La riqueza ignorada de la naturaleza Felipe de Jesús Ramírez Ambríz, Laura Patricia Pérez Padilla y
Daniel Ventosa-Santaulária Alumnos y
Profesor Asociado de la Escuela de Economía de la Universidad de Guanajuato.
Domingo, 04 de Mayo de 2008
Se ha puesto a pensar en el dinero que deberíamos pagar por los bienes o servicios que nos proporciona la naturaleza? ¿Por qué uno siempre los considera gratuitos? Está, por ejemplo, el aire que respiramos (la regulación de los gases que efectúan los árboles), la polinización (hecha en gran medida por insectos y aves, y que fertiliza plantas), los ríos, lagos y mares (hábitat de muchas de las especies que utilizamos para alimentarnos) y también cuentan los espacios de recreación que tanto nos deleitan. Estos son sólo unos cuantos de los muchos bienes y servicios provistos de manera gratuita por la naturaleza.
Pero esa gratuidad es sólo aparente, puesto que, en esta vida, todo se paga, todo se compra. Existe, de hecho, una ciencia encargada de çuantificar.estas bondades otorgadas por la naturaleza: Economía del Medio Ambiente. Lamentablemente es muy difícil en la práctica asignarle un valor monetario a todo lo que nos proporciona la naturaleza. Un ejemplo es el aire. Tampoco es fácil determinar el valor pecuniario del bienestar que le brinda a la sociedad el saber que todavía existe determinada especie animal, (como el tigre blanco). Pero se puede intentar; se pueden hacer cálculos y estimaciones del valor de lo que el planeta nos brinda en bienes y servicios.
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Hace ya once años (1997) un investigador de apellido Constanza así como sus colaboradores1 realizaron este cálculo; es uno de los pocos y más detallados que se han hecho a nivel global. Su estimación del valor de la producción incluyendo la provisión de la naturaleza se elevó a 33 billones (millones de millones) de dólares, el cuál, fue mucho mayor a los 18 billones de dólares del Producto Nacional Global del Planeta de ese año que se estimó por métodos económicos tradicionales. En otras palabras, obtenemos casi la mitad de nuestra riqueza gratuitamente de la naturaleza. Explotamos recursos que a nadie le pagamos. Esto debería dejar claro cuán importante es el medio ambiente para mantener nuestro nivel de vida. Es importante aclarar también que su conservación no es un mero capricho de gente ociosa. El agotar los recursos naturales que actualmente explotamos redundaría en un serio deterioro de nuestras condiciones de vida.
Lo anterior da pie a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza. Necesitamos entender que, a pesar de todo lo que ella nos da, nosotros no hacemos mucho por "’agradecerle"’. En México, por ejemplo, continuamos explotando los bosques sin moderación; extraemos cantidades ingentes de agua los mantos freáticos sin preocuparnos por su reabastecimiento, emitimos gases contaminantes (los automóviles y la industria) sin preocuparnos de la degradación del aire; no ofrecemos seguridad a nuestras especies endémicas; no aprovechamos efi1 Constanza
R. et al (1997) The value of the world’s cosystem services and natural capital.
Nature 387, pp. 253-260
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cientemente los diferentes tipos de energía alternativa que existen actualmente, como son la energía solar o bien la eólica. En otras palabras, no tenemos una conciencia social lo suficientemente desarrollada y nuestro entorno lo resiente y se degrada. Algunos de estos recursos no son renovables y tarde o temprano, al ritmo actual, desa- parecerán y nuestro estilo de vida lo resentirá.
La buena noticia es que algunos países han tomado cartas en el asunto y se han constatado resultados positivos: (i) el cobro de impuestos a las empresas que contaminan; (ii) severas sanciones a quienes amenacen o destruyan zonas o especies protegidas (iii) firma de convenios internacionales para la regulación de las emisiones de gases a la atmósfera, (iv) promoción del uso de fuentes de energía renovables.
El crecimiento económico no tiene por que estar peleado con el cuidado del planeta. Muchas personas creen que el progreso es sucio, que el crecimiento siempre viene acompañado de más contaminación. La verdad es que promover la explotación irreflexiva de la naturaleza con excusa de obtener bienestar económico presente es sólo una manera muy fina de decir que no nos importa como vivan las generaciones futuras. Los recursos que agotemos no los podrá disfrutar nadie más. Nadie más podrá pasear por un bosque que ya talamos, nadie más disfrutará viendo ballenas que nos comimos. La mitad de la riqueza generada en el mundo proviene de la naturaleza, que nos la ofrece sin cobrar. Si agotamos esa fuente, las generaciones futuras serán más pobres. Podemos crecer y aun
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así, disfrutar de un hermoso entorno. Sólo necesitamos mecanismos reguladores eficientes, que obliguen a las empresas a reducir sus emisiones contaminantes y concientizar tanto a las presentes generaciones como a las que vienen después de nosotros respecto a la fragilidad de nuestro planeta; es nuestro único hogar, debemos cuidarlo para poder disfrutar de él en el futuro.
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