Hacia Un Cristianismo Coherente

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Segunda Edición

HACIA UN CRISTIANISMO COHERENTE TEOLOGÍA DESDE LA CRUZ Por: Eusebio Ramírez

e-mail: [email protected] © Eusebio Ramírez

CONTENIDO EL PROBLEMA PLANTEAMIENTO Y ORIENTACION 1

Cristianismo y mundo moderno. Cristianismo Coherente. ¿Salvación del Pecado, de la Muerte o de la Ira de Dios?

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ANTIGUO TESTAMENTO CAPITULO PRIMERO EL PECADO Y SU ORIGEN 7

En el jardín de Edén. Árbol del Bien y del Mal, Fruto: Ser Como Dios. El Mundo Fuera del Edén. Las Consecuencias.

7 8 11 12

CAPITULO SEGUNDO LA ALIANZA

17 O la Irrupción de Dios en la Historia. El Éxodo. La Nueva Relación Entre Dios y la Humanidad.

15 16 17

CAPITULO TERCERO LOS PROFETAS Y LA PROMESA DE LA NUEVA ALIANZA 19

El Sentido de la Alianza.

19

El Reino Restaurado y la Nueva Alianza. Redención a Través del Castigo. Sión. Sión Ante los Imperios; el Combate Escatológico.26 Sión: La Teocracia Universal. El Día de Yahvé. El Ungido de Yahvé.

20 23 24 26 26 27

NUEVO TESTAMENTO I.N.R.I. El Reino de Dios; Antítesis de los Reinos de Este Mundo. La Encrucijada.

30 31 31

CAPITULO CUARTO EL REINADO DE DIOS 33 a) “...el Reino de Dios ya está entre ustedes”. b) La Nueva Alianza: El Sermón de la Montaña. c) Los Términos de la Nueva Alianza. d) Desarrollo de los términos de la Nueva Alianza. Solidaridad con Todos ante el Mal en el Mundo. Compromiso Activo por el Bien de Propios y Extraños. La Búsqueda de la Justicia y la No Violencia. Limpios de Corazón. Ante todo Autenticidad. Fidelidad Aun en la Persecución. e) ¿Nueva Alianza o Reino de Dios? Precisiones necesarias.

33 35 36 37 38 38 39 41 41 42

CAPITULO QUINTO EL PORQUE DE LA MUERTE DE JESUS EN LA CRUZ. 44 La Cruz; Juicio del Mundo. La Cruz; Funda la Nueva Alianza. La Cruz; Revelación Definitiva de Dios. La Cruz; el Culmen de la Creación.

44 46 47 49

CAPITULO SEXTO LA IGLESIA: EL NUEVO PUEBLO DE DIOS. 51 La Iglesia, su Misión Primaria: Dar a conocer al mundo la voluntad de Dios.

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CAPITULO SEPTIMO EL REINO DE DIOS, CUESTIONES ADICIONALES. 55 ¿Satanás? ¿Y el Infierno?

55 56 DE LA IMPOSIBILIDAD DE UNA CONCLUSIÓN. 57

REFERENCIAS ANTIGUO TESTAMENTO. REFERENCIAS NUEVO TESTAMENTO.

58 59

EL PROBLEMA PLANTEAMIENTO Y ORIENTACION

Cristianismo y mundo moderno. Antes de hablar de un cristianismo coherente se hace necesario plantear si es coherente ser cristiano en una época en la que la ciencia tiene el privilegio de explicar la realidad. La ciencia solo puede avanzar y conquistar el conocimiento negando toda intervención sobrenatural. Es el requisito indispensable para un conocimiento sin limites, para descubrir las leyes físicas que rigen el universo, para llegar a comprender los procesos evolutivos. Sin esto las conquistas de la ciencia hubieran sido imposibles Pero, al no reconocer intencionalidad y propósito la ciencia nos abandona frente al abismo del sin sentido. De una existencia que tanto es como pudo no haber sido, en una palabra, de lo contingente. La fe no es una explicación alternativa de la realidad, paralela o contraria a ella. La fe es una rebelión contra el absurdo al que nos enfrenta la ciencia. Creemos porque nos rehusamos a estar atados al devenir determinado e inmutable de las layes de la física y apostamos que la intencionalidad es una realidad que desborda y contradice la Realidad. Porque afirmamos que por encima de los procesos físicos y la predicción del método científico, el amor y la justicia se fundamentan en una verdad que va mas allá de lo descriptivo y de las formulas matemáticas, porque en el cosmos ha emergido la posibilidad de la opción, de la intencionalidad que son aberraciones inexplicables desde las layes de la física. Ahora, intencionalidad compele eternidad, porque opción temporal regresa al abismo de lo contingente. Aún así, la fe no puede ser más que una apuesta y por serlo no se puede imponer. Este trabajo está dedicado para aquellas personas que se unan a esta rebelión.

Cristianismo Coherente. No es un trabajo de apologética, en el que se buscara defender o demostrar las doctrinas centrales al cristianismo. Se asume una opción cristiana y a partir de ahí se enfrenta el problema de su coherencia interna. Nos situamos en otro plano y preguntamos al cristianismo por sus propias razones, por el valor de sus enseñanzas, no aisladas sino formando un cuerpo doctrinal. En una primera impresión esto se antojara inadecuado porque, la actitud común, es que una fe se ha de aceptar en su totalidad. Entendiendo lo que se pueda entender y aceptando el misterio de lo que a nuestra comprensión le sea imposible alcanzar. Esta actitud se basa en la suposición de que el cristianismo es un sistema cerrado, de estructura orgánica, porque, contra la evidencia, se admite la predicación de Jesus en los evangelios como su único origen. La realidad es que el

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cristianismo es una fusión de varias doctrinas no siempre en armonía. A veces complementarias, a veces en conflicto. Los evangelios nacieron en el pluralismo de las diferentes comunidades las cuales siguieron un desarrollo teológico mas o menos aisladas entre si. Esto es muy notable no solo al comparar los cuatro evangelios entre si, sino también dentro de un mismo evangelio es posible notar adiciones y modificaciones que rompen su coherencia. Pero esto no es todo. Un análisis mas detallado revela la existencia de confrontaciones abiertas entre las diferentes teologías que se pretendieron armonizar mas tarde con la elección de cuatro evangelios y las modificaciones internas de ellos. Era necesario mantener la unidad de las comunidades mas afines en la naciente institucionalización de la Iglesia Católica. Es el caso, por ejemplo, de la controversia sobre la Ley. Cientos de preceptos rituales que afectan muchas áreas de la vida diaria. ¿Deberían, las nuevas comunidades formadas por la acción de Dios en Jesús, seguir la Ley, abolirla o superarla? El evangelio de San Mateo defiende las tres opciones con la misma vehemencia sin decidirse por ninguna: La ley se ha de cumplir hasta en sus mas mínimos preceptos (5:17) Es superada al hacerse más exigente en lo central (5:21)Hay que abolirla pues son solo preceptos humanos (15:1) La confluencia de doctrinas representantes de las diferentes las facciones en la Biblia y particularmente en el Nuevo Testamento pone en cuestión la posibilidad de un cristianismo coherente. Es imposible armonizar elementos conflictivos. Es claro que esto solo se puede lograr seleccionando aquellas doctrinas que permitan un ensamblaje armónico. De aquí nacen dos cuestiones altamente problemáticas. Una, todo lo contenido en la Biblia no tiene el mismo estatus de revelación divina. Hay en ella doctrinas que por siglos se han tomado como palabra divina sin serlo, pero ¿como saberlo? De aquí surge el segundo problema que consiste determinar el criterio que guiará la selección. Tomando una desviación, es el momento adecuado de argumentar que las enseñanzas de la Biblia, por su misma pluralidad de doctrinas, necesariamente están mediadas por la autoridad de la comunidad. No puede históricamente haber una relación directa entre el individuo y la revelación divina. En algún punto del camino estará la Iglesia. Teniendo esto en mente abordemos la segunda cuestión. Resolver el criterio de selección, es resolver que contenidos se han de tomar por revelación divina. El único hecho en el que están de acuerdo todos los autores del Nuevo Testamento y al rededor del cual giran todas sus diferentes enseñanzas, es la muerte y resurrección de Jesús. Es este el primero y único criterio de revelación. Es este el postulado primero, el incuestionado punto de partida: La muerte de Jesús es la revelación definitiva de Dios. Reafirmada por la resurrección. Pero ¿Hacia un cristianismo coherente desde la cruz? ¿No es la cruz lo mas incoherente de la doctrina cristiana? El mismo San Pablo se refería a ella como causa de escándalo y locura y para Sano Tomás de Aquino, uno de los mas grandes doctores e la Iglesia, no era posible comprender la doctrina de la expiación. ¿No es, pues, una empresa destinada al fracaso partir de la muerte de Jesús en la cruz? Por otro lado y por las mismas razones si no se comprende el por qué de la muerte de Jesus en la cruz, de su necesidad para la salvación, un cristianismo coherente es imposible. Todas las

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doctrinas centrales carecerán de una fundamentación sólida. Será difícil definir Salvación, Reino de Dios y Pecado. He aquí el centro de la cuestión y he aquí la propuesta. La cruz es postulado del que se parte y meta de llegada. Guía y finalidad.

¿Salvación del Pecado, de la Muerte o de la Ira de Dios? ¿Es acaso que, al ir cambiando nuestras referencias, los conceptos van perdiendo sentido hundiéndonos en la perplejidad? Lo cierto es que a una distancia de dos mil años y con más de mil millones de cristianos no hay una concepción clara y coherente de lo más fundamental del Cristianismo. Salvación, Pecado, Reino de Dios, el Sacrificio de la Cruz parecen ir por caminos separados. Las publicaciones teológicas se multiplican, pero acaban siendo una magnífica envoltura de contenido ambiguo y discordante. Al tratar de entender los conceptos más fundamentales de nuestra fe nos encontramos que no solo no tenemos concepciones claras y consistentes sino que nos descubrimos atrapados en una vorágine de doctrinas imposibles de armonizar. No hay nada más central a la Fe que la doctrina de la salvación. Es la razón de la encarnación, vida y obra de Jesús de Nazaret. Así lo afirma El Credo Niceno Constantinopolitano cuando dice de Cristo que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”. Pero ¿Qué entendemos por salvación cristiana? La forma más sucinta se ha expuesto tradicionalmente de la siguiente manera: Salvación es la liberación de la humanidad del pecado y sus consecuencias.1 Los problemas empiezan a surgir cuando se busca especificar: Liberación del pecado, supone que estamos sujetos a el contra nuestra voluntad. Si el pecado es una acción humana voluntaria, resulta problemático hablar de liberación de nuestra propia conducta. Si es una fuerza o entidad que nos tiene sujetos, en este caso desaparecería la responsabilidad por lo que ya no se podría hablar de pecado. Agregando las consecuencias del pecado que son la pérdida de la santidad original y de la vida paradisiaca llegamos a un indeterminado y confuso concepto de salvación: romper con la esclavitud a la que nos tiene sujetos nuestra propia conducta o ese ente informe que es el pecado y restituirnos a nuestro estado paradisiaco original antes de la caída de Adán y Eva. No obstante estando nuestra voluntad sujeta al poder del pecado no deja por eso de ser “una ofensa a Dios”, “un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” 2 de ahí que el infierno sea nuestro destino natural, final y eterno del cual también necesitamos ser liberados. El embrollo se va complicando cada vez más porque en realidad nuestro principal obstáculo para retornar al paraíso es un Dios ofendido. En última instancia hemos de salvarnos de la ira de Dios y de su juicio. Es cuando volvemos la mirada a Jesús y la pregunta por la causa eficiente de nuestra salvación se vuelve acuciante: ¿Realmente fue necesario que Jesús muriera en la cruz? ¿Fue Dios mismo quien lo envió para conseguir por auto pago nuestra salvación? ¿Es posible conciliar la ira y el amor divinos?

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Tenemos así a un Dios padre amoroso, que debe ser aplacado en su ira con el sacrificio cruento de su hijo, al cual mandó a este mundo, por amor a nosotros, para perdonar nuestras transgresiones a una ley que solo uno de los menos numerosos de entre los pueblos conocía, la cual consistía de preceptos múltiples y extraños por lo que hubo la necesidad de reducirlos a lo fundamental de los diez mandamientos. Hemos de aceptar gozosos este perdón, ofrecido gratuitamente, so pena de ser condenados eternamente a los tormentos del infierno. El demonio, presentado en el papel de antagonista de Dios, viene a ser más bien su colaborador porque resulta ser el principal motivador de la fe. Pues salvación, es salvación de ir al infierno. Paradójicamente, para creer en un Dios Padre Amoroso hay primero que creer en Satanás y el infierno, el cual es el destino natural de la humanidad. Pero Jesús, se nos dice, está a la mitad del camino y -como vendedor oportunista- nos hace la oferta de la salvación. La cuestión es que si el Pecado es una transgresión al la Ley de Dios, la cruz de Cristo es innecesaria. Dado que la voluntad del legislador es lo decisivo por ser quién pone las condiciones. Para nuestra salvación solo es necesario que él se decida a abolir la ley, a cambiar la sentencia o el requisito para su satisfacción. Pero hay un problema todavía más crucial para nuestro tiempo y es que considerar la salvación en cuanto liberación del poder del pecado, de Satanás y su infierno para, al fin, retornar al paraíso es lanzar la Doctrina de la Salvación al ámbito de lo mitológico; de los contenidos puramente simbólicos donde las batallas se libran solo en la imaginación y en los sueños. Si entender cómo opera la salvación a través de la cruz de Cristo presenta problemas insolubles siendo que es uno de los temas centrales de la fe, ¿cómo podemos vivir el mensaje del evangelio desde la ignorancia y la confusión? Si agregamos que el fin último de la salvación es el Reino de Dios del cual la exégesis bíblica está de acuerdo en que fue el centro de la predicación de Jesús al mismo tiempo que admite no poder definir precisamente en qué consiste; si empieza con Jesús o es una realidad futura, si es a-histórico o si se inserta en un “ya-perotodavía-no”, en una tensión presente-futuro. Entonces la gravedad de la situación se acrecienta a límites intolerables. Si los pilares de nuestra fe están cimentados en la confusión ¿cómo podemos pretender que sea un mensaje para nuestro tiempo? No es suficiente con promover el lado práctico de la fe con temas que tienen una validez propia; la justicia, el respeto a la vida, la paz, el perdón e ignorar el dar una razón de nuestra fe. Es tiempo que la teología deje de tejer sublimes poemas y llegue a lo craso de la obra de Jesús, esa obra que lo llevó a la muerte, a una muerte en la cruz. Tomar en serio la cruz dejando de entenderla en el ámbito de lo cuasisimbólico, de contenido meramente ritual en los límites de lo mítico es aproximarse a la solución de los problemas doctrinales aquí expuestos.

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El objetivo de la obra es mostrar que por muy difíciles que sean los problemas doctrinales no son “incomprensibles e insolubles”. Del hecho mismo de que Dios se ha revelado concluimos que somos capaces de entender la Revelación. Hemos creado un mundo y Dios ha pronunciado su Palabra sobre él. Pero la Palabra de Dios no es solo un enunciado; abre una nueva posibilidad a la realidad que está más allá de los proyectos humanos; la creación continúa y esto exige una respuesta. “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1:14). Dios ha trastocado nuestro mundo y se resiste a que su mensaje sea arrumbado bajo los escombros de conceptos caducos o de doctrinas incoherentes. Volvamos al depósito de la fe confiado a la iglesia y rescatemos este mensaje siempre actual. Esto lleva necesariamente a distinguir lo esencial de lo cultural. A refinar los conceptos que si bien en una época pudieron iluminar los misterios de la revelación hoy resultan extraños. Todo esto para devolver a la misión de la Iglesia un fundamento sólido. Las siguientes páginas se sitúan dentro de esta intensión pero al final, solo al magisterio de la Iglesia le corresponde determinar si se ha logrado.

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ANTIGUO TESTAMENTO

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CAPITULO PRIMERO EL PECADO Y SU ORIGEN Dios mira hacia este mundo, mundo en el sentido Juanico del término; el ámbito de la actividad humana, y lo encuentra imperfecto, inacabado “como en dolores de parto (Rm. 8,22)”, necesitado de redención. Es decir, en estado de pecado. Pero, si el pecado define el estado del mundo, a su vez ¿qué es el pecado? y ¿cómo se llegó a este estado? El genio de San Pablo y de quienes lo siguieron, fue impulsar una visión universal a la interpretación del evangelio circunscrita, en los primeros tiempos de la iglesia, a la comunidad judía. En este impulso, San Pablo descubre que la obra y misión de Jesús tiene un alcance que incluye la totalidad de la humanidad y con ella de la creación. En esta visión fue fundamental para él plantearse el origen de una situación que afectaba a toda la humanidad y que requería la intervención decidida de Dios, Rm. 5,12-21 es el inicio de lo que después se desarrollará con San Agustín en la doctrina del Pecado Original. Que si bien, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica, “no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo” (389) es “ciertamente un término que induce al error e impreciso”, de acuerdo a lo expuesto por el Papa Benedicto XVI en su libro “In the Beginning...” 3 De aquí que es necesario replantearnos la doctrina del pecado original. Iniciemos, pues, desde el relato del Génesis.

En el jardín de Edén. El primer problema que enfrentamos al intentar definir qué es y cuál es el origen del pecado partiendo del segundo relato de la creación Génesis 2, 4b-25 es el de la interpretación de las imágenes mitológicas y poéticas a las que recurre la narración. Se impone precisar una metodología. Básicamente el desarrollo de las conclusiones será guiado por las siguientes reglas: Primera, por relato mitológico-poético se entiende aquel que usa la narrativa valiéndose de símbolos para presentar las ideas con el fin de evitar las limitaciones impuestas por la definición de conceptos. Segunda, se piensa que por su carácter mítico este relato es el más antiguo de los dos, pero sospecho que por su riqueza y profundidad de contenido es posterior. Esto se demostrará más tarde pero guiará la interpretación en el sentido de que esperamos encontrar un relato construido alrededor de ideas altamente elaboradas. Tercera, seguiremos por el camino de la menor resistencia tomando el relato en su unidad sin recurrir a la exégesis de otras partes de la biblia o a los datos de la religión babilónica. Esto, además, elimina el requisito de presentar credenciales de erudición exegética. Cuarta, estrechamente relacionado con la regla anterior, se

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enfatiza que el relato define los símbolos que usa; los explica directamente dentro del relato mismo haciendo innecesario recurrir a una exégesis compleja o a fuentes externas por lo que se vuelve transparente y adaptable a la mentalidad actual.

Árbol del Bien y del Mal, Fruto: Ser Como Dios. Yahvé hizo brotar...en medio del jardín...el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gen 2.9). Tanto en el centro del paraíso como en el centro del relato sobre la caída, está el árbol de la ciencia del bien y del mal cuyo fruto “era apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría” (Gen 3.6). Pretender desmitologizar el relato desplazando el centro de su interpretación al acto de desobediencia y no en las cualidades y naturaleza de su fruto, en un pretendido afán de hacerlo más razonable, nos lleva a conclusiones contraproducentes: A un concepto legalista del pecado, siendo meramente una transgresión a cualquier ley por caprichosa que sea y a un Dios tentador e inseguro, ansioso de probar la fidelidad de sus creaturas a través de ocasiones artificiosas de pecado. Iniciamos, pues, este esfuerzo interpretativo retomando el símbolo de lo que está en el centro de la narración: el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Siguiendo la cuarta de las reglas establecidas en la sección anterior llegamos fácilmente a constatar que la naturaleza del fruto es revelada por la serpiente: “...el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gen 3.5). La serpiente que era un animal nada mas, no era Satanás, no era un símbolo sexual, pero si “...el más astuto de cuantos el Señor Dios había creado” (Gen 3, 1) entabla conversación con Eva no para engañarla sino para seducirla, pues la verdad de su aseveración es confirmada por Dios mismo cuando dice del hombre después de haber comido del fruto prohibido “... es ya como uno de nosotros” (Gen 3, 22). La naturaleza o cualidad del fruto está en que otorga un conocimiento divino; tiene la virtud de conferir al ser adámico la semejanza divina. Dios prohíbe al hombre tomar de este árbol. Pronuncia una advertencia: “El día que comas de el tendrás que morir”. La frase ha de ser entendida como una amenaza de muerte. Si el hombre se apropia de la dignidad divina el enfrentamiento con Dios sería inevitable. Dios actuaría ante tal trastorno de la creación erradicando sus consecuencias: el traspaso de los límites de la criatura al ámbito de lo divino, restableciendo el orden natural. El “tendrás que morir” no significa, entonces, que el hombre fuese inmortal en el paraíso. El hombre se convierte en un ser vivo al recibir el aliento de Dios (Gen 2,8). Es decir, la vida no le es propia, la recibe de otro y la mantiene mientras Dios no decida retirarle el aliento. Pero, ¿En qué consiste ser como Dios? y ¿Cual es la razón del conflicto?

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Que el fruto confiera la “La ciencia del bien y del mal” asume que junto a esta confiere la capacidad de decidir, todavía más, de tener que decidir. Distinguir entre el bien y el mal compele a elegir y en el acto de elegir está el origen del libre albedrío, de la Voluntad. Génesis 3.7-13 profundiza más el significado de “Ser como Dios”. Ahí se describe el efecto de haber comido el fruto prohibido: “Entonces -como dijo la serpiente- se les abrieron los ojos a los dos y...”, en lugar de describir una transformación extraordinaria, el versículo termina paradójicamente: “...descubrieron que estaban desnudos” (Gen 3,7). En seguida se relatan sus intentos de cubrir su desnudez y su reacción de vergüenza y temor de ser vistos por Dios. Para comprender cuál fue la consecuencia de haber comido del fruto prohibido debemos penetrar el sentido de la oración, “descubrieron que estaban desnudos” para lo cual nos apoyamos en la siguiente cita que presenta un juego de preguntas muy interesante: Génesis 3.11 “El Señor Dios les replico: Y ¿Quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿A qué has comido del árbol prohibido?”. Este es el hecho; ¡Adán y Eva, antes de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, no sabían que estaban desnudos! Por eso no sentían vergüenza. Cuando toman del fruto descubren que lo están, es decir, antes de tomar del árbol no eran conscientes de sí mismos. La conciencia en su primer movimiento fundamenta la individualidad, es primero conciencia del propio cuerpo, del mí mismo corpóreo, por eso si sabían ya que estaban desnudos, solo podía haber dos posibilidades: Alguien les había dicho o habían tomado del fruto prohibido. He aquí la tremenda diferencia entre el hombre y el animal. La cualidad divina del hombre, siguiendo a Teilhard de Chardin; el saber que sabe: la conciencia. La capacidad de centrarse en si mismo descubriéndose existente cuya primera reacción es reclamar la privacidad de la intimidad, es la irrupción de lo que la psicología llamará el “Yo”. Desde este centro aparece una nueva realidad en la creación. Ha surgido un ámbito en el que Dios ha perdido todo su poder donde ya no es Señor a menos de que se dé un asentimiento voluntario. La humanidad ha tenido acceso a la ciencia del bien y del mal que no es otra cosa más que la elección de alternativas, lo que a su vez es la expresión de la voluntad; se ha hecho semejante a un dios. Cabe aquí indicar la importancia de la serpiente en la lógica del relato. Si Adán y Eva no poseían todavía la capacidad de decidir por no tener el conocimiento del bien y del mal, era necesaria una influencia externa que los incitara a actuar. Nótese que Eva tiene la misma función cuando hace comer a Adán, agregando un contenido extra sobre la influencia que la mujer tiene en los grandes momentos de la historia. La conciencia viene a ser una disonancia en un universo del que Dios es creador y señor absoluto. Por el solo hecho de que exista una voluntad externa a la voluntad divina ese dominio absoluto de Dios es cuestionado. Hay un rompimiento entre el creador y su creatura, una separación insalvable por la contraposición de dos voluntades, esto debido a la posibilidad del la decisión libre. Aunque la voluntad de la creatura se someta a la divina estarán frente a frente en una separación infinita, dado que se requerirá que la creatura acepte el señorío de su creador. Además, la capacidad de decisión incluye el poder de rebeldía, de decir “no” al mismo Dios, de

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actuar de acuerdo a la propia voluntad, es decir de pecar, aquí se encuentra la base de todo pecado, en la separación-confrontación ontológica de Dios. Resuena aquí el “serán como Dios”. Solo un ser semi-divino puede decir no al mismo Dios. En la misma naturaleza humana está subyacente el origen del pecado. Con la conciencia aparece, por primera vez, en la creación la posibilidad de pecar y con esto una creatura distinta e individual enfrentada por su naturaleza a su propio creador. A esta condición es lo que la Teología Católica llamará Pecado Original por ser una separación y una confrontación fundamental con Dios. En tanto, por ser una cualidad de la misma naturaleza humana, todos participamos de ella. La dificultad planteada por el Catecismo de la Iglesia Católica (404): “Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente” se resuelve por si sola: se transmite genéticamente. A semejanza de Dios, resuena en todas las Escrituras con su profundo significado de la grandeza de la dignidad humana junto a las dolorosas consecuencias de la actualización de la posibilidad de rebeldía que otorga. El escritor sagrado de Génesis busca resolver el conflicto de cómo Dios pudo haber sido la causa de tan graves consecuencias al crear a la humanidad a su imagen y semejanza. La solución que presenta es a través de dos relatos contiguos de la Creación. En Gen 1-2, 4 la acción es directa; la humanidad siendo pináculo de la creación es hecha a imagen y semejanza de Dios. En el segundo relato la humanidad alcanza su naturaleza por una “anomalía”, casi por descuido, aunque todo esto parece haber sido inducido al ser plantado deliberadamente el árbol del la ciencia del bien y del mal. Aún así, en este segundo relato Dios no es directamente responsable de las graves consecuencias de pecado que trajo consigo una creatura a semejanza de Dios. Pero en última instancia este hecho que conocemos por Pecado Original no es un trastoque en los planes del creador. En esta visión, es parte de la continuidad de la creación entendida como un proceso hacia su culmen en la divinización total de la humanidad. La criatura se encuentra ahora ante la encrucijada de su humanidad; expulsada a un mundo por hacer lo irá poblando expandiendo su cultura y su dominio; ejerciendo en su actividad la fuerza de su voluntad con Dios o contra Dios.

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El Mundo Fuera del Edén. ¿Era la vida en el Edén una situación idílica, ausente de todo mal? Hay que entender que el estado original de Adán y Eva es de inocencia por una armonía biológica con la creación, integración de continuidad, dada más que nada por la incapacidad de decidir y con esto de crear. En el Edén no existe el mal porque los procesos naturales en sí mismos no requieren de justificación o sentido. El dolor, la enfermedad y la muerte tienen su razón de ser en el complejo biológico de los ciclos naturales. Así las enfermedades largas y dolorosas son debidas, la mayoría de las veces, a la capacidad de supervivencia de los organismos y aunque parecerán una aberración de la naturaleza son parte también de los procesos naturales o consecuencia inesperada de la actividad humana que crea su propio ambiente en desequilibrio ecológico. Solo para la conciencia la muerte se presenta como el sin-sentido; una aberración de la naturaleza. Es imposible armonizar el “Yo existo” del ser consciente con su destino final: la muerte; su extinción definitiva. Ante el despertar de la conciencia aparece otra realidad: La desgracia; solo para la conciencia los cataclismos naturales vienen a ser catástrofes incluso cuando forman parte de la armonía de la naturaleza. Para una mayor clarificación, hagamos un experimento de la imaginación: En los millones de años del proceso evolutivo, antes de nuestra era, surgieron innumerables especies, espléndidos organismos como los grandes dinosaurios que dominaron la tierra. Tuvieron un destino cruel, sufrieron cataclísmicas extinciones totales, enfrentaron una destrucción y muerte terribles jamás igualadas en la historia geológica del planeta, sin embargo para nuestra conciencia este hecho no nos parece una desgracia al nivel de un terremoto en una urbe o el de un genocidio. Es simplemente un hecho dentro de la armonía del proceso evolutivo que hizo posible el surgimiento de nuevas especies, entre ellas la de la humanidad. Las catástrofes son hechas posibles también por la intervención humana no sujeta ya a tal armonía con la naturaleza. En su desarrollo tecnológico ha logrado multiplicar la especie llevándola a crear aglomeraciones en grandes ciudades haciendo posible las epidemias y las hecatombes naturales. Al fin la guerra, fuente de grandes desgracias se hace posible por la existencia de un ser independiente de Dios no inserto ya totalmente en la armonía con la naturaleza que impulsa la renovación de la vida a través de la muerte. Es el origen de una fuerza nueva en la creación: el poder de destruir, de asesinar. El mal aparece en toda su grave realidad cuando las acciones de la humanidad, dirigidas a la acumulación de poder y con el fin de dominar y explotar en beneficio propio, hace uso de su máximo poder destructivo. En si la muerte por enfermedad al formar parte de los procesos naturales no es un mal. El homicidio si lo es; independientemente de los medios utilizados porque interviene una voluntad que ha decidido

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matar por intereses egoístas. Partiendo del presupuesto de que la creación no es divina ni una emanación o bifurcación de Dios quien, por lo tanto, la trasciende y es totalmente distinto de ella podemos admitir que tiene unas condiciones de existir expresadas en las leyes naturales. Si esta realidad se nos presenta a veces dolorosa, es debido a la percepción que nos da la conciencia y no por un mal inherente a la creación.

Las Consecuencias. Rota la armonía con la naturaleza, expulsada del paraíso, la humanidad se encuentra frente al horizonte de su historia. Con la conciencia humana irrumpe el espíritu en el mundo. El ser pensante no obstante condicionado por la materia, busca trascenderla y centrándose en si mismo crea cultura y tecnología. Con el sudor de su frente instaura su propio reino cada vez mas lejos de la Voluntad de Dios: “hizo elección de si mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y por tanto, contra su propio bien” .4 La historia de la humanidad ha sido un largo proceso de autoafirmación, de imponer la propia voluntad en una afrenta directa contra Dios; esto es lo que entendemos por Pecado. Los primeros capítulos del Génesis relatan el inicio de una humanidad que extiende su dominio por la tierra, creando su mundo, no en la posición de lugarteniente de Dios sino su usurpador. Cuando el hombre abandona la simplicidad de la obediencia y consigue la ciencia, rebelándose contra Dios, inicia un camino en el cual se manifiesta cada vez más poderoso y titánico. En las historias de los matrimonios entre los ángeles y las mujeres (Gen 6, 1 s.) o de la torre de Babel (Gen 11, 1 s.), podemos percibir todavía reminiscencias de un auténtico terror primitivo frente a las inmensas posibilidades del hombre. A lo largo de la evolución hacia un poder titánico perfecto, encontramos también las piedras milenarias del creciente progreso de la cultura humana. Pero este crecimiento y esta elevación lenta del hombre a un nivel cultural superior, lleva consigo la separación cada vez más profunda de Dios, que debía conducirle a la catástrofe. 5 Se suceden los hechos que dan fundamento a lo que más tarde el Evangelio denominará “este mundo”: El asesinato del hermano, la exacerbación de la venganza junto a la supeditación de la creatividad y el desarrollo a la capacidad de la destrucción violenta y la conquista (Gen 4, 10-24). Después aparecerá la apropiación privada de los dones que hizo Dios para la subsistencia. Los conquistadores subyugan lo material y lo espiritual de la humanidad pues los poderosos deciden; “sea nuestra fuerza la norma del derecho” (Sab 2, 11) y encontrando a Dios

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inconveniente imponen ídolos manipulables de acuerdo a sus intereses. Nace así la religión de estado donde: “Las estatuas también recibían culto por decreto de los soberanos. Y como la gente que vivía lejos no los podía venerar en persona, representaban su figura lejana haciendo una imagen visible del rey venerado, para adular con fervor al ausente como si estuviera presente. ...tomó entonces por objeto de culto al que poco antes honraba como hombre. Y esto se convirtió en trampa para los vivientes, pues los hombres, esclavos de la desgracia o de la tiranía, dieron el nombre incomunicable a piedras y maderos” (Sab 14, 17-21). Este “poder titánico” de la humanidad llega al extremo de eliminar de su mundo la presencia de Dios, usurpa su lugar e impone sus leyes. El mitológico combate cósmico entre Dios y el demonio realmente es entre Dios y una humanidad rebelde, antagónica a la voluntad divina: El Imperio, viene a ser su más alta manifestación; es la coronación de las posibilidades humanas, es el ámbito de la ley absoluta impuesta por un hombre, de su dominio sobre la vida y la muerte de los súbditos y de las criaturas, de la religión al servicio del estado. En todo excluyendo necesariamente al Dios verdadero. Es claro que entramos en un terreno delicado al poner en duda la existencia del gran motivador de la fe y de las prácticas religiosas, del garante de la justicia divina; dado su papel de ajusticiador. No obstante, para mantener la coherencia de lo planteado hasta aquí tal conclusión se impone por sí misma. En lo que se denomina Historia de la Salvación, el demonio es una pieza suelta que no encaja en el compendio. No tiene ningún papel en los momentos cumbres de la historia de Israel, tanto en el tiempo de la elección de Abraham y menos en el Éxodo cuando es Dios mismo el que endurece el corazón del faraón, acción que le hubiera correspondido al demonio. Tanto para el Antiguo Testamento como para el judaísmo tradicional actual es un personaje bastante marginal y nunca caracterizado en el sentido del gran adversario de Dios que encontramos en el cristianismo. Solo aparece tres veces inequívocamente en el Antiguo Testamento y en Job 1, 6, sujeto a Dios espera su permiso para poner a prueba a Job por lo que algunos autores niegan que se trate, en este caso, de Satanás lo que reduciría a dos dichas referencias. No cabe duda que esta imagen mitológica tiene también su utilidad. El gran engañador ha servido para desplazar el mal inherente al imperio hacia un personaje mítico y poder presentar a Dios aceptando y bendiciendo sus acciones e instituciones. Cuando escuchamos el noticiero podemos estar tranquilos que todas esas atrocidades belicosas e injustas no son culpa de nuestras instituciones sino de un personaje cornudo y rojizo. ¿Realmente necesitamos tal personaje para explicar el origen de tantos genocidios perpetuados por incontables tiranos en la historia de la humanidad? ¿El origen del primer hasta el último fratricidio? El conflicto no es entre Dios y Satanás que se pelean la presa, el alma humana, sino entre Dios y el Hombre. Es enfrentamiento

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de voluntades, de reinos. ¿Pero podremos reducir la función de la imagen mitológica del demonio solamente a lo dicho anteriormente? Este tema se volverá a presentar cuando abordemos los evangelios, entonces se impondrá la necesidad de ampliar y refinar el concepto de Satanás y su función. Los poderosos han usurpado el lugar de Dios creando una religión al servicio de sus intereses. Sus cosmologías tendrán en común el concepto del eterno retorno. Un universo cíclico que se repite al infinito, excluyente de la posibilidad de lo totalmente nuevo, de un verdadero futuro. Por ende, tal visión no desarrolla el concepto de historia. La función de los sacrificios rituales es la de preservar la armonía presente frente a la amenaza del caos, de satisfacer y controlar a unos dioses predecibles y manipulables. 6 Ante esta generación fratricida, Dios decide intervenir y manifestarse en su última realidad de Señor absoluto de la totalidad de la creación.

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CAPITULO SEGUNDO

LA ALIANZA O la Irrupción de Dios en la Historia ...Mi padre era un arameo errante... (Dt 26,5). Se ha discutido mucho si el pueblo judío se distingue de todos los pueblos de la tierra por alguna característica particular que lo llevó a ser objeto de la elección exclusiva de Yahvé. Buscando explicar esta exclusividad se ha propuesto una supuesta tendencia natural del pueblo judío al monoteísmo, a la piedad o al estar más abierto a la Ley de Dios. Aunque Dt. 7,7 enfatiza la gratuidad de la elección, la reflexión sobre lo distintivo del pueblo judío continúa. Pero lo que distinguió a Israel y lo llevo a recibir un trato especial, aunque resulte poco halagador, no se puede atribuir a su grandeza o a su superioridad sino a la realidad que encierra la cita de Dt. 26,5. Esto es, su carácter nómada en cuanto exterioridad y contrario al imperio es lo que posibilitó que la intervención de Yahvé en la historia pudiese realizarse dentro de las limitaciones que El así mismo se impuso, las cuales requerían la respuesta libre de un grupo humano. 7 Esto se expresa en el Deuteronomio al dar como razón y base de la elección el amor de Yahvé por el pueblo. Dios, pues, inicia la historia salvífica manifestándose en la periferia del imperio. Abraham, patriarca de un grupo nómada es capaz de oír la voz de Dios solo desde la exterioridad del absolutismo, únicamente el desestablecido está abierto a la promesa de nuevas y mejores posibilidades. No son los grandes imperios, preocupados más por la estabilidad de su totalitarismo, los que miran al futuro con la perspectiva de un cambio radical sino aquellos que: ...eran unos pocos mortales contados e inmigrantes en el país cuando erraban de pueblo en pueblo... (Sal 105, 12). Es imposible que los imperios que conciben al rey como un dios o descendiente de la divinidad puedan reconocer la intervención de Yahvé cuando esta contradice los mismos fundamentos del imperio al contraponer su voluntad a la del monarca. Más aún cuando de entre todos los pueblos de la tierra Yahvé no encontró uno que lo reconociera Dios y Señor, decidió formarlo a partir de un grupo nómada en la persona de Abraham haciéndolo “fecundo sin medida” para constituirlo padre de una muchedumbre de pueblos (Gen 17,1-8). Da la impresión de que el plan era empezar por lo mínimo para acabar cubriendo la tierra de pueblos adoradores del único Dios verdadero que cumplieran su voluntad

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pues “Abraham se convertirá en un pueblo grande y numeroso” y ha sido “escogido para que instruya a sus hijos, su casa y sus sucesores a mantenerse en el camino del Señor practicando la justicia y el derecho” (Gen 18,18). La Alianza de Yahvé con Abraham abre un capítulo totalmente nuevo en la intervención de Dios en el mundo: requiere de la respuesta humana; ya no será una acción unilateral y con un dominio total a la manera de las anteriores intervenciones de la creación y el diluvio. En aquellas Dios se impuso y creó o destruyó, sin miramientos, a voluntad. Esta vez Dios acepta la limitaciones que intervenir desde dentro de la historia humana son impuestas por la realidad de una humanidad que crea su propio destino. 8 Esta nueva forma de intervención divina requiere, pues, la Fe. Es por eso que su mejor expresión y definición se encuentra en el “Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gen 12,1). 9 Aceptar la intervención divina exige ponerse en marcha porque se manifiesta sobre todo en cuanto promesa y por eso mira al futuro, a un destino no definido por la voluntad humana; abandonarse a la confianza de que inclusive frente a las realidades en contra, la palabra de Dios se realizará. Cuán lejos está este concepto de fe de aquel que enfatiza contenidos dogmáticos, exactas definiciones doctrinales o exclusiones heréticas. La Fe en Dios no está dirigida a él en cuanto su objeto sino a su intervención; apunta a la promesa. No es un movimiento conceptual sino una relación establecida por la iniciativa de Dios que inaugura un plan que crea nuevas posibilidades para la historia. En el Dios que se revela irrumpe una nueva realidad que desborda los límites de la sociedad y de la cultura que dependen solo de la actividad humana. Lo trascendente está en puerta. Así, la creación continua.

El Éxodo. El Éxodo resuena en su significación ante todo de liberación y si el tema resulta familiar al compararlo con las causas actuales cabe también aclarar que la salida de Egipto es más que nada el establecimiento del pueblo de Israel como pueblo de Yahvé, 10 dado que en cuanto tal no podría estar sujeto a otro soberano cuyo servicio implicaba esclavitud. Por lo tanto la liberación y el establecimiento del pueblo de Yahvé no se completan con la salida de Egipto, sino con la Alianza en el Sinaí porque es ahí donde Israel se compromete a cumplir la voluntad de Yahvé expresada en los mandamientos. De entre las diferentes tradiciones de la Alianza cabe hacer énfasis en la que se acerca más al actual concepto de alianza entendida como un pacto voluntario de las partes. Así en Ex 19, 7-8; 24, 1-8 después de que “Moisés vino y transmitió al pueblo todas las palabras de Yahvé y todas sus normas...el pueblo respondió a una: Cumpliremos todas las palabras que ha dicho Yahvé” a lo que sigue la redacción de un documento y el sacrificio de comunión que, al igual que con Abraham, sella el pacto. 11 Es por esto que “Josué dijo al pueblo: “Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Yahvé para servirle”.

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Respondieron ellos: “Testigos somos” (Jos 24,22). Si bien la liberación se sitúa dentro de la condición política de esclavitud no la abarca totalmente, va mas allá; a la constitución del pueblo de Israel bajo la voluntad de Yahvé, alrededor de cuyo culto desarrollará su identidad y etnos cultural. Por eso la liberación de Egipto no queda en el pasado como un hecho concluido digno solo de recuerdo. Israel tendrá presente que la liberación y alianza en el Sinaí alcanza y compromete a todas las generaciones presentes y futuras. Después de la Alianza en el Sinaí existe ya un pueblo que voluntariamente ha elegido servir a Yahvé cumpliendo sus normas y en contra de dioses e ídolos creados por manos humanas.

La Nueva Relación Entre Dios y la Humanidad. Cuando por su propia iniciativa Yahvé decide intervenir en la historia humana, aquella se va desarrollando gradualmente. Empieza en forma de promesas unilaterales hechas primero a la pareja original, luego con Noé aquellas relacionadas a la estabilidad del orden natural. Es con Abraham cuando por primera vez Yahvé espera una respuesta de fe y ya en el Sinaí requiere la aceptación voluntaria de entrar en alianza con él, a lo que sigue la proclamación de los mandamientos que vienen a darle una especificidad a la vida cotidiana dentro de esta nueva relación. Este proceso no terminará ahí, seguirá con las promesas sobre el rey David y se extenderá en la predicación de los profetas con la oferta de que Dios realizará algo totalmente nuevo. Por lo pronto es importante analizar los dos primeros mandamientos que marcaron el carácter del pueblo de Israel; el primero: “No tendrás otros dioses rivales míos” que desemboca en el monoteísmo y el segundo: la prohibición de las imágenes. La Alianza se inserta en el conflicto primordial entre Dios y una humanidad rebelde. Los dos primeros mandamientos están en la vanguardia de esta confrontación que se expresa en una lucha constante con los cultos paganos de los pueblos circundantes y en el esfuerzo de mantener la fidelidad del pueblo a Yahvé. El celo santo de Yahvé, es la razón que en un principio explica el primer mandamiento. El “Porque soy un dios celoso” se inserta en una concepción que acepta la multiplicidad de dioses como una realidad. No tardará Israel en comprender el verdadero fundamento: “Yo soy Yahvé, no hay ningún otro; fuera de mi ningún dios existe”. Proclamación que junto a la prohibición de las imágenes se alza frente al imperio y niega toda pretensión de absolutización de cualquiera de sus ordenes ya sea políticos, económicos o culturales. Porque solo Dios es absoluto. Toda creación humana, frente a Él, se relativiza y está sujeta a su juicio. Prohíbe la manipulación de lo divino, propia del confinamiento idolátrico que por limitarlo al lugar sagrado y a la imagen, reduce toda interacción al rito y a la magia delimitando y definiendo al mismo Dios y por eso controlándolo. “No te harás imagen” afirma la trascendencia de Yahvé y por lo tanto nada de lo creado lo puede representar y ninguna institución humana lo ha de tener

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bajo su control. En palabras de Benedicto XVI: “Yahvé, tu Dios, es el único Dios...es en su sentido original una renuncia a los dioses de alrededor, implica también una renuncia tanto a la deificación de los poderes políticos como a la deificación del ciclo cósmico...” “...renuncia al miedo que trata de domesticar lo misterioso rindiéndole culto y un reconocimiento al único Dios del cielo como el poder que garantiza todo; significa el coraje de confiarse al poder que gobierna la totalidad del mundo sin manipular lo divino”. 12 “¡Yahvé es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido barridos de su tierra!..Para hacer justicia al huérfano, al vejado; para que cese la tiranía del hombre salido de la tierra” (Sal 10, 16-18).

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CAPITULO TERCERO

LOS PROFETAS Y LA PROMESA DE LA NUEVA ALIANZA El Sentido de la Alianza. Yahvé ha llamado a la existencia a un pueblo que voluntariamente se ha comprometido, después de haber sido liberado de la esclavitud, a reconocerlo y servirlo como Dios y Señor sobre todas las cosas. Israel recibe en el Sinaí las normas éticas y religiosas por las que se conformará en su identidad de pueblo perteneciente a Yahvé. Junto a los diez mandamientos están todas las prácticas del culto, las fiestas y los procedimientos e instituciones legales las cuales van tomando forma a partir de la experiencia del Sinaí. La monarquía se entiende sometida a Yahvé aunque se encontrará en un conflicto frecuente con las demandas divinas ya que los monarcas querrán actuar independientemente. Se desarrolla así un sistema que llamamos teocrático dado que toda la existencia del pueblo gira alrededor de lo religioso. En medio de esta situación surge la voz profética que confronta a una religión institucionalizada de un pueblo encerrado en sus prácticas rituales que no reconoce la gravedad del sincretismo religioso al cual está cada vez más y más abierto con el peligro de avasallar el contenido y la esencia de la Alianza llevándola al fracaso(Os 8, 1). Mientras cumpla con las prácticas religiosas establecidas toma como indiferente el adherirse a otras importadas en honor de dioses extraños. Pero para los profetas el compromiso que, por ser pueblo de Yahvé, Israel había adquirido no se reduce a un conjunto de prácticas rituales el cual se satisfacería siguiendo reglas estrictas en el desarrollo del culto. Esto no basta y proclaman que el compromiso está en una entrega personal profunda 13 decididamente solo al servicio del Dios único por lo que califican este actuar de infidelidad; “… porque un espíritu de fornicación los extravía y fornican abandonando a su Dios” (Os 4,12). “… quiero lealtad, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos” (Os 6,6). Este conocimiento de Dios lleva necesariamente a la obediencia (1S 15, 22) cuya mayor exigencia es la justicia. El establecimiento de la teocracia, con su Templo, su monarquía y otras instituciones sociales, junto a su desarrollo económico, contrastaba marcadamente con los inicios nómadas de Israel. Todo parecía indicar que se vivía la realización de la promesa. Pero en la predicación profética este sistema de vida, no agotaba el verdadero sentido y propósito de la Alianza. La circuncisión, el culto, el pertenecer a una raza o a la nación que se declaraba pueblo de Yahvé no garantizaba una relación exclusiva con Dios 14 (Jr 4,3). Los profetas enfatizan la obediencia a los mandamientos (Jr 7, 22). La Alianza obligaba a una entrega total de la existencia sin exclusión de ámbitos. Se empieza, así, a perfilar la importancia de la respuesta individual junto a la comunitaria. 15 La responsabilidad de las acciones personales, el llamado a cuentas tiene que ver directamente con el individuo (Ez 18; Ez 34,17) lo que tiene como consecuencia, no totalmente elaborada por los

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profetas, el inicio de una fundamentación hacia la universalización de la fe en Yahvé mas allá de las fronteras de una nación determinada por la raza y el etnos cultural.

El Reino Restaurado y la Nueva Alianza. En la larga historia de Israel que arranca desde Abraham y culmina en la época de los profetas, innumerables vicisitudes tuvieron que ser vencidas para llegar por fin a la posesión de la tierra prometida. Se iniciaba el cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas culminando con el establecimiento de la monarquía teocrática, sobre todo con la davídica, su prototipo por excelencia. El pueblo hebreo luego de haber conquistado la región, logra organizar su vida social y política alrededor de los preceptos dados por Yahvé en el Sinaí. El centro de donde emanaba el poder de los reyes y a donde confluía toda la vida social y religiosa era el Templo con su Tora. Se podía hablar también de una prosperidad económica que hacía posible el goce de la abundancia y de los lujos que proveía (Is 2,7). En este ambiente surge el mensaje de los profetas que lejos de juzgar el presente como culminación de la alianza del Sinaí lo ven como su rompimiento. Su evaluación final es la de un fracaso completo porque constatan que los monarcas generalmente no se han sometido a la voluntad de Yahvé y han buscado regir en forma absoluta y cuando a sus intereses de poder conviene han abrazado la idolatría en sus componendas políticas. El surgimiento de clases poderosas frente a una multitud de destituidos los hace clamar por justicia partiendo de las demandas éticas reclamadas por los preceptos de la alianza. El pueblo en su conjunto no se escapa de la condena. En su predicación, los profetas, lo acusan de participar en el fraude, la violencia y la idolatría (Is 59,1-20). La instauración de la monarquía teocrática, la posesión de la Tora y su carácter de pueblo elegido que deberían componer una situación idealizada no garantizan el cumplimiento de la voluntad divina. El pecado sigue extendiendo su dominio por toda la sociedad y las acusaciones de los profetas son innumerables y vehementes contra el pueblo pero principalmente enfatizan la injusticia de los poderosos.

Redención a Través del Castigo. Ante la enormidad del pecado en que los profetas encuentran al pueblo de Israel de infidelidad y de injusticia no ven otra solución más que el “exterminio decidido, rebosante de justicia” (Is 10, 22) incluyendo la muerte del pecador: “Arrojare los cadáveres de los Israelitas delante de sus ídolos” (Ez 6,5) y el volver a empezar de nuevo (Am 9,8) a la manera de la acción divina dada en el diluvio en los tiempos de Noé por lo que vaticinan el destierro, el fin del pueblo israelita. Un castigo tan enorme así, que obligará al pueblo de Israel a reconocer a Yahvé

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su Señor, sometiéndosele definitivamente. El desaliento es tan grande por tal corrupción que consideran la predicación y las amenazas inútiles, que todo cambio es imposible (Am 7,16) y que, rota la alianza (Os 8,1), la única respuesta es empezar de nuevo a partir de un resto (Is 10,22: Zac 13, 8-9) que ante la severidad del castigo se doblegue frente a la majestad divina de Yahvé: “sabrán que yo soy el Señor cuando convierta el país en desierto desolado por todas las abominaciones que cometieron” (Ez 6, 1-14 ; 33, 29). Entonces se reconstituirá el pueblo de Israel y se instituirá una nueva alianza que superará a la anterior: “Actuaré contigo conforme a tus acciones, pues menospreciaste el juramento y quebraste la alianza. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré contigo una alianza eterna” (Ez 16, 59). En ciertos momentos en que ha intervenido la justicia divina, la idea de un resto que encuentra gracia a los ojos de Dios y los exenta del castigo está presente en tales relatos, como ejemplo: El clan de Noé cuando el diluvio y el clan de Lot en la destrucción de Sodoma y Gomorra. Esta misma idea del resto aparece entre los profetas con algunas variantes y ambigüedades de entre las cuales, siguiendo la presente exposición, se enfatiza aquella que considera el resto a la pequeña comunidad que retorna del exilio a Babilonia y que supo mantener su fidelidad a la Alianza. No está formada, pues, por todos los que sobrevivieron al destierro. 16 Pero a diferencia de las situaciones anteriores, esta comunidad sufre el castigo del exterminio y del destierro producto de la justicia divina junto a todo el pueblo de Israel: “...esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti, desenvaino la espada para extirpar de ti a inocentes y culpables” (Ez 20, 8). Sin culpa alguna sufre las consecuencias del pecado de todo el pueblo. Eso no es todo, en sus hombros lleva la responsabilidad-esperanza de la restauración del pueblo de Israel y de recibir la instauración de la nueva alianza con Yahvé. Esto está expresado poéticamente en el Canto del Siervo Sufriente (Is 52, 13 - 53,12) que por jugar un papel importante en la exposición posterior, se presenta aquí: La primera parte marca el contraste cualitativo entre el castigo y la redención ante lo cual se asombran los pueblos por su grandeza: Mirad mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano; Sin ser responsable sufre el castigo junto a los pecadores: El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado;

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pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él... El siguiente verso tiene un paralelismo con Is 51, 17-23: “... Jerusalén. Tú que has bebido de mano de Yahvé la copa de su ira” por la frase: “¿quien se preocupa?”, así como por el principio del canto: Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos “¿quién se preocupa?” Comparte la misma suerte de los malvados. ¿Los “ricos” es una referencia al imperio de Babilonia? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido y puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba. Pero gozará de las promesas hechas a Abraham de larga vida y una descendencia situándonos en el reinicio del pueblo de Israel: El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Los profetas ya habían hablado de la importancia que tiene el conocimiento de Dios cuya falta era la causa del la infidelidad a la Alianza (Os 4, 1-3; 6, 1-6 Jr 4,22; 8, 7; 9,22). Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mí Siervo a muchos. Después de la restauración, Israel será una nación poderosa: Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos.

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Saben, los profetas, que una intervención decisiva de Dios está próxima y ven en las invasiones inminentes la voluntad de Yahvé de demoler y reconstruir pero se preguntan si un solo volver a empezar sería suficiente, conocen la larga historia del pueblo, una rebeldía constante que desde el éxodo, luego a través del desierto, no termina con la posesión de la tierra prometida, la respuesta es un retundo no. Por eso predicen una intervención divina cualitativamente diferente a nivel individual y hablan de la necesidad de un cambio no solo de la comunidad sino de las personas. La alianza para ser cumplida ha de enraizar en el corazón, en la entrega de la voluntad individual. Debe envolver tanto la exterioridad como la interioridad de la persona para no quedarse solo en prácticas rituales externas. Pero no quiere decir que la acción divina será solo a nivel personal y privado, prevén una intervención directa del mismo Dios, a lo que llaman el día de Yahvé, acción decisiva, sin intermediarios monárquicos o proféticos que restauraría la monarquía teocrática definitivamente bajo su voluntad. El rey instaurado, por su probada fidelidad, sería su consagrado incorruptible. El pueblo de Israel, convocado de la dispersión de entre las naciones y después de que todos sus enemigos fueran subyugados, se le concedería el gobierno y el juicio de todas las naciones. Nos adentramos, así, en las tradiciones centrales a la esperanza del pueblo de Israel y que están en el umbral de la era cristiana: el restablecimiento de la ciudad de Sión, el nuevo éxodo y nueva alianza y la venida del mesías-rey.

Sión. Tras la experiencia de Israel de constantes conflictos militares tanto internos como externos en los que se mantuvo amenazada su existencia hasta terminar en su destrucción total por la invasión Babilónica, el pueblo de los desterrados se pregunta por su posición y su futuro frente al concierto de las naciones. Si Yahvé lo había llamado a la existencia haciéndolo pueblo de su propiedad se sabía el único entregado a cumplir su voluntad reconociéndolo su dueño y absoluto Señor y por eso mismo bajo su protección, la cual garantizaría su seguridad y prosperidad ante la constante hostilidad de las otras naciones. Si esto no sucedía así, si otros pueblos que servían a dioses, ídolos hechos por manos humanas, habían tenido poder sobre el pueblo del único Dios verdadero cuyo poderío se manifestaba en la creación, no podría haber sido por otra razón más que por el rompimiento de la alianza, la cual establecía esa relación única y privilegiada entre Yahvé y su pueblo. Tal fue la predicación de los profetas y en este contexto se sitúa la expectativa de la próxima intervención de Yahvé, porque si el pueblo fue infiel, Yahvé no olvida sus promesas, de ahí la esperanza en el restablecimiento de Israel de pueblo elegido, y por lo tanto, privilegiado por Dios. Se desarrollan, así, el conjunto de ideas alrededor de la tradición sobre el restablecimiento de Sión. Jerusalén, llamada también La Ciudad de David, fue elevada por el mismo rey David al rango de capital política después de ser conquistada y fortificada llegando así a representar la unidad nacional de todo pueblo judío. Por ser sede del Arca de la Alianza se convirtió en el

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santuario de las doce tribus de Israel y con la construcción del Templo por Salomón se convierte también en la capital religiosa. Es además el centro espiritual de todo el pueblo por encontrarse en ella el monte Sión, lugar escogido por Yahvé para su morada (Sal 132, 13). Es así como Sión se convierte en sinónimo de Jerusalén, sede del trono de Yahvé y su ungido David.17 Las ideas fundamentales pertenecientes a la tradición de la restauración de Sión lejos de capitular ante el fracaso de la teocracia la refuerzan a través de las profecías de una intervención directa y poderosa de Yahvé.18 Acción que primero reuniría en Jerusalén a todo el pueblo de Israel disperso entre las diferentes naciones por una variedad de causas, mayormente por el destierro y el exilio (Is 11,10: Dt 30, 1-10). Se vislumbra un nuevo éxodo que culminaría en una nueva alianza; ahora perfecta al integrar la respuesta individual en una total armonía (Jr 31,31s: Is 43, 16-20:43,18). Vuelve a resonar la promesa hecha a Abraham sobre la posesión de la tierra. La identidad del pueblo de Israel no solo se basa en la pertenencia a una raza sino además está fuertemente ligada a la pertenencia a un pueblo, a una nación, directamente al territorio de Palestina cuyo centro, Jerusalén, es la única sede legítima del Templo, lugar donde solo puede ofrecerse el culto apropiado a Yahvé (Dt 12,13). Como no hay teocracia sin nación o estado y siendo Israel el pueblo escogido depositario de las promesas de la Alianza, la consolidación de todo Israel está en la base misma del resto de la acción divina (Ez 37, 20-28).

Sión Ante los Imperios; el Combate Escatológico. Después del restablecimiento de Sión, por ser el trono de Yahvé, la respuesta inmediata de las naciones será confabularse para buscar su aniquilamiento porque reconocen en ella una amenaza a sus hegemonías, a sus posibilidades de seguir existiendo como imperios fuera y en contra de la voluntad de Yahvé; “...Contra ella se congregarán todas las naciones de la tierra” (Zac 12, 3: Mi 4,11). Seguras de su superioridad y poder sobre el mismo Dios (2R 18, 33s: Is 37,24) apoyados en la magnitud de sus ejércitos y lo avanzado de sus armamentos (Is 31, 1s). Este combate cósmico entre los imperios y Sión, lugar desde donde Yahvé ejerce su soberanía, tiene su mejor representación en la alegoría de Gog de Ezequiel: ...así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra ti Gog, príncipe supremo...Pueblos numerosos están contigo...saldrán hacia la tierra cuyos habitantes escaparon a la espada y fueron congregados de entre una multitud de pueblos en los montes de Israel... (Ez 38, 3.6.8). De acuerdo al comentario bíblico San Jerónimo, Gog simboliza a todos los enemigos de Israel. En este caso diríamos que es el líder de todas las naciones que se confabulan contra Sión.

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Es en este contexto en el que la predicación profética hace el juicio de los imperios condenando sus características universales personificadas en el rey de Babilonia: ¡Como ha acabado el tirano, ha acabado su arrogancia! ¡Ha quebrado el Señor el cetro de los malvados! la vara de los dominadores, el que golpeaba furioso a los pueblos con golpes incesantes y oprimía iracundo a las naciones con opresión implacable La tierra entera descansa tranquila, gritando de júbilo (Is 14,5-7). El Abismo profundo se estremece al salir a tu encuentro: en tu honor despierta a las sombras, a los potentados de la tierra; levanta de su trono a los reyes de las naciones... (Is 14,9). ¿Cómo has caído del cielo, lucero hijo de la aurora, y estas derrumbado por tierra, agresor de naciones? Tu, que decías en tu corazón: “Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono... ...me igualaré al Altísimo(Is 14,12.13). Los que te ven se quedan mirando, meditan tu suerte: “¿Es este el que hacía temblar la tierra y estremecerse los reinos, que dejaba el orbe desierto, arrasaba sus ciudades y no soltaba a sus prisioneros?”(Is 14,16-17). ...arruinaste tu país, asesinaste a tu pueblo (Is 14, 20). La victoria final de la batalla escatológica será de Sión apoyada en la intervención de Yahvé: ¡Levántate y trilla, hija de Sión Que yo te daré cuernos de hierro, y pezuñas de bronce: triturarás a pueblos numerosos, consagrarás a Yahvé su botín, y su riqueza al Señor de toda la tierra!(Mi 4,13). Sión avanzará resuelta porque siendo Yahvé el creador del herrero ninguna arma forjada contra ella tendrá éxito (Is 54,17). Todos intervienen en la guerra santa, aun los cobardes serán valientes, se harán espadas de las azadas y lanzas de las podaderas (Jl 4,9s). “Saldrá entonces Yahvé y combatirá contra esas naciones” (Zac 14,3) dispuesto a destruirlas (Zac 12,8) para rescatar la tierra del caos (Is 45, 18). “Tomaran a otros pueblos, y llevándoselos a su lugar, se los apropiará la casa de Israel en el solar de Yahvé como siervos y esclavas. Harán cautivos a sus opresores y domeñarán a sus tiranos” (Is14, 2). “Así dice Yahvé: ...Irán detrás de ti encadenados,

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ante ti se postrarán y te suplicarán: “Solo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay mas dioses” (Is 45, 14) “...las riquezas de las naciones vendrán a ti... Abiertas estarán tus puertas de continuo; ni de día ni de noche se cerrarán, para dejar entrar las riquezas de las naciones, traídas por sus reyes. Pues la nación y el reino que no se sometan a ti perecerán, esas naciones serán arruinadas por completo” (Is 60, 7.11.12).

Sión: La Teocracia Universal. Entonces “...Yahvé reinará en toda la tierra: ¡aquel día será único Yahvé y único su nombre! (Zac 14,9). “Los supervivientes de todas las naciones que atacaron Jerusalén subirán de año en año a postrarse ante el rey Yahvé Sebaot...” (Zac 14, 16). Recibiendo Sión la soberanía sobre todas las naciones de la tierra19 de ella saldrá la ley y juzgará todo el orbe (Is 2, 1-5) haciéndose “capital de las naciones” (Jr 31,7) para siempre (2 Sam 7, 13): En aquel tempo llamarán a Jerusalén “Trono de Yahvé” y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahvé, en Jerusalén, sin seguir mas la dureza de sus perversos corazones (Jr 3,17).

El Día de Yahvé. El restablecimiento de Sión no se hace realidad por una conquista humana sino por una intervención directa de Dios. Porque Yahvé reina abiertamente en la creación y entre las naciones las consecuencias de la manifestación del poder de Dios desde su sede: Sión, tienen un alcance global resultando en el fin y la superación de todas las guerras y de toda la violencia porque las naciones, sin más afán imperialista, en la resolución de sus conflictos se sujetarán al árbitro divino haciendo las armas innecesarias que serán convertidas en implementos de trabajo (Is 2,1s). Se volverá a la unidad original de la humanidad, afectada por la dispersión de Babel.20 Que Dios reine es poner fin a todo sufrimiento, a toda carencia. Toda zozobra terminará dando lugar al disfrute tanto de una larga vida como de los bienes adquiridos y todo esto en medio de una gran abundancia y alegría habiéndose eliminado toda inseguridad. “El producto de la justicia será la paz” (Is 32, 17). La armonía alcanzará incluso a la naturaleza (Is 65, 17). Cuando los profetas hablan de salvación lo hacen en términos que recalcan el aspecto político, esto es la liberación de Israel de todos sus enemigos y su subsecuente dominio lo que no hay que perder de vista dentro de una concepción escatológica mas amplia.21 La preeminencia de la tradición de Sión en la expectativa judía de la futura intervención de Yahvé se manifiesta en la recitación tres veces al día de la oración con el nombre de

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“Shemone Esre” o de las “18 bendiciones” en la que se pide por la restauración de la ciudad de Jerusalén, del reinado de David y del culto en el Templo enumerando así lo más central a esta tradición. Es muy significativo también notar la forma de terminar la celebración anual de la Pascua con la frase: “el año que entra en Jerusalén”. 22 Además el orden de los libros de la Biblia marca la importancia que tiene Sión en la tradición judía. Mientras el Antiguo Testamento, terminando en los libros proféticos, introduce el Nuevo Testamento prefigurando a Juan el Bautista en la persona de Elías y así se orienta al mesías; el Tanaj o Biblia Hebrea, por otra parte, termina en 2Cron 36, 23 con la proclama de volver a Jerusalén y reconstruir el Templo23 por ser este el prerrequisito necesario exigido por Yahvé al restablecimiento de Sión.24

El Ungido de Yahvé. A la unidad interna que tienen las profecías sobre Sión, las referentes al mesías resaltan como un agregado. A juicio de Von Rad, si no fuera por el tema mesiánico-davídico serían de “una unidad de conjunto interna sin precedentes”. 25 Aquel es un tema cuyo ámbito es más inseguro. Ya Isaías 54, 4 modifica el sentido de las promesas al trono de David y su Ungido confiriéndolas a todo el pueblo de Israel. “Con semejante democratización (escribe Von Rad) Isaías II quitó, de facto, a la tradición su contenido específico. En realidad la esperanza mesiánica no tenía cabida en la esfera de sus ideas proféticas” .26 Posiblemente por una profunda desconfianza producto de la experiencia con la monarquía que fue una cadena de constantes infidelidades a la Alianza, por lo que se llegó a concluir que el reinado directo de Yahvé sería la única solución definitiva. Cualquier monarca humano más temprano que tarde volvería a fracasar. Es así que para la época post-exílica cuando aparece la esperanza mesiánica y más tarde en el tiempo del imperio Romano no todos los judíos esperaban la venida del mesías. Entre quienes mantenían la esperanza mesiánica existía una gran variedad de concepciones: Elías; un profeta a la manera de Moisés; el Hijo del Hombre; el sucesor de David. Pero todas convergían en el sentido nacionalista de la restauración de la monarquía israelita.27 Esperanza sustentada primero frente a la conquista del imperio de Babilonia y más tarde por la invasión del imperio Romano. Vuelve, así, a aparecer el tema de Sión que comparada con la esperanza en el mesías, siguiendo las afirmaciones de David S. Ariel en su libro “¿Que creen los Judíos?” ocupa un lugar aún más importante en el judaísmo tradicional.28 En esta misma línea tanto Ezequiel 37, 22. 26 como Miqueas 5,1-2 enseñan que la entronización del Ungido seguirá inmediatamente a la restauración de Sión y a la reconstrucción del Templo. Mas no será un monarca absoluto sino siempre estará supeditado a Yahvé con el que mantendrá un trato íntimo y un acceso privilegiado que lo capacitará en el gobierno del mundo: 29 “Se inspirará en el temor de Yahvé” (Is 11,3). Estamos hablando de la institución de la monarquía teocrática con las mismas características universales ya atribuidas a Sión y en la que el poder del mesías para gobernar provendrá de la misma fuerza de Yahvé (Mi 5,3). Poder no limitado a un nivel meramente espiritual sino efectivo trayendo la seguridad y la tranquilidad a Israel al ejercer su función guerrera (Mi 5,4-5: Jr 23, 6:

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Sal 2). Y con ese mismo poder, ser garante de la paz y la justicia impuestas por Yahvé que habrá quebrando la vara del opresor, deshecho los ejércitos invasores y suprimido las armas de guerra incluyendo en Israel. Por eso su nombre será “Dios guerrero”, “Príncipe de la paz” y su dominio llegará al confín de la tierra (Is 9, 1-6: Zac 9-10). Lo que quedó fuera de la concepción del mesías aquí presentada es el tema del sufrimiento en cuanto inherente a su misión. El Comentario Bíblico San Jerónimo afirma categóricamente que ningún trabajo pre-cristiano describe a un mesías sufriente. Lo cual no encajaría en la lógica de un mesías poderoso y vencedor digno soberano del divino imperio universal de Sión.30

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NUEVO TESTAMENTO

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I.N.R.I. ¡Dios mío, Dios mío! ¿Porque me has abandonado? Me taladraron las manos y los pies; ...tú me sumes en el polvo de la muerte. Soy un gusano, no un hombre, Vergüenza de la gente, desprecio del pueblo. Ellos me miran triunfantes Este es el heredero, lo matamos y será nuestra la herencia: Lo entregarán a los paganos Los soldados le pusieron una corona de espinas. Sobre la cruz una inscripción decía: “Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos” Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.1 En el camino de Emaús se oyó decir a sus discípulos: “...nosotros esperábamos que Él fuera el liberador de Israel” (Lc 24, 21). Y es que quienes lo siguieron nunca entendieron que su reino no es como los de este mundo: “Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado...” (Jn 18, 36).

El Reino de Dios; Antítesis de los Reinos de Este Mundo. La cruz en la que muere Jesús a quien los Evangelios han proclamado el Mesías se levanta como contradicción de todos los reinos e imperios de la historia humana. La ejecución más cruel e ignominiosa al ser entronización del Mesías es una afrenta que trastoca todas las concepciones mundanas sobre el poder imperial. No hay otra realidad que valide mas y a la vez sea símbolo permanente de la sentencia de Jesús: “Mi reino no es de este mundo” Sentencia que

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nos confronta a entender el Reino de Dios en una dimensión que no sigue las categorías humanas corrientes. Porque “este mundo” no se entiende en su contraposición al “otro mundo” el cual se situaría después de la muerte sino por ser una construcción humana basada en los valores del poder, del dominio, de la riqueza y de la satisfacción egoísta por lo que es fundamentalmente contrario y rebelde a la voluntad y a la justicia divina. No, Jesús no habla de un reino etéreo, en el más allá. Su reino irrumpe en la realidad humana por eso dice: “...soy rey. Yo para eso he nacido y para eso he venido al mundo...” 2 Pero este reino es la antítesis de los reinos de este mundo debido a que no se basa en el poder de dominio al renunciar a la violencia, a la riqueza y al engaño. Es el reino cuyo soberano elige nacer y permanecer entre los pobres, de no tener siervos sino ser el servidor de todos entregando su vida para hacer el bien y en el conflicto final con los reinos de este mundo aceptar la muerte llevando así a tal extremo su enseñanza de amor a los enemigos. Es por esto que el reino predicado por Jesús no cumplía con las expectativas de quienes esperaban la liberación de Israel y su elevación a primera potencia mundial. Un mesías siervo, pobre y no violento no podía dar cumplimiento a quienes esperaban uno que protegido y guiado por el poder de Dios fuera un guerrero invencible capaz de derrotar al imperio romano y colocar a Israel en su lugar. Desde tal visión no es difícil comprender el rechazo de Jesús como el mesías por el pueblo judío. Klinghoffer, en su libro “Porque los Judíos Rechazaron a Jesús” 3 desarrolla una justificación siguiendo esta perspectiva. A partir de Núm. 24, 7 afirma que el mesías sería un líder político y militar enfatizando después en Dan 7,13-14 el sometimiento de todas las naciones de la tierra a su servicio, en cambio, acusa, Jesús nunca reclutó un ejército, combatió a los romanos o ejerció el poder sobre algún pueblo. Más adelante, en la conclusión del capítulo, escribe: “De manera que Jesús congregó multitudes de cinco mil. Así que realizó proezas mágicas como producir comida para una multitud de unos pocos panes y pescados. Así que realizó curaciones por la fe. Así que aun, se ha reportado, volvió a la vida a dos individuos que se pensaba muertos. Muy bonito...” pero “que gobierne como un monarca, su reino extendiéndose sobre que haga volver a los exiliados y reconstruya el Templo y venza a los opresores y establezca la paz universal, como los profetas también dijeron... entonces lo tomaremos seriamente”. 4 Esto fue precisamente lo que Jesús tuvo que confrontar durante todo su ministerio. Este es el origen de la incomprensión de sus discípulos y del pueblo a quienes predicó. Las tentaciones al principio de su misión sintetizan esta situación.

La Encrucijada. ¿Seguiría Jesús el camino marcado por las expectativas judías de un mesianismo político o se entregaría a la voluntad de Dios, la que conocía con todas sus graves consecuencias? 5 Esta es la encrucijada a resolver en la narración de las tentaciones. Las tres pruebas son alrededor de acciones que legitimarían y garantizarían el triunfo mesiánico de Jesús siendo, al mismo tiempo, oportunidad para su provecho personal. Estas dos vertientes se esconden en la incitación: “Si

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eres Hijo de Dios” y plantean una misión de acuerdo con criterios de los valores de este mundo como son: La satisfacción de las necesidades básicas hasta que todos llegaran a hartarse al convertir las piedras del desierto en pan explotando, así, el interés material de las multitudes relegando a Dios a segundo término6 o los milagros espectaculares como tirarse del templo y ser salvado por la intervención de ángeles, escudándose en Dios contra cualquier daño personal, decidiéndose por lo tanto en contra del sacrificio en la cruz. Esto sin duda le llevaría a ser reconocido y proclamado legitimo mesías-rey por la población. Más importante aún, siguiendo al Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, la táctica que aseguraría el establecimiento de su gobierno en el mundo: El apoyarse en el poder político y militar de los reinos de la tierra o convertirse en el imperio total y definitivo. Esto implicaría la idolatría del poder y la riqueza, servirse y servirle. Jesús rechaza cumplir en estos términos su misión. Sería una traición a la voluntad divina. Es por eso que de la predicación de Jesús desaparece la promesa de la restauración de Sión siendo sustituida por el anuncio universal del Reino de Dios del que desaparece todo carácter nacionalista (Mt 8, 11). El templo pierde su importancia de ser el lugar exclusivo del culto a Dios del cual predice su destrucción (Jn 4, 21-24). Evita identificarse públicamente como el mesías exigiendo el silencio de sus discípulos cuando estos lo reconocen así (Mt 16, 20) y por último, renuncia a toda violencia e imposición (Mt 12, 15) llegando hasta a omitir la venganza escatológica contra los enemigos de Dios e Israel cuando hace referencia a Isaías en Mt 11,5 y Lc 4, 16-22 por lo que “Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase solo las palabras de gracia” (Lc 4, 22).7 Si bien es cierto que Jesús no consideró su misión implantar un sistema político que resolviera las necesidades materiales del pueblo, no se puede ignorar la conclusión que se impone siguiendo la lógica de lo hasta aquí expuesto y es que el reino por el anunciado está esencialmente en un conflicto permanente con todo sistema político de cualquier corriente que sea y esto, hasta el final de la historia. Por ende es imperativo lograr una comprensión inequívoca sobre el Reino de Dios. Más aún cuando la exégesis moderna reconociendo que es el centro de la predicación evangélica al abordar el tema lo abandonan inmediatamente bajo el supuesto de que Jesús nunca definió su concepto de Reino de Dios cuando, por el contrario, toda su vida pública fue un esfuerzo por hacer “ver” a quienes lo rodeaban esta nueva realidad irrumpiendo en la historia humana. Dediquémonos a tan importante tarea para participar en ese “ver” de los primeros discípulos que nos permita también entender el por qué fue necesario que Jesús padeciera el ignominioso sacrificio de la cruz.

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CAPITULO CUARTO

EL REINADO DE DIOS a) “...el Reino de Dios ya está entre ustedes”. “está cerca el Reino de Dios “(Mc 1:15), “ha llegado a ustedes” (Mt 12:28), está “en medio de ustedes” (Lc 17:21). Se hace referencia aquí a un proceso de “llegar” que está actuando ahora y afecta a toda la historia”. p. (85)

“No se habla de un “reino” futuro o todavía por instaurar, sino de la soberanía de Dios sobre el mundo, que de un modo nuevo se hace realidad en la historia”. (p. 83)

PAPA BENEDICTO XVI “Jesús de Nazaret” La importancia de esta citas radica en el énfasis hecho al “aquí y ahora” del Reino de Dios. Asimilar este aspecto del mensaje del Reino encuentra serias dificultades ancladas en cierta formación doctrinal las cuales hemos de analizar. Una comprensión clara acerca del Reino de Dios se ve obstaculizada por un trasfondo tradicional que lo vincula a dos conceptos: El de “el otro mundo” usándose, entonces el término “más apropiado” de Reino de los Cielos y el de “el fin del mundo” o apocalíptica. Lo que tienen en común es que ambos excluyen a “este mundo”. Por lo que respecta al primer concepto, es sabido que el uso de la palabra cielo es con el fin de evitar, por respeto, mencionar o escribir la palabra Dios por lo tanto hablar del Reino de los Cielos no hace referencia a una realidad fuera de este mundo. Muy por el contrario el mensaje del evangelio enfatiza que en la presencia y actividad de Jesús irrumpe el Reino de Dios en “este mundo”: en los milagros, en la expulsión de los mercaderes del Templo, en la reunión del grupo de los doce, en la acogida de los publicanos y los pecadores, en la inclusión de los gentiles al pueblo de Dios, en el anuncio de la buena nueva a los pobres, en la entrega del código de la nueva alianza en el Sermón de la Montaña, en el establecimiento de la Nueva Alianza en la ultima cena y en su muerte y resurrección. Lo cual, referido a lo anunciado por los profetas,

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pertenece al cumplimiento de las promesas mesiánicas de un nuevo actuar soberano de Dios sobre la historia humana. En cuanto al segundo concepto, tomando en su conjunto todas las acciones de Jesús difícilmente se le puede atribuir una concepción apocalíptica de la historia. La posición aquí defendida identifica el ministerio de Jesús con una visión escatológica. Como no hay un consenso general en cuanto a una definición de los términos de escatológico y apocalíptico y para evitar exponer la polémica de los eruditos simplemente se decidió recurrir a la elaboración de las definiciones pertinentes con el apoyo de “El Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo” y con la obra de Von Rad, “Teología del Antiguo Testamento”. 8 Que como se verá resultarán muy útiles en la clarificación del problema. Ambos conceptos tratan del fin último de la historia sujeto al plan de Dios. En donde difieren es en la manera de concebir la relación entre Dios y la historia. La apocalíptica ve esta relación en un sentido determinista, todo está prefigurado desde la eternidad, no hay cambio de curso posible, Dios mismo está constreñido por su palabra por lo que por una revelación especial se pueden conocer y calcular los secretos sucesos del futuro con anticipación. La acción salvífica de Dios acontece fuera de la historia, no a partir de los procesos históricos internos sino en un rompimiento con ellos. Tiene, por lo mismo, un carácter impositivo totalitario, no hay ámbito o consideración para la respuesta humana encontrándose esta sin posibilidad de aceptación o de rebelión. De la negación de la historia resulta la tendencia de la apocalíptica al uso de símbolos marcadamente mítico-poéticos. La escatología siendo todo cambio decisivo en el curso de la historia a través de la intervención divina no suscribe una comprensión determinista de este actuar. Por ser Dios Señor de la historia y dueño de su palabra no está predeterminado a seguir un curso inmutable. Los planes de Dios pueden cambiar por la rebeldía o infidelidad de los pueblos, pensemos en el relato de Noé y el diluvio, Dios se “arrepiente” 9 de su creación. Después, en la experiencia del Éxodo hay un ajuste constante por esa relación conflictiva con el pueblo de Israel. Pero sobre todo en la época de los profetas, Dios promete una acción totalmente nueva en respuesta a la infidelidad del pueblo iniciando así la esperanza mesiánica y la promesa del reino. También los planes de Dios pueden cambiar en consideración a la respuesta que el pueblo da a la predicación profética (Jon 3-4). Además de no ser determinista, la intervención de Dios se da dentro y a través de los procesos históricos con la esperanza puesta en un resultado concreto. Por ejemplo: la caída de Asiria o la posesión de la tierra prometida. Es necesario hacer notar, aunque ya incluido en el contexto de este párrafo, las nuevas posibilidades abiertas por la intervención divina que trascienden la realidad al no ser internas al curso normal del devenir humano. Resumiendo, la visión escatológica concibe la acción divina como no determinista, dentro de la historia y abierta a un futuro radical.

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No está de más recalcar que la visión escatológica de la realidad corresponde al pensamiento de los profetas en contraste con el género apocalíptico del libro de Daniel y el libro del Apocalipsis. Es uno de los postulados de todo este trabajo que esta visión está presente en el trasfondo de la predicación y la obra de Jesús. Para empezar, porque al anuncio de la llegada del Reino va unido a la llamada a la conversión (Mt 4, 15). El Reino no viene por imposición, requiere la respuesta de fe y del compromiso integral en el seguimiento personal de Jesús. Seguimiento definido por las exigencias del Reino frente a la situación actual, donde su justicia es negada (Mt 6, 33). En otras palabras, El reino de Dios irrumpe en la actividad de Jesús en el presente de “este mundo”. La realización del Reino de Dios no es para el “otro mundo” ni para el “fin del mundo” ha llegado ya y está en medio de nosotros. No nos toca construirlo ni definirlo porque ha llegado por la acción y la autoridad de Jesús: “Dios actúa ahora; esta es la hora en que Dios, de una manera en que supera cualquier modalidad presente, se manifiesta en la historia como su verdadero Señor, como el Dios vivo. En este sentido la traducción “Reino de Dios” es inadecuada, sería mejor hablar del “ser soberano de Dios” o del reinado de Dios” (ibíd. Pág. 83). Solo nos toca entrar en él por la conversión a ser sus súbditos, aceptando a Dios por rey; el “hágase tu voluntad aquí en la tierra” del Padrenuestro hecho realidad en una entrega radical de la existencia que sin excluirlo, no se reduce a un mero movimiento emotivo o de asentimiento mental, tiene su concretización muy específica en el seguimiento de Jesús y en los términos proclamados en el Sermón de la Montaña.

b) La Nueva Alianza: El Sermón de la Montaña.

así:

“Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos. El tomó la palabra y se puso a enseñarles Bienaventurados...” (Mt 5,1).

Cuando Jesús proclama “bienaventurados”, extiende la proclamación del evangelio a todas las gentes sin importar nación, raza o cultura. El Reino de Dios no tiene límites territoriales, ni está sujeto a prácticas rituales definidas por un etnos cultural. Es solo cuestión de aceptar hacerse discípulo para entrar en él.10 Se supera el problema del monoteísmo que Israel apenas si abordó: Si fuera de Yahvé no hay ningún Dios (Is 44, 6). ¿Cómo se explica su reducción de ser Dios solo de un pueblo? Con la oferta de la Nueva Alianza Jesús nos trae el

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regalo de la universalidad cumpliéndose así una más de las promesas mesiánicas pero con un nuevo alcance. No será necesario ya subir a Jerusalén para rendir culto a Dios. Todos los pueblos están ya en el mismo plano de igualdad frente a Él; se desbordan los límites nacionalistas.11 De acuerdo al contexto del Sermón de la Montaña, el Reino de Dios es el establecimiento de la Nueva Alianza anunciada por los profetas. Así como Moisés en el Sinaí, Jesús, quien es más que Moisés pues habla con autoridad propia, nos entrega las tablas de la nueva ley. Las Bienaventuranzas están bajo la misma dinámica del binomio exigencia-promesa de la alianza del Sinaí (Dt 26, 16-19). Quienes acepten los términos de la Nueva Alianza serán dignos de sus promesas, estamos en el plano de la conversión: abandonar los valores sobre los que este mundo se fundamenta para someterse a la voluntad divina, a participar en el Reino.12

c) Los Términos de la Nueva Alianza. Se usa términos, en lugar de mandamientos o código de la Nueva Alianza por tener un significado un tanto menos legalista. De las definiciones dadas por El diccionario de la Real Academia Española adoptamos las siguientes: -Condiciones con que se plantea un asunto o cuestión, o que se establecen en un contrato. -Elemento con el que se establece una relación. Término comparativo, de referencia. Si el contexto del Sermón de la Montaña es la alianza del Sinaí esto no implica que la sustituye o que hay un paralelismo estricto entre las dos, pero al mismo tiempo es importante mantener este contexto que ha sido desde antiguo el modo constante como Dios ha entrado en relación con la humanidad. Desde el nuevo Sinaí, Jesús expone los términos de la Nueva Alianza proclamando bienaventurados a todos: Los que eligen ser pobres. Los que sufren. Los no violentos. Los que tienen hambre y sed de justicia. Los que prestan ayuda. Los limpios de corazón. Los que trabajan por la paz.

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Los que viven perseguidos por su fidelidad. Porque quienes acepten este compromiso: Tienen a Dios por Rey, de ellos es hoy el Reino de Dios y son hijos suyos. Y cuando la realidad del Reino se manifieste en su futuro radical: Van a recibir consuelo y a heredar la tierra. Van a ser satisfechos y a recibir ayuda. Van a ver a Dios.

d) Desarrollo de los términos de la Nueva Alianza. La supremacía del interés material imposibilita pertenecer al Reino. Jesús advierte de un conflicto esencial entre la búsqueda de riquezas y la relación con Dios en términos de idolatría: “No se puede servir a Dios y al dinero”. De ahí que resulte significativa la correspondencia de la primera de las bienaventuranzas con el primer mandamiento de las tablas de la ley: “No tendrás otro dios junto a mí. Yo soy el Señor tu Dios, amarás al Señor tu Dios con todo tu ser”. 13 El imperio siendo la expresión concreta del dominio humano absoluto, no pudiendo existir sin las bases de el poder de destrucción, del dominio de las conciencias y de el control de los recursos materiales substituye necesariamente la voluntad de Dios por estos fundamentos, es, pues, esencialmente idólatra y dado que la búsqueda de la máxima ventaja financiera impone seguir las reglas de competitividad, de acumulación material y de influencia, acabar siendo miembros activos del imperio es una consecuencia lógica de una vida orientada por el apego y la defensa de estos intereses. Bienaventurados los que eligen ser pobres habla de quienes han renunciado al imperio y por eso tienen a Dios por rey. La idolatría es incompatible con pertenecer al reino por esto esta exigencia es ineludible.14 El que ha elegido ser pobre no es cómplice de los poderosos, no pone su interés personal por sobre la justicia, arriesga su seguridad material por estar de lado del desvalido y del explotado, no lucra con su profesión, al contrario invierte lo que tiene por una causa noble. Son estas entre las muchas cosas que la definición por el Reino pedirá dependiendo de la situación específica. La idolatría del imperio tiene consecuencias concretas, la acumulación de riquezas por los pocos causa la pobreza de los muchos y la marginalización de quienes quedan fuera de los círculos de poder. Cuando Jesús declara en Lc 4,16 “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva...para dar la libertad a los oprimidos” define su misión en conflicto con el imperio. Está diciendo que la venida del Reino es en razón y a favor de los pobres, los oprimidos y los socialmente marginados. Que entre los poderosos y los oprimidos Dios tome partido por los últimos es causa de escándalo. Por eso en Mt 11,5 dice

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“dichoso el que no se escandalice de mi”. 15 Jesús plantea entrar al Reino en términos de su seguimiento, el conflicto de los discípulos con el imperio es inherente a esta opción, por eso: Déjense de acumular riquezas en la tierra... Porque donde tengas tu riqueza, tendrás el corazón... Por eso les digo: no anden preocupados por la vida, pensando qué van a comer o a beber; ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?... Ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero que reine su justicia, y todo eso se les dará por añadidura... (Mt 6, 19-34).

Solidaridad con Todos ante el Mal en el Mundo. Los que sufren son aquellos que se ven afectados por las desgracias ajenas, porque no son indiferentes a las injusticias, a la explotación, al hambre, a la enfermedad, a la pobreza, a las discriminación, a las guerras. No sufren egoístamente mirando solo a su situación sino a la gran familia de la tierra. Les afectan los sucesos graves al no encerrarse en su cotidianidad sintiéndose responsables de los demás. De su libro “Jesús de Nazaret” leamos la explicación del Papa Benedicto XVI sobre la segunda bienaventuranza: “Son personas que no siguen la manada, que no se dejan llevar por el espíritu gregario para participar en una injusticia que se ha convertido en algo normal, sino que sufren por ello...Quien no endurece su corazón ante el dolor, ante la necesidad de los demás, quien no abre su alma al mal, sino que sufre bajo su opresión...La aflicción de la que habla el Señor es el inconformismo con el mal, una forma de oponerse a lo que hacen todos y que se le impone al individuo como pauta de comportamiento...solo...será consolado el que sufre; cuando ninguna violencia homicida pueda ya amenazar a los hombres de este mundo que no tienen poder” .16

Compromiso Activo por el Bien de Propios y Extraños. Llega un momento en que la solidaridad necesariamente se convierte en compromiso activo. A esto se refiere el “trabajar por la paz” y el “prestar ayuda” que por su estrecha relación en seguida tratamos. La palabra paz usada en el evangelio viene de shalom, cuyo significado incluye el sentido de total bienestar; de una vida tranquila disfrutando de los bienes creados por Dios. El pertenecer al Reino no se da en un plano de pura interioridad, los sentimientos y las buenas intenciones no son suficientes: “No basta decirme “¡Señor, Señor!”, para entrar en el Reino de Dios; no, hay que poner

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por obra el designio de mi Padre del cielo” (Mt 7,21). Jesús al mismo tiempo de identificarse con los condenados por el sistema da ejemplos muy concretos de poner por obra el designio del Padre: “...tuve hambre, y me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber, fui extranjero y me recogieron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y fueron a verme” (Mt 25,34). Y es que en el servicio el amor se hace real: “Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Serán amigos míos si hacen lo que les mando” (Jn 15,12). “Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8,34).

Es el momento de unir todo lo expuesto desde la primera bienaventuranza, pasando por lo referente a la idolatría de imperio hasta la entrega de la vida en el servicio de los más desprotegidos usando la respuesta dada por Jesús a la pregunta por el mandamiento principal: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este es el mandamiento principal y el primero, pero hay un segundo no menos importante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen la Ley entera y los Profetas (Mt 22,37).

La Búsqueda de la Justicia y la No Violencia. Hambre y sed de justicia, nos habla de una pasión que nace de lo más básico de nuestro ser. Atormentados por esta urgencia nada es más importante, ni si quiera la subsistencia. Resuena en la distancia el “tengo sed” de Jesús en la cruz, sed que lo llevó a ella. Se escucha el Cántico de María transfigurada por la esperanza: Proclama mi alma la grandeza del Señor...

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su misericordia llega a sus fieles de generación tras generación... ...derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacio... (Lc 1, 46). Después de tantos siglos de espera, saberse en el umbral del cumplimiento de las profecías, hace exclamar a Zacarías, el padre del Bautista: Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha venido él a liberar a su pueblo... ..que nos salvaría de nuestros enemigos de concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos le sirvamos con santidad y rectitud en su presencia, todos nuestros días... ...para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 67). La búsqueda de la justicia no se da en un terreno neutral, crea conflicto necesariamente por los intereses encontrados. Diferentes grupos presionan de acuerdo a sus recursos alegando razones legítimas y hasta en armonía con la voluntad de Dios. Siempre se califica de injustos los intereses del contrario. Se hace la división por bandos y surgen los enemigos. Es por esto que la lucha por la justicia en los términos del Reino se ha de dar obligatoriamente dentro del marco de la no violencia. El que impone violentamente su idea de lo justo parte de la certeza absoluta de la verdad de su visión y el discípulo nunca debe olvidar que por una certeza así Jesús fue crucificado. La certeza solo le pertenece al juicio de Dios y si él se niega a juzgar; ¿De dónde tenemos autoridad para hacerlo nosotros? (Jn 3,16-18). Es en este contexto donde los mandatos más difíciles del evangelio cobran sentido: ...a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian...Además no juzguen y no los juzgarán; no condenen y no los condenarán (Lc 6,27). El amor a los enemigos y la generosidad sin esperar retribución es, lo que en palabras de Jesús, nos da la distinción de hijos de Dios. Enseñándonos a orar: “Padre nuestro...perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”. La dignidad de Hijos de Dios, de poder llamarlo Padre no se da por la perfección. Se da en el constante pedir

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perdón y perdonar.

Limpios de Corazón. Ante todo Autenticidad. Ser sal y luz requiere autenticidad; ir más allá de la letra de los preceptos llevados por el amor y el seguimiento de quien dió ejemplo de vida. Armonía entre los deseos, las intenciones y la conducta. No en razón del prestigio y de la ventaja social o política. Autenticidad y armonía que hacen innecesario el juramento y fundan la transparencia en las relaciones personales. Sinceridad para con uno mismo en el reconocimiento de las propias deficiencias, reparar en la “viga” propia, ese secreto tan eficazmente ocultado, antes de intentar sacar la mota del ojo del que hipócritamente llamamos “hermano”. El objetivo no es la perfección de la santidad sino la verdad del amor en el reconocimiento de las propias imperfecciones: “...no amemos con palabras..., sino con obras y de verdad. De este modo sabremos que estamos de parte de la verdad y podremos apaciguar ante Dios nuestra conciencias; y eso aunque nuestra conciencia nos condene...” (1Jn 3,18).

Fidelidad Aun en la Persecución. Mientras más avanzamos en la exposición del Sermón de la Montaña más resuena aquella frase: “mi reino no es de este mundo”. La contraposición de los reinos de este mundo con el Reino de Dios es tan crítica, advierte Jesús, que con toda certeza los discípulos, a semejanza de él, sufrirán la violencia del imperio. Esta llegó hasta la ejecución de Jesús en la forma más cruenta, no por un mal entendido sino como enemigo del sistema político y religioso. Por este conflicto irreductible ningún sistema político o económico representará el Reino de Dios y Jesús se niega a deificar cualquier poder terrenal posible o utópico.17 La respuesta de Jesús: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” dada al planteamiento de los fariseos en relación al candente problema local de si, siendo Israel pueblo exclusivo de Dios era legítimo pagar tributo al gobierno de la ocupación romana, coloca la cuestión más allá de todo nacionalismo. Si la intención de los fariseos era de desacreditarlo entre sus seguidores como colaboracionista si su respuesta era afirmativa o entregarlo a las autoridades como sedicioso en caso de una respuesta negativa Jesús, no responde primariamente a la cuestión del tributo, sino a si se ha de recurrir a Dios para legitimar, divinizar, una institución gubernamental. Introduce su respuesta preguntando por la imagen y la inscripción de la moneda del tributo. La imagen, responden, es del César y en la inscripción se leía: “Tiberio César Hijo del Divino Augusto, Gran

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Sumo Sacerdote”. Quienes cuestionan a Jesús, no obstante se presentan celosos de la Ley, la han roto llevando al Templo imágenes paganas. La respuesta se vuelve sentencia: “… lo que es del César devuélvanselo al César” pues no tiene cabida en el Templo. La pretensión de fundamentar las funciones gubernamentales en lo divino es idolatría, tienen una justificación solo terrenal que le es apropiada y no deben interferir con lo “que es de Dios”. 18 Como consecuencia el Reino no se construye, se acepta, se entra en el, se espera su expansión y al final de los tiempos su manifestación. Hablar de la construcción del Reino es contender con el problema de la teocracia. Lo construido, se defenderá, está en armonía con la “voluntad” de Dios. El resultado es la divinización de las instituciones creadas y por lo tanto inamovibles y autoritarias. El compromiso con la justicia, entendida en el sentido bíblico de preferencia por los pobres, es porque se pertenece al Reino y al ser discípulo se participa en el conflicto fundamental, junto a Jesús, con el imperio. El Reino no depende de nuestras estrategias ni de nuestras posibilidades (Mc 4,26). Es el Reino de Dios.

e) ¿Nueva Alianza o Reino de Dios? Precisiones necesarias. ¿Por qué Jesús habla del Reino de Dios y no de la Nueva Alianza siguiendo la tradición de los profetas? Porque quiere que vivamos siguiendo la voluntad divina guiados por los preceptos ya expuestos, pero tomando en cuenta los condicionamientos de la situación en la que estemos y no por un estricto código que pueda expandirse en un sinnúmero de provisiones de lo que es legal o ilegal en cada caso particular. Situaciones en las que Jesús se enfrentó, por ejemplo en los cuestionamientos sobre la legalidad de su actividad en favor de los demás durante los días de sábado. El mandamiento de amarse los unos a los otros no solo es nuevo en su originalidad sino porque además rompe con la posibilidad de una codificación estricta. Mientras el concepto de Alianza remite a una relación legal, Jesús nos enseña que la nueva relación con Dios en el reino es de Padre, no de legislador a súbdito, sino a hijo al comunicarnos su misma vida y al asemejarnos a Él en el amor a los enemigos, en el trabajo por la paz. En una palabra en el seguimiento del Hijo (Jn 15,15). Aquí es el momento de abordar la cuestión de si los principios del Sermón de la Montaña son realistas, de si una vida basada en ellos no está condenada al fracaso. La respuesta es obvia, no sirven para hacer negocio ni para llevar el gobierno del Estado. No son un conjunto de principios para garantizar el éxito en las empresas humanas. En sí mismo el Sermón de la Montaña tiene un valor práctico limitado cuando habla de la pobreza, de la no violencia o del trabajo por la paz. Todo su valor y toda su garantía de una vida plena vienen dados por Jesús, el Hijo Único del Dios vivo, Creador y Señor de todo cuanto existe y por quien todo subsiste. Son “Bienaventuranzas” por su origen y por a quien remiten. Por ellas ya podemos vivir bajo la voluntad de Dios, hacernos hijos. Jesús nos ha dado a conocer la voluntad del Padre con toda claridad, nos toca aceptarlo en la respuesta de la Fe. Respuesta que no es mero asentimiento a contenidos doctrinales. Si se cree que Jesús es el Hijo de Dios entonces se vive la

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no violencia, se lucha por la paz y la justicia, se renuncia a la idolatría del dinero. Se acepta entrar al Reino de Dios.19

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CAPITULO QUINTO

EL PORQUE DE LA MUERTE DE JESUS EN LA CRUZ. Pero si esa vida a la que somos llamados en el Sermón de la Montaña de someternos a la voluntad de Dios descansa en la fe en Jesús y Él, en su enfrentamiento con el imperio, muere ejecutado. ¿No fue, entonces, su misión un fracaso? ¿El Reino una quimera? Y entonces si el Dios del Reino, el Dios de Jesús, el totalmente otro, aquel de “mi reino no es de este mundo” no es Dios, la única alternativa viable está en el campo de la tecnología y los sistemas políticoeconómicos, entonces hay que apostarle al imperio. ¿Por que los evangelios dicen que fue necesaria la muerte de Jesús? ¿No es esta una salida fácil? ¿Hay una relación de necesidad entre la muerte de Jesús y el Reino de Dios? La respuesta a estas cuestiones gira en cuatro ejes: La Cruz, juicio del mundo; la Cruz, Nueva Alianza: la Cruz, revelación última de Dios y la Cruz, la nueva humanidad.

La Cruz; Juicio del Mundo. Conjeturando cuales podrían haber sido las posibles respuestas de Jesús para lidiar con el imperio se pueden mencionar las siguientes: -Pretender que existe un conflicto sin ser real, manteniéndose solo a nivel de la instigación con el fin de obtener las simpatías del pueblo. -Huir y evitar el conflicto. La clandestinidad, quedándose al margen de las consecuencias. -Pactar. Siempre está el camino medio de las concesiones. -Mantenerse fiel a sus principios, incluyendo el amor a los enemigos, hasta sus últimas consecuencias. Si “pretender” y “huir” serían sólo posiciones de manipulación política, pactar resultaría ser el verdadero fracaso. Las enseñanzas de Jesús no se caracterizan por términos medios (Mt 5,20). Pide la entrega total de la vida, en la renuncia a sí mismo en el amor extremo. La cuestión de la identidad de Jesús estaba en juego en la misma manera como se resolviera este conflicto fundamental, si con él se inauguraba el Reino de Dios tenía que resolverse con él mismo. ¿Qué sería de los seguidores cuando algunos de ellos fueran ejecutados realmente? Si la misión nunca se hubiera llevado a sus últimas consecuencias, el fracaso sería de los discípulos. Lo decisivo es: ¿Qué pasa cuando a la no violencia, al amor se opone el poder avasallador y destructor del imperio?

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Llegado el momento todos los poderes constituyentes del imperio se confabulan en el conflicto final contra aquel que predica un reino, no solo fuera del ámbito de su absolutismo sino que es la negación de todo imperio. Los poderes políticos y religiosos comparten la misma adhesión al César y declaran a Jesús su enemigo (Jn 19, 12). Viéndose amenazados, los discípulos lo abandonan. Traicionado y solo, Jesús está en la disyuntiva de permanecer fiel a su misión o ser “realista” y aceptar la posibilidad que tanto Pilato como Herodes le ofrecen de dejarlo en libertad. Pilato no encuentra culpa en Él. No pretende alzarse para derrocarlo violentamente; no está de acuerdo con los zelotas, ni pertenece a ellos. Sin embargo la acusación de no ser fiel al cesar le hace decidirse por la ejecución de un inocente. La actividad de Jesús, se señala así, no fue una respuesta a la ocupación romana en un intento de restablecer la soberanía de Israel. Su misión trasciende el momento particular y el conflicto entre el Reino y el imperio engloba a todos los imperios de todos los tiempos (Hch 4, 25-28: 1Cor 2,8). Los romanos y los judíos personifican a los poderes de este mundo. La muerte de Jesús tampoco es en abstracto, muere ejecutado y esto no se ha de ignorar en cualquier aproximación a su comprensión. Las circunstancias de su muerte determinan su sentido y sus consecuencias. Cuan diferente habrían sido estas si Jesús hubiera muerto por causas naturales, asesinado a traición o apedreado de acuerdo a la ley judía. En todas estas circunstancias el “murió por nosotros” tendrá aplicación válida desde la perspectiva de la encarnación: el Hijo de Dios sujeto a la muerte al haber tomado nuestra naturaleza. La muerte de Jesús se inserta, pues, en la conflagración universal entre el Reino de Dios y la confabulación de los imperios con todos sus poderes. La máxima expresión del poder del Imperio, su misma posibilidad de existencia está en el poder de matar, de destruir. Cuando los imperios se suceden lo hacen en base a la superioridad de este poder. Alrededor del poder destructivo y de muerte se orienta gran parte la cultura y de la técnica de las naciones imperialistas con el fin de obtener una ventaja decisiva sobre las demás. Así quien desarrolle la tecnología y la disciplina destructiva más eficiente se convierte en el imperio de la época. Por eso el imperio para establecerse y mantenerse ha de demostrar su capacidad de muerte y destrucción en sus alcances más modernos y extremos. La cruz fue el horror total en los tiempos de Jesús. Hace incuestionable este dominio absoluto sobre la vida. En el conflicto entre el Hijo de Dios y el Imperio, este se impone con todo su horror destructivo y crucifica al enviado de Dios demostrando que es la única realidad, la única totalidad. Cualquier otra realidad que ose oponerse o existir fuera de su dominio afrontará la aniquilación. La última palabra del Imperio es la violencia contundente. Esa tarde, la ejecución de Jesús ha puesto en entredicho su misión: el amor, la paz, la justicia son irrealizables. Las tinieblas cubren la tierra, Dios guarda silencio. Al tercer día Dios rompe el silencio: “Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado” (Mt 16,7).

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“Señor tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contiene; tú le inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, que dijera: “¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean fracasos? Se alían los reyes de la tierra los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías”. Así fue: se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con paganos y gentes de Israel contra tu siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu eficacia y tu decisión habían decretado que sucediera” (Hch 4,24-29). “Pues bien, Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos...entérese todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien ustedes crucificaron” (Hch 2,36). “Jesús ha resucitado”. Es la proclamación del hecho portentoso y singular de la intervención divina porque supera cualitativamente a todas las anteriores al ser la primicia y el arranque de la plenitud de la creación. Acción divina meta histórica trascendente de todo lo posible que confirma la voluntad divina en la obra de Jesús, y lo autoriza como su misma palabra. Quienes entregaron y dieron muerte a Jesús en nombre de Dios y de la verdad del imperio se han hecho sujetos al juicio divino cuya sentencia declara que el verdadero poder es el de la creación, el poder de la vida. Quien reside en este poder no puede morir porque viene de Dios y la muerte, máxima expresión del poder del imperio, no lo puede sujetar. El imperio es la última palabra de la humanidad, su máxima expresión y por ende su límite. Para Dios su última palabra es Jesús resucitado, la nueva creación realizada en la entrega total, en el amor total que da nacimiento a la comunidad en oposición al imperio. El cual en todo su poder manifiesto no es la realidad definitiva. Esto es aquello que Pilato no logró entender cuando Jesús le dice: “...yo soy rey. Tengo por misión ser testigo de la verdad” (Jn 18,37). El hecho de que Jesús defina su misión siendo testigo de la verdad y no siendo maestro de la verdad nos hace ver que no considera la verdad en cuanto a sus categorías conceptuales sino en cuanto a la realidad última en contraposición a la realidad aparente. En este plano le aclara a Pilato que su pretendida autoridad para actuar sobre Él es solo figuración. Aparentemente el imperio es la verdad (realidad fáctica) al matar a Jesús pero su resurrección manifiesta la verdad, la irrupción de lo divino en la historia, el imperio es ilusión, su destino efímero está sellado. En el Reino está la certeza de la realidad definitiva, el Sermón del Monte es realizable, la resurrección de Jesús lo atestigua.

La Cruz; Funda la Nueva Alianza. La voz profética se alzó repetidas veces para advertir al pueblo de Israel sus constantes infidelidades a la Alianza hasta llegar al extremo de declarar su invalidez y la necesidad de establecer una alianza definitiva basada en un nuevo principio. Si esto fue visto en un cambio radical de la interioridad individual y no tanto en una nueva ley, tal principio no constituía, en último análisis, una garantía de fidelidad a la Alianza dado el obstáculo presentado por la

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necesidad de conformar la voluntad humana la que siempre está buscando expresarse sin restricciones. Jesús, Dios y hombre verdadero es el único capaz de establecer la inviolabilidad de la Alianza. En cuanto hombre es fiel a la voluntad divina predicada por Él mismo con una decisión a toda prueba que lo lleva al extremo no de una muerte cualquiera sino a la ignominia de la cruz en todo su horror y abandono. Ahí, en ese abismo donde la esperanza no es posible. Esa fidelidad que no claudica ante nada, sella para nosotros una alianza eterna ya no dependiente de nuestra volición. En el si absoluto de Jesús a su misión, sustituyendo nuestro si parcial e inconsistente, se funda la nueva alianza restableciendo la relación entre Dios y la humanidad rota por el pecado y no en un supuesto valor expiatorio de la muerte, la cual fue rechazada por Dios al resucitar a su Hijo fuente de vida eterna. Es así como Cristo es identificado con el cordero pascual sacrificado cuando se celebra la liberación de Egipto, el éxodo hacia la alianza, pues Él abre las puertas para el nuevo éxodo y ya libres de la esclavitud del Imperio le sirvamos como hijos en el Reino del Padre. En cuanto Hijo de Dios, Dios verdadero se mantuvo en el amor a la humanidad y vivió en la entrega por el bien de todos aun en el rechazo. Un amor no condicionado, abierto sobre todo a los sojuzgados económica y socialmente. Un amor que no claudica en la búsqueda del la paz y la justicia vivido en la esperanza del futuro absoluto al cual es llamada toda la humanidad sin distinción. Un amor que no cede por seguir el camino de la violencia, ni ante ella, entregando primero la vida antes de renunciar a la misericordia. Un amor en el que por mediación del Hijo de Dios se nos manifiesta un Dios siempre presente, siempre garante de sus promesas, muy por encima de la calidad de nuestra respuesta. Sabemos, Jesús lo ha prometido, que nunca seremos abandonados por Dios nuestro Padre. “Porque la Ley se dió por medio de Moisés, el amor y la fidelidad se hicieron realidad en Jesús el Mesías” (Jn 1, 17).

La Cruz; Revelación Definitiva de Dios. Cuando el evangelio de San Juan identifica la palabra de Dios con la persona de Jesús no hace sino declarar que por su predicación y obra por fin conoceremos a Dios sin ambigüedades. Si hasta entonces Dios se había revelado al pueblo de Israel, los condicionamientos históricos y culturales habían presentado graves obstáculos para una clara comprensión de quién era este Dios quien los había liberado de Egipto para consagrarlos su pueblo. Recurrieron, entonces, a las concepciones religiosas de su ambiente en un esfuerzo por entender en términos familiares a ese Dios que les prohibía usar cualquier representación corriente de la época lo que nos hace entender que así como ninguna imagen tomada de su medio ambiente era capaz de representar a

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este Dios trascendente, todas las elaboraciones doctrinales tendrían las mismas deficiencias. Era, pues, necesario que Dios hablara sin intermediarios, que escucháramos su misma palabra directamente y esto se dió en Jesús quien con su muerte en la cruz concentra la esencia de toda la revelación. Ahí en la cruz es donde Dios se manifiesta tal cual es, desde donde se tiene que revisar y entender todo lo dicho y escrito, toda la Biblia con su Antiguo y Nuevo Testamento. El escándalo de la cruz paradójicamente es lo único capaz de despejar la confusión sobre quien es Dios y cuál es su voluntad resolviendo las incoherencias doctrinales que han sido un lastre para la misión de la Iglesia y el ejercicio de su magisterio. Es tiempo de romper con la presuposición que privilegia los primeros tiempos de la iglesia como el momento ideal e irrepetible del contacto primero e inalterado con el mensaje de Jesús. La incomprensión de los discípulos narrada en los evangelios no termina con pentecostés y en todo el Nuevo Testamento se puede advertir aún esta incomprensión que no acaba de sacar todas las consecuencias del hecho inaudito de que Dios ha sido crucificado. Hoy la Iglesia, consciente de sus condicionamientos, está en mejor posición de acercarse a la revelación final: la ejecución de Jesús en la cruz. Al pie de la cruz, todas las concepciones y desarrollos doctrinales de la teología imperial se pulverizan y han de ser enterradas para abrirnos a escuchar la palabra de una manera nueva. El papa Benedicto XVI afirma que Jesús fue condenado por blasfemo, su predicación no estaba dentro de los cánones aceptados por las autoridades y la tradición. A pesar de que entre los diversos grupos judíos existía una gran tolerancia a las diferencias doctrinales, el movimiento iniciado por la predicación de Jesús llegó a presentar una situación imposible de ser aceptada meramente como una posición más en el concierto de las múltiples tendencias de ese tiempo. Esto habla de lo radical que resultó ser la predicación de Jesús sobre Dios y el Reino. Es muy posible que el blanco de la intolerancia haya sido la universalización de la alianza en la proclamación del Reino y su fundamentación en los valores expuestos en el Sermón del la Montaña. Hace posible el acceso a las personas de todas las naciones y de toda condición, inclusive a los condenados por la Ley. La predicación de Jesús estuvo, a diferencia de los demás movimientos, en franca contradicción, con el fundamento mismo del judaísmo, esto es, con la seguridad de ser el pueblo elegido y privilegiado por Dios para ser el imperio definitivo de Sión. Ninguno de los diferentes grupos atacaba esta doctrina básica sobre la que se asentaba toda la estructura religiosa y social del pueblo judío. Desde su construcción, el Templo ha sido la institución que concretiza tal visión religiosa. En consecuencia, el conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas así como con el resto del pueblo se exacerbaron al ser este ocupado cuando la expulsión de los mercaderes. Situación que se agravó más con las subsecuentes profecías de su destrucción. Con estas acciones declaraba inválidas las doctrinas corrientes sobre Sión y el mesías guerrero y también aquella de la cólera divina. La última incluye las enseñanzas de la venganza divina sobre los pueblos enemigos de Israel y la de la redención por medio del castigo, ya tratada en la parte dedicada a los profetas. Doctrina de la que se encuentran resabios todavía en las cartas de San Pablo cuando habla de la salvación en el sentido de escapar al castigo divino. El común denominador de estas doctrinas se encuentra en una concepción de la

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justicia divina a la que va aunada el castigo. La sentencia no tiene que ser proporcionada a la falta porque expresa el poder o señorío de Dios y su dignidad ofendida. Por lo que en el antiguo testamento se llega a hablar de venganza divina. La humanidad está entonces a merced de Dios, siempre bajo la posibilidad de desatar su cólera y perecer a consecuencia de la acción divina. Recuérdese el diluvio universal y la destrucción de Sodoma y Gomorra. En la época de los profetas la obra redentora divina se centra en el casi exterminio del pueblo judío y su restauración a partir de un resto. Encontramos estas ideas expresadas poéticamente en los Cantos del Siervo en Isaías. Un severo castigo, que raya en el genocidio, subyugaría al pueblo judío obligándolo a someterse definitivamente a la voluntad divina y en la acción final de la justicia divina, el imperio de Sión sería impuesto sobre todos los pueblos impíos por el mesías guerrero.

El Hijo de Dios al ser levantado en la cruz rompe definitivamente la unidad de juicio divino y castigo, pues dado que el padre se continúa en el hijo, es Dios mismo quien sufre la violencia por la venganza del imperio. Es víctima sin responder de acuerdo a como lo exigía la forma de concebir la justicia de Dios y la doctrina de la cólera divina. Jesús toma el lugar del siervo de Dios al asumir lo que la predicación profética había referido al remanente del pueblo de Israel y nos revela un Dios diametralmente diferente y con un plan de redención congruente con la predicación del Sermón de la Montaña. El Dios de Jesús entrega la vida antes de tomarla, es ante todo padre; llama, no subyuga con la imposición de su voluntad. El Dios revelado por el Hijo al morir en la cruz no es el dios del diluvio, ni el dios de Sodoma y Gomorra, ni el dios del sacrificio de Isaac, ni el dios de Sión, ni del Templo, ni del castigo, ni del Apocalipsis, ni de la Inquisición, ni de la conquista, es... El Dios crucificado.

La Cruz; el Culmen de la Creación. En el evangelio de San Juan verso 3,13 leemos: “Nadie ha estado arriba en el cielo excepto el que bajó del cielo, el Hombre aquel. Lo mismo que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también el Hombre aquel tiene que ser levantado en alto para que todos los que creen en él tengan vida eterna”. Hay una referencia directa a la época de la marcha del pueblo de Israel por el desierto después del éxodo de Egipto. A partir de las quejas y acusaciones de la gente sucede que son atacados por una invasión de serpientes venenosas y como resultado mueren muchos de ellos (Núm. 21, 9-11). Entonces arrepentidos ruegan a Moisés quien intercede: “Y dijo Yahvé a Moisés: “Hazte una serpiente abrasadora y ponla en un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire vivirá”.

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Se vencía la muerte con mirar hacia la serpiente. Esto nos remite, en cuanto referencia indirecta, al Génesis y al relato del paraíso donde encontramos la imagen de la serpiente en relación al árbol del conocimiento del bien y del mal pero ahora San Juan hace énfasis en el segundo árbol del paraíso cuyo acceso había quedado impedido por querubines para evitar que la humanidad creada: “alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de el viva para siempre”. Lo que completaría la divinización de la humanidad iniciada al tomar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal a incitación de la serpiente (Gen 3,22). En el relato del paraíso son dos árboles los necesarios para conferir la total dignidad divina a la criatura. La humanidad entró en posesión de uno de ellos pero es llevada al culmen del proceso de la creación con el acceso al árbol de la vida eterna. Jesús levantado en la cruz es el árbol fuente de la vida eterna para quienes acepten la Nueva Alianza de entrar a formar parte del Reino de Dios bajo los términos expuestos. Si el primer árbol causó la separación entre Dios y la humanidad, este árbol al inaugurar la armonía de la Alianza eterna, va mucho más allá de la sola restauración del estado original paradisiaco. Es la coronación de la creación. Nos hace regresar a la casa del Padre en la nueva dignidad de hijos de Dios: La humanidad nueva entregada al amor en el servicio a los demás. Salvación no es, entonces, escapar al juicio o a la ira divina y a sus consecuencias: el castigo eterno del infierno. Salvación es trascender los límites inherentes a la creatura al hacerse posible por la obra de Cristo la nueva realidad de llegar a ser Hijos de Dios (Jn 1,12-13). Formar parte del proceso que lleva a la creación a su total realización de acuerdo a los planes del Padre.20

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CAPITULO SEXTO LA IGLESIA: EL NUEVO PUEBLO DE DIOS. Si la muerte de Jesús en la cruz está en la cúspide de su obra no se queda en un hecho aislado, encerrado en los vaivenes y en la incertidumbre de la historia es, a su vez, principio de una nueva realidad: La Iglesia. Ella con su existencia y su misión da testimonio de aquella verdad. La Iglesia no conoce otro origen que el enseñado en el Catecismo: “El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado”.21 Siendo actualizado, desde entonces, en la celebración de la Eucaristía: La noche que iba a ser entregado “Tomó pan, dió gracias, lo partió y se los dió diciendo: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en recuerdo mío.” De igual modo, después de cenar, tomó la copa diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22,19s). Es oportuno citar aquí la encíclica sobre la eucaristía del Papa Juan Pablo II: “Análogamente a la alianza del Sinaí, sellada con el sacrificio y la aspersión con la sangre, (Ex 24,8) los gestos y las palabras de Jesús en la Ultima Cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, el Pueblo de la Nueva Alianza. Los Apóstoles, aceptando la invitación de Jesús en el Cenáculo: “Tomad, comed...Bebed de ella todos...” (Mt 26, 26.27), entraron por vez primera en comunión sacramental con El. Desde aquel momento, y hasta el final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comunión sacramental con el Hijo de Dios...”. 22 La Eucaristía fundamenta la autoridad apostólica de la Iglesia, porque quien participa en su celebración lo hace entrando en comunión con el mensaje predicado por aquellos que aceptaron llevar la Buena Nueva a todos los rincones de la Tierra reconociendo explícitamente que el origen de esta enseñanza está en la Palabra de Dios hecha hombre; Jesús de Nazaret, quien en su mandato de celebrarlo en su memoria hasta el fin de los tiempos establece la continuidad y la unidad de un solo sacrificio a través de todos los tiempos y lugares “en conformidad con la Fe de los Apóstoles”. En la Última Cena encontramos entrelazados los temas del Reino de Dios y la Nueva Alianza. El Reino de Dios a punto de irrumpir por la exaltación de Jesús en la cruz (Lc 22,69). La cual, a su vez, sella la Nueva Alianza. Al aceptar la comunión del cuerpo y la sangre los Apóstoles participan no en una forma meramente simbólica en la pasión de Cristo sino

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realmente. Como consecuencia, el nuevo pueblo de Dios inicia el éxodo que ahora lo lleva al pie de la Montaña y al monte Gólgota donde aceptará cumplir la voluntad divina, la cual ha revelado Jesús desde la cruz ya sin ambigüedades. A nosotros nos toca tomar la decisión de comulgar con la Nueva Alianza dentro de la continuidad apostólica. Tomar la cruz e iniciar el éxodo en el seguimiento de Jesús. Con la instauración de la Nueva Alianza nace el nuevo pueblo de Dios; La Iglesia, pero hay que precisar que la Iglesia perteneciendo en forma privilegiada al Reino de Dios no es en si el Reino, no lo engloba ni lo agota en su totalidad y su privilegio es estar a su servicio. Muy acertadamente el Evangelio de San Lucas coloca el siguiente pasaje en el marco de la institución de la Eucaristía o Nueva Alianza: “Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor. El les dijo: “Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores, pero no así ustedes, sino que el mayor entre ustedes sea como el más joven y el que gobierne como el que sirve. Porque, ¿quién es el mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (Lc 22,24s). La extensión del Reino de Dios desborda los límites institucionales de la Iglesia, porque está ahí dondequiera que haya gente de buena voluntad dispuesta a tomar su propia cruz en la entrega por los demás. Desde los que están en comunión con la Iglesia siguiendo el ejemplo de la Madre Teresa hasta los no cristianos como Gandhi. Porque por la cruz de Jesús todos los esfuerzos creativos de todas las personas de buena voluntad no se perderán. Visionarios, científicos, empresarios, artistas, adeptos de todas las religiones, en fin, todo aquel que busque realizar su vocación en armonía con la voluntad divina aun sin ser formalmente creyentes tienen la garantía ofrecida por la resurrección de que toda acción noble no será en vano.

La Iglesia, su Misión Primaria: Dar a conocer al mundo la voluntad de Dios. La misión de la Iglesia es hacer y dar a conocer al mundo la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo. Se ha de insistir, una y otra vez, que al hablar de la voluntad de Dios no se hace en una forma indeterminada sino referida específicamente a los términos expuestos en el Sermón de la Montaña y al Dios revelado en la ejecución de Jesús en la cruz. De esto se desprenden consecuencias muy importantes que determinan esta misión, en cuanto a su forma y contenido, su alcance y sus límites. En relación a los límites; no es misión de la Iglesia lograr el asentimiento intelectual e inequívoco de toda la población mundial de determinados dogmas. Destruir culturas y desenraizar sociedades en nombre de la verdad es una empresa gigantesca

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para lo que se requiere el apoyo del imperio, esto en si es ya una traición al crucificado. Partiendo de la revelación contenida en el Antiguo Testamento de que Dios es solo uno podemos afirmar que todos los pueblos le adoran de una u otra forma. Solo una concepción politeísta puede despotricar contra dioses falsos o mínimos. Si Dios es uno no ha de quedarse arrinconado, dependiente para su revelación de una cultura o una nación. No obstante la plenitud de la revelación se ha dado en Jesús de Nazaret quien nos ha comunicado lo que Dios quiere. Lo cual no está ligado a tradiciones y culturas locales. La voluntad de Dios es universal, trasciende dogmas y prácticas religiosas utilizadas por los pueblos para expresar su relación con la divinidad por lo tanto no depende de ellas y no las excluye necesariamente. No es difícil aceptar la validez de esta afirmación si se sigue el análisis aquí presentado del Sermón de la Montaña y de la revelación de Dios por Jesús desde la cruz. Sus contenidos no están sujetos a ningún etnos cultural o local y aceptan una adaptación a las diferentes culturas y sociedades sin mayor conflicto. Pero entonces ¿No se está declarando con esto que todas las religiones y las filosofías son igualmente válidas colocando al cristianismo entre una posición mas de tantas? Esto nos lleva a abordar aquí el problema del pluralismo y la consecuente relativización que lo acompaña. Pero antes hay que distinguir entre la actividad pastoral y la misionera. La primera va encaminada a fortalecer la Fe de los miembros de la Iglesia por el conocimiento de las doctrinas necesarias para esto. La segunda es el campo profético de la Iglesia que da testimonio cumpliendo el mandato recibido de hacer presente a Dios en la historia. Lejos de toda relativización, la Iglesia tiene una misión muy concreta de denunciar como contrarias a la voluntad de Dios todas las prácticas y doctrinas que no lo hagan presente a la luz de la cruz de Jesús. Cuando grupos religiosos prediquen un dios ávido de venganza contra los impíos y pecadores, justificador de imperios y tiranos, la Iglesia ha de levantar su voz profética y declarar que ese dios no es Dios. Cuando se promueven doctrinas de alguna base bíblica que reniegan de la universalidad de la cruz por excluyentes, piénsese por ejemplo en la doctrina del “rapto” o en la predestinación de los elegidos, la Iglesia consciente de su autoridad ha de hacer escuchar su voz magisterial. Cuando se intente avanzar la causa de la religión por la guerra o la opresión, la Iglesia antepondrá a Dios quien sufre primero la violencia antes de hacer uso de ella. La tarea es grande y compleja en todos los campos próximos y lejanos. Las urgencias se apilan interminables pero hay una que requiere de atención inmediata y es el fundamentalismo religioso. Este corrompe como nada el rostro de Dios. Su influencia se extiende a todas las religiones monoteístas y tal vez más allá. Su característica principal es usar a Dios para justificar el imperio. Busca implementar la teocracia, es decir la autoridad no cuestionada. Por eso hablan de verdades absolutas. Han de saber que los que abogan por una verdad absoluta es porque quieren gobernar absolutamente. Bendice la violencia y el poder económico para el logro de sus fines. Se encuentra en un cristianismo de corte fuertemente capitalista, en un judaísmo sionista y en el Islam que busca implantar el califato.

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Otra importante consecuencia surgida de este entender la misión de la Iglesia es que la voluntad de Dios al no ser un código fijo se ha de cumplir en el campo de las circunstancias históricas constantemente cambiantes. Por eso la Iglesia ha recibido el poder de “atar y desatar”. Lo que la autoriza a definir y redefinir dogmas, prácticas y sistemas teológicos en cuanto a su validez doctrinal. Tiene toda la autoridad de declarar textos en cuanto revelados adoptándolos al canon o eliminándolos de él, como ya lo ha hecho con la biblia. La Iglesia solo está supeditada a la voluntad de Dios la cual, es cierto al no negar su historia, busca entender y profundizar siguiendo el tesoro de su tradición en la cual está incluida la Biblia que nació del seno de la Iglesia y no como pretenden otros grupos religiosos que la Iglesia nace de la Biblia. De aquí se sigue que en última instancia la autoridad de la Iglesia reside no en la tradición o en la biblia sino en la sede apostólica. Por eso la Iglesia será pecadora, en constante éxodo, pero nunca herética. Cuando alguien acusa que la Iglesia abandonó la doctrina contenida en la Biblia y por lo tanto hay necesidad de reinstaurar la “iglesia verdadera” no conoce la realidad histórica. Además con esto no se puede escapar a declarar implícitamente que la alianza definitiva e inquebrantable intentada por Cristo y constantemente actualizada en la celebración de la Eucaristía ha sido un fracaso. Por lo tanto sin la Iglesia no hay salvación. Toda renovación fuera de la Iglesia o en su contra es una contradicción en sí misma.

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CAPITULO SEPTIMO EL REINO DE DIOS, CUESTIONES ADICIONALES. Se pertenece al Reino de Dios al someterse al señorío del Hijo de Dios en los términos revelados por él mismo. Dios establece así su reino en medio de los reinos que la humanidad ha establecido fundamentándolos en sus propios términos lo que la ha llevado a ejercer el poder sobre la tierra. La Fe nos dice que tal poder es efímero y destinado a su autodestrucción y nos ofrece la plenitud de la vida eterna que es el culmen de la creación no obstante, está situado más allá de los límites de nuestra realidad. De este contexto se desprende que ninguna institución o sistema social será o encarnará el Reino de Dios. Para decirlo con el énfasis del papa Benedicto XVI: “ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación de la humanidad en absoluto”.23 El Reino ha sido instituido por Cristo quien nos llama a su aceptación. Oramos por su expansión y esperamos su total manifestación. Hablar de “construir el reino” por el establecimiento de instituciones o sistemas socio-económicos es negar la obra realizada por Jesús proponiendo implícitamente el establecimiento de la Teocracia; sistema absolutista que no admite la disidencia justificando la injusticia en nombre de Dios dado que sus construcciones serán defendidas como queridas por Dios. Se concluye, pues, que o se pertenece al Reino de Dios o al Reino Temporal del Mundo. Esto nos lleva a un tema ya introducido anteriormente: “el conflicto cósmico entre Dios y Satanás” el cual se redefine bajo los opuestos Reino de Dios y Reinos de Este Mundo.

¿Satanás? Sin entrar en la problemática que plantea la existencia del demonio para una concepción monoteísta y benévola de Dios planteamos aquí algunas consideraciones que la visión de la salvación y del Reino de Dios aquí expuestas exige con relación a este tema. El conflicto, al que se le ha llamado cósmico, se desplaza de un ser mítico, cuyos orígenes bien se podrían rastrear a la cultura babilónica, a una humanidad rebelde y contraria al designio de Dios con el propósito de acumular y ejercer el poder en forma irrestricta sin importar el perjuicio de sus semejantes o de su entorno. La base del pecado, es así, la voluntad de poder y no la debilidad de la carne o la corrupción de la naturaleza humana. El pecado, desde este punto de vista, es una acción con un propósito específico y no una fuerza o influencia indeterminada bajo la cual estaría dominada la humanidad de la cual le sería necesario liberarse. La humanidad no está dominada por el pecado; domina por el pecado: con las guerras, con el asesinato, con el robo, con la explotación, con la injusticia, con la mentira. No solo excluye la voluntad de Dios

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sino que además intenta ponerlo bajo su servicio obligándolo a justificar y bendecir sus intereses. Se construyen entonces dioses manipulables y demonios hacia los que pueda desplazar las consecuencias culpables de sus propias empresas. Ya no son sus acciones e instituciones el origen del mal sino que este está en las profundidades del averno. Gracias a la idea del demonio los ministros religiosos pueden bendecir las instituciones político-religiosas y económicas que Cristo condenó en la cruz. ¿Concluimos, entonces, que es necesario deshacerse de la idea del demonio? No, solo de su desmitologización. Satanás es un personaje mítico y en cuanto tal encierra un contenido válido para nuestra comprensión del mal en el mundo. Al desmitologizarlo y tomarlo por un ente real los conceptos de Reino de Dios, Salvación y Pecado son gravemente afectados al ser estos, a su vez, reducidos a meras categorías mitológicas: El Reino de Dios se relega a la otra vida, la Salvación es liberarse del Pecado el cual, resulta ser una fuerza inmaterial que tiene bajo su control el destino y la voluntad humana. Por otro lado, manteniendo el mito de Satanás se alumbra la comprensión del mal en el mundo de una manera que solo esta categoría puede hacer. Este mito nos habla primero de la unidad y universalidad del mal. Este no se puede concebir como la simple suma de todos los actos malos en todas las épocas y lugares. Manifiesta, además, una especie de intencionalidad, una unidad de propósito; parece haber un acuerdo amalgamante de las voluntades al momento de pecar. Una forma de referirse al demonio accesible a nuestra mentalidad moderna sería bajo el concepto de “personalidad corporativa”; esto es la personificación de todos los actos malignos haciendo posible el hablar de El Mal en cuanto realidad singular. Que esto diera origen a un ente real estaría por discutirse, pero Satanás no ha de tener una existencia independiente de los actos humanos. Este mito nos refuerza también en la comprensión de la universalidad de la obra de Jesús de Nazaret la cual no es una respuesta limitada al imperio romano siendo este solo parte del concierto del Mal englobante de todas las épocas. En suma, a menos que se logren crear otras categorías capaces de sustituir el mito de Satanás, este no se puede eliminar sin afectar seriamente nuestra comprensión de la misión y obra de Jesús de Nazaret.

¿Y el Infierno? Si Satanás pertenece al mito ¿El infierno pertenece a la misma categoría? Con el fin de aclarar más los conceptos aquí expuestos es necesario abordar este tema aunque solo a un nivel de aproximación. Sirva esto para abrir la discusión. Satanás no es imprescindible para la existencia del infierno el cual se puede concebir como el estado de los que no pudieron, por elección propia, completar el proceso de la creación llegando a participar en la plenitud del Reino. El infierno sería aquella humanidad condenada a

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su propia finitud, incapaz de lograr la trascendencia de los Hijos de Dios. No necesariamente un lugar de tormento propio de los sentidos o de la venganza divina sino el tormento del fracaso impuesto por el límite absoluto al que está sujeta la criatura que confió en su propio poder.

DE LA IMPOSIBILIDAD DE UNA CONCLUSIÓN. Terminar este capítulo con el planteamiento de controversias tiene la finalidad de enfatizar la necesidad de una discusión honesta, de replanteamientos decididos y tal vez arriesgados. Si la principal preocupación de la teología ha de ser acercarse a la voluntad de Dios y hacerla presente en nuestra época su tarea nunca se cumplirá definitivamente y esto nos exige valentía ante el temor de poner en peligro nuestras instituciones y aquellas prácticas con las cuales nos identificamos. Es tiempo de abandonar la apologética y reconocer que no se puede hacer teología sin hacer al mismo tiempo un examen de conciencia y reconocer hasta donde nuestras categorías han ocultado la voluntad de Dios.

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REFERENCIAS: ANTIGUO TESTAMENTO 1.-http://www.enciclopediacatolica.com/s/salvacion.htm 2.-Catecismo de la Iglesia Católica 1849, 1850 3.-Ratzinger, Joseph. “In the beginning...”Traducción del inglés del autor. 4.-Catecismo de la Iglesia Católica 398 5.-Gerhard Von Rad “Teología de Antiguo Testamento vol. I” pág. 212 6.-Thomas Cahill “The Gifts of The Jews” Véase al respecto los primeros tres capítulos. 7.-Ibíd., p.161 8.-Andrade, Barbara. “Encuentro Con Dios En La Historia” pág. 142 9.-Gerhard Von Rad “Teología de Antiguo Testamento. Vol. I” pág... 225 10. - Ibíd. pág. 232 11.-Ibd., pág. 178-180 12.-Ratzinger, Joseph. “Introduccion to Christianity” pág. 111-112 Traducción del inglés del autor. 13. - Lawrence Boadt “Reading the Old Testament” pág. 322-324 14.-. - Lawrence Boadt “Reading the Old Testament” pág. 386 15.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pág. 331 ver también: Lawrence Boadt “Reading The Old Testament” pág. 393s. 16.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology” 17.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology” (Jerusalem) también véase Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. I” pág. 75 18.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pag.149 19.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pag.302 y también Lawrence Boadt “Reading The Old Testament” pág. 426 20.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology” (Nations) p 382 21.-McKenzie L. John en “The New Jerome Biblical Commentary” (77:151) 22.-Telushkin, Joseph Rabbi “Jewish Literacy” p. 273 23.-Bloom Harold “Jesus and Yahweh, The Names Divine” pág. 47 24.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 353 y 358 25.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 211 26.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 302 27.-R.E. Brown en “The New Jerome Biblical Commentary” (77:152-63) 28.-Ariel S, David “What Do the Jews Believe” p. 228 29.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 215 y 272 30.-”...no pre-Christian work ever describes a suffering Messiah” R.E. Brown en “The New Jerome Biblical Commentary” (77:154)

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NUEVO TESTAMENTO 1.- Composición basada en: Sal 22: Lc 20, 14: Lc 18, 31: Mt 27, 42: Jn19, 19: Mc 15, 37 2.-Mateos J. - Barreto J. El Evangelio de Juan p. 773 3.-Klinghoffer David “Why the Jews Rejected Jesus” Cap 2 4.-Klinghoffer David “Why the Jews Rejected Jesus” p. 71 Traducción del autor. 5.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” pág. 88 6.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- “Jesus de Nazaret” Ed. Planeta pág. 58 7.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” ver pág. 267, 242 y 152 8.-Pueden consultarse las siguientes secciones de las obras mencionadas: Von Rad, Gerhard “Teología del Antiguo Testamento” Ed. Sígueme págs. 141-155, 381-389, 379. Varios autores “The New Jerome Biblical Commentary” secciones 19:3, 77:114, 77:164, 78:17 9.- Gn 6, 7 Véase además 2 S 24, 17: 1 R 9, 1-9: Jr 18, 7-11 10.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 93 11.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret page. 148 12.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 99 13.-Mateos, Juan “El Sermón de la Montaña” en www.servicioskoinonia.org 14.-Catecismo de la Iglesia Católica No. 2544 15.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” pág. 133 16.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 115 17.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- “Introduction to Christianity” pág. 111 y también Jesus de Nazaret peg. 69 18.-Barton, John and John Muddiman, the Oxford Bible Commentary, (London: Oxford University Press) 2001 Varios autores “The New Jerome Biblical Commentary” secciones 41:77 y 42:132 Tresmontant, Claude “La Doctrina de Yeshúa de Nazaret” pág. 121 19.-El problema protestante de la “salvación por la sola fe o las obras” se vuelve inexistente. 20.-Se encuentra este paralelismo entre Salvación y Creación en Isaías. Von Rad, Gerhard “Teología del Antiguo Testamento vol. II” págs. 302-303 21.- Catecismo de la Iglesia Católica. 766 22.-Juan Pablo II “Carta Encíclica Sobre La Eucaristía” 23.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesús de Nazaret pág. 69

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