Keynes

  • October 2019
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TEORÍA KEYNESIANA Y DESEMPLEO Desaprovechar o utilizar por debajo de sus posibilidades la mano de obra origina problemas sociales, por lo que la teoría macroeconómica se ha centrado en estudiar las causas y consecuencias del desempleo. Hasta la publicación en 1936 de La teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, de John Maynard Keynes, la explicación clásica de las causas del paro o desempleo afirmaba que éste se debía a estructuras rígidas en el mercado de trabajo que impedían que los salarios bajaran hasta el nivel de “equilibrio”. La idea que subyace en este modelo afirma que cuando existe desempleo masivo en el mercado de trabajo, la disponibilidad de los trabajadores sin empleo debe reducir los salarios hasta el punto de que algunos no estarían dispuestos a trabajar (por lo que se reduciría la oferta de mano de obra) y que las empresas estarían dispuestas a aumentar su plantilla a medida que el menor coste a pagar (el salario) hiciera rentable la contratación. Sin embargo, si existe rigidez o inflexibilidad que impida que los salarios caigan hasta ese punto en el que la oferta y la demanda se igualen, el desempleo no se reducirá. Entre éstas se pueden citar, por ejemplo, la acción de un sindicato que obliga a imponer un salario mínimo, o la legislación que obliga a que exista dicha remuneración. La principal innovación de Keynes consistió en afirmar que el desempleo puede deberse a una insuficiencia de la demanda y no a un desequilibrio en el mercado de trabajo. Esta insuficiencia se puede producir porque la inversión planeada (la inversión que quisieran realizar los empresarios) es menor que el ahorro disponible. Éste constituye una “salida” de dinero del flujo circular de la renta, creada mediante la producción de bienes y servicios y utilizada para comprar esos mismos bienes y servicios. Esta salida de ingresos reduce el nivel de demanda agregada. La inversión real (también llamada formación de capital), que es la que permite producir maquinaria, fábricas o viviendas, tiene el efecto contrario —supone una entrada de dinero en el flujo circular de la renta— por lo que tiende a incrementar la demanda total de bienes y servicios. En los primeros modelos “clásicos” sobre desempleo, como el antes descrito, no se tenía en cuenta la posible insuficiencia de la demanda agregada en el mercado de bienes y servicios. Se pensaba que cualquier diferencia entre el ahorro planeado y la inversión planeada se eliminaría mediante un ajuste de los tipos de interés. Por ejemplo, si el ahorro planeado era superior a la inversión planeada los tipos de interés disminuirían. Además, esto reduciría la oferta de ahorro y al mismo tiempo aumentaría la demanda de inversión porque las empresas estarían dispuestas a endeudarse con menores costes para

comprar maquinaria u oficinas. En otras palabras, las variaciones de los tipos de interés serían la fuerza que equilibraría el mercado de bienes, al igual que las variaciones de, por ejemplo, el precio de las manzanas serían la fuerza que equilibraría la oferta y demanda de este producto. Por el contrario, el modelo keynesiano subraya la importancia de las variaciones en el nivel de producción y empleo como movimientos equilibradores que permitirían igualar la inversión y el ahorro, determinándose así el nivel de equilibrio de la renta nacional total y de la producción nacional. Pero éste no tiene por qué corresponderse con el punto en que la oferta de trabajo es igual a la demanda. Es más, según Keynes, una disminución de los salarios en esta situación no ayudaría a reducir el desempleo por toda una serie de razones que expuso, fundamentalmente, en el capítulo 19 de La teoría general. Por supuesto, Keynes no fue el primer economista que señaló como causa del desempleo la insuficiencia de la demanda agregada en el mercado de bienes. Como él mismo reconocía, Thomas Robert Malthus y otros economistas ya habían apuntado hacia este tipo de causas. Además, al mismo tiempo que Keynes publicaba su obra, y de manera independiente, el gran economista polaco, Michal Kalecki, divulgaba una teoría señalando las mismas razones. La “revolución keynesiana” implica que, en la terminología macroeconómica, el “mercado de bienes” estaría en una situación de equilibrio de “subempleo” al no permitir el equilibrio del mercado de trabajo. Por lo tanto, en este último, los empresarios no contratan a los trabajadores que necesitarían para maximizar beneficios si hubiera suficiente demanda en el mercado de bienes. Durante los siguientes años los macroeconomistas analizaron conceptos como “equilibrio de subempleo”, o “demanda de trabajo limitada”.Durante las últimas décadas la teoría de Keynes ha sido perfeccionada. Por ejemplo, aunque se sigue discrepando sobre la relevancia de la rigidez de los salarios, se han logrado importantes adelantos en cuanto a la explicación de las causas de esta rigidez sin tener que recurrir al argumento de los sindicatos o de la reglamentación gubernamental del salario mínimo. Al principio parecía difícil reconciliar la noción de rigidez de salarios con el supuesto económico clásico según el cual las personas intentan maximizar su utilidad, que implicaría, en teoría, que estarían dispuestas a aceptar un salario menor con tal de poder trabajar. Sin embargo, al ampliarse el número de variables analizadas y tener en cuenta otras como la maximización a largo plazo del bienestar, la lealtad, el orgullo y otro tipo de variables sociológicas y psicológicas, se ha podido reconciliar el desequilibrio en el mercado de trabajo con los supuestos clásicos del comportamiento maximizador.

Otro importante aspecto de la moderna teoría macroeconómica parte de la importancia que Keynes otorgaba al efecto de la incertidumbre sobre el comportamiento económico. Se trata de analizar la información asimétrica para explicar el desempleo agregado, utilizando también algunos de los elementos de la teoría de juegos. Por ejemplo, las empresas contratarían más mano de obra si supieran con seguridad que el resto de las empresas iba a hacer lo mismo, de forma que el consiguiente aumento de los salarios pagados permitiría aumentar la demanda agregada de la economía y, por tanto, la demanda de sus productos. Al no existir ningún mecanismo que permita tomar este tipo de decisiones colectivas favorables para todos, el resultado es un equilibrio de subempleo que comparte algunas características de la situación del “dilema del prisionero”, en la que cada empresa individual decide, de forma egoísta, asegurarse sus propios beneficios, a pesar de que si se pusiese en común la información y se tomaran en conjunto las decisiones se podrían asegurar mayores beneficios para todos. Otras teorías sobre el mercado de trabajo —como la teoría del trabajador “interior-exterior”, que subraya el conflicto de intereses entre los trabajadores en paro y los empleados con poder para negociar sus salarios— permiten mejorar la comprensión sobre su funcionamiento. El énfasis del keynesianismo en la demanda como determinante clave del nivel de producción a corto plazo permitió avanzar en otras áreas de la macroeconomía. En parte se pudo iniciar el desarrollo de la contabilidad nacional y de conceptos tales como el gasto total en consumo, en formación de capital (producción de maquinaria, fábricas), en consumo público y en exportaciones e importaciones, que constituyen los elementos clave que componen la “demanda final” agregada (en contraposición con la demanda de bienes intermedios) de la economía. El planteamiento keynesiano también permitió realizar el análisis de los determinantes de estos elementos clave de la demanda final, al desarrollar, por ejemplo, la teoría de la demanda agregada de consumo y sus relaciones con los niveles de ingresos, así como su dependencia de los tipos de interés existentes. LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA La segunda gran ruptura que se produjo en la década de 1930 se debe, sobre todo, a la obra de un economista, John Maynard Keynes, que planteaba preguntas que nunca antes habían surgido: ¿qué determina el nivel de ingresos y de empleo de toda una economía? Esta sigue siendo una cuestión relativa a la interacción de la oferta y la demanda, pero ahora la demanda se refiere a la demanda total efectiva de toda la economía, y la oferta se refiere a la capacidad productiva del país. Cuando la demanda efectiva se sitúa por debajo de la capacidad productiva habrá desempleo y se entrará en una

depresión económica; cuando excede a la capacidad productiva aumentará la inflación. El punto central del keynesianismo es el análisis de los determinantes de la demanda efectiva. Si se obvia la existencia del comercio exterior, la demanda efectiva se compone de tres elementos: el gasto en consumo, el gasto en inversión y el gasto público (es decir, el del gobierno o, en términos más generales, el sector público). El nivel de cada uno de estos gastos se determina de forma independiente de los otros dos. Keynes intentó demostrar que el nivel de demanda efectiva, sumando estos tres elementos, puede ser inferior, superior o igual a la capacidad física que tiene cada país para producir bienes y servicios y, sobre todo, que no existe ninguna tendencia que iguale de forma automática esta demanda a la oferta potencial del país. Esta conclusión era fundamental por ser contraria a la economía clásica y neoclásica, ya que éstas defendían que los sistemas económicos tendían de forma instantánea al pleno empleo de los recursos. Al centrarse en el estudio de agregados macroeconómicos, como el consumo total y la inversión total, Keynes consiguió crear un modelo que podía aplicarse para solucionar numerosos problemas prácticos. Más tarde se fue mejorando el sistema keynesiano y hoy forma parte de la corriente principal de la economía. Se puede decir que Keynes es el único economista que ha creado algo nuevo en esta ciencia desde Walras o, incluso, desde Ricardo. La economía keynesiana, tal y como la concibió Keynes, era estática, es decir, que no consideraba la variable tiempo. Pero uno de los discípulos de Keynes, Roy Harrod, desarrolló un modelo macroeconómico simple en el que se estudiaba el crecimiento de la economía; en 1948 publicó su libro Hacia una economía dinámica, que creó una nueva especialidad, la teoría del crecimiento, la cual ha ido ganando adeptos entre los economistas. Biografia - John Maynard Keynes planteó soluciones para superar la Gran Depresión en su obra Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero (1936). Keynes creía que el elevado desempleo era el resultado de la falta de demanda de productos y servicios. Sugirió que los gobiernos se hicieran cargo del déficit invirtiendo en obras públicas y otros proyectos para incrementar la demanda y el consumo. Las propuestas de Keynes influyeron y respaldaron la política del New Deal del presidente Franklin Roosevelt, incluidas las oficinas de empleo, que crearon trabajos en obras públicas para los desempleados. John Maynard Keynes fue alumno de Alfred Marshall y defensor de la economía neoclásica hasta la década de 1930. La Gran Depresión sorprendió a economistas y políticos por igual. Los economistas siguieron defendiendo, a pesar de la experiencia contraria, que el

tiempo y la naturaleza restaurarían el crecimiento económico si los gobiernos se abstenían de intervenir en el proceso económico. Por desgracia, los antiguos remedios no funcionaron. En Estados Unidos, la victoria en las elecciones presidenciales de Franklin D. Roosevelt (1932) sobre Herbert Hoover marcó el final político de las doctrinas del laissez-faire. Se necesitaban nuevas políticas y nuevas explicaciones, que fue lo que en ese momento proporcionó Keynes. En su ya citada Teoría general (1936), aparecía un axioma central que puede resumirse en dos grandes afirmaciones: (1) las teorías existentes sobre el desempleo no tenían ningún sentido; ni un nivel de precios elevado ni unos salarios altos podían explicar la persistente depresión económica y el desempleo generalizado; (2) por el contrario, se proponía una explicación alternativa a estos fenómenos que giraba en torno a lo que se denominaba demanda agregada, es decir, el gasto total de los consumidores, los inversores y las instituciones públicas. Cuando la demanda agregada es insuficiente, decía Keynes, las ventas disminuyen y se pierden puestos de trabajo; cuando la demanda agregada es alta y crece, la economía prospera. A partir de estas dos afirmaciones genéricas, surgió una poderosa teoría que permitía explicar el comportamiento económico. Esta interpretación constituye la base de la macroeconomía contemporánea. Puesto que la cantidad de bienes que puede adquirir un consumidor está limitada por los ingresos que éste percibe, los consumidores no pueden ser responsables de los altibajos del ciclo económico. Por lo tanto, las fuerzas motoras de la economía son los inversores (los empresarios) y los gobiernos. Durante una recesión, y también durante una depresión económica, hay que fomentar la inversión privada o, en su defecto, aumentar el gasto público. Si lo que se produce es una ligera contracción, hay que facilitar la concesión de créditos y reducir los tipos de interés (substrato fundamental de la política monetaria), para estimular la inversión privada y restablecer la demanda agregada, aumentándola de forma que se pueda alcanzar el pleno empleo. Si la contracción de la economía es grande, habrá que incurrir en déficit presupuestarios, invirtiendo en obras públicas o concediendo subvenciones a fondo perdido a los colectivos más perjudicados.

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