Lenguaje Corporal Cuando se habla de expresiones faciales, a veces preocupa un poco cómo vamos a lograr identificar las 10.000 expresiones distintas que el científico Paul Ekman clasificó en su Sistema de Codificación Facial (FACS) hace algunos años. Inclusive si somos capaces de determinar las siete emociones básicas (Alegría, rabia, tristeza, miedo, sorpresa, asco y desprecio), la cosa se vuelve cuesta arriba cuando las microexpresiones son tan sutiles que involucran áreas muy pequeñas del rostro, por fracciones de segundo que son increíblemente reducidas. ¿Cómo hacen algunas personas para detectar esos movimientos tan pequeños, en una conversación cara a cara y sin perder el hilo del componente verbal? En realidad hay un truco, que me permito explicar con una analogía: Cuando estamos aprendiendo a usar un teléfono celular cuya configuración es nueva para nosotros, al principio nos sentimos un poco “perdidos”. Mientras aprendemos dónde está la tecla menú, el volumen, cómo silenciarlo completamente y cómo responder mensajes rápidamente, nuestro cerebro está buscando un patrón de uso consciente. Igual sucede con esas expresiones faciales, pero hay una pequeña diferencia: nosotros nacemos con la habilidad de detectarlas (cosa que no ocurre con el uso de los teléonos inteligentes, por desgracia para el hombre moderno). De la misma forma que aprendemos a hacer consciente el uso de un aparato electrónico al punto de volverse totalmente natural, es posible “configurar” el cerebro para leer el rostro de los demás. Por costumbre, cuando hablamos con una persona, nuestra mirada se dirige de manera automática sobre un triángulo formado por los ojos y la boca, que nos suministran toda la información que creemos que necesitamos. Pero para obtener información de los músculos circundantes, es obligatorio acostumbrarnos a ver en forma de “X”. Imaginen, sobre el rostro de su interlocutor, una gran X tatuada directamente en la piel. ¡Éste es el recorrido que tienen que hacer sobre su rostro en todo momento…! La razón es muy sencilla: de esa manera estaremos conscientes del movimiento de los músculos que rodean ojos y boca, y podremos detectar más facilmente esos pequeñísimos movimientos, así sean unilaterales. Por ahora, les recomiendo que se acostumbren a hacer este ejercicio con todas las personas que hablen con ustedes. ¿Vieron algún movimiento de una ceja, de una mejilla, de una comisura que les llamó la atención? Adivina qué está pensando tu jefe… por sus micropicores
Ya les comentaba en un artículo anterior, qué son los micropicores y por qué se producen; este fenómeno es capaz de delatar el nerviosismo de cualquier persona, tanto si es una situación límite como una casual. De hecho, al ser tan sutil el toque de la punta de las dedos sobre alguna parte del cuerpo o sobre sí mismos, pueden descubrir dudas en la más segura de las personas. ¿No sería genial poder usar esa información para saber lo que está pensando nuestro jefe?
Varios movimientos, varios significados. A pesar de la increíble complejidad del cerebro humano, aún sobreviven incontables reflejos primigenios en nostros que se manifiestan en el momento menos indicado. Aún la persona más poderosa y aparentemente impasible tendrá un reflejo de estos movimentos, especialmente entre los propios dedos y con algunas partes de la cara. ¿Qué nos puede decir, por ejemplo, el rostro al ser tocado? todo depende de qué es lo que la gente se toca; Si ya sabemos que un micropicor es un conflicto interno, entonces tal conflicto se referirá a cada una de nuestras principales “ventanas” sensoriales, a saber: la vista y la audición. Por lo tanto, cuando presenciamos micropicores cerca de los ojos, las cejas, o los pómulos, la persona presenta o bien una duda con respecto a lo que está viendo, o tan sencillo como que no quiere “ver” en ese momento (bastante común cuando se está diciendo una mentira), especialmente si el movimiento se combina con una mirada desviada hacia un lado. Tocarse el cabello, el cuello o la mandíbula son áreas satélites del oído, el cual rara vez se toca directamente por una sencilla razón: la cantidad de terminaciones nerviosas del lóbulo. Al parecer la evolución nos dotó de una especie de “freno” gestual que impide delatarnos fácilmente. Hasta ahora vemos sólo dos tipos de micropicores faciales - visuales y auditivos - ¿Cómo podemos tomar partido de ellos? sencillo: hay que precisar quién está hablando en ese momento; por ejemplo, si nuestro jefe nos está pidiendo el clásico “Deja de hacer lo que sea que estés haciendo y ponte a hacer esto, que es urgente” y se lleva los dedos a los ojos, podemos poner en duda la supuesta urgencia. Si nosotros le estamos hablando… por ejemplo, sobre un problema en la oficina… y el micropicor es auditivo, ha puesto una barrera para nuestras opiniones e ideas. No es el momento para quedarse con un argumento a medias, porque puedes estar seguro que habrás perdido tu tiempo. Mantente firme y si no lo logras ganar esa discusión y hacerte entender, asegúrate de continuarla después (si es que te conviene). Los micropicores en los dedos: una señal de nerviosismo
Es interesante conocer la cantidad de gestos distintos que pueden delatar el nerviosismo en una persona. Desde un ligero tic en el ojo, pasando por un pequeño aumento de la sudoración e iclusive un leve tartamudeo, pueden indicarnos que la persona no está muy dispuesta a continuar la conversación. Pero éstas son señales muy notorias; sólo ocurren cuando la persona se encuentra bajo un estrés considerable. ¿Cómo podemos identificar esos detalles más sutiles, que pasan casi desapercibidos?
La respuesta: estar viendo siempre los dedos de la otra persona. No las manos en general, sino los dedos propiamente. En ese sentido, nos ahorramos mucha energía, pues la mayoría de los gestos manipuladores que usamos al hablar involucran inconscientemente el uso de los dedos. Podemos pasarlos por la cara o juguetear con un bolígrafo; la lectura es la misma. Pero los dedos son aún más delatores cuando nos revelan micropicores, que son respuestas físicas a un estado de ansiedad que nos embarga. Estos micropicores se manifiestan de dos maneras: a) una mano “rasca” ligeramente el dorso de la otra, o b) un dedo (generalmente el índice) se frota contra otro dedo (generalmente el pulgar) de la misma mano. ¿Por qué ocurre este fenómeno? Ya hemos hablado en otros artículos que ciertas manifestaciones no verbales son residuos de expresiones mucho más intensas de cuando éramos niños, y los micropicores no son la excepción. Son un legado directo de aquellas caricias en el pelo que nos hacían nuestros padres para aliviar un poco nuestros fugaces estados de ansiedad infantil. Ese acariciar rítmicamente surtió tanto efecto que aún hoy es necesario (aqunque sepamos que las normas establecidas etiquetan como raro el que alguien se acaricie la cabeza). Debido a los parámetros impuestos por nuestra cultura y educación, estos movimientos son reprimidos… pero no por mucho tiempo; de ahí surgen los movimientos milimétricos de un dedo que se frota contra otro, que juega con una cutícula, o inconscientemente nos frota los nudillos de manera casi imperceptible. ¡Debes estar muy atento a este gesto! Esto quiere decir que la persona se siente un poco ansiosa. Ya sabes que el primer paso es hacerla entrar en confianza; la venta (o la idea que quieras enseñarle) nunca entrará si nuestro interlocutor no está relajad@ del todo. Además de estar pendiente de estos movimientos, deberías estar pendiente de tu voz y aprender un poco sobre microexpresiones. Las palmas de tus manos pueden delatar tu timidez
Una de las particularidades del lenguaje corporal es cómo podemos estudiar, a través de los gestos de cada quien, detalles de la personalidad que no serían fáciles de identificar de ninguna otra forma. En este caso, les daré un tip muy sencillo relacionado con las manos, que pueden implementar ahora mismo; verán que detectarlo es muy sencillo.
Presta atención a los dedos y el pulgar.
Es posible precisar, con pasmosa efectividad, el grado de extroversión o timidez de una persona tan sólo viendo las palmas de sus manos cuando camina (Por supuesto, si está aferrado a su teléfono inteligente, tendremos que esperar a que o guarde en el bolsillo). En una caminata sencilla, observen con cuidado hacia dónde se orienta la palma de la mano y las puntas de los dedos. Por ejemplo, en la imagen que ilustra este post, están dirigidas más o menos hacia el muslo y el pulgar apunta hacia el frente. En este caso, la persona es catalogada como segura de sí misma; pero si la palma de la mano se orienta hacia atrás (como escondiéndolas, y el pulgar es el que apuntaría hacia el muslo), estaremos ante una personalidad un poco más tímida e insegura. La diferencia entre gestos ilustradores y manipuladores hay dos clasificaciones muy sencillas (pero no por eso menos importantes) de gestos manuales: los gestos ilustradores y los gestos manipuladores.
Gestos buenos, gestos malos ¿En qué consisten los gestos ilustradores? pues simplemente son aquellos que se manifiestan en perfecta concordancia y sincronía con las ideas que exponemos; Un ejemplo fácil: imaginemos una persona que habla de un “pequeño” problema que tiene… y al decir la palabra “pequeño”, junta un poco sus dedos índice y pulgar, como agarrando un objeto diminuto… y los acerca a su ojo, como quien mira por un microscopio. O la vecina hablando de cuánto ha engordado el hijo de fulanita, mientras sus brazos como quien rodea un generoso tonel. Verbos tales como “soltar” y apartar” podrían acompañarse de manos moviéndose “hacia afuera”. ¿Verdad que es sencillo? Pero ¿Qué ocurre con los manipuladores? Cuando una persona está nerviosa por cualquier circunstancia, y debe responder una pregunta que puede comprometerle (como por ejemplo,”¿¿SE PUEDE SABER DÓNDE ESTABAS TÚ ANOCHE??”), los gestos con las manos podrían ser dramáticamente distintos. En vez de apoyar lo que decimos, nuestras manos tratarán de “distraer” del tema que hablamos, ya sea jugando con nuestro reloj, rascándonos las orejas o nariz, llevándonos la mano a la cara, acomodándonos el traje, jugado con un bolígrafo… o mi favorito: arrancando pelusas imaginarias de nuestros pantalones. La información no verbal que obtenemos de diferenciar ilustradores y manipuladores nos será útil en la medida que podamos adaptar nuestro discurso a la actitud de nuestro interlocutor. ¿Tiene miedo de hablar? hagamos preguntas sobre lo que l@ pone nervios@. ¿Se expresa usando muchos ilustradores? lo más seguro es que esté convencid@ de lo que dice. Los cuatro gestos del auténtico liderazgo
Para un líder político, social o empresarial, es crucial desarrollar una imagen de liderazgo y compromiso que lo acompañe en cada una de sus palabras; pero con demasiada frecuencia esta imagen es acompañada por gestos ilustradores que irónicamente no siempre son los más idóneos.
Afortunadamente, existen cuatro expresiones corporales que, utilizados en la dosis correcta, pueden hacer que un líder se muestre a la vez empático y firme, sin legar a verse ni blando ni autoritario: 1) El secreto está en las muñecas: La clave para demostrar que se está al servicio de tu comunidad o empresa es mostrar las palmas de tus manos. Eso es fácil de recordar… a menos que incurras en el error de “dejar caer” la mano hacia atrás (quebrando la muñeca), lo que te hará ver blando y sin firmeza, incluso manipulable y hasta traicionero. Para acompañar tu disposición a la cooperación con una fuerte templanza, mantén las muñecas derechas. Esto te acercará a tu público y a la vez proyectarás fuerza y energía en tus palabras. 2) Jugar con los ojos: A lo largo de tu discurso, debes tomar en cuenta qué expresan tus ojos: Cuando los abres, estás llamando la atención sobre un hecho; cuando los entrecierras un poco, estás demostrando aplomo y firmeza. ¿Cómo emplear estas dos herramientas? muy fácil: Describe la situación actual de tu empresa o sociedad abriendo tus ojos con naturalidad; cuando vayas a describir tus acciones al respecto, entreciérralos un poco. 3) Los gestos ilustradores, siempre por debajo de la barbilla: ¿Cuántas veces hemos visto políticos que hacen gestos amplísimos, de arriba a abajo, que comienzan incluso por encima de su cabeza? estos gestos tratan de crear una sensación de “arrase” junto al discurso, que generalmente es de corte populista. Quien tiene el control, y no teme ejercerlo, tendrá la templanza para usar ilustradores que no suban más allá de la barbilla; en este caso, nuestra sola presencia debe proyectar autoridad; no caigamos en el error de querer “exagerar” nuestro ímpetu, pues más bien restaremos fuerza a nuestro discurso. Un ejemplo claro era Hitler, cuyos gestos eran un 91% por debajo de la barbilla, aún cuando el contenido de sus discursos era fuertemente emocional. 4) Toma las riendas: un gesto poco común -que debe ser empleado de manera totalmente consciente, en momentos muy concretos del discurso- es el de “tomar las riendas” de la situación. Al escribir este apartado, enseguida vino a mi mente el póster dela película “Michael Collins”, protagonizada por Liam Neeson, cuya imagen principal sirve de ilustración para este artículo. ¿Ven la postura que adoptan sus manos? ¿Pareciera que sostuvieran una rienda imaginaria, verdad? Y ése es el secreto del gesto: un hombre recio, líder, impetuoso y que aún así no pierde el “control” o las “riendas” de la situación. No es fácil desarrollar una imagen de poder; sin embargo puedes usar la vestimenta correcta para transmitir autoridad o también usar gestos de poder para dominar cualquier conversación. También puedes seguirme en Twitter y apoyarme en Facebook para mantenerte actualizado en todo lo relativo a la comunicación no verbal. 10 señales no verbales de que le gustas a un hombre
De seguro te habrás topado con ese chico que parece tomarte en cuenta más que a las demás… y el sentimiento es mutuo. ¿No te ha asaltado la duda: ¿De verdad le gustaré…? estas diez pistas de comunicación no verbal te enseñarán a descubrir silenciosamente lo que siente por tí.
1 – Sonríe mucho cuando está cerca de tí: ¡Hasta pareciera que se ríe solo! le es muy difìcil ocultar el placer que siente al estar contigo, y lo expresa de la manera más sencilla: con una sonrisa auténtica. 2 – Te presta especial atención: El umbral de atención de los hombres es muy limitado, a menos que estés hablando de algo que nos atraiga en verdad. Si nos estás comentando la última comedia romántica que viste y te estamos prestando todo nuestro interés, es una buena señal. 3 – En reuniones sociales siempre tratará de tenerte bajo su ‘radar’: Aunque no esté contigo, se asegurará de no perderte de vista; inclusive, si no te ve por algunos minutos, será capaz de preguntar tu paradero. El sólo hecho de no saber dónde te encuentras lo llenará de ansiedad. 4 – Saca el pecho, echa los hombros hacia atrás y trata de parecer más alto: Este es un gesto inconsciente, que heredamos de la época en la que los machos debíamos salir a cazar. Evidentemente, un compañero con buena complexión física era mucho más deseable que otro menos agraciado. Recuerda que en mi libro “Lenguaje Corporal en 40 días“, te enseño a descifrar estas señales. 5 – Tratará de ser atento y agradarte: La caballerosidad, los halagos y los pequeños detalles (Por ejemplo, recordar de qué iba aquella comedia romántica de la que hablabas en el punto No. 2) serán fuertes indicios de que siente algo por ti. 6 – Siempre conseguirá algún pretexto para acercarse a tí o compartir alguna actividad, así sean unos pocos minutos. Con la atracción no hay “coincidencias”, aunque parezca que ese chico aparece ‘casualmente’ siempre en el momento justo. 7- Puede costarle comunicarse verbalmente: ya hemos aprendido en artículos pasados que los hombres no tenemos las habilidades comunicacionales de las mujeres. ¡Imagínense cuando tratamos de expresar lo que sentimos!. Es probable un ligero tartamudeo, manos sobre la boca o súbitas caídas en el tono de voz; recuerden que el miedo al rechazo nos embarga en esos momentos. 8 – Te “defiende” de los demás ‘pretendientes’: Al hablar contigo, puede que al principio se sienta un poco tímido e incluso llegue a cruzar los brazos; pero a medida que va ganando confianza, no sólo los soltará, sino que apuntalará una de sus manos (o incluso ambas) en su
cintura y abrirá los codos, como para “bloquear el acceso” a cualquier otro hombre que quiera acercarse. 9 – Ojos más brilantes: la atracción tiene una reacción directa en nuestros lacrimales; y no es algo que se pueda evitar, pues es una reacción totalmente involuntaria. Verás que sus ojos tienen un “brillo” particular, que no sabes describir. 10 – Mirar tu boca: Ésta es una de las señales más fuertes de que un hombre gusta de ti. Si su mirada se desvía hacia tu boca (Tanto si estás hablando como si no), puedes asegurar que le atraes. 10 señales no verbales de que le gustas a una mujer
A continuación mencionaré diez que no sólo están sustentadas por investigaciones científicas; tampoco entran en conflicto con el sentido común. Empecemos:
- Su buen humor es espontáneo: Ya sea sonriéndo o riéndo abiertamente, una mujer que disfruta de tu compañía se notará feliz y agradada. Una que otra risilla nerviosa, o una sonrisa pícara, es un indicio que ella disfruta de tu presencia (ojo, hasta ahí, mejor ándate sin prisas… recuerda que ellas “huelen” tu desesperación). - Te toca casualmente: Si de repente te toca el brazo, te acomoda la camisa, o incluso llega a rozarte la pierna con la suya, es un indicio de que quiere acercarse. ¡No lo desaproveches! Sólo trata de diferenciar toques accidentales de aquellos hechos intencionalmente. - Demasiadas “coincidencias”. Si ella gusta de tí, buscará la manera de que se encuentren de manera “fortuita”. ¡No hablo de acoso, claro está…! Más bien se siente como si te leyeran la mente y adivinaran lo que vas a hacer (el cual es de hecho un superpoder innato en ellas). - Las miradas intermitentes: Debes aprender a mirarlas indirectamente. No es difícil; lo que necesitas precisar es si tratan de verte cuando no las estás mirando. Si es así, has llamado su atención. Recuerda que ellas pueden analizarte y descartarte en apenas un vistazo. Puedes olvidar los consejos sobre la apertura de las pupilas, son irrelevantes pues dependen no sólo de su emoción, sino también de la iluminación de donde se encuentren. Recuerda que en mi libro
“Lenguaje Corporal en 40 días“, te enseño a descifrar las acciones de una persona, aún sin verla directamente. - El cabello tiene un significado especial: Creo que ésta es la pista menos comprendida (porque de hecho, es bastante difícil de precisar). Las mujeres siempre están acomodándose el cabello; es una costumbre automática, que obviamente el 99% del tiempo no tiene que ver con coqueteos (aunque no poco sitios de internet nos inviten a pensar así). Pero ese 1% restante tiene una función biológica: sacudir las feromonas de su piel hacia nosotros (recuerden la importancia que tiene el sentido del olfato en la seducción). Por supuesto, no empiecen a olisquear ahí y allá, ¡Se verán bastante raros! Procuren más bien precisar cuando el gesto de acomodarse el cabello es premeditado, en un movimiento más minucioso de lo normal (pero no necesariamente más lento), y mas aún si ella mantiene el contacto visual ¿Menudo lío, verdad?.
- Si está sentada a tu lado, al cruzar las piernas pondrá la más alejada de tí por encima de la otra, para mostrar mejor la pantorrilla. En esta posición, los músculos de la pierna se ven más tersos y provocativos. - La barbilla, hacia tí: Creo que un enfoque erróneo en la interpretación del lenguaje corporal femenino durante la fase de acercamiento, es que supuestamente tienden a “mostrar el cuello”, cuando les interesa un hombre. Un poco aventurada la afirmación, dado que depende ni más ni menos ¡De la postura en la que está sentada! Una forma más adecuada de identificar esta tendencia es fijarse si su barbilla está ligeramente hacia nosotros (independientemente si vemos su cuello o no). Si es así, buena señal; éste es uno de los “ejes“ de la atención, que nos dice inmediatamente si les interesa lo que estamos diciendo. Recuerda que a las mujeres les gusta hablar de frente. - Los pies, un poco separados: una investigación indica que cuando una mujer está de pie, el dinamismo con el que mantiene el equilibrio nos dice la emoción que siente. Si ambas piernas están derechas e inexpresivas, su pasión está muy lejos, ¡Quizá en Japón!. Si están ligeramente abiertas o jugando con los tobillos, está nerviosa (¿pero por qué?), no podemos saberlo a menos que sigamos indagando. Pero con certeza no está distante.
- Recuerda detalles de conversaciones anteriores (que a veces ni tú mismo recuerdas): ¿Pensabas que sólo se trataba de mirar cómo se mueve? Una mujer, por distraída que sea, no olvida pequeños detalles de lo que le decimos, si les parecemos interesantes. - No se siente intimidada por tu proximidad: Si de verdad le gustas no le importará que te acerques a ella; pero si lo haces en el momento inoportuno, o si eres demasiado impetuoso, puedes despedirte de todo el esfuerzo que habías aplicado hasta ese momento. ¿Quieres saber una manera sencilla de acercarte a ella sin “amenazar” su espacio? Dirige su atención lejos de tí mientras lo haces: busca algo que le pueda llamar la atención (un cachorrito, otra pareja, una escultura, qué se yo…) y apúntalo con la mirada, mientras te acercas a ella (como tratando de “señalar” con tus ojos lo que quieres que vea). Debes estar pendiente si ella oscila ligeramente hacia atrás (¡mala señal!) 5 claves para aniquilar a los otros machos alfa
Te acercas a una chica con la que quieres relacionarte en una reunión; No tienes problemas para desarrollar una conversación amena, y poco a poco los bloqueos de ella (medio cruce de brazos, una pierna delante de la otra, una mano en el pecho o en el cuello) van cediendo progresivamente. De pronto se acerca un “competidor” más que dispueto a meterse en la conversación, y lo hace muy fácil con el simple pretexto de saludarla (Pues da la casualidad que se conocen de la universidad, o del trabajo… ya tienes la idea). Él le hace una pregunta sobre esa “conexión” en particular (un dato de las clases, o del jefe… etc) y la conversación que tú habías iniciado queda en el limbo. ¿Qué hacer en ese caso?.
Clave 1: Cuidadosa observación de ella: Se supone que debiste prevenir situaciones parecidas a ésta analizando progresivamente la disposición de ella a estar contigo, mientras hablaban ustedes dos solos. ¿Parece distraída o te está prestando atención realmente? ¿Puedes determinar si su sonrisa es auténtica? Pendiente de sus ilustradores, ¿Mantiene sus manos escondidas o reprimidas, o las suelta al hablar? Clave 2: Estudia su reacción cuando llega su amigo: Este es el paso más importante; aquí es donde determinas cuál es el grado de confianza entre ellos, y el principal inconveniente es que puedes desesperarte por el “enfrentamiento inminente” y asumir que la relación entre ambos es estrecha (ésta es una reacción natural de tu cuerpo, imaginarse el peor escenario posible). Verifica si el cuerpo de ella se desplaza hacia él o gira para ponerse de frente al saludarle. Mientras más intenso sea este giro, más estrecha será su relación. (Si ella está de brazos cruzados y ni siquiera los suelta para saludarle, no hay mucho que temer) .
Ahora que has determinado qué tan “peligroso” es tu contrincante, es hora de pasar al contraataque. Sólo recuerda mantener la cabeza fría y el corazón caliente (y no al revés). Clave 3: Estudia a tu oponente. Siente su apretón de manos, ¿Es desafiante, fuerte o dominante? (si gira la palma un poco hacia abajo). ¿Cómo modula las palabras cuando se dirige a ella? ¿Tiene un buen volumen de voz? ¿Trata de acercarse a ella o tocarle el brazo cuando le habla? En 60 segundos deberías poder hacer un buen diagnóstico, sólo mantén tu adrenalina a raya. Clave 4: Monta la ola. No intentes retornar a la conversación original (a menos que ella expresamente lo haga, lo cual es una excelente señal). Si no tienes información suficiente para “ingresar” al tema que están tratando, no dudes en hacer preguntas (siempre dirigidas a ella, recuerda que debes mantener su atención). No pienses demasiado si la pregunta que vas a hacer es “tonta” o inteligente, sólo trata de que no pueda responderse con “sí” o “no”, en cuyo caso estás más que frito. Clave 5: Canaliza una acción disruptiva: No puedes competir haciendo sólo preguntas una y otra vez, y tampoco puedes forzar que surja de nuevo la anterior conversación. ¡Invítala a tomar algo, y le tocas el brazo en ese instante, señalando con tu cabeza hacia donde quieres llevarla! Este gesto es decisivo; en la reacción de ella sabrás si tienes esperanzas concretas o no. Las 10 leyes del lenguaje corporal seductor (para hombres)
Existen una serie de técnicas que podemos desarrollar para manejarnos mejor en el ámbito de la seducción. Verás que mientras más las pones en práctica cuando no estás en “modo seductor”, más fácil te será usarlas en el ´momento de la batalla´. 1.- Evita los movimientos bruscos. Las personas que están “en control” no tienen arranques, rabietas ni gestos exagerados. 2.- Domina el arte de los ilustradores. Cuando sabes cómo enfatizar y aplicar tus manos en tu conversación, te verán como un gran comunicador, lo cual es un imán para ellas. 3.- No dudes para empezar a hablar ni con ella, ni con nadie. Si quieres demostrar seguridad, nunca titubees al dirigirte ni al objeto de tu afecto, ni al panadero. Siempre sé proactivo en tu forma de expresarte con todos y tu autoconfianza aumentará a pasos gigantes; ¡Y no temas equivocarte al hablar! 4.- Mírala como si no existiese más nada en el universo. Cuando la escuches, silencia tu móvil y haz caso omiso de las distracciones alrededor de ustedes. Olvida que existe el reloj. 5.- Mantén tus hombros relajados: Es perfectamente normal que las presiones y el estrés diario nos tengan como una cuerda de violín… pero eso no es nada sexy. ¡El verte relajado le demostrará que tienes todo el tiempo del mundo para ella!
6.- Usa un tono de voz claro y modula correctamente. Ella no debe tener problemas al escucharte y entenderte. Un tono de voz muy bajo y una modulación pobre denotan timidez. 7.- No te “robotices”. Algunos hombres piensan que para verse seductor hay que actuar acartonadamente. ¡Así parecerás más un ridículo galán de novela! 8.- Cuida tu guardarropa y tu higiene personal (No creo que tenga que extenderme al respecto). De todas maneras, puedes referirte a este artículo. 9.- Usa tus músculos faciales. Sonríe, arrúgate, exprésate. He leído en sitios web donde afirman que “un hombre seductor mantiene una expresión calmada y suave”. ¡Error! Ellos dicen “seductor”, las mujeres dirán “aburrido”. Recuerda que se trata de reforzar lo que dices, no de ser un payaso. 10.- Mantén las manos relajadas y fuera de tus bolsillos, donde podrían acumular un exceso de sudor. ¡Una palma húmeda mata la pasión instantáneamente! Ya decidí hablarle, ¿Y ahora qué hago con los brazos?
Te has armado de valor para acercarte a la chica que te quita el hambre de día y el sueño de noche (y aún así sigues respirando, aunque sea sólo para suspirar por ella). Ya sabes cómo hablarle por primera vez sin ponerte nervioso, y no estás dispuesto a esperar ni un día más para hacerlo. Ese instante llega, y en ese momento te surge una pregunta bastante incómoda: ¿Qué demonios hago con mis manos? No sabes si rascarte la cabeza o la cara (que te pican terriblemente), cruzarte los brazos apretadamente sobre el pecho, hacerle caso a esos “expertos” en lenguaje corporal que te sugieren ponerlas hacia atrás para darte mayor seguridad, juguetear con tus llaves (o peor aún, con tu teléfono), tronarte los dedos, ajustarte el pantalón, quitarte una pelusa fantasma, volver a rascarte la cara o en el mejor de los casos, meter los dedos en los bolsillos de tus jeans torciendo las muñecas hacia adelante y encogiendo los hombros (Como quien prefiriera estar en cualquier sito menos enfrente de ella). Y no es excusa para mostrar tus bíceps.
¿Qué puedes hacer con tus brazos y manos? acabo de citar una serie de movimientos y posturas incorrectas que te harán ver no sólo inseguro sino también taciturno (cosa que no quieres demostrarle). Lo cierto es que cuando uno tiene convicción en lo que está diciendo y no tiene reparos en expresarlo, nuestras manos se expresan de manera natural a través de ilustradores, o movimientos que apoyan nuestras palabras. Sin embargo, hay tres tips muy sencillos que puedes poner en práctica para sacar a tus dedos de su letargo:
- Nunca trates de hablar con tus manos colgando a ambos lados, sin moverlas. Vas a parecer un maniquí muy mal posado, e incluso podrían tomar tus palabras a chiste (¡Horror!). Si estás de pie, asegúrate de hablarle de frente; tus brazos deben estar flexionados de tal manera que tus manos estén a la altura de tu abdomen, separadas la mayor parte del tiempo (no es obligatorio). - ¿Qué movimientos deberías hacer? no es cuestión de practicarlo sino más bien de sentirlo, pero si debes controlar tus manos recuerda que si hablas de ella, tus palmas deben dirigirse en su dirección. Si hablas de tí, una mano podría tocar tu propio pecho, y si empiezas a hablar de ambos (redoble de tambor), lo más lógico es que pases al siguiente punto: - Tócale el brazo o el codo con la punta de los dedos. Esto es casi un acto de magia, pero a pesar del poder que tiene el tocar a las personas, no sabemos hacerlo correctamente. ¿El peor escenario? que tengas que dirigir tu mirada al punto de contacto (su brazo), y que ella lo note. Esto hace que el movimiento se vea totalmente artificial y actuado; mucho mejor es cuando diriges su mirada lejos del punto de contacto y la tocas prácticamente sin que se dé cuenta; apenas las puntas de los dedos es suficiente. Podrías hablar qué se yo… del horizonte… y con tu mano derecha dirigir la mirada de ambos hacia ese lado, mientras “hecho el loco” con tu mano izquierda rozas su brazo derecho. Toda delicadeza es poca, imagínate que estás en la recta final de una partida de Jenga, o estás guiando a un robot en una operación de cerebro; siendo un movimiento prácticamente a ciegas, debes tener mucho cuidado y seguridad al hacerlo. Cómo detectar mentiras en siete lecciones
Como su nombre lo indica, éste es un post dividido en siete partes, las cuales están enumeradas a continuación. Pueden ser leídas en cualquier orden, pero el orden que les propongo es el de “menor a mayor”. La número 7 es la más sutil y sujeta a malinterpretaciones, mientras que las número 3 y 2 son las más tajantes e infalibles, siendo la número uno la campeona absoluta. Los invito a leerlas, a comentarlas, y a descubrir conmigo un mundo bastante particular, donde los que nos rodean empezarán a sospechar si no tendremos poderes psíquicos. Ahí vamos: No. 1: Repetir la pregunta No. 2: La boca que pica No. 3: La sien perlada No. 4: Los ojos fijos No. 5: Justificarse innecesariamente No. 6: Bajar la voz y tragar saliva No. 7: El alivio de la retirada
Empezamos las lecciones sobre cómo detectar mentiras con una que despierta sospechas en cualquier situación. Bastante fácil de identificar, la llamaremos “Repetir la pregunta”
¿En qué consiste? como su nombre lo indica, tiene dos manifestaciones posibles: 1) Le hacemos una pregunta sencilla a una persona y ésta la repite total o parcialmente, como si no nos hubiese escuchado o entendido. Por ejemplo, un diálogo clásico: Andrea: “¿Se puede saber dónde estabas tú anoche?” Beto: ¿Anoche? / ¿Que dónde estaba yo anoche? / ¿Quién, yo? En cualquiera de los casos, los centros de procesamiento del cerebro están siendo puestos en funcionamiento de manera sorpresiva, y con el pleno conocimiento de que a una pregunta sencilla debe seguirle una respuesta sencilla, la mente necesita valiosas décimas de segundo para articular una respuesta no comprometedora. ¿Cómo ganar tiempo? repite la pregunta. Es algo que hacemos casi instintivamente. 2) Complementar la respuesta con la pregunta misma. Digamos que no repetimos literalmente la pregunta, sino que la “adjuntamos” a una respuesta que debería ser, a todas luces, sencilla. Por ejemplo: Andrea: “Amor, ¿Le pusiste comida al perro?” Beto: “Uhm, Sí amor, yo le puse comida“ Luego de una respuesta así, esperemos que Beto se asegure de que Fido no se muera de hambre. El incluir la pregunta original como una coletilla de la respuesta (que en este caso podría ser simplemente “Uhm, Sí amor“) es señal que el centro del lenguaje quiere sonar convincente, cosa que no ocurre cuando nos preguntan nuestro nombre, por ejemplo. Las expresiones de emotividad, los movimientos exagerados de las manos, los ojos desmesuradamente abiertos… todos rasgos infantiles inconfundibles llegan sin escalas a la adultez, cada vez más y más sutiles para llamar cada vez menos la atención.
¿Qué hace un niño instintivamente cuando escucha una mentira, una grosería o algún vocablo impropio? Su reacción natural será la de taparse con ambas manos la boca, queriendo decir con este gesto “¡No puedo creer lo que estés diciendo!”. Al ir creciendo, esta manifestación se hace casi imperceptible y puede derivar en un simple toque de las comisuras de los labios o incluso la punta de la nariz. “Un momento”, dirán ustedes, “En ese caso el niño se tapa la boca porque escucha una mentira, más no porque la dice.” Recuerden por un instante que el cerebro humano es propenso a “representar” sensaciones que no están realmente presentes; Si, por ejemplo, vemos a una persona mordisquear un limón, no podremos evitar sentir su gusto ácido en nuestra propia boca, que hasta podría salivar. De la misma manera, intercambiamos el gesto de las manos que se llevan a la boca cuando otra persona miente, por nuestra propia mentira articulada. ¿Es realmente efectiva? Está científicamente comprobado. De todos los “micropicores” definidos por Phillippe Turchet en el libro “El lenguaje de la seducción”, el de las comisuras de los labios y el de la punta de la nariz están íntimamente relacionados con el mentir. ¿Cómo podemos asegurarnos de que funcione? Simplemente basta con imaginarse un triángulo sobre la boca y nariz de nuestro interlocutor, estar pendientes si en algún momento se acerca las manos a él. Una de las ventajas en cuanto a la precisión de este “indicio” de la mentira es que los nervios que causan esa picazón en los labios rara vez son afectados por una alergia. La nariz puede dispensarse en algunos casos de resfriado común o reacción a un olor fuerte; pero los labios, al ser tocados, no pueden mentir. La persona está insegura de lo que está diciendo; ya sea que esté creando todo un argumento, o simplemente esté pensando en cómo demostrar su inocencia, las comisuras de los labios son implacables. Aún cuando escasos segundos antes tenía una frente ligeramente seca, ahora la vemos profusamente perlada producto de… el nerviosismo.
Esta reacción es provocada de manera natural por la amígdala cuando nuestro sistema límbico presiente que nos encontramos ante un peligro inminente. En vez de esperar a que entremos en actividad física que eleve nuestra temperatura y que provoque la correspondiente sudoración para calmarla, el cuerpo se anticipa provocando una sudoración que generalmente sentimos más fría de lo normal. ¿Es realmente efectiva?
La sudoración de la frente es un indicio claro de que la persona está nerviosa. ¿Nerviosa por qué?, se preguntarán. Puede que lo esté simplemente porque se siente acusada y está buscando exponer su explicación; o bien no tiene ninguna explicación y tiene que inventarla. El problema es que en ese momento la persona que está siendo “acusada” entra en un círculo vicioso psicológico en el que le es imposible generar palabras coherentes puesto que su cerebro está dividido entre a) Alarmar sobre el peligro del momento, b) determinar la intención y reacciones de su interlocutor y c) Desarrollar la mentira. Si a todo esto añadimos el hecho de que ya está nervioso y no puede pensar con claridad, es muy factible que termine metiendo la pata o simplemente confesándolo todo. Este fenómeno de la frente perlada viene especialmente acompañado de los ojos fijos y la voz ahogada, ambas explicadas más adelante. ¿Cómo podemos asegurarnos de que funcione? Debemos estar absolutamente seguros de que no hace el calor suficiente como para que la persona esté sudando. Una cuidadosa observación previa al “interrogatorio”, nos permitirá determinar si la piel de su sien está seca. Cuando la reacción al peligro lo invada, noten que la tez se volverá más clara (por compresión de los capilares) y… empezará a sudar. Entre las “cartillas” de lenguaje corporal que abundan en internet, un mito muy difundido es el siguiente: “Los ojos de una persona que miente tratan de evadir constantemente a su interlocutor, ya sea por vergüenza o pesar.”
Nada más alejado de la verdad. Mentir es como jugar al baloncesto. ¿Se imaginan que estén probando sus tiros, y que cada vez que lancen el balón, volteen hacia otro lado? Poco probable; siempre querrán ver si acertaron o no. Y exactamente eso es lo que hacemos; mantenemos nuestra mirada fija en la trayectoria del balón. Cuando mentimos, lanzamos una “pelota” que esperamos nuestro interlocutor atrape. Esperamos que se convierta en un ´punto´. Esperamos que baje la guardia y nos crea. Hasta entonces, tratamos de escrutar cada centímetro de su rostro; el brillo de sus ojos, la tensión en su cara, el color de la piel, la respiración… buscamos de manera deseperadamente inconsciente una confirmación de que nuestra falsedad ha destruido por completo la duda de la otra persona. Hasta entonces, no dejaremos de mirar.
¿Es confiable esta lección? Todo exceso es sospechoso. En algún momento nos habremos topado con alguien que sabíamos que mentía… y que se esforzaba ridículamente por no establecer contacto visual alguno. Quizás se quedaba viendo una grieta en el techo, o quizás una piedrita en el piso… pero nunca volteaba a vernos. Lo más probable es que no tuviese un argumento, sino que más bien se empeñara una y otra vez en negar su participación o conocimiento de la acusación. En este caso, la certeza de que está mintiendo es aún mayor. En uno u otro caso, mantener la mirada fija o evadirla totalmente son signos claros de que la persona esconde algo. Una de las recomendaciones que hacen los abogados a las personas que están siendo interrogadas, bien sea en una comisaría o en un juicio, es el de ser fríamente concretos. “Sí” o “No” son las respuestas adecuadas; si hay que responder con una frase completa, debe hacerse lo más sencilla posible y responder exactamente lo que están preguntando. Si te preguntan “¿Dónde estuvo usted la noche del martes?“, nuestra respuesta debe ser de menos de cuatro palabras. “En la discoteca tal o cual“. Punto.
Criminólogos, abogados, psicólogos, psiquiatras y demás profesionales afines conocen perfectamente la razón de esta recomendación. Cuando nos sentimos culpables por una u otra razón, o cuando estamos nerviosos porque queremos demostrar nuestra inocencia o eficiencia, tendemos a… justificarnos innecesariamente. ¿Qué podemos definir como una justificación innecesaria? todo detalle que busca probar lo que estamos diciendo. Por ejemplo, un criminal que tenga una coartada para “el martes en la noche”, la espetará completa sin que se lo soliciten, con tal de que lo dejen en paz de una vez. Y aquí es cuando los especialistas nos damos cuenta si ha estado practicando la respuesta; una persona que realmente tiene que “recordar”, se toma su tiempo en estructurar los detalles. No tiene que practicar nada, puede responder calmadamente, pues está hablando con la verdad. Entonces ¿Qué ganamos hablando más de la cuenta?. Absolutamente nada. De hecho perdemos mucho, pues damos detalles muchas veces innecesarios que ayudarán a un interrogador sagaz a contradecirnos eventualmente, incluso si estamos diciendo la verdad. ¿Cómo es posible? el nerviosismo es el culpable. Si la respuesta a la pregunta fuese “Estaba en la discoteca… con Juan y María“, y en realidad Juan sólo nos acompañó diez minutos y se fue, entonces quien nos interroga podría alegar que “A las 9:30 p.m. Juan se encontraba en casa de su mamá. ¿Cómo es posible que estuviese con usted en la discoteca?“. Ahí toca justificar aún más. Diríamos (aún más nerviosos) “Ah, es que él se marchó a las 9:10… no volví a saber de
él”. Y por ahí nos vamos. ¿Se imaginan si a las 9:45 le enviamos un mensaje de texto a Juan y lo olvidamos? Todo se complica. Y todo por culpa de… justificarnos innecesariamente. Ésta es la lección para detectar mentiras más fácil de implementar. Cuando una persona miente o está inventando algo, su tono y volumen de voz disminuyen dramáticamente, casi en un 50%. De hablar con una correcta modulación, pasa de repente a bajar la voz con discreción, y de nuevo a un tono de voz normal.
¡Inclusive, puede ocurrir varias veces a lo largo de frases concatenadas! Trata de identificar, a medida que tu interlocutor se expresa, las subidas y bajadas de tono; pon atención a qué detalles estaba explicando en el momento que disminuyó el volumen al hablar; Apunta maquiavélicamente tus próximas preguntas a estos detalles que tu “víctima” quiere pasar por debajo de la mesa. En la misma medida que el tono de voz oscila con las mentiras, hay otro detalle vocal que no puede restársele protagonismo: tragar saliva. Éste es un proceso automático que hacemos todo el tiempo, pero si estamos nerviosos lo hacemos casi deliberadamente, y se nota. Los cómics han sido bastante explicativos al respecto, pues el gesto clásico del personaje aterrado que debe halarse el cuello de la camisa para poder tragar saliva con la parsimonia que lo caracteriza, está firmemente arraigado en nuestro léxico corporal. Pero esta clave está más allá de una simple viñeta infantil. Es un hecho que las personas, cuando estamos nerviosas, necesitamos (conscientemente) tragar saliva. ¡Ojos pendientes de la garganta de tu interlocutor! Es más fácil si el sujeto es hombre, pues la manzana de Adán es una especie de bandera gigante que nos permitirá presenciar este fenómeno a plenitud. La última técnica que debemos aprender para detectar mentiras es, sin duda alguna, la más difícil de aplicar. Se basa en la siguiente premisa: “Cuando una persona está siendo interrogada de manera inquisitiva, se mantendrá a la defensiva y su cuerpo estará tenso. En el momento que el interrogatorio termine, pueden ocurrir una de dos cosas: O bien la persona ´contrataca´ diciendo lo injusto que hemos sido en pensar que está mintiendo, o bien se queda callad@ y su cuerpo se relaja por unas décimas de segundo.”
En pocas palabras, una persona culpable se sentirá aliviada instantáneamente cuando el “interrogatorio” termine.
¿Por qué es tan difícil de poner en práctica? Primero y principal, esta es la única técnica que implica al mentiroso en pleno conocimiento de que lo estamos interrogando. Este proceso, en sí mismo un arte delicado, debe ser lo suficientemente exasperante para él como para que exhiba al menos tres de las seis claves expuestas en los posts de esta serie. En ese momento sus hombros estarán tensos, pues el reptil ubicado en el sótano del cerebro triuno los precalienta por si la situación amerita resistir un soberano sartenazo. Si el interrogatorio finaliza de manera súbita, debemos estar atentos a dos claves: a) la relajación de uno ó ambos hombros y b) La respiración, que siendo superficial hasta ese momento, se reanudará con un suspiro sordo. ¿Qué tan preciso es? Imagínense que nos empiezan a acusar de algo que no es cierto. A pesar de lo que decimos en nuestra defensa, siguen sin creernos. ¡Nos indignaríamos! Y no sería una emoción que se disipe de buenas a primeras. Apenas termina el interrogatorio, empezaríamos a reclamar la injusta acusación. Pero si somos culpables, la actitud es otra. Por medio segundo nos relajamos, aliviados que ya el ataque terminó; pero enseguida el hemisferio izquierdo del cerebro toma las riendas y dice “¡Epa! se supone que debemos demostrar indignación!” ¿Cómo ejecutarlo correctamente? Existe un rocedimiento sistemático para lograrlo; requiere de cierta práctica, pero es posible lograrlo: 1) Acorrale al (supuesto) mentiroso, lanzando pregunta tras inquisitiva pregunta, tratando de ir aumentando su estrés, pero sin que sobrerraccione. Vaya cocinándolo a fuego lento. 2) Verifique visualmente que, efectivamente, sus hombros se empiezan a subir y “juntarse” un poco. Este paso es muy importante, y es el que da pie a: 3) Lance una última pregunta y espere la respuesta (cualquiera que sea), y por último… 4) ¡El punto decisivo!. Apenas el mentiroso termina su respuesta, nos quedamos de tres a cuatro segundos mirándolo fijamente a los ojos, como considerando que está diciendo en efecto la
verdad; mientras, nuestras manos deben estar apuntaladas en la cintura, dando a entender que no vamos a dar un paso atrás. Al terminar los tres ó cuatro segundos de mirada fija… afloja los brazos, gira tu cuerpo 45°, llévate una palma a la frente y suspira profundamente, oscilando los ojos hacia abajo, pero sin perderlo de vista. Este gesto compuesto le dará a tu interlocutor absoluta certeza de que el interrogatorio ha terminado. ¡Es el momento! ¿Empieza el contraataque inmediatamente, o hay una fracción de segundo de alivio? Gracias por tomarte tu tiempo para aprender estas lecciones. Recuerda: todo lo que está aquí escrito sólo tiene utilidad si lo pones en práctica. ¿Qué estás esperando? 3 métodos para detectar intenciones ocultas
La habitación estaba vacía, salvo por una mesa iluminada por una solitaria lámpara que colgaba débilmente del techo. El interrogado sudaba copiosamente mientras una figura se paseaba de un lado a otro, imponiendo con sus movimientos la autoridad del cargo que ostentaba. Después de largos minutos, el oficial se sentó pesadamente, y habló con total parsimonia:
“Mira Charlie, ya sé que no piensas delatar a ninguno de estos rufianes. ¿Y sabes qué? ¡No me importa!, porque puedes estar seguro que mientras tú vas a consumirte en una celda por el resto de tus días, tus amiguitos van a estar embarcando mañana mismo para las Bahamas, por no decir a Bora Bora. Imagino que pensarás en eso las largas noches que pasarás durmiendo con un ojo abierto”. Dicho esto, el detective empezó a recoger las fotos que hasta ese momento, reposaban sobre la mesa. Una a una las introducía en un gastado sobre; la mirada cansada y húmeda del convicto las seguía desordenadamente, sin ningún patrón reconocible. Pero justo cuando el oficial levantaba la penúltima foto, sus ojos vidriosos pestañearon. La mandíbula se tensó un poco y su respiración se detuvo por un cuarto de segundo. El detective tomó la última copia que quedaba y abandonó sin más la sala. Justo después de cerrar la puerta tras de sí, ya estaba marcando un número en su teléfono móvil. Su tranquilidad de hace un momento habia dado paso a una febril ansiedad. Su voz sonó ronca al otro lado de la línea.
“Confirmado, el cómplice es Johnson. ¡Búsquenlo así sea debajo de las piedras y tráiganlo inmediatamente, no sé cómo, pero tráiganlo ya!” … Esta narración ficticia que perfectamente puede salir de cualquier novela policíaca, nos ilustra tres fenómenos neurológicos claves a la hora de detectar no sólo mentiras, sino contradicciones e intenciones ocultas en las personas, a saber: - Pestañeo y enfoque de la mirada: Recordemos que el pestañeo es un “tiempo fuera” que se da el cerebro para acceder a sus registros. La combinación de ese parpadeo con el enfoque de la mirada en un punto en particular, delata inmediatamente a la persona: está pensando profundamente en eso que vio por sólo un instante, justo después de pestañear. - Tensar los músculos de la mandíbula: En Hollywood, ésta es una manifestación realmente exagerada (y usualmente quien lo hace, tiene una mandíbula prominente). Es mucho más difícil cuando se trata de mujeres (cuya mandíbula es más perfilada y angosta), y el movimiento en la vida real es más bien sutil. - Detener la respiración por una fracción de segundo: Aún cuando es la más difícil de detectar, es la más segura de todas. Cuando esto ocurre, la persona presenta un profundo conflicto con lo que está viendo en ese momento. Esta técnica se usa en profundidad en el póker, donde es menester descubrir los “bluffs” de tus contrincantes.