Halloween y el satanismo. Cuando durante la noche del 31 de octubre, me encontraba dispuesto a dormir, una serie de niños golpeó mi puerta. Un mar de chicos se encontraban frente a mí; exigiendo sus caramelos. Cansado y molesto, sólo atiné a decirle que no tenía lo que buscaban. Y mientras soportaba los retos de mi mujer, a causa de mi terrible insensibilidad, comencé a pensar en la inocencia de dicha fiesta. En verdad, para quienes somos cristianos, esta noche no es más que la víspera de la fiesta de Todos los Santos. Los yanquis, que han aprendido a hacer de cualquier cosa un próspero negocio, han tomado esta fecha y le han sacado provecho. Mientras tanto, en nuestros países periféricos, seguimos teniendo la extraña habilidad de copiar las más ridículas ideas foráneas, olvidando nuestras fiestas tradicionales. Imitamos con rapidez las fiestas de san Valentín, a Papá Noel o la noche de brujas, pero no somos capaces de imitar sus libertades, su pasión por el trabajo o su deseo de cumplir con la ley. Nos venden sus miserias, pero no aprendemos a imitar sus virtudes. Criticamos su sistema económico o su política, pero imitamos sus estupideces. Por ello, seguimos siendo subdesarrollados. A esta noche, llamada en inglés antiguo, “All hallow's eve” (fiesta de todos los santos), mas tarde la hemos denominado “Halloween”. Pero con el tiempo, dejó de ser una fiesta cristiana, para convertirse en una fantasía de brujas y fantasmas. Cuando el mundo comenzó a reemplazar su fe por el dinero y a sustituir la vida espiritual por un deseo de bienestar, la fiesta de Todos los Santos perdió su sentido. Detrás de la ingenuidad de los niños y de la diversión de los adultos con sus fiestas de disfraces, hay un contenido algo más tenebroso. No se trata sólo de un niño que me maldice porque no le dimos sus caramelos o de un joven que en una fiesta ve la posibilidad de acceder a una brujita o a una vampiresa. Ante una sociedad que se olvida de Dios y coloca al afán de dinero como único fin, es posible que acontezca el olvido del contenido religioso de esta fiesta. Cuando el consumismo y la idiotez, tienen el poder de aniquilar nuestra vida espiritual, estamos en un mal camino. Más aún; si detrás de esa inocencia, se esconde un contenido diabólico. El origen de la fiesta de Todos los Santos, se remonta a las persecuciones de Diocleciano (284-305). Ellas produjeron tantos mártires, que no se podía conmemorar a todos. Así surgió la necesidad de una fiesta en común para todos estos hombres que habían perdido la vida de manera injusta, por defender la fe en que confiaban. Dichas celebraciones comenzaron a desarrollarse a partir del siglo IV, aunque en diferentes fechas. Al principio se celebraba como la fiesta de san Juan Bautista y de otros mártires; pero con el tiempo se fue extendiendo a otros santos. En el año 609, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano (donde antes se honraba a dioses paganos) para ser templo de la Santísima Virgen y de todos los Mártires. Fue así, que comenzó a celebrarse la fiesta de Todos los Santos, cuyo día original se celebraba el 13 de mayo. Pero posteriormente, Gregorio III (731-741) la transfirió al 1º de Noviembre. Sin embargo, su noche de vigilia, coincidía con la celebración pagana de Samhain, que marcaba el final del año celta. Esta fiesta marcaba el fin del verano y de las cosechas. El verde de los campos y el calor del sol, cedían ante la llegada del frío y la oscuridad. En esta fiesta de origen celta, se celebraba la apertura dimensional entre el mundo tangible y el mundo de las tinieblas. Ya desde el siglo VI AC los celtas, celebraban el fin del año con esta fiesta. Mientras el colorido de los campos y el tiempo benigno daban lugar al frío invierno, la oscuridad comenzaba a imperar sobre la tierra. Se creía que en esa noche, el dios de la muerte (Samhain), permitía a los muertos volver a la
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tierra fomentando un ambiente de muerte y terror. La fina separación entre los vivos y los muertos se debilitaba, haciendo posible la comunicación entre unos y otros. En esa noche, los espíritus malignos, fantasmas y otros monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres. Según la religión celta, las almas de algunos difuntos estaban atrapadas dentro de animales feroces y podían ser liberadas, ofreciéndoles a los dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos. Si los vivos no les brindaban alimento a estos espíritus malignos, ciertos acontecimientos terribles podrían alcanzarlos. Así los sacerdotes druidas iban de casa en casa exigiendo sus alimentos. Algunos sugieren que en algunos casos, también iban acompañados por mujeres vírgenes o niños, que luego eran ofrecidos en sacrificio. Si los aldeanos le otorgaban algún alimento para las ofrendas había trato (treat) y la paz permanecía sobre ese hogar. En caso contrario, se lanzaba una maldición sobre la casa y sus habitantes, esperando que alguien muera allí ese año. Esa era el engaño o (trick) al que eran sometidos sus miserables moradores. Esta antiquísima fiesta llegó a Estados Unidos junto a los emigrantes irlandeses y allí se arraigó, para sufrir luego una radical transformación. Se le añadieron diversos elementos paganos tomados de los diferentes grupos de inmigrantes, hasta llegar a incluir la creencia en las brujas, fantasmas, duendes, drácula y monstruos de toda especie. Los aldeanos celtas, buscaban aplacar a los espíritus y protegerse de ellos. Para ello hacían grandes hogueras. Estas hogueras tuvieron su origen en rituales sagrados de la fiesta del sol. Otras formas de evitar a estos macabros personajes era preparándole alimentos, montando espeluznantes escenografías o disfrazándose. Los disfraces buscaban imitarlos, para así poder pasar desapercibidos. Los disfrazados de animales, espíritus o fantasmas, iban por todo el pueblo, buscando ofrendas para aplacar la ira del dios de la muerte y las tinieblas. Se pensaba que esa noche, los espíritus de los muertos regresaban a sus casas y que además vagaban diablos, hadas, duendes, brujas y toda clase de espíritus extraños Cuando los pueblos celtas se cristianizaron, no todos renunciaron a las costumbres paganas. Es decir, la conversión no fue completa. Con la llegada de los irlandeses a Estados Unidos, esta celebración comenzó a formar parte del folklore popular. La coincidencia cronológica de la fiesta pagana con la fiesta cristiana de Todos los Santos y la de los difuntos, que es al día siguiente, hizo que algunos las mezclaran. En vez de recordar los buenos ejemplos de los santos y orar por los antepasados, se llenaban de miedo ante las antiguas supersticiones sobre la muerte y los difuntos. Lo más grave de todo; es que Halloween se ha transformado en una de las principales fiestas celebradas por los satanistas, ocultistas, y adoradores del diablo. Es reconocida por ellos, como la víspera del año nuevo de la brujería. Para los fieles de esta extravagante iglesia es importante vestir ropas de Halloween en el día de sus cumpleaños y en ciertas ceremonias. Vestir este tipo de ropas, marca una cierta pertenencia al rito satánico. Anton Lavey, autor de la “biblia satánica”, nos dice: “La celebración religiosa más importante de la religión Satánica es la fecha del nacimiento de uno mismo… Después del cumpleaños de uno mismo, las dos celebraciones Satánicas principales son la noche de Valpurgis y Halloween, o día de la brujas… Los solsticios y equinoccios también se tenían como celebraciones religiosas ya que anunciaban el primer día de las estaciones… Cinco o seis semanas después de estos días se llevan a cabo grandes jolgorios satánicos”. Para algunos satánicos, esta fiesta es como celebrar el cumpleaños del demonio. Aunque otros sugieren que esta fiesta se celebra el 13 de abril. Ante semejante contaminación tanto del imperio del norte como del imperio de las tinieblas, sería bueno que volvamos a recordar a los santos y de los que ya no están. No
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puede ser que la memoria de cientos de profetas, apóstoles, mártires o monjes, sea vencida por tres o cuatro fantasmas diabólicos. No puede ser que el recuerdo de nuestros seres queridos que ya no están; deje lugar a una fiesta de la estupidez. No hay nada de simpático en esta cándida fiesta, que involucran a los niños, con el fin de no mostrarles su maléfico origen. Sería bueno entonces, devolverle a estas auténticas fiestas cristinas su verdadero sentido. Tal vez, algún día aprendamos que detrás de esas ingenuas máscaras de monstruos que nos quieren vender, también se oculta un siniestro germen del mal. Horacio Hernández. http://www.horaciohernandez.blogspot.com
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