Ignacio En Apdeba

  • November 2019
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Ignacio en ApdeBA, última conferencia del primero de abril del 2004 Estas notas son mi transcripción del último encuentro con Ignacio. Misteriosamente el casete de la grabación “estaba vacío”. A Ignacio le pareció que en aquella conferencia se produjo algo rescatable, porque pidió ese casete para desgrabarlo y “corregirlo” o darle una forma más legible. Para nosotros –el resto del “nosotros”, ahora sin él- también. Quedamos impactados la inteligencia de las propuestas de Ignacio -aunque de esto último ya estabamos acostumbrados- sino por la particular lucidez y soltura con que Nacho nos habló. Desde que Ignacio murió no dejo de leer nuestras notas, las notas de un Grupo al que llamábamos “Cuatro”, aunque en realidad éramos tres. Nos reuníamos los jueves desde hacía algunos años. No sé bien si esta obsesión que tengo ahora de leer y pensar nuestro trabajo es un modo de recordarlo o de olvidarlo. Me parece que es un modo de seguir con él. ¿Pero de qué “él” se trata? Algo de eso tiene que ver con la conferencia que dio Nacho y que ya trato de reproducir. Así recuerdo lo que nos contó nuestro querido Ignacio. Ya que Sonia no me introdujo, lo voy a hacer yo (risas). Me llamo Ignacio Lewckowicz, pero en realidad yo hoy soy este libro (Muestra el libro) que acaba de aparecer. Se llama “Pensar sin estado” y es de algún modo la continuación de un muy buen libro (risas) que publicó esta misma editorial: “Sucesos Argentinos”. Mi relación con APdeBA se inició –yo al menos lo tengo registrado así- con la introducción de la noción de acontecimiento. (Parece que mucho a cambiado desde entonces, por ejemplo, ya no usan corbata, como yo ahora que estoy un poco anticuado.) Y es esa noción, la de acontecimiento, la que quiero trabajar hoy, pero para modificarla o –mejorpara introducir una modificación que habla de la caducidad del concepto clásico o primero de acontecimiento de Badiou. Un concepto que valió en tiempos de sólidez, o de cierta sólidez que no son los que acontecen hoy, lo cual se hizo dramáticamente evidente en nuestro país hacia fines del 2002. El acontecimiento depende mucho de la noción de tiempo imperante. En los tiempos de la modernidad sólida el tiempo podía considerarse una propiedad coextensiva del espacio. Algo “pasaba” y entonces podía mirarse desde un “lugar” distante, o al menos desde cierta distancia. Era así posible “medir” esa distancia que nos separaba de aquello que había acontecido o de lo que era eso sólido antes del acontecimiento. Esa es la noción clásica de acontecimiento, la primera que aportó Badiou y que nosotros revisamos aquí. Permítanme dibujársela (Dibujo 1). En esta versión, hoy clásica, se trata de un Uno, un universo de una hegemonía sólida a la que la irrupción de, precisamente un acontecimiento, provoca una ruptura. Quiebra esa hegemonía. Luego vendrá un trabajo de fidelidad a ese acontecimiento, a esa verdad que hizo agujero en el saber instituido y una distancia, un tiempo que podrían de algún modo medirse a la distancia. Como para decir, en tal momento, hace tanto tiempo, en aquel lugar aconteció y luego cambió... O sea que podría hablarse de una suerte de historia, hacerse una historia de eso que ahí ocurrió, de la diferencia entre el antes y el después de esa ruptura. Lo que quiero introducir como otra versión, la versión 2 –más vigente en estos tiempos de liquidez en los que la noción de tiempo y espacio no se sostienen como parámetros inconsiderables- es no ya la ruptura que provocó un acontecimiento, sino que se refiere a la subjetividad contemporánea en los tiempos de fluidez. También viene de una idea de Badiou. Otra idea. Una idea que en realidad es un tanto anodina, un invento singular un poco mamarrachesco, incluso en su formulación matemática, pero que contiene una aproximación novedosa. Se trata de lo que el llamó el acontecimiento amoroso. Dibujo 2 Aquí de lo que se trata es de que dos Unos, A y B, dos yoes, que pueden formar o generar un Dos en su encuentro. Esto es raro, porque Badiou afirma que la intersección de A y B es vacía, o sea que no tienen él y ella nada en común excepto –dice él- pertenecer ambos al conjunto “humanidad”, es decir ser humanos. Pero más allá de ello A∩B = Ф.

Ahora bien, ¿qué es lo que tienen en común A y B? Sólo puede ser ese vacío. El vacío es lo que tanto A como B tienen, ningún elemento singular, sólo el vacío [Nacho no aclaró si se trataba del vacío o del conjunto vacío, pero como lo escribió como Ф, supongo que se trataba del conjunto vacío]. Sólo el vacío. Ahora bien, es a través de ese vacío que puede producirse un Dos, un emergente –no sé como llamarlo para diferenciarlo de “acontecimiento” que es el nombre para el caso 1- que me gusta llamarlo “encuentro” . En este caso –el caso 2 o del encuentro- puede ocurrir que dos Unos, a través de una conexión por el vacío, se encuentren justamente donde no tienen nada. O sea, ese encuentro requiere de que A y B se conecten en su vacío, no en su plenitud o en su completud. En ese último caso podrían incluso chocar como dos partículas que se impactan y hasta repelerse, separarse sin encuentro alguno. Pero ocurre que si esas dos subjetividades se “encuentren” en el vacío se pueden transformar, es decir que emerja de ese encuentro un Dos, una subjetividad nunca antes prevista y un cambio en A y B que ya no serán más A y B. Ahora bien, es muy interesante comparar ambos tipos de “acontecimientos”, comparar el acontecimiento 1 o clásico, con el encuentro 2. Noten que en el acontecimiento 1 es coherente con un sentido histórico. Hay una posible distancia entre eso que ocurrió y lo que surgió luego de haber ocurrido y eso permite atribuirle un sentido interpretable en términos de historia. En cambio en el encuentro o acontecimiento 2 no es así. No hay distancia porque no hay punto fijo (esto es típico de la fluidez, donde no hay puntos fijos de referencia, no hay origen detectable) y entonces todo transcurre en inmanencia, sin posible referencia a un antes y un después porque de lo que se trata es de una transformación que solo desde un punto de vista trucho podría historizarse o relatarse. En el modelo 1 el acontecimieto es por ruptura. Se rompe con una estructura sólida, de existencia autónoma y luego se genera otra estructura que “se aleja”, “se va” de ese tiempo-espacio hacia otra estructura, nueva, a lo cual le seguirá la fidelidad a esa verdad y todo eso que ya sabemos. En cambio el modelo 2 de acontecimiento en la fluidez (al que prefiero llamar “encuentro”), no se produce por ruptura, no hay subjetivación por ruptura sino por ligadura. Por el novedoso hecho de que se encuentren dos vacíos donde –previamente- no había nada. Esto genera un problema, pues al no tener que romper con nada, no existe tampoco tradición. Se trata de un encuentro por el vacío y no por el choque, no hay ruptura de los Unos antiguos o, mejor, no es posible interpretarlo de ese modo; por lo cual no hay recursos para “ser” en el sentido de transformación de un pasado en un presente novedoso. En el caso del acontecimiento 1, en cambio, se supone que el sólido al que ha afectado la ruptura de algún modo –digamos inercial- permanece. Por lo cual se establece un recorrido que es apto para generar una historia. En el caso 2, no habiendo ruptura sino generación de un nuevo encuentro y de nuevas subjetividades, cualquier intento de historización desvirtúa el sentido del encuentro. Se trata de una cualidad configurante que forma figura donde previamente no había nada. Es una creación sin ruptura sino desde una ligadura de nadas. En rigor pensar encuentro como acontecimiento o acontecimiento como encuentro se oponen. Se desvirtúa el concepto de uno al interpretarlo desde el otro. O sea, son conceptos diferentes. Se atenta contra la producción en cada caso si se lo “lee” desde el otro. En el caso 1 el sentido es un sentido histórico, en el 2 –el encuentro por el vacío- el sentido hay que inventarlo, no hay referencias a ruptura alguna que hable de él. Por lo mismo, en el caso 1 cabe hablar de transferencia, transferencia que rompe con un sentido hegemónico. En el caso 2 se trata de la destitución de los Unos por encuentros que no tienen antecedentes, sólo se pueden pensar como creación pura, ya que el vacío como tal –el punto del encuentro- no es parte integrante de las Instituciones de los Unos. Como verán –más allá de las distorsiones de mi transcripción – con el acontecimiento 1 que he recibido en el contacto con Nacho, podemos y puedo hacer algo: es a lo que se refiere su “yo soy este libro” con que comenzó su charla y quizás lo que me lleva a leer y releer

nuestras notas. El problema es el acontecimiento 2, el encuentro irreproducible, irreemplazable, único que hemos tenido con él. Con eso yo no sé bien qué hacer sino, por ahora, llorarlo y añorarlo. Julio Moreno

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