Guichon Suby Fugassa 2006 Registro Biologico Cap14

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Arqueología de la costa patagónica Perspectivas para la conservación ISABEL CRUZ

Y

MARÍA SOLEDAD CARACOTCHE (EDITORAS)

U N PA Universidad Nacional de la Patagonia Austral

FUNDACION PATAGONIA NATURAL SUBSECRETARIA DE CULTURA PROVINCIA DE SANTA CRUZ

Arqueología de la costa patagónica

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Arqueología de la costa patagónica : perspectivas para la conservación - 1a ed. Río Gallegos : Universidad Nacional de la Patagonia Austral, 2006. 296 p. : il. ; 0x0 cm. ISBN-10: 987-1242-07-7 ISBN-13: 978-987-1242-07-8 1. Arqueología. 2. Conservación de Recursos-Región Patagónica. CDD 930.1 : 333.72

Fecha de catalogación: 04/08/2006

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Arqueología de la costa patagónica

Arqueología de la costa patagónica

Perspectivas para la conservación ISABEL CRUZ

Y

MARÍA SOLEDAD CARACOTCHE (EDITORAS)

Diseño de Tapa Bernardita Ladrón de Guevara y Claudia Contreras Diseño de Interior Patricia Schembari Este libro cuenta con el aval de: Administración de Parques Nacionales Fundación Patagonia Natural Sociedad Argentina de Antropología Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Cruz Universidad Nacional de la Patagonia Austral

Arqueología de la costa patagónica

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CAPÍTULO 14

EL REGISTRO BIOLÓGICO HUMANO EN PATAGONIA AUSTRAL: ALGUNAS LÍNEAS DE ANÁLISIS Ricardo A. Guichón1 , Jorge A. Suby2 , y Martín H Fugassa2

Introducción Los restos humanos y su contexto pueden ofrecernos información sobre nuestro pasado (demografía, salud, dieta, crecimiento y desarrollo, patrones de actividad, relaciones genéticas, prácticas de enterramiento y su relación con creencias y actitudes). En los últimos años hemos tenido en el mundo una explosión de interés por este tipo de evidencia. Esto se debe tanto a la difusión por medios masivos de información como al amplio espectro de datos que estamos comenzando a obtener de este tipo de registro. Desde el punto de vista geográfico, nuestro trabajo se ha concentrado en la Isla Grande de Tierra del Fuego, en la Provincia de Santa Cruz (Argentina) y en la región de Magallanes (Chile), donde trabajamos en colaboración con nuestros colegas del Centro de Estudios del Hombre Austral, Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes, Punta Arenas, Chile. Los restos sobre los que trabajamos corresponden a poblaciones humanas cazadoras recolectoras en ambientes de altas latitudes que presentan características particulares, tales como el aislamiento, los cambios ambientales que ocurrieron en esta región en los últimos 10.000 años y las consecuencias del contacto europeo aborigen. Desde el punto de vista genético, la variabilidad que aquí se encuentre es importante para mejorar nuestra comprensión sobre el proceso de poblamiento a nivel continental. En la década del 1980, la Antropología Biológica en Patagonia tuvo un nuevo impulso. Los esquemas tipológicos (fueguidos, láguidos y pámpidos) que tendían a asociar características biológicas (morfológicas) con pautas culturales son abandonados y remplazados (Guichón 1996). La variabilidad poblacional, sus causas y la consideración de los procesos de cambio comienzan a ser analizados en la región. Los relevamientos de variables métricas sobre los cuales se efectúan estos trabajos (aún en la actualidad) se realizaron sobre colecciones mayoritariamente originadas en la primera mitad del siglo XX (Cocilovo y Guichón 1999/ 1 Conicet-Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires-Universidad Nacional de Mar del Plata. [email protected] 2 Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires-Universidad Nacional de Mar del Plata. Arqueología de la costa patagónica

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2000, Guichón 2002). En 1984 se inicia el proyecto de relaciones y afinidades biológicas en Patagonia Austral, como parte de un proyecto mayor nacional e integrado con especialistas de Chile y Brasil a nivel sudamericano (ver Cocilovo y Guichón 1999/2000). La idea de Dr. Cocilovo de formar especialistas en antropología biológica orientados regionalmente fue totalmente compatible con los proyectos arqueológicos que estaba desarrollando el Dr. Luis A. Borrero. La integración de este tipo de evidencia con el resto de las problemáticas arqueológicas es algo que venimos trabajando desde hace muchos años. A partir de 1986, el Dr. Walter Neves impulsó en Argentina el interés por estudiar indicadores de estilo de vida, trabajando también sobre las colecciones disponibles. En esta época se comenzó a insistir en la necesidad de contar con esqueletos completos y bien documentados. En el caso de Tierra del Fuego, lentamente, fueron apareciendo restos humanos en diferentes proyectos como resultado de hallazgos “casuales”1. (En Tierra del Fuego, sector argentino, podemos mencionar Caleta Falsa, Bahía Valentín, Bosque de los Cuarenta días, entre otros). Tareas que podríamos definir como de conservación se inician en esta época en el Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA sobre colecciones literalmente abandonadas hasta entonces. Aquí debemos recordar el esfuerzo de muchos (Cocilovo, Mendonça, Bordach, Bonaparte, Muñoz, Frascaroli, Baffi, Torres, Reynoso, Guichón y las gestiones de Rex Gonzalez y Pérez). Es así como se inicia el proyecto “Modelo de Catalogación Operativa” a mediados de los ‘80, bajo la dirección de Cocilovo y Reynoso en el Museo Etnográfico de la UBA. La colección de Patagonia fue la primera en tener una base de datos asociada. Sin embargo, pese a estos esfuerzos y los que continúan, la conservación y la existencia de depósitos adecuados sigue siendo un gran desafío. ¿Qué cantidad de individuos integran las colecciones? La colección más importante para la Patagonia Austral es la depositada en el Instituto de la Patagonia en Punta Arenas, Chile. En un relevamiento que realizamos en el 2003 en esa institución y que completamos con información bibliográfica, registramos una colección de 136 individuos. El grado de completitud es variado; poco más del 60% de la muestra posee esqueleto postcraneano. El número es importante, aunque resulta difícil evaluar su representatividad.

Dinámica de poblaciones en Patagonia Austral En principio debemos considerar que dentro del registro arqueológico, en general, se considera que: a) las posibilidades de que aparezcan restos óseos humanos son bajas; b) Patagonia Austral se asocia a una densidad poblacional baja; y c) la presencia humana en la región tiene al menos 10.000 años de antigüedad. Hace unos años, en una evaluación tentativa, contabilizamos 284 individuos aborígenes de Patagonia Austral depositados en varios museos de Argentina, Chile, Europa y USA (Guichón 2000) Sobre cómo fue la dinámica de las poblaciones involucradas en el poblamiento de Patagonia Austral se han sugerido al menos dos posiciones extremas. Por un lado, la existencia de poblaciones diferentes y con poco contacto entre sí, que llegaron al extremo austral de Patagonia y que dieron lugar a dos estilos de vida: cazadores recolectores terrestres y cazadores recolectores marítimos. La otra posición sugiere la existencia de una o varias poblaciones, que mantuvieron diferentes grados de interacción y que desarrollaron localmente un mayor o menor énfasis en el aprovechamiento de recursos marítimos y terrestres. Siguiendo la primera posición, es posible sostener que poblaciones independientes, que llegaron al extremo austral de Patagonia con sus formas de vida ya desarrolladas, no interactuaron unas con otras. Esto implicaría que deberíamos poder encontrar evidencias de diferencias a 234

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nivel biológico (genético y morfológico). Por ejemplo, si sobre la costa del Pacífico encontráramos una de esas formas de vida que no interactuaron con las poblaciones del otro lado de la cordillera, la información genética surgida del estudio de ADN mitocondrial en muestras óseas humanas arqueológicas debería mostrarlo. Estas diferencias genéticas también deberían estar asociadas a un determinado tipo de dieta (propia, por ejemplo, de una adaptación marítima). Los estudios de Isótopos estables y ADN sobre huesos podrían dar cuenta de esta situación. Los trabajos sobre ADN antiguo realizados en Patagonia Austral por Lalueza en 1995 dieron cuenta de la presencia de dos haplogrupos2 “C” y “D” a ambos lados del Estrecho de Magallanes. De las muestras analizadas por Lalueza, unas pocas son asociables al Holoceno Medio y Tardío. Posteriormente Borrero et al. (2001) y Guichón et al. (2001) analizan la variabilidad espacial y temporal de isótopos estables sobre muestras correspondientes a restos óseos humanos de Patagonia Austral. Once de las muestras estudiadas (tres del Holoceno Medio y ocho asociadas al Holoceno Tardío) contaban también con información de ADN. Los resultados indicaron variabilidad en los haplotipos (ADN) y en los tipos de dieta en el Holoceno Medio y en el Tardío (Borrero et al. 2001). El reciente trabajo de Gonzalez et al. (2004), que analizó la variación de la morfología craneofacial, sugiere que “...los grupos fueguinos y del sur de la Patagonia presentan similitudes probablemente a causa de ancestría común y flujo génico limitado al sistema sur del continente y a la Tierra del Fuego...” Además, señala que “los modelos de poblamiento para Tierra del Fuego y Patagonia que se fundamentan principalmente en la evolución de estrategias de subsistencia divergentes o en la adaptación climática como factores principales del cambio, no explican la variabilidad observada en la morfología craneofacial...” (Gonzalez et al. 2004:95). Entonces, hasta el momento podemos acordar que la distancia geográfica entre las poblaciones humanas que poblaron Patagonia Austral y Tierra del Fuego explica una parte de las diferencias morfológicas observadas. La cordillera de los Andes constituyó para el flujo génico (migración) un filtro más o menos traslúcido tanto a lo largo del tiempo como del espacio. Esto implica que las poblaciones a ambos lados de la cordillera deben haber interactuado entre sí. Por otra parte, la dirección y el grado de vinculación entre estas poblaciones es un tema no resuelto y al parecer complejo (Guichón 2000). Algunos de los aspectos de esta complejidad implican considerar que varios movimientos migratorios humanos ocurrieron en últimos 10.000 años. Gonzalez et al. (2004) señalan que Tierra del Fuego parece haber sido ocupada por grupos humanos con economía mixta en algún momento de su historia. La tradicional idea de continuidad poblacional (una población llegó y fue dando origen a las siguientes) pudo no haber ocurrido y las extinciones y reemplazos poblacionales son una alternativa importante a incluir en la discusión (Borrero 1998). Por tanto, la evidencia actualmente disponible parece acompañar la segunda posición: a lo largo de al menos 10.000 años de ocupación existieron varias poblaciones que mantuvieron diferentes grados de interacción y que desarrollaron localmente un mayor o menor énfasis en el aprovechamiento de recursos marítimos y terrestres. Cabe señalar que, hasta el momento, sólo tenemos evidencias de poblaciones humanas cuya dietas tenían una importante base en recursos marítimos a partir del 6000 AP. La extinción o supervivencia de las poblaciones tiene relación con muchos factores, entre ellos las formas de vida, la interacción con otras especies y los cambios ambientales a lo largo del tiempo. Como señalan Mendonca da Sousa et al. (2003) la imagen de gente “perfectamente sana” viviendo en un intimo contacto con la naturaleza ha estado presente en alguna medida en muchas miradas del pasado. Sin embargo, Patagonia no debe haber estado libre de enfermedades antes del contacto europeo aborigen. ¿Cuáles fueron los problemas de salud de los aborígenes y cómo variaron en el tiempo y en el espacio? ¿Cómo se Arqueología de la costa patagónica

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comparan estas enfermedades en tipo y severidad con las que existieron post-contacto? ¿Cómo se relacionaron las nuevas enfermedades con las viejas? Constituyen preguntan a incluir dentro de un programa de investigación a largo plazo. Pese a tratarse de un ambiente “extremo” de altas latitudes, los estudios sobre marcadores de dieta y salud en restos óseos sugieren un relativamente buen ajuste al ambiente de las poblaciones aborígenes. Guichón (1994) planteó una serie de expectativas para los mismos marcadores de dieta y salud, que asoció a las fases propuestas por Borrero (1994-95): exploración, colonización y ocupación efectiva. Dentro de este esquema, esta última fase es la única que podía asociarse a un momento temporal concreto: “contacto europeo- indígena”, implicando un dramático cambio en nuestras expectativas en todos los marcadores (Guichón 1995). Sin embargo, dado que cuando se evaluaron estas tendencias se disponía de un conglomerado de materiales de momento pre y post contacto, quedaba pendiente ampliar la muestra y efectuar estudios de mayor detalle. Desde el 2001, iniciamos un proyecto orientado a estudiar la ecología evolutiva humana en Patagonia Austral, a partir de la evaluación del impacto de las enfermedades y el ambiente en las poblaciones aborígenes (PICTO 4. 09929- y PICT 04-13889). En el marco de estos proyectos comenzamos a trabajar en técnicas no destructivas para abordar el estudio del registro biológico humano, en algunos aspectos relacionados con la conservación de restos óseos humanos en Patagonia y en evidencias hasta el momento poco valoradas, a las que nos referiremos a continuación.

Métodos no invasivos: el análisis de las propiedades Óseas Intrínsecas de Restos Humanos Uno de los factores que inciden en la formación y destrucción de conjuntos arqueológicos es la densidad mineral ósea. Aunque esta ha sido analizada previamente en Patagonia para otras especies, no fue estudiada aún sobre el registro biológico humano. En este contexto, hemos comenzado a trabajar, en el marco de proyectos más abarcativos -Ecología Evolutiva Humana en Patagonia Austral y Tierra del Fuego (PICT 04. 09929-2002-2004 y PICT 04-13889 2005-2007); Variabilidad del Registro Arqueológico y Bioantropológico de la Costa Atlántica Meridional Patagónica (PIP en evaluación)-, sobre el estudio de la densidad mineral ósea de restos humanos. El objetivo de esta sección, por lo tanto, es discutir algunas de las expectativas y problemáticas del análisis de la estructura ósea humana en relación con problemas tafonómicos, que nuestro trabajo nos ha permitido explorar. En los últimos años, el registro biológico humano de Patagonia y Tierra del Fuego ha sido objeto de importantes análisis tafonómicos, tendientes a evaluar la preservación de restos óseos en relación con su estado de conservación, distribución y algunos patrones ecológicos y culturales. Esencialmente, se ha estudiado la distribución espacio-temporal, los indicadores de conservación ósea (meteorización, erosión, improntas de raíz, fracturas y alteraciones químicas), y las frecuencias de hallazgos arqueológicos. Esta información conforma gran parte de nuestro conocimiento actual acerca de cómo aparece el registro biológico humano en la región. En conjunto, es posible observar una distribución heterogénea de los hallazgos óseos, tanto espacial como temporal, con algunos patrones diferentes entre el interior patagónico y la costa. Por una parte, “...en el interior no existiría el potencial para la preservación de restos humanos que no recibieran practicas culturales...”, donde el conjunto de factores tafonómicos y formacionales actuantes podrían ser la causa de la escasez del registro biológico para ciertos periodos temporales (Guichón et al. 2001). A su vez, se ha señalado que los bosques patagónicos ofrecerían una escasa visibilidad arqueológica (Borrero y Muñoz 1999). 236

Arqueología de la costa patagónica

En la costa, por su parte, un alto porcentaje de los hallazgos se ubica en superficie, con restos humanos completa o parcialmente expuestos. En particular para Tierra del Fuego, análisis recientes muestran que estos hallazgos presentan en general baja representación relativa de elementos humanos. Los resultados de análisis tafonómicos presentados por Guichón et al. (2000) en Bahía San Sebastián, y por Martín et al. (2004) en Los Chorrillos, muestran la rápida erosión y dispersión de elementos óseos una vez que alcanzan la superficie. En relación con esto, Suby y Guichón (2005) muestran que la preservación diferencial de restos costeros en superficie estaría mediada por la densidad mineral ósea, efecto que no es observado en los restos obtenidos como resultado de excavaciones. Estas cuestiones plantean interrogantes acerca de si la escasez de restos humanos en algunos contextos espacio-temporales concretos se debe a: a) la menor capacidad de preservación ósea, b) a las características ecológicas y culturales de las poblaciones humanas, c) a las metodologías arqueológicas de exploración, o d) más probablemente a la combinación de estos factores. Si bien la información obtenida hasta el momento es valiosa, es necesario integrar el conocimiento tafonómico y ecológico con el estudio de las características óseas de los restos humanos. La interpretación de la información biomecánica ligada a aspectos tafonómicos, representa un papel central en el análisis de la destrucción y movilidad de restos óseos. Hasta el momento estas discusiones han sido escasamente tratadas, aunque son requeridas para mejorar nuestro entendimiento acerca de la antropología biológica en Patagonia. El análisis tafonómico debería entonces posibilitar el reconocimiento de áreas con alto impacto de destrucción de material óseo arqueológico, desde una perspectiva global, que involucre aspectos ecológicos de las poblaciones originales, variables ambientales y las propiedades de los restos óseos como un actor más en escena. Durante las últimas décadas, las propiedades óseas intrínsecas (peso, tamaño, densidad mineral ósea y diseño estructural) han sido estudiadas fundamentalmente por su vinculación con la conservación de huesos de fauna -actuales y zooarqueológicos-. Este tipo de análisis ha generado importante conocimiento teórico respecto de los procesos post-depositacionales y cómo se vinculan con la estructura de los restos óseos. A pesar del papel que ha tomado en la arqueología de restos faunísticos, sólo en algunas oportunidades se han estudiado las propiedades óseas del registro biológico humano como fuente de información tafonómica, y en este sentido el caso de Patagonia no es una excepción. Realizamos un primer trabajo exploratorio (Suby y Guichón 2004) orientado en primer lugar a generar valores densitométricos para las poblaciones humanas locales. Buscábamos entonces, y aún lo hacemos, evaluar los posibles efectos de preservación ósea en diversos contextos de hallazgo, depositación y características biológicas de los restos. Por otro lado, y quizá más importante, nos permitió reconocer una serie de dificultades técnicas y metodológicas para el análisis de masa mineral de restos óseos, a la vez que se plantearon ciertos interrogantes acerca de la resolución que los problemas arqueológicos u bioantropológicos requieren. En el caso de estudios de propiedades óseas de poblaciones humanas, a diferencia de los estudios faunísticos, debemos considerar que los aspectos culturales y de estilos de vida suponen una alta variabilidad intraespecífica de las relaciones musculoesqueletales, y por consiguiente en el diseño estructural óseo. Por lo tanto, el análisis de restos humanos requiere probablemente valores de densidad mineral ósea evaluados sobre individuos de, al menos, poblaciones ecológicamente próximas. Esta problemática requiere seguramente discusiones mas complejas, así como diseños experimentales que evalúen las regiones óseas relevantes para restos humanos (Suby 2005a). El hecho de incluir un componente cultural abre además nuevas líneas de interpretación, Arqueología de la costa patagónica

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que revisten interés por evaluar la influencia de tratamientos mortuorios sobre la conservación ósea (cremaciones y chenques), al igual que inferencias acerca de distribuciones poblacionales en una escala temporal amplia. Por otra parte, las propiedades óseas intrínsecas, son modificadas in vivo por factores tales como actividad física, niveles de salud y nutrición, por lo que constituyen indicadores de importancia para el estudio de paleopatologías y evaluación de estilos de vida de poblaciones del pasado.

Problemas de conservación del registro humano costero Cómo ya hemos señalado, una de las características del registro humano costero parece ser la rápida erosión y dispersión de los restos óseos en superficie. En este contexto es posible plantear dos problemas con los que nos estamos enfrentando. El primero, la exposición de restos óseos humanos que requieren acciones de rescate. Esto probablemente sea una constante, en la medida que estos materiales son interceptados en contextos donde la visita de turistas, curiosos y pobladores están en aumento. Aquí es interesante señalar que el momento en el cual interceptamos la muestra condiciona, al menos en parte, el grado de preservación que presentarán los restos hallados (L. A. Borrero, comunicación personal). El segundo problema es la necesidad de generar diagnósticos y evaluaciones regionales de la costa. En principio, debemos aumentar nuestro conocimiento acerca de las regiones que estarían expuestas a condiciones de riesgo y lograr un mayor entendimiento de los procesos tafonómicos que en ellas actúan. Estos resultados serán útiles para generar información de base que colabore en la toma de decisiones vinculadas a la conservación de espacios costeros y orientar nuestras búsquedas bajo otros criterios. Si bien es posible pensar en la exploración de estas áreas a través de excavaciones que eviten la destrucción de material arqueológico, previamente a su exposición a la superficie, la magnitud de las extensiones geográficas, así como los recursos económicos y humanos necesarios parecen ser un impedimento. Una de las cuestiones fundamentales para la evaluación de áreas en peligro es el entendimiento de los procesos tafonómicos que actúan en ellas y, en el caso de nuestros estudios, sobre el registro biológico humano. La acción de estos procesos, que alteran y eventualmente destruyen el registro arqueológico, está mediada por: a) aspectos ecológicos y poblacionales, que condicionan en parte la distribución y densidad de restos óseos; b) las variables tafonómicas en sí mismas que operan en cada región; y c) las propiedades óseas intrínsecas de los restos óseos. En este sentido, creemos que es importante incluir el último de estos aspectos, escasamente interpretado hasta el momento, en las discusiones tafonómicas de restos humanos. Esta integración permitiría mejorar nuestras aproximaciones al reconocimiento de áreas que ofrezcan mayores condiciones de conservación y recuperación de material óseo. A la vez, sería posible evaluar el impacto de la preservación diferencial de restos humanos en los diversos ambientes de Patagonia Austral sobre nuestras reconstrucciones paleobiológicas. En este contexto, nuestro trabajo se orienta a realizar un análisis de cuáles son los efectos de la estructura ósea vinculados a la conservación del registro óseo humano en las diversas regiones de Patagonia Austral. Actualmente, dentro de nuestro trabajo estamos aplicando técnicas más ajustadas, tanto por densitometría convencional (DXA) como por Tomografía Computada Periférica Cuantitativa (pQCT) que permitan realizar comparaciones, generar criterios metodológicos de aplicación y construir interpretaciones confiables del registro biológico humano (Suby 2005b).

Paleoparasitología y conservación

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Arqueología de la costa patagónica

No es necesario insistir sobre la manera en que los distintos tipos de restos arqueológicos han contribuido al conocimiento de la historia de las poblaciones aborígenes de Patagonia. Por tanto, si se asume una perspectiva utilitarista, es sencillo atribuir un alto valor a estos materiales. Siguiendo en esta vía de razonamiento, parece evidente la importante información que puede ofrecer un artefacto lítico o una pintura rupestre. Sin embargo, otros componentes de los sitios parecen aportar escasa información al conocimiento antropológico. Los sedimentos que componen cada capa del sitio arqueológico, o aquellos que albergan las momias, esqueletos, vasijas, etc. sólo han sido parcialmente valorados. Muchos de estos sedimentos no eran más que tierra hasta hace un tiempo atrás, pero el crecimiento vertiginoso de la tecnología y del conocimiento científico ha cambiado el significado y, en consecuencia, el valor de los mismos. Historiadores, arqueólogos, biólogos, geólogos y otros especialistas confluyen en el intento por reconstruir los escenarios humanos antiguos. Metodológicamente, la convergencia de múltiples disciplinas crea un cuerpo de posibles respuestas a cada pregunta que se le efectúa al pasado. Así, el abordaje multidisciplinario produce un conjunto de numerosas y diversas evidencias con las cuales seleccionar la explicación correcta de las incorrectas al tiempo que éstas decrecen en su poder explicativo por no coincidir con muchas de las pruebas existentes. En definitiva, la visión del pasado no puede erigirse desde una única perspectiva sino desde todas las posibles, para lograr reducir su nivel de incertidumbre. Volviendo a los sedimentos, en función de lo antedicho, su estudio microscópico les ha reasignado importancia dentro de la lista de materiales arqueológicos rescatados y abrió una perspectiva desde la cual generar respuestas a preguntas antropológicas. Entre otras aplicaciones, el estudio microscópico de los depósitos arqueológicos permite identificar restos de parásitos. Actualmente, los parásitos son indicadores biológicos de impacto ambiental y relaciones filogenéticas entre especies de hospedadores. La estrecha relación que se establece entre el parásito y su hospedador genera una herramienta sensible para indagar sobre variados aspectos tanto del hospedador como del parásito y del ambiente. El estudio parasitológico en sitios arqueológicos y paleontológicos se relaciona también con su empleo como indicador de cuestiones ecológicas y culturales asociadas a los sitios. La Paleoparasitología surge para intentar dar respuesta a aquellas preguntas referidas al origen y la evolución de las enfermedades parasitarias. El análisis paleoparasitológico de sedimentos, tejidos momificados y coprolitos puede exponer la presencia de huevos y larvas de helmintos (nematodes, cestodes, trematodes y acantocéfalos), quistes de protozoos (Entamoeba sp., Eimeria sp., Sarcocystis hominis, etc.) y ectoparásitos. Los coprolitos son deyecciones que se deshidratan o mineralizan con el paso del tiempo. Con las evidencias paleoparasitológicas y las provistas por otras disciplinas, se reconstruyen aspectos culturales tales como los hábitos higiénicos, el uso de plantas medicinales, los ítems alimentarios, el uso del espacio; aspectos ecológicos como la asociación con otras especies, grados de agregación en las poblaciones, dispersión de las enfermedades; y cuestiones evolutivas relacionadas a la simbiosis parásito-hospedador. Las investigaciones parasitológicas en sitios arqueológicos tienen su primer antecedente en el hallazgo de huevos de esquistosoma Schistosoma haematobium en una momia egipcia. Trabajos importantes, pero aislados, se fueron sumando hasta que se conformaron grupos de trabajo en Europa y en América entre los últimos años de la década de 1970 y principios de la década de 1980. La labor de estos grupos ha sido encabezada por Ferreira (Escola Nacional de Saude Publica e Instituto Oswaldo Cruz, Brasil), Jones (University of Cork, Inglaterra), Herrmann (Institut fur Aanthropologie, Alemania) y Reinhard (University of Nebraska,USA) (Reinhard 1992) y en los últimos años se han sumado otros grupos de Europa y Oriente. Arqueología de la costa patagónica

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Una parte sustancial del trabajo paleoparasitológico consiste en definir métodos sensibles y que ejerzan un mínimo daño sobre los materiales arqueológicos empleados. Actualmente es posible detectar la existencia de isótopos, ADN, compuestos tales como colesterol y hormonas, antígenos de parásitos, huevos, quistes y larvas de parásitos, polen y esporas, artrópodos, hongos, fitolitos, esferulitos, carbón y tejidos vegetales entre otros elementos. La variada información obtenida permite que las inferencias elaboradas a partir del estudio de coprolitos o sedimentos sean más consistentes. En los próximos años, los sedimentos arqueológicos pueden ser objeto de estudio para nuevas líneas de investigación por lo que luego de los actuales análisis deben quedar disponibles y mínimamente alterados para los subsiguientes trabajos. Cuando se trabaja con coprolitos, la forma de los mismos es de gran importancia para precisar su origen zoológico y por este motivo son cuidadosamente embalados en frascos para evitar que se disgreguen. Dentro de dichos envases, el material es colocado en sobres de aluminio para aislarlo de cualquier resto orgánico, ya que puede requerir ser datado (Fugassa y Guichón 2005a). La manipulación de todo elemento que conlleva un posterior análisis molecular o microbiológico demanda que se extremen las medidas de higiene, por lo cual las muestras se guardan en envases estériles. El primer paso en el estudio de coprolitos es su descripción exhaustiva. Antes de su disección parcial, los coprolitos se miden y fotografían. La descripción del mismo incluye detallar el color, tanto en su superficie como en su interior, la forma, el tamaño y la presencia de restos macroscópicos tales como pelos, quitinas de insectos, semillas, huesos, etc. Debido a que el paso del tiempo suele alterar o dispersar los restos que estaban contenidos en los coprolitos, es necesario extraer muestras de los sedimentos en los que estaba inmerso el mismo. Estas muestras también sirven como control para evaluar la presencia de contaminación del sitio con materia fecal de otro origen. Luego se realizan extracciones de material para análisis, se rehidratan, se procesan y se hacen preparados para ser observados al microscopio óptico. Así, al finalizar los análisis sobre una muestra, quedan diversos materiales que pasan a conformar una coproteca: coprolitos deshidratados, restos macroscópicos rehidratados y guardados en formol acético, sedimento rehidratado y almacenado en viales, fotografías digitales y preparados sellados (Fugassa y Guichón 2005a). Para el Proyecto Ecología Evolutiva Humana, la sede Quequén de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires es la depositaria de todo este material – que además incluye muestras comparativas actuales (materia fecal actual de zorros, pumas, etc.)- para futuros estudios. Los sitios arqueológicos de Patagonia cuentan con escasos registros de coprolitos; probablemente ello ha retrasado el desarrollo de la Paleoparasitología en la región ya que el empleo de sedimentos para tales análisis es menos difundido y más dificultoso. La formación de coprolitos y su conservación a través de centenas o millares de años requiere condiciones ambientales propicias; los ambientes que permiten una rápida desecación cuentan con mejor preservación de coprolitos (Reinhard et al. 1988). Ello no significa que los ambientes húmedos no conserven los restos parasitarios. Por ejemplo, las letrinas se caracterizan por mantener condiciones anaeróbicas y de alta humedad; en general, han demostrado conservar en alto grado los restos de parásitos. También los ambientes muy fríos pueden conservar los restos parasitarios (Bouchet et al. 2003). Evidentemente, existe un número relativamente menor de sitios que proveen este tipo de material. Por tal razón, el análisis de los sedimentos directamente extraídos de los restos arqueológicos pueden constituir una buena alternativa (Fugassa y Guichón 2005b). De esta forma, los sedimentos asociados a letrinas y suelos con ocupación humana, en concheros, en vasijas y en esqueletos pueden ofrecer una valiosa información. 240

Arqueología de la costa patagónica

Para que los sedimentos puedan ser empleados con éxito en la búsqueda de parásitos, deben tomarse ciertas precauciones y mejorarse las técnicas parasitológicas de rutina. El análisis microbiológico de sedimentos debe ser acompañado por un examen macroscópico previo al mismo. Por ejemplo, pueden identificarse restos de roedor, incluso deyecciones que pudieron contaminar el suelo arqueológico con parásitos de aquel. Si ello no es advertido, los resultados pueden ser mal interpretados (Fugassa y Guichón 2005b). La interpretación de los resultados es otra instancia importante y difícil en los estudios paleoparasitológicos. Una multitud de estructuras microscópicas pueden confundir el diagnóstico y arrojar resultados falsos. Restos tales como huevos de nematodes de vida libre (no parásitos) y de ácaros, granos de polen, esporas, estructuras fúngicas y hasta burbujas de aire pueden ser mal diagnosticadas como parásitos y es lo que se conoce como pseudoparasitismo (Thienpont et al. 1979). A ello deben agregarse los cambios tafonómicos que los huevos de parásitos pueden sufrir a través del tiempo, lo cual los torna poco reconocibles. Otra fuente de errores a la hora de establecer inferencias, se suscita por el desconocimiento de los ciclos biológicos de los parásitos. A modo de ilustración, la presencia de huevos de Capillaria hepatica – nematodes que se alojan en el hígado- en materia fecal de un zorro o un humano no significa que éste estuviese parasitado sino que podría haber consumido alguna presa –por caso, un ratón- efectivamente parasitada. La presencia de parásitos en las presas del contenido intestinal de un predador es lo que se conoce como parasitismo en tránsito. Finalmente, existe la posibilidad de no obtener resultados debido a la falta de entrenamiento para la identificación de parásitos poco usuales para determinado hospedador: el parasitólogo que analiza la muestra puede esperar hallar sólo determinadas parasitosis propias de la especie hospedadora que analiza y rechaza la posibilidad de que puedan encontrarse otros parásitos. Por ejemplo, en coprolitos humanos, dicho observador esperará encontrar Ascaris lumbricoides, Trichuris trichiura y otros específicos de humanos, sin detectar la presencia de parásitos inusuales. Sin embargo, el conocimiento de la diversidad parasitaria y de la plasticidad de muchos parásitos para colonizar especies hospedadoras atípicas puede facilitar el diagnóstico (Fugassa y Guichón 2005b). Es evidente que el marco de expectativas desde el cual se examina una muestra condiciona fuertemente al observador. Las dificultades que existen en el hallazgo de determinados parásitos en las muestras arqueológicas están siendo superadas, al menos parcialmente, mediante el empleo de técnicas moleculares. Parásitos que se conservan escasamente en sedimentos orgánicos, tales como oxiuros Enterobius vermicularis o aquellos que se hospedan en los tejidos como el agente causal del mal de Chagas Tripanosoma cruzi, han sido diagnosticados mediante técnicas de ADN; similares resultados se han obtenido al aplicar inmunoensayos para identificar protozoos intestinales. Al inicio de los estudios paleoparasitológicos en Patagonia Austral surgió como problema la falta de muestras, tanto de coprolitos como de otros sedimentos. La interacción con arqueólogos con larga trayectoria en la región y el diseño de un protocolo para la extracción de sedimentos de esqueletos y coprolitos (Fugassa y Guichón, 2005a, 2005b) ha incrementado sustancialmente la existencia de muestras adecuadas sobre las cuales realizar los estudios. Probablemente, los pocos registros de coprolitos sea una combinación de la escasez de sitios con buena conservación y de la incomunicación entre arqueólogos y parasitólogos. Esta incomunicación ha retrasado el desarrollo de una disciplina que ha demostrado que puede aportar valiosa información para la reconstrucción de la historia de las poblaciones antiguas. Se espera que los resultados que se están obteniendo para Patagonia Austral fomenten el interés por el tema. Arqueología de la costa patagónica

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Un estudio modelístico y una reconstrucción epidemiológica para el contacto indirecto europeo-indígena en Tierra del Fuego (Fugassa 2004, Fugassa y Guichón 2004) precedieron los estudios paleoparasitológicos en Patagonia Austral. Si bien estos estudios en la región se han iniciado recientemente con el trabajo exploratorio de Fugassa et al. (2004), los primeros resultados sobre coprolitos han permitido identificar restos parasitarios en casi todas las muestras analizadas hasta el momento (Figura 1 y 2). Se han identificado al menos trece especies de parásitos en coprolitos con dataciones asociadas de entre los 6.400 y los 10.500 años AP; incluso algunas de ellas constituyen los primeros registros en América o en el mundo (Fugassa et al. 2005). Los exámenes se han extendido a muestras no humanas, tales como coprolitos de camélidos, lo que otorga una descripción más amplia de las parasitosis intestinales durante finales del Pleistoceno y el Holoceno y de las relaciones ecológicas acontecidas durante dicho período. Por otra parte, el estudio paleoparasitológico sobre muestras de fauna asociada al hombre puede ofrecer mayor diversidad de especies parasitarias, ya que el ser humano pudo reducir la ocurrencia de parasitismos mediante pautas culturales tales como la cocción de los alimentos y prácticas de higiene (Fugassa y Guichón 2005a). Los resultados en sedimentos alcanzados hasta la fecha corresponden a sitios de la provincia de Santa Cruz, Argentina, con una antigüedad que oscila entre 500 y 2000 años AP. Se

Figura 1. Huevo de Trichuris sp. hallado en un coprolito humano con una antigüedad de 6540±110 años AP. Sitio arqueológico Cerro Casa de Piedra 5, Parque Nacional Perito Moreno, provincia de Santa Cruz, Argentina. La barra indica 65 micrometros.

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identificaron huevos de trichuris Trichuris trichiura, T. sp., capilarias Capillaria sp., quistes de eimerias Eimeria macusaniensis y huevos asignados a ascaris Ascaris lumbricoides. Como se mencionó al comienzo del trabajo, los estudios paleoparasitológicos aportan evidencias del parasitismo en el pasado. Los patrones de salud y enfermedad son el marco axiomático donde la información paleoparasitológica cobra sentido. Sin embargo, atendiendo al conocimiento de diversos aspectos ecológico-evolutivos del parásito (ciclos de vida, hospedadores intermediarios, hospedadores definitivos, hospedadores en espera, vectores, condicionantes climáticos para su sobrevivencia, mecanismos de transmisión, etc.) puede obtenerse inferencias mucho más diversas: paleoambiente, relaciones tróficas, culturales, etc. Existen otras fuentes de información que deben ser recuperadas para los análisis paleoparasitológicos y, en términos más amplios, para los estudios bioarqueológicos. Los

Figura 2. Coprolito humano hallado en el sitio arqueológico Cerro Casa de Piedra 7, Parque Nacional Perito Moreno, provincia de Santa Cruz, Argentina, con una antigüedad de 7880±150 años AP. La barra indica 2 cm. Arqueología de la costa patagónica

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depósitos encontrados en diversos materiales arqueológicos, como pelos, cueros y cerámicas pueden albergar una importante información cuando se examinan microscópicamente. La limpieza de los mismos borra apreciable información. En definitiva, la inclusión de los estudios paleoparasitológicos en el diseño de las excavaciones arqueológicas requiere de sólo mínimos cambios metodológicos y promete conocer nuevos aspectos sobre la historia del individuo, de sus poblaciones y el ambiente en que se desenvolvieron. El avance técnico y científico está reasignando valores a los materiales arqueológicos. Debe enfatizarse que aquellos materiales sobre los cuales hoy no imaginamos nuevas utilidades, seguramente encontrarán innovadoras aplicaciones en el marco de las investigaciones antropológicas futuras.

Fase 6 El patrimonio arqueológico forma parte de nuestra historia. Una de sus características más destacadas es que su destrucción, ya sea natural o intencional, implica una brecha en el conocimiento del pasado. En los últimos años, durante los Talleres de Arqueología de la Costa Patagónica (1997, 1999 y 2003) se reportaron altos grados de destrucción, depredación y serios riesgos para los materiales arqueológicos en algunas regiones costeras. Parte de la agenda surgida de esas reuniones plantea la necesidad de realizar tareas de salvataje, coordinadas con organismos gubernamentales de control, además del estudio y mejoramiento del estado de conservación de las colecciones de restos humanos depositados en museos. A pesar de su carácter de recurso no renovable, una revisión bibliográfica nos muestra la escasez de información respecto de las condiciones de conservación del patrimonio arqueológico de Patagonia. En tal caso, cabe preguntarnos si nuestras tareas han dado cuenta de esta agenda. Parece necesario orientar parte de nuestros trabajos a la detección, evaluación y rescate de evidencia arqueológica y bioantropológica en regiones que puedan presentar algún grado de riesgo de alteración, así como al desarrollo de técnicas y metodologías no destructivas que permitan el estudio del mismo. En este sentido, el presente libro constituye un aporte valioso. ¿Cómo debe ser el tratamiento de los restos óseos humanos? Hay quienes sostienen que tiene “características especiales” y quienes consideran que todo el registro arqueológico tiene el mismo rango. En cualquier caso, las “situaciones de riesgo” del registro biológico humano pueden ser asociadas a dos momentos: lo que ocurre con los materiales antes de ser recuperados (procesos tafonómicos) y lo que ocurre con posterioridad a la extracción (manejo y conservación de colecciones). Endere señala que la exposición a procesos naturales y/o culturales puede implicar pérdida de valor científico y cultural (Endere 2000). Los restos óseos humanos con un excelente estado de conservación y fruto de un trabajo arqueológico sistemático pueden sufrir riesgos resultantes de la exposición a procesos destructivos y descontextualizaciones, si no hay al menos un depósito adecuado y una documentación asociada correctamente preservada. Sin embargo, es claro que el depósito, archivo y documentación de los materiales requieren en general de un importante espacio de almacenamiento y que toda esta información puede ser requerida para futuros estudios (ver Peretti y Baxevanis 2004). En este sentido, la historia de la antropología biológica de Patagonia es un claro ejemplo de continua reutilización de colecciones. El “éxito” de un proyecto arqueológico depende de su planificación e implementación. Se ha sugerido que los trabajos de investigación pasan a través de varias fases:

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1) planeamiento, 2) trabajo de campo, 3) evaluación de la información obtenida (valoración), 4) análisis, 5) publicación y 6) conservación de materiales y documentación asociada. La “fase 6” es un problema no siempre contemplado, tratado y/o de fácil resolución. Desde otro lugar, la incertidumbre puede ubicarse como el pasaje de “registro material recuperado por la arqueología” a “bien del patrimonio cultural” (Endere 2000). Los actuales estándares internacionales de conservación son “exigentes” y llegar a ellos es una tarea que demandará años de trabajo e inversión. Sin embargo, en el mientras tanto, ¿qué hacer? En ese contexto es que planteamos intervenciones sobre las colecciones de relativamente bajo costo y que tiendan a mantener su integridad y minimizar su futuro daño (estabilización, de acuerdo con Peretti y Baxevanis 2004). Se trata, de alguna manera, de plantear etapas (Peretti comunicación personal). La conservación del patrimonio aparece como un tema donde están involucrados muchos actores (administradores, profesionales, técnicos, investigadores, docentes y los ciudadanos). Los escenarios son múltiples (niveles municipales, provinciales, nacionales y también de propiedad privada). Además no siempre se habla en “el mismo idioma” (códigos, tiempos de respuesta de cada actor, así como interés y prioridades). La situación en que se encuentra el registro biológico humano - al igual que el resto del registro arqueológico- de Patagonia es poco conocida. En el contexto socio-económico de las pasadas décadas, algunas instituciones han llegado al presente sin contar con las condiciones mínimas de espacio y atención para sus colecciones. Asimismo, en muchos casos dichas instituciones se han convertido en “lugares de exposición compulsiva”. Desde nuestra perspectiva, si tuviéramos que comparar un museo con un banco, el depósito sería la “caja fuerte” donde se guarda nuestro pasado. El caso del registro biológico humano puede ser considerado como especial en muchos sentidos. Uno de ellos es que justamente su exposición es discutida por distintos sectores de la sociedad. En términos generales, estamos de acuerdo en no exponer huesos humanos. Pero entendemos que no se trata de oponerse sino de ofrecer alternativas. En 2004 y 2005 trabajamos en una asesoría técnica solicitada por el Museo Regional “Carlos Borgialli” de la Municipalidad de Puerto Santa Cruz (Santa Cruz), que fue solicitada por las autoridades provinciales. Uno de los resultados fue la elaboración de un material gráfico donde se formulan y contestan preguntas tales como: ¿Qué información pueden darnos los huesos? ¿Cómo se determina la edad y el sexo por medio por medio de ellos? ¿Qué marcas pueden dejar diferentes actividades cotidianas? Este material de exposición, titulado “El pasado es de todos y no de quien lo encuentra”, intentó ser una respuesta a las inquietudes de las autoridades y la comunidad por saber más (Figura 3). Creemos que es necesario canalizar el interés de las comunidades locales por conocer acerca de los restos humanos del pasado y orientarlo hacia su conservación. (Figura 3, página siguiente) Otro ejemplo interesante, en el que tenemos simultáneamente en “riesgo” tres tipos de evidencia, es la Misión Salesiana de Río Grande en Tierra del Fuego, declarada Monumento Histórico. Aquí se iniciaron algunas acciones entre la provincia de Tierra del Fuego, la Misión Salesiana, el Centro Austral de Investigaciones Científicas del CONICET y nuestro proyecto, en relación al cementerio del momento de contacto europeo-aborigen, la documentación del cementerio y el depósito de Antropología Biológica del Museo Salesiano. A modo de síntesis, consideramos que es necesario dejar planteadas algunas reflexiones y preguntas. Como las excavaciones arqueológicas implican, en alguna medida, “destrucArqueología de la costa patagónica

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Figura 3. Póster elaborado y expuesto actualmente en el Museo Regional “Carlos Borgialli” de la Municipalidad de Puerto Santa Cruz (Santa Cruz). Fotografía cedida por Claudia Gabriela Aguilar.

ción”, tanto nuestros proyectos de investigación como los de otros colegas se han orientado y se orientan, a tratar de optimizar la información que es posible obtener de los materiales que fueron recuperados y que están en los museos e instituciones. Si uno de los factores que ponen en riesgo la conservación del registro somos los seres humanos, entonces quizás sea importante comenzar a formular una agenda acerca del tratamiento que se debería dar cuando los restos humanos aparecen en un lugar no esperado o fuera de contextos de investigación arqueológica. Creemos que, en general, estos son temas no resueltos y conflictivos que implican discutir aspectos legales relacionados con las prácticas de recuperación in situ de huesos humanos por personas no capacitadas para tal fin. Entre otras cosas, estas prácticas requieren no sólo poseer los conocimientos específicos para evaluar la antigüedad de dichos restos –si se trata de huesos humanos modernos o arqueológicos-, sino también tener en cuenta los múltiples aspectos vinculados a la conservación de los depósitos y sedimentos tratados en este artículo. Tanto la conservación de las colecciones como la identificación y monitoreo de sitios o sectores en “riesgo” requiere de la continuidad en las tareas y, por supuesto, inversión. En este sentido, afortunadamente durante los últimos años la temática de la conservación vinculada a los proyectos de investigación está comenzando a ser planteada.

AGRADECIMIENTOS

Los trabajos realizados y en curso son posibles gracias a los proyectos Ecología Evolutiva 246

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Humana en Patagonia Austral y Tierra del Fuego (PICT 04. 09929-2002-2004 y PICT 0413889 2005-2007) y el Convenio de Colaboración entre el Instituto Canario de Bioantropología del OAMC de Tenerife, España, y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Se agradece a la Sra. Palacio, técnica de CONICET, por sus aportes. Especialmente a Claudia Gabriela Aguilar por habernos permitido utilizar su foto de la figura 3 y su colaboración constante así como a las autoridades y personal de la Municipalidad de Puerto Santa Cruz y del Museo Regional Provincial de Río Gallego por su apoyo e interés por estos temas.

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