Jose Jorquera - Articulo Revista Raices De Expresion

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Trabajo publicado en Revista Raíces de Expresión, PUCV, Valparaíso, Año 6 N°5, 2007. ISSN: 0718-5146

¿INEFICIENCIA DEL ESTADO O ABUNDANCIA DE DES-ORDEN?* Visiones contrapuestas sobre la criminalidad en Valparaíso. 1900 – 1930. José F. Jorquera Pulgar**.

“…Ya es tiempo sobrado que las autoridades tomen algunas medidas tendientes a disminuir la criminalidad”1

Una Sociedad en Transición. Entre el espectáculo y la vigilancia.

Hablar de la sociabilidad chilena en los albores del siglo XX, no es tan sólo desarrollar el tema en base a lo que hizo – y no hizo – la oligarquía que estaba asentada en el gobierno. No es sólo hablar de sus grandes comidas y fiestas, ni del lujo en que ellos viven, de sus lugares de socialización y de conversación política, tampoco lo son sus decisiones políticas, en la que algunos creen que abarcaban a toda la sociedad. La sociabilidad chilena es esto y mucho más, ya que es también la vida cotidiana y privada, el imaginario colectivo de la sociedad, las experiencias de vida de los sujetos históricos, la vida en la pobreza, la explotación en el trabajo o la carencia de éste, la experiencia de la pujante clase media, etc. Hablar de la sociabilidad chilena, es también señalar que se trata de una sociedad en transición entre lo tradicional – asociado a lo rural y lo bárbaro – y lo moderno – vinculado con la urbanidad y lo civilizado. ¿A qué nos referimos con que la sociedad chilena de los inicios del siglo XX fue una sociedad en transición? En primer lugar, una sociedad en transición corresponde a que existen nuevas relaciones de propiedad, con leyes que todavía no han sido completamente * Este trabajo corresponde a una investigación iniciada el mes de julio de 2006, en el marco del Seminario de Especialización de la carrera de Pedagogía en Historia y Cs. Sociales de la Universidad de Valparaíso. Mis agradecimientos a mis compañeros, y al profesor Patricio Herrera por las orientaciones bibliográficas y teóricas dadas para la conclusión de este trabajo. ** Alumno de 4° Año, Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso. E-Mail: [email protected]. 1 Sucesos, año I, N° 22, Enero 23, 1903, Pág. 15.

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conocidas y aceptadas, porque rompían con los comportamientos económicos tradicionales2. Para comprender aquello, debemos establecer que en Chile, desde el periodo de Manuel Montt como presidente (1850-1859) empieza a instaurarse un sistema liberal tanto en lo económico y en lo político, por lo que se comenzó a establecer nuevas relaciones en ambos casos. Para el estado Liberal, la premisa que lo sostuvo y que sirvió de base para el desarrollo de su teoría fue la de superar la desigualdad existente en la sociedad, originada en el sistema centralizado y absolutista hispanocolonial. A través de esta idea, se buscó establecer ciertos lineamientos en la sociedad, para que ésta llegara a su fin. En primer lugar, este sistema buscó una nueva legitimidad en el ejercicio del poder, que se sustentó en la creación de códigos- civil y penal-, lo que provocó el alejamiento de la iglesia de la política, clara herencia del iluminismo. El sistema liberal, por ende, buscó desestimar toda herencia de tradición, estableciendo la vigilancia de las conductas, penetrando en todos los intersticios de la sociedad, monopolizando, por medio de la acción emprendida desde y para el Estado, las ideas de orden y de control. En relación a la justicia, el Estado Liberal buscó a través de su administración, solucionar los problemas acontecidos en la sociedad, y sobre todo, en la comunidad. Esto se debió a la concepción de orden asumida, estableciendo el control de toda la sociedad, y por ende, penetrando por todos los intersticios de ella, ya sea en lo político, lo económico, lo social, las formas de relaciones interpersonales y en la resolución de los conflictos. El Estado, como instaurador de orden, eliminó la noción de justicia por parte de las comunidades locales, las cuáles, antes y durante la construcción del Estado republicano, eran capaces de solucionar sus problemas, puesto que se valían de sus sistemas consuetudinarios de justicia, lo que equivale al control de las conductas desviadas por parte del juez de la época: los vecinos. Las personas estaban sometidas no al control del Estado, sino que al control de la comunidad, ya que era ella la que velaba por las buenas conductas. Más allá de la pena legal, establecida por la justicia colonial, fue más eficaz la pena establecida por la comunidad hacia el sujeto que cometía la conducta desviada, ya que se pierde el sentimiento de confianza por parte de los vecinos, lo que provocaba la huida del sujeto, al no poder soportar la presión de la comunidad. Entonces, este sistema al ser

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Pedro Trinidad Fernández, La defensa de la sociedad. Cárcel y delincuencia en España (siglos XVIII-XX). Alianza, 1991, Pág. 235.

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consuetudinario, por lo tanto, que se traspasa por la vía oral y gestual, estaba alejado de los principios liberales, que buscaron la codificación de las leyes, ya que lo oral era parte de la tradición, lo cuál, bajo los preceptos del Estado Liberal, debía ser eliminado3, o sea, es en la brecha entre cultura oral y cultura escrita, donde se pueden observar mayores distancias, con un correlato entre medio urbano y mundo rural4. Se pasa de lo oral a lo codificado, lo que implicó la eliminación de la comunidad como árbitro en sus conflictos internos. Pero el hecho que se pasara a una codificación de las leyes, no hizo que éstas lleguen a toda la sociedad, ya que, por un lado, había un alto índice de analfabetismo, por lo que no toda la población pudo acceder a la lectura de los códigos, y por otro lado el Estado se aprovechó de la ignorancia de sus habitantes para establecer un sometimiento a todo evento, ya que el poder político se legitima a través de una masa inerme, conformista y sometida sobre todo, a la concepción de orden. El orden es el elemento que le permite a la sociedad política mantenerse en el poder. Por lo tanto, no es extraño que Portales mencione que El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública5. Para mantener esta situación, se estableció la codificación legal, pero no hay una publicación de ellas hacia el resto de la población, lo que sumado a la ignorancia y al analfabetismo, provocó el hecho de que las personas no sabían si hacían algo malo o no, ya que no conocen el marco de legalidad que se buscó imponer verticalmente. Pero la intencionalidad de todo esto, es establecer el control de las conductas que el sistema liberal busca mantener, lo que implica eliminar lo tradicional, también todo lo que es considerado bárbaro, ya que se buscó la completa civilización de la sociedad, para que ésta se adhiera al control liberal. En sencillas palabras, todo aquel que no respete el orden, fue castigado por el órgano estatal. Toda implantación de un sistema nuevo en cualquier sociedad, es un proceso que lleva muchos años para que madure a su máxima expresión, ya que no es un cambio fácil, debido a que debe abarcar un enorme universo de personas, y diversos modos de vida. Y también demora, ya que no todos los actores sociales están de acuerdo con ésta

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Estas ideas están mayormente desarrolladas en Ibid. Págs 79-111. Tomás Cornejo, Manuela Orellana, la criminal, Santiago, Tajamar Editores, 2006, Pág. 15. 5 Véase la carta de Diego Portales a Joaquín Tocornal, el 16 de julio de 1832, en Guillermo Feliz Cruz, Epistolario de Don Diego Portales, Santiago, 1937, Tomo II, Págs. 226-230. 4

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implantación vertical de un andamiaje nuevo que sustente a la sociedad. Por ambos motivos, es válido señalar que el periodo que abarca nuestro estudio – al menos en sus primeros años – es constitutivo de una sociedad en transición, ya que se está instaurando el sistema liberal, pero no a cabalidad, lo que implica que aún se mantienen ciertos rasgos que corresponden a una sociabilidad tradicional. Fue difícil lograr aquel cambio de manera rápida, ya que fue necesario un proceso de acomodo de conductas y de fijaciones sobre el cuerpo y las actividades de los hombres y mujeres. El aspecto de transición no sólo se explica por medio de lo político y lo económico, sino que también por medio de la justicia y del uso que se hace de ella, las formas de castigar, los crímenes que se castigan y de qué manera se castigan. Por lo tanto, éste aspecto anteriormente mencionado, también se ve en el proceso de transformación de la penalidad, que es incitada por el propio sistema liberal. Se pasa desde una noción del delito más bien casuística, lo que quiere decir que a tales delitos se le ejecutan ciertos castigos, y los castigos son para delitos que tienen una razón de ser, de existir, o sea, que tengan una causa física, material, tangible. Se deja afuera de esta noción, todo delito que ha sido por motivos no materiales, sino de conciencia o de procesos cognoscitivos que derivan en psicopatologías. Cuando la noción casuística muta a una noción de peligrosidad6, esto cambia ya que, con la psiquiatrización de la criminalidad, pueden ser punibles delitos que antes no lo eran por tener una razón físicamente inexistente7. También hubo un cambio en lo que se refiere a la forma en llevar a efecto los castigos, ya que se cambió desde una civilización del espectáculo, en la cuál los delitos tuvieron castigos que eran vistos por el resto de la comunidad, conteniendo una cuota de suplicio para que causara miedo, convertido así en una instancia ejemplarizadora para el resto de la población, para que no replique esas prácticas ‘conspirativas contra el orden triunfante. Este fue un claro rasgo de la política absolutista, práctica político-estratégica extendida en la Europa occidental del siglo XVII-XIX y en las colonias americanas del Imperio Español. Pero cuando la pena ya no causó la sensación antes mencionada, se despliega la civilización de la vigilancia, por la cuál, todas las conductas públicas, y en menor medida privadas, son observadas a fin de 6

Ésta implica que hay que tener especial cuidado en los sujetos llamados peligrosos ya que pueden cometer cualquier delito producto de su condición peligrosa para la sociedad. De ahí deriva la detención por sospecha que es recurrente en nuestro período de estudio. El estudio de los individuos peligrosos es materia de los antropólogos y sociólogos de la criminalidad. 7 Michel Foucault, La vida de los hombres infames, La Plata, Altamira, 1996, Págs. 157-178.

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establecer si hay comportamientos contrarios a las emanadas por la autoridad estatal. Y también se establece la cárcel como pena universal: En nombre de la ciencia, la vindicta pública o la defensa de la sociedad y de sus buenas costumbres, las cárceles no dejaron de construirse y ampliarse, en busca de regímenes de funcionamiento que hicieran posible la rehabilitación, el castigo y la segregación8. Se deja de lado los suplicios al hombre, producto de corrientes humanizadoras en los juristas. Y, como se verá más adelante, en nuestro periodo de estudio encontraremos aspectos tanto de un marco temporal como de otro, lo que nos demuestra la idea de transición. En este sentido, por ejemplo, el mantenimiento de los fusilamientos públicos y por cierto, de la pena de muerte. Al respecto, en Sucesos, se narra lo siguiente con respecto a la pena de muerte del condenado Urbano Díaz Arancibia: “triste y doloroso es asistir a espectáculos como el que presenta un condenado a muerte, duro se hace arrancar a la sociedad a uno de sus miembros, pero es el único correctivo que puede aplicarse a los que violan las sagradas leyes de la naturaleza y la sociabilidad”…“Si un miembro de tu cuerpo está corrompido, córtalo, para evitar que el mal contamine a los demás”9. Este fragmento demuestra claramente dos aspectos: La calidad de espectáculo que tiene el ritual de la pena de muerte, ya que busca que ésta provoque el efecto de temor por parte de la sociedad para que no cometa el mismo delito que el condenado, y también la creencia de que la pena de muerte es el único correctivo para los salvajes, dejando de lado, toda política preventiva en lo relacionado a la criminalidad, como lo menciona Enrico Ferri10. Chile, a inicios del siglo XX, está en una transición en todo ámbito de realidades. En lo económico, desde 1880, recibe imprevistamente la soberanía sobre los territorios de la industria del salitre. Para Juan Cáceres – y muchos otros historiadores – el salitre fue el

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Marcos Fernández, Prisión común, imaginario social e identidad. Chile, 1870-1920, Santiago, Ed. Andrés Bello, Págs. 77-78. En relación a éste mismo tema, es también tratado en Marco Antonio León, Encierro y corrección: la configuración de un sistema de prisiones en Chile (1800-1911), Santiago, Universidad Central de Chile, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, 2003, 3 v. 9 Sucesos, año I, Mayo 8, 1903, Págs. 15-16. El subrayado es nuestro. El último texto corresponde a una cita bíblica. 10 Enrico Ferri, Sociología criminal, Madrid, Centro Editorial de Góngora, 1907, Pág. 250-334, v.1. La antropología criminal (desde 1877 en adelante) busca la respuesta a la pregunta del porqué de la criminalidad, y como se puede evitar. Éste autor la responde señalando que es posible mediante la aplicación de los sustitutivos penales, que son distintos aspectos dentro del contexto económico, social, político y cultural, que permiten evitar la criminalidad, por lo tanto se buscan soluciones por parte de la sociedad y su entorno. Esto se contrapone a la visión de otros criminólogos como Cesare Lombroso, que ve los fundamentos del crimen en la fisiología del sujeto delincuente, sin asignar importancia alguna a los aspectos sociales.

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factor gravitante de la economía chilena. Pero este hecho, provocó la dependencia hacia el comercio de aquel mineral, y el aumento de los ingresos que el país recibe, lo que junto a una mala distribución de ese ingreso (queda demostrado con la abolición de los impuestos a los empresarios), hace que el proceso modernizador chileno quede incompleto11, privilegiando solo a un grupo social, la oligarquía. Por este motivo, mientras la clase dirigente chilena aumenta su poder, surge una masa de marginados sociales y un crecimiento exponencial de la sociedad popular, que son personas que, estando dentro del sistema, se encuentran relegados. Claramente la transición implica el una modernización inconclusa, que no permea a todos los habitantes de nuestro país, por lo que se genera una política estatal por desterrar las condiciones y exponentes de la barbarie, asociadas a la tradición, ociosos y vagabundos. A pesar de los esfuerzos desplegados por el Estado, la sociabilidad de espacios y conductas aun mantienen ‘arraigos’ tradicionales muy notorios, como la lucha contra el honor, la búsqueda de la justicia con las propias manos, aspecto que se controló, al menos teóricamente, con la creación del código penal (1875). En cuanto al honor, es claramente un elemento que está en la larga duración, ya que incluso el propio código penal – el cual supone una superación de la noción de los delitos tradicionales – le da un cierto espacio a ciertos delitos relacionados con el honor y el mancillamiento de las personas, como por ejemplo, en el artículo 11, señala las circunstancias que atenúan la responsabilidad de un criminal, en su inciso 4°, se señala que éstas son la de haberse ejectuatdo el hecho en vindicación próxima de una ofensa grave causada a su autor, a su cónyuge, a sus parientes lejítimos (…)12. En un “Drama Sangriento”, como publica la Revista Sucesos, entre Carlos Jorquera – Veterano del 79’ – y Cosme Luciano Marina – Italiano de 25 años, éste último, posó sus ojos ante los encantos de Carmen Jeria, cuñada de Jorquera, en el marco de una velada de la Orquesta Filarmónica Nacional. De un momento a otro, Marina toma el puesto de director de orquesta, a lo que Jorquera respondió con insultos y groserías hacia él. Para solucionar el problema, fueron a la Calle Chillán, y Jorquera le atestó a Marina un fuerte golpe de garrote, luego, ya repuesto, Marina utilizó

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Basado en Juan Cáceres: “Crecimiento económico, delitos y delincuentes en una sociedad en transformación: Santiago en la segunda mitad del siglo XX”, en Revista De Historia Social Y De Las Mentalidades, año IV, Nº 4, Santiago, Usach, 2000, Págs. 87-89 12 Código Penal de la República de Chile, Santiago, Imprenta de la República, 1874, Pág. 11.

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una tijera a modo de puñal hiriendo a Jorquera en el corazón, produciéndole la muerte13. Presuntamente, la actitud de Jorquera se debió a los deseos que Marina tenía sobre la cuñada de Jorquera, y por éste motivo él le atestó un garrotazo al italiano, ya que solo así recuperaría el honor mancillado. En ambos casos se demuestra la transición que vive la sociedad chilena y porteña entre 1900-1930, es evidente que estamos en presencia de una tensión entre lo tradicional y lo moderno en todos los aspectos de la sociabilidad.

La vigilancia de las conductas. El aparato policiaco: Antecedentes, características y lo que se dice de ellos.

La noción de la vigilancia permanente, para evitar los actos que van en contra del sistema liberal, es claramente un aspecto moderno, ya que va a luchar contra las conductas contrarias a aquel sistema, como por ejemplo la delincuencia y los crímenes ante la propiedad privada, ya sea del cuerpo o de la tierra. Y quienes ejercen ese rol dentro del Estado es el cuerpo de policía. Era claramente un aspecto básico tener un órgano de policía para contener las conductas desviadas para mantener así el control y el orden de la población, ya que todo des-orden debe ser neutralizado de inmediato, ya que puede ser materia de ejemplo para los demás que buscan violar el sistema. Por ende, la policía es el órgano ejecutor de la vigilancia, pero en este sentido, no tiene el monopolio de aquel papel, ya que la propia sociedad también es vigilante de por sí, y es ella la que da el aviso para que se vigilen las conductas de los individuos. También la policía es el órgano ejecutor de los castigos penales de los desadaptados de la sociedad, por lo tanto es parte importante de la construcción del Estado, ya que ella contiene los múltiples “desordenes” denunciados por las autoridades y por la elite en general14. La policía en nuestro país ha tenido, desde la independencia, muchos problemas organizativos, lo que desemboca en una falta de vigilancia, lo que es nefasto para el sistema ya que los ilegalismos serán mas tolerados en base a una policía que posee un relajo en sus controles Los problemas de la policía eran básicamente un bajo presupuesto y una enorme carencia de personal policial, ambos factores unidos entre sí, ya que al haber un bajo 13

Sucesos, año I, Enero 9, 1903, Pág. 7. Fernando Purcell, Diversiones Y Juegos Populares. Formas De Sociabilidad Y Crítica Social. Colchagua, 1850-1880. Dibam, 2000, Pág. 111. 14

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presupuesto, difícilmente habría pago para muchos guardianes. Simplemente nunca hay recursos disponibles para el aparato policial, lo que nos demuestra la inestabilidad de éste. Los factores anteriormente desarrollados tienen un solo destino: la poca o casi nula vigilancia de las conductas. Cincuenta años antes, La Revista Católica, nos muestra la situación de la policía: “¿Qué desordenes impide una policía que no existe?”15. De hecho, hubo la necesidad que tuvieron los pueblos de crear sus propios cuerpos de serenos o de policías privados para poder hacer frente ante la insuficiencia de guardianes16. Un año clave para la policía de nuestro país – antes de la creación de un cuerpo más organizado como los Carabineros – fue 1891, que se promulgó la ley de comuna autónoma, mediante la cual, en su artículo N°30, señaló: “Corresponde a la municipalidad la organización i sostenimiento de la policía de seguridad. El comandante o prefecto de la policía, será nombrado anualmente por el Presidente de la República (…) La policía no podrá exceder de veinticinco hombres en cada territorio municipal que no exceda los diez mil habitantes i de dos mas por cada mil habitantes de exceso17”. Es indudable que el paso de las policías a las municipalidades es importante para el mayor ordenamiento de las fuerzas que la clase en el poder necesita, sin embargo, como se demuestra en el texto subrayado, el número de guardianes que podía sostener un cuartel eran muy pocos, lo que para los escépticos, era un número muy reducido. En Valparaíso, según estimaciones de la Revista Sucesos, hay hasta el año 1902, 60.000 habitantes18. Según la ley de comuna autónoma, a Valparaíso le corresponden 25 guardianes (por los 10.000 habitantes) y 100 guardianes más (2 por cada 1.000 habitantes de exceso, y el exceso es de 50.000 habitantes), por lo tanto, el total sería de 125 guardianes, de acuerdo a la ley. Pero en 1902 hay solo 29 guardianes19, por lo tanto, un guardián por cada 2.069 habitantes, siendo que, según la ley, debería haber un guardián por cada 480 habitantes. En 1896, por problemas económicos producto de la promulgación de esta ley – ya que el cuerpo de policías era difícilmente mantenido por los municipios – se crea la policía fiscal que es la que vela por los asuntos de la vigilancia en las ciudades más grandes de nuestro país. Según el juicio de los columnistas de Sucesos, los guardianes que habitan en las comisarías, viven en 15

Ibid. Ibid. Pág. 112. 17 Boletín de las leyes i decretos del gobierno, Santiago, Diciembre de 1891. El subrayado es nuestro. 18 Sucesos, año I, N° 12, Noviembre 14, 1902, Págs. 14-15. 19 Ibid. 29 guardianes habían para un territorio de 13.570 mt. o 107 cuadras de extensión. 16

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condiciones muy precarias, a excepción de los casados, y ganan alrededor de $2420. Los guardianes más “afortunados” en cierta medida son los casados, ya que viven con sus parejas en la comisaría, caso contrario de los solteros, ya que viven solos y duermen en piezas comunes. Los reclamos más corrientes de estos policías, radican en la incomodidad de los cuarteles, el bajo sueldo, pero sí es aprobada la instrucción que reciben. Ciertamente, no sólo los columnistas de Sucesos critican al cuerpo policial chileno. Los intelectuales en los inicios del siglo XX, analizan las deficiencias de la policía en nuestro país. Falta de educación de los jefes de policía, variaciones constantes de empleados, poca rigurosidad en los ascensos, la “improvisación” de jefes de policía y la descentralización de las policías, producto de la ley de comuna autónoma21. Se pone en entredicho a la policía chilena, ya que no está a la vanguardia de otras policías mundiales22. En este último aspecto, con respecto a lo revisado en la Revista Sucesos, se muestran grandes críticas con respecto al sistema policial en Valparaíso. De hecho se señala que el cuerpo de policía porteño no es digno de una ciudad puerto, ya que en ella abunda el robo, producto de una ineficiente policía. E incluso se reclama en demasía la ausencia del cargo de prefecto de policía, que estuvo vacante entre 1905 hasta mayo de 1906. Los columnistas de Sucesos, esperan que el nuevo prefecto Enrique Quiroga, asuma sin “compadrazgos” ni influencias, ya que es la depuración lo que se necesita en el cuerpo de policía23. Pero sin duda, el sector social crítico más importante del sistema policial chileno a inicios del siglo XX son los entrevistados por Sucesos, y también los propios columnistas, que cooptan las ideas que escuchan en la indagación de su investigación. Las opiniones en 1902 sobre la policía eran las siguientes: -

“Que los guardianes brillan por su ausencia”

-

“Que el paco se ha hecho humo”

-

“¿Pero donde demonios hay un guardián?”

-

“En resumen, la policía es de lo más infernal”24

Ante un caso policial entre un ratero, José Ángel González Villar, en evidente estado de ebriedad, y luego de haber cometido un atraco, hiere a los dos guardianes que lo 20

Ibid. Robustiano Vera, Estudios sobre policía, Santiago, Imprenta Mejía, Pág. 13-17 22 Ibid. Pág. 14. 23 Sucesos, año IV, N° 193, Mayo 4, 1906, Pág. 22. 24 Sucesos, año I, N°12, Noviembre 14, 1902, Pág. 16 21

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iban a capturar, los policías José Manuel Leiva y Manuel Delbez Zárate, apuñalando a ambos, dejándolos heridos de consideración25. Más allá de la narración de la persecución, lo que queda claro en este caso, es la reacción del delincuente ante la situación de aprehensión, producto de la evasión a la detención. Demostrando de paso la imagen negativa hacia los guardianes, quienes son incapaces de controlar a los delincuentes in fran ganti. En otro caso, precisamente el asesinato de Isidoro Challe, Colono Francés, en la revista se señala: este alevoso asesinato, ha venido a demostrar nuevamente el ningún servicio que para la seguridad personal presta nuestro “prestigioso” cuerpo de policía y nuestra no menos “prestigiosa” sección de seguridad26. En el caso anterior, se desarrolla una fuerte crítica a los guardianes, ya que una persona, al momento de solicitar auxilio con motivo del apuñalamiento de Challe, el policía le responde que el delito no es más que un pleito de casados sin importancia, y que por eso no actuó27. La alevosía, el odio, o la poca creencia en la fuerza policial, también desemboca en hechos que afectan a los propios guardianes, lo que ocurre por ejemplo con el guardián 2° Clodomiro Úbeda, quien fue asesinado por los hermanos José y Juan Peña Santander, al momento que el guardián quiso aprehenderlos ya que estaban peleando entre ellos y junto a su madre, hermana y Esteban Zuñiga. El asesinato fue por apuñaladas en el abdomen a Úbeda, al momento en que quiso arrestar a los jóvenes28. Pero, no todo es malo para los guardianes, en base al análisis de Sucesos, ya que frente al caso del policía José Luís Pacheco, el cuál fue atacado por un criminal al que estaba deteniendo, en la revista se señala, ante el hecho, que es un atentado contra la autoridad y por lo tanto, su autor se hace digno de que se trate con severidad29. Queda claramente demostrado que lo que se defiende, aparte de la salud del malogrado guardián, es la noción del mantenimiento del orden en la sociedad, de respetar la verticalidad, ya que el policía, por muy criticado que fuese, era el representante del Estado, para el control de las conductas desviadas. Este odio, a los policías, es de interés por los intelectuales, que buscan encontrar el porqué de su nacimiento y desarrollo en la sociabilidad chilena:

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Sucesos, año I, N° 20, Enero 9, 1903, Pág. 5-6 Sucesos, año IV, N° 191, Abril 20, 1906, Pág. 28-29. El subrayado es nuestro. 27 Ibid. 28 Ibid. Pág. 30. 29 Sucesos, año I, N° 30, Marzo 20, 1903, Pág. 6. 26

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“El pueblo odia a muerte al policial, porque éste es cruel con él; porque es arbitrario e injusto i porque no sabe llenar su misión en la calle. La culpa hasta cierto punto de todo esto son los Jefes de Comisarías, puesto que le lanzan a hacer servicios sin darle antes la debida preparación i convencerse de que es apto para esos servicios (…) I cuántas veces el alma se nos ha sublevado al contemplar escenas enojosas o sangrientas, sin poderlas evitar, porque hablarle a la policía o hacerle reflexiones justas es predicar en un desierto, puesto que la ignorancia no oye, el estúpido no reflexiona (…) Cuando en Chile se reforme la policía i se le dedique pura i esclusivamente a su noble fin, ella será otra cosa (…)”30. Esta larga cita nos demuestra, en primer lugar la ignorancia de los policías y el poco trato que tiene con la gente, y que los culpables son la poca educación que le entregan los superiores, ya que – como se vio en las críticas al sistema policial del mismo autor – a cualquier persona se le hace policía y se la manda a trabajar de inmediato sin mediar si es apto o no. También habla de la impotencia ante las actitudes abusivas de los guardianes, producto de la misma ignorancia de él, y por eso se desea que la policía cumpla sólo el fin que le corresponda, para así lograr ser un aparato policíaco comparado con los modelos europeos.

Sociedad atemorizada ante la criminalidad: El reclamo y el Control de las conductas

La opinión de la población con respecto a la criminalidad, es algo que podemos situar en la larga duración. El temor que tiene una amplia facción de la sociedad, a ser víctima de un robo, salteo o violación, esta situado dentro de la estructura histórica desde hace más de dos siglos. Daniel Palma es muy claro al mostrar la percepción que tienen las personas con respecto a la criminalidad. Éste autor señala – para el caso de Santiago a fines del siglo XIX – que lo que mayormente intranquilizaba a la gente era la posibilidad de ser víctima de algún robo o salteo31. Por lo tanto, también para el caso porteño (desde 1900), podemos encontrar esa misma percepción con respecto a la seguridad de las personas. De hecho, 30

Robustiano Vera, Op. Cit. Pág. 19-20 Daniel Palma Alvarado. “«La ley pareja no es dura». Representaciones de la criminalidad y la justicia en la lira popular chilena”. En Historia, 2006, N° 39 Pág. 186. 31

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todas las opiniones contrarias vertidas contra la policía, y su reclamo con respecto a que controle las conductas desviadas, obedece a que la población desea protección ante los casos de delincuencia o pendencia. Ya en la sociedad han permeado muchos aspectos que son implantados por el sistema liberal, como la propiedad privada, la cuál busca ser protegida por todos los modos posibles, ya que corresponde a un derecho ineludible para las personas. Por lo tanto hay todo un ideal de protección que se va formando en la sociedad en transición, y por este motivo se exige la defensa de la sociedad. Otro rasgo de la sensación de desprotección que poseen las masas urbanas – y rurales también – se manifiesta también por medio de la masiva y contundente presencia de armamento de fuego y de puñales, pareciera indicar que no era muy difícil conseguir estos implementos32. Hay una sensación de desprotección, ya que se deja actuar a los elementos desordenados de la sociedad. Se va constituyendo algo similar al mito de la violación. Este consiste – en el caso de la mujer – en que ésta siente pasos a su espalda, y ve a su perseguidor como un desconocido varón dispuesto a atacarla. Por lo tanto, este mito consiste en oír pasos a la espalda de uno, a una cierta distancia, en la noche, en distritos o barrios poco iluminados, puede alimentar la imagen de alguien siguiendo a otra persona33. Si bien, la temporalidad es un poco alejada, se puede asociar este, para referirse en el Chile de comienzos del siglo XX de un mito sobre la delincuencia, en el que las personas temen ser víctimas de un asalto o de un hecho criminal sangriento, y empiezan a exigir una mayor cuota de seguridad en los ambientes urbanos. El oír pasos por la espalda, tener cerca de una persona de aspecto poco deseable – bajo los cánones de la época -, hace que la población tenga miedo, y ante una situación de esa naturaleza, simplemente arranca o evade la situación de cualquier modo. Existe, entonces, un temor en la sociedad, y por lo tanto ¿Quién defiende a la sociedad?. Es el Estado el que debe velar por la protección necesaria para el individuo. Entones ahí radica el reclamo por parte de la sociedad, el reclamo de las conductas sospechosas, por la nula actuación de la policía en su rol de proteger, etc. Es por eso el fuerte énfasis que se les da a las críticas que sufre el aparato policiaco, ya que es claramente víctima de una sociedad sumida en el mito de que será atacada en cualquier día y cualquier hora. La sociedad no está siendo defendida, el Estado simplemente no puede 32

Ibid. Pág. 188. Tomás Mantecón Movellán, “Mujeres forzadas y abusos deshonestos en la Castilla moderna”, en Manuscrits, N° 20, 2002, Pág. 158. 33

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evitar la delincuencia, que para la elite es algo gravísimo ya que se está dejando operar el poder de la barbarie. Pero ellos son incapaces de comprender que por medio de la propia ineficiencia del Estado hace que la gente tenga esa percepción, aunque la reacción no se cierre solo a aquello. El Estado es insuficiente para prevenir y evitar el delito. Ahí radica el reclamo, en la no defensa de la sociedad.

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