Isabel

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Doña Isabel Cepeda, tras el alta médica de su marido, don Jesús Neira: «El dedo de Dios se ha posado sobre nosotros». Su testimonio ha sido el de una mujer inmensamente fuerte, a la vera de un hombre inmensamente íntegro. Doña Isabel Cepeda ha pasado muchas horas en el hospital junto a su marido, don Jesús Neira, rogando a Dios por su recuperación, después de que un energúmeno lo golpease por defender a una mujer a quien el energúmeno agredía. La paliza derivó en un cuadro de fracaso multiorgánico, causa de muerte en un 90% de los casos. Ahora, los médicos no pueden explicar la recuperación del profesor Neira. En la primera entrevista concedida a un medio tras el alta médica de su marido, recuerda con lágrimas en los ojos las oraciones constantes por su marido. «Para nosotros, ha sido un milagro», dice. Javier Esteban, en Diario de Jesús Neira (ed. Temas de hoy), cuenta que, cuando su marido estaba en coma, a usted le propusieron desconectarle... Sí, a finales de agosto. Los médicos consideraban la situación irreversible y estaban esperando el desenlace. Una mañana, una doctora me dijo que lo único que le sujetaba a la vida eran las máquinas y había que pensar en desconectarle. La miré con incredulidad y le dije que, por supuesto, no. Se lo debí de decir tan seria y con tanta determinación en la mirada, que no me lo volvió a repetir. A personas de nuestro entorno, altas jerarquías del hospital también se lo aconsejaron. Era algo que yo no iba a permitir. ¿Por qué no? Porque es mi marido. Prefiero vivir cuidando a una persona con muchas limitaciones, pero que es el padre de mis hijos y la persona a la que yo he elegido para vivir mi vida, en lo bueno y en lo malo. Y porque siempre creí en su recuperación. Nos habían dicho que el estado de los pulmones era irreversible; empezaron a fallar los riñones y, a continuación, esperaban un fracaso multiorgánico. Entonces empezaron a funcionar los riñones; y esos pulmones irrecuperables, se recuperaron. El personal del hospital nos dijo que nunca habían visto unos pulmones en ese estado que se recuperasen. Dicho sea con toda prudencia, pero suena a milagro... La ciencia no encuentra explicación. El caso se está tratando en los congresos médicos, porque nunca se había dado algo similar. Para nosotros ha sido un milagro. Eso sí, Dios puede hacer que los pulmones se recuperen, pero si tú decides desconectar, no dejas ninguna posibilidad al milagro.

Y su fe, ¿cómo ha influido para sobrellevar este dolor? Me ha dado fortaleza, serenidad y cabeza fría para afrontar las cosas. Si te hundes, no puedes tomar decisiones adecuadamente. Me ha servido para tener la esperanza firme de que Jesús saldría adelante. Ha habido mucha gente rezando con nosotros y por nosotros. Los que nos han acompañado en esta petición íntima y profunda a Dios nos han dado fuerzas.

Un testimonio de fe viva muy poco frecuente... Vivimos en un mundo en el que da mucho pudor hablar de creencias. Casi nadie dice que es católico y casi nadie dice Rezo por esto o por lo otro. Se considera que eso debe quedar para la intimidad; y mientras, cosas que sí deben quedar para la intimidad, se exponen públicamente. Ahora se conoce al dedillo la capilla del hospital... Sí. He pasado momentos muy amargos y de mucha esperanza. ¿Sabe? A veces, al rezar, decimos oraciones mecánicamente, pero en esos momentos las repites con mucha más fe. ¿Por ejemplo? No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarle. Lo he rezado miles de veces a su lado. Rezar juntos une muchísimo. Nos sentimos muy pequeños, pero muy afortunados, porque el dedo de Dios se ha posado sobre nosotros. Jesús dice: Algo quiere Dios de mí, me ha salvado por algo. No sabemos por qué, pero ya lo descubriremos. Cuando nos fuimos del hospital, nos despedimos del personal, y entramos en la capilla a darle gracias. Son momentos duros, que te hacen valorar lo que importa de verdad. ¿Molesta que don Jesús, el héroe nacional, sea católico? Es posible. En un país que acepta distintas culturas, tan fanático es llevar al extremo una religión como un ateísmo. A quien le moleste, tiene un problema. A mí no me molesta que otros sean ateos o evangélicos, lo que me molesta es que no quieran respetar mis creencias o mi forma de ver la vida. ¿Qué siente cuando escucha que el agresor de su marido quiere salir a la calle para ganar dinero contando su historia? Que esta persona quiera ganar dinero yendo de plató en plató está calificándolo. A mí ni me preocupa, ni me importa, ni me molesta. Que haya medios que acepten pagarle, eso sí me preocupa más. Pero claro, cada uno contrata a quien le parece que coincide con sus propios criterios. Es un problema de esas dos partes, no nuestro. No sentimos rencor. José Antonio Méndez Alfa y Omega, 24 de abril de 2009

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