La educación como literatura La instrucción es una cosa admirable, más debe recordarse cada tanto Que nada que valga la pena saberse Puede ser enseñado Oscar Wilde
¿Por qué? El mito, la metáfora, la literatura, constituyen despliegues humanos que apuntan a una verdad, pero ¿de qué clase de verdad se trata? Porque no es de reproducir la realidad, tampoco de la verdad axiomática y determinada y mucho menos de la verdad absoluta. Se trata de una verdad profunda que es inaccesible a la razón humana. El mito, la metáfora y la literatura propician imágenes que son fuente de conocimiento de una índole diferente y que se refiere a nosotros mismos como seres humanos. Nos dicen lo que somos y es en ese sentido que son verdades profundas. Sostenemos que tales figuras pueden ser más que acompañantes decorativos del proceso educativo y, en realidad, pueden ser y son el propósito del proceso educativo. La educación no soporta más seguir siendo vista como acumulación de información y conocimientos; y aquí no hablamos de los conceptos académicos al respecto, sino del hecho constatable y real de que la educación se ha convertido – no sabemos ya desde cuando – en aburrimiento y cansancio para el alumno y para el educador. Educar es enseñar al ser humano a ser humano, esto es, enseñarlo a ser libre, autónomo, capaz de reflexión y autorreflexión, es enseñarle el hábito de no-hábito, como dice Cornelius Castoriadis. ¿Cuál es el problema? ¿Cuál es el problema? ¿Dónde está la dificultad? ¿Es sólo un problema de formación de educadores? ¿Se trata sólo de trasmitir los conocimientos correctos? ¿Es un problema de infraestructura? ¿Es un problema de estrategias? ¿Es económico? ¿Es político? ¿El problema es solamente presupuestario y organizativo? ¿Es un problema administrativo? Si todo esto, que constituye de por sí un problema gigantesco, estuviera resuelto, ¿Garantizaríamos la educación? Edgar Morin cita cómo Freud distingue a la educación, colocándola al lado de otras dos actividades humanas, gobernar y psicoanalizar; y explica que ninguna de estas tres se parece a otros productos de la actividad humana, porque no son profesiones, ni especializaciones, ni funciones. Requieren arte, Eros y fe en la humanidad. Educación, incertidumbre y esperanza El profesor Morin reclama algo esencial: “La educación tiene que volver a convertirse en una tarea política por excelencia”…algo que sirva para “trasmitir estrategias para la vida”. Pero, bien vista, precisa también que se trata de una “Odisea”, “sin garantía de resultados, sin programa, no hay ruta y no hay leyes universales de progreso” Tampoco se trata de “buscar la salvación”. “La incertidumbre nos acompaña y la esperanza nos impulsa”.
Morin lo plantea con las siguientes palabras cuando enumera los seis ejes estratégicos cuyo propósito es elaborar una “mundología cotidiana” y se refiere a que: (…) estos “están conformados a su vez, por un principio estratégico fundamental: comprender y sustentar nuestras finalidades terrestres. Es decir, fortalecer las actitudes y las aptitudes de los hombres para la supervivencia de la especie humana y por la prosecución de la hominización” 1 La educación trata de la hominización El proceso educativo tiene como finalidad la “hominización”, esto es, construir un ciudadano protagonista, consciente y comprometido que oriente su existencia hacia la construcción de la civilización. Sin embargo, construir un ciudadano tal no es posible sino porque, de alguna manera, ese ciudadano ya está allí y se encuentra en cada ser humano. La hipótesis es que aunque es posible aprender, en cambio, no es posible enseñar. La hipótesis es que, en realidad, la educación es un proceso que consiste en volver sobre sí misma, incita nuevas preguntas, incrementando la capacidad reflexiva. De ninguna manera es acumulación, aunque la acumulación sea uno de sus resultados. La educación, pues, trata de un ejercicio antropológico que consiste en desarrollar la libertad que tiene su asiento en la libertad de pensamiento, en la libertad que es propia del pensar y, consecuentemente, en el desarrollo de la ética. A su vez, una ética no puede sino presuponer la libertad y la no coerción, porque de otra manera no es posible, porque no hay ética posible sin posibilidad de elección aunque, hay que recordar, en la posibilidad electiva las probabilidades de “hominización” son minoría y allí están para recordarlo todas las desviaciones y perversiones inmanentes a la acción humana, además de la incertidumbre como dato siempre presente. 2 La educación: ser o no ser Preguntan a un conferencista por qué gastar en cultura si hay otras prioridades, hay necesidad de alimentación, salud, vestido y vivienda, etc. Respuesta: ¿Por qué no ensaya usted la ignorancia? 3 En el prólogo de la obra ¿Por qué leer los clásicos? de Italo Calvino se pregunta ¿Por qué leerlos? Respuesta: Porque es mejor que no leerlos. Preguntan a Sócrates ¿para qué estudia la flauta si pronto va a morir? Respuesta: Porque quiero aprenderlo antes de morir. El hombre es esto, el deseo y la voluntad de hacer. Se trata de un impulso vital que se impone a nuestra moira, que se sobrepone a la consciencia de la muerte, a la incertidumbre y a la certeza de que no hay salvación ni dioses que se ocupen de nosotros; y que, a pesar de todo eso, busca realizar una vida humana que valga la pena. 1
Edgar Morin, La misión de la educación para la era planetaria, Pág. 89 Simultáneamente, el desarrollo ético presupone la religación del individuo con el colectivo, con la sociedad y con el cosmos. El individuo no puede desarrollarse sino es gracias al apoyo y dependencia que guarda respecto a la sociedad y al mundo como un todo. Presupone el principio de autonomía/dependencia. 3 La situación ocurrió en Caracas en el curso de una conferencia del doctor Luis Alberto Machado, investigador y político venezolano. 2
Se trata, entonces en primer lugar de “actitud”. Un impulso primero o primigenio que busca la vida. Los griegos lo hicieron cuando, después de tomar consciencia de la muerte y de la falta de responsabilidad de los dioses, increíblemente, decidieron entonces darse sus propias leyes y construir su mundo humano. Pero esta actitud, este “principio estratégico fundamental” no está garantizado y podría no ser o podría expresarse en la actitud contraria y nada garantiza este giro electivo. ¿Trasmitir conocimientos o trasmitir experiencias? Así que el problema de la educación se debate entre proveer información y conocimientos o instilar la actitud hominizante, impulsar una actitud que no se puede enseñar, pero que se puede aprender. Una actitud que apunte a “la prosecución de la hominización”. No se trata de cualquier deseo, sino de afirmar aquella actitud que apunta a la hominización. Se trata y no se trata de un problema poético tal como nos recuerda Oscar Wilde en la cita que encabeza este escrito. Por un lado, es un problema concretísimo: ¿cómo es posible que aunque se pueda aprender, no se pueda enseñar? ¿Cómo se da esta paradoja? Steve Pinker lo explica así: “La pedagogía explícita – aprender aquello que viene dicho – representa un modo de obtener aprendizaje general, más casi todos estaremos de acuerdo en que es el menos importante. La mayor parte del aprendizaje tiene lugar fuera de la lección escolar, a través de las generalizaciones a partir del ejemplo. Los niños generalizan con base en el modelo de reglas o en el propio comportamiento (…) el logro depende de la generalización (…) los niños generalizan produciendo enunciados que son similares a los que reciben, (pero) no exactamente los mismos. (…) Se trata de que la educación, cuando funciona, induce a la abstracción y la construcción “automática” de semejanzas, aprender significa que voy más allá de lo que me enseñaron. La educación como actitud: “falsificadora, impostora y charlatana” La semejanza es, entonces, la fuente principal del sistema de aprendizaje general, y “aquí está la dificultad.” Por otro lado, Pinker juega con la idea de que en la medida en que la semejanza es “falsificadora, impostora y charlatana”, de alguna manera la creación y, por lo tanto, también el arte, se funda en este carácter falsificante y especulativo de la semejanza (…) pero, la paradoja está en que “la semejanza no está en las cosas, sino en la mente de quien la posee” (…) “la implicación inevitable es que el sentido de semejanza debe ser innato.” 4 Aquí está la paradoja y también el problema, porque podemos confundir educación con trasmisión de información y aún de conocimiento, pero este es su resultado y cuando simplemente se trasmite es estéril, por eso de lo que se trata es de lograr una educación que genere conocimiento, que genere educación. Lo que debe buscar la educación es estimular la capacidad de generalización, abstracción y semejanza que preexiste en el educando. Los griegos (siempre los griegos), establecieron que la creación, las musas, fuese hija de la memoria, hijas de Mnemosine. Nada nos es más lejano a la creación que la memoria, porque ella nos sugiere la repetición y la exactitud de lo preexistente, y, sin embargo, 4
Steven Pinker, “El instinto del lenguaje”, Editorial Mondadori, 1997, Italia
para los griegos, la creación surge de ella, la creación está allí. La memoria produce la creación. Podemos decir que para ellos era natural que coexistan la memoria y la creación, pero, a la vez, hay que recordar que son diferentes. No son lo mismo y hasta son contrarias, sin embargo coexisten dialógicamente. La educación es una serpiente que se muerde la cola. Es un eterno retorno sobre sí misma y sobre todas las construcciones humanas. Un ser humano educado no uno que sabe “muchas cosas” sino aquel que es capaz de hacer algo con lo que sabe y, sobretodo, que es capaz de ir más allá… Es capaz de navegar sin perder el rumbo, sin que se pierda el sentido. La educación como Odisea En La Odisea, Ulises vuelve a casa…se trata del regreso a Ítaca…se trata del regreso y de no olvidar… podríamos decir que se trata de aprender y se trata de no olvidar. “Ulises no debe olvidar el camino que ha de recorrer, la forma de su destino: en una palabra, no debe olvidar La Odisea”. “El peligro es que caiga en el olvido antes de haber sucedido”. 5 En La Odisea, Homero se ocupa del problema del olvido y del recuerdo muchas veces e incluso podría decirse que es el problema central. Primero, cuando los lotófagos lo invitan a comer la flor de loto, después con Circe y su poción y luego con el canto de las sirenas. Cada vez, Ulises debe abstenerse si no quiere olvidar, si no quiere perderse al perder la memoria. Pero, aclara Calvino, no se trata de olvidar la guerra, el Caballo de Troya, etc., sino que se trata de no olvidar “la ruta de navegación, el objetivo del viaje”. Se trata de “no olvidar el regreso”. No se trata de olvidar los hechos acaecidos simplemente, sino de no olvidar el sentido que todo esto tiene, incluidos los mismos hechos, pero no sólo ellos. Los hechos pierden importancia si se pierde el sentido. Este sentido es lo que hay que educar y es lo que no se debe olvidar. Así, la educación viene a ser como una serpiente que se muerde la cola y que trata del regreso a casa, a ti mismo, de forma no coercitiva. A la vez, es una Odisea porque al igual que en la obra de Homero, no cuenta con una ruta pre establecida, ni con carta precisa de navegación. La educación como trasmisión de experiencias Entonces, de alguna manera, desarrollar la educación es desarrollar la memoria, de no olvidar, pero no solamente y en único lugar la memoria consciente y voluntaria, sino sobre todo y básicamente la memoria involuntaria. Esa otra que está también allí aunque no esté disponible conscientemente. Pero ¿Cómo surge la memoria? La memoria no puede surgir sino de la experiencia.
Entonces, educar es reforzar la experiencia consciente y la experiencia inconsciente, porque de ambas surge la experiencia como totalidad. Y de esta experiencia total surge 5
Italo Calvino, ¿Por qué leer los clásicos?, Las Odiseas de la Odisea. El subrayado y las negritas es nuestro.
la memoria que nos protege contra el olvido, no (solamente) de los hechos, sino sobretodo de nuestro camino, nuestra ruta de navegación, de la forma de nuestro destino, del objetivo del viaje, de nuestra Odisea: la hominización del hombre, encarnada en uno mismo, en cada sí-mismo y en la sociedad. ¿Y cómo desarrollar ambas memorias? Pues entendiendo que el deber de la educación no es trasmitir información, sino trasmitir experiencias, no trata de informar ni de comunicar. Trata de encarnar y vivir la experiencia del conocimiento. Otra vez, como con el problema central de la educación, nos encontramos recursivamente en territorios que es mejor explicar en imágenes, en semejanzas, y no en categorías, más segura aquí es la metáfora y la comparación que el concepto y el esquema. Walter Benjamin lo explica razonando la diferencia entre noticia de prensa y narrativa. La noticia de prensa no estimula y, por el contrario, paraliza la imaginación del lector. ¿Por qué? Pues “porque no se dirige a conformar su experiencia, a volverse experiencia del lector”…”es sólo información que no entra en la tradición del lector.” Y agrega: “Existe una especie de competencia histórica entre las diversas formas de comunicación. En la sustitución del antiguo relato por la información y la información por la “sensación” se refleja la atrofia progresiva de la experiencia.” 6 La narración es una de las formas más antiguas de la comunicación y con ella no es posible ser neutral, ella no trata de comunicar “el puro para-sí de lo acaecido”, sino que se propone emocionar, es decir, no emplea sólo una lógica racional sino que también apela a lo irracional, para que el lector u oyente, atravesado por la emoción, inscriba en su experiencia lo narrado. Y eso ocurre aunque la narración es (también) racional y coherente. En otras palabras, la narración logra conjugar las dos lógicas, la racional y la emocional y así construye una experiencia de la que el oyente pasa a formar parte. Es decir, es el narrador encarnado que, a su vez, encarna al oyente. Por lo tanto, la narración no pretende ser objetiva y, en cambio, deja la marca del narrador “como la huella de la mano del alfarero sobre la vasija de arcilla”. Es una hermosa imagen, que además puede resultar utilísima como metáfora del educador, educar es como ser alfarero, jardinero, cocinero… Benjamin remata, “Donde hay experiencia en el sentido propio del término, ciertos contenidos del pasado individual entran en conjunción en la memoria con elementos del pasado colectivo.” ¿Por qué? Porque esa lógica emocional va a desarrollarse a partir de estímulos sobre todo no racionales. Será el impacto de la experiencia no consciente la que va a aumentar las posibilidades efectivas de la educación.
La educación, como la psicoterapia, “tiene como asunto central la reflexión”, entonces, no será completamente inapropiado establecer analogías entre ambas. Para Rafael López-Pedraza, son las imágenes las que producen la reflexión y habla de una 6
Walter Benjamin, “Sobre algunos temas en Baudelaire”, Ediciones elaleph.com, 1999.
“reflexión instintiva”, que no es racional ni intelectual, sino que es una “lógica emocional” mediante la cual “las imágenes se sienten y la reflexión llega.” 7 En la visión psicoterapéutica se supera la idea de figura y se buscan imágenes porque solo estas pueden producir “movimiento psíquico” y remata diciendo “Cuando no hay emoción no hay imagen sino figura”. ¿No es esto lo que le ocurre al proceso educativo cuando se centra en el aprendizaje de conocimientos y olvida la actitud como eje central de su actividad? La educación como ejercicio literario Walter Benjamin, citando a Bergson, afirma que éste “(…) considera la estructura de la memoria como decisiva para la experiencia. En efecto, la experiencia es un hecho de tradición, tanto en la vida privada como en la colectiva”. Y, aclara “La experiencia no consiste principalmente en acontecimientos fijados con exactitud en el recuerdo, sino más bien en datos acumulados, a menudo en forma inconsciente, que afluyen a la memoria.” 8 Proust que llevó a la literatura las reflexiones de Bergson, afirmaba que “Si nos limitamos a la memoria voluntaria no es posible recuperar y en realidad se pierde el pasado verdadero…” (…) “Vanamente intentamos revocarlo; todos los esfuerzos de nuestro intelecto son inútiles”(…) porque el pasado se halla “fuera de su poder y de su alcance, en cualquier objeto material (o en la sensación que tal objeto provoca en nosotros), que ignoramos cuál pueda ser. Que encontremos ese objeto antes de morir o que no lo encontremos jamás, depende únicamente del azar” Para Proust, “la circunstancia de que el individuo conquiste una imagen de sí mismo o se adueñe de su propia existencia…depende del azar” dando al término “azar” una connotación “irremediablemente privada”, pero para el proceso educativo, por definición, es posible aumentar la posibilidad de aparición de estas circunstancias a través de la educación y la acción social y política consciente. No todos seremos Proust, pero todo individuo puede aspirar a realizar su personalidad. “En busca del tiempo perdido”, la obra máxima de Proust, que constituye otra forma de La Odisea, también trata de recuperar la memoria y con ella el sentido de la existencia. Proust nos acerca a la magia que puede constituir un evento fortuito en la construcción de un “yo” pleno y realizado y el protagonista, Marcel, logra al fin “recuperar” el tiempo y justificar su vida. Esta recuperación pasa por y se funda en la recuperación de su memoria involuntaria. Porque de lo que se trata es de entender que “Donde hay experiencia en el sentido propio del término, ciertos contenidos del pasado individual entran en conjunción en la memoria con elementos del pasado colectivo.” En otras palabras, la educación debería proponerse que tanto el recuerdo voluntario como el involuntario “pierdan su exclusividad recíproca”, se conviertan en material de trabajo del educador y se fusionen. 7
Rafael López-Pedraza, “Artemisa e Hipólito: mito y tragedia”, Ediciones Festina Lente, 2005, Venezuela. 8 El subrayado es nuestro.
En el pasado este fue el papel de los mitos, ritos y cultos, estos “provocaban el recuerdo en épocas determinadas y permanecían como ocasión y motivo de tal fusión durante toda la vida”. La educación es, a su vez, La Odisea que se repite en cada proyecto humano y en cada proyecto de “ser humano”, es el ejercicio existencial que debe recordarnos que lo importante es mantener la ruta y no el puerto, porque el puerto es en realidad el que nos propongamos como seres autónomos.