LA COLONIZACION Y LAS PRACTICAS DE “ENDEUDE” EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1880-1930.
[email protected] Maestría en Historia Universidad del Valle
INTRODUCCIÓN.
A través del siguiente trabajo pretendo mostrar cómo durante la Bonanza del Caucho que se inicia en la selva Amazónica entre 1880 y va hasta comienzo de la guerra con el Perú(1932-1934), no surtirá efectos sino se emplea el mecanismo denominado “Endeude” elementos necesarios para adelantar una ligazón de los caucheros con la economía extractiva a través practicas coercitivas y esclavistas, tema ampliamente estudiando por(Domínguez y Gomez,1994;Pineda 2000; Ullon,2004) que permite a su vez la “ configuración del territorio estas prácticas son compartida por varias naciones suramericanas como Brasil, Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia[2], desencadenando posteriormente la colonización espontanea como la definió Gómez(2005) y que permitirá el anclaje a los procesos de incorporación de estos territorios de Frontera a la Nación. Está afirmación va a ser desarrollada por los nuevos trabajos historiográficos en el siglo XXI, precisando nuevos conceptos y categorías que nos permite entender de manera más clara cómo se fueron configurando proceso de interculturidad producto del contacto de los agentes de la modernidad con los pueblos ancestrales que dio paso a la colonización mestiza investigada inicialmente por Catherine Legrand(1988) y posteriormente Augusto Gómez(2015). .
EL CONSUMO COMO HERRAMIENTA DE PENETRACIÓN DE LA SELVA:
Para entender el proceso del consumo de bienes y productos introducidos por parte de los colonos, misioneros, comerciantes y extranjeros en su intercambio con las pueblos originarios en diferente momento del proceso de Colonización de la
Amazonia colombiana, es necesario estudiar cómo éstos fueron incorporados a través de instrumentos, herramienta y mercancías necesarias para la supervivencia de los caucheros, “siringueros” que fueron explotados en los tiempos de Boom del mercado cauchero cuando a nivel mundial se requería de grandes cantidades el caucho elástico para hacer frente a la demanda de la naciente industria automovilística norteamericana y europea. En este sentido, los colonos debían generar necesidades entre los indígenas para poder penetrar la selva en diferentes momentos; esta fue la primera tarea para poder incorporar a las tribus indígenas a la economía extractiva y la creación de necesidades de consumo como fueron las herramientas de hierro: hachas, utensilios de cocina, vestuario entre otros. El período de tiempo que indagaremos podría extenderse desde mediados del siglo XIX, hasta comienzos del siglo XX, fruto de la incorporación de las distintas oleadas misioneras y evangelizadoras que abren el territorio para la “modernidad”, gracias fundamentalmente a dos acontecimientos por un lado la firma del concordato entre el Estado colombiano y el vaticano en 1887(Perez,2015), que trajo como medida un proceso de universalización de la evangelización por parte del vaticano y la llega en 1909 de las misiones capuchinas a la región amazónica del putumayo y aguarico(Ecuador)(Mongua, 2018); por el otro lado el papel jugado por el presidente empresario Quino Rafael Reyes que entre 1875-1885 quien estuvo en el putumayo buscando nuevas vías de comunicación fluvial y quien llego a firmar un acuerdo con el Estado Brasileño para que una flota de sus naves a vapor circundara los ríos putumayo, Cara pana hasta llegar al rio a Amazonas para sacar los
producto
de
la
extracción
inicialmente
de
la
Quina
y luego
del
Caucho(ullán,2004),primero desde un mercado local y luego internacional a través de la extracción durante el período decimonónico, con el ideario de poder incorporar la selva periférica al proyecto “civilizador” y del progreso que requería la República. Los colonos se fueron descolgando por las cordilleras en busca de tierras vírgenesbaldías para tener un lugar donde vivir en “paz”. Tanto para ellos, como para las tribus primigenias de la Amazonía, los ríos se convirtieron en los caminos de comunicación que intercomunicaban estas vastas tierras desconocidas y que
posteriormente pretendían desde las regiones andinas montar empresas extractivas en esta región. Fueron los misioneros quienes abrieron el camino desde las zonas interandinas para conectar estos nuevos territorios con la “civilización” suplantando a el Estado desde la época de la colonia y después en el proceso de construcción de Nación. Estas regiones permanecieron por largo tiempo aisladas del centro político y económico de la Nación, sin embargo, los empresarios colombianos ya tenían puesto sus interés en este territorio sin poderlo explotarlo de manera rápida por la falta de vías de comunicación(Mongua, 2016) artículos sobre los caminos en el putumayo revista historiando.
Las naciones vecinas que competían por la Amazonia en este sentido necesitaban de mecanismo más agiles para desangrar el látex de las dos especie de árboles caucheros en denominado Castilla abundante en las tierras inundables de la selva brasilera y la Heveas o Caucho negro propio de la región colombiana que no era tan productivo y era talado sacar por las riveras del putumayo al centro del país vía rio magdalena. Santa Martha pero por los efectos de la guerra civil colombiana entre 1899-1902 se detiene el comercio hacia el interior, como medida de choque el Presidente Reyes ordena la construir un camino entre Mocoa y pasto trazado por los misioneros capuchinos en cabeza de su prefecto Montclar(Kuan,2014; Gomez,2015) Para algunos líderes políticos e intelectuales colombianos cuya idea de Nación y modernidad era no seguir perdiendo territorios fronterizos como ocurrió con Panamá en 1903, era prioritario: “no permitir que otras Naciones se apoderarán de nuestro territorio del sur “citado por Uribe(1907),surgen la ideas de la “Reducción de los Salvajes”, incorporándolos a la Nación por medio de dos mecanismo inicialmente a través de la empresa extractiva como ya lo estaban haciendo las empresas brasileñas y peruanas a través de las casas comerciales como la Casa Arana, bajo métodos no muy confesionales tales como la violencia contra los pueblos indígenas como lo señala Rafael Uribe[3].
Tanto los peruanos como los brasileños habían venido expulsando a los connacionales en territorio colombiano, ya sea a través de la compra de territorios a los colonos, ya sea por la fuerza a quienes producían a través de las Haciendas de Quina y Caucho; mientras que los colombianos levemente se aproximaban a los confines de los ríos Putumayo, Caquetá y Amazonas. “(…) El complemento de la conquista, de que estoy hablando, vale por sí solo millones pues con ella conseguiríamos de nominal en real la posesión de la tierraúnico título que hoy se respeta, desde que los hechos y la fuerza se están sustituyendo al derecho y conseguiríamos también 300.000 trabajadores aclimatados los más útiles para la clase de industria que todavía por muchos años serán posibles en nuestro país: la Extractiva y la pastoril”[4] .
El otro gran reto era afianzar el consumo de mercancías necesarias para la subsistencia en la selva, estos provoco una red comercial desde interior de la nación hacia la periferia aplicado para todos los países que compartían en ese momentos la amazonia y que gracias a la consolidación de estas redes comerciales en estas zonas de difícil acceso, se ve la necesidad la construir de nuevas vías, los caminos se agilizaron desde el Tolima grande hasta llegar a Florencia y Mocoa y más tarde con el trabajo de jornaleros se fueron ampliando los antiguos caminos de la colonia hasta la inauguración de la primera carreteras que conectaba Mocoa con Pasto que sería el gran paso para la colonización del putumayo con la llegada de campesino pobres a traídos por las tierras baldías promesa de la misión capuchinos como parte de su trabajo no solo religioso, sino al impartir justicia y ser el símbolo del Estado colombiano, penetrando en regiones próximas como Pasto, Neiva, Popayán para descolgarse desde el piedemonte de la cordillera oriental hacia el Putumayo unido tan solo por un camino de herradura construido desde la época de la colonia por iniciativa de las misiones religiosas desde el siglo XVII, quienes tenían como objetivo evangelizar a la población indígena. Cuando se empieza a repensar la necesidad de integrar estos vastos territorios en el siglo XIX, se manifiestan las antiguas disputas de tipo internacional por el dominio
de los límites entre el imperio portugués sobre la amazonia y el imperio español en el siglo XVIII. Después de la independencia en el proceso de construcción de la Nación Colombiana 1830-1860 ya empezaba a buscarse un producto que permitiera la conexión con redes comerciales de exportación de productos agrícolas por bienes suntuarios, como lo anota la docente Ana María Otero[5], por parte de las elites intelectuales, políticas y exmilitares que han escrito sobre el tema en aquella época como es el caso de Rafael Reyes[6] y Rafael Uribe Uribe[7] avivando la economía de extracción a través de productos que aceleraron la construcción de caminos e incluso aprovecharon la fluida entrada de productos por la Amazonia desde Perú y Brasil con el auge del caucho creando un enorme emporio económico como lo demuestra el crecimiento de la población y en construcciones arquitectónicas como es el caso de la ciudad de Iquitos[8]; por otro lado, la guerra entre Perú y Colombia (1932-1934), fue otro gran motor para la construcción de nuevas carreteras como lo registra en sus memorias el expresidente Olaya Herrera[9] y el general Alfredo Vásquez Cobo[10] en sus memorias sobre la guerra (1932-1934), siendo impenetrables estos territorios y tan solo era posible su llegada y salida a través de los ríos como arterias comunicantes como lo anota Gómez (2015)[11]. “(…) La región amazónica había resistido exitosamente a los intentos de integración de la economía colonial. Esta situación era palpable a mediados del siglo pasado. Para 1849, los inexactos censos de la época estimaban la población total del territorio del Caquetá (conformado por las antiguas jurisdicciones de Mocoa y Andakí) en 16.791 habitantes, de los cuales 254 eran blancos, entre ellos dos sacerdotes (en Sibundoy y Aguarico) (Cuervo, 1894)”
¿QUÉ INTERCAMBIAR? Es necesario tener en cuenta la manera cómo se van integrando los distintos actores con el entorno y a su vez preguntarnos: ¿cuáles son sus intereses y qué tipo de productos de consumo se necesitan para llevar a cabo la odisea de internarse en esta tierra sin saber cómo poder salir? Solo el uso de la literatura histórica y las crónicas nos alcanzamos a imaginar dicha aventura por parte de los
colonos a mediados del siglo XIX, hasta comienzos del XX como lo narra José Eustasio Rivera en La Vorágine (1924) y su personaje cova: el medio de transporte del que se hacía uso eran las mulas de carga hasta determinados lugares para luego llegar a los puertos de las rivera de los ríos en los que se viaja en chalupa; esta narración cuenta que desde los llanos se fue penetrando la Orinoquia colombiana hasta llegar a la Amazonía para lo cual se requerían de guías o baquianos: como mínimo un machete, un hacha, una escopeta, comida. Otros niveles de consumo a mayor escala fue el desarrollado por las empresas extractiva como la de la Casa Arana y Hermanos[12], cuyo proyecto productivo era el de establecer enclaves comerciales en la región, tanto en sus fronteras aún en litigio, como en otros países que comparten la Amazonía y que tenían como necesidad la mano de obra indígena, imponiendo una cadena de consumo muy particular, pues no se les pagaba en dinero efectivo sino bajo la modalidad de “endeude” que era una modalidad donde se les entregaba los elementos con los cuales tanto los colonos que llegarán como los indígenas subsisten: machete, hacha, comida, utensilios de cocina, vestuario que luego serían pagados con las primeras entregas del caucho. Estos elementos adquirían no solo un costo exorbitante para el endeudado, sino que el vínculo del “endeude “ sería impagable, pues resultaba que se creaba una cadena donde el “siringuero” volvía y solicitaba utensilio para sobrevivir en su chacra mientras la planta se desangraba que los convertía en esclavos del enclave comercial; en otras ocasiones la entrega de productos era en la Farmacia o en la tienda donde se les pagaba con fichas las cuales eran cambiadas por comida e instrumentos de trabajo[13]; estas circunstancias de intercambio desigual fueron denunciados por el ex cónsul inglés Casement en su famoso informa denominado “Caucho y Sangre, publicado en 1911[14]. Lo que motivó a los colonos a penetrar la manigua para quedarse o morir en el intento, nos permite conocer sus intencionalidades, que a su vez, refleja los artefactos que utilizaron en ese proceso incorporándolas a sus vidas para poder dominar la selva o ser consumidos en el intento y que nos permite visibilizar a través de las técnicas de la historiografía del consumo[15].
Para acercarnos a la circulación de bienes -que se convierten en una consigna: “Vivir o Morir”-, que hacían posible el sobrevivir en aquellas inhóspitas regiones, solo era posible con la existencia de una ruta para el ingreso de los mismos. Para poder visibilizar este momento de la historia de estos hombres, sus empresas y también a los habitantes indígenas que entran en contacto primeramente con los misioneros que fueron los que abrieron el camino espiritual y cultural en un proceso de desculturizacion de estas tribus que jamás habían entrado en contacto con la “civilización”, generando necesidades que antes no tenían para vivir, pues el medio los dotaba naturalmente de todo lo que necesitaban: alimentación, comida, cultura y el vivir en armonía con el entorno. Al ser violentados y esclavizados por las casas comerciales Caucheras en especial la Casa Arana, ésta genera un impacto de desarraigo del indígena con sus familias al mover a los hombre y niños mayores de 15 años desde el Perú hasta los territorios colombianos como parte de su expansión (Esvertit, 2005). Con las transacciones comerciales de la cauchera de la Chorrera y el Encanto -propiedad de empresarios caucheros inicialmente colombianos-, bajo la modalidad de la extorsión, los peruanos se hacen de manera fraudulenta con estas tierras[16]; donde extrañamente son asesinados sus antiguos dueños colombianos, estos es ampliamente estudiado por el antropólogo Pineda[17]. Estos actores fueron llegando en varias oleadas y su impacto sobre la zona selvática va a cambiar totalmente los hábitos y costumbres de sus habitantes lo mismo que la de ellos en lo que tiene que ver con la alimentación, vivienda, herramientas entre otro: campesinos, misioneros, comerciantes, empresas extractivas, cónsules de frontera que hacen parte de un largo procesos de llegada, pero también se salida; contexto en el cual se constatan los distinto momentos de encuentro y desencuentro, con intereses mutuos o de choque que desencadenan conflictos sociales. Las consecuencias que generó el contacto de la población Indígena con los agentes externos los obligan a cambiar totalmente sus hábitos de consumo alimenticio, por ejemplo: el casabe[18] extraído de la yuca lo cambia por Arroz. Por otro lado, los colonos querían aplicar las mismas técnicas de impacto civilizador
vistiéndolos; intercambiando instrumentos de hierro que antes conocían como “el hacha” y más tarde el “machete”; técnicas para cultivar; crear nuevas necesidades como el uso de ropa, comida, utensilios de cocina, armas, que trae la “civilización”, rompiendo con sus ritmos de vida, costumbres y cultura y que a la vez en ese contacto se generan una serie de necesidades que antes no tenían, como bien lo estudia Pineda (1984)[19]. Los primeros actores externos que llegaron desde “Occidente”, fueron los conquistadores que llegaron con sus huestes a fundar caseríos; algunos desaparecieron[20], otros perdurarán como es el caso de Mocoa. Luego, la llegada de la iglesia en especial de los jesuitas y los capuchinos que desde Popayán iniciaron misiones, las cuales también penetraron la Amazonia compartida con Brasil, Perú y Ecuador[21], con el ánimo de evangelizar y traer la “civilización y la salvación de las almas” a estos confines de “la frontera agrícola”, como parte del ideario de nación para integrar todo el territorio a los intereses comerciales, políticos y militares defendiendo el período de la República de posibles invasiones de los países vecinos a “la frontera del sur”, puesto que, no se tenían claros los límites de las fronteras. Los colonos pobres que fueron una de las primeras oleadas que descuelgan por el piedemonte de la cordillera Oriental desde las zonas altas del páramo de las papas, y desde pasto, Popayán a mediados del siglo XIX, entran como lo llama Gómez (2015) a esta primera etapa de colonización tipo “campamento” en la que no permanecen mucho tiempo, pues deben vender la mejora al colono “empresario” quienes fueron constituyendo la segunda oleada colonizadora. Obviamente, estos agentes venían con sus familias huyendo de la miseria que ofrecían los terratenientes o de los avatares de las guerras civiles que los obligaba a desistir de ser soldados de la guerra y de las guerrillas de mitad de siglo XIX. La dispersión en que se encontraba la nación Neogranadina a principios del siglo XIX, era igual que la que se encontraba desde la época de la colonia y luego durante la independencia, convirtiendo a Colombia en un territorio de multi-regiones que paulatinamente van buscando niveles de conexión a través de los caminos que la
intercomuniquen como lo anota Agustín Codazzi, citado
por Applebaum[22],
estudios que nos permiten tener una radiografía de la intencionalidad y la visión empresarial que trazaron a la nación y las sugerencias para conectar al país [23] a través de los caminos y carreteras como lo sugiere Codazzi con su analogía “las carreteras como las venas del cuerpo nación y el comercio como la sangre que debía irrigarse para poder que estas ciudades tanto las antiguas como las nuevas se incorporarán a la red comercial” y para conectar la nación con el mercado mundial como lo señala José Antonio Ocampo (1984).
Colombia y sus clases políticas, comerciales e intelectuales que se dieron a conocer por ser multifacéticas, también pondrán su mira hacia el sur del país al encontrar que esas tierras también podrían ser explotadas con la extracción de la corteza del árbol de la Quina que no solo se encontraba en las selvas del Chocó o el Cauca de manera “silvestre” sino, también en esas zonas inexploradas como la Amazonia (Putumayo y Caquetá). Zona que podría ser incorporada a la nación sobre el imaginario de que estos territorios estaban en peligro de posibles levantamientos por ser considerados población “bárbara” –como lo reseña el ex militar y político Rafael Uribe oficial de la guerra de los Mil Días- ya que no había sido incorporada a la “civilización”; así, expresa Uribe en su texto “Reducción de Salvajes”[24] “(…) Un ejemplo tenemos a la vista: la población indígena del putumayo y del Caquetá se emplea en la extracción del caucho y de otros productos naturales por varios millones de pesos oro anuales, y aunque es cierto que eso ni directo, ni indirectamente aprovecha al país, sobre todo desde que la casa Arana del Perú, logró hace poco la absorción de esas comarcas eliminando todo elemento colombiano, siempre es un caso notable e instructivo del modo como puede utilizar al indígena, sin necesidad de retirarlo de sus bosques. Los peruanos solo tienen en mira el negocio y claro desde el punto de vista sus relaciones son más dañinas que provechosas a los salvajes ya porque los engañan villanamente en los tratos, ya porque los habitúan al alcohol, ya porque los hacen matarse entre sí y ya porque
los reducen a la esclavitud arrebatando a esos hijos de Colombia para mandarlos a Iquitos y otras colonias usurpadas donde son vendidos”[25].
Los colonos no llevaban un registro de sus utensilios de trabajo. Es posible que los empresarios de la Quina y el Caucho dejaran registro de los requerimiento necesarios -tanto de herramientas como de insumos- para el desmonte de la selva, en el libro del cónsul Casement, que por estos últimos años ha sido tema de Vargas Llosa (2010)[26] en su libro “El Sueño del Celta”, donde narra la vida de quien sería un personaje principal en la denuncia de las atrocidades ocurridas en las caucherias por parte del Canciller irlandés al servicio del Reino Unido Sir Roger Casement; Llosa permite rastrear los artefactos y la circulación de bienes dentro de las caucherias, sobre todo de la Casa Arana Peruana que se asoció con empresarios ingleses para contar con agentes y oficinas en Londres. Igual que las casas comerciales de la época, que importaban telas generando toda una serie de prácticas comerciales como la compra de productos ingleses y franceses bajo la fórmula del intercambio por materias primas; lo que creó la casa Arana fue un gran enclave comercial donde no necesitaba de efectivo para pagar a sus trabajadores pues estos eran población indígena a quienes se les pagaba con artefactos como una hacha, comida y vestuario. Esta fórmula la anota Casement en su libro “Putumayo. Caucho y Sangre” (1911), donde denuncia las difíciles condiciones en que vivía esta población bajo el sometimiento de los capataces que obligaban a trabajar extensas horas para sacar las bolas de goma.
Con estas prácticas la población indígena fue prácticamente diezmada por las inhumanas condiciones de trabajo, desarraigo de sus parcelas y unidades familiares. La llegada de la Casa Arana provocó una deslocalización de las familias indígenas, pues éstos eran encerrados en las zonas donde se encontraban los árboles que eran desangrados con la goma, este proceso de extracción podía durar semanas sin contacto con sus familias provocando suicidios en masa y
enfrentamiento de ciertas tribus por las condiciones a las que eran sometidos; además que en el intercambio comercial entre indígenas y capataces de la “Casa Arana” se les pagaba en especie con los productos que se vendían en el economato o tienda a través de fichas que servían como unidad comercial bajo la modalidad de “endeude”. “El contacto directo y permanente con la "civilización" es de época más bien reciente. Desde principios del presente siglo se incorporaron al trabajo del caucho, bajo la brutal explotación de la Casa Arana. El hecho de que 10.000 Andokes que había a principios de siglo (según estimativos del viajero inglés Th. Whiffen que visitó por entonces la región, luego de los trabajos con aquella compañía Peruano-Inglesa) se hayan reducido a unos pocos centenares dispersos habla muy claro de los resultados de dicho contacto”.[27]
PRODUCCIÓN Y CONSUMO DE QUINA EN LA REGIÓN DE LA AMAZONIA.
La extracción de Quina en la Amazonia hace parte de una segunda y tercera fase del cultivo de la Quina en el Cauca, los Santanderes, Cundinamarca. Los empresarios se adjudicaban tierras baldías donde se encontraban los árboles silvestres de esta corteza medicinal que podía curar el paludismo y otras enfermedades[28]; movilizados por el interés de incorporar la economía colombiana al mercado mundial ya no solo a través del oro, sino de la producción y venta de productos agrícolas, en este caso, la Quina. En este sentido, son muchos los estudios que se han hecho sobre el producto en especial por la historiografía de los año 60´ y 70´por parte la historiografía económica y marxista que tuvo el país en manos de Nieto Arteta y Luis Ospina Vásquez
[29]
y los estudios sobre las economías extractivas de
Domínguez y Gómez[30] .
Mapa 1.[31] Los Misioneros ya habían iniciado el camino a través de las fundaciones de pueblos de indios como de sus prefecturas apostólicas lideradas desde Popayán [32]. Las
misiones se convierten en la punta de lanza para las futuras oleadas colonizadoras, dispuestas a ganar, competir y acceder a toda costa a tierras que generalmente estaban controladas por las comunidades étnicas nativas. Es importante recordar que existía un acuerdo tácito entre los colonizadores y las misiones, ambos coinciden en la necesidad de extender los circuitos comerciales que posibiliten un mayor y mejor acceso a bienes y mercancías para así limitar los riesgos de supervivencia (hambre y enfermedades). En este sentido, las primeras oleadas de colonos se beneficiaron al obtener créditos financieros, herramientas y semillas suministrados por los misioneros a cambio de garantizar la producción de alimentos y contribuir con la construcción de vías de comunicación, como por ejemplo, los caminos de herradura. “ (…) Conscientes del peligro que encarnaba la presencia de la Casa Arana en el Caquetá, los misioneros propusieron mecanismos para colonizar, uno con los nacionales y otro con los extranjeros (a ellos previa terminación de los caminos Pasto-Mocoa y Guadalupe- Florencia), se les entregaron una Choza, 20 Hectáreas de terreno y herramientas y semillas por medio año en ella”.[33]
La demanda a nivel internacional de la Quina colombiana, producto de los elevados precios de la Quina que se producía en Bolivia, obligó a que la producción en nuestro país se triplicara como lo anota Ocampo (1984) en su estudio sobre la economía colombiana y su inserción al mercado mundial. Ésto obligó a que se buscara otra fuente de extracción de la Quina corriendo la frontera agrícola por múltiples agentes como comerciantes, campesinos, e indígenas, a los cuales, producto de la violencia los atraía esta nueva propuesta de economía y los precios de la Quina, como también anota Catherine LeGrand (1988), donde se aprecia el conflicto entre los primero campesino que llegan a esta región apropiándose del territorio baldío, pero sobre la cual no tienen ningún título de propiedad, para que luego llegará el empresario privado con títulos a expropiar al primer campesino[34].
CONSUMO DE CAUCHO
La historia del caucho tiene que ver con las necesidades que tenía la reciente industria de productos elaborados con esta materia prima desde 1820, cuando se monta la primera factoría en Inglaterra donde se producen mangueras para los bomberos, y botas de caucho esto acompañado de las respectivas pruebas hechas por los químicos de la época que descubrieron que al combinar el caucho con el azufre a altas temperaturas y demás propiedades se permitía trabajar en moldes como lo evidencia en su estudio Domínguez (1990): “(...) Un primer paso hacia la solución de este problema vino de la invención del proceso de masticación por Hancock en 1819, lo que permitió una primera expansión importante de la demanda: en 1820 se inauguraba la primera factoría de caucho en Inglaterra, para fabricar toldos y bombas, en 1827 se utilizaba para las mangueras de los bomberos y un año más tarde se abría la primera fábrica en Estados Unidos (Hecht y Cockburn 1993: 103). En 1839 Goodyear da con la solución definitiva para fijar las propiedades del caucho mediante el procedimiento de mezclarlo con azufre y someterlo a altas temperaturas, proceso que él denominó de vulcanización y que confería, además, mayor resistencia al producto que la que tenía en estado natural. La vulcanización puso las bases para la definitiva explotación industrial del caucho, cuyo impulso definitivo vendría de la mano de la invención de la rueda neumática en 1888 por Dunlop (Domínguez y Gómez 1990:114)[35]
La producción de caucho entre 1870-1890 fue realmente geométrica en relación a la demanda de caucho para el recién invento del automóvil en serie que ya no solo se producía en Europa, sino en Estados Unidos. Esto hizo que el caucho en 1910, en el caso de Brasil, se convirtiera en el 2 producto de exportación [36]. El mercado mundial, sobre todo de los países que demandaban el látex del árbol de caucho: Inglaterra y Estados Unidos, buscan en primer lugar, romper con el monopolio que tenían los productores de caucho. Lo primero que lograron fue la libre circulación de barcos a vapor por el río amazonas en 1867. En segundo lugar, logran sacar en grandes cantidades la semilla del árbol del caucho para ser trasplantada en Asia sobre todo en Tailandia, Laos y otros países que tenían las mismas latitudes lo que les permitía producir en grandes cantidades abaratando los costos del precio, rompiendo el Boom del precio como lo anota Arubla y Campos en sus datos de la exportación de Caucho en Colombia.
“Este tipo de silvicultura extensiva implicaba rendimientos muy bajos por trabajador y hectárea desde un punto de vista técnico, puesto que la dispersión espacial impedía una maximización del tiempo y del trabajo.”[37]
Los problemas productivos que tenía la amazonia era que los árboles de caucho estaban dispersos por toda la Amazonía de manera silvestre y la mano de obra indígena, paradójicamente, escaseaba debido al régimen de explotación de los indígenas cuya tasa descendió estrepitosamente. Los ingleses lograron sacar aproximadamente 70.000 semillas para ser trasplantadas a sus colonias en Ceilán, Malasia, la India, e Indonesia gracias al trabajo pirata del aventurero inglés Henry A. Wickham (1873); llegaron a producir 350 árboles por hectárea mientras que en la amazonia era de 2 por hectárea. En 1900, la producción del caucho solo cubría el 60% de la demanda mundial y para 1913 descendió a 27% y solo se viene a recuperar durante la época de segunda guerra mundial cuando los japoneses se apoderan de las colonias inglesas, francesas y norteamericanas[38]. Después de la segunda guerra mundial se inicia la era del caucho sintético desplazando totalmente la producción del caucho en la Amazonia, acabando definitivamente con la explotación de la mano de obra indígena y los últimos coletazos del enclave cauchero. Los indígenas que extraían el látex debían desangrar el árbol haciéndole unas enduras en la corteza para a través del método de goteo recogerlo en canastos y en la tarde pudiera formarse la bola que era cargada hasta donde era calentada y donde se mezclaba con unos químicos para que se coagulara. En este proceso se podía recoger por un siringuero de 50 a 60 kilos en una semana. Mientras ocurría esto “el aviador” como también se lo conocía en Brasil podía tener un pedazo de tierra que usaba para cultivar: Yuca, Plátano, de la mano con la caza y la pesca, como lo señala Domínguez y Gómez (1990).
Los árboles que no pertenecían a la especie Castilla, que eran los árboles que más duraban después del proceso de desangrado del látex y que se encontraba en las zonas inundables de la altiplanicie amazónica sobre todo en el ala brasileña que
ocupa 3/4 parte de la amazonia, mientras que la otra especie de corto ciclo el árbol Heveas propio de las zonas cercanas al piedemonte andino, es decir, Colombia no duraría mucho. Por otro lado, se señala que la guerra con el Perú y la expropiación de las caucheras desencadena la crisis del ciclo del caucho hacia Colombia, Ecuador y Perú.
LA POBLACIÓN INDÍGENA LOS ANDOKIES.
Esta población que a principios del siglo XX, no sobrepasaba las 10.000 almas, según los datos aportados por el estudio de Pineda (1973)[39], quien plantea que esta población fue integrada al proceso de extracción del caucho por parte de la Casa Arana de manera violenta, pero también muestra cómo esta población incorporó a su cultura artefactos de la sociedad occidental: “Para un observador pasajero, los Andokes podrían parecer un grupo bastante a culturizado: visten como campesinos, tienen ollas de aluminio, manejan el dinero, toman "tequila", oyen radionovelas y rancheras, usan reloj. Sin embargo, detrás de esa fachada está la tradición y con un fuego bastante atizado: la lengua, el mundo mágico-religioso,
los valores económicos
tradicionales,
la agricultura de
subsistencia, la organización clanil y los bailes. El solo hecho de existir dos malocas revela inequívocamente que toda la tradición mítica y ceremonial está viva”[40].
En el proceso de contacto de los indígenas con el mundo “blanco”, éstos fueron incorporando cada vez más los instrumentos y los elementos que fueron intercambiando, a tal punto que, en sus relatos y mitos fueron incorporados totalmente, como lo demuestra esta narración de un ando-kíe registrado por el estudio antropológico de Pineda (1973), donde narra cómo la hija del cacique “Garza del Centro” está engendrando “instrumento de trabajo”:
“Enseguida tuvo la cadena para amarrar al perro; enseguida engendró un hacha de acero; después engendró el machete; después tuvo la olla; después tuvo el plato; después tuvo el cuchillo; después la ropa; después tuvo la hamaca; después tuvo la cobija; después tuvo el papel; después tuvo el corte rojo”[41].
Los andokie diferencian en su narración entre las mercancías que sirven para el trabajo y las que son de uso, por ejemplo, la ropa o el calzado no son para el trabajo y no se le da la categoría de herramienta en su idioma como lo señala el antropólogo Jhon Landaboru (1977), afirma que una de las funciones del “capitán” de la tribu andokie es propiciar el comercio entre las tribus, ritual que se daba como ceremonia, pero también como intercambio o “trueque” entre los distintos grupos que conformaban la familia lingüística andoque que para 1905 -según lo señala Von Hassel (1905)-, esta población sobrepasaba las 10.000 almas[42]
Las comunidades indígenas entran en contacto de tipo cultural y comercial con los misioneros desde la época de la colonia como parte tanto del direccionamiento de las autoridades eclesiásticas como parte de los distintos concordatos firmados con el Estado a mediados del siglo XIX, pero también como parte de la orientación Estatal. Los grupos indígenas entraron en contacto con el fenómeno de intercambio como o señala Kuan Bahamòn (1977), en su libro sobre las misiones [43] en el que anota que fue un proceso de intercambio de saberes, como por ejemplo, la medicina tradicional indígena frente a los elementos para cultivar como herramientas de hierro, hachas y más tarde machetes[44]. Posteriormente, con la irrupción de la economía extractiva el intercambio se prioriza sobre telas y licores.
Los primeros colombianos que iniciaron la empresa de extracción de Caucho en la región del putumayo fue el propio expresidente colombiano Rafael Reyes (1875), quien estableció un servicio de transporte a vapor en el río putumayo hasta 1900. Colombia gozo de la posesión y explotación de esta región hasta que la Casa Arana los desaloja a sangre y fuego como lo señala Norman Thompson en su libro “El libro Rojo del Putumayo” (1913)[45].
La Casa Arana establece relaciones comerciales con los colonos colombianos que se habían establecido en las orillas de los ríos Caraparana y Igaraparaná afluente del río Putumayo y como era necesario sacar el caucho extraído del Putumayo la vía más fácil era hacia Iquitos más que hacia Pasto. La Casa Arana Hermanos, pasó de ser intermediario a propietario comprando las propiedades colombianas a través del sistema de compraventa[46]. La dominación peruana sobre el Putumayo se inicia en 1900, con la incursión de una lancha armada que instala un puesto de control aduanero en la desembocadura del río Cotuhé.
CONCLUSIONES.
Al establecer cómo desde la colonización de la Amazonia es posible demarcar una historia del consumo, dentro de un proceso social, acompañado de muchos actores tales como los misioneros, los colonos, los baqueanos, los arrieros, los marinos, los exmilitares, los campesinos, aparceros, empresarios, entre otros, quienes se movilizaron en distintos momentos y que produjeron a su vez distintas necesidades de consumo; no es posible entender que, si bien es cierto, que ese momento tan difícil como fue la injerencia de agentes religiosos y empresarios que acabaron con muchas vidas nativas en el proceso de traer “la civilización”, éstas se mezclaran como lo comprueban los hallazgos hechos por Pineda en su estudio “La gente del Hacha”. Los grupos indígenas fueron incorporando a su propia cultura las herramientas de los blancos, lo que de alguna manera, implica un reconocimiento de un modus vivendi de bienestar para ellos y que se expresa con acierto en la lectura del mito andokie.
El pensamiento decimonónico de la República que parte de la incorporación de estas lejanas tierras que se encontraban en la periferia, solo puede explicarse como parte de un poder policéntrico que a su vez generó autonomías para que desde
esas regiones cercanas los Estados y las provincias iniciaran por parte de los individuos “ciudadanos”, mecanismos para apropiarse de las tierras baldías, a las cuales, tanto colonos pobres, como colonos empresarios se apoderar de las mismas, unos con solo sus manos y la fuerza de trabajo de su familia y los otro con el capital y con la legitimidad que les daba el Estado al entregarles la legalidad en la adjudicación de esas tierras para llevar la “civilización” a esas comarcas.
El papel jugado por las misiones es importante entenderla, ya que su relación entre iglesia y Estado permitió que funcionara la extensión de la autoridad a través de las misiones, que si bien no fueron constantes, si permitieron avanzar sobre la frontera agrícola y de alguna manera defender la frontera de la intromisión de otros Estados que llegaban en busca de mano de obra indígena que empezaba a escasear producto del etnocidio indígena en la Amazonia y las expropiaciones ilegales de la Casa Arana a empresarios colombianos.
Así, el conjunto de las prácticas culturales que se encuentran en este territorio, se entremezclan, unas más dominantes y otras más pasivas, circulando imaginarios, necesidades e imposiciones en la forma de relacionarse con el entorno y en la forma de asumir los nuevos mandatos que provienen del ‘exterior’ y se imponen, en especial a los nativos indígenas. Cambian sus prácticas, sus modos, su forma de percibir e interactuar con sus congéneres. Sus herramientas, utensilios, su vestuario, se ve completamente transfigurado, impulsado por la necesidad imperiosa de sobrevivir a las condiciones mercantiles que son latentes en este periodo de exploración, invasión y extracción de las materias primas que para los nativos nunca hubiesen constituido un motivo de comercialización. Por tanto, el consumo en este contexto es totalmente impositivo, infundido en parte por el temor, y al mismo tiempo por el predominio de un modus vivendi, como lo es el occidental, sobre el modus vivendi de la Selva Amazónica, ambos en absoluta contradicción con respecto a lo que se ha de entender, por progreso, bienestar y armonía.
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