Toribio de Benavente (Motolinía)
Nació en Benavente (Zamora, España). Su apellido era Paredes; adoptó el de su villa natal en la Orden franciscana y el apodo de Motolinía, «el pobre», con que es más conocido en Nueva España. Ingresó en la Orden a los diecisiete años, y viaja a México en 1524. De 1527 a 1529 vive en Guatemala estudiando la fundación de las misiones. Regresa al convento de Huejotzingo amparando a los indios contra los atropellos de Nuño de Guzmán y es acusado de intentar la independencia de Nueva España, en forma de Estado indígena. En 1530, pasa al convento de Tlaxcala y contribuyó en la fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles (1531). Después se traslada a Tehuantepec; en Guatemala de nuevo (1534), en Yucatán, y por tercera vez en Guatemala (1543), para organizar la custodia de este país y de Yucatán. Se retiró de las labores misioneras, pero aún fundó varios conventos, de los que fue guardián; en 1555 escribió una célebre carta al emperador contra Las Casas en defensa de la Conquista, de los colonos y de la evangelización. Residió los últimos años de su vida en la capital, donde falleció en 1565.
TORIBIO DE MOTOLINIA "EL DEFENSOR DE LOS INDIOS" Según: Armando Bautista Reyes Fue uno de los doce franciscanos que arribaron en la Nueva España para dar inicio a la evangelización. También fue el más connotado entre sus once compañeros, debido a que mostró un alto interés en el conocimiento y aprendizaje de la cultura indígena. Ser accionista, fue una de sus cualidades más destacadas en su persona, misma que lo llevó a defender al indígena; llevando
la palabra de Dios por todos los rincones de la Nueva España; bautizando a miles de nativos desde el inicio de su llegada. Por estas características Hernán Cortés, le confía a Motolinía y no, a Fray Martín de Valencia (quién se destacaba más por su espiritualidad), la misión de la conversión de los indios, antes de partir a la conquista de las Hibueras (actual Honduras).
El inicio de su conversión Fray Toribio nació en Benavente (Zamora) del reino de León, España, a finales del siglo XV, cuyo nombre original es Toribio Paredes. Algunas fuentes mencionan que tomó los hábitos de la orden franciscana a la edad de los 17 años, a partir de entonces adopta el apellido de Benavente, de su ciudad natal. Fue el sexto franciscano seleccionado para ir a las tierras recién conquistadas, bajo las órdenes de su superior Fray Martín de Valencia. En un determinado tiempo estuvo de profeso en la provincia de Santiago para luego ser trasladado a la provincia de San Gabriel de Extremadura, donde partiría a su misión evangelizadora en el nuevo mundo. En esta última provincia él junto con sus compañeros, recibieron instrucciones precisas el día 30 de octubre de 1523, fueron advertidos de la situación social y el modo de vida de los indios. Anticipándoles lo salvajes que eran y que probablemente fueran víctima de ello. Bajo esta advertencia, sólo uno desistió en ir en esta aventura. Después de esto partieron a San Lúcar de Barrameda el 25 de enero de 1524; el 4 de febrero arribaron a la Gomera una de las islas Canarias; el 5 de marzo a Puerto Rico; el 13 de ése mismo mes, a la isla de la Española o Santo Domingo; el 30 de abril a la Villa de la Trinidad: vueltos a embarcar por quinta vez, llegan al lugar deseado, al puerto de San Juan de Ulúa, un día antes de la vigilia de pascua del espíritu santo
La llegada a la Nueva España Como se mencionó anteriormente, Fray Toribio y sus compañeros, llegan al puerto de San Juan de Ulúa el 13 de mayo de 1524 en muy malas condiciones, debido a que fue un largo viaje, mareados por el mar, sobre todo la falta sustento en su trayectoria. Sus atuendos estaban en pésimas condiciones. Bernal Díaz del Castillo nos dice en su obra de la “historia verdadera de la conquista”… que
los monjes llevaban los Hábitos rotos y agujereados; iban descalzos y que una vez que llegaron a las costas de Veracruz, emprendieron su viaje a pie, hasta llegar a la provincia de Tlaxcala. Cuando Hernán Cortés tuvo noticia de ellos, mandó a un Juan de Villagómez para recibirlos y darles obsequios, sin embargo éstos lo rechazaron. Fray Juan de Torquemada nos narra de manera más clara y específica el arribo de los 12 franciscanos a Tlaxcala: «Pasando estos siervos de Dios por Tlaxcalla, se detuvieron allí algunos días... y aguardaron el día del mercado, que los indios llaman Tianquiztli, cuando la mayor parte de la gente de aquella provincia se suele juntar a sus tratos y granjerías, acudiendo a la provisión de sus familias. Y maravillarnos de ver tanta multitud de almas, cuanta en su vida jamás habían visto así junta, alabaron a Dios con grandísimo gozo por ver la copiosísima mies que se les ofrecía y ponía por delante. Y movidos con el celo de la caridad que venían, ya que no les podían hablar, por ignorar su lengua, comenzaron con señas (como hacen los mudos) a declararles su intento, señalando al cielo, queriéndoles dar a entender, que ellos venían a enseñarles los tesoros y grandezas que allá en lo alto había. Los indios andaban detrás de ellos, como los muchachos suelen seguir a los que causan novedad, y maravillándose con verlos con tan desarrapado traje, tan diferente de la bizarría y gallardía que en los soldados españoles habían visto».
Texto de la obra “monarquía indiana” de fray Juan de Torquemada. Libro xv capítulo 10 La impresión de los indios debió ser tan grande que los caracterizaron con la palabra “Motolinía” debido a las condiciones en que se encontraban: hambrientos, hábitos rotos, descalzos, enfermos, afligidos por el viaje etc. Fray Toribio por su parte, quién venía mentalizado en aprender el idioma de los indígenas, preguntó el significado de éste vocablo. En su momento le dijeron que era sinónimo de pobreza, por tal motivo adoptó este nuevo alias como su nombre. El mismo Toribio lo expresa de esta manera en sus memoriales; «Éste es el primer vocablo que sé en esta lengua, y porque no se me olvide, éste será de aquí adelante mi nombre» Texto de los memoriales de Fray Toribio Motolinía
Después de pasar por Tlaxcala, llegan a México entre el 17 o el 18 de junio de ése mismo año de su llegada, ahí fueron recibidos por Hernán Cortés y por muchos indios que lo acompañaban en ese momento, incluyendo al último emperador azteca, Cuauhtémoc. Cortés, inmediatamente con un gesto de humildad, les hizo una reverencia como ejemplo, de que todos debieran hacer lo mismo. Resulta ser que los doce franciscanos, se toparon con algunos capellanes que habían llegado un año antes que ellos, mismos que se les unieron en ese instante. Para dar comienzo a la tarea evangelizadora, se dividen de cuatro en cuatro para ir a las tres poblaciones principales: Texcoco, Tlaxcala y Huexotzinco. Fray Toribio de Motolinía se queda en la ciudad de México siendo el primer guardián de su convento y de otras comunidades como: Texcoco, Huejotzingo, y Tlaxcala. También evangelizó otros pueblos pertenecientes a estos lugares como: Xochimilco, Coyoacán, Cuitláhuac y Cuernavaca. Motolinía se caracterizó principalmente en el aprendizaje de la cultura de los indios y en su defensa, gracias a su fuerte espíritu misionero.
Persecuciones y su campaña de evangelización Antes de que Cortés partiera hacia las tierras de las Hibueras (Honduras) para someter a su capitán que se le había revelado, decidió encomendar la misión de la enseñanza cristiana a Motolinía y no a fray Martín. El motivo de la decisión de Cortés, es porque Fray Toribio ocupaba un papel, más como de accionista y Martín fue de carácter más espiritual. Durante el período de la ausencia de Cortés en su conquista a las Hibueras, queda a cargo en la gobernación de manera temporalmente, Gonzalo Salazar. Éste nuevo gobernador crea un ambiente de persecución y maltrato hacia los indios. Estas atrocidades llegarían a los oídos del emperador Carlos I de España y V de Alemania. Quién a su vez crea una cédula real para proteger a los nativos con fecha del 24 de junio de 1528, cédula dirigida a los obispos Don Fray Julián Garcés de la provincia de Tlaxcala y Fray Juan de Zumárraga obispo de México. Aquí es donde Fray Toribio tiene un papel muy importante en la defensa de los indios, acusando a la Audiencia Real, como la audiencia del demonio. Daba alojamiento a cualquier
indio que acudiera en su auxilio en el convento. Por estas aptitudes, Toribio y muchos más de su orden fueron acusados y perseguidos muchas veces por Gonzalo de Salazar, bajo el cargo de querer revelarse con el gobierno de la colonia, pero reconociendo la soberanía del Rey de España, y así mismo, prohibiendo la introducción de españoles en el país, como obstáculos insuperables para la conversión de los indios. En 1528 emprende su primer viaje misionero a las tierras de Guatemala y Nicaragua. En éste último lugar realiza grandes acciones evangelizadoras, y funda algunos conventos en Quetzaltenango, Tecpan-Guatemala y Granada. En 1529 vuelve a regresar a México, acompañado de Fray Andrés de Olmos. También tuvo una importante participación en la fundación de Puebla de 1531, siendo él, el primero en decir misa en esa nueva ciudad. Hacia 1533, retoma otra vez su tarea misionera en Tehuantepec, acompañado de Fray Martín de Valencia en 1533 y en 1534 viaja por segunda ocasión a Guatemala y posteriormente a Yucatán. En la “historia de los indios de la Nueva España”, Fray Toribio nos afirma que en 1536, residía en Tlaxcala y es nombrado guardián de esta provincia. En lo que se refiere al número de indios que Bautizó Fray Toribio, la investigadora de la universidad de Texas Nancy Joe Dyer, asegura que fueron más de 300 000 nativos. Según el cronista Juan de Torquemada afirma que eran más de 400 000 sin contar los que no logró recordar. Sin embargo otras fuentes mencionan que probablemente hayan sido casi 6 millones de indígenas, una cifra insuperable. A lo largo de la década de los años 40 del siglo XVI, el fraile Motolinía residía en Tehuacan, ayudando en las labores de bautizos, casamientos y confesiones. A principios de 1541, se encontraba en la Antequera, actualmente Oaxaca y para el 24 de febrero de ese mismo año se trasladó una vez más a Tehuacan para escribir la “Epístola Proemial” de su historia, dedicada al sexto conde de Benavente Don Antonio Pimentel.
Fray Toribio contra Fray Bartolomé de las Casas
Para 1543, viaja por tercera ocasión a Guatemala. Durante este período surge nuevamente la figura de Motolinía como defensor y protector de los indios, en contra de los ideales del dominico Fray Bartolomé de las Casas, quienes los mismos colonos guatemaltecos le ruegan que los defienda contra las nuevas leyes que imponía Fray Bartolomé; sin embargo, éste se negó. Asimismo, también se rehusó a tomar el cargo de obispo, mismo que le había ofrecido el Emperador Carlos V. En su regreso a México en 1548, fue elegido como Vicario Provincial de su orden, cargo que desempeñó hasta 1551. Por este motivo se retiró de las labores misioneras, pero siguió fundando conventos de los cuales él mismo, fue guardián. Una Cédula Real del 28 de noviembre de 1548, le comisionó para recoger las copias del confesionario de Las Casas que hallase en México, entre los franciscanos. Después de esto, la lucha entre Toribio y de Las Casas, cada vez era más frecuente, pero la polémica de ambos estallarían cuando surgen la Nuevas Leyes. Esta lucha, llevó a Fray Toribio a redactar una carta al Emperador Carlos V con fecha del 2 de enero de 1555. En ella acusaba a Fray Bartolomé de importuno, bullicioso, pleitista. Otros de los hechos que destacaba en la carta, fue la defensa de la conquista, de los colonos y de la evangelización. Tampoco estaba de acuerdo en que los indios pagaran el diezmo, debido a la extrema pobreza en que vivían. Después de este período, vivió sus últimos años en la ciudad de México.
Muerte y legado Existen muchas fuentes y referencias que hablan sobre el año en que murió Fray Toribio de Benavente Motolinía. Algunos argumentan que fue en 1565, lo cual no está comprobado. La Biblioteca Hispano-Americana del Dr. Beristain, afirma que murió en 1568, esta fecha también es errónea, probablemente haya sido un error de imprenta. Pero, la más acertada, es la fecha del 9 de agosto de 1569. Mismo dato que afirman los cronistas Fray Juan de Torquemada. Sus obras más destacadas son “el libro de las nuevas cosas de la Nueva España” e “historia de los indios de la Nueva España”. Sin duda alguna su nombre seguirá siendo mencionado en la historia de México, como un
luchador incansable y apasionado amante de los indios. Enfrentándose ante el poderío de los primeros gobernadores de México que buscaban la oportunidad de deshacerse de los indígenas. Fue él único capaz de recorrer y promover la evangelización en todo el territorio en las primeras décadas del virreinato. También fue el más importante entre sus once. Gracias a él, podemos conocer al México prehispánico y enriquecernos día con día con el legado que él nos dejó y que seguirá siendo una de las mejores obras etnográficas de generación en generación. Y ahora la pregunta del momento.
HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÑA Epístola proemial De un fraile menor al ilustrísimo señor don Antonio Pimentel, conde sexto de Benavente, sobre la relación de los ritos antiguos, idolatrías y sacrificios de los indios de la Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado. Declárase en esta epístola el origen de los que poblaron y se enseñorearon en la Nueva España. La paz del muy alto Señor Dios Nuestro sea siempre con su ánima. Amén. Nuestro Redentor y maestro Jesucristo en sus sermones formaba las materias, parábolas y en ejemplos según la capacidad de los oyentes, a cuya imitación digo que los caballeros cuerdos se deben preciar de lo que su rey y señor se precia, porque lo contrario hacer sería gran desatino. Y de aquí es que cuando en la corte el emperador se precia de justador, todos los caballeros son justadores, y si el rey se inclina a ser cazador, todos los caballeros se dan a la caza, y el traje que el rey ama y se viste, de aquél se visten los cortesanos. Y de aquí es que, como nuestro verdadero Redentor se preció de la cruz, que todos los de su corte se preciaron más de la mesma cruz que de otra cosa ninguna, como verdaderos cortesanos que entendían y conocían que en esto estaba su verdadera salvación. Y de aquí es que el hombre de ninguna cosa se precia más que de la razón que le hace hombre capaz y merecedor de la gloria, y le distingue y aparta de los brutos animales.
Dios se preció tanto de la cruz que le hizo hombre y por ella determinó de redimir el humanal linaje. Y pues el Señor se precia del fruto de la cruz, que son las ánimas de los que se han de salvar, creo yo que Vuestra Señoría, como cuerdo y leal siervo de Jesucristo, se gozará en saber y oír la salvación y remedio de los convertidos en este nuevo mundo, que ahora la Nueva España se llama, adonde por la gracia y voluntad de Dios cada día tantas y tan grandes y ricas tierras se descubren, adonde Nuestro Señor es nuevamente conocido, y su santo nombre y fe ensalzado y glorificado, cuya es toda la bondad y virtud que en Vuestra Señoría y en todos los virtuosos príncipes de la tierra resplandece. De lo cual no es menos dotado Vuestra Señoría que lo fueron todos sus antepasados, mayormente vuestro ínclito y verdadero padre don Alonso Pimentel, conde quinto de Benavente,4 de buena y gloriosa memoria, cuyas pisadas Vuestra Señoría en su mocedad bien imita, mostrando ser no menos generoso que católico señor de la muy afamada casa y excelente dictado de Benavente, por lo cual debemos todos sus siervos y capellanes estudiar y trabajar de servir y regradecer las mercedes recibidas. Y a esta causa suplico a Vuestra Señoría reciba este pequeño servicio quitado de mi trabajo y ocupación, hurtando al sueño algunos ratos en los cuales he recopilado esta relación y servicio que a Vuestra Ilustrísima Señoría presento, en la cual sé que he quedado tan corto, que podría ser notado de los plásticos en esta tierra y que han visto y entendido todo o lo más que aquí se dirá.5 Y porque esta obra no vaya coja de lo que los hombres naturalmente desean saber, y aun en la verdad es gloria de los señores y príncipes buscar y saber secretos, declararé en esta brevemente lo que más me parezca a la relación conveniente. Esta tierra es de Anáhuac –o Nueva España,6 llamada así primero por el Emperador nuestro señor– según los libros antiguos que estos naturales tenían de caracteres y figuras, que ésta era su escritura a causa de no tener letras, sino caracteres, y la memoria de sus hombres ser débil y flaca. Los viejos de esta tierra son varios en declarar las antigüedades y cosas notables de esta tierra,7 aunque algunas cosas se han colegido y entendido por sus figuras, cuanto a la antigüedad y sucesión de los señores que señorearon y gobernaron esta tan grande tierra, lo cual aquí no se tratará, por parecerme no ser menester dar cuenta de personas y nombres que mal se
pueden entender ni pronunciar; baste decir cómo en el tiempo que esta tierra fue conquistada por el buen caballero y venturoso
TRATADO PRIMERO Aquí comienza la relación de las cosas, idolatrías, ritos y ceremonias que en la nueva España hallaron los españoles cuando la ganaron, con otras muchas cosas dinas de notar que en la tierra hallaron De cómo y cuándo partieron los primeros frailes que fueron en aquel viaje, y de las persecuciones y plagas que hubo en la Nueva España. En el año del Señor de mil quinientos y veinte y tres, día de la conversión de San Pablo, que es a veinticinco de enero,1 el padre fray Martín de Valencia, de santa memoria, con once frailes sus compañeros, partieron de España para venir a esta tierra de Anáhuac, enviados por el reverendísimo señor fray Francisco de los Ángeles, entonces Ministro General de la Orden de San Francisco. Vinieron con grandes gracias y perdones de nuestro muy santo padre, y con especial mandamiento de la Sacra Majestad del Emperador Carlos V nuestro señor, para la conversión de los indios naturales de esta tierra de Anáhuac, ahora llamada Nueva España. mi parecer no se pueden las letras mejor emplear que en amostrar al que no lo sabe el camino por donde se tienen de salvar y conocer a Dios. Cuánto más obligados serán a estos pobres indios, que los deberían regalar como a gusanos de seda, pues de su sudor y trabajo se visten y enriquecen los que por ventura vienen sin capas de España. En este mesmo tiempo que digo, entre los muchos que se vinieron a bautizar vinieron hasta quince hombres mudos, y no fueron muchos, según la gran copia de gente que se bautizó en estos dos monasterios, porque en Cuauhquechollan, que turó más tiempo el bautizar, se bautizaron cerca de ochenta mil ánimas, y en Tlaxcala, más de veinte mil. Estos mudos hacían muchos ademanes, puniendo las manos y encogiendo los hombros y alzando los ojos al cielo, y todo dando a entender la voluntad y gana con que venían a recibir el bautismo. Así mismo vinieron muchos ciegos, entre los cuales vinieron dos, que eran marido y mujer, ambos ciegos, así dos por las manos, y adestraban los tres hijuelos, que también los traían a bautizar; y traían para todos sus nombres de cristianos.
Y después de bautizados iban tan alegres y tan regocijados que se les parecía bien la vista que en el ánima habían cobrado con la nueva lumbre de la gracia que con el bautismo recibieron.
TRATADO SEGUNDO En el tratado segundo, que consta de diez capítulos, se dedica a contarnos las travesías que experimentaron él y sus otros hermanos al emprender el difícil apostolado para el que fueron enviados a la Nueva España, la cristianización de los indígenas. Los primeros cuatro capítulos nos narran todos los acontecimientos referentes al bautizo de los naturales y de cómo ellos mismos se fueron acercando a solicitar este sacramento. Gracias a la buena instrucción que impartían los frailes en sus predicaciones son casi increíbles las cantidades que presentan. Al leer sus textos no se puede más que sorprenderse ante la enorme cantidad de indios que bautizaban por día. Asimismo, es digno de notar el celo que demostraban en su ministerio, pues, aunque el número era mucho y las agotadoras jornadas son de suponerse, los frailes no mermaron en su intención de ganar más almas para la cristiandad. Incluso llegaron a desobedecer lo acordado en el mal llamado concilio mexicano, en el que establecieron algunos estatutos muy puntuales respecto de la administración del bautismo que limitaban la acción evangelizadora de los hijos de San Francisco, pero ante las súplicas de los indígenas por pertenecer a la iglesia no dudaron en desacatarlas y en continuar con su labor. Al igual que el bautismo, la confesión fue uno de los sacramentos que tuvo gran aceptación entre los indígenas. Ante el temor de ver sus almas ardiendo en las llamas del infierno y de pasar los peores tormentos en el infierno al momento de su muerte la confesión se convirtió en una necesidad que los frailes se ingeniaron para solventar ante el gran número de solicitantes. Además de las limitantes que significaba la diferencia de lenguas, los franciscanos tuvieron que idear formas prácticas y rápidas para que los indígenas descargaran su alma, y fue así como solo confesaban a aquellos que trajeran sus pecados por escrito, dibujados o representados en figurillas de barro, pero esto lejos de ser una limitante animó aún más a los indios deseosos de alcanzar la absolución de sus culpas. El matrimonio fue otro de los puntos a los que dieron prioridad, pues en una sociedad que vivía la poligamia de manera normal resultaba bastante difícil concebir la idea de
una sola pareja a quien se le juraba fidelidad. El tratado segundo hace referencia a la cuestión doctrinal y a los sacramentos impartidos en la Nueva España.
TRATADO TERCERO En el tercer tratado se dedica a hacer una descripción minuciosa del territorio de la Nueva España, de su orografía, de su relieve, sus ríos, su riqueza, su flora y su fauna. El estudio etnográfico que Motolinía realiza es al lado del de Sahagún una de las obras más importantes acerca de la cultura mexica. El capítulo XIX es una parte relevante y en el que realiza un minucioso estudio de las múltiples cualidades del maguey, esto nos muestra a un Motolinía más humano, más curioso, que podía compaginar su ministerio con la observación de su entorno y con una enorme capacidad de asombro que le permitía maravillarse ante las cosas desconocidas que se iba encontrando.
Conclusiones Definitivamente tenemos en las notas de Fray Motolinía uno de los pocos documentos que nos pueden hablar de nuestro pasado, así como de la vida de los que nos antecedieron en estas tierras. Pero además del conocimiento que podemos obtener de lo que aquí se plasma, también se convierte en un documento que recoge parte de las acciones que emprendieron los integrantes de la orden de San Francisco en el cumplimiento de lo mandado por el Papa que era la evangelización de la Nueva España. De todo esto Motolinía da cuenta, si bien con un lenguaje a veces rebuscado y otras veces más propio para el pulpito en un sermón dominical. Esto no le quita su valor intrínseco a la misma obra a diferencia de otros cronistas que escriben a partir de lo que les cuentan, Motolinía estampa en el papel toda su experiencia sensual de lo que va gustando, oliendo, saboreando, tocando y escuchando, pero sobre todo que nos permite echar un vistazo a través de sus ojos a ese lugar conquistado y colonizado del que sólo nos llegan noticias de quienes se aventuran a imaginar y no de quienes se atrevieron a vivirlo y a compartirlo.