Jiulong Yi Las Mutaciones de los Nueve Dragones
Friedrich von Licht
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CONTENIDO
Prólogo ................................................................................. 03
El Ciclo Solar, tiempo oracular del Jiulong Yi .................. 05
El Jiulong Yi como imagen del Universo .......................... 07
El Jiulong Yi como imagen del Hombre Verdadero ......... 09
El Jiulong Yi y sus correspondencias anatómicas ........... 12
El Jiulong Yi como imagen del proceso alquímico .......... 15
El Jiulong Yi y su relación con el Luo Shu ........................ 20
Sobre el movimiento y naturaleza de los trigramas ......... 25
Sobre el simbolismo individual de los trigramas .............. 29
Conceptos básicos para la interpretación ......................... 36
Anexo: ejemplo de interpretación oracular ....................... 39
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Prólogo El
oráculo de los «Nueve Dragones» fue concebido para reflejar la posición del consultante en medio de las circunstancias que lo rodean. Lo que hace característico al Jiulong Yi, además de las nueve líneas que constituyen al signo oracular, es que su consulta se realiza en cuatro etapas específicas del año: equinoccio de primavera, solsticio de verano, equinoccio de otoño y solsticio de invierno. El oráculo se obtiene arrojando nueve veces tres dados. Los números impares de cada cubo tienen como valor el 3, mientras los pares equivalen a 2. Con cada tirada se obtendrá una línea de valor total 6 (yin mutable), 7 (yang fijo), 8 (yin fijo) o 9 (yang mutable); de las cuales 6 y 9 se transformarán en líneas contrarias que generarán un nuevo eneagrama. Si al momento de arrojar los dados se obtiene el mismo número en los tres, ejemplo: triple uno (9) o triple cuatro (6), ello deberá tomarse como señal inequívoca de la especial importancia que tal línea tendrá en los acontecimientos por desarrollarse. Cada uno de los trigramas, que conforman al eneagrama o jiulong, señala la naturaleza de la situación que vivirá el consultante (simbolizado por el trigrama medio) durante los cuatro períodos estacionales mencionados. También muestran la forma apropiada de conducirse, por parte del individuo, ante las circunstancias que experimentará.
En general la mutación de una o más líneas, cuando se produce en el trigrama central, indicará el cambio de actitud que deberá realizar el consultante para adaptarse satisfactoriamente a la situación existente, lo cual le ayudará a sacar el máximo provecho y ventura de ella. En contrapartida, cuando la mutación de líneas afecta a los trigramas superior o inferior, indicará cambios en las circunstancias externas que rodean al consultante y que no atañen, directamente, a su actitud interna. Como cada línea tiene un período equivalente a diez días, la mutación actuará como un llamado de atención sobre el tiempo en que se producirá el cambio de circunstancias, o bien, el momento exacto en que deberá aplicarse el cambio de actitud mental por parte del consultante. En ambas situaciones la filosofía del Jiulong Yi es clara: el individuo es el único responsable de la forma en que enfrenta los acontecimientos que se le presentan, solo él es el artífice del éxito, fracaso, fortuna, desventura o humillación que el destino le depare. 3
Desde una perspectiva psicológica la interpretación del Jiulong Yi, como todo método predictivo, ayuda al conocimiento de sí mismo. Esto se debe, primordialmente, a que el proceso interpretativo provoca la proyección de la propia psiquis sobre el asunto que interesa dilucidar. De este modo los contenidos inconscientes de la mente afloran, como ideas y sentimientos, invocados por las distintas imágenes que trazos y trigramas evocan desde la profundidad del alma del intérprete, haciendo así consciente lo inconsciente. Aplicado a la obra alquímica, el Jiulong Yi se utiliza como valiosa herramienta para la elaboración del elixir o «perla de la inmortalidad». La unión armoniosa de las energías yin y yang de los trigramas «terrestre» y «celestial», junto a la participación mediadora y amalgamadora del trigrama central, da forma a la «medicina» que con tanta seriedad busca el filósofo. Los signos están ahí, los símbolos hablan por sí solos, solo atañe al espíritu del sabio encontrar el significado y realizar la Gran Obra.
Friedrich von Licht Octubre 2008.
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El Ciclo Solar Tiempo Oracular del Jiulong Yi El Tao de Cielo y Tierra consta de cuatro tiempos dentro del ciclo anual. Estos períodos corresponden al movimiento que realiza la tierra alrededor del sol y que da origen a las cuatro estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno. El inicio de cada una de estas etapas está señalada por una posición particular del sol en la bóveda celeste: -
Equinoccio de primavera Solsticio de verano Equinoccio de otoño Solsticio de invierno
Este ordenamiento pertenece a una de las más antiguas clasificaciones hechas por el hombre de la cúpula celeste y el tiempo. Al ser el sol fuente incuestionable de luz, y gobernar así toda la actividad natural y humana del planeta, su presencia insoslayable pasó a representar la «regencia del espíritu». No es casual, entonces, que el término chino «Tao» haya tenido, dentro de sus acepciones más arcaicas, el significado del camino o trayecto que recorre la luminaria diurna a través del cielo. Observando el desplazamiento del sol en el cielo, el hombre de la antigüedad descubrió con prontitud la periodicidad temporal del astro rey, su influencia climática y, como consecuencia de esta última, el influjo que ejercía la luz y calor solar sobre todo lo orgánico en la faz terrestre. De ahí partió la convicción que las etapas estacionales, que señalaban cambios de tiempo y condiciones en las circunstancias naturales, también marcaban el devenir del destino humano.
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El uso oracular del Jiulong Yi está originalmente diseñado para indagar los «tiempos» 1 que se presentarán en cada uno de los períodos estacionales, en estricta correspondencia con el movimiento (aparente) del sol a través del cielo. Eso significa que el «Oráculo de los Nueve Dragones» se consulta cuatro veces al año y en vísperas de la etapa que se desea pronosticar. Esta disposición asigna al jiulong, o eneagrama, un valor promedio de 91.25 días, es decir, 365 días divididos entre los 4 solsticios y equinoccios. Ello da, a cada una de las nueve líneas del signo, un valor aproximado de diez (10) días. Así, la aparición de una línea mutable dentro del eneagrama indicará que, durante aquel decanato en particular, se producirá un cambio de «tiempo», es decir, de las circunstancias representadas por los trigramas constituyentes del jiulong. Según sea el tipo de mutación sufrida, y del trigrama afectado, dependerá la acción o actitud a tomar ante la nueva disposición, física y espiritual, del entorno del consultante. De este modo el oráculo señala cuándo avanzar, retroceder o detenerse, cuándo actuar o esperar, cuándo abrir, ceder, resistir o cerrarse a los acontecimientos; y cuál debe ser nuestra actitud general ante la situación que nos rodea: firme como la montaña, serena como el lago, luminosa como el fuego, suave y penetrante como el viento, etc. Las siguientes tablas brindan la correspondencia de cada línea según el decanato y estación del año consultada. La clasificación está adaptada al hemisferio norte, en el hemisferio sur los equinoccios y solsticios se invierten.
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«Tiempos» en el sentido de circunstancias o situaciones de existencia.
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Las líneas del eneagrama se cuentan de abajo hacia arriba, siguiendo el movimiento ascendente del sol desde el amanecer al mediodía. Por tanto, la primera línea corresponderá a aquella que descansa en la base del signo y la última a la que se ubica en el tope del mismo.
El Jiulong Yi Como imagen del Universo La disposición de los trigramas del jiulong (eneagrama) guardan estrecha correspondencia con la imagen del macrocosmo manifestado. De este modo tenemos que el trigrama superior representa al Cielo, los planos sutiles de la existencia; el trigrama central simboliza al «sabio», es decir, al Hombre Superior; y el trigrama inferior representa a la Tierra o los planos densos de la creación. La tradición les da el nombre de «Los Tres Grandes del Universo».
Este ternario esta formado por dos principios complementarios y uno tercero, producto de la unión de estos dos. Llevada esta simbología al aspecto humano, los tres términos de este ternario serían las imágenes del padre, la madre y el hijo. El Cielo cubre, la Tierra soporta. Ambos representan, respectivamente, las energías yang y yin 2 del universo. Todo el macrocosmos manifestado se sitúa entre estos dos polos. Lo mismo acontece con el ser humano, que no solo forma parte de la manifestación universal, sino que constituye, según el simbolismo del eneagrama, el centro y síntesis de ella. En consecuencia, el Hombre Verdadero, al estar situado entre el Cielo y la Tierra, es el producto o «hijo» de sus influencias antagónicas y complementarias, y al mismo tiempo, el mediador o «puente» que las une en su integridad individual.
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Luz y oscuridad.
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Todo lo que es activo, positivo o masculino es yang, y todo lo que es pasivo, negativo o femenino es yin. Estas dos categorías están vinculadas simbólicamente a la luz y a la sombra. En todo lo existente el lado iluminado es yang y el lado oscuro es yin, sin embargo, como nunca se encuentran el uno sin el otro, ambos aparecen más como complementarios que como opuestos. Por tanto no hay que interpretar esta distinción de luz y sombra en términos de Bien y Mal, como sucede en el Mazdeísmo 3. El aspecto yang de los seres responde a lo que hay en ellos de esencial o espiritual, mientras el aspecto yin es aquel que se relacionan con lo substancial o corporal. Por razones psicológicas arquetípicas el espíritu siempre ha sido identificado con la luz, mientras la materia, por la ininteligible indistinción de su estado potencial, es asociada a la «oscura raíz» de la existencia. Por ello, y desde el punto de vista metafísico, las influencias terrestres, las únicas sensibles, se definen como yin u «oscuras», mientras las influencias celestes, al escapar de los sentidos y solo poder ser aprehendidas por las facultades sutiles del intelecto, son consideradas yang o «luminosas». El Cielo es yang, la Tierra yin, lo cual significa que el espíritu es «acción pura» y la materia «potencialidad pura». Esto es así porque ambos representan los dos polos de la manifestación universal. En las cosas manifestadas, yang nunca está sin el yin ni yin sin el yang, esto debido a que en sus naturalezas coinciden las virtudes de Cielo y Tierra. Considerados separadamente, yang y yin tienen como símbolos lineales el «trazo pleno» y el «trazo partido», es decir, los elementos constitutivos del eneagrama y de los trigramas que le dan forma. Al mezclarse entre sí representan todas las combinaciones posibles de estos dos términos, combinaciones que constituyen la integralidad del mundo manifestado. La plenitud y firmeza yang, del trazo entero, forma e identifica la totalidad del trigrama Cielo (☰). La blandura y vacuidad yin, del trazo quebrado, se asocia y constituye la integridad del trigrama Tierra (☷). Es entre estos dos extremos donde surgen los demás trigramas, en los que yang y yin se mezclan en múltiples proporciones correspondiendo así al desarrollo de toda la creación existente. En tanto yin y yang están mezclados en forma indiferenciada, representan la Unidad Primordial, el «océano primigenio amorfo» anterior a la creación y a la forma. Aunque su unión es perfecta, hay distinción entre ellos, pasando a ser símbolo del «andrógino original», pues los principios masculino y femenino son sus elementos básicos. Son, según otra imagen simbólica, el «huevo del mundo» del cual emergerá la creación entera. En medio de ambos cascarones (uno superior, el Cielo, y otro inferior, la Tierra), y como elemento central y aglutinante del proceso creativo, aparecerá «el sabio», el Hombre Superior o Verdadero, como 3
Religión fundada por Zoroastro, en donde la luz y el fuego simbolizan la divinidad suprema Ahura Mazda, en contraposición a Ahriman el principio oscuro del Mal.
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mediador, eje o pilar a través del cual se operará en forma efectiva y consciente la comunicación entre el Cielo y la Tierra. Para que el Universo surja es necesario que el Ser se polarice en espíritu y materia, lo cual puede ser descrito como la «separación» de estos dos principios complementarios representados por Cielo y Tierra. Es entre ellos, en su espacio o intervalo, donde deberá situarse la manifestación misma . A partir de entonces corresponderá al sabio, asumiendo su condición de «puente», establecer la comunicación entre ambos extremos: entre conciencia y materia. Ahora bien, en el jiulong el trigrama central simboliza al ser humano. El «centro» es la posición natural del sabio, lo que equivale a decir que el Hombre Verdadero está identificado al centro mismo de la Creación. Esto significa que es en el sabio, y a través de él, como se consuma la unión de Cielo y Tierra. De este «estado de centralidad», procede y depende todo el mundo manifiesto, pues éste no existe más que como una proyección exterior y parcial de las propias posibilidades del Hombre Verdadero. Es su «acción de presencia» 4 la que mantiene y conserva la existencia de este mundo, ya que él es «su centro», y sin este centro, como punto de sostén, nada podría tener existencia efectiva. Este acto de «conciencia presente» libera al sabio de toda obligación a la acción externa o premeditada, es el wu-wei, la no-acción que no deja nada sin hacer, la «acción sin acción» que transforma, a quien la practica, en infalible instrumento del Tao. Esta es la razón o principio en el que se basan las tradiciones que postulan la intervención del ser humano como necesaria para el mantenimiento del orden cósmico.
El Jiulong Yi Como imagen del Hombre Verdadero El Hombre Verdadero, el «hombre plenamente realizado», es el que representa, más que ningún otro ser humano, al «microcosmo». Esto en razón de su situación «central», que hace de él una imagen de todo el Universo. Su esencia sintetiza en sí la naturaleza de todos los demás seres, de manera que no puede encontrarse nada en la creación que no tenga en este hombre su representación y correspondencia. El ser humano, como microcosmos, participa de los tres niveles de manifestación universal y tiene, en sí mismo, elementos que le corresponden por analogía. Así, la división cósmica ternaria le es aplicable en su integridad. Por el espíritu pertenece al dominio de la 4
Conciencia de sí mismo.
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manifestación «sutil incorpórea», por el alma al dominio de la manifestación «sutil con forma» y, por el cuerpo, al dominio de la manifestación material.
La manifestación sutil incorpórea es, evidentemente, aquella donde predominan las influencias espirituales celestes; mientras la manifestación material es donde lo hacen las influencias corporales terrestres. En cuanto a la manifestación formal sutil, que constituye el «mundo anímico» 5 del hombre, corresponde al estado intermedio que resulta de las de influencias de lo físico y de la esencia sin forma. Entre el mundo espiritual y corporal (y participando de uno y otro por su constitución) el hombre tiene, en relación al cosmos, el mismo papel intermedio que tiene el alma en el ser vivo. Es en este dominio intermedio, al cual damos el nombre de «alma» o «forma sutil», donde se encuentra el elemento más característico de la individualidad humana: la psiquis. La psiquis se sitúa en el ser humano como éste mismo se sitúa en el Universo. Por esta posición intermedia el principio anímico cumple la función de mediador entre el espíritu y el cuerpo, del mismo modo que el Hombre Verdadero hace de mediador entre Cielo y Tierra. En este punto es interesante realizar la siguiente observación: en relación al alma, el espíritu es yang (masculino); mientras que el alma es yin (femenina) comparada con el espíritu. Sin embargo, en relación al cuerpo el alma es yang; mientras que el cuerpo, comparado con el alma, es yin. De este modo, el elemento corporal es pasivo, femenino y maternal con respecto al alma; mientras el principio anímico se convierte en el medio, sustrato o receptáculo materno, donde se elaboran y fijan las formas engendradas por la «acción de presencia» del espíritu, es decir, por la «actividad-no-actuante» de la conciencia. Así, para ejercer su influencia sobre el mundo, como Hombre Verdadero, el sabio debe dominar la capacidad para conservar el centro de sí mismo, de su alma y corazón. Esta «permanencia en el centro» equivale a un estado mental de profunda ecuanimidad, alejado de todo extremismo dualista: la «mente original». Y es este estado primordial, o mente original, la semilla que los sabios cultivan para alcanzar la plenitud. Cuando el pensamiento ilusorio emerge del corazón inquieto y el conocimiento intelectual discursivo comienza a desarrollarse, dando 5
Se trata del mundo mental o «imaginal » del ser humano.
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lugar a la discriminación entre «lo bueno» y «lo malo», la centralidad de la mente se pierde. Entonces la miríada de pensamientos, que alimentan los problemas mundanos, socavan y extinguen el espíritu celestial yang, haciendo que la fuerza vital sea incapaz de sostener el equilibrio emocional y la existencia. En la unidad original del «no-ser», lo primordial eterno y lo temporal permanecen unidos en estado indiferenciado, existiendo juntos en una misma realidad unitaria carente de todo conocimiento discriminativo. Este es el «embrión de los sabios», la «raíz de la inmortalidad» o «pura claridad» de los alquimistas taoístas. Según sus enseñanzas, la ciencia del elixir consiste, justamente, en el reconocimiento y fijación de este estado primordial o «mente natural», a partir del cual se da forma al «embrión espiritual» de la consciencia. En el preciso instante en que el sabio identifica en sí mismo ese estado mental, debe aplicar la no-acción, usando «el fuego» de la realidad consciente. Así, al cultivar en forma simultánea conciencia y realidad, a través de una atenta vigilancia libre de toda tensión, deseo y esfuerzo, el Hombre Verdadero actúa como «puente» o «escalera» entre Cielo y Tierra, permitiendo el paso y manifestación del espíritu en el mundo de la materia. Por su postura erguida el ser humano refleja con su cuerpo, en forma simbólica, la verticalidad del axis mundi o «pilar cósmico». Este eje universal se ve representado por la propia columna vertebral que, como escalera o puente metafórico, une las estructuras superiores e inferiores de la anatomía humana. Así, tendremos en el cráneo y cerebro la representación del Cielo, mientras que la materialidad de la Tierra será simbolizada por los genitales y órganos excretores del cuerpo. Es el mismo concepto que encierra la imagen de los chakras o «lotos» en el yoga tántrico. El eje vertical de la columna vertebral es el «árbol de la vida» en el cual se enrosca la serpiente kundalini de la consciencia. Su ascenso a través del tronco del árbol vertebral lleva a la sabiduría y despertar espiritual, mientras que su descenso procura el estado de ilusión y sueño de la conciencia dentro de la materia. La columna vertebral es el merudanda, «bastón de la perfección», en el cual se apoya el sabio en su largo peregrinar hacia la luz de la consciencia. Meru es el nombre de la montaña sagrada en cuya cima Shiva, el Señor de los Ascetas, vence al demonio de los deseos. Ascender esta montaña representa lo mismo que el despertar de la serpiente kundalini en el Árbol de la Vida 6. Del mismo modo, el Hombre Verdadero es el cayado o bastón del cual se sirve el Espíritu Universal para ayudarse a elevar la materia en la escalera de la consciencia.
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Árbol Boddhi de la tradición budista.
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El Jiulong Yi Y sus Correspondencias Anatómicas En
la anatomía metafísica del hombre, el eneagrama posee relaciones específicas. Así tenemos que el trigrama superior corresponde a la cabeza (cerebro), el trigrama central al pecho (corazón) y el trigrama inferior al abdomen (genitales). En un aspecto general, se considera al cerebro la sede del espíritu intelectual, al corazón la del alma sensible y a los genitales de la vitalidad física u orgánica.
Empezaremos con el trigrama central, emblema del corazón. Muchas tradiciones dan preeminencia a este órgano pues lo perciben como centro psicofísico del hombre. Al estar situado a medio camino entre cabeza y genitales, entre espíritu y cuerpo, se piensa que participa, sintetiza y trasciende las cualidades de ambos polos, convirtiéndose así en el lugar natural de convergencia de éstas fuerzas. Se compara al corazón con un «templo» o «altar» en el que se manifiestan las fuerzas divinas. En este altar arde el «fuego del sacrificio», cuya llama sagrada transforma, purifica e integra los elementos de la personalidad humana. Es sobre este altar donde descienden los dioses y poderes divinos que se manifiestan y realizan en la conciencia misma del individuo. Como símbolo del «centro», del corazón y el templo, tenemos al mandala, cuya imagen representa (en la arquitectura sagrada) el plano de planta de éste último. El Hombre Verdadero debe realizar un peregrinaje hacia el interior del templo de su corazón, viajando en «meditación imaginal» alrededor del diagrama del mandala. Conforme se aproxima y penetra en la cámara central del «círculo sagrado», santo sanctorum del templo, consigue unirse espiritualmente con la «forma divina» que se halla en su interior (sí mismo). Sin embargo, esa unión requiere que el sabio vacíe y transcienda su ego ordinario. Vaciada su conciencia ordinaria, entonces puede renacer en el «ser imaginal» de la divinidad. Esta forma imaginal es la «Naturaleza Real del Hombre Verdadero», la Conciencia Luminosa o Realidad Absoluta que habita en el «espacio vacío» del corazón. En este espacio del corazón, lo Absoluto y lo relativo, lo incondicionado y la existencia fenoménica se encuentran y se reúnen en el «mundo intermedio imaginal», que actúa como un puente entre el nirvāna 7 y samsāra. 7
Nirvana (sánscrito), nibbana (pali): no-codicia, no-anhelo, desapego.
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Cuando la «imaginación divina» se manifiesta en el Hombre Verdadero, se transmutan cuerpo y conciencia. El hombre se ve así transportado al «reino de lo imaginal» y allí, en el plano de la «imaginación divina», se realiza y reunifica con su propio Ser en la conciencia de la vacuidad. Es en el «templo del corazón» donde lo divino se revela al hombre. Es en este templo donde el Espíritu se imagina a sí mismo y, proyectando su imagen dentro del alma humana, contempla su propio reflejo, convirtiéndose en la imagen y el que imagina, en el que contempla y lo contemplado. El trigrama superior, por su elevada posición en el eneagrama, representa al cerebro. Si el corazón es considerado sede de la conciencia anímica, entonces la cabeza y, por inferencia, el cerebro como su contenido esencial, se perciben como el hogar del pensamiento y conciencia intelectual del individuo. Para muchos filósofos griegos el logos o razón residía en la cabeza. Al logos se le consideraba la «inteligencia» que ordenaba y daba armonía al devenir y a los cambios que se producían en la existencia misma. Era la Razón Universal, por tanto, apartar el pensamiento individual del logos traía, como consecuencia directa, la pérdida del sentido de la existencia y del orden cósmico. La tradición tántrica hindú atribuyó a los chakras, o «lotos» de la cabeza, los estados superiores de consciencia, totalmente alejados de la burda materialidad sensual y emotiva de los chakras del pecho y abdomen. En el cerebro radicaría el soma-chakra 8, centro asociado simbólicamente con la luna llena. La luz clara y fría del astro lunar, en comparación con la intensa y caliente del sol, es imagen ideal para representar la función intelectual. Así como el sol simboliza la emotividad anímica del corazón, con su ardiente y extremo fulgor, la luna representa la conciencia clara y mesurada del pensamiento. Si la emoción es «caliente», entonces la razón es «fría» y desapasionada. Así, la luna llena alumbrando en lo alto del cielo nocturno, representa el brillo inmutable de la conciencia en medio de las tinieblas de la ignorancia: imagen de la ecuánime sabiduría. De esta conciencia-sabiduría destila el «elixir de los dioses», el soma hindú o haoma iraní, bebida divina gracias a la cual el chamán ario era capaz de viajar por la inmensidad del cielo y la profundidad de los infiernos. La cabeza actúa como «cámara de purificación» de las energías burdas inferiores, provenientes de las emociones instintivas y apetitos corporales. Es el lugar donde se elevan e «iluminan» los impulsos más bajos y oscuros de la naturaleza humana. Al ubicarse en lo alto, como la nevada cumbre de una montaña, la cabeza enfría, sutiliza y purifica las energías que llegan hasta ella. Pero la función de esta cualidad solo es posible si la cabeza se «conserva fría», es decir, si se evita que las emociones y apetitos se apoderen de ella y «calienten» el cerebro 8
Soma, «elixir de la inmortalidad» de los dioses védicos. Se creía que la planta, de donde se extraía esta bebida, crecía en lo alto de las montañas sagradas.
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(pensamiento) con sus ardientes impulsos. Tarea que se logra a través del ejercicio de la razón y de la adquisición de una conciencia ecuánime y serena. El carácter mágico del elixir haoma-soma y su libación, durante el ritual del sacrificio védico, simbolizaba los estados alternos de conciencia cuyos efectos eran somatizados en el trance extático del chamán. No debemos olvidar que la palabra «sacrificar», proveniente del latín sacrifacere («hacer sagrado»), encierra en su etimología la divinización de lo sacrificado. Todo aquello que se ofrenda al Espíritu se transforma en su alimento y pasa a constituir parte del «cuerpo» de la divinidad. En retribución, el Espíritu «deja caer» sus bendiciones sobre la tierra y sus seres, es decir, sobre el hombre y su alma. Esta precipitación desde lo alto adopta la imagen del soma como «lluvia sagrada», «licor celeste» o «elixir de los dioses». Es significativo constatar que en la tradición avéstica el haoma era representado por dos árboles: uno blanco y otro amarillo. El primero simbolizaba «lo celeste», lo paradisíaco y superior. Crecía en la cima de la montaña polar Alborj 9. El segundo árbol, de naturaleza «terrestre», era un reflejo del primero como manifestación material de la morada primordial paradisíaca. Estos dos árboles eran representados en la tradición brahamánica como unidos por sus bases, siendo, a este nivel, uno el reflejo especular del otro. Sus troncos estaban en línea de continuidad, constituyendo así uno solo con dos copas en sus extremos, una superior (mundo celestial) y otra inferior (mundo terrestre). Esta imagen representaba, simbólicamente, la doctrina de la Unidad Universal: una esencia y dos naturalezas. El trigrama inferior es la representación emblemática de los genitales u órganos reproductores: es la «raíz» del eneagrama. El simbolismo de este signo se extiende al proceso digestivo, pues la asimilación de los alimentos y la expulsión de los deshechos metabólicos son tan importantes para la vida como la reproducción. Si la digestión atañe a la supervivencia del individuo, entonces la reproducción sexual hace referencia a la supervivencia de la especie. En ambas funciones se manifiesta un «fuego» particular, el cual actúa como agente movilizador del individuo y constituye el impulso primordial de los instintos más básicos y apremiantes del psiquismo humano: el instinto sexual y el instinto de alimentación. Lo que es la «idea» como fuerza creativa, en el mundo espiritual, y la «imaginación» en el mundo anímico, es el sexo en el mundo de la materia orgánica. No sólo se trata de que a través del sexo se procreen nuevos seres vivientes, sino que él es el medio a través del cual el espíritu se «coagula» y establece en la carne, ejerciendo de hecho su influjo sobre la creación material. Así, la vida orgánica es la manera en que la conciencia se apodera de la materia inerte y la «ilumina» con su presencia. La tradición tántrica afirma que la conciencia «desciende», en el proceso creativo, de los estados sutiles hacia los más burdos. Esto corresponde, en el cuerpo humano, a la formación descendente de los 9
La montaña Alborj-Haraberezaiti, en Irán, se yergue en el «centro del mundo» y une la Tierra con el Cielo, al igual que el monte Meru en la India, sobre cuya cumbre brilla la Estrella Polar.
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«centros de conciencia», desde el más alto 10 hasta el más sólido, bajo y burdo de ellos: el muladhara-chakra. Es en este centro donde el flujo creativo de la kundalini-shakti (energía cósmica) se detiene, condensa y reposa. El nombre del chakra, muladhara (fundamento raíz), y su elemento simbólico, la tierra, señalan la importancia de su papel como sostén de la vida corporal. Junto a los centros svadhistana y manipura (agua y fuego, respectivamente) conforma la tríada inferior orgánica, cuya disposición haya perfecta correspondencia con las tres líneas inferiores del jiulong. Una observación. Existe la técnica yoga conocida como mulabandha, «cierre-raíz», cuya práctica consiste en la fuerte contracción del esfinter y músculo elevador del ano, mientras se retiene la respiración. El objetivo de este ejercicio es provocar el ascenso del prana (o vitalidad) hacia los chakras superiores. Cuando el prana se dirige hacia abajo y afuera, es decir, se exterioriza en la emisión de fluidos procreativos a través del acto sexual, se genera vida en «lo externo» en perjuicio de la vitalidad individual. Por el contrario, cuando se invierte el proceso, es decir, cuando se interioriza el flujo de prana llevándolo hacia adentro y arriba, entonces generamos vida en «lo interno». De esta forma las fuerzas generativas autofecundan al individuo, aumentando su energía y despertándolo a estados superiores de conciencia.
El Jiulong Yi Como imagen del Proceso Alquímico El
simbolismo anatómico guarda estrecha relación con el proceso de sublimación alquímica de la conciencia y la energía. Dentro de esta perspectiva los trigramas del jiulong corresponden a los «campos de cinabrio» de la tradición taoísta. Es, en cada uno de estos campos energéticos, donde la consciencia se acopia, procesa, purifica, nutre y madura sutilizando su substancia. Según el taoísmo, en el cuerpo humano y Universo se manifiestan tres estados diferentes de la Energía Primordial: jing, qi y shen. Colectivamente se les conoce con el nombre de «los tres tesoros». A estas energías corresponden distintas características y propiedades. El jing se asocia a los fluidos corporales (especialmente los sexuales), el qi al proceso vital respiratorio y el shen al espíritu (mente). Tienen sus sedes anatómicas en la cabeza, «campo de cinabrio superior»; en el pecho, «campo de cinabrio medio»; y en el abdomen, «campo de cinabrio inferior». La sede superior es la morada de la energía espiritual, el campo 10
El sahasrara chakra o «loto de los mil pétalos», que se ubica en la parte más alta de la cabeza. Es la morada de la divinidad.
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mediano del aliento y el inferior de la fuerza generativa. Este último es la raíz del ser humano, en él se acumulan la esencia y la energía espiritual. En el «macrocosmos» estos tres niveles corresponden a Cielo, Tierra y al espacio (aire) que se abre entre ambos.
En el ser humano el jing es principalmente la sangre y el semen. El qi es la energía vital, la respiración y la actividad física. El shen es el espíritu, la mente, la inteligencia, el conocimiento y el pensamiento que gobierna la conciencia, el entendimiento, la vitalidad y la energía sobre la cual se fundamenta el cuerpo y la duración de la vida. Los «campos de cinabrio», o dantien, no son simples depósitos, sino centros de transformación y mutación de la energía. En el dantien inferior se acopia y acumula la fuerza generativa (jing) para luego, aplicando el «fuego interior» de la consciencia, destilarla en vitalidad (qi). Ésta, a su vez, se acumula en el dantien medio donde, recogida en cantidad necesaria y bajo la acción del agente ígneo, se transmuta en espíritu (shen) que asciende hasta el dantien superior. Aquí es madurado y nutrido por el «calor interno» de la concentración consciente, para, una vez listo, dar el salto final al claro vacío de la inmortalidad. Los «campos de cinabrio» pueden equipararse, en la alquimia occidental, a los tres estados o colores de la Gran Obra: nigredo, albedo y rubedo. El primero corresponde a la «obra al negro», es el color que marca la muerte, putrefacción, separación y disolución de la materia prima. En esta etapa los elementos antagónicos del compuesto se mezclan, atacan, mortifican y devoran mutuamente, buscando predominar uno sobre el otro hasta que, finalmente, se deshacen en la naturaleza contraria del elemento opuesto, formando así un solo cuerpo caótico e indiferenciado. El segundo color es la «obra al blanco», el opus albedo. Simboliza la purificación de la materia. Corresponde a un estado de perfecta armonía y unión («matrimonio») de los elementos. En ella la substancia alcanza propiedades hermafroditas, es decir, de doble naturaleza. Sin embargo, en este nuevo estado, está libre de las dicotomías y antagonismos de la etapa anterior. La materia se encuentra armoniosamente unificada, y su substancia se clarifica, sublima e ilumina. El tercer color corresponde al opus rubedo, la «obra al rojo». Es el trabajo finalizado, donde la materia arcana se fija, potencia y madura. Es la «piedra filosofal», aquella que puede decir de sí misma:
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Soy el verdadero unicornio de los antiguos; quien pueda dividirme en dos y luego juntarme, de suerte que mi cadáver ya no se abra, obtendrá la más poderosa medicina.
En la alquimia occidental «los tres tesoros», de la tradición taoísta, guardan significativa analogía con la tríada simbólica: azufre, mercurio y sal. La palabra griega para azufre es theion, cuyo significado («divino») señala su carácter como agente ígneo o principio de actividad espiritual que se irradia a partir del centro mismo del Ser. En el ser humano es imagen simbólica de lo divino o celestial en el hombre. El azufre pertenece, por su interioridad y sutilidad, a la categoría de las «influencias celestes». En el caso del Hombre Verdadero, aquel que se sitúa en el centro del universo (y de todas las cosas), el espíritu o azufre está ligado a la «voluntad del cielo». Por ello, en lenguaje hermético, el Hombre Verdadero, aquel que ha realizado en sí mismo al Hombre Universal, es designado con el nombre de «azufre rojo» y representado, simbólicamente, por la figura del Fénix 11. El mercurio, por su parte, simboliza al alma. Se le considera de carácter pasivo en relación al «azufre del espíritu», y fluídico por su capacidad para penetrar la «sal de la materia». En comparación al azufre es yin, pero yang frente a la sal. Así, el mercurio se sitúa en el límite de lo corporal y el dominio sutil de «lo anímico». Es, en razón de esta doble naturaleza, propia del «mundo intermedio imaginal», por lo que al mercurio se le considera como un principio húmedo-caliente, y se le describe como «agua ígnea» o «fuego líquido». Este último epíteto es adecuado cuando, por acción del azufre, se vigoriza su doble naturaleza y pasa de la potencia al acto. No deja de ser significativo que, en la antigua clasificación cuaternaria de los elementos, el aire se identificara por su cualidad húmeda-caliente, similar al acqua ardens mercurial de los alquimistas. La imagen del aire y el viento asociada al símbolo del mercurio no es casual. Ambos elementos se comportan como fluidos, es decir, muestran una plasticidad que les permite adquirir diferentes formas y adaptarse al medio circundante. Ambos, también, se utilizan para representar al pensamiento y la actividad imaginativa. Mercurio era el nombre que daban los romanos a Hermes, mensajero divino de pies alados, capaz de correr sobre el viento a la velocidad del pensamiento y que, también, fungía como psicopompo o guía, encaminando el alma de los muertos al Hades. Veamos ahora la sal, que por su solidez es comparable al cuerpo. En el simbolismo alquímico ocupa el dominio de la manifestación burda de la materia. Representa la substancia o recipiente donde alma y espíritu se 11
Ave fabulosa que en la simbología medieval cristiana representaba a Cristo resucitado. Según la leyenda, llegado el momento de morir el Fénix se inmolaba en el fuego, para luego renacer de las propias cenizas. En alquimia es imagen de la Piedra Filosofal.
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encuentran y conviven. Es la tierra que acoge en su seno la semilla invisible donde se concibe, forma y nutre el «embrión filosófico» 12. Cuando mercurio y azufre, como manifestación dual de las energías yin y yang, se unifican en perfecta madurez y armonía, la sal pasa a transformarse en vehículo de la «medicina perfecta», Piedra Filosofal o «perla de la inmortalidad». Como vaso o recipiente, la sal es el horno o «athanor» (del griego athánatos, «inmortal») del alquimista. Es el corazón físico como «caverna secreta» y «morada de la inmortalidad», ambas símbolos del centro del Ser. De este modo, el fuego invisible y perpetuo que hay dentro de este horno-athanor corresponde, nada menos, que al calor vital que reside en el propio corazón de la materia orgánica. Cuando la consciencia hace acto de presencia en la carne (como puede ser el simple, pero poderoso, acto de respirar conscientemente), la materia inerte cobra vida. La contemplación consciente del cuerpo y sus sensaciones, pues solo a través de las sensaciones se puede tomar conciencia de lo corporal, inicia el proceso alquímico a nivel microcósmico. El trabajo debe ser perseverante, la atención constante. La tarea debe estar libre de toda tensión y ansiedad, concentrándose solamente en mantener el hilo ininterrumpido de la conciencia de sí mismo. Imperturbable ante la valorización que el pensamiento discriminativo pueda dar a cualquiera de las sensaciones que se presenten, la conciencia debe conservar su centralidad permaneciendo en un estado de profunda ecuanimidad. Finalmente la práctica fijará al espíritu en el cuerpo y los unirá en un estrecho abrazo de mutua perfección y armonía, en donde lo terrestre adquirirá las virtudes del Cielo y lo celestial los poderes de la Tierra 13. La ciencia del elixir tiene su secreto en la «unidad», la cual consiste en mezclar los opuestos en una fusión indisoluble y armoniosa. Esta unión misteriosa (mysterium coniunctionis) solo puede realizarse en el absoluto vacío, lleno de clara consciencia, de la «mente original». Esta mente es la materia, horno, crisol y elixir final de la obra alquímica. Dentro de ella está todo, fuera de ella no hay nada. El cultivo de la consciencia enseña a mezclar y equilibrar las energías yinyang, de tal manera que ambas se fusionen y vuelvan a ser la energía única que eran en su origen. La fabricación de la «medicina universal» radica en el armonioso equilibrio de las fuerzas que conforman su substancia. Si el equilibrio de estas energías se pierde, la estabilidad desaparece y con ella el estado de ecuanimidad interior que da unidad y forma al elixir. La vida mundana confabula, a cada instante, contra la fabricación del elixir microcósmico al sacar de su centralidad natural a la consciencia. 12
«El Viento lo ha llevado en su vientre, la Tierra es su nodriza y receptáculo» (Tabla Esmeralda).
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«Subirá de la Tierra al Cielo y descenderá del Cielo a la Tierra, adquiriendo su fuerza de las cosas superiores e inferiores» (Tabla Esmeralda).
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Cada vez que la rueda de las emociones gira descontrolada, cada vez que la ira, el deseo y la ignorancia de sí mismo se manifiestan, se enturbia y envenena la substancia que conforma el elixir sagrado de la consciencia. Cada vez que la «presencia consciente» se pierde, Cielo y Tierra se separan, y con ello la vida deja de fructificar. Los trigramas, dispuestos tradicionalmente en el Orden Premundano, poseen una disposición espacial que permite asignarles cinco niveles de energía y manifestación de la conciencia. Los puntos más extremos representan al yin y yang puros, es decir al Cielo y la Tierra. Sin embargo, como la vida surge de la interacción y combinación de ambos principios, la creación existente solo encuentra su expresión y desarrollo en los tres niveles intermedios. A cada uno de estos niveles corresponden sendos trigramas de movimiento y naturaleza opuesta. Así, la posición que ocupan los signos en el Orden Premundano o Prenatal, indica los diferentes niveles de energía y el flujo a través del cual la consciencia muta de una forma a otra:
De este modo, a nivel mental la energía está representada por los trigramas Lago (☱) y Viento (☴); a nivel de la fuerza vital por los signos Fuego (☲) y Agua (☵); y a nivel físico por los símbolos Trueno (☳) y Montaña (☶). En los tres niveles el primer trigrama es de naturaleza ascendente, mientras el segundo posee movimiento descendente, lo cual indica la predisposición o tendencia de la conciencia a subir o bajar de nivel energético. El Orden Prenatal representa la Mente Original, o Unidad Primordial, antes de la ruptura o división provocada por la aparición de la mente discriminadora, fenómeno generado y estimulado por el nacimiento y la actividad mundana. La ciencia del elixir consiste, justamente, en el reconocimiento y fijación de este estado primordial, estado a partir del cual se da forma al «embrión espiritual».
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Cuando se comprende el fundamento del yin y el yang, el Universo se contiene en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Lo único necesario es saber la forma de equilibrar estas energías, pues de la armonía de estas fuerzas surge el retorno a la Unidad Primordial y la fijación del «elixir dorado». El «embrión espiritual» es el estado mental de sabiduría en el cual se carece de la discriminación del conocimiento dual y el pensamiento discursivo. En dicho estado el espíritu permanece unificado, sumergido en la mente indiferenciada del Tao, donde se coagula (fija), estabiliza (equilibra) y recolecta (aumenta) la Verdadera Consciencia. En el cuerpo material reside un «cuerpo» formado de consciencia. Este «cuerpo espiritual» se crea a partir del cuerpo físico. Es el yang dentro del yin, representado por el trigrama Agua (☵), que es coagulado, incubado, alimentado y madurado por la consciencia de la realidad, simbolizada por el trigrama Fuego (☲). Ya madura, la Consciencia Verdadera puede liberarse del cuerpo material (como el niño que nace de su madre) y desarrollarse, poco a poco, hacia la total independencia y autosuficiencia. Este recién nacido es la verdadera energía unificada: «el Uno sin división». Culminada la senda del Tao, se posee un «cuerpo mental» y físico plenamente sublimado, en el cual es posible realizar el estado de Gran Sabiduría. De este modo, la perfecta realización de la Gran Obra consiste en la inmersión del espíritu en el estado insondable que está más allá de todo esfuerzo e intencionalidad, donde se revela el misterioso poder de la «no-acción». Entonces, cuando no existe nada que hacer (y tener) simplemente se «es», revelándose así el Tao en el propio ser.
El Jiulong Yi Y su relación con el Luo Shu Se atribuye el origen del Luo Shu a las marcas y signos aparecidos sobre el caparazón de una tortuga. El simbolismo de este animal guarda estrecha relación con las imágenes arquetípica de Cielo, Tierra y Hombre Verdadero (espíritu, materia y alma). La tortuga, encerrada en su concha, está como el ser humano entre los planos celestial y terrestre. La parte superior, aquella que cubre al animal, corresponde por su forma redondeada y cóncava al Cielo. La inferior,
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aplanada y cuadrangular, la que soporta al animal, guarda analogía con la Tierra 14.
Así, la concha entera se convierte en una imagen simbólica del Universo, en donde la tortuga representa al sabio, cuya retracción al interior de la concha representa el retorno al «estado primordial» de Hombre Verdadero. Estado que simboliza la realización plena de las posibilidades humanas, ya que, aunque el centro u origen (interior del caparazón) no sea más que un punto sin extensión espacial, contiene a todas las cosas en su Unidad y es, precisamente por eso, por lo que el sabio, como «centro consciente del universo» contiene en sí mismo todo lo que está manifestado en la Creación. El Luo Shu tenía su correspondencia arquitectónica en el Ming Tang, o «Templo de la Luz», edificio sagrado cuya disposición geométrica reflejaba el orden cósmico universal y, cuya orientación espacial, constituía el modelo a seguir en la conformación de los recintos sagrados y en la distribución provincial del imperio.
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Idéntico simbolismo se encierra en la arquitectura de muchos templos, cuya base cuadrada termina rematada, en lo alto, por una cúpula.
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Según este plano cósmico, el centro era ocupado por el número 5, cifra media de los nueve casilleros que lo componían. Representaba la equilibrada centralidad de la Tierra. La capital del imperio, el «Reino del Medio», correspondía a este número y era el lugar de residencia del emperador. Del mismo modo que el Reino del Medio ocupaba en el imperio una posición central, el imperio era concebido como ocupando una posición cósmica semejante, formando así una imagen en la Tierra del Universo. Esto tenía por significado manifiesto que «todo estaba contenido en el centro», de modo que en él se encontraba, de forma arquetípica, todo lo que existe en el conjunto universal. De esta manera, y a una escala cada vez más reducida, toda una serie de imágenes iban disponiéndose concéntricamente hasta concluir en la residencia real y en la figura del propio emperador, el cual, ocupando el lugar del Hombre Verdadero, desempeñaba la función de mediador o pontífice (hacedor de puentes) entre el Cielo y la Tierra. Era en este centro, o «corazón del mundo», donde se manifestaba el espíritu o «presencia divina», punto invariable donde se reflejaba la actividad del Cielo. Era la Estrella Polar, la svástica 15, el centro inmutable y axis mundi determinado por la «presencia consciente» del sabio, quien viene a representar, en el mundo terrestre, el lugar del alma entre el cuerpo y el espíritu. Alrededor de este espacio central, erguido como un lingam, omphalos o Pilar Cósmico, se ordena el mundo de la materia y la energía. De este modo, las nueve casillas que conforman el plano geométrico del Templo de la Luz, corresponden al Tai Yi 16 y los ocho trigramas como manifestación de las fuerzas universales.
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La svástika es esencialmente un símbolo del Polo o Principio Único, el Tao.
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Literalmente «viga principal», imagen del Tao, la Unidad manifestada en la dualidad yinyang.
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El Luo Shu guarda fácil analogía con el eneagrama al asociar cada una de sus casillas con la línea numérica correspondiente. Así, la 5ta línea, aquella que representa al «corazón del sabio» dentro del jiulong, corresponderá a la casilla central, señalada con el número cinco y representada, simbólicamente, por el Tai Yi. La 3ra línea guardará directa correspondencia con la casilla tres del Ming Tang, asociada al punto cardinal Este y al simbolismo del trigrama Fuego. La 7ma línea estará representada por el trigrama Agua, el punto cardinal Oeste y la casilla marcada con el número siete. Y así, sucesivamente, con el resto de los componentes lineales. Es necesario aclarar que, por su orientación solar, el jiulong verá alteradas las correspondencias simbólicas con el Luo Shu según sea el hemisferio en el que se encuentre el consultante. Al indagar el oráculo, éste asume el puesto del sabio, del Hombre Verdadero, es decir, se posiciona en el «centro» del Universo (casilla 5) y orienta su rostro «hacia la luz». Para aquel que se ubica en el hemisferio norte, del globo terráqueo, «mirar hacia la luz» significará encarar el punto cardinal sur. Para aquel que vive en el hemisferio sur, por el contrario, el «área luminosa» del cielo estará ubicada al norte de su posición geográfica 17. Esta inversión implicará un reordenamiento de las casillas, de los puntos cardinales y de los trigramas que les corresponden. Así, en el hemisferio austral el trigrama Cielo (casilla 9) corresponderá al Norte cardinal y el trigrama Tierra (casilla 1) representará al Sur. El trigrama Agua (casilla 7), que simboliza al Oeste, se desplazará hacia la izquierda del observador y, el Este cardinal, simbolizado por el trigrama Fuego (casilla 3), se reubicará a la derecha del Ming Tang.
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Este fenómeno se debe a que la Eclíptica, es decir, el paso aparente del sol a través de la cúpula celeste, se mueve entre los trópicos (cáncer y capricornio) en el mismo sentido que el ecuador celeste.
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El resto de los trigramas se acomodarán, entre los anteriores, en sus respectivas casillas. A su vez, el «eje primordial», el Tai Yi, invertirá su giro haciéndolo en sentido contrario a las manecillas del reloj, siguiendo así el movimiento aparente del sol desde esta nueva orientación.
La relación de las líneas del jiulong, con el Ming Tang, permite ampliar el rango de interpretación del oráculo al enriquecer el simbolismo de las líneas en mutación, pues una línea firme que se «oscurece», o una blanda que se «ilumina», ahora puede ser entendida en relación a un trigrama particular o una orientación geográfica específica. No deja de ser significativo el hecho de que las líneas 1ra, 2da y 3ra del jiulong, que corresponden al trigrama inferior o «terrestre» del mismo, estén simbolizadas en el Ming Tang por los trigramas Tierra (☷), Viento (☴) y Fuego (☲), todos signos de naturaleza femenina . Por otra parte, las líneas 7ma, 8va y 9na, que corresponden al trigrama superior o «celestial», representa cada una y en orden ascendente a los trigramas Agua (☵), Trueno (☳) y Cielo (☰), todos considerados signos de carácter masculino . Dentro del trigrama central, símbolo del sabio, se conserva este mismo orden. Debajo de la 5ta línea (a la cual no se le asigna ningún trigrama, pues representa al Tai Yi o Pilar Universal, es decir, el «corazón» del Hombre Verdadero), encontramos a la 4ta línea, simbolizada por el trigrama-hija Lago (☱). La 6ta línea, en directa relación con el trigrama celestial, se ve simbolizada por el trigrama-hijo Montaña (☶). Así, la correspondencia entre las líneas del eneagrama y las casillas del Ming Tang quedaría graficada de la siguiente manera:
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De este modo las analogías entre el Luo Shu y el jiulong reafirman el modelo tradicional, en el cual el Universo se polariza entre fuerzas masculinas (engendradoras) y fuerzas femeninas (concebidoras) de vida.
Sobre el Movimiento y Naturaleza de los Trigramas Cada
trigrama posee un movimiento de acuerdo a su naturaleza intrínseca. Este movimiento es indicado por la posición del trigrama en el ciclo creativo del Cielo Anterior u Orden Premundano. Este ciclo representa el «estado prenatal» de la mente 18, es decir, el estado primordial de la Consciencia Universal, cuyas funciones están simbolizadas por cada uno de los trigramas y la posición que ocupan.
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El «estado prenatal» es la Mente Original, o Unidad Primordial, antes de la ruptura o división provocada por la aparición de la mente discriminadora. Como la discriminación es una función propia de la conciencia, la Mente Original equivale, en lenguaje psicológico, a la Mente Inconsciente.
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El movimiento ascendente se inicia con el trigrama Trueno (☳), pasando gradualmente por los signos Fuego (☲) y Lago (☱), hasta alcanzar su punto más elevado, espiritual y luminoso en el signo Cielo (☰). Por el contrario, los trigramas descendentes comienzan el movimiento de caída a partir del signo Viento (☴), seguido de los signos Agua (☵), Montaña (☶) y Tierra (☷), siendo este último ideograma en donde la energía alcanza su grado más bajo, oscuro y material.
Para quienes cultivan la alquimia, el movimiento de los trigramas es de suma importancia: la formación del elixir es la fusión de las energías yin y yang, y sólo se puede realizar con aquellos trigramas cuyos movimientos convergen espontáneamente hacia la unidad. Para que esta característica se produzca, es necesario que el trigrama de movimiento descendente se sitúe en la parte superior del jiulong, mientras el de movimiento ascendente se ubique en la parte inferior del mismo. De esta forma se lleva a cabo la aproximación y unificación de las naturalezas de ambos signos. Cuando Cielo y Tierra van al encuentro, el Universo florece. Esto significa que si los trigramas que ocupan las posiciones superior e inferior del eneagrama, se dirigen uno hacia el otro, entonces la composición del jiulong es afortunada y muestra una predisposición propicia a la formación de la «perla de la inmortalidad», es decir, a la creación de un «estado de consciencia unificada». En configuraciones de este tipo, el trigrama central (aquel que representa al sabio) muestra la dirección en la cual el alquimista debe movilizar su voluntad o intención. Dicho de otra forma, el trigrama medio cumple la función de señalar al Hombre Verdadero sobre cuál «campo de cinabrio» (o centros de consciencia) concentrar la atención, para así favorecer la fabricación de la «medicina filosofal». De este modo, el alquimista utiliza al Jiulong Yi como guía para el acopio, sublimación y maduración de las fuerzas ying y yang presentes en la naturaleza de su propio cuerpo y mente. Pero, ¿qué sucede cuándo los trigramas celestial y terrestre se mueven en direcciones opuestas, es decir, cuando sus movimientos divergen? Oracularmente significa que el «tiempo» no es propicio para la preparación de la medicina, pues las 26
fuerzas tienden a la desunión. En tales circunstancias adversas, el trigrama central indica al alquimista la mejor manera de enfrentar la situación y la forma correcta de mantener la ligazón, o «puente», entre lo superior e inferior. El sabio no olvida que en la naturaleza existe un tiempo apropiado 19 para todo: un tiempo para arar, un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Nadie siembra en invierno, pues sabe que la primavera es el mejor tiempo para ello. Lo mismo acontece con la preparación del elixir. El alquimista espera el momento oportuno, el tiempo en que las fuerzas se muestran favorables y dispuestas a la creación, entonces procede a realizar su labor apoyando el quehacer natural. Según la posición de los trigramas en el Orden Premundano de la energía, existen dieciséis combinaciones apropiadas para la confección de la «medicina filosófica», es decir, donde el trigrama descendente ocupa la posición superior y el ascendente la inferior:
Sin embargo, sólo seis parejas de estas dieciséis combinaciones poseen una disposición verdaderamente favorable para la creación del «embrión inmortal»: Montaña sobre Trueno, Viento sobre Trueno, Agua sobre Fuego, Montaña sobre Lago, Viento sobre Lago y Tierra sobre Cielo. Sin tomar en cuenta el trigrama central, imagen del Hombre Verdadero, gráficamente quedarían representados de la siguiente forma:
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Kairós, el tiempo justo y oportuno.
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De estas seis combinaciones propicias, dos destacan por la simetría, equilibrio y armonía de sus formas, Montaña sobre Trueno y Viento sobre Lago:
Ambas configuraciones adquieren su forma equilibrada de la proyección especular de los signos que las constituyen, es decir, del reflejo perfectamente simétrico (en sentido vertical) de un trigrama en el otro: imagen de lo superior reflejándose en lo inferior y viceversa 20. Esta disposición estructural es señal inequívoca de la óptima naturaleza de las fuerzas que constituyen la mezcla alquímica. La última de ellas posee una estructura que recuerda la del trigrama fuego (☲), símbolo del espíritu solar y agente secreto imprescindible del proceso alquímico, lo que, junto al predominio de líneas luminosas, la hace aún más favorable que su compañera para alcanzar el logro de la Gran Obra:
Al agregarse a la fórmula gráfica el ideograma que representa al Hombre Verdadero, en este caso el alquimista, el equilibrio y armonía de la figura pueden verse alterados. Por ello es importante la correcta participación del sabio en las condiciones universales que dan por resultado la fabricación del elixir. No basta que el entorno cósmico sea favorable, es decir, que las fuerzas naturales de Cielo y Tierra se muestren dispuestas para la creación del «embrión inmortal». El alquimista debe estar a la altura de las circunstancias, mostrando en su interior una predisposición tan equilibrada y armoniosa como la que acontece en el mundo de la energía, de lo contrario, su falta de sincronización con el «tiempo universal» le impedirá ejercer la función intermediaria entre lo superior e inferior que le es requerida. A ello se debe la rigurosa disciplina mental y física a la que se somete el alquimista: prepara su mente y cuerpo para el momento exacto en que las circunstancias le sean propicias y así, poniendo «manos a la obra», alcanzar la consecución de la Obra Solar. Por su aspecto formal, existen cuatro trigramas que indican la conducta a seguir por el sabio para la fabricación de la «medicina filosófica»: Cielo (☰), Agua (☵), Tierra (☷) y Fuego (☲) 21. Todos ellos poseen una simetría estructural que los hace adecuados para ligar y mantener la estructura 20
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba» (Tabla Esmeralda).
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No es casual que los cuatro representen, en el Orden Premundano, los principales puntos cardinales.
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simétrica de los trigramas extremos. Así, en forma gráfica, el alquimista puede reconocer la actitud interna necesaria para aprovechar la disposición propicia de las fuerzas universales.
Cada uno de estos signos simboliza la Unidad Indivisible, o mysterium coniunctionis, que emerge como «embrión inmortal» de la unión de las fuerzas yin y yang universales. De estos ocho eneagramas es el quinto, Lago-Cielo-Viento, el que posee, por el número de líneas luminosas (siete en total), la disposición más favorable, pues muestra al alquimista, lleno de fuerza y claridad, protegido por la serenidad de la Tierra y la penetrante suavidad del Cielo.
Sobre el Simbolismo Individual de los Trigramas
CIELO Es lo creativo, la luz, lo fuerte. Es la imagen del padre. Su virtud es «el dominio». El espíritu de la vida enfrenta, combate y se impone en este signo. En el cuerpo humano es la cabeza. En las formas es lo redondo y circular 22, símbolo de lo eterno e intemporal. Es lo puro, lo espiritual, lo divino por excelencia. Es lo superior, lo alto, lo supremo. Hogar de lo divino. Es la sede de la luz, del sol, la luna y las estrellas, del conjunto de las esferas luminosas superiores, representando así los niveles elevados del ser. Su presencia indica la manifestación de los 22
Es el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. Es el Tai Yi, la figuración circular del yin-yang, representación de lo indefinido que, para el estado humano y en razón de la presencia de la condición temporal, reviste el aspecto de «perpetuidad».
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estados espirituales o «angélicos» del alma. En la tradición taoísta el Cielo es uno de los «Tres Grandes», junto a la Tierra y al sabio. Es la energía yang en toda su pureza. Su semilla luminosa es la svástica o estrella polar, que ocupa el centro del cielo, el sitio inamovible e inmutable del ser, el eje o columna del mundo, el árbol celestial de la vida, la montaña polar. Si la Tierra soporta, el Cielo lo cubre todo bajo él. Es el principio activo, la esencia sutil del espíritu. En lo climático es la sede del tiempo meteorológico. Psicológicamente representa la mente consciente.
TIERRA Es lo receptivo, lo oscuro, lo abnegado. En ella obra «la conservación». El espíritu de la vida hace que los seres se sirvan mutuamente en este signo. Ella cuida que todos los seres sean alimentados. Ella soporta a todos los seres. En el cuerpo humano es el vientre. En las formas, lo cuadrado. Es la energía yin pura, el principio pasivo, lo substancial, símbolo del útero material que concibe, desarrolla, nutre y, finalmente, da a la vida. Es la Gran Madre, lo fecundo, lo femenino. Es el complemento inequívoco del Cielo, de cuya unión surge la Creación entera. Es el terreno de cultivo donde el agricultor siembra sus semillas y, pasado el tiempo propicio, cosecha los frutos. Es la materia prima. Psicológicamente representa la mente inconsciente.
TRUENO Es lo suscitativo, lo excitante, el hijo mayor. En él obra «el movimiento». El espíritu de la vida surge y se manifiesta en este signo. Entre todo lo que agita a las cosas, no hay nada más veloz que el trueno. En el cuerpo humano simboliza el pie. Es la poderosa expresión sonora del cielo, fuertemente asociado al rayo (manifestación del fuego). Entre las divinidades indoeuropeas era manifestación del ario Indra, el germánico Thor y el griego Zeus, todos dioses masculinos y celestiales. Sin embargo tiene un aspecto telúrico y femenino como manifestación del rugido ctónico de los volcanes. El retumbar del trueno se concibe como la manifestación del poder y la palabra divina 23. Su sonido despierta, alarma y alerta, remeciendo al alma dormida. Instrumentos de percusión como el tambor, la campana y el gong lo simbolizan y representan. Simboliza a la vegetación, el crecimiento de las plantas en primavera y de la hierba sobre la pradera. Es el brote que germina, ansioso por desarrollarse y alcanzar la plenitud. Por extensión representa el rejuvenecimiento y la regeneración. Como símbolo psicológico es imagen de los contenidos inconscientes que emergen y se hacen conscientes.
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«Tronará Dios maravillosamente con su voz» (Job 37, v.5).
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AGUA Es lo profundo, el abismo, lo hondo y peligroso. Es lo líquido, la lluvia, las nubes, el hijo del medio. El espíritu de la vida se afana y trabaja en este signo. Entre todo lo que moja a las cosas, no hay nada más húmedo que el agua. En el cuerpo humano es el oído, la sangre y el corazón (como conciencia encarnada). Es la imagen de las emociones. Contemplando la naturaleza del agua el alma puede reconocerse a sí misma, viendo en su fluir la manifestación de la vida, en su inmovilidad la serenidad del corazón y en su transparencia la pureza de la mente. Entre los hindúes se identifica con el río sagrado Ganges, cuya fuente brota en los Himalayas, la montaña de los dioses. Para quien se baña en sus aguas, con espíritu de verdadero arrepentimiento, todos los pecados le son perdonados. La purificación interior corresponde a la purificación física que procuran las aguas sagradas que descienden del cielo, de la lluvia de las altas nubes o de los hielos de las montañas, y cuyo origen celestial otorgan la gracia divina. El agua simboliza la materia prima, pues encierra en sí, en estado potencial, la totalidad de las formas que puede tomar en su versátil substancia. Contiene todas las formas del mundo en estado indiferenciado. Según la tradición bíblica, cuando la tierra fue creada «el espíritu de Dios volaba sobre la faz de las aguas»(Génesis 1:2). Este espíritu divino tiene su equivalente, en el simbolismo hindú, con el cisne divino Hamsa 24, «aquel que abre el dorado huevo cósmico» que flota en el Océano Primordial de la existencia: la Unidad Indiferenciada y pasiva de la materia prima. Es sobre este mar que flota la flor de loto que sirve de asiento al Buda, el Hombre Despierto, que elevándose sobre las oscuras «aguas del alma», ilumina su espíritu con la luz del autoconocimiento. En estas Aguas Primordiales está enraizada la flor cuyo cáliz encierra la preciosa joya Boddhi del espíritu divino 25. Como principio de lo indiferenciado y de lo virtual, las aguas son el fundamento de la manifestación cósmica y receptáculo de todos los gérmenes vitales. Ellas simbolizan la «substancia primordial» de la que nacen todas las formas y a la que toda forma vuelve. Así, el agua es principio, medio y fin de todo ciclo cósmico, encerrando en su unidad indivisa las virtudes de todas las cosas. La «inmersión en las aguas» simboliza la regeneración total, un nuevo nacimiento, la regresión a lo pre-formal, pues la inmersión equivale a una disolución de las formas, a una reintegración en el modo indiferenciado y amorfo de la pre-existencia. Como consecuencia, «emerger de las aguas» repite el gesto cosmogónico de la manifestación: el nacimiento en la forma, en lo definido. El contacto con el agua implica siempre regeneración, porque la inmersión fertiliza y aumenta el potencial de la vida y la creación, así, incorporando en sí todas las virtualidades, se convierte en símbolo de lo vital. Fluido y soporte del devenir universal, el
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Vehículo del dios Brahma, significa: «yo soy». Como mantram se asocia al proceso respiratorio. 25
Buda mismo es este espíritu, pues él es la Joya en el Loto.
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agua se identifica con la luna 26 y los ritmos acuáticos dirigidos por su influencia y ciclos. Es el «elíxir de la inmortalidad», el amrita (no-muerte), licor de larga vida y principio de toda curación. Es la Fuente de la Juventud, el Agua de la vida, todas metáforas míticas de una misma realidad metafísica que sugieren que en el agua reside la fuerza vital, el vigor y la eternidad. Esta agua misteriosa no es accesible a todos, está guardada por «monstruos vigilantes», por demonios o divinidades, en territorios difíciles de alcanzar. El camino hacia su fuente implica arriesgadas pruebas, semejantes a la búsqueda del Árbol de la Vida. Como símbolo psicológico, el agua es imagen de las emociones y contenidos inconscientes.
MONTAÑA Es el aquietamiento, la inmovilidad, el hijo menor. En ella obra «la detención». El espíritu de la vida llega a su consumación en este signo. Entre todo lo que da comienzo y fin a las cosas, no hay nada más grande y cabal que la montaña. En el cuerpo humano es la mano, las caderas y la columna vertebral. Representa los senderos, las puertas, los guardianes, los templos y las piedras. Es imagen inequívoca de lo ascencional, de lo que sube a lo alto. Está asociada al simbolismo primordial del eje o «centro del mundo», al estado espiritual de la humanidad en el período originario. Su significado es simple: la tierra, la sustancia más humilde 27 y baja, se eleva a las alturas, hacia el cielo. Así, transfigurada en cumbre de nieves eternas, la montaña expresa por alegoría los estados trascendentes de la consciencia. En ella residen los dioses, los estados supraconcientes del Ser. La montaña es una llamada a «lo alto», a lo trascendente, de ahí que se presente como una escalera fabulosa que permite alcanzar lo divino, la cima de la humano. Es el punto de reunión del hombre con el Espíritu Divino que desciende. Por ello es el primero y más sagrado de los santuarios, el arquetipo de todos los templos. De ahí que los pueblos arios, de la antigua Persia, no construyeran templos para su divinidad, sino que los adoraran sobre las cumbres y cimas montañosas. Allí celebraban culto y sacrificio al fuego y al Dios de la Luz. De este modo consideraban a la montaña más digna y próxima a lo divino que cualquier construcción hecha por mano humana. En la India la montaña divina, el monte sacro, es el Meru. Analógicamente merudanda es el nombre que recibe la columna vertebral y médula espinal en el yoga tántrico. Ya que danda significa «bastón» (cetro o vara), merudanda pasa a ser el axis mundi o «eje cósmico» del ser humano. El monte Meru se concibe como el lugar en donde el dios Shiva, el gran asceta, realizó las meditaciones tras las cuales derrotó a Kama, dios del deseo y la pasión. En su cumbre, Shiva tuvo acceso a la purificación suprema de la mente, lo cual le permitió alcanzar la 26
En el hinduismo la luna es Soma, la «bebida de los dioses», que brinda juventud y vida eterna a las divinidades. En la tradición védica Soma adopta la forma del Dragón Cósmico del cual fluye el áureo elixir de la vida.
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«Humilde» proviene del latín humus, suelo.
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ecuanimidad trascendente. Por ello, en las consagraciones védicas de los reyes, figuraba la imagen de la montaña como símbolo de solidez y poder imperial. Sólo en la alta montaña se podía conseguir la visión divina del Glitmirbjorg o Montaña Resplandeciente, la Asgard 28 de los Edda, donde la idea de monte y cielo luminoso se unen en un solo concepto. Es la montaña como Walhalla 29, lugar desde el cual prorrumpe tempestuosamente la Wildes Heer 30, ejército espiritual de Odín, dios de las batallas, cuyo último objetivo trascendente será enfrentar las fuerzas de la oscuridad del Ragnarök 31. Psicológicamente la montaña simboliza la elevación a estados superiores de conciencia.
VIENTO Es lo suave, lo que se adapta, lo penetrante, el árbol, la madera, la hija mayor. En él obra «la dispersión», lo que es arrastrado por el viento. El espíritu de la vida alcanza su plenitud en este signo: todo lo que está vivo, respira. Entre lo que inclina a las cosas, no hay nada más veloz que el viento. En el cuerpo humano es la nariz, el olor y los muslos. Es progreso y retirada, es indecisión. Es símbolo del Espíritu, intermediario invisible entre el Cielo y la Tierra. Como «soplo vital» está vinculado al fenómeno respiratorio, en el cual la inspiración pasa a simbolizar la alimentación básica, la absorción de las energías universales, mientras la expiración refleja la entrega del Ser Individual al Ser del Mundo. En cuanto hálito cósmico se identifica con la «respiración universal», el Alma del Mundo. Como símbolo, la respiración está íntimamente ligada a la sangre, al «fuego líquido» de la existencia. En algunas tradiciones el viento representa al soplo divino, equiparado a la voz de la deidad o al sonido primigenio. Por ello el «poder del soplo» es manejado por el chamán y el profeta: «Ven, espíritu de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan» 32. Esta capacidad de insuflar vida es propia de los númenes y, por tanto, todo lo tocante al soplo, al viento y al aire es considerado sagrado. Así, el aire es un «misterio divino» sólo perceptible por su manifestación en los cuerpos. De aquí el sentido profundo y filosófico que daban los romanos a la palabra spiritus (soplorespiración) y los griegos al término pneuma (espíritu-soplo-respiración). Afirmaban que las tempestades atmosféricas tenían su origen en los cuatro vientos cardinales: «Euro», proveniente del este; «Céfiro», originario del oeste; «Bóreas» (Aquilón), del norte; y «Noto» (Auster), del sur. Para los antiguos toda tempestad era la expresión de los espíritus o 28
Asgard es la morada de los espíritus, ciudad capital de los dioses germánicos.
29
Walhalla, paraíso-fortaleza germánico a donde van los guerreros muertos en combate.
30
Los Einherier o «héroes resurrectos», que saldrán del Walhalla para la última batalla contra las Tinieblas.
31
Ragnarok o «destino de los dioses». La Batalla del Fin del Mundo.
32
Ezequiel Cap.37, v.9.
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dioses del aire, deidades relacionadas al rayo, al fuego y el trueno. En la mitología germánica el viento tormentoso se consideraba la manifestación física de la Wildes Heer, la Hueste Salvaje o Ejército Espiritual del dios Odín. Los instrumentos de viento, la voz y la palabra son expresión del poder del aire. Psicológicamente simboliza la sutileza, adaptabilidad y penetración del intelecto. Bajo la imagen del árbol se ve representado por el fresno Yggdrasil, el centro del Universo, que en la mitología escandinava es el Padre-Madre original, el escenario majestuoso de la vida, el tronco primordial, el eje de la existencia, de cuyas raíces emana la «sangre lunar», el elixir mágico Aurr.
FUEGO Es la luz, el sol, el rayo, la hija del medio. Es lo que «se adhiere» o fundamenta en algo. El espíritu de la vida hace que los seres se perciban con la mirada en este signo. Entre todo lo que calienta a las cosas, no hay nada más secador que el fuego. En el cuerpo humano es el ojo, el tórax y el corazón (como irradiador de vida). Es lo que se eleva, alumbra y flamea. Simboliza las armas, especialmente las de metal brillante. Como fuente de luz y calor representa la chispa espiritual que existe dentro del ser humano. En la mitología griega es Prometeo 33, el titán que roba el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres. Según Zoroastro, el fuego es Ahura Mazda, el «Bien Supremo». Para Heráclito es el «principio de todas las cosas», el logos 34 universal. En los Vedas se le llama Agni, el «primer impulso» o «esencia de la Creación». Este impulso causa la luz de la consciencia. Junto con Indra (el rayo) y Surya (el sol) conforma la trinidad más antigua del panteón hindú. Una de las tareas de Agni es la de servir de mensajero entre dioses y mortales (como HermesMercurio). Su cabeza posee un millón de ojos. Según la tradición védica el Árbol del Mundo está vuelto al revés, hunde sus raíces en el cielo mientras de sus ramas cae, gota a gota, el «licor de la inmortalidad». Agni adopta la forma de un gavilán (o halcón) y, como Prometeo, arranca una rama para precipitarse al abismo y llevar el fuego a la tierra. En el ascetismo hindú, el agni-yoga (yoga del «fuego interno») es un proceso que provoca el despertar de la kundalinishakti (poder de la serpiente) a través de la acción unificada de mente y respiración. Así, kundalini, simbolizada con el aspecto de una serpiente dormida y resplandeciente, despierta de su profundo sueño y se eleva, a través del canal energético central (sushumna), desde el chakra raíz (muladhara) hasta la cabeza (sahasrara). Su ascenso se acompaña de variados fenómenos psíquicos, todos ellos relacionados con el calor y la luz. En la medicina ayurvédica Agni es el fuego digestivo, el conjunto de fuerzas catabólicas que descomponen el alimento que consumimos. No solo está relacionado a las enzimas y ácidos que participan en el proceso digestivo, sino también a todos los órganos y tejidos que colaboran en dicha función, que regulan 33
Aquel que posee la capacidad de prever y anticiparse.
34
Razón, inteligencia, pensamiento.
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el apetito y realizan la eliminación de los residuos: glándulas salivales, hígado, vesícula, páncreas, intestino grueso, etc. En el arte de la alquimia el fuego es el agente principal del proceso transmutatorio. Es el «azufre» o «salamandra» que se esconde en el corazón del «mercurio filosófico». Por su naturaleza es considerado como «espermático», es decir, engendrador y madurador de la materia prima informe. Como símbolo psicológico es imagen de la mente consciente.
LAGO Es lo sereno, lo calmado, la hija menor. En él obra «el regocijo». El espíritu se alegra en el signo del lago. Es la boca, la lengua, la magia y hechicería. También es rotura, podredumbre y disolución. El simbolismo del lago es similar al del océano o mar. Se trata de una vasta superficie que acumula las aguas que convergen en él. La riqueza de su contenido se debe, justamente, a la postura humilde (baja, inferior) que asume con respecto a los ríos que fluyen hacia su interior. En esto asemeja al Tao, por lo que se convierte en imagen de él. Como punto de reunión y convergencia de las aguas, el lago es símbolo del centro y la unidad. Es el lugar donde todos los contrarios se unifican y todas las oposiciones se resuelven. Representa la integración, concentración y conjunción de las fuerzas cósmicas que vuelven al origen. Es lo múltiple retornando a la Unidad, lo externo que se «interioriza», lo manifiesto ocultándose y lo temporal absorbiéndose en el punto estático de lo «atemporal». Como centro de convergencia es el lugar de nacimiento de las oposiciones y el sitio de su reconciliación, de su unión en una coincidentia oppositorum. Así, el lago es símbolo de profunda serenidad y morada de una alegre tranquilidad. Es el Paraíso, lugar donde las antinomias se trascienden. Es el lugar en donde todo mal y sufrimiento, toda angustia e inquietud, originadas en el conflictivo choque de los contrarios, desaparecen dentro de la paz perfecta y el reposo de su fusión central. Sin embargo, también es un foco de gran intensidad dinámica. Es el lugar en el que todas las energías se concentran y en el que todas las fuerzas del cosmos coexisten en un estado de potencial virtualidad 35. En este sentido, los símbolos del lago y el agua están íntimamente relacionados: ambos representan la mente inconsciente, una en su aspecto dinámico y el otro en su modalidad pasivo-acumulativa.
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Esta potencialidad se simboliza, en el panteón hindú, con la imagen del dios Vishnu durmiendo sobre un loto que flota en medio de las infinitas Aguas Cósmicas Primordiales.
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Conceptos Básicos Para la Interpretación 1. La mejor manera de predecir el futuro es creándolo. Por ello el sabio indaga sobre las potencialidades del ahora y así fomenta, o neutraliza, aquellas circunstancias que le depara el porvenir. Previendo lo que se está formando en el mundo sutil de la energía (y en su propia mente), se protege de las desgracias y alcanza el éxito. 2. El Tao es aquello que da origen a «lo oscuro» y a «lo luminoso». Como fuerza engendradora se le llama «mutación». Su función se encuentra más allá de la forma y la apariencia. Así, el Tao engendra al Uno, el Uno engendra al Dos (yin-yang), el Dos engendra al Tres (jing-qi-shen) y el Tres engendra los diez mil seres. Por eso los diez mil seres contienen en sí mismos la dualidad y la trinidad, que armonizan y unifican a través del soplo vital.
3. Las mutaciones son aquello mediante lo cual se puede alcanzar todas las profundidades y comprender todos los gérmenes del futuro. Únicamente mediante lo profundo es posible penetrar en todas las voluntades bajo el Cielo. Únicamente mediante el conocimiento de los principios es posible llevar a su consumación todas las cosas sobre la Tierra. Todo aquello que no puede ser medido ni definido mediante la luz y las sombras, recibe el nombre de «Espíritu». Únicamente mediante el «Espíritu» puede uno apresurarse sin prisa y llegar a la meta sin moverse de su sitio 36. 4. Los sabios de la antigüedad usaron el conocimiento de las mutaciones para escrutar la Ley Interior y el destino. Establecieron los signos para que pudieran percibirse en ellos, visualmente, los fenómenos que se estaban fraguando en el devenir. Al Tao del Cielo lo denominaron «oscuro» y «luminoso». Al Tao de la Tierra lo llamaron «blando» y «firme». Establecieron el Tao del Hombre y le dieron los nombres de «bondad» y «justicia».
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«Sin salir de la propia casa se conoce el mundo. Sin mirar por la ventana se conoce el Tao del cielo. Cuanto más lejos se va, menos se sabe. Por eso el sabio conoce sin viajar, distingue las cosas sin mirar y realiza su obra sin actuar» (Tao Te King, XLVII).
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5. Entre Cielo y Tierra se encuentra el Ser Humano: juntos forman los Tres Grandes Poderes del Universo. Por ello, tres veces tres da origen a los «Nueve Dragones» 37. El Ser Humano Superior sigue la ley de la Tierra, la Tierra sigue la ley del Cielo y el Cielo sigue la ley del Tao. El Tao, sin embargo, sigue su propia ley. Así, cuando el Tao (mente-corazón) del Ser Humano está en armonía con el Tao de Cielo y Tierra, el Universo está en orden y todo es propicio. 6. Movimiento y quietud tienen leyes definidas, de acuerdo a ellas se discrimina entre trazos firmes y blandos. Al cambiar los trazos surgen la transformación y la mutación. La modificación de una línea blanda en una línea firme señala «progreso», «avance» y «luminosidad». La transformación de un trazo firme en uno blando indica «retroceso», «detención» y «oscuridad». Según sea la circunstancia, será favorable la «iluminación» o el «oscurecimiento», el avance o el retroceso, la firmeza o la suavidad. Si la acción está en armonía con la Ley Universal, entonces predomina la ventura, la ganancia y la conquista de lo que se busca. Si la acción se opone a las leyes naturales, entonces todo afán resulta en desventura, pérdida y humillación. 7. En las situaciones reflejadas por los signos están aquellas ascendentes, o expansivas, y aquellas descendentes, o contractivas. En éstas predominan la estrechez y el peligro, en aquellas la tranquilidad y la seguridad. Según sea la naturaleza, posición, movimiento y relación de los signos entre sí, podrá hablarse de «unión» o «separación». Cuando hay unión, hay generación. Cuando Cielo y Tierra se unen, todos los seres prosperan. 8. Al contemplar con atención los signos del Cielo y la Tierra se reconocen las relaciones de lo luminoso y lo oscuro. Si lo anímico superior asciende hacia lo alto y lo anímico inferior desciende a las profundidades proviene la desunión, la disolución, la separación y la muerte. Solo la unión de los espíritus luminosos y oscuros da por resultado la vida. De este modo, al tornarse el Ser Humano parecido a Cielo y Tierra, no entra en contradicción con ellos y todo le es propicio, su sabiduría abarca todas las cosas alrededor y el Tao ordena, por sí solo, el mundo entero. Así, el sabio obra por doquier sin cometer faltas, sin perder la ecuanimidad ni caer en peligrosas polarizaciones y apasionamientos. De ahí que su mente esté libre de preocupaciones y error. 9. La condición natural de Cielo y Tierra consiste en ser dispensadores de vida. Ambos constituyen el verdadero secreto de las mutaciones. Si Cielo y Tierra no existiesen, no habría nada en lo cual se reflejaran las mutaciones. El Cielo es lo más poderoso en el mundo y la expresión de su modalidad es lo constantemente fácil, 37
Las nueve líneas del eneagrama o jiulong.
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así muestra a los seres humanos como dominar lo peligroso. La Tierra es lo más abnegado del mundo, su modalidad es lo constantemente simple y así muestra la manera de dominar todos los obstáculos. Esto es imitado por los trazos y reproducido por las imágenes de los signos. 10. Trazos e imágenes se expresan internamente como acciones mentales. Ventura y desventura se manifiestan en las circunstancias externas. La forma correcta de obrar y el «campo de acción» se conocen en los cambios y modificaciones de las líneas. Así, el sabio conoce lo que se mueve en la profundidad de su corazón antes de que salga a la luz de la consciencia y sabe, lo que fragua el devenir de las circunstancias, antes de que se materialicen los hechos. 11. Las mutaciones comienzan en el trazo inferior y se resumen en el más alto. De este modo el primer trazo esconde las posibilidades, mientras el último señala lo que ya se ha consumado. Así, cada línea debe entenderse conforme al significado que le corresponde según el momento dado. Por ello, el trazo inicial es difícil de entender debido a que sus posibilidades son muchas, mientras el último es fácil de comprender, pues entre ambos existe una relación de causa y efecto. Los trazos centrales permiten vislumbrar el rumbo que adoptan las circunstancias e investigar las cosas en profundidad, facilitando discernir «lo justo» de «lo injusto» 38 según la ocasión. 12. El Tao es impermanente, en continuo flujo y movimiento, lleno de inagotables modificaciones. Por eso las cosas son multiformes, mutables y, como resultado, los trazos lineales son cambiantes. Es a través de ellos (y su manifestación) que se pueden vislumbrar las etapas escalonadas y progresivas que representan a las cosas y sus situaciones. 13. Los trazos no siempre corresponden al puesto y tiempo correcto, pues cada situación exige una actitud mental y conducta determinada. Sin embargo, cada mutación señala la orientación adecuada a seguir. De aquí surge «ventura» y «desventura» según se modifique, o no, la disposición interior. El gran tesoro del sabio consiste en saber situarse en el lugar apropiado en plena armonía con el tiempo y las circunstancias: avanza cuando es tiempo de avanzar, se detiene cuando hay que detenerse, retrocede cuando el tiempo no es propicio y el peligro está en ciernes. 14. Verdad y mentira se influyen mutuamente, de ello surge la ganancia y la pérdida. En toda circunstancia las cosas guardan entre sí una relación muy íntima de mutua influencia. Cuando esta relación carece de armonía la consecuencia es la desventura. De 38
Lo apropiado, o inapropiado, a cada momento o circunstancia.
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esto deriva perjuicio, arrepentimiento y humillación. Por eso las transformaciones de los trazos hacen referencia a la forma correcta o incorrecta de actuar 39. Como las acciones venturosas implican buenos augurios, las imágenes y sus líneas cambiantes sirven para conocer las cosas y el oráculo se utiliza para adaptarse favorablemente al porvenir. 15. Las imágenes de los signos (y la mutación de sus trazos) permiten al sabio conocer la profundidad de su propio espíritu. En ellos se refleja el contenido de su corazón. Al momento de comprender y desentrañar los significados, su mente reflejará sobre signos y trazos la naturaleza de su alma. De esta forma conocerá el origen de su ventura o desventura, de su pérdida o ganancia, y sabrá lo que debe hacer para que todo le sea propicio. Las mutaciones son vastas e ilimitadas y pueden utilizarse en todos los campos del conocimiento humano y universal. En ellas está todo plenamente contenido. En su interior se vislumbra el Tao del Cielo, la Tierra y la Humanidad. El sabio cabal las utiliza para dar claridad a su mente, a su vida y para adaptarse a las circunstancias, cuyos gérmenes van creciendo y adquiriendo forma desde la profunda oscuridad del devenir.
Anexo Ejemplo de Interpretación Oracular El oráculo, que abarca el período de equinoccio de primavera a solsticio de verano, da el siguiente eneagrama mutable:
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Correcta o incorrecta según el tiempo y circunstancias, no según la moral social vigente.
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Líneas 1ra a 4ta — 21 de marzo al 30 de abril : El Cielo se muestra como el viento (☴). Su movimiento descendente es suave, adaptable y penetrante. La Tierra, por su parte, adopta la naturaleza del trueno (☳); su movimiento es fuerte y va dirigido hacia lo alto. Hay convergencia entre ambos. «Cuando Cielo y Tierra se unen, los seres prosperan». La decidida acción de lo terrestre se ve penetrada por la suave influencia de lo celestial. Entre ellos se eleva el Hombre Superior, el sabio, asumiendo la serena y profunda conducta del lago (☱). La presencia del trueno sugiere que las circunstancias materiales serán algo agitadas, inestables, inquietas, moviéndose de aquí para allá. Se escuchará el «retumbar del trueno» durante este periodo de tiempo. El sabio deberá adoptar una postura serena y alegre ante la preocupación y alarma que la conmoción generará en su entorno. Todavía no es tiempo de actuar ni de ponerse en movimiento. Como un lago debe conservar la ecuanimidad, dejando que las energías converjan a él y lo llenen. Su mente, como una espejada superficie lacustre, deberá reflejar la conducta del Cielo, señalada por la suave y delicada penetración del viento. Las circunstancias espirituales parecen sugerir una suave inestabilidad, semejante al indeciso movimiento del aire. En lo social el eneagrama indica cierta inquietud, en la masa del pueblo, que las castas gobernantes intentarán calmar por medio de la palabra. Como la primera línea del jiulong corresponde tanto al trazo yang del signo trueno (☳), como al decanato del 21 al 30 de marzo, la «movilidad de las masas» puede estar haciendo alusión a las peregrinaciones de Semana Santa 40, actividad religiosa que desplaza gran cantidad de personas al interior de la república. Desde una perspectiva psicológica el jiulong señala que el mundo ctónico, de la mente inconsciente, se presenta agitado e inquieto. Desde las profundidades emerge una fuerza poderosa y decidida que remecerá el mundo del consultante. Como el trigrama Trueno simboliza las fuerzas primaverales regeneradoras, bien podemos suponer que el signo hace referencia a las energías sexuales o creativas del consultante. Una conciencia adaptable y penetrante (trigrama superior Viento), junto a un corazón (trigrama medio Lago) alegre y sereno, harán posible manejar la situación y obtener el mejor resultado de toda esta agitación interna. Las directrices para el yoga alquímico son claras: las fuerzas generativas (trueno) deben domeñarse mediante la conciencia (shen) del flujo respiratorio (viento). La mente del sabio, como la quieta superficie de un lago, deberá reflejar con absoluta claridad la realidad tal como se presenta, sin distorsiones anímicas. Por su forma, el lago (☱) evoca la forma de una vasija o escudilla, es decir, de un recipiente capaz de contener algo en su interior. Por ocupar la 40
Este año se estará celebrando entre el 20 y 23 de marzo.
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posición del trigrama central no solo representa al sabio, sino también al corazón y caldero del «campo de cinabrio medio». Significativamente, el trigrama viento (☴) es la imagen invertida del anterior, lo que asocia al signo con un recipiente boca abajo. Así, la relación de ambos trigramas representa al viento —mente, intelecto, espíritu— vertiendo su contenido en la vasija del alma o corazón 41. Esta figura también permite la interpretación cósmica donde se ve al Espíritu del Cielo descendiendo sobre el sabio. Se trata de un «tiempo bendito», en donde el Hombre Superior se abre al influjo de lo superior y, debido a ello, despierta en lo profundo de sí a las fuerzas renovadoras de la naturaleza.
Líneas 5ta a 9na — 01 mayo al 20 de junio : Entre el 01 y el 10 de mayo la 5ta línea, aquella que representa al corazón o Tao del sabio, se «oscurece», es decir, retrocede, se hace blanda o vacía. Sin embargo, este aparente retroceso va de acuerdo con los tiempos y tiene, como resultado directo, un progreso más decidido, pues el sereno signo del Lago (☱) se transforma en el impetuoso e inquieto Trueno (☳), lo cual indica que la fuerza del trigrama terrestre se ve reforzada, en su movimiento ascendente, por la conducta del sabio. El tiempo de serena y complaciente quietud ha pasado, ahora corresponde ponerse en movimiento de una forma enérgica, decidida. El periodo de acumulación de fuerzas debe dar paso a la acción. La 5ta línea «vacía» sugiere la vacuidad de corazón, es decir, que la acción emprendida debe estar libre de toda intención egoísta para ser exitosa. Como el consultante está en consonancia y armonía con el trigrama inferior, su movimiento ascendente es poderoso e imparable. Alcanzará su objetivo con el apoyo de la Tierra que lo sustenta. El influjo que desciende del Cielo le da su bendición con adaptable suavidad. La mesurada oposición del viento, al poderoso movimiento duplicado del trueno, parece hacer referencia al uso del pensamiento como herramienta moderadora para refrenar los impulsos violentos: la razón debe ser guía de las acciones. Viento sobre truenos es imagen de una gran tormenta. El eneagrama parece anunciar un periodo climático tempestuoso, de vendavales y tormentas eléctricas. En lo social parece augurar circunstancias algo tormentosas. Ha desaparecido la imagen del lago, que amortiguaba el choque entre trueno y viento con su serena alegría. Ahora la fuerza del trueno se ve duplicada y el suave poder del viento (palabras, razones) no es capaz de detener el embate de las energías que se elevan impetuosas. El sabio, habiendo vaciado su corazón de todo deseo personal, hace propio «el corazón del pueblo» y comparte sus inquietudes y aspiraciones. Sin embargo se debe estar alerta, toda acción que se apoye o emprenda debe tener como objetivo la superación, el elevarse sobre las actuales circunstancias. Si el movimiento no es ascendente, es decir, no 41
El jeroglífico egipcio para «corazón» es, justamente, la imagen de una vasija de vino. Para los egipcios el corazón no solo era el motor de la vida corporal, sino también de la anímica. Por ello era el único órgano sometido al «pesaje del alma» y dejado en el cuerpo para la futura vivificación de la momia.
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lleva al progreso, entonces toda la atronadora conflagración se habrá desvirtuado y el fracaso será el único resultado. Esta constelación anuncia movilizaciones ciudadanas (marchas, paros y huelgas). Psicológicamente hablando, el cambio de la 5ta línea anuncia un redireccionamiento de la conciencia con respecto a las manifestaciones de la mente inconsciente. La mutación del eneagrama parece sugerir que los impulsos inconscientes (trigrama inferior) se mueven en la dirección correcta según tiempo y circunstancias. Por ello es acertado adoptar una actitud interna paralela y acorde con las fuerzas instintivas. Esta actitud no es en absoluto arriesgada o imprudente, no se debe olvidar que la mente inconsciente conoce más de las necesidades internas que el propio yo consciente, el cual, la mayoría de las veces, es el causante de los trastornos anímicos que nos aquejan al adoptar una actitud psicológica desequilibrada y ajena a la propia realidad interior. El yoga alquímico indica que la sublimación de las fuerzas generativas (jing) alcanzan el «dantien» medio, lo cual madura y sublima la vitalidad (qi) acopiada en él. El movimiento ascendente de las energías interiores es poderoso. Como se trata de un proceso natural y espontáneo, el meditador no debe realizar nada, solo tiene que conservar la conciencia del flujo respiratorio como única tarea mental: «Trabajo de mujer y juego de niños». El soplo constante del viento desde el Cielo recuerda el influjo celeste del espíritu divino sobre la Tierra y sus criaturas. Es el Espíritu Santo descendiendo sobre los hombres de buena voluntad, aquellos que elevan su alma y aspiran alcanzar el «reino de los cielos».
Comentario a la mutación de la 5ta línea : La línea llena, que representa al corazón del sabio, se vacía. La imagen de vasija o recipiente, que posee el trigrama Lago, ahonda aún más su interior y así ve aumentada su capacidad para recibir el influjo del «soplo divino».
La vacuidad del corazón del sabio es solo aparente, ahora se encuentra lleno del «espíritu que sopla desde lo alto». Al ser invisible no se le ve y por eso parece sin contenido, sin embargo, su manifestación es poderosa como el trueno. El sabio troca su conducta serena por otra activa y decidida. En oriente, el animal del trueno es el dragón, el cual emerge desde el amanecer (origen de la luz) lleno de luminosa vitalidad. En armonía con los tiempos, el sabio debe comportarse como tal criatura: fuerte, terriblemente decidido y poderoso. 42