J. M. Keynes: Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. ................................. Tal vez un breve resumen de la teoría de la ocupación que se desarrollará en el curso de los siguientes capítulos pueda ayudar al lector en esta etapa, aun cuando quizá no sea completamente inteligible. Los términos usados se aclararán con mayor cuidado en su oportunidad. En este resumen supondremos que el salario nominal y el costo de los otros factores son constantes por unidad de trabajo empleado; pero esta simplificación, de la que prescindiremos después, se usa únicamente para facilitar la exposición. El carácter esencial del argumento es exactamente igual, sin importar que los salarios nominales, etc., sean o no susceptibles de modificarse. El bosquejo de nuestra teoría puede expresarse como sigue: cuando aumenta la ocupación aumenta también el ingreso global real de la comunidad; la psicología de ésta, es tal que cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece, pero no tanto como el ingreso. De aquí que los empresarios se resentirían de una pérdida si el aumento total de la ocupación se destinara a satisfacer la mayor demanda de artículos de consumo inmediato. En consecuencia, para justificar cualquier cantidad dada de ocupación, debe existir cierto volumen de inversión que baste para absorber el excedente que arroja la producción total sobre la que la comunidad decide consumir cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel; porque a menos que exista este volumen de inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirles a ofrecer la cantidad de ocupación de que se trate. Se desprende, por tanto, que, dado lo que
llamaremos la propensión a consumir de la comunidad, el nivel de equilibrio de la ocupación, es decir, el nivel que no induce a los empresarios en conjunto a ampliar o contraer la ocupación, dependerá de la magnitud de la inversión corriente. El monto de ésta dependerá, a su vez, de lo que llamaremos el incentivo para invertir, que, como después se verá, depende de la relación entre la curva de eficiencia marginal del capital y el complejo de las tasas de interés para préstamos de diversos plazos y riesgos. Así, dada la propensión a consumir y la tasa de nueva inversión, sólo puede existir un nivel de ocupación compatible con el equilibrio, ya que cualquier otro produciría una desigualdad entre el precio de la oferta global de la producción en conjunto de su demanda global. Este nivel no puede ser mayor la ocupación plena, es decir, el salario real no puede ser menor que la desutilidad marginal del trabajo; pero no existe lo general, para esperar que sea igual a la ocupación plena. La demanda efectiva que trae consigo la plena ocupación es un caso especial que sólo se realiza cuando la propensión a consumir y el incentivo para invertir se encuentran en una relación mutua particular. Esta relación particular, que corresponde a los supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una relación óptima; pero sólo puede darse cuando, por accidente o por designio, la inversión corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente del precio de la oferta global de la producción resultante de la ocupación plena, sobre lo que la comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en ese estado.
Esta teoría puede resumirse en las siguientes proposiciones: 1) En determinada situación de la técnica, los recursos y los costos, el ingreso (tanto monetario como real) depende del volumen de ocupación N. 2) La relación entre el ingreso de la comunidad y lo que se puede esperar que gaste en consumo, designada por Di, dependerá de las características psicológicas de la comunidad, que llamaremos su propensión a consumir. Es decir, que el consumo dependerá del nivel de ingreso global y, por tanto, del nivel de ocupación N, excepto cuando ocurre algún cambio en la propensión a consumir. 3) El volumen de trabajo N que los empresarios deciden emplear depende de la suma (D) de dos cantidades, es decir, D1, la suma que se espera gastará la comunidad en consumo, y D2, la que se espera que dedicará a nuevas inversiones. D es lo que antes hemos llamado demanda efectiva. 4) Desde el momento que D1 + D2 = D = F (N), en donde F es la función de la oferta global, y como, según hemos visto en 2), D1 es función de N, que puede escribirse X(N), dependiendo de la propensión a consumir, se deduce que F (N) - X (N) = D2. 5) De aquí se desprende que, en equilibrio, el volumen de ocupación depende: a) de la función de la oferta global, F; b) de la propensión a consumir, X; y c) del volumen de inversión, D2. Esta es la esencia de la teoría general de la ocupación. 6) Para cada valor de N hay una productividad marginal correspondiente de la mano de obra en las industrias de artículos para asalariados, la que determina el salario real. El párrafo 5)
está sujeto, por tanto, a la condición de que N no puede exceder de aquel valor que reduce el salario real hasta igualarlo con la desutilidad marginal de la mano de obra. Esto quiere decir que no todos los cambios en D son compatibles con nuestro supuesto provisional de que los salarios nominales son constantes. Por esta razón será necesario, para realizar una exposición más completa de nuestra teoría, renunciar a esta hipótesis. 7) En la teoría clásica, de acuerdo con la cual D = F (N) para todos los valores de N, el volumen de ocupación está en equilibrio neutral en todos los casos en que N sea inferior al máximo, de manera que puede esperarse que la fuerza de la competencia entre los empresarios lo eleve hasta dicho valor máximo. Sólo en este punto, según la teoría clásica, puede existir equilibrio estable. 8) Cuando la ocupación aumenta, D, hará la propio, pero no tanto como D; ya que cuando el ingreso sube, el consumo lo hará también, pero menos. La clave de nuestro problema práctico se encuentra en esta ley psicológica; porque de aquí se sigue que cuanto mayor sea el volumen de ocupación, más grande será la diferencia entre el precio de la oferta global (Z) de la producción correspondiente y la suma (D1) que los empresarios esperan recuperar con los gastos de los consumidores. Por tanto, si no ocurren cambios en la propensión a consumir, la ocupación no puede aumentar, a menos que al mismo tiempo D2 crezca en tal forma que llene la diferencia creciente entre Z y D1. Por consiguiente, el sistema económico puede encontrar en sí mismo un equilibrio estable con N a un nivel inferior a la ocupación
completa, es decir, al nivel dado por la intersección de la función de demanda global y la función de oferta global - excepto en los supuestos especiales de la teoría clásica, de acuerdo con los cuales actúa alguna fuerza que, cuando la ocupación aumenta, siempre hace que D2 suba lo suficiente para cubrir la distancia creciente que separa a Z de D1. El volumen de ocupación no está, pues, fijado por la desutilidad marginal del trabajo, medida en salarios reales, excepto en el caso de que la oferta disponible de mano de obra para una magnitud dada de salarios reales señale un nivel máximo a la ocupación. La propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva determinan, entre ambos, el volumen de ocupación, y éste está ligado únicamente a un nivel determinado de salarios reales -no al revés.-. Si la propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva se traducen en una insuficiencia de la demanda efectiva, el volumen real de ocupación se reducirá hasta quedar por debajo de la oferta de mano de obra potencialmente disponible al actual salario real, y el salario real de equilibrio será mayor que la desutilidad marginal del nivel de equilibrio de la ocupación. Este análisis nos proporciona una explicación de la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia; porque la simple existencia de una demanda efectiva insuficiente puede, y a menudo hará, que el aumento de ocupación se detenga antes que haya sido alcanzado el nivel de ocupación plena. La insuficiencia de la demanda efectiva frenará el proceso de la producción aunque el producto marginal de la mano de obra exceda todavía en valor a la desutilidad marginal de la ocupación.
Más aún, cuanto más rica sea la comunidad, mayor tenderá a ser la distancia que separa su producción real de la potencial y, por tanto, más obvios y atroces los defectos del sistema económico; porque una comunidad pobre estará propensa a consumir la mayor parte de su producción, de manera que una inversión modesta será suficiente para lograr la ocupación completa; en tanto que oportunidades de inversión
una
comunidad
rica
tendrá
que
descubrir
mucho más amplias para que la propensión a ahorrar de sus miembros más opulentos sea compatible con la ocupación de los más pobres. Si en una comunidad potencialmente rica el incentivo para invertir es débil, entonces, a pesar de su riqueza potencial, la actuación del principio de la demanda efectiva la empujará a reducir su producción real hasta que a pesar de dicha riqueza potencial, haya llegado a ser tan pobre que sus excedentes sobre el consumo se hayan reducido lo bastante para corresponder a la debilidad de incentivo para invertir. Pero falta lo peor: no solamente es más débil la propensión marginal a consumir en una comunidad rica, sino que, debido a que su acumulación de capital es ya grande, las oportunidades para nuevas inversiones son menos atractivas, a no ser que la tasa de interés baje lo bastante deprisa, lo cual nos lleva a la teoría del interés y a las razones por las cuales no baja automáticamente al nivel apropiado, de lo que nos ocuparemos en el Libro IV. En esta forma, el análisis de la propensión a consumir, la definición de eficiencia marginal del, capital y la teoría de la tasa de interés son las tres lagunas principales de nuestros conocimientos
actuales, que es necesario llenar. Cuando esto se haya logrado encontraremos que la teoría de los precios ocupa su lugar apropiado como subsidiaria de nuestra teoría general. Veremos después, sin embargo, que el dinero juega papel esencial en nuestra teoría de la tasa de interés e intentaremos desentrañar las características peculiares del dinero que lo distinguen de otras cosas. ..................... L. Pasinetti: Crecimiento y distribución de la renta ............................... Rasgos ricardianos del análisis de Keynes Podemos considerar ahora brevemente los instrumentos analíticos de Keynes. El rasgo más notable que aparece inmediatamente es la clara ruptura de Keynes con la tradición, nacida sesenta años antes, de la teoría económica marginalista y su retorno a los métodos de análisis de los primeros economistas clásicos de comienzos del XIX. La concepción entera de un sistema económico como el que está tras las ecuaciones (anteriores) es típicamente clásica. El empleo de variables macroeconómicas, la división de todos los agentes económicos en grandes categorías (consumidores y empresarios, en el caso de Keynes), el propósito de determinar el tipo de interés y por implicación, la distribución de la renta fuera del campo de la producción, son rasgos, todos ellos, heredados del análisis económico clásico. Incluso la tabla de la eficiencia marginal del capital, que pudiera parecer, ante una mirada superficial, perteneciente al análisis económico marginalista, cuando se examina con
mayor profundidad resulta tener un origen bastante diferente. La ordenación de todos los proyectos de inversión con arreglo a un orden decreciente de rentabilidad, que realiza Keynes, tiene afinidad con la ordenación de Ricardo de todas las tierras según un orden decreciente en fertilidad que con cualquier elaboración económica marginalista. Y en todo caso, no existe ninguna necesidad de considerar la tabla de eficiencia marginal del capital de Keynes como expresión de una teoría del capital basada en la productividad marginal. Esta teoría su pone necesariamente una relación monótona inversa entre intensidad de capital y tipo de interés. Pero éste no es el caso de la ordenación de los proyectos de inversión que establece Keynes. En una situación de estancamiento, el último proyecto que se realizase podría muy bien ser el menos intensivo en capital de todos ellos, y por consiguiente supondría una disminución (y no un aumento) del volumen medio de capital por persona empleada. Pasando a una comparación más concreta, las semejanzas analíticas más evidentes aparecen al situarle frente al modelo ricardiano. A pesar del comprensible entusiasmo de Keynes hacia Malthus (por razón del tratamiento que éste dio a la demanda efectiva) y a, pesar de lo frecuente de sus duros comentarios sobre Ricardo, es básicamente el método de análisis de Ricardo el que Keynes resucitó. La indicación más representativa en este sentido se encontrará en la manera directa de presentar Keynes sus supuestos. Como Ricardo, siempre busca lo esencial. Y selecciona para el análisis las variables que considera más importantes. Todas las demás, que
originan complicaciones sin importancia -aunque, como él dice, siempre las ”mantiene en el fondo de su mente” para las necesarias salvedades-, son, a los fines inmediatos, congeladas mediante simples supuestos. La consecuencia característica de este procedimiento es que de Keynes surge, como de Ricardo, un sistema de ecuaciones del «tipo causal» o, como podríamos también decir, del ”tipo descomponible”, completamente
en
oposición
al
sistema
de
ecuaciones
simultáneas
interdependientes. Si consideramos de nuevo las ecuaciones anteriores advertiremos en ellas una sucesión lógica muy definida, la cual determina las variables (incluso si algunas de ellas pueden formar pequeños subsistemas interdependientes). Si indicamos la ordenación causal mediante una flecha, podemos, en efecto, escribir: Y= C+S l Y Y (L, M) -> i -> j(E,i) -> I ->
+
C = f(Y) l C En otras palabras, la función Y determina i con independencia de todo lo demás. Una vez obtenido i, la función j determina I con independencia de todo lo demás. Y finalmente, obtenido I, las últimas ecuaciones forman entr e sí un subsistema que determina Y y C. Contra la actitud -tan común entre los teóricos de la economía marginalista según la cual todo depende de todo», Keynes (como Ricardo), toma la actitud opuesta Y afirma que una de las tareas del teórico consiste en especificar él mismo qué variables son suficientemente interdependientes para estar mejor representadas por relaciones simultáneas, y qué variables
muestran tal dominante dependencia en una dirección (y tan escasa dependencia en la dirección opuesta) que se representan mejor por relaciones de dirección única El ejemplo más notable de la eficacia de este enfoque es esa pieza, tan importante, del análisis de Keynes que ha resuelto el problema de la relación entre volumen de inversión y volumen de ahorro. En esta cuestión Keynes había atacado un firme pilar de la teoría tradicional, que mantenía que volumen de ahorro y volumen de inversión son determinados simultáneamente al hacerlos iguales el tipo de interés. La teoría alternativa que ofrece Keynes surge de las ecuaciones anteriores: I es determinado por con independencia de todo lo demás; después, las ecviaciones determinan Y y C. Pero como el ahorro total S es, por definición: S=Y–C Se sigue de ello que S=I En el sentido que I -> S El volumen total de ahorro es, por decirlo así, una variable enteramente pasiva, que siempre acaba por ser igual al volumen total de inversión, cualesquiera que sean las decisiones de ahorrar. En el análisis de Keynes, que se realiza en términos del multiplicador instantáneo, este resultado se alcanza inmediatamente. Pero se confirma este mismo resultado e incluso se muestra mejor mediante el uso del multiplicador ”retardado”, que supone una larga serie de pasos sucesivos que muestran como las decisiones de ahorrar van adaptándose por sí mismas a la inversión, a través de las variaciones de la renta. A lo largo de todo este proceso – lo mismo en
situaciones de desequilibrio que en el equilibrio -el volumen efectivamente ahorrado es siempre, y en cada paso, igual al volumen predeterminado de inversión. La importancia práctica de estos resultados ha sido decisiva para la aceptación general de la teoría de Keynes. Así como la teoría económica tradicional, con todas sus complicadas interdependencias, había sido incapaz de distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es, y había ofrecido recomendaciones que eran, en el mejor de los casos, inconclusivas y a veces indudablemente erróneas, Keynes, fue capaz de ofrecer prescripciones claras, rigurosas y extremadamente poderosas sobre lo que había que hacer para salir de las situaciones de estancamiento. Esto es lo que le convirtió en el economista más influyente de nuestro tiempo. .......... R.Skidelsky, La recepción de la revolución keynesiana ......... En Keynes podemos encontrar dos líneas de pensamiento. La primera se refiere a la erosión de las condiciones sociales y psicológicas que habían mantenido el sistema (del siglo XIX]. Éste se basaba a en el poder de las clases medias para determinar la distribución de renta de la sociedad de una forma altamente favorable a la misma clase (...). Como dijo Keynes, ”las clases capitalistas podían decir que la mejor parte del pastel era suya (...)con la condición tácita de que en la práctica consumirían sólo una pequeña parte del mismo”. En el siglo XX, el poder no contestado de la clase capitalista para determinar la distribución de la renta había dado lugar a la
lucha de clases, y la vieja psicología puritana estaba dejando su lugar a una psicología hedonista. Keynes parece que consideraba la primera guerra mundial como el catalizador de los dos procesos; la guerra había, dijo, ”abierto la posibilidad del consumo a todos y de la vanidad de la abstinencia a muchos”. La segunda línea de pensamiento oportunidades de inversión
se
refiere
al
agotamiento
de
las
privada (...). Lo que aparentemente creía era que el siglo XIX había ofrecido unas oportunidades excepcionales para la inversión privada que habían superado por sí mismas la tendencia inherente, con una distribución desigual de la renta, a que la demanda de bienes fuese menor que la capacidad productiva (...). Estas oportunidades no existían en las economías inmaduras y en las condiciones no asentadas del siglo XX: de ahí la necesidad, tal como expresara en 1925, de ”algún acto coordinado de juicio intelectual” en lo que se refiere a las proporciones de la renta nacional que deberían dirigirse al ahorro y al consumo, y a la forma en que el ahorro debería distribuirse.
Capítulo 7: COMPARACIÓN ENTRE EL MODELO CLÁSICO Y EL DE KEYNES El propósito de este tema es mostrar dos puntos de vista distintos del ciclo económico y los problemas principales del desempleo y la inflación. Primero se presenta la teoría clásica. La opinión de Keynes se expone como crítica a la teoría clásica. TEORÍA CLÁSICA La teoría clásica consiste esencialmente en la aplicación del «laissez faire» (o sea, «dejar hacer», sin interferencia del gobierno) del capitalismo puro. En esta visión, los ciclos
económicos son procesos naturales de ajustes que no requieren ninguna acción por parte del gobierno. En la explicación de Adam Smith sobre la mano invisible, el proceso que hace que las empresas produzcan lo que la gente desea, el gobierno no es necesario: la economía resuelve por sí sola sus problemas. LEY DE SAY La ley de Say afirma que la oferta crea su propia demanda. Esto significa que la renta que alguien obtiene de la producción de ciertos bienes le permitirá comprar mercancías producidas por otros. Puesto que todo el mundo necesita comprar mercancías, intentarán producir bienes para obtener ingresos y así comprar lo que desean. De este modo, los mercados de productos estarán necesariamente en equilibrio constante. Los trabajadores obtienen ingresos para poder comprar los distintos productos que desean. Así, trabajando y produciendo mercancías, estos trabajadores generan los ingresos con los que comprar estas mercancías. MERCADO MONETARIO CLÁSICO Si parte de la renta no se consume inmediatamente, entrará en el mercado monetario como ahorro. Este ahorro volverá a la economía como inversión (aumento de capital) cuando alguien solicita un préstamo. El interés pagado por los prestatarios a quienes ahorran asegura que no haya ahorros no utilizados. El mercado monetario alcanza el equilibrio por medio de un ajuste en el tipo de interés. El interés que se paga a los ahorradores es un estímulo para prestar dinero. Cuando el tipo de interés es alto, la gente se siente más inclinada a ahorrar o prestar. Por otra parte, si el tipo de interés es alto, los prestatarios no desearán grandes préstamos. Así, el mercado tiende al equilibrio gracias a la influencia del tipo de interés. FLEXIBILIDAD DE PRECIOS Y SALARIOS La teoría clásica propone que todos los mercados alcanzan el equilibrio gracias a ajustes en precios y salarios, que son flexibles. Por ejemplo, si existe un exceso de fuerza de trabajo o de productos, el salario o el precio de éstos se ajustará para absorber dicho exceso. Si los precios y los salarios son flexibles, los mercados se equilibran. Por ejemplo, si hay mucho paro, las empresas pueden emplear trabajadores por salarios más bajos, pero al emplear a más trabajadores reducen el desempleo. DESEMPLEO INVOLUNTARIO La teoría clásica propone que no existe desempleo involuntario porque un ajuste en los salarios asegura que los desempleados encontrarán otro empleo. Además, como los trabajadores necesitan comprar mercancías, aceptarán trabajos peor pagados. Si los salarios son flexibles, como aseguran los economistas clásicos,
una disminución de salarios permite que las empresas empleen a más trabajadores. Solamente aquéllos que son renuentes a trabajar por salarios más bajos seguirían en paro. CONTROVERSIA ENTRE LA TEORÍA CLÁSICA Y LA DE KEYNES La teoría del empleo de Keynes parte de una crítica de la teoría clásica. En esta crítica, Keynes argumenta que: § ahorradores e inversores tienen planes incompatibles, por lo que es posible que no se llegue a establecer un equilibrio en el mercado de valores, § los precios y los salarios tienden a ser rígidos, por lo que es posible que no exista equilibrio en los mercados de productos y de trabajo, § han existido períodos de desempleo severo (que la teoría clásica niega). La teoría de Keynes fue desarrollada inmediatamente después de la gran depresión. En esa época resultaba muy difícil sostener que solamente existe desempleo voluntario, cuando millones de trabajadores estaban en paro. PLANES DE AHORRO-INVERSIÓN DE KEYNES Keynes demostró que ahorradores e inversores son grupos que no siempre se relacionan: están separados por intermediarios financieros (bancos). Durante una recesión, aunque el tipo de interés sea muy bajo, la inversión puede no igualar al ahorro porque 1) los prestatarios tienen pocas perspectivas de ventas, 2) los bancos no se animan a prestar porque lo consideran arriesgado, y 3) los ahorradores prefieren esperar que haya intereses más altos. Esto causa la denominada trampa de liquidez: parte de los ahorros son improductivos. Los bancos tienden a ser muy prudentes a la hora de conceder préstamos a empresas cuando las previsiones económicas no son prometedoras, y esta reticencia contribuye a agravar la desaceleración económica. RIGIDEZ PRECIOS-SALARIOS SEGÚN KEYNES Keynes postula que los precios y los salarios no son flexibles, como afirma la teoría clásica. Los salarios tienden a tener un límite inferior, es decir, a no bajar de un cierto mínimo porque los trabajadores no aceptan salarios que no les permitan vivir adecuadamente; esto se refuerza por las acciones de los sindicatos. Si los salarios son demasiado bajos, existirá desempleo. En el caso de los precios, las empresas que producen artículos muy caros prefieren reducir la producción y despedir a trabajadores que bajar los precios. Su poder monopolístico normalmente les permite actuar así. Desde mediados de los años 80, se han dado varios casos en los que los empleados han aceptado recortes en sus salarios, por ejemplo, en las líneas aéreas y el sector del metal. Aparte de estas excepciones, las disminuciones de los salarios son extremadamente raras. La pauta general es de aumentos continuos, equivalentes al menos a la subida en el coste de la vida.
DEMANDA AGREGADA La demanda agregada representa gráficamente la suma total de lo que una familia quiere y puede comprar a distintos niveles de precios. La demanda agregada puede considerarse como una combinación de todos los productos que la gente desea comprar. EFECTO REAL DEL EQUILIBRIO La demanda agregada es una curva de pendiente descendente debido al efecto real del equilibrio, ya que si los precios son muy altos, el poder adquisitivo del dinero disminuye y la gente tiende a sentirse más pobre y compra menos. Si los precios son bajos, el poder adquisitivo del dinero aumenta, y la gente tiende a sentirse más rica y a comprar más. La relación matemática entre los tipos de interés y los activos financieros es inversamente proporcional. Los mercados de acciones, como la bolsa de valores de Nueva York, son muy sensibles a la inflación, causa principal de la subida de los tipos de interés. Esta sensibilidad se observó en el desplome de la bolsa del 19 de octubre de 1987, así como en las reacciones del mercado de valores cuando el Banco de la Reserva Federal en Estados Unidos bajó los tipos de interés en 2001. OFERTA AGREGADA La oferta agregada se compone de tres secciones: la rama clásica es vertical, la rama de Keynes es horizontal y la rama intermedia es ascendente. Graph G-MAC7.1
La oferta agregada se puede explicar como la combinación de todos los
bienes producidos por las empresas: equivale al PNB, descontando la actividad económica del gobierno. RAMA CLÁSICA La rama clásica de la oferta agregada es vertical por la proposición de la teoría clásica de que los precios se ajustan de modo que el resultado sea siempre el pleno empleo. En esta rama, una demanda agregada en expansión causa inflación, mientras que una demanda agregada en recesión la reduce. Hay muchos sectores de la economía en los que todos los ajustes se producen mediante cambios en los precios. Por ejemplo, todas los bienes relacionados con la moda: si hay una gran demanda de un vestido, su precio será muy alto, pero si el vestido está pasado de moda, el precio será muy bajo y, finalmente, se dejará de producir. RAMA KEYNESIANA La rama keynesiana de la oferta agregada corresponde a la proposición de que cuando el precio es muy bajo, las empresas prefieren reducir la producción en vez de vender con pérdidas. En esta curva, cualquier cambio en la demanda agregada producirá un cambio en la producción. Así, en caso de recesión, la política gubernamental correcta es incrementar la demanda agregada, por ejemplo, aumentando el gasto público. Muchos sectores de la economía experimentan muy pocos cambios en los precios, pero sufren cambios importantes en el volumen de producción y el número de empleados. Por ejemplo, los fabricantes de automóviles ofrecen rebajas que no llegan ni al 10% del valor del vehículo. Comparado a cambios de precio del orden del 50% o más en la ropa, por ejemplo, las rebajas en los automóviles son muy pequeñas. La razón es que los costes de producción fijos en este sector son muy grandes. No es infrecuente el cierre de plantas enteras de montaje de automóviles durante las épocas de recesión. RAMA INTERMEDIA Esta rama intermedia de la oferta agregada representa el caso de la inflación preliminar o sectorial: cuando la demanda crece, algunos sectores de la economía pueden sufrir estancamientos y exigir que los precios aumenten, porque no pueden incrementar la producción. Algunos sectores de la economía tienden a experimentar cambios de precio y cantidad al mismo tiempo. Esto sucede en todos los sectores de bienes de consumo, tales como radios y televisores, o de equipamiento deportivo. POLÍTICAS DE LA DEMANDA AGREGADA Cuando la intersección de la oferta y la demanda agregadas ocurre en la rama horizontal keynesiana se produce recesión y excesivo desempleo: la política recomendada sería estimular la demanda agregada, o sea, incrementar el gasto. Cuando la intersección está
situada en la rama vertical clásica, existe inflación: la política recomendada sería reducir la demanda agregada, o sea, reducir el gasto. Graph G-MAC7.2
Durante los años 60 y 70, la administración estadounidense hizo hincapié en estimular la demanda agregada para controlar el desempleo. El control de la inflación se alcanzó con la ayuda de cambios fiscales o controles sobre precios y salarios. POLÍTICAS LATERALES DE LA OFERTA Las políticas laterales de la oferta se pueden mostrar atribuyendo los períodos de estanflación (precios altos y bajo nivel de producción) a desplazamientos ascendentes de la oferta agregada. La política recomendada entonces no sería una demanda agregada creciente que agravaría la inflación, sino por el contrario, un desplazamiento descendente de la oferta agregada mediante la reducción de los costes de producción. Durante los años 80, la administración estadounidense intentó controlar la economía utilizando medidas que afectaban a la oferta. Por ejemplo, las regulaciones, restricciones y subsidios decretados por las agencias gubernamentales afectan a los costes de producción.