LA TRANSFERENCIA
GENNY ALEJANDRA RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ CC. 43’991.667
TEORÍA PSICOANALÍTICA: POSTFREUDIANOS II LUIS FERNANDO PALACIO. 29 DE OCTUBRE
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA MEDELLÍN 2007
LA TRANSFERENCIA
"El analista cura menos por lo que dice y por lo que hace que por lo que es". J. Lacan, Escritos 2.
Los diccionarios psicoanalíticos definen la transferencia como el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad. La transferencia aparece, entonces, como fenómeno inevitable de la experiencia analítica, de la relación médico-paciente, y que opera de manera inconciente. En el caso Dora (1901) Freud propone la transferencia como elemento necesario de la experiencia analítica, pero también como obstáculo de esta. La transferencia “se convierte en su auxiliar más poderoso cuando se logra colegirla en cada caso y traducírsela al enfermo”. Más adelante, en Sobre la dinámica de la transferencia (1912), Freud sostiene este planteamiento señalando que si bien la transferencia se produce necesariamente en la cura analítica, al ocupar un papel importante durante el tratamiento, también “nos sale al paso como la más fuerte resistencia al tratamiento.”1 En este mismo texto, Freud distingue dos transferencias: una positiva, otra negativa, una transferencia de sentimientos de ternura y otra de sentimientos hostiles, y señala “la ambivalencia de las orientaciones del sentimiento (…) nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus transferencias al servicio de la resistencia.” En Recordar, repetir y reelaborar (1914) Freud relaciona la compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Sostiene que “la transferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del 1
Freud, S. Sobre la dinámica de la transferencia.
pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico: también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente.” Así, señala que el analizado sustituye el recuerdo por la compulsión de repetir, esto como efecto de la resistencia pues “mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir).” Ahora bien, el manejo de la transferencia constituye para Freud el principal recurso para “domeñar la compulsión de repetición, y transformarla en un motivo para recordar”2. En Más allá del principio de placer (1920) Freud retoma los anteriores planteamientos y habla de una neurosis de transferencia donde se articulan nuevamente transferencia, resistencia y compulsión de repetir: "el enfermo no puede recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial (...) se ve forzado a repetir lo reprimido. Esta reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil (…) y regularmente se juega (se escenifica) en el terreno de la transferencia, esto es, en relación con el médico. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado hasta este punto, puede decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de transferencia." Así pues, para Freud los fenómenos de la transferencia están al servicio de la resistencia del yo, “se diría que la compulsión de repetición, que la cura pretendía poner a su servicio, es ganada para el bando del yo, que quiere aferrarse al principio de placer.” 3 En Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1914) Freud se encarga de hacer recomendaciones a los médicos acerca del fenómeno de enamoramiento en la transferencia. Así, aconseja no responder a la ternura ofrecida por la paciente, pero tampoco sofocar esta pues, tanto lo uno como lo otra, serían funestos para el análisis. Afirma, entonces, “uno debe guardarse de desviar la transferencia amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente; y con igual firmeza uno se abstendrá de corresponderle. Uno retiene la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes 2 3
Freud. Recordar, repetir y reelaborar. (1914). p. 153. Freud. Más allá del principio de placer (1920). p. 35.
inconcientes y ayudará a llevar a la conciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.” En relación a la contratransferencia, Freud la concibe como el resultado de “la influencia del enfermo sobre los sentimientos inconscientes del médico” y anota que “ningún analista va más allá de lo que le permiten sus propios complejos y resistencias internas”. De allí, la recomendación de que el analista se someta él mismo a un análisis.
Sandor Ferenczi, discípulo de Freud, toma esto en
consideración, pero lo lleva más allá, llegando a proponer un análisis mutuo en el que el analista verbalizaba, en presencia de sus pacientes, las asociaciones que se le ocurrían referentes a sus propias reacciones frente a la problemática del paciente. En La técnica psicoanalítica (1918), Ferenczi aborda lo que él llama “el dominio de la contratransferencia”. Planteando que la terapia analítica exige una doble función: por un lado, el analista debe observar al paciente, escuchar su discurso y descifrar su inconciente a partir de su discurso, pero por otra debe controlar sus propias actitudes en relación al analizante. Para lograr esto, era necesario, pues, dominar la contratransferencia. Ferenczi describe el proceso de dominio de la contratransferencia mediante tres fases. En la primera, "el analista está muy lejos de tomar en consideración la contratransferencia y menos aun de dominarla. Sucumbe ante todas las emociones que genera la relación analista-paciente, se deja conmover por las tristes experiencias e incluso por las fantasías del paciente y se indigna contra aquellos que le son hostiles o le critican". En este caso, son pocas las posibilidades de realizar un análisis. La segunda fase, de la "resistencia a la contratransferencia", es una reacción de signo contrario a la situación anterior y que puede conducir igualmente al fracaso del análisis. "Cuando el psicoanalista ha aprendido pacientemente a evaluar los síntomas de la contratransferencia y consigue dominar todo lo que podía dar lugar a complicaciones en sus actos […] corre entonces el peligro de caer en el otro extremo, de convertirse en
demasiado duro y esquivo con el paciente, lo cual retrasaría o incluso haría imposible la aparición de la transferencia, condición previa para el éxito de todo psicoanálisis"4.
La
fase
final,
corresponde
a
la
del
dominio
de
la
contratransferencia propiamente dicho, que se alcanza con la superación de las fases anteriores. Es entonces, cuando el analista alcanza el estado mental requerido para "dejarse llevar" durante el tratamiento como exige la cura psicoanalítica. En la obra de Melanie Klein hay un énfasis marcado en la interpretación de la transferencia y el uso terapéutico de esta. Para Klein, la transferencia es un fenómeno que se produce cuando el terapeuta, que forma parte del mundo exterior del paciente, es involucrado por este último en los conflictos que hacen parte de su mundo interno, y cuyo análisis pone en evidencia el tipo de interacción que se establece entre ambos mundos, sobre todo a través de la proyección e introyección. En Los orígenes de la transferencia (1952) afirma “cambios fundamentales se producen mediante el análisis consistente de la transferencia; están ligados con la profunda revisión de las primeras relaciones de objeto y se reflejan tanto en la vida corriente del paciente como en sus actitudes distorsionadas hacia el analista.”5 Vemos, pues, que para Klein en la transferencia lo que hay es una reactualización de las relaciones objetales primordiales del sujeto y esto es lo que el paciente manifiesta en sus proyecciones hacia el analista. De esta manera, plantea que por la vía del análisis de la transferencia el analista da al paciente la posibilidad de tomar conciencia del modo en que sus dos mundos de experiencia (externo e interno) se encuentran ilusoriamente confundidos y de superar, paso a paso, las formas de conducta irracionales provocadas por tal situación. Finalmente, a diferencia de Freud para quien “los paranoicos, los melancólicos, los aquejados de dementia praecox, permanecen totalmente incólumes e inmunes a la terapia psicoanalítica”6, puesto que con ellos no puede instaurarse un lazo transferencial, Klein considera que el psicoanálisis de niños da las pautas para 4
Ferenczi, S. La técnica psicoanalítica (1918). En: OC., Vol.II. Klein, M. Los orígenes de la transferencia. En: OC., Tomo 3. 6 Freud, S. 27ª Conferencia. La transferencia. 5
trabajar con esquizofrénicos, pues permite un mayor conocimiento de los mecanismos, angustias y defensas que operan en la primera infancia. Así sostiene “Desde que algunas de estas defensas, nacidas en las primeras relaciones de objeto y dirigidas hacia el amor y el odio, fueron descubiertas, el hecho de que los pacientes esquizofrénicos sean capaces de desarrollar a la vez una transferencia positiva y una transferencia negativa ha sido plenamente comprendido”7. Por su parte, Annie Reich en Sobre la contratransferencia (1960) propone que es labor del analista prestarse como pantalla sobre la cual el paciente pueda proyectar sus objetos infantiles y es por esto debe permanecer neutral. Lo cual no “implica […] que el analista no se relacione en absoluto con el paciente. Se espera de él que se interese por el paciente, que tenga la voluntad de ayudarle. El paciente puede gustarle o no. En tanto que estas actitudes son conscientes, no tienen todavía nada que ver con la contratransferencia.”8 En lo que respecta a la contratransferencia, Reich la señala como una forma de identificación efímera que le permite al analista comprender la situación del paciente. En este sentido, y si hablamos de comprensión, vemos entonces que de lo que se trata es de que el analista se ponga en el lugar del paciente, al menos por un momento, y luego retorne a su lugar de analista para hacer un análisis objetivo de la situación acontecida por el analizante. No obstante, esta no sería una actitud conciente del analista puesto que “este tipo de comprensión […] se alcanza a través del propio inconsciente del analista.” 9 Afirma, entonces, “es como si una parcial y efímera identificación con el paciente hubiera tenido lugar. La evidencia de lo que está sucediendo en el inconsciente del paciente, se basa entonces en el conocimiento de lo que está sucediendo en la propia mente del analista. Pero esta identificación tiene que ser efímera. El analista debe ser capaz de regresar a una posición
7
Klein, M. Los orígenes de la transferencia. Reich, A. Sobre la contratransferencia. p. 46 9 Ibíd. p. 45. 8
externalizada para ser capaz de realizar una evaluación objetiva de lo que acaba de sentir desde su interior.”10 En definitiva, lo que hace Reich es ubicar analista y analizante al mismo nivel. Así, en la situación analítica tanto analista como paciente proyectarían, el uno en el otro, representaciones de objetos, sentimiento y deseos pasados. “Aunque […] los pacientes frecuentemente no son objetos reales hacia los que se transfiere algo, sino solamente puras herramientas por medio de las cuales se satisfacen algunas necesidades del analista tales como aliviar ansiedad o vencer
sentimientos
de
culpa,
tenemos
que
usar
el
término
contratransferencia.”11 Lacan, por su parte, nos introduce al fenómeno de la transferencia por la vía del amor y para esto se vale del Banquete de Platón. Aborda pues, la transferencia en el Seminario 8 señalando: “el problema del amor nos interesa en tanto que va a permitirnos entender lo que ocurre en la transferencia, y diría hasta un cierto punto, a causa de la transferencia.”12 Lacan, siguiendo a Freud, va a señalar que la transferencia “en último término, es el automatismo de repetición.” Y así, en tanto que ligada “a lo más esencial de la presencia del pasado descubierta por el análisis, es manejable por la interpretación.” Es decir, permeable a la acción de la palabra. Así,
“ese
fenómeno de la transferencia está él mismo colocado en posición de sostén de esta acción de la palabra; al mismo tiempo que se descubre la transferencia, se descubre que si la palabra tiene el alcance que tuvo hasta allí, antes que uno lo perciba, es porque allí hay transferencia.”13 No obstante, Lacan afirma que “la transferencia, por más interpretada que sea, guarda en sí misma una especie de límite irreductible.”
10
Ibíd. p. 46. Ibíd. p 47. 12 Lacan, J. Seminario 8: La transferencia. Versión digital. 13 Ibíd. 11
Por otro lado, Lacan se va a centrar en lo que él llama el deseo del analista para
hacer
su
crítica
a
lo
que
algunos
postfreudianos
denominan
contratransferencia. Lacan no va a negar que el analista pueda tener algún sentimiento hacia su paciente y que pueda, interrogarse sobre lo que lo provoca, ubicarse un poco mejor en la cura. Así, afirma “que si el analista realiza, a manera de la imagen popular, o aún mejor de la imagen deontológica que se hacía de la apatía es justamente en la medida en que está poseído por un deseo más fuerte que aquéllos de los cuales puede tratarse, a saber, llegar a los hechos con su paciente, tomarlo en sus brazos o tirarlo por la ventana.” No obstante, el problema que plantea la teoría de la contratrasferencia es el de la simetría que establece entre analista y paciente (como lo plantea el texto de Reich), como si los dos estuvieran igualmente comprometidos en una relación imaginaria, de yo a yo, en el transcurso de la experiencia analítica. Para Lacan, la actitud de neutralidad del analista tiene un papel central. Esta neutralidad afirma al analista en su posición simbólica asimétrica que marca el límite o la falta para sí mismo y para el analizando.14 Si para Annie Reich es labor del analista comprender aquello que viene del analizante, Lacan considera que el analista “debe siempre poner en duda lo que comprende, y decirse que lo que busca alcanzar, es justamente lo que en principio no comprende. Es ciertamente en tanto que sabe lo que es el deseo, pero que no sabe qué es lo que desea ese sujeto con el cual está embarcado en la aventura analítica, que está en posición de tener en sí el objeto de ese deseo. Pues parece que solamente esto explica algunos de esos efectos tan singularmente espantosos.” Así pues, la pregunta de Lacan sobre el deseo del analista busca determinar el lugar que debe ocupar el analista en la cura. Así, no debe haber reciprocidad del analista en relación a las manifestaciones transferenciales del analizante. Afirma, entonces, que el analista no puede, pues, responder a la seducción que proviene del amor que el analizante le dirige. De esta manera, debe renunciar a 14
Laplanche, J. Diccionario de psicoanálisis.
operar la contratransferencia y simplemente debe prestarse como soporte sobre el cual, en un principio, el paciente moviliza su demanda, pero luego debe moverse de ese lugar ideal que el paciente le otorga.
BIBLIOGRAFÍA
FERENCZI, Sandor. La técnica psicoanalítica (1919). En: Obras Completas, Vol.II. Madrid: Ed. Espasa Calpe, 1981. FREUD, Sigmund. Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora) 1901. En: Obras Completas. Vol. VII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1995. ____________. Recordar, repetir y reelaborar (1914). En: Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1995. ____________. Sobre la dinámica de la transferencia (1912). En: Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1995. ____________. Más allá del principio de placer (1920). En: Obras completas. Vol. XVIII. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1995. KLEIN, Melanie. Los orígenes de la transferencia (1952). En: Obras Completas. Tomo 3. Buenos Aires: Ed. Paidós. , 1997. LACAN, Jacques. Seminario 8: La transferencia. Buenos Aires: Ed. Paidós, 1997. LAPLANCHE, J., y PONTALIS, J.B. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Ed. Paidós, 1996. REICH, Annie. Sobre la contratransferencia (1960). Recuperado de Internet, octubre, 2007: http://www.esnips.com/doc/59b7d09d-87a1-4f12-a184875fc81b5d35/6_Contratransferencia-Reich