Las Cruzadas son las expediciones guerreras que emprendieron los cristianos de Europa Occidental, entre los siglos XI y XIII, para recuperar de manos de los turcos los Lugares Santos, donde vivió Jesús. En el siglo XI, después de haber sido objeto de invasiones, Europa se convirtió en invasora, así dio inicio a un gran movimiento de migración cuyo principal objetivo fue recuperar la ciudad de Jerusalén, que había caído en manos de los turcos seldjúcidas, que eran musulmanes. Estas peregrinaciones masivas de personas de todas las condiciones recibieron el nombre de cruzadas, pues sus integrantes se cosían una cruz en la vestimenta, para identificarse como cristianos y, a la vez, diferenciarse de los musulmanes. Las cruzadas, que se efectuaron hasta el siglo XIII, no solo se debieron a un motivo religioso. Otras causas de estas expediciones armadas fueron: – El aumento de población, que provocó una búsqueda de nuevas tierras y nuevos horizontes. – La presencia de los turcos en Palestina o Tierra Santa que amenazaba con su expansión tanto al Imperio bizantino como a los estados de Europa Occidental. – La necesidad del Papado de afianzar su poder ante el emperador del Sacro Imperio Germánico, y de canalizar en un sentido religioso el espíritu guerrero de los caballeros, reemplazando la guerra entre cristianos por la lucha contra los musulmanes.
El Concilio de Clermont Concilio de Clermont
En el año 1095, el Papa Urbano II convocó por primera vez a una cruzada para conquistar Tierra Santa en un concilio efectuado en la ciudad francesa de Clermont. El principal objetivo del Sumo Pontífice era ofrecer a Bizancio los refuerzos necesarios para expulsar a los turcos seldjúcidas del Asia Menor. Con ello el Papa Urbano esperaba que la Iglesia bizantina, que desde el año 1054, se había separado de la Iglesia romana, reconociera la supremacía de Roma y, de esta manera, restaurar la unidad de la cristiandad. A Clermont acudieron muchos clérigos y un gran número de nobles de menor categoría a los que también se dirigió el Papa. En este concilio, Urbano ofreció recompensas espirituales y materiales a todos aquellos que se animaran a emprender la cruzada, la remisión de los pecados y la obtención de territorios en Tierra Santa. Mientras el guerrero estuviera ausente, la Iglesia se comprometía, también, a velar por sus bienes. A medida que la asamblea se desarrollaba, sus integrantes presos de la emoción, exclamaron una frase que se convirtió en el lema de las cruzadas: “¡Dios lo quiere!”. Ese mismo año comenzó la preparación de la primera cruzada con la reunión de pequeños ejércitos pertenecientes a nobles europeos.
erusalén, Ciudad Santa Jerusalén fue uno de los mayores centros de peregrinaje en la Edad Media. Los cristianos acudían ahí por varios motivos. Por un lado, en esta ciudad se encuentra el Santo Sepulcro, que fue la tumba de Cristo, desde la cual resucitó. Por otro lado, ahí se eleva el Monte de los Olivos, donde el Señor pasó su última noche y el Monte Carmelo, donde se lo crucificó. Por último, a un par de kilómetros se encuentra Belén, donde Cristo nació.
Jerusalén también es importante para los musulmanes. Para ellos, Jerusalén es Al Quds, que significa “La Sagrada”, pues, según dice, desde esta ciudad Mahoma ascendió al cielo montado sobre un corcel. Por eso, para los musulmanes, Jerusalén es la tercera ciudad sagrada después de la Meca y Medina. La tradición del peregrinaje a Jerusalén estaba muy enraizada entre todos los cristianos a pesar de que, desde el siglo VII, esta ciudad había caído en manos de los árabes. Mientras los árabes se habían mostrado siempre muy tolerantes con los peregrinos cristianos que acudían a ella, los turcos, que ocuparon Jerusalén en el año 1076, adoptaron una actitud hostil. Según las noticias que llegaban a Europa, los turcos se habían convertido en implacables perseguidores de cualquier cristiano que llegaba a la ciudad. Estas noticias contribuyeron a movilizar los ánimos de los cristianos para reconquistar la ciudad santa.
La Cruzada de los pobres Mientras los nobles se organizaban para la primera cruzada, un predicador francés, Pedro el Ermitaño, comenzó a predicar su propia cruzada montando en un asno. Pedro logró convocar a más de diez mail campesinos franceses y alemanes, que se encaminaron a Jerusalén mucho antes que los pomposos ejércitos de los nobles. Casi todos eran pobres y provenían de poblaciones superpobladas en las que el destino de los pobres era siempre una calamidad. Estos hombres y mujeres vendieron sus escasos bienes para emprender el viaje. Esta expedición, sin embargo, careció de organización y preparación militar, los seguidores de Pedro el Ermitaño no llevaban ni armas, no comida, ni agua. Por eso al principio, vivieron de la caridad. Luego, cuando llegaron a Grecia, los cruzados comenzaron a saquear aldeas para alimentarse. Como eran demasiado pobres para poder comprar espadas y lanzas, atacaban con cualquier objeto: palos, cuchillos, hachas o incluso, hondas. De esta manera, esta gran masa humana cruzó las fronteras del Imperio bizantino convertida en una banda feroz que arrasaba con todo lo que encontraba a su paso. Los primero encuentros con los turcos fueron favorables. Sin embargo, la cruzada popular dirigida por Pedro el Ermitaño terminó con un dramático fracaso, sólo se libraron de la muerte los cruzados que renunciaron a la fe cristiana.
Pedro el Ermitaño y los pobres Luego de Clermont, muchos predicadores convocaron a una cruzada. El más popular fue Pedro el Ermitaño. Este personaje, que había nacido en Amiens, Francia, había dedicado toda su vida al ascetismo. Iba siempre descalzo y de él se cuenta que jamás probó ni carne ni vino. Según los testimonios de su época sus palabras parecían divinas. Por eso, los campesinos que lo escucharon sintieron que su llamada era un mensaje de libertad. Se contaba que el Señor se le había aparecido encargándole organizar la primera cruzada. Por este motivo se lo veneró como a un santo.
Cruzada de los pobres
La primera Cruzada En el año 1096 grandes señores de Francia, Flandes y Alemania partieron con sus ejércitos rumbo a Constantinopla. Entre estos nobles los más célebres fueron Raimundo de Tolosa, Godofredo de Bouillon y Bohemundo de Tarento. Cuando todos los cruzados estuvieron reunidos, cruzaron el Bósforo y entraron en el Asia Menor. Desde este lugar, se dirigieron a Siria, donde se dio el primer enfrentamiento contra los turcos. Tras seis meses de combate, los cruzados triunfaron en la ciudad de Antioquía y conquistaron Jerusalén el año 1099. La caída de Jerusalén fue seguida de una gran matanza, todos los musulmanes, hombres, mujeres y niños, fueron asesinados. Poco tiempo después, los cruzados avanzaron hasta el norte de África y organizaron, bajo el sistema feudal, los lugares que conquistaron, y establecieron tres estados cristianos o latinos en Oriente y una en África: El principado de Antioquía, en Siria, liderado por Bohemundo de Tarento. El principado de Edesa, también en Siria, confiado a Balduino I, hermano de Godofredo de Bouillon. El reino de Jerusalén, en Palestina, que se transformo en la capital política y religiosa de los latinos y cuyo gobernador fue Godofredo de Bouillon. El condado de Trípoli, al noreste de África, concedido a Raimundo de Tolosa y que en el año 1187, después de una crisis interna, quedó anexado al principado de Antioquía. Para proteger los nuevos territorios cristianos nacieron las Órdenes Militares, caballeros dirigidos por monjes que tomaron las armas para defender la fe, y que se pusieron al servicio de los peregrinos, procurándoles alojamiento y seguridad. Las principales Órdenes Militares en Tierra Santa fueron la de los Templarios, los Hospitalarios, la Orden Teutónica y la de Malta.
Las Órdenes Militares La potencia militar de los cruzados en Oriente se reforzó con las Órdenes Militares que se consagraron a la defensa de Tierra Santa: los Templarios, que tomaron su nombre de la fortaleza situada sobre un antiguo templo de Salomón; los Hospitalarios, que se instalaron en el hospital de San Juan de Jerusalén; la Orden Teutónica, integrada por caballeros teutones o alemanes, y la Orden de Malta, que se asentó en la isla de Malta. Cada una de estas Órdenes consistía en un grupo de unos 300 caballeros preparados fisicamente para el combate y que poseían caballos y armas. Recibían, además, la colaboración de mercenarios musulmanes. De esta manera las Órdenes adquirieron fuerza
y mucho prestigio. En el condado de Trípoli, por ejemplo, los Templarios mantuvieron 20 fortalezas, y en el principado de Antioquía, los Hospitalarios poseían un convento en cada ciudad e infinidad de feudos con castillos, abadías, aldeas y tierras. El origen de la palabra y de porqué le pusieron así, se atribuye a la cruz de tela usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte de esta empresa de reconquista de Tierra Santa.6 Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange, s.v. crux), croisement(Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la Edad Media, el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.7 Las guerras que desde el siglo VIII mantuvieron los reinos cristianos del norte de la península ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba y que la historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma igualmente discontinua desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los almorávides y los almohades. En algunas ocasiones, el papa les otorgó la calificación de «cruzada», como sucedió con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) o con el episodio final de la Reconquista: la guerra de Granada (1482-1492). En el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos. El exterminio de la herejía albigense se debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II Hohenstaufen. Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente resonó dicho término durante la primera mitad del siglo XX, utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la guerra civil española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo por parte de la propaganda oficial. Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio solo en la cristiandad desde el siglo XI al XV. Suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron mediante la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como la exención de la jurisdicción civil o la inviolabilidad de personas y propiedades. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la cristiandad, las más importantes fueron las cruzadas orientales, que son las tratadas en este artículo.
Consecuencias de las cruzadas Religiosamente: Demostraron la unidad religiosa de Occidente y el poder de la Iglesia; Socialmente: Las cruzadas debilitaron a los señores feudales; muchos perdieron la vida o quedaron en Oriente; otros se empobrecieron por la venta de sus tierras; además, la prolongada ausencia les impidió vigilar sus derechos. Los reyes se incautaron de los feudos vacantes y redujeron tenazmente los privilegios de los señores. Por su parte, los siervos y vasallos alcanzaron su libertad a cambio de dinero. Las ciudades y la burguesía resultaron beneficiadas con las ganancias que proporcionaban el aprovisionamiento, el transporte de los ejércitos y el incremento de tráfico con Oriente. Los franceses, principales participantes de las cruzadas, gozaron de una influencia en los países orientales que alcanzó hasta la época contemporánea. Económicamente: Se introdujeron en Occidente nuevos cultivos y procedimientos de fabricación tomados de los pueblos musulmanes. El comercio, sobre todo marítimo, adquirió mayor impulso. Los puertos de Génova, Venecia, Amalfi, Marsella y Barcelona fueron los más favorecidos. Culturalmente: El arte y la ciencia Árabe y Bizantina mejoraron la cultura occidental; las costumbres experimentaron sensibles cambios y el género de vida se hizo menos rudo