En el principio creo Dios los cielos y la Tierra. Y la Tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas moraban sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Y dijo Dios: Haya luz; y hubo luz. Y Dios vio que la luz era buena; y aparto Dios la luz de las tinieblas. Y llamo Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana del primer día. (Libro del Génesis, Cap. I)
La velocidad de la luz Sorprenderse y asombrarse ante cosas comunes no es una característica de tontos. Los grandes inventores y descubridores han sido por lo general personas que se asombraban ante lo que los rodeaba. Hace ya más de dos mil años un filósofo griego dijo que la admiración es la madre de la sabiduría, pues para aprender algo nuevo es necesario antes saber que se lo ignora. Ante los hechos desconocidos, el hombre inteligente siente asombro primero y curiosidad después. Pero no hay que pensar que las cosas raras se encuentran en continentes lejanos, ni en tierras exóticas, ni en otros planetas: lo curioso, lo absurdo, lo portentoso, nos rodean por todas partes, y justamente pasan inadvertidos cuando nos son cercanos y familiares. Desde niños nos dicen que la Tierra es una esfera, lo que" significa que si nosotros estamos con la cabeza arriba, los habitantes de la China estarán con la cabeza abajo; de aquí un hecho asombroso, y por esto la gente se detiene a pensar en él. Hay algo más extraño todavía: Los chinos dicen que ellos están cabeza arriba, y que nosotros estamos cabeza abajo. ¿Quien tiene razón? Y además, ¿el que está cabeza abajo, sea quien fuere, por qué no cae a los abismos intersiderales? Todos éstos son enigmas que se plantean en cuanto miramos el mundo de las cosas que nos rodean. Se nos enseña que la Tierra gira alrededor del Sol. La distancia a este astro es de 150 millones de kilómetros y nuestro planeta describe aproximadamente una circunferencia de unos 900 millones de kilómetros de longitud. Un simple cálculo nos revela que para hacer ese recorrido en un año, la Tierra debe correr en su órbita a razón de 100 000 km/h. Cuando en automóvil pasamos los 100 km/h, no es raro que temamos por nuestras vidas. ¿Cómo es posible que viajando por los espacio a razón de 100 000 km/h no suceda ninguna catástrofe? Hay dias serenos en que no se mueve una sola hoja. Ni se nota la más ligera brisa: ¿cómo es posible que en ese mismo instante la Tierra viaje a velocidad tan enorme? He aquí nuevos enigmas que se refieren a hechos familiares. Es muy fácil decir que vivimos en un planeta esférico y que ese planeta da vueltas alrededor del Sol. ¿Cómo asombrarnos ante hechos tan familiares? Hallar el misterio en
todas partes. Preguntar continuamente y sorprenderse ante el mundo que nos rodea: esas son características sobresalientes de los más grandes genios que Ia humanidad ha conocido. Desde pequeños nos acostumbramos a recibir con naturalidad la claridad del día y la oscuridad de la noche; nos criamos en habitaciones donde con una simple llave encendemos la lámpara y tenemos a nuestra disposición tanta o más luz que en pleno día, y no nos preocupa este milagro. Y sin embargo, ¡que extraña y misteriosa es la luz! Si golpeamos una campana, el aire cercano vibra, y esa vibración se propaga en forma de ondas y llega a nuestros oídos, Pero, por lo menos en este caso hay algo que vibra y que conduce la perturbación. Pensemos que ocurre con la luz del Sol: para llegar a la Tierra debe atravesar 150 millones de kilómetros. Espacio donde no hay nada, ni siquiera aire. ¿Cómo puede ser esto? Se dice que la luz, como el sonido, también es un fenómeno ondulatorio: pero entonces podemos preguntarnos ¿qué es lo que ondula? ¿La nada? Y luego nos enteramos de que la luz se propaga con una velocidad de 300 000 km/s, y que sólo tarda 8 minutos para llegar desde el Sol a la Tierra. Este es otro hecho que debe maravillarnos. Estos interrogantes son algunos de los que hacen apasionante el estudio de la Óptica o ciencia de la luz
Galaxia espiral NGC 5236
¿Qué es la luz? Breve historia de las teorías sobre su naturaleza ¿Qué es la luz? Sabios de todas las épocas han tratado de responder a esta pregunta. Los griegos suponían que la luz emanaba de los objetos, y que era algo así como un "espectro" de los mismos, extraordinariamente sutil, que al llegar al ojo del observador permitía verlos. Pero es Newton quien formula la primera hipótesis seria sobre la naturaleza de la luz, Supuso que estaba formada por pequeños corpúsculos que salían del cuerpo luminoso y que al herir el ojo permitía Ia observación de los objetos de donde habían partido. Así explicaba el comportamiento de la luz al reflejarse en los espejos y al pasar de un medio transparente a otro, como por ejemplo del agua al aire, casos en que el rayo de luz se quiebra y se desvía de su dirección inicial. Newton sostuvo que la velocidad de la luz era mayor en el medio más denso (agua, en este caso), pues esa era una consecuencia de su teoría corpuscular, En la época de Newton vivió Huygens, quien emitió la hipótesis de que Ia luz era un fenómeno ondulatorio, de naturaleza semejante a la del sonido. La extraordinaria autoridad científica de Newton, entre otras cosas hizo que la teoría ondulatoria de la luz tuviera que esperar muchos años antes de ser aceptada. Según esta teoría, la velocidad de la luz disminuye al penetrar en el agua, que es lo contrario de lo que se deduce de la teoría corpuscular. Esta contradicción de las dos teorías fue uno de los mayores incentivos que hubo cuando se hallaron procedimientos para medir la velocidad de la luz, pues la experiencia que permitiera determinarla decidiría cuál de las dos teorías era la más acertada. Cuando Fizeau y Foucault lo lograron, comprobaron que la luz se propaga con mayor velocidad en los medios menos densos. Esto resultó el golpe de muerte para la teoría corpuscular de Newton. La teoría ondulatoria de la luz explicaba todos los fenómenos luminosos conocidos hasta los últimos años del siglo XIX; de ahí que se la considerase como una verdad definitiva. Pero en 1887, el físico Hertz descubrió un nuevo fenómeno luminoso: cuando un cuerpo (sobre todo, metálico) cargado de electricidad era iluminado, preferentemente con luz
ultravioleta, se desprendían de él cargas eléctricas negativas. A este fenómeno se le llamó efecto fotoeléctrico. Y su estudio llevó a los físicos a la conclusión, confirmada por experiencias, de que sólo es explicable si se admite que la luz se comporta como si estuviera constituida por corpúsculos. En cierto modo un retomo a la teoría de Newton. Pero lo extraordinario del caso es que los fenómenos luminosos que cimentaron la teoría ondulatoria de la luz no pueden ser explicados admitiendo una naturaleza corpuscular de la misma. Y así es como los físicos de hoy se encuentran ante la curiosa duplicidad del comportamiento de la luz: en algunos fenómenos se revela como ondulatoria y en otros, tan importantes como los anteriores, como corpuscular. La visión de las cosas Las cosas se nos hacen visibles por que tienen luz propia o porque reflejan la luz que reciben de otros cuerpos. Un cuerpo que produce luz: una lamparilla encendida, un fuego, un trozo de metal al rojo, el Sol, las estrellas, se denomina fuente de luz. La Luna, Marte, Venus y los demás planetas no son fuentes de luz, pues sólo reflejan la luz del Sol. El Sol es una formidable fuente de luz y calor. Según cálculos de los astrofísicos hace por lo menos 2 000 millones de años que esta estrella lanza al espacio energía calórica y luminosa, y probablemente lo seguirá haciendo durante millones de años mas. ¿Cómo es posible que durante tan increíble cantidad de años se pueda gastar tanta energía, sin que la fuente se consuma? Si el Sol fuera una esfera de carbón de la mejor calidad, su combustión duraría apenas unos 6 000 años. Durante muchísimos años los hombres de ciencia fueron incapaces de explicar el origen de la energía solar, hasta que en los últimos años el físico Hans Bethe pudo demostrar que la energía solar es energía atómica. Según Einstein, un trocito cualquiera de materia (un pedazo de tiza, por ejemplo) es ni más ni menos que energía concentrada. Se calcula que en un gramo de materia hay almacenada una energía atómica de unos 25 millones de kilovatios‐hora. Los astrofísicos suponen que en el centro de las estrellas, donde las presiones y las temperaturas alcanzan valores prácticamente desconocidos en la Tierra (Arturo
Eddington, gran astrofísico inglés, calculó que en el centro del Sol la presión debe ser de 1010 atmósferas y la temperatura de 20.000.000ºC), la materia puede transformarse en energía. De acuerdo con esto, como la masa del Sol es de 2. 1030 kg, y cada gramo puede liberar 25 millones de kWh, es fácil predecir que el Sol puede tener aún una larga vida. En la antigüedad se creyó que la luz se propagaba instantáneamente. Por ejemplo, si alguien encendía un fuego en lo alto de una montaña, se suponía que en el preciso instante de producida la luz ya podía ser vista por una persona que estuviera a 5 ó 10 km. Ahora sabemos que no es así: la luz se propaga con una velocidad de 300.000 km/s; pero por veloz que sea, tarda algo en recorrer cualquier distancia.
LA SOSPECHA DE GALILEO Galileo fue uno de los primeros en sospechar que la luz no se propaga instantáneamente, y se propuso medir su velocidad. Su procedimiento fue muy sencillo: supongamos que dos personas se colocan en un lugar despejado, separadas por una distancia de 1 km, por ejemplo. Ambos han puesto sus relojes en hora, y han convenido en que uno de ellos encienda una luz exactamente a las 12 de la noche. Si el segundo observador viera encenderse la luz a las 12 y 2 segundos, por ejemplo, la luz habría tardado 2 segundos en recorrer los 1.000 m que los separa y su velocidad seria de 500 m/s. Galileo realizo la experiencia, pero los relojes no indicaron ninguna diferencia entre el instante de encender la luz y el de recibirla. Entonces, ¿tenían razón los antiguos, y la propagación de la luz era instantánea? Galileo quedó perplejo, pero atribuyo el resultado negativo de su experiencia a la extraordinaria magnitud que debería tener, y que resultaba imposible medir con método tan rustico. Basta pensar que la luz recorre 1 km en sólo 0,000 003 s.
La prim mera medición 70, por prim mera vez en la historia, el astrónom mo danés Olaaf Römer pu udo calcularr la En 167 velocid dad de la luz. Se hallabaa estudiando los eclipsees de unos d de los satélittes de Júpiteer, cuyo periodo p hab bla determin nado tiempo o atrás. Estaaba, pues, en condiciones de calcular cuándo habrían de d producirsse los próxim mos eclipsess. Se puso a a observar uno u de ellos, y con so orpresa vio q que a pesarr de haber llegado el insstante tan ccuidadosameente calculado por él,, el eclipse n no se produccía. El satélite demoro 1..000 segundos más en d desaparecer.. Asomb brado, revissó cuidadosaamente sus cálculos y comprobó c q eran co que orrectos. ¿Q Qué había sucedido? Para
compren nderlo
m mejor,
mos la siguie ente comparración: hagam imagin nemos que la sirena de d una fábricaa suena todos los dias exactaamente a lass 12. Un seño or que vive a 350 m de e ella la oirá a las 12 horas y 1 seggundo, pues la velocid dad del son nido es de 350 3 m/s. Si un día estee señor se encuentra e a 700 m de la a fábricaa, no se aso ombrará de oír la sirena a las 12 y y 2 segundo os, porque el e sabe que el sonido o tune una velocidad de 350 m/s. Algo m muy parecido sucedió a Römer con los eclipsess del satélitee de Júpiter. Römer hab bía hecho o todos sus ccálculos basáándose en observacionees realizadas cuando la TTierra y Júpitter ocupaban las possiciones quee en la figu ura señalamos con T y J respectivvamente, peero
cuando observó el retraso en el eclipse, las posiciones ocupadas por los planetas eran T' y J'. El dibujo muestra que entonces la luz debe recorrer una distancia suplementaria de 300.000.000 km y en ello empleó los 1.000 segundos de retraso que tanto sorprendieron a Römer. Entonces el astrónomo interpretó correctamente los hechos e hizo el cálculo de la velocidad de la luz: 300000000 1000
300000
El primer método terrestre. En 1849. el físico francés Fizeau, con un método ingenioso, logró medir la velocidad de la luz con una experiencia hecha en la Tierra. Envió un rayo de luz por entre los dientes de una rueda dentada que giraba a gran velocidad, de modo que se reflejara en un espejo y volviera hacia la rueda. Si la velocidad de ésta es suficientemente grande, desde el instante en que el rayo de luz pasa hacia el espejo hasta el que llega nuevamente a la rueda, el diente que estaba al lado del espacio por donde pasó el rayo, lo habrá ocupado, y la luz no podrá pasar, de modo que si se r
mira el espejo a través de la rueda, no se
d
vería la imagen de la fuente luminosa, pues los rayos reflejados no llegan hasta el observador. Si la rueda tiene N dientes y N espacios. frente a la recta r pasan en cada vuelta 2 N diente y espacios; si da n vueltas por segundo, frente a r pasan en 1 seg 2 Nn diente y espacios, de modo que para que un diente pase a ocupar el espacio adyacente. deberá transcurrir un tiempo 2 Nn veces menor que 1 segundo: lapso. la luz recorre la distancia d de ida y vuelta. con lo que resulta: 4
En ese mismo
Fizeau instaló el anteojo de observación. La fuente luminosa. la lámina semitransparente y la rueda dentada en la azotea de su casa, y el espejo en Montmartre, a una distancia de 8633 m; N= 720; n = 12,6 vueltas por segundo, con lo que resulta: C=313000 km/s Mas adelante, otros experimentos repitieron la experiencia de Fizeau. Obteniendo siempre valores muy cercanos a los 300 000 kilómetros por segundo.
El método de Foucault En 1850, León Foucault, y casi simultáneamente Fizeau, idearon un método que permite medir la velocidad de la luz en el reducido espacio de una habitación. La idea consiste en enviar un haz de luz sobre un espejo giratorio E, haciéndole atravesar una lamina de vidrio V. semitransparente y semirreflectora. Un espejo fijo M devuelve el rayo sobre E, y atraviesa luego la lámina V, observándose la mancha luminosa P en una pantalla. Cuando el espejo E gira con una velocidad angular w suficientemente elevada, mientras el rayo va desde E hasta M, y de vuelta desde M hasta E. el espejo E ya ha girado un ángulo α, de modo que se observará el punto luminoso en P´ y no en P. Se tiene entonces: (1) La distancia δ se mide directamente y el tiempo t se calcula mediante el ángulo α girado por el espejo, y su velocidad angular w (2) Foucault. midió la velocidad angular w por la altura del sonido producido por una sirena sobre cuyo eje estaba montado el espejo rotatorio. El ángulo α se calcula por la relación D.2α= PP´ (3) De (1), (2) y (3) resulta: 4 ´
En las primeras experiencias de Foucault, las cantidades medidas eran δ= 1 m; D = 4m; w= 1 000 vueltas por segundo; P P'= 0,34 mm, con lo que obtuvo c = 296 000 km/s.
Pocos días después de haber medido la velocidad de la luz en el aire, Foucault y Fizeau midieron la velocidad de la luz en el agua, colocando un tubo lleno de esta entre los espejos E y M. Y obtuvieron así un resultado experimental que decidió la controversia a favor de la teoría ondulatoria: la velocidad de la luz disminuye al pasar de un medio a otro más denso. Este experimento provocó profundas reflexiones sobre la naturaleza del mundo físico; entre otros, de Alberto Einstein, quien se valió de este experimento para fundamentar su teoría de la relatividad
MICHELSON, EL HOMBRE QUE DEDICÓ SU VIDA A MEDIR LA VELOCIDAD DE LA LUZ En temas tan importantes como la velocidad de la luz, cada cifra decimal de la que se esté absolutamente seguro es todo un triunfo. Y esto solamente se logra dedicándole mucho tiempo y muchos esfuerzos. Uno de los casos más notables es el del físico estadounidense Alberto Michelson. premio Nobel de Física en 1913. Quien dedicó su vida a medir la velocidad de la luz, con precisión cada vez mayor. Su primera medición la realizó en
1878, y la última serie en 1931, año de su muerte. Michelson empleó el método del espejo rotatorio. altamente refinado y perfeccionado por él. En sus últimas determinaciones había colocado el espejo giratorio en el Observatorio del Monte Wilson, y enviaba el haz de luz hasta un punto situado a unos 35 km, donde un espejo lo devolvía al espejo giratorio. También hizo mediciones haciendo recorrer al rayo luminoso alrededor de 1.500 m por el interior de un tubo en donde había hecho el vacio, para determinar la diferencia con la velocidad en el aire.
Experiencia Para calcular la velocidad de la luz (c) tan solo utilizamos la siguiente fórmula: c = l x v donde l (lambda) es la longitud de onda (en metros) y v (nu) es la frecuencia de oscilación de la onda electromagnética, es decir, el número de ondas que se originan cada segundo. Para calcular la velocidad de la luz no podemos utilizar la luz visible ya que de una forma casera sería imposible determinar su longitud de onda al ser tan pequeña (en torno a la milésima parte del milímetro), por lo que empleamos la longitud de onda que genera nuestro microondas, ya que su longitud de onda es en torno a los centímetros. Las ondas se caracterizan por poseer crestas y valles a lo largo de su longitud de onda (l). A su vez, cuanto mayor es el número de estas oscilaciones mayor es la frecuencia, medida en Herzios (Hz), y con ello la energía de dicha onda, determinada según la fórmula E = h x v Los puntos más energéticos son las cimas de las crestas, por lo tanto, si podemos detectarlos podríamos medir la distancia entre éstos y con ello hallar la longitud de onda. La velocidad de la luz es la máxima velocidad que puede alcanzar una partícula según la teoría relativista de Einstein ... Instrucciones: 1. Retirar la base giratoria de interior del microondas y situar de nuevo el plato de vidrio. Con ello conseguimos que el plato no gire y así la acción del microondas se produzca siempre en el mismo punto. 2. Situar dos fetas de queso de fundir sobre el plato de cristal y conectar el microondas eligiendo la menor potencia posible. 3. Parar el microondas cuando observemos que algunas zonas del queso empiezan a fundirse. Los microondas están fabricados en un material capaz de reflejar las ondas microondas, generalmente de aluminio. Además las dimensiones del interior del microondas están diseñadas para que las ondas reflejadas no se anulen entre sí, sino que se acoplen (resonancia) y con ello se obtiene obtenemos nuevas ondas (estacionarias) que poseen la misma longitud de onda pero con amplitudes mayores. Las zonas fundidas del queso
corresponden a las cimas de las crestas de estas ondas estacionarias, es decir, los puntos más energéticos. 4. Medir la distancia entre dos puntos del queso que estén fundidos con una regla simple. 5. Tomar papel y lápiz. Ahora calculamos la velocidad de la luz. Para ello multiplicamos por dos la distancia entre los puntos (aproximadamente 6 cm) ya que la longitud de onda equivale al doble de la distancia entre dos crestas. Utilizando la fórmula anteriormente descripta sólo necesitamos conocer la frecuencia de nuestro microondas que encontraremos en su parte posterior. La frecuencia estándar de los microondas es de 2450 MHz, es decir 2.450 millones de oscilaciones por segundo. c = l x v = 0’12 (m)∙2.450.000.000 (1/s) = 300.000.000 m/s = 300.000 km/s Aunque el valor de la velocidad de la luz sea tan elevado, se puede calcular de una forma muy sencilla, realizando un experimento casero en el que simplemente hemos necesitado: Un Microondas Dos fetas de Queso