Inv Barb Ii

  • November 2019
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EDAD MEDIA Invasión De Los Bárbaros Se conoce como periodo de las grandes migraciones al comprendido entre los años 3001 y 700 en Europa, marcando la transición entre la Historia Antigua y la Edad Media. Las migraciones incluyen a los godos, vándalos, francos y otras tribus germánicas y eslavas.

Pueblos Bárbaros Todos los pueblos de la Antigüedad miraron con desdén a sus vecinos. Los clásicos dieron el nombre de bárbaros a todos los extranjeros de las regiones fronterizas con el Imperio, y con los que lucharon, si bien se limita la consideración a los que, ocupando en Europa las regiones al norte del Imperio, invadieron éste, apoderándose de su parte occidental. Estos pueblos formaban tres grupos: el de raza amarilla (avaros y hunos); el de raza blanca eslava (vendas, en lo que hoy es Polonia), sármatas, entre el Danubio y el Theis, y alanos, a orillas del mar Negro, y el de raza blanca germánica como los godos, francos y otros . Durante la decadencia del Imperio Romano, fueron muchos los pueblos bárbaros (extranjeros) que, aprovechando de las disidencias internas, se aproximaron a sus fronteras y se establecieron en ellas, presionando en forma permanente para entrar. Si bien las legiones romanas contuvieron al principio todos los intentos realizados, los bárbaros lograron penetrar lentamente entre finales de siglo II y el IV, de nuestra era, y establecerse en el interior, empujados por otros pueblos, lo hicieron en forma violenta. Los germanos eran indoeuropeos, como los griegos y latinos. En ellos las aficiones guerreras se muestran en grado sumo, a la par que el trabajo se considera como menos digno. Había hombres privilegiados, nobles y plebeyos, existiendo también la esclavitud. La patria potestad tenía un concepto bastante análogo, en lo absoluto, al de los romanos. Aunque lo general era la monogamia, la poligamia aparece admitida entre los nobles. Respeto a lo penal, no existe autoridad judicial propia y que investigue los delitos; es preciso que venga la querella o instancia del ofendido, que se resuelve por una compensación material y pena pecuniaria . Los bárbaros profesaban dos religiones, unos idolatría sabea y otros la cristiana mezclada con la herejía arriana. Los sabeos adoraban el Sol, la Luna y la diosa Tierra, creyendo en genios y hadas que intervenían en el destino de los mortales.

Principales pueblos bárbaros Entre los pueblos germanos invasores encontramos a los godos, divididos en visigodos, en occidente y los ostrogodos, en oriente. Los francos, los suevos, los burgundios, los 1

Todas las referencias en años son después de Cristo

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anglo, los sajones, los jutos, los vándalos, los alanos, los suevos y los alamanes2, constituían el resto de los pueblos. Los vándalos arrasaron las Galias, pasaron por Hispania, se dirigieron al norte de África, conquistaron Cartago, y desde su puerto se dedicaron a la piratería, asolando el Mediterráneo. Los ostrogodos detentaron el poder, con la asunción de Teodorico, que mató a Odoacro. Los visigodos debieron retirarse de Italia, dirigiéndose al oeste, estableciendo su gobierno en el sur de la región gala y en casi toda Hispania. Los francos su ubicaron en el norte de las Galias, adoptando la fe católica tradicional, convirtiéndose en los defensores radicales de la cristiandad. Los sajones, aliados con los anglos y los jutos se instalaron en la Britanniai romana, con costumbres muy diferentes a las romanas. Salvo estos casos aislados, la mayoría eran respetuosos de la cultura romana, y produjeron la fusión de las costumbres romanas con las propias. La aristocracia germana comenzó a utilizar como su idioma el latín, que luego modificado, dio lugar a las lenguas romances. La religión que hubiera podido ser un elemento conflictivo en la relación de los invasores con los pueblos autóctonos, se transformó en un factor de unidad al aceptar la mayoría de los reinos la religión católica. Los visigodos abandonaron el arrianismo, religión cristiana no reconocida por la iglesia católica, para aceptar esta última en el siglo VI, bajo el reinado de Recaredo y los francos rechazaron el paganismo a fines del siglo V, durante el reinado Clodoveo. Así la iglesia católica, lejos de debilitarse cobró un inmenso poder. Se produjo la ruralización de la economía, la monarquía se transformó en hereditaria y se cambió el concepto de ciudadano por el de fidelidad personal, que significaba, un acuerdo personal de ayuda mutua y una relación de mando y obediencia entre quienes la establecían, por ejemplo: entre el jefe y sus guerreros o entre propietarios y campesinos. Esto originó el sistema feudal. Adoptaron la ley escrita, según la modalidad romana, ya que ellos se regían por el derecho consuetudinario (costumbres). Los germanos aceptaron el sistema de la personalidad de la ley, por la cual cada uno debía ser juzgado por sus propias leyes3. Los romanos, carecían de normas, ya que Roma ya no existía y por eso, tuvieron que redactarse las que los regirían en lo sucesivo. Teodorico, rey de los ostrogodos, redactó 2

Este pueblo es considerado una confederación formada luego de la batalla del bosque de Teutoburgo (año 9 a.C), en donde Roma pierde la Germania Magna que era el territorio entre el Rin y el Elba. (De esta situación nace la confederación Alemannen), conjunto de tribus germanas establecidas al borde sur, medio e inferior del Elba y a lo largo del Meno, donde fueron mencionados por primera vez por Dion Casio en 213 d. C. Su nombre (que significa "todos los hombres") indica que eran el agrupamiento de varias tribus, (estado de Confederación) : hermundures (hermiones), jutungos, bucinobantes, lentienses, semmones, cuados y teutones (estos nombres son derivaciones del latín . Los alamanes estuvieron continuamente en conflicto con el Imperio Romano. Inicialmente situados al norte de la provincia de Recia, fueron contenidos por los romanos hasta la mitad del siglo III, tras dos siglos de enfrentamientos. Logran desplazarse poco a poco hacia el oeste para instalarse definitivamente sobre el territorio que comprende una parte de las actuales Vorarlberg (Austria), Suiza, Baden-Wurtemberg y Alsacia.

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La negación de este principio, concluyo en la Germania Magna con la ocupación romana, en un levantamiento general y la aniquilación de tres legiones la XVII, XVIII y XIX en tiempos del emperador Augusto.

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la primera colección de leyes, en el año 500, conocida como el Edicto de Teodorico, para godos y romanos, siendo una excepción al referido principio de personalidad de las leyes. Estaba compuesta de ciento cincuenta y cuatro artículos basados en resúmenes de fuentes romanas. Los burgundios, establecidos en la Francia oriental, promulgaron a principios del siglo VI, bajo el reinado de Gundebardo, la Ley Romana de los Burgundios, destinadas sólo a los romanos, basándose también en las normas romanas. Fue reemplazada en el año 534 por el Breviario de Alarico.

LOS HUNOS . Hunos : Los hunos eran un pueblo nómada procedente de la zona de Mongolia, en Asia Central, que empezó a emigrar hacia el oeste en el siglo tercero, probablemente a causa de cambios climáticos. Los caballos tenían una gran importancia para este pueblo, habituado a luchar a caballo, utilizando como armamento lanzas y arcos. Emigraron con sus familias y grandes rebaños de caballos y otros animales domésticos en busca de nuevas tierras de pastos donde instalarse. Por su destreza y disciplina militares, nadie fue capaz de detenerlos y desplazaron a todos los que encontraron a su paso. Provocaron así una oleada de migraciones, ya que los pueblos huían antes de que llegaran para no encontrarse con ellos. Los Hunos encontraron también la forma de cruzar el Danibio y atacaron a los Godos y Visigodos pueblos escitas y getas Este efecto dominó de grandes masas bordeó el frente impenetrable que representaba Constantinopla y el Imperio romano de Oriente, extendiéndose por las orillas del Danubio y el Rin. Su religión estaba basada probablemente en ritos chamanísticos. Hacia el fin de su imperio, adoptaron también un culto de origen sármata: el dios de la guerra simbolizado por una espada. De hecho, Atila utilizó el mito para reforzar su aura y justificar su campaña Gala .

. Atila : (nacido hacia el 406 y muerto en el 453) fue el último y más poderoso rey de los hunos. Gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo desde el 434 hasta su muerte. Sus posesiones se extendían desde Europa Central hasta el Mar Negro, y desde el Danubio hasta el Báltico. Durante su reinado fue uno de los más acérrimos enemigos de los Imperios romanos Oriental y Occidental: invadió dos veces los Balcanes, tomó la ciudad de Roma y llegó a sitiar Constantinopla en la segunda de las ocasiones. Marchó a través de Francia hasta llegar incluso a Orleans antes de que le obligaran a retroceder en la batalla de los Campos Cataláunicos (Châlons-sur-Marne), y logró hacer huir al emperador Valentiniano III de su capital, Rávena, en el 452. Aunque su imperio murió con él y no dejó ninguna herencia destacada, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa. Atila, luego de otra de sus fiestas de matrimonio (de alto contenido alcohólico), amanece muerto en su lecho nupcial (posiblemente presión) empapado en sangre que brotó abundantemente de su nariz. Luego de su muerto, sus numerosos hijos comenzaron numerosas refriegas por el dominio de las tierras Hunas pero, finalmente fueron vencidos y dominados por los pueblos que ellos habían oprimido. Luego de eso, virtualmente desaparecieron. . convirtiéndolos en sus vasallos. En el 470 y con posterioridad a las invasiones de Hunos, Alanos, Vándalos y Suevos se produce la invasión Goda y Visigoda. Los godos y visigodos eran escitas o getas, o sea los habitantes de Ucrania 3

Causas de la caída. Luego de los siglos dorados del Imperio Romano (periodo denominado Paz romana, siglos I-II), comenzó un deterioro en las instituciones del imperio, particularmente la del propio Emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el imperio cayó en un estado de ingobernabilidad al cual se le denomina Anarquía del siglo III. Entre 238-285 pasaron 19 emperadores, los cuales incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma concorde con el Senado, terminaron por situar a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo periodo comenzó la llamada "invasión pacífica", en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los limes del imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación. Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al imperio, el desorden interno no sólo acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de las fronteras imperiales, que privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en puertas francas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, Francos y Godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los Ríos Rin y Danubio. Tras una breve "estabilización" del imperio, en manos de algunos emperadores fuertes como Diocleciano, Constantino y Teodosio I, el imperio es divididó definitivamente a la muerte de este último, dejándole a Honorio el sector de Occidente, con capital en Rávena4, y a Arcadio el sector Oriental, con capital en Constantinopla. -PARA TENER EN CUENTA - Consecuencias de la falta de divisas y la anarquia politica. - Invasiones bárbaras . Paralización del comercio. Destrucción del imperio romano de occidente. Comienzo de una nueva era. Fin de una civilización antigua avanzada . La presencia de los bárbaros (extranjeros) en el imperio romano no fue intempestiva sino gradual. Comenzaron a infiltrarse a partir del siglo III, dedicándose a tareas agrícolas o participando del ejército. Ya en el siglo V, se produjo su ingreso masivo. Principales pueblos bárbaros: - Fueron los germanos, los godos divididos en visigodos, en occidente y ostrogodos en oriente . Los suevos, los jutos, los burgundios, los anglos, los alanos, los vándalos, los alamanes, los francos, los sajones ; y los hunos .

Historia El comienzo de las invasiones a Roma Entre los años 235 y 285 dC Roma estuvo sumida en un periodo de anarquía y guerras civiles. Esto debilitó las fronteras, y los germanos, en busca de nuevas tierras, se desplazaron hasta la frontera norte del imperio. Los emperadores de la época permitieron el ingreso de los germanos bajo dos condiciones: debían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera. Sin embargo, esta pacificidad se acabó cuando Atila, el rey de los hunos, comenzó a hostigar a los germanos, que invadieron 4

Es una ciudad protegida por zonas pantanosas, Roma se había vuelto insegura.

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el Imperio. Luego de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el interior del imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia, los suevos, vándalos y visigodos se asentaron en Hispania, los hérulos tomaron la península Itálica tras derrotar y destituir al último emperador romano, Rómulo Augústulo. Posteriormente, los hérulos se enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos, y tomando el control de toda la península. Cabe destacar que si bien los germanos no eran muy desarrollados culturalmente, asimilaron muchas de las costumbres romanas, formando así la cultura

Godos Los godos eran un pueblo cuyo origen está en las áreas limítrofes entre Ucrania, Rumania y Moldavia. Concretamente en la zona de la desembocadura del Danubio. Deben su nombre a los griegos que les llamaban, όu, ό . Los romanos los mal llamaban Dacios5. Su verdadero nombre deriba de la palabra God6.

Historia En el siglo II, los godos avanzaron hacia el Sur, siguiendo el curso del Vístula para luego penetrar por las llanuras danubianas hasta las orillas septentrionales del Mar Negro. En su larga migración, después de dejar tras de sí a numerosos pueblos afines (los esciros y los gépidos en el Vístula, los hérulos y los rugenos en Pomerania, los burgundios en la cuenca alta del Elba y los vándalos en la desembocadura del mismo río), perdieron su uniformidad étnica y, transformados en una nación relativamente poderosa, se dividieron en dos facciones: los ostrogodos al Este (entre el Don y el Dniéper) y visigodos al Oeste (entre el Dniéper y el Tisza). Integraron la nación de los godos pueblos diversos: hérulos, esciros, gépidos, vándalos y otros, algunos de los cuales acabaron desapareciendo en el conjunto, mientras que otros formaron sus propios grupos. Durante el siglo III ambos grupos efectuaron incursiones contra el Imperio, destacando las del 251 (contra Moesia y Tracia), la del 258-259 (contra la costa del Mar Negro, Propóntide, las islas del Egeo, Éfeso, Atenas y otros puntos) y la del 269 (contra Creta, Chipre, Tesalónica y otros puntos). Entre los años 270 y 273, el Emperador romano Aureliano abandonó la Dacia, región sobre el norte del Danubio, permitiendo su ocupación por los visigodos ("godos del Oeste"). Allí permanecieron durante más de un siglo sin tener conflictos con los romanos, a cuyos ejércitos suministraban tropas— en alemán Westgoten o Visigoten— en 378 se enfrentaron al Imperio en Adrianopolisii, y con el tiempo saquearon Roma (410) y ocuparon Hispania formando un reino que fue suprimido con la ocupación musulmana de 711. 5

en realidad esta es una simplificación ya que el pueblo dació es una mezcla de griegos, eslavos celtas y germanos con importante ascendente genético sobre los macedonios y su carácter concreto. 6 En antiguo germano “dios” , lo mismo que en ingles actual, serian el pueblo elegido o algo así.

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Los Ostrogodos (“godos del Este”) Los ostrogodos estuvieron sometidos a los hunos desde 375 hasta la muerte de Atila, ocurrida en 453, cuando recobraron su independencia y se establecieron como un pueblo federado de Roma. Posteriormente se les unieron otros godos que habían huido de sus tierras a la llegada de los hunos. En el 474 fue elegido rey Teodorico, el más conocido de los monarcas ostrogodos. Hubo varios períodos de guerras y treguas entre él y el emperador bizantino Zenón. En 488 Teodorico invadió Italia y en 493 derrotó y dio muerte en la batalla de Adda a Odoacro, rey de los hérulos. Tras su muerte en el 526, la situación se volvió tan violenta que en el 535 el emperador bizantino Justiniano I envió a su general Belisario en contra de los ejércitos ostrogodos en Italia. La superioridad del ejército bizantino fue la clave para el exterminio y el aplastamiento de la resistencia ostrogoda. Se los considera fundadores de “Austria”. Burgundios Los burgundios fueron una tribu germánica originaria de Escandinavia, que a partir del año 200 inició una migración masiva hacia la Europa central, seguidos por los vándalos hacia Pomerania (Polonia). Se instalaron en la Galia, entre francos y alamanes, a orillas del Rin. Establecieron su capital en Worms y arrebataron Maguncia a los romanos. Durante el siglo III se instalaron pacíficamente en la Provenza y las tierras entre las actuales Suiza, Francia e Italia, qua acabarían tomando el nombre de Borgoña por ellos. En 534, los francos derrotaron a Gundemaro, el último rey burgundio, y se anexionaron su territorio tras la masacre de Tolbiac. Fueron convertidos en héroes gracias a sus fantásticas sagas como el Tesoro de los Nibelungos, un gran relato épico, editado por vez primera en la Edad Media en el Sacro Imperio Romano. Como muchas tribus germánicas, se convirtieron al arrianismo7, aunque los católicos dominaron tras la conversión del rey Gundebaldo en 500. Vándalos Pueblo de Europa central, uno de los pueblos indoeuropeos de la familia germánica que habitaban las regiones ribereñas del Báltico (en la zona de las actuales Alemania y Polonia). Los lugiones o vándalos ocupaban el territorio al oeste del Vístula y junto al Oder, hasta el norte de Bohemia. La palabra vándalo parece tener un doble significado y querría decir “los que cambian” y “los hábiles”, mientras que su otro nombre, lugios o lugiones, también con doble significado, querría decir “mentirosos” y “confederados”. Parece ser que al principio las tribus de los vandulios (o vandalios) y la de los lugios (o lugiones), junto con las de los silingos, omanos, buros, varinos (seguramente llamados también auarinos), didunos, helvecones, arios o charinos, manimios (tal vez denominación variante de omanos), elisios y naharvales correspondían a pequeños grupos de origen similar (aunque 7

El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios o parte de Dios, sino una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía.

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no está claro que todas las citadas fueran del mismo origen), integrando otra rama del grupo de los hermiones (una rama del cual eran los suevos y tribus afines), formándose después un gran grupo identificado generalmente como lugiones, cuyo nombre predominaba para designar a todos los pueblos componentes incluidos los vándalos. Más tarde (siglo II dC) acabó prevaleciendo el nombre de vándalos para el conjunto de pueblos. También pueblos celtas, como los osen u osos y los cotinos, entraron en la agrupación de los lugiones. La llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el sur y a asentarse en las riberas del Mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Durante el siglo I, las tribus del grupo de los lugiones o lugios (incluyendo entre ellas a las tribus de la rama de los vándalos) estuvieron en guerra frecuente con los suevos y los cuados, contando ocasionalmente con la alianza de otras tribus, especialmente los hermunduros. A mediados de siglo derrocaron a un rey de los suevos, y en el 84 dC sometieron temporalmente a los cuados. Durante parte de este siglo y en el siguiente, se fundieron las diversas tribus de lugiones y dieron origen a un grupo mayor conocido por vándalos. En tiempos de las Guerras Marcomanas ya predomina la denominación de vándalos y aparecen divididos en varios grupos: los silingos, los lacringos y los victovales, estos últimos gobernados por el linaje de los Astingos o Asdingos o Hasdingos, y cuyo nombre evocaba su larga cabellera. Junto a los longobardos, los lacringos y victovales o victofalios cruzaron el Danubio hacia el 167 y pidieron establecerse en Panonia. Los asdingos o victovales, dirigidos por Rao y Rapto (cuyos nombres son traducidos como “tubo” y “viga”), no fueron admitidos en Panonia (donde se habían establecido longobardos8 y lacringos) por lo que avanzaron hacia el 171 en dirección a la parte media de los Cárpatos durante las Guerras Marcomanas, y de acuerdo con los romanos se instalaron en la frontera septentrional de Dacia. Más tarde se adueñaron de la Dacia Occidental. Al parecer, los vándalos quedaron divididos únicamente en asdingos (o victovales) y silingos, desapareciendo - mezclada entre ambos grupos y con los longobardos - la tribu los lacringos durante el siglo III. A partir del 275, los asdingos se enfrentaron a los godos por la posesión del Banato (abandonado por Roma), mientras que los silingos, seguramente bajo presión de los godos, abandonaron sus asentamientos en Silesia y emigraron junto a los burgundios para acabar estableciéndose en la zona del Meno. Sus ataques a Recia fueron rechazados por Probo. El rey asdingo Wisumarh (Visumaro) combatió contra los godos procedentes del Este al mando de Geberico, que atacaron sus territorios. Wisumarh murió en lucha contra los godos, y los integrantes de las tribus de vándalos que no quisieron someterse a los godos, hubieron de pasar a territorio imperial, estableciéndose en Panonia, donde también se asentaron los cuados. A principios del siglo V habían abandonado Panonia (como también los cuados) y se unieron a los suevos y alanos para invadir las Galias. En las primeras luchas del año 406 murió el rey Godegisel (Godegisilio). Pocos años después, los dos 8

Hacia el siglo VI avanzaran sobre la península itálica instalandose en el territorio que hoy lleva su nombre.

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grupos vándalos acabaron fusionados. Llegaron a Hispania en el 409 dC, donde se establecen como federados. En el 426 tomaron la ciudad de Sevilla con Gunderico al mando. Parece ser que los silingos dejaron su nombre a Silesia (derivado de Silingia) y los vándalos en general lo dieron a Andalucía (Vandalusía). Un ducado de la Pomerania llevó antiguamente el nombre de Vandalia. La formación y apogeo del reino vándalo: el reinado de Genserico

El reino vándalo en el año 455. En la primavera de 429, los vándalos, liderados por su rey Genserico, decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Para ello lograron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho y llegaron a Tánger y Ceuta. Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el control del África romana y, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealera del viejo imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar sus razzias piratas en el Mediterráneo Occidental. Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota imperial en él apresada. Sobre la base de esta última, Genserico consiguió apoderarse de bases marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del Mediterráneo occidental: las Islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia. Sin embargo, el dominio vándalo del norte de África duraría sólo algo más de un siglo y se caracterizó por un progresivo debilitamiento militar del ejército vándalo, una gran incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos y por la paulatina vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses, donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes tribales beréberes más o menos romanizados y cristianizados. La política de la monarquía vándala fue fundamentalmente defensiva y de amedrentamiento contra todos sus más inmediatos enemigos: la propia nobleza bárbara y la aristocracia provincial romana. Una labor de desatención social y descabezamiento político que a la fuerza habría de afectar a las mismas estructuras administrativas heredadas del Imperio, lo que ocasionaría su definitiva ruina. La causa 8

profunda de dicha ruina no sería otra que la misma base del poder de los reyes vándalos, el ejército, y las exigencias del mismo. Genserico (428-477), el auténtico fundador del Reino vándalo, puso las bases del apogeo del mismo, pero también las de su futura decadencia. El cenit de su reinado y del poderío vándalo en África y el Mediterráneo lo constituyó la paz perpetua conseguida con Constantinopla en el verano del 474, en virtud de la cual se reconocían su soberanía sobre las provincias norteafricanas, las Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña. No obstante, desde los primeros momentos de la invasión (429-430) Genserico golpeó a la importante nobleza senatorial y aristocracia urbana norteafricanas, así como a sus máximos representantes en estos momentos, el episcopado católico, procediendo a numerosas confiscaciones de propiedades y entregando algunos de los bienes eclesiásticos a la rival Iglesia donatista y a la nueva Iglesia arriana oficial. Tampoco pudo destruir las bases sociales de la Iglesia católica, que se convirtió así en un núcleo de permanente oposición política e ideológica al poder vándalo. Respecto de su propio pueblo, Genserico realizó en el 442 una sangrienta purga en las filas de la nobleza vándalo-alana. Como consecuencia de ello, dicha nobleza prácticamente dejó de existir, destruyéndose así el fortalecimiento de la misma, consecuencia del asentamiento y reparto de tierras. En su lugar Genserico trató de poner en pie una nobleza de servicio adicta a su persona y a su familia. Elemento importante de dicha nobleza de servicio sería el clero arriano, favorecido con cuantiosas donaciones y reclutado entre bárbaros y romanos. Con el fin de eliminar posibles disensiones en el seno de su familia y linaje por cuestión de la sucesión real, suprimiendo así también cualquier papel de la nobleza en la misma, Genserico creó un extraño sistema de sucesión, tal vez a imitación del que pudiera existir en los principados beréberes, denominado seniorato o "Tanistry", en virtud del cual la realeza se transmitía primero entre hermanos por orden de edad y sólo después del fallecimiento del último de éstos se pasaba a una segunda generación. Los reinados de los sucesores de Genserico no hicieron más que acentuar las contradicciones internas de la Monarquía, en medio de un debilitamiento constante del poder central y su falta de sustitución por otra alternativa. La decadencia del reino vándalo El reinado de su hijo y sucesor Hunerico (477-484) supuso un paso más en la tentativa de fortalecer el poder real, destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa. Su intento de establecer un sistema de sucesión patrilineal chocó con la oposición de buena parte de la nobleza de servicio y de su propia familia, con el resultado de sangrientas purgas. El que dicha oposición buscara apoyo en la Iglesia católica supuso que Hunerico iniciase en el 483 una activa política de represión y persecución de la misma, que culminó en la reunión en febrero del 484 de una conferencia de obispos arrianos y católicos en Cartago, en la que el rey ordenó la conversión forzosa al arrianismo. La muerte de Hunerico en medio de una gran hambruna testimonió el comienzo de una crisis en el sistema fiscal del Reino vándalo, que habría de serle fatal. Guntamundo (484-525) trataría inútilmente de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica para impedir la extensión del poder de los principados 9

beréberes, y como legitimación del Reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el Catolicismo occidental. Sin embargo, el reinado de su hermano y sucesor Trasamundo (496-523) sería una síntesis de los dos precedentes, claro síntoma del fracaso de ambos. A falta de apoyos internos, Trasamundo buscaría sobre todo alianzas externas con Bizancio y el poderoso Teodorico, matrimoniando con la hermana de éste, Amalafrida. La crisis política del final del reinado del ostrogodo incitó a su sucesor y sobrino Hilderico (523-530) a buscar a toda costa el apoyo del emperador Justiniano, para lo que intentó hacer las paces con la Iglesia católica africana, a la que restituyó sus posesiones. Política ésta que no dejó de crear descontentos entre la nobleza de servicio. Aprovechando una derrota militar frente a grupos beréberes, esta oposición logró destronarle, asesinarle y nombrar en su lugar a uno de los suyos, Gelimer (530-534). No obstante, un intento de crear una segunda Monarquía vándala carecía de futuro. Falto de apoyos y debilitado militarmente, el Reino vándalo sucumbía ante la fuerza expedicionaria bizantina, de sólo 15.000 hombres, comandada por Belisario. Francos (pueblo) Los francos fueron una tribu originaria de Frisia, que, al igual que muchas otras tribus germánicas occidentales, entró a formar parte del Imperio Romano en su última etapa en calidad de foederati. Establecieron un duradero reino en una zona que abarca la mayor parte de la actual Francia, así como la región de Franconia en Alemania, estableciendo así la semilla de lo que más tarde serían estos dos países actuales. El reino franco vivió varias segregaciones y distribuciones, dado que los francos dividían la propiedad entre los hijos supervivientes, y a falta de un amplio sentido de la res pública, concebían el reino como una propiedad privada de grandes dimensiones. Esta práctica explica en parte la dificultad de describir con precisión tanto las fechas como las fronteras geográficas de cualquiera de los reinos francos, así como de determinar quién gobernaba en cada una de las regiones. El bajo nivel de alfabetización durante la hegemonía de los francos agrava el problema, ya que se conservan muy pocos documentos escritos. De todas formas, podemos decir que básicamente se distinguían dos dinastías de líderes que se sucedieron respectivamente: en primer lugar los merovingios y después los carolingios.

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Britania posromana (apéndice I) Los siglos V y VI d.C. de la historia de Gran Bretaña han sido con justicia denominados como la “edad oscura” porque es ciertamente muy poco lo que sabemos de ese período histórico. Su carácter oscuro es sin embargo verdaderamente crucial en la formación de las naciones británicas, porque es el momento en el que se suceden en pocos años dos hechos radicales: el abandono romano de la isla y la invasión de los anglos, jutos y sajones. El período concluye con una supremacía absoluta de lo anglosajón, un retroceso imparable de lo celta y una desaparición de lo latino. La escasez de fuentes históricas ha servido de acicate para dejar volar la imaginación para estos siglos, escenario temporal del ciclo artúrico. Material escrito Se conserva muy poco material escrito de este período. Sólo hay dos fuentes británicas coetáneas: la Confessio de San Patricio y De Excidio Britanniae (Sobre la ruina de Britania) de Gildas. La confesión de San Patricio revela aspectos de la Britania que él conoció durante su cautiverio. Es particularmente útil el hincapié que hace en el estado del cristianismo en aquel momento. La obra de Gildas está escrita en un estilo jeremíaco y polémico, con la intención de precaver a los gobernantes de las maldades del pecado, demostrando a través de ejemplos históricos y bíblicos como los malos gobernantes son siempre castigados por Dios, en el caso de Britania a través de la destructiva ira de los invasores sajones. El componente histórico de la Excidio es breve y el material que contiene aparece claramente seleccionado en función de los intereses del autor. No se ofrecen fechas absolutas y algunos de los detalles, como los relativos a los muros de Adriano y Antonino son claramente erróneos. No obstante, Gildas nos refleja cómo percibían su inmediato pasado los monjes que vivían y estudiaban en los reinos anglosajones que resultaron de este oscuro proceso histórico. Las fuentes continentales, más abundantes, son enormemente problemáticas. La más famosa es el llamado rescripto de Honorio, en el que el emperador de Occidente Honorio comunicó a las civitates britonas que en adelante deberían procurarse la defensa por sí mismas. La primera referencia a este rescripto aparece en la obra del bizantino Zósimo, en el siglo VI, en el contexto de una discusión acerca de la situación del sur de Italia. No hay más menciones a Britania en el texto de Zósimo, lo que ha llevado a pensar a algunos investigadores que el rescripto en realidad se refería a Bruttium, es decir, a Calabria, y no a Britania. La Crónica Gala, otro texto de encontradas interpretaciones, nos ofrece información acerca de [[San Germano]] y de su visita o visitas a Britania. En la obra de Procopio, otro escritor bizantino del siglo VI, encontramos ciertas referencias a Britania, cuya exactitud está lejos de parecer cierta. Numerosas fuentes posteriores afirman poder ofrecer información fiable acerca de este período. El primero en intentarlo fue el monje san Beda el Venerable, que escribió a comienzos del siglo VIII. Lo correspondiente al período post-romano de su Historia ecclesiastica gentis Anglorum está basado mayormente en Gildas, aunque con el intento añadido de fechar lo que en De Excidio sólo está descrito. Fuentes más tardías, como la historia atribuida a Nennio, la Crónica Anglo-Sajona y los Annales Cambriae, aparecen ya fuertemente condicionadas por el mito y sólo pueden ser usadas con la mayor precaución.

Evidencias arqueológicas La arqueología nos ofrece evidencias algo mayores, aunque todavía muy limitadas. El estudio de los enterramientos y cremaciones y de los ajuares funerarios asociados a ellos ha contribuido a fortalecer nuestro conocimiento de las identidades culturales de este período. Las excavaciones realizadas en distintos asentamientos han revelado cómo pudieron haber cambiado las estructuras sociales y hasta qué punto la vida en Gran Bretaña continuó inalterada en ciertos aspectos hasta la Alta Edad Media. Las excavaciones en ciudades han sido particularmente importantes a este respecto. Las investigaciones sobre sistemas de cultivo y de arqueología ambiental han contribuido a aclarar los elementos de permanencia y cambio en el mundo agrícola durante este período. La arqueología sin embargo tiene sus límites, especialmente en lo relativo a la datación. La datación por radiocarbono no puede ofrecer una datación lo suficientemente precisa para un período tan breve en términos arqueológicos, pero tan intenso y decisivo desde una perspectiva histórica general. El método apropiado para un período como este es la dendrocronología, pero son muy pocas las piezas de madera adecuadas que se han encontrado. La numismática, tan útil en otros períodos, resulta frustrante en este momento, puesto que no entraron nuevas monedas en circulación desde los primeros años del siglo V.

Evidencias lingüísticas y toponímicas El estudio del inglés antiguo o anglosajón, del celta britónico, del celta goidélico y del latín han permitido encontrar evidencias del contacto entre los britanos y los anglosajones, así como entre los britanos de las tierras bajas y altas. La toponimia nos revela así mismo la lengua de la cultura política y socialmente dominante. Genética Las investigaciones recientes sobre el cromosoma Y y el ADN mitocondrial de las actuales poblaciones británicas y continentales han arrojado algo de luz acerca de cómo pudieron ocurrir los movimientos de población durante el período post-romano. En 2002, investigadores del University College London señalaron que pudo haber realmente una migración en gran escala de anglosajones en la Inglaterra central y oriental. Un estudio más completo del mismo centro se ha inclinado más bien hacia una migración anglo-sajona sustancialmente menor de la que inicialmente se había pensado, y también ofrece evidencia de que el componente genético pre-anglosajón está presente en todas las zonas de las islas Británicas. Este estudio resulta todavía más sorprendente por la posibilidad que ofrece de la presencia antes del siglo V de significativas poblaciones genéticamente emparentadas con los anglosajones en un área del Gales central. El final de la Britania romana Uno de los grandes retos de la historiografía del final de la Britania romana ha sido su datación exacta. Las fechas propuestas son varias: el final de la acuñación de moneda en 402, la rebelión del usurpador Constantino III en 407, la rebelión mencionada por Zósimo en 409 o el supuesto rescripto de Honorio de 410. A pesar de los ríos de tinta que ha hecho correr el intento de encontrar una fecha en la que Roma abandonó de forma efectiva Britania, no deberíamos considerar esta cuestión en los términos de una moderna descolonización. La fecha del fin de la Britania romana es una cuestión compleja, y el proceso exacto probablemente permanezca oculto. Hay una cierta controversia acerca de por qué terminó el dominio romano sobre Britania. Según la interpretación clásica, sostenida entre otros por Mommsen, Roma abandonó Britania. La inestabilidad interna del Imperio y la necesidad de retirar tropas para frenar el avance bárbaro fueron las principales razones argumentadas para este abandono. De este modo, fue el colapso del sistema imperial lo que abocó el final de la Britania romana. Sin embargo, otros historiadores como Michael Jones han defendido tesis alternativas en las que más que Roma abandonó Britania, habría que decir que fue Britania la que abandonó Roma. Britania fue foco de numerosos intentos de usurpación imperial a finales del siglo IV y comienzos del V, y el flujo de dinero hacia la isla parece que se secó a comienzos del siglo V, significando esto que no pudo pagarse de forma regular a administradores y tropas. Todo esto lleva a pensar que Britania entró en un período de rebeldía generalizada contra el centro imperial. Ambos argumentos son susceptibles de crítica, si bien todavía no contamos con más investigaciones que puedan aportar más a nuestro entendimiento del por qué acabó la Britania romana.

La migración anglosajona (La explicación tradicional) Tradicionalmente, se ha sostenido que los anglosajones migraron a Britania en gran número durante los siglos V y VI, desplazando de manera sustancial a la población britana. El anglosajonista Frank Stenton, aunque admitiendo una considerable presencia reminiscente britana, esencialmente asumió esta interpretación, argumentando que la mayor parte del sur de Inglaterra fue invadida en la primera fase de la guerra. Esta interpretación está basada en las fuentes escritas, particularmente en Gildas, pero también en fuentes posteriores, que describieron la llegada de los anglosajones como un hecho sustancialmente violento. La toponimia y la lingüística han ofrecido apoyo a esta interpretación, puesto que es muy escasa la toponimia britana existente en la parte oriental de la isla y fueron muy pocas las palabras britanas que entraron en el anglosajón o viejo inglés. Esta interpretación fue acogida muy favorablemente por los primeros historiadores ingleses, que querían fortalecer su idea de una Inglaterra que se desarrolló de forma diferente a la Europa continental, con una monarquía limitada y un pueblo amante de la libertad. De acuerdo con esta interpretación, la peculiaridad inglesa proviene de la masiva invasión anglosajona. La visión tradicional es aún sostenida por algunos historiadores; en 2002 Lawrence

James escribió que Inglaterra fue sumergida por una corriente anglosajona que desplazó completamente lo romanobritánico. Interpretaciones recientes Esta interpretación tradicional ha sido considerablemente criticada. En el centro de la argumentación está la reestimación del número de anglosajones que llegaron a Britania durante este período. Se piensa que la invasión no fue tan masiva como tradicionalmente se ha pensado y que es altamente improbable que la población britana fuese sustancialmente desplazada por los anglosajones. La toponimia y la lingüística pueden ser explicadas porque los anglosajones eran política y socialmente dominantes en el sur y el este de Britania, de modo que su lengua y cultura se convirtió en dominante. Hay algunas evidencias arqueológicas de que anglosajones y britanos vivieron en los mismos lugares. Por ejemplo, en el cementerio de Wasperton, en Warwickshire, es posible ver cómo una familia fue adoptando la cultura anglosajona a lo largo de un largo período de tiempo. El destino de los britano-romanos

Otra cuestión difícil de resolver es el destino de la población britano-romana después del dominio romano. Algunos claramente adoptaron la cultura anglosajona y acabaron identificándose a sí mismos como anglosajones. Otros pudieron haber vivido en comunidades separadas bajo el dominio anglosajón. Las leyes del rey Edelberto de Kent, probablemente escritas a comienzos del siglo VII, hacen referencia a una infraclase legal conocida como laets, a los que podríamos identificar con comunidades britano-romanas. Más clara es la referencia a los wealh, una infraclase britana objeto de legislación por el código de Ine de Wessex, compuesto a finales del siglo VII o comienzos del VIII. Sin embargo, la naturaleza violenta del período no debería ser obviada, y es bastante probable que este período estuviese dominado por tensiones endémicas, a las que se hace alusión en todas las fuentes escritas. Esta situación pudo contribuir grandemente a una mortalidad considerable de la población britana. Las epidemias, conocidas también por las referencias escritas, contribuyeron probablemente a incrementos de mortalidad, aunque no sabemos hasta qué punto pudo llegar a afectar desigualmente a britanos y anglosajones. También está claro que algunos britanos emigraron al continente, de lo que resultó que la Armórica gala fuese conocida como Bretaña. Hay también evidencia de migraciones britanas a la Galaecia hispana. La datación de estas migraciones es incierta, pero estudios recientes sugieren que las migraciones desde el sudoeste de Britania a Bretaña comenzaron ya a comienzos del siglo IV y que concluyeron mayormente hacia el año 500. Estos pobladores no parece que fuese propiamente refugiados, puesto que empezaron a migrar antes de las invasiones germanas, e hicieron sentir su presencia en la toponimia de las más occidentales provincias atlánticas de Armórica, Cornualles y Domnonea (Devon). Sin embargo hay claras evidencias lingüísticas de contactos estrechos entre el sudoeste de Britania y Bretaña a lo largo de todo el período postromano. En Galaecia, una zona igualmente de fuerte sustrato celta, hubo una inmigración britana en la zona de Mondoñedo. Precisamente la sede episcopal de dicho nombre es la heredera directa de la sede conocida como Britonia o Bretoña, que fue el obispado britano durante el reinado suevo.[1]. Finalmente estas poblaciones, como las celtas galaicas, perdieron su idioma propio y se latinizaron. Durante el período post-romano, no sólo se crearon los reinos anglosajones. En el oeste de la isla se crearon unos reinos celtas, de los que tenemos noticias en Gildas. La organización de estos reinos pudo estar fundamentada en las estructuras romanas, aunque es más segura la influencia de Irlanda, la cual nunca fue parte del imperio romano. La arqueología ha ayudado a fortalecer nuestro conocimiento de estos reinos, especialmente en yacimientos como el de Tintagel o el del oppidum de South Cadbury. Al norte de los reinos anglosajones se desarrollaron los reinos britanos de Rheged, Strathclyde, Elmet y Gododdin. Se han registrado reparaciones en el muro de Adriano durante los siglos V y VI. Hallazgos casuales en ciudades como Wroxeter y Caerwent han contribuido a documentar la ocupación continuada de ciudades romanas. Este uso urbano continuado pudo estar asociado a la estructura eclesiástica.

El oeste de Gran Bretaña en este período ha atraído a aquellos que desean caracterizar al rey Arturo como una figura histórica. Aunque hay poco evidencia escrita de los contemporáneos para esto, los restos arqueológicos sugieren la posibilidad de que un rey britano-romano pudo haber ejercido un considerable poder durante el período post-romano, como demuestran la creación de sitios como Tintagel o como el terraplén de Wansdyke. Es poco probable que se hallen evidencias firmes para sostener esto, si bien este tipo de interpretaciones pueden continuar atrayendo la imaginación popular, tanto como el escepticismo académico generalizado. Cambios ambientales Hay evidencias de cambio climático en el siglo V, con unas condiciones que se volvieron más frías y húmedas, que pudieron hacer inapropiadas para el cultivo cerealístico ciertas tierras altas. La dendrocronología revela un evento climático particular en el año 540. Michael Jones sugiere que el declinar de una producción agrícola que había alcanzado altos niveles de explotación tuvo que tener considerables consecuencias demográficas.

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La Batalla de Adrianópolis (apéndice II) fue un enfrentamiento armado que se desarrolló el 9 de agosto del año 378 dC en las llanuras al noroeste de la ciudad romana de Adrianópolis (actual Edirne, en la Turquía europea). En ella se enfrentaron las fuerzas de Fritigerno, jefe de los visigodos, y el ejército del Imperio Romano de Oriente comandado por el propio emperador Valente I, que murió en la batalla y cuyo ejército fue destruido. Fue la mayor derrota romana desde la Batalla de Cannas y el último combate en el que los romanos emplearon sus clásicas legiones, pues a partir de entonces comenzaron a poner más énfasis en la caballería y las pequeñas divisiones armadas como los comitatenses. El desarrollo de la batalla se conoce realmente bien gracias sobre todo al relato de dos historiadores romanos contemporáneos, Amiano Marcelino y Orosio. Los godos procedían originalmente del sur de Escandinavia, pero a partir del siglo I emigraron hacia el sudeste, asentándose dos siglos más tarde en las grandes llanuras al norte del Mar Negro. Allí se dividieron con el tiempo en dos ramas, los ostrogodos (del gótico Ost Goths, "godos del este") y los visigodos (gótico Wiss Goths, "godos del oeste"), separados por el río Dniester. Los visigodos se extendieron enseguida hacia el suroeste, cruzando con frecuencia la frontera romana y realizando todo tipo de saqueos, hasta que llegaron a un acuerdo por el que los romanos les cedían la provincia de Dacia (oeste de la actual Rumanía) a cambio de la paz en tiempos del emperador Aureliano (270-275). Constantino I el Grande les convirtió en federados del Imperio (Foederati) y les encargó la defensa del limes danubiano a cambio de importantes sumas de dinero, pero pronto llegaron los problemas. Si los romanos tenían que pagar a los bárbaros para que los defendieran, ¿Quién les impediría recibir más dinero que el de una legión cualquiera? A pesar de las crisis económicas de los siglos III y IV los romanos seguían teniendo mucho dinero, sólo había que cogerlo. Así que, cada vez que los godos estimaban que les convenía un aumento de su sueldo, cruzaban en armas el Danubio, saqueaban un par de ciudades y volvían a sus tierras, comunicando a los romanos que seguirían haciéndolo mientras los subsidios no se les aumentasen. Así lo hicieron hasta el año 370, cuando se aliaron con los soldados romanos que se habían rebelado contra el emperador Valente y fueron derrotados. Ese mismo año, los godos se encontraron a sus espaldas con un enemigo con el que no contaban: los hunos. Este pueblo de jinetes asiáticos derrotó estrepitosamente a los alanos del Volga y se extendió rápidamente por las estepas de Rusia, enfrentándose a los ostrogodos en 370, que fueron también derrotados y forzados a servir en su ejército junto con otros pueblos germánicos. Las noticias relatadas por los refugiados ostrogodos pusieron a sus hermanos del oeste en pie de guerra, pero cuando en 376 los hunos atravesaron el Dniéster para enfrentarse a ellos, los godos occidentales fueron derrotados igualmente. Al contrario que sus hermanos orientales, los visigodos tuvieron ocasión de huir y la aprovecharon, solicitando a los romanos cruzar el Danubio e instalarse esta vez en la provincia de Moesia, en las actuales Bulgaria y Serbia. Los romanos no rechazaron la propuesta, pues les convenía para defender los Balcanes de la previsible futura invasión de los hunos: entre 200 y 300 mil personas, casi 100.000 de ellas capaces de guerrear, se presentaban voluntarios para cultivar y defender una zona fronteriza escasamente poblada, donde las pocas legiones y los mercenarios francos se habían mostrado insuficientes frente a las invasiones anteriores de los propios visigodos y otros pueblos bárbaros. Los visigodos se asentaron en Moesia (Servia actual) de forma prácticamente independiente, sólo condicionados a pagar determinados impuestos y servir en el ejército cuando fuera necesario, por lo que comenzaron a recibir nuevas armas y

adiestramiento en las técnicas de guerra romanas. También gozaron a partir de ese momento de la Ciudadanía Romana. La imposible convivencia La llegada de los visigodos a Moesia contó con el voto en contra de amplios sectores de la sociedad romana. Muchos políticos y militares veían un peligro inminente en la presencia de los visigodos como ente autónomo dentro del Imperio, considerándolos el equivalente a un tumor en el mismo y que tarde o temprano ocasionarían problemas; no obstante, los pretorios Modesto y Tatiano recomendaron el asentamiento de los federados, por considerar que las ventajas superaban ampliamente a las posibles pegas. Por otra parte, el pueblo de la zona y la Iglesia no veían bien el tener como vecinos a los bárbaros, con numerosas costumbres paganas y creyentes en su mayor parte en la doctrina del arrianismo, que el resto de cristianos consideraban una herejía. No obstante, Valente hizo caso omiso de estas quejas, pues al fin y al cabo él mismo era arriano, y eso le daba más confianza entre los inmigrantes. En cuanto al peligro de rebelión, Valente lo consideró pequeño, pues los visigodos habían dado en los últimos tiempos muestras una y otra vez de querer servir al Imperio y adoptar numerosos aspectos de su cultura. En el peor de los casos, si los visigodos volvían a las andadas deberían abandonar las tierras de Moesia y se encontrarían acorralados entre las hordas hunas y las tropas de los imperios de Oriente y Occidente, sin posibilidad de ir a ningún lugar. Todo parece indicar que los godos cumplieron con su cometido esta vez y que fueron los romanos los causantes de que el frágil equilibrio se rompiera dos años después. Los Balcanes eran una zona pobre, y los funcionarios romanos en la región recurrían a todo tipo de corruptelas para prosperar. De entre todos los funcionarios que comenzaron a inflar los tributos en exceso y acosar a los godos con la intención de arrebatarles hasta el último fruto de su trabajo destacaba especialmente el avaricioso "Conde" (Comes, gobernador y recaudador de impuestos) de Moesia, Lucipino, y su ayudante Máximo. Lucipino también hizo grandes negocios vendiendo a precios desorbitados los materiales y alimentos que el Imperio había dispuesto para crear los nuevos asentamientos. Aunque en principio el más destacado noble y líder mayoritario de los visigodos de Moesia, Fritigerno (en gótico Frithugarnis, "el que desea la paz") acató el trato de Lucipino, pronto comenzó a mostrar reticencias ante las sucesivas visitas de los recaudadores. Se han señalado varias razones para ello: la muerte del noble godo Alavio o Alavivo (Alavivus), que hasta entonces habría recomendado una postura más dócil a Fritigerno; la llegada de Atanarico y sus seguidores por cuenta propia a Moesia, antaño enfrentados a Fritigerno y su política colaboradora con los romanos, a los que Valente se había negado a acoger en el Imperio y que habían sido abandonados en Dacia ante el empuje de los hunos; o el simple agotamiento de la paciencia de Fritigerno, sobre todo en un año (377) que había sido malo para la agricultura y en el que la hambruna golpeaba a su pueblo. En cualquier caso, Lucipino comenzó a considerar a Fritigerno como un posible obstáculo para sus planes y decidió asesinarlo. Para ello, invitó al jefe visigodo a un banquete con la excusa de limar asperezas con él, donde esperaba pillarlo por sorpresa. Sospechando la actitud de Lucipino, o quizás avisado por alguien, Fritigerno se presentó armado y acompañado por sus mejores hombres al convite, y fue él quien mató allí a Lucipino y los que iban a ser sus asesinos. Considerándose entonces libres de su acuerdo con los romanos, los visigodos decidieron recuperar sus bienes saqueando las poblaciones romanas de Moesia y especialmente la más rica provincia vecina de Tracia. Dos pequeños destacamentos romanos se enfrentaron a los godos sucesivamente y fueron derrotados. El plan de contraataque romano La rebelión de los godos tomo por sorpresa a Valente en la ciudad siria de Antioquía, desde donde planificaba una campaña contra el Imperio Persa que, como desde hacía siglos, discutía las fronteras romanas en Oriente Próximo y apoyaba revueltas de los pueblos locales contra Constantinopla, como la de Cilicia, sofocada en 375, o la de los sarracenos en Palestina, Fenicia y el Sinaí, que se consiguió someter a finales del 377 de forma más o menos efectiva. Aprovechando este pequeño respiro, Valente dirigió el trasvase de tropas veteranas desde la frontera oriental a los Balcanes, donde acabó formando uno de los mayores ejércitos romanos que se habían visto nunca. En Adrianópolis, donde se instaló el campamento y se guardó el tesoro imperial destinado a pagar la campaña, se reunieron nada menos que 7 legiones, cuyo núcleo estaba formado por 5.000 hombres veteranos de las legiones palatinae, la élite del ejército romano del momento, ayudados por los auxilia palatinae y otros tipos de auxiliares hasta alcanzar los 21.000 hombres. Apoyando a éstos se reunieron otros 28.000 auxiliares ligeros, con poca o ninguna armadura. Al igual que en otras ocasiones, el peso de la contienda fue asignado a la infantería romana, mientras que la caballería sólo tendría un papel secundario apoyando a ésta. No obstante, el destacamento de caballería que marchó a Adrianópolis también fue importante, pues estaba constituido por 1.500 jinetes de élite de la guardia imperial (Schola palatinae) apoyados de cerca

por 1.000 equites palatinae y 5.000 equites comitatenses. En este último grupo se incluían importantes divisiones de caballería árabe y arqueros a caballo. No obstante, tan impresionante ejército contaba con una importante diferencia respecto a las poderosas legiones romanas de antaño: el equipo. Los años de crisis económica habían hecho mella en el ejército, que ahora debía marchar menos preparado a la batalla. Las tropas de infantería pesada habían sustituido la armadura de placas (lorica segmentata) por la menos efectiva cota de malla, que hasta entonces habían llevado los auxiliares (muchos de los cuales marchaban esta vez a la batalla sin armadura y en algunos casos ni siquiera casco). El gladius, la antigua espada romana, había sido sustituida por otra más larga (Spatha) y el pilum había sido retirado en muchos casos, aunque algunas unidades de infantería y caballería portaban una lanza larga (en este último caso, influidas por la caballería bárbara). También se había perdido el scutum, el antiguo y bien efectivo escudo rectangular romano, por lo que las unidades que llevaron algún escudo a la batalla lo hicieron con modelos redondos u ovoides de madera o metal más barato, similares a los de los bárbaros. También habían empeorado la instrucción y disciplina de la tropa. Los visigodos habían recibido una instrucción similar a la de los romanos y por muy grande que fuera el ejército reunido por Valente, éste seguía siendo la mitad de los hombres con que contaban los godos. Con el fin de alcanzar un número comparable Valente se puso en contacto con su sobrino Graciano, emperador de Occidente que había logrado rechazar con éxito varias invasiones bárbaras, el cual accedió y marchó junto a un ejército propio para reunirse con el de su tío. Los godos y sus aliados La llegada de tropas de élite era un hecho esperable después de las fáciles derrotas de las pequeñas guardias romanas en la zona. A pesar de que el equipo e instrucción de los romanos ya no era el de tiempos pasados, Fritigerno sabía que probablemente eran superiores a los suyos y todavía podían hacerles mucho daño, por lo que trató de contrarrestar esa diferencia multiplicando todavía más sus numerosas tropas. Los emisarios visigodos recorrieron las zonas circundantes e incluso volvieron a cruzar el Danubio para entrevistarse con los pueblos que habitaban allí, entre ellos sus viejos enemigos hunos. Las gestiones fueron un considerable éxito, pues consiguieron el apoyo de los alanos, ostrogodos y otras tribus bárbaras menores. Incluso se unieron al ejército varios centenares de hunos y refugiados romanos (esclavos fugitivos, desertores, etcétera) a título personal. Así pues, el ejército inicial de visigodos y refugiados ostrogodos, compuesto por unos 110.000 guerreros, creció hasta la impresionante cifra de 155.000 hombres y 11.500 caballos sin que lo supieran los romanos, haciendo parecer aún más pequeño a su lado al ejército de Valente. Los bárbaros no estaban especializados en el manejo de un arma en particular, por lo que marchaban a la batalla con todo tipo de armas, tanto arrojadizas (jabalinas, arcos, hondas, hachas franciscas...) como de combate cuerpo a cuerpo. Durante el transcurso de la batalla podían luchar tanto montados como a pie, cambiando a menudo de una situación a otra sin problemas. Las unidades no estaban bien definidas, tal vez con la única excepción de un cuerpo de caballería pesada acorazada de inspiración romano-sármata. Un buen número de los guerreros godos llevaban también cotas de malla y cascos de origen romano, así como su característico escudo redondo de gran tamaño.

El 9 de agosto del año 378 el ejército de Valente dejó la impedimenta, demás pertrechos e insignias imperiales en Adrianópolis o sus afueras, y se movilizó hacia el noroeste, hasta avistar en una llanura el campamento godo, cerca de las dos de la tarde. No parecía haber centinelas lejos del campamento, donde las tropas godas parecían acampar al completo, protegidas detrás de los carros vacíos que usaban como muralla (laager) cuando no se estaban moviendo. Los refuerzos de Graciano aún no habían llegado, por lo que se discute cuáles serían realmente las razones de Valente para marchar hasta allí: quizás aún no esperase entrar en batalla y disponer tropas a la vista de los visigodos fuese sólo una medida de presión con el fin de forzar su rendición. Otros opinan que Valente quería de verdad entrar en combate en ese momento, confiando en que sus tropas veteranas le diesen una victoria que de esperar a Graciano, sería compartida y por tanto menos honorable. Reunido con sus generales, Víctor y Ricimero (éste último de origen germano, que había supervisado la llegada de los visigodos a Moesia por orden de Valente) le sugirieron esperar a Graciano y no meterse en problemas de momento. Sebastián, en cambio, recomendó un ataque inmediato que aprovechase el factor sorpresa. No se haría ni lo uno ni lo otro.

Las tropas romanas avanzaban en posición lineal, con la infantería pesada de Trajano y los auxiliares en el centro, y la caballería protegiendo los flancos. Valente permanecía detrás de la infantería con su guardia personal. Cuando los godos vieron a los romanos en las cercanías, Fritigerno solicitó parlamentar. Es probable que en lugar de querer con ello eludir la batalla, su objetivo fuese en realidad el de ganar tiempo. Tenía la infantería y una pequeña parte de la caballería dentro de los límites del campamento, pero la mayor parte de ésta (con la que no contaban los romanos) estaba de camino al mando de los nobles ostrogodos Alateo y Safrax.

Primera fase El primer ataque correspondió a los romanos, aunque parece que les cogió por sorpresa tanto a los godos como a sus propios compañeros. Sin esperar a que acabasen las negociaciones, los tribunos Cassio y Bacurio de Iberia ordenaron a sus tropas auxiliares el ataque, que marcharon rápidamente hacia el campamento visigodo mientras el resto de la infantería romana seguía en sus posiciones. El flanco izquierdo de la caballería los imitó, buscando atacar a los godos por un lateral mientras éstos se enfrentaban a las dos pequeñas divisiones de auxiliares, las cuales fueron rechazados sin problemas y puestas en fuga de forma deshonrosa, corriendo rápidas a sus posiciones anteriores. Acababan de iniciar la batalla de la peor forma posible. Segunda fase Fritigerno dio las conversaciones por terminadas y ordenó atacar en ese momento, haciendo salir a la mayoría de sus hombres del campamento en busca de los romanos. Entonces apareció a su derecha el enorme ejército de jinetes al mando de Alateo y Safrax, que se encontró de cara con el destacamento de caballería del flanco izquierdo romano, el cual fue obligado a retroceder hacia sus posiciones originales después de ocasionarle numerosas bajas. Los visigodos controlaban ya el terreno, y al acercarse a las líneas romanas, comenzaron a lanzarles las armas arrojadizas que portaban. Los romanos aguantaron como pudieron la lluvia de proyectiles hasta que las líneas godas llegaron hasta ellos, comenzando en ese momento el combate cuerpo a cuerpo. Tercera fase Mientras la infantería y el flanco derecho de la caballería combatían contra sus homólogos bárbaros, sufriendo numerosas bajas en ambos bandos, la caballería del flanco izquierdo romano se revolvió y atacó de nuevo a Alateo y Safrax. Tal maniobra les cogió desprevenidos y permitió a los romanos hacerles retroceder, adelantándose en el campo de batalla prácticamente hasta los carros visigodos. Se considera que éste fue el punto de inflexión de la batalla, pues de haber recibido entonces ayuda de otras unidades, quizá la caballería romana hubiese podido poner en fuga a la bárbara, a pesar de que le superaba en número, y atacar por detrás la infantería visigoda. La caballería romana comenzó a verse ampliamente superada, a medida que perdía empuje y no recibía ayuda, mientras a la caballería visigoda se sumaban hombres a pie de las tropas que habían quedado dentro del campamento, incluido el propio Fritigerno. La desproporción de fuerzas se hizo patente y lo que quedaba de la caballería romana en ese flanco fue destrozada, huyendo los pocos supervivientes del campo de batalla. Cuarta fase Una vez puestos en fuga los equites romanos, la infantería de Fritigerno avanzó para sumarse a las primeras líneas de infantería goda. Mientras tanto, la caballería de Alateo y Safrax avanzó por el lateral para atacar los flancos y la retaguardia de Trajano, comenzando a cercar a los romanos por la izquierda. Amiano Marcelino relata lo que debió de ser especialmente aterrador para los soldados romanos, que vieron salir de entre el polvo ("como de la nada") a la caballería goda, por sorpresa y a sus espaldas. Esto dejó a gran parte del ejército romano sin capacidad de maniobra. Quinta fase

Los soldados destacados en el flanco izquierdo estaban ya perdidos, sabedores de que no había posibilidad de huir ni clemencia que esperar de los visigodos. Aunque en este punto los historiadores latinos probablemente exageran, no resulta tan raro que los hombres de esas unidades peleasen hasta la muerte, llegando a cargar sin posibilidades de victoria contra las cada vez más nutridas filas de bárbaros. Las bajas fueron enormes en los dos bandos, hasta el punto de que pronto el número de cadáveres y los charcos de sangre comenzaron a hacer dificultoso el moverse por el campo de batalla. Las unidades romanas perdieron la comunicación entre ellas. Mientras unas aprovecharon para huir, otras, viéndose cercadas, tuvieron que pelear hasta el final. Comenzó entonces una huida general de aquellas tropas romanas que podían, abandonando al resto a su suerte. Mientras las últimas unidades de Trajano eran aplastadas, Valente corrió a refugiarse tras lo que quedaba de la caballería del flanco derecho, que unida a las últimas unidades auxiliares intentaron organizar un núcleo final de resistencia en torno al emperador. Los generales Trajano y Víctor estaban con él. Muerte de Valente y final de la batalla Sobre el final de Valente circulan distintas versiones, sin que se pueda afirmar con seguridad cuál es la correcta. La primera y más simple cuenta que sencillamente, Valente murió tras recibir el impacto de una flecha enemiga, acorralado y combatiendo junto a los hombres que lo acompañaban, como un soldado más. Otras dicen que pudo ser evacuado por sus generales (quizás herido) y se refugió en una casa cercana o, más probablemente, en una torre de guardia. Los visigodos ignoraban que Valente estaba dentro, pero al observar que se guarecían soldados romanos en su interior, acabaron con las últimas tropas que se les oponían y prendieron fuego al edificio, matando a todos los que se encontraban dentro. Sea como fuere, lo cierto es que nadie pudo identificar después el cuerpo de Valente entre todos los caídos en la batalla, por lo que tuvo que ser sepultado como un soldado anónimo más. Cerco de Adrianópolis

Via Egnatia, principal vía romana de los Balcanes. Adrianópolis está cerca de su recorrido, no lejos del punto en que la orientación cambia hacia el sureste y conduce a Constantinopla (Bizancio). De haber tomado Adrianópolis, los godos habrían llegado a la capital imperial rápidamente y sin oposición Tras la batalla los visigodos no se detuvieron. Acababan de destruir el mayor ejército visto en la zona y se podía decir que ya eran los dueños de los Balcanes. Incluso habían matado al emperador sin que éste tuviera hijos, dejando a todo el Imperio huérfano. El paso más lógico fue proseguir su política de saqueos y decidieron comenzar por Adrianópolis, a poca distancia, con el tesoro imperial en su interior y hacia donde había conseguido huir alrededor de un tercio (20.000) de los hombres de Valente. Adrianópolis era un botín muy valioso, y aún se revalorizaba más por el hecho de dominar los caminos hacia Constantinopla, la propia capital de los romanos de Oriente.

La captura de la ciudad no iba a ser fácil, obviamente. A la guardia urbana se sumaron los soldados supervivientes de la batalla, aunque las autoridades locales no permitieron a éstos entrar en la ciudad. En su lugar debieron construir a toda prisa un segundo muro de barricadas en torno a la ciudad tras los que refugiarse ellos y la propia Adrianópolis, donde la propia población comenzó a colaborar de forma masiva con el ejército para hacer frente a la inminente llegada de los godos. Éstos llegaron poco después. Con el fin de dificultar aún más la entrada del enemigo en la ciudad, se bloquearon las puertas colocando grandes piedras tras éstas y se montaron algunas máquinas de guerra. El bloqueo de las puertas dejaba a los restos del ejército de Valente sin posibilidad de huir y refugiarse. Así pues, no es de extrañar que cuando los romanos avistaron a los godos, fuesen 300 auxiliares de los primeros los que iniciasen la nueva batalla lanzándose en una carga tan heroica como suicida. Todos sus integrantes murieron. Los germanos avanzaron hasta las líneas de defensa de la ciudad, donde se vieron obligados a detenerse y luchar bajo los muros de la fortaleza, mientras los romanos que había arriba les lanzaban todo tipo de proyectiles. Los godos también lanzaban sus propias armas arrojadizas, pero llegado un determinado momento los sitiados se dieron cuenta de que los bárbaros recogían lanzas y flechas del campo de batalla y las volvían a lanzar contra ellos, señal de que las suyas se habían agotado. Para dejar a los godos sin posibilidad de lanzar los proyectiles que les llegaban, se ordenó romper la unión entre las puntas y el resto de la flecha o lanza. Así, las armas arrojadizas podían usarse una vez más, pero cuando impactaban con algo (hubiesen acertado o no) se rompían del todo y quedaban inutilizables. Además, las puntas sueltas se clavaban en los soldados enemigos, sin posibilidad de extraerse más tarde. Mientras la lucha proseguía en los muros de esta manera, se terminó de armar y disponer para el combate un onagro. Los romanos apuntaron al grueso de las tropas godas y lanzaron la primera piedra; ésta erró el tiro, pero tuvo un cierto impacto psicológico sobre los atacantes, que no disponían de armas de asedio. No esperaban ver salir de entre el humo y el polvo de la batalla a una gran roca dirigiéndose directamente hacia ellos, por lo que no supieron cómo reaccionar y perdieron momentáneamente la cohesión entre sus fuerzas, facilitando el contraataque de los romanos. Tras sufrir inmumerables bajas y fracasar en cada una de sus cargas, siendo expulsados de los muros tan pronto como apostaban una escala, los visigodos se vieron finalmente obligados a retirarse y marchar de nuevo hacia el noroeste, salvándose Adrianópolis y Constantinopla de sufrir su conquista. Una vez que se aseguraron de la marcha de los godos, los soldados volvieron con el tesoro imperial a Constantinopla o se refugiaron en otras ciudades más seguras de las inmediaciones. Muchos de los habitantes de Adrianópolis abandonaron también sus casas por miedo a que los bárbaros volvieran, si bien éstos no llegaron a hacerlo. Consecuencias La primera y obvia consecuencia de la aplastante derrota del Imperio Romano de Oriente fue el trono vacante que Valente dejó en Constantinopla. Antes de que el caos se adueñase de Oriente, el emperador de Occidente y sobrino del difunto, Graciano, encargó su gobierno al general hispano Flavio Teodosio, que fue coronado en 379 y llegaría a ser conocido como Teodosio I el Grande. Teodosio adquirió el trono de Occidente años más tarde y fue el último hombre que gobernó el Imperio Romano en su totalidad, razón por la cual se le llama a menudo el último de los romanos. Teodosio dirigió personalmente una nueva campaña contra los godos que terminó al cabo de dos años, tras los cuales consiguió derrotarlos y negociar un pacto en 382 con su nuevo jefe, Atanarico, que volvía a restituirlos como foederati en Moesia. Fritigerno había muerto por causas naturales el año anterior. Aunque el nuevo pacto supuestamente devolvía la situación al statu quo inicial, lo cierto es que ya nada volvería a ser igual para los godos ni para los romanos. Tras Adrianópolis, los visigodos fueron plenamente conscientes de su fuerza y continuaron extorsionando a los romanos cada vez que les parecía conveniente. El que llegó más lejos con esta política fue Alarico I, que incluso aspiró a ocupar algún cargo importante en el gobierno del Imperio de Oriente. Al no ver resueltas sus demandas, sometió a los Balcanes a una nueva política de saqueos, llegando a entrar en Atenas. Sólo cesó en su empeño cuando Rufino, el tutor ostrogodo del hijo de Teodosio, le reconoció como Magister militum de la provincia de Iliria. Tal concesión fue en realidad una auténtica estafa, pues forzó a los visigodos a instalarse en unas tierras menos ricas y fértiles que las que dejaban atrás, y que encima eran disputadas por los Imperios de Oriente y Occidente. Las desavenencias de Alarico con sus nuevos vecinos occidentales (que no reconocían el gobierno de Oriente ni de Alarico sobre Iliria) conducirían en último término al saqueo de Roma en 410, el cual fue visto por los contemporáneos como el fin del mundo conocido.

La derrota de Adrianópolis tuvo también sus consecuencias en la forma romana de hacer la guerra. Tras la masacre romana, fue imposible recuperar el número de soldados y oficiales perdidos en la batalla y hubo que reestructurar el ejército, abandonando el clásico sistema de legiones. A partir de entonces (fue Teodosio quien exportó el nuevo modelo a Occidente), el ejército romano se dividió en pequeñas unidades de limitanei (guardias fronterizos, muchas veces bárbaros federados) dirigidas por un "duque" (dux) que gobernaba una zona fronteriza desde una fortaleza particular, más un ejército móvil (comitatenses) que se desplazaba de un lugar a otro según apareciesen los problemas. Este nuevo sistema de defensa sería el embrión del futuro sistema feudal vigente durante la Edad Media. La batalla de Adrianópolis también demostró la eficacia de la caballería en la guerra, por lo que su número aumentó en los nuevos ejércitos en detrimento de la infantería. Las nuevas unidades de caballería solían estar formadas también por mercenarios bárbaros, fundamentalmente hunos, sármatas o persas, que combatían con espada larga y lanza y fueron a su vez los precursores de los caballeros medievales. Finalmente, el caos ocasionado por los godos en Adrianópolis fue aprovechado por los hunos para cruzar el Danubio e imitar la política de saqueos y extorsiones que tan buenos resultados había dado a los visigodos. Cuando Atila llegó al trono huno en 434, esta política era algo común para su pueblo, y fue él quien la llevó a su máxima expresión acelerando la caída del Imperio Romano de Occidente.

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