LA RAZON COMO FUNDAMENTO DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
1. LAS EXPLICACIONES DE LAS ACCIONES COMO RACIONALIZACIONES DE LA CONDUCTA: LOS PATRONES DE CONDUCTA NORMAL Las acciones inteligentes pertenecen a una clase muy especial de hechos naturales. Algunos procesos biológicos son clasificados como acciones inteligentes en el caso de que este proceso suceda de una cierta manera: debe ocurrir de tal forma que el estado mental del agente, en sus varios aspectos cognitivos, motivacionales y volitivos sea la causa que desencadene el proceso. En caso de que esto no ocurra la acción puede tener un tipo de explicación diferente, no será explicada o reconstruida como una acción inteligente. Algunas orugas cuando salen del capullo dirigen sus movimientos siempre hacia arriba; podríamos interpretar el hecho de manera pseudo-intencional afirmando que «buscan» las hojas más tiernas de los árboles que las alimentan, que “intentan” protegerse de los depredadores… la realidad es que sus aparatos sensorio-motrices están dispuestos de forma que si la luz no incide simétricamente sobre los dos ojos, las patas del lado menos iluminado se mueven más rápido. Una consecuencia es que generalmente se mueven hacia arriba, a menos que coloquemos una fuerte luz de la base del tronco. Si sustituíos las primeras explicaciones por las segundas, no ocurre nada, con la ventaja añadida de que ahora disponemos de una autentica explicación causal. Pero esta es la sustitución que no parece posible hacer en el caso de la conducta inteligente, porque es el hecho de que la otra causa sea un estado representacional, y no otra cosa, lo que hace de las acciones intencionales tales acciones La preferencia de palabras, los saludos o las amenazas son hechos físicos que transportan la información de las intenciones de su autor. Este es el juicio que hacemos, aunque podemos equivocarnos, y de hecho lo hacemos muy a menudo, dado que los procesos naturales que constituyen las acciones intencionales son de un carácter
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ontológicamente muy extraño: una parte del proceso es, referencialmente abierta y otra parte es referencialmente opaca. La parte abierta es aquélla que admite una descripción física o físico-química del proceso: es el conjunto de sucesos que contribuyen mediante transformaciones físicas al resultado de la acción. La parte opaca corresponde al estado mental, motivacional y desiderativo.
2. LOS DESEOS (ÓREXIS) COMO FUERZAS MOTRICES DEL AGENTE HUMANO Aristóteles considera al ser humano como un ser viviente dotado de lógos y, al mismo tiempo, como agente que obra o actúa en el mundo. Descubre una analogía básica entre el movimiento animal y la acción humana y, a la vez, diferencias irreductibles entre ambos. Lo esencial de la posición aristotélica es que la producción de ambos fenómenos sólo se explica adecuadamente a partir de la conjunción o el juego mutuo de dos factores diferentes, que funcionan como coprincipios: los desiderativos (la órexis: los deseos de diversos tipos) los cognitivos (la percepción, la imaginación y, en el caso del hombre, también la intelección: el “pensamiento práctico”). Ambos factores son condiciones necesarias, y sólo su conjunción es suficiente. El factor desiderativo apunta al objetivo o fin del movimiento o la acción, mientras que el factor cognitivo determina los medios necesarios o convenientes para alcanzar el fin deseado. Aristóteles concede una cierta prioridad al factor desiderativo, porque le atribuye la posición del fin. Enfatiza que esta primacia del factor desiderativo, en la medida en que él es el responsable de la posición del fin y posee, con ello, una fuerza motivacional que ni la percepción ni el pensamiento pueden sustituir: la percepción y el propio pensamiento sólo adquieren una función práctico-productiva allí donde quedan pág. 2
enmarcados en el espacio de motivación que abre la referencia a un fin puesto por el deseo. Aristóteles lo dice expresamente “la observación muestra que el intelecto no mueve sin deseo. El deseo racional es un tipo de deseo (desiderativo), y, cuando uno se mueve en virtud de un razonamiento, es que se mueve en virtud de un deseo racional lo que causa el movimiento es siempre el objeto deseable, que, a su vez, es lo bueno o lo que se presenta como bueno. Pero no cualquier objeto bueno, sino el bien realizable a través de la acción. (...) Es evidente que la potencia motriz del alma es lo que se llama deseo ”. Aristóteles distingue expresamente tres formas, especies o tipos de deseos, que corresponden a los deseos de las tres “partes” del alma platónica: la epithymía (apetito o deseo apetitivo), el thymós (deseo o impulso vinculado a las reacciones emocionales) y la boúlesis (deseo racional). La epithymía y el thymós se dan en la vida animal y en la humana, aunque con modulaciones muy diversas. En cambio, la boúlesis es un tipo de deseo específico y exclusivo del ser humano.
2.1.Los deseos de origen racional: la boúlesis El término boúlesis se define a “los deseos de origen racional, vinculados con los fines y expectativas de largo plazo que el agente humano asume como propios, en un cierto esbozo ideal de lo que sería para él una vida buena y lograda. La presencia de deseos de origen racional implica, en el caso del agente humano, la apertura a un horizonte de fines de mediano y largo plazo, en los que se expresa una cierta representación de la vida buena o feliz para el agente”. En efecto, los deseos de los agentes racionales apuntan a diversos fines; no sólo al denominado “fin último” (la pág. 3
felicidad), sino también a otros fines que el hombre se propone a medio o largo plazo. El objeto del deseo racional puede ser un bien que esté a su alcance, pero también puede ser algo inalcanzable o que no esté en poder de uno: “el deseo puede ser de cosas imposibles; por ejemplo, de ser inmortal”, de ser un dios o de reinar. Sin embargo, Aristóteles da a entender que, mediante la (comprensión) , el agente es capaz de transformar ese tipo de fines en otros que estén a su alcance o sean asequibles para él. 3. LA FELICIDAD “...el estado de un ser racional en el mundo, al cual, en el conjunto de su existencia, le va todo según su deseo y voluntad” Tres modelos de felicidad: Auto realizarse (eudemonismo): asumir los hechos propios de un ser humano. Autosuficiente: valerse por uno mismo sin dependencia de nada ni nadie. Experimentar placer (hedonismo): conseguir evitar el dolor.
a. La felicidad como autorrealización (eudemonismo): - Felicidad como último fin natural: los fines serán medios para un último fin, que dan razón a los otros. El último fin es la felicidad (eudaimonia) Un bien perfecto se busca por el mismo y no por otro. Un bien suficiente por él mismo, quien lo tiene ya no necesita otra cosa Actividad más propia del ser humano Actividad continua. Frente al fenómeno moral surge espontáneamente una pregunta: ¿para qué vivir moralmente? En la historia se ha intentado muchas veces responder satisfactoriamente a esta pregunta, pero las respuestas que se han dado no siempre han logrado evitar riesgos que supone la misma pregunta. Algunas de estas respuestas parten de la aceptación de un dato empíricamente verificable, como por ejemplo las que ven en el placer la finalidad de la vida moral, pág. 4
Otras identifican la finalidad de la vida moral con la felicidad del sujeto Otros ven dicho objetivo en el bienestar social, excluyendo así de la vida moral el valor moral o identificándolo con los no morales Otras finalmente identifican el motivo por el que se vive y hay que vivir moralmente en la teleología inherente al hombre mismo o en el bien en cuanto tal y en sus diversas manifestaciones, También pueden considerarse como concepciones eudemonistas de la ética todas aquellas que consideran que el fin de la vida moral es la felicidad, no ya del propio sujeto moral, sino de los otros. Proponerse la felicidad de los otros significaría identificar el fin de la vida moral de un modo altruista y, por tanto, de una forma inaceptable desde el punto de vista moral. Sobre la base de Lc 9,24 se puede decir que el que trabaja para que los otros consigan su felicidad en sentido horizontal puede quizás no conseguir el mismo tipo de felicidad, pero siempre podrá alcanzar la felicidad de tipo vertical. Pero el que concibe la felicidad sólo en sentido horizontal, ante la alternativa de hacer felices a los demás o a sí mismo, no tendrá la posibilidad de conceder sus preferencias a la felicidad de los demás, sin tener que renegar de su posición inicial. En efecto, si piensa que ante todo debe buscar su propia felicidad. y la felicidad de los otros solamente en la medida en que le permita conseguir la suya propia, se coloca dentro de ese horizonte que, como va hemos visto, resulta ser el opuesto al horizonte moral, que instrumentaliza la moralidad a los fines egoístas de la propia felicidad, Pero si se compromete a hacer que los demás consigan aquel tipo de felicidad que es posible hacer que consigan, esto significa que pone la propia moralidad por encima de su misma felicidad Y esto ya no corresponde a su posición inicial con la que afirmaba que el único fin de la vida moral era el tipo de felicidad horizontal.
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En conclusión, se puede afirmar que la felicidad de los demás es un objetivo que hay que conseguir con la vida moral, pero sigue siendo un objetivo no primario, ni mucho menos único; por tanto, en cuanto tal, es compatible con el objetivo específicamente primario de la vida moral.
b. Felicidad como autosuficiencia: - Cínicos: consideran que la felicidad consiste en la libertad radical del individuo frente a todas las normas e instituciones sociales - Estoicismo: se es sabio según se vive la naturaleza, es imprescindible saber cual es el orden del somos, sólo así sabremos como debemos comportarnos La felicidad concebida por los cínicos consiste en una libertad absoluta del individuo autosuficiente frente a las normas establecidas, basándose en que todos los hombres son buenos por naturaleza, y por tanto viven según ella. Dictan que para ser feliz hay que bastarse a si mismo, lo que se consigue con la perfección espiritual y el autodominio por encima de las convenciones sociales, los placeres e instituciones políticas. A diferencia de ésta, en la felicidad basada en la autosificiencia según los estoicos, el sabio ideal (la persona que goza de la mayor felicidad) es aquel que conoce el cosmos y cree en el destino y deja que todo siga su curso, asegurando la paz interior en forma de aislamiento. Dejan de tener en cuenta el sufrimiento, al que son invulnerables, las opiniones ajenas, destacando por su imperturbabilidad y serenidad, que desemboca en la autosuficiencia, la única manera de conseguir ese estado óptimo de felicidad, concibiendo el estoicismo como una actitud vital permanente. c. Felicidad como placer (hedonismo): - Epicureismo: el ideal de sabiduría lo hará consistir en un placer bien calculado, es individualista. 4. EPICURO Y EL HEDOISMO
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Epicuro abogaba por una retirada filosófica de la sociedad y no por el enfrentamiento con el enemigo, para Epicuro vivir retirado sin llamar la atención apartado de la sociedad era alcanzar la mayor de las purezas. Por lo que el y un grupo de amigos compraron una casa en las afueras de Atenas, a la que llamaron “el Jardín” en la entrada había un cartel que decía: “Huésped, aquí estarás bien, aquí el bien supremo es el placer”. Epicuro enseñaba que el placer era el principio y el fin de una vida feliz, no existen el bien y el mal absolutos, sólo actos que conducen al placer y otros que conducen al dolor. La propuesta de Epicuro era, y es, extremadamente escandalosa, él defendía que solo estamos unos años aquí, antes de desaparecer, durante nuestra estancia no tenemos que hacer nada, no tenemos que agradar a nadie, ni tenemos que seguir ningún mandamiento. En vez de buscar motivos para no estar contentos podemos optar por el simple disfrute, y elegir ser felices. Ha sido calumniado por multitud de instituciones hasta tiempos recientes, se decía de ellos todo tipo de barbaridades relacionadas con el gozo y el placer: Orgías, festines, fiestas… es difícil pensar en que él disfrutara con ese tipo de placeres, fue una persona caracterizada por su austeridad y racionalidad, no tenía casi pertenencias y comía a base de aceitunas y pan. Para Epicuro el placer no era alimentar nuestro placer salvaje, sentir placer debe servir para evitar los dolores del cuerpo y alma, “ni los banquetes, ni los festejos ni gozar con jovencitos y mujeres nos hacen la vida agradable”, decía, “sino el juicio severo de lo que deseamos y de lo que sentimos aversión y saber guiar nuestras opiniones lejos de aquellas que llenan el alma de inquietud”. Debemos pues rechazar todos los placeres que nos crean problemas emocionales y que perturban nuestra tranquilidad.
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Epicuro pensaba que cuanto menos numerosos y más sencillos sean tus deseos, mas fácil te será cumplirlos, menos tendrás que trabajar y de más tiempo dispondrás para estar con los amigos. Para Epicuro la amistad era el centro de una buena vida. 5. LA FACULTAD DE ELEGIR Y DECIDIR: LA PROAÍRESIS podemos interpretar la proaíresis como una capacidad o facultad propia y exclusiva de los agentes racionales: la facultad de elegir y decidir, de hacer una preferencia y elección deliberada. Es una facultad de la razón práctica: de la diánoia (razon discursiva) o la prónesis (pensamiento moral). Pero el término proaíresis también designa el acto o ejercicio de dicha facultad, que es resultado de una deliberación racional (boúleusis) Aristóteles definir la proaíresis, para explicar su carácter voluntario y distinguirla claramente de las tres especies de órexis (del apetito, del impulso y del deseo racional) y también de la opinión (dóxa). En primer lugar, “es evidente que la elección es algo voluntario”, pero el ámbito de lo voluntario es más extenso que el de la elección: “no todo lo voluntario es objeto de elección decisión deliberada”. Prueba de ello es que “a las acciones hechas súbitamente las llamamos ‘voluntarias’, pero no ‘elegidas’” El punto de partida siempre es la deliberación racional). Luego, el hombre delibera para determinar, en cada caso, los medios más adecuados o convenientes para la consecución de los diversos fines a los que apuntan sus deseos. El resultado final de un acto de preferencia, en el cual el agente elige una de las posibles opciones, se decide por ella. Aristóteles aduce que la elección: no es algún tipo de deseo ni es una opinión. Esta doble distinción es muy importante, porque se entiende de La facultad de elegir y decidir) media precisamente entre la facultad desiderativa y la cognoscitiva, entre el deseo racional y la opinión deliberada.
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Vamos, pues, a ver: 1º) la diferencia entre la elección y el deseo racional; y 2º) la diferencia entre la elección y la opinión. 1º) Aristóteles explica así la diferencia entre la entre la elección y el deseo racional: “Tampoco son lo mismo la deliberación racional y la La facultad de elegir y decidir, pues se desean algunas cosas incluso sabiendo que son imposibles, como, por ejemplo, reinar sobre todos los hombres o ser inmortales; mientras que nadie elige [una cosa] sabiendo que es imposible, ni elige tampoco, en general, lo que es posible, pero no depende de él realizarlo o no. De modo que resulta claro que lo elegido es necesariamente una de las cosas que dependen de uno mismo” Pero la principal diferencia es ésta: “el deseo se refiere más bien al fin; la elección, a los medios conducentes al fin” Así, por ejemplo, deseamos estar sanos o ser felices, pero no podemos elegir esos fines, sino “los medios mediante los cuales podemos alcanzar la salud”o la felicidad. En efecto, la felicidad no es algo que se pueda elegir, aunque sí es algo que todos deseamos siempre en virtud de nuestra propia naturaleza; más aún, no podríamos no desearla, puesto que es el fin último que todo hombre persigue por naturaleza en cada uno de sus actos. Ética a Eudemo , al tratar de la elección, reitera la misma tesis: “nadie, en efecto, escoge deliberadamente un fin, sino los medios para este fin; quiero decir, por ejemplo, que nadie elige estar sano, sino caminar o guardar reposo para estar sano; y nadie elige ser feliz, sino ganar dinero o arriesgarse para ser feliz (…). Pero, evidentemente, lo que uno desea es, en especial, el fin, y pensamos que debemos estar sanos y ser felices. También estas consideraciones evidencian que la elección es diferente de la opinión y del deseo; pues opinar y desear se dirigen, sobre todo, al fin, pero no así la elección”. 2º) Aristóteles marca, pues, también claramente la diferencia entre la elección y la opinión (dóxa). Como ya se ha apuntado, “tampoco la elección puede ser una cierta opinión”. En efecto, “la opinión se distingue por ser falsa o verdadera, no por ser buena o mala, mientras que la elección, más bien, parece ser esto último”. Y añade una pág. 9
observación muy aguda y pertinente: “tenemos un cierto carácter por elegir lo bueno o lo malo, pero no por opinar”. El hombre prudente no es el que sostiene opiniones correctas o verdaderas, sino el que sabe elegir bien; el que elige, en cada caso, lo mejor. De hecho, ocurre que “algunos son capaces de formar buenas opiniones, pero, a causa de un vicio (como, por ejemplo, la pereza o la pusilanimidad), no eligen lo que es debido ”. Considerando, además, que “elegimos lo que sabemos muy bien que es bueno”, esto es, lo que ha sido ya objeto de deliberación, El deseo se instala como arco tendido entre pasado y futuro, entre experiencia y expectativa, entre recuerdo y previsión. La memoria, y su correlato el olvido, constituyen el núcleo central del deseo, del apetito que, a su vez, es el principio motor de la vida animal, porque no concibe Platón que el cuerpo mismo tenga deseos, puesto que desear es impulso hacia aquello que en el cuerpo es carencia, como ya en el Fedro había señalado, al analizar el concepto de amor/deseo: no se desea lo que ya se tiene, sino justamente lo que no se tiene.
Racionalidad e irracionalidad Acciones irracionales: Son aquellas acciones que prescindiendo de ventas materiales y tangibles tienen a alcanzar satisfacciones ideales o elevadas. Racionalidad: La racionalidad es la capacidad que permite pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad Según Mises, la acción humana es siempre racional. Por lo tanto, el fin último de la acción es la satisfacción de algún deseo del hombre actua
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LA ETICA: TEORIA RACIONAL SOBRE LA MORAL EN LAS ACCIONES HUMANAS El ser humano no obra de manera inconsciente, sino deliberadamente. Las teorías éticas le permiten fundamentar racionalmente una moral que luego habrá de aplicar en la vida pública. Lo verdaderamente de esta teoría consiste en el hecho de que el ser humano puede hacer cosas, y hacerlas exitosa o eficazmente aunque no pueda comprender lo que hace y no lo pueda expresar en el lenguaje humano de todos los días. Exactamente en este terreno la ética y la psicología o la psiquiatría se cruzan y encuentran un campo común de trabajo. Nuestro presente tiene que decidir entre cosas que nos son desconocidas, y cosas pasadas que no son aún conocidas plenamente, así como cosas que no son comprendidas - con todo y al lado de las cosas que sí logramos comprender y que conocemos medianamente. Entonces tomamos riesgos o, en una palabra, nos decidimos. “Nos decidimos a actuar.“ Pero, a propósito de la acción, o también, en el momento de la decisión surge la conciencia, de que no existe ninguna garantía de que la decisión tomada sea la correcta, de que no habrá nunca ningún fracaso, y demás. La gran mayoría de las decisiones humanas son decisiones en circunstancias de incertidumbre (acerca del resultado), o bien, se trata de decisiones en condiciones de riesgo. La gran paradoja radica en que las decisiones que psicológicamente más nos interesan (o nos interesarían) son las decisiones en condiciones de certeza; pero no solamente esas son las decisiones que menos tomamos, por así decirlo, sino, además y principalmente, son las que, racionalmente menos interesan. Así las cosas, el problema es tal que: 1) Si no lo intentamos, no sabremos si lograremos el propósito propuesto, o si nuestro esfuerzo habrá sido acertado o siquiera si habrá valido la pena; pero, 2) Si lo intentamos no hay ninguna garantía de éxito. Por tanto, 3) Hay que intentarlo - aún con el riesgo de equivocarnos. pág. 11
El sueño de la filosofía consiste en hacer de la razón humana la guía de todas las acciones. entonces podemos afirmar que una vida humana vale la pena ser vivida, y ha valido la pena haberla vivido. La racionalidad y la acción. El modelo de la elección racional basa sus principales conclusiones en la que se conoce como teoría estricta o restringida de la racionalidad, teoría que intenta explicar la acción individual y colectiva apelando exclusivamente a motivaciones individuales egoístas orientadas al resultado. En la interpretación restringida de la racionalidad se estipula que las preferencias del agente deben cumplir el requisito de consistencia, es decir, deben satisfacer las condiciones de integridad y transitividad. la teoría de la elección racional supone un comportamiento racional simplemente debido a que encuentra metodológicamente provechoso a este presupuesto . Si se supusiera que los comportamientos humanos son esencialmente emotivos, neuróticos, psicóticos o absurdos, entonces no sería posible ninguna teoría social. Esto es así debido a que en la formación de la teoría de la elección racional convergen cuatro niveles de estudio de la racionalidad de la acción.
a) El nivel de sentido común o concepto medios-fines de la racionalidad. En este nivel la acción de un agente se considera racional cuando y sólo cuando se dota de los mejores medios para alcanzar un fin dado (tal sería su criterio de racionalidad). en la vida cotidiana, cuando se habla de "comportamiento racional", en la mayoría de los casos se está pensando en un comportamiento que comprende la elección de los mejores medios disponibles para acceder a un fin dado.
b) El nivel preferencias-oportunidades. pág. 12
El concepto medios-fines de la racionalidad no resulta suficiente para explicar los cambios de fines Los cambios de fines se explican a partir de un conjunto estable de preferencias. Si el agente elige un fin dado, entonces tiene que abandonar fines alternativos. Por ejemplo, si la preferencia de un individuo es acceder a un nivel superior de educación, puede optar por inscribirse en una universidad privada o pública (si no tiene dinero para la cuota), o bien hacer un curso de nivel terciario. c) El modelo Bayesiano de decisión paramétrica. Por lo tanto, la principal conclusión de la teoría de la decisión Bayesiana es proponer como criterio más abarcativo de racionalidad, incluyendo a la acción bajo riesgo y bajo incertidumbre, a la maximización de la utilidad esperada, que será en definitiva, como ya se adelantó, el criterio de racionalidad de la acción adoptado por la teoría de la elección racional.
d) La teoría de juegos. La teoría recurre a ciertos análisis que permiten descubrir la solución de ese juego y, en base a ella, explicar y predecir las estrategias de los "jugadores", suponiendo que estos actúan de manera racional (de acuerdo al criterio de la maximización de la utilidad esperada). Según Elster (1982), el éxito de la teoría de juegos consiste en su capacidad de abarcar simultáneamente tres conjuntos de interdependencias que impregnan la vida social: 1) La recompensa de cada agente depende de la elección de todos, es decir, no sólo de su propia acción sino también de las acciones elegidas por los demás actores que intervienen en el juego. 2) La recompensa de cada agente depende de la recompensa de todos los agentes intervinientes en el juego, debido a que se supone que todos eligen de manera de maximizar su recompensa. pág. 13
3) La elección de cada agente depende de la elección de todos. Cuando un agente elige una acción, debe tomar en cuenta lo que harán los demás, ya que una acción que es óptima frente a un conjunto determinado de acciones o estrategias adoptadas por los demás no es necesariamente óptima frente a otro conjunto. "Para llegar a una decisión, el actor tiene, pues, que prever las decisiones de los otros, sabiendo que estos tratan de prever las de él" (Elster 1982:41).
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