LA CONCIENCIA… La conciencia y la educación en las virtudes 1º La conciencia recta nos llevará a elegir el bien y evitar el mal de una manera habitual. En cuanto más se practique el bien y se tenga una conciencia viva y bien formada espontáneamente se practicara el bien y sabremos cual es el mal.
2º La conciencia es la base para construir un comportamiento maduro, basado en la vivencia de la virtud. Primero hay que formarnos como hombres, Siendo consientes de nuestras actitudes y acciones, adquiriendo una madurez y después la practica de la virtudes, pero una vez conociéndonos podemos con mayor facilidad podremos practicar las virtudes, como la Prudencia, la paciencia, la justicia, la paz.
3º La educación en las virtudes forma una conciencia recta y una madurez humana que conduce a ser justos. Esto nos llevara a practicar los valores y responsabilidades como seres racionales y siendo fieles a los mandamientos de a Dios y al bien de los hombres.
4º Para formar la conciencia es necesario la gracia de Dios, para edificar la vida sobre auténticos valores y llegar a la vivencia habitual y firme de la virtud. Para comenzar nuestra formación de la conciencia no solo es necesario nuestro esfuerzo sino también la gracia de Dios para crecer en las virtudes y hacer el bien usando nuestra libertad correctamente.
5º Por la oración, conocemos la voluntad de Dios, obtenemos gracias para vivir el bien de forma habitual y firme, se obtiene la fuerza para practicar la vivencia de los valores y la virtud. Por medio de la oración podemos comunicarnos con Dios, la oración, reflexión y la escucha atenta ala voz de Dios podemos entonces tener la fuerza necesaria para vivir y practicar virtudes ya que las virtudes requieren de abnegación, vencimiento, constancia y esta será sostenida por la oración e iluminada.
6º La conciencia es la capacidad que Dios da para distinguir el bien del mal y de inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y evitar el mal. La conciencia se encarga de ponernos alerta cuando hay peligro en alguna acción ya sea el mal o el pecado, pues una capacidad que Dios da solo y exclusivamente al hombre y junto con ella el don de la libertad.
7º La conciencia, es la inteligencia humana que juzga sobre la bondad o maldad de los actos. Cuando la intención y el conocimiento llegan a nuestra mente el hombre por su inteligencia comienza a examinar los actos, intenciones, deseos o toda acción que le lleve a actuar tomando una opción concreta, optando por lo mejor. Ella dicta lo que se debe hacer si se esta atento a lo correcto pero si sucede lo contrario será una persona insegura y no tomara la opción mejor.
8º Es la que nos ilumina para estar atentos en cada momento de la vida, nos indica el camino a seguir. Ella nos dice cuando hemos optado por algo bueno y siempre nos invitara actuar siempre con los principios que Jesucristo nos enseño fomentando lo positivo y eliminando lo negativo y además el hombre tiene la obligación de seguir el dictamen de su conciencia.
9º La deformación de la conciencia generalmente es fruto de los malos hábitos o por que es falsa por no conocer la verdad. La deformación no es instantánea sino que se da gradualmente, es decir, poco a poco y sin darnos cuenta poco a poco caemos en pequeñas faltas en nuestros deberes diarios, por ir haciendo las cosas malhasta que llega el momento de que la conciencia no hace caso de esas faltas y ya no nos previene ante el mal. Comienza diciendo, tómalo con calma, todos lo hacen, no exageres etc.
10º El papel de la conciencia no se limita a descubrir lo malo, si no que nos alienta a obrar el bien y buscar la perfección. La conciencia continuamente nos alienta a buscar el bien, nos hace desear lo perfecto a tender a la felicidad, a llegar con a Cristo siguiendo sus enseñanzas haciendo el bien y aprendiendo de lo malo para después evitarlo.
LA CONCIENCIA… La conciencia y la educación de las virtudes En la educación en las virtudes, la formación de una conciencia recta adquiere vital importancia, ya que es la que va a presentar el bien como bueno y deseable, y llevará a elegir hacer el bien y evitar el mal de una manera habitual... Ahora bien, no basta fortalecer la voluntad para la vida virtuosa, es preciso trabajar para fortalecer el influjo de la conciencia sobre la voluntad. La conciencia es la primera base que ha de ponerse para construir un comportamiento maduro y para fundar un estilo de vida basado en la vivencia de la virtud. Aquí surge el principio de esta pedagogía: primero hombre, después santo; tiene su arranque en formar una conciencia recta primero, después vendrán las virtudes. La labor en la educación en las virtudes debe llevar a formar en los niños y jóvenes una conciencia recta y una madurez humana que les conducirán a ser justos, responsables, trabajadores, exigentes consigo mismos, fieles a sus compromisos con
Dios y con los hombres, etc. Podrán tener, como creaturas débiles por naturaleza, caídas momentáneas de debilidad en la vivencia de la virtud, pero su misma conciencia les ayudará a rectificar y a retomar el camino del bien. En la educación en las virtudes, la formación de una conciencia recta adquiere vital importancia, ya que es la que va a presentar el bien como bueno y deseable, y llevará a elegir hacer el bien y evitar el mal de una manera habitual, es decir, a vivir la virtud, ordenando el momento oportuno para practicar el bien y evitar el mal, juzgando las opciones concretas y aprobando las que son buenas, atestiguando la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica núm. 1777). La labor de educación en las virtudes debe llevar a la persona a aprender a escuchar y a seguir la voz de la conciencia, fomentando la interioridad. En la educación en las virtudes la recta conciencia debe iluminar la inteligencia y mover la voluntad para elegir el bien y vivirlo de manera habitual y firme. Sacramentos y oración. En el trabajo de la educación en las virtudes se debe tener muy presente que la tarea y responsabilidad principales en la conquista de las virtudes no recae únicamente sobre el esfuerzo del hombre. El trabajo en el conocimiento, la valoración y la vivencia comprometida de las virtudes debe construirse sobre roca sólida. Se necesita de la gracia de Dios para edificar la vida sobre los auténticos valores y llegar a la vivencia habitual y firme de la virtud. Por ello la educación en las virtudes debe sustentarse sobre las columnas de los sacramentos y la oración. Los sacramentos son como fuente ordinaria en donde se nutre la vida de gracia del cristiano que le hace asemejarse a Cristo, modelo de virtud. Esta identificación con Él posibilita la vivencia más perfecta de aquellos valores humanos y evangélicos que Cristo mismo vivió. De modo especial, el sacramento de la Penitencia da al hombre herido por el pecado la gracia para perseguir con renovadas fuerzas la conquista de la vida virtuosa, por encima de las debilidades y de las faltas personales. La Eucaristía, por su parte, que contiene al mismo Cristo deja el alma inundada de su gracia, favorece la donación de sí en la caridad hacia nuestros hermanos, los hombres, y la vivencia habitual y firme del bien. La oración como manera de descubrir a Dios, como la fuente suprema de todos los valores y la dignidad de los hombres como hijos suyos. A través de la oración se va revelando la voluntad divina, se obtienen fuerzas para vivir las exigencias de la vida virtuosa, se jerarquizan en modo adecuado todos los valores en función de Dios, valor supremo y fundamental, se ganan las gracias necesarias para vivir el bien de manera habitual y firme y se obtiene la fuerza para convertirse en difusor de los valores y de la vivencia de la virtud.
La Conciencia, Brújula en la Formación de las Virtudes «¿Por qué la conciencia de los jóvenes no se rebela contra el mal en la sociedad? ¿Por qué tantos se acomodan en comportamientos que ofenden la dignidad humana y desfiguran la imagen de Dios? Juan Pablo II. Denver 1993. « ¿Por qué la conciencia de los jóvenes no se rebela contra el mal en la sociedad? ¿Por qué tantos se acomodan en comportamientos que ofenden la dignidad humana y desfiguran la imagen de Dios? Lo normal sería que la conciencia señalara el peligro mortal que encierra el hecho de aceptar tan fácilmente el mal y el pecado. Y en cambio, no siempre sucede así. ¿Será porque la misma conciencia está perdiendo la capacidad de distinguir el bien distinguir el bien del mal? Jóvenes, no cedáis a esa falsa moralidad en la que lo bueno es lo que me gusta o me es útil y lo malo es lo que me disgusta.. ¡No asfixiéis vuestras conciencias!» Juan Pablo II. Homilía a los jóvenes en Denver. Agosto de 1993. La conciencia es la capacidad que Dios nos ha dado de distinguir el bien del mal y de iniciar nuestra voluntad a hacer el bien y evitar el mal.
La conciencia no es más que la propia inteligencia humana cuando juzga prácticamente sobre la bondad o la maldad de los actos.Ordena en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga las opciones concretas aprobando, practicar el bien y evitar el mal. Juzga las opciones concretas aprobando las buenas y denunciando las malas. La conciencia dicta a cada momento lo que se debe y lo que no se debe hacer. Al hacer bueno, la voz de la conciencia lo aprueba, al hacer algo malo, esta misma voz a causa y condena sin dejar en paz. Pero su función no se limita a emitir un juicio después un acto, sino que valora las decisiones antes de que actuar y es testigo de los actos. La conciencia no es algo que podamos ver o tocar. Sin embargo, podríamos compararla con los elementos que forman un juicio: en él hay un juez que da la sentencia, un testigo qué fue lo que pasó y una ley en la que el juez se basa para dar el veredicto. La conciencia es testigo de nuestros actos y para dar su sentencia como juez, se basa en las leyes naturales que Dios ha escrito en el corazón del hombre. La conciencia recta conoce la verdad. Está atenta para iluminar en cada momento de la vida. Aplaude al hacer algo bueno y al hacer algo malo para abrir el camino del arrepentimiento y del perdón. Una conciencia bien formada siempre invitará a actuar de acuerdo con los principios y convicciones acordes con la opción fundamental por Jesucristo, impulsándonos a Servir a los hombres, a promover lo positivo y eliminar lo negativo. La conciencia moral es la capacidad de percibir el bien y el mal y de inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y evitar el mal. La conciencia moral se expresa a través del juicio “bonum facendum, malum vitandum”debemos hacer el bien y evitar el mal. El hombre no sólo tiene el derecho, sino el deber de seguir el dictamen de su conciencia. Una persona es madura cuando se comporta según el juicio de la recta conciencia. Una conciencia recta puede mermar como puede progresar y perfeccionarse. En ese sentido el estado de la conciencia en un momento dado puede ser una muestra de la madurez moral y la coherencia de vida de la persona. Pero es, resulta importante saber cuáles son las principales desviaciones de la conciencia y los medios prácticos para llevar a cabo un trabajo de superación. Deformaciones de la conciencia La deformación de la conciencia generalmente es fruto de malos hábitos,no es algo que se dé de un día para otro. Se puede deformar la conciencia poco a poco, sin darnos cuenta, aceptando voluntariamente pequeñas faltas o imperfecciones en los deberes diarios. A fuerza de ir diariamente haciendo las cosas “un poco mal”, llega un momento en el que la conciencia no hace caso de esas faltas y ya no nos pone en guardia ante el mal. Se convierte en una conciencia indelicada, que va resbalando de forma fácil del “un poco mal” al “muy mal”. También puede suceder deformar nuestra conciencia a base de repetirle principios falsos como: “No hay que exagerar”, “Tómalo con calma”, “Todo el mundo lo hace”, “A cualquiera le puede pasar”. Se convierte así en una conciencia adormecida insensible e incapaz de darnos señales de alerta. Esto se da principalmente por la pereza ola superficialidad, que nos impiden entrar en nosotros mismo para analizar lo que hacemos. Podemos convertir nuestra conciencia en una conciencia domesticada si le ponemos una correa, con justificaciones de todos nuestros actos, cada vez que quiera llamarnos la atención, por más malos que estos sean: “Lo hice con buena intención”, “Se lo merecía”, “Es que estaba muy cansado”, etc. Es una conciencia que se acomoda a nuestro modo de vivir, se conforma con cumplir con el mínimo indispensable. También puede ser que nuestra conciencia sea una conciencia falsa, es decir, que nos de señales erróneas porque no conoce la verdad,esto
puede ser por nuestra culpa o por culpa del ambiente en el que vivimos. Hay barios tipos de ciencias: conciencia ignorante, escrupulosa, laxa, farisaica y sana. Calibrando con precisión Cuando una conciencia es sana, no anda con rodeos: al pan, pan y al vino, vino; reconoce y llama bien al bien y mal al mal, sin confundirlos. Pero, por diversos motivos, nuestra conciencia puede desajustarse, como ocurre con las básculas que no señalan el peso correcto. Tal vez la mayor parte de nosotros no se inquietaría demasiado al subir a una báscula que marca menos de lo que debería. Sin embargo, quien desea conocer la verdad sabe que no puede engañarse utilizando básculas defectuosas. Para ayudarnos a distinguir entre una conciencia bien calibrada y una que está desajustada, podemos emplear tres adjetivos que describen los grados de sensibilidad de la conciencia: escrupulosa, laxa y bien formada. El bien, a buscar la perfección en todo lo que hacemos. Cuando se presenta la oportunidad de ayudar a una persona mayor a llevar la bolsa de compras a su coche, o de lavar los platos en la cocina, nuestra conciencia nos estimula a actuar de forma positiva Escrupulosa: Una conciencia escrupulosa es una conciencia enferma. Es como una báscula que marca más de lo debido: todo le parece peor de lo que es. Descubre pecados donde no los hay y ve un mal grave donde sólo hay alguna imperfección. La persona escrupulosa es tímida y aprensiva, cree que sentir equivale a consentir y, por lo mismo, confunde la tentación con el pecado. Vivir con una conciencia escrupulosa es como conducir un auto con el freno de mano puesto: en continuo estado de fricción, tensión y estrés. El mejor tratamiento contra ello es formar nuestra conciencia de acuerdo con las normas objetivas, y aconsejarse por alguien de probada rectitud de juicio. Laxa: Si la conciencia escrupulosa peca por exceso, la conciencia laxa peca por defecto. Se asemeja a la báscula que marca menos que lo debido. La persona con conciencia laxa decide, sin fundamentos suficientes, que una acción es lícita, o que una falta es grave no es tan seria. Acepta como bueno lo que es una clara desviación moral. La persona laxa tiene como lema Errar es humano; vive convencida de que es demasiado débil para resistirse al pecado, y tiende a quitarle toda importancia. No se preocupa ni hace esfuerzo alguno por investigar si lo que va a hacer es malo; se excusa en un todo mundo lo hace, por lo que no debe ser tan malo. Este tipo de persona tiende también a infravalorar la responsabilidad de sus acciones. Una conciencia laxa es como un resorte vencido. A fuerza de repetir actos contrarios a lo que exige su conciencia, la persona laxa pierde toda tensión espiritual; su conciencia ya no le reclama. Normalmente empieza por cosas pequeñas, pues cree que carecen de importancia; no advierte que ese camino desemboca en el abismo. Una conciencia sana Hay que cuidarla porque también puede enfermarse. Nuestra conciencia se podría comparar con el dolor físico. A nadie le gusta sentir dolor y, sin embargo, tiene una función muy importante. El dolor nos anuncia que algo no anda bien en nuestro organismo. Supón que te has fracturado una pierna, pero no sientes ningún dolor. Tal vez seguirías trabajando o jugando, aunque la lesión se hiciese más grave; tal vez el hueso soldaría por sí solo, pero en una posición incorrecta. Del mismo modo, la conciencia nos indica que se ha producido un daño en nuestra vida de forma que podamos repararlo. El papel de la conciencia, sin embargo, no se limita a descubrir lo malo, sino que nos alienta, y sino que nos alienta, y esto es más importante, a obrar el bien, a buscar la perfección en todo lo que hacemos. Como señaló Chesterton: Un hombre que jamás ha tenido un cargo de conciencia está en serio peligro de no tener una conciencia que cargar. Conciencia bien formada
La conciencia bien formada se localiza entre estos dos extremos. Una conciencia bien formada es delicada: se fija en los detalles, como un pintor de pincel fino que no se contenta con figuras y formas más o menos burdas, sino que insiste en la perfección, incluso en los aspectos más pequeños. La persona que tiene su conciencia bien formada nos lleva por sofismas ni pretende huir de la verdad. Aún más, la conciencia bien formada no se limita a percibir el mal, sino que impulsa a buscar activamente el bien y la perfección en todo, siguiendo los ejemplos de Cristo.