Lancet

  • June 2020
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Un conflicto violento: proteger la salud de los civiles The Lancet Mientras el mundo mira los terribles eventos que suceden en Gaza, otras tantas zonas de conflicto alrededor del mundo permanecen ignoradas. A partir de que la ofensiva israelí por aire y tierra contra el régimen de Hamas en Gaza capturara la atención política y mediática internacionales, cientos de personas –400 en un solo día– han muerto en la República Democrática del Congo y muchos más carecen de la atención médica que tan desesperadamente requieren. Las serias dificultades para llevar asistencia a las personas afectadas por un conflicto es una característica prominente de los diez desastres humanitarios más desatendidos, compilados anualmente por Médecins Sans Frontières. De acuerdo a la lista, los desplazamientos masivos de civiles, la violencia y las necesidades médicas no atendidas en Somalia, que encabeza la lista por tercer año consecutivo, la República Democrática del Congo, Irak, Sudán y Pakistán son algunas de las peores emergencias humanitarias y médicas en el mundo. Es una cicatriz social que algunas vidas aún se consideren más importantes que otras, especialmente al ser vistas a través de un lente distorsionado por la política, la economía, la religión y la historia. El valor percibido de un país –incluyendo su valor económico, comercial y político– y el grado de cobertura mediática no debieran determinar el valor de las vidas de sus ciudadanos perdidos en guerra. Desafortunadamente, pocos líderes políticos comparten consistentemente esta visión y Naciones Unidas ha fallado miserablemente en sostener su principio fundacional: toda vida tiene el mismo valor. En un discurso reciente, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, dijo: “[la ONU] no ha sido capaz de proteger a la gente inocente de la violencia”. Aunque tal admisión es refrescantemente honesta, no hace más aceptable a este hecho deplorable. El Secretario General de la ONU y líderes políticos han llamado en repetidas ocasiones al cese al fuego de dichos conflictos en vano. La credibilidad de la ONU está seriamente dañada por la completa falta de un mecanismo que responsabilice a quienes rompan el derecho internacional. ¿Cómo puede el sistema de la ONU ser el adecuado cuando ni siquiera intenta mantener códigos internacionales acordados como proteger a los civiles, asegurar que los heridos y enfermos durante un conflicto reciban atención médica, y que el personal médico, establecimientos, transporte y equipo sean respetados? Los gobiernos involucrados en conflictos recientes y actuales han mostrado, en repetidas ocasiones, un flagrante desprecio por tales principios, y sin embargo no ha habido represalias de ningún tipo. Adicionalmente, los eventos recientes en Gaza, y el levantamiento –y brutal represión– en Burma el año pasado, muestra que la organización del Consejo de Seguridad de la ONU, donde una minoría poderosa está autorizada para tomar decisiones unilaterales para lograr sus propios intereses políticos, es desgraciadamente inadecuada. Quizá en los días venideros, mientras el mundo continúa tambaleándose entre los efectos políticos y humanitarios de la situación en Gaza, la comunidad internacional podría usar esta catástrofe como catalizador de cambio para mejorar la respuesta médica y humanitaria durante los conflictos. La reafirmación global de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que consagra el valor igualitario de la vida humana, y la Convención de Ginebra, que protege a los civiles y

personal médico durante un conflicto, podrían ser un buen punto de partida. A pesar de que esta sugerencia no requiere una reinvención, sólo tiene sentido hacerla si se combina con la noción más bien revolucionaria de que los países, territorios, regiones y líderes que violan dichos códigos deben ser responsabilizados. Las organizaciones no gubernamentales y los grupos de la sociedad civil debieran jugar un papel crucial en tal propuesta. Pero tal vez es tiempo de que entre un grupo diferente y se suscriba para ser los guardianes, y defensores, de las necesidades de salud humanitarias de civiles atrapados en un conflicto. ¿Quién mejor para tomar este rol que la profesión médica? Justo como la ONU fue fundada en el espíritu de humanidad compartida, también lo fue la medicina. El Juramento de Hipócrates, y sus populares equivalentes modernos, ponen en su propio corazón el cuidado de los seres humanos y tratar cada vida como igual. Por supuesto que no son sólo los pocos valientes profesionales de la salud en la línea de fuego quienes tienen la responsabilidad de satisfacer las necesidades de salud de los civiles heridos en un conflicto. Médecins Sans Frontières –médicos sin fronteras– no debiera ser sólo el nombre dado a una organización médica humanitaria. Si el Juramento de Hipócrates significa algo, todos los doctores, cualquiera que sea su situación, especialidad o grado, debieran vivir bajo este nombre al exigir a sus gobiernos nacionales y a la comunidad internacional –quizá por medio de sus organizaciones médicas nacionales– que aseguren que los civiles heridos o afectados por un conflicto reciban la atención médica que requieren, sin importar dónde esté esta gente en el mundo. Tal acción no es una supuestamente humanitaria: es de lo que debiera tratarse formar parte de la profesión médica.

Redacción. “Un conflicto violento: proteger la salud de los civiles” en The Lancet. Trad. Oliver Davidson. 373.9658 (2009): 95. doi:10.1016/S0140-6736(09)60015-5

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