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LA HISTORIA COMO CONOCIMIENTO

El conocimiento histórico es una obra de H.I. Marrou en donde el autor da, posiblemente, una de las más acertadas visiones de la Historia dentro de este campo. La Historia es, sintetizando su pensamiento “conocimiento científicamente elaborado del pasado humano”1 Aún sin seguir estrictamente la línea del pensamiento del mencionado estudio, creemos que tal definición es susceptible de un análisis. La Historia conocimiento: Exige un sujeto conocedor, que es por fuerza el historiador. El historiador, apoyándose en los datos que ha aprehendido procede a calibrar e interpretar los distintos fenómenos o acontecimientos. La misión del historiador es así, separar el hecho digno de interés de la simple anécdota o dato. La Historia como conocimiento supone por ello, una toma de conciencia por parte del historiador, sin el historiador, por tanto, la Historia como tal no existiría. Habría una serie de hechos carentes de toda interpretación, por lo tanto carentes de conocimiento. La Historia existe ya, perfectamente elaborada en el pensamiento del historiador, incluso antes de que éste la haya escrito. Al decir, pues, conocimiento, entendemos por tal el conocimiento válido, verdadero; con esto la Historia se opone así a lo que podría haber sido, a toda representación falsa o falsificada, irreal, del pasado, a la utopía, a la Historia imaginaria, a la novela histórica, al mito, a las tradiciones populares, o a las leyendas pedagógicas – ese pasado en cromos que el orgullo de los grandes Estados modernos inculca, desde la escuela primaria, en el alma inocente de sus futuros ciudadanos. Sin duda, esta verdad del conocimiento histórico nos permita afirmar que la Historia debe ser al menos el resultado del esfuerzo o más riguroso y más sistemático por acercarse a ella. Esto significa que lo científico de la Historia radica más bien en el de tecné, es decir, por oposición al conocimiento vulgar de la experiencia cotidiana, es un conocimiento elaborado en función de un método sistemático y riguroso el que se ha revelado como representante del factor óptimo de verdad. Cabe entonces preguntarse ¿es la Historia por tanto algo que entre dentro del Terreno de la subjetividad? Se deduce una respuesta afirmativa. En efecto, el conocimiento histórico experimenta cambios evidentes con el transcurso del tiempo; cada generación de historiadores tiene su peculiar interpretación del pasado de la humanidad, según sean las ideas que primen en cada época. Así, si en el siglo XIX se tendía a hacer una Historia fundamentalmente política, en nuestros días se tiende a dar mayor realce a los fenómenos de carácter social y económico.

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Marrou Irénée Henri. “El conocimiento histórico”. Primera Edición en la Colección Idea Universitaria 1999 España, Barcelona. página 27

Cuando decimos que la Historia es subjetiva, lo estamos diciendo en función de la mentalidad propia de cada época, de cada autor. Por subjetividad, por tanto, no hay que entender un espíritu de tendenciosa parcialidad por parte del historiador, como algunos pueden pensar. El historiador como conocedor, debe tratar, por el contrario, de aproximarse siempre a la verdad. Sin embargo, resulta innegable que ésta es bien susceptible de ser abordada desde distintos puntos de vista, todos ellos indudablemente válidos, pero que pueden constituir la causa de las aparentes divergencias observables en la interpretación de los fenómenos históricos, dados los cambios que pueden producirse en la evolución del pensamiento. La Historia es un quehacer de los hombres. Tan sólo de ellos, además. Esta premisa, obvia sin duda alguna, ha sido totalmente olvidada – como tantas otras cosas obvias – y en vez de una Historia de hombres nos han contado una Historia de héroes y semidioses. Así resulta que en lugar de una Historia humana debemos habérmosla con una curiosa leyenda mitológica, cuyos protagonistas no son seres de carne y hueso, con todas sus naturales implicancias, sino tan sólo estatuas, cual un gran paseo público para entretenimiento de turista relativamente curiosos e informados, estatuas que, por añadidura, debemos contemplar con asombro y complejo de inferioridad. “Ya no hay hombres como aquellos” – es una frase que oímos frecuentemente y que es síntoma de un escepticismo tan demoledor como infundado, pero que es producto lógico de la forma cómo nos han enseñado la Historia. ¿Qué han hecho los hombres con su propia Historia? ¿Por qué han deformado de tal modo su autobiografía? Buena parte de los males que hoy padece la humanidad en general y muchos países en particular se deben a la absurda deformación de su pasado, que así no les sirve de sustentáculo. De ahí que sea menester impostergable contar una Historia a la medida del hombre. No se trata de desjerarquizar a nadie, sino juntamente lo contrario. Se trata simplemente, de decir la verdad y de tratar de comprender lo que en rigor ha sucedido, sucede y puede suceder. Menos actitudes hieráticas, menos héroes olímpicos montados en briosos corceles, menos perfiles de mármol, menos almas inmaculadas, menos opologías, y un poco más de calor humano, de conflictos interiores, de dolor y alegría, de temor y de resentimiento, de esperanza y de desesperación. En fin, una Historia en dimensión humana, de los hombres y para los hombres; tarea ya iniciada, tarea en la que incluso hay algunas páginas brillantes, pero prudentemente mantenida al margen de la Historia oficial, de la que se cuenta en los discursos patrióticos, de la que se enseña en nuestros colegios y Universidades. Un Goethe “desde dentro” – pedía Ortega – que reemplazara las descripciones hechas “desde fuera”; un Goethe humano, en lugar de una estatua para plaza pública. Pues bien, esa rectificación le es necesaria a la Historia toda. Urge realizar una versión desde dentro, una indagación vertical, en lugar de la horizontalidad turística, de la avenida flanqueada de monumentos por la que nos han conducido hasta ahora de la mano. Importe decir que lo último que descubierto el hombre es a él mismo como valor fundamental de la Historia. Y tan último es este descubrimiento, que aún no ha sido consumado. Porque los descubrimientos, en general suponen siempre un proceso de penetración, de ahondamiento. Este descubrimiento ha comenzado, pero no está terminado aún. Algunos pocos han visto la cosa en su plenitud, otros,

tan sólo la mitad, mientras que la mayoría, como de costumbre, permanece impertinentemente distraída. Todo conocimiento histórico es una relación sistémico-estructural, resultado de la interrelación entre dos términos que son los que interactúan: el sujeto cognoscente (conocedor) y el objeto que es conocido. La relación de un determinado conocimiento histórico, no puede estudiarse dejando de lado al sujeto y al objeto. La epistemología2 estudia dicha relación y todos los problemas que presenta. El hombre conoce las relaciones que se dan entre los hombres y las cosas e incluso a ellas misma, ya que no se puede generarse un conocimiento histórico de forma aislada, sino que todas las respuestas están relacionadas. Ahora bien, el conocimiento puede ser entendido de diversas formas: como una contemplación (Platón), como una asimilación (Santo Tomás) o como una creación (Hegel). Es una contemplación porque conocer es ver; una asimilación porque es nutrirse; y es una creación porque es engendrar. Para el mundo griego el conocimiento histórico era una contemplación, para el mundo medieval una asimilación y para el mundo moderno es una creación. Respecto al origen, el valor y el objeto del conocimiento, también son entendidos de distintas formas. Para los racionalistas está en el espíritu humano, para los empiristas en la experiencia, para los críticos en un principio donde entra la razón y la experiencia, lo cual conduce a la división de las ciencias en formales y de la realidad. El valor del conocimiento histórico para el dogmatismo no tiene límites, cree que los hombres pueden conocer la realidad social tal cual es. Para el escepticismo, todo conocimiento depende de las circunstancias o del individuo, pues falta un criterio absoluto de la verdad. Los positivistas limitan el valor del conocimiento histórico a la experiencia. La Historia, como forma de conocimiento, presenta los siguientes rasgos definitorios: Unos conceptos que, a diferencia de otras formas de conocimiento, la Historia no dispone de una estructura conceptual jerarquizada. Esta cuestión resulta ser una de las más controvertidas entre las distintas tendencias historiográficas y existen diversas explicaciones y variantes. Una de ellas distingue entre: Hipótesis o conceptos explicativos sobre las diferentes conformaciones de las sociedades humanas en el tiempo, y generalizaciones que, sin tener un carácter explicativo, son conceptos imprescindibles y continuamente empleados. Unos procedimientos explicativos. Cada forma de conocimiento tiene una estructura sintáctica propia en la que los conceptos se muestras relacionados y articulados. La sintaxis proposicional-explicativa utilizada por la Historia debería ocupar un lugar destacado en su enseñanza, puesto que constituye un requisito sustancial de la educación histórica. Algunas claves esenciales de esta sintaxis explicativa serían: a) Principio globalizador. La explicación histórica debe abordar los hechos como una realidad global, en la que éstos están insertos y relacionados de forma compleja. b) Explicación causal. Las causas son fenómenos internos donde es imposible separar condiciones de las realidades en cambio. La mayor parte de los cambios históricos son 2

Epistemología: Estudio de principios, fundamentos y métodos del conocimiento humano.

siempre resultados de procesos de evolución internos al conjunto social de una colectividad, y no resultado de la acción de fenómenos externos a ésta. c) Explicación intencional. Se trata de un tipo de explicación significativa en Historia, ya que los hechos históricos son, en gran medida, resultado de acciones motivadas. La relevancia de este tipo de explicación ha sido destacada tanto por la historiografía marxista como por la idealista. d) Cambio y continuidad. La Historia es fundamentalmente el estudio de la evolución de los hechos humanos en el tiempo. Nociones como <>, <<evolución>>, <<desarrollo>>, etc. Son parte fundamental de esa síntesis explicativa utilizada por los historiadores. Unos procedimientos de investigaciones-verificación. Toda forma de conocimiento tiene una determinada manera de conducir sus investigaciones. A diferencia de otras ciencias. La Historia no fundamenta sus investigaciones en experimentos de laboratorio sino en la verificación empírica sobre las fuentes. Todo documento y/o fuente histórica es una realidad fragmentaria de un pasado temporal, pero que contiene lo que J. Maritain denomina <>3 de los que hay que extraer cuantas informaciones nos suministran de la vida humana. Por muchos hechos del pasado que se quieran contar, jamás se podrán contar todos, puesto que el documento y/o fuente histórica es siempre una realidad fragmentaria, lo que implica, también una toma de posición ante los hechos del pasado que deben ser contados. Este asumirá su propia función epistemológica si se constituye en nexo objetivo entre el pasado humano y el presente desde el que el historiador le interroga. Por ello, la tarea del historiador se ha de centrar principalmente en lograr que emerjan y se constituyan en actos de conocimiento cuantas informaciones nos transmitan. Así el documento será el mediador necesario del conocimiento histórico y el nexo de encuentro de las variables humano-temporales que definen dicho conocimiento, de tal manera de no darse este encuentro el historiador no podría realizar ninguna operación historiográfica, sin la que no se generaría saber histórico; sólo se lograría elaborar simplemente una crónica histórica. Pero ¿en qué consiste la operación historiográfica que el historiador ha de realizar para otorgar al discurso histórico un carácter científico? Su trabajo ha de concretarse en tres operaciones intelectuales, diferenciadas entre sí, pero que interactúan y se complementan mutuamente. Son: comprender, explicar e interpretar el pasado humano. Para comprender un acontecimiento histórico necesitamos recibir información histórica, pero los componentes de esta información no son la finalidad, sino el inicio, ya que la Historia no se reduce a saber nombres, fechas y acontecimientos. Es necesario una comprensión para poder emitir una explicación sobre el porqué ocurrieron las cosas de una determinada forma en el pasado, la información es la base inicial para la comprensión.

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Maritain J. “Filosofía de la Historia”. Troquel. Página 37. Buenos Aires.

El primer objetivo fundamental ha de ser la comprensión para poder llegar a la explicación. Debe tenerse primero un marco de referencia en el que los acontecimientos cobran sentido. Por ello, uno de los elementos básicos de la comprensión viene dado por la caracterización de las distintas formaciones sociales. Sólo dentro de estas caracterizaciones se pueden explicar en parte los hechos, sin caer en visiones incompletas de la realidad. La comprensión de los hechos no es posible sin tener presente las creencias de los protagonistas, agentes o pacientes de los hechos. El paso siguiente es la explicación. El hecho de que la Historia se centre en el estudio de las acciones humanas y de acontecimientos singulares y únicos, conlleva que las explicaciones históricas no tengan como objetivo central el establecimiento de leyes causales generales. Aquí se trata de averiguar las causas de los hechos y las consecuencias que se derivan de ellos. Este aspecto es fundamental en la Historia que, a diferencia de otras disciplinas, se interesa más por la significación de los hechos que por los hechos en sí mismo. A pesar del interés por las causas y consecuencias, el historiador no siempre tiene una certeza absoluta de que aquellas causas sean las únicas o las determinantes de un hecho. Por esta razón, como ya se ha señalado, el pasado es difícil presentarlo con objetividad absoluta. Hemos de seleccionar los informantes, los documentos, los posibles testigos, etc., y los puntos de vista de los historiadores diferirán en muchísimos casos y, además, cambiarán con el paso del tiempo. En efecto, los hechos que conocemos se encuentran vinculados, y se relacionan entre sí formando estructuras que explican e identifican una época. No sólo es necesario fijar los hechos, sino que hay que buscar las causas, las consecuencias, la relación con otros hechos de la época (anteriores y posteriores), y hay que interpretarlos, pero sin recurrir automáticamente a la noción científica de causa efecto. En toda causa están todos los elementos del efecto, pero hay más, y no tiene por qué pertenecer a la misma escala. Una cosa es responder a la pregunta ¿por qué ocurrieron los hechos?, y otra justificarlos por tener unas causas que inevitablemente dan unos efectos. La Historia no es mecánicamente causal. Frecuentemente, quien busca causas y efectos tiene una concepción finalista de la Historia que, al fin, justificaría el estado actual de las cosas. El trabajo del historiador siempre se orienta hacia la construcción del saber histórico, a partir de y desde el interior de los documentos y/o fuentes históricas. La Historia no siempre ha sido un saber científico. Hasta el siglo XIX fue un saber enciclopédico y precientífico. Para los positivistas, la Historia no deja de ser una acumulación de documentos, en los que toda interpretación no haría más que falsearla. Este tipo de conocimiento histórico (historia erudita), en definitiva, no es más que una reducción de la Historia como construcción científica, y una reproducción de la ideología dominante. Pero esta visión de la Historia está totalmente superada “La explicación en Historia es el descubrimiento, la aprehensión, el análisis de los mil vínculos que, de forma inextricable, unen entre sí las múltiples facetas de la realidad humana que ligan cada fenómeno a los fenómenos vecinos, y cada estado a

sus antecedentes inmediatos o lejanos, y también a sus consiguientes”4 . Este tipo de conocimiento difiere mucho del dato, ya que se fundamenta en la comprensión y la interpretación de los hechos. Cada época hace la Historia sobre los temas que le interesan, y que no tienen por que ser los temas que nos preocupan en la actualidad, la Historia puede cambiar. Los hechos de la Historia varían según la corriente de pensamiento o la escuela que los formule. Otro aspecto del conocimiento histórico es la causalidad, es decir, las causas o motivos que inducen a llevar a que los hombres (y sus circunstancias) actúen de determinadas formas o maneras. La causalidad es una condición necesaria de nuestra capacidad intelectual para la interpretación y comprensión de la ciencia histórica. Cualquier hecho histórico tiene una o varias causas y no podía haber ocurrido de otro modo más si algo, en la causa o causas, hubiese sido así mismo distinto. La Historia es, por lo tanto, un proceso de selección que se lleva a cabo ateniéndose a la relevancia histórica. Pero para la Historia la causalidad es un concepto abstracto cuya imprecisión afecta el desarrollo de las mismas. La causalidad es uno de los conceptos más difíciles de explicar, ya que en los estudios históricos, rara vez existe una causa única. Entre las dificultades que presenta la causalidad histórica podemos mencionar: -

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El intervalo temporal entre causa y efecto suele ser mayor en Historia que en otros dominios causales, pues, es frecuente que un hecho tenga consecuencias a corto plazo, pero también presente consecuencias a medio y largo plazo. Generalmente los acontecimientos históricos tienen más de una causa y tienen más de una consecuencia. Además, pueden ser causas y consecuencias que se sitúen en diversas sucesiones y etapas temporales. Las relaciones que se establecen no son simples y lineales sino, al contrario complejas y dinámicas.

La verdad histórica es difícil de alcanzar. Hay por lo tanto múltiples interpretaciones que han aparecido sobre todo en estos dos últimos siglos, aunque – según la investigación de Sorokin – desde siempre el hombre ha meditado sobre su pasado. Sin embargo una de las características del conocimiento histórico es su carácter relativista, con frecuencia hay que enfrentarse a diferentes versiones o explicaciones de un mismo acontecimiento, parece importante que nuestros alumnos comprendan que en la Historia no existe una verdad absoluta y única. La Historia no es simplemente el conocimiento cotidiano del pasado, conocimiento memorístico sin más sino que, como ciencia, se estructura de un modo particular. Su forma de aproximarse al pasado se apoya en el trabajo sobre una gran diversidad de fuentes y no solamente en un trabajo de carácter erudito y memorístico. El conocimiento histórico posee una serie de rasgos comunes a cualquier tipo de conocimiento científico, tales como: -

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Por su objetivo, el conocimiento científico es un conocimiento verdadero que tiene como principio a la verdad contra la falsedad.

Marrau, Irénée Henri. “El conocimiento histórico” Primera Edición en la colección Idea Universitaria 1999. España, Barcelona. Página 76.

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Por su inspiración tiende a la neutralidad y a la independencia, no se encuentra sometida a ningún interés o ideología. Por el proceso que permite descifrar una determinada realidad. Por la naturaleza de dicho proceso, es necesario el uso de un lenguaje científico. Por su validación, pues como conocimiento científico, el dato histórico requiere ser comprobado.

En cuanto a la configuración del conocimiento histórico, se ha de tener en cuenta una serie de postulados íntimamente relacionados con cuestiones epistemológicas de la ciencia histórica. Son: 1° Que la historia es el estudio del pasado y que el conocimiento histórico es diferente al sociológico, pues además de englobar las características sociológicas del período, también establece interrelaciones entre el pasado y el presente. 2° Que los contenidos históricos están sometidos a influencias políticas e ideológicas. 3° Que en Historia no hay hechos puros, sino que son seleccionados según los criterios de interpretación historiográfica mantenidos por el historiador. 4° Que la Historia es una actividad humana racional. En ningún momento puede ser reducida a una simple clasificar acontecimientos según un orden cronológico. 5° Que los componentes de los hechos históricos no pueden separarse físicamente, sino por el contrario se requiere por parte del historiador darle una coherencia, un sentido. 6° Que el conocimiento histórico no permite experimento alguno, en cuanto que es una ciencia, el historiador pretende aprehender cada proceso concreto en toda su complejidad y originalidad irreductible. En Historia no podemos demostrar experimentalmente la repetición de hechos o sucesos. 7° Que la Historia <>, que hoy día se está revitalizando, es un discurso que reproduce una secuencia de acontecimientos a los que supone relacionados bajo la forma causa-efecto, y siempre ordenados en sucesión temporal. Es pues de gran trascendencia la forma con que se realiza la narración, sobre todo para poder entender los hechos históricos, ya que si la ciencia histórica hiciera dejación de la capacidad básica que posee para indagar en los acontecimientos históricos y de las operaciones que permiten que la comprensión narrativa dispone, perdería su carácter peculiar dentro de las ciencias sociales. 8° Que la ciencia histórica usa no sólo explicaciones causales sino también intencionales La misión primordial del conocimiento histórico es la de vigía que alerta la conciencia de lo que somos, en trance permanente de lo que podemos ser, nuestro empeño inaplazable debería ser contribuir a despertar la conciencia nacional, hacerla enfrentar a la realidad histórica que hasta ahora ha eludido.

Podemos concluir afirmando que como toda forma de conocimiento, la Historia, aun cuando toma de las ciencias auxiliares muchos de los conceptos que utiliza, posee algunas nociones que le son propias, siendo las principales: a) la causalidad b) el cambio y c) la continuidad. a) Causalidad. La búsqueda de causas que expliquen los acontecimientos sociales, constituye el propósito más importante en la construcción del hecho histórico. El historiador indaga en las fuentes no sólo el suceso en sí y en sus diferentes correlaciones simultáneas, sino también analiza los acontecimientos antecedentes relacionados directamente con el problema en cuestión, a fin de descubrir el hecho o los hechos que le dieron origen. De esta manera, la causalidad es un concepto particular de la Historia, pues aunque otras ciencias sociales lo utilicen, estará siempre referido a las causas que han producido los cambios protagonizados por los seres humanos y/o sus obras en el transcurso del tiempo b) Cambio. En estrecha relación con el concepto de causalidad está el de cambio social, asociado a nociones como “evolución”, “revolución”, “desarrollo”, “retroceso”, “decadencia”, etc., que se mueven en la línea del tiempo y son también parte fundamental del léxico explicativo de los historiadores. El estudio de los cambios operados en las sociedades humanas constituye un elemento de esencial importancia para la Historia; la naturaleza de esta ciencia social consiste precisamente en el análisis de las transformaciones ocurridas a través del tiempo en el comportamiento de la vida humana. La Historia es algo que tiene que ver con el movimiento. Esta afirmación naturalmente, no pretende ser descubrimiento alguno. Desde el siglo XVIII – desde Vico y Herder en adelante – se ha tenido conciencia más o menos clara de este fenómeno, y algunas páginas valiosas atestiguan la preocupación por el problema. Decíamos que la Historia tiene que ver con el movimiento, lo cual no significa que se parezca a un automóvil, y esto, al menos, por dos razones: porque el automóvil puede detenerse, y la Historia no, y porque el automóvil no es su propio movimiento, y la Historia, si. Porque la Historia no está en movimiento sino que es movimiento, ya que el moverse no le acontece como algo extrínsico o accidental, sino que afecta esencialmente su mismísimo ser. La Historia es ontológicamente un ens mobile. Cuando decimos que la Historia es movimiento queremos expresar su mutabilidad esencial, el estar constituida por cambios. Y porque es movimiento es algo que necesariamente avanza. c) Continuidad. Aun cuando el concepto de continuidad, que también se ubica en el tiempo, pudiera parecer contrario al del cambio, esto no es necesariamente así. En el ambiente sociocultural suele ocurrir que algunos cambios, sobre todo si son producidos intencionalmente ayudan a mantener una

determinada situación, mediante ajustes que le permiten adecuarse a los cambios operados en otros aspectos de la vida social. Por ejemplo, cuando en los siglos XV y XVI los europeos encontraron “nuevos mundos”, los gobiernos se vieron obligados a realizar importantes ajustes para dar continuidad a su política de dominación y hacerla extensiva a los pueblos indígenas. Además, es de gran interés para la Historia llegar a conocer las causas por las que, en un proceso de cambio, algunos aspectos sufren transformaciones en tanto que otros se mantienen casi inamovibles. Además de estas tres importantes nociones en el estudio de la Historia, existen una serie de conceptos como “estructura”, “coyuntura”, “modo de producción”, “lucha de clases”. Sólo analizaremos: 1. Estructura: El término estructura se aplica hoy día en las variadas ramas del saber y en cada una de ellas tiene un sentido distinto. Estructura histórica es la figura en que se nos muestra un conjunto de hechos dotados de una interna articulación en la cual se sistematiza y cobra sentido la compleja red de relaciones dentro del cual cada hecho adquiere su sentido en función de todos los otros con los que se halla en conexión. Dicho en términos más llanos: la estructuras son los fundamentos de las civilizaciones, las bases sobre las cuales descansan éstas y, en último término, su armazón, su esqueleto. 2. Coyuntura: Concierne a las situaciones y cambios de una determina sociedad a lo largo de su evolución histórica; situaciones y cambios que pueden durar años, un siglo, pero en ningún modo adquieren la categoría de permanentes. Ejemplo de coyuntura: La Independencia de América (Chile) es imposible entenderla al margen de los sucesos ocurridos en España y Europa.

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