La Necesidad De Consumir

  • Uploaded by: Diana González
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  • April 2020
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  • Pages: 2
La necesidad de consumir Cuadernos de Castro. Julio 2007 “Mientras consumes, te consumes” rezaba una pintada en una pared. A pesar de lo inusual del soporte razón no le falta al anónimo escritor ya que un consumo mal entendido puede entramar más de un inconveniente. Es obligatorio diferenciar entre consumo y consumismo. El primero es algo necesario para la vida diaria. Padres e hijos consumimos ropa, alimentación, medios de comunicación, ocio… es algo ineludible hacerlo. La cuestión es si pasa a ser algo irracional y por lo tanto consumismo. El consumismo alcanza todo lo innecesario, es decir, el tener por tener, o el comprar algo pudiendo escoger otra cosa: tener un jersey de 150€ pudiendo obtener uno que responde a las mismas necesidades por 30€; o el poseer diez, necesitando únicamente dos. Pero, ¿por qué las personas se venden al consumismo? De todos es conocida la capacidad imitatoria del ser humano y de sobra popular la autoridad de culpar a la sociedad de abrir la caja de Pandora… pero entonces ¿quién imita a quién? La sociedad de consumo nos indica que el pobre intenta aprender del rico y el rico, del más rico… mientras el niño copia al adulto. Como la pescadilla que se muerde la cola el imitador es imitado creando un marea de consumo, si no ¿por qué un poblado africano que no tiene qué comer es capaz de poseer un televisor? Sin embargo, esta realidad puede entenderse por otras dos. El consumista esconde un sentimiento de inferioridad suplido por sus pertenencias. El querer ser se confunde con el ser y arrastra a las personas a modificar su apariencia sin quererse tal y como son. Frases como “voy de compras porque me relaja” o “cuando estoy triste voy a la peluquería” refuerzan esta hipótesis. Los niños pueden verse más afectados por el sentimiento de pertenencia al grupo: “si no tengo las Nike, ya no soy como el resto del equipo”, “si no obtengo el videojuego me dejan de lado”. Ante esto, inculcar al amor a uno mismo y fortalecer la seguridad del hijo ante opiniones contrarias es la mejor baza para educar en un consumo responsable. Además, si los hijos son capaces de defender sus ideas ante los padres cuando necesitan algo ¿por qué no alentar a que dispongan del mismo ímpetu para hacerse respetar ante sus amigos? Por otro lado, el aburrimiento vital también es una buena fuente de consumistas. “Tengo 30 minutos libres y no sé qué hacer… me voy de compras”, “hace frío en la calle, ¿vamos con los niños al centro comercial?”, etc. Las compras se han convertido en una actividad más de ocio La saturación occidental nos impide saber qué hacer y muchos se despiertan cada mañana con el impulso de comprar o malgastar. De hecho, el consumista no solo compra de más, sino que malgasta. En lugar de poner una lavadora llena, pone dos medio vacías, en vez de utilizar el cuaderno hasta la última página lo cambia a la mitad, se despreocupa de si las luces están apagadas o no… En otro sentido, la influencia de las marcas y de la novedad también son elementos importantes en este juego consumista, pero no por sí mismas. La búsqueda de lo novedoso y las marcas esconde una necesidad de reconocimiento de los demás; o de todo lo contrario, de diferenciarse del grupo para ser el más cool. La adolescencia es uno de los momentos en los que aparece esta influencia, por lo que una buena manera de hacer entender a un adolescente el concepto de consumo es hacerle saber lo que cuesta el dinero. Para ello, otorgarle una paga semanal (sin salirse de ella) puede ser una buena opción para que comience a administrar su propio dinero. También pueden pagar su gasto telefónico, o incluso que realicen alguna actividad remunerada dentro de casa, sin que le exima de sus obligaciones cotidianas, como cortar el césped, lavar el coche familiar, etc. Otro motor educativo es fomentar la sobriedad en todos los aspectos de consumo en el hogar. Realizar la compra semanal puede ser una actividad familiar donde los hijos aprendan a contenerse ante sus caprichos y comparen los precios… Asimismo, planear el tiempo libre juntos es una buena forma de dar con soluciones de un modo coherente: está bien ir de compras de vez en cuando o salir a comer a un restaurante juntos, pero también es bueno que aprendan a realizar actividades al aire libre que no vengan marcadas por un precio. Ir a comer al campo, pasear en bicicleta o tomar el sol en un parque son actividades plenamente

saludables, igual o más divertidas que otras opciones, y que inculcan otros beneficios a los más pequeños. El consumo en el hogar posee más indicadores de consumo responsable. Más allá de otras valoraciones éticas, podemos enseñar a nuestros hijos que deben apagar las luces cuando sale de una habitación, que es mejor ducharse que bañarse o que es importante no tirar la comida… eso sí, siempre y cuando los adultos de la casa cumplan con las mismas normas. Ante todo, coherencia. En definitiva, la educación en el consumo ayuda a instruir a los hijos valores como el beneficio de compartir, el reparto igualitario, el concepto de ahorro, la contención ante los deseos y la capacidad de escucharse a uno mismo y reflexionar sobre sus acciones porque consumir es una actividad ineludible para vivir, pero no se vive para consumir.

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