358. 93 PICADO SOTELO DE OREAMUNO, S.: "Artículo 2", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRONACIONES UNIDAS: La Declaración Universal..., op. cit., p. 27. 89
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Por otro lado, este mismo artículo 2 extiende el disfrute de los derechos proclamados en la Declaración a todos los países, sean éstos Estados independientes o estén sometidos a dominación colonial, contribuyendo así a reafirmar la clara apuesta por la universalidad llevada a cabo por la Declaración. Este pronunciamiento es muy importante, dado que al momento de proclamarse la Declaración todavía persistía un vasto imperio colonial, lo que ha sido calificado como un gran "contrasentido"94, dado que, por un lado, se proclaman los derechos humanos con vocación de universalidad y, por otro, se sigue manteniendo el imperio colonial por parte de algunos Estados95. Es el párrafo 2º del artículo 2 el que establece que "no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía. En relación con el principio de no discriminación proclamado tanto en el preámbulo como en los artículo 1 y 2 de la Declaración Universal, hay que poner de manifiesto el papel desempeñado por la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer, creada, al igual que la Comisión de Derechos Humanos, en 194696, defendiendo en todo momento la inclusión en el texto de la Declaración de la perspectiva particular y específica de las mujeres. En este sentido, jugó un rol ciertamente encomiable la Presidenta de dicha Comisión, Mrs. Begtrup, logrando importantes mejoras, como nos encargaremos de ver a continuación, en el texto final de Declaración. Un logro importante fue que el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos volviese a reafirmar la fe en la "igualdad de derechos de hombres y mujeres", tal y como se había establecido en el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas. El artículo 1 de la Declaración, por su parte, resulta de una importancia excepcional desde el punto de vista de los derechos de las mujeres, dado que dispone que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros".
CLAVERO, B.: "De los ecos a las voces, de las leyes indigenistas a los derechos indígenas", en Derechos de los Pueblos Indígenas, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 1998, p. 37. 95 Este contrasentido se solventó, en parte, en 1960 con la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, resolución 1514 (XV), de 14 de diciembre de 1960. En esta Declaración, además de proclamar por primera vez el derecho de libre determinación de los pueblos, la Asamblea General sostiene que "la sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales...". 96 John P. Humphrey ha destacado el lobby en favor de los derechos de las mujeres llevado a cabo por esta Comisión. En su opinión, "no había un órgano más independiente en las Naciones Unidas", en HUMPHREY, J.P.: Human Rights & United Nations: A Great Adventure, op. cit., p. 30. 94
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Si he destacado en cursiva la expresión "todos los seres humanos" es porque fue una expresión que suscitó grandes controversias en las negociaciones conducentes a la aprobación de la Declaración Universal. Una de las propuestas iniciales para este artículo 1 utilizaba la expresión "todos los hombres", lo que hubiese resultado nefasto desde el punto de vista de las mujeres y un mal comienzo para la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos, dado que hubiese consagrado un lenguaje de carácter sexista en el artículo que servía de encabezamiento a la Declaración Universal. Finalmente, ante las presiones de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer y de algunas delegaciones de los Estados más proclives a las reivindicaciones de las mujeres, como las de algunos países socialistas, se logró incluir la expresión que figura en el artículo 1 de la Declaración, que es mucho más respetuosa con la sensibilidad de la mitad de la humanidad97. Por su parte, el artículo 2 de la Declaración Universal se dedica a consagrar el principio de no discriminación. Este artículo 2, en su párrafo 1º, establece que "toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición".
Como podemos comprobar, se produce una ampliación de las circunstancias en virtud de las cuales se prohibe la discriminación en relación con el artículo 1.3 de la Carta de las Naciones Unidas, que se refería a la no discriminación "por motivos de raza, sexo, idioma o religión". Otro triunfo del movimiento de mujeres fue la inclusión en todos los artículos de la Declaración Universal de expresiones tales como "toda persona", "todo individuo", "nadie"..., queriendo expresar así que en todos los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal debe jugar la no discriminación. Existen, no obstante, algunas referencias en la Declaración Universal bastante negativas desde el prisma de los derechos de las mujeres. El artículo 23.4, en el contexto del reconocimiento del derecho al trabajo, dispone que "toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana..." (la cursiva es nuestra). Esta disposición presupone que sólo existe un ingreso familiar derivado del trabajo, y que este ingreso es ganado, obviamente, por el hombre. Esta presunción es avalada por la versión inglesa de la
Los avatares de todas estas discusiones y negociaciones se pueden consultar en MORSINK, J.: "Women's Rights in the Universal Declaration", Human Rights Quarterly, Vol. 13, 1991, pp. 233 y ss. 97
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Declaración Universal, que utiliza la expresión "his", es decir, que quien tiene que sostener a la familia es el varón98. A pesar de estas referencias negativas para las mujeres en la Declaración, Johannes Morsink ha llegado a afirmar que "la historia interna del proceso de redacción y las luchas hasta alcanzar el producto final muestran que, desde el punto de vista de los derechos de la mujer, la Declaración Universal es un documento muy progresivo"99. Esta visión tan optimista de la Declaración no es compartida, sin embargo, desde otras instancias. En opinión de determinadas autoras, la evolución de los derechos humanos, tanto a nivel interno como en la esfera internacional, ha estado presidida por un concepto androcéntrico de los derechos humanos, un concepto centrado en las experiencias y en las necesidades de los hombres que ha marginado la cosmovisión de las mujeres. En palabras de Carmen Magallón, "el androcentrismo es un rasgo definitorio de la tradición del pensamiento occidental y de los derechos humanos"100. Además, la propia estructura de los derechos humanos, tal y como ha sido diseñada históricamente, es una estructura que no tiene en cuenta las necesidades de las mujeres en materia de derechos humanos. El propio Derecho Internacional de los Derechos Humanos, todo el conjunto de normas jurídico-internacionales que tratan de proteger los derechos humanos, "se ha desarrollado para reflejar las experiencias de los hombres y excluir las de las mujeres"101. Una de las razones de esta marginación de las expectativas de las mujeres es que en los ámbitos en los que se crean las normas internacionales, los Estados y las Organizaciones Internacionales, "la invisibilidad de las mujeres es apabullante..., con muy pocas mujeres en puestos significativos"102, lo que contribuye a que acabe dominando una perspectiva masculina103. En el propio proceso de elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es enormemente significativa la ausencia de mujeres en las delegaciones gubernamentales, a pesar del papel desempeñado por Eleanor Roosevelt. En el preámbulo de la Declaración Universal asimismo figura una llamada de atención a los gravísimos atentados cometidos contra los derechos humanos a lo largo de la II Guerra Mundial, y que constituyen una de las circunstancias más importantes que llevaron a los
Esta misma lógica está presente en el artículo 25 de la Declaración, al proclamar el derecho a un nivel de vida adecuado. 99 MORSINK, J.: "Women's Rights...", op. cit., p. 255. 100 MAGALLON, C.: "Los derechos humanos desde el género", en CENTRO PIGNATELLI (Ed.): Los derechos humanos, camino hacia la paz, Diputación General de Aragón-Seminario de Investigación para la Paz, Zaragoza, 1997, p. 259. 101 CHARLESWORTH, H.: :"Human Rights, Men's Rights", en PETERS, J. and WOLPER, A. (Eds.): Women's Rights, Human Rights: International Feminist Perspectives, Routledge, New York, 1995, p. 103. 102 CHARLESWORTH, H.: "Human Rights as Men's Rights"..., op. cit., p. 104. 103 FREEMAN, M.A. and FRASER, A.S.: "Women's Human Rights: Making the Theory a Reality", en HENKIN, L. and HARGROVE, J.L. (Eds.): Human Rights: An Agenda for the Next Century, The American Society of International Law, Washington, D.C., 1994, p. 104. 98
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vencedores de la contienda bélica a adoptar un compromiso serio y decidido en favor de los derechos humanos104. Tal fue este compromiso que, como ya hemos visto en capítulos anteriores, en la Carta de la ONU aparecen varias disposiciones que reafirman la fe de los pueblos de las Naciones Unidas en los derechos fundamentales. Es el párrafo 2º del preámbulo de la Declaración el que considera que "el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad...". Lo cierto es que a partir de ahora la comunidad internacional es plenamente consciente de que si quiere que tales hechos no se vuelvan a repetir en la historia de la humanidad se debe volcar en la promoción, el estímulo y la protección efectiva de los derechos humanos de todas las personas105. Por otro lado, hay que señalar que en este párrafo 2º del preámbulo se contienen, de una u otra forma, las cuatro libertades proclamadas por Franklin D. Roosevelt en su famoso discurso al Congreso Norteamericano en enero de 1941. Para el Presidente del New Deal, las libertades fundamentales de las que debe gozar todo ser humano se resumen en cuatro: libertad de palabra y pensamiento; libertad de religión; libertad ante la necesidad106 y libertad ante el miedo. Pues bien, la filosofía contenida en el pensamiento de Roosevelt está expresada ya en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos107, cuando se afirma en él que lo que se pretende con el reconocimiento internacional de los derechos humanos es "el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias". Como vemos, nos encontramos en la antesala de la Declaración con una fiel transcripción de las cuatro libertades propugnadas por el Presidente norteamericano. Otro de los aspectos en los que incide el preámbulo es la conexión entre lo que denomina un régimen de Derecho y la protección efectiva de los derechos humanos. Es decir, que la Declaración considera "esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho"108. En ningún momento se define en el preámbulo qué se considera un régimen de Derecho, pero si leemos atentamente los diferentes artículos de la Declaración Universal, podemos sacar algunas conclusiones en torno a lo que los redactores de la Sobre cómo influyeron los hechos acecidos durante la II Guerra Mundial en el surgimiento de una clara conciencia en torno al respeto de los derechos humanos cfr. BUERGENTHAL, T.: International Human Rights in a nutshell, West Publishing Co., Minnesota, 1988, pp. 17 y ss.. 105 Por desgracia, los hechos ocurridos en la ex-Yugoslavia, en Ruanda, en Liberia o en Kosovo han traído de nuevo a nuestras retinas imágenes que considerábamos condenadas al baúl de la historia. 106 Por "libertad ante la necesidad" Roosevelt se estaba refiriendo a lo que se conoce como los derechos económicos, sociales y culturales, de los que fue un gran impulsor, contribuyendo así a la ampliación del concepto tradicional de los derechos humanos en Estados Unidos. Cfr. en este sentido JOHNSON, M.G.: "The Contributions of Eleanor and Franklin Roosevelt to the Development of International Protection for Human Rights", op. cit., pp. 20 y ss. 107 Cfr. al respecto EIDE, A.: "The Universal Declaration in Space ant Time", en Human Rights in a Pluralist World. Individuals and Collectivities, UNESCO-Roosevelt Study Center, Meckler, Westport, 1990, p. 16. 108 Párrafo 3º del preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 104
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Declaración entendían por tal. Muchos de los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal ayudan a configurar este "régimen de Derecho", entre los que podemos destacar la igualdad ante la ley (artículo 7), el derecho a un recurso efectivo ante los tribunales (artículo 8), el derecho a la presunción de inocencia (artículo 11), el derecho a la libertad de conciencia, pensamiento y religión (artículo 18), el derecho a la libertad de opinión y expresión (artículo 19)... Todos ellos son la base de lo que se conoce actualmente como el Estado democrático de Derecho, requisito indispensable para una protección efectiva de los derechos humanos. Tal es así que, como reconoce el propio párrafo 3º del preámbulo, es necesaria la protección de los derechos humanos dentro de un régimen de Derecho "a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión". Como podemos observar, en el preámbulo se está dando entrada, por influjo de los países socialistas, al derecho a la rebelión ante regímenes que no son respetuosos con los derechos humanos. Sin embargo, en la parte dispositiva de la Declaración no volvemos a encontrar ninguna otra referencia a este controvertido derecho, por lo que dicho derecho queda, en cierta medida, minimizado, tal y como querían los países occidentales109. Este es otro de los contrastes de la Declaración Universal con las Declaraciones clásicas de derechos, en las que figuraban pronunciamientos importantes en favor del derecho a la resistencia110. A pesar de estos reconocimientos tan rotundos del derecho de resistencia en las primeras Declaraciones de derechos humanos, lo cierto es que este derecho ha ido perdiendo importancia y se ha ido diluyendo a medida que ha ido evolucionando la teoría de los derechos humanos. Buena muestra de ello es el debate que se produjo en torno a este derecho en el momento en que se estaba discutiendo la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Varias delegaciones, entre las que podemos destacar la cubana, la chilena o la francesa, proponían la inclusión del derecho de resistencia a la opresión como un derecho separado en la parte dispositiva de la Declaración Universal, es decir, querían que se consagrase un artículo específico al reconocimiento de dicho derecho. Esta postura recibió un fuerte apoyo por parte de la Unión Soviética, para quien era esencial reconocer un derecho que ya formaba parte de la Declaración de Derechos del Pueblo Soviético y que podría prevenir regímenes absolutamente contrarios a los derechos humanos como el régimen de la Alemania nazi o el de la España de Franco (el delegado de la URSS, el Sr. Demchenko, se refirió expresamente al régimen franquista como uno de los ejemplos en los cuales cabría invocar legítimamente el derecho de resistencia). La postura contraria respecto de este Sobre los avatares y los diferentes puntos de vista y discusiones en torno a este derecho a la rebelión ver CASSESE, A.: Los derechos humanos..., op. cit., pp. 44 y ss.. 110 Por poner tan solo un ejemplo, la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, al enumerar cuáles son los derechos básicos, cita expresamente "la resistencia a la opresión". Es el artículo 2 el que dispone que "la meta de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión". 109
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controvertido derecho era defendida por países como Gran Bretaña, Estados Unidos, Bélgica o Australia, todos ellos muy críticos ante una eventual inclusión del derecho de resistencia como un derecho autónomo dentro de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Para Gran Bretaña, la entrada de este derecho en la Declaración Universal sería un paso “inoportuno y peligroso… que podría incitar a la anarquía”, cuando, en su opinión, “métodos democráticos no revolucionarios deberían ser suficientes para acabar con la tiranía y la opresión”. Una postura muy similar era mantenida por Eleanor Roosevelt, delegada norteamericana, para quien “sería poco inteligente legalizar el derecho a la rebelión, dado que podría ser invocado por grupos subversivos que quieren atacar o minar gobiernos genuinamente democráticos”. En cambio, para la delegación americana “una rebelión honesta contra una tiranía debería estar permitida por la Declaración Universal”. Como vemos, Estados Unidos y Gran Bretaña objetaban la inclusión del derecho de resistencia como derecho autónomo, pero lo llegaban a admitir como principio general. Para Ernest Davies, representante británico en la Comisión que estaba negociando el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la resistencia frente a la opresión no se podía considerar como un auténtico derecho pero sí como un “último recurso” frente a un gobierno tiránico y opresor. Finalmente, ante la evidente falta de consenso sobre un tema problemático y con inevitables ramificaciones políticas, se decidió incluir este derecho en el Preámbulo de la Declaración y no en la parte sustantiva de la misma, lo que suponía una clara rebaja del contenido jurídico y programático del derecho de resistencia. Además, en el párrafo 3º del Preámbulo no se efectúa un reconocimiento directo del derecho de resistencia, sino que se efectúa dicho reconocimiento de una manera indirecta. El Preámbulo considera “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Como podemos comprobar, no se configura el derecho de resistencia como un auténtico derecho humano del que disfruta todo ser humano, sino que se expresa, tal y como quería la delegación británica, como una especie de “último recurso” (“supremo recurso” es la expresión que utiliza el Preámbulo, en una deficiente traducción de la versión francesa) frente a un régimen tiránico y opresor. Lo que queda bastante claro es que la mayor parte de los Estados presentes en las discusiones en torno a la Declaración Universal de 1948 no eran muy partidarios de un amplio reconocimiento del derecho de resistencia, por lo que al final triunfaron las posturas que querían ver disminuido el alcance de este derecho. Un apartado crucial del preámbulo es su párrafo 5º, que subraya que "... los pueblos de las Naciones Unidas... se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el
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nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad"111. Como podemos comprobar, se vincula de una forma clara y rotunda el progreso social con los derechos humanos. Es decir, para que se produzca un disfrute real y efectivo de los derechos humanos es absolutamente necesario el progreso y el desarrollo tanto en lo económico como en lo social. Es por ello que el preámbulo aboga por un concepto más amplio de la libertad, es decir, la libertad ya no se entiende en su mera acepción de libertad formal, sino que debe incluir una mejora en las condiciones de vida de las personas. Para defender la dignidad humana va a ser imprescindible defender tanto los derechos civiles y políticos como los derechos económicos, sociales y culturales, derechos estos últimos que han sido reconocidos por primera vez en el ámbito internacional por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es este hecho el que ha motivado que Philip Alston haya señalado que en lo que respecta al contenido de la Declaración nos encontramos ante un "contenido revolucionario"112. Y es que no podemos olvidar que "toda reflexión sobre la eficacia de un sistema jurídico de promoción y protección de los derechos humanos debe partir de la consideración de que la realidad de estos derechos está determinada por las condiciones económicas, sociales y culturales. En un mundo caracterizado por la miseria, la enfermedad, la explotación y la injusticia, podrán existir los derechos humanos según el orden normativo vigente, pero no serán una verdad real si no se dan determinadas condiciones económicas y sociales"113. En una palabra, ya desde el mismo preámbulo se está avanzando el novedoso concepto de la indivisibilidad e interdependencia de las dos categorías de derechos humanos, los civiles y políticos y los económicos, sociales y culturales, concepto que abordaremos en una fase posterior de este estudio. Por último, el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala en su inciso final que "una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso" (se refiere al compromiso, asumido en el párrafo 6º del preámbulo, de "asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre", lo que nos recuerda indudablemente a los artículos 55 y 56 de la Carta de las Naciones Unidas ). Este párrafo final reitera una vez más el llamamiento a la universalidad de los derechos humanos, a la importancia esencial de lograr una concepción de los derechos humanos y de las libertades que sea compartida por los diferentes pueblos y culturas que pueblan el planeta. En este sentido, la Asamblea General de
Como vimos en su momento, idéntico pronunciamiento figura en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas. 112 ALSTON, P.: "The Fortieth Anniversary of the Universal Declaration of Human Rights: A Time More for Reflection than for Celebration", en Human Rights in a Pluralist World. Individuals and Collectivities..., op. cit., p. 1. 113 GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos II..., op. cit., p. 254. 111
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las Naciones Unidas, al proclamar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la define como el "ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse...", señalando asimismo la importancia de la "enseñanza y la educación" para la promoción y el estímulo de una verdadera cultura de los derechos humanos. Con este último pronunciamiento se está llamando la atención sobre la enorme relevancia que para la consecución de ese "ideal común" del que habla la Asamblea General cobra la Educación en Derechos Humanos114. Es una responsabilidad de todos, instituciones públicas y privadas, Universidades, Institutos de Derechos Humanos, medios de comunicación, personas a título particular... el que esa cultura de los derechos humanos se instale definitivamente entre nosotros y nosotras. 3.2.2. Análisis de la parte dispositiva de la Declaración Universal. Una vez analizado el preámbulo y los dos primeros artículos de la Declaración , nos vamos a detener en el estudio de los diferentes derechos que han sido reconocidos y consagrados en la Declaración Universal, lo que nos va a dar una idea cabal de cuál es la concepción de los derechos humanos por la que aboga este texto de capital importancia en la historia de los derechos humanos. Para ello nos vamos a valer del análisis efectuado por uno de los principales inspiradores de la Declaración, el ya citado René Cassin. Para este autor, cuatro columnas de igual importancia sostienen el pórtico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: la primera columna está formada por los derechos y libertades de orden personal (artículos 3 a 11 de la Declaración); la segunda por los derechos del individuo en relación con los grupos de los que forma parte (artículos 12 a 17); la tercera viene constituida por los derechos políticos (artículos 18 a 21), mientras que la última se refiere a los derechos económicos, sociales y culturales (artículos 22 a 27). Sobre estas cuatro columnas, prosigue el profesor Cassin, se sitúa un frontspicio, los artículos 28 a 30 de la Declaración, artículos finales que señalan los vínculos entre el individuo y la sociedad de la que forma parte115. A VERDOOT, A.: "Genèse et Expansion de la Déclaration Universelle des Droits de l'Homme. Role de René Cassin", en Recueil des Cours, Institut International des Droits de l'Homme, Strasbourg, 1998, p. 95. Como ha señalado la propia Asamblea General en la convocatoria del Decenio de las Naciones Unidas para la educación en la esfera de los derechos humanos, dicha educación "debe constituir un proceso integral que se prolongue toda la vida mediante el cual las personas de todos los niveles de desarrollo y de todos los estratos de la sociedad aprendan a respetar la dignidad del prójimo y cuáles son los medios y mecanismos de velar por ese respeto en todas las sociedades", Resolución 49/184, de 23 de diciembre de 1994. 115 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme"..., op. cit., pp. 278 y ss.. No es ésta la única división que se puede realizar del contenido de la Declaración. Por poner un ejemplo, en nuestro país el gran experto en derechos humanos profesor Carrillo Salcedo, antiguo magistrado en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ha distinguido cinco grupos de derechos humanos reconocidos por la Declaración Universal: 1) derechos inherentes a la persona (artículos 3, 4, 5, 6 y 7); 2) derechos que garantizan la seguridad de las personas (artículos 8, 9, 10, 11, 12 y 14); 3) derechos relativos a la vida política del individuo (artículos 18, 19, 20 y 21); 4) derechos económicos y sociales (artículos 17, 22, 23, 24, 25, 26 y 27) y 5) derechos relativos a la vida jurídica y social de los individuos (artículos 13, 15 y 26), CARRILLO SALCEDO, J.A.: "Human Rights, Universal Declaration", en Encyclopedia of Public International Law, Max Planck Institut, vol. 8, 1985, pp. 305 y 306. 114
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continuación vamos a ir desgranando las diferentes divisiones efectuadas por el profesor Cassin. 3.2.2.1. Derechos y libertades de orden personal (artículos 3 a 11). En este primer apartado de los derechos humanos contenidos en la Declaración Universal se recogen aquellos derechos que hacen referencia al ámbito más íntimo y personal del ser humano. En este sentido, como no podía ser de otro modo, hay que destacar el derecho a la vida reconocido en el artículo 3 de la Declaración, uno de los derechos más importantes del catálogo actual de derechos humanos. Como señala este artículo, "todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Nos encontramos ante un derecho, el derecho a la vida y a la seguridad, que cumple en cierto modo una "función propedéutica"116, dado que sirve como marco introductorio del resto de los derechos civiles y políticos contenidos en la Declaración Universal. En última instancia, estos derechos civiles y políticos tendrían como fundamento el derecho a la vida y a la seguridad personal. Ahora bien, el reconocimiento de un derecho tan importante como el derecho a la vida, como no podía ser de otra forma, suscitó importantes discusiones, girando éstas en torno a la amplitud que había que otorgar a dicho derecho. Finalmente, prevaleció un reconocimiento bastante restrictivo del derecho a la vida, poniendo el acento en sus aspectos meramente formales. Se trata, en definitiva, de un derecho a la integridad del individuo frente a cualquier interferencia por parte del Estado. Tres fueron los aspectos que más se discutieron en relación con el derecho a la vida: la pena de muerte, el aborto y la inclusión de elementos de carácter material en la definición del derecho a la vida. En cuanto a la pena de muerte, la Unión Soviética realizó una propuesta de prohibición de la pena capital en tiempos de paz como extensión lógica del reconocimiento del derecho a la vida117. Esta propuesta, sin embargo, fue rechazada, quedando como competencia exclusiva de las legislaciones nacionales el incluir o no la pena de muerte118. Según algunos119, ésta sería una de las principales lagunas de la Declaración Universal, laguna que se ha tratado de ir subsanando con el paso de los años120 pero que aún hoy sigue RABOSSI, E.: La Carta Internacional de los Derechos Humanos, op. cit., p. 17. Esta propuesta, en opinión de Lars Adam Rehof, obedecía en parte a "razones tácticas" derivadas de la Guerra Fría, dado que la URSS utilizaba la pena de muerte ampliamente en aquella época y lo siguió haciendo en años posteriores, en REHOF, L.A.: "Article 3", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights: A Commentary, op. cit., p. 77. 118 LLANO, A.E.: La protección de la persona humana en el Derecho Internacional..., op. cit., p. 51. 119 TOMUSCHAT, C.: "The Universal Declaration of Human Rights of 1948: Does It Need any Updating?", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance in 1988, op. cit., p. 78. 120 El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado en 1966, en el artículo 6, que es el artículo consagrado al reconocimiento del derecho a la vida, establece ciertas limitaciones a la imposición de la pena de muerte. Así, sólo podrá imponerse "por los más graves delitos"...; "no se impondrá la pena de muerte por delitos cometidos por personas de menos de dieciocho años de edad, ni se aplicará a las mujeres en estado de 116 117
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siendo uno de los principales escollos en orden a una auténtica cultura de los derechos humanos. Respecto a la espinosa cuestión del aborto, en la que se entremezclan aspectos éticos, religiosos y jurídicos, finalmente de nuevo la Declaración Universal guardó absoluto silencio. Una vez más, ante la ausencia de consenso, las delegaciones partidarias de incluir una prohibición expresa del aborto en el artículo 3 de la Declaración hubieron de desistir. La propuesta más seria vino de la mano de los representantes de Chile y del Líbano, defendiendo que el derecho a la vida debería garantizarse "desde el momento de la concepción"121. Sin embargo, delegaciones tan importantes como la de Gran Bretaña, la Unión Soviética, Estados Unidos, China, Australia o Francia se oponían a una mención expresa a la prohibición del aborto, dado que ello no se conciliaba con algunas de sus legislaciones internas, que preveían la posibilidad del aborto122. Finalmente, una última cuestión que se debatió al discutir el derecho a la vida fue la amplitud que había que otorgar a dicho derecho, es decir, si el derecho a la vida debía incluir exclusivamente aspectos de carácter formal o, en cambio, debía ser completado con elementos de carácter material. Al hilo de este debate, hubo una propuesta de Uruguay, Cuba, Líbano y México para incluir dentro del derecho a la vida una referencia a los derechos económicos, sociales y culturales; es decir, el derecho a la vida debería complementarse con todo el conjunto de condiciones que posibilitan que esa vida sea una vida digna. La enmienda de estos cuatro Estados disponía lo siguiente: "todo individuo tiene derecho a la vida, al honor, a la libertad, a la integridad física y a la seguridad jurídica, económica y social necesaria para el pleno desarrollo de su personalidad"123. Como podemos comprobar, se vincula claramente el derecho a la vida con aquellas condiciones de carácter económico y social que son necesarias para el pleno desarrollo de la personalidad de los individuos. Esta propuesta de vincular el derecho a la vida con los derechos económicos y sociales no gozaba de una aceptación mayoritaria, por lo que, finalmente, no se incluyó en el artículo 3 de la Declaración Universal, siendo un aspecto que también ha sido criticado desde algunas instancias doctrinales. En concreto, para Cecilia Medina, hay que vincular necesariamente el
gravidez"... Un análisis de este artículo 6 figura en RAMCHARAN, B.G.: "The Drafting History of Article 6 of the International Covenant on Civil and Political Rights", en RAMCHARAN, B.G. (Ed.): The Right to Life in International Law, Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht, 1985, pp. 42-56. 121 Sobre los diferentes elementos de esta propuesta consultar BLAZQUEZ, N.: "El recurso a la dignidad humana en la Declaración Universal...", op. cit., p. 124. 122 SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus..., op. cit., p. 90. Es significativa también la oposición a cualquier referencia al aborto por parte de la Presidenta de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer, la Sra. Begtrup, en VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle..., op. cit., p. 98. 123 Esta cita, así como un amplio análisis de las circunstancias que rodearon esta propuesta se encuentra en MORSINK, J.: "The Philosophy of the Universal Declaration", op. cit., pp. 327 y ss.
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artículo 3 de la Declaración con los artículos 25 y 28 de la misma124. Es decir, no se puede concebir el derecho a la vida como un derecho meramente formal, sino que el derecho a la vida hay que completarlo con el "derecho a un nivel de vida adecuado" (artículo 25) y con el derecho "a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos" (artículo 28). En la misma línea se ha expresado Rubén Hernández Valle, para quien el derecho a la vida debe incluir, además del derecho básico de todo ser humano a que nadie atente contra su vida y su integridad, "el derecho de todo hombre a que la solidaridad social, cuya máxima expresión se encuentra modernamente en el Estado aunque no en forma exclusiva, le provea de los medios necesarios para su subsistencia..."125. Y es que no podemos olvidar, con René Cassin, que "existe una indivisibilidad, en el derecho a la vida, entre los elementos jurídicos, de una parte, y los elementos materiales y económicos, de otra"126. Incluso, avanzando en esta concepción amplia del derecho a la vida127, se ha llegado a defender actualmente que los derechos humanos de la tercera generación, es decir, el derecho al desarrollo, a la paz, al medio ambiente o a la asistencia humanitaria, serían el corolario del derecho a la vida y a la seguridad128. El derecho a la vida se convertiría así, en palabras de Paolo de Stefani, en un auténtico derecho-síntesis129, un derecho que se situaría en la base de todos los derechos humanos, reforzando la indivisibilidad e interdependencia de los mismos. MEDINA, C.: "A 1988 Universal Declaration of Human Rights", en The Universal Declaration of Human Rights..., op. cit., pp. 64 y ss. 125 HERNANDEZ VALLE, R.: "Artículo 3", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal de Derechos Humanos..., op. cit., p. 32. 126 En este mismo sentido, el propio René Cassin se formula la siguiente pregunta: "¿no está bien fundado el decir que el derecho a la vida no comprende solamente el derecho a no ser asesinado o a no ser condenado a muerte de una forma arbitraria, sino también el derecho a participar con su trabajo a la producción y recibir correlativamente alimentos, un alojamiento, vestido...?", en CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle...", op. cit., pp. 285 y 286. 127 Cfr. al respecto la interesante aportación de B.G. Ramcharan en torno a las diferentes dimensiones que hay que otorgar al derecho a la vida, RAMCHARAN, B.G.: "The Concept and Dimensions of the Right to Life", en RAMCHARAN, B.G. (Ed.): The Right to Life..., op. cit., pp. 1-32. En este mismo sentido, el uruguayo Gros Espiell ha defendido la pertinencia de realizar la distinción entre el "derecho a la vida" y el "derecho a vivir", en GROS ESPIELL, H.: "The Right to Life and the Right to Live", en Essais sur le concept de "droit de vivre". En mémoire de Yougindra Khushalani, Bruylant, Bruxelles, 1988, pp. 43-53. 128 Como ha señalado Gros Espiell respecto del derecho al desarrollo, este derecho "resulta o es la consecuencia del reconocimiento... de los derechos económicos, sociales y culturales y, en especial, el derecho a la vida, que implica necesariamente el derecho a vivir de una manera plena e integral", en GROS ESPIELL, H.: "El derecho al desarrollo como un derecho de la persona humana", en Seminario sobre protección y promoción internacional de los derechos humanos. Universalismo y Regionalismo, Caracas, 31 de julio a 4 de agosto de 1978, p. 11; TIKHONOV, A.A.: "The Inter-Relationship Between the Right to Life and the Right to Peace", en RAMCHARAN, B.G. (Ed.): The Right to Life..., op. cit., pp. 97-113; para Mario Bettati, el derecho a la asistencia humanitaria "es una modalidad de ejercicio del derecho a la vida", BETTATI, M.: "L'accès aux victimes: droit d'ingérence ou droit d'assistance?", en Law in Humanitarian Crises. Acces to Victims: Right to intervene or Right to receive humanitarian assistance?, Vol. II, Office for Official Publications of the European Communities, Luxembourg, 1995, p. 14. 129 DE STEFANI, P.: "Il Diritto alla Vita e la sua tutela internazionale", en DE STEFANI, P.; LEITA, F.: La Tutela Giuridica Internazionale dei Diritti Umani, CEDAM, Padova, 1997, p. 33. 124
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El artículo 4, por su parte, prohibe la esclavitud y la trata de esclavos en todas sus formas, culminando así un proceso que, como vimos en su momento, se había iniciado con el Acta General de Bruselas de 1890, la Convención de Saint-Germain-en-Laye de 1919 y la Convención de Ginebra de 1926, que trataban de suprimir la esclavitud y la trata de esclavos. Es un artículo éste que no planteó muchos problemas en cuanto a su redacción e inclusión en el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, dado que existía un consenso bastante generalizado en torno a la consideración de la esclavitud, en todas sus formas, como un atentado contra derechos humanos básicos130. Sin embargo, a pesar de que se han producido avances notables en este campo, "muchas zonas del mundo conocen aún diversas modalidades de esclavitud o servidumbre y sigue existiendo la trata de seres humanos tanto en Africa como en Asia y en algunos lugares de América Latina"131. Por lo tanto, la esclavitud y las prácticas análogas a la esclavitud siguen siendo un problema al que se tienen que enfrentar tanto los Estados como la propia comunidad internacional. Ello ha hecho que en la esfera de las Naciones Unidas, la Comisión de Derechos Humanos procediese a la creación a mediados de los ochenta de un Grupo de Trabajo sobre las Formas Contemporáneas de Esclavitud. Este Grupo ha ido analizando diferentes situaciones todavía muy extendidas y que pueden ser catalogadas como nuevas formas de esclavitud. Entre ellas, destaca el Grupo de Trabajo la venta de niños, la prostitución infantil, la utilización de menores en publicaciones pornográficas, la explotación laboral infantil132..., situaciones todas ellas que demandan una atención urgente. El artículo 5 se dedica a establecer que "nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes", dado que se considera que estos hechos suponen uno de los atentados más graves contra la dignidad humana. Una muestra evidente de que se considera por la comunidad internacional como uno de los derechos fundamentales el no ser No podemos olvidar al respecto que el propio Tribunal Internacional de Justicia, al referirse en la sentencia sobre el asunto de la Barcelona Traction de 5 de febrero de 1970 a las "obligaciones de los Estados hacia la comunidad internacional en su conjunto", es decir, las obligaciones erga omnes, citó como un ejemplo de estas obligaciones "los principios y reglas relativas a los derechos fundamentales de la persona humana, comprendiendo en ellos la protección contra la práctica de la esclavitud...", CIJ, Recueil, 1970, p. 31. Como vemos, la práctica de la esclavitud habría adquirido el status de norma de ius cogens, con lo que no cabría ningún acuerdo en contrario por parte de los Estados según lo dispuesto en los artículos 53 y 64 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, que es donde se especifica cuáles son los efectos de las normas de ius cogens. 131 MORA ROJAS, F.: "Artículo 4", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal de Derechos Humanos..., op. cit., p. 42. 132 Sobre la labor desempeñada por este Grupo de Trabajo se puede consultar LASSEN, N.M.: "Article 4", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights: A Commentary, op. cit., pp. 98 y ss. Asimismo, un análisis de datos referidos a estas nuevas formas de esclavitud en lo que concierne a los menores, centrándose en particular en el trabajo infantil, se encuentra en UNICEF: The State of the World's Children 1997, Oxford University Press, Oxford, 1997. 130
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sometido a ningún tipo de tortura o trato cruel, inhumano o degradante ha sido el enorme desarrollo normativo que, tanto en el ámbito regional como en el ámbito universal, ha sufrido este artículo 5 de la Declaración Universal133. Sin embargo, a pesar de todo este caudal normativo e institucional, debemos subrayar que, por desgracia, la tortura sigue siendo una práctica ampliamente utilizada en muchas partes del mundo134. El derecho de todo ser humano, "en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica" se consagra en el artículo 6 de la Declaración, prohibiendo, por lo tanto, la práctica, ampliamenta utilizada en el pasado, de la muerte civil de una persona, es decir, la degradación de una persona a mero objeto, privándole de su status de persona ante el Derecho135. El artículo 7, por su parte, es el que se dedica a establecer el principio de la igualdad ante la ley y la no discriminación136. Al amparo de este artículo, "todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación".
El artículo 8 de la Declaración reconoce que "toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes..." para defender sus derechos fundamentales reconocidos tanto "por la constitución (como) por la ley". Otro artículo significativo es el artículo 9, que establece que "nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado"137. En relación con los dos artículos anteriores se encuentra el artículo En el ámbito universal contamos con la Declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 9 de diciembre de 1975 sobre la protección de todas las personas contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes; la Convención Internacional de 10 de diciembre de 1984 contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Por su parte, en la esfera regional contamos con el Convenio Europeo de 26 de noviembre de 1987 para la prevención de la tortura y de las penas o tratos inhumanos o degradantes y con la Convención Interamericana de 9 de diciembre de 1985 para prevenir y sancionar la tortura. 134 Dada la gravedad de la situación de la tortura, en 1985 la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en virtud de su resolución 1985/33, nombró un Relator Especial sobre la cuestión de la tortura. Cfr. el último informe del Relator Especial, en el que muestra su preocupación "por el gran número de denuncias de tortura, en particular la aplicada para obtener confesiones..." tras la investigación efectuada en varios países, Informe del Relator Especial, Sr. Nigel S. Rodley, presentado de conformidad con la resolución 1997/38 de la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/1998/38, de 24 de diciembre de 1997. 135 Sobre esta cuestión BOGDAN, M.: "Article 6", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration..., op. cit., pp. 112 y ss. 136 Este principio general de no discriminación ha sido ampliamente desarrollado y especificado por la labor normativa llevada a cabo bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Entre los hitos más relevantes en este proceso podemos destacar los siguientes: la Convención de 14 de diciembre de 1960 relativa a la lucha contra la discriminación en materia de enseñanza; la Convención Internacional de 21 de diciembre de 1965 sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial; la Convención de 18 de diciembre de 1979 sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer... 137 Sin embargo, la detención arbitraria sigue siendo una práctica bastante extendida en la comunidad internacional, como lo demuestra el hecho de que mediante la resolución 1991/42, de 5 de marzo de 1991, la Comisión de Derechos Humanos procedió a la creación de un Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la 133
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10, señalando que "toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial...", es decir, asistimos con esta disposición al reconocimiento del famoso derecho al proceso debido. Como es lógico, la independencia e imparcialidad del Poder Judicial va a ser un elemento fundamental para el disfrute efectivo de los derechos y libertades fundamentales consagrados en estos artículos que venimos comentando. Se ha señalado en este sentido que todos estos artículos "nunca podrán tener plena significación y validez en tanto no exista un Poder Judicial realmente independiente e imparcial"138. Por último, y en plena consonancia con los artículos 8, 9 y 10, el artículo 11 consagra el principio de la presunción de inocencia139 así como el principio de la irretroactividad de la ley penal140. Como vemos, todo este abanico de artículos que recogen derechos directamente relacionados con el ámbito personal y civil del individuo tratan de velar por el establecimiento y la pervivencia del "régimen de Derecho" del que nos hablaba el preámbulo de la Declaración Universal. En suma, la democracia y el respeto a las reglas básicas del Estado de Derecho son indispensables para la construcción de un régimen de derechos y libertades141. 3.2.2.2. Derechos del individuo en sus relaciones con los grupos de los que forma parte (artículos 12 a 17). Esta segunda columna de las que sostienen los principios fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos está constituida por aquellos derechos y libertades que se refieren a las relaciones del individuo con los diferentes grupos sociales en los que necesariamente está inserto. Así, el artículo 12 protege la vida privada y familiar de las personas, estableciendo que "nadie será objeto de ingerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su
detención arbitraria. En virtud de su mandato, este Grupo puede "investigar casos de detención impuesta arbitrariamente o contraria a la Declaración Universal de Derechos Humanos u otros instrumentos internacionales". 138 MONTERO CASTRO, J.A.: "Artículos 9, 10 y 11", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRONACIONES UNIDAS: La Declaración Universal..., op. cit., p. 75. 139 El artículo 11, en su párrafo 1º, dispone que "toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en jucio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa". 140 Por su parte, el artículo 11.2 preceptúa que "nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito". 141 Sobre la interacción entre democracia y derechos humanos ver ROLDAN BARBERO, J.: Democracia y Derecho Internacional, Civitas, Madrid, 1994, en particular pp. 119 y ss..
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reputación...". Para proteger este derecho, el mismo artículo 12 dispone que "... toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales ingerencias o ataques". El artículo 13 establece la libertad de circulación y de residencia y el derecho a salir libremente del país en el que uno se encuentre. En virtud de este artículo, en su primer inciso, "toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado", mientras que el párrafo segundo dispone que "toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país". Como podemos comprobar, en este artículo se establece el derecho de toda persona a circular y establecer libremente su residencia en el interior de un Estado, independientemente de que sea o no nacional de ese Estado. Es decir, una vez que una persona ha entrado legalmente en un Estado tiene los mismos derechos que los nacionales en lo que concierne a la residencia y a la libre circulación. Asimismo, en este artículo 13 se reconoce el derecho de toda persona a salir del país en el que se encuentre, incluso aún cuando se trate del suyo propio. Ahora bien, como ha señalado Alejandro Etienne LLano al respecto, "este derecho a la emigración no podrá ser efectivo más que en la medida en que se den facilidades para la inmigración y el libre tránsito en y a través de otros Estados"142. Y este derecho no ha sido mencionado en este artículo 13 de la Declaración Universal. Por lo tanto, existe el derecho a salir de un país, pero no la obligación correspondiente del resto de los Estados de aceptar la entrada de esa persona. Esta disposición, como podemos imaginar, suscitó importantes discusiones entre los Estados, dado que nos encontramos ante un delicado problema que afecta a uno de los núcleos de la soberanía, como es el establecer las reglas que permiten a una persona salir libremente de un país y si un Estado tiene la obligación de aceptar o no su entrada. En este sentido, el representante de la Unión Soviética, apoyado en este punto por los delegados de Ucrania, Bielorusia y Arabia Saudí143, señaló que la adopción de este artículo 13 vulneraba las disposiciones del artículo 2.7 de la Carta de las Naciones Unidas, artículo que, como sabemos, establece el principio de la no intervención en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados. Además, este artículo, siguiendo de nuevo la opinión del Sr Paulov (URSS), ignoraba deliberadamente el derecho de cada Estado a regular libremente la circulación de las personas en el interior de su territorio y la salida de dichas fronteras. Ya conocemos las enormes restricciones que los antiguos países del bloque socialista ponían tanto a la libre circulación dentro del país como, sobre todo, a la salida del país144.
LLANO, A.E.: La protección de la persona humana en el Derecho Internacional..., op. cit., p. 73. Estas y otras opiniones al respecto están reseñadas en VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration..., op. cit., pp. 147 y ss. 144 Este hecho ha sido destacado por GRAHL-MADSEN, A.: "Article 13", en EIDE, A...: op. cit., p. 210. 142 143
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En la misma línea, el artículo 14 se destina al reconocimiento del derecho de asilo, estableciendo que "en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país". Como vemos, en este artículo 14 se establece el derecho de toda persona que se encuentre en una situación de persecución a buscar asilo. Lo que no se establece, desgraciadamente para los seres humanos en esa situación de búsqueda de asilo, es la obligación de los países de recibir a los solicitantes de asilo, lo que, según algunos, priva de efectividad real a este derecho145. La concesión del asilo, por lo tanto, se va a configurar como un "acto facultativo, no un deber de cumplimiento obligatorio por parte de los Estados"146. Además, este derecho de asilo va a contar con las oportunas limitaciones, según se establece en el artículo 14.2. En virtud de este artículo, "este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas". El artículo 15 reconoce el derecho de toda persona a ostentar una nacionalidad, sin que nadie pueda ser privado de ella de una manera arbitraria, así como el derecho a cambiar de nacionalidad147. Este derecho es un derecho importante, dado que la nacionalidad se convierte en muchos casos en la condición para el disfrute de algunos de los derechos reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ante todo, el objetivo de este artículo 15 es evitar la apatridia, es decir, la situación jurídica en virtud de la cual una persona no ostenta ninguna nacionalidad148. El siguiente artículo, el 16, es un poco más polémico, dado que proclama el derecho a casarse sin ningún tipo de restricción149 y a fundar una familia, configurando a ésta como el "elemento natural y fundamental de la sociedad". Asimismo, este artículo proclama la igualdad entre hombres y mujeres en lo que concierne al matrimonio150. Decimos que es un LLANO, A.E.: La protección de la persona humana..., op. cit., p. 75. TINOCO CASADO, L.D.: "Artículo 14", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: op. cit., p. 97. 147 Artículo 15: 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. 2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad. 148 Un desarrollo de la mano de las Naciones Unidas de este artículo 15 se llevó a cabo mediante la Convención para reducir los casos de Apatridia, de 30 de agosto de 1961. 149 Puede resultarnos extraño el que se reconozca en la Declaración el derecho a casarse; sin embargo, sólo se puede entender este precepto si se analiza su significación histórica: "la II Guerra Mundial había demostrado los riesgos de una planificación estatal de la vida familiar, con criterios discriminatorios raciales, de nacionalidad o religión (proscripción de los matrimonios entre alemanes y personas que tuviesen la cuarta parte, o más, de ascendencia judía...)", en PEREZ VARGAS, V.: "Artículo 16", en ASOCIACION COSTARRICENSE...: op. cit., p. 108. 150 Artículo 16: 1. "Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. 145 146
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artículo polémico porque algunas delegaciones del mundo islámico presentes en las discusiones que condujeron a la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expresaron ciertas reservas al respecto motivadas fundamentalmente por factores de tipo cultural y de tipo religioso. Tal es así que, finalmente, como sabemos, Arabia Saudí se abstuvo en la votación final sobre la Declaración Universal porque no estaba totalmente de acuerdo con la redacción final de este artículo 16 y del artículo 18 que luego comentaremos. Las reservas por parte del mundo islámico venían dictadas básicamente por la peculiar forma de concebir el papel de los hombres y de las mujeres en la sociedad y por el papel que desempeña la religión en esa misma sociedad. Tal es así que, como ha señalado un comentarista islámico de la Declaración Universal, el artículo 16 contiene varias disposiciones "que van directamente contra la enseñanza islámica y que, por lo tanto, son completamente inaceptables para los musulmanes"151. En concreto, siguiendo en este punto a este autor, el Islam prohíbe el matrimonio entre un musulmán y alguien de otra religión, lo que contradice el párrafo 1º del artículo 16 que señala que los hombres y las mujeres tienen derecho a casarse "sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión". Asimismo, para el Islam no existe igualdad natural entre hombres y mujeres, la naturaleza les ha hecho diferentes, por lo que su papel y sus roles en la sociedad también van a ser diferentes. Por último, el Islam sólo acepta el divorcio cuando es solicitado por el hombre, no por la mujer, con lo cual no pueden aceptar que, tal y como señala el artículo 16.1, hombres y mujeres dispongan de los mismos derechos "en caso de disolución del matrimonio"152. Como vemos, desde el Islam se está cuestionando uno de los pilares básicos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cual es el principio de no discriminación. Al hilo de este análisis que acabamos de efectuar, debemos ser conscientes de que algunas de las disposiciones de la Declaración, en particular este artículo 16 que estamos comentando, pueden plantear ciertos problemas en cuanto a su aceptación universal. En este sentido, un gran conocedor de los derechos humanos como es el internacionalista australiano Philip Alston ha recomendado "la importancia de ser culturalmente sensibles en nuestra interpretación y aplicación de alguna de las normas contenidas en la Declaración", citando en especial este artículo 16 y su afirmación de que la familia es "el elemento natural y fundamental de la sociedad"153. Esta formulación puede que sea cierta en el mundo 2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. 3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado". 151 TABANDEH, S.: A Muslim Commentary of the Universal Declaration of Human Rights, F.T. Goulding&Company Limited, London, 1970, p. 35. 152 Un análisis detallado de todas estas reservas islámicas en torno al artículo 16 de la Declaración Universal figuran en TABANDEH, S.: A Muslim Commentary..., op. cit., pp. 36 y ss. 153 ALSTON, P.: "The Fortieth Anniversary of the Universal Declaration of Human Rights: A Time More for Reflection than for Celebration", en Human Rights in a Pluralist World..., op. cit., pp. 7 y 8. Asimismo, desde
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occidental, pero a medida que nos alejamos, en sentido cultural y antropológico, de ese mundo, esa misma afirmación se va difuminando y comienza a perder nitidez progresivamente. Por poner tan solo un ejemplo, la forma de entender la familia en ciertas partes de Africa no tiene nada que ver con la concepción occidental de la familia basada en la familia nuclear154. En última instancia, este tema nos está planteando la controvertida y espinosa cuestión de la universalidad de los derechos humanos recogidos en la Declaración. Otro aspecto sumamente conflictivo en relación a este artículo 16 de la Declaración Universal fue la cuestión del divorcio, dado que algunas delegaciones de países proclives al catolicismo no podían aceptar que en la Declaración Universal se hiciese una mención expresa a la posibilidad del divorcio155. Finalmente, ante la presión de los países que incluían el divorcio en su legislación, tuvieron que aceptar que se incluyese una mención indirecta al divorcio en este artículo 16. Nos estamos refiriendo al artículo 16.1, cuando se establece que "los hombres y las mujeres... disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio" (la cursiva es nuestra). Finalmente, el artículo 17 se dedica a reconocer el derecho de propiedad. Tras agrias polémicas e intensas discusiones entre las diversas delegaciones de los países del bloque socialista y del bloque capitalista se llegó a una suerte de consenso en cuanto a la formulación de este derecho. El derecho de propiedad quedó establecido de la siguiente forma: en el párrafo 1º del artículo 17 se señala que "toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente", disponiendo el inciso 2º del mismo artículo que "nadie será privado arbitrariamente de su propiedad", es decir, el derecho de propiedad no se va a configurar como un derecho absoluto sino que, bajo ciertas circunstancias, se le puede privar legítimamente a una persona de su propiedad156. Como podemos observar, el consenso se plasmó en que se reconoce la propiedad individual y colectivamente, con lo que se intentó dar cabida a las expectativas tanto del mundo occidental como del mundo oriental. Sin embargo, el consenso real estaba todavía muy lejos de conseguirse, como se demuestra en el hecho de
planteamientos feministas también se estaba en contra de esta declaración tan fuerte a favor de la familia. Normalmente, estas declaraciones en favor de la familia suelen ir en contra de los intereses de la mujer, dado que no se le reconocen derechos como individuo, sino tan solo como madre o ama de casa, cfr. al respecto MORSINK, J.: "Women's Rights in the Universal Declaration", op. cit., pp. 239 y ss. 154 En torno a la concepción de los derechos humanos en Africa desde un punto de vista cultural, ideológico y jurídico cfr. MOTALA, Z.: "Human Rights in Africa: A Cultural, Ideological and Legal Examination", Hastings International and Comparative Review, Vol. 12, nº 2, winter 1989, pp. 373-410. Ver en la misma línea KABUNDA BADI, M.: Derechos Humanos en Africa. Teorías y Prácticas, Universidad de Deusto, Bilbao, 2000. 155 Son significativas a este respecto las palabras de Ms. Vanistendael al señalar que "si la Declaración proclama el derecho a disolver el matrimonio, sería inaceptable para millones de cristianos de países que son miembros de las Naciones Unidas", citado en MORSINK, J.: "Women's Rights...", op. cit., p. 246. 156 ALFREDSSON, G.: "Article 17", en EIDE, A...: op. cit., p. 256.
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que cuando en 1966 se aprueben los dos Pactos Internacionales de derechos humanos en ninguno de ellos figure explícitamente el derecho de propiedad. 3.2.2.3. Derechos y libertades de carácter político (artículos 18 a 21). Si en el primer apartado, como hemos visto, se contenían los derechos y libertades de tipo civil, indispensables para un "régimen de Derecho", este régimen también debe contar ineludiblemente con los derechos y libertades de índole política. En esta línea, el artículo 18 se consagra al reconocimiento del "derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión"157. Como ya hemos puesto de relieve anteriormente, de nuevo algunas delegaciones de países islámicos plantearon problemas ante el reconocimiento de la libertad de religión y de cambio de religión, lo que contribuyó a la abstención de Arabia Saudí158. Como ha señalado René Cassin respecto a la postura de los países islámicos, en concreto en lo que concierne a la postura de Arabia Saudí, "es difícil exigir a regímenes teocráticos fundados sobre una religión determinada el proclamar la posibilidad para el individuo de evadirse de ella"159. Otro derecho básico para el establecimiento de un sistema democrático de derecho es el "derecho a la libertad de opinión y de expresión", plasmado en el artículo 19 de la Declaración160. Por su parte, el artículo 20 reconoce el derecho de toda persona "a la libertad de reunión y asociación pacíficas", estableciendo asimismo en su párrafo 2º que "nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación". El último de los artículos de este apartado es el destinado a consagrar el derecho a la participación política. Por la importancia que reviste este derecho para el establecimiento de una sociedad democrática reproducimos a continuación el artículo 21 de la Declaración Universal:
Como se señala en este artículo 18 de la Declaración, "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". 158 Asimismo, por las mismas razones, Egipto demandó que figurasen sus reservas como condición sine quae non para su voto afirmativo sobre el conjunto de la Declaración Universal. Sobre estas reservas de ciertos países islámicos ante los artículos 16 y 18 consultar VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle des Droits de l'Homme..., op. cit., p. 77. Las razones teológicas que subyacen a esta negativa a la posibilidad de cambiar de religión se encuentran en TABANDEH, S.: A Muslim Commentary of the Universal Declaration..., op. cit., pp. 70 y ss. 159 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l'homme"..., op. cit., p. 287. 160 Este artículo dispone que "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". 157
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1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. 2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país. 3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad de voto".
Como vemos, en este artículo se expresa de una forma diáfana el credo democrático liberal auspiciado por los países occidentales, basado en los principios de la soberanía popular y la participación política161. Ahora bien, este credo democrático planteaba a las delegaciones del bloque socialista y a ciertas delegaciones de países del tercer mundo ciertos problemas en cuanto a su aceptación con todas sus consecuencias. De nuevo este derecho a la participación política tiene que ser interpretado de una manera amplia y flexible para que sea susceptible de dar acogida en su seno a otros conceptos de democracia vigentes en ámbitos culturales ajenos a Occidente162. 3.2.2.4. Derechos económicos, sociales y culturales (artículos 22 a 27). Nos encontramos ante el conjunto de derechos que suponen una verdadera innovación en lo que concierne a la protección internacional de los derechos humanos. Hasta entonces, ningún texto internacional había recogido los llamados derechos de la segunda generación (los derechos de la primera generación son los derechos civiles y políticos surgidos de las Revoluciones burguesas del siglo XVIII). Como puso de manifiesto el representante belga en las discusiones tendentes a la aprobación de la Declaración Universal, "... es sólo a partir del artículo 22 cuando de verdad innovamos en materia de derechos humanos"163. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se convirtió así en "el primer texto jurídico-internacional que formula un catálogo omnicomprensivo de derechos humanos"164. Ahora bien, debemos matizar esta afirmación teniendo en cuenta que la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada en mayo de 1948, unos meses antes que la Declaración VOLIO JIMENEZ, F.: "Artículo 21", en ASOCIACION COSTARRICENSE...: op. cit., p. 149. Una aportación interesante en torno al concepto de poder político en las sociedades africanas lo podemos encontrar en MATALA KABANGU, T.: El poder por el poder en Africa, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 1996. Cfr. a su vez KUMADO, K.: "Africa and the Universal Declaration of Human Rights", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance in 1988, Report of the Maastricht/Utrecht Workshop..., op. cit., pp. 55-60. 163 Cfr. el texto reproducido en GONZALEZ, N.: "¿Hacia una nueva Declaración de Derechos Humanos?", en El derecho al desarrollo o el desarrollo de los derechos, Editorial Complutense, Madrid, 1991, p. 378. 164 SOMMERMANN, K-P.: "El desarrollo de los derechos humanos desde la Declaración Universal de 1948", en PEREZ LUÑO, A-E. (Coord.): Derechos Humanos y Constitucionalismo ante el Tercer Milenio, Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 98. 161 162
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Universal, recogía en su seno los derechos económicos, sociales y culturales. Además, este reconocimiento de los derechos de la segunda generación fue un reconocimiento más vigoroso que el que efectúa la Declaración Universal, aspecto éste que ha sido señalado como una de las principales diferencias entre ambos textos165. Sin embargo, la inclusión de estos derechos de carácter económico, social y cultural en el texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos estuvo lejos de ser una inclusión pacífica. Como ya hemos señalado con anterioridad, estos derechos eran los derechos propugnados fundamentalmente por los países socialistas y los países latinoamericanos, mientras que los países occidentales se mostraban reacios a su reconocimiento. Finalmente, tras superar escollos importantes, se consiguió plasmar en la Declaración Universal un equilibrio entre los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales, quizás uno de los mayores logros con los que cuenta en su haber la Declaración. En esta tarea fue fundamental el concurso de René Cassin; sin ningún género de dudas podemos afirmar que fue gracias a sus dotes intelectuales y a sus habilidades en cuanto a la negociación que se superaron con éxito las enormes dificultades y reticencias que había al respecto. Como ha puesto de manifiesto Albert Verdoot en cuanto a la influencia destacada del profesor Cassin, "este último se beneficia de su pasado de jurista eminente y de sus capacidades particulares para conciliar las tendencias liberales de la Declaración Francesa de 1789 y las tendencias socialistas de las Constituciones modernas, especialmente las de la URSS. Consiguió mantener en la Declaración Universal tanto los derechos tradicionales como los nuevos derechos económicos y sociales"166.
Aún así, y a pesar de todos los esfuerzos desplegados para que el equilibrio entre las dos categorías de derechos fuera satisfactorio para todos, la delegación de la Unión Sudafricana se abstuvo en la votación final sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos por dar entrada a los derechos económicos y sociales. Para este país, los derechos económicos, sociales y culturales, que no pueden gozar de la consideración de libertades fundamentales, jamás deberían haber figurado en el texto de la Declaración.
Para Gros Espiell, la Declaración Americana "enumera con mejor precisión los derechos económicos, sociales y culturales, que la Declaración Universal resume excesivamente (art. 22 a 27)", en GROS ESPIELL, H.: "La Declaración Americana...", op. cit., p. 51. 166 VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle..., op. cit., p. 49. En la misma línea, Eide y Alfredsson definieron a René Cassin como "un eminente redactor con un profundo compromiso social...", en EIDE, A. and ALFREDSSON, G.: "Introduction", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights..., op. cit., p. 11. 165
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Sin niguna duda el artículo más importante del catálogo de los derechos económicos, sociales y culturales es el artículo 22, una especie de artículo chapeau167, como fue definido por el propio René Cassin, es decir, un artículo que sirve de base y que marca las directrices generales de todos los derechos consignados en este capítulo. Este artículo es el que reconoce el derecho de toda persona a la seguridad social. Como reza el propio artículo 22, "toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad".
En primer lugar, es importante el reconocimiento que este artículo realiza del derecho que ostenta toda persona a la seguridad social. Por otra parte, es igualmente significativa la caracterización que efectúa de los derechos económicos, sociales y culturales como "indispensables" para la dignidad de la persona humana y para el "libre desarrollo de su personalidad". Estas afirmaciones son de una crucial trascendencia y sirven para apuntalar definitivamente ese "concepto más amplio de la libertad" del que habla el preámbulo de la Declaración Universal que ya hemos comentado168. Con este artículo 22 queda establecida de una forma clara y contundente la indivisibilidad e interdependencia de las dos categorías de derechos humanos, tanto los derechos civiles y políticos como los derechos económicos, sociales y culturales169. Ambas categorías de derechos tienen que recibir un trato adecuado si de verdad se quiere garantizar la plena dignidad de la persona. Sin embargo, en la práctica las divergencias entre las diferentes concepciones de los derechos humanos han seguido planeando, dificultando una verdadera definición omnicomprensiva de los mismos. Como ha afirmado, con un cierto tono escéptico, el profesor Cassese, "las divergencias son profundas y de poco valen las fórmulas diplomáticas con las que se ha intentado, en la documentación, superar las distancias entre las orillas opuestas. Una de esas fórmulas habla de indivisibilidad e interdependencia. Cómodo slogan que sirve para aplacar la
Ver al respecto el prefacio que René Cassin realiza en la obra de VERDOOT, A.: op. cit., p. IX. En este punto ya hemos puesto de relieve la enorme importancia que jugó el Presidente Roosevelt, con su Discurso sobre las Cuatro Libertades, en el que planteaba la necesidad de los derechos económicos y sociales para un adecuado concepto de libertad, JOHNSON, M.G.: "The Contributions of Eleanor and Franklin Roosevelt to the Development of International Protection for Human Rights", op. cit., pp. 20 y ss. 169 La indivisibilidad e interdependencia del conjunto de los derechos humanos ha sido reafirmada de manera insistente por diversas resoluciones por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Asimismo, tanto la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Teherán (1968) como la celebrada en Viena en 1993 han proclamado dicha indivisibilidad e interdependencia. En concreto, la Declaración de Viena afirma que todos los derechos humanos "son indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí", en Declaración y Programa de Acción de Viena, Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena, 14 a 25 de junio de 1993, A/CONF.157/23, de 12 de julio de 1993, párrafo 5. 167 168
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discusión dejando las cosas tal como estaban. En realidad, los problemas perduran y los choques políticos e ideológicos tan solo se postergan, para reproducirse con mayor aspereza a la primera ocasión"170.
Una muestra de estas profundas divisiones, y de lo difícil que resulta superarlas con éxito en la práctica, viene dada por las negociaciones conducentes a la aprobación de un Pacto Internacional de Derechos Humanos que complementase las disposiciones de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las discusiones comenzaron nada más aprobarse la Declaración Universal en 1948. Sin embargo, las labores no se pudieron concluir hasta 18 años más tarde, en 1966, y los Pactos no pudieron entrar en vigor más que diez años más tarde, en 1976. Y además, no fue posible la aprobación de un único Pacto que recogiese todos los derechos humanos fundamentales. Finalmente, a causa de las vicisitudes de la Guerra Fría y del enfrentamiento político e ideológico entre los países occidentales y los países de la órbita socialista, se procedió a la aprobación de dos Pactos Internacionales, uno consagrado a los derechos civiles y políticos y otro dedicado al reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales171. En la actualidad, una vez acabada la Guerra Fría, es de esperar que los conflictos en cuanto a la concepción de los derechos humanos vayan remitiendo172. No obstante, ha sido Philip Alston quien previene contra "el claro intento de excluir los derechos económicos, sociales y culturales" de una cabal definición de los derechos humanos, intento que fundamentalmente se está produciendo por parte de los Estados Unidos173. Como ha señalado en este mismo sentido Martha H. Good, haciendo referencia al Discurso sobre las Cuatro Libertades del Presidente Roosevelt y a su defensa de los derechos económicos y sociales, "más de cuarenta años más tarde de la propuesta de Roosevelt no existe libertad frente a la necesidad ni en el mundo ni en Estados Unidos, con multitud de datos que lo demuestran"174.
CASSESE, A.: Los derechos humanos en el mundo contemporáneo..., op. cit., p. 72. Paradójicamente, ambos Pactos Internacionales fueron aprobados el mismo día y en la misma sesión por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 16 de diciembre de 1966. 172 Tal es así que muchos países del extinto bloque socialista se están incorporando al Consejo de Europa y están ratificando la Convención Europea de Derechos Humanos (1950). Sobre esta cuestión se puede consultar SAENZ DE SANTA MARIA, M.P.: "Consejo de Europa y derechos humanos: desarrollos recientes", en Andorra en el ámbito jurídico europeo, XVI Jornadas de la Asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, Principado de Andorra, 21-23 de septiembre de 1995, Marcial Pons, Madrid, 1996, en particular pp. 215 y ss.. 173 ALSTON, P.: "The Fortieth Anniversary of the Universal Declaration of Human Rights...", op. cit., p. 6. Una muestra de este intento de exclusión es el hecho de que Estados Unidos todavía no haya ratificado el Pacto Internacional de derechos económicos, sociales y culturales y, lo que es más grave aún, no parecen existir indicios fiables de que lo vaya a hacer en un lapso de tiempo más o menos cercano. 174 Como pone de relieve esta misma autora, "los Tribunales americanos no han reconocido nunca un deber gubernamental de proporcionar beneficios de subsistencia a los ciudadanos", GOOD, M.H.: "Freedom from Want: the Failure of United States Courts to Protect Subsistence Rights", op. cit., p. 335. 170 171
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Otro elemento importante que hay que destacar en este artículo 22, y que contribuye a la caracterización general de los derechos económicos, sociales y culturales, es que estos últimos van a depender del "esfuerzo nacional" y de la "cooperación internacional". Es decir, para la satisfacción de los derechos de la segunda generación es esencial, en primer lugar, el esfuerzo que tienen que realizar los Estados; es una tarea que incumbe primordialmente a cada Estado, que debe convertirse así en el garante principal de los derechos económicos, sociales y culturales de sus ciudadanos. Ahora bien, cuando los recursos de un Estado no sean suficientes, será necesario el reforzamiento de la cooperación internacional. Y es que cuando nos enfrentamos con los derechos de la segunda generación caemos en la cuenta de que son derechos que dependen de los recursos económicos y de todo tipo con los que cuentan los Estados. Estos derechos no son derechos absolutos, sino que están caracterizados por las notas de relatividad y progresividad; en todo momento van a depender de la cantidad de recursos disponibles. El propio artículo 22 reconoce que estos derechos van a depender de "la organización y los recursos de cada Estado". La conclusión que podemos obtener es que para el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales se tiene que producir una necesaria complementariedad entre el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, sobre todo si tenemos en cuenta las dificultades por las que atraviesan cantidad de países del Tercer Mundo. En muchos de estos países, ante la insuficiencia de recursos, los derechos de la segunda generación pasan inexorablemente por el establecimiento de unas relaciones de cooperación más estrechas con los países industrializados. En este sentido, en la actualidad estamos asistiendo al divorcio cada vez más nítido entre los países desarrollados y los países subdesarrollados en cuanto a la forma de concebir los derechos humanos y en cuanto al énfasis que hay que otorgar a unos u otros derechos. En acertadas palabras de Eide y Alfredsson, "existen indicios de que las tensiones previas entre el Este y el Oeste están siendo reemplazadas por diferencias crecientes entre el Norte y el Sur"175. El debate sobre los llamados derechos de la tercera generación o derechos de la solidaridad, aparecidos en los años setenta, es una muestra de esta tensión creciente176.
EIDE, A. and ALFREDSSON, G.: "Introduction", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF, L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights..., op. cit., p. 12. 176 Los derechos de la tercera generación son unos nuevos derechos que han surgido de la mano de los países en desarrollo y que ponen el acento en sus principales demandas y necesidades. Como era previsible, estos nuevos derechos se han topado con una oposición rotunda por parte de los países desarrollados. Entre estos nuevos derechos podríamos destacar el derecho al desarrollo, el derecho al medio ambiente, el derecho a la asistencia humanitaria, el derecho a la paz... Sobre el tema de los derechos humanos de la tercera generación existe una amplia literatura, sobre todo proviniente de autores del Tercer Mundo. Entre otros, podemos destacar, URIBE VARGAS, D.: La tercera generación de derechos humanos y la paz, Plaza&Janes, Bogotá, 1986; ALSTON, P.: "Conjuring up new human rights: a proposal for quality control", American Journal of International Law, Vol. 78, 1984, pp. 607-621; MARKS, S.: "Emerging Human Rights: a new generation for the 1980s?", Rutgers law Review, Vol. 33, 1981, pp. 435-452. 175
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Por lo tanto, hemos comprobado cómo este importantísimo artículo 22 sirve de pórtico para el conjunto de los derechos económicos, sociales y culturales, contribuyendo a perfilar sus principales características. Es decir, cumple una función propedéutica177, como ocurría con el artículo 3 de la Declaración respecto a los derechos civiles y políticos. El siguiente artículo del apartado dedicado a los derechos de la segunda generación viene constituido por el artículo 23, que consagra el derecho al trabajo y a un salario equitativo y el derecho a sindicarse libremente178. Este derecho al trabajo viene complementado por el artículo 24, que contempla el derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la jornada laboral y a vacaciones periódicas pagadas. Ahora bien, debemos tener en cuenta que estos artículos 23 y 24 de la Declaración Universal "no hacen más que consagrar al más alto nivel internacional principios que ya venían siendo incorporados a las Convenciones y Recomendaciones de la OIT"179. Otro artículo importante es el artículo 25, que se dedica al reconocimiento del derecho a un nivel de vida adecuado para todas las personas. Como ya vimos en su momento, este artículo 25 hay que examinarlo a la luz del artículo 3 de la Declaración, es decir, a la luz del derecho a la vida. Y es que, siguiendo en este punto las acertadas palabras de Gonzalo J. Facio, "en los países pobres, el derecho a la vida se vincula sobre todo con la posibilidad de cubrir las necesidades mínimas para subsistir, como la alimentación, la vivienda, la salud, la educación..."180. Por lo tanto, como dispone el propio artículo 25.1, "toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios se subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad"181.
El artículo 26 es el que se dedica al reconocimiento del derecho a la educación, estableciendo algunos principios aplicables a este derecho. En primer lugar, señala la Declaración, la educación será gratuita, "al menos en lo concerniente a la instrucción RABOSSI, E.: La Carta Internacional de Derechos Humanos, op. cit., p. 17. El derecho al trabajo viene delimitado en este artículo 23 con cierto detalle, por lo que nos remitimos para su consulta al Anexo de este libro en el que figura el texto completo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 179 ARAUZ AGUILAR, A.: "Artículos 23 y 24", en ASOCIACION COSTARRICENSE...: op. cit., p. 174. 180 FACIO. G.J.: "Artículo 22", en ASOCIACION COSTARRICENSE...: op. cit., p. 166. 181 Asimismo, y gracias a la influencia de la Comisión para la Condición Jurídica y Social de la Mujer, presidida por la Sra. Begtrup, se incluyó el inciso 2º de este artículo 25, que se dedica a la protección específica de la maternidad y la infancia así como a la equiparación en cuanto a la protección social de los niños nacidos dentro o fuera del matrimonio. 177 178
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elemental y fundamental". En segundo lugar, se dispone la obligatoriedad de dicha instrucción elemental. Finalmente, en cuanto a los estudios superiores, se proclama que el acceso a los mismos "será igual para todos, en función de los méritos respectivos". El artículo 26 en su párrafo segundo va a ser un artículo de una enorme trascendencia, dado que es donde se establece cuáles van a ser los objetivos de la educación. En virtud de esta disposición, "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz".
Como podemos observar, la educación, tal y como viene contemplada en la Declaración Universal, tiene que ir claramente orientada hacia el respeto y la promoción de los derechos humanos, la tolerancia y la paz182. Es aquí donde cobra toda su relevancia la Educación en Derechos Humanos183 como un medio fundamental para convertir a los sistemas educativos en instrumentos para el goce y la promoción de los derechos humanos, la democracia, la paz y el desarrollo. No es otro el sentido de la afirmación que figura en la Declaración de Viena de 1993. En esta Declaración, "la Conferencia Mundial de Derechos Humanos reitera el deber de los Estados... de encauzar la educación de manera que se fortalezca el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales. La Conferencia destaca la importancia de incorporar la cuestión de los derechos humanos en los programas de educación y pide a los Estados que procedan en consecuencia. La educación debe fomentar la comprensión, la tolerancia, la paz y las relaciones de amistad entre las naciones y entre los grupos raciales o religiosos... En consecuencia, la educación en materia de derechos humanos y la difusión de información adecuada... desempeñan un papel importante en la promoción y el respeto de los derechos humanos..." 184.
FLINTERMAN, C.: "The Universal Declaration of Human Rights and the need for Human Rights Education", en The Universal Declaration of Human Rights: its Significance in 1988, op. cit., pp. 41-44. 183 En torno a la Educación en Derechos Humanos están apareciendo en los últimos años diferentes materiales que tratan de promover y extender dicha educación. Entre otros, ANDREOPOULOS, G.J. and CLAUDE, R.P. (Eds.): Human Rights Education for the Twenty-First Century, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1997; INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS: Educación en Derechos Humanos. Texto Autoformativo, IIDH, San José, 1994; AMNISTIA INTERNACIONAL: Educación en Derechos Humanos. Propuestas Didácticas, Los Libros de la Catarata, Madrid, 1995. 184 Declaración y Programa de Acción de Viena, Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena, 14 a 25 de junio de 1993, párrafo 33. 182
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Al hilo de esta gran importancia otorgada a la Educación en Derechos Humanos, algunos han llegado a afirmar que, tras el proceso iniciado con la Declaración Universal de Derechos Humanos, dicha educación ha pasado a convertirse en un auténtico derecho humano, el derecho a la educación en derechos humanos185. Finalmente, como uno de los últimos elementos del derecho a la educación, el párrafo 3º del artículo 26 de la Declaración Universal establece el derecho "preferente" de los padres "a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos", es decir, se proclama el principio de la libertad de elección por parte de los padres del sistema educativo que quieren para sus hijos186. El siguiente artículo, el 27, establece el derecho de toda persona a participar en la vida cultural de la comunidad así como a beneficiarse de ella, protegiendo asimismo los derechos de autor . El párrafo 1º de este artículo dispone que "toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten". Como vemos, en esta disposición se tratan de introducir los derechos culturales como categoría separada y diferenciada. Sin embargo, debemos poner de manifiesto, como la mayor parte de los autores coincide en destacar, la poca atención prestada en la Declaración Universal a los derechos culturales, a pesar de que hubo serios intentos de que desempeñasen un papel más relevante187. Una de las razones más importantes que explican este escaso interés prestado a los derechos culturales parece ser que fue el rechazo a incluir los derechos de las minorías en la Declaración188, lo que contrasta notablemente con el reconocimiento de los derechos de las minorías en la época de la Sociedad de Naciones, como vimos en su momento. Lo cierto es que la introducción o no de los derechos de las minorías en la Declaración Universal fue una de las cuestiones más controvertidas durante el proceso de elaboración de la Declaración189. La oposición más fuerte vino de la mano de los países occidentales y, sobre todo, de los países latinoamericanos, que consideraban que en América Latina no existían minorías, ni de ALFREDSSON, G.: "The Right to Human Rights Education", en EIDE, A.; KRAUSE, C. and ROSAS, A. (Eds.): Economic, Social and Cultural Rights, Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht, 1995, pp. 213-227. 186 ARAJARVI, P.: "Article 26", en EIDE, A...: op. cit., p. 411. 187 En este sentido es interesante destacar la aportación de la American Anthropological Association, cuyo Comité Ejecutivo presento a la comisión encargada de elaborar la Declaración Universal en 1947 un texto en el que abogaban por un reconocimiento de la importancia de los derechos de los grupos culturales. Ver el texto del Executive Board en "Statement on Human Rights submitted to the Commission on Human Rights", American Anthropologist, Vol. 49, nº 4, october-december 1947. Sin embargo, estas aportaciones parece que no tuvieron mucho éxito, dado que no se reflejaron en el texto final de la Declaración. Sobre esta aportación desde el mundo de la antropología consultar el artículo de Xabier Etxeberría sobre la universalidad de los derechos humanos en este mismo libro. 188 MELANDER, G.: "Article 27", en EIDE, A...: op. cit., p. 429. 189 SAMNOY, A.: Human Rights as International Consensus. The Making of the Universal Declaration..., op. cit., p. 91. 185
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carácter indígena ni de carácter nacional. Esto ha sido criticado desde diversas instancias190, dado que suponía desconocer la realidad de las minorías y de los pueblos indígenas, auténtica humanidad ausente191 en el proceso de elaboración de la Declaración Universal de Derechos Humanos, lo que planteaba, a su vez, problemas en cuanto a su pretendida universalidad192; los Estados presentes se arrogaron "el derecho de decidir no sólo sobre sí mismos, sino también sobre la totalidad de los pueblos del mundo... Daban de momento por incapacitada a la mayoría de la humanidad para hacerse cargo inmediato de sus propios derechos"193. Finalmente, como ya sabemos, la ausencia de los derechos de las minorías fue una de las principales lagunas de la Declaración Universal, laguna que se ha tratado de ir subsanando con el paso del tiempo194. Por su parte, el segundo párrafo del artículo 27 que venimos comentando se consagra al reconocimiento de los derechos de autor, disponiendo que "toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora". Pues bien, como observamos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos realiza un reconocimiento muy significativo de los más importantes derechos económicos, sociales y culturales, contribuyendo así, por lo menos ésa es su intención, a la indivisibilidad e interdependencia de las dos generaciones de derechos humanos, los civiles y políticos, por un lado, y los económicos, sociales y culturales, por el otro. 3.2.2.5. Derechos que señalan los vínculos entre el individuo y la sociedad (artículos 28 a 30). Estos artículos han sido denominados por René Cassin como "el frontspicio de la Declaración Universal"195, denotando así la enorme importancia de la que gozan. Estas VAN BOVEN, T.: "40 Years of the Universal Declaration of Human Rights", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance..., op. cit., p. 17. 191 Esta expresión se la debemos al gran experto de la Universidad de Sevilla en derechos de los pueblos indígenas Bartolomé Clavero, CLAVERO, B.: "De los ecos a las voces, de las leyes indigenistas a los derechos indígenas", en Derechos de los Pueblos Indígenas, op. cit., p. 37. 192 STAVENHAGEN, R.: "The Universal Declaration: Cultural and Structural Constraints", en The Universal Declaration..., op. cit., pp. 71 y ss. 193 CLAVERO, B.: "De los ecos...", op. cit., p. 37. 194 En cuanto a los derechos de las minorías, en 1966 el Pacto Internacional de los derechos civiles y políticos, en su artículo 27, estableció que "en los Estados en que existan minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, no se negará a las personas que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les corresponde, en común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural; a profesar y practicar su propia religión y a emplear su propio idioma". En lo que concierne a los derechos de los pueblos indígenas, la labor más importante ha correspondido a la OIT, con diferentes Convenios en ese sentido. El más importante y reciente es el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, Convenio 169 de la OIT, de 27 de junio de 1989. En el ámbito de las Naciones Unidas se está discutiendo un Proyecto de Declaración sobre los Derechos de las Poblaciones Indígenas, E/CN.4/1995/2. 195 CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle et la mise en ouvre...", op. cit., p. 278. 190
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disposiciones vienen a precisar que "el pleno y libre desarrollo de la personalidad del individuo sólo es posible cuando forma parte de una comunidad y observa sus deberes hacia ella"196. Sin embargo, a pesar de este énfasis especial del profesor Cassin en relación a estos artículos, lo cierto es que se les ha prestado muy poca atención en el desarrollo posterior de las disposiciones de la Declaración; en cierta medida, se ha producido un cierto "olvido" de estas disposiciones, olvido que, a nuestro juicio, es un olvido plenamente consciente, ya que no se está dispuesto a aceptar todas las consecuencias que se derivarían de una aceptación plena y efectiva de estos artículos197. La primera de estas disposiciones es el artículo 28, un derecho humano que ha sido calificado como "excepcional"198, y que establece que "toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos".
En este artículo, como podemos comprobar, se proclama la importancia del orden social e internacional para la satisfacción de los derechos humanos. Es decir, los derechos humanos van a depender en muchas ocasiones del orden social que prevalezca en un determinado Estado así como de la estructuración del orden internacional. Para muchos, este artículo 28 es el germen de lo que en los años setenta se denominó el Enfoque Estructural de los Derechos Humanos199. Este Enfoque Estructural ponía el acento en la importancia que tiene tanto la estructura interna como la estructura internacional para el adecuado disfrute de los derechos humanos. Muchas veces son las estructuras políticas, sociales, económicas, culturales... a nivel interno y en la esfera internacional las que se esconden detrás de gravísimas violaciones de los derechos humanos. Y es que, como se encarga de recordar la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson,
EIDE, A.: "The Universal Declaration in Space and Time", en Human Rights in a Pluralist World..., op. cit., p. 19. 197 Es muy ilustrativo el que en los Pactos Internacionales de 1966 no se realice ninguna mención ni a los deberes del individuo hacia la comunidad ni al artículo 28, el artículo que relaciona el disfrute de los derechos humanos con el establecimiento de un determinado orden social e internacional. 198 ABELLAN HONRUBIA, V.: "Internacionalización del concepto y de los contenidos de los derechos humanos", en CENTRO PIGNATELLI (Ed.): Los Derechos Humanos, camino hacia la Paz, Seminario de Investigación para la Paz-Diputación General de Aragón, Zaragoza, p. 19. 199 Sobre el Enfoque Estructural de los Derechos Humanos y la importancia del orden interno e internacional para los derechos humanos ver VAN BOVEN, T.: "Human Rights and Development. Rhetorics and Realities", en Festschrift für Felix Ermacora, E. Verlag, Strasbourg, 1988, pp. 575-587. 196
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"lo que es inaceptable... es la falta de igualdad en el mundo, las evidentes e inaceptables desigualdades que niegan a la gente un nivel razonable de derechos humanos y que, muy a menudo, se convierten en violaciones de sus derechos" 200.
En última instancia, el artículo 28 pretende subrayar, en opinión de Cassese, que los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal "sólo podrán llevarse a la práctica si se instaura una estructura social que permita el desarrollo de los países y si el contexto internacional general facilita el despegue económico de los países pobres o una mayor redistribución de la riqueza en los países desarrollados"201. Este derecho a un determinado orden social e internacional ha sido criticado por muchos autores, que lo han calificado como una disposición utópica y carente de realismo202. Como respuesta a estas críticas, el profesor Gros Espiell ha señalado que "utópica o no, esta forma de considerar la cuestión es de capital importancia, no sólo teóricamente, sino incluso con un enfoque práctico, porque la utopía ha sido y es, en ciertas condiciones históricas, un motor insustituible del progreso y la evolución política, ideológica, económica, social y jurídica de la humanidad" 203.
Lo cierto es que la grave situación de subdesarrollo, miseria, enfermedad, degradación medioambiental... que sufren tres cuartas partes de la humanidad supone uno de los ataques más graves y más flagrantes contra los derechos humanos fundamentales. Es por ello que, sobre la base de este artículo 28 de la Declaración Universal204, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 1986 el derecho al desarrollo como "derecho inalienable en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo económico, social, cultural y político, en el que puedan realizarse plenamente todos Entrevista concedida a EL PAIS, 16 de febrero de 1998, p. 3. CASSESE, A.: Los derechos humanos en el mundo contemporáneo..., op. cit., p. 47. No en vano, este artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se encuentra en la base del surgimiento de los derechos humanos de la tercera generación, en particular del derecho al desarrollo, ya que este derecho propugna la legitimidad de los individuos y de los pueblos para reivindicar un determinado grado de desarrollo económico, social, cultural... Ver al respecto GOMEZ ISA, F.: El derecho al desarrollo como derecho humano en el ámbito jurídico internacional, Universidad de Deusto, Bilbao, 1999. 202 El profesor Christian Tomuschat se ha llegado a plantear la duda de si, "desde una perspectiva realista, se debería mantener el artículo 28... Los derechos de naturaleza puramente utópica probablemente contribuyan a desacreditar los derechos humanos como si se tratase de cuentos que nada tienen que ver con la realidad", TOMUSCHAT, C.: "The Universal Declaration of Human Rights: Does it Need any Updating?", op. cit., p. 79. 203 GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos II..., op. cit., pp. 349 y 350. 204 Como ha señalado al respecto Clarence J. Dias, "la Declaración Universal de Derechos Humanos proporciona tanto la lógica como la inspiración para el derecho al desarrollo... La Declaración sobre el derecho al desarrollo y ulteriores esfuerzos para realizar el derecho al desarrollo serían una forma gloriosa de afirmar los verdaderos valores universales de la Declaración Universal", DIAS, C.J.: "From Self-Perpetuation of the Few to Survival with Dignity of the Many: the crucial importance of an Effective Right to Development", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance in 1988, Report of the Maastricht/Utrecht Workshop..., op. cit., p. 24. 200 201
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los derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar de él"205. Por lo tanto, como ha señalado en este sentido Victoria Abellán, "la promoción internacional de los derechos humanos exige la formación de una sociedad solidaria a nivel internacional. Y es en este marco donde cobra su pleno sentido el artículo 28 de la Declaración Universal"206. El artículo 29, en su primer inciso, también es un artículo importante, fundamentalmente porque nos sitúa ante una óptica diferente a la tradicional a la hora de abordar los derechos humanos. Esta nueva óptica es la que hace referencia a los deberes que tiene toda persona hacia la comunidad en la que está inserta. En virtud de esta disposición, "toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad".
Esta disposición hay que analizarla conjuntamente con el artículo 1 de la Declaración que, como vimos en su momento, establece que todos los seres humanos "deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Como podemos comprobar, se sitúa al individuo no ya sólo ante derechos frente a los demás, sino también frente a determinadas obligaciones hacia el resto de la comunidad207. Se ha llegado a defender que entre los derechos y los deberes existe una relación de necesaria complementariedad, serían como dos caras de una misma moneda208. Y es que "es evidente que un orden jurídico que reconozca y garantice derechos del ser humano, sólo puede existir si esos derechos se integran en un sistema que asegure la armonización de los derechos de todos. Los derechos de cada hombre no pueden ser, por naturaleza, ilimitados, ya que únicamente pueden ser tales si coexisten con y respetan a los derechos de los demás"209. En este sentido, es curioso comprobar cómo en Occidente se ha puesto el énfasis en los derechos individuales de las personas, olvidando prácticamente por Declaración sobre el derecho al desarrollo, resolución 41/128, de 4 de diciembre de 1986. Debemos tener en cuenta que en el tercer considerando del Preámbulo de esta Declaración sobre el derecho al desarrollo se realiza una mención expresa al artículo 28 de la Declaración Universal. En él, la Asamblea General de las Naciones Unidas considera que, "conforme a las disposiciones de la Declaración Universal de Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a un orden social e internacional en el que se puedan realizar plenamente los derechos y las libertades enunciados en esta Declaración". Un estudio pormenorizado en torno al derecho al desarrollo y a su vínculo con este artículo 28 se encuentra en GOMEZ ISA, F.: El derecho al desarrollo como derecho humano en el ámbito jurídico internacional, Universidad de Deusto, Bilbao, 1999. 206 ABELLAN HONRUBIA, V.: "Internacionalización del concepto y de los contenidos...", op. cit., p. 20. 207 Quizás el estudio más riguroso sobre los deberes de las personas hacia la comunidad es el realizado por la Relatora Especial de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías, Erica-Irene A. Daes: Los deberes de toda persona respecto de la comunidad y las limitaciones de los derechos y libertades humanos según el artículo 29 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, E/CN.4/Sub.2/432/Rev.2. 208 OPSHAL, T.: "Articles 29 and 30. The Other Side of the Coin", en EIDE, A.; ALFREDSSON, G.; MELANDER, G.; REHOF. L.A. and ROSAS, A. (Eds.): The Universal Declaration of Human Rights: A Commentary, Scandinavian University Press, Oslo, 1992, pp. 449-470. 209 GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos II..., op. cit., p. 321. 205
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completo la existencia de deberes correlativos, mientras que en otros ámbitos culturales, como pueden ser el africano o el latinoamericano, los deberes ocupan un lugar de relativa importancia. Este hecho explica que la Declaración Universal realice un reconocimiento de los deberes bastante discreto, "casi protocolario"210 según algunos, pasando a ocupar en el texto un lugar muy modesto. Para ver cuál era la opinión respecto de los deberes de las delegaciones occidentales que estaban redactando la Declaración Universal, puede resultarnos útil el referirnos a unas palabras de la representante norteamericana, Eleanor Roosevelt, en una de las primeras sesiones del grupo de trabajo del comité de redacción. En su cualificada opinión, "la tarea que se nos ha encomendado es la de proclamar los derechos y las libertades fundamentales del ser humano... no la de enumerar sus obligaciones"211. Las razones que nos ayudan a explicar este rol tan modesto de los deberes del ser humano en la Declaración Universal de los Derechos Humanos son, en primer lugar, el individualismo liberal en el que se inspira, individualismo que pone el acento fundamentalmente en los derechos del individuo en detrimento de cualquier consideración sobre los deberes; en segundo lugar, el contexto en el que surge la propia Declaración, contexto marcado por los horrores cometidos contra los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial. Estos horrores hicieron que, a la hora de elaborar la Declaración, el objetivo esencial fuese tratar de proclamar un catálogo lo más amplio posible de derechos humanos. Por último, otra razón venía motivada por los excesos que habían cometido los Estados fascistas, Estados que habían puesto un énfasis especial en la promoción de los deberes del individuo hacia la comunidad. Todas estas razones, entre otras, llevaron a que se tratase de minimizar al máximo el papel de los deberes en el texto de la Declaración, como antídoto ante futuras tiranías y excesos por parte del poder212. Ahora bien, finalmente hubo que dar entrada a los deberes en la Declaración Universal, aunque de una forma extremadamente tímida, como ya hemos señalado. Esta inclusión de los deberes de las personas hacia la comunidad supuso un "rechazo del individualismo del siglo XVIII dado que establece una conexión orgánica entre el individuo y, bien el Estado, bien la sociedad..., es decir, constituye un refinamiento de la filosofía clásica de los derechos naturales"213. En suma, la consagración de los deberes en la Declaración BLAZQUEZ, N.: "El recurso a la dignidad humana en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas", en Dignidad de la Persona y Derechos Humanos, op. cit., p. 111. 211 Estas palabras, al no existir actas oficiales de las primeras reuniones del grupo de trabajo, fueron recogidas por René Cassin en CASSIN, R.: "De la place faite aux devoirs de l'individu dans la Déclaration Universelle des Droits de l'Homme", en Problèmes des Droits de l'Homme et de l'unification européene. Mélanges offerts à Polys Modinos, Pedone, Paris, 1968, p. 481. 212 Una reflexión muy sugerente sobre todas estas razones para explicar el tímido papel de los deberes en la Declaración se encuentra en MADIOT, Y.: Considérations sur les droits et les devoirs de l'Homme, Bruylant, Bruxelles, 1998, pp. 111 y ss. 213 MORSINK, J.: "The Philosophy of the Universal Declaration", op. cir., p. 319. 210
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Universal de los Derechos Humanos fue uno de los elementos que contribuyó a la transformación del "alma liberal de la Declaración"214. Como vemos, la Declaración inauguraba así una nueva concepción de los derechos humanos en la que, a diferencia de la doctrina clásica de los derechos humanos, el ser humano ya no era un ser absolutamente aislado sino que se consideraba como miembro de la sociedad. Es decir, "en estas nuevas concepciones ya el hombre no era una mónada aislada e individualista, sino más bien el miembro de una colectividad frente a la cual tiene la obligación concreta de contribuir a mantenerla y mejorarla"215. Finalmente, en la primavera de 1948, ante las presiones de los países socialistas y de los países de América Latina, se acabó aceptando la inclusión de los deberes tal y como figuran en el artículo 29.1. Sin embargo, es curioso comprobar cómo en el Preámbulo de la Declaración Universal, auténtico pórtico ideológico de este instrumento, no se realiza ni una sola referencia a los deberes del ser humano tanto hacia la sociedad como hacia el resto de sus semejantes. En este sentido, el contraste es enorme con el Preámbulo de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que había sido aprobada meses antes, el 2 de mayo de 1948. El propio título de la Declaración ya es indicativo del papel que se quiere atribuir a los deberes, dado que toma el nombre de Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Desde el comienzo, el Preámbulo de la Declaración Americana lleva a cabo un reconocimiento muy amplio de los deberes del ser humano, dedicando la mayor parte de sus párrafos a dicho reconocimiento. Por la enorme importancia atribuida a los deberes en esta Declaración, reproducimos aquí algunos de los pronunciamientos más explícitos del Preámbulo a este respecto. El párrafo 1º establece que "todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los unos con los otros" (observamos aquí que, salvo la referencia a la naturaleza, esta disposición es idéntica al artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos). El párrafo 2º señala, por su parte, que "el cumplimiento del deber de cada uno es exigencia del derecho de todos. Derechos y deberes se integran correlativamente en toda actividad social y política del hombre...". A continuación se proclaman los deberes de "servir al espíritu" (párrafo 4º), "ejercer, mantener y estimular... la cultura" (párrafo 5º) o, finalmente, acatar siempre "la moral y buenas maneras" (párrafo 6º). Como vemos, los deberes juegan un papel primordial en este Preámbulo de la Declaración Americana de los Derechos Humanos, a diferencia de lo que ocurre con el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, muestra evidente de que no se les quería ARGUEDAS, C.M.: "Artículo 30", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal de Derechos Humanos. Comentarios y Texto, op. cit., p. 202. 215 HERNANDEZ VALLE, R.: "Artículo 29", en ASOCIACION COSTARRICENSE PRO-NACIONES UNIDAS: La Declaración Universal..., op. cit., p. 197. 214
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otorgar un papel tan relevante. Esta ha sido destacada como una de las principales diferencias entre la Declaración Universal y la Declaración Americana, así como el hecho de que en la Declaración Universal no se recoja una lista enumerativa de los deberes humanos, tal y como ocurre en la Declaración Americana216. Es significativo que este papel residual de los deberes en la Declaración Universal no se encuentre presente en otros instrumentos internacionales de derechos humanos. Ya hemos mencionado la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, con un Preámbulo consagrado íntegramente al reconocimiento del nexo entre los derechos y los deberes y un capítulo II en el que se contiene una lista de los diferentes deberes a los que está obligado el ser humano, destacando entre ellos los deberes ante la sociedad, los deberes para con los hijos y los padres, el deber de instrucción, el deber de sufragio, el deber de servir a la comunidad y a la nación, el deber de pagar impuestos217... En el mismo ámbito americano, la Convención Americana de Derechos Humanos (1969), en su capítulo V, dedica el artículo 32.1 a disponer que "toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y la humanidad". Pero, sin duda, el texto en el que se realiza un reconocimiento más significativo de los deberes del individuo es la Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos (1981). Ha sido Etienne R-Mbaya quien se ha encargado de poner de manifiesto que "el acento puesto en los deberes se explica probablemente por la misma concepción del individuo en la sociedad africana y por la toma de conciencia del estado de subdesarrollo en el que se encuentran los países africanos"218. Fiel a esta concepción, ya en el mismo Preámbulo se considera que "el disfrute de los derechos y libertades conlleva el cumplimiento de los deberes de cada uno". Asimismo, se dedica todo un capítulo, el capítulo II, al reconocimiento de los deberes. El artículo 27, el primero de los artículos que reconocen los deberes, señala en su inciso primero que "todo individuo tiene deberes respecto a la familia y la sociedad, el Estado, y las demás comunidades legalmente reconocidas y respecto a la comunidad internacional". Sin embargo, el artículo más importante en este sentido es el artículo 29, disposición en la que se formula un auténtico catálogo de deberes humanos219. GROS ESPIELL, H.: "La Declaración Americana: raíces conceptuales y políticas en la Historia, la Filosofía y el Derecho Americano", op. cit., pp. 42 y ss. 217 Los deberes reconocidos explícitamente en la Declaración Americana van del artículo 29 al artículo 38. 218 MBAYA, E.R.: "Symétrie entre droits et devoirs dans la Charte Africaine des Droits de l'Homme", en MEYER-BISCH, P. (Dir.): Les devoirs de l'Homme. De la reciprocité dans les droits de l'homme, Editions Universitaires, Fribourg Suisse-Editions du CERF, Paris, 1989, p. 49. 219 Tal y como se señala en este artículo 29, el individuo tiene el deber: 1. De preservar el desarrollo armónico de la familia y trabajar por su cohesión y respeto; de respetar en todo momento a sus padres, y de alimentarlos y asistirlos en caso de necesidad; 2. De servir a su comunidad nacional poniendo al servicio de ésta sus capacidades físicas e intelectuales; 3. De no comprometer la seguridad del Estado del que sea nacional o residente; 4. De preservar y reforzar la solidaridad social y nacional, en particular cuando se vea amenazada; 216
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Para tratar de llenar las lagunas presentes en el artículo 29.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos respecto a la concreción de los deberes del individuo se han llevado a cabo en los últimos años varios proyectos de Declaración Universal sobre los Deberes Humanos. Uno de los proyectos más elaborados es el llevado a cabo por Karel Vasak, con el objetivo, declarado en el preámbulo, de "dotar de un contenido preciso a los deberes del hombre en todas sus dimensiones, para subrayar mejor el nexo necesario entre los derechos y los deberes del hombre...". Una vez proclamado este objetivo, el artículo 1 de este proyecto dispone que "todo individuo tiene deberes hacia sí mismo, hacia su familia y sus semejantes, hacia su medio ambiente natural y cultural y hacia la comunidad nacional e internacional puesto que sólo en ellas puede desarrollar libre y plenamente su personalidad"220. Sobre la base de todos estos trabajos y proyectos se ha aprobado la Declaración sobre las Responsabilidades de las Generaciones Actuales para con las Generaciones Futuras por la Conferencia General de la UNESCO el 12 de noviembre de 1997. La idea básica que subyace en esta Declaración es que, en un mundo globalizado como el que vivimos, es absolutamente necesario el hablar no sólo de derechos humanos sino también de responsabilidades humanas. Por lo tanto, derechos humanos y deberes humanos deben ir de la mano en un mundo global e interdependiente como en el que vivimos en los albores del siglo XXI. Además de los deberes, este artículo 29, en su párrafo 2º, también se ocupa de las limitaciones que cabe establecer a los derechos y libertades fundamentales. Es decir, los derechos no van a ser considerados como algo absoluto, sino que, por determinadas circunstancias, van a ser susceptibles de algún tipo de recorte. A la hora de posibilitar algún tipo de límite a los derechos consagrados en la Declaración Universal, ésta ha optado por una cláusula limitativa general, dado que todos los derechos, siempre que se cumplan los requisitos establecidos, pueden ser objeto de limitaciones. Esta técnica difiere de la utilizada por la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 o la Convención Americana de Derechos Humanos de 5. De preservar y reforzar la independencia nacional y la integridad territorial de la patria y, en general, de contribuir a la defensa de su país de conformidad con lo establecido por la ley; 6. De trabajar, en la medida de su capacidad y posibilidades, y de pagar los tributos que imponga la lay para la salvaguardia de los intereses fundamentales de la sociedad; 7. De velar, en sus relaciones con la sociedad, por la preservación y el reforzamiento de los valores culturales africanos positivos, en un espíritu de tolerancia, diálogo y concertación y, en general, de contribuir a la promoción de la salud moral de la sociedad; 8. De contribuir, en la medida de sus capacidades, en todo momento y en todos los niveles, a la promoción y la realización de la unidad africana. 220 El texto de este proyecto de Declaración Universal de los Deberes del Hombre figura en VASAK, K.: "Proposition pour une Déclaration Universelle des Devoirs de l'Homme. Introduction et Texte", en MEYERBISCH, P. (Dir.): Les Devoirs de l'Homme..., op. cit., pp. 14-16.
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1969. En todos estos tratados la técnica utilizada es la de las cláusulas limitativas específicas, es decir, que sólo los artículos que así se disponga en el tratado podrán ser objeto de alguna limitación. Establecida en la Declaración, por lo tanto, la posibilidad de limitar los derechos en ella contenidos, el problema radica en delimitar qué circunstancias son las que posibilitan dichas limitaciones. A este respecto, la Declaración Universal ha establecido dos principios generales en este artículo 29.2 que estamos analizando: 1) El principio de legalidad, que sostiene que toda limitación que se quiera efectuar a un derecho tiene que estar establecida mediante una ley. Como señala el propio 29.2, "en el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará sometida a las limitaciones establecidas por la ley...". 2) El principio del fin legítimo, es decir, que toda limitación a un derecho reconocido en la Declaración tiene que tener un fin legítimo. Como fines legítimos, la Declaración Universal recoge exclusivamente los siguientes: "asegurar el reconocimiento y respeto de los derechos y libertades de los demás" y "satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática". Esta enumeración de fines legítimos que pueden hacer que quepan limitaciones a los derechos es de carácter exhaustivo, por lo que no cabría que ningún otro fin, por oportuno que sea, motivase algún tipo de limitación a los derechos. En cuanto a la posibilidad de derogación de los derechos humanos en situaciones de emergencia o de excepción, la Declaración Universal guarda un silencio absoluto, aspecto éste que ha sido criticado por juristas de reconocido prestigio como Cecilia Medina221. Este silencio ha recibido diferentes interpretaciones por parte de la doctrina. En un extremo se sitúa Albert Verdoot, para quien el silencio de la Declaración significa que ninguno de los derechos en ella contenidos puede ser objeto de derogación222. En cambio, la doctrina mayoritaria se inclina por la posibilidad de que al menos algunos de los derechos recogidos en la Declaración puedan ser restringidos en situaciones de emergencia223. No obstante, como sostiene Alejandro Etienne LLano, "algunos derechos absolutos, tales como el derecho a la vida, la libertad de conciencia... no pueden ser nunca suprimidos o restringidos legítimamente"224.
MEDINA, C.: "A 1988 Universal Declaration of Human Rights", en The Universal Declaration of Human Rights: Its Significance in 1988, Report of the Maastricht/Utrecht Workshop..., op. cit., p. 66. 222 VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle..., op. cit., p. 271. 223 Cfr. al respecto ORAA, J.: Human Rights in States of Emergency in International Law, Clarendon Press, Oxford, 1996 (2nd. Edition). 224 ETIENNE LLANO, A.: La protección de la persona humana en el Derecho Internacional. Los Derechos Humanos, Trillas, México, p. 104. 221
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Finalmente, como se sostiene en el artículo 29.3, en ningún caso se podrán ejercer los derechos y las libertades "en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas", es decir, los derechos humanos nunca se pueden utilizar como justificación para tratar de menoscabar los principios fundamentales por los que se conduce la Organización de las Naciones Unidas. Para acabar con el comentario que venimos efectuando, el artículo final de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 30, establece una cláusula cuyo objetivo es proteger los derechos y libertades consignados en la propia Declaración de previsibles ataques provinientes de un Estado, de personas a título individual o de grupos de personas. Como sostiene esta disposición, "nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración". Es decir, nadie se puede amparar en los derechos reconocidos en la Declaración para atentar contra la propia Declaración Universal. 4-. LA UNIVERSALIDAD DE LA DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS En los primeros estadios de su elaboración, la Declaración que estamos analizando recibía la denominación de "Declaración Internacional de Derechos Humanos". Sólo con posterioridad, y a propuesta francesa225, se cambió su título, pasando a convertirse en Declaración Universal de los Derechos Humanos. René Cassin ha explicado este cambio porque la Declaración "emana de la comunidad jurídicamente organizada de todos los pueblos del mundo y expresa las aspiraciones comunes de todos los hombres"226. Lo cierto es que la Declaración revela una clara vocación de universalidad, es decir, pretende otorgar derechos humanos a todas las personas, sin ningún tipo de distinción. Valga recordar en este sentido el artículo 1 con el que comienza la parte dispositiva de la Declaración Universal. En este artículo se señala que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en derechos...". La Declaración, como vemos, se dirige al ser humano, a todos los seres humanos, no a un tipo determinado de persona. Asimismo, la Declaración se deberá aplicar en todos los territorios, independientemente de que hayan o no adquirido su independencia. Como dispone el artículo 2.2 al respecto, en cuanto al disfrute de los derechos humanos Sobre esta cuestión es obligado recurrir a René Cassin, como ya sabemos una de las personas más influyentes en la redacción final y en el perfil ideológico de la Declaración, en CASSIN, R.: "La Déclaration Universelle...", op. cit., pp. 279 y ss.. 226 CASSIN, R.: op. cit., p. 279. 225
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"no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía".
Es decir, en los países que están sometidos todavía a dominación colonial también tienen que estar vigentes los derechos humanos contemplados en la Declaración, no pudiendo las potencias coloniales tratar a sus administrados tal y como lo habían venido haciendo hasta entonces. A partir de ahora existen standards claros y precisos que también son de aplicación en esos territorios. Por lo tanto, vemos cómo la Declaración es universal por su contenido. Y es que, siguiendo en este punto las sabias palabras de Albert Verdoot, "gracias a ella, la sociedad universal ve protegidos el conjunto de sus derechos y libertades hasta ahora proclamados sólo en Constituciones nacionales. La Declaración Universal presenta la novedad de formular, en el plano universal, los derechos que ninguna declaración o ley nacional ha podido formular más que como referencia a un país concreto"227. Sin embargo, también debemos ser conscientes de que, si bien la Declaración presenta unas indudables pretensiones de universalidad, no todas sus disposiciones lo logran de la misma manera228. Como ha afirmado Alston al respecto, "cualquier sugerencia en torno a que todas las provisiones de la Declaración son aceptadas universalmente, en sentido filosófico o antropológico, es sencillamente insostenible"229. Incluso algunos autores, con mayores dosis de escepticismo, han llegado a manifestar que "la universalidad es, por ahora, un mito. Que la observancia de los derechos humanos es muy diferente en los distintos países es un hecho que nadie puede negar (...). Se conciben de distinta manera..."230. Lo que es cierto es que en la VERDOOT, A.: Naissance et Signification de la Déclaration Universelle..., op. cit., p. 318. Ya hemos hecho referencia en otras partes de este estudio a los problemas que plantearon los países islámicos a derechos tales como la libertad religiosa o ante la consideración de la familia como el "elemento natural y fundamental de la sociedad" ( artículo 16.3 de la Declaración ). 229 ALSTON, P.: "The Fortieth Anniversary of the Universal Declaration...", op. cit., p. 7. 230 CASSESE, A.: Los derechos humanos..., op. cit., p. 61. 227 228
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actualidad "el carácter universal de la idea de los derechos humanos (...) comienza a presentar síntomas de crisis"231, con críticas desde muy diversos sectores hacia esa pretendida universalidad de los derechos humanos232. Las críticas provienen fundamentalmente del mundo islámico y de los países del Tercer Mundo, quienes consideran a los derechos humanos como una idea predominantemente occidental y que no responde a sus demandas actuales y a sus necesidades. Las espadas siguen en alto, como se ha puesto de manifiesto en la última gran cita que a nivel internacional se ha celebrado sobre la materia de los derechos humanos. Nos estamos refiriendo a la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos que se celebró en Viena en junio de 1993. En esta Conferencia, uno de los principales temas objeto de discusión fue el de la universalidad de los derechos humanos233. En la Declaración Final de la Conferencia se llegó a una especie de consenso que, en mi opinión, sigue sin zanjar este espinoso problema. Como se sostiene en la Declaración de Viena, "todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí (...). Debe tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y regionales, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales" 234.
GROS ESPIELL, H.: Estudios sobre Derechos Humanos II..., op. cit., p. 291. Sobre el tema de la universalidad de los derechos humanos y sobre la teoría opuesta del relativismo cultural cfr. el interesante ensayo de DUNDES RENTELN, A.: International Human Rights. Universalism Versus Relativism, Sage Publications, London, 1990. 233 Una buena muestra de que las posiciones estaban bastante alejadas entre sí se puede obtener si se comparan los documentos finales de las Reuniones Regionales preparatorias de la Conferencia Mundial de Viena. La primera fue la Reunión Regional para Africa, celebrada en Túnez del 2 al 6 de noviembre de 1992, Informe de la Reunión Regional para Africa de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, A/CONF.157/AFRM/14, de 24 de noviembre de 1992. La segunda fue la Reunión Regional para América Latina y El Caribe, Aprobación de los Documentos Finales y/o Declaración de la Reunión Regional para América Latina y El Caribe, A/CONF.157/LACRM/12/Add.1, de 22 de enero de 1993. La tercera fue la Reunión Regional para Asia, Informe de la Reunión Regional para Asia de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, A/CONF.157/ASRM/8, de 7 de abril de 1993. La Unión Europea, por su parte, también celebró su reunión preparatoria de la Conferencia, Nota verbal de 23 de abril de la Misión Permanente de Dinamarca ( en nombre de la Comunidad Europea ) ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, A/CONF.157/PC/87, de 23 de abril de 1993. 234 Documento Final de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena, 14 a 25 de junio de 1993, A/CONF.157/DC/1/Add.1, de 24 de junio de 1993, párrafo 3º. 231 232
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Podemos comprobar claramente cómo en este ambiguo párrafo no se toma partido abiertamente ni por la universalidad de los derechos humanos ni por la teoría del relativismo cultural; se trata de contentar, en la medida de lo posible, a los defensores de ambas posturas. Y es que, como ya hemos comentado, en las sesiones de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos se demostró claramente que las posturas estaban muy enfrentadas y el consenso estaba todavía muy lejos de conseguirse235.
Ahora bien, aunque somos conscientes de las dificultades que emergen a la hora de crear un concepto universalmente aplicable de derechos humanos, también somos igualmente conscientes de que progresivamente se va creando un núcleo restringido de derechos que son aceptados casi universalmente. Derechos como el derecho a la vida, a la seguridad, la prohibición de la tortura... son derechos que gozan de una amplísima aceptación en la mayoría de la comunidad internacional. En los próximos años, el tema de la universalidad de los derechos humanos va a ser la gran batalla a la que nos tendremos que enfrentar. En esta batalla van a ser necesarias grandes dosis de apertura hacia otras culturas y hacia otras cosmovisiones de los derechos humanos, sobre todo para acercarse a planteamientos provinientes del Tercer Mundo y de los países islámicos. Como ha señalado al respecto Xabier Etxeberría, "hay una dimensión de la universalidad de los derechos humanos que sólo se va realizando, en proceso nunca acabado, a través del diálogo intercultural"236. Este camino ya se ha iniciado, y se están dando pasos importantes, alejándose siempre de cualquier tipo de imposición. En este sentido, me parece interesante traer aquí a colación las interesantes palabras de Antonio Cassese: "afortunadamente, los Estados y otros organismos están utilizando los caminos hacia la universalidad, no ya para llegar a una absurda e indeseable uniformidad, sino para obtener un Sobre el tema de la universalidad de los derechos humanos en la Conferencia de Viena y en la Declaración Final ver VILLAN DURAN, C.: "Significado y alcance de la universalidad de los derechos humanos en la Declaración de Viena", Revista Española de Derecho Internacional, Vol. XLVI, nº 2, 1994, pp. 505-532. 236 ETXEBERRIA, X.: "El debate sobre la universalidad de los derechos humanos”, en INSTITUTO DE DERECHOS HUMANOS: La Declaración Universal de Derechos Humanos. Un Estudio Interdisciplinar, Universidad de Deusto, Bilbao, 1999, p. 346. 235
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mínimo de preceptos comunes en virtud de los cuales pueda asegurarse por lo menos el respeto a los fundamentos esenciales de la dignidad humana en cualquier lugar del mundo" 237.
5-. VALOR JURIDICO DE LA DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS El problema de la naturaleza jurídica de la Declaración Universal es un tema complejo y que ha provocado, y provoca, una cierta controversia en la comunidad internacional238. Es claro que la Declaración Universal no es un tratado, y por tanto un instrumento juridicamente vinculante per se, para los Estados partes del mismo. Los Estados no quisieron darle esta forma ni asumir tal grado de obligaciones internacionales en 1948, aunque en el proceso de elaboración de la Declaración no faltaron propuestas en este sentido. La Declaración fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas como una resolución, y por tanto, de acuerdo con la Carta de NU (artículos 10 y siguientes), es una «recomendación» que no tiene, prima facie, fuerza de ley. De todas formas, como es bien sabido, las «Declaraciones» no son simples resoluciones de la Asamblea General, sino que tienen una importancia especial. Como se ha señalado acertadamente, «en la práctica de NU, una Declaración es un instrumento solemne que se utiliza sólo en casos muy especiales, en cuestiones de grande y verdadera importancia y cuando se espera obtener el máximo de observancia por parte del mayor número de Estados posibles»239. En concreto, y en referencia directa a la Declaración Universal, el citado Memorándum de los Servicios Jurídicos de NU señalaba que: «... una “Declaración” es un instrumento formal y solemne, que se justifica en raras ocasiones cuando se formulan principios que tienen una gran importancia y un valor duradero, como en el caso de la Declaración de los Derechos Humanos. Una recomendación es menos formal». Dado este carácter solemne de una «Declaración» se puede considerar que el órgano que la adopta manifiesta su viva esperanza de que los miembros de la comunidad internacional la van a respetar. En la medida en que esta esperanza se justifica gradualmente por la práctica de los Estados, una Declaración puede ser considerada por la costumbre como enunciadora de CASSESE, A.: Los derechos humanos..., op. cit., p. 80. Véase p. ej. la obra del Profesor Díez de Velasco, el cual en la última edición (décima, 1994) de su conocido manual de derecho internacional, habla de su «disentido valor obligatorio en el plano jurídico». (DÍEZ DE VELASCO, Instituciones de Derecho Internacional Público, Madrid, 1994, vol. 1, p. 648). 239 Memorandum de la Oficina de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de la ONU. Doc E/CN.4/ L.610. 237 238
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normas obligatorias para los Estados. Las variables que condicionan el valor jurídico de una Declaración son fundamentalmente cuatro: 1. la intención de enunciar principios jurídicos; 2. la mayoría por la que ha sido aprobada; 3. el contenido de la misma; y, 4. la práctica posterior de los Estados240. El objetivo de la Declaración fue, como dice el preámbulo, establecer «un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse», y su contenido se considera como «una concepción común de los derechos y libertades» a los que se refiere la Carta. De ahí que en un primer momento se subrayara sobre todo su gran valor moral y político, y se relativizara su valor jurídico. Como ha señalado Antonio Cassese, la Declaración constituía en 1948 una «simple promesa recíproca y solemne que comprometía sólo en el plano ético-político, pero que no comportaba obligaciones jurídicas para los Estados»; esta decisión de los Estados (la de «rebajar» su obligatoriedad), se realizó con el fin de salvaguardar al máximo la soberanía estatal241, dato esencial y principio constitucional básico de la comunidad internacional. Sin embargo, los matices a la hora de precisar el valor jurídico de la Declaración fueron muy distintos entre los protagonistas de su elaboración; las posiciones de dos de los principales actores de la Declaración, Eleonor Roosevelt y René Cassin, son muy ilustrativas a este respecto. El mismo día de la adopción de la Declaración, la Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos y representante de los EEUU en la Asamblea General, Eleonor Roosevelt, manifestó que «aprobando la Declaración en el día de hoy, es de una importancia fundamental el tener claro el carácter básico del documento. No es un tratado, ni un acuerdo («agreement») internacional. No es, ni pretende ser, una declaración de derecho o de obligación jurídica. Es una declaración de principios básicos de derechos humanos y libertades, impresa con la aprobación de la Asamblea General con el voto formal de
240
GARZÓN, C., «El Valor Jurídico de las Declaraciones de la Asamblea General», Revista Jurídica de Cataluña, 1973, pp. 581-616. 241 CASSESE, A.: op. cit., p. 51.
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sus miembros, para que sirva como un ideal común por el cual todos los pueblos y naciones deben esforzarse»242. Frente a esta posición que minimiza el valor jurídico de la Declaración, uno de los «padres» de la misma, René Cassin, sostuvo que ya en el momento de la adopción, la Declaración constituía «una interpretación autorizada de la Carta de las Naciones Unidas», aunque no tuviera «fuerza legal coercitiva», o fuera «fuente directa de obligaciones jurídicas». Esta posición afirmaba el carácter jurídico de la Declaración; así, Cassin siempre mantuvo que la Declaración constituía el término de referencia para apreciar en qué medida los Estados cumplían con la obligación de cooperar con las Naciones Unidas en la esfera de los derechos humanos, pautada por el artículo 56 de la Carta, al cual alude directamente el preámbulo de la Declaración. Aunque esta obligación esté redactada en términos generales, y necesite ulteriores concreciones, así como un sistema de sanciones, esto no afecta para nada a su valor jurídico directo. Además, la Declaración estaba llamada a integrarse en los «principios generales del derecho», en el sentido del artículo 38 del Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia, y de esta manera formar parte de un «orden público universal»243. Esta posición tan firme de Cassin, frente a otras opiniones, es un indicativo de que el tema del valor jurídico de la Declaración no fue un tema pacífico y que las percepciones de los principales actores eran distintas. Hasta el punto que el delegado belga, M. Dehousse, propuso solicitar la opinión del Servicio Jurídico de NU sobre esta cuestión; solicitud que no pudo reunir una mayoría suficiente en la Tercera Comisión244. A este respecto es significativo también que una de las razones principales de la abstención de Suráfrica en la votación final fuera debido a su convicción del carácter obligatorio de la misma.
5.1. Valor jurídico de la Declaración Universal en la actualidad
242
Citado en WHITEMAN, 5 Digest of International Law 243, Washington DC: Dpt of State Publications 7873, 1965. 243 UN GAOR 3d Comm., 3d Sess, 1948, p. 61. CASSIN, R., La Commission des Droits de l’Homme de l’ONU, Miscelanea W.F. Ganshof Van der Meersch, LGDJ, Paris 1972, t. 1, p. 405. CASSIN, R.: «La Déclaration Universelle et la mise en ouvre des droits de l’homme», RCADI, 1951-II, pp. 293 y ss. 244 Es curiosa a este respecto la distinción que sostuvo el delegado belga ante la Tercera Comisión el 20 de octubre de 1948 y que, según parece, «por su gran autoridad... impresionó mucho a la comisión» entre, de una parte, «el valor jurídico» de la declaración, y de otra su «carácter obligatorio». Distinción que no acaba de verse su alcance y trascendencia. TCHIRKOVITCH, S., «La Declaration Universelle des Droits de l’Homme et sa portée internationale», Revue Generale de Droit International Public, vol. 53 (1949), p. 378.
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Cualquiera que sea la posición sobre el carácter de la Declaración en el momento de su aprobación, se puede decir que en las décadas siguientes a 1948, la Declaración ha experimentado una gran transformación en cuanto a su valor jurídico. Hoy día pocos internacionalistas niegan que la Declaración se ha convertido en un instrumento normativo que crea obligaciones jurídicas para los Estados miembros de las Naciones Unidas. La controversia hoy día gira más bien en torno a dos cuestiones: en primer lugar, sobre la interpretación del proceso a través del cual la Declaración se ha convertido en vinculante; y en segundo lugar, hoy se discute si todos los derechos proclamados en la Declaración son igualmente vinculantes para los Estados. Aunque ésta es la opinión mayoritaria, no faltan sectores para los cuales el valor actual de la Declaración sigue siendo el mismo que el que tenía en el momento de su adopción; en este sentido no habría cambiado nada. A este respecto, y por la importancia que tiene, es interesante detenernos en la posición sostenida por los Estados Unidos, y manifestada ante el órgano judicial máximo del sistema interamericano. La Corte Interamericana tuvo que emitir en 1989 una Opinión Consultiva sobre la Interpretación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre dentro del marco del artículo 64 de la Convención Americana. Lo interesante de esta opinión para el tema que nos ocupa, son las reflexiones que realiza el órgano judicial americano sobre el valor jurídico de la Declaración Americana de 1948. Como es sabido, esta Declaración, que antecede en unos meses a la Declaración Universal, ocupa en el sistema de la Organización de Estados Americanos una posición muy similar a la de la Declaración Universal en el sistema de las Naciones Unidas. De ahí que las observaciones de la Corte sobre el valor jurídico de la Declaración Americana sean muy pertinentes para nuestro tema, y puedan ser «importadas» mutatis mutandi a la Declaración Universal. En la fase de observaciones escritas enviadas por los Estados partes del sistema de la OEA, los Estados Unidos manifestaron claramente su posición: «La Declaración Americana representa una noble enunciación de las aspiraciones de los Estados Americanos en cuanto a derechos humanos. Sin embargo, a diferencia de la Convención Americana, no fue redactada como un instrumento jurídico y carece de la precisión necesaria para resolver complejas dudas legales. Su valor normativo estriba en ser una declaración de principios básicos de carácter moral y de carácter político y en ser la base para velar por el cumplimiento general de los derechos
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humanos por parte de los Estados Miembros; no en ser un conjunto de obligaciones vinculantes. Los Estados Unidos reconocen las buenas intenciones de áquellos que intentan transformar la Declaración de un enunciado de principios en un instrumento jurídico vinculante. Pero las buenas intenciones no crean derecho. Debilitaría seriamente el proceso internacional de creación del derecho, por el cual los Estados soberanos voluntariamente asumen específicas obligaciones legales, al imponer obligaciones legales a los Estados a través de un proceso de «reinterpretación» o «inferencia» de un enunciado de principios no obligatorios»245. Y para remachar aún más su opinión, los EEUU en la vista oral sostuvieron que «la Declaración no es y nunca ha sido un tratado, (...), la Declaración continúa siendo para todos los Estados Miembros de la OEA lo que era cuando fue adoptada: una enunciación de principios generales de derechos humanos no vinculantes. Los Estados Unidos deben manifestar, con el debido respeto, que debilitaría seriamente el derecho internacional de los tratados instituido el decir que la Declaración es jurídicamente obligatoria»246. Esta interpretación de los EEUU no ha sido aceptada por la Corte Interamericana, la cual, siguiendo al Tribunal Internacional de Justicia, considera que «un instrumento jurídico debe ser interpretado y aplicado en el conjunto del sistema jurídico en vigor en el momento en que la interpretación tiene lugar»247. Continuando con este razonamiento, la Corte Interamericana señala que «no es a la luz de lo que en 1948 se estimó que era el valor y la significación de la Declaración Americana como la cuestión del status jurídico debe ser analizada, sino que es preciso determinarlo en el momento actual, ante lo que es hoy el sistema interamericano, habida consideración de la evolución experimentada desde la adopción de la Declaración»248. No cabe duda, y de ahí la importancia de esta opinión consultiva, que la evolución del derecho americano es una expresión regional de la experimentada por el derecho internacional universal de los derechos humanos. Además, como hemos señalado anteriormente, la posición
245
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Serie A, N.º 10, Opinión Consultiva del 14 julio 1989, párrafo
12. 246
Op. cit., párrafo 17. ICJ Reports, 1971, p. 311. 248 Op. cit., párrafo 37. 247
80
de la Declaración Americana en el sistema de la OEA es muy parecida a la de la Declaración Universal en la ONU. La Carta de la OEA aunque tiene algunos artículos que se refieren a los derechos humanos, no contiene una lista de los mismos; situación similar a la de la Carta de San Francisco. De tal manera que, como lo ha reconocido reiteradamente la Asamblea General de la OEA, la Declaración Americana es una «interpretación autorizada» de la Carta en lo que se refiere a los derechos humanos para los Estados miembros de la OEA, y por tanto auténtica fuente de obligaciones jurídicas internacionales. Como ha puesto de manifiesto la Corte Interamericana: «los Estados Miembros han entendido que la Declaración contiene y define aquellos derechos humanos esenciales a los que la Carta se refiere, de manera que no se puede interpretar y aplicar la Carta de la Organización en materia de derechos humanos sin integrar las normas pertinentes de ella con las consiguientes disposiciones de la Declaración, como resulta de la práctica seguida por los órganos de la OEA»249. La práctica reiterada en el seno de la OEA ha sido por tanto que para los Estados Miembros que no son partes de la Convención Americana, (la llamada «Carta de San José» de 1969), el instrumento jurídico esencial para determinar sus obligaciones, y valorar su cumplimiento, en materia de derechos humanos, es sin duda la Declaración Americana; así lo ha aplicado constantemente la Comisión Interamericana en su importante y larga doctrina desde 1960 y sobre todo desde 1979 con su nuevo estatuto. Pero incluso para los Estados partes de la Convención de 1969, aunque no cabe duda de que la fuente fundamental de sus obligaciones en esta materia es la misma Convención (dada la mayor precisión de sus enunciados), no por eso quedan liberados del ámbito de la Declaración al ser miembros de la OEA y por tanto también obligados por la Carta de la Organización. Esta posición lleva a la Corte a la conclusión de que la Declaración tiene indudablemente «efectos jurídicos»250.
5.2. Teorías explicativas de su valor jurídico actual El proceso por el cual la Declaración Universal se ha convertido en instrumento normativo se debió en parte a que la redacción, aprobación, y entrada en vigor de los dos Pactos del 66
249 250
Op. cit., párrafo 43. Op. cit., párrafo 47.
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duró mucho tiempo, y la comunidad internacional necesitaba un documento jurídico que definiese las obligaciones jurídicas de los Estados en materia de derechos humanos. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas una vez terminada en 1948 la elaboración de la DUDH, comenzó la gran labor de intentar crear un tratado internacional que especificara mucho más las obligaciones internacionales de los Estados en esta materia, ya que consideraba que la DUDH era una declaración de principios muy generales. Naturalmente, el lograr un acuerdo de los Estados sobre obligaciones específicas de cada uno de los derechos era mucho más difícil. En primer lugar, la Comisión tuvo que separar lo que en la DUDH estaba unido: a saber, los derechos civiles y políticos, y los económicos, sociales y culturales. La razón fundamental era que los Estados consideraban que las obligaciones que asumían respecto a cada uno de estos grupos de derechos eran esencialmente distintas. Aunque el proyecto de los dos Pactos estaba muy avanzado, y casi terminado, en 1955, hubo que esperar hasta el 16 de diciembre de 1966 para que los Pactos fueran adoptados por la Asamblea General y abiertos a la firma y ratificación. Además no entraron en vigor hasta los primeros meses de 1976 cuando el Estado número 35 depositó el instrumento de ratificación para cada uno de los Pactos. La ausencia, en un tiempo tan prolongado (del 48 al 76 por lo menos, y a partir de este año sólo para los Estados que lo hubieran ratificado), de un tratado específico sobre la materia, hizo que la Declaración se fuera utilizando con gran frecuencia. Cuando los gobiernos, las Naciones Unidas, y otras organizaciones internacionales, querían invocar las obligaciones de derechos humanos, o querían condenar sus violaciones por parte de algún Estado, se referían a la Declaración Universal como la norma básica. Así, la Declaración llegó a simbolizar lo que la comunidad internacional entendía por «derechos humanos», reforzando la convicción de que los gobiernos tenían la obligación de asegurar el cumplimiento de los derechos de la Declaración para todos los individuos que se encontrasen bajo su jurisdicción. Es indudable que para todo el sistema de Naciones Unidas, especialmente para los órganos relacionados con los derechos humanos (Comisión, Sub-Comisión, relatores especiales por países y relatores temáticos, grupos de trabajo, «working groups», etc...), la DUDH ha sido el elemento de referencia fundamental, teniendo por tanto al interior de la organización un valor casi «constitucional». Se debe resaltar este valor «obligatorio» de la Declaración para todos los órganos de NU.
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Hoy día existen tres teorías fundamentales, las cuales no tienen por qué ser incompatibles o excluyentes, que intentan explicar el valor jurídico actual de la DUDH. Existe una primera teoría que sostiene que la DUDH es una «interpretación auténtica o autorizada» de las obligaciones contenidas en la Carta de las NU respecto a los derechos humanos (en esta posición se situaría la Corte Interamericana como acabamos de ver respecto a la Declaración Americana de 1948). Una segunda teoría defiende que la DUDH se ha convertido en «derecho internacional consuetudinario»; y, finalmente, otro sector doctrinal prefiere fundamentar su normatividad en la categoría de los «principios generales de derecho». Vamos a realizar a continuación una exposición de estas teorías. 5.2.1. La DUDH como «interpretación auténtica» de la Carta Algunos internacionalistas y gobiernos sostienen que el hecho de que los órganos de las NU hagan referencia constante a la Declaración cuando aplican las cláusulas de la Carta, implica que la Declaración se acepta como una «interpretación autorizada y auténtica» de esas cláusulas. Numerosos órganos de Naciones Unidas han hecho referencias constantes a la Declaración: la Asamblea General en numerosísimas resoluciones; la Comisión de Derechos Humanos y la Subcomisión; los relatores especiales tanto por países como por temas, etc... Particular importancia tienen las referencias del Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, máximo órgano judicial de la comunidad internacional, cuando ha tenido que emitir alguna opinión consultiva, o juzgar algún caso en relación con los derechos humanos. Veamos algunos ejemplos. En el conocido caso de la Barcelona Traction, el Tribunal cuando se refiere a las obligaciones «erga omnes», es decir aquellas obligaciones que tienen los Estados frente a la comunidad international en su conjunto, señala como una de las fuentes de estas obligaciones, «los principios y reglas relativas a los derechos fundamentales de la persona humana, comprendiendo en ellos la protección contra la práctica de la esclavitud y la discriminación racial. Ciertos derechos se han integrado en el derecho internacional general; otros son conferidos por instrumentos internacionales de carácter universal o cuasi universal»251. En los casos sobre la presencia de la Unión Sudafricana en Namibia, el TIJ concluyó que la discriminación racial, que constituye una negación de los derechos humanos fundamentales, es una violación flagrante de los propósitos y principios de la Carta de las 251
CIJ Recueil, 1970, p. 34.
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Naciones Unidas252. La prohibición de la discriminación racial se encuentra no sólo en la Carta sino también en la DUDH (artículos 2, 7, 16). En el Asunto relativo al personal diplomático y consular de los Estados Unidos, secuestrado por los estudiantes fundamentalistas islámicos en Teherán, el Tribunal sostuvo que el hecho de privar abusivamente de su libertad a seres humanos y de someterles a coacción física en penosas condiciones, es manifiestamente incompatible con la Carta de las Naciones Unidas y con los derechos fundamentales enunciados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos253. En este caso particularmente, observamos cómo el TIJ considera la violación de uno de los derechos humanos básicos protegidos por la DUDH no sólo como violación de ésta, sino como violación de las obligaciones derivadas de la Carta de Naciones Unidas; señal inequívoca que el Tribunal considera a la DUDH como el texto jurídico que especifica las obligaciones de la Carta en materia de derechos humanos. Como ha señalado un conocido internacionalista al examinar la jurisprudencia del Tribunal, «aparentemente la opiníón unánime del Tribunal es que la Declaración Universal es un documento de suficiente status jurídico como para justificar su invocación en el contexto de las obligaciones de los Estados según el derecho internacional general... la Declaración en su conjunto expone principios fundamentales reconocidos por el derecho internacional general»254. 5.2.2. La DUDH como «derecho internacional consuetudinario» Otros internacionalistas piensan que el hecho de que los gobiernos citen continuamente (en conferencias internacionales, declaraciones de los presidentes, ministros, etc.) la Declaración Universal, y que los Estados hayan incorporado incluso muchas de sus cláusulas a sus legislaciones, ha hecho que esa práctica haya generado una norma de derecho internacional consuetudinario, si no respecto a todos los artículos de la Declaración, sí al menos respecto a una parte considerable de los mismos.
252
CIJ Recueil, 1971, p. 16. CIJ Recueil, 1979, p. 19. 254 RODLEY, N., “Human Rights and Humanitarian Intervention: The Case-Law of the World Court”, 38 ICLQ (1989), pp. 321-326. 253
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La famosa teoría de la relación entre «Declaraciones» de la Asamblea General de NU y el derecho consuetudinario, formulada por Jiménez de Aréchaga255, sostiene que una «declaración» puede tener tres efectos: 1. efecto «codificador»: la declaración no es más que la expresión formal y por escrito de normas consuetudinarias preexistentes; 2. efecto «cristalizador»: la declaración constituye la primera formulación por escrito de una costumbre que se encontraba en vías de formación, y que con motivo de la discusión de la declaración, el consenso de los Estados produciría su «cristalización» en una norma jurídica de carácter consuetudinario; 3. efecto «generador»: la declaración en el momento de su aprobación es una norma nueva, de lege ferenda, pero que constituye el punto de partida de una práctica posterior de los Estados, práctica «reiterada y uniforme», de tal manera que la declaración se transforma en norma de derecho consuetudinario. Una primera cuestión que deberíamos plantearnos es en cuál de los tres efectos habría que catalogar a la DUDH. Es muy interesante, y sorprendente al mismo tiempo, que el Profesor Jiménez de Aréchaga en sus varias tipificaciones de «Declaraciones» respecto de los tres efectos, no hace ninguna referencia a la DUDH, siendo evidentemente una de las declaraciones más importantes en la historia de la Asamblea General. No queremos pensar que esta omisión en su célebre curso en la Academia de Derecho Internacional de La Haya haya sido debido a la dificultad que el gran jurista uruguayo encontraba para su tipificación. Nosotros, por nuestra parte, creemos que la posición más correcta es aquella que sostiene que la DUDH habría que situarla en el tercer efecto, el «generador», aunque no faltarían razones para intentar situarla en los dos primeros. A esta posición nos mueve el hecho de que la DUDH en el momento de su aprobación se convirtió en el primer documento internacional de carácter universal y general sobre la materia de derechos humanos; de tal suerte que su novedad no se puede discutir. La Carta de las NU y la inclusión de cláusulas sobre derechos humanos, con la consiguiente «internacionalización» de una materia que antes pertenecía exclusivamente a la jurisdicción interna de los Estados, supuso una revolución y una novedad innegable en el derecho
255
Como es bien conocido la teoría principal se refiere a las relaciones entre tratado y costumbre, siendo la aplicación a las Declaraciones de la Asamblea General de Naciones Unidas una feliz adaptación de la misma. JIMÉNEZ DE ARECHAGA, E., El Derecho Internacional Contemporáneo, Madrid, 1980, pp. 19-42.
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internacional contemporáneo; pero la Carta no contiene ninguna lista de derechos, puesto que se decidió no confeccionarla en la conferencia de San Francisco, y encomendar su elaboración posteriormente a la Comisión de Derechos Humanos creada en virtud del artículo 68. De esta manera, cuando el 10 de Diciembre la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la DUDH, estaba dando luz a un documento profundamente innovador en el campo internacional (no en el derecho interno, puesto que bastantes legislaciones nacionales reconocían algunos de esos derechos), y por tanto a unas normas jurídicas nuevas. De ahí que sea más difícil demostrar que la DUDH en 1948 fuera «codificación de normas consuetudinarias preexistentes», o «cristalización» de normas «in statu nascendi». Consecuentemente, la pretensión de que las normas de la DUDH son normas consuetudinarias parece que solamente puede fundamentarse en una práctica posterior de los Estados, siempre y cuando esta práctica demuestre que reúne los dos requisitos esenciales: el elemento material u objetivo (práctica reiterada, constante y uniforme), y el elemento formal o subjetivo de la opinio iuris. Las evidencias de la práctica posterior de los Estados y de los órganos de la comunidad internacional respecto de la DUDH son muy abundantes y confirmarían su carácter de norma consuetudinaria. Sobre todo si se tiene en cuenta que las evidencias en el campo del derecho internacional consuetudinario de los derechos humanos tienen, sin alejarse demasiado del régimen general, sus propias peculiaridades. Como ha puesto de manifiesto el US Restatement, los siguientes tipos de prácticas son relevantes para la consolidación del derecho consuetudinario de los derechos humanos: «la quasi-universal adhesión a la Carta de las NU y a sus cláusulas de derechos humanos, la quasi-universal y frecuentemente reiterada aceptación de la Declaración Universal incluso aunque sólo fuera en principio; la quasi-universal participación de todos los estados en la preparación y adopción de acuerdos internacionales reconociendo principios de derechos humanos en general, o derechos concretos; la adopción de principios de derechos humanos por estados en organizaciones regionales en Europa, Latinoamerica, y Africa...; el apoyo general por parte de los estados de las resoluciones de las NU declarando, reconociendo, invocando, y aplicando principios internacionales de derechos humanos como derecho internacional; las acciones de los estados para adecuar su derecho nacional y su práctica a las standards o principios declarados por los órganos internacionales, y la incorporación de las clásusulas de
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derechos humanos, directamente o por referencia a las constituciones nacionales y demás leyes; la invocación de principos de derechos humanos en la política nacional, en la práctica diplomática, en las organizaciones internacionales; comunicaciones y acciones diplomáticas expresando el punto de vista que ciertas prácticas violan el derecho internacional de los derechos humanos, incluyendo las condenas y otras reacciones adversas del estado a las violaciones de otros estados»256. Es claro que no podemos pasar revista de una manera exhaustiva a todas estas evidencias respecto al valor de la DUDH, aunque ciertamente existe en la práctica internacional material abundantísimo. Sin embargo señalaremos algunos elementos de interés. En primer lugar, la DUDH ha sido calificada acertadamente, como por otra parte suele ser normal en el caso de las «Declaraciones», como «un jalón normativo en el proceso de elaboración por etapas del derecho internacional»; las referencias a la DUDH en todos los instrumentos internacionales posteriores que han especificado las obligaciones internacionales de los Estados es un ejemplo de la importancia que le atribuyen a la misma. En lo que se refiere a las alusiones realizadas por los gobiernos en los documentos finales de conferencias internacionales de particular importancia, no podemos dejar de mencionar la Proclamación de Teherán en la Primera Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos en 1968, precisamente al cumplirse el 20 Aniversario de la Declaración; el Acta Final de Helsinki en 1975, y la Declaración Final de Viena en 1993 al terminar la Segunda Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos. En la Proclamación de Teherán (13 de Mayo de 1968), los Estados declaran obligatoria la Declaración para la comunidad internacional, y consideran las violaciones graves de los derechos humanos, violaciones de la Carta257. En el Acta Final de Helsinki (1975), cuya gran importancia no es menester señalar aquí como inicio del proceso de distensión, los Estados del Este y el Oeste al enunciar los principios que van a guiar sus relaciones, consagran precisamente el capítulo VII al respeto de los derechos y libertades fundamentales; en este sentido, declaran que en el campo de los
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US Restatement: US Rest, 3rd; Restatement of the Foreign Relations Law of the USA, American Law Institute (Washington 1987). Vol. II ii & 702, p. 154, n. 2. 257 “La DUDH enuncia una concepción común a todos los pueblos de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana y la declara obligatoria para la comunidad internacional” (la cursiva es nuestra). No se puede minusvalorar la importancia de esta declaración de obligatoriedad para toda la comunidad internacional de la DUDH en un contexto tan solemne, y realizada por unanimidad por todos los Estados.
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derechos humanos «los Estados actuarán en conformidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos». Por último, en la Declaración Final de Viena (1993), los 171 Estados participantes vuelven a «reafirmar su adhesión a los propósitos y principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal»258. Todas estas manifestaciones de los Estados en contextos particularmente solemnes en los cuales colocan a la misma altura la Carta y la Declaración, son evidencia de una «opinio iuris», es decir, de una convicción de los Estados sobre el carácter jurídicamente obligatorio de la Declaración. Otra evidencia importante del carácter normativo consuetudinario que ha ido adquiriendo la Declaración, se encuentra en la práctica muy extendida de los Estados, consistente en su incorporación a las constituciones y ordenamientos internos. Como ha señalado acertadamente la International Law Association, «la Declaración Universal ha servido directa o indirectamente como modelo para muchas constituciones, leyes, reglamentos y políticas que protegen los derechos humanos. Estas manifestaciones internas incluyen referencias constitucionales directas a la Declaración o incorporación de sus cláusulas; artículos sustantivos de la Declaración se han reflejado en las legislaciones nacionales; e interpretación judicial de las leyes nacionales con referencia a la Declaración»259. No menos de 90 constituciones redactadas después de 1948 contienen normas sobre derechos humanos que reproducen fielmente artículos de la DUDH, o estan inspiradas en ella. Muchas constituciones de los países que consiguieron la independencia después del 50 hacen referencia directa a la Declaración Universal. Por mencionar sólo un ejemplo, la Constitución Española de 1978 establece en su artículo 10.2 que «las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal...». La importancia de esta referencia se encuentra en la llamada
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Respecto al lenguaje usado por la Conferencia de Viena sobre el valor de la DUDH, algunos autores han detectado un cierto «retroceso» respecto a la Proclamación de Teherán, puesto que en ningún momento habla de la «obligatoriedad» de la Declaración, insistiendo más bien en ser «meta común para todos los pueblos y naciones («common standard of achievement»), fuente de inspiración, y base en que se han fundado las NU para fijar las normas contenidas en los instrumentos internacionales de derechos humanos», en particular los Pactos del 66 (párrafo 8 del Preámbulo). 259
INTERNATIONAL LAW ASSOCIATION, «Final Report on the Status of the Universal Declaration of Human Rights in National and International Law», ILA Report of the Sixty-Sixth Conference, Buenos Aires (Argentina), Londres 1994, pp. 527 y ss. En este informe final existe un estudio bastante completo de la
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a los tribunales a interpretar los derechos humanos contenidos en el título I (cuya redacción también estuvo influida por la Declaración) de acuerdo con la DUDH. De nada sirven las referencias legislativas a la Declaración si los jueces y Tribunales no están legitimados para aplicarla. Respecto a la utilización de la DUDH por los Tribunales nacionales, hay que señalar en primer lugar que éstos son generalmente reacios a decidir un caso en contra de una ley nacional aplicando directamente el derecho internacional, y en este caso, la DUDH. Hay pocos precedentes en este sentido; uno de los que se pueden mencionar es la Sentencia de la Corte Suprema de Tanzania declarando inconstitucional una norma del derecho consuetudinario tanzano, que permitía la discriminación contra la mujer, por ir en contra del artículo 7 de la DUDH (igualdad ante la ley y prohibición de toda discriminación), que, según la Corte, «es parte de nuestra Constitución»260. En segundo lugar, hay que señalar que lo más normal es que los tribunales nacionales se refieran a la DUDH en apoyo de algún derecho ya reconocido por sus constituciones o leyes nacionales, o como ayuda para la interpretación del mismo. Así viene siendo, por ejemplo, la práctica de los Tribunales españoles; en concreto, el Tribunal Supremo recurre a la DUDH para reforzar materialmente el derecho debatido. 5.2.3. La DUDH como expresión de principios generales de Derecho Una tercera vía en la que una parte de la doctrina ha fundamentado la normatividad de la DUDH, ha sido aquella que ha visto en la declaración «principios generales de derecho», y por tanto, al ser una de la fuentes del derecho internacional según el artículo 38 del Estatuto del TIJ, su normatividad quedaría fuera de toda duda. Ya vimos anteriormente cómo uno de los padres de la Declaración, el gran jurista de Bayona René Cassin, avanzó ya en el momento de su adopción esta teoría. Posteriormente han sido varios autores los que han seguido esta vía; entre nosotros un ilustre representante sería J.A. Carrillo Salcedo. Para el profesor sevillano, «la vía de los principios generales inscritos en la Carta de las Naciones Unidas y desarrollados por la Declaración Universal» y sobre los que existe aceptación general, le parece la más acertada y encontraría su fundamentación en la jurisprudencia del TIJ261. Esta incorporación de la DUDH en las constituciones y leyes nacionales, así como referencias jurisprudenciales a la misma. 260 Ephrahim v Pastory & Kaizilige, High Court, 22 Feb 1990, Civil App No. 70 of 1989, reprinted in 87 International Legal Reports 106, 110. 261 CARRILLO SALCEDO, J.A., «Algunas Reflexiones sobre el Valor Jurídico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos», en Hacia un Nuevo Orden Internacional y Europeo. Homenaje al Profesor Manuel
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misma teoría de los principios generales parece sostener la Corte Italiana de Casación al poner de manifiesto que la Declaración Universal refleja «principios generales de derecho internacional» que son parte del derecho italiano según el artículo 10 de la Constitución Italiana262. Ya hace años Theodor Meron se sorprendía de que la categoría de los «principos generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas» no hubiese recibido mayor atención como método para obtener un reconocimiento jurídico mayor para los principios de la Declaración Universal y otros instrumentos de derechos humanos. Y añadía que, en tanto en cuanto las normas de derechos humanos contenidas en los instrumentos internacionales queden reflejadas en las leyes nacionales, el artículo 38 del Estatuto del TIJ se convierte en uno de los métodos principales para la maduración de esos standards en el campo del derecho internacional263. De esta manera es claro que la barrera entre las dos fuentes, la costumbre internacional y los principios generales, quedaría difuminada por no decir borrada. Cualquiera que sea la interpretación sobre la fundamentación del carácter jurídico actual de la Declaración y por tanto de su obligatoriedad («interpretación autorizada de la Carta», «derecho internacional consuetudinario», o incluso «expresión de principios generales de derecho sobre los que existe aceptación general»), lo que realmente importa es el consenso general de los Estados sobre su carácter obligatorio más que la forma en la cual ese consenso ha sido expresado. Compartimos la aproximación abierta de la jurisprudencia al problema de las fuentes del derecho internacional como superadora de un excesivo formalismo que tradicionalmente ha compartimentalizado excesivamente las fuentes ignorando su profunda interacción. Como ha señalado acertadamente el Profesor Carrillo, «en la elaboración del derecho internacional, lo esencial es que haya cristalizado un consenso de los Estados, ya que las normas de derecho internacional son creadas, modificadas y desarrolladas progresivamente
Díez de Velasco, Madrid 1993, pp. 22-3. El Profesor Carrillo en concreto alude a los casos del Canal de Corfú (1949), de la Convención del Genocidio (1951), del secuestro del personal diplomático norteamericano en Teherán (1980), y al caso Nicaragua v EEUU (1986). 262 Fallimento Ditta Magiv Ministry fo Finance, Tribunal de Roma, 27 julio 1959, Foro It LXXXV (1960), I col. 505. 263 MERON, T., Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law, Oxford 1989, pp. 88-89. También el US Restatement considera como una de las mayores fuentes de obligaciones en materia de derechos humanos «los principios generales de derecho comunes a los principales sistemas jurídicos del mundo». op. cit., p. 152. Asimismo, el gran jurista americano Oscar Schachter también sostiene que los principios de las leyes internas son a menudo adecuados para su aplicación internacional en el área de los derechos humanos.
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por el consenso general de los Estados. La formación, desarrollo y modificación de dicho consenso es siempre un proceso dinámico: la voluntad de los Estados... es esencial en la fase inicial...; pero... lo que importa, sobre todo, es la aceptación general de la obligatoriedad jurídica de dicha pauta de comportamiento»264. Por tanto, continúa J.A. Carrillo, lo esencial es el consentimiento y la voluntad de los Estados para determinar las obligaciones jurídicas; cualquiera que sea la forma o procedimiento técnico mediante el que dicho consentimiento se manifieste y exprese: tratados multilaterales, costumbre, resoluciones y declaraciones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
5.3. Análisis de los artículos de la Declaración que habrían adquirido el status de normas obligatorias de Derecho Internacional Ciertamente, el consenso general de los Estados sobre la afirmación del valor jurídico de la DUDH, manifestado, como hemos tenido la oportunidad de analizar, a través de múltiples «formas» evidenciadas en las tres teorías expuestas, nos parece fuera de toda duda. Sin embargo, el problema central estriba en precisar qué artículos en concreto de la Declaración son hoy obligatorios para todos los estados de la comunidad internacional como consecuencia de su aceptación general265. Es evidente que no se puede colocar al mismo nivel el derecho a la vida (art. 3) o la prohibición de la tortura (art. 5), y el derecho a unas vacaciones periódicas pagadas (art. 24). Por esto la indagación sobre qué artículos de la Declaración han obtenido una aceptación general en la práctica de los Estados y cuáles no, es una labor de indudable trascendencia para conocer en concreto el status jurídico de la Declaración. A esta labor se consagró, en principio, el Comité de Derechos Humanos de la International Law Association,
SCHACHTER, O., General Course in Public International Law: International Law in Theory and Practice, Recueil, 178.5 (1982), p. 79. 264 CARRILLO SALCEDO, J.A.: op. cit., párr. 4. 265 Los internacionalistas que piensan que todos los artículos de la DUDH son igualmente obligatorios para los Estados de la comunidad internacional, son realmente minoría; entre éstos quizá habría que mencionar a uno de los principales redactores de la Declaración, John Humphrey: «la DU ha sido citada tantas veces dentro y fuera de NU que los juristas ahora dicen que, cualquiera que haya sido la intención de sus autores, la Declaración es ahora parte del derecho internacional consuetudinario y por tanto obligatoria para todos los Estados. La Declaración se ha convertido en lo que algunas naciones querían en 1948: la universalmente aceptada interpretación y definición de los derechos humanos, dejados indefinidos en la Carta». HUMPRHEY, J., «The International Bill of Rights: Scope and Implementation», 17 WM & Mary Law Review 527, 529 (1976). Estarían de acuerdo, entre otros, Alston, Bilder, Kartashkin, Lallah, Sohn, Thornberry, Waldock, Robertson y Merrills. Son todavía menos los que defienden que toda ella es «ius cogens» (normas imperativas de derecho internacional general, según el artículo 53 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados); a saber, Haleem, Mc Dougal, Humprey, Markovit.
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una de las asociaciones de internacionalistas más prestigiosas, desde 1988 a 1994. El resultado del Informe Final presentado en la Conferencia de Buenos Aires (1994) sobre este punto, deja una cierta insatisfacción para el estudioso que busca un análisis exhaustivo y unas conclusiones claras sobre la práctica internacional respecto de cada artículo. El mismo Comité reconoce que «sería presuntuoso pretender analizar comprensivamente (en el informe) cada uno de los derechos contenidos en la Declaración»266. Sin embargo, a la luz de la práctica de los Estados avanza algunas conclusiones tentativas que por su interés incluímos. Para el Comité serían normas jurídicas vinculantes para todos los Estados de la comunidad internacional, como normas de derecho consuetudinario: 1. Las contenidas en los artículos 1,2 y 7 que expresan el derecho fundamental a la igualdad y a la no discriminación en el goce de los derechos. Sería dificil negar la aceptación general de este derecho, aunque en la práctica de los Estados no se encuentre un pleno cumplimiento de este principio de igualdad. Así, a las mujeres muchas veces se les impide ejercer sus derechos en plena igualdad con los hombres; distinciones basadas en creencias políticas y religiosas se encuentran en bastantes constituciones; y una efectiva garantía de los derechos de los ricos y los pobres es a menudo muy diferente. La discriminación por motivos de raza es aceptada por toda la doctrina como prohibida por el derecho internacional general e incluso declarada como norma de «ius cogens». 2. Las garantías del artículo 3 (derecho a la vida, a la libertad y a la securidad) están formuladas de manera muy general como para constituir un standard útil y operativo; sin embargo, la protección del derecho a la vida ha sido citado siempre como una de las normas de derecho internacional consuetudinario; de tal modo que la práctica de los asesinatos, desapariciones, y la privación arbitraria de la vida, han sido condenadas universalmente como violaciones del derecho a la vida. 3. La prohibición de la esclavitud (art. 4), la prohibición de la tortura (art. 5), la prohibición de las detenciones arbitrarias prolongadas (art. 9), el derecho de todo ser humano al reconocimiento de su personalidad jurídica (art. 6), el derecho a un juicio
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ILA, op. cit., p. 545.
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justo (arts. 10 y 11), el derecho a contraer matrimonio (art. 16), también entrarían dentro de las normas consuetudinarias267. En cambio, no habrían adquirido, por diferentes motivos, el status de normas consuetudinarias: el derecho a un recurso efectivo contra violaciones de derechos humanos (art. 8), la prohibición de injerencias arbitrarias en la vida privada (art. 12), el derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio, así como el derecho a entrar y salir libremente del país (art. 13), el derecho a una nacionalidad (art. 15), el controvertido derecho de propiedad (art. 17), el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (art. 18), el derecho a la libertad de expresión y opinión (art. 19), el derecho a la libertad de reunión y asociación (art. 20), y el derecho a buscar asilo (art. 14). En relación con este último derecho habría que decir que la devolución de una persona a un país donde existen temores fundados de que pueda ser sometida a tortura o perseguida, iría contra una norma consuetudinaria prácticamente cristalizada que es el principio de «non-refoulement». Aunque algunos argumentan que está emergiendo como norma consuetudinaria un «derecho a la democracia», es claro que muchos Estados no han aceptado el derecho de toda persona a participar en el gobierno del país reconocido en el artículo 21. El Comité señala igualmente que los derechos económicos, sociales y culturales, contenidos en los artículos 22 al 27 (derecho al trabajo, a la seguridad social, al descanso, a un adecuado nivel de vida, a la educación, y a participar en la vida cultural), raramente son calificados por la doctrina y por los tribunales como normas consuetudinarias, a pesar de que gozan en algunos casos de mayor aceptación internacional que algunos derechos civiles y políticos. Entre éstos quizá los más claros candidatos para convertirse próximamente en costumbre internacional serían: el derecho a la libre elección del trabajo, el derecho a fundar sindicatos y a sindicarse, y el derecho a la educación primaria gratuita y libre, de acuerdo a los recursos disponibles del Estado.
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El ya citado US Restatement (Third) of the Foreign Relations Law, cuya gran autoridad en la declaración del actual status del derecho internacional pocos discuten, incluye una lista sobre las normas del derecho internacional consuetudinario de los derechos humanos en la cual incluye, la prohibición de genocidio, esclavitud y tráfico de esclavos, el asesinato y las desapariciones, tortura y tratos y castigos crueles, inhumanos o degradantes, detenciones arbitrarias prolongadas, discriminación racial sistemática, y prácticas que revelen graves violaciones de los derechos humanos internacionalmente reconocidos (US Restatement, o.c., & 702, vol. II). Véase una discusión sobre esta lista en, ORAÁ, Human Rights in States of Emergency in International Law, Oxford 1994 (2nd), pp. 214ss.
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La conclusión provisional del estudio de la ILA de que si bien una gran parte de los derechos civiles y políticos de la DU se han convertido hoy en normas consuetudinarias, no siendo éste el caso de los derechos económicos, sociales y culturales, plantea el difícil problema del valor jurídico de estos últimos derechos. Parece como si la posición de la ILA primara y diera mayor valor jurídico a los primeros (serían normas consuetudinarias obligatorias), relativizando los segundos (sólo algunos pocos son candidatos a convertirse en breve plazo en normas obligatorias). Esta posición parece contrastar con la doctrina actual sobre los derechos humanos que insiste en que todos los derechos humanos son «universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso»268. No es éste ciertamente el lugar para realizar un estudio exhaustivo de este problema tan crucial para el derecho internacional de los derechos humanos; sin embargo, algunas reflexiones sobre la materia sí nos parecen pertinentes. En primer lugar, el mismo hecho de que ambos tipos de derechos (los llamados por Karel Vasak derechos de la «primera y segunda generación»), fueran objeto de dos tratados internacionales separados cuando estaban unidos en la Declaración, es una clara indicación de la posición tradicional sobre la distinta naturaleza jurídica de estos derechos y por tanto el distinto tipo de obligaciones que engendran para los Estados. Según esta concepción, los derechos civiles y políticos: 1. generan obligaciones absolutas e inmediatas para los Estados, 2. implican fundamentalmente un «abstenerne de hacer» (prohibición de la tortura, de quitar la vida arbitrariamente, de interferir en la vida privada, etc...), y, 3. son justiciables, disponiendo los individuos de un recurso contra sus violaciones. En cambio, los derechos económicos, sociales y culturales, 1. generan obligaciones «relativas» (los Estados se comprometen a adoptar medidas hasta el máximo de los recursos disponibles para lograr progresivamente esos derechos); 2. implican fundamentalemente «un hacer» (prestaciones sociales positivas), que depende de los recursos de cada Estado; y,
268
Declaración de Viena, párr. 5.
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3. no son justiciables, por lo cual los individuos no disponen de un recurso judicial efectivo269. Esta concepción tradicional de los derechos de la «segunda generación» es la que plantea el problema de la «juridicidad», es decir del valor jurídico real de estos derechos; concepción hoy rebatida desde un sector doctrinal importante y por una parte de la comunidad internacional270. Es interesante constatar que por mucho que las obligaciones de los Estados respecto a estos derechos se pueden considerar «relativas» y dependientes de los recursos disponibles, un «mínimo irreductible» («a minimum core») de estos derechos debe ser obligatoriamente asegurado por el Estado a todos los individuos bajo su jurisdicción. Esta es la posición del Comité de Derechos económicos, sociales y culturales, creado por el ECOSOC para aplicar el Pacto del 66. En este sentido el Comité sostiene, que en un Estado en el cual un significativo número de individuos careciera de alimentos, de un elemental sistema de atención a la salud («essential primary health care»), de una vivienda elemental, o de educación primaria, estaría prima facie incumpliendo sus obligaciones según el Pacto271. Uno de los trabajos importantes del Comité consiste en el establecimiento de standards para poder juzgar el grado de cumplimiento de los Estados de acuerdo con el Pacto; en esta misma dirección estarían los «Principios de Limburg» elaborados por un grupo importante de expertos independientes272. En esta materia, no se pueden olvidar las obligaciones de los Estados, no sólo de asegurar a aquéllos que están bajo su jurisdicción estos derechos, sino la obligación de cooperar con otros Estados y con la ONU en la realización efectiva de estos derechos; obligación que se encuentra recogida no sólo en el Pacto de los DESC (art. 2.1), sino en la DUDH (art. 22) y en la Carta de las NU (arts. 1, 55 y 56). Obligación tanto más importante cuanto que muchos Estados, dada la escasez de recursos de que disponen, no pueden garantizar ese mínimo de derechos económicos y sociales.
269
Esta es la concepción plasmada en los dos Pactos de 1966. Compárese la redacción de los artículos 2 de cada Pacto en los cuales se formulan el tipo de obligaciones que asumen los Estados, así como los distintos mecanismos de implementación (recursos individuales e interestatales en el caso del Pacto de los Derechos Civiles y Políticos, y únicamente sistema de informes periódicos en el caso del Pacto de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales). Véase a este respecto el interesante «Comentario General» N.º 3 (5 sesión 1990) del Comité de los Derechos Económicos y Sociales, sobre «La naturaleza de las Obligaciones de los Estados Partes», comentario precisamente al artículo 2(1) del PIDESC. 270 Sobre este problema veáse SCHEININ, M., «Economic and Social Rights as Legal Rights», in EIDE et al (ed.), Economic Social and Cultural Rights, Martinus Nijhoff 1995, pp. 41-62. En este artículo se rebate la concepción tradicional y el carácter «no justiciable» de estos derechos. 271 Comentario General N.º 3, párrafo 10. E/1991/23.
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El trabajo del Comité podría en el futuro ir suministrando elementos de ese «mínimo irreductible» de derechos económicos, sociales y culturales, que obligaría no sólo a los Estados partes en el Pacto, sino a todos los Estados de la comunidad internacional como normas consuetudinarias; algunas de las cuales se encontrarían ya en la DUDH (artículos 2227). En este sentido, normas como las que prohíben toda discriminación por razón del sexo, que incluiría «el derecho a igual salario por igual trabajo sin discriminación alguna», artículo 23.2 DUDH, dado el status tan importante que está adquiriendo en derecho internacional la prohibición de toda discriminación, podría emerger pronto como norma obligatoria. Lo mismo se podría decir, en consonancia con la posición de la ILA, del derecho de sindicación (art. 23.4), por la importancia del derecho de libre asociación en los tratados sobre derechos civiles y políticos, y del derecho a la educación primaria gratuita y libre (art. 26); y, en consonancia con la posición del Comité de Derechos económicos, sociales y culturales, también incluiría un «mínimo irreductible» de estos derechos compuesto al menos por alimentos, vestido, vivienda, y asistencia médica elemental (art. 25.1). Aunque las conclusiones provisionales de la International Law Association tienen un cierto interés, y es indudable que la mayoría de los derechos considerados como normas consuetudinarias lo son, sería necesario un análisis mucho más pormenorizado y exhaustivo de la práctica de los Estados respecto de cada uno de los demás derechos protegidos en la Declaración, antes de llegar a conclusiones definitivas sobre el carácter de normas consuetudinarias, y por tanto vinculantes para todos los Estados de la comunidad internacional.
CONCLUSIONES Tras este pormenorizado estudio en torno a la génesis y a los principales elementos del contenido y del valor jurídico de la Declaración Universal de Derechos Humanos, una de las principales conclusiones a las que hemos llegado es que nos encontramos ante un documento que es hijo de su tiempo, es decir, está indisolublemente unido a los avatares que habían acaecido durante la Segunda Guerra Mundial, aspecto éste que se ve reflejado en diversos pasajes tanto del preámbulo como del texto sustantivo de la Declaración. La Declaración Universal supuso tan sólo el primer paso y el punto de partida para un vasto proceso de 272
Limburg Principles on the Implementation of the ICESC Rights, UN Doc E/CN.4/1987/17.
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internacionalización de los derechos humanos, proceso en el cual las Naciones Unidas han desempeñado un papel fundamental, con la aprobación de una amplísima gama de instrumentos dirigidos a desarrollar las disposiciones a veces vagas y genéricas contenidas en la Declaración Universal. En este sentido, hay que interpretar las diferentes disposiciones de la Declaración de una manera dinámica, a la luz de los tratados internacionales y otros instrumentos de los que se ha dotado con posterioridad la comunidad internacional. Por otro lado, la Declaración, como no podía ser de otra forma, fue fruto del consenso. El contenido final de este texto refleja un compromiso y un delicado equilibrio entre las diferentes ideologías y las diferentes cosmovisiones que estaban presentes en esos momentos en las Naciones Unidas. Al hilo de esta reflexión, hay que señalar que la Declaración Universal se convirtió en un instrumento revolucionario, dado que constituyó el primer texto de carácter internacional que lograba integrar en su seno tanto los derechos civiles y políticos como los derechos económicos, sociales y culturales, avanzando así el concepto de la indivisibilidad e interdependencia del conjunto de los derechos humanos. Finalmente, nos gustaría poner de relieve cómo la Declaración, 60 años después, sigue siendo un documento vivo y pleno de fuerza inspiracional para enfrentarse a las nuevas amenazas a la dignidad humana y a la propia supervivencia de la humanidad. En la Declaración se encuentra el germen de todos los desarrollos que se han producido posteriormente en torno a los derechos humanos. Es necesario en este 60 Aniversario el seguir reflexionando sobre un documento que sigue siendo un referente imprescindible en lo concerniente a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Por utilizar las palabras del Director General de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, la Declaración Universal de Derechos Humanos se ha convertido en un auténtico "patrimonio ético de la humanidad"273.
MAYOR ZARAGOZA, F.: "Consolidación de una Cultura de Paz", XVI Curso Interdisciplinario en Derechos Humanos, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 15 al 26 de junio de 1998, San José, Costa Rica. 273
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