Hugo Blumenthal © 2007
Análisis de las primeras lexias de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel Garcia Marquez por Hugo Blumenthal
Más que un análisis simple y puramente estructural que intentaría establecer los andamios de El coronel no tiene quién le escriba, la estructura que sostiene el relato, el texto, aquí intentaré un análisis textual que no excluye el nivel estructural sino que lo contiene, pero anulándolo como modelo. Pues salvo que la obra sea simplificada a una estructura muy general, donde cabrían cientos de otras obras, anulando ese valor particular que hace que nos interesemos por (o deseemos) esta obra en concreto y no otra (y su elección difícilmente podría considerarse gratuita en nuestro contexto), hablar del “valor estructural” apenas tendría sentido ya que cabría la pregunta por las obras literarias con más o menos la misma estructura. Intentaré un análisis textual que no será exhaustivo en el sentido de que no tendrá en cuenta todo el texto, que tomará, seleccionará algunas lexias y/o conjuntos de lexias, según su valor para una producción significante al interior del texto, producción que no se pretende objetiva, convertirse en regla; si mucho pretende mostrar una lectura posible, a través de un cuestionamiento particular del texto. “El coronel no tiene quién le escriba.” (P. 1) El título. ¿Qué dice? ¿Qué anuncia? Básicamente, propone a un personaje en un nivel de categoría más que de personalización o particularización. Es un rango, detentador de una posición, de un poder dentro de un sistema (el militar). Ese no tener o no poseer un nombre propio, universaliza. Puede ser cualquier coronel. Ni siquiera es realmente “el coronel” ante los otros personajes (como se verá más adelante, pues todos se refieren a él como “coronel” y no como “el coronel”). De ese hombre que es a su vez título, se dice que no tiene quién le escriba. ¿En qué sentido? El texto develará hacia su mediodía el sentido preciso de lo que anunciaba en su comienzo, antes del amanecer. Confirmará una hipótesis entre otras. De momento, algunas hipótesis podrían ser: 1. nadie le escribe cartas, al coronel no le llega ninguna carta (lo que plantea la pregunta por el destinador y el objeto (la carta) pues como se verá no se trata de cualquier tipo de carta la que no le llega, aunque no le llegue de ningún tipo, en general); 2. el coronel no tiene quién le escriba su historia, no tiene un autor; 3. el coronel está impedido, y no consigue a nadie que le haga un trabajo de escritura (¿de qué tipo?). Para los que conocen de entrada la historia, antes de leerla (lo que no es extraño a una sociedad regida por múltiples medios de comunicación, donde lo difícil es hallar una inocencia absoluta, un consumidor no informado de una u otra manera sobre el posible objeto a consumir), podría parecer absurdo considerar posibilidades diferentes a la primera. Sin embargo toda posibilidad puede tener cabida, entrar en consideración, aunque la primera sea la más confirmada. En ese sentido el título, en cuanto índice, funciona muy bien, al señalar una pluralidad de posibilidades de lectura desde el sentido que siempre se escabulle de una fijeza y/o claridad inmediata. “El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua [...]” (P. 3) 1
Hugo Blumenthal © 2007
El relato se abre con un índice de pobreza, que prácticamente abre una secuencia descriptiva cuya función más obvia es mostrar la pobreza en que vive el coronel, más que presentar, en un sentido amplio, definidor, a los personajes. Se trata aquí de un no–tener impersonal. No es que no se tenga, sino que no hay. Se trata, por tanto, de una carencia material externa al coronel, que no afecta en demasía su existencia. Además es un no-tener ya previsto. El coronel comprueba, quizá por olvido, quizá con esperanzas de equivocarse, que no hay. La comprobación no lo sorprende. Por lo que, más que resignarse, simplemente adapta aquello que pensaba hacer al límite material con que cuenta para hacerlo. “[...] el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas.” (P. 3) Índice de podredumbre, enfermedad. El coronel se lo atribuirá al tiempo (humedad) pero su localización especifica (al nivel del aparato digestivo) es de por sí sospechosa. Puede ser tomado como índice de mala alimentación. “Era octubre. Una mañana difícil de sortear [...]” (P. 3) Octubre: época de lluvias (específicamente en la costa atlántica colombiana; aunque en el texto no se haga explícita ninguna localización geográfica de la historia, no pocos índices apuntan a Colombia). Lluvias que significan “enfermedad” para el coronel. “Durante cincuenta y seis años –desde que terminó la última guerra civil– el coronel no había hecho nada distinto de esperar.” (P. 3) Información, duración temporal. La precisión del dato numérico (56) hace aparente una localización temporal concreta, que sin embargo se va a mantener indeterminada, pues los referentes (el presente, o la última guerra civil) no están situados específicamente en el tiempo. Es decir, no hay fechas concretas para situar aquella última guerra o el presente. (Algunas fechas podrían conseguirse aproximadamente haciendo la analogía de los índices de la historia política con la historia de Colombia, pero mientras no las requiera el sentido del texto, no nos corresponde abordarlas aquí). La última guerra civil (“última” indica que han habido otras, lo que implica un país con un pasado violento) ha sucedido 56 años atrás. Tiempo que debería ser suficiente para pensar una vida pacifica (y entonces marcado para mostrar más adelante a qué precio sostenida), igual a la duración de una acción a la que es reducida toda la vida del coronel a partir de entonces (la espera). Tiempo de paz que constituye una espera (especie de guerra sorda, librada contra el tiempo y la desesperanza). ¿Espera de qué? Enigma que será develado como quién no quiere la cosa, más adelante. De momento el enigma se da sin querer, como si todavía no fuera el asunto. Sin embargo, es lo que ya va a jalonar el relato. Plantea un misterio, apenas escondido para que el lector lo descubra y lo suficientemente escondido para que le conceda valor. Enigma que incita a la lectura, al descubrimiento de qué es lo que sucede. La lectura como posibilidad de desvelamiento de lo que una escritura puede proponer. La esperanza del sentido al fin desvelado. “Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.” (P. 3) Índice de aislamiento del pueblo (no se dice “que le llegaban (a él, al coronel).”). Espacio a donde poco llega. De lo poco que llega, algo (casi que inevitablemente) es el tiempo. Y un tiempo malo (para la salud). Por lo tanto, no es el lugar más apto para que florezca la esperanza de un cambio positivo. 2
Hugo Blumenthal © 2007
“[...] empezaron los dobles. El coronel se había olvidado del entierro.” (P. 3) Los dobles anuncian algo. ¿Qué? Recuerdan un entierro, con lo que se abre una secuencia que marcará el día para el coronel: el entierro. “Nació en 1922 [...] Exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de abril.” (P. 4) La esposa del coronel (marcada hasta el momento con un ataque de asma) compara al muerto con el hijo. Los relaciona. Enigma poco difícil de resolver. Hipótesis: el hijo está muerto. Una fecha tan concreta (como la del 7 de abril de 1922) sólo funciona como índice aproximativo para la ubicación de un tiempo en el que puede ocurrir la historia porque no se dice cuántos años tenía el hijo del coronel al morir: suponiendo que estuviera entre lo 25 y los 35, la acción podría estarse desarrollando entre 1947 y 1957 (¿la historia fue contemporánea a su momento de escritura?). “Era una mujer construida apenas en cartílagos blancos sobre una espina dorsal arqueada e inflexible. Los trastornos respiratorios la obligaban a preguntar afirmando.” (P. 4) A la esposa del coronel, que no recibe por parte del narrador un nombre más particular (por el contrario en otras ocasiones será simplemente “la mujer”), se le atribuye ser “arqueada” e “inflexible”. Es decir, como doblegada por un peso inmenso, y que sin embargo difícilmente da su brazo a torcer. Su asma (o enfermedad) la excluye ante los otros de la duda, la erige en cambio como un ser puramente afirmativo, no importa la intención y/o la certeza que pueda haber en su interior. “–No miren más a ese animal –dijo el coronel–. Los gallos se gastan de tanto mirarlos.” (P. 5) Miedo al desgaste (hasta de la imagen contemplada) del mayor, si no el único, objeto de valor. Preocupación un tanto neurótica por conservar intacto el objeto (el gallo). “[...] la mujer seguía pensando en el muerto. “–Ya debe haberse encontrado con Agustín –dijo–. Pueda ser que no le cuente la situación en que quedamos después de su muerte. “–A esta hora estarán discutiendo de gallos –dijo el coronel.” (P. 5) Informante: el hijo muerto se llamaba Agustín. Lo que atribuye la esposa del coronel al hijo muerto: si él supiera, preocupación por la situación que viven ella y su esposo, después de su muerte. Lo que en cambio le atribuye el padre en replica a su esposa: despreocupación frente a su situación (¿conociéndola?) a cambio de los gallos. “[...] la mujer no se tomó el trabajo de mirar el paraguas. “Todo está así”, murmuró. “Nos estamos pudriendo vivos.”” (P. 6) El paraguas: índice de pobreza implícito. Su estado (implícito) no necesita ser constatado por la esposa del coronel. Índice leído como síntoma de un proceso de putrefacción de toda la existencia; lectura basada en el saber “los objetos reflejan a sus dueños”. “[...] carecía de espejo desde hacía mucho tiempo [...]” (P. 6) Índice de pobreza, carencia personalizada. Por la función del afeitado (exclusiva del hombre), el coronel no tiene. “[...] el coronel se vistió en silencio. Los pantalones, casi tan ajustados a las piernas [...]” (P. 6) 3
Hugo Blumenthal © 2007
La ropa, anticuada y ya estrecha. Índice de pobreza. “–Este entierro es un acontecimiento –dijo el coronel–. Es el primer muerto de muerte natural que tenemos en muchos años.” (P. 6) Índice de una región con un clima de violencia. Lo excepcional de la muerte, allí, es que sea natural. “[...] después de las nueve [...]” (P. 7) Información temporal. Sitúa los hechos narrados dentro de una temporalidad reconocida, diaria. La ficción se enmascara tras la crónica para plantearse (valorarse) como real. “Era un hombre árido, de huesos sólidos articulados a tuerca y tornillo. Por la vitalidad de sus ojos no parecía conservado en formol.” (P. 7) El coronel: un hombre fibroso, resistente, envejecido (lo del formol funciona como denegación), aunque realmente vivo en su alma (lo que se dice a través de los ojos (=“las ventanas del alma”) no apagados, aún no muerto). “En la plaza comenzó otra vez la llovizna... “–Coronel, espérese y le presto un paraguas... “–Gracias, así voy bien... “–Métase aquí, compadre... “–Gracias, compadre –dijo el coronel. “Pero no aceptó la invitación.” (Pp. 7–8) Secuencia de ofrecimientos y negaciones por parte del coronel para salvar temporalmente un estado de carencia. La situación (la lluvia) pone en evidencia el estado de carencia del coronel (no tener paraguas). Estado que el coronel intenta negar, ante los otros, restándole importancia (como si mojarse no le importara demasiado), y declinando su suplencia, ofrecida por los otros (lo que significaría el reconocimiento, ante ellos, de su estado de carencia). Se trata de una ilusión, fabricada por el coronel para intentar disimular su realidad. Artefacto en todo caso poco ineficaz, ya que –como se verá más adelante en el texto– todo el mundo parece conocer su situación real. “Entró directamente a la casa para dar el pésame a la madre del muerto.” (P. 8) Secuencia: dar el pésame a la madre del muerto. El espacio es casi que de pesadilla o alucinación. Las personas se borran a los ojos del coronel. Sus únicos referentes claros: el muerto (su cadáver) y su madre. En esta secuencia será muy utilizado el sema “alguien” para referirse a cualquiera que actúe sobre el coronel (“Alguien la puso la mano en la espalda”, “Alguien dijo junto a su oído”). Los otros son simples obstáculos para la consecución del fin que da título a esta secuencia (tercera parte de la secuencia denominada “entierro”, comenzada con el recuerdo del muerto, y seguida por el arreglo personal del coronel para ir a dar el pésame a la madre del muerto). “Un momento después supo que estaba en la calle porque la llovizna le maltrató los párpados.” (Pp. 8–9). Fin de la secuencia “dar el pésame a la madre del muerto”. De vuelta a la realidad el coronel vuelve a quedar en una situación de carencia, enfrentado a la posibilidad de mojarse (por la 4
Hugo Blumenthal © 2007
llovizna). Obligado a unirse a una lenta marcha funeraria, parece abocado a mojarse. Ya no tendrá la excusa de la prisa. A no ser que capitule su carencia frente a los otros... “[...] don Sabas, el padrino de su hijo muerto, el único dirigente de su partido que escapó a la persecución política y continuaba viviendo en el pueblo.” (P. 9) A Sabas se le superpone el título de “don”, símbolo de respeto social. Además, particularmente respecto al coronel, es el padrino (el otro padre, sustituto, en caso de faltar el padre real; y por tanto especie de doble –negativo– del coronel) de Agustín: lazo que permanece aun tras la ausencia de aquel que la hizo posible (el hijo). Además, don Sabas es nombrado como antiguo “dirigente”, en una clara posición de poder político, y como excluido de una “persecución política” (exclusión que, imperando aún el régimen que acabó con todos sus “iguales” en el pueblo, lo condena). Aquí, “persecución política” funciona además como índice de una región con un clima de violencia de origen político. ““Gracias, compadre”, dijo el coronel, y caminó en silencio bajo el paraguas.” (P. 9) El coronel claudica su ilusa suficiencia frente a su compadre don Sabas. ¿Bajo qué excusa? ¿Qué le permite mantener su ilusión de no ser visto en carencia? Es su compadre... por tanto es apenas natural que compartan un paraguas. “La banda inició la marcha fúnebre.” (P. 9) Comienza secuencia: marcha fúnebre. “El coronel advirtió la falta de un cobre y por primera vez tuvo la certidumbre de que el muerto estaba muerto.” (P. 9) La ausencia de un cobre (“los objetos reflejan a sus dueños”) en un conjunto musical en acción probando toda su existencia, marca la muerte del muerto. El muerto se percibe en su ausencia como sujeto de acción, menos en tanto ser puramente existente. “El coronel levantó la vista. Vio al alcalde en el balcón del cuartel en una actitud discursiva. Estaba en calzoncillos y franela, hinchada la mejilla sin afeitar. Los músicos suspendieron la marcha fúnebre.” (P. 9) La obscenidad del poder. El poder marcado por una posición en el espacio (arriba) connotativa de superioridad, ridiculizado al mostrar su humanidad (los calzoncillos, la mejilla hinchada y sin afeitar (índice de “recién levantado” que connota el dormir, el cansancio)) sin arreglar (disfrazar), pero en todo caso (re)vestida por una actitud (o pose) discursiva solemne, que exige silencio, la aniquilación de cualquier otra afirmación de existencia, para realizarse (ejercer) como tal. “[...] el entierro no puede pasar frente al cuartel de la policía... “Siempre se me olvida que estamos en estado de sitio [...]” (P. 9) Enunciación de un saber: una prohibición. Comprobación de una carencia: no se puede hacer cualquier cosa en el pueblo. Esta comprobación, por parte del coronel. Recuerdo (por parte de don Sabas) de una situación: la realidad: el estado de sitio. Índice de clima de tensión política, de violencia reprimida. El recuerdo no es gratuito. Se ostenta el lujo de poder olvidarse de la realidad. 5
Hugo Blumenthal © 2007
“–Pero esto no es una insurrección –dijo el coronel–. Es un pobre músico muerto.” (P. 10) Protesta del coronel dirigida al vacío. Negación de importancia política del muerto a cambio de reafirmación de humanidad (“un pobre músico”) a través de la pobreza (=“sin poder”). “El cortejo cambió de sentido.” (P. 10) Continuación de la secuencia “marcha fúnebre”. Desplazamiento re–orientado (resignación) tras el enfrentamiento con la restricción marcada por el poder. “El coronel se sintió mal en el cementerio.” (P. 10). Fin de secuencia “marcha fúnebre”, y culminación de secuencia “entierro”. También: índice de enfermedad del coronel, que es descartada por él mismo como “real” o tratable por un médico, reafirmada como causa del tiempo, contra lo que nada se puede hacer. “Regresaron por la misma calle.” (P. 10) Fin de la secuencia “entierro”. Retorno, o vuelta al punto de partida. Se cierra el primer ciclo de desplazamientos inaugurado en la novela. “[...] [don Sabas] se despidió en la puerta de su casa, un edificio nuevo, de dos pisos... El coronel se dirigió a la suya [...]” (P. 10) Tácita comparación de las casas de don Sabas y el coronel con lo que son comparados – asimismo– ellos mismos (recordemos que “los objetos reflejan a sus dueños”).
Nota: Mi intención original era hacer un análisis textual que abarcara todo el texto, análisis del cual este trabajo apenas logra ser una muestra. Al final el trabajo me ha sobrepasado, debido a la limitación del tiempo. Sin embargo lo hecho hasta aquí puede ser considerado, si bien no representativo de toda la obra, su análisis “total”, al menos del método crítico que pretendí aplicar.
Hugo Blumenthal Cali, 1998
Bibliografía BARTHES, ROLAND. “Introducción al análisis estructural de los relatos” (1966). La aventura semiológica. Barcelona: Paidós, 1990. Pp. 163–201. –––––––––––––––. “¿Por dónde comenzar?” (1970). El grado cero de la escritura, seguido de Nuevos ensayos críticos. 12a ed. México: siglo xxi, 1992. Pp. 205–221. 6
Hugo Blumenthal © 2007
–––––––––––––––. S/Z (1970). 1a ed. México: Siglo XXI, 1980. –––––––––––––––. “Análisis textual de un cuento de Edgar Poe” (1973). La aventura semiológica. Barcelona: Paidós, 1990. Pp. 323–352. GARCIA MARQUEZ, GABRIEL. El coronel no tiene quien le escriba. Bogotá: Círculo de Lectores, 1983.
7