Recorridos de lectura María José Troglia Los recorridos o itinerarios de lectura son un modo de organizar los textos para su lectura según algún criterio: de autor, de género, de formato, de tema, de colección… La elección del criterio es libre y lo interesante es que permiten ser creativos en la búsqueda de los textos y de las relaciones entre ellos. Organizar proyectos de lectura en base a recorridos es sumamente productivo: para los chicos es muy significativo (no lo olvidan), permite descubrir cómo un texto lleva a otro texto y las diversas formas de leer. Se pueden diseñar itinerarios sobre monstruos, sobre metamorfosis, de textos poéticos, de textos con animales, de libros que hayan sido adaptados al cine, de textos que giren en torno al mar, de princesas, de la colección Pajarito remendado, de María Elena Walsh…La lista parece infinita. Los recorridos pueden estar constituidos por la cantidad de textos que se desee o se disponga, esto tendrá que ver con la planificación que se esté desarrollando y con los propósitos que orienten la actividad de la lectura. Si se elige un tema, los géneros pueden ser variados. El diseño de recorridos puede realizarlo el docente o puede invitar a sus alumnos a hacerlo con él. A medida que van creciendo y ganando en lecturas, están preparados para elegir cómo seguir leyendo. Por ejemplo, si un chico manifiesta que le gustó muchísimo esa novela de piratas que se leyó colectivamente, es posible habilitarlo a que busque otra novela del mismo tipo para continuar esa exploración. Al principio será necesario que se los guíe, más adelante podrán explorar ellos solos el camino de la lectura, tal como hacemos en nuestra vida, fuera de la escuela. Los niños (aún los más pequeños) suelen saber qué quieren de la lectura. ¿Qué se aprende transitando un recorrido? Se aprende a descubrir las marcas de estilo de un autor y las características y recursos propios de un género. Se aprende a reconocer los temas y problemas que son recurrentes en la literatura de una época o un lugar. Se aprende a leer la relación entre el texto verbal y la imagen. Se aprende a percibir y comparar los modos distintos en que se puede narrar una historia. Se aprende a valorar y a comunicar las valoraciones sobre obras y autores. Se aprende a descubrir el valor connotativo del lenguaje a través de la apreciación de metáforas, imágenes, reiteraciones, etc. Se aprende que un texto puede llevarnos a otro, reconociendo las estrategias de intertextualidad y los rasgos de las poéticas de los autores (“leamos otro de Graciela Montes porque me gusta cómo escribe”) Los itinerarios deben desafiar a los lectores. Deben quebrar los límites de lo que se espera y proponer caminos alternativos. Esto permite unir en un mismo recorrido un clásico y un texto contemporáneo, un texto de un autor cercano en tiempo y espacio con otro muy lejano, una novela con una historieta. Todo esto configura un saber en torno a lo literario y también permite la conformación de comunidades lectoras que comparten maneras de leer y de aproximarse a un determinado conjunto de textos. Las formas diversas de leer también pueden explorarse a partir de la propuesta de recorridos lectores: pueden leerse muchos textos sin profundizar demasiado en ninguno de ellos (lectura extensiva) o pueden leerse detenidamente unos pocos textos
(lectura intensiva) o combinar ambas formas, explorando en profundidad un texto y luego leer el resto de manera menos minuciosa o centrándose en menos aspectos. Es importante señalar que el diseño de los recorridos pide del docente una práctica de lectura sostenida, diversa, que parta de una mirada amplia, que se resista a la estereotipación y a los convencionalismos. La planificación de una tarea de este tipo exige un tiempo de trabajo particular, principalmente en la etapa de la selección. En este punto se pueden emplear distintas estrategias que faciliten la elección de los libros, teniendo siempre presente la calidad literaria y que los libros sean disparadores de sentidos múltiples. Pueden consultarse los catálogos de las editoriales (la mayoría están en línea actualmente), visitar bibliotecas y librerías, leer revistas especializadas (muchas están disponibles en la web) y boletines, consultar páginas electrónicas de asociaciones, fundaciones, programas nacionales y provinciales que sugieren lecturas, mirar programas de televisión sobre la lectura y los niños que se emiten por señales educativas, intercambiar con los colegas y otras alternativas. Las bibliotecas escolares muchas veces están mejor dotadas de lo que se cree y ésta es una buena oportunidad para visitarlas y poner en circulación los materiales existentes. La planificación de un recorrido comienza con el planteo del eje que lo vertebrará, sigue con la selección de los textos (que es provisoria, ya que pueden ir apareciendo nuevas lecturas a medida que se transita el itinerario), luego con la lectura de los textos, lectura que puede hacerse de múltiples maneras (en voz alta, en voz baja, de una vez, fragmentaria, individual, en parejas, en grupos, con toda la clase, etc.) y siempre es productivo plantear actividades que puedan ir enriqueciendo esas lecturas, pueden ser de oralidad (como las rondas de comentarios) o de escritura (actividades de taller, producción de recomendaciones). Lo que no debemos perder de vista es que el propósito que persigue esta forma de planificar la lectura es que los chicos sientan que el deseo de leer “les toca el hombro” como dice Laura Devetach y que un libro siempre nos lleva hacia otro, por eso es importante ser cuidadoso con el tipo de actividades que se plantean antes, durante y después de leer, de modo que cada vez se lea más en la escuela y no se sienta que se está malgastando tiempo que podría emplearse en otras acciones. Los maestros tienen que ser los primeros lectores y privilegiar el tiempo y el espacio de la lectura en sus aulas y en todas las instancias colectivas que se pueda. Leerles a los chicos en voz alta siempre, aun cuando estén en los ciclos superiores y buscar estrategias para mostrarles cómo elige los libros, cómo los lee y cómo los multiplica un adulto, en este caso mediador entre los chicos y la lectura. Sugerencias de recorridos de lectura Para primer ciclo Bichos chicos Los animales han habitado desde siempre los relatos y poemas infantiles. Animales grandes, pequeños, que hablan, que acompañan, que miran o hacen cosas, desde el relato bíblico del Arca de Noé, han ocupado sus lugares en el arca de la literatura y parece que no fueran a irse por mucho tiempo. Este recorrido que se propone para Primer ciclo es una incursión a la vida literaria de piojos, pulgas, hormigas y otros bichos chicos. En clave de historieta, Tabaré introduce a los lectores al mundo del Bicherío (Colihue, 2007). El bicherío nace en un charquito, y allí comienza, otra vez, una historia que ya tiene millones de años y parece que fuera a continuar por muchos más…la historia de
los animales más pequeños que buscan seguridad, condiciones básicas para subsistir y no morir pisados, aplastados, fumigados, o de tantas otras formas como suelen morir los bichos más chicos. Otra historia de pequeños en peligro: la de una compañía de bichos artistas algo fracasados, pero creativamente solidarios que ayudan a salvar a una colonia de hormigas en peligro. Bichos de Disney-Pixar narra una buena historia a través de texto e imagen. Gustavo Roldán, un experto en animales, conduce a los lectores por El camino de la hormiga (Alfaguara, 2004). Hace 2000 años, en el Perú, las hormigas dibujaron las líneas de Nazca. Roldán cuenta esta apasionante historia para descubrir un misterio. Y en diálogo de imagen y texto con este texto viene llegando en fila y persistente La hormiga que canta (Libros del Eclipse, 2004), de Laura Devetach. Devetach instala algunas preguntas en registro poético en torno a las costumbres insospechadas de las hormigas, que marchan atadas por un cordón invisible (“¿dónde está quien las ató?”), cantando una canción que no todos escuchan. Dos libros parecidos, ilustrados por Juan Lima. También María Elena Walsh, en su clásico y siempre vigente Tutú Marambá (Alfaguara, 2000) se ha preguntado por las hormigas. Una de ellas, por ejemplo, se sale de su fila para viajar al desierto de Arizona, a buscar una semilla de limón, sin sospechar que allí encontrará al amor de su vida: el famoso Hormigón Armado, con bigotito y bastón. Y hay más historias de hormigas, como ésta de María Cristina Ramos, de una que nace blanca en una colonia de hormigas bien negras. Un poema sobre las diferencias, sobre la aceptación, sobre la búsqueda de un lugar propio: Historia de una hormiga (Siete Vacas, 2007) Hay gente que siente aversión por ciertos bichos, como los escarabajos. Si vienen de a uno, pueden pasar, pero ¿pueden imaginar Siete millones de escarabajos? Todos juntos, organizados para visitar a su primo lejano, Comotto (Fondo de Cultura Económica, 2001) despliega en un libro-álbum asombroso esta imagen difícil de olvidar. Entre los bichos que no toleramos están los mosquitos. Aunque al mosquito Efraín que inventó Ricardo Mariño ¿quién no lo querría? Un pobre y pequeño mosquito autoexiliado de la planta de limón por las burlas de parientes y amigos. Un mosquito desterrado y valiente, que desembarca en Liverpool para convertirse en héroe literario Efraín vive… Es El héroe y otros cuentos (Alfaguara, 1995). Que nos pique un mosquito no es nada lindo, pero mucho peores son los piojos. Diminutos seres temibles e invasivos, dan asco, dan miedo, dan trabajo. En torno a mitos y leyendas, los piojos han escrito una historia vinculada a la enfermedad, al descuido, al prejuicio. Luchamos contra ellos, pero siempre vuelven…Nos ganan la batalla cotidiana y se forman en las filas de todas las escuelas. Piojos de asistencia perfecta, defendiendo a muerte su lugar en el mundo, aunque nadie los quiera. Entre Las cosas que odio que escribió Ana María Shua (Alfaguara, 1998) por supuesto que tiene un lugar el peine fino. Y ¿quién puede no encariñarse con ese piojo tan temerario, justiciero, divertido y leal que inventó Gustavo Roldán? Un piojo que ha defendido su dignidad a muerte y que puede dar un par de lecciones. El piojo de Roldán es un personaje recurrente, que aunque no tenga más nombre que “el piojo” es reconocible en muchos libros como
Historias del Piojo (Norma, 1998), Sapo en Buenos Aires (Colihue, 2000), La noche del elefante (Colihue, 1995) y muchos más. En otro registro y explorando al máximo el humor: la Payada sobre piojos y chanchos (Colihue, 2007) Otro piojo famosísimo: el piojo Peddy Mc Coullogh, que escribió los poemas más pequeños que se conocen, tan pequeños son sus piojemas que hay que leerlos con lupa. Un libro divertido y sumamente innovador, que incluye lupa, diseñado por David Wapner y Roberto Cubillas: Los piojemas del Piojo Peddy (Libros del Eclipse, 2005) Los piojos son un poco parientes de las pulgas. Pulgas que cantan, pulgas que vuelan, pulgas que tienen vidas secretas. Todas las mañanas las siete pulguitas se levantaban contentas, miraban salir el sol, se reían con el vuelo de las mariposas, daban grandes saltos mortales en el aire, hacían tumbacabezas en el suelo, y comenzaban a cantar su canción preferida. Estas pulguitas locas y malhabladas de Roldán ya tienen un lugar en todas las listas de libros que dudamos de leer en las escuelas porque incluye una mala palabra. Uno de los libros más divertidos y transgresores de Gustavo Roldán, éxito total cuando se lee en las escuelas… Las pulgas de La canción de las pulgas (Colihue, 2004) dan mucho trabajo a su mamá que intenta corregirlas, como estas otras vuelven loco al gato Antonio, que comienza el libro declarándoles la guerra. Esto sucede en La vida secreta de las pulgas de Alberto Pez y Roberto Cubillas (Sudamericana, 2007). Las pulgas pueden hacer muchas cosas, pero hay algo que no hacen, eso es volar. También lo relata Roldán en Las pulgas no vuelan (Fondo de Cultura Económica, 2000), un libro lleno de ternura e imaginación. Así vamos terminando este recorrido, descubriendo cómo los bichos más chicos tienen un enorme lugar en la literatura, que es bueno conocer y salir a explorar. Para segundo ciclo Siguiendo a un autor: Iris Rivera Leer a Iris Rivera es penetrar en un universo a la vez reconocible y extraño. En sus textos, las palabras familiares, el discurso de todos los días que nos permite construir el mundo mientras nos construimos a nosotros mismos, se resignifica, se torna espeso y consistente, se vuelve sobre sí invitando a la reflexión, para abrirle nuevas rutas al sentido, para mostrar que la literatura que se escribe para los niños también puede instalarse en esas zonas de tránsito entre la realidad y la ficción, entre el mundo infantil y el adulto, entre los significantes y los significados. Y es quizás en esas zonas de tránsito donde puede habitar más fuertemente este proyecto de escritura: allí donde las palabras pueden llevar a descubrir otros sentidos antes ocultos, a veces deliberadamente clausurados o excluidos. Por eso, sus libros hablan para romper silencios -como dijera la propia Iris- y para que la literatura tenga su verdadera función social: empujar en el sentido contrario a las fuerzas que quieren llevar a la exclusión, a la marginalidad, a la soledad o la desesperación. Este recorrido empieza por un libro que juega entre lo dicho y lo silenciado, lo sutil y lo espeso, lo liviano y lo denso. Así se va escribiendo Haiku (Calibroscopio, 2009), un libro que habla de descubrimientos, de amistad y de lugares lejanos, un libro sutil y poético, que se dibuja en sepia y es tan liviano como una pluma de los pájaros patas
de tinta que pueblan sus páginas. Un libro ilustrado por María Wernicke que resulta estremecedor por la trama que van tejiendo palabras e imágenes en torno a dos niñas, el encuentro y la distancia. Había también un hombre que vivía en… ninguna parte, porque siempre estaba viajando debido a su trabajo: era El cazador de incendios (Edelvives, 2009). Los cazaba y los guardaba en unas cajas especiales. Tenía incendios de todos lados y de todos tipos. Hasta que un día, un incendio lo cazó a él, un incendio muy especial. En este libro vuelven a juntarse Rivera y Wernicke para crear una historia de amor muy especial, en la frontera entre lo que se dice y lo que se calla, entre lo que se muestra y lo que se sugiere. Algunos libros de Rivera cuentan historias de países lejanos, y otros son de acá nomás. Alguien dijo que los libros de Iris parecen de barrio, tienen un Aire de familia… (Colihue, 1994), como este libro fileteado y lunfardero, que cuenta historias muy cercanas, explorando el lenguaje popular, el lenguaje infantil, el lenguaje de los afectos y del entrecasa. Y si de familias se trata, también están los Cuentos con tías (Ediciones del Cronopio Azul, 1997). La tía Petra, la tía Obdulia, la tía Enriqueta abren sus casas o vienen de visita para que aparezcan seres fantásticos, cucos, diablos y brujerías. Aunque los cucos de Rivera son fáciles de conjurar, sólo se necesitan algunas palabras especiales, dar un giro de 180º, rotar el libro y se fueron porque aparece otro libro. Cuentos con tías se rota y la otra parte del libro, Vivir para contarlo, son cuentos para adultos que exploran también problemáticas vinculadas a lo femenino, a los afectos, a los fantasmas que acechan las relaciones. Un libro para compartir entre lectores de distintas edades. Manos brujas (Quipu, 1995) es un libro de cuentos muy divertidos. Historias donde los chicos son protagonistas como personajes y como lectores. El señor Medina (Colihue, 1999) es un cuento que habla del peso y la medida de las palabras. Medina aprende, con una cinta métrica y una balanza, a encontrar la palabra más adecuada para cada situación y cada persona. Ese aprendizaje le ha costado años de práctica y muchas equivocaciones, pero finalmente Medina puede jactarse, como la mayoría de sus familiares, de usar siempre la palabra apropiada. Hasta que un día… brota de su boca “una lista interminable de infinitas palabras desmedidas”. Los chicos: especialistas en palabras desmedidas. En los libros de Rivera se escucha hablar a los chicos y sus palabras traslucen un modo de pensar, de sentir, de actuar. Si no ¿cómo sería posible diseñar íntegramente una casa del árbol mientras se espera en el rincón que pase la penitencia? “porque cuando el pino crezca y se venga más alto que el techo, nosotros planeamos hacernos una casa. De esas casas en el árbol nos vamos a hacer”. Lleno de ternura y en un registro reconocible y doméstico, La casa del árbol (Colihue, 2002) es uno de los mejores cuentos de la autora. En una casa que no es de árbol, dos viejitos. Viejitos que no son abuelos, son personas que viven una vida propia, en la frontera de una casa que los reúne y los separa infinitamente: cuando la viejita entra, el viejito sale, cuando el viejito entra, ella sale. Adentro y afuera, uno o el otro: Los viejitos de la casa ( edebe, 2004). La viejita cocina y escribe poemas siempre dentro de la casa, el viejito disfruta el aire libre, aunque llueva, siempre fuera de la casa. Sin embargo, en esos días raros, que no son ni lindos ni feos, pueden estar juntos en algún sitio, porque la fuerza del amor es capaz de desafiar tormentas y gustos diferentes. Un libro “más tierno que el pan dulce, más dulce que el pan tierno”.
Unos libros que invitan a abrir puertas, a desplegar sentidos nuevos y creativos, a recorrer trayectos donde la sorpresa no está lejos de lo cotidiano y lo simple. Unos libros que sostienen el proyecto de Iris: ir a contracorriente de los estereotipos y la mediocridad, romper silencios, empujar en el sentido contrario de las fuerzas que llevan a la marginalidad y la exclusión. No es tan difícil abrir puertas, sólo hacen falta Llaves. (edebe, 2006) “Cada palabra es la llave que anda buscando una puerta.” Mientras en la sociedad, unas fuerzas empujan por excluir, recluir, marginar y crear desesperados, otras fuerzas empujamos en sentido contrario. y si la lectura tiene una función social es, a la luz de esta experiencia y a mi entender, ésa: empujar en sentido contrario. Sólo hace falta tomar un libro, el primero o el último y empezar a leer. ¿Dale? (Edelvives, 2010)
Para tercer ciclo Las metamorfosis El tema de las transformaciones atraviesa la historia de la literatura. Desde los textos clásicos de la literatura greco-romana, pasando por los cuentos maravillosos y por las tradiciones de los pueblos originarios americanos hasta las novelas y los cuentos que se escriben para niños en la actualidad, toda esta historia da cuenta del peso que este tema tiene en cuanto a contenidos, a procedimientos, a construcción de personajes, a impacto en el lector. La metamorfosis como consecuencia inevitable, como castigo o como liberación. A veces a través del humor y la parodia y a veces de modo literal, nos estremece y nos sorprende. Un recorrido sobre las metamorfosis admite muchas maneras de abordarlo: una opción es trazar un itinerario teniendo en cuenta la historia literaria, recogiendo el texto más antiguo hasta llegar a los actuales. Otra, más innovadora, es tomar un texto muy significativo y con mucha fuerza por sí mismo y usarlo como disparador para leer desde allí, ese texto podría ser La metamorfosis de Franz Kafka. Con los alumnos de tercer ciclo puede abordarse el texto completo o leer fragmentos. Una versión muy accesible e interesante es la de Los libros ilustrados, editada por el Ministerio de Educación de la Nación y disponible en muchas instituciones. La Metamorfosis de Kafka es un texto sumamente provocador que permite iniciar un recorrido productivo. Un personaje común y corriente despierta una mañana y sin previo aviso está convertido en un escarabajo gigante. No ha perdido su conciencia ni su capacidad para captar lo que sucede alrededor. Desde allí, una peripecia angustiosa y simbólica. ¿Y la misma historia al revés? Jorge Accame nos cuenta en clave de humor lo que le puede pasar a un escarabajo si una mañana despierta y se encuentra convertido en un repugnante… humano. Tracatatracata Scarabaeus Sacer (Sudamericana, 1998) es un divertido cuento que dialoga con Kafka y ofrece otra mirada, desacralizada y lúdica, sobre el clásico. Las mariposas son tal vez el mejor ejemplo de transformaciones dramáticas en la naturaleza. En la literatura, varios textos. Los amantes mariposa (Edelvives, 2008) de Benjamín Lacombe es un impactante y enorme libro-álbum que cuenta una historia de dos jóvenes japoneses que se enamoran y que por circunstancias ajenas a ellos no pueden estar juntos. El texto culmina de modo trágico con la muerte de ambos,
liberados por fin cuando se transforman en mariposas para volar juntos. La estética japonesa está resguardada en un libro donde las imágenes dicen tanto o más que las palabras. Metamorfosis de Ramón Gómez de la Serna es una microficción donde una mujer sometida por un marido abusador se transforma en mariposa y huye por la ventana hacia una nueva vida, liberándose para siempre. Un texto curioso que en su brevedad encierra una cantidad de connotaciones para disparar sentidos muy ricos. Sobre amores contrariados y metamorfosis podemos rastrear otros muchos ejemplos. El Romance del Conde Niño, que muchos hemos aprendido de memoria en la escuela y aún recordamos, aunque no entendíamos muchas de sus palabras, cuenta la historia de dos jóvenes (o tal vez niños) enamorados que son castigados por la envidia, los celos y el desamor de la reina madre quien manda a matar al joven. Él muere y a las pocas horas ella lo acompaña (¿muere por amor?, ¿la manda a matar su propia madre?). Transformados en plantas vuelven a ser cercenados, pero la metamorfosis final los vuelve aves, liberados al fin y juntos, volando por el cielo como los amantes mariposa. En este mismo rumbo está la leyenda del colibrí, que tiene muchas versiones diferentes. Una de ellas, la guaraní, cuenta también la historia de dos jóvenes enamorados que sufren la prohibición por pertenecer a tribus enemigas. Ella, condenada a casarse con otro, se transforma con ayuda de la naturaleza en una flor. Él, informado de esta transformación, pregunta cuál es la flor pero no pueden responderle y se transforma en un pequeño y activo pájaro que va de flor en flor, inquieto, tratando de encontrar a su amada, a quien nunca más volvió a ver. En otras versiones, como la patagónica, recogida de la tradición oral cerca del lago Lacar, el colibrí surge de una historia de traición, celos y destrucción, entre dos hermanas y el marido inca de una de ellas. Muchas versiones, una misma transformación. Las leyendas abundan en historias de transformaciones, casi podríamos afirmar que no hay leyendas que no se basen en la metamorfosis. Recorrerlas deteniéndose en este aspecto es una buena manera de revitalizar un género cuyo abordaje se ha vuelto estereotipado y a veces pobre. ¿Y quién no recuerda sapos que en realidad son príncipes transformados? Los cuentos tradicionales recogen una enorme cantidad de metamorfosis de este tipo, originadas en general por castigos que son revertidos al final. La princesa y la rana (adaptada al cine en una nueva versión de Disney en 2009) es un ejemplo típico de este motivo literario. Invirtiendo el sentido del clásico, nuevamente desde el humor y la parodia, La princesa sapo de Patricia Suárez es un cuento donde a una chica que es princesa pero mala, maleducada e insoportable (“un clavo, esta piba” como dice su padre, el rey) no le funciona el hechizo y termina ella misma transformada en sapo, revirtiendo el sentido clásico de las metamorfosis en los cuentos de hadas. Sobre personas que se transforman en animales podemos leer El extraño caso de Marcelo, un poema de Ana María Shua (Las cosas que odio, Alfaguara, 1998) que cuenta la increíble historia de un niño común que un día se transforma en canario. Para los lectores intrépidos que se animan a los libros largos y a las historias escalofriantes, La venganza de la vaca (Norma, 1998) de Sergio Aguirre cuenta episodios electrizantes sobre personas que se transforman en vacas, en
circunstancias extrañamente macabras. Un libro raro, que genera fascinación en algunos y rechazo en otros. Para terminar este recorrido, no podemos dejar de mencionar otros textos que pueblan la literatura desde épocas remotas, como la Metamorfosis de Ovidio, el mito griego de Narciso y Eco (muchos otros mitos griegos reelaboran también el motivo de la metamorfosis), el episodio de la hechicera Circe en La Odisea, la metamorfosis dolorosa del Doctor Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson y muchas otras… La lectura en sí misma implica transformaciones. Ya no somos los mismos después de haber leído.