La Violencia Como Aparato Discursivo

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GUERRA, VIOLENCIA Y GESTION DE CONFLICTOS INTERNOS COMO METARELATO DISCURSIVO: UNA RELECTURA AL CASO COLOMBIANO.

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Este ensayo es una aproximación experimental al caso del conflicto interno de larga duración que se ha desarrollo en Colombia durante los últimos 50 años. El interés de abordar esta problemática desde el análisis discursivo trata de reconocer la necesidad de objetivar este campo del conocimiento y de acción política desde un distanciamiento del sistema de contenidos que lo define, para privilegiar la mirada sobre la emergencia del espacio y las prácticas discursivas que prefiguran “la violencia” en Colombia como campo propiamente dicho. Dicho esto, la hipótesis central de esta discusión es que el análisis de “la violencia” en Colombia, como discurso, permitirá evidenciar la naturalización que se ha hecho de la misma, como meta relato, que es a la vez causa y efecto de todo en la sociedad colombiana, y que desde allí se pueden develar la estrategias de control social, los ejercicios de poder y la creación de conceptos, categorías, sujetos y geografías, todas asociadas al conflicto. Para desarrollar esta hipótesis, el texto en primer lugar presenta una obligatoria contextualización de conflicto colombiano en el marco de la nueva geopolítica global, para posteriormente entrar a discutir en detalle cómo “la violencia” en Colombia se configura como meta relato explicativo y práctica discursiva. Finalmente es necesario aclarar que la segunda sección de este ensayo son una serie de análisis desarrollados en la misma secuencialidad y lógica argumentativa de un autor, Arturo Escobar. La justificación de esta estrategia narrativa tiene un propósito fundamentalmente didáctico y experimental, para verificar y tal vez provocar nuevas

aproximaciones y preguntas de

investigación a eso que en Colombia se volvió parte de la ecología social, económica y política: el conflicto interno y la violencia.

CONTEXTUALIZACIÓN DEL CONFLICTO INTERNO EN COLOMBIA DENTRO DE LA GEOPOLÍTICA GLOBAL CONTEMPORÁNEA Después de 40 años de conflicto armado interno en Colombia, la referencia a tal hecho de la realidad social y política colombiana ha terminado por constituirse en una condición 1 Ensayo elaborado para el profesor Victor Bretón, dentro del curso del Doctorado en Estudios Políticos sobre Teorías y Políticas del Desarrollo. Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales – FLACSO, sede Ecuador. Quito, diciembre 12 de 2006.

Autor: Sandro Jiménez

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consustancial de la configuración de esta nación. Más allá de tal expresión, el conflicto interno ha terminado por asumirse como meta relato, en donde la violencia política es la manifestación principal como causa o como consecuencia de todo. La invitación es a que se haga el necesario reconocimiento de que el conflicto interno de hoy, el de los 90 y el de los 70 no ha sido uno solo o el mismo; y en el nuevo ordenamiento mundial, apenas si podemos explicarlo por las razones exclusivamente internas, sean estas de carácter estructural o coyuntural. Nos referimos al hecho de que en estas cuatro décadas el conflicto armado interno en Colombia es parte de los cambios en la geopolítica global, los actores en contienda han sido contraparte en la circulación de los discursos que dominan la agenda política mundial y son usados como justificaciones; y al tiempo, nuestro conflicto es referencia permanente del surgimiento, la evolución, las manifestaciones, las soluciones y los recrudecimientos de este tipo de conflictos en la llamada comunidad internacional, que a su vez, se ha implicado y ha influenciado en las características propias del conflicto armado interno en Colombia. Todo ello a la luz del humanitarismo contemporáneo y desde él, con las corrientes de recursos humanos, técnicos y financieros del aparato del desarrollo. Los conflictos internos como categoría de análisis son una expresión de posguerra (segunda guerra mundial), que en la historia más reciente son llamadas “emergencias complejas” . Este 2

tipo de manifestaciones, contrario a las aspiraciones de la constitución de Naciones Unidas, distan de favorecer la idea de la consolidación del proyecto de paz global. De hecho, este tipo de fenómenos ha aumentado de cinco por año en la década de los años ochenta, a más de 40 en la actualidad. Este incremento no sólo manifiesta la creciente complejidad en la gestión de la paz y de la guerra (las Naciones Unidas para el período de tiempo en referencia, han tenido que realizar 64 llamamientos para recaudar 11.000 millones de dólares para programas de socorro, obteniendo 7.000 millones) (Fisas, 2004:65), sino también algún sentido de crisis y obligatoria transición de la comunidad internacional en su participación en tales tipos de conflictos. Una posible explicación a esta situación se deriva de la transición de conflictos de primera generación (interestatales o internacionales) y conflictos de segunda generación (internos o intestinos) que tiene como frontera el fin del bipolarismo y el paso al unipolarismo cuando lo que se auspiciaba era una idea de lo multilateral-multipolar. Esto también comporta un cambio en la visión y respuesta de USA y de la comunidad internacional (Naciones Unidas, Comunidad

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Para el caso, referirse a la definición que al respecto plantea la OPS/OMS

Autor: Sandro Jiménez

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Europea, Otan) a la explosión y difusión de este tipo de conflictos. Mientras USA responde con la estrategia intervencionista de “baja intensidad”, la comunidad internacional intenta responder con las “operaciones de mantenimiento de la paz” (Peace Kipping Operations, PKO), que suponen un acuerdo mínimo entre las partes en contienda. Es como si la comunidad internacional (ONU) hubiese logrado evitar una tercera guerra Mundial entendida como conflicto de primera generación, pero no hubiese logrado evitar una conflagración del mundo en una galaxia de focos de conflictos internos (de segunda generación) que hoy suman 43 en todo el planeta y no pocos de ellos con intervenciones externas. ¿Hay un derecho-deber de la comunidad internacional para intervenir? ¿En cuáles casos? ¿En qué condiciones? ¿Es el humanitarismo la cara limpia del nuevo intervencionismo? Este hecho pone de manifiesto lo que Alessandro Dal Lago (Gergalli y Rivera, 2005:27) define “(...) como una ilusión. Según una tosca aunque significativa valoración, el número de víctimas causadas en el mundo entero por conflictos posteriores a 1945 es muy superior al causado por la primera guerra mundial”. Continuado con Dal Lago: En todo caso la ilusión del pacifismo europeo terminó inmediatamente después de 1989. Primero la latente desintegración de la federación Yugoeslava desembocó en una serie de conflictos armados que involucraron a los Balcanes en su totalidad. A continuación varias coaliciones guiadas por Estados Unidos han intervenido en diversas partes del mundo en nombre de la legalidad internacional (Kwait, 1991), de la humanidad (Kosovo, 1999), de la libertad duradera (Afganistán, 2001), de la lucha contra el terrorismo (Irak, 2003). El estado de guerra perdura desde hace ya 15 años y, sobre todo, parece destinado a continuar por tiempo indefinido. Pero solamente hasta los ataques del 11 de septiembre de 2001 amplios sectores de la opinión pública occidental se han dado cuenta de que la guerra, aunque sea con un nuevo formato, ha reaparecido en el horizonte de la vida cotidiana. Lo que se evidencia es que la doctrina de la seguridad nacional (como un asunto de fuero interno de los Estados para el período de guerra fría y posterior) se consolida y magnifica, ahora con la idea de que la seguridad nacional es un asunto de geopolítica global y que la “lucha contra el terrorismo” no reconoce fronteras y difícilmente soberanías. En este sentido Dal Lago (Bergalli y Rivera, 2005:29), precisa que: La presencia de la guerra en nuestras vidas no se limita al espectro del terrorismo. Autor: Sandro Jiménez

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Antes bien, la misma produce una movilización que, lejos de constituir un estado de excepción, reorienta establemente nuestros hábitos, es decir, las normas en que se desarrolla ordinariamente la vida social. Algunos de estos cambios están a la vista de todos y se pueden sintetizar con la formula del primado de la seguridad: El primado de la seguridad significa en última instancia la militarización del control social, la gestión en términos militares (o incluso bélicos) de las amenazas a las sociedades occidentales que provienen del exterior (infiltraciones terroristas) o del interior (células terroristas durmientes). La militarización del control comporta dos consecuencias: La primera es que ciertas categorías de humanos, por ser sospechosas de connivencia con el enemigo, son despojados de las garantías jurídicas sobre las que Occidente ha construido su propia representación de cuna del derecho. La segunda es la creación de un estado de acusación virtual y real de estos grupos humanos. Esta referencia a la nueva doctrina de la geopolítica global (definida por quienes se configuran como enunciantes de ella, Estados Unidos y Europa) le imprime un nuevo escenario a los distintos conflictos armados vigentes en el mundo, en general, pero muy particularmente, al conflicto armado interno, dado que Colombia fue el primer país latinoamericano en comprometerse abierta y directamente en la nueva lógica omnicomprensiva de esta etapa de la globalización, esto es la de la lucha contra el terrorismo. ¿Qué es pues lo que cambia, lo qué se mantiene, lo qué se visibiliza y lo qué no, en la relación interdependiente entre la agenda política global y el conflicto armado interno? Lo primero, es el tipo de guerra interna que vive Colombia. Privilegiaremos una mirada más reciente y coyuntural del fenómeno, pues con Pecaut (2001:10), creemos que “al cabo de un cierto tiempo ya no tiene sentido referirse a un contexto inicial. Los fenómenos de violencia producen un nuevo contexto”. En ese mismo sentido Maldonado (2003:232) plantea que: Una cosa es explicar el origen de un fenómeno y otra muy distinta es el desarrollo o evolución de dicho comportamiento o fenómeno. La historia de los fenómenos no coincide con su origen y, generalmente, tiene una lógica que, no indiferente al origen, opera de manera diferente o propia. Precisamente por esto, los análisis basados en la causalidad –multicausalidad– son siempre limitados y reduccionistas. Es claro que el discurso institucional defiende la idea que Colombia no está en guerra, pero al mismo tiempo no puede asegurar que estamos en paz, y que la pacificación vía la desmovilización de combatientes suponga el logro de la paz. En ese sentido, Maldonado (2003:233), nos recuerda que Colombia es un excelente ejemplo para discutir el concepto de Autor: Sandro Jiménez

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conflicto, guerra, revolución, y demás, y con ello, el tipo de relaciones existentes entre el derecho internacional de los conflictos armados, el derecho internacional humanitario, y el derecho internacional de los derechos humanos. Para no detenernos en el enorme acervo académico que ha generado toda suerte de taxonomías, descripciones y aproximaciones explicativas al conflicto armado interno en Colombia ; nos referiremos a dos momentos que prefiguran la mutación más importante del 3

caso Colombiano: El primer período, entre los años cincuenta y principios de los años ochenta, es el tipo de manifestaciones acaecidas en el marco de la guerra dentro del Estado-nación, en donde el conflicto pasó de movimientos de resistencia campesina, a movimientos revolucionarios en busca de la toma del poder hasta llegar a la guerra de guerrillas cuyas manifestaciones dependían del horizonte de georreferenciación donde se estudiasen. Es en este período en que la categoría de conflicto interno se ajusta más a la realidad social concreta que describe. Es innegable el hecho de que varios hitos en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica (con la revolución cubana como uno de los más emblemáticos ejemplos) ejercieron poderosa influencia en la dinámica interna del fenómeno. El segundo momento, de mediados de los ochenta hasta nuestros días, es el del conflicto armado en el contexto de la globalización. Maldonado (2003:234), denomina este nuevo escenario como nueva guerra, una guerra que ni se funda ni consiste en los marcos estrictos del Estado nación; que no se explica única ni exclusivamente, por los motivos que le dieron origen en la década de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, y que encuentra razones tanto en la geopolítica internacional, como en los factores sociales de tipo local, regional y nacional. Esta nueva guerra se complejiza y degrada durante los tres últimos períodos de gobierno, entre 1994 y 2006. Las razones de ello se explican por el entrecruzamiento de los nuevos comportamientos de los actores en conflicto (fuerzas militares estatales, fuerzas militares paraestatales, fuerzas militares insurgentes, ejércitos al servicio de narcotraficantes) y las fuerzas internacionales de comercio legal e ilegal y de la política formal frente a la geopolítica real. De la última categoría, podemos decir que la política formal ha pasado: Por el lado colombiano, de una resistencia a toda participación internacional en la situación interna, a solicitar de manera reiterada la cooperación de la comunidad internacional; mientras que por el lado internacional, va de pasar por alto el conjunto de violaciones producto de la violencia sistemática, acumulada y generalizada en Colombia, a incluir este caso entre las tres crisis humanitarias de mayor envergadura en el mundo actual.

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Para el caso ver los trabajos del Cinep y del Iepri

Autor: Sandro Jiménez

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Adicionalmente, dentro de esta nueva geopolítica, el caso colombiano con sus actores en contienda, se consideran como uno de los nodos de la lucha sin frontera contra el terrorismo global, que paradójicamente sólo tiene expresiones concretas en el ámbito local. Con todo lo dicho, el conflicto armado en Colombia, se suma a la ya desafortunada lista de conflictos que se consideran confinados en las fronteras nacionales y que se caracterizan por sus manifestaciones irregulares o mejor emergentes. Esta condición, la del desarrollo interior, no deja explicar las deferencias dramáticas de unos, frente a otros.

LA “VIOLENCIA” EN COLOMBIA COMO METARELATO EXPLICATIVO Y PRACTICA DISCURSIVA El conflicto y la violencia en Colombia pensado en términos de discurso: Pensar el conflicto colombiano desde el análisis de la violencia en términos de discurso supone desligarse de éste (el discurso de la violencia en Colombia) para analizar el contexto teórico y práctico con el que ha estado asociado; con el propósito de generar una reinterpretación crítica de la historia colombiana asociada a determinados modos de compresión del conflicto colombiano.4 En este sentido son numerosas aproximaciones que demuestran como la sociedad colombiana se explica y relata a si misma desde la historia de la guerra: comenzando por la guerra de los mil días a principios del siglo 20; luego la época de la “violencia” partidista entre liberales y conservados, entre los años 30 a los 40; luego la guerra de guerrillas campesinas entre los 50 y los 70´s; luego guerra contrainsurgentes, donde proliferaron los movimientos alzados en armas no sólo en los espacios rurales sino también en los centros urbanos – en los años 80; para finalmente terminar con la narco guerra y la violencia paramilitar, que se ha extendido desde inicios de los años 90 hasta nuestros días. A este respecto es que una entrada analítica de estas características, permite develar las geografías imaginarias que se han construido desde los usos y aplicaciones del discurso de la Violencia,5 y la manera como la visibilización de muchas de las regiones y localidades en el país, sólo acontece cuando aparecen como teatro de operaciones del conflicto.

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Ver Escobar, A. 1998:27 Ver Escobar, A. 1998:30

Autor: Sandro Jiménez

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Parafraseando a Escobar (1998:31) cuando se refería al discurso del desarrollo; el discurso de la Violencia en Colombia puede concebirse como un dominio de pensamiento y acción, caracterizado por las formas de conocimiento que a él se refieren, los sistemas políticos que desde él se han derivado y las formas de subjetividad fomentadas por este discurso, particularmente de los agentes que hacen parte de los lugares definidos desde la geografía imaginaria de la violencia. Respecto a las formas de conocimiento podemos mencionar el campo de la “violentología” de cual la academia colombiana ha sido prolífica en estos años, para el caso se adjunta una lista de los trabajos emblemáticos de este campo.

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Por su parte los sistemas políticos también han

resultado igualmente prolíficos bajo el amparo de este discurso, para el caso considérese la estrategia del Frente Nacional, la diversidad tecnologías de los procesos de gestión del conflicto: los teatros de operaciones, los poderes especiales de la presidencia para los asuntos de guerra y paz, las zonas de despeje, las amnistías y los indultos, el toque de queda, el estado de conmoción interior, los impuestos de guerra, el registro único de población desplazada, etc.; además de la infinidad de herramientas de política pública para la atención de las víctimas de la violencia: el sistema nacional de atención integral a la población desplazada – SNAIPD, las mesas nacionales de concertación con organizaciones de víctimas, las unidades móviles de atención a víctimas de la violencia, la comisión nacional de reconciliación y reparación, las delegaciones especiales para asuntos de derechos humanos, etc. Finalmente, entre las formas de subjetividad asociadas a este discurso podemos mencionar, entre muchas otras, la condición de ser – estar desplazado, las comunidades en disputa: como auxiliadoras de la guerrilla o como parte de la red de informantes del ejército nacional; las comunidades de paz,

los desmovilizados, los reinsertados, los milicianos, los perseguidos

políticos.

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Autor: Sandro Jiménez

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En este panorama surge como necesidad, ilustrar la manera en que se articula la producción sistemática de conocimiento con la de tecnologías políticas sobre la violencia en Colombia en campos específicos como: los procesos de negociación con alzados en armas y reconocimiento político o no de los mismos, las políticas de desmovilización, amnistía y de justicia transnacional, los sistemas de atención, protección y reparación a víctimas de la violencia. Y a partir de ello explorar las nociones de posconflicto que subyacen en este tipo de enunciaciones. Otro aspecto que es importante destacar en el análisis de la violencia como discurso es la economía de las visibilidades producidas por las representaciones utilizadas por los hacedores 7

de política pública y las agencias internacionales, respecto a que aspectos de conflicto son privilegiados y gestionados; y de que manera diversas tipologías de víctimas configuran un biopolítica de la guerra. Después de medio siglo de conflicto armado continuo y de la construcción de toda una tecnología de saber y poder al rededor de la gestión de la violencia, es importante destacar con Haraway (1989a:5) y Escobar (1998:49) que este discurso ha producido verdades poderosas, maneras de crear mundo e intervenir en él, desde donde se han producido "espacios donde se reivindican los mundos posibles en la lucha por mundos concretos y reales" Esta lucha es la de comunidades en resistencia a inclinarse hacia uno de los bandos, los pueblos que reclaman la autonomía y la libre movilización sobre sus territorios ancestrales, los desplazados que se resisten a ser catalogados como nuevos pobres urbanos y las mujeres que reclaman el derecho patrimonial sobre las tierras arrebatadas a sus esposos asesinados o desparecidos. La problematización de la violencia y sus efectos en la configuración del aparato institucional para la gestión del conflicto Afirmar que la violencia en Colombia comenzó a funcionar como discurso, es decir, que creó un espacio en el cual sólo ciertas cosas podrían decirse e incluso imaginarse. Si el discurso es el proceso a través del cual la realidad social llega a ser, si es la articulación del conocimiento y el poder, de lo visible y lo expresable: ¿cómo puede articularse y relacionarse el discurso de la violencia con los acontecimientos técnicos, políticos y económicos que se han producido a lo largo de 50 años de conflicto? Cómo se convirtió la violencia en espacio para la creación sistemática de conceptos, teorías y prácticas? Estas dos sugerentes preguntas derivadas de la aproximación analítica de Escobar (1998:86), aluden a dos ámbitos diferenciados para el posible estudio de la Violencia como discurso enunciado y como prática discursiva: el primero es el ámbito de la emergencia del discurso 7

. Ver Escobar, A. 1998:47

Autor: Sandro Jiménez

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mismo, esto es, la manera en que determinados entrecruzamientos, superposiciones y relaciones – intencionadas e inconcientes – permitieron configurar la Violencia como acontecimiento o sistema de acontecimientos discursivos. En ese sentido, este ámbito focaliza su mirada en las prácticas – políticas y económicas - emergentes desarrolladas como respuesta al estado de cosas del conflicto en cada contexto histórico y de lugar determinado. El segundo ámbito aludido por las preguntas sugeridas es el de las formas de conocer, comprender, interpretar, explicar e intervenir la realidad a partir del campo emergente de la Violencia como discurso. La configuración de éste discurso fue el resultado del establecimiento de un conjunto de relaciones entre conceptos, teorías, instituciones y prácticas, así como de la sistematización de sus relaciones. El discurso de la violencia no estuvo constituido por la organización de los posibles objetos que estaban bajo su dominio, sino por la manera en que, gracias a este conjunto de relaciones, fue capaz de crear sistemáticamente los objetos de los que hablaba, agruparlos y disponerlos de ciertas maneras y concederles unidad propia.8 Entre esos variados objetos conectados a través de éste conjunto de relaciones de discursos y prácticas discursivas se encuentran entre otros: la “violentología”, la geografía económica y política de la guerra, la etnografía del Estado, la atención psicosocial en escenarios de crisis por violencia política, los movimientos sociales de resistencia a la guerra, los estudios de movilidad y desplazamiento y migración, la admistración de los sistemas de salud pública ante emergencias complejas no derivadas de fenómenos naturales, la psicología y las emociones en el comportamiento político y bélico de los actores armados, etc. Con Escobar (1998:90-91) creo necesario destacar que este tipo de configuraciones discursivas, con el paso del tiempo incorporan progresiva y selectivamente nuevos problemas; una vez que un problema es incorporado al discurso tiene que ser categorizado y especificado. Algunos se especifican en determinado nivel ( lo local, lo regional)... Pero estas especificaciones tan refinadas no pretenden tanto arrojar luz sobre las posibles soluciones, como atribuir los problemas a una realidad visible, sujeta a tratamientos particulares.... Este rasgo del discurso permite una radiografía de la vida social y económica del país y las regiones, convirtiéndose en una verdadera anatomía política del conflicto. El resultado final fue la creación de un espacio de pensamiento y de acción cuya ampliación estaba de antemano determinada por aquellas mismas reglas introducidas durante su etapa formativa.

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Ver Escobar, A. 1998:88

Autor: Sandro Jiménez

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El discurso de la violencia define un campo perceptual estructurado mediante marcos de observación, modos de integración y registro de problemas y formas de intervención; en síntesis, crea un espacio definido no tanto por el conjunto de objetos con los que esta relacionado, sino mas bien por un conjunto de relaciones y prácticas discursivas que producen sistemáticamente objetos, conceptos, teorías y estrategas relacionadas entre sí.9 Establecido el ámbito o los ámbitos de problematizacion del discurso de la Violencia, es necesario precisar los efectos que la configuración de tales objetos tienen en las estrategias de gestión del conflicto y en los sistemas políticos derivados de los mismos.

Con Escobar

(1998:98) considero que la utilización de la violencia como meta relato explicativo, implica necesariamente la creación de un campo institucional desde los cuales los discursos son producidos, registrados, estabilizados y modificados y puestos en circulación. Dicho campo esta íntimamente ligado con los procesos de profesionalización; juntos constituyen un aparato que organiza la producción de formas de conocimiento y la organización de formas de poder, interrelacionándolos. De esta manera es empíricamente observable, en el caso colombiano, que la institucionalización de la gestión del conflicto y la atención de sus víctimas ocurrió en todos los niveles, desde los organismos internacionales y las agencias del sistema nacional de atención, hasta las agencias locales de desarrollo, los comités de desarrollo comunitario, las agencias voluntarias privadas y los organismos no gubernamentales que se entronca al sistema internacional de ayuda humanitaria de emergencia. El discurso de la violencia – como el discurso del desarrollo en la manera en que Escobar lo alude (1998:108) - alimentó una manera de concebir la vida social como un problema técnico, como objeto de manejo racional que debería confiarse a un grupo de personas, los profesionales de la gestión del conflicto y los expertos en asistencia humanitaria,

cuyo conocimiento

especializado debería capacitarlos para la tarea. Estos profesionales en lugar de ver la violencia como un proceso basado en la interpretación de la tradición histórica y cultural de las diferentes sociedades locales y regionales en Colombia, buscaron diseñar mecanismos y procedimientos que permitieran el ajuste del conflicto colombiano los modelos preexistentes de gestión de conflictos internos y a los aparatos de ayuda humanitaria de emergencia, donde el discurso de la violencia y la necesidades de tales agentes y expertos se reproducen constantemente sin que la consolidación de la paz social y la real recuperación de las víctimas aparezcan como prioridad de dicho accionar institucional. Esta tendencia hacia la estandarización a modelos internacionales, no sólo de las prácticas, sino 9

Ver Escobar, A. 1998:91

Autor: Sandro Jiménez

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de las formas de comprensión del conflicto en Colombia, esta derivando en una nueva mutación del conflicto en Colombia, en donde después de que tres gobiernos a tras se consideró política y discursivamente rentable visibilizar y proyectar internacionalmente todas las dimensiones de la violencia en Colombia – particularmente en los asuntos referidos a la vulneración masiva de derechos humanos en las víctimas de la violencia – ahora, un giro discursivo del gobierno actual, pretende neutralizar las dimensiones políticas de conflicto, bajándole su categoría a “amenaza terrorista” dentro del marco de la nueva agenda global impuesta por Estados Unidos. Este tipo de enunciado, se configura como un ejemplo emblemático la importancia discursiva de la Violencia en Colombia dentro del mantenimiento de determinado ejercicio de poder. Retomo aquí las preocupaciones manifiestas por Dorothy Smith10 es su observación de que los discursos profesionales [institucionales] proporcionan las categorías con los cuales los hechos pueden ser nombrados y analizados y cumplen por ello un rol importante en la constitución de los fenómenos que la organización conoce y describe. Los hechos son presentados de forma estandarizada para que puedan ser repetidos en cada escenario. En este sentido los hechos deben tomarse como un aspecto de la organización social, una práctica del saber que mediante el uso de categorías, ya preparadas, constituye un objeto externo al que sabe e independiente del él o ella. Ya que las desiciones son tomadas a menudo por organizaciones centralizadas y orientadas por los representantes de los grupos dirigentes, todo el trabajo de las organizaciones esta sesgado a favor de quienes tienen el poder. "Nuestra relación con los otros en la sociedad y fuera de ella esta mediatizada por la organización social de su manejo. Nuestro conocimiento es por tanto ideológico en el sentido de que la organización social preserva los conceptos y los medios de descripción que representan el mundo tal y como es para quienes lo dirigen, y no como es para quienes es dirigido" (Smith, 1974:267) Categorización y visibilización en el discurso de la violencia en Colombia. Las categorías son para nada neutrales, antes bien incorporan las relaciones concretas de poder e influyen las categorías con las que pensamos y actuamos. "la validez de las categorías se convierte así en un asunto no de objetividad sustantiva sino de habilidad para usarlas eficazmente en la acción, como denominaciones que definen parámetros de pensamiento y conducta, que estabilizan espacios y que establecen esferas de competencia y áreas de responsabilidad. Así la catalogación forma parte, mediante sus operaciones, del proceso de crear estructura social.

Se trata de personas que hacen historia la hacer reglas para si

mismos y para otros... Entonces no se trata de si catalogamos o no la gente, sino de cuáles categorías se crean y a quién pertenecen las categorías que prevalecen en la definición de toda una situación o un área de política, bajo que condiciones y con que efectos ... Las categorías 10

Citada por Escobar, A. 1998:208

Autor: Sandro Jiménez

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reflejan mas sobre el proceso de asignación autoritaria, la definición de la agenda y así sucesivamente, que sobre las características de los catalogados... En tal sentido, las etiquetas de hecho revelan la relación de poder entre quien la recibe y quine la otorga (Geof Wood 1985:349)" Estas presiones son fundamentales para abordar un análisis con mucha mas sentido crítico y con perspectiva histórica, de los diversos y abundantes categorizaciones que el discurso de la Violencia en Colombia a emanado y que su permanente mutación, - dada la neurosis obsesivo compulsiva de la sociedad colombiana por la emergencia y el presente – a llevado a naturalizar o no cuestionar los efectos de poder de dichas categorías. Por ejemplo: Qué implicaciones tiene referir determinada región o espacio geográfico como “zona de conflicto” o “territorio de la guerrilla o paramilitar”. Qué reconoce y que invisibiliza las categorías de focalización de la política pública cundo se refiere a: “programas para desplazados”, “programas para pobres históricos” o en ese mismo sentido qué se supone explica referencias como “pobres rurales” y “pobres urbanos” Las categorías determinan el acceso a los recursos, de modo que la gente tiene que ajustarse a la categorización para tener éxito en sus relaciones con la institución. Un mecanismo clave que opera aquí es que toda la realidad de una persona queda reducida a un único rasgo

o

característica. En otras palabras, la persona se convierte en un caso. Rara vez se entiende que el caso es un reflejo de la forma en que la institución construye el problema. (Escobar 1998:212) Esta afirmación es perfectamente observable en el tipo de relaciones que deben establecen las poblaciones en condición de desplazamiento forzado con las instituciones que conforman el Sistema Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada – SNAIPD. En primer lugar, la condición de desplazado no lo da la experiencia de exposición a la violencia y al desarraigo, sino que lo da el Registro Único de Desplazado – RUD, sin este registro la condición de ser – estar desplazado no es reconocida. Pero dicha identidad de papel asignada e incorporada, es apenas la apertura a una cascada de otras tantas categorías que la población debe incorporar para poder garantizar su visibilización y la consecuente protección del Estado; por ejemplo: Desplazado Indígena, Desplazado Negro, Mujer Desplazada Cabeza de Hogar, Desplazado miembro de la organización X, Desplazado en Masa, Desplazado por goteo, Desplazado en emergencia, en posemergencia, en retorno. Desplazado dentro del sistema, Desplazado dado de baja del sistema, etc. CONCLUSIÓN Escobar (1998:295) nos recuerda que la historia puede verse como los cambios y las Autor: Sandro Jiménez

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trasformaciones en el régimen discursivo, pese a que tales cambios están circunscritos por prácticas discursivas ligadas a las economías políticas, tradiciones de conocimiento e instituciones de poder. Creo que los planteamientos de este ensayo, ponen en evidencia la necesidad de revisar la historia del conflicto y la violencia en Colombia desde esos cambios en los regímenes discursivos, que a lo largo de 50 años de guerra interna y contenida, son abundantes y muchas veces desconocidos o no reconocidos. Por ello es necesario recordar que el aparato discursivo de la Violencia y sus dispositivos, operan como mecanismos abstractos que enlazan enunciados y visibilidades, lo visible y lo expresable (Deleuze, 1998). Incorporar a la gente en el discurso, como sucede en el desarrollo, en general, y en la gestión del conflicto en Colombia en particular, equivale a asignarle campos de visión. También significa ejercer el truco omnipotente de ver todo desde un punto indefinido... El discurso del desarrollo y de la Violencia enmarca a la gente en ciertas coordenadas de control. La intención no es simplemente disciplinar a los individuos, sino también trasformar las condiciones en las cuales viven en un ambiente social normalizado y productivo. En síntesis crear la modernidad11 – que para el

caso del Estado Colombiano, dicha pretensión

modernizante ha supuesto de la Violencia es apenas una anomalía dentro del aparato de progreso de la llamada “democracia mas antigua y estable” de Latinoamérica. Anomalía que se cree puede ser extirpada con la aplicación de determinadas tecnologías de saber y de poder. BIBLIOGRAFÍA Documento base de análisis Título: La invención del tercer mundo Subtítulo: Construcción y deconstrucción del desarrollo Título original en ingles: Encountering development, the making and unmaking of the third world Autor: Arturo Escobar Primera edición en ingles: Princeton University Press, 1996. Primera edición en castellano: Vitral y Editorial Norma, 1998 Traducción de Diana Ochoa ISBN: 958-04-3442-5 Otros documentos referenciados 

DE SOUSA SANTOS, BOAVENTURA, La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho – ILSA, 1998



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FISAS VINCENT, Cultura de paz y gestión de conflictos, Icaria – Antrazyt - UNESCO, 2004

Ver Escobar, A. 1998:298.

Autor: Sandro Jiménez

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FOUCAULT MICHEL, La arqueología del saber, Madrid, Siglo XXI Editores, 1972



IMÉNEZ SANDRO, La sistematización de experiencias sobre la participación de la cooperación

internacional en la atención al desplazamiento forzado en Colombia. Compromisos Éticos y Rendición de Cuentas. En: “Investigación y Desplazamiento Forzado”, Red nacional de investigación en desplazamiento interno forzado REDIF – Colciencias 

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Autor: Sandro Jiménez

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