Guerrilla

  • November 2019
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RODOLFO WALSH Regresar a Inicio de Diario Mar de Ajó (el diarito)

Rodolfo Walsh Autor: Felipe Pigna Quién fue Rodolfo Walsh? Un periodista, un escritor, un militante, un intelectual que fue más allá de ese papel? "Fui lavacopas, limpiavidrios, comerciante de antigüedades y criptógrafo", decía él, queriendo alivianar esa imagen deshumanizada con la que se mira a los grandes humanos. Sin embargo, para entender la vida de Walsh es necesario dividirla en dos partes. " ´Operación Masacre` cambió mi vida. Haciéndola descubrí, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior", dijo el hombre, refiriéndose al libro que inició el movimiento periodístico-literario de la novela testimonial. Después de la frustración por la impunidad de la que gozaron los autores de los fusilamientos, Walsh ya no piensa en pedir justicia, sino observar que, además de permitir obtener datos y establecer la mecánica de sucesión de ciertos hechos, la investigación se ocupa de hechos límites que movilizan y ponen en cuestión compromisos, actos, ideas. La masacre de José León Suárez fue la perfecta culminación de un sistema; el caso Rosendo García desnuda la esencia del vandorismo; el asesinato de Satanowsky proyecta luz sobre el funcionamiento de los servicios de informaciones y su conexión con los grandes diarios. Osvaldo Aguirre Antes de "Operación Masacre" Walsh se había criado en el seno de una familia conservadora, de ascendencia irlandesa. Estudió en un colegio de monjas irlandesas y estuvo interno en una congregación de curas también irlandeses. "Tengo una hermana monja y dos hijas laicas", se reía. A los 17 años comenzó a trabajar en la Editorial Hachette como traductor y como corrector de pruebas, y a los 20 comenzó a publicar sus primeros textos periodísticos. En 1953 publicó su primer libro de cuentos, "Variaciones en rojo", con el que había ganado el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires. Cuando se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, Walsh estaba trabajando en la compilación de cuentos de la Editorial Hachette. Una tarde de 1956, jugando al ajedrez en un bar de la Plata escuchó la frase "Hay un fusilado que vive". Nunca se le fue de la mente. A fines de ese año, comenzó a investigar el caso con la ayuda de la periodista Enriqueta Muñiz, y se encontró con un gigantesco crimen organizado y ocultado por el Estado. Walsh decidió recluirse en una alejada isla del Tigre con el seudónimo de Francisco Freyre, y con la única compañía de un revolver. El 23 de diciembre Leonidas Barletta, director de Propósitos, denunció, a pedido de Walsh, la masacre de José León Suárez y la 1

existencia de un sobreviviente, Juan Carlos Livraga. El resto es historia conocida. Walsh EN CUBA Antes de partir a Cuba, publicó el Caso Satanowsky, en donde evidenció que matones de la SIDE asesinaron al abogado Marcos Satanowsky debido a oscuros intereses en torno a la propiedad del diario La Razón, y en cuya investigación da con los culpables. En Cuba fundó la agencia Prensa Latina junto con su colega y compatriota Jorge Mascetti. Había decidido que no sería nunca más un simple observador privilegiado del mundo, sino que quería formar parte activamente de él: como jefe de Servicios Especiales en el Departamento de Informaciones de Prensa Latina, usó sus conocimientos de criptógrafo aficionado para descubrir, a través de unos cables comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA. A Cuba fue Walsh a respirar un poco de aire libre. Sus experiencias amorosas con prostitutas cubanas fueron para él también actos de liberación. "... Después de vestirnos le digo cuánto es?, porque ella tiene que seguir trabajando, y ella dice "lo que quieras", pero cuando le doy cinco pesos se sonríe un poco y dice "tan poco?". Entonces invento cualquier argumento, porque no estoy resuelto a darle más, porque ahora no quiero ser engañado, ya la jauría del remordimiento y la vergüenza galopa a mis espaldas. Apenas salimos me desahogo de ella lo más pronto que puedo, y es entonces cuando empiezo a preguntarme si me habrán visto, si ella era linda o era un monstruo, y qué habrían dicho en la agencia si me vieran con una muchacha tan negra. Sí, me siento culpable de este gran acto de liberación..." Walsh ESCRITOR Rodolfo Walsh tuvo una tortuosa relación con la literatura, luego de haberse definido como marxista. (Soy lento, he tardado quince años de pasar del mero nacionalismo a la izquierda) Después de publicar ¿Quién mató a Rosendo? dijo: " las cosas cambiaron realmente en 1968, cuando la política lo ocupó todo. Entonces empecé a ser un escritor político. Mis ideas sobre la novela han cambiado" A Walsh le faltaba la novela para consagrarse como escritor. Pero después de Operación Masacre, y de su estadía en Cuba, decidió que ya en Argentina no podía desvincularse la literatura de la política. El ya había decidido. "Empiezo a asimilar lo básico del marxismo y mi ´nivel de conciencia` es hoy bastante mayor. No aceptaría hoy incluir una cita de un bufón como Manucho (Manuel Mujica Láinez) en la contratapa de un libro ( se refiere a Un kilo de oro), ni vacilaría en rechazar una beca en USA, etc." La novela era, para Walsh, algo así como la representación de los hechos. " Yo prefiero su simple presentación. (...) Eso quiere decir que la novela es lo difícil de decir, lo que se resiste a ser dicho? Lo que me compromete más a fondo? Otra variante que he pensado es que la novela es la última forma del arte burgués, y por eso ya no me satisface". Ese mismo año, en Madrid Perón le presenta a Raimundo Ongaro, Secretario General de la CGT de los Argentinos, y el 1 de mayo aparece el semanario CGT, que funda y dirige por expreso pedido de Perón.. En 1969 empieza a militar en el Peronismo de Base. "No le entiendo nada- dijo Ongaro luego de leer unos escritos suyos- ¿Escribe para los burgueses?" " Me molestó porque sé que tiene razón" escribió Walsh, luego de este hecho.

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Walsh militante En 1973 comienza a militar en la organización Montoneros con el grado de Oficial 2° y el alias de Esteban. Crea un sector del Departamento de informaciones de Montoneros, y será su responsable. Junto a su amigo, el poeta Francisco Paco Urondo, participa como fundador y redactor de Noticias. Este diario presentaba los puntos de vista de Montoneros. A principios de 1974 deja constancia por escrito sus diferencias de concepción, tácticas y estrategia con la cúpula de Montoneros, en un último intento de cambiar el rumbo, que, de seguir así, llevaba a una segura derrota. No es escuchado. "Nosotros le decíamos traidores a ellos, a los Vandor, a los Matera, a los Remorino. Pero los traidores éramos nosotros. Porque Perón siempre los apoyó a ellos." Bajo el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla, crea la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). "Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información." El 29 de setiembre de 1976 muere en un enfrentamiento su hija Vicki. Tenía 26 años, una hija y era militante de Montoneros. Muere también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas militares conjuntas. El 24 de marzo al cumplirse un año de la dictadura, envía su famosa "Carta Abierta de un escritor a la Junta militar" a las redacciones de los diarios, y nadie la publica. El 25 de marzo, entre las 13.30 y las 16, Walsh es secuestrado por un grupo de Tareas de la ESMA, comandado por el oficial de Inteligencia García Velasco. Sobrevivientes de la ESMA le acercaron a su hija Patricia Walsh una versión de lo sucedido. Según esa versión Rodolfo debía ser tacleado por el oficial de Marina y ex rugbier Alfredo Astiz, quien falló en su intento. Esto generó una momentánea confusión que permitió a Rodolfo gatillar el revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Así hirió a uno de sus agresores, que quedó rengo (a fines del 77 ese hombre fue galardonado con una medalla en una ceremonia secreta de la ESMA) El 25 de marzo de 1977 asesinan al hombre que decidió para siempre ser "fiel al compromiso de dar testimonios en tiempos difíciles" Fuentes: Ese hombre y otros papeles personales. Seix Barral. Edición a cargo de Daniel Link. Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Alianza Editorial. Edición a cargo de Jorge Lafforgue. Revista Vde Vian. Notas de Rodolfo Baschetti y Osvaldo Aguirre.

Libros publicados por Rodolfo Walsh: • • •

Variaciones en Rojo. Hachette1953; De la Flor 1985. Operación Masacre, un proceso que no ha sido clausurado. Sigla, 1957 Operación Masacre y el expediente Livraga. Con la prueba judicial que conmovió al país, 3

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Continental Service, 1964 Caso Satanowsky, Verdad, 1958. De la Flor agrega en 1986 un prólogo de Horacio Verbitsky . Los oficios terrestres, Jorge Alvarez, 1965 Una granada. La batalla. Jorge Alvarez, 1965. de la Flor, 1988 Un kilo de oro. Jorge Alvarez, 1967 ¿Quién mató a Rosendo? Tiempo Contemporáneo, 1969 Un oscuro día de Justicia. Siglo XXI, 1973

Recopilaciones póstumas • • • • • • • • • • •

Obra literaria completa. México. Siglo XXI, 1981 Rodolfo Walsh y la prensa clandestina 1976-1978. Ediciones de la Urraca, 1985. Cuento para tahúres y otros relatos. Puntosur, 1987. Reeditado por De la Flor en 1996. Yo también fui fusilado, Vuelve la secta del gatillo y la picana y otros relatos. Los libros de Gente Sur, 1990 La máquina del bien y del mal. Clarín – Aguilar, 1992. Cuentos. Biblioteca Página/12, 1993 Rodolfo Walsh vivo. De la Flor1994. compilación y prólogo de Rodolfo Baschetti. El violento oficio de escribir. Obra periodística(1923-1977) Espejo de la Argentina/ Planeta, 1995 Ese hombre y otros papeles personales. Seix Barral, 1996. Recopilación a cargo de Daniel Link Semanario CGT. Página/12- Univ. De Quilmes. 4 libros de 86 páginas Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Alianza Editorial,1999

fuente:, Felipe Pigna,

Rodolfo Walsh Carta abierta a la Junta Militar

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones

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convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron. Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentína. 2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.1 Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.2 Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido. 3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga. Extremistas que pan fletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción 5

internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras. Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos. Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam. El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.3 Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento. Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.4 El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno. 4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.5

Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su 6

autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.6 Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora. En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.8 La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay.9 La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas. Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales. A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".10 5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos

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coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13 Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización". Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe. Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentína donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar. 6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.

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Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14 El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos". Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles. Rodolfo Walsh, C. I. 2845022 Buenos Aires, 24 de marzo de 1977. 1

Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de "liberados" que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas. 2

El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba". 3

"Cadena Informativa", mensaje Nro. 4, febrero de 1977.

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Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba, 9

monseñor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Angel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga". 5

En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000. 6

Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.

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"Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27. 8

El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por "La Opinión" el 3-10-76 admitió que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo". 9

El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en septiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2-5-76. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2-6-76, después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo acusó de "simular" su secuestro. 10

Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según "La Razón" del 12-6-76. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977. 11

Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más. 12

Diario "Clarín".

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Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales. 14

Prensa Libre, 16-12-76.

Rodolfo Walsh

LOS AÑOS SESENTA Y SETENTA

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Entre 1960 y 1970 tuvo lugar un cambio cultural profundo en la Argentina, en cierto modo contradictorio, porque si bien la sociedad se puso a tomo con las nuevas modalidades culturales de liberalizar las costumbres, de informalidad e individualismo, por otra parte los movimientos de protesta juvenil se tiñeron de autoritarismo. La juventud politizada despreciaba el consenso democrático y intentaba a los gobernantes militares con métodos violentos que contribuían a generar más represión. Alrededor de 1960 se consolida una etapa muy prolongada de bienestar y crecimiento económico a escala mundial, “los años dorados”, la transformación social mayor, más intensa, rápida y universal de la historia de la humanidad”, según Hobsbawm. Sus efectos llegaron también a la Argentina. Líder de esta época fueron el presidente Kennedy con su tesis de “la nueva frontera”, que propuso a la sociedad norteamericana alcanzar las regiones no exploradas de la ciencia y el espacio y ponerles fin a la discriminación y la miseria; Martin Luther King, símbolo de la lucha contra la discriminación racial, asesinado en 1968; el papa Juan XXIII quien convocó al Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) para "aggiornar" a la Iglesia Católica y comenzó el diálogo ecuménico con los hermanos cristianos separados; el general Charles de Gaulle, expresión de la identidad de Francia. El "estado de bienestar" y la planificación estatal fueron aplicados en la mayoría de los países, fueran éstos capitalistas, socialistas o tercermundistas. La seguridad y la asistencia social, la educación, los problemas de las minorías y el desempleo, se convirtieron en cuestiones que el Estado debía resolver con recursos públicos. Países europeos escasamente desarrollados, como era el caso de Italia, dieron el gran salto hacia la prosperidad mediante una hábil combinación de estrategia industrial y turismo de masas. España seguiría pronto ese mismo camino. Más tarde avanzaron por la senda del desarrollo las naciones del sudeste asiático. Ésta fue asimismo la época en que los países del llamado Tercer Mundo, recientemente descolonizados, se agruparon en el Movimiento de No Alineados (Conferencia de Bandung, 1955). Sus dirigentes, Jawaharlal Nehru (India), Gamal Abdel Nasser (Egipto), Achmad Sukarno (Indonesia) y el mariscal Tito (Yugoslavia), si bien simpatizaban con la URSS, pretendían acudir al bloque capitalista o al comunista según sus necesidades de desarrollo y de defensa. En 1969 Estados Unidos ganó la carrera espacial que corría con la URSS y en la que invirtió ingentes recursos durante más de una década: con admirable precisión científica la nave Apolo XI depositó al astronauta Neil Armstrong sobre la superficie lunar en un paseo espacial proyectado por las pantallas de TV en todo el mundo. Pero la política exterior de Washington sufrió una dura derrota en el sudeste asiático, en la guerra de Vietnam, donde el ejército del Viet-Gong (comunistas), sostenido por la China de Mao Tse Tung, venció a las fuerzas de Vietnam del Sur, apoyadas por EE.UU. Esto ocurrió en 1975, pero desde no menos de siete años antes las dificultades generadas por el conflicto aceleraron una serie de cambios culturales e ideológicos. Parte de la juventud norteamericana se negó a alistarse en el Ejército. Los universitarios justificaron su actitud en la filosofía hedonista del alemán Herbert Marcuse, docente en la Universidad de Berkeley. La informalidad en la ropa, la liberación sexual, el feminismo y el pelo largo forman parte de la revolución pacífica de los hippies, simbolizada en las flores y en el uso de alucinógenos. "Hagamos el amor y no la guerra" era la nueva consigna. Otra vertiente del estudiantado leía y asimilaba las consignas revolucionarias del Libro Rojo de Mao y se identificaba con Ernesto “Che" Guevara, el argentino que murió en Bolivia en 1967 cuando intentaba instalar un foco guerrillero en la selva. La suma de las rebeldías juveniles tuvo su emblema en la movilización de los estudiantes y obreros de París, el Mayo francés, que en 1968 estuvo a punto

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de derribar al presidente De Gaulle. Ese fue el punto de inflexión de una serie de creencias y costumbres que colapsaron entonces, como la autoridad paterna y la obediencia a las normas de las iglesias establecidas. Pero en la Europa del Este, la “primavera de Praga” que buscó liberar a Checoslovaquia de la dependencia de Moscú concluyó dramáticamente con la llegada de los tanques rusos para restablecer el orden en los países del Pacto de Varsovia. En América latina, la protesta de los estudiantes mexicanos en la plaza de Tlatelolco, en reclamo de cambios políticos, terminó en una masacre ordenada por el gobierno. Por otra parte, las guerras tribales y las pavorosas hambrunas que azotaron distintas zonas de África indicaban asimismo las dolorosas cuestiones que la descolonización había dejado pendientes. En la Argentina las costumbres se aflojaron en el curso de los años sesenta. La gente se adaptó como pudo a los nuevos modelos. El cambio afectó especialmente a las mujeres y a los jóvenes de clase media. Ellas se reducían sus polleras a proporciones mínimas, se soltaban el pelo, ingresaban a la Universidad, trabajaban fuera del hogar, eran más permisivas en su conducta sexual y controlaban la natalidad asistidas por técnicas modernas. En 1970, constituían el 25% de la fuerza labora, con mayoría en la docencia primaria y secundaria y en enfermería; el 34% de los empleados administrativos y el 45% de los jefes y supervisores calificados. Sin embargo, la discriminación salarial subsistía y la presencia femenina era escasa en los cargos directivos. Por otra parte, en los gobiernos constitucionales de la época hubo menos representantes mujeres que en 1952. Los jóvenes tenían ahora sus modelos propios, tomados de sus pares y no de los adultos. Sus padres los estaban educando apoyados en los consejos de los psicoanalistas para que no se les coartara la libertad. Imitaban a las juventudes inconformistas del Primer Mundo, de ropa colorida y pelo largo, y adoptaban la revolución musical y mediática de los Beatles ingleses (1962) y otros conjuntos de rock. Se pensaba que los jóvenes nunca tenían la culpa, sus padres sí. La pareja divorciada y vuelta a casar era la nueva realidad de las clases medias. En la Argentina era impensable todavía una ley de divorcio, pero el artículo 67 bis del nuevo Código Civil simplificaba el trámite, si bien no autorizaba legalmente una nueva unión. Las ocupaciones de la mujer fuera del hogar provocaron el crecimiento explosivo de la matricula de los jardines de infantes. Paralelamente al leve aumento del promedio de vida, hubo más población de la tercera edad. Los problemas insolubles en materia de jubilaciones revelaban que una cosa era el estado de bienestar en Suiza o en Alemania Federal y otra muy distinta en Sudamérica. Contar con la jubilación de un país europeo rico se volvió el "sueño del pibe" del antiguo emigrante. Para paliar los problemas de la ancianidad, el ministro de Bienestar Social, Francisco Manrique, creó en 1971 el Instituto Nacional de Jubilados (PAMI) que funcionó bien en una primera etapa. La Argentina conservadora, anterior a 1943, había sido dominada por la clase alta tradicional de estancieros y profesionales que impusieron su estilo y sus gustos. Prosperaba por debajo de ésta una clase media cuya amplitud distinguió a la sociedad argentina de la latinoamericana, en la que la brecha se abría entre una minoría de muy ricos y una mayoría de muy pobres. El peronismo (19431955) exaltó a la clase obrera sindicalizada, cuyo nivel de vida mejoró proporcionalmente más que el de los sectores medios. En los sesenta, el valor social de la gente de ingresos medios parece interesar más al mercado.

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Este sector tiene acceso entonces al simpático Citroén y al Fiat 600 (apodado "Fitito"), al departamento en cuotas y al veraneo en Mar del Plata o en el balneario más informal de Villa Gesell. Ya no viaja en tranvía, medio de transporte que se suprimió en 1962, sino en colectivo o en auto particular. Los que vivían en Buenos Aires soñaban con mudarse al centro, en un proceso inverso al de comienzos de siglo, cuando los inmigrantes se fueron de los conventillos a los barrios. En la década de 1960, el supermercado empieza a competir con el almacén de la esquina; pero todavía la tarjeta de crédito se reservaba para los “ejecutivos” de empresas, personajes rodeados de cierto halo de prestigio, promovido por los chistes de la revista Tía Vicenta. La gente media se veía reflejada en la amplia oferta de consumos culturales, libros, revistas, películas, espectáculos y programas de TV. Por una cuestión de identidad, estos sectores consumían discos y casetes de música folklórica: la voz de Mercedes Sosa, el piano de Ariel Ramírez, la guitarra de Falú, el charango de Jaime Torres y la poesía de Atahualpa Yupanqui. En la televisión abundaban las peripecias del típico hogar de clase media baja que se reunía a comer los ravioles caseros cada domingo. Hacia 1970, la audiencia de TV era masiva e incluía a los sectores de bajos ingresos. Se instalaban revistas policiales, deportivas, de chimentos y fotos de actualidad de investigación y opinión. En 1966 una sola editorial publicaba 1.640.000 ejemplares mensuales de revistas. El libro argentino fue best-seller. Entre los más vendidos figuraban los que respondían ala búsqueda de identidad cultural de los sectores medios: Buenos Aires, vida cotidiana y alineación, de Juan José Sebreli (1964), Los que mandan, de José Luis de Imaz, el medio pelo en la sociedad argentina, de Arturo Jauretche (1966) y las novelas de Manuel Puig, Beatriz Guido, Silvina Bullrich y Marta Lynch, entre otros autores preferidos del público. “Actualmente un buen escritor argentino se vende tanto o más que uno europeo o norteamericano. No nos podemos quejar”, dice en 1964 Ernesto Sábato, autor de sobre héroes y tumbas, uno de los libros más admirados en los 60. Por cierto que, como observa Andrés Avellaneda, un rasgo maduro de la literatura argentina es que por primera vez los autores nacionales -Borges, Cortázar- sustituyen a los extranjeros en la búsqueda de maestros y de referencias. Y quizás también por primera vez en la historia cultural argentina, estaban de moda los escritores latinoamericanos. Se leían ficciones de Mario Vargas Llosa, Jorge Amado, Alejo Carpentier. El primer suceso editorial del colombiano Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, fue publicado por una editorial argentina en Buenos aires. Autores nacionales como María Granata. Los viernes de la eternidad, y Héctor Tizón, Fuego en Casabindo, se inscribieron en la corriente literaria del “realismo mágico”.

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La historia tenía públicos amplios siempre que se ocupara de temas polémicos y de hechos contemporáneos. Félix Luna, uno de los historiadores más leídos, comenzó a editar la revista de divulgación Todo es Historia (1967). En las Universidades y en centros como el Instituto Di Tella, trabajaban investigadores formados en la corriente de la historia económica y social: Tulio Halperin Donghi, Ezequiel Gallo, Roberto Cortés conde, Francis Korn y Carlos Sempat Assadourian, entre otros. Pero los libros de historia nacional que más contribuyeron a moldear a la sociedad, en el marco de la teoría de la dependencia divulgada por Fernando Enrique Cardoso y E. Faletto, fueron los textos de Juan J. Hernández Arregui, José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos, estos últimos en varios tomos accesibles a cualquier bolsillo.

LOS SACERDOTES DEL TERCER MUNDO

Aunque todavía no se haya finalizado en detalle la repercusión del Concilio Vaticano Segundo en la Argentina, puede decirse que hacia 1965 empezaron a cumplirse las nuevas normas de la vida religiosa: la misa rezada en castellano de cara al pueblo, las concelebraciones, los bautismos comunitarios y los cursillos prematrimoniales. Los sacerdotes ataviados con clergyman, en vez de la sotana tradicional, provocaban al principio cierto asombro, dice Páez de la Torre con referencia a Tucumán en los sesenta. Hubo asimismo una vertiente religiosa posconciliar de fuerte contenido social, orientada al trabajo social y espiritual en las zonas marginales, misiones rurales y villas miseria del cinturón industrial. Esto era consecuencia del Sínodo (reunión) de Obispos católicos en Medellín (Colombia, 1967) donde se denunció al imperialismo y neocolonialismo de las ricas naciones industriales de Occidente y se decidió que la Iglesia tomara la opción preferencial por los pobres, es decir, que volviera a las enseñanzas del Evangelio y rechazara la asociación con las clases adineradas. En 1967 se formó en la Argentina el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, con unos 500 adherentes, el 9% del total de sacerdotes que ejercía su ministerio en el país. La designación de obispos en las nuevas diócesis argentinas durante el pontificado de Pablo VI, sucesor de Juan XXIII, favoreció a las corrientes progresistas del clero joven. Este se rebeló abiertamente en varias diócesis. Por otra parte, numerosos sacerdotes en desacuerdo con el celibato eclesiástico abandonaron los hábitos y contrajeron matrimonio. Así, mientras la Iglesia ganaba prestigio en la nueva izquierda, entre los trabajadores y en la juventud, perdía autoridad en los sectores conservadores. Hacia 1970, el clero tercermundista rechazaba el compromiso del cardenal Caggiano y de la jerarquía con el régimen militar y se identificaba con el peronismo aunque hubiera distintos grados en su adhesión o rechazo de la lucha armada para cambiar las situaciones de injusticia.

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LA CULTURA DEL CAMBIO

Los sesenta fueron los años en que la vanguardia artística pasó por el centro de artes visuales del Instituto Di Tella en la calle Florida. Su director, Enrique Oteiza, se empeñó en reunir allí teatro, música, plástica, expresiones audiovisuales y diseño. Los alegres happenings en que el público era invitado a participar, la “Menesunda”, ideada por Marta Minujin, y otras expresiones, trajeron a la Argentina el pop art de los anglosajones, rompieron jerarquías, mezclaron materiales, incorporaron la tecnología y convirtieron el arte en “noticia” en las revistad de moda. Pero la vanguardia, además de jugar con estas novedades, tuvo una visión artística de la protesta social. Berni partía de los desechos del mundo industrial, chapas, restos de telas, para mostrar la otra cara de la industrialización y de la cultura del consumo. Los artistas fueron más allá en la búsqueda de la identidad nacional y latinoamericana. En la muestra “Homenaje a Vietnam” (Galería Val riel, 1967) y especialmente en “Tucumán arde”, realizada en la sede de la CGT de los Argentinos en rosario, con participación de artistas sociólogos, se buscó una “estética del compromiso”. El arte no debía ser elitista, debía invadir todos los espacios y no limitarse a las salas de un museo; “Arte e ideología” organizado por el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) en la plaza Arlt (Buenos Aires, 1972), dentro de estos nuevos parámetros culturales, fue clausurada porque aludía a los fusilamientos de guerrilleros ocurridos en Trelew. Muchos artistas pasaron a la acción directa en esos años, otros se volcaron a un perfil inspirado en las fuentes del arte latinoamericano. Entre tanto se desvalorizada la obradle Instituto Di Tella, acusado de “servilismo” a las modas internacionales. La prestigiosa institución cerró sus puertas en 1970, sin haber podido insertar el arte argentino en el circuito internacional a pesar de los esfuerzos realizados. Tampoco estaba en condiciones de sostenerse económicamente por la mala situación de la empresa que lo financiaba. Hacia 1970 el gradualismo había sido dejado de lado. La militancia antiimperialista pautaba todos los aspectos de la vida cultural en el marco de la revolución del general Velasco Alvarado en el Perú (1969), que realizó una profunda reforma agraria, de la llegada al poder en Chile de la Unidad Popular, de la presidencia del general Torres en Bolivia, y del activismo de las organizaciones subversivas argentinas y uruguayas. Los jóvenes intelectuales que aspiraban a convertirse en “cuadros” de las organizaciones políticas, admiradores del “Che” y de Mao, leían a los ensayistas tercermundistas, el uruguayo Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América latina), los brasileños Paulo Freire (Pedagogía del oprimido) y Darey Ribeiro, el teórico de la independencia de Argelia, Franz Fanon (los condenados de la tierra y la chilena Marta Harnecker (Para comprender el marxismo).

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La militancia juvenil peronista condenaba a “los propietarios de la cultura, ‘los culturosos’ de la oligarquía y las clases medias que se consideraban los únicos capaces de comprender la cultura”. Ahora los premios otorgados por la Casa de las Américas (La Habana) se seguían con el mismo fervor con que poco antes interesaban los de las editoriales locales. Leer el suplemento del diario La Opinión dirigido por Timerman (1971) era una definición cultural de progresismo, aunque esta publicación respondiera al jefe del ejército, Lanusse. La revista Crisis (1973-1976), dirigida por Galeano, consagró a los autores “nacionales”. En la facultad de Filosofía y Letras, un grupo de sociólogos peronistas impulsó las “cátedras nacionales” contra la “colonización cultural”. Por su parte los escritores “proimperialistas” del grupo Sur, siempre vigentes por su calidad literaria indiscutida, daban también prueba de un nuevo tono realista, como es el caso de Borges (El informe de Brodie, 1970) y de Bioy Casarees (Diario de la guerra del cerdo). Los hechos de la crónica política contemporánea aparecerían en las novelas de Juan José Manauta y Roger Plá, entre otros autores de ficciones. La politización en el cine tuvo su expresión más característica en el documental La hora de los hornos (1968), de Osvaldo Getino y Fernando Solanas, que fue prohibido por u contenido peronista y revolucionario pero que se exhibió en circuitos alternativos, clubes de barrio, centros de estudiantes y sindicatos. También el cine comercial pasó de filmar películas históricas estereotipadas, como el Santo de la espada (Torres Nilsson, 1970), a la recuperación de la memoria prohibida en La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1973), sobre libro de Osvaldo Bayer. El film trataba la represión de las huelgas de la Patagonia en 1921 en escenas de crudo realismo. Hacia 1973, cuando el peronista Héctor Cámpora fue electo presidente de la República, el pensamiento dominante calificaba a todo lo que no fuese militancia por la liberación nacional como una frivolidad y una pérdida de tiempo. Decía el cura tercermundista Carlos Mugica: “Es necesario socializar la cultura; los villeros deberán opinar por ejemplo sobre la marcha de la Universidad”. Julio Cortazar, quien admiraba a la Cuba de Fidel Castro y donaba sus derechos de autor a las causas de la liberación, viajó de París a Buenos Aires para presentar su obra Libro de Manuel, ambientada en el clima proguerrilla de esta época. En un reportaje publicado en Crisis, Cortázar manifestó su preocupación porque la juventud “cree que el 25 de mayo de 1973 -día fijado para la entrega del poder a Cámpora- v a entrar un una especie de Jauja”. Consideraba que el escritor que habría un despertar bastante triste, porque la tendencia argentina a delegar responsabilidades podía resurgir en cualquier momento, tanto como la de culpar al gobierno de todos los males que ocurrían. Confiaba sin embargo ñeque se aprovechase esta oportunidad única para conseguir lo que no se logró en 1946: que científicos e intelectuales se decidieran finalmente al diálogo con la masa obrera, algo que no había sido posible ni siquiera en el París de 1968 entre trabajadores y estudiantes. “Los horrores de los años setenta se estaban incubando en la confusión inexplicable en que se debatía la década del 60, cuando la revolución aparecía indisolublemente entremezclada con la reacción (...)cuando la apertura hacía ideas renovadoras se combinaba con el nacionalismo más anacrónico; cuando –en fin- entraban en bancarrota los valores de las décadas anteriores sin que se consolidaran otros”, opina Sebreli, un intelectual interesado en la observación de los fenómenos contemporáneos.

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EL CORDOBAZO Y LA TRIPLE A

La aceleración de la historia no concedió tiempo para entablar diálogos de la cultura. La organización parapolicial Triple A comenzó sus acciones de “limpieza” contra artistas e intelectuales en 1974, en pleno gobierno peronista. Esto, sumado ala crisis económica, afectó irreparablemente la creación cultural. El silencio, la autocensura o el exilio serían la única forma de preservarse en la sucesión de hechos de violencia que castigaron al país en los setenta. El “apagón cultural” que siguió después contribuyó a profundizar la decadencia argentina, en épocas en que el progreso del mundo dependía más que nunca de la investigación científica y de la creación cultural. Ese fue el corolario doloroso de las utopías redentoras y de las esperanzas de una época ilusionada. Cuando el régimen militar, al verse sin posibilidad de asegurar la paz interior, comenzó a retirarse. Perón volvió a ocupar el primer lugar en el escenario político. Para evitar el fracaso de las Fuerzas Armadas, el general Lanusse, el nuevo caudillo de la Revolución Argentina, desafió a Perón. El general Levingston, designado presidente de facto en junio de 1970, debía gobernar de acuerdo al as indicaciones de Lanusse, la figura dominante de la Junta Militar. Pero pretendió desarrollar su propio proyecto, “argentinizar” el proceso de crecimiento económico y estimular la industria mediante la consigna “compre nacional”, aplicada por las empresas estatales. Préstamos a bajo costo a la industria y aumentos de salarios formaban y parte de un plan destinado a ganarse a las bases sociales y popularizar al gobierno. Entre tanto e titular de Interior intentó un acercamiento a los partidos políticos. Sólo encontró respuesta favorable en algunas fuerzas provinciales. Las grandes fuerzas populares, todavía oficialmente prohibidas, le dieron la espalda: radicales, peronistas, conservadores populares, socialistas, democristianos y demoprogresistas prefirieron reunirse en un foro permanente. La Hora del pueblo, para presionar al gobierno hacia una salida electoral. Jorge Paladino, delegado de Perón, impulsaba esta iniciativa, de común acuerdo con Balbín. La inflación recrudeció. Los capitales extranjeros que habían venido atraídos por la garantía que representaba el Plan de Estabilización de Krieger Vasena se fueron del país temerosos del reverdecer del nacionalismo y de la intranquilidad social: los 349 actos de violencia política cometidos en 1969, sumaron 443 en 1970 y 619 en 1971. Esto era sólo el comienzo de una escalada dramática que convirtió a la Argentina en un país de alto riesgo. Cuando el gobierno normalizó la CGT, Perón logró que se eligiera para el estratégico cargo al metalúrgico José Rucci, cuya lealtad descontaba. La central obrera puso entonces en marcha una serie de pasos generales que afectaron no sólo el cordón industrial de las grandes ciudades sino también el transporte, la educación y los servicios.

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La situación social empeoró. La larga huelga de los trabajadores de El Chocón-Cerros Colorados fue apoyada por la población y por el obispo De Nevares, que era tercermundista. Hubo puebladas y movilizaciones de obreros y estudiantes en Catamarca, Tucumán, Salta, Mendoza, Cipoletti. En tales casos se declaraba zona de emergencia y el jefe militar local tomaba el control del área afectada. Como el gobernador de Córdoba había afirmado que le cortaría la cabeza de un solo tajo “a la serpiente marxista infiltrada entre los cordobeses”, el humor local denominó “Viborazo” a la movilización popular que lo forzó a renunciar. Este “Cordobazo” a escala menor afectó al gobierno nacional. Pero Levingston, aunque se veía desbordado, no aflojaba en sus planes de largo plazo. El 23 de marzo la Junta de Comandantes le pidió la renuncia. Concluía así el segundo turno de la Revolución Argentina. Alejandro Agustín Lanusse (1918-1996), si bien no tenía fortuna personal, pertenecía a la clase alta tradicional. Era un antiperonista de toda la vida; pasó años preso en un penal de la patagonia por conspirar en 1951; como jefe de granaderos participo de la conjura palaciega contra el general Lonardi; integró en los sesenta el ala “liberal” del “ejército azúl” y cuando ocupó la jefatura del arma desplazó a los oficiales nacionalistas. Se lo acusaba de haber reprimido tardíamente el Cordobazo a fin de desprestigiar a Onganía. Lanusse compensaba ese historial de zancadillas e intrigas con un indiscutido arrojo personal. Sabía dar órdenes y hacerse obedecer y tenía amistades tanto en la elite como entre los boxeadores y los sindicalistas. Al asumir la presidencia ratificó su adhesión al sistema de gobierno democrático y representativo y se reservó la iniciativa dentro de la Junta. Sus compañeros de la Armada y la Aeronáutica debían conformarse con controlar sus actos. La designación como ministro del Interior de Arturo Mor Roig fue la señal de la apertura política. Este afiliado radical, presidente de la Cámara de Diputados (1963-1966) y hombre de confianza de Balbín, anunció el cese de la proscripción de los partidos. Pero la apertura no favoreció al radicalismo, como esperaba el gobierno, sino a Perón. Éste se fortaleció a medida que el país se hundía en la violencia. Los generales Lanusse y Perón ocuparon la primera plana de la política. Observa Liliana de Riz que, aunque representaran a dos tendencias antagónicas, compartían el mismo diagnóstico: la crisis de legitimidad volvía al país ingobernable. Lanusse aspiraba a la presidencia constitucional. En la consecución de sus planes, el presidente de facto pretendió que Perón desautorizara a la guerrilla. El líder justicialista no le hizo caso: más que el salvataje del gobierno militar le interesaba ahora la reparación histórica. Quería volver como el nuevo mesías, recuperar el grado de general y los bienes confiscados por la "Libertadora". Por eso acicateaba a la guerrilla en lugar de apaciguarla como quería Lanusse y adoptaba en sus declaraciones el lenguaje de Mao o de Fidel para afirmar que el peronismo era el "socialismo nacional".

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A fin de combatir el peso de los años, Perón hacia yoga y caminatas por Madrid. Paulatinamente al deterioro de su salud y al deseo de que le solucionaran sus problemas domésticos, dejó el control de la residencia de Puerta de Hierro en manos de su esposa y del misterioso secretario privado, José López Rega, dueño de ciertos "poderes"'. A mediados de 1971 Lanusse negoció la entrega del cadáver de Evita, secuestrado en 1955 y desde entonces enterrado en un sitio desconocido. Este trato, dado a publicidad por Perón, provocó un brote de rebeldía del sector más "gorila" del Ejército que afortunadamente no prosperó. Lanusse pudo anunciar entonces que en 1973 habría elecciones nacionales sin proscripciones. Entre tanto, con el objetivo de descomprimir la situación, el gobierno militar llevó adelante una política económica permisiva y de corto plazo, ejecutada por un ministerio permeable a las presiones de las fuerzas empresarias y sindicales: las huelgas salvajes terminaban en aumentos de salarios que se trasladaban de inmediato a los precios; nada evitaba la caída del salario real; los capitalistas, en lugar de invertir, sacaban ganancias aprovechando las diferencias entre la cotización del dólar oficial y el dólar negro. Pero contra viento y marea había actitudes renovadoras, por ejemplo la apertura comercial y diplomática hacia los países del Tercer Mundo. Más discutible es el acuerdo con Chile para someter al arbitraje inglés la cuestión de limites en el canal Beagle. Asimismo se pusieron en marcha dos grandes emprendimientos de aporte estatal y privado: la planta de aluminio de ALUAR en Puerto Madryn y la de Papel Prensa en Misiones. Fueron logros considerables, aunque en el caso de las obras de ALUAR se denunciaron irregularidades.

LAS ORGANIZACIONES GUERRILLERAS

El pensamiento en los setenta se había radicalizado merced a la prédica de los sindicatos “clasistas" y del peronismo revolucionario de John William Cooke. Lo notable era ahora la apasionada inclinación por los métodos violentos de los jóvenes de clase media, provenientes en muchos casos de familias antiperonistas. "El deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución", sostenía Cristianismo y Revolución, periódico que preconizaba la "acción violenta" contra la “violencia institucionalizada" y que se editó entre 1966 y 1969. El Ejército Revolucionario del Pueblo, de raíces trotskistas, había sido fundado por Mario Roberto Santucho, un profesional santiagueño que actuaba en la Universidad de Tucumán. La acción del ERP pasó de los operativos de reparto a los villeros de alimentos confiscados a las multinacionales, a una serie de graves atentados, como el secuestro y asesinato del director general de la empresa FIAT Argentina, Oberdan Sallustro, y el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército (Rosario). 19

El ERP contaba con el apoyo de los tupamaros uruguayos y el MIR chileno cuando acometió la formación de un foco guerrillero en Tucumán, una provincia que se consideraba adecuada para seguir la recomendación del Che Guevara: "Crear uno, diez, cien, mil Vietnam en América latina oprimida por el imperialismo norteamericano". Por otra parte estaban las "formaciones especiales" peronistas: las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), fundadas por Roberto Quieto, admirador de Guevara; las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) inspiradas en el pensamiento de Cooke. Montoneros terminó absorbiendo a las otras organizaciones armadas del peronismo. Esta organización subversiva que se había propuesto devolver el poder a Perón estaba integrada por jóvenes de clase media, católicos y nacionalistas. Fue aconsejada por el padre Mugica antes de que éste rechazara la lucha armada como método político. El asesinato de Aramburu resultó una suerte de prueba iniciática que consagró a Montoneros como a combatientes dignos de respeto. A mediados de 1972 Lanusse sabia que la vuelta del peronismo era la mejor solución posible a los males argentinos, pero todavía imaginaba que podía condicionarla. Quería ahora acordar una candidatura a presidente que no fuera ni la suya propia ni la de Perón. Con ese propósito convocó al Gran Acuerdo Nacional (GAN), una iniciativa dirigida a los partidos, y a los sectores empresarios, financieros y laborales. Perón se burló de la propuesta. Lanusse informó entonces que todo aquel que estuviera radicado fuera del país después de agosto del 72 quedaría excluido como candidato al futuro gobierno. Desafió a Perón; en un recordado discurso; diciendo que “no le daba el cuero" para volver y afrontar la compleja situación argentina. Sin embargo, una vez transcurrida esa fecha, Perón anunció su regreso. Intuía que en la próxima contienda electoral el partido que más se diferenciase de los militares tendría mejores perspectiva de triunfar. Por eso designó secretario del movimiento justicialista a Juan Manuel Abal Medina, hermano del fundador de Montoneros, incluyó al joven Rodolfo Galimberti, otro "duro", en el Consejo Superior y utilizó al fiel Cámpora como delegado personal. En agosto de 1972 el clima político había alcanzado un clímax de violencia a raíz de la fuga de los jefes guerrilleros presos en la cárcel de Trelew. Santucho, Gorriarán Merlo, Quieto y otros más lograron llegar a Chile; los complotados que no pudieron huir; entre ellos Ana María, la esposa de Santucho, fueron fusilados en un simulacro de fuga en la base Almirante Zar. Hay indicios de que las organizaciones armadas contaban con simpatías de una parte significativa de la población muy sensibilizada por las denuncias sobre el uso de la tortura para reprimir a la guerrilla. Entre tanto seguían los secuestros, los asaltos de bancos, las puebladas y los asesinatos de policías y de oficiales de las Fuerzas Armadas: los almirantes Berisso y Quijada fueron ultimados para vengar a “los muertos de Trelew”.

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EL REGRESO DE PERÓN

Perón volvió al país en noviembre de 1972, diecisiete años después de su caída. Llegó en un vuelo especial desde Roma, con Isabel, López Rega y un grupo de políticos, curas, deportistas y gente de la cultura. Aunque no hubo multitudes para recibirlo, debido a las estrictas medidas de seguridad, la alegría de sus partidarios fue inmensa. Alojado en la localidad de Vicente López, se convirtió en el eje de la actividad política y en objeto de una suerte de peregrinaje popular. Tenía 77 años. Con su pelo renegrido y engominado, envejecido, pero tan campechano como antes, saludaba desde el balcón de su residencia. No dialogó con el gobierno. Prefirió reunirse en la Asamblea de la Unidad Nacional con los representantes de los partidos, de la CGT y de agrupaciones empresarias. Su interlocutor privilegiado era ahora Balbín. Ambos habían entendido la necesidad de deponer los antiguos enconos en aras de la pacificación nacional. De regreso a España, visitó en Asunción del Paraguay a su amigo de siempre, el dictador Stroessner. Antes de partir, definió la composición del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), integrado por el peronismo, el frondicismo, el conservadurismo popular, los nacionalistas y una fracción socialista; designó a los doctores Cámpora y Lima candidatos a presidente y vise, y aceptó la mayoría de los nombres propuestos por la JP para los gobiernos de provincia. Entre ellos figuraba el riojano Carlos Menem". Héctor J. Cámpora (1912-1980), el candidato bendecido por el general, era un ejemplo de lealtad. Nieto de genoveses afincados en Mercedes (Buenos Aires) y de profesión dentista, Cámpora fue reclutado por la revolución del 43 y con el apoyo de, Evita llegó a presidir la Cámara de Diputados. Sabía negociar y se honraba diciendo que era "el sirviente" de la Señora. Había estado preso después de 1955. El viaje de Perón dejó al gobierno militar casi inerme. No se decidía a aplicar el proyecto "pateada de tablero" propuesto por algunos generales, que consistía en suprimir el proceso electoral. Por lo tanto su única esperanza radicaba en la posibilidad de que el Frejuli no ganara en una primera vuelta. En una segunda opción el voto antiperonista podría triunfar. A ese efecto se había introducido una “enmienda parcial” a la Constitución Nacional que incorporaba el sistema de ballottage y la elección directa de presidente, senadores y diputados. Los mandatos se reducían a cuantro años. La breve y ardorosa campaña del Frejuli en el verano de 1973 fue protagonizada por la Juventud Peronista. Las con signas sangrientas reivindicaban el asesinato de Aramburu: “Ayer fue la Resistencia/ hoy Montoneros y FAR/ Y mañana será el pueblo/ en la lucha popular”. Hasta el candidato a vicepresidente, Solano Lima, justificaba la guerrilla: “Nadie tiene derecho a decir que son culpables aquellos que con inspiración patriótica van a la guerrilla (...) La violencia está vigente en la Argentina por la fuerza que impone el Estado “ Pese a esas provocaciones, el programa del 21

Frejuli resultaba una propuesta moderada, sin reformas estructurales profundas. Los empresarios le prestaron apoyo. El 11 de marzo el Frejuli ganó por el 49.56% de los votos. Esa misma noche se informó que la UCR, votaba por el 21.29% del electorado, desistía de la segunda vuelta. El nucleamiento de partidos provinciales que encabezada Francisco Manrique, y la alianza Popular de Alende-Sueldo, en que parte de la izquierda había puesto su expectativa, tenían respectivamente el 14.90% y el 7.43% de los sufragios. Había triunfado la opción que más se diferenciaba del gobierno militar. Las primeras palabras de Perón fueron un mensaje de paz. Se trataba ahora de restaurar la convivencia social y legitimar el poder. Cuando Galimberti propuso crear milicias populares, Perón lo expulsó del cargo que ocupaba. Pero lamentablemente muy pocos de los nuevos y de los viejos políticos del 73 creían sinceramente en la democracia. Y los asesinatos políticos continuaban. Por eso cuando el historiador Robert A. Potash dice que “la tragedia de la década del setenta domina la historia”, insiste en poner la fecha inicial no en 1976, cuando comenzó el proceso, sino antes, cuando la violencia empezó a ser utilizada indistintamente por los bandos en pugna.

CAMPORA AL GOBIERNO, PERÓN AL PODER

El peronismo llegó al gobierno hondamente dividido entre la izquierda y la derecha del Movimiento. La muerte de Perón agravó estas contradicciones internas y durante la presidencia de su viuda. Isabel, la escalada de violencia y el caos económico facilitaron la vuelta de los militares al primer plano del escenario nacional. Las frases más coreadas en la campaña electoral habían sido: "Cámpora al gobierno, Perón al poder"; "Perón, Evita, la patria socialista-. Estas y otras enfervorizadas consignas de las organizaciones juveniles de la izquierda peronista revelaban un ideario antiimperialista y antioligárquico. La Tendencia, como se denominaba al conjunto de las agrupaciones juveniles, se entendía bien con "el Tío” Cámpora. el cual, a pesar de que formaba parte del sector político tradicional del justicialismo, se disponía a gobernar con la Juventud con la que estaba relacionado a través de sus hijos. El 25 de mayo de 1973, fecha fijada para el traspaso del poder resultó una prueba penosa para los militares, quienes fueron abucheados por el público enardecido que colmaba la Plaza de Mayo y gritaba: "¡Se van, se van, y nunca volverán!". Cámpora pronunció un discurso en el Congreso cuya idea central era la de Liberación o Dependencia junto con la reivindicación histórica del justicialismo. Esa noche una multitud se agolpó frente a la cárcel de Villa Devoto donde exigió y obtuvo la liberación inmediata de los presos políticos. La amnistía que Lanusse había querido impedir, ratificada luego por las Cámaras, resultó la primera señal de impunidad para quienes habían cometido crímenes

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políticos. Esta votación no sería perdonada por la derecha argentina a la clase política. El gobierno camporista intentó la movilización permanente de la sociedad, pero no abordó una reforma de estructuras profundas. Por otra parte su capacidad de acción era limitada. Contaba con los ministerios de Interior, Relaciones Exteriores y Educación, los interventores de las universidades nacionales y seis gobiernos de provincias. En los cargos clave, Economía, Bienestar Social y Trabajo, Perón nombró respectivamente a José B. Gelbard, titular de la CGE, José López Rega, su secretario privado, y a un sindicalista de confianza. Ellos respaldarían el Pacto Social, firmado por la CGT y la CGE que agrupaba a los empresarios nacionales de orientación justicialista. El objetivo era llevar la participación del salario en el PBI al récord histórico del 50% que tenía en 1954. Para lograr este objetivo en el plazo de cuatro años era preciso sostener la inflación cero, suspender las paritarias y no aumentar los precios. La vuelta definitiva de Perón, el 20 de junio de 1973, dio lugar al primer ajuste de cuentas entre la derecha y la izquierda del justicialismo. Ese día, previsto como una gran fiesta nacional, con gente venida de todo el país en transportes fletados especialmente, las columnas de Montoneros, FAR y JP que se dirigían al aeropuerto de Ezeiza fueron atacadas a tiros desde el palco oficial. No hubo información precisa sobre los hechos, ni se indicó con claridad el número de víctimas, estimado en no menos de cien. La Tendencia responsabilizó a López Rega quien habría actuado con el acuerdo tácito de Perón; la derecha del Movimiento argumentó que se temía un atentado izquierdista contra el líder. Éste habló al país horas más tarde; su rostro, como tallado y sin luz, revelaba su enojo. A partir de este hecho, Perón comenzó a adoctrinar a sus partidarios en las "veinte verdades" de la doctrina justicialista. Tomaba ejemplo de los cambios ocurridos en Europa, donde había ahora una "democracia integrada" a la que comparaba con la "tercera posición" del peronismo. Tales conceptos desautorizaban a los que voceaban: "Vamos a hacer la patria peronista, pero la haremos montonera y socialista". Por otra parte, con Perón en el país el presidente Cámpora resultaba un estorbo. Entre tanto la ocupación de reparticiones públicas por la derecha o la izquierda del peronismo se volvía una gimnasia cotidiana. Uno de los sitios más insalubres eran las universidades nacionales donde las organizaciones estudiantiles de izquierda cuestionaban al cuerpo docente, fueran éstos profesores eminentes o recién venidos a la cátedra. El rector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós, daba ejemplo de intolerancia: “Lo fundamental es que toda universidad, ya sea estatal o privada, refleje en su enseñanza la doctrina nacional e impida la infiltración del liberalismo, del positivismo, del historicismo, del utilitarismo, todas formas en que se disfraza la penetración ideológica en las casas de estudios”. Cámpora y Lima renunciaron a sus cargos el 13 de julio después de soportar una fuerte presión. Entre las pocas voces que se opusieron a esta renuncia, estuvo la de Raúl Alfonsín, dirigente de una línea interna del radicalismo contraria al balbinismo. Mientras se convocaba a nuevas elecciones, la presidencia interina de la Nación fue ocupada por el presidente dela Cámara de Diputados, Raúl Lastriri, cuyo mérito era ser yerno de López Rega. Para nombrarlo se dejó de lado al presidente provisional del Senado a quien le correspondía legalmente asumir.

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LA TERCERA PRESIDENCIA

Todo se preparó para presentar la candidatura a presidente y vice de Perón y su esposa. La postulación de Isabel, que eliminaba la lucha interna, resultaba una garantía para Perón cuya salud empeoraba. Era parte asimismo del homenaje nacional que el ex presidente venía recibiendo y se incluyó la restitución de su grado militar por parte del Ejército. La JP consideró casi como una ofensa que Isabel obtuviera sin esfuerzo lo que no había ganado en su momento “la compañera Evita”. Pero tuvo que resignarse. Se conformó con denunciar que el “Brujo” López Rega había establecido un “cerco” que aislaba al general de su pueblo y no cejó en sus acciones subversivas: “¡Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor!”, fue la amenaza tantas veces coreada que se hizo realidad cuando el jefe de la CGT peronista fue asesinado por un comando Montonero. Se dijo que era “un apriete” sobre Perón. Una honda tristeza seguía a estos hechos de violencia. Y luego recomenzaban las bombas, los paros generales, los robos a bancos y los asaltos a cuarteles. Todo contribuyó a convertir a Perón en la esperanza de paz no solo para sus partidarios de siempre, sino también para buena parte de las Fuerzas Armadas y de los sectores de poder económico. El ex presidente, según Julio Godio, temía que si continuaba el activismo de izquierda, habría en la Argentina un “pinochetazo” similar al que por esos días concluyó con el gobierno de Salvador Allende en Chile. En los comicios nacionales de setiembre de 1973, la fórmula Perón-Perón fue plesbicitada con el 61.85% de los votos; el otro 24, 34% correspondió a la UCR que representó como candidato a Balbín acompañado por Fernando de la Rúa, el joven senador por la Capital cuyo triunfo en abril del 73 levantó el Ánimo de los radicales dentro de un panorama electoral decepcionante. La confederación de partidos provinciales encabezada por Manrique Obtuvo el 12% de los votos. La tercera presidencia de Perón comenzó en medio de una gran expectativa. Su objetivo era pacificar los ánimos y desalentar los extremismos mediante el Pacto Social. Tenía un plazo de cuatro años para cumplirlo. La idea optimista que Perón siempre había tenido del país y de sus riquezas potenciales se incrementó durante su larga residencia en Europa. Su proyecto "Argentina Potencia", que reemplazó a la "Argentina de la Liberación", respondía al concepto de que en un mundo necesitado de alimentos, pronto vendría la oportunidad argentina. Gelbard, el ministro encargado de implementar el Plan económico, era un industrial exitoso. Estaba vinculado al grupo oligopólico dueño de FATE (neumáticos) y ALUAR (aluminio) beneficiado por el proteccionismo estatal. Su política se basaba en la alianza de clases más que en la confrontación. Tomó medidas dentro de la tradición del justicialismo: nacionalizar los depósitos bancarios a fin de que todo el crédito fuera orientado desde el Banco Central; dictar una ley de inversiones extranjeras más limitativa que la entonces vigente; dar incentivos a las exportaciones industriales (que constituían el

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20% del total de exportaciones) y nacionalizar el comercio exterior a fin de facilitar los intercambios intersectoriales. La coyuntura internacional era especialmente favorable. Los envíos de productos argentinos al Mercado Común Europeo recibían precios excepcionales que generaron un superávit del comercio exterior de 1.030 millones de dólares. Este verdadero récord histórico le permitió a Gelbard resolver los reclamos sin alterar el compromiso de inflación cero: 1973 cerró bien, con menos desempleo y menos inflación, además de nuevos mercados para los productos nacionales en países socialistas. Precisamente cuando la situación empezó a mejorar, el panorama externo se complicó: el barril de petróleo crudo, que permanecía estable y barato, fue aumentado por la OPEP, organismo formado por los grandes países productores de dicho combustible. Árabes y venezolanos vivirían entonces una prosperidad inédita. Pero en los países consumidores se generó una inflación que se trasladó de manera inexorable a las economías dependientes, como era el caso de la Argentina: los industriales se encontraron con que los insumos importados valían más y que ellos no podían aumentar los precios por culpa del Pacto Social. Al principio el gobierno contaba con recursos como para absorber las quejas y mantener fijo el precio del dólar. Pero en 1974 el Mercado Común Europeo suspendió sus compras y el superávit comercial desapareció. Por consiguiente el Pacto empezó a desmoronarse, atacado desde dos flancos: de un lado actuaban los sindicalistas peronistas, obligados a moderar sus reclamos, mientras los gremialistas marxistas (Tosco, Salamanca) conseguían aumentos de salarios en negociaciones sindicales por rama de industria. Los peronistas soportaban a duras penas esta situación. Entre tanto los productos desaparecían de los comercios, se acumulaban fuera del alcance de los consumidores y pasaban al mercado negro. Por otra parte, si bien las empresas se habían comprometido a no mover los precios por dos años, los habían aumentado previamente en forma desmedida. Esta práctica habitual desde 1972. denominada por O'Donnell "economía de saqueo", contribuía a formar la mentalidad inflacionaria que afectaba a la sociedad en su conjunto. Gelbard se propuso doblegar a los grandes productores agropecuarios mediante una nueva ley agraria que aumentaba los impuestos a la tierra libre de mejoras y promovía las inversiones rurales. El proyecto que autorizaba la expropiación de los predios improductivos provocó la alarma de los estancieros. ¿Vendría la socialización de los medios de producción a la Argentina, como había sucedido en el Chile de Allende y en el Perú de Velasco Alvarado? ¿Habría cogestión obrera en las fábricas? La Sociedad Rural que firmó el Pacto Social en el 73, y Confederaciones Rurales que no lo firmó, se movilizaron contra la ley Agraria. Tenían apoyo de la central obrera, la cual también anhelaba, aunque por razones distintas, terminar con Gelbard. Éste dimitió a fines de 1974, cuando Perón había muerto y el gobierno de Isabel soportaba presiones de toda índole. A partir de allí se sucederían otros cinco ministros de Economía en sólo nueve meses, además de devaluaciones, desabastecimiento, aumentos salariales, alta inflación, huelgas de obreros y lockout patronales.

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Perón se encontró a fines del 73 con una situación muy diferente de la que marcó su ingreso en la política nacional. Todo estaba en discusión y ni siquiera su liderazgo se aceptaba en silencio. Los más dóciles eran los caciques cegetistas. La Tendencia no obedecía órdenes. Tampoco los militares le respondían del todo, aunque por el momento no le hicieran "planteos" al gobierno civil. Cámpora había designado jefe del Ejército al general Carcagno. Este oficial de t endencia nacionalista se pronunció contra la política regional de Estados Unidos durante una conferencia militar que tuvo lugar en Caracas y propició emprendimientos de ayuda social de los que participaban el Ejército y las juventudes políticas argentinas, Como este modelo de "profesionalismo integrado" ahora era inoportuno, Perón designó a otro jefe, prescindente en política. A comienzos del 74 se promulgó una legislación que agravaba las penas para los delincuentes subversivos. Los diputados de la Tendencia reclamaron en vano contra esta medida. Perón los ignoró. Luego, a raíz del ataque del ERP al cuartel de Azul, condenó severamente a la guerrilla, por TV, vestido de general y rodeado de militares. El gobierno se aplicó después a erradicar a los gobernadores afines a la izquierda peronista en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Salta y Santa Cruz. Pese a estas medidas, la guerrilla recrudeció: de julio del 74 a julio del 75 se registraron 400 estallidos de bombas y 500 homicidios políticos. Se mataba y se torturaba a sangre fría, en parajes solitarios o en la vía pública. Las víctimas de estos ataques bien discriminados fueron, entre otros, Arturo Mor Roig (ex ministro del Interior), Atilio López (ex vicegobernador de Córdoba), Julio Troxler (peronista revolucio nario). Silvio Frondizi (profesor, trotskista), Rodolfo Ortega Peña (historiador, diputado peronista), Bruno Genta (ideólogo derechista), Alberto Villar (jefe de la Policía Federal) y su esposa; el bebé Laguzzi (hijo del rector de la UBA): Carlos Mugica (sacerdote villero); el general chileno Carlos Prats y su esposa, También ejecutivos de empresas, policías rasos y militantes de base perdieron la vida. La acción de la organización parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), formada por jefes policiales retirados y suboficiales que respondían al ministro López Rega, era la responsable de los atentados derechistas, A fines del 74 esta organización se especializó en amenazar a artistas e intelectuales progresistas, Muchos de ellos se marcharon al exilio. El ERP, la guerrilla trotskista, operaba en la clandestinidad y había declarado una "zona liberada" en el monte tucumano. Ocupaba cada tanto las poblaciones vecinas y realizaba atentados urbanos como el que le costó la vida al capitán Viola y a su hijita de tres anos. Y Montoneros continuó su pleito con Perón hasta que éste en una de sus últimas apariciones públicas, harto de escuchar consignas soberbias los increpó: "Imberbes, estúpidos!" v los expulsó de la Plaza de Mayo. El 1º de julio falleció Perón en la residencia presidencial de Olivos. Se cerraba así el liderazgo político más prolongado del siglo. Su entierro enlutó al p a í s . Ricardo Balbín dijo en sus exequias: “Este viejo adversario despide a un amigo y, el joven gobernador riojano, Carlos Saúl Ménem, de patillas bién pobladas, melena y p o n c h o a l a m a n e r a d e Facundo Quiróga, habló en representación d e l j u s t i c i a l i s m o .

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ISABEL PERÓN Y EL BRUJO

María Estela "Isabel” Martínez de Perón recibía una pesada herencia. Nacida en 1931 en La Rioja, en un hogar de clase media, bailarina mediocre, Isabel había conocido a Perón en el curso de una gira artística en Panamá. Se quedó a vivir con él y se casaron más tarde en España. De rostro inexpresivo, imitaba los peinados de Evita cuyo ejemplo parecía intimidarla. Era conservadora y muy reservada. Isabel pasó de ocuparse de los asuntos domésticos del ex presidente a desempeñar delicadas misiones en su nombre. A partir de 1965, año en que conoció a López Rega, quedó bajo la influenciar del ex comisario, cuyos poderes domésticos crecieron en la medida en que desmejoraba la salud de Perón. Como presidente y jefa del justicialismo, Isabel contaba con la buena voluntad de los partidos, de los gremios, de la jerarquía eclesiástica y de las Fuerzas Armadas. Pero su consejero áulica y responsable de su “entorno" sería el ministro López Rega. Por otra parte a pesar de la tradición verticalista del peronismo, pronto quedó en claro que una cosa era Perón y otra muy distinta su viuda. En efecto, los burócratas gremiales ortodoxos no estaban dispuestos a aceptar que los sindicalista clasistas y combativos ganaran posiciones frente a las bases obreras. A través de un complicado procedimiento digitado desde el Ministerio de Trabajo, las conducciones nacionales de los sindicatos recuperaron espacio. Lograron mejoras sustanciosas para los trabajadores. Así reapareció la inflación". Por su parte Montoneros anunció su pase a la clandestinidad. La "Orga", como la llamaban sus adherentes, contaba con milicianos bien adiestrados. La JP y las organizaciones estudiantiles le proporcionaban la gente necesaria para las operaciones de apoyo. Obtenía recursos económicos mediante secuestros v rescates. El de los hermanos Juan y Jorge Born, dueños de una firma exportadora de cereales, les dejó sesenta millones de pesos. Pero la lucha de Montoneros se vació de sentido a medida que acentuaba sus contenidos militares y que se empeñaba incomprensiblemente en destruir a un gobierno peronista legítimamente elegido. En estas circunstancias el secretario de la CGT y el de las 62 Organizaciones se aliaron con López Rega. Por pedido de estos viejos caciques se intervinieron los gremios clasistas. Tosco, Salamanca y Ongaro, entre otros, fueron a prisión y gracias a estas acciones la protesta gremial se calmo. Mientras tanto en las universidades nacionales se implantaba una política de extrema derecha, mezcla de fascismo y peronismo. Y en la jerarquía católica, los prelados progresistas y los curas del Tercer Mundo quedaban arrinconados por los obispos de orientación más conservadora y mejor relacionados con los militares. Uno de estos prelados, el arzobispo de Paraná, monseñor Tortolo, fue reelecto por sus pares Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.

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En junio de 1975, la situación económica había llegado a un punto sin retorno, con el peso sobrevaluado, las exportaciones en descenso, un déficit fiscal del 12% y la inflación anual del 40%. Las mejoras laborales negociadas por los gremios, licencias y vacaciones prolongadas, certificados privados para faltar, despidos bien compensados, hicieron una verdadera Jauja del mundo del trabajo. Por otra parte, se dieron casos de asesinatos de patrones de fábricas en conflicto. Con el propósito de aplicar una corrección severa, el nuevo titular de Economía, Celestino Rodrigo, que integraba el circulo esotérico del ministro López Rega, anunció una devaluación abrupta del peso (habría un dólar financiero, uno comercial y otro turista). De la noche a la mañana la población vio disminuir sus ingresos a la mitad y esfumarse sus ahorros. Los combustibles aumentaron el 175%. Se produjo entonces una pulseada entre el gobierno y los gremios. Estos últimos, encabezados por Casildo Herreras y Lorenzo Miguel, decretaron la primera huelga general contra un gobierno peronista. El gobierno cedió y se comprometió a autorizar aumentos de salarios y la reunión de las paritarias que estaban suspendidas desde hacía dos años. El proceso inflacionario que se desató a raíz de estos hechos fue de una gravedad inédita: 34% en julio: 23% en agosto. La lógica sindical del peronismo volvía ingobernable al país. El llamado "Rodrigazo" terminó con el sueño de la Argentina Potencia y puso al país frente a una realidad durísima. Una serie de ministros se sucedieron en la cartera de Economía. El recurso aplicado fue la indexación de precios y salarios de acuerdo al costo de vida. El gobierno buscaba inútilmente un rumbo. Isabel, ante el cúmulo de problemas insolubles, pasaba más tiempo en una clínica privada, atendiéndose de malestares indefinidos, que en la Casa de Gobierno. Su discurso nervioso y simplista "para que todos los argentinos sean felices" no convencía a nadie, y menos a los empresarios y a los jefes militares que ya habían empezado a planificar el golpe. Por otra parte, estaba acusada de utilizar los fondos de la Cruzada de la Solidaridad para gastos personales. A medida que se profundizaba el "vacío de poder", los militares volvían a ocupar el escenario. El Operativo Independencia (febrero de 1975), autorizado por la presidente, tuvo como objetivo "aniquilar" a la guerrilla en el monte tucumano. Dicho Operativo, encarado por el Ejército contra poco más de un centenar de guerrilleros, desarticuló al ERP. Un segundo decreto dio la orden "de aniquilar el accionar de los subversivos en todo el territorio del país". De este modo, las Fuerzas Armadas actuando en forma coordinada detenían a los sospechosos y no informaban a la Justicia sino tardíamente. Sin embargo, la pena de muerte por fusilamiento, autorizada por el Código Penal, no se aplicó en ningún caso. Las organizaciones subversivas estaban ya muy debilitadas a fines de 1975, como se puso de manifiesto en el fallido intento del ERP de copar el arsenal militar de Monte Chingolo (Buenos Aires), el 23 de diciembre de 1975. Este operativo le costó la vida a medio centenar de combatientes, en su mayoría adolescentes recién incorporados a sus filas, y a numerosos vecinos de barrios humildes de la zonal.

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Era ahora evidente que los militares estaban decididos a volver y que el gobierno había entrado en la cuenta regresiva. El discurso del nuevo comandante en jefe del Ejército, el general Jorge Rafael Videla, pronunciado en Famaillá, Tucumán, el día de Navidad, indicó que la "paciencia" de los militares había llegado a su límite, recomendó modificar rumbos y condenó la pasividad cómplice. Por su parte, el arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zaspe, en sus homilías radiales, enumeraba la serie de secuestros, torturas, bombas y asaltos que habían destrozado familias, instituciones, partidos, sectores; muchachos, chicas, militares, marinos, sindicalistas, sacerdotes, jueces, niños, gente pobre, rica, de la ciudad y del interior. “Hemos probado todo, hemos experimentado la sangre y la muerte. ¿Y ahora qué? ¿Seguiremos denunciando, matando, muriendo, rabiando, llorando? “¿No podemos intentar una reflexión, un paréntesis; quizás una oración? Es necesario que la Argentina se serene, porque debe reencontrarse consigo misma, identificarse, purificarse, salir del atolladero”. Pero al país le falta todavía experimentar lo peor. Esto vendría después del 24 de marzo de 1976, día en que Isabel Perón fue destituida por las Fuerzas Armadas, cuando faltaba un año para que se cumpliera su mandato.

EL PROCESO GENOCIDA

Mucho se discute si el 24 de marzo de 1976 la población estaba satisfecha o no con la vuelta de los militares. Sin duda hubo una serie de declaraciones de apoyo por parte de personalidades encumbradas, pero en un clima generalizado de temor al caos, tristeza,, desencanto, impotencia e inseguridad. Nadie se sentía seguro. "Ser boleta", término feroz ya incorporado al lenguaje cotidiano, podía ocurrirle a cualquiera. El golpe militar del 24 de marzo se definió a sí mismo como Proceso de Reorganización Nacional (PRN). Los comandantes del Ejército (general Videla), la Armada (almirante Massera) y la Aeronáutica (brigadier Agosti) se habían puesto de acuerdo a fines de 1975 para instaurar una dictadura a largo plazo, con la idea de cerrar un ciclo histórico y abrir otro. Massera exigió y obtuvo que la cuota de poder se repartiera por partes iguales entre las tres armas, de modo que la responsabilidad principal no recayera en el Ejército como había sucedido hasta entonces. Antes del golpe, la Junta aprobó el plan económico de José A. Martínez de Hoz.

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En la madrugada del 24 de marzo, la viuda de Perón fue depuesta y quedó detenida en El Messidor (Neuquén). La Junta de Comandantes juró ese mismo día en la Casa Rosada y el 29 de marzo el general Videla asumió la presidencia de la Nación sin dejar el cargo de comandante del Ejército. La necesidad de combatir a la guerrilla justificaba esta excepción a la regla que aconsejaba separar ambos cargos. Jorge Rafael Videla, un general de infantería sin actuación política conocida, nacido en Mercedes (Buenos Aires) en una familia de militares, dirigía el Colegio Militar cuando Isabel Perón lo designó comandante en jefe del Ejército, el escalón más alto antes de la presidencia de facto. Retraído, puntilloso, muy católico y algo pusilánime, se sentía imbuido de una misión salvadora. Su rival en la Junta era el extravertido, seductor e inescrupuloso almirante Eduardo Emilio Massera, artífice del crecimiento de la Armada en el esquema de poder. Estaba dispuesto a todo para alcanzar sus objetivos. La combinación de ambas personalidades resultaba particularmente peligrosa, dada la autoridad sin límites que la Junta se había atribuido y que se multiplicaba en el clima de terror que se vivía. Siguiendo el ejemplo del golpe de 1966, la Constitución Nacional fue supeditada a un Estatuto. La Junta de Comandantes absorbió la función legislativa y designó a una nueva Corte Suprema. El cargo de presidente no tendría carácter provisional. Los ministerios se repartieron equitativamente: Interior y Trabajo para Ejército, Relaciones Exteriores y Bienestar Social para la Armada, Justicia y Defensa para la Aeronáutica. Los únicos civiles del gabinete eran los titulares de Educación y de Economía, pero incluso en esas reparticiones los militares actuaban como veedores de los altos funcionarios. El mismo cupo se aplicó en los gobiernos provinciales; en las intervenciones a los sindicatos y en los canales de televisión que habían sido estatizados por el peronismo. En la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL) que funcionaba en el Congreso, cada arma tenía poder de veto. Así se preparaba un proceso perverso de disgregación social. Los objetivos básicos del PRN eran exterminar la guerrilla, reordenar la economía y disciplinar a la sociedad. Dichos objetivos tendían a impedir la reproducción de las condiciones socioculturales que habían permitido el auge del populismo y de la subversión marxista y el saqueo del Estado por sindicatos y empresarios peronistas'. La persecución comenzó de inmediato con la muerte de los activistas más peligrosos y la detención de centenares más en barcos de guerra, seccionales de policía y cárceles.

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La suerte de la dirigencia peronista fue dispar. Una larga lista de personalidades de la izquierda y de la derecha, entre ellos Isabel Perón, López Rega, Abal Medina, Cámpora, Gelbard, Carlos Me nem y Lorenzo Miguel, fueron privados de los derechos de ciudadanía y sus bienes colocados en custodia. Algunos de los caciques sindicales, como Casildo llerreras, se "borraron" mediante un oportuno exilio; otros, como el gobernador bonaerense Victorio Calabró, negociaron con las nuevas autoridades. Miguel fue maltratado y detenido. El esfuerzo se dirigió a eliminar a la dirigencia de los gremios clasistas: René Salamanca fue uno de los primeros "trasladados", eufemismo para decir muerto; Tosco pasó a la clandestinidad y Ongaro se exilió. Delegados obreros de fábrica y activistas de las Ligas agrarias del nordeste fueron a parar a la cárcel o desaparecieron. Pero también desaparecieron dirigentes moderados como Oscar Smith (Luz y Fuerza), que se empeñó en la defensa de su gremios. Según estimaciones de la Junta, en setiembre del 77 estaban detenidos o abatidos unos 8.000 subversivos'°. Entre las bajas figuraban Santucho y Urteaga, los jefes del ERP. Había, aunque no se dijo, 300 campos clandestinos de prisioneros. Los más importantes eran Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y la Perla (Córdoba). El temible método de hacer "desaparecer" a personas sin dejar rastro fue adoptado por la Junta para eludir responsabilidades, evitar demostraciones de dolor o de venganza y sembrar un terror vago, silencioso y eficaz. Dicho método facilitó la eliminación no sólo de los terroristas armados y entrenados, sino de personas de ideología progresista, cristianos de izquierda, asistentes sociales, periodistas y alumnos secundarios que reclamaban por cuestiones estudiantiles. A pesar de que la jerarquía católica apoyaba en sus líneas generales al Proceso, obispos, sacerdotes, religiosas y catequistas figuran entre las víctimas de la represión estatal. Monseñor Angelelli, obispo de La Rioja, murió en un supuesto accidente de automóvil. El asesinato de cinco religiosos de la parroquia de San Patricio (Buenos Aires) fue uno de los crímenes más impresionantes. La muerte, la prisión o destierro castigaron a otros más". "El terrorista -definía el presidente Videla- no sólo es considerado tal por matar con un arma o colocar una bomba, son también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana."Y el interventor en la provincia de Buenos Aires, general Ibérico Saint Jean, advirtió con franqueza (aunque después se desdijo): "Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, en seguida a aquellos que permanezcan indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos''. Para llevar adelante este proyecto siniestro, que alteraba profundamente los códigos morales de la vida militar, se hizo un "pacto de sangre" entre oficiales y suboficiales. En Córdoba se obligó a los oficiales a participar por turno rotativo en las distintas etapas de la represión, la tortura y el fusilamiento. Impulsaba este procedimiento el general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, uno de los más poderosos "señores de la guerra" '4. Temibles fueron también el general Ramón Camps, jefe de la Policía bonaerense, y el general Guillermo Suárez Mason, del Primer Cuerpo de Ejército.

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Hubo muertes violentas que respondían a pedidos de los "servicios" de las dictaduras de Chile y Uruguay. Debido a esta complicidad, denominada Operativo Cóndor, murieron entre otros el ex presidente de Bolivia, general Torres, y los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. El esquema de represión aplicado por la dictadura, pronto se mostró vulnerable a acciones que respondían más que a las necesidades de la "seguridad nacional", a las "internas" militares, a venganzas y al afán de lucro personal. Éste fue el caso de la desaparición del embajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá, quien proponía una salida electoral que disgustó al jefe de la Armada; de la muerte de Edgardo Sajón, ex vocero del general Lanusse. jefe de una facción moderada del Ejército; de la bomba contra Juan Alemann en represalia porque como secretario de Hacienda se oponía a los excesivos gastos del Mundial de Fútbol; de la destrucción del grupo económico Graiver, dueño de Papel Prensa. Propiedades de presuntos guerrilleros fueron transferidas a integrantes de las fuerzas de represión. Las organizaciones subversivas, cuya capacidad de acción se redujo considerablemente a partir de 1975, concretó todavía centenares de atentados de 1976 a 1978. Una bomba mató en su propia casa al jefe de la Policía Federal, otra provocó decenas de víctimas en un edificio policial, otra más le quitó la vida a la hija del almirante Lambruschini, Paula, de sólo quince años, y otra dejó paralizado al canciller, contralmirante Guzetti.

LA TORTURA Y LA DESAPARICIÓN COMO MÉTODO

La tortura tiene una historia de larga data en el país. En el periodo hispánico colonial, el uso del "potro de tormento" en los interrogatorios era legal, lo mismo que los azotes. Las disposiciones de la Asamblea de 1813 que suprimieron la tortura se inscriben dentro del pensamiento humanitario de la época. Pero el "potro" se restableció y si bien la Constitución de 1853 reiteró la prohibición, los castigos del cepo, estaqueada y azotes continuaron como práctica habitual en el Ejército y en la Marina de guerra hasta 1900. Sólo a comienzos del siglo XX el sistema parece humanizarse. Hasta que con la revolución de 1930 se emplean la "picana eléctrica", el "submarino" y otros métodos crueles contra detenidos políticos y gremiales que fueron denunciados e investigados. En el primer gobierno peronista fue célebre el comisario Lombilla, torturador de estudiantes y opositores en general. Con la Revolución libertadora y los planes represivos Conintes el método continuó, aunque más esporádicamente, para recuperar intensidad entre 1970 y 1976, a medida que aumentaba la amenaza guerrillera. Pero siempre había protestas, denuncias, información periodística". A partir del 24 de marzo de 1976 se torturó y se reprimió en el más absoluto silencio. Muchos de los muertos eran civiles no guerrilleros. Algunos no podían ser liberados debido a su estado físico

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calamitoso, otros porque "habían visto demasiado" o por ser considerados ideológicamente "irrecuperables". La organización Montoneros que, como observa Gillespie, no tenía previsto el volumen de caídas y confesiones de sus cuadros, se veía asimismo afectada por la desmoralización que era el resultado de la vaga conciencia de estar empeñados en una lucha absurda. Tales sentimientos se agudizaron cuando en 1977 la conducción, encabezada por Mario Firmenich, se fue del país, guardó el dinero habido en operativos de robo y secuestro en Cuba y desde el exilio dirigió nuevas acciones de guerrilla urbana y denunció a la dictadura argentina". En 1978, cuando el país se preparaba para el Mundial de Fútbol, la opinión pública mundial, movilizada por los organismos de derechos humanos, estaba mejor enterada de los efectos de la "guerra sucia" que los propios argentinos. Esto se debía al riguroso control de los medios de comunicación ejercido por el gobierno y al asesinato de los periodistas que no cumplían con las reglas impuestas. Los casos de la desaparición en la ESMA de dos religiosas francesas y de la adolescente sueca Dagmar Hagelin, apresada por error, tuvieron especial repercusión internacional. Amplia divulga ción tendría asimismo la detención y tortura del director del diario La. Opinión, Jacobo Timerman, que finalmente fue autorizado por la Justicia a dejar el país. Se discute todavía hoy el número de víctimas de la "guerra sucia". Los organismos defensores de derechos humanos -Madres de Plaza de Mayo, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)- denunciaron la existencia de 30.000 desaparecidos. El Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep, 1984) comprobó 8.960 casos de personas secuestradas y desaparecidas y los de 1.898 más, muertas en enfrentamientos con fuerzas del orden. Otras 889 que fueron secuestradas, sobrevivieron e informaron de su reaparición. Se estima asimismo que los atentados de la derechista Triple A mataron a alrededor de 900 personas. Sobre estas bases, un cuidadoso estudio del general español Prudencio García propone una cifra que oscila entre 15.000 y 20.000 desaparecidos, porque, dice, muchos nombres no fueron denunciados ante la Justicia. En las Fuerzas Armadas y de seguridad, las víctimas de los atentados de la subversión fueron 687. Sus familiares se agruparon en FAMUS. Por consiguiente por cada uno de los caídos gubernamentales habrían muerto más de veinte terroristas. La visita de los juristas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en 1979 fue la primera señal que se recibió de que el método represivo elegido por la Junta no quedaría oculto. La Comisión atendió a los familiares de desaparecidos quienes formaron largas colas a fin de poder exponer sus cuitas y produjo el primer Informe serio y responsable sobre lo ocurrido. Los jefes del Proceso, sin amedrentarse, ratificaron su postura. "Argentina sólo se confiesa ante Dios", afirmó el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy. "Hicimos la guerra con la 33

doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores; nunca necesitamos, como se nos acusa, de organismos paramilitares" declaraba en 1980 el representante militar argentino en Washington. Pero el esclarecimiento había comenzado.

EL NEOLIBERALISMO DICTATORIAL

La Junta había puesto la economía en las manos del ministro Martínez de Hoz. Este hacendado de linaje, vinculado a la siderúrgica ACIEL y a la Compañía ítalo Argentina de Electricidad, demo cristiano y liberal, gozaba de la confianza de los hombres de negocios. El Plan Económico anunciado en abril del 76 tenia como prioridad favorecer el crecimiento industrial y agropecuario sin las trabas que representaban los reclamos sindicales. Debía contener la inflación, estimular la venida de capitales extranjeros, atacar el déficit fiscal y terminar con un aparato burocrático estatal sobredimensionado. Para este fin se colocó a todos los empleados públicos en disponibilidad y se expulsó sin más a los de antecedentes sospechosos. El modelo de gobierno de derecha liberal a fines de los setenta era el de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, quien doblegó a los sindicatos laboristas, vendió las empresas del Estado y disminuyó el gasto social. Pero en la dictadura militar argentina prevalecía la mentalidad desarrollista y nacionalista, el deseo de armarse en previsión de nuevos conflictos externos e internos y el temor de que el problema social de la desocupación se sumara al de la guerrilla. Por consiguiente no se produjeron despidos masivos en la administración pública ni en las empresas del Estado; se creó un nuevo y costoso emprendimiento estatal, Hierro Patagónico (Sierra Grande) y el gasto militar pasó del 2,5% del Producto Bruto Interno al 4%. Sin embargo, en otros órdenes podía hablarse de mejores condiciones de acumulación de capital. Suspendidas las paritarias, el gobierno se encargó de fijar los aumentos de salarios y de los cambios en los regímenes laborales de privilegio. Se liberaron los precios y se produjo una incontenible transferencia de ingresos en favor de los más pudientes. La participación del salario en el PBI cayó a 31%, como en 1935, en plena depresión de la economía mundial 24. La inflación se redujo del impresionante 444%, en 1976, al 150%, en 1977, para mantenerse luego en niveles muy elevados. Las exportaciones se incrementaron y se logró el superávit de la balanza comercial en 1976. El campo empezó su recuperación mediante nuevos cultivos como la soja; la industria aceitera tuvo considerable auge. Pasada la primera etapa, la política económica apuntó a los aspectos financieros más que a los productivos. Una nueva ley de inversiones extranjeras procuró aprovechar la abundancia de crédito externo relativamente barato. Vinieron, es cierto, muchos capitales, pero con carácter de

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"golondrinas", es decir, aprovechaban los plazos fijos bancarios a corto o mediano plazo y se marchaban luego con sus ganancias sin hacer inversiones durables. Esto tuvo que ver con el manejo del sistema cambiarlo. El peso se sobrevaluó y se estableció una "tablita" que fijaba con anticipación las variaciones del dólar. La liberación de las tasas de interés y la garantía plena de los depósitos estimularon la creación (le bancos y mesas de dinero cuyo número se duplicó en sólo tres años. La llamada "patria financiera" deslumbraba al pequeño ahorrista tanto como a quienes hacían uso de los abusivos autopréstamos bancarios, pero empobrecía a los productores y a los asalariados. Después de 1978 la balanza comercial fue desfavorable y el déficit estatal se financió con el crédito externo. De 1978 en adelante el sistema sirvió para invertir en objetos suntuarios o en chucherías importadas de Taiwan, tanto o más que en renovar equipos y maquinarias como se proponía inicialmente el Plan. Quienes conservaban su poder adquisitivo empezaron a recorrer el mundo y a comprar. Era la otra cara del Proceso que permitía una cierta universalización. Y hasta se daba el caso de que alguien pudiera enterarse en París, leyendo la prensa francesa, de lo que estaba ocurriendo a la vuelta de su casa en alguno de los centros de detención clandestinos. La quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR) en 1980 inició una serie de problemas bancarios y puso en evidencia la vulnerabilidad del sistema financiero. Por otra parte los efectos del Plan Martínez de Hoz se hicieron sentir era la desaparición de 33 de las 100 principales fábricas existentes en 1975. ¿Era la Argentina a fines de los años setenta un mundo feliz, domesticado y conformista? Si no lo era, al menos lo parecía. "Los argentinos somos derechos y humanos" decían las obleas repartidas por iniciativa oficial como respuesta a las criticas venidas del exterior. La gente se había retraído en sus casas; muchos guardaba silencio respecto a las experiencias personales dolorosas, prisiones, muerte de seres queridos, de compañeros de trabajo, episodios luctuosos ocurridos en la vecindad. Las ilusiones se habían derrumbado. El espacio público estaba desierto. Era riesgoso mostrarse, salir hasta altas horas de la noche, circular por parajes alejados por temor a ser confundido con un extremista. "Centinela hará fuego" advertían carteles puestos cerca de los cuarteles. Estas advertencias habían dejado de ser necesarias como lo fueron sin duda en época de la guerrilla, pero quedaron allí para prevenir e inspirar miedo. En las aulas universitarias imperaba el orden. En 1980 se aplicó el arancel y el cupo de ingreso se sumó al sinfín de prohibiciones que incluían los textos de los autores que no respondían a la ortodoxia oficial, por famosos que fuesen. La mentalidad de los católicos que tenían a su cargo el área educativa era negadora de la condición pluralista de la cultura argentina. Así lo denunció la revista católica Criterio, mientras la DAlA, nucleamiento de entidades israelitas, protestaba formalmente por el carácter confesional de la nueva asignatura Formación Cívica y Moral, sucesora de las materias Cultura Ciudadana (1953),

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Educación Democrática (1956) y ERSA (1973), que también habían procurado a su turno ideologizar la educación en la escuela media. Quienes tenían en su poder libros sospechosos de izquierdismo, fueran éstos científicos o de los desaprensivos tiempos de las "cátedras nacionales", los escondían o los destruían para evitarse problemas. En Córdoba, bajo la influencia del general Menéndez, se prohibió la enseñanza de la matemática moderna. Ésta ingresó en la lista de los prohibidos a escala provincial o nacional, junto a libros, canciones, películas, series de TV y artistas nacionales o extranjeros. Era en cierto modo una sociedad infantilizada. Así lo percibia la escritora María Elena Walsh, una creadora precisamente en literatura para chicos. "Hace rato que somos como niños, pero no nos damos cuenta", opinó en un artículo escrito en 1979”. Porque en el triste lapso que va de 1976 a 1980, cuando algo empezó a movilizarse tras la dura apariencia del régimen militar, la única expresión sincera de alegría colectiva, tolerada y alentada por la Junta fue el Mundial de Fútbol de 1978, preparado sin mezquinar los recursos públicos y coronado por el triunfo del Seleccionado argentino. Los goles en el partido contra Holanda que definieron el título fueron festejados por el Gobierno en pleno y por la multitud que se volcó a las calles. Envalentonado por estas circunstancia y con la mira puesta en el conflicto con Chile, afirmó el almirante Massera: “Vamos a terminar con la mentalidad perdedora; vamos a terminar con esa especie de resignación total y conformista (...) Aquí ha terminado la decadencia. Para esta conquista las fuerzas Armadas llaman a todos. Pero llamamos muy especialmente a la gente joven, la que integra una Argentina cachorra, porque creemos que está esperando el desafío”. La década de 1980 comenzó en la Argentina con los interrogantes propios de una Nación que todavía no había resuelto el problema de la legitimidad política. Exterminada la guerrilla subversiva la Junta militar, que se había adueñado del destino nacional con el justificativo de la represión, carecía de un proyecto de futuro. Por otra parte, el fin de la guerra interna agudizó las fricciones entre los altos fejes militares que integraban la Junta. A esto se sumaron las dificultades económicas y el inocultable malestar social que ya no podía atribuirse a la guerrilla. En 1978, el general Videla pasó a retiro como comandante en feje del Ejército, pero siguió como presidente. Su mandato concluiría en 1981. Era ahora el “cuarto hombre”, con su cuota de poder recortada en relación a la que había tenido inicialmente. El puesto de comandante en jefe fue ocupado por el general Viola. Ambos se entendían bien.

EL CONFLICTO CON CHILE Y LA GUERRA DE MALVINAS Videla y Viola debieron ocuparse en 1978 de la conflictiva relación con Chile. En efecto, a raíz del acuerdo de arbitraje firmado en 1971 por el gobierno de Lanusse, la solución de la disputa 36

por la posesión de las islas en el canal Beagle quedó en manos de una corte Arbitral integrada por cinco jueces del Tribunal Internacional de La Haya, presididos por Su Majestad Británica. En 1977, esta Corte adjudicó a Chile las islas Picton, Lennox y Nueva, debido a sus mejores títulos de posesión y al hecho de que Chile ocupa las islas desde 1900 aproximadamente. En la Argentina, donde el sentimiento de que "somos un país perdedor" en las disputas de límites forma parte de una ideología nacionalista muy arraigada, se culpó del fallo adverso a los británicos, nuestros adversarios históricos. Dicha ideología tiene en cuenta solamente los reclamos nacionales insatisfechos e ignora las frustraciones de la otra parte (muchos chilenos, por caso, afirman que el general Roca les arrebató la Patagonia). En ese clima se desarrolló el conflicto por el Beagle. Entre los militares, la simpatía respetuosa y la complicidad con el régimen del presidente chileno Pinochet se trocarían en un odio profundo. Pronto se definieron dos actitudes con respecto a los pasos a dar: palomas (blandos) y halcones (duros). Los primeros eran partidarios de defender los derechos argentinos sobre el Océano Atlántico que quedaban vulnerados por el fallo, declarar la nulidad de éste y continuar armándose para inspirar respeto, pero en ningún caso consideraban conveniente una guerra con el país vecino. Los halcones querían no sólo no aflojar, sino que consideraban beneficiosa la guerra en sí misma. El sector blando estaba encabezado por los generales Viola y Videla quienes contaban con apoyo del personal de carrera de la Cancillería y de la jerarquía de la Iglesia Católica. Los duros eran Massera (ya retirado del servicio activo), la cúpula de la Marina que le respondía y los jefes del Primer Cuerpo de Ejército, general Suárez Mason, y del Tercer Cuerpo, general Menéndez, quien afirmaba que era una pérdida de tiempo seguir charlando con los chilenos. La arrogancia de los jefes de los halcones tenía al presidente Videla a maltraer. Su entrevista con Pinochet en Puerto Montt (febrero del 78) fue considerada por éstos como una señal de debilidad del dictador argentino frente a su colega chileno. "¡Se acabó el tiempo de las palabras!" advirtió Massera, vigilante, desde una ciudad del sur. Las tensiones fronterizas se prolongaron a lo largo del año. También en Chile había halcones y palomas, pero el mando estaba unificado en Pinochet. Por otra parte, el Laudo Arbitral conformaba a las expectativas nacionales. Entre tanto de un lado y del otro de la cordillera se compraban armamentos e insumos militares que incluían las bolsas de plástico destinadas a los muertos en combate. Se preveían alrededor de 20.000 bajas en las primeras acciones bélicas. Con las costas y los campos fronterizos minados y el oscurecimiento preventivo de las ciudades, argentinos y chilenos se preparaban para "una buena guerra". La tensión llegó a su grado máximo el 22 de diciembre de 1978: la orden de atacar las posiciones chilenas en la zona del Beagle estaba a punto de darse; las columnas del Ejército y los efectivos de la Armada avanzaban sobre la región sur en ómnibus, aviones de línea y transportes navales. Casi milagrosamente, en el día fijado para comenzar las hostilidades del Operativo Rosario el presidente Videla anunció que el papa Juan Pablo II ofrecía su mediación en el conflicto. Un legado pontificio, el cardenal Samoré, viajaría de inmediato a la Argentina y a Chile. Este anuncio era el fruto de una serie de angustiosas gestiones del nuncio papal en Buenos Aires, monseñor Pío Laghi, del embajador norteamericano y del personal de la cancillería argentina. El presidente de los Estados Unidos James Carter y el Papa fueron impuestos de la

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gravedad de la situación con el aval de Videla, contrario a la guerra pero temeroso de que si cedía sus camaradas lo desplazarían del poder. Poco después ambas partes se reunieron en Montevideo y aceptaron la mediación. Sin embargo no se llegó a una solución definitiva de la cuestión del Beagle. Todo quedó en suspenso debido a que la propuesta papal, anunciada en 1980, entregaba a Chile las islas en disputa y frustraba nuevamente las expectativas argentinas. La resolución del conflicto se postergó y el clima probélico se reinstaló, junto con los inevitables incidentes fronterizos y las compras de armas efectuadas al margen de lo estipulado en el Acta de Montevideo. El almirante Eduardo Emilio Massera dependía para su proyecto político del lugar de la Armada en el esquema de poder de la Junta Militar. Desde que ocupó la jefatura del arma todavía en vida de Perón (1973) se había empeñado en lograr más presupuesto para la Marina y en asegurarse la división tripartita del mando en 1976. Esperaba la oportunidad propicia para ser presidente constitucional: como Perón en el 46, heredaría al Proceso. Una vez retirado de la fuerza, en 1978, Massera desplegó una estrategia novedosa: propuso una amnistía y que se dieran a conocer las listas de desaparecidos y criticó la política económica de Martínez de Hoz por ineficaz y elitista. Entre sus colaboradores había oficiales de la Armada, políticos y ex Montoneros. El aniquilamiento de esta organización subversiva había sido obra de la Marina que formó a ese efecto sus tristemente célebres grupos de tareas, a cargo del Jorge "El Tigre" Acosta, Alfredo Astiz y otros más. Ellos detectaban a los guerrilleros moralmente "quebrados" y dispuestos a colaborar para salvar la vida y poder marcharse al exterior. Las propuestas de raíz nacionalista que defendió la Marina hacia 1980 provenían en parte de esa extraña mezcla de ideologías y de personas gestada en las cárceles clandestinas. La guerra con Chile era uno de sus posibles objetivos y, cuando este proyecto fracasó, se apuntó a la recuperación de las Malvinas. El grupo masserista utilizó el sistema represivo de la muerte o desaparición de personas para lograr su objetivo, como en los casos de Hidalgo Solá, de las bombas contra los funcionarios de Videla que preparaban una salida política y de la diplomática Elena Holmberg; cuyo cadáver apareció en la costa del río de la Plata. El caso Holmberg ocurrió en diciembre del 78; cuando la diplomática, destinada en París, se aprestaba a denunciar a la prensa francesa las intrigas entre Massera y un sector de Montoneros. El crimen de quien pertenecía a las familias de la clase alta tradicional se adjudicó a los esbirros del almirante y contribuyó a desprestigiarlo. En marzo de 1981 Viola reemplazó a Videla en la presidencia de la Nación. Los analistas políticos de moda aplaudieron "la admirable precisión" con que el régimen militar había solucionado el arduo problema de la sucesión en vez de enredarse en conflictos palaciegos. El general Roberto Viola ofrecía una imagen más civil que la de su antecesor, acorde con cierto clima de distensión que se percibía hacia 1980. Ojeroso; de voz ronca, parco en sus declaraciones, vestía ropa de calle, hablaba de fútbol y conversaba con políticos. Viola nombró

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civiles con un lejano compromiso político partidario en su gabinete y en seis gobiernos provinciales. Pero en las empresas del Estado y en los entes autárquicos eran mayoría los generales. Los grupos de poder económico y financiero pretendieron la continuidad de la política de Martínez de Hoz a través de la designación en el ministerio de uno de sus colaboradores. El jefe del Ejército, general Galtieri, participaba de esta idea. Pero Viola se impuso y correspondió a Lorenzo Sigaut. aplicar la drástica corrección de la economía y, desvalorizar el peso que se encontraba sobrevaluado. Los 28.000 millones de dólares de la deuda externa heredada de la gestión Martínez de Hoz obligaban a un manejo cuidadoso de la cuestión cambiaria. Comenzaba en el mundo la crisis de la deuda. La política monetaria argentina se venía sosteniendo a base del crédito internacional barato que abundaba en los mercados mundiales después de la crisis del petróleo. Pero en la década del ochenta el crédito se encareció. Por otra parte; el presidente norteamericano Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher habían enterrado el pensamiento de Keynes y vuelto a la ortodoxia monetarista. Empezó a advertirse entonces que los países en desarrollo se habían endeudado por encima de sus posibilidades. Esta nueva realidad financiera contribuyó a desgastar al débil gobierno de Viola. Que Sigaut anunciara "el que apuesta al dólar pierde”, poco antes de una importante devaluación, fue ridiculizado hasta el cansancio. La "corrida" hacia el dólar resultó imparable. La moneda argentina perdió en un año el 80% de su valor. Desgastado, con problemas cardíacos v sin apoyo del jefe del Ejército, Viola se internó en el Hospital Militar. Su imagen pública no difería mucho de la de Isabelita, y en el mejor de los casos de la de Levingston cuando se enfrentó a Lanusse. Hacia 1981, en plena crisis económica y con una pésima imagen en el exterior, la dictadura argentina había perdido toda oportunidad de hacer una propuesta política exitosa. Es cierto que abrigó en su momento el proyecto de formar un Movimiento de Opinión Nacional (MON) que le asegurara la sucesión. Si los deberes estaban bien hechos, como suponía este análisis, cabría ir dando participación progresiva a los civiles en el gobierno tal como lo hacía la dictadura brasileña con apreciable éxito. Se pensaba en dos turnos presidenciales más y en que la institucionalización se haría lentamente: primero las intendencias, luego las provincias y por último el gobierno nacional. Habría un nuevo partido, el MON, y elites que se entrenarían de a poco, como lo proponía el analista Mariano Grondona. Debates internos, pasividad y, lo que es más probable, la conciencia íntima de que el esquema propuesto no tenía justificación histórica, dejó para otra oportunidad al MON. Y en su lugar reaparecieron los políticos radicales, peronistas, midistas, intransigentes, democristianos y socialistas que se nuclearon en la Multipartidaria y reclamaron que se llamara a elecciones. Poco después, en setiembre de 1981. falleció BaIbín. El presidente de la UCR moría respetado por todo el espectro político; incluidos los frondicistas con quienes se había reconciliado poco antes. En ese marco inquietante para el futuro del Proceso, el jefe del Ejército maniobró para desplazar a Viola. Galtieri, un general "de figura majestuosa" (así lo describieron en Washington), buen bebedor, bastante rudimentario e impulsivo pero con cierto carisma marcial, ofrecía una imagen más fuerte que la del debilitado Viola. Advirtió con claridad que no se daría un "salto al vacío" mediante una apertura política indiscriminada y que no se revisaría lo actuado durante el Proceso.

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Los grupos de poder económico disconformes con Viola se sumaron al plan. El compromiso era designar a un economista ortodoxo, Roberto Alemann, para retomar la política de "achicar el Estado para agrandar la Nación", como decía un difundido slogan de aquellos años". En diciembre de 1981, en medio del desconcierto de la ciudadanía y de las burlas de la prensa extranjera, Galtieri juró el cargo de presidente de la Nación. Las pocas revistas opositoras (Redacción, Humor) titularon sus ejemplares con referencias al "ocaso" y al "naufragio" del Proceso. Galtieri conservó la jefatura del arma. Contaba con la buena voluntad del jefe de la Armada, almirante Jorge Isaac Anaya, quien era un nacionalista fervoroso. Ambos querían revertir el rumbo decadente del Proceso mediante una acción de guerra. Galtieri prefería retomar el proyecto del Beagle, para lo cual se había mostrado agresivo en relación con Chile y postergado la respuesta a la mediación papal. Pero para congraciarse con el almirante Anaya, se ofreció a poner en marcha el proyecto de recuperación de las islas Malvinas que era prioridad para la Marina de Guerra. Desde la escuela primaria; el niño argentino aprende la historia de la pérdida de las islas Malvinas a manos de los ingleses. El ejemplo de la toma de las Malvinas resulta el símbolo más simple y claro de los agravios infligidos a la soberanía nacional. Así lo entendió el comando peronista encabezado por Dardo Cabo que en 1966 aterrizó en Puerto Stanley, capital de las "Falkland" en una "mini" invasión que fue mirada con simpatía en la Argentina. Pero en 1976 Dardo Cabo había muerto a manos de los militares. Sin embargo su proyecto respecto de Malvinas tuvo una sorprendente continuidad. El plan elaborado por la Armada consistía en presionar a los británicos para salir de una negociación diplomática que se arrastraba desde hacía años. En 1971 el gobierno argentino fue autoriza do a mantener un servicio de vuelos a las islas, pero sin que se avanzara en materia de soberanía. Explica Virginia Gamba que una de las razones del interés de la Armada en el Operativo Malvinas era el deseo de ampliar la esfera de influencia argentina hacia la Antártida, elemento fundamental en su enfoque geopolítico. Había que compensar el giro negativo de la mediación papal en el Beagle con un hecho brillante: una ocupación pacífica que no diera lugar a derramamiento de sangre ni a protestas de los británicos. Notas periodísticas publicadas en Buenos Aires, marzo del 82, adelantaban los detalles del Operativo Malvinas. Pero los ingleses no entendieron estas "señales de guerra"". La Junta había recabado la opinión del canciller, el doctor Nicanor "Canoro" Costa Méndez, un nacionalista "aggiornado", ex ministro de Onganía. Costa Méndez consideró que la coyuntura internacional era favorable. Quienes analizaban la estrategia a seguir partían de dos supuestos. Uno era que contarían con la protección norteamericana como retribución a la política anticomunista de la Junta, la cual colaboraba con Estados Unidos en Centroamérica contra el gobierno izquierdista nicaragüense". Esto había permitido que se reanudara la asistencia de Washington a las Fuerzas Armadas argentinas, interrumpida por la administración Carter en 1977 debido a las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos. Se creyó incluso que el secretario para Asuntos Latinoamericanos del presidente Reagan ofrecía a la Cancillería una suerte de "luz verde" en caso

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de invasión". El otro supuesto era que Londres no tenía verdadero interés en las Malvinas. De modo que en ningún caso se previó una reacción militar. Un confuso incidente se produjo en marzo del 82 en las islas Georgias del Sur, donde hay una base militar británica. La presencia; con pretextos banales, de un destacamento argentino de infantería de Marina dio lugar a nerviosas gestiones diplomáticas; declaraciones y, pedidos de informes en la Cámara de los Comunes de Londres. Entre tanto la opinión argentina estaba pendiente de otras cuestiones. El salario había caído en un 25% como consecuencia de las duras medidas de ajuste adoptadas para frenar la inflación y la gente comenzaba a protestar con menos miedo. El 30 de marzo una manifestación convocada por el sindicalista Ubaldini y la CGT, que se dirigía a la Plaza de Mayo, fue reprimida por la policía. Hubo heridos, corridas y un clima de alta tensión, además de un muerto en los disturbios ocurridos en Mendoza. Los acontecimientos se precipitaron. El 2 de abril se anunció en Buenos Aires que la Argentina había ocupado la capital de las islas Malvinas, rebautizada Puerto Argentino. La única víctima fa tal del Operativo Rosario era un oficial de la Armada. El anuncio tuvo gran repercusión popular. Como en respuesta a un hecho largamente esperado, una multitud se movilizó en dirección a la Casa Rosada. El general Galtieri salió al balcón y saludó al pueblo. La alegría era genuina. Doce ex cancilleres apoyaron la recuperación. El ex presidente Illia izó la bandera en una guarnición militar del interior donde se encontraba: políticos, gremialistas, artistas y deportistas viajaron en un vuelo charter para acompañar al general Mario Benjamín Menéndez, el gobernador argentino designado en las islas. Algunos suponían que si la ocupación se resolvía en forma favorable al país; los militares, una vez cumplida su misión redentora, dejarían el poder a los civiles. Otros más pesimistas imaginaban lo contrario: el éxito llevaría al partido militar a quedarse o a condicionar a su gusto la sucesión. Pero otros observadores consideraban atase la victoria argentina era imposible y que los militares habían firmado la sentencia de muerte del Proceso con una decisión estratégica errónea que era fruto de su aislamiento con relación al resto del inundo. La foto de la rendición de la guarnición británica de Puerto Argentino recorrió las agencias de noticias internacionales. Casi de inmediato se reunió el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y dictó una Resolución que ordenaba a la Argentina retirarse de las islas. Pero no la calificó de país agresor. Washington apoyó a Londres en esta emergencia porque era su aliado más firme en la OTAN. Hubo en Washington sólo unos pocos defensores de la Junta argentina, basados en criterios anticomunistas y anticolonialistas. Prevaleció en cambio el disgusto contra Galtieri, quien había rechazado la gestión personal del presidente Reagan para que suspendiera el Operativo. En Francia y en otros países europeos; la Junta se encontraba tan desacreditada por las violaciones a los derechos humanos que nadie estaba dispuesto a defenderla ni a entenderla. Tampoco dio resultado la mediación del secretario de Estado norteamericano, general Alexander Haigh, ni la que emprendió el presidente del Perú. Fernando Belaúnde Terry. La Junta ya no podía retroceder debido a la muy positiva repercusión popular de la toma de Malvinas. Sin advertirlo aún, se encontraba en un camino sin salida y sin planes defensivos del

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territorio ocupado. El gobierno se conformó con difundir mediante la propaganda oficial que un desembarco masivo inglés en las islas era imposible y apeló a la solidaridad popular para vestir y alimentar a los 12.000 soldados que durante el mes de abril fueron llegando al {archipiélago. Un destacamento de la Armada ocupó las Georgias del Sur. Entre tanto, Gran Bretaña se preparaba para devolver el golpe. Una fuerza de tareas compuesta por 18.000 hombres, portaaviones, transportes y hasta submarinos atómicos, partió rumbo al Atlántico Sur. Gracias a la Junta Militar. Margaret Thatcher recuperaba su popularidad que estaba en retroceso. Sólo los países latinoamericanos y los del Tercer Mundo justificaron la acción argentina. Por su parte Chile comenzó a brindar apoyo logístico secreto a los ingleses. Las primeras acciones bélicas tuvieron lugar en mayo con el bombardeo de Puerto Argentino por la flota británica. El hundimiento del crucero General Belgrano en aguas del Atlántico Sur, fuera de la zona de exclusión reconocida por los ingleses, provocó 329 muertes: la "dama de hierro" no había vacilado en dar orden de torpedearlo para demostrar su voluntad de triunfar. Las pérdidas inglesas se produjeron a consecuencia de ataques de la Fuerza Aérea y de la aviación naval argentinas, que hundieron buques de guerra de la flota enemiga. A pesar de los ataques aéreos, los ingleses desembarcaron en el estrecho de San Carlos donde se estableció una cabecera de puente. Lentamente, por senderos fangosos donde los vehículos se atascaban, las tropas británicas avanzaron en dirección a Puerto Argentino. El encuentro más sangriento de ambas fuerzas fue en Pradera del Ganso. Allí perecieron en combate más de 200 soldados del regimiento de Corrientes. El conflicto del Atlántico Sur ponía en evidencia la desigualdad de equipamiento y de entrenamiento de unos v otros. La organización interna de los argentinos se caracterizaba por el confuso sistema de mando, dividido en tres armas, cada una con su propio sistema logístico y enfrentadas entre sí. En tales condiciones, la resistencia se reveló imposible. Por otra parte la presencia del canciller Costa Méndez en La Habana, para una reunión del Movimiento de los Países No Alineados, de tendencia tercermundista, dividió a la opinión militar argentina. La Fuerza Aérea temía que como consecuencia de la guerra con los ingleses, la Argentina ingresara en el bloque de países prosoviéticos. Ésta era la amenaza que formulaba Galtieri a quien quisiera escucharlo. Ratificaba asimismo que no se rendiría: "Tengo 400 muertos y si es necesario para salvaguardar el orgullo razonable (...) Argentina está dispuesta a ofrecer 40.000 o más muertos (...) vio va a arriar la bandera, ni a levantar bandera blanca"". El 14 de junio, diez semanas después de la toma de las islas, el general Menéndez se rendía al general Moore, mientras en Buenos Aires, Galtieri, ajeno a las órdenes insensatas que había dado, pretendía seguir la lucha y, de ser posible, mantenerse también en la presidencia. La derrota implicó un ajuste de cuenta para los militares. Manifestantes enfurecidos tiraron monedas e insultaron a la Junta frente a la Casa de Gobierno al grito de "los chicos murieron, los jefes los vendieron" y "se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar".

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Durante la guerra de Malvinas empezó a manejarse el término kelper, aplicado al habitante nativo de las islas Falklands que era legalmente un ciudadano de segunda con relación a los ingleses de las islas británicas. Cuando los conscriptos argentinos que fueron convocados a servir en el escenario de la lucha volvieron a casa, se los desembarcó en forma silenciosa en previsión de disturbios. Empezó entonces a difundirse en la población civil la idea de que los verdaderos kelpers eran los ciudadanos argentinos, sin derechos cívicos, víctimas de la ilegalidad, llevados como niños a una guerra insensata aunque su objetivo fuera justo. En las ciudades y en los pueblos alejados, en los remotos ranchos de donde provenían la mayoría de los "chicos de la guerra", cuya edad promedio era de 18 años, la gente empezó a dialogar y, a compartir experiencias. Estas experiencias que iban del entusiasmo inicial al miedo; la desolación y el dolor, se mezclaban con las de los oficiales y soldados que se sentían defraudados luego de haber cumplido gallardamente con su deber en el lejano escenario austral. La visita del papa Juan Pablo 11 a la Argentina, en la víspera de la rendición, resultó un nuevo vínculo entre el país y el mundo y una forma de recuperar la noción de paz. Había mejor disposición ahora para entender el absurdo de la guerra. Borges expresó ese sentimiento en "Juan López y, John Ward", poema publicado en el sórdido invierno del 82, cuando a la derrota militar se agregó la crisis de la deuda externa. Al dolor por las consecuencias de esta guerra externa se sumó el de miles de familias argentinas que lloraban en silencio a las víctimas de la represión ilegal. Desde 1977, un grupo de madres dedetenidos y desaparecidos, cansadas de reclamar en oficinas y cuarteles por la suerte de sus seres queridos, decidió protestar todos los . jueves alrededor de la pirámide de la Plaza de Mayo. Desfilaban dando vueltas en silencio, con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco. Las Madres de Plaza de Mayo se convirtieron en el emblema de los kelpers argentinos privados de sus derechos cívicos. Por su parte, las Abuelas de Plaza de Mayo centraban su labor en el esclarecimiento de los casos de hijos de desaparecidos nacidos en el cautiverio y entregados en adopción con su documentación cambiada. A ese respecto, cabe consignar que a mediados del año 2000 se encontraban abiertos procesos judiciales por la apropiación de dichos menores, bajo la interpretación de que tales hechos no fueron incluidos en las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (1987) ni en los indultos (1990).

REGRESO A LA DEMOCRACIA

El reemplazo de Galtieri por el general Reynaldo Bignone abrió el camino de la convocatoria a elecciones. En marzo del 83, el gobierno militar anunció que el 30 de octubre habría elecciones nacionales y que el poder se entregaría a los civiles en enero del 84. Es digno de destacarse que tanto el reemplazo de Viola (1981) como el de Galtieri (1982) se justificaron en la idea del "vacío de poder" utilizado asimismo en los golpes contra los presidentes constitucionales Yrigoyen, Castillo, Illia e Isabel Perón. Esto demostraba que la feudalización del Estado realizada por las Fuerzas 43

Armadas resultaba tanto o más inoperante que la supuesta debilidad de las democracias para resolver los problemas nacionales. En el balance positivo del Proceso había sin duda una serie de grandes obras públicas", pero en ningún caso las nuevas autopistas o las represas atenuaban la gravedad del caos institucional y el mar de sangre en que se encontraba inmerso el país, a lo que se sumaba el aislamiento internacional que se profundizó a consecuencia de la guerra. Este conflicto, con el mando feudalizado también, y las discusiones entre las tres armas; era el triste reflejo de la forma compartimentada, retorcida y secreta en que se organizó la represión estatal. Bignone; el cuarto y último presidente del Proceso; formaba parte del ala del Ejército moderada (violista) que fue desplazada por Galtieri. Su política tendió a restablecer el diálogo con la Multipartidaria y, a preparar una salida electoral que preservara la unidad del Ejército y la intangibilidad de lo actuado en la época del Proceso. Debió sortear las amenazas del golpismo militar, mientras crecía la inflación v la deuda externa alcanzaba los 44.000 millones de dólares. Para evitar que los militares afrontaran las responsabilidades por la represión ilegal, el gobierno dictó una ley- de amnistía cuya justificación arrancaba del decreto de Isabel Perón que dio la orden de "aniquilar a la guerrilla". La ley fue muy mal recibida, no sólo por los organismos de derechos humanos. que ahora gozaban de credibilidad, sino también por la Justicia que empezaba a movilizarse. Después de la guerra de Malvinas la catarata de denuncias acerca de violaciones a los derechos humanos cometidas por la represión estatal, difundida por la prensa escrita y- radial, puso a la ciudadanía frente a la evidencia de la tragedia ocurrida en las sombras. Hubo Marchas de la Resistencia, denuncias de enterramientos clandestinos v de los "vuelos de la muerte". Los sobrevivientes de los centros de detención empezaron a hablar y a contar su historia y se denunciaron 'ilícitos" económicos como la cuenta de nafta adulterada que salpicó con sospechas de corrupción al presidente de el "duro" general Suárez Mason. En la Iglesia; que en 1981 se había sumado al ideario democrático a través de un documento oficial, la voz cantante la llevaban los moderados de la Conferencia Episcopal y los más comprometidos e n la defensa de los derechos humanos. Pero quedaban prelados amigos del partido militar, como monseñor Plaza, ti uno de los pocos q u e justificó la ley de "autoamnistía", o el vicario castrense Bonamín, defensor empecinado del intervencionismo militar. En julio del 83, el almirante Massera fue enviado a p r i s i ó n preventiva, acusado por la desaparición del comerciante Fernando Branca ocurrida en 1977. Así quedó fuera del proceso electoral un "presidenciable" militar que aspiraba a ganar los comicios con el voto peronista y que a ese efecto había cultivado la amistad de Isabel Perón. Por otra parte, desde Italia, donde se inició el proceso contra la Propaganda Due, una organización secreta para el tráfico de influencias, se informó que Massera, Suárez Mason y López Rega pertenecían a esta Logia. El ciclo militar empezaba a cerrarse en condiciones internas e internacionales mucho más negativas que las que rodearon el final de la Revolución Argentina. Pero, quizás debido a la ausencia de "caudillos providenciales" en el horizonte, la ciudadanía se encontraba mejor compenetrada que en el 73 acerca de sus derechos cívicos y del valor perdurable de la democracia como forma de gobierno.

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Restablecer las instituciones republicanas y la convivencia democrática y pluralista fue la gran tarea nacional a partir de 1983. Raúl Alfonsín, jefe del radicalismo y titular del Ejecutivo entre 1983 y 1989, lideró esta etapa de "transición a la democracia" que resultó más compleja, más larga y más frustrante que lo imaginado. Porque en el curso de la tragedia (le 1970, la sociedad había adquirido rasgos muy negativos en materia de pobreza y desigualdad. Esto, sumado a la multimillonaria deuda externa, contribuyó a que la década de 1980 fuera una década perdida por la Argentina en cuanto a su producción y desarrollo. El producto per cápita era inferior al de los años setenta. Lo mismo sucedió en los otros países latinoamericanos. Apenas finalizó la guerra de Malvinas comenzó la lucha interna radical por definir quién tendría la conducción partidaria luego de la muerte de Balbín (1981). El fallecimiento de Illia (enero del 83) dejó al partido sin su figura más prestigiosa. Se enfrentaban ahora la Línea Nacional de tendencia conservadora, cuyos candidatos a presidente y vise eran Fernando de la Rúa y Carlos H. Perette, con el Movimiento de Renovación y Cambio liderado por Alfonsín. Este último contaba con el apoyo de los ex balbinistas bonaerenses Antonio Tróccoli y Juan Carlos Pugliese; la Junta Coordinadora de la Juventud Radical (Enrique Nosiglia, Federico Storani, Leopoldo Moreau); universitarios de Franja Morada; centros de intelectuales vinculados a la socialdemocracia europea (Jorge Roulet, Dante Caputo); los ex colaboradores de Illia; Germán López; Roque Carranza y García Vázquez. La alianza con los sabattinistas de Línea Córdoba aportó al segundo término de la fórmula, el doctor Víctor Martínez, ex intendente de la capital provincial. Con ellos y con el voto de los nuevos afiliados, Alfonsín ganó la elección interna en el 83.

PRESIDENCIA DE RAUL ALFONSÍN

Raúl Ricardo Alfonsín, nacido en 1927 en Chascomús (Buenos Aires) en un hogar de clase media, descendía de gallegos por el lado paterno y de angloargentinos por la parte materna. Estudió el secundario en el Liceo Militar y abogacía en la UBA; encolumnado con el balbinismo integró la Legislatura provincial en 1958 y fue diputado nacional en 1963. En tiempos de Onganía, cuando la política estaba excluida, dirigió la revista Inédito en la que defendió el ideal de la democracia. En 1973, con un discurso democrático de izquierda nacional, Alfonsín perdió la interna presidencial frente a Balbín, a quien criticaría luego su condescendencia con el peronismo y sus indefiniciones durante el Proceso. Algunos de sus correligionarios, como Hipólito Solari Yrigoyen, Sergio Karakachoff y Mario Amaya fueron víctimas de la represión ilegal. En esos años de plomo. Alfonsín tuvo una presencia activa en la defensa de la legalidad como cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Fue además uno de los pocos que entendió de inmediato que la guerra de Malvinas significaba el final del Proceso. 45

La campaña presidencial de Alfonsín comenzó en julio de 1982 con una convocatoria moderada que se fue ampliando progresivamente hasta que en sus tramos finales los actos en el interior, el conurbano bonaerense y la capital federal reunieron a centenares de miles de personas. "Con la democracia se come, se educa y se cura", decía Alfonsín en sus discursos que concluían con el "rezo laico" del Preámbulo de la Constitución Nacional. Colocaba así a las instituciones en el lugar central de la recuperación de la democracia. En sus apariciones públicas y en sus presentaciones por televisión, la sonrisa cálida y el saludo peculiar del candidato; con las manos unidas, enfervorizaban a sus seguidores. Por otra parte su equipo recurrió a las técnicas modernas de publicidad y a las encuestas. Una oportuna gira de Alfonsín a Venezuela y- a los países europeos, gobernados por la socialdemocracia, demostró la posibilidad de que el país retomara contacto con el mundo. El candidato radical fue categórico respecto al tema más duro a resolver, el de las responsabilidades en la "guerra sucia". Se comprometió a anular la ley de amnistía y afirmó que habría tres niveles de responsabilidades en la justicia, los que impartieron las órdenes, los que las cumplieron con exceso y los que se limitaron a cumplirlas. Su propuesta se fortaleció gracias a la denuncia del "pacto militar-sindical", la cual reconocía lo que era un secreto a voces: el partido militar en retirada prefería una victoria del peronismo que le asegurara la no revisión de los crímenes de la represión y la supervivencia de la cúpula militar. El jefe del Ejército, el general Cristino Nicolaides, conversaba a ese efecto con Lorenzo Miguel y otros caciques sindicales. Esta relación, acota Halperin Donghi, venía de lejos, de la época en clase el general Aramburu envió interventores militares a los gremios que terminaron forjando una buena amistad con aquellos a quienes debían desplazar. Entre tanto crecía el voto alfonsinista. Alcanzaba ahorra a sectores de clase baja hasta entonces "cautivos" del peronismo. Esto se debía en parte a que las estructuras sindicales se habían debilitado luego de siete años de Proceso en los que avanzó el cuentapropismo y entraron en crisis la industria metalúrgica y textil, bastiones del sindicalismo: si en 1973 había un obrero sindicalizado cada ocho votos, en 1983 la proporción era de uno por cada catorce votos. Las mujeres y los jóvenes eran mayoritariamente alfonsinistas. Con todo, a mediados del 83 el peronismo anunció que tenía 3 millones de afiliados. Los radicales llegaban solamente a la mitad. El peronismo, cuya formidable maquinaria electoral demoró más en ponerse en movimiento, reconocía el liderazgo verticalista de Isabel Perón. La lucha interna se llevó adelante con la preponderancia del sindicalismo, la "columna vertebral" del Movimiento. El doctor ítalo Argentino Lúder, quien presidió el Senado en el gobierno de Isabel Perón, resultó electo por el congreso partidario para encabezar la fórmula, acompañado por el dirigente chaqueño Deolindo Bittel. El candidato a gobernador de Buenos Aires, un gremialista ortodoxo, Herminio Iglesias, daba la nota con sus declaraciones, propaganda e insultos al radicalismo. En la última semana de esta reñida campaña, tanto la fórmula del PJ como la de la UCR llenaron de gente la plaza del Obelisco. Pero el acto del peronismo concluyó mal, porque Herminio

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empañó la alegría colectiva al quemar un ataúd con una leyenda que decía "Alfonsín". Esta imagen proyectada por la televisión a todo el país terminó por convencer a los indecisos. El electorado estaba harto de violencia, bajo cualquiera de sus formas. El 30 de octubre de 1983 la fórmula radical conquistó el 52% de los votos; el PJ obtuvo el 40% y la polarización dejó poco espacio a otros candidatos como Manrique, Frigerio, Alende y Alsogaray. La gran sorpresa de esa elección; que destruyó el mito del peronismo como fuerza hegemónica; fue la victoria radical en la provincia de Buenos Aires, donde el peronismo era imbatible desde 1946. Córdoba, Entre Ríos; Mendoza, Río Negro, Chubut y Misiones eran también radicales; el PJ ganaba en doce provincias del noroeste, el nordeste; San Luis. La Pampa y Santa Cruz: Sapag se impuso en Neuquén; el bloquismo en San Juan. El PJ obtuvo la mayoría del Senado. Tal como le había ocurrido a Yrigoyen en sus dos presidencias, Alfonsín tendría que gobernar con la Cámara alta en contra, lo que recortaba considerable mente su poder. Pero por esa misma razón, el federalismo tendría la oportunidad de funcionar adecuadamente: por primera vez en la historia institucional del país, el Ejecutivo no haría uso de la intervención federal para someter a las provincias al oficialismo. La asunción del nuevo presidente el 10 de diciembre de 1983 dio lugar a una verdadera fiesta popular con bailes en todos los barrios porteños. Se abría una expectativa de libertad Y tolerancia después de años de violencia y de autoritarismo. La gente recuperó de golpe el espacio público del que había sido excluida. "No tendremos miedo, nunca más", la canción de los negros norteamericanos, fue entonada entonces como expresión del profundo cambio cultural que estaba ocurriendo. Una larga serie de visitantes extranjeros, entre ellos los primeros ministros de la socialdemocracia española, francesa e italiana, se hicieron presentes para dar el espaldarazo a la transición democrática en la Argentina. Ésta fue la primera transición del Cono Sur; luego vendría la del Uruguay y la de Brasil. Chile se incorporó en 1990 a este proceso democrático. La presencia de Isabel Perón en las ceremonias expresó la nueva modalidad política de respeto mutuo y pluralismo. También se ensayaron Actas de Coincidencia con los partidos. Para disminuir la conflictividad social; el gobierno recurrió a la concertación con las corporaciones económicas, un mecanismo cuyo uso excesivo critica el politólogo Marcelo Acuñas. En cuanto a las movilizaciones populares masivas, en las que el presidente, excelente orador, tomaba contacto directo con el pueblo, constituían una forma efectiva de participar, aunque a la larga disminuyó su importancia por cansancio y desencanto. Las universidades nacionales fueron normalizadas y se restableció el gobierno tripartito con la participación de profesores, estudiantes y graduados; el ingreso irrestricto incluyó un curso obliga torio (CBC) y se concursaron todas las cátedras. Muchos docentes e investigadores que habían estado exiliados volvieron al país. Los artistas y los intelectuales aplaudieron el cumplimiento del compromiso electoral de eliminar la censura para libros y espectáculos. Signo de las nuevas formas participativas fue el programa cultural en los barrios porteños que logró combinar la excelencia con lo popular. Y para realzar los ánimos, una película argentina, La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo, ganó el Oscar de Hollywood a la mejor producción extranjera. La trama tenía relación con la adopción ilegal de hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio.

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Alfonsín se abocó desde el primer momento a cerrar el conflicto de límites con Chile. Esto le permitiría eliminar una hipótesis de guerra y mejorar el vínculo con el Vaticano y la jerarquía eclesiástica argentina, siempre más reacia al diálogo con los "laicistas" radicales que con el peronismo. El presidente sorteó con éxito esta prueba. Se trataba de admitir que los títulos chilenos a las islas del Beagle eran mejores y que por esa razón -y no por una conjura antiargentina- habían sido preferidos por la Corte Arbitral y por el Vaticano. Pero también la cancillería se preocupó por preservar los derechos argentinos en el Océano Atlántico. Debido a la oposición del justicialismo a ratificar el Tratado, el Ejecutivo convocó a una consulta popular no vinculante que dejaba la decisión última al Senado donde el PJ era mayoría. Otros partidarios del No fueron el almirante Rojas y el general Luciano Menéndez para quienes el Tratado no era más que un "atropello a la soberanía". El canciller Caputo debatió el tema por televisión con el senador catamarqueño Vicente Leonidas Saadi, justicialista de ideología nacionalista. La confrontación favoreció al canciller. Días después, la consulta arrojó un 81% de votos favorables al gobierno. El Tratado de Paz y Amistad con Chile fue ratificado (1984). Esto abrió el camino a nuevas formas de cooperación pacífica con los países vecinos. Una vez que Brasil se democratizó, los presidentes Alfonsín y José Sarney convinieron en la inspección mutua de los centros de energía atómica y firmaron los primeros acuerdos con miras al Mercosur en 1986. Dicho acuerdo, sostienen Gerchunoff y Llach, constituye la obra más positiva en materia económica adoptada por Alfonsín y continuada por Menem. La relación con Estados Unidos fue de amistad pero no de alineamiento sin límites. El gobierno radical obtuvo el respaldo de EE.UU. a la restauración de la democracia en la Argentina, pero desarrolló una política independiente en relación con Centroamérica contraria a la mano dura de Reagan que favorecía a los regímenes de ultraderecha en la región. Sobre este tema Alfonsín desafió a Reagan en la mismísima Casa Blanca. Tampoco aceptó presiones para desarmar el proyecto misilístico Cóndor 11, emprendido por el gobierno militar y con tecnología europea. Tal actitud, que en plena "guerra de las galaxias" implicaba ciertos riesgos; no generó represalias. Aunque la Argentina se negó a ratificar el Tratado de Tlatelolco de no proliferación de armas nucleares, Alfonsín siguió siendo bien considerado en Washington. En sus primeros cien días, el gobierno intentó hacer aprobar una nueva ley sindical que despojaba a las conducciones sindicales de sus privilegios y. permitía el ingreso de las minorías. Los jerarcas sindicales; sintiéndose acosados, unificaron el discurso de las dos centrales obreras que existían desde finales del Proceso, la "combativa" de Saúl Ubaldini con sede en la calle Brasil, y la "dialoguista" de Jorge Triacca ubicada en Azopardo. El ministro Mucci contaba con el respaldo de los sobrevivientes de las antiguas conducciones clasistas para llevar adelante el cambio. Pero como la mayoría peronista en el Senado impidió la aprobación de esta ley, el gobierno terminó por concertar con los gremios cuya normalización se produjo en beneficio de la dirigencia tradicional. Mientras la rama política elaboraba la derrota del 83 la rama sindical del peronismo tomó el papel de cabeza de la oposición. La CGT se opuso a todas las políticas económicas de Alfonsín. Ubaldini

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convocó a trece paros generales, varios de ellos con movilización activa. En ese clima, muchos recordaron los pronósticos del gremialista Taccone ("Si ganan los radicales, en tres meses los desestabilizamos) y. del secretario de 1 Hacienda riel Proceso, Juan Alemann ("en 1985 habrá golpe militar"). Pero lo cierto es que no hubo golpe aunque el tema militar representó un problema gravísimo.

CONADEP Y JUICIO A LAS JUNTAS

Alfonsín derogó la ley de amnistía apenas asumió y anunció que las tres primeras Juntas militares del Proceso serían sometidas a juicio por sus responsabilidades en la represión. A fin de que se indagara lo ocurrido, el Ejecutivo creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), integrada por personalidades (intelectuales; religiosos, periodistas) y presidida por Ernesto Sabato. La investigación de la Conadep fue sintetizarla en el libro Nunca Más (Eudeba, 1984) y contribuyó, junto a otras publicaciones muy difundidas, a la toma de conciencia sobre lo sucedido. Pero el Consejo General de las Fuerzas Armadas al cual se encomendó el juicio se limitó a dictaminar que la guerra antisubversiva había sido legítima y que no habrá nada que castigar. El juicio pasó entonces a una nueva instancia oral, la Cámara Federal de Apelaciones; integrada por jueces de prestigio pero que habían formado parte del Poder Judicial durante el Proceso. En abril de 1985. en medio de medidas extremas de seguridad; comenzó en el palacio de Tribunales el juicio a las Juntas. Este revistió un alto valor simbólico; es único en su género en América latina donde nunca se había sentado en el banquillo de los acusados a los jefes militares golpistas y excepcional también en el mundo, salvo en el caso de los coroneles griegos, responsables del golpe de 1967. Los militares acusados tuvieron oportunidad de defenderse. Sus abogados argumentaron que se habían limitado a cumplir las órdenes dadas por Isabel Perón para aniquilar la subversión y destacaron el estado de necesidad que se vivía en la Argentina impuesto por la guerra revolucionaria. Ratificaron que se trataba de una guerra justa contra el terrorismo. Massera afirmó que esta guerra se había ganado con las armas pero perdido en lo psicológico y que si todos estaban allí, en los Tribunales nacionales, jueces y acusados; era gracias a la actuación de la Junta que había permitido la continuidad de las instituciones republicanas. Los testigos propuestos por la acusación narraron puntualmente las atrocidades cometidas. Los casos de abusos evidentes eran unos 700; dentro de los 9.000 casos constatados por la Conadep. En la acusación, el fiscal Strassera se preguntó qué clase de guerra fue esa limpieza de opositores, muchos de ellos inermes, que incluyó a adolescentes y a niños. La sentencia del Tribunal condenó a prisión perpetua y a destitución a Videla y Massera; a penas de prisión a otros miembros de las dos primeras Juntas y eximió de culpa a los integrantes de la tercera; los cuales, por otra parte, debían responder en el juicio de responsabilidades por la guerra de las Malvinas". 49

Así concluía un capítulo de la recuperación de la democracia en la Argentina. Sin embargo el problema militar siguió. Con el presupuesto reducido a la mitad y una larga experiencia de autoritarismo, la jefatura del Ejército tenía dificultad para ejercer el mando en democracia. Se sucedían los desplantes en todos los niveles. Raúl Borrás y Roque Carranza, dos de los "hombres del presidente" que ocuparon sucesivamente el Ministerio de Defensa, murieron en el ejercicio de sus funciones. A lo largo de 1986, numerosos oficiales fueron convocados a los Tribunales. La situación en los cuarteles se volvió insostenible. El presidente hubiera preferido mantener las citaciones en los niveles más altos de responsabilidades pero la marea era incontenible. La Ley de Punto Final (febrero del 87) intentó ponerle coto a estos procesos; fijaba sesenta días de plazo a partir de los cuales no podría haber nuevos enjuiciamientos. Pero las citaciones se multiplicaron en vísperas de esa fecha.

REBELION DE SEMANA SANTA

La rebelión militar estalló en la Semana Santa de abril de 1987 en Campo de Mayo y en otros regimientos del interior. Los oficiales rebeldes que se pintaron la cara con betún, de ahí el mote carapintadas; comandos que respondían al coronel Aldo Rico, exigían la renuncia del jefe del Ejército, el reconocimiento de lo actuado en la represión y que los medios masivos respetaran a las Fuerzas Armadas. Decían no tener intenciones golpistas y criticaban a sus jefes, los generales burócratas que habían perdido la guerra. Si bien el generalato en actividad no participó abiertamente de la rebelión, se negó a cumplir la orden de reprimir impartida por el presidente y comandante en jefe. Las fuerzas de represión quedaron inmovilizadas y se rompió la cadena de mandos. En tales circunstancias, con el pueblo convocado en la Plaza de Mayo y manifestaciones en todos los centros urbanos del país, Alfonsin tomó la decisión de presentarse en Campo de Mayo acompañado por el ministro Horacio Jaunarena. De este modo logró que los rebeldes depusieran su actitud y pudo volver al balcón de la Casa Rosada. Rodeado por la dirigencia política de todos los partidos, y muy claramente por los justicialistas, anunció que la rebelión había terminado, elogió el valor de los oficiales rebeldes, "algunos de ellos héroes de Malvinas" y les deseó "Felices Pascuas" a todos. Este final feliz de las tensiones acumuladas en cuatro días despertó suspicacias de que se había negociado con los carapintadas, sobre todo cuando renunció el jefe del Ejército y el Congreso aprobó la ley de Obediencia Debida. Esta reconocía un argumento militar por excelencia: en las Fuerzas Armadas se cumplen órdenes sean éstas bien o mal dadas. En consecuencia se eximía de responsabilidades a los jefes y oficiales. Las actuaciones continuarían para los generales que habían sido "jefes de zona" y para los casos de menores desaparecidos en cautiverio, una búsqueda encarada con frutos positivos por las Abuelas de Plaza de Mayo.

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Las agrupaciones de izquierda condenaron las leyes de la "impunidad" que el presidente justificó como una "razón de Estado" El reclamo de justicia siguió. También prosiguieron su acción los "carapintadas" empeñados en recuperar la dignidad perdida. Y el prestigio personal de Alfonsín declinó. En el otoño de 1985 el gobierno atravesaba una grave situación económica. El ministro Grinspun encabezaba un equipo económico cuya experiencia se remontaba a veinte años antes en condiciones muy diferentes. Imaginaba el ministro que podría eliminar el déficit y al mismo tiempo reactivar la economía sin costo social" y había optado por denunciar al Fondo Monetario Internacional y cuestionar el monto de la deuda externa. Dentro de los 46.000 millones de deuda heredada del Proceso ¿cuál era la parte legítima de la que el Estado debía hacerse cargo y cuál la ilegítima? Las cajas del Plan Alimentario Nacional (PAN) se destinaron a aliviar el hambre de la población marginal. Reemplazaban a las ollas populares que se multiplicaron hacia 1982. Pero la necesidad de concertar con los gremios; de actualizar los salarios y de dar crédito barato, agravaron el déficit. del Estado y el emisionismo. Esto no era sino una parte del problema de fondo que consistía en el excesivo peso de las funciones que absorbe el Estado de Bienestar. Dicho Estado, formado en la década de 1940. y cuyo ideal se expresó en la Constitución justicialista de 1949, aspira a asegurar la educación en sus tres niveles, la salud, la vivienda y, el pleno empleo. A esto se fueron sumando funciones relativas a la producción y a lo que se denomina el "capitalismo asistido": reintegros a las exportaciones, exenciones impositivas para armar fábricas y protección aduanera. En la Argentina de la democracia ningún sector estaba dispuesto a resignar privilegios, más aún, se suponía que el deber del Estado era mejorarlos a todos. Entre esos "todos" se encontraban los denominados "capitanes de la industria”, grandes empresarios nacionales que eran contratistas del Estado; los dueños de Bridas, Techint, Loma Negra, Pescarmona, Terrabusi y Macri (Sevel) para citar a los más poderosos.

HIPERINFLACION

En tales condiciones la inflación, que en 1983 era de 343%, superó el 600% en 1984 y 1985. Entonces el secretario de Planeamiento; Juan Vital Sourrouille, le aconsejó a Alfonsín revertir la situación y no desperdiciar la buena imagen externa del gobierno democrático argentino con posturas anticuadas contrarias al Fondo". Sourrouille, designado titular de Economía, diseñó "el plan Austral'". Éste se basaba en una nueva moneda que reemplazaba al peso en una relación de 80 centavos de austral por dólar. Para sostener la divisa argentina el gobierno se comprometía a no emitir y a pagar la deuda y proponía una aperturas moderada de las economía. Los resultados inmediatos de estas medidas fueron beneficiosos. La economía se serenó porque disminuyeron las expectativas 51

inflacionarias que se expresaban en la indexación (aumento preventivo de salarios y de precios). Otra novedad fue el anuncio del plan Houston para la explotación del petróleo y del gas por compañías extranjeras; que revertía la doctrina radical; nacionalistas en matería de hidrocarburos. En 1987, el periodista y economista Rodolfo Terragno convencería a Alfonsín de la necesidad de privatizar las empresas públicas deficitarias porque de otro modo era imposible evitar el déficit estatal. Pero la oposición peronista en el Senado impidió concertar la venta de acciones de Aerolíneas Argentinas, ENTEL y SOMISA. Los argumentos esgrimidos fueron de corte nacionalista. Tampoco el plan Houston avanzó". Los éxitos iniciales del plan Austral ratificaron la popularidad del gobierno que ganó con amplitud los comicios nacionales de renovación de diputados en 1985. Con la coalición alfonsinista consolidada, el presidente se abocó a fortalecer su imágen. Contrariamente a lo que sucedía en tiempos de Illia. Balbín presidía el Comité Nacional, Alfonsín conservó para sí la conducción de la UCR. Ahora se proponía impulsar el proyecto del Tercer Movimiento Histórico. Lo acompañaban los jóvenes radicales de la Junta Coordinadora y los intelectuales del Consejo de la Consolidación de la Democracia (Juan Carlos Portantiero V Carlos Nino). El Tercer Movimiento, conjunción de las fuerzas políticas del país vagamente inspirada en el PRI, el partido gobernante en México, aseguraría el futuro de la democracia. Para afirmarlo era necesaria una reforma constitucional que permitiera la reelección presidencial, acortara a cuatro años los mandatos y creara la figura de jefe de Gabinete, sobre el modelo de las democracias parlamentarias europeas pero sin dejar de lado el presidencialismo argentino. Formó parte del proyecto el traslado de la Capital Federal de Buenos Aires al área de Viedma/Patagones, sobre el río Negro. El traslado de la capital "al sur, al frío y al mar" fue la propuesta más original de Alfonsín (1987). El presidente quiso hacer un replanteo territorial que concluyera con el predominio de Buenos Aires y valorizara la Patagonia. La UCeDé, el partido de derecha liberal que lideraba Álvaro Alsogaray, calificó el traslado de innecesario y costoso". El Congreso lo aprobó. En ese mismo año 1987 en que decayó el prestigio del presidente, la conflictividad social seguía siendo muy alta. A los paros obreros y a los desbordes militares se sumaba una relación difícil con la Iglesia Católica. El gobierno no sólo había aprobado la nueva ley de divorcio vincular que autorizaba a contraer nuevo matrimonio y otra que equiparaba a los hijos legítimos con los ilegítimos, sino que había convocado a un Congreso Pedagógico que decidiría el rumbo a seguir por la educación en la Argentina. La Iglesia, que es contraria al divorcio porque considera que afecta a la constitución de la familia cristiana, temía ahora que se le recortaran los subsidios a la enseñanza privada. A tales roces se sumaban, desde otros ángulos, las acusaciones contra la jerarquía eclesiástica por tolerancia con la dictadura. Entre tanto, el plan Austral perdió efectividad en medio de concesiones a los sindicatos nucleados en "el Grupo de los 15". Uno de sus referentes ocupó la cartera de Trabajo. Los gobernadores susceptibles de incorporarse al Tercer Movimiento, como era el caso del riojano Carlos Menem, recibieron ayuda. Los créditos baratos del Banco Central seguían su

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curso, lo mismo que los préstamos a los bancos provinciales que resultaban incobrables y las exenciones impositivas a la industria del interior. Las elecciones de setiembre del 87 favorecieron al peronismo liderado ahora por los Renovadores. El PJ ganó por el 41% y obtuvo la mayoría de las provincias y de las bancas en juego. La UCR, con el 37% de los votos, conservó sólo los gobiernos de Córdoba y Río Negro y quedó en minoría en Diputados. A partir de allí gobernar se volvió muy difícil. El plan Primavera (setiembre de 1988) se elaboró para devolver la salud a la economía que había recuperado su ímpetu inflacionario. Debía asimismo asegurar la estabilidad antes de las elecciones. El plan contó con el apoyo de los "capitanes de industria" nucleados en la UIA, quienes se comprometieron a no aumentar los precios de las mercaderías. Pero para conformarlos se redujeron el IVA y las retenciones agropecuarias. El déficit. de los servicios públicos, cuyas tarifas se encontraban congeladas, recayó sobre el tesoro y éste gastaba dólares para sostener el valor del peso mientras dejaba de pagar los intereses de la deuda externa. Los grandes gremios pactaron aumentos generosos con sus empleadores. Una tercera rebelión militar tuvo como protagonista al coronel Mohamed Alí Seineldín, oficial nacionalista v ultracatólico. Este confuso operativo enturbió el clima preelectoral y logró la renuncia del jefe del Ejército. Aumentó la incertidumbre el copamiento del cuartel de La Tablada por militantes de izquierda, acto inexplicable y cruento que provocó muchas muertes. Entre tanto el país se preparaba para las elecciones que debían celebrarse en mayo del 89. Eduardo Angeloz, el gobernador de Córdoba reelecto, era el candidato del oficialismo, acompañado por el dirigente bonaerense Juan Manuel Casella. La fórmula del PJ estaba compuesta por Carlos Menem, gobernador de La Rioja, también reelecto, y por el intendente de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde. Cuando se difundió la noticia de que los organismos internacionales de crédito no le prestarían más dinero a la Argentina, el austral se desmoronó. La disparada del dólar, en febrero del 89. sembró de rumores la City porteña, que si bien dejaron intacto el nombre del presidente y de Sourrouille, afectaron a algunos de sus colaboradores. Durante la gestión de Juan Carlos Pugliese, el nuevo titular de Economía, el grupo de "los capitanes de la industria" reclamó y obtuvo la liberación del mercado de cambios. Pero cuando dejó de haber un cambio preferencial que evitaba el alza de los productos básicos, la inflación trepó al 193% (abril). En la City los "arbolitos" proveían de dólares a los empleados que querían preservar el sueldo. En ese clima de angustia por la crisis económica, el 14 de mayo de 1989 se realizaron los comicios nacionales. Menem ganó por el 47%. Pero la victoria de la oposición no calmó la economía. Con la población desesperada porque el salario no alcanzaba para comer, el día 23 comenzaron los saqueos a los supermercados de las zonas suburbanas más humildes. Gente desesperada era la protagonista de estos tristes hechos cuyos puntos álgidos fueron la localidad de San Miguel y el Gran Rosario y en los que hubo 15 muertos. Mientras el gobierno decretaba el estado de sitio, las empresas prosiguieron impávidas

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las remarcaciones de precios. Procuraban resarcirse de las pérdidas sufridas a raíz de la disparada del dólar. Alfonsín había perdido la capacidad de gobernar. Por eso decidió irse antes del 10 de diciembre, fecha en que cumplía su mandato de seis años. La crisis había barrido con el Estado Benefactor, abrumado por el exceso de demandas y de expectativas que la restauración de la democracia había vigorizado más que nunca. A consecuencia de estos hechos Alfonsín, el presidente que había confiado en la democracia como solución al problema argentino, se iba arrastrado por la vorágine. Pero la democracia, que no es quizás la panacea que cura todos los males, sigue siendo el mejor camino posible. Y la pedagogía de la "vida en democracia" le sería reconocida a Alfonsín cuando le entregó la banda a otro presidenta electo por el pueblo y de un signo político opuesto. Era la primera vez en el siglo que se daba este hecho histórico.

Basado en el libro: “LA ARGENTINA HISTORIA DEL PAÍS Y DE SU GENTE” de María Sáenz Quesada

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*.- Operación Masacre. Walsh, Rodolfo - CONTINENTAL *.- Montoneros, la soberbia armada. Giussani, P. SUDAMERICANA *.- Ezeiza. Verbitsky, Horacio - CONTRAPUNTO *.- La Argentina de Perón a Lanusse. Luna, Félix - PLANETA *.- Nunca Más. CoNaDep - EUDEBA *.- ¿Por qué cayó Alfonsín?. Majul, Luis SUDAMERICANA *.- El cordobazo. Villar, Daniel - C.E. de A.L. *.- La Argentina. Ferna, H.S. - SUDAMERICANA *.- El ejército y la política en la Argentina. Potash, R. SUDAMERICANA *.- Poder militar y sociedad política en la Argentina. Rouquié, A. - EMECÉ *.- Temas de historia y política argentina. Pérez Aznar, Ataúlfo - PLATERO *.- Historia del cine argentino. Couselo, José M. - C.E. de A.L. *.- La carpa de Alí Babá. Grupo de los Ocho - LEGASA *.- La propuesta de la Multipartidaria. EL CID *.- El pensamiento escrito de Yrigoyen. Comp. De del Mazo *.- El desarrollismo. Nosiglia, Julio - C.E. de A.L. *.- El Partido Intransigente. Nosiglia, Julio - C.E. de A.L. *.- ¿Qué es el Partido Intransigente?. Alende, Oscar SUDAMERICANA *.- Punto de partida. Alende, Oscar - S. RUEDA *.- Marcha al sur. Alende, Oscar - PLUS ULTRA *.- Mensaje a la Juventud. Alende, Oscar - ED. PROPIA *.- Los que mueven las palancas. Alende, Oscar - PEÑA LILLO 55

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aniquilada; nos faltan muchas caras, muchos rostros amigos, sin embargo, siempre le pedí a Dios que no me quedaran resentimientos , señaló. Poco antes del acto, el gobernador volvió a criticar a Bonafini. Esa señora está totalmente equivocada; ella no vive en democracia , dijo De la Sota. Y agregó: Yo, en mi provincia, soy gobernador de todos, de los civiles y de los militares de hoy, y si yo viviera lleno de resentimientos, no podría representar a todos los que gobierno ". (La voz del interior, 25-03-04) Las Madres replican al gobernador de Córdoba ese mismo día, al término de la marcha del jueves 25 de marzo de 2004. Lo hacen a través de la vicepresidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Mercedes de Meroño (Porota). "Recién me acaba de contar un compañero, y lo tengo que decir acá porq ue para mí fue una sorpresa, que De la Sota habló por radio Mitre con el periodista Néstor Ibarra y dijo que todos tenemos algo de lo que arrepentirnos: los militares de lo que hicieron, ellos porque no actuaron, y las Madres por no saber criar a nuestros hijos. Este es el hijo de puta que ayer se quería ir a blanquear con nosotros en la ESMA, ese que dice que nosotras no supimos criar a nuestros hijos. Para que quede claro quién es quién", señala. Paralelamente, también ciertas figuras estelares del sector político denominado "progresismo" sale a cuestionar el rumbo elegido por el presidente Kirchner en materia de acción estatal sobre el terrorismo de la última dictadura. Tal es el caso de la escritora Beatriz Sarlo, directora de la revista académica Punto de vista. Unos meses antes de la expropiación de la ESMA, la ensayista Sarlo manifiesta que "es probable que Kirchner le agregue un énfasis fuerte en la cuestión de los derechos humanos. Hubo algunas frases que a mí no me gustaron, pero que quizás marquen esa diferencia cultural, ese tono. Por ejemplo, cuando dijo que todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo. Pienso que un presidente no le tiene que decir al pueblo argentino cuál es su linaje. No es su función ni su derecho" (diario Página 12, 23-11-03). La explicación de sus reservas ante el camino que sugiere Kirchner, ocurrirá más adelante, en la misma entrevista, cuando agrega: "Yo no siento nostalgia ni personal ni política por aquellos años [los años 70]. La nostalgia es un obstáculo para entender bien aquello que uno fue. Es no aceptar que es Argentina murió y nosotros, en lo que éramos ideológicamente, morimos con esa Argentina". 13. DICTADURA Y DEUDA EXTERNA Desde hace muchos años las Madres de Plaza de Mayo exigen el fin del pago de la deuda externa. Las Marchas de la Resistencia de los años 2002 y 2003 tuvieron como lema convocante esa demanda. En No al pago de la deuda configura un reclamo esencial de las fuerzas populares y de izquierda, que desnuda el íntimo objetivo de la dictadura genocida de marzo de 1976: imponer un plan económico de miseria y subordinación al gran capital financiero, en beneficio del imperialismo norteamericano y sus socios locales, mandantes de los dictadores militares. Para las Madres, "nosotros no debemos nada, ellos nos deben a nosotros, y nos deben vidas que alguna vez nos cobraremos". El 24 de febrero de 2004 la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo realiza una presentación ante la Corte Suprema de Justicia en reclamo de que se declare la nulidad e inconstitucionalidad de los actos por los que la Nación Argentina, bajo anteriores gobiernos, hizo renuncia a la inmunidad soberana del Estado, como así también aceptó la competencia de tribunales extranjeros para los reclamos judiciales referidos a la deuda externa, resignando la soberanía jurisdiccional argentina. En la presentación, Hebe de Bonafini solicita a la Corte el examen de validez de los actos de contratación y renegociación de la deuda externa. La presidenta de las Madres cuenta en la oportunidad con la asistencia técnica de los doctores Eduardo Barcesat y Roberto Boico. La presentación tiene por objeto el contralor de validez de todos los actos de contratación y renegociación de la duda externa argentina, poniendo de resalto que sólo el Congreso de la Nación (art. 75, incs. 4º y 7º de la Constitución Nacional) tiene la competencia constitucional para contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación y para proceder al arreglo de su deuda pública. En la presentación se alude a países que han repudiado la deuda externa, mencionándose el precedente de EE.UU., que desconoció tras la guerra de secesión la deuda contraída por los estados sureños, dando 57

Mario se arrepiente de haber tomado esta ruta a esta hora de la noche. En lugar de un atajo, resulta un desvío. Se da cuenta de que está perdido. Putea contra los bancos de niebla que se le vienen encima. Más allá de los faros aparece la sombra de un puente sobre la ruta. Quisiera ver si hay algún cartel de vialidad. Pero la niebla le impide la visión. Y no puede bajar la velocidad. El parabrisas estalla con un impacto. La noche es un viento que se mete con estruendo en el auto y lo devora. Mario siente los vidrios clavados en la cara. Con los ojos entrecerrados atina a sujetar el volante y conserva la dirección. Cuando logra frenar en la banquina se toca la cara ensangrentada. Hay un boquete en el parabrisas astillado. Ya sé que llegás tarde por un caso, le dice siempre Betina. Pero mientras tanto yo me angustio. Y también: No será la primera vez que te amenazan, pero igual estoy aterrada. Con una mezcla de sobresalto y aturdimiento, parado junto al auto, Mario vuelve a tocarse la cara. Y aparta las manos con un temblor. La sangre le chorrea por el cuello. Entreabre la boca y se pasa la lengua por los labios. Justo hoy Betina y él cumplen seis meses de estar juntos. Pero también justo hoy, a última hora, los testigos de la causa que viene peleando se animaron a prestar declaración. Cuando se conocieron, Mario pensó que Betina iba a comprenderlo más que su ex. A Betina le despertaba admiración este abogado penalista, que se había separado de cuatro años de matrimonio quedándose solo con su hija y un Renault 12 destartalado. Betina es abogada y trabaja en el Juzgado de Morón, especializada en temas de familia, relacionados con la violencia doméstica. Cuando Betina compara a Mario con su ex marido se avergüenza pensando en los nueve años que sufrió con él, pensando en lo poco que ve a sus hijos, pensando en el dinero que le escatima. Más de una vez le dice a Mario que le gustaría que él y no el otro fuera el padre de sus chicos. Quizá esto es lo que más la enamoraba. Y no como él puede suponer, por su ética de penalista que agarra siempre casos perdidos, reemplazando su militancia universitaria por el seguimiento de causas que cualquier colega despreciaría, similares a la que lo retrasó esta noche. A fines de mayo, en la madrugada de un sábado, una patrulla policial había fusilado a tres rateros contra los paredones de un depósito de chacinados en La Matanza. Los testigos de la causa eran el sereno del depósito y su amante, que pasaba algunas madrugadas con él. Al sereno no le atemorizaban tanto las amenazas policiales como que sus patrones descubrieran que él entraba una mujer al depósito y, fundamentalmente, que su esposa pudiera enterarse. Por eso tardó en animarse a declarar. Por fin, esta tarde, el sereno y su amante se habían presentado en el estudio de Mario. Explicarle a Betina que no pudo desperdiciar esta oportunidad no iba a servir de nada frente a las velas, el vino blanco y la comida especial que ella seguro había preparado. Siempre tenés una excusa, le escucha decir a Betina mientras sigue en el costado de la ruta, limpiándose la sangre que le chorrea por el cuello. Y así como el sereno que vio los asesinatos estaba más intimidado por las reacciones posibles de sus patrones y su mujer, Mario está más preocupado por la rabia de Betina que por sus heridas. No tendría que haber parado, se dice. Y piensa en un truco conocido. Un fierro o un ladrillo cuelgan del puente sobre la ruta. Cuando el automovilista con el parabrisas

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destrozado frena y se baja, lo ataca una patota. A pesar de que muchas veces le recomendaron llevar un arma, Mario siempre se resistió. No le gustan las armas. Mira alrededor. De este lado de la ruta, un basural. Del otro, una villa. La noche y el silencio forman una misma masa compacta. Los únicos sonidos que escucha son de su corazón. La cara le hierve. Betina, piensa. Está por subir al auto cuando ve a los pibes. Levanta un brazo para protegerse de los golpes. Se defiende a ciegas, jadeando. Le pegan con algo duro en la espalda y en la nuca. Pierde el equilibrio. Y cae rodando hacia una zanja. Los pibes se ríen. Mario oye el motor del auto. Y se arrastra como puede. En el amanecer, su cuerpo sin vida, encogido sobre el asfalto, llama la atención de un fletero que pasa con su pick up. Pero el hombre no se detiene. En esta zona, piensa, es mejor no meterse en problemas. Bueno Taringueros... Aqui aporto este escrito del excelentisimo Rodolfo Walsh... Es una carta que escribio, para los amigos, para que se supiera, como fue la muerte de su hija Victoria Walsh (Hilda su nombre de guerra en Montoneros)el 29 de septiembre de 1976. Muchos que lo han leido como escritor, no conocen esta perla... Se las dejo, para que la disfruten y la sufran.

Final del formulario Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con las fuerzas del Ejército. Sé que la mayoría de aquellos que la conocieron la lloraron. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió. El comunicado del Ejercito que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era Oficial 2º de la Organización Montoneros, responsable de la Prensa Sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron con ella. La forma en que ingresó en Montoneros no la conozco en detalle. A la edad de 22 años, edad de su probable ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época empezó a trabajar en el Diario "La Opinión" y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más. Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fué detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. EL último año de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda gratificación individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía un poco más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad. Nos veíamos una vez por semana; cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizás diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que

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uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedimos simulando valor, consolándonos de la anticipada pérdida. Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima la pastilla de cianuro -la misma con la que se mató nuestro amigo Paco Urondo-, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie. El 28 de septiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en sus brazos a su hija porque en último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones largos que siempre le quedaban grandes. A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: "El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía." He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo, por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo. A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego. "De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. -Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros." Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró una granada. Después entraron los oficiales. Encontraron una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres. En el tiempo transcurrido he reflexionada sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella. Esto es lo que quería decirle a mis amigos y lo que desearían que ellos transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte. La estafa de los “setentistas” del kirchnerismo Por Oscar Alba El 29 de mayo pasado se cumplió un nuevo aniversario del Cordobazo, esa gran movilización obrera y estudiantil que en el 69 abrió una etapa de lucha política y sindical en nuestro país. La generación de activistas revolucionarios que surgieron durante la primera década de los años 70 fue la que nutrió de

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militantes a las distintas organizaciones de izquierda, fundamentalmente, durante la primera mitad de esa década hasta que, en marzo del 76, el golpe militar llevó adelante la represión y la masacre de decenas de miles de estos luchadores. A esta generación de activistas políticos y sindicales se le fue dando el nombre de “setentistas”. Término que no sólo busca ubicar en el tiempo este proceso, sino también definir las características políticas de aquellos luchadores. Desde hace algunos años se vienen escribiendo libros, folletos y revistas, y se hacen conferencias y foros sobre los “setentistas”, sobre todo en base al testimonio de aquellos que lograron sobrevivir a la dictadura. Desde las páginas de SOB hemos planteado permanentemente la necesidad de sacar las conclusiones necesarias del rico proceso de los 70 para fortalecer la lucha actual de los trabajadores y los sectores populares. Y afirmamos que estas conclusiones no solo deben servir para la lucha sindical, sino, fundamentalmente, para la recomposición política del movimiento obrero sobre nuevas bases clasistas y socialistas. La década del 70 La década del 70, en términos políticos, significó esencialmente el surgimiento de sectores obreros y estudiantiles que tuvieron como objetivo terminar con el capitalismo e imponer un cambio revolucionario en la sociedad. “Eso nuevo que emerge se manifiesta en corrientes clasistas y antiburocráticas, radicalización de la juventud y acercamiento de ésta a los sectores obreros, en donde se intenta una lectura en clave socialista del peronismo, la irrupción de organizaciones armadas y la emergencia de semi-insurreciones populares como el citado Cordobazo de 1969, que se reiterará hacia 1971 junto a otros «azos» provinciales. El último gobierno peronista fue el intento de contener y desviar este proceso, antes de recurrir a la salida pinochetista” (Guillermo Pessoa, SOB 74) En cuanto a las organizaciones políticas surgidas bajo el impulso del Cordobazo, la izquierda peronista nucleada mayoritariamente en la organización guerrillera Montoneros fue, sin dudas, la corriente de mayor peso.[1] Montoneros levantó la consigna frentepopulista de “socialismo nacional”, y nunca dejó de reivindicar al General Perón como el líder de los trabajadores y el pueblo. Esta base programática y política fue una constante sostenida por activistas obreros y estudiantiles que en su radicalización política fueron atraídos por esta fórmula política, incluso sectores que se reivindicaban marxistas como las FAR.[2] Por su parte, otras corrientes de la izquierda no peronista, planteaban, entre otras cosas, la necesidad de construir un partido obrero revolucionario, independiente de Perón u de otro dirigente burgués y que levantara las banderas de la independencia de clase y el socialismo internacionalista. El Partido Comunista, en esa época, trató siempre de ser furgón de cola del peronismo montonero. En las elecciones de 1973 formó un frente electoral con Oscar Alende y Horacio Sueldo, pero en las elecciones que llevaron a la presidencia por tercera vez a Perón, el PC apoyó su candidatura. Podemos decir, entonces, que hablar de “setentistas” significa definir un proceso político que, con sus diferencias metodológicas y de orientación, tuvo fuertes rasgos clasistas, antiburocráticos y socialistas. La mentira del setentismo kircnerista Pero esto que es parte de la historia y la experiencia de la clase obrera está siendo tergiversado por el propio gobierno de Kirchner, que se apropia del rótulo “setentista” buscando usufructuar la lucha que en aquel entonces dieran miles y miles de honestos luchadores, quienes, más allá de las diferencias, dieron sus vidas por un cambio revolucionario de la sociedad.

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Los genuinos setentistas plantearon la ruptura con el imperialismo y aplaudieron a Salvador Allende, presidente de Chile, cuando en 1973 desconoció la deuda externa y dejó de pagarla. Ahora Kirchner quiere que lo aplaudamos porque la pagó toda (lo cual tampoco es cierto) Mientras que los activistas de los 70 proponían una profunda reforma agraria y la expropiación de la oligarquía ganadera y terrateniente, nuestro Presidente negocia con los ganaderos mientras éstos hacen fortuna con la exportación de carnes. Las empresas de servicios que fueron privatizadas por Menem (política que Kirchner apoyó siendo gobernador de Santa Cruz) se llenaron de plata y muchas de ellas lo siguen haciendo, como Telefónica o Metrovías, a tres años de haber asumido Kirchner. ¿Cuándo los setentistas hablaron de “regular las privatizaciones”? ¿O acaso le pasó por la cabeza a algún militante de la ex Tendencia Revolucionaria la cooperación con el imperialismo yanqui, como lo hace K mandando tropas a Haití? ¿Aquellos “setentistas” planteaban negociar el techo salarial como hoy lo hace el gobierno peronista? Pero para vendernos la imagen de “setentista” Kirchner no sólo se sirve de las palabras: coloca hombres y mujeres de carne y hueso con un pasado “setentista”. En gran parte la base del actual gobierno peronista está conformada por ex militantes de la ex Juventud Peronista (Tendencia Revolucionaria); por ejemplo, la actual ministra de Defensa, Nilda Garré, el canciller Jorge Taiana o el importante funcionario que es hoy Carlos Kunkel. También Juan Carlos Dante Gullo, “el Canca”, unos de los principales dirigentes de la “gloriosa JP”, quien sufriera la cárcel y la desaparición de su madre y su hermano a manos de los genocidas de la dictadura, vende su pasado a la “nueva política” de Kirchner. El ex montonero Pérsico organizó un acto en el Luna Park unos días antes del 25 de mayo para aportar a la concurrencia del mismo. A Miguel Bonasso, hoy diputado kirchnerista, ex secretario de Prensa del presidente Cámpora y luego miembro del Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero en el exilio, habría que preguntarle que pensarían el Negrito Amarilla o el Petiso Croatto [3] sobre el envío de la Gendarmería por parte del gobierno nacional a Las Heras para reprimir a los petroleros en lucha. Así un racimo de ex militantes del “peronismo de izquierda” de los 70 se presta a la farsa que tiene a Néstor Kirchner como director del elenco. Lo hicieron el 24 de marzo cuando buscaron transformar esa fecha en un acto de la “democracia de ricos” que vivimos hace años. Y volvieron a montar la escena el 25 de mayo con la Plaza del Sí, con Kirchner en el palco agitando la “vuelta a la Plaza”. Por supuesto, haciendo referencia que también es la Plaza de las Madres y las Abuelas, que hace tiempo se asociaron a esta nefasta comedia política. Por último, el presidente Kirchner y la primera dama Cristina también tuvieron su paso por aquellos “setentistas”. Claro que su foja de servicios nos muestra que su participación fue de poca envergadura en aquel momento. Y que el camino por el que se fueron de La Plata hacia las acogedoras tierras patagónicas los vería volver para recomponer la maltrecha estantería capitalista luego del Argentinazo. Una tarea que el peronismo siempre trató de cumplir eficientemente. Por eso, a 37 años del Cordobazo, debemos denunciar la estafa política de estos supuestos “setentistas” peleando contra Kirchner y su gobierno y llevando a los nuevos activistas obreros y estudiantiles las verdaderas banderas de la independencia de clase y el socialismo. Notas: 1. Montoneros fue la confluencia de distintos núcleos y grupos peronistas, que expresaron la radicalización de un amplio sector de la juventud, provenientes de la Democracia Cristiana, la Agrupación Peronista Revolucionaria y otros, como el Movimiento Nacionalista Tacuara. También confluyeron en una organización única la organización Descamisados, las Fuerzas Armadas Peronistas, las Fuerzas 62

Armadas Revolucionarias y el primer grupo montonero de Luis Abal Medina. La llamada Tendencia Revolucionaria (línea Galimberti) conformó la Juventud Peronista a nivel nacional, que era el denominado “frente de masas”, orientado centralmente por la conducción de la Organización Políticomilitar Montoneros (OPM). Posteriormente toda la organización se estructurará como una organización netamente militar, con rangos militares similares al ejercito burgués. 2. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) surgieron de una escisión del Partido Comunista a fines de los 60. Sus principales dirigentes fueron Roberto Quieto y Osatinsky. 3. El “Negrito” Amarilla y el “Petiso” Armando Croatto fueron cuadros políticos montoneros caídos en 1979 durante la fracasada “contraofensiva” montonera contra la dictadura militar. Ejército Revolucionario del Pueblo De Wikipedia, la enciclopedia libre Estrella roja con la inscripción ERP, emblema del movimientoEl Ejército Revolucionario del Pueblo fue el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), un movimiento guerrillero liderado por Mario Roberto Santucho en la Argentina durante los años 1970. Hacia 1976 había sido desarticulado por las fuerzas armadas como consecuencia, inicialmente del denominado Operativo Independencia ordenado por la vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, y posteriormente por la represión ejercida por la dictadura militar que la derrocó. Fundación [editar]En el Vº Congreso del PRT realizado en junio de 1970 y por iniciativa de Mario Roberto Santucho, su esposa Ana María Villarreal, Enrique Gorriarán Merlo, Benito Urteaga, Domingo Menna, José Joe Baxter y Carlos Molina, se decide conformar el brazo militar del PRT y llamarlo "Ejército Revolucionario del Pueblo", planteándose el objetivo de "encarar la guerra revolucionaria desde una visión latinoamericanista, obrera y socialista". El ERP sostuvo una estrategia de guerrilla prolongada, entendiendo el foco como parte de la guerra, así como las insurrecciones y puebladas como puntos de esta misma. A partir de estos iniciales enfrentamientos, se iniciaría -teóricamente- una Guerra Civil Revolucionaria que entraría en una etapa posterior de Guerra Nacional Revolucionaria, previendo también la intervención de tropas imperialistas que se produciría a partir del crecimiento de la lucha revolucionaria en la Argentina Si bien los miembros del buró político del PRT siempre bregaron por la necesidad del desarrollo cualitativo y cuantitativo como estructura política, el ERP, su estructura armada, acrecentó su representatividad en virtud de la repercusión de las acciones militares desplegadas, logrando ampliar considerablemente su convocatoria de militantes y cuadros desde esta nueva perspectiva, desplegando su máxima actividad entre los años 1970 y 1973. Objetivo [editar]Los objetivos declarados por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), conducción política del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) eran lograr, mediante la lucha armada, la instauración de un sistema socialista de gobierno en la República Argentina, y posteriormente extender ese proceso revolucionario a toda América Latina. Operaciones [editar]El primer acto guerrillero ocurrió en septiembre de 1970, cuando asaltaron una comisaria de Rosario. Su ultima acción relevante fue el frustrado copamiento del regimiento de Viejo Bueno poco antes de la Navidad de 1975. Al año siguiente, cuando las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno de Isabel Peron, el ERP ya había perdido toda capacidad de combate, y había muerto la mayoría 63

de sus miembros activos, cuya edad promedio no superaba los 25 años. Una de las operaciones más criticadas del ERP fue la ejecución del capitán (ascendido post mortem al grado de mayor) Viola. Dicha operación se realiza en el marco de una campaña de represalia desarrollada por el ERP a raíz de la Masacre de Capilla del Rosario. Viola, que formaba parte del Destacamento 142 de Inteligencia del Ejército Argentino, fue caracterizado por el ERP como miembro del grupo de tareas que, entre otras acciones, asesino al líder sindicalista Juan de la Cruz Olmos. Según consta en los partes de guerra publicados por el ERP, "Al frenar el automóvil operativo disparan el primer escopetazo que da en el parante delantero izquierdo del parabrisas, el sujeto (Viola) se agacha en ese momento y los balines dan de rebote sobre la hija de tres años que estaba atrás". La muerte de la pequeña María Cristina (y las graves heridas sufridas por su hermana María Fernanda), fueron duramente criticados por la opinión pública y obligaron al ERP a replantear su estrategia y dar por finalizada su campaña de asesinato indiscriminado de personal militar. Declive [editar]El 23 de diciembre de 1975 el ERP intenta el copamiento del Batallón 601 Depósito de Arsenales del Ejército "Domingo Viejobueno" ubicado en la localidad de Monte Chingolo, conurbano sur del Gran Buenos Aires, de la provincia de Buenos Aires. El Ejército había sido avisado de la operación por medio de un espía infiltrado en el ERP, y las defensas estaban perfectamente organizadas. En el hecho, el ERP pierde no solo varias decenas de sus más experimentados guerrilleros, sino también se derrumba completamente su moral, ya que ese espectacular operativo había sido planeado como un gran golpe para recobrar el ya decadente protagonismo. Pasados seis meses de la derrota de Monte Chingolo, una patrulla del Ejército al mando del capitán Juan Carlos Leonetti descubre el paradero del principal jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, y éste resulta muerto junto a casi toda la jefatura del PRT-ERP, en un domicilio ocupado por Domingo Menna, en Villa Martelli, localidad cercana a la ciudad de Buenos Aires. A partir de allí asume de hecho la Secretaría General del PRT Arnold Kremer, cuyo nombre de clandestinidad era Luis Mattini. Entre 1976 y 1977 los escasos dirigentes del PRT-ERP que aún se mantenían activos, se radicaron en el exterior del país. Desde el exilio, la nueva conducción dispuso entre otras cosas la disolución del ERP, decisión que fue discutida y desobedecida por algunos militantes que se habían quedado en el país, generándose varias divisiones del partido en fracciones minoritarias atomizadas. La mayoría de sus cuadros de militantes y guerrilleros integraron las extensas listas de muertos y desaparecidos en la Argentina de los años 1970. La familia Coldman, bien conocida en Córdoba, sufrió en un solo operativo la desaparición de tres de sus cuatro integrantes: «En la madrugada del 21 de setiembre de 1976, fueron arrancados de su hogar violentamente David Coldman, su mujer y la hija de ambos. El grupo robó elementos de trabajo y otras cosas. Dejaron durmiendo solo el hijo menor de la familia que tenía 11 años Al despertar, tras llamor a sus padres, sólo encontro desorden en toda la casa, luces prendidas y las puertas abiertas de par en par». (Testimonio de Perla Wainstein sobre la desaparición de su hermana, su cuñado y su sobrina, Legajo N° 2250)». «El 21 de setiembre de 1976, a las 4 de la madrugada, personal militar con uniforme de fajina movilizado en tres o cuatro vehículos particulares, sin chapas identificatorias, entre los que se encontraban dos Falcon y un Dodge 1500, tomaron por asalto la vivienda de los Coldman, en el barrio Suipacha, de Córdoba. Luego de saquear la casa, se llevaron detenidos -mejor dicho secuestrados- a David Coldman, a su esposa

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Eva y a su hija Marina, de 18 años de edad, dejando solamente a su hijo menor, Rubén, de 11 años». (De la denuncia por privación ilegítima de la libertad presentada ante la Justicia Federal de Córdoba, sobre el caso de la familia Coldman y otros, legajo N° 2249). Rehenes y «ratonera» En los casos que los efectivos intervinientes no encontraban a la víctima en su domicilio se armaba lo que denominaban una «ratonera», permaneciendo en su casa hasta que éste cayera en la trampa. En tales situaciones, el operativo de secuestro o «chupada» se extendía varias horas o días, renovando las guardias. En todos los casos los familiares eran tomados como rehenes, siendo sometidos a brutales presiones y atropellos. Los secuestradores usaban todo lo que podían para proveerse de comidas y bebidas. A esto se sumaba naturalmente la requisa del inmueble y el posterior y casi seguro saqueo de los bienes. Si accidentalmente alguien se hacía presente en el domicilio, era también retenido en calidad de rehén. En el caso de que la víctima principal no apareciera, los secuestradores podían llevarse a su objetivo secundario (parientes o moradores de la vivienda). "Para nosotros Marx es un propulsor. Ya he dicho que vemos en el a un jefe de ruta que equivocó el camino, pero jefe al fin. Como conductor del movimiento obrero internacional, los pueblos del mundo le deben que les haya hecho entender que los trabajadores deben unirse. Es interesante destacar que Marx, como conductor de las primeras organizaciones obreras, interpretó el sentir de las masas, y por este hecho le debemos considerar como un precursor en el mundo. Su doctrina, en cambio, es totalmente contraria al sentimiento popular. Solamente por desesperación o desconocimiento de la doctrina marxista pudo el comunismo difundirse tanto en el mundo; se difundió más por lo que iba a construir que por lo que prometía construir." Eva Perón, Historia del Peronismo, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, 1953.

1975

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- En Marzo se inicia una huelga en Villa Constitución conducida por los sectores clasistas y el peronismo combativo. - En junio estalla el Rodrigazo: una movilización popular, espontánea y masiva, que logra frenar la política de ajuste del ministro de Economía, Celestino Rodrigo, hombre del equipo de López Rega. - El ministro López Rega pierde apoyo de la burocracia sindical y debe renunciar. - El 5 de septiembre, en el estadio Luna Park, se realiza el concierto de despedida del grupo Sui Generis. - Inicio del genocidio. A instancias del gobierno, las Fuerzas Armadas y de Seguridad asumen una operación integral de represión, planificada y supervisada por los altos mandos castrenses y ejecutada por los Grupos de Tareas. - Se lanza en Tucumán el Operativo Independencia con el objetivo de "aniquilar la subversión". La escalada represiva llevó a la tortura, el asesinato y la desaparición de cientos de militantes y dirigentes sociales y políticos. 65

- La denominada Guerra Antisubversiva se extiende a todo el territorio nacional. - El general Jorge Rafael Videla en la XI Conferencia de Ejércitos Americanos, realizada en Montevideo en octubre de 1975, afirma: "Deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país". - La noche del 23 de diciembre, el ERP fracasa en su intento por copar el Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo, en el Gran Buenos Aires. - Ricardo Balbín, líder de la Unión Cívica Radical (UCR), se refiere a las luchas sindicales antipatronales y antiburocráticas con el término "guerrilla industrial". - La nueva Ley de Asociaciones Profesionales desplaza al sindicalismo combativo: Agustín Tosco, René Salamanca y Raimundo Ongaro pierden sus sindicatos. Las luchas sindicales continúan con un gran protagonismo de las bases y sus Comisiones Internas de fábrica. - A fin de año la Deuda Externa Bruta llega a 7.875 millones de dólares. 1976

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- El 16 de febrero la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresariales (APEGE) realiza un lock - out patronal. - El 24 de marzo se produce el Golpe de Estado. Asume el gobierno una Junta Militar presidida por el general Jorge Rafael Videla (Ejército) e integrada por Emilio Massera (Marina) y Ramón Agosti (Fuerza Aérea). - Se prohíbe Simultáneamente Uruguay y Chile, dos países reconocidos por el respeto de la institucionalidad democrática, sobre todo el primero, sufrieron golpes de estado, conformando una situación subregional en el Cono Sur, donde Argentina aparecía como el único país en el que persistían las instituciones democráticas. Primero, el 27 de junio, se instaló una dictadura cívico-militar en Uruguay que parmanecería en el poder hasta 1985. Luego, el 11 de setiembre de 1973 se produjo un sangriento golpe militar en Chile en el cual asumiría el poder el General Augusto Pinochet, quien se mantendría en el poder hasta 1990. Existieron conexiones estrechas entre las dictaduras militares establecidas en aquellos años en el Cono Sur, que se expresaron en el llamado Plan Cóndor y que en 1974 se manifestaron con el asesinato en Buenos Aires del ex Vicepresidente de Chile y ex Comandante en Jefe del Ejército chileno, General Carlos Prats, por haber sido colaborador del derrocado Presidente Salvador Allende. 1974 [editar] En 1974 fueron asesinados, entre otros, el dirigente sindical Rogelio Coria, secretario general de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA); el alto dirigente radical Arturo Mor Roig; el director del diario El Día de La Plata, David Kraiselburd; el dirigente sindical petrolero Carlos Pierini; el dirigente sindical y ex-gobernador justicialista de Córdoba, Atilio López; el abogado Silvio Frondizi; el jefe de la Policía Federal Alberto Villar y su esposa; elCapitán Humberto Viola y su pequeña hija; el sacerdote Carlos Mugica; el abogado Rodolfo Ortega Peña. En agosto de 1974, el ERP atacó la Fábrica Militar de Villa María (Córdoba) y, simultáneamente, el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportado de Catamarca. El 6 de setiembre Montoneros pasó a la clandestinidad, y el 19 de setiembre conmovió al país con el secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, dueños del poderoso grupo empresarial Bunge & Born que es considerado el secuestro y extorsión más grande de la historia, estimado en 60 millones de dólares.

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1975 [editar]

De 1966 a 1973 [editar]

Cordobazo, 29 de mayo de 1969 En 1966 se instaló la primera dictadura militar de tipo permanente en Argentina: la Revolución Argentina (1966-1973). Durante su curso la violencia política se dispararía. En las manifestaciones callejeras comenzaron a ser asesinados manifestantes al azar cuyos nombres (Santiago Pampillón, Juan José Cabral, Máximo Mena, Adolfo Ramón Bello, Norberto Blanco, Hilda Guerrero de Molina, etc.) fueron enarbolados bajo lemas como "la sangre derramada no será negociada".8 Comenzaron a sucederse una serie de asesinatos de líderes sindicales, militares, políticos y empresariales de primer nivel, de alto impacto en la opinión pública (Vandor, Aramburu, José Alonso, Sallustro, Juan Carlos Sánchez, Roberto Mario Uzal, Emilio Berisso). Estallaron hechos insurreccionales urbanos masivos que adoptaron nombres como Cordobazo, Rosariazo, Mendozazo, Correntinazo, Tucumanazo, Choconazo, Rocazo, Vivorazo. Se formaron las organizaciones guerrilleras FAR, FAP, Montoneros, ERP, que realizaron operaciones, copamientos, atentados y asesinatos de alto impacto. El 22 de agosto de 1972 un grupo de guerrilleros detenidos fueron fusilados clandestinamente en una base militar de Trelew. Este hecho en particular fue luego considerado como la primera acción concreta del terrorismo de estado en la Argentina. 1973 [editar] En esas condiciones el gobierno militar decidió convocar a elecciones el 11 de marzo de 1973, donde ganó con el 50% de los votos el candidato presentado por el peronismo, Héctor Cámpora, ante la proscripción de Juan Domingo Perón. Pocos días después Cámpora renunció para permitir nuevas elecciones libres, en la que triunfó la fórmula Juan Domingo Perón - María Estela Martínez de Perón, con el 62% de los votos. Menos de un año después, el 1 de julio de 1974, Perón falleció y debió asumir la presidencia su esposa, María Estela Martínez de Perón, que sería derrocada el 24 de marzo de 1976. En este período inmediatamente anterior al golpe militar de 1976, la violencia política agravó su escalada. 67

LA POLÍTICA DE DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS EN CÓRDOBA

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El Decreto 187/83 del Poder Ejecutivo Nacional, que creó la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas, señala en sus considerandos la necesidad de satisfacer el «interés legítimo» de la sociedad civil de intervenir activamente en el esclarecimiento de los hechos en los que desaparecieron miles de personas «sin que esa intervención interfiriera con la actuación de los órganos constitucionales competentes para investigar o penar estos hechos, o sea los jueces». En cumplimiento de ese propósito central, la Delegación Córdoba de esa Comisión, adoptó desde el momento en que comenzó su actividad una metodología destinada a procurar la recepción de denuncias, testimonios y otros elementos probatorios de los hechos de detención o secuestro seguidos de la desaparición de las víctimas, con la mayor precisión posible respecto de la materialidad de los acontecimientos en sí y sus circunstancias, así como de sus presuntos autores y elementos materiales utilizados. Este requerimiento de precisión, tendiente por una parte a evitar un innecesario desgaste jurisdiccional en casos de denuncias carentes de verosimilitud o seriedad y, por otra, a facilitar la acción de los órganos judiciales competentes, hizo que la tarea de la Delegación no se limitara a la recepción pasiva de denuncias, si no que, por el contrario, debiera ser complementada por procedimientos de verificación, desarrollados en el marco de sus facultades. Para esta actividad se contó con la colaboración de la población en general, la de distintas instituciones representativas- en particular los organismos defensores de derechos humanos - y la de los poderes públicos, materializada en los decretos del Poder Ejecutivo Provincial, del Departamento Ejecutivo Municipal y la Universidad Nacional de Córdoba, que pusieron a disposición de la Comisión la documentación y dependencias de sus respectivas jurisdicciones.

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Fue así como, en cada caso, individualizados los hechos y reunida la prueba documental y testimonial que acreditaba su existencia y circunstancia, se procedió a elevar a la justicia las correspondientes denuncias con miras a su investigación por el poder constitucional. De esta manera se logró avanzar en el esclarecimiento de numerosos episodios de notoria repercusión. Entre ellos, a título de ejemplo, pueden señalarse: la denuncia sobre la muerte de Amelia Nélida Insaurralde en la Prisión Militar del Campo de La Ribera, que en su momento se pretendió presentar como resultado de un suicidio; el reconocimiento de la existencia de los centros clandestinos de detención, tortura, muerte y enterramientos de La Perla, Malagueño, o «La Perla Chica» y Campo de la Ribera; y la comprobación de detenciones en condiciones de virtual secuestro, con aplicación sistemática de tormentos y resultados de muertes por tortura o fusilamiento en la Cárcel Penitenciaria (U.P.1) de la Ciudad de Córdoba y en el Departamento de Inteligencia (D-2, ex Informaciones) de la Policía de la Provincia.

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A la vez, en los numerosos casos aún no elevados a la Justicia por no haberse completado la recopilación de elementos probatorios, circunstancia debida tanto a los límites impuestos por el tiempo como la complejidad de las causas y el deliberado ocultamiento o destrucción de documentación por parte de los responsables de este verdadero genocidio, el material reunido hasta el presente ha sido remitido a la Comisión Nacional para su entrega al Poder Ejecutivo Nacional, que conforme se ha informado públicamente ya, determinará los mecanismos a seguir para la continuidad de la tarea iniciada por este organismo.

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De esta manera, de los numerosos testimonios y denuncias receptados, de los procedimientos practicados y de las investigaciones realizadas por la Justicia en su consecuencia, surge la convicción de que el drama de los desaparecidos en la Argentina -y en Córdoba en particular- fue el resultado de una política sistemáticamente aplicada y no de presuntos «excesos» individuales cometidos por elementos fuera de control.

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Por ello es que, en la mayoría de los casos, la desaparición forzada de personas ha respondido a la misma secuencia. Esta comienza por la detención -regular o irregular, pero practicada por personal dependiente del Estado- transformada luego en secuestro por el confinamiento de la víctima en un centro clandestino; continúa con la aplicación de tormentos; en gran número de ellos, culmina con la muerte y la inhumación clandestina; y termina, finalmente, con la destrucción de toda documentación probatoria. Cuando se conozcan en su totalidad las normas -de las que recién una mínima parte ha tomado estado público- que revelan la actividad terrorista del Estado, el país podrá tener la evidencia completa y definitiva de esta planificación, a la vez que reconocerá su identidad y estirpe en el decreto nazi de «noche y niebla» cuya instrumentación explicaba Hoffmann en 1942 escribiendo en sus instrucciones:

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«Puesto que la finalidad de este decreto es dejar a los familiares, amigos, y conocidos del preso en la incertidumbre acerca de su paradero, no se les permitirá ningún contacto con el exterior; por la misma razón no podrán escribir cartas, ni recibir visitas o paquetes, etcétera».

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O en el más sintético bando del mariscal Keittel, jefe del alto mando alemán:

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«a) los presos desaparecerán sin dejar rastro; b) No podrá brindarse ninguna información sobre el lugar dónde se encuentran, ni sobre su destino».

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A todo este accionar tenebroso, que no sólo buscó el aniquilamiento psíquico y físico de las víctimas, sino también extender sus consecuencias a la angustia e incertidumbre de los familiares - de las madres, esposas, hijos, que vanamente recurrieron a todos los organismos del Estado en búsqueda de una respuesta - se sumaban los actos de pillaje de sus ejecutantes: sustrayendo cuanto objeto de valor encontraran en las viviendas de donde se llevaban los detenidos; extorsionando a los familiares para que pagaran rescates por los secuestrados; violando mujeres y robando vehículos, que utilizaban en sus andanzas.

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Es por ello que la invocación de una «guerra», como justificadora de este horror, resulta un eufemismo que groseramente pretendió ocultar el verdadero rostro del accionar terrorista del Estado. Dejamos librado al juicio de la opinión pública si todos los hechos que pasamos a describir pueden quedar comprendidos en el marco del concepto que supone una confrontación bélica o si, por el contrario, se trata de una mera actividad represiva, aunque además ilegal, organizada por organismos estatales y con características de «banda» o asociación ilícita dada la modalidad operativa.

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A los efectos de sistematizar mejor el presente Informe, se la ha dividido en los siguientes capítulos:

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I-Secuestros II-Torturas III-Muertes IV-Inhumaciones clandenstinas V-Menores VI-Saqueos VII-Anexos Reflexiones Finales I-Secuestros El secuestro como método de detención Se cuentan por miles las personas que, en nuestra provincia, fueron privadas de la libertad y sometidas a cautiverio en condiciones de virtual secuestro. Algunas recuperaron su libertad luego de días o meses; otras fueron «legalizadas» como detenidas y puestas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y, en muy pocos casos, a disposición de la Justicia Federal o Tribunales Militares. Las restantes, son aquellas que revisten la condición de detenidos-desaparecidos o que fueron muertas, sea mediante asesinato en la misma cárcel, en «presuntos intentos de fuga» o supuestos «enfrentamientos». El secuestro de personas, como método de detención, surge en nuestra provincia un año antes del 24 de marzo de 1976; se desarrolla en forma progresiva y sistemática, a partir del pronunciamiento militar. En efecto, los meses de diciembre de 1975, enero y febrero de 1976, concentran la mayoría de las 52 denuncias de secuestro correspondientes al período anterior a la instauración del gobierno militar. Dichas denuncias, unidas a otros testimonios y elementos documentales reunidos por esta Delegación, proporcionan indicios ciertos de que dichos actos fueron ejecutados con idéntica metodología a la instaurada como política represiva a partir del llamado Proceso de Reorganización Nacional. A continuación mencionaremos algunos casos particulares que se refieren a procedimientos que tuvieron distintas modalidades. Unos se cumplieron en establecimientos militares, otros en lugares de trabajo de las víctimas, en sus domicilios, en la vía pública. 1 A 30 AÑOS DE LA MUERTE DE AGUSTÍN TOSCO. El Gringo Vive. El “Gringo” vive. Aunque los autoeregidos en dueños absolutos de la palabra hayan pasado 30 años sembrando olvido . El “Gringo” vive. Aunque su imagen no haya sido traficada en pósteres, postales y remeras. Coherente y digno como el CHE. Decía lo que pensaba y obraba en consecuencia. El “Gringo” vive. A pesar de los cobardes asesinos. A pesar de los traidores. De los carceleros. De la hipocresía. De los dobles discursos. De los temores inculcados. El “Gringo” vive en cada trabajador que se reconoce en sus compañeros. En cada gesto solidario. En cada intento. En la dignidad y unidad de los obreros. En cada combate contra el capitalismo. En cada sueño y proyecto igualitario. En tiempos cómplices de la entrega, de burócratas asaltantes sobran motivos para recordarlo. Para rescatarlo. El “Gringo” vive y su legado se agiganta en cada nuevo luchador que se brinda, y del brazo, hombro con hombro, marcha junto a sus compañeros. Agencia Rodolfo Walsh LA ÚLTIMA BATALLA DE AGUSTÍN TOSCO Por Vicente Zito Lema

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Para unos era de la estirpe de Icaro, o de Prometeo. A otros les parecía la versión laica de Juan el Bautista y, al igual que éste, halló la muerte bajo el reinado de una oscura bailarina. Esto aconteció el 4 de noviembre de 1975, hacen ya veinticinco años cuando, estando en la clandestinidad, fue víctima de una dolencia que en circunstancias normales hubiera sido fácil de tratar. Entonces la persecución, las calumnias, los intentos de asesinato cedieron paso a algo peor: el olvido. Hoy, cuando la tierra de promisión parece más lejana que nunca y el pueblo argentino busca a los tumbos su perdido camino en el desierto, resultan necesarias las voces de aquellos que, como Agustín Tosco, nunca callaron. El Gringo, como lo llamaban sus compañeros, había nacido en el sur de Córdoba, Coronel Moldes, el 22 de mayo de 1930. El mismo y con palabra clara contará su historia inicial: "Mis padres eran campesinos y yo trabajé junto a ellos desde chico una parcela de tierra. Después de cursar el colegio primario me trasladé a la ciudad e ingresé como interno en una escuela de artes y oficios. Allí se discutía mucho y el diálogo permanente me incitaba a profundizar la lectura. Siempre me gustó leer... En mi propia casa con piso de tierra y sin luz eléctrica me había construido una pequeña biblioteca precaria pero accesible. Corría la liebre. Tan sólo al cumplir la mayoría de edad conseguí incorporarme a Luz y Fuerza como ayudante electricista. Por aquella época ya había adquirido conciencia de los 2 conflictos sociales y había decidido también tomar partido de mi clase. A los 19 años había sido elegido subdelegado y a los 20 ascendí a delegado". De ahí en más no habrá peligros, horarios ni claudicaciones. Vestido siempre con su mameluco azul de trabajo escribirá las mejores páginas de la lucha sindical en la Argentina, haciendo de la honestidad un culto, de la ética una guía para la acción y de la humildad su modo natural de vida. Símbolo del Cordobazo una de las mayores gestas populares del siglo, prisionero de las dictaduras, ejemplo aun en el cansancio, en la desorientación o en la peor desventura, colocando al servicio de los demás un enorme coraje personal y esa férrea voluntad con que se transforma la realidad. Veía el socialismo como un camino para la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad. Como pocos luchó para que así fuera. Tuvo la pasión de los convencidos, la fraternidad de los justos y alcanzó, sin dejar de ser nunca un trabajador, el más alto grado de conciencia crítica que en su tiempo se pudo lograr. Mirándonos en él, nadie se animará a pensar que la clase obrera argentina come vidrio. La conversación había entrado en lo personal y dio pie a la última pregunta, pertinente para aquellos tiempos donde los destinos trágicos se habían convertido en una cotidianeidad: ¿cómo quisiera morir y cómo no quisiera? Contestó casi sin respirar, pareció que las palabras las tenía siempre en la punta de la lengua: "El marxismo dice que la muerte es necesaria. Yo no me planteo cómo tendré que morir, creo que mi fin será consecuente con mi lucha, no sé en qué circunstancia. Lo importante es morir con los ideales de uno. Ahora, no me gustaría morir habiendo traicionado a mi clase". Nos despedimos en el viejo bar de la calle Córdoba sin decir más, bastaba el apretón de manos. Me dejó una vez más la impresión de que nunca moriría. Y mientras caminaba hacia mi casa, yo por entonces vivía en el Bajo, recordé lo que me había contado un compañero. De todas las historias sobre Tosco era la más hermosa y acaso la que lo retrataba de cuerpo entero, justificando con creces esa

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sensación de respeto que sentía por él, y que nunca había sentido, así tan profunda, por nadie. El compañero había contado: "Yo estaba preso en Trelew, cuando los fusilamientos del 22 de agosto... fue algo terrible, de no creer... habían matado a los dieciséis a sangre fría... en la cárcel empezamos a golpear las puertas, estrellábamos los jarros contra las rejas, gritábamos, puteábamos... Al fin me encontré tirado sobre la cama, sin saber qué hacer... Cada vez era más profundo el silencio en los calabozos... Nos fue ganando la tristeza más grande del mundo y, de pronto, de a poquito, alguien por la ventana comenzó: Compañeros... compañeros... compañeros... los quiero escuchar... compañeros no se caigan, porque si ustedes se caen ellos están muertos, pero está en ustedes que los hagan vivir... Y esa tonadita cordobesa fue la del Gringo Tosco, que estuvo más de veinte minutos arengándonos y diciéndonos que salgamos y ahí salimos todos de nuestro encierro y yo creo que fue por primera vez que se empezó a mencionar cada uno de los nombres de los caídos y todo el 3 grupo gritaba bien fuerte ¡Presente! ... El Gringo me enseñó algo muy grande, que la voz de los sin voz surge naturalmente... El, que no quiso fugarse, aunque se lo ofrecieron, porque sentía que un dirigente obrero tiene que vivir en la luz, se hizo cargo del dolor de todos y nos marcó el camino." Tras el esperanzado y corto paso por la Casa Rosada de Héctor Cámpora -rápidos y embriagadores serían esos meses; "un alazán en las pampas", habría dicho Marechal y ocurrido el fallecimiento del general Perón -para muchos el duelo por el padre; para otros, la sonrisa casi en rictus de un antiguo odio reverdecido, y todos bajo un cielo color de cuervo, con tormentas y presagios, se suceden gobiernos que bajo el manto protector de la herencia peronista cumplen a fondo su misión, ya sin contradicciones: frenar el ascenso popular, entretenerlo y desviarlo, llevándolo a una encrucijada sin salida. La confusión, el desaliento y hasta el miedo cundirán en sectores que hasta ayer mismo habían soñado tocar el cielo con las manos. Algunos por cansancio, otros acosados y de espaldas contra la pared comienzan a imaginar el exilio. Susana, ¿Tosco pensó en irse del país al menos por un tiempo? La compañera de Tosco me mira, luego baja los ojos hacia el mate y habla, serena, sin rencores, pero la voz denota que la herida aún quema. Pudo haberlo hecho, prefirió sin embargo esperar aquí... y aquí lo alcanzaron la enfermedad y la muerte dice y vacía muy rápido el mate. Será un tiempo difícil, también confuso. Unos resisten y hasta redoblan la apuesta del combate; otros muchos comienzan a practicar el silencio. Los rumores de un golpe militar se escucharán cada vez más fuertes. Si bien se vivía bajo un régimen cerrado y represivo, con la Triple A paseando la muerte a su antojo, la proximidad de las elecciones permitía abrigar alguna esperanza. Agustín Tosco decide librar la que sería su última batalla: frenar el asalto al gobierno por los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas, día a día más hegemónicos y abiertamente agresivos. En condiciones de extremo peligro se traslada a Buenos Aires. Allí se entrevista en secreto con dirigentes de distintas procedencias, Raúl Alfonsín y Oscar Alende entre otros. Su intención es formar un frente patriótico y democrático, lo suficientemente amplio como para incluir a las organizaciones armadas, con el fin de aislar a los sectores golpistas. Es entonces que siente los primeros síntomas de su enfermedad: terribles dolores de cabeza que no calman las fuerte dosis de aspirinas ni las

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ampollas bebibles de analgésicos, a los que se agregan las pérdidas del equilibrio y por último los desvanecimientos. El frente no se puede concretar: las diferencias son insalvables. El campo popular tendrá que sufrir la embestida de sus verdugos debilitado por sus gruesas divisiones. Acaso por primera vez abatido, Tosco regresa a Córdoba. Como una metáfora del país, su organismo se deteriora rápidamente. 4 "Lo hicimos ver por médicos amigos. Pero hacía falta internarlo y hacerle estudios. No podíamos por su clandestinidad. No conseguíamos dónde. Cuando al final encontramos un lugar, ya era tarde; las cosas habían pasado a un punto sin retorno. El Gringo fue una víctima más de la represión." Me lo dirá Arnaldo Murúa, uno de sus abogados defensores, mientras caminamos por las calles de Córdoba y recordamos caminatas y charlas similares junto a los canales de Amsterdam, cuando el exilio. Más enfermo y aún más debilitado, Agustín Tosco que ahora oculta su apariencia tras un bigote, un peluquín y un "blanqueo" de esos dientes que lo delatan por sus caries es llevado de escondite en escondite. La Triple A lo ha condenado a muerte y el propio jefe de policía de Córdoba lo tilda públicamente de "criminal terrorista". Come mal, pan y queso suele ser el menú diario y, a pesar de los esfuerzos, no hay manera de cuidarlo mejor. Sin embargo su leyenda va en alza (algunos dicen que vive en un tanque de agua, otros cuentan de sus amores con una monja que lo protege en un convento y hasta hay quien cuenta que lo vio tomando café en un bar frente al cuartel de policía); lo cierto es que el deterioro crece y crece. Le cuesta hablar. Sufre mucho. Siguen las angustiosas mudanzas de madrugada (sus compañeros más de una vez lo ayudan a guardar en una sábana o en diarios sus pocas ropas, sus papeles y su inseparable máquina de escribir). Tosco manuscribe sus últimas cartas con dificultad. Una de ellas está dirigida a sus padres, fechada supuestamente en La Plata, con letra vacilante dice: "Desde hace tiempo no les escribo por la situación de clandestinidad que padezco. Pero la mala suerte me embromó bastante y desde hace un mes y medio estoy internado en un hospital de La Plata. La pasé muy mal, estuvieron a punto de operarme de la cabeza; pero paulatinamente pude ir recuperándome. Hoy, como ven, les puedo escribir a mano. Pienso que para fin de mes estaré bien y podré reintegrarme a mis actividades. Son muchísimas las cosas para hacer y todo el que pueda debe aportar. Como es el Día de la Madre, le envió un obsequio a Mamá. (...) Pese a todas las dificultades seguiremos adelante. Esperamos que la suerte nos ayude. Cariños y besos a Lucy y Papá. Será hasta la próxima. (...). Ya en grave estado sus compañeros deciden trasladarlo secretamente a Buenos Aires. Han conseguido un lugar y lo internan con un nombre falso. Al fin es tratado por un equipo médico. ... La última vez que lo vi fue tres días antes de su muerte. No estuve en los últimos momentos porque mi presencia no era necesaria y había que moverse con mucha discreción dado lo peligroso del momento. En un principio pensamos que podía tratarse de un tumor, pero consultamos con neurocirujanos, se hicieron estudios y se descartó esa posibilidad. Se trataba de una encefalitis. ¿Cuáles fueron los síntomas? Malestar general, fuertes dolores de cabeza y fiebre. ¿Mantenía el conocimiento? Sí. Se trataba de una enfermedad que ataca al cerebro, como podría atacar otro

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órgano. 5 ¿Tenía origen virósico? No. Era una infección simple, por gérmenes; incluso hicimos un antibiograma para determinar el tipo de antibióticos necesarios. Yo participé en el diagnóstico en el aspecto neurológico, que es mi especialidad. El resto lo hicieron otros médicos que eran muy capaces y tenían mucha experiencia en infecciones. ¿Estaba desahuciado? No. Se trataba de una enfermedad subaguda que en condiciones normales sería previsiblemente manejable. El problema es que él estaba muy deteriorado físicamente. Yo lo había conocido antes y pude ver la diferencia. Estaba muy demacrado y había perdido mucho peso. ¿Era por la enfermedad? La enfermedad había hecho lo suyo. El estuvo internado con nosotros algunas semanas. Calculo que cuando llegó estaba enfermo desde hacía aproximadamente un mes. Pero fundamentalmente pienso que era la situación que estaba atravesando la culpable de ese deterioro. ¿Piensa que fue mal atendido en Córdoba? No. Pienso que la persecución de que era objeto y las privaciones que sufrió lo habían deteriorado mucho. El era un hombre muy fuerte, que llevaba una vida muy sana. Incluso con el tratamiento empezó a repuntar, mejoró notablemente. La última vez que lo vi ya caminaba y hablaba con fluidez. Ante esa evolución se consideró que había superado la zona de peligro. Se decidió suspender los antibióticos y allí fue que tuvo una recaída de la que ya no pudo salir. ¿Cuál fue el origen de la infección? No se pudo determinar, al menos yo no recuerdo... pasaron algunos años. No sé si los que manejaron la parte clínica llegaron a saberlo. ¿Hay algún registro? No. Por razones obvias no se levantó historia clínica. El médico Juan Ascoaga nos despide con la misma seriedad con que nos recibió. Descubro o acaso imagino que sus ojos en el fondo brillan. Agustín Tosco muere en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975. Corriendo otra vez toda clase de riesgos, un grupo de compañeros que se habían juramentado a defenderlo aun a costa de sus vidas, deciden trasladar su cuerpo para que pueda ser enterrado en su provincia natal. En un viejo bar de Villa María uno de aquellos compañeros me da detalles de la historia: -Lo llevábamos en una ambulancia, sentado en el lugar del acompañante. Algunos podrán decir que fue una locura o que no tiene sentido político, puede ser, para nosotros era otra cosa, se trataba de una cuestión de honor. Oficialmente Tosco muere en Córdoba, el 5 de noviembre de 1975. La noticia de su deceso circula de boca en boca con la velocidad de las malas nuevas. Los medios de comunicación guardan silencio o retacean la información 6 todo lo posible. Sin embargo, el hecho es conocido, se declara un paro y numerosos trabajadores abandonan sus tareas para unirse a las exequias. Vuelvo a encontrarme con Susana Funes. ¿Tosco tuvo una última voluntad? Sí, varias veces me había dicho: "Susana, si me pasa algo quiero que me velen en el sindicato". ¿Fue así?

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No, no pudo ser. El sindicato estaba en manos de los fascistas y no podíamos arriesgarnos a perder su cuerpo. (Han pasado muchos años desde el día de la muerte. En la voz de la mujer ese día fue ayer.) Agustín Tosco es velado en la Asociación Redes Cordobesas. Se organiza una colecta popular para enfrentar los gastos del sepelio. Durante la noche del 6 de noviembre, un desfile incesante de trabajadores se aproxima para darle su adiós. También se hacen presentes dirigentes políticos, como el ex presidente Arturo Illia, gente de los barrios, estudiantes, militantes sindicales y de las organizaciones guerrilleras. Nadie quiere esquivar el cuerpo en la despedida al dirigente obrero perseguido. Nadie acepta quedarse con un dolor sin respuesta a solas. El mal estado del tiempo no arredró a la gente que creció en su número, que se mantuvo firme. Antes tuvieron que vencer el estupor: sí, el Gringo había muerto. Una docena de oradores se suceden ante sus restos. Pálidos, consternados, fumando a más no poder. Cuando alrededor de los cinco de la tarde mengua por instantes la lluvia, sus compañeros deciden iniciar la marcha hacia el cementerio de San Jerónimo. Unas seis mil personas participan en los primeros tramos del cortejo fúnebre que avanza por las calles Roma y Sarmiento; se suman a la columna varios centenares más. Son muchos los que observan desde las veredas, son también muchos los que bajan la cabeza. Desde los balcones de los edificios caen flores. Al llegar al puente Sarmiento la multitud supera las diez mil personas. Hay banderas argentinas y también algunas rojas. Flamean juntas, sobre el silencio. En tanto, el dispositivo represivo se hace cada vez más evidente. Allí están los inconfundibles matones armados sobre los techos del Automóvil Club Argentino. Tampoco faltan los patrulleros, la policía montada, las cuadrillas con perros, ni los autos verdes con policías de civil que ostentan sus itakas. Se ven hasta helicópteros sobrevolando el cortejo en clara actitud de intimidar. Pero la marcha continúa y se sigue sumando gente. Siguen cayendo claveles rojos y de pronto la lluvia. La columna ya ocupa todo el ancho de la avenida y tiene varias cuadras de largo. Son más de veinte mil los que están presentes, a pesar de las amenazas y la lluvia, cada vez más intensa, de primavera. 7 Se escuchan consignas: "Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia Sindical" es acaso la cantada con más rabia. La policía y los matones del gobierno aumentan su provocación. Los testigos recuerdan risas, burlas, gestos obscenos y las armas que ahora no sólo se llevan sino también se ostentan con ruido, con movimientos gruesos. El cortejo dobla por la calle Zanni para cubrir las últimas cuadras que conducen al cementerio. En la plaza que está a su frente, aguardan otros tres mil militantes. Quienes estuvieron presentes cuentan que, pese a la multitud, en el lugar el silencio era abrumador. "Las palabras ya no valían nada", dice ahora, con voz entrecortada un viejo luchador sindical. La idea es trasladar el féretro hacia el panteón de la Unión Eléctrica. Frente a sus restos los oradores se aprestan a concluir el acto. Después de la dignidad del silencio, la dignidad de la palabra para despedir a un hombre digno. Habla en primer término una maestra, después un estudiante, con la misma claridad, con igual emoción. Más de uno llora sin darse cuenta, tal vez crea que es la lluvia que no cesa. Finalmente es el turno del secretario de la Unión Obrera Gráfica de Córdoba. En ese momento la policía y los matones inician el ataque. Golpes,

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culatazos, ráfagas de ametralladoras. Es el desbande. Muchos corren. Otros buscan seguridad tirándose cuerpo a tierra. Se ven mujeres con criaturas refugiándose detrás de las bóvedas. Hay heridos. Hay impotencia en la gente desarmada. Se impide trabajar a periodistas y fotógrafos. Se practican decenas de detenciones. En medio del desconcierto, una pareja busca con desesperación al hijo que se soltó de su mano. Es cuando un obrero de Luz y Fuerza, desafiante, grita: "Todos somos Tosco". "El Gringo vive." Habrá un silencio. Y luego, como un eco, como una tromba marina, el grito de todos: "El Gringo vive". Hay momentos que marcan la realidad, la convierten en símbolo y en historia. Este será uno de ellos. ¿Por qué durante tantos años en la lápida no se puso una placa con su nombre y apellido? Pienso que fue una medida tomada por sus amigos para proteger sus restos, más de uno se la tenía jurada y esos tipos son capaces de cualquier barbaridad responde el cuidador del panteón que guarda los restos de Agustín Tosco. Es bueno recordar que cuando nos íbamos, habríamos dado unos cincuenta pasos, aquel hombre moreno y bajo, de pelo bravío, se acercó corriendo y agitado dijo: "Tengo un trabajo de mierda, de estar todo el día con la muerte mi vida se volvió una mierda... Pero yo tuve mi mejor momento y no lo olvido". Prende un cigarrillo, y dice, y se desahoga. "Había una huelga general, los muchachos del cementerio también fuimos. Nos dispersaron a palos, la policía nos daba duro, de pronto me vi cerca de Tosco, era un gigante, me puse detrás y sin que él lo supiera le cuidé la espalda. Era un tipo hermoso, el Gringo. En esa media hora de palos y palos me olvidé de la muerte y yo, que soy un cagón, no tuve miedo. Esta historia es lo mejor que tengo. ¿Qué cosa, no?". 8 Se volvió corriendo a su trabajo, pero de pronto se paró y casi a los gritos dijo: "Me llamo Justo, y a mi hijo le puse Agustín...". No era el mejor lugar, pero lo vi reír. Y después en un solo movimiento que fue lento en el inicio y decidido al final levantó su puño cerrado hacia el cielo. "Lo hicimos ver por médicos amigos. Pero hacía falta internarlo y hacerle estudios. No podíamos por su clandestinidad. No conseguíamos dónde. Cuando al final encontramos un lugar, ya era tarde; las cosas habían pasado a un punto sin retorno. El Gringo fue una víctima más de la represión." Me lo dirá Arnaldo Murúa, uno de sus abogados defensores, mientras caminamos por las calles de Córdoba y recordamos caminatas y charlas similares junto a los canales de Amsterdam, cuando el exilio. Más enfermo y aún más debilitado, Agustín Tosco que ahora oculta su apariencia tras un bigote, un peluquín y un "blanqueo" de esos dientes que lo delatan por sus caries es llevado de escondite en escondite. La Triple A lo ha condenado a muerte y el propio jefe de policía de Córdoba lo tilda públicamente de "criminal terrorista". Come mal, pan y queso suele ser el menú diario y, a pesar de los esfuerzos, no hay manera de cuidarlo mejor. Sin embargo su leyenda va en alza (algunos dicen que vive en un tanque de agua, otros cuentan de sus amores con una monja que lo protege en un convento y hasta hay quien cuenta que lo vio tomando café en un bar frente al cuartel de policía); lo cierto es que el deterioro crece y crece. Le cuesta hablar. Sufre mucho. Siguen las angustiosas mudanzas de madrugada (sus compañeros más de una vez lo ayudan a

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guardar en una sábana o en diarios sus pocas ropas, sus papeles y su inseparable máquina de escribir). Tosco manuscribe sus últimas cartas con dificultad. Una de ellas está dirigida a sus padres, fechada supuestamente en La Plata, con letra vacilante dice: "Desde hace tiempo no les escribo por la situación de clandestinidad que padezco. Pero la mala suerte me embromó bastante y desde hace un mes y medio estoy internado en un hospital de La Plata. La pasé muy mal, estuvieron a punto de operarme de la cabeza; pero paulatinamente pude ir recuperándome. Hoy, como ven, les puedo escribir a mano. Pienso que para fin de mes estaré bien y podré reintegrarme a mis actividades. Son muchísimas las cosas para hacer y todo el que pueda debe aportar. Como es el Día de la Madre, le envió un obsequio a Mamá. (...) Pese a todas las dificultades seguiremos adelante. Esperamos que la suerte nos ayude. Cariños y besos a Lucy y Papá. Será hasta la próxima. (...). Ya en grave estado sus compañeros deciden trasladarlo secretamente a Buenos Aires. Han conseguido un lugar y lo internan con un nombre falso. Al fin es tratado por un equipo médico. ... La última vez que lo vi fue tres días antes de su muerte. No estuve en los últimos momentos porque mi presencia no era necesaria y había que moverse con mucha discreción dado lo peligroso del momento. En un principio pensamos que podía tratarse de un tumor, pero consultamos con neurocirujanos, se hicieron estudios y se descartó esa posibilidad. Se trataba de una encefalitis. ¿Cuáles fueron los síntomas? Malestar general, fuertes dolores de cabeza y fiebre. ¿Mantenía el conocimiento? Sí. Se trataba de una enfermedad que ataca al cerebro, como podría atacar otro órgano. 5 ¿Tenía origen virósico? No. Era una infección simple, por gérmenes; incluso hicimos un antibiograma para determinar el tipo de antibióticos necesarios. Yo participé en el diagnóstico en el aspecto neurológico, que es mi especialidad. El resto lo hicieron otros médicos que eran muy capaces y tenían mucha experiencia en infecciones. ¿Estaba desahuciado? No. Se trataba de una enfermedad subaguda que en condiciones normales sería previsiblemente manejable. El problema es que él estaba muy deteriorado físicamente. Yo lo había conocido antes y pude ver la diferencia. Estaba muy demacrado y había perdido mucho peso. ¿Era por la enfermedad? La enfermedad había hecho lo suyo. El estuvo internado con nosotros algunas semanas. Calculo que cuando llegó estaba enfermo desde hacía aproximadamente un mes. Pero fundamentalmente pienso que era la situación que estaba atravesando la culpable de ese deterioro. ¿Piensa que fue mal atendido en Córdoba? No. Pienso que la persecución de que era objeto y las privaciones que sufrió lo habían deteriorado mucho. El era un hombre muy fuerte, que llevaba una vida muy sana. Incluso con el tratamiento empezó a repuntar, mejoró notablemente. La última vez que lo vi ya caminaba y hablaba con fluidez. Ante esa evolución se consideró que había superado la zona de peligro. Se decidió suspender los antibióticos y allí fue que tuvo una recaída de la que ya no pudo salir. ¿Cuál fue el origen de la infección?

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No se pudo determinar, al menos yo no recuerdo... pasaron algunos años. No sé si los que manejaron la parte clínica llegaron a saberlo. ¿Hay algún registro? No. Por razones obvias no se levantó historia clínica. El médico Juan Ascoaga nos despide con la misma seriedad con que nos recibió. Descubro o acaso imagino que sus ojos en el fondo brillan. Agustín Tosco muere en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975. Corriendo otra vez toda clase de riesgos, un grupo de compañeros que se habían juramentado a defenderlo aun a costa de sus vidas, deciden trasladar su cuerpo para que pueda ser enterrado en su provincia natal. En un viejo bar de Villa María uno de aquellos compañeros me da detalles de la historia: -Lo llevábamos en una ambulancia, sentado en el lugar del acompañante. Algunos podrán decir que fue una locura o que no tiene sentido político, puede ser, para nosotros era otra cosa, se trataba de una cuestión de honor. Oficialmente Tosco muere en Córdoba, el 5 de noviembre de 1975. La noticia de su deceso circula de boca en boca con la velocidad de las malas nuevas. Los medios de comunicación guardan silencio o retacean la información 6 todo lo posible. Sin embargo, el hecho es conocido, se declara un paro y numerosos trabajadores abandonan sus tareas para unirse a las exequias. Vuelvo a encontrarme con Susana Funes. ¿Tosco tuvo una última voluntad? Sí, varias veces me había dicho: "Susana, si me pasa algo quiero que me velen en el sindicato". ¿Fue así? No, no pudo ser. El sindicato estaba en manos de los fascistas y no podíamos arriesgarnos a perder su cuerpo. (Han pasado muchos años desde el día de la muerte. En la voz de la mujer ese día fue ayer.) Agustín Tosco es velado en la Asociación Redes Cordobesas. Se organiza una colecta popular para enfrentar los gastos del sepelio. Durante la noche del 6 de noviembre, un desfile incesante de trabajadores se aproxima para darle su adiós. También se hacen presentes dirigentes políticos, como el ex presidente Arturo Illia, gente de los barrios, estudiantes, militantes sindicales y de las organizaciones guerrilleras. Nadie quiere esquivar el cuerpo en la despedida al dirigente obrero perseguido. Nadie acepta quedarse con un dolor sin respuesta a solas. El mal estado del tiempo no arredró a la gente que creció en su número, que se mantuvo firme. Antes tuvieron que vencer el estupor: sí, el Gringo había muerto. Una docena de oradores se suceden ante sus restos. Pálidos, consternados, fumando a más no poder. Cuando alrededor de los cinco de la tarde mengua por instantes la lluvia, sus compañeros deciden iniciar la marcha hacia el cementerio de San Jerónimo. Unas seis mil personas participan en los primeros tramos del cortejo fúnebre que avanza por las calles Roma y Sarmiento; se suman a la columna varios centenares más. Son muchos los que observan desde las veredas, son también muchos los que bajan la cabeza. Desde los balcones de los edificios caen flores. Al llegar al puente Sarmiento la multitud supera las diez mil personas. Hay banderas argentinas y también algunas rojas. Flamean juntas, sobre el silencio. En tanto, el dispositivo represivo se hace cada vez más evidente. Allí están los

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inconfundibles matones armados sobre los techos del Automóvil Club Argentino. Tampoco faltan los patrulleros, la policía montada, las cuadrillas con perros, ni los autos verdes con policías de civil que ostentan sus itakas. Se ven hasta helicópteros sobrevolando el cortejo en clara actitud de intimidar. Pero la marcha continúa y se sigue sumando gente. Siguen cayendo claveles rojos y de pronto la lluvia. La columna ya ocupa todo el ancho de la avenida y tiene varias cuadras de largo. Son más de veinte mil los que están presentes, a pesar de las amenazas y la lluvia, cada vez más intensa, de primavera. 7 Se escuchan consignas: "Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia Sindical" es acaso la cantada con más rabia. La policía y los matones del gobierno aumentan su provocación. Los testigos recuerdan risas, burlas, gestos obscenos y las armas que ahora no sólo se llevan sino también se ostentan con ruido, con movimientos gruesos. El cortejo dobla por la calle Zanni para cubrir las últimas cuadras que conducen al cementerio. En la plaza que está a su frente, aguardan otros tres mil militantes. Quienes estuvieron presentes cuentan que, pese a la multitud, en el lugar el silencio era abrumador. "Las palabras ya no valían nada", dice ahora, con voz entrecortada un viejo luchador sindical. La idea es trasladar el féretro hacia el panteón de la Unión Eléctrica. Frente a sus restos los oradores se aprestan a concluir el acto. Después de la dignidad del silencio, la dignidad de la palabra para despedir a un hombre digno. Habla en primer término una maestra, después un estudiante, con la misma claridad, con igual emoción. Más de uno llora sin darse cuenta, tal vez crea que es la lluvia que no cesa. Finalmente es el turno del secretario de la Unión Obrera Gráfica de Córdoba. En ese momento la policía y los matones inician el ataque. Golpes, culatazos, ráfagas de ametralladoras. Es el desbande. Muchos corren. Otros buscan seguridad tirándose cuerpo a tierra. Se ven mujeres con criaturas refugiándose detrás de las bóvedas. Hay heridos. Hay impotencia en la gente desarmada. Se impide trabajar a periodistas y fotógrafos. Se practican decenas de detenciones. En medio del desconcierto, una pareja busca con desesperación al hijo que se soltó de su mano. Es cuando un obrero de Luz y Fuerza, desafiante, grita: "Todos somos Tosco". "El Gringo vive." Habrá un silencio. Y luego, como un eco, como una tromba marina, el grito de todos: "El Gringo vive". Hay momentos que marcan la realidad, la convierten en símbolo y en historia. Este será uno de ellos. ¿Por qué durante tantos años en la lápida no se puso una placa con su nombre y apellido? Pienso que fue una medida tomada por sus amigos para proteger sus restos, más de uno se la tenía jurada y esos tipos son capaces de cualquier barbaridad responde el cuidador del panteón que guarda los restos de Agustín Tosco. Es bueno recordar que cuando nos íbamos, habríamos dado unos cincuenta pasos, aquel hombre moreno y bajo, de pelo bravío, se acercó corriendo y agitado dijo: "Tengo un trabajo de mierda, de estar todo el día con la muerte mi vida se volvió una mierda... Pero yo tuve mi mejor momento y no lo olvido". Prende un cigarrillo, y dice, y se desahoga. "Había una huelga general, los muchachos del cementerio también fuimos. Nos dispersaron a palos, la policía nos daba duro, de pronto me vi cerca de Tosco, era un gigante, me puse detrás y sin que él lo supiera le cuidé la espalda. Era un tipo hermoso, el Gringo. En esa media hora de palos y palos me olvidé de la muerte y yo, que soy un cagón, no tuve miedo. Esta historia es lo mejor que tengo. ¿Qué cosa, no?". 8

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Se volvió corriendo a su trabajo, pero de pronto se paró y casi a los gritos dijo: "Me llamo Justo, y a mi hijo le puse Agustín...". No era el mejor lugar, pero lo vi reír. Y después en un solo movimiento que fue lento en el inicio y decidido al final levantó su puño cerrado hacia el cielo. NO TEMEMOS VOLVER A RECORRER EL MISMO CAMINO (...) Aquellos que hoy usurpan la representación del movimiento obrero, a aquellos que como CORIA e IZETTA esperan de las concesiones de la dictadura los puestos de la C.G.T. va nuestro enérgico repudio. Los representantes obrero, deben esperar la voluntad de los trabajadores para ejercer las representaciones sindicales. No esperar de las concesiones de la dictadura. No representan al pueblo, representan la instrumentación y el propósito de manipulación del movimiento obrero por los reaccionarios esquemas del comunitarismo y del neo – corporativismo, que pretende una estratificación social para mantenernos sometidos a las fuerzas de la reacción y del privilegio nacional e internacional. Ellos son aliados de los explotadores, ellos son aliados de quienes condenan todos los días al pueblo argentino. Ellos representan la vergüenza del movimiento obrero. En cambio el pueblo que lucha, es el único que inexorablemente ha de darse la representación auténtica en el seno de la C.G.T. Y hemos salido de esta ignominiosa prisión, dispuestos más firmes que antes a continuar la lucha contra la dictadura. Y queremos aclarar por si nos toca recorrer nuevamente el mismo camino que no lo tememos. Que se nos acusó de violentos, se nos acusó de subversivos, se nos llegó a acusar por parte de Onganía y del ministro del interior, de enemigos de la Nación. No titubearon en usar el lenguaje

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entín Céspedes lo conocí y lo entrevisté por primera vez en 1970. Casi un cuarto de siglo después, en el año 1995, volví a buscar al ya viejo hachero. Estaba vivo de cuerpo y vivo de conciencia. Vivo, en este país nuestro cada vez más sembrado de hambre,deanalfabetismo, de in–solidaridad. En 1970 lo encontré en medio del obraje chaqueño, en Pampa Juanita. Céspedes – un hombre que jamás había pisado una escuela– respiraba sabiduría. Por fin un personaje que no era de plástico posmoderno. Por fin una zancadilla a la frivolidad y a la hipocresía. Por entonces el hachero buscaba desesperadamente un maestro para arrancar a sus hijos de la condena del analfabetismo. Decía: “No más que un maestro pido. La escuela la hacemos nosotros. Estos troncos tumbados ya son los asientos, y el techo, pues señor, ya lo tenemos allá arriba en el puro cielo”. (Dicen que el tiempo pasa. Pero, frente a lo que vamos a ver, uno se preguntará: el tiempo, ¿realmente pasa? Prestemos atención a lo que decía Valentín Céspedes hace 25 años, y después a lo que decía en 1995. Nos daremos cuenta que a cuatro años del siglo 21, en esta patria se ha consolidado, se ha agravado la desvergüenza. Si es cierto que estamos en el Primer Mundo, estamos para ser los sirvientes y el inodoro nuclear. Avión hasta Resistencia. Auto por la ruta 16. Llegamos a la medianoche a Pampa del Infierno. Aquí no hay electricidad, y el cielo cerrado nos impide la luna. Un alero, un fueguito, una silueta. Ahí viene don Valentín. Nos adivinamos casi y de pronto estamos abrazados. Después de 25 años, abrazados sin una palabra. El flash del fotógrafo Santiago Turienzo me permite ver al viejo hachero: don Valentín tiene ahora el pelo blanco, pero la sonrisa plena de siempre. En la noche, el flash me dice que Valentín Céspedes todavía es cierto. Acordamos juntarnos mañana temprano... Me voy a dormir, pero me desvelo. Cuatro horas para el alba. Me pongo a recordar aquel lejano primer encuentro con el hachero Valentín... Usted, lector, ¿sabe lo que significa la palabra pan, la palabra azúcar? Yo creía saberlo. Pero en realidad lo aprendí cuando conocí a Céspedes. Ahora, desvelado, rememoro aquel primer encuentro. Año 1970...: Llegamos al rancho de don Valentín. Con el sudor de la jornada puesto, nos extiende la mano:) –En este buen día, Valentín Céspedes tiene el gusto de conocerlos... Estos son mis padrecitos, siete. Están tiernos mis gajos, pero qué le vamos a hacer, dos de ellos ya tienen que trabajar porque juntando las tres hachas agregamos un poco más de azúcar al mate cocido. –¿Le alcanza para vivir, don Valentín? –Alcanza para no morir. Alcanza para vivir un día más. Cuando nos va mejor, arrimamos carne a la olla y le ponemos pilas a la radio. –¿Y su salud, don Valentín? –Yo firme. Sabe el Señor que no me puedo enfermar todavía. Eso sería sumar otra injusticia más. –¿Cuáles son las otras injusticias? –Injusto es vivir sin poder enfermarse. Injusto es tener que aceptar, sin estar presente nunca, el conteo de troncos que hace el patrón. Injusto es no tener escuela, ni maestro siquiera, para mis padrecitos. Injusto es estar condenado a la injusticia. Nadie nos escucha... Pero uno aprende a vivir, sabe. Cuando escasea la comida primero comen los niños más chicos, los que no comprenden por qué la olla está tan floja; después comen los padrecitos que están creciendo para el hacha; después come la madre. Al final, si queda en el fondo, como yo... Verlos comer a ellos no engorda, pero es como el azúcar que necesita el cuerpo de todo hachero. Al otro día uno se acuerda del comer de sus padrecitos y el aliento le dura un sol más. –¿Qué quiere para sus hijos? –Escuela. –¿Nada más que escuela? –Eso es lo primero principal. Porque no sólo de pan y azúcar vive el hombre. Hace años que pido y pido aunque más no sea dos meses de enseñanza de palabras y números para mis hijos... Pero para nosotros, gobierne quien gobierne, es igual. Antes de las elecciones nos verán y después ni la hora nos darán. Pero yo no pierdo la fe en la esperanza. (Al final de aquel primer encuentro, Céspedes se puso a talar con el mayor de sus hijos. Cuando me acerqué, me dijo: “Lo invito a escuchar nuestra conversación. Las hachas dicen palabras. Mi hacha dice «pan». El hacha de mi padrecito dice «azúcar»... ¿Escucha?... Arrímese amigo... escuche: pan... azúcar... pan... azúcar...

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pan...

azúcar…)

(Y el tiempo, con sus días, fue pasando. Y la década del setenta quedó atrás. Y la del ochenta también. Y promedia ya la década del noventa. Ahora, en este minuto de la eternidad –26 de julio de 1995– con las primeras luces estamos en el rancho de don Valentín. Allí nos está espera con su familia, con sus docenas de nietos. Sigue con su sonrisa enarbolada, pero con la cintura algo quebrada. Me dice:) –Sabía que un día nos volveríamos a ver. Uno tiene fe. Y gua en donde hay bichos?» Yo le contesté: «Mire el agua que tomamos. Verá los bichos». Y me dijo: «Céspedes, ¿por qué anda diciendo que los hacheros duermen en el suelo?». Y yo le contesté: «Mire donde dormimos. Verá que es en el mismo suelo». Y me dijo: «¿Por qué no pide permiso, Céspedes, para andar hablando lo que habla con extraños?». Y yo le contesté: «El opinar de mi cabeza es el que dicta mis palabras. A mi entendimiento le pedí permiso. Y mi entendimiento me dijo que dijera lo que dije». –¿Y después qué pasó? –Después me fui del obraje y tuve que buscar un patrón de mejor corazón... –¿Sigue hachando, don Valentín? –Poco y nada. Pero voy al monte a ayudarles a mis hijos. –¿Y cuánto cobra como jubilado? –Ni para un vaso de agua. –¿Menos de cien pesos por mes? –No, menos no. Nada. No pude jubilarme. En el obraje uno va de patrón en patrón, de mano en mano. Error mío fue no exigir. Pero la desesperación me hizo cometer ese error. Tenía que mantener a mis padrecitos... Pero no todo ha de ser lamento en la vida. Cosas gratas tengo para contarle. –Cuénteme. –Tengo todos mis hijos y mi patrona con salud y mis cuarenta y cinco gajos... Todos vivos. ¿Vio? debemos estar por todo esto muy agradecidos a Dios. –¿Todos sus hijos trabajan en el obraje? –Casi todos. Cada uno gana 5 pesos por día. Cuando hay trabajo. El mayor, Ricardo, ya no puede trabajar. Enfermó de los pulmones. Y lo tenemos quieto. Entre todos hacemos por él... Si los pobres no nos arreglamos con el amor, no nos queda otra cosa que morirnos. O la botella. –¿Usted sigue sin beber vino? –Sí. Eso he preferido. Para tener más aliento... Ay, esta hernia... –¿Y qué espera para operarse? –Por aquí no tenemos tiempo para enfermarnos. No le conviene al hachero acostarse y caer en cama. No estamos para semejantes lujos, sabe. –¿Y qué me cuenta del maestro que hace 25 años usted buscaba para que les enseñara a sus hijos y a los chicos cercanos? ¿Al fin lo consiguió? –Nunca llegó a Pampa Juana ese maestro. Nunca me oyeron, aunque sabemos que hay tantos maestros sin trabajo... La ignorancia es peor que el hambre. –¿Dijo Don Valentín?

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–Dije que la ignorancia es peor que el hambre... porque la ignorancia nos acostumbra al hambre. _¿Usted pudo estudiar en alguna escuela? _Estudié las letras y las palabras seis meses... Yo me crié solo. Mi padre murió muy pronto y yo crecí de mano en mano... A los 9 años ya estaba abandonado y me encontré con el hacha, y desde entonces a hoy ésa ha sido la vida. Mucho me hubiera gustado tener dos o tres años de escuela. Con dos o tres años de escuela uno puede encontrar más justicia en el mundo. –Si pudiera, ¿se pondría a estudiar ahora? –Eso sería como recibir muchos panes y azúcar para tantos y tantos días. –Alguien que responde así, como usted, está para vivir muchos años. –Tengo mis setenta y dos. Con tres más ya está bien. Este cuerpo no se halla en el último cansancio, pero tiene dolores que no lo dejan hacer los trabajos. Yo le pongo a mi vida tres años más. –Pero don Valentín, déjese de embromar y déle un par de décadas más. –No. Está bien así. –¿No ve que si usted pasa los noventa, dentro de veinte años yo le hago otro reportaje? Así me aseguro yo también. –No está mala su ocurrencia, Rodolfo. No está mala. Pero con tres años más me considero bien cumplido. Y ya puedo dejarle mi lugar a otro. –¿Le gustaría hacer un viajecito a Buenos Aires? –Si fuera para conseguir maestro para los niños que están más lejos, adentro del obraje; si fuera para que los que son muy leídos se opongan contra la injusticia de toda injusticia, si fuera para eso, iría. –¿Qué opina de Buenos Aires? –Buenos Aires... Tengo entendido que allí no se ata perro con chorizos. –¿Cómo es esto de atar perros con chorizos? –Si al perro uno lo ata con chorizos, enseguida el perro se los va a comer y va a estar suelto. No hay perros inocentes, sabe. –¿Y hay personas inocentes, don Valentín? –Si me deja, le cuento la historia de un hombre inocente: aquí, el año pasado, mi hijo encontró un hombre perdido en el monte. Estaba extraviado, sediento. Y ya andaba en cuatro patas, arrastrándose, cuando mi hijo lo vio y se dio cuenta que era un cristiano. Lo trajo a su rancho, le habló bien, le hizo té primero y le dio mate después. Al rato le dio agua y algunas cosas mascadas, porque el hombre estaba hambriento. El hombre no era peligroso, no era mano ligera; por el mirar de su mirada no podía ser robón. Y bueno, el hombre agarró fuerzas. Al tiempo rumbeó para el norte, en busca de otro trabajo... Pero otra vez se perdió en el monte, se quedó sin comida, sin agua... así llegó hasta una estancia, en cuatro patas, y desesperado se arrojó a un bebedero de esos que usan para los animales de hacienda... Allí estaba tendido, bebiendo, cuando supo venir el patrón del campo y le pegó un tiro con la escopeta y lo mató. Después, el poderoso se defendió diciendo que el sediento había querido violar a su hija. Pero el hombre no tenía capacidad para eso. Era un indefenso. Era un hombre inocente que tenía sed... Sabe, Rodolfo, ese hombre fue matado por tener sed. –Don Valentín, esto de ser hachero, talador de árboles, ¿le ha dolido? –Y cómo no iba a dolerme. Sé que el mundo se va quedando sin árboles. El desierto es más grande a cada nuevo día... Por donde mire alrededor hay bosques violados. –¿Violados por quién? –Por los violadores de bosques. Que eso son. Gente prepotente que tiene máquinas, topadoras. Gente que tiene razón porque tiene plata. –Perdón, ¿cómo dijo?

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hijos... Entre los dos dolores he tenido que elegir. Triste eligimiento, sabe... Pero haciendo lo que hacía he sentido siempre el dolor de cada árbol. –¿Los árboles sienten dolor? –Pero tal cual. Como las personas. Porque a un árbol cuando uno le pega un tajo, si se fija bien, ve que le sale lágrima. Yo sé del dolor de los árboles. Tanto me gustaría terminar mis días defendiéndolos, siendo guarda–árboles. Pero no sé si podré hacer esto... No sé, no sé cómo se hace justicia con la injusticia. –Don Valentín, ¿puedo preguntarle si alguna vez fue feliz? –Feliz vengo siendo. Muy feliz en la vida... no me ha faltado, como dice la canción, un vasito de agua fría, un beso de la boca de ella, y tengo mis hijitos y mis gajitos. He criado a mis hijos con sacrificio, pero me han salido buenos y amables. Y me siento dichoso por eso. Pero cuánto me hubiera gustado darles escuela, un maestro... Hay que cuidarse de la ignorancia, sabe. Porque la ignorancia termina por embrutecer el cuerpo, y embrutecer el alma y hasta embrutecer el corazón. –Me gustaría oír otra vez lo que acaba de decir. –Porque la ignorancia termina por embrutecer el cuerpo y embrutecer el alma y hasta embrutecer el corazón. –Vuelta a vuelta se toma la cintura, don. –Es que no deja de doler. Uno se acostumbra a todo. Y se acostumbra al dolor. Será que ahora lo que me duele es la costumbre. un momento para darle una mano a sus hijos que están subiendo un pesado tronco al carro... Y pienso en nosotros, en lo eríamos detener el vértigo que nos lleva a ninguna parte, hacer una pausa en la obscena frivolidad nuestra de cada día; deber n a Valentín Céspedes y alfabetización a los miles de miles que, como él, lo dieron todo pero siguen a merced de la inte Faltan menos de cinco años para el siglo 21. Algo que no sea discurso tenemos que hacer. No es posible que hayamos ex .. ¿Acaso vamos a cambiar el mundo? Aunque es imposible, damas y caballeros, sí, tenemos que cambiar el mundo... Pero vo Valentín, usted quería d cirle que hice cuanto pude... y cuanto pude es tan poco, tan poco. Mis padrecitos siguen agarrados por la pobreza... ay..

, repentinamente se quiebra. Ha apoyado su cabeza en el mango del hacha. Inclinado, llora en voz alta. Llora como sólo se a para otra. Con la espalda doblada está don Valentín... No sé qué hacer. Me quedo sin palabras. Apenas si le pongo la man Rodolfo.

Perdonemé. Yo hice cuanto pude... pero Valentín. ¿Ha perdido la fe en ndo pierdo la fe, tengo esperanza. Cuando pierdo la esperanza, tengo fe. Por último, sabe, siempre tengo fe en la esperanza. unos pasos, se arrima a uno de sus hijos y olvidándose de su hernia y de su columna, toma el hacha para terminar con un vol hijo. Mi hacha dirá pan. Su hacha papá... lo haremos co como antes. Ahí vamos... mi hacha hacha dice es...

Un lobo más Música: Osvaldo Avena Letra: Héctor Negro

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La calle me clavó la punta de su cruz. La calle me apretó el hueco de la luz. En suelas que gasté. En tanto andar detrás. La calle con mi piel y con la piel de usted, se puso la llovizna y me enseñó a morder. Un lobo más que tuvo que vivir. Tibieza y pan me puse a perseguir. Por pisar mal a veces me caí. Por no pegar me la dieron a mí. Un lobo más que tuvo que aprender a no llorar y a saberse vender. Por no aflojar de adentro me arrugué Por no entregar lo poco que salvé. La calle me enseñó sus dientes y su ley y lo que quise yo qué caro lo pagué. arriba Un momento Música: Héctor Stamponi Letra: Héctor Stamponi (1951) Adiós... Qué raro fue tu adiós! de espina y de jazmín, como una cruz y una caricia. Tal vez... no presentí, ni comprendí, que las estrellas tienen que morir

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con los rayos del sol... Yo fui... un pájaro cantor, y tú la mariposa que buscó quemar sus alas. Después... la soledad, la realidad, la noche cruel que pronto me envolvió... fatal... Y otra vez junto al río, muy juntos... Tu boca, mi boca, tu pelo y mi pelo. Y la luna, tu luna, mi luna, que ayer nos vestía, hoy tiende su velo. Yo no quiero el engaño de un día: tus manos no tiemblan! no sabes reír!... Yo no quiero la historia de siempre, vivir un momento y luego morir. Yo sé... que un día encontraré en la aventura eterna de mis pasos por la vida, tu voz que llamará, que gritará, que pedirá por mi regreso en vano, y tal vez llorarás... Verás... qué triste es el papel de mendigar amor donde no queda nada, nada... Después... la soledad, la realidad, la noche cruel que ya te envolverá... fatal... arriba Un placer Música: Vicente Romeo Letra: Juan Andrés Caruso (vals) Linda mariposa tú eres mi alegría y tus colores de rosa te hacen tan hermosa que en el alma mía tu imagen quedó. Por eso a tu reja

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hoy vengo a cantarte, para decirte, mi diosa, que eres muy hermosa y no puedo olvidarte que antes de dejarte prefiero la muerte que sólo con verte es para mí un placer. Sin tu amor ya no puedo vivr. ¡Oh! ven pronto no me hagas penar. De tus labios yo quiero sentir el placer que se siente al besar. Y por eso en mi canto te ruego que apagues el fuego que hay dentro de mí. Oye amada mía tuyo es mi querer, que tuya es el alma mía toda mi poesía mis alegres días, hermosa mujer. Sale a tu ventana que quiero admirarte. Sale mi rosa temprana, hermosa galana, que yo quiero hablarte y quiero robarte tu querer que es santo porque te amo tanto que no puedo más. Y si el destino de ti me separa nunca podre ser feliz y antes prefiero morir. Porque tu cariño es mi vida entera. Tu has de ser la postrera, la dulce compañera que ayer soñé. arriba Un sábado más Música: Chico Novarro Letra: Chico Novarro La boca del subte bosteza mi andar rumbo a la salida de la Diagonal. Cuando el obelisco le tira un mordisco

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a una nube flaca que intenta pasar, es un viejo Apolo que nunca despega parado en la tarde de un sábado más. Un sábado más, un sábado más, sobre Buenos Aires un sábado más. Las siete clavadas, acusa el reloj, y empieza el concierto de suelas en do. Arranco la cinta del último atado y un aire pesado me anuncia humedad, mientras a mi lado desfila la gente que asalta Corrientes un sábado más. Un sábado más, un sábado más, sobre Buenos Aires sábado más. Y entre las bocinas de la procesión gritan los canillas "Crónica" y "Razón", esquivando el pique de un auto lavado la quinta de clavo quieren enganchar. Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park. arriba Un tropezón Música: Raúl de los Hoyos Letra: Luis Bayón Herrera ¡Por favor, lárgueme agente! No me haga pasar vergüenza. Yo soy un hombre decente, se lo puedo garantir. He tenido un mal momento al toparme a esa malvada, mas no pienso hacerle nada, ¡Para qué! Ya se ha muerto para mí. Un tropezón cualquiera da en la vida, y el corazón aprende así a vivir. D'entre su barro la saqué un día y con amor la quise hasta mi altar. Pero bien dicen que la cabra al monte tira y una vez más razón tuvo el refrán. Fui un gran otario para esos vivos, pobres donjuanes de cabaret, fui un gran otario porque la quise como ellos nunca podrán querer.

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Lléveme nomás agente, es mejor que no me largue. No quiera Dios que me amargue recordando su traición. Y olvidándome de todo a mi corazón me entregue y al volverla a ver me ciegue, y ahí nomás... ¡Lléveme, será mejor! arriba Una canción Música: Aníbal Troilo Letra: Cátulo Castillo La copa de alcohol hasta el final y en el final tu niebla, bodegón... Monótono y fatal me envuelve el acordeón con un vapor de tango que me hace mal... ¡A ver, mujer! Repite tu canción con esa voz gangosa de metal, que tiene olor a ron tu bata de percal y tiene gusto a miel tu corazón... Una canción que me mate la tristeza, que me duerma, que me aturda y en el frío de esta mesa vos y yo: los dos en curda... Los dos en curda y en la pena sensiblera que me da la borrachera yo te pido, cariñito, que me cantes como antes, despacito, despacito, tu canción una vez más... La dura desventura de los dos nos lleva al mismo rumbo, siempre igual, y es loco vendaval el viento de tu voz que silba la tortura del final... ¡A ver, mujer! Un poco más de ron y ciérrate la bata de percal que vi tu corazón desnudo en el cristal,

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temblando al escuchar esa canción... arriba Una carta Música: Miguel Bucino Letra: Miguel Bucino (recitado) Lloró el malevo esa noche sobre el piso de cemento y un gesto imponente y fiero en su cara se pintó. Tomó la pluma con rabia, mientras ahogaba un lamento a su madre inolvidable esta carta le escribió: (cantado) Vieja: Una duda cruel me aqueja y es más fuerte que esta reja que me sirve de prisión. No es que me amargue la tristeza de mi encierro y tirado corno perro arrumbao en un rincón quiero, que me diga con franqueza si es verdad que de mi pieza se hizo dueño otro varón. Diga, madre, si es cierto que la infame abusando que estoy preso me ha engañao... Y si es cierto que al pebete lo han dejao en la casa de los pibes sin hogar... Si así fuera... ¡Malhaya con la ingrata!... Algún día he de salir y entonces, vieja, se lo juro por la cruz que hice en la reja que esa deuda con mi daga he de cobrar. Vieja: Vos que nunca me mentiste, vos que todo me lo diste, no me tengas compasión que, aunque me duela, la verdad quiero saberla... No es el miedo de perderla ni es el miedo a la traición. Pero, cuando pienso en el pebete siento que se me hace un siete donde tengo el corazón. arriba

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Una emoción Música: Raúl Kaplún Letra: José María Suñé Vengan a ver que traigo yo en esta unión de notas y palabras, es la canción que me inspiró la evocación que anoche me acunaba. Es voz de tango modulado en cada esquina, por el que vive una emoción que lo domina, quiero cantar por este son que es cada vez más dulce y seductor. Envuelto en la ilusión anoche lo escuché, compuesta la emoción por cosas de mi ayer, la casa en que nací, la reja y el parral, la vieja calesita y el rosal. Su acento es la canción de voz sentimental, su ritmo es el compás que vive en mi ciudad, no tiene pretensión, no quiere ser procaz, se llama tango y nada más. Esta emoción que traigo yo, nació en mi voz cargada de nostalgia. Siento un latir de rebelión cuando a este son sus versos le disfrazan. Si es tan humilde y tan sencillo en sus compases, porque anotarle un mal ejemplo en cada frase. Con este resto de emoción muy fácil es llegar al corazón. arriba Una historia como tantas Música: Armando Pontier Letra: Héctor Marcó Total... una historia como tantas... ¿Mi amor... hoy qué pecho ha de golpear?... Sigue el mundo con su farsa por las calles de la vida, como siguen encendidas tus pupilas en mi afán... Con tus labios en los míos me implorabas tantas cosas... ¡Esas cosas que se dicen cuando el alma va a estallar! Total... ese mismo juramento... Tu amor... ¡Y otro amor para llorar! Los dos... ¡Toda la vida!

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Mentiste, ¿Lo recuerdas?... Tu boca se hizo llama... Tus ojos, frenesí... Y el aire puso un canto de amor sobre la tierra y el mundo fue más mío que el beso que te di... Tus manos hoy son duendes que ahogan mi garganta... ¡Tus frases son cuchillos clavándome a traición!... ¡Qué ley la del cariño, hoy soy el vil que llora... y tú, la pecadora! Te ríes del amor... Total... es el grito de la vida... Caer... y volver a perdonar... Y buscar en otra boca esa voz que amor predice, y en un mar de cicatrices otra herida... y otra más... ¡No!... No quiero en otros labios refugiarme de esta pena, ¡Quiero en ti, quiero en los tuyos... encontrar una verdad!... Si tu... tu me ataste esta cadena. Sin ti... ¡Es mejor la soledad! Total... una historia como tantas... Fatal... fue la historia de los dos... arriba Una lágrima Música: Nicolás Verona Letra: Eugenio Cárdenas Cuando rodó, cual gota cristalina, sobre su faz, la lágrima de amor, me pareció su cara tan divina un lirio azul besado por el sol. Y recordé que aquella muchachita guardaba en su alma ya muerta la ilusión, porque el galán después de tantas citas le hizo morir de angustia el corazón. Cuando ve la carta amarillenta llena de pasajes de su vida siente que la pena se le aumenta al ver tan destruida la esperanza que abrigó.

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El hombre aquel a quién adoró tanto y le entregó su vida virginal le hizo empapar su juventud de llanto ¡la hizo vivir cien noches de ansiedad! Y al recordar la dicha que soñara mira esa carta que un día él le mandó pidiéndole que ella lo perdonara si nunca más volvía... y no volvió... Esta triste historia de su vida ella, cabizbaja me contaba, mientras que una lágrima rodaba por su hermosa cara llena de amargo dolor. arriba Una lágrima tuya Música: Mariano Mores Letra: Homero Manzi Una lágrima tuya me moja el alma, mientras rueda la luna por la montaña. Yo no sé si has llorado sobre un pañuelo nombrándome, nombrándome, con desconsuelo. La voz triste y sentida de tu canción, desde otra vida me dice adiós. La voz de tu canción que en el temblor de las campanas me hace evocar el cielo azul de tus mañanas llenas de sol. Una lágrima tuya me moja el alma mientras gimen las cuerdas de mi guitarra. Ya no cantan mis labios junto a tu pelo, diciéndote, diciéndote,

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lo que te quiero. Tal vez con este canto puedas saber que de tu llanto no me olvidé, no me olvidé. arriba Uno Música: Mariano Mores Letra: Enrique Santos Discépolo Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina... Uno va arrastrándose entre espinas y en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedao sin corazón... Precio de castigo que uno entrega por un beso que no llega a un amor que lo engañó... ¡Vacío ya de amar y de llorar tanta traición! Si yo tuviera el corazón... (El corazón que di...) Si yo pudiera como ayer querer sin presentir... Es posible que a tus ojos que me gritan tu cariño los cerrara con mis besos... Sin pensar que eran como esos otros ojos, los perversos, los que hundieron mi vivir. Si yo tuviera el corazón... (El mismo que perdí...) Si olvidara a la que ayer lo destrozó y... pudiera amarte.. me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor... Pero, Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte... Déjame que llore como aquel sufre en vida

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la tortura de llorar su propia muerte... Pura como sos, habrías salvado mi esperanza con tu amor... Uno está tan solo en su dolor... Uno está tan ciego en su penar.... Pero un frío cruel que es peor que el odio -punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amormaldijo para siempre y me robó... toda ilusión... arriba Uno y uno Música: Julio Pollero Letra: Lorenzo Juan Traverso Hace rato que te juno que sos un gil a la gurda, pretencioso cuando curda, engrupido y charlatán. Se te dio vuelta la taba, hoy andás hecho un andrajo; has descendido tan bajo que ni bolilla te dan. ¿Qué quedó de aquel jailefe que en el juego del amor decía siempre: "Mucha efe me tengo pa' tayador"? ¿Dónde están aquellos briyos y de vento aquel pacoy, que disqueabas, poligriyo, con las minas del convoy? ¿Y esos jetras tan costosos, funyi y tarros de un color, que de puro espamentoso los tenías al por mayor? ¿Y esas grelas que engrupido te tenían con su amor? ¿No manyás que vos has sido un mishé de lo mejor? Un lobo más Música: Osvaldo Avena Letra: Héctor Negro La calle me clavó la punta de su cruz. La calle me apretó el hueco de la luz.

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En suelas que gasté. En tanto andar detrás. La calle con mi piel y con la piel de usted, se puso la llovizna y me enseñó a morder. Un lobo más que tuvo que vivir. Tibieza y pan me puse a perseguir. Por pisar mal a veces me caí. Por no pegar me la dieron a mí. Un lobo más que tuvo que aprender a no llorar y a saberse vender. Por no aflojar de adentro me arrugué Por no entregar lo poco que salvé. La calle me enseñó sus dientes y su ley y lo que quise yo qué caro lo pagué. arriba Un momento Música: Héctor Stamponi Letra: Héctor Stamponi (1951) Adiós... Qué raro fue tu adiós! de espina y de jazmín, como una cruz y una caricia. Tal vez... no presentí, ni comprendí, que las estrellas tienen que morir con los rayos del sol... Yo fui... un pájaro cantor, y tú la mariposa que buscó quemar sus alas. Después... la soledad,

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la realidad, la noche cruel que pronto me envolvió... fatal... Y otra vez junto al río, muy juntos... Tu boca, mi boca, tu pelo y mi pelo. Y la luna, tu luna, mi luna, que ayer nos vestía, hoy tiende su velo. Yo no quiero el engaño de un día: tus manos no tiemblan! no sabes reír!... Yo no quiero la historia de siempre, vivir un momento y luego morir. Yo sé... que un día encontraré en la aventura eterna de mis pasos por la vida, tu voz que llamará, que gritará, que pedirá por mi regreso en vano, y tal vez llorarás... Verás... qué triste es el papel de mendigar amor donde no queda nada, nada... Después... la soledad, la realidad, la noche cruel que ya te envolverá... fatal... arriba Un placer Música: Vicente Romeo Letra: Juan Andrés Caruso (vals) Linda mariposa tú eres mi alegría y tus colores de rosa te hacen tan hermosa que en el alma mía tu imagen quedó. Por eso a tu reja hoy vengo a cantarte, para decirte, mi diosa, que eres muy hermosa y no puedo olvidarte que antes de dejarte

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prefiero la muerte que sólo con verte es para mí un placer. Sin tu amor ya no puedo vivr. ¡Oh! ven pronto no me hagas penar. De tus labios yo quiero sentir el placer que se siente al besar. Y por eso en mi canto te ruego que apagues el fuego que hay dentro de mí. Oye amada mía tuyo es mi querer, que tuya es el alma mía toda mi poesía mis alegres días, hermosa mujer. Sale a tu ventana que quiero admirarte. Sale mi rosa temprana, hermosa galana, que yo quiero hablarte y quiero robarte tu querer que es santo porque te amo tanto que no puedo más. Y si el destino de ti me separa nunca podre ser feliz y antes prefiero morir. Porque tu cariño es mi vida entera. Tu has de ser la postrera, la dulce compañera que ayer soñé. arriba Un sábado más Música: Chico Novarro Letra: Chico Novarro La boca del subte bosteza mi andar rumbo a la salida de la Diagonal. Cuando el obelisco le tira un mordisco a una nube flaca que intenta pasar, es un viejo Apolo que nunca despega parado en la tarde de un sábado más. Un sábado más, un sábado más,

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sobre Buenos Aires un sábado más. Las siete clavadas, acusa el reloj, y empieza el concierto de suelas en do. Arranco la cinta del último atado y un aire pesado me anuncia humedad, mientras a mi lado desfila la gente que asalta Corrientes un sábado más. Un sábado más, un sábado más, sobre Buenos Aires sábado más. Y entre las bocinas de la procesión gritan los canillas "Crónica" y "Razón", esquivando el pique de un auto lavado la quinta de clavo quieren enganchar. Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park. arriba Un tropezón Música: Raúl de los Hoyos Letra: Luis Bayón Herrera ¡Por favor, lárgueme agente! No me haga pasar vergüenza. Yo soy un hombre decente, se lo puedo garantir. He tenido un mal momento al toparme a esa malvada, mas no pienso hacerle nada, ¡Para qué! Ya se ha muerto para mí. Un tropezón cualquiera da en la vida, y el corazón aprende así a vivir. D'entre su barro la saqué un día y con amor la quise hasta mi altar. Pero bien dicen que la cabra al monte tira y una vez más razón tuvo el refrán. Fui un gran otario para esos vivos, pobres donjuanes de cabaret, fui un gran otario porque la quise como ellos nunca podrán querer. Lléveme nomás agente, es mejor que no me largue. No quiera Dios que me amargue recordando su traición.

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Y olvidándome de todo a mi corazón me entregue y al volverla a ver me ciegue, y ahí nomás... ¡Lléveme, será mejor! arriba Una canción Música: Aníbal Troilo Letra: Cátulo Castillo La copa de alcohol hasta el final y en el final tu niebla, bodegón... Monótono y fatal me envuelve el acordeón con un vapor de tango que me hace mal... ¡A ver, mujer! Repite tu canción con esa voz gangosa de metal, que tiene olor a ron tu bata de percal y tiene gusto a miel tu corazón... Una canción que me mate la tristeza, que me duerma, que me aturda y en el frío de esta mesa vos y yo: los dos en curda... Los dos en curda y en la pena sensiblera que me da la borrachera yo te pido, cariñito, que me cantes como antes, despacito, despacito, tu canción una vez más... La dura desventura de los dos nos lleva al mismo rumbo, siempre igual, y es loco vendaval el viento de tu voz que silba la tortura del final... ¡A ver, mujer! Un poco más de ron y ciérrate la bata de percal que vi tu corazón desnudo en el cristal, temblando al escuchar esa canción... arriba Una carta

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Música: Miguel Bucino Letra: Miguel Bucino (recitado) Lloró el malevo esa noche sobre el piso de cemento y un gesto imponente y fiero en su cara se pintó. Tomó la pluma con rabia, mientras ahogaba un lamento a su madre inolvidable esta carta le escribió: (cantado) Vieja: Una duda cruel me aqueja y es más fuerte que esta reja que me sirve de prisión. No es que me amargue la tristeza de mi encierro y tirado corno perro arrumbao en un rincón quiero, que me diga con franqueza si es verdad que de mi pieza se hizo dueño otro varón. Diga, madre, si es cierto que la infame abusando que estoy preso me ha engañao... Y si es cierto que al pebete lo han dejao en la casa de los pibes sin hogar... Si así fuera... ¡Malhaya con la ingrata!... Algún día he de salir y entonces, vieja, se lo juro por la cruz que hice en la reja que esa deuda con mi daga he de cobrar. Vieja: Vos que nunca me mentiste, vos que todo me lo diste, no me tengas compasión que, aunque me duela, la verdad quiero saberla... No es el miedo de perderla ni es el miedo a la traición. Pero, cuando pienso en el pebete siento que se me hace un siete donde tengo el corazón. arriba Una emoción Música: Raúl Kaplún Letra: José María Suñé Vengan a ver que traigo yo en esta unión de notas y palabras,

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es la canción que me inspiró la evocación que anoche me acunaba. Es voz de tango modulado en cada esquina, por el que vive una emoción que lo domina, quiero cantar por este son que es cada vez más dulce y seductor. Envuelto en la ilusión anoche lo escuché, compuesta la emoción por cosas de mi ayer, la casa en que nací, la reja y el parral, la vieja calesita y el rosal. Su acento es la canción de voz sentimental, su ritmo es el compás que vive en mi ciudad, no tiene pretensión, no quiere ser procaz, se llama tango y nada más. Esta emoción que traigo yo, nació en mi voz cargada de nostalgia. Siento un latir de rebelión cuando a este son sus versos le disfrazan. Si es tan humilde y tan sencillo en sus compases, porque anotarle un mal ejemplo en cada frase. Con este resto de emoción muy fácil es llegar al corazón. arriba Una historia como tantas Música: Armando Pontier Letra: Héctor Marcó Total... una historia como tantas... ¿Mi amor... hoy qué pecho ha de golpear?... Sigue el mundo con su farsa por las calles de la vida, como siguen encendidas tus pupilas en mi afán... Con tus labios en los míos me implorabas tantas cosas... ¡Esas cosas que se dicen cuando el alma va a estallar! Total... ese mismo juramento... Tu amor... ¡Y otro amor para llorar! Los dos... ¡Toda la vida! Mentiste, ¿Lo recuerdas?... Tu boca se hizo llama... Tus ojos, frenesí... Y el aire puso un canto de amor sobre la tierra

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y el mundo fue más mío que el beso que te di... Tus manos hoy son duendes que ahogan mi garganta... ¡Tus frases son cuchillos clavándome a traición!... ¡Qué ley la del cariño, hoy soy el vil que llora... y tú, la pecadora! Te ríes del amor... Total... es el grito de la vida... Caer... y volver a perdonar... Y buscar en otra boca esa voz que amor predice, y en un mar de cicatrices otra herida... y otra más... ¡No!... No quiero en otros labios refugiarme de esta pena, ¡Quiero en ti, quiero en los tuyos... encontrar una verdad!... Si tu... tu me ataste esta cadena. Sin ti... ¡Es mejor la soledad! Total... una historia como tantas... Fatal... fue la historia de los dos... arriba Una lágrima Música: Nicolás Verona Letra: Eugenio Cárdenas Cuando rodó, cual gota cristalina, sobre su faz, la lágrima de amor, me pareció su cara tan divina un lirio azul besado por el sol. Y recordé que aquella muchachita guardaba en su alma ya muerta la ilusión, porque el galán después de tantas citas le hizo morir de angustia el corazón. Cuando ve la carta amarillenta llena de pasajes de su vida siente que la pena se le aumenta al ver tan destruida la esperanza que abrigó. El hombre aquel a quién adoró tanto y le entregó su vida virginal le hizo empapar su juventud de llanto ¡la hizo vivir cien noches de ansiedad!

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Y al recordar la dicha que soñara mira esa carta que un día él le mandó pidiéndole que ella lo perdonara si nunca más volvía... y no volvió... Esta triste historia de su vida ella, cabizbaja me contaba, mientras que una lágrima rodaba por su hermosa cara llena de amargo dolor. arriba Una lágrima tuya Música: Mariano Mores Letra: Homero Manzi Una lágrima tuya me moja el alma, mientras rueda la luna por la montaña. Yo no sé si has llorado sobre un pañuelo nombrándome, nombrándome, con desconsuelo. La voz triste y sentida de tu canción, desde otra vida me dice adiós. La voz de tu canción que en el temblor de las campanas me hace evocar el cielo azul de tus mañanas llenas de sol. Una lágrima tuya me moja el alma mientras gimen las cuerdas de mi guitarra. Ya no cantan mis labios junto a tu pelo, diciéndote, diciéndote, lo que te quiero. Tal vez con este canto puedas saber que de tu llanto

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no me olvidé, no me olvidé. arriba Uno Música: Mariano Mores Letra: Enrique Santos Discépolo Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina... Uno va arrastrándose entre espinas y en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedao sin corazón... Precio de castigo que uno entrega por un beso que no llega a un amor que lo engañó... ¡Vacío ya de amar y de llorar tanta traición! Si yo tuviera el corazón... (El corazón que di...) Si yo pudiera como ayer querer sin presentir... Es posible que a tus ojos que me gritan tu cariño los cerrara con mis besos... Sin pensar que eran como esos otros ojos, los perversos, los que hundieron mi vivir. Si yo tuviera el corazón... (El mismo que perdí...) Si olvidara a la que ayer lo destrozó y... pudiera amarte.. me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor... Pero, Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte... Déjame que llore como aquel sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte... Pura como sos, habrías salvado mi esperanza con tu amor... Uno está tan solo en su dolor... Uno está tan ciego en su penar....

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Pero un frío cruel que es peor que el odio -punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amormaldijo para siempre y me robó... toda ilusión... arriba Uno y uno Música: Julio Pollero Letra: Lorenzo Juan Traverso Hace rato que te juno que sos un gil a la gurda, pretencioso cuando curda, engrupido y charlatán. Se te dio vuelta la taba, hoy andás hecho un andrajo; has descendido tan bajo que ni bolilla te dan. ¿Qué quedó de aquel jailefe que en el juego del amor decía siempre: "Mucha efe me tengo pa' tayador"? ¿Dónde están aquellos briyos y de vento aquel pacoy, que disqueabas, poligriyo, con las minas del convoy? ¿Y esos jetras tan costosos, funyi y tarros de un color, que de puro espamentoso los tenías al por mayor? ¿Y esas grelas que engrupido te tenían con su amor? ¿No manyás que vos has sido un mishé de lo mejor? No nos veremos más Tango Música: Luis Stazo Letra: Federico Silva

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De pronto ya todo quedó sin paisaje, la nube que vuela, el tiempo de amar. Y supimos tarde cual es el mensaje para dos que tarde quisieron soñar. Tu luz de verano me soñó en otoño y yo te agradezco la felicidad. No puedo engañarte, mi adiós es sincero, tu estás en Enero, mi Abril ya se va. ¡Adiós! Es la manera de decir ya nunca. ¡Adiós! Es la palabra que quedó temblando. ¡Ay!, en el corazón de la partida. ¡Adiós!, Espina fina de la despedida. ¡Adiós, amor! ¡No nos veremos más! Los sueños perdidos me duelen ahora cuando ya no es hora de querer soñar. Y un niño que llora, soy yo mismo entonces, buscando el juguete que no ha de encontrar. Tu azúcar amarga se me entró en las venas, me encendió la sangre hasta el corazón. Pero no te engaño, mi adiós es sincero, tu estás en Enero, mi Abril ya pasó. II. Retrato a varias voces JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ (escritor, periodista. Del prólogo de Argentinos en la cornisa) “Todas las tardes de todos los días de todos los meses del año, aparecía después de la siesta en puntas de pie, atravesaba nuestra redacción como un fantasma y se escondía detrás de su escritorio. “Convenientemente inadvertido en ese mundo de corridas, malasangres, teléfonos histéricos y cierres impostergables en el que vivíamos sumergidos, Rodolfo Braceli desensillaba, abría su misterioso bolso lleno de papeles, libros y casetes, y extraía los restos de un prodigioso encuentro con Gabriel García Márquez, un tramo existencial de Alfredo Alcón o un diálogo postrero con Tato Bores o Niní Marshall, y comenzaba a batallar contra el teclado de la vida. “Lo íbamos descubriendo de a poco, cuando la razón abría grietas en nuestra neurosis

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“Braceli es un gaucho. Leal y honesto hasta las lágrimas, pero también pícaro, suspicaz, e irresistiblemente taimado: ninguno de sus entrevistados sale indemne. Lo veo acercándose cautelosamente al caballo, dando vueltas alrededor suyo, acariciándolo, convenciéndolo con monosílabos y montándolo cuando menos se lo espera. Y me consta que Braceli va desnudo a esa faena. No lleva cuestionarios, ni notas de archivo, nunca pacta nada, y le cuesta resignarse al grabador. Quizá porque, sin criticar a algunos de sus colegas, los critica de hecho cuando dice: “No soy un grabador. Eso es fácil: cincuenta dólares, un casete y dos pilas”. “El Gaucho es un adivinador. Siempre les saca a sus entrevistados de la punta de la lengua los sentimientos que ocultan. Se los queda mirando, les dedica una interjección, los incomoda con ese uso desesperante de los silencios, y deja que pisen el palito. Cuando lo pisan, los deshilvana, los conduce, los ametralla. Practica una suerte de psicoanálisis campero. Y tiene por máximo objetivo retratar el alma. Sus reportajes son entonces la utopía de asir lo inasible. Deja, a menudo, que el azar meta la cola. Y el azar, en las entrevistas de Braceli como en las novelas de Paul Auster, siempre es socio del Diablo. “Trajiné muchas redacciones, conocí entrevistadores de toda calaña y periodistas más o menos geniales pero siempre esforzados. Con Braceli me di cuenta de que la inspiración en periodismo es posible. Las musas nunca le fallaron. Tiene la maravillosa impudicia de haber escrito unos veinte libros, y de haber practicado con idéntica suerte e impunidad el teatro, la poesía, el cuento, la novela y el cine. “Walsh se anticipó a Capote, a Mailer y a todos los teóricos de la non fiction cuando aseguró que la realidad y la ficción podían ser sometidas, con igual profundidad y validez, a los rigores de la literatura. Braceli, uno de los entrevistadores más originales y sensibles que ha dado el periodismo argentino, lleva a la práctica ese postulado, convirtiendo el simple reportaje de coyuntura en género literario. Cada entrevista suya tiene un montaje teatral y un diálogo novelístico lleno de claves secretas. (…) Me doy cuenta de que (éstas) forman una gran novela sobre el ser nacional. Es sorprendente que, en medio de esta globalidad triunfante, cuando nos quieren sustituir la memoria y transformarnos en híbridos pobres del mundo, un gaucho devenido intelectual pueda hacernos reflexionar sobre esa condición tan pasada de moda. La condición de argentinos.” MIGUEL ÁNGEL SOLÁ (actor) “Braceli escritor. Braceli periodista. Braceli fabulador de historias siemprejamás vividas. Braceli parrochaprovincianapostergadaporquehaymuuchoquehacerquelotiró. Braceli, único-todos, Braceli. Braceli eterna humanidad. Braceli viento en contra y a pesar de todo. Braceli huevo-pichón-ave fénix-ángel... Braceli expresión–carne de un Dios que se regocija al leerlo... ¡Cuánto fuego por poesía humana! El suyo, encendido ayer, hoy y mañana, llama o brasa, según quién.” CARLOS ARES (periodista) “Durante los años de la dictadura, Rodolfo era un modelo para todo joven periodista de mi generación: todos queríamos ser periodísticamente como Braceli: fue el que mantuvo un pedazo de la ternura, que no desapareció, y de la sensibilidad, que tampoco desapareció en aquellos años.”

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CRISTINA CASTELLO (periodista) “Rodolfo Braceli es un voyeur. Con gula por la vida y ojos hambrientos de luz, se pone de puntillas y escarba en el alma de sus entrevistados. Pero hace trampas: porque no va solo. Está siempre con la poesía. Ella le revela, le devela, le enciende y le hace encender las hogueras: es su arma celeste. Y así acorazado, tira semillas –pues eso y no otra cosa son sus preguntas– con las que hurga en los personajes. (…)Entonces, como todas las semillas que este fisgón tira están llenas de su alma, los entrevistados emergen en la cosecha llenos del alma suya. De un alma donde arde la vida como estética y fraternidad, como travesura y curiosidad. Así es la primera parte de su trabajo: el diálogo. Y la segunda es tanto o más compleja. Porque con el material que tiene y la siempre austera cantidad de líneas del periodismo, él escribe una ficción que –paradójicamente– refleja la verdad más honda de cada personaje. Por eso cada uno parece un calidoscopio y muestra caras –sin máscaras– que jamás se hubieran conocido, sin su mediación. Me honra -y me alboroza- decir que Rodolfo Braceli es el mejor entrevistador de la Argentina.” SUSANA ESTHER SOBA (poeta, crítica) “Una fiesta. Una certidumbre de poesía. Un deslumbramiento total. Carne y levadura apacentada en ese continente tierno, desesperado y lúcido en el que habita Braceli. Goce, sí, de leer `La conversación de los cuerpos´, poemario fuerte, caliente, intenso de ganas, de fiebre vital, de desenfado. Fuerte y bello, arroja sobre los límites precisos de la rutina y las tabulaciones éticas y estéticas a ultranza un alto viento reparador, una llamarada audaz, un torrente de sentimiento vivo y tumultuoso que sacude toda inercia, toda hipocresía, toda palidez moribunda. (...) Braceli ha lanzado sobre el adocenamiento chato y gris de tanto escriba presuntuoso, sobre esa medianía lamentable de tanto libro forzado y vano, este grito jubiloso, esta caricia cósmica, esta sensación profunda de que no todo está perdido cuando el verbo puede alzarse con tanta claridad y hermosura.” GONZALO QUEVEDO (poeta) “Primera toma. A ver Rodolfo si se queda quietecito ahí, voy a disparar. Ya ubiqué la cámara y quiero que esta foto sea el ícono de los sobrevivientes. Quiero retratarle el alma, usted me ha enseñado a hacerlo. Yo quiero, todos los días, ser un buen discípulo, no mirar a la gente en contrapicado, elegir mezclarme con la piel ajena aunque ande suelto el carnicero. Quiero que esta foto, también, sea un ayudamemoria y que mañana, si me olvido de la sencillez, lo tenga a usted a mano. Y junto a esta foto guardaré sus libros. No como quien guarda un evangelio sino como quien hace justicia por mano propia. Espero poder acertar el diafragma para que la imagen no queme su adicción a la vida, esa íntima luz que despliega. Quédese quietecito Rodolfo. Su imagen será de las pocas que merezcan rev(b)elarse. “Segunda toma. Me cita en el “Bar de García”. Voy a encontrarme con el tipo que escribió “no todos tienen la suerte de tener un padre carpintero”. Voy a encontrarme con el padre de El último padre. Lo había conocido cuando elegí escribir un discurso para celebrar que lo declaraban ciudadano ilustre, tomándome el atrevimiento de declararlo yo “serhumano ilustre”. Yo había especulado en el tren sobre mis ideas metafísicas, a fin de impresionarlo, pero esa noche encontré a un artista sin retóricas, a un tipo que escribe y no a un escritor que juega a ser buenhombre. El Rodolfo es de los tipos con los que no es necesaria la obsecuencia. Y si bien es un tipo normal no puede evitar haber nacido poeta: él habla en poesía. Tal vez no lo sepa. Durante la charla, Malbec mediante, desplegó infinidad de anécdotas con una humildad inusual: el Rodolfo fue capaz de engañar a Borges con una historia de cuchilleros, entrevistó a los más grandes, se hizo de secretos inconfesables y no siempre los confesó en sus textos.

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Uno, por obtener alguna de aquellas intimidades que él frecuentó, entregaría el mundo; pero él lo cuenta de una manera inusitada. Te da un pedacito de su universo impredecible como souvenir. No es raro: ha domesticado a lo cotidiano hasta hacerlo poesía. Su madre es a la Historia más que Marguerite Duras; su madre supo notar que un lavarropas es un “jabón de lujo”, y es heroica como tantas otras en Madre argentina hay una sola. Y después los intelectuales teorizan sobre la razón por la que el Rodolfo consigue que sus entrevistados se “confiesen”. Es más simple de lo que parece: cuando se acerca a alguien va, no en calidad de periodista estrella, y un pedacito suyo queda pegoteado a las preguntas. No le interesan los ojitos de neón: quiere saber, como un niño, qué hay detrás. Y sabe cómo encontrarlo sin imposturas. Es de esos tipos que tienen la peculiar cualidad de conseguir un equilibrio entre el oxímoron y lo mundano, ese camino, ese sendero que se abre entre dos extremos y que es, en definitiva, el espacio en el que existimos. Me atrevo a decir, con perdón de su humildad, que su más grande virtud es la de interpretar la subjetividad ajena y no en el chisme barato, lograr que los demás le compartan su visión del mundo y, mucho más importante, no deformarla sino, bajo estrictas y personales medidas éticas, respetarla. El Rodolfo podría escribir una biografía de Napoleón en la que la condición de emperador pasaría a ser un dato anecdótico. Por eso lo quise desde sus Pautas eneras, y no me equivoqué. Aquella noche había aprendido más durante una cena con él que en un mes de clases. De la misma manera que aprendí de literatura y de amor al mismo tiempo leyendo El último padre; de la misma manera que casi muero de un coma erótico leyendo Cuerpos abraSados. “El Rodolfo no es relativo: es de los pocos que aceptan que todos tenemos una pizca de ternura y de cinismo; su Borges y Perón son a la vez niños y monstruos, déspotas y mascotas. El Rodolfo creatura no reniega de su propia criatura, de la criatura que componen su pasado provinciano, y sus libros quemados, y su poesía convertida en tesis de doctorado. ¿Y todo eso, qué? El Rodolfo está feliz porque sueña una película, está feliz porque se va una semana a ver el mar, está feliz porque Noemí por fin conoce las acequias. Es un ser humano, qué lo parió, es un ser humano con todas las letras y con la capacidad para hacerlas vibrar en una página; con la capacidad de que las palabras tengan, por una vez en la vida, la oportunidad de vivir, de latir un poquito. Es un dador de vida, una creatura, responsable de tantas resurrecciones: justo él que no sueña con la eternidad, justo él a quien la perpetuidad lo tiene sin cuidado. Justo él, que ha sabido dibujarnos, hacer el mapa de nuestros cuerpos y nuestras almas con precisos trazos que nos recordarán como especie.”

III. Autorretrato Si no hubiese sido por mis padres yo no hubiera nacido. Y si no hubiera sido por mí. Por mí, que quería ver cómo era afuera. Con los años aprendí que afuera es adentro. Ya era tarde. Tomando por cierto que nací, eso me pasó en el Luján de Cuyo de Mendoza, Argentina, al oeste del paraíso, una hora después de concluido el 12 de octubre de 1940. Sí, el 13. El trece. Soy el segundo de tres hermanos varones. Nací de padre y madre, porque ellos y porque sus anteriores también. Hasta donde sé, por mis cuatro costados vengo de españoles, la mayoría de Valencia y del País Vasco. Mi padre, Andrés Braceli, vino solo, a sus catorce años, con la mudanza primordial de cualquier inmigrante. En el puerto de Buenos Aires lo esperaba nadie. En Mendoza ya estaba su padre, también Andrés, que a lo bestia abría zanjas para las primeras cloacas del Luján de Cuyo. En España, mi abuela Paca aguardaba, con los otros hijos, los dineros para viajar ellos 132

después. Mi padre no fue jamás a la escuela. Mi abuelo, el bestial, consideraba sin atenuantes que eso del estudio era cosa de vagos y de atorrantes. Cuando ya había cumplido sus veintiún años mi padre empezó a tomar lecciones particulares con un maestro. Clases de castellano, gramática y contabilidad. Y algo de caligrafía. Guardo los recibos por el pago de esas lecciones clandestinas: las recibía en horarios imposibles, a escondidas, temeroso de las furias contundentes de su padre. Temeroso y respetuoso. Nunca dejó de comprenderlo: El viejo es así, nos decía con los ojos a punto de lágrimas. No había mi padre cumplido los veinte años de su edad, cuando fue alcanzado por esa enfermedad devastadora que hacia 1930 se nombraba parálisis infantil, después conocida como poliomielitis. Más que de la terrible enfermedad hubo que salvarlo de las furias explícitas de mi abuelo: la consideraba mañas para no trabajar. Pero siguiendo los extremos consejos de un médico naturista alemán (baños de agua helada en pleno invierno y mucha gimnasia en barras) doblegó a la polio. Que sólo le dejó una pierna muy flaquita, pero tan caminadora como la sana. A mi madre, Juana Zarategui, la describo en un capítulo del libro Madre Argentina hay una sola. Ella sí pudo ir a la escuela, pero apenas llegó al tercer grado. Al contrario de mi padre, ella no leyó jamás un libro entero. Ni los de su hijo ni los de nadie. Su ignorancia no tenía grietas. Pero eso sí, usaba el primordial castellano como si tuviera los códigos de otros tres o cuatro idiomas secretos. Quiero decir que hablaba todo el tiempo con doble intención, y con triple también. Las palabras estaban al servicio de la adivinación y de la indirecta. Paradójicamente, cuando se calentaba –cosa demasiado frecuente– era muy frontal. Una vez mi madre me dijo: “Cortáte ese pelo, parecés poeta”. “Mamá, si soy poeta”. “¿Ah sí? ¡Cortáte ese pelo te digo!” Me corté el pelo, por supuesto. No perdí la fuerza. Perdí la poesía. Hasta que me creció de nuevo, la poesía. Madremía. Yo vengo a ser un amasijo de la aguda malicia de mi madre y del irreparable candor de mi padre. Mi madre era pesimista porque contaba con el optimismo de él. Mi padre era optimista porque contaba con el pesimismo de ella. Los dos, desde que se casaron vivieron absolutamente siempre juntos. No dejaron de verse un solo día. No los separó ni la horrible terapia intensiva. Ellos trabajaron juntos, hicieron juntos, criaron juntos, sufrieron juntos, juntos soñaron. Trabajaban, como tantos, todos los días del año; las primeras vacaciones las tomaron cuando estaban rumbo a sus setenta. El trabajo como sacrificio, como mandato, como celebración, como única religión, como talismán; siempre el trabajo. Mis padres. Decir que ellos me escriben suena a pavote lugar común. Si es preciso que jure por la sangre del aire, lo juro: no es frase de ocasión: ellos me escriben lo que escribo. Cada mañana me alzan. Y adelante. A meterle. Algunas credenciales Soy agnóstico los días pares y ateo los días impares. Eso creo. A la palabra Dios la considero finalmente eso, una palabra. A algunos les sirve como coartada, a otros como talismán de talismanes, a otros para cancelar el vértigo de las eternas preguntas eternas. A otros no sé, no sé. Cada uno dispone de la palabra como quiere y/o como puede. Yo la he dejado en paz y en silencio; bastante la he trajinado, con decir que la escribí de tres maneras: Dios con mayúscula, dios con minúscula y Diós, con acento, desesperadamente.

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Después de eso, adiós Dios. Soy argentino. Sumamente argentino. Consumí tres, casi cuatro décadas de mi vida en darme cuenta de que ser argentino no es nada del otro mundo: es algo que le puede pasar a cualquiera. No consigo encontrar diferencia, para mí, entre respirar y escribir. Ya sé que no dejaré nunca de aprender, a respirar. ¿Qués poesía? Si me preguntan respondo: –Por empezar no es vocabulario poeticudo. Ni es fabricación de hermetismo. Ni es una vuelta de tuerca más. Tampoco es andar tosiendo vida por el mundo. –Vamos, de una vez, ¿qués es poesía? –Poesía es el abismo que hay entre palabra y palabra. –¿Y el abismo qué es? –Menos averigua Dios, y Dios ni sabe si Dios existe. Si me siguen preguntando sigo respondiendo: –¿Y quién es poeta? –Es ése que ahora, justamente ahora –observémoslo– salta al abismo con los puños muy apretados. –¿Qué guarda en los puños? –Semillas. –¿Semillas para sembrar el abismo?! –Sí. –¿Semillas de qué? –Eso no se dice. Misas. Mi madre iba a misa una vez por año, por si acaso, porque uno nunca sabe. Mi padre, nunca. Mi padre, un raro socialista romántico, elemental, que pagaba doble aguinaldo a sus empleados cuando aquí ni se conocía la palabra aguinaldo, quiso que yo tuviera algunos años de colegios de curas. Por eso fui al San Luis Gonzaga; allí los docentes eran maestras dirigidas por jesuitas. A continuación, tres años con los salesianos de Don Bosco. Muchos años después escribí La misa humana, una misa, pero al revés, en la que los antiguos mandamientos son los nuevos pecados y los antiguos pecados son los nuevos mandamientos. Confesión. En la escuela primaria me enamoré sucesivamente de tres maestras: de una agudamente, de la otra gravemente, de la tercera esdrújulamente. ¿Y ellas? Ellas tampoco. No quisieron confundir docencia con decencia. Qué les hubiera costado. Una lástima. Mandato. En cuanto al viejo mandato de “tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”, lo cumplí, y sobradamente. Hijos, dos; árboles, tres; libros, van para treinta. Pero.Pero no sé bailar. Y peor todavía: aunque sé, no me animo a silbar del umbral de mi casa para afuera. Soy un discapacitado imperdonable, entonces. Escena con madre. Éste que soy para los demás (los demás vendrían a ser los que respiran afuera de mi cuerpo y de mi mirada), éste que vengo siendo, en su primer atisbo de libro, Pautas eneras (el que fue prohibido y al tercer día quemado) éste, debajo de una foto que

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iniciaba las páginas de aquel librito, escribió (naturalmente, sin darse cuenta) una variante del “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. La variante decía: “Mi perro es la persona con la que más converso”. Madremía, la que jamás leyó un libro, ni medio ni una página ni una contratapa, madremía leyó aquello tal vez inducida por la foto de su hijo. Leyó aquello y me llamó y me cagóapedos mientras me servía la comida de ese día: –¿Así que nosotros somos menos que el perro ése? Ganas me dan a veces de agarrarme del cable pelado de la plancha y terminar con tanta herejía… Comé de una vez, hereje, que se te va enfriar la sopa ¡y vas a llegar tarde a la facultad!” Si yo hubiera sido madre de mí, y hubiera leído que mi hijo escribió en la primera página de su primer libro “Mi perro es la persona con la que más converso”, a mi hijo levescritor lo hubiera insultado mucho, y le hubiera servido nomás la comida antes de que se le enfriara, mientras el corazón me estrujaba la garganta y un puñal interminable me atravesaba el pecho y el cuerpo del alma y el mismo corazón y todo. Mientras tejo y destejo las eternas, las desfondadas preguntas de siempre, cumplo con algunos requisitos: estoy persuadido de que al Sol, desde encima de aquí abajo, hay que darle una mano. Porque el Sol no puede hacerlo todo solo. Como quien dice: no dejemos, no dejemos que el sol nos pierda la memoria. Acuso algunas taras ortográficas: tengo que hacer un esfuerzo de hernia para no escribir abrir con V corta. Y me parece una picardía no escribir escuende en vez de esconde. Esa U de escuende es, en sí, un escondite. Por favor. Soy del parecer que se es alguien cuando se es testigo. Sin jactancia, me precio de ser alguien por haber sido testigo de sucesos singulares. Refiero uno que merece memoria: Estando yo, uno más, en un enorme trasatlántico, vi y escuché: –“¡Saltó de la pecera! ¡Pronto, al capitán, avisen al capitán!! ¡El pez ha caído al mar / al mar / al mar / el pez!” He aprendido en carne propia que la Vida sin lentes no tiene sentido. Estoy en condiciones de avisar a la población: Abel las mataba callando. No era tan bueno como se insiste. Ni Caín tan malo. En la adolescencia de ambos, cierta noche Caín se subió a una escalera para atrapar una estrella que esta ahí, ahí nomás. Abel le arrancó la escalera. Después, con el tiempo, pasó lo que pasó. Cierta vez vi a un tipo, escritor y pensador, que tuvo una idea. Tuvo una idea y perdió el conocimiento. Padezco el karma de Adán y Eva, en cuanto a las expulsiones. En realidad, quien más quien menos, puede narrar su vida al compás de las expulsiones. En cuarto grado me expulsaron del San Luis Gonzaga por insultar durante más de dos minutos a una maestra que rompió mi examen recién aprobado (al margen de la injusticia, debo decir que la maestra estaba buenísima, de organismo.) Al comenzar el tercer año de Filosofía y Letras me expulsé yo, entre otras cosas, porque salvo un par de profesores y tres o cuatro estudiantes allí no había nadie a quien tenerle envidia. Se confundía vocabulario académico con lenguaje. La chatura con el nivel del mar.

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Rajes, despidos de diarios y revistas tuve varios. Las indemnizaciones las usé para hacer cine y más teatro y libros. Seis, casi siete años, estuve sin poder escribir en mi patria idolatrada: desde el 75, cuando la Triple A le abría camino a la dictadura del 76, hasta entrado el 81. Entonces me las rebusqué escribiendo para Ameuropress, una agencia que producía y repartía por más de 25 países reportajes latinoamericanos. Digamos que así me exilié sin necesidad de irme. Tuve la incalculable fortuna de estar impedido de escribir en la Argentina de aquellos años, en los que en nombre de la patria y la familia y las buenas costumbres se violaba la vida y se violaba la muerte. Digamos, la fortuna de desaparecer antes de ser un desaparecido. Aquello, ni heroísmo ni cobardía. Para tantos no había más remedio que tener coraje, para irse. Y para otros tantos no había más remedio que tener coraje, para quedarse. ¿Dónde estoy, dónde estamos parados? Habitante de aquí, siento como si estuviésemos adentro de un inmenso lavarropas. Tantas veces decimos que hemos tocado fondo queriendo convencernos de que, en adelante, nada peor puede pasarnos y que en adelante, por la simple casualidad de ser argentinos, mágicamente todo ha de ser mejor. A veces creemos hacer pie. Pero. Resulta que estamos sobre la tapa del lavarropas, cabeza abajo. Aquí entre nosotros la historia es una fervorosa licuadora que tanto sirve para darle la razón a Discépolo como para distraernos de nuestras negligencias, agachadas, complicidades, indiferencias. El caso es que la fervorosa licuadora hace un ruido –coyuntural– que nos impide lo esencial: escuchar los latidos del corazón y por quién han venido doblando las campanas. Cuidado, mucho cuidado con absolvernos ligerito. Puntos cardinales. Pregunta: ¿Al rumbo lo hemos extraviado o el rumbo nos ha extraviado a nosotros? Ya entrados en el tercer milenio, otra preguntita: Aquí en la Argentina, ¿cuántos son los puntos cardinales? Don Vicente Huidobro nos diría que los cuatro puntos cardinales son tres: el norte y el sur. Qué optimista el grandísimo poeta chileno. O, tal vez, qué piadoso… Seguramente no quiso descorazonarnos: no quiso anticiparnos que aquí, en la Argentina consumada en los años noventa, los 4 puntos cardinales iban a ser reducidos a dos: el Norte. El Hamlet argentino. Pienso: Nuestro drama, el drama argentino, es una tragedia. La tragedia, de nuestro –dicho sea– entretenido drama, consiste en que, para el Hamlet argentino, la cuestión viene siendo: parecer o no ser. Lo malo del destino es que no se lo puede coimear. Lo bueno. Nunca es tarde para: Aprender a respirar. Dar un abrazo sin aviso. Dar una flor de patada en el culo. Dormir la siesta. Aquí, en esta patria idolatrada que de pura casualidad se sigue llamando Argentina, aquí, el que no es campeón mundial de algo es un pelotudo. Si yo fuera un pez y si los peces escribieran, diría que soy un pez afligido y fascinado por una suerte-desgracia de ambigüedad. Sucedo en una zona imprecisa, en el límite siempre

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cambiante y borroso entre el río y el mar. Entre el agua dulce y el agua salada. Considerado por los habitadores del río soy un extranjero, ya habitante del mar. Considerado por los habitadores del mar, soy un extranjero todavía habitante del río. Esa perpetua transición es mi mochila, mi karma, la razón de que tenga tan poco calce en los benditos suplementos literarios. Con denuedo trato de saber cómo se llama esa franja en la que el río empieza a ser mar y en la que el mar no ha terminado de ser río. Pero no hay caso: esa franja no tiene nombre, es una patria sin bandera, es un agua de nadie. Una maldición cercana a la pesadilla. Por favor, no vayan a creer que me estoy quejando: resulta fascinante, así en la vida como en la escritura, suceder entre las últimas aguas del río y las primeras aguas del mar. Nunca le demos más de dos patadas al perro. En una de ésas el perro existe. Atención al cruzar la calle. Mucha atención. La lata con velocidad hace dolor. Novela larvada. Pocos saben que desde hace un rato que atraviesa tres, cuatro décadas, con mis reportajes-conversaciones-reportajes estoy escribiendo una novela subcutánea. Cómo decirlo: estoy jugando a las escondidas, reflexionando, elucubrando y soñando a través de sucesivos personajes. Yo busco que los demás se distraigan con los famosos apellidos. Pero a la vez me enoja que los demás se distraigan con los famosos apellidos. Soy un entusiasta ratón que fabrica trampas para cazar ratones. Y bueno. Cada uno juega a su modo durante el tránsito de este eternamente inexplicable pestañeo de eternidad. Hago esa novela larvada, secreta y a la vista. Mientras la tejo –insisto– me desconsuela que tantos miren la punta de mi dedo y no la hormiga y no el elefante que mi dedo está señalando. Qués la Vida. Aludimos a la desoladora fugacidad y/o brevedad de la vida, con magras pobres palabras gastadas. Palabras nacidas de la extenuación de tanta eterna pregunta sin respuesta ni retorno. Esas magras pobres palabras gastadas terminan diciendo que la vida es un pestañeo. Mientras pronunciamos pestañeo el pestañeo ya sucedió. Era en vez de es. Pestañeo incorregible. Irreparable pestañeo. Un relámpago dura más porque queda un instante en la retina de la inmensa noche. Sea como sea, nos aferramos al pestañeo compuesto de días, noches y siestas. Cumplimos años inocentemente. Siendo temerariamente optimista podría uno balbucear que, después de todo, uno crece. Crece en la medida en que va soltando el lastre de sus magras certezas. Uno cree que crece. Al menos. Posdata: Cuando no hay en nosotros más lastre, cuando no nos queda ni siquiera la viruta de la más remota certeza, sucede que uno está listo para dar el paso a través del umbral. ¿Qué hay del otro lado? ¿Tiene olor a algo el sucesivo silencio? ¿Olor a qué, tendrá la nada? Quiero suponer: debe haber algún dios que no se nos cague de la risa. Algún dios que nos perdone decir esperanza. Después de tanto y tanto merodear por las vanas palabras, al final de algunos días una pregunta me cae sobre la mollera: ¿Y la Vida, qué?

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No tengo el coraje de hacer silencio. Caigo en la tentación, y enhebro nomás una respuesta: –¿La vida? Una fascinación que no cesa. La vida, nos haga lo que nos haga, no está para perdérsela. La vida, ¡joder! nos tiene emputecidos. La vida, no hay caso, no podemos vivir sin ella. Y ella, la Vida, ¿podría vivir sin nosotros? Capaz que sí, la muy perra.

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Pedro y el Capitán: creí que era una novela y terminó como una obra de teatro que marchó muy bien, se representó en no sé cuántos países. Creo que funcionó porque tiene nada más que dos personajes; yo con tres personajes en teatro no doy.. Es un género muy difícil. ¿Y las novelas? Me cuestan menos que los cuentos, aunque para escribir una novela se necesita un tiempo libre, porque no se pueden escribir diez páginas hoy y veinte a los dos años. La novela es un mundo que uno inventa y hay que sumergirse en ese mundo, en sus personajes... Si a mí me dejaran tranquilo podría escribir más novelas. ¿Cómo es eso? Mire, Andamios, que es la última novela que publiqué el año pasado, demoré tanto en terminarla porque he tenido que hacer tantos viajes, cumplir con tantos compromisos y obligaciones, que me costó mucho mantener el ritmo. Hace como cuatro años que quiero tomarme un año sabático y no puedo No me dejan. Debe haber pocos hispanoamericanos que no sepan de memoria alguna estrofa de Te quiero, Por qué cantamos, Una mujer desnuda y en lo oscuro y tantos otros temas de Benedetti que popularizaron más de cuarenta intérpretes. La poesía hecha canción apuntaló su fama y muchos de estos poemas dispararon sus flechas hacia varios corazones, dejando a su responsable como un Cupido involuntario que no merece quedar libre de culpa y cargo. ¿Usted es consciente de que algunos de sus poemas fueron el puntapié para más de un romance? Bueno, si sirven para el amor me parece una buena empresa. A veces me cuentan que los muchachos copian poemas míos y se los mandan a las novias como si fueran de ellos, y después cuando se casan les cuentan la verdad. Puede que suene cursi, no sé, alguna gente dirá... Pero a mí no me molesta, al contrario. El amor me parece lo mejor de las relaciones humanas. En otras palabras: usted puede ser el responsable de unas cuantas bodas. ¿Y por qué no? Mire, una de las cosas más lindas que me han pasado en la vida con relación a mi obra me ocurrió en México. Una vez en Guadalajara, donde habíamos dado un recital con Daniel Viglietti, se me acercó una pareja de unos 30 años y el muchacho me dijo: "Mire, nosotros fuimos pareja pero después nos divorciamos. De todas formas queríamos contarle que nos conocimos por Inventario y queremos que nos firme el libro". Al tercer recital se aparecieron otra vez los dos para ponerme al corriente de la relación: "Mire, como el otro día estuvimos con usted y le contamos que nos conocimos con Inventario, queríamos 139

(Estos textos (con opiniones, ocurrencias, pensamientos, fragmentos de ensayos, columnas y poemas de RB), fueron reunidos por alumnos de la escuela de periodismo TEA, de Buenos Aires. Son el resultado de una serie de entrevistas y búsquedas grupales, realizadas entre agosto y setiembre del 2005.) Conocidos Conocí a un cura que era mujer. Conocí a otro cura que se sacaba la cera del oído con el dedo meñique. Conocí a otro cura que no se bañaba jamás... Dejad, dejad que los niños vengan a mí… Y los niños no le venían. Conocí a un cura que amenazaba a los que comían manzanas. (Digo, por la fruta prohibida. ¡Pero tengo que explicarlo todo?) Conocí a un cura que nunca soñó con ser papa. Ni papá. Pero, lo más extraordinario de todo: conocí a un cura que creía en Dios. Monjas he conocido, también. Graciasadiós. Macanudas las monjas: preciosas cristianas: sobre todo las que saltan las murallas de los cómodos conventos y tienen el coraje de afrontar las verdades de la intemperie, con sus dolores, con sus olores. Pero no vaya a creerse que sólo he conocido intermediarios de los altos cielos en la tierra. Entre los humanos singulares que recuerdo, me viene ahora un poeta que se debatía en una desgarrante disyuntiva: amanecía días en los que para nombrar al mar decía el mar. Otros amanecía pronunciando la mar. Aparte de no saber dedóndevenimos y de no saber adóndevamos, el poeta cargaba con esa desasosegante cruz. Atravesaba las horas, los meses, los años sobre el botecito de esa ambivalencia: el mar… la mar… el mar… la mar… el mar… Cuando cumplió los cincuenta años de su edad, el lírico ambivalente amaneció, ya en ayunas, diciendo la mar el mar... la mar el mar… Entonces el tipo afrontó un espejo y en voz alta, sin contemplaciones soltó la tremenda pregunta: ¿Será que soy bisexual? Ah, me lo olvidaba:conocí a un hombre sin mujer, con los hijos demasiado lejos, que en la mitad de las noches más frías iba a la iglesia y golpeaba con sus nudillos. La sola vez que fue atendido por un cura bostezante, le preguntó: –¿Queda Dios? Una brindería Más por la edad que por otra cosa, uno se encuentra con que empiezan a decirle maestro. Lo invitan a dar conferencias y recitales y cursos y seminarios. Uno se deja. Porque nada es más tentador que la tentación. En uno de mis seminarios algunos alumnos inquietantes me apretaron fiero y sin darme respiro me preguntaron cómo me las arreglaría yo, para ganarme la vida, si no fuera con el periodismo y la literatura y sus efectos colaterales. Me arrinconaron de tal modo que al final intenté escaparme con una salida ingeniosa. Les dije que, perdido por perdido, me ganaría la vida abriendo un pequeño negocio, una brindería. Tuve que explicarles qué es una brindería. Recurrí a ejemplos: así como en las jugueterías se venden juguetes, y en las verdulerías verduras, y en las pinturerías pinturas, en 140

la brinderías se venden brindis para toda ocasión. El ingenio es un modo de mentir, y tiene patas cortas. Los alumnos me conminaron a que les dijera algunos de los brindis que yo tenía en stock. No muchos, un par de docenas. Y me dijeron que debían ser brindis propicios para usar en la cena del 31 de diciembre de 1999, saludando al nuevo milenio que venía a caballo del siglo veintiuno. Me salvó el gong. Les prometí llevar los brindis en el encuentro de la semana próxima. Las venitas del cerebro que sirven para las ocurrencias, esa semana se acurrucaron, se acuclillaron, enmudecieron. Ante eso decidí robarlas a alguien que no me denunciaría: fui a un par de libros míos y de allí saqué una punta de brindis, todos a partir del luminoso vino oscuro. Estos fueron: ¡Que el vino nos sea y haga de música toda la sangre! Sea el vino, que se arroja sobre nosotros. ¡Tengamos el coraje de no resistir! Sea el vino, para que no termine un año más sin que contraigan casamiento el señor Ajo y la señorita Cebolla. Sea el vino, por el olor a vida que flamean los cuerpos haciendo el amor de los amores, a rajacincha. Sea el vino por los bienaventurados. ¡Por los bienaventurados que se aventuran! Sea el vino, ¡por la furia y el sosiego... por el grito y el silencio!... ¡por la gota nacida de la gloriosa fatiga! Sea el vino, ¡por los techos de las casas que abrigan los cuerpos abrazados, abraSados! Sea el vino, ¡por la piel, y la piel de la piel, y la conciencia de la piel, porque piel mediante estamos tocaaaaando el cosmos! Sea el vino, por los colores, todos los colores, ¡y el fatigado gris también! Sea el vino, ¡por la nuez, y lo que tiene tan adentro! Sea el vino, ¡por el hombre y la mujer cuando tienen las manos limpias porque no se lavan las manos! Sea el vino, ¡por toda escuelita, y por toda carpintería, y por toda casa sin puertas con las puertas abiertas! Sea el vino ¡por los que pierden la vida pero no pierden su dignidad! ¡Por los que fueron borrados del mapa pero jamás podrán ser borrados de la memoria del aire, que tiene memoria! Sea el vino, ¡por la palabra, porque siempre llegará más lejos que todo misil, que toda prepotencia, que toda impunidad! Sea el vino, ¡por el alarido jamás escuchado de la hormiga! Sea el vino, ¡por el error, y por el fracaso, y por el exabrupto, y por el tropezón! Sea el vino, ¡por la imprenta, la última, la más pequeñita, ésa que se llueve cuando llueve en el mundo! Sea el vino, ¡por los perros y las perras que se ensartan en la vereda, en las narices del policía! Sea el vino, ¡por el rubor del durazno, por la sabiduría de las uvas, por la franqueza de la aceituna, por el orgullo de la cebolla, por la cordialidad del orégano, por la emoción de la albahaca, por el coraje del ajo! Que sea y sea el vino, ¡por los que hacen el pan y hacen el amor y hacen los hijos con el mismo sudor! Que sea y sea el vino, ¡por el mismísimo Apocalipsis, porque al Apocalipsis ahora mismo le estamos rajaaaando el vientre y de cuajo le vamos a arrancar una aurora! Que sea y sea el vino por los humanos, cuando obedecen a sus sangres, y no saben, y no saben lo que hacen ¡pero hacen bien! Que sea el vino y el vino nos sea: ¡manos a la obra! ¡sudores a la obra! ¡labios a la obra!

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¡salivas y lenguas y sales y tajos y vigas a la obra! ¡corazones y sangres y sueños a la obra! De limón a corazón Jean Baudrillard, el francés pensador de la modernidad posterior –también llamada posmodernidad–, opinaba que “menos mal que nada está presente ni es idéntico a sí mismo. Menos mal que la realidad no existe…” Creo que el hombre tiene razón. Justamente, mientras le doy la razón a su hallazgo, abro mi ventana y veo lo siguiente: Un limón da un salto, gira en el aire y cae ¡y se convierte en naranja! Y la naranja rueda por el aire en otro salto y cae ¡y se convierte en tomate! Y el tomate saca pecho, no quiere ser menos, da otro salto memorable y cae ¡y se convierte en corazón! ((No es para menos lo que le ocurre al modesto limón que se recibe de corazón. Es para más. Porque tiene la originalidad de estar despierto. Eso es: la realidad no existe porque existe demasiado. Ante esto optamos por la coartada de desmayar, hasta la amnesia, el pulso de cada uno de los cinco sentidos.)) Democracia, insomnio Me llevó años, décadas, comprender que en países saqueados (desde afuera y desde adentro), en países así de azotados y así de desalmados como el nuestro, la mentada democracia es siempre un delgado hilo que se puede cortar en cualquier momento. Cumplir años, sumar edad, no siempre significa crecer. Por eso entiendo la democracia como un insomnio. Porque entre nosotros nunca termina de coagular –estamos lejos de eso. Porque no es ni joven ni adolescente ni niña, apenas si gatea con la mollera sin cerrar del todo, nuestra democracia. Aquello de que la democracia es el menos malo entre los sistemas conocidos se ha convertido en una penosa comodidad. Dejémonos de joder: la democracia es lo que somos, lo que hacemos y no hacemos con ella: un espejo que nos espeja. Como pasa con el fútbol, el espejo no tiene la culpa. Enojarse con el espejo es una pueril coartada. Crucial güevada. O una güevada nomás. Teoría del Aire –Rodolfo, finalmente, ¿usted cree o no cree en el “más allá”? –A ver si consigo explicarme: no creo en la división entre el más allá y el más acá. Menos creo en el cielo y en el infierno. –Entonces tampoco cree que haya, digamos, buenos y malos. –No acepto esa tajante división entre malos y buenos. En todo caso, acatando que haya buenos, los buenos son malos pendientes. –No creer en nada, a la hora de las inevitables muertes, ¿no le resulta desolador? Para su vida, ¿tiene algo parecido al consuelo? –Sí, el consuelo precisamente lo encuentro en mi Teoría del Aire. Siento, como cosa palpable, tangible, que el aire que en su momento tocó realmente a nuestros seres queridos, sigue estando y es el mismo aire que nos toca ahora a nosotros. En otras palabras: aire mediante, con nuestros seres queridos siempre nos estamos tocaaando. Basta con darse cuenta que... El cuerpo se nos muere con la muerte.

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Eso dicen. Pero, ¿quién sabe? Nadie tiene en cuenta que el aire, ese aire que todo lo vio de nuestros cuerpos, posee su memoria. Y esa memoria riega la corteza de la Tierra. La riega y la regará. No es cierto que el cuerpo se nos muere con la muerte. No. ¡Quién lo dice! Recordemos: agazapado, detrás de la nuca del absurdo, está, haciendo lo suyo el aire que nos miró, nuestro aire tan memorioso, tan fiel, más voluntarioso que el tiempo, más eterno, ¡más porfiado que la pobre muerte! Y ese aire que tanto nos miró seguirá tocando las cosas de la vida. ¡Y nosotros sobreviviremos a nosotros! ¡Y el hombre sobrevivirá al hombre! –Prescindiendo de su Teoría del Aire, ¿dónde piensa que van los muertos queridos? –Creo que están respirando de otra manera. Teoría de la Resurrección –En varios de sus libros y obras teatrales, usted utiliza la “resurrección” no como metáfora sino como herramienta concreta. ¿Qué explicación tiene para ese desembozado afán resucitador? –Los que matan a los vivos y esconden y traspapelan a los muertos, ellos, para la asesinación, para la violar primero a la vida y violar después a la muerte, no nos piden permiso. Ellos se conceden la posibilidad de matar, sin asco. Uno puede (y debe), sin pedir permiso, concederse la posibilidad de resucitar, a rajacincha. Toooodas las veces que haga falta. Es que, compatriotas como somos en esta arenita que flota perpleja en el cosmos, sin andar resucitando la vida no tiene sentido. Y la muerte tampoco. Ante semejante evidencia, tenemos la obligación de ser más absurdos que la absurda muerte. Entonces, propongo una manera para eso: resucitar. Resucitar a quienes queremos. A quienes fueron desgajados de los días y de las noches. Resucitarlos, pero sin gestión, sin intermediarios celestiales, sin incienso, sin dogma mediante. Resucitarlos sin metáfora. Ahora y no después. Resucitar aquí. Entiendo la resurrección como la más extrema de las utopías. Como la más recomendable. Como la más imperiosa. Por otra parte, muchas veces, sin darnos cuenta, hacemos resurrecciones. –¿Por ejemplo?

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–Ahí tenemos a mano un libro del tan asesinado Federico García Lorca. Lo alzamos, lo abrimos en cualquier página, empezamos a leerlo en voz alta… Estamos resucitando a García Lorca. ¿Quién se animaría a negarlo? Ahí está, Federico, con su pulso latiendo. Y si lo leemos en vos baja o en silencio también lo resucitamos. El silencio, sobre todo el silencio, tiene pulso. Pero atención: no sólo con poetas es la cosa. También podemos hacer resucitar a seres que no escribieron ningún libro, ni pintaron nunca un cuadro, ni inventaron ninguna canción. A la carga entonces: resucitemos, ya mismo, a quien nuestro corazón mande. ¿Qué cómo lo haremos? Así: ……………. ¡¡¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! No era tan difícil. La exactitud de las ciencias exactas ¿Cuánto es 2 más 2, más 2, más 2? ¿Es 8? Verifiquemos, paso a paso, sin arrebatos. 2 más 2, 4. 4 más 2, 7. 7 más 2, 8. No hay caso, las ciencias exactas son exactas. Y más cuando uno es asquerosamente políticamente correcto. Corrupción La corrupción tiene su costado plausible: nada hay más ni mejor repartido. El ser nacional Dios no es argentino, lamentablemente y por suerte. Resulta que antes de ayer se le cayó el documento, y ahí nos enteramos. ¿Y ahora? Joder, tendremos que aprender el más difícil de los corajes: la humildad. Tocar fondo, tocar abismo Es una costumbre argentina, tocar fondo. Y es una comodidad. Generación tras de-generación venimos diciendo y diciendo: “Estamos tacando fondo”. Cuando decimos eso subterráneamente afirmamos: “Ya nada peor nos puede pasar. En adelante todo tendrá que ser mejor porque, después de todo, somos argentinos.” Argentinos, sinónimo de hacedores de milagros. En fin, la siempre mentada “extraordinaria capacidad de recuperación”. Sin considerar que esa extraordinaria capacidad proviene de otra no menos extraordinaria: la capacidad de destrucción. Volviendo a lo de tocar fondo. Después del apogeo del saqueo y de la frivolidad que consumó con tanta eficacia el gobierno del invertebrado moral, el Señor de los Anillacos, Carlos Saúl Menem, entre el 2001 y el 2002, ya entrados al gobierno de ese encarnizado bostezante que fue Fernando de la Rúa, después de (por lo menos) un cuarto de siglo de tocar fondo dijimos para nosotros y para el mundo: “Esta vez sí que tocamos fondo”. Pero nos estábamos mintiendo una vez más: si es por tocar fondo, en la realidad y en la pesadilla de un infiernolimbo, lo tocamos tras el prólogo de López Rega, a partir de 1976, durante los años de la dictadura que desnucó todos los absurdos. Entonces la inmensa mayoría de esta aglomeración que llamamos sociedad, hizo una pausa de acrisolado silencio. No se dijo “estamos tocando fondo”. Tal vez porque más que tocar

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fondo nos estábamos desfondando. Tocamos abismo. Insultación, con ternura Mierdita de país, ¿qué esperás para nacer? ¿Qué en el mundo ya no se use ser país? ( Ma´sí, el cosmos puede prescindir de vos y hasta del planeta, mierdita de país.) Posibilidad de lo imposible Si los argentinos hemos sido capaces de lo imposible, destruir a la Argentina, ¿cómo no vamos a ser capaces de lo imposible: hacer que nazca de una vez? (Sepan disculpar la esperanza.) La censura, la distracción Sí, ya sabemos que la censura es una mierda sin siquiera olor. Y que no se justifica ni aun alzando aquel concepto de don Borges, según el cual las prohibiciones desafían y agudizan la imaginación para darle otra vuelta de tuerca al lenguaje. Pero hay una devastadora censura de la que no se habla, aparte de la autocensura por razones de sobrevivencia… Y es la de la distracción. A ver si me explico: los autodenominados periodistas, intelectuales, escritores, artistas… de los cinco sentidos, ¿cuántos usamos? Y entre los sentidos que usamos, ¿en qué proporción los desplegamos? Dicho de otro modo menos cordial: ¿Hasta qué punto estamos despiertos? Estar despiertos, en el pleno uso de los cinco sentidos es por lo menos imprescindible. Si no lo estamos incurrimos en sordera, en inodorez, en ceguera, en insipidez, en desmayo de piel. Este uso tan limitado de los cinco sentidos nos distrae, nos distrae del entorno, de la esencia de los acontecimientos; nos distrae de la realidad explícita y de la realidad subterránea. Y a este punto quería llegar: la distracción es hermana de la indiferencia. Y la indiferencia es la forma más fácil y menos riesgosa de la complicidad. A esta altura de la reflexión podríamos decir, sin exagerar, que la distracción es peor que la censura. Lo obvio ya no es obvio Cuando la comunidad de un país hace de la decadencia una forma de vida y de la desesperanza una comodidad, cuando la expectativa es reemplazada por la histeria, cuando soñar es cosa de ingenuos, cuando la reconciliación se utiliza como coartada para la desmemoria, cuando la desmemoria convalida los crímenes, cuando los mea culpa se convierten en un recurso tan frecuentado como la aspirina, cuando el diluvio ya no es de agua sino del extendido caldo de la indiferencia y/o banalidad... cuando todo eso sucede, nosotros, los habitantes de esta aglomeración invertebrada ya no sabemos dónde estamos parados. Ya ni sabemos que no sabemos. Entonces, necesariamente hay que transitar y nombrar lo obvio, lo que se cae por maduro, lo que está más acá de nuestras narices. Tan extraviados, tan insolados por la confusión estamos, que el relevamiento de lo obvio empieza a resultar el relevamiento de lo primordial. Aquí estamos, con la ilusión de que somos dueños del mapa por gracia recibido. Rebasados de historia no digerida, masticamos el pan de la confusión. Expertos en nosotros,

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encantadísimos de ser los más inexplicables, ya que por fin no los mejores del mundo, aquí, así estamos. Algo más que intestinos Aplicados al arte de ver, de diagnosticar y de vaticinar más allá de nuestras narices, somos unos patéticos negados a la hora de ver más acá de esas narices. Ahí tenemos lo que nos pasa con la violencia: hablamos y hablamos a borbotones sobre ella. Hablamos. ¿Nos habremos quedado enredados en la trampa del regocijo de ser nada más que víctimas, nada más que comentaristas tardíos de demencias consumadas? ¿Nos habremos quedado atrapados en la criminal comodidad de considerar que no hay más violencia que la que afecta a nuestra propia tranquilidad, a nuestros seres queridos, a nuestra sagrada propiedad privada? Naturalmente no estoy calificando a aquéllos que están cada día más condenados al analfabetismo, a la desocupación, al hambre sin metáfora. Éstos no tienen otro remedio que suplantar conciencia por desesperación. Estoy refiriéndome a los que accedemos hoy al privilegio del techo, del trabajo, del alfabetismo. ¿Cuántos nos tomamos el trabajo de no camuflar la alegría con euforia, y la patria con la selección de fútbol, y la tristeza con el exitismo contrariado? ¿Cuántos tenemos derecho a ser nombrados habitantes, es decir, cuántos somos algo más que intestinos discretamente eructantes? Quién se parece a quién Vayamos por nuestro relevamiento de obviedades. La primera: el fútbol nos mira. Porque es un espejo. Que no tiene la culpa de lo que nos devuelve al espejarnos. Al espectáculo del fútbol, que contiene al juego del fútbol, algunos pensadores lo abordan con inocultable asco y otros con también inocultable demagogia. Hay muy fuertes razones tanto para amar al fútbol como para aborrecerlo. Entre las razones para amarlo me remito a una, asiduamente usada: el fútbol es una suma de poesía, ajedrez y misterio. Hay algo inapresable en este juego, que lo hace tan cautivante como la vida. Desde la tribuna es una respiración igualitaria. Salvo la muerte con su desnudamiento irrevocable, nada como el fútbol iguala tanto. Reúne en el mismo instante al joven y al viejo, al rico y al paria, al traficante de armas y al enfermero, al escritor y al analfabeto, al preso y al carcelero. Prodigioso, irrepetible, con su “dinámica de lo impensado”, como decía Panzeri, con su azar ingobernable, el fútbol refleja como ninguna otra actividad del hombre esa imprevisibilidad de la Vida que siempre nos seduce un día más, porque su código jamás puede ser vislumbrado: se inventa cada vez. El gol –hasta el hartazgo lo dijeron sociólogos, psiquiatras y poetas– es un orgasmo al alcance de todos, nivelador como la muerte. Tan al alcance de todos que convoca en el mismo instante de la eternidad al científico, al obrero, al dictador, al rebelde, al magnate, al marginal, al fascista, al marxista, al sabio, al analfabeto, al premio Nobel, también al niño y al ancianito, al potente, al inapetente, al impotente. Al harto y al hambriento. Un país del tercer, cuarto o quinto mundo, con sólo un gol de su selección puede tumbar y sumir en la mayor tristeza a un país superpotencia. Nada hay más parecido a la Vida que el cambiante, inapresable, fútbol. Tanto que a veces uno siente que es la Vida la que se parece al fútbol. Sigamos con el espejo Aborrecer al fútbol porque da miedo, da espanto o da asco, en cuanto suele ser utilizado para esterilizar, es un redonda puerilidad. Cuando se actúa así se aborrece a la radiografía que muestra el tumor. Eliminar el espejo que nos devuelve un rostro horrible, eliminar la radiografía que nos avisa del tumor, no es la solución; es lo contrario.

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Antes que enemistarnos y descalificar al espejo, mejor sería que tomáramos nota de lo que nos pone en evidencia, a saber: nuestra muy cultivada intolerancia, nuestro muy cultivado exitismo y derrotismo, nuestra muy cultivada sed de sangre del insoportable diferente, nuestro muy cultivado nacional-pedantismo, nuestra muy cultivada propensión a confundir coraje con impunidad, nuestra muy cultivada tendencia a degenerar el genuino amor por lo propio en carnicero amor propio, nuestra muy cultivada asociación ilícita con la religión y/o superstición para violentar sobornando el juego limpio, el curso natural del vivir. Descalificación de lo que se ignora Es por demás evidente –y obvio– que el fútbol es el más eficaz y extendido espectáculo planetario pasible de ser usado y servir para enajenar, ajenizar, idiotizar, cretinizar, recalentar el patrioterismo. Suprimirlo mediante la frecuente descalificación intelectual, que confunde el objeto con el perverso uso que del objeto se hace, me parece una actitud que no contribuye a mejorar ni una pestaña de la condición humana. La decisión de empujar a que los habitantes del mundo se comporten como manadas profundamente distraídas se realiza también a través del fútbol; pero no por obra de él. Cuando hablo de descalificación intelectual pienso, por ejemplo, en Sebreli, en Borges, en María Elena Walsh. Walsh sintetiza cierta confusión de los descalificadores cuando dice “Hay que ser Borges para permitirse considerar estúpido el hecho de que hombres grandes persigan una pelota con tanto ahínco. ¡Ídolo Borges!” Desde luego que la no adhesión y gusto por el fútbol es un derecho que todos tienen sin necesidad de que uno, en un arranque de heroica tolerancia, lo conceda. Pero María Elena Walsh limita su mirada. En ningún momento admite que en el fútbol puede existir algo que su paladar no llega a percibir. Esa limitación no es criticable en sí, lo que es criticable es que se pretenda juzgar con rotundo despecho, con contundencia fundamentalista, desde esa carencia. Sí, llama la atención ver cómo personas afinadas en el arte de pensar aborrecen lo que conocen desde afuera o desde lejos, o lo que no conocen. ¿Qué cómo se establece que no saben de qué hablan? Simple: si el juego del fútbol consistiera en el hecho de que una punta de hombres grandes persiguen una pelota con ahínco, y que tratan de pegarle a esa pelota, en verdad sería una práctica sonsa, güevona. El fútbol esencialmente no consiste en perseguir o pegarle a una pelota. Es otra cosa, para nada pueril y para nada brutal. ¿Algo más aburrido e insoportable que la danza y la ópera para quienes no están adiestrados en esos lenguajes? ¿Por qué caer en la fácil simplicidad de denostar lo que se ignora? El natural derecho a la ignorancia, ¿conlleva también el derecho a descalificar lo que se ignora? Nos guste o no nos guste, nos asquee o nos fascine, el fútbol es finalmente una formidable herramienta de conocimiento. Nos espeja. Podemos atacarlo o podemos huir. Podemos, gozándolo o no, conocernos por él. El fútbol nos puede servir de linterna para alumbrar nuestro infernal limbo, en sus prósperas cloacas. El fútbol nos mira. La violencia de (en) la superstición La superstición, ¿tiene algún parentesco, algo que ver con la violencia? En la vida en general, y en el fútbol en particular, la superstición no sólo tiene que ver sino que es violencia. Mediatiza una asociación ilícita con el más allá para torcer –siempre tratando de sacar ventaja– el más acá. En pocos casos como en la superstición se observa que la violencia no necesita ser explícita y ruidosa. Un ejemplo: la violencia de la carie no es la que surge en el intolerable dolor final, es la que sucede con la eficacia del silencio, de lo inadvertido. La superstición encarna este

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tipo de violencia, mucho más que peligrosa porque no se ve. La religión que degenera en superstición, o la superstición camuflada de religión, es una forma de violencia que irriga nuestra cotidianeidad. Violencia sorda, subterránea, en la que el fútbol abreva. Actividades que el fútbol no genera, sino que el fútbol evidencia. Pero, ¿por qué la superstición es violencia? Porque significa un intento de forzar, de manipular la realidad. Mediante el ejercicio de la superstición, las naturales reglas del juego, intentan ser violadas a favor de quien las practica. En el caso concreto del fútbol, las supersticiones, las cábalas, solicitan una ayuda extra, una ayuda solapada, bajo cuerda, al más allá, para influir sobre el más acá. El ejercicio de la superstición también supone una verdadera asociación ilícita para conseguir el éxito sin que el adversario-enemigo se entere. Estamos hablando de coima. De coima celestial. Se pone en funcionamiento un trámite espurio para conseguir una ventaja extra, una invisible ayuda adicional que viene del más allá para beneficio del gestor. Con la superstición el gestor hace un guiño, pide una excepción, supone que tendrá desde los altos cielos un trato preferencial. Trampea. Y toda trampa es violencia. Superstición y/o religión Momento de analizar la propensión que tenemos –en todos los niveles sociales– a mezclar y licuar la superstición con la religión. Digamos rápido: el licuado se hace con la anuencia y el beneplácito de la Iglesia. El ejemplo más visible, y por eso invisible, es la famosa visita de los jugadores de la selección argentina de fútbol a la Virgen de Luján y, a partir de 1986, al Muro de los Lamentos en Jerusalén, en vísperas de cada campeonato mundial. Aquí se produce, sin disimulo, esa mezcla. ¿A qué van los jugadores ante la Virgen o ante el Muro: a rezar, a expresar pluralismo religioso? No, van resueltamente a hacer un pechazo. Van a gestionar una ayuda extra. Piensan que con esa ayuda extra no van a perder, que podrán doblegar a los adversarios. Esa yapa energética, ese viento a favor proveniente del más allá para incidir en el más acá de la verde gramilla, involucra una prebenda, un privilegio. Si se da por hecho que la ayuda es cierta, la ventaja es unilateral. Beneficia sólo al gestor interesadamente creyente. Coima celestial Esta ayuda, digamos espiritual, es equivalente al impulso, a la energía adicional que ciertos procedimientos –doping, pichicata– suelen proporcionar en el terreno físico. Es así: el jugador que se estimula tomando algo especial antes del partido juega, ocasionalmente, con ventaja. Trata, con el doping, con la pichicata, de corromper el equilibro natural. Violenta las reglas del juego. El jugador o el equipo que se estimulan creyendo que serán celestialmente ayudados, también con ventaja creen jugar. Redondamente: el doping muscular por un lado y el doping espiritual por el otro. Sí, las cosas por su nombre: coima celestial. Esta forma de violencia sin sangre a la vista sucede con tal frecuencia que ha entrado en el reino de la normalidad. Nada más impune que la normalidad. La coima celestial es un hábito cultural. Quienes desde el clero favorecen esta degeneración de la fe, ingresan sin más en la categoría de traficantes de drogas. Para esto no hay por el momento legislación que enjuicie y castigue, así en la tierra como en el cielo. Rige el así sea. Es decir: amén. –¿Hay entrevistas imposibles? –Si uno se da por vencido, sí. Pero toda cerradura tiene su llavecita. ¿Cómo dar con ella? Con imaginación y paciencia. O si no: con paciencia e imaginación. Sin dejar que se suelten. Dicen que todo ser humano tiene su talón de Aquiles. Más cierto que eso es que todo ser

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humano, que se niega a una entrevista, tiene una cerradura. Y vuelta: no hay cerradura que no tenga su llave. –Esto que usted explica, ¿lo puede traducir en un ejemplo? –Entre varias imposibles, elijo mi entrevista a Woody Allen. La hice para una remota revista femenina. Todo se originó en una propuesta mía en broma. Había que tirar ideas para el próximo número. Me apretaron. Dije: “Entrevista a Woody Allen”. Caramba, me tomaron la palabra y ordenaron conseguirlo vía telefónica. Cuando fui con el pedido ante la encargada de prensa de la distribuidora de las películas de Woody en Buenos Aires, casi estalla en un infarto por reprimir la risa. Crujiendo risa disimulada me dijo que le trajera una solicitud formal para enviarla a Estados Unidos; debía explicar el perfil de los lectores de la revista y quién haría la nota. Entonces escribí una carta. Woody Allen concedió la entrevista telefónica de más de una hora, tres días después, el 14 de 0ctubre de 1990. Y la carta fue la siguiente: “Me llamo Rodolfo Braceli. Aprendí a respirar hace casi 50 años. Tengo entendido que sé leer y escribir. Me gustan las películas de Bergman y Wajda y Resnais y Fellini y, usted no va a creerme, las suyas… Bajito de estatura, podríamos decir que soy un enano bastante alto. Tengo pies planos, para desgracia de las hormigas. He perdido casi todo el pelo; y no lo encuentro. Soy miope, y más bien narigón. Sin mis anteojos, mi vida no tiene sentido… Soy un desguarnecido, un auténtico desgraciado, las mujeres que se acercan a mí se transforman en mis madres. Yo soy, entonces, un bebé de pechoS, y muy hambriento. Si hay una baldosa floja en la vereda es seguro que la piso. Si hay una evacuación canina también la piso, con exactitud. Mi timidez es colosal; aunque no sé si lo mío es timidez o es alergia. Probablemente sea alergia, porque que cuando encuentro con gente alegre y feliz empiezo a estornudar como loco. Con Dios tengo mi rollo: a veces lo escribo con minúscula, a veces con mayúscula, a veces con acento. Creo en Dios cuando duermo y me vuelvo ateo cuando despierto. Siempre duermo con la luz prendida. Y mi magro sueldo se me va en pagar la cuenta de la electricidad. Creo que la razón fundamental de los grandes fracasos es el mal aliento. ¿Le dije Woody que soy un desgraciado? Me quedé corto: nunca gané en nada, nunca. Una vez corrí una carrera de cien metros yo solo: salí tercero segundo. Me ganó mi sombra, porque tenía el sol atrás. Soy un extraordinario perdedor. Un fracasado nato. Escribo poesías en los días impares pero tengo la amabilidad y la decencia de quemarlas en los días pares. Algo más: una vez tuve una idea... tuve una idea ¡y perdí el conocimiento! Pese a mis abundantes imperfecciones y carencias, señor Woody Allen, yo quisiera hacerle una entrevista.” La tentación Vengo, por parte de padre y madre, de Adán y Eva. Y eso se nota: una de mis especialidades en este suceder es caer en la tentación. Tentación, sinónimo de curiosidad. Curiosidad, sinónimo de respiración. Respiración, sinónimo de pulso. Pulso, sinónimo de vida. Vida, sinónimo de tentación. Y así sucesivamente sigue sucediéndome el absurdo y prodigioso suceder. Durar, durar En realidad el pecado no existe. Pero, si hay que nombrar uno, pecado es enfriarse, pecado es durar. Dejarse durar. Para verificar si una persona está viva o ha dejado de eso, no hace falta tomarle el pulso ni ponerle un espejito para ver si lo alienta. Si la persona se limita a durar, viva no está. Esos, que ya están muertos, no necesitan morirse. Allá ellos. No nos ensañemos con los que viven durando, no seamos impiadosos.

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Por lo demás, reconozcamos que vivir es una ilusión demasiado comprometedora. Elogio de lo inevitable: ser naif –¿Por qué usted suele decir que es un escritor, un poeta naif? –Porque todos lo somos. –¿Todos lo somos? –Respondo con unas líneas de mi Vincent, te espero desnuda al final del libro: “ Porque vendrá el día de los días: el sol se nos acercará tanto que nos quemará sin discriminar, sin mirar a quién. Quemará de un lengüetazo el presente el pasado y el futuro. Quemará la hazaña y el fracaso. Quemará las ambiciones. Quemará los sueños. Quemará el poder. Quemará el pecado. La culpa quemará. Quemará al genio y al idiota. Quemará la historia y la utopía. Quemará el odio y el amor y el olvido y la memoria. Al fuego quemará… Entonces, será lo mismo haber sido Shakespeare que haber sido el tonto que babea en el umbral de su casa mientras cuenta, una por una, infinitamente, las gentes que pasan infinitamente por su vereda.Será como si no hubiera sido. El sol, de cuajo nos quemará. Seremos iguales, en la ceniza: todos. Podrá el sol lo que Dios no pudo. O lo que Dios (en el caso de existir) olvidó”. –¿De modo que don Shakespeare también naif? –¿Shakespeare? ¡Sin duda! Y Descartes. Y Miguel Ángel. Y Cristojesús. La pedrada del verbo llega mucho pero mucho más lejos cuando (sin saberlo) se sube al caballo desbocado de la imprescindible inocencia. Todo artista que intenta gestar algo desde la tripa de su cerebro y desde la tripa de su corazón, es un candoroso naif. Yo lo soy. Todo creador siente que pronuncia la primera palabra. O la última palabra. Si siente eso es un inocente. Si no siente eso no podrá salir de la cárcel de su mero cascarón. Nunca podrá cancelar el bendito maldito pecado original. Las derechas, las izquierdas, aquí El emporio de derechas que hay en la Argentina, se distingue por no descansar ni en los domingos ni en las fiestas de guardar. Usan a la democracia cuando hay democracia y a la dictadura cuando hay dictadura. Las izquierdas tampoco. Solemos decirnos de la izquierda argentina que es un incesante archipiélago. Es mucho decir. Por más fraccionado que esté, un archipiélago es un conjunto. Las izquierdas aquí son más bien esquirlas de una bomba que ni siquiera explotó. No necesita que el mentado enemigo la destruya, de eso se encarga la misma izquierda. Esa es su actividad casi excluyente, la autodestrucción. El resto es confundir estribillo con ideología. Estar o ser Podríamos decir, con reflexionada esperanza, que estamos subdesarrollados. Pero eso no significa fatalmente que seamos subdesarrollados. Claro, pero si insistimos lo vamos a conseguir. Las madres, el optimismo de la memoria Más allá del hecho intransferible del parto, del imprescindible suceso biológico de la mujer, ¿qué sería de nosotros, ciudadanos habitantes argentinos, sin las arrojadas acciones de las madres abuelas de Plaza de Mayo? No es aventurado pensar que, tal vez, sin esas presencias perturbadoras, incomodantes, inquietantes, hubiéramos hecho del eructo nuestro único gesto de dignidad.

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Escribió Susana Sontag: Se nos ha enseñado a olvidar perfectamente. Y ésa es la base de nuestro optimismo. Basta mirar hacia atrás y a los costados para advertir la lucidez de tales palabras. Pero este concepto, que es tan desgraciadamente cierto, se desactiva por completo a propósito de las madres. Las madres pueden ser optimistas porque no olvidan. Porque no nos dejan olvidar. Ellas, las madres abuelas, nos inventaron el optimismo de la memoria. Del primer mundo ¿Aprenderemos de una vez que no vale la pena pertenecer al Primer Mundo para ser el inodoro del Primer Mundo? O el bidet. La siesta y la ética –¿Cómo fue su llegada a Buenos Aires? –Fue viniendo de Mendoza, a mis 30 años, en 1970, en la revista Gente que por entonces enarbolaba un tiraje de hasta 400 mil ejemplares. A las dos semanas era uno de los cuatro redactores especiales, ganaba un sueldo con el que podía mantener cinco familias. Digamos que el éxito me había estallado en la mollera. –En una revista tan acomodada a los gobernantes de turno y tan inclinada a la frivolidad, ¿cómo se las arregló? –Justamente esto era lo apasionante. Dar sermones en la iglesia es fácil; meterse a decir lo mismo en un medio en el que prevalecía lo frívolo y el acomodo a los gobiernos de turno, se volvía muy difícil pero no imposible. Ése fue mi desafío personal. Pero lo más difícil de todo resultó sobreponerme, vadear los vértigos del éxito. –¿Cómo hizo para superar el mareo? –Por empezar me las arreglé para seguir durmiendo la siesta. La siesta sirve entre cosas para bajarnos del caballo, para avisarnos que el caballo al que estamos subidos es de cartón pintado, de calesita. Y la calesita gira sólo un ratito; el que gira es el mundo. (Y vaya a saber hasta cuándo…) Mandamientos, ojo al piojo No sé si hay otro país como la Argentina en el que los periodistas se conviertan con tanta facilidad en personajes periodísticos. De pronto sentí que yo lo era. Para no perder la chaveta, aparte de dormir la siesta, me escribí una serie de ojo al piojo que puse debajo del vidrio de mi escritorio, a mi izquierda. Estos ojo al piojo pugné siempre por cumplirlos. Fueron y son mis mandamientos, a saber, a sentir: Ojo al piojo uno: cuidado con confundir ruido con sonido, histeria con alegría, chisme con información, alcahuetería con investigación. Ojo al piojo dos: no confundir el amor propio con el amor por lo propio. (El amor propio nos lleva al patrioterismo nacionaludo. El amor por lo propio nos hace crecer no sólo porque cumplimos años.) Ojo al piojo tres: Las guerras se hacen con seres humanos. Aunque mueran por miles, cada ser humano muere de a uno. Ojo al piojo cuatro: La desmemoria puede ser un crimen perfecto. Es más: la desmemoria es la madre de la corrupción así como el olvido es el padre de la impunidad. Ojo al piojo cinco: El mundo no termina en el umbral de nuestra casa. Ojo al piojo seis: No hacer de la digestión nuestra única actividad cívica. Ni hacer del eructo nuestra única declaración de principios. Ojo al piojo siete: Más que tolerar al diferente, aprender a respetar al diferente. Recién con el paso del tolerar al respetar empezamos a justificar el rótulo de animales, racionales.

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Ojo al piojo ocho: Despertar cada uno de los cinco sentidos. Mirar con el olfato, mirar con el tacto, mirar con los oídos, mirar con la lengua, y tocaaar con la mirada. Ojo al piojo nueve: Al salir de nuestra casa, cada día, no dejar olvidado el corazón. El corazón es un músculo inteligente, sabio. Ojo al piojo diez: La ética de la sintaxis no quita lo caliente. Ojo al piojo once: Ya que estamos, escribamos en castellano. Qué cuesta. Ojo al piojo doce: La ética es un insomnio que no sólo hay que exigirle a los políticos, y a los demás. Ojo al piojo trece: Cuidado con servir de mero partenaire. En la entrevista el periodista debe ser algo más que un grabador sumiso. Ojo al piojo catorce: En este preciso minuto y en cada uno de los minutos que vienen, en este mundo hay gente no sabe ni sabrá leer. Y de tanta hambre, ni se caga de hambre. Algo hay que tener en las tripas, para eso. Ojo al piojo catorce: La chatura no es el nivel del mar y la mediocridad es más contagiosa que el bostezo. Ojo al piojo quince: En las entrevistas importan las opiniones de los entrevistados, pero antes que eso importa la respiración. De ellos, y entonces de la entrevista. Ojo al piojo dieciséis: Si no hay nada que decir, no lo digamos. Ojo al piojo diecisiete: Usar calzoncillos bien holgados. En la garganta, sólo las amígdalas. Ojo al piojo dieciocho: A las palabras se las lleva el viento. Sobre todo a las vacías. Ojo al piojo diecinueve: Con lo que escribamos, al mundo no lo vamos a cambiar. Pero hay que cambiar al mundo. Ojo al piojo veinte: Andrés y Juana. (Andrés y Juana se llamaban, se llaman mis padres. Me están mirando desde su candor.) Entrevista y poética de la adivinación –¿Qué no le debe faltar a una buena entrevista? –Respiración. Con frecuencia los “expertos” sostienen que hay dos tipos de entrevistas: las de ideas y las de color. Es como si dijeran que hay dos tipos de seres humanos: los que vienen con cerebro y los que vienen con corazón. Los pavos reales del periodismo patrio establecen esa división que, sin ánimo descalificativo, considero muy güevona. Desde mi real pavadez, opino que lo que importa es que el reportaje tenga eso, respiración. Los diálogos sin respiración carecen de semblante y, lógico, de pulso. Esas carencias suelen disimularse con la coartada del famoso distanciamiento. Al no llegar a la identidad, a la nuez del lenguaje del entrevistado, tales diálogos son apenas interrogatorios; no coagulan en conversación. Sólo la conversación conduce (a veces) al logro de la confesión. A la entrega de cuajo, sin coerción. Desde esa entrega emergen las ideas y las historias, amalgamadas. Es cuando el entrevistado olvida su casete y alumbra cosas impensadas. Lo impensado, vaya paradoja, define mejor que nada su pensamiento, y desnuda su sensibilidad. –Y las preguntas, ¿son importantes? –Lo son siempre y cuando no seamos esclavos de ellas, y nos impidan escuchar. De eso se trata, de escuchar al otro. Es lo más difícil así en el reportaje, como en el matrimonio, como en esto que llamamos Vida. –¿Qué más no debiera faltarle a una entrevista-reportaje? –Desde el entrevistador, el uso de los cinco sentidos. No sólo preguntar: hay que mirar, tocar, oler, oír, paladear el encuentro. Y hay que estar atentísimos a lo que el azar con sus virajes nos propone. Los cinco sentidos, bien despiertos. Y el sexto también. Porque a veces estamos al borde de zonas ciegas que son como campos minados, pero al revés. Hay que estar a disposición del milagro de la revelación, que suele suceder más acá de nuestras narices. Si es

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que tenemos las narices despiertas. Algo más: las preguntas “inteligentes” se siembran en el silencio escuchador. Como el humor, como la poesía, el silencio es otra llavecita que abre luminosas zonas impensadas. Estoy proponiendo, para el reportaje, la poética de la adivinación. Por qué no. Seamos un buen viento Durante este amasijo de absurdidades, condenados a todas las intemperies, lo menos que podemos exigirnos es, al menos, la solidaridad de la piedad. En un momento de mi Misa humana traté de expresarla con estas palabras: No seamos impiadosos, no imitemos a lo que se nombra Dios. Pobre ser, el Hombre, tan soberbio, pero con nuca. No lo juzguemos por nada. Consideremos que los siglos de su historia sólo han servido para dejarle el cuerpo sin alma, es decir sin cuerpo. No lo juzguemos por nada. Seamos dioses para abrigarlo ahora que es un hueso, un hueso solo, que no da sombra. Un hueso sin sol desolado. No lo juzguemos por nada. Depongamos la impiedad del dios inalcanzable. Que no se nos olvide: el Hombre es tan sólo el hombre, un magro latido que piensa. Seamos nosotros dioses, para cuidarlo. ¡Soplemos juntos! ¡Soplemos todos! ¡Soplemos para que el cuerpo descarriado vuelva a su alma! ¡Soplemos para que el alma descarriada vuelva a su cuerpo! Seamos un buen viento que avecina lo desgajado hasta que lo desgajado se aventoce. Y el cuerpo se encuentre con el cuerpo con el alma ¡como el varón con la hembra!

domingo, junio 22, 2008 Entrevista con el escritor Abelardo Castillo

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Esta entrada es pura nostalgia. Les dejo acá una entrevista que tuve el honor de realizarle al gran escritor argentino Abelardo Castillo, en su residencia de Hipólito Irigoyen, donde vive con la escritora Sylvia Iparaguirre. Salió publicada en la revista chilena ''Cultura y Tendencias'', un proyecto por el que sigo teniendo mucho cariño, que sigue con vida, y que es dirigido por mi amigazo Claudio Pereda. Si mal no recuerdo la hice en el 2004, durante una estadía en Buenos Aires, en la que también tuve la oportunidad de entrevistar a los escritores Juan Sasturain y Juan Martini. La entrevista a Castillo me la consiguió otro escritor, Vicente Battista, un buen amigo del que, lamentablemente, hace tiempo no sé nada. Llegué a la casa de Castillo con algo de temor, teniendo demasiado presente que me enfrentaba a un tipo del que algunos hablaban horrores, como si hubiera sido la reencarnación argentina de Jekyll y Mr. Jyde.

Pero lo mío fue sólo ganancia. Una experiencia iluminadora. Alguien al que llegué a enfrentar, después habría de descubrirlo, para reafirmar, de una buena vez, que la literatura era mi destino. Ojalá que la disfruten, tanto como yo llegué a disfrutarla mientras la escribía:

El connotado escritor argentino Abelardo Castillo y los secretos de su taller literario “Recomiendo que se sientan escritores lo más pronto posible y que acepten la literatura como destino” 154

Considerado uno de los mejores escritores vivos de Argentina, Castillo posee una metodología de trabajo muy anhelada por los narradores jóvenes, quienes año a año forman parte del ritual creativo y literario que organiza en su propio hogar. CyT conversó en la propia casa del autor de la novela de culto “El que tiene sed’’, para saber más detalles en torno a los consejos que entrega a sus alumnos. Calle Hipólito Irigoyen, en la ciudad capital trasandina. Una casa de dos pisos, con la columna vertebral de mármol, por la que desciende Abelardo Castillo, ese ogro escritor del que todos cuentan historias de temer. Tiene los ojos achinados, un bigote a lo Fu Man Chu. Invita a sentarse y luego de estar frente a frente, su mirada insiste en caminar por el piso de parquet, incapaz de detenerse con decisión sobre los ojos de su interlocutor. Los devaneos de la mirada hacen recordar su propia reflexión, aparecida en “Ser escritor’’ (Perfil Libros, 1997): “El único lugar donde se comunica un hombre que escribe es en sus libros y son sus personajes quienes hablan por él. Los escritores, en general, son grandes tímidos. Tal vez porque saben que los sentimientos más profundos sólo pueden manifestarse con palabras triviales’’. Aunque aún no entra en confianza, se siente que los excesos de este “gigante egoísta” no dejarán verse en la tarde que sirve de entorno para el encuentro, cuando las nubes de Baires ya son parte de la noche anterior, el aire refresca afuera y la escritora Sylvia Iparaguirre, su esposa de blondos cabellos, aparece en escena, dejando claro que la salvación está en encontrarse una tímida a la medida. Abelardo Castillo (1935), nacido en San Pedro, provincia de Buenos Aires, escribe como siempre: haciendo día la noche. Trabaja en una nueva novela que, como ha sido habitual en su vida, lo dejará contento a medias: “Nadie escribió nunca un libro. Sólo se escriben borradores. Un gran escritor es el que escribe el borrador más hermoso’’, comenta. Y vaya que sus borradores lo han sido. Comenzando por “Las otras puertas’’ (Premio Casa de las Américas, 1960), el libro de cuentos con el que se consagró con la crítica argentina, la que por estos días lo califica entre los tres escritores vivos más descollantes, junto a Juan José Saer (fallecido después de la aparición de esta entrevista) y Ricardo Piglia. De sus novelas, dos se constituyen en esenciales: “El que tiene sed’’ (1985) y “Crónica de un iniciado’’ (1991), en la que su alter ego Esteban Espósito intenta canjear su vida por la literatura.

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En ensayo cabe anotar su iluminador libro “Las palabras y los días’’, y en teatro las no menores obras “Israfel’’ y “El otro Judas’’. Pero pese a todos los reconocimientos de la crítica (Premio Municipal de Novela, Premio Internacional de Autores Contemporáneos, Premio Konex de Platino y Nacional de Literatura, entre muchos otros), y de su gran legión de lectores, Castillo sigue comentándole a su fiel pipa, con la que juega con sus peludas manos, que él sólo es un aprendiz, que seguirá aborreciendo de los que se consideran profesionales de la literatura. Ese sello de humildad y de ética creadora es la primera lección con la que se encuentran los nóveles escritores que deciden ingresar a la Escuela Castillo (del cual han salido creadores de la talla de Juan Forn y Marcelo Caruso), una mesa que juega a crear el mundo hasta altas horas de la noche, que discute y ríe como si no hubiera más certezas de que una historia puede salvar al mundo. Porque como lo dice el mismo literato, “un escritor es, tal vez, un hombre que establece su lugar en la utopía’’.

Los que llegan a su taller son jóvenes. Lo más probable es que sean autocomplacientes con sus primeros trabajos. ¿Cómo maneja la decepción? - Prefiero a los que no han pasado por otros talleres. Y si han estado, les digo de inmediato que se olviden de lo que vieron. Hay que partir de cero. Porque de lo contrario, se crea una discusión que es abstracta. Si tú tienes un taller y vos le dijiste que tal cuento es malo, y yo digo después que es bueno, ya no se discutirá más del cuento, sino que los que comienzan a discutir somos vos y yo. Luego, lo primero que les doy a leer son “Las cartas a un joven poeta’’, donde Rilke dice “no le preguntes más a nadie cómo son tus textos”. Y donde aparece esa frase que fue fundamental para mí en la preadolescencia: “En la hora más profunda de su noche, pregúntese si debe escribir. Si la respuesta es sí, entonces siga adelante’’. ¿Dónde queda la técnica? ¿Es un punto a tratar en su taller? - Sylvia se encarga de ese tema. Les hace leer varias novelas que luego se discuten desde el lugar que quiera. Si alguien estudia psicología, bueno, que me diga cómo serían Madame Bovary y Ana Karenina si fueran a su consultorio, qué clase de patología sufrirían. Si a 156

alguien le gusta la arquitectura, que comente las descripciones de la Casa Usher, de Poe. Al mismo tiempo, que logren saber por qué Balzac describía a sus personajes del modo en que lo hacía. Porque quería representar una clase, una cultura; una cantidad de cosas que hoy no significan nada. Los pobres y ricos se visten igual, por ejemplo. Por lo tanto, hoy hay es más útil describir la posición de un pie, como se tira el pelo hacia atrás, etcétera. ¿Mantiene el equilibrio entre las mujeres y hombres que conforman su taller? Lo pregunto debido al antiguo tema de la defensa de la literatura femenina. - Me da lo mismo. Es cierto que las mujeres repararán en cosas que los hombres no, pero uno debería leer un texto sin sexo. La literatura es buena o mala. El húngaro, redescubierto, Sandor Maray, escribió “La herencia de Esther’’, que está narrada por una mujer. Si tú no sabes que la escribió un hombre, pensarías perfectamente que la escribió una mujer. Vale decir, que la literatura no tiene sexo. Si no, no existiría el teatro. Se le conoce más como cuentista que como novelista, dramaturgo o ensayista. ¿Es necesario que los que vienen a su taller tengan claro a qué género abocarán todos sus esfuerzos? - Así como no creo en el sexo de la literatura, como tampoco en lo moral o inmoral de un texto, no creo demasiado en los géneros, en cuanto al proyecto esencial de un escritor. Escribo lo que puedo y no lo que quiero. Porque hay historias, temas, que nacen con la forma ya puesta. Se te ocurre una historia y es un cuento; muy difícilmente sería una novela. O determinada situación y sientes que es un poema. Es cierto que hay escritores de género, como Neruda, quien prácticamente no sabía escribir en prosa, pero hay otros que se pasean por diversos géneros con cierta calidad. Sin embargo, en el taller paso lo que es un cuento, pero después les digo que lo olviden. ¿Cómo controla el ego de estos jóvenes? A su juicio, ¿cuándo deben considerarse escritores? - Les recomiendo que se sientan escritores lo más pronto posible. Vale decir, que acepten que son escritores sin caer en la locura. Porque una cosa es creerse escritor y otra un gran escritor. Lo importante es que acepten la literatura como destino. Sin embargo, te diría que luego de las conversaciones que tengo con ellos, antes del taller, es normal encontrar que el noventa por ciento ya se considera escritor. ¿Aunque no hayan publicado? - Por supuesto. Hay de todo. Este taller es más un coloquio entre pares, que una academia. Lo que a mí me importa es que el que no ha publicado nada se sienta igual escritor. Y que el que sí ha publicado, entienda que ser escritor no significa nada. Muchas veces lo he dicho: yo no

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me autocalifico como escritor, simplemente soy un hombre que, además, escribo. Es decir, vivo, tengo problemas, pago cuentas, me interesa la política. Nunca me pondré el giro escritor profesional. Detesto esa definición. Creo que un abogado es un profesional, un farmacéutico o un médico. Pero un escritor siempre será un amateur. Eso no significa que no sirva la disciplina... - No, por supuesto. Debería estar presente, aunque lo curioso es que los escritores que tienen más talento, suelen ser muy indisciplinados. Rehuyen la escritura, escriben sólo cuando tienen ganas. Por eso hay que sugerirles que se hagan de una disciplina, que puede ser personal. Como escribir de noche. O en la mañana, como Liliana Hecker (con la que Castillo formó la revista “El escarabajo de Oro’’, junto a Vicente Battista y Bernardo Jobson), quien todavía se levanta a las siete de la mañana. Yo del sólo hecho de pensar que me tengo que levantar a esa hora, me inhibe no sólo las ganas de escribir, sino las de vivir, por el hecho de que suele ser la hora en que decido acostarme. Hay una anécdota de Pío Baroja, en la que se cuenta que alguien pasa por el lado de su escritorio y le pregunta “¿Escribiendo, Don Pío?’’, y él responde, “No, descansando’’. Luego pasa el mismo tipo y le vuelve a preguntar: “¿Descansando, Don Pío?’’, y él responde, “No, escribiendo’’. Estaba escribiendo hacia adentro, el típico comportamiento del escritor que rehúye de la escritura. ¿La autoreferencia le molesta? ¿Sugiere dejarla de lado? - La autoreferencia es independiente de la calidad de un texto. Si tuviéramos que sacarla de la literatura, estaríamos quitando una considerable parte de la literatura. Por ejemplo, toda la obra de Tolstoi, aunque no se note por su estructura. ¿Qué quedaría de Henry Miller? Una de las mejores novelas de todos los tiempos, “En busca del tiempo perdido’’, es autoreferente. Sin embargo, hay autores que recomiendan la distancia afectiva con los hechos que se quieren narrar. Dejar pasar un tiempo. ¿La autorreferencia de los jóvenes no contradice ese consejo? - Casi todos los escritores lo han dicho. Pero eso no quiere decir que no uses tu vida. Yo he escrito unos sesenta cuentos publicados y muy pocos son autoreferenciales. Sin embargo, tengo una novela, “El que tiene sed’’, que parece muy autobiográfica, porque yo fui alcohólico y técnicamente lo sigo siendo, aunque no beba. Para mí el yo es un punto de vista que te permite mentir mucho más. Porque cuando el autor dice yo, provoca de inmediato que el lector crea que esa experiencia le pasó al autor. Te diría que el famoso “yo” de Henry Miller es setenta por ciento invención pura. Si Miller hubiera vivido como dice en sus libros que vivió, no habría tenido tiempo para escribir. Se lo habría pasado en la cama. Pero por otra

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parte, creo que toda la literatura es autobiográfica. Porque es tu autobiografía espiritual o real. En la literatura de Borges, que parece tan distanciada de su vida, está él de punta a punta. Hablar con Borges o leer ciertos cuentos suyos es la misma cosa. Para finalizar, me gustaría saber si luego de estar unido bastantes años con Sylvia Iparaguirre, ¿considera que unirse con un par es la manera más segura del amor para un escritor? - No sé si la más segura. Pero da la impresión de ser bastante perdurable. Los escritores tienen tendencia a durar bastante y, en algunos casos, a llevarse muy bien. Esa unión nos permite hablar tu propio tema. De ahí que también tus principales amigos sean escritores, aunque para mí ellos son esencialmente mis amigos y luego escritores. (RECUADRO) El falso realismo ¿Cuánto importa la valentía del escritor? - Creo en el escritor comprometido y no en la literatura comprometida. Todos tenemos a priori una idea del mundo, que se sentirá en el texto, pero el primer compromiso es la valentía con que se compromete con la idea, más allá de que sea un cuento fantástico o realista.

Hay una tendencia muy norteamericana de insertar marcas en los textos, ¿qué le parece? - La detesto. A veces significa inhabilidad para describir aquello que el autor quiere significar a través de la marca. Si tuviéramos que leer a Kenzaburo Oé o a Mishima a través de las marcas japonesas, no entenderíamos nada. Creo que es un falso realismo. Actualmente se está hablando mucho de los autores para escritores, como se decía de Faulkner, Onetti. ¿Qué opinión tiene de ese resurgimiento? - Creo que la literatura puede ser muy “culturosa”. Pero a mí no me interesa escribir para 159

escritores, ni para profesores. Menos para profesores. Sí para la gente. Para mí la literatura debe contarme historias. No creo en la literatura que habla de literatura. Esto de que la literatura hable de sí misma, ¿no pasará por creer que el escritor es más importante que ser carnicero o taxista? - Es probable. Lamentablemente, un libro para muchos escritores no es una cosa sustantiva, que pertenece al ser. Sino que es un adjetivo. Dicen: “Escribí una novela y soy novelista’’. Como si dijeran soy libro, soy alto, soy sincero.

Ante la salida de sus cuentos completos, el escritor revisa la tradición y el estado del género hoy. Dice que Cortázar y Borges eran, sobre todo, cuentistas. Por: Héctor Pavón Hay humo esta noche en el balcón de Abelardo Castillo. El escritor se asoma entre las brumas y admite que son humos sampedrinos, de la ciudad de su infancia. Con olor a pasto quemado con reminiscencias juveniles de fondo, entonces, Castillo conversa sobre la publicación de su obra cuentística titulada Cuentos completos. Los mundos reales, que acaba de editar Alfaguara. Castillo ha revisado esos cuentos, agregó nuevos y se sorprendió al leerse joven y distinto. "Está bastante bien", dice y sonríe sincero. De modo que ahora se sienta a hablar del cuento y del mapa literario que lo contiene. -¿Qué virtudes, o defectos tal vez, le encuentra al cuento en relación con los otros géneros literarios? -Hay un mundo que el cuento puede contar con mucha más facilidad que la novela. Por ejemplo, Dostoievsky se preguntó cómo se hace para contar a la gente sencilla, simple, normal. Y yo creo que se lo preguntó porque era novelista. En una novela, la gente sencilla prácticamente no existe. -¿No es posible hablar de ellos? -No es que no se la pueda contar, como quería Dostoievsky, pero en el cuento se toma un sector recortado de la realidad. Y ahí sí se puede hallar al personaje simple. -¿Se puede hablar del cuento argentino como una entidad reconocible? -Sí. Yo creo que no sólo se puede, sino que se debe. La literatura argentina arranca con un cuento: El matadero, de Esteban Echeverría. Y si leés con atención Facundo, de Sarmiento, te das cuenta de que varios de los mejores momentos son narraciones cuentísticas. No ha habido escritores argentinos importantes que no hayan sido cuentistas. Leopoldo Lugones,

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como prosista, es autor de un libro de cuentos memorable como Las fuerzas extrañas. Es el fundador de una corriente del cuento nacional previa a la obra de Horacio Quiroga. Quiroga es esencialmente un cuentista. ¿Pero Cortázar qué es? ¿Y Borges? Toda obra de ficción de Borges está basada en el cuento. A menos que aceptes que era sólo poeta. -Alguna vez usted dijo que escribir es una fatalidad... ¿Hoy lo sigue sosteniendo? -En algún sentido, sí. En la medida en que cuando sentís por primera vez la necesidad de escribir, lo sentís como algo irrevocable. Para algunos, escribir puede ser un hobby. Es decir, cada vez que uno hace una afirmación general acerca de literatura o de lo que sea, en realidad está hablando de sí mismo. Para mí, dibujar o pintar puede ser un hobby, un entretenimiento; para Carlos Alonso, una fatalidad, una elección. -¿Cómo lo encuentra situado el debate actual sobre el futuro del relato...? -Me encuentra perfectamente... indiferente. -¿Sí? -Es el mismo debate que sucedía cuando yo era chico y que cuando tenía veinte años. Cuando empecé a escribir, la narración también estaba en crisis. La muerte del teatro, del personaje, la imposibilidad de narrar, todo eso viene recorriendo la historia de la literatura desde el siglo XIX. -Pero la discusión no parece agotarse. -Cuántas veces se dijo: "Ya no se puede escribir como Balzac". Y no, no se puede escribir como Balzac, por la sencilla razón de que Balzac ya existió. Y escribir a la manera de Balzac no tendría ningún sentido. Lo que pasa es que no se puede ser Balzac. Creer que hay una forma "novela" y que la agota un grupo de escritores es una ingenuidad. Me parece que de esto ya venían discutiendo Hesíodo y Homero y debían decir también que la poesía estaba en crisis. -¿Nota en los narradores de hoy una actitud parricida contra escritores como usted? -Es probable, pero suelo enterarme muy tardíamente de esas cosas. De todas maneras, esa palabra, "parricida", es la que se le atribuyó a la generación de David Viñas y del grupo Contorno, que es anterior a la mía. Ellos fueron los primeros "parricidas" para la crítica literaria. Estamos repitiendo una cosa que ya apareció en la literatura argentina hace cincuenta años. Todas las generaciones están en disputa con las anteriores y en deuda con ellas. Cuando uno quiere estar únicamente en polémica con la generación anterior en general no es un buen escritor: es alguien que quiere ser notorio. Si querés ser realmente llamativo, no hay necesidad de escribir: salí desnudo a la calle y se terminó; eso es un rasgo de rareza que comentarán todos.

Abelardo Castillo, ?ser escritor? y la pasion por la letra 161

?Yo todavía tiendo a creer que la literatura puede servir para algo?Su más reciente libro es un apasionante y relajado recorrido por las letras de Argentina y el mundo, evocaciones de charlas con escritores, rescates de plumas olvidadas, un imperdible relato de su primer taller literario y más de un momento filoso. Pero Castillo no pretende agitar las aguas suscitando polémicas y remarca que ?me molesta el circo intelectual, no me interesa intervenir en foros y en discusiones absurdas?.

Por Silvina Friera Se podría decir, sin exagerar, que el día para Abelardo Castillo comienza a la noche. Es como si la oscuridad atizara sus ideas, su sentido del humor, su ironía, su don para la conversación. El escritor, que piensa que este modo de vivir con los ciclos alterados quizá se deba a que nació de noche, confiesa que está apartado del ámbito literario frente a un tablero de ajedrez y dos pipas. ?Me molesta el circo intelectual. No me interesa intervenir en foros y en discusiones absurdas, no voy a reuniones, estoy en mi casa muy tranquilo?, cuenta. Su ? retiro?, en el hogar que comparte con la escritora Sylvia Iparraguirre en Balvanera, no llega al extremo del que profesó uno de sus autores preferidos, Herman Hesse. El autor de El lobo estepario, en su casa de Montagnola, tenía un cartel que decía: ?Por favor, nada de visitas?. Se ríe con ganas después de explicar lo contraproducente que resultaba el famoso cartel. ? Tenía la consecuencia desdichada de que en realidad apartaba a las buenas visitas, aquellas personas que eran sensatas y que tenían miedo de molestarlo, pero atraía a los insolentes y despistados.? Castillo acaba de publicar Ser escritor (Seix Barral), un libro que reúne textos breves, fragmentos de ensayos, notas y artículos sobre el oficio de escribir, reflexiones sobre ética literaria y política, sobre la crítica y los críticos, evocaciones de sus encuentros con Nicolás Guillén, Leopoldo Marechal, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y rescates de autores olvidadísimos, como Benito Lynch con su novela El inglés de los güesos, Arturo Cancela y su ?extraordinario y desopilante? Historia funambulesca del profesor Landormy (?sin Cancela, Bioy Casares y Cortázar serían un poco más difíciles de explicar?), ?la prosa lacónica y espléndida? de Rafael Barret; Eduardo Wilde, el autor de ?Tini? (no haberlo leído en la adolescencia siendo argentino, asegura Castillo, ?es una especie de grave defecto 162

moral?) y Bernardo Kordon, que ?forma parte de un numeroso capítulo no escrito sobre la ingratitud literaria nacional?, entre otros. Al igual que Paul Válery, Castillo considera que ?corregir es una empresa espiritual de rectificación de uno mismo?, y recuerda que Borges, una noche de 1983, le contó que detestaba ?Hombre de la esquina rosada? porque en ese cuento había escrito la palabra ? cuchillón?. Aunque afirma que no cree en los géneros literarios, señala que el cuento ?es una forma estética nada casual?, sospecha que ?no cualquier escritor es cuentista?, y revela una de sus convicciones: ?un buen cuento es una historia contada de la única manera posible?. El nuevo libro de Castillo se deja devorar con fruición. El escritor, a pesar de que se toma en serio la literatura, se mofa de la altanería de ese adolescente de diecisiete años que creía que había escrito un cuento extraordinario (ver ?Textual?). ?El argentino no se ríe de contento, se ríe por instinto de conservación. Si dejara de tomarse la realidad en broma sería un perfecto amargado, cosa que suele pasarle en cuanto se descuida un poco?, observa en El humor de los argentinos. ?¿Por qué siente que no tiene tantas certezas respecto de la literatura como cuando era adolescente? ?A medida que un escritor crece comprende no sólo la verdadera complejidad de su oficio sino sus propios límites. Entonces ciertas ideas candorosas que se tenían en la adolescencia y en la primera juventud, entre ellas la de la inmortalidad, pasan a segundo plano y te das cuenta de que escribir es inventar la literatura cada vez que te sentás a escribir. La literatura no es ni una profesión ni un oficio, es un destino, pero es un destino elegido que hay que enriquecer todos los días, lo que puede ser muy angustioso. Me he pasado la vida corrigiendo cuentos en los talleres, dando cursos o charlas sobre los géneros literarios, pero cada vez que escribo un cuento siento la misma incerteza no acerca de la forma, que se aprende a manejar con el tiempo y viene con la propia anécdota que te es revelada de algún modo, sino de su valor. Si a mí se me ocurre una trama, sé si va a ser una obra de teatro, un cuento, una novela. Ya no dudo más, sólo al principio uno tiene ese tipo de dudas. Pero la incertidumbre, las inseguridades son respecto del valor y del sentido que puede tener lo que se está escribiendo. Cuando uno es joven escribe casi cualquier cosa. Muchas veces he pensado que si una historia como El otro Judas se me ocurriera hoy, tal vez no la escribiría o tendería a escribirla de otro modo porque había que ser muy arrogante e irresponsable para escribir acerca de la traición de Judas a Jesús, y proponer que eso no fue nunca una traición sino un pacto para promover una rebelión de los judíos contra el Imperio Romano. Era la primera vez que

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escribía teatro en mi vida. ?¿Es necesaria esa irresponsabilidad para empezar a escribir? ?Es absolutamente necesaria y tiendo a promoverla. Lo que les recomiendo a los escritores muy jóvenes es que escriban, no importa si ya escribió Shakespeare, porque si no no te sentás a escribir una obra de teatro en tu vida. No importa que ya escribieron Cervantes, Tolstoi o Dante. Cada libro que estás escribiendo es la primera vez que sucede en el mundo. Esto, cuando sos muy joven, lo podés sentir con naturalidad, pero cuando sos mayor, probablemente aparezca el peso de la literatura. ?Usted dice que desconfía de los escritores que no empezaron haciendo versos, que la poesía es un modo de vivir, de percibir el mundo. ¿Le hubiera gustado ser poeta? ?Secretamente escribo versos, tengo un libro de poemas que alguna vez se publicará, La fiesta secreta, que justamente se llama así porque para mí escribir poemas es una fiesta personal. No asumo la poesía del mismo modo que la prosa, no es tanto una tarea de comunicación, como cuando escribo un cuento, un drama o una novela, sino que es la pura expresión, es el acto personal y egoísta de escribir. Sin duda, debe haber algún poema que se comunique con los demás, pero no es mi intención. Escribí muchísimos poemas en la adolescencia, un día los quemé todos, dejé tres o cuatro y cada tanto voy agregando nuevos. Siempre me propongo escribir poemas, pero tiendo a eliminarlos y dejar sólo aquellos que siento que me representan. Por supuesto que no me siento poeta en el sentido tradicional o eminente de la palabra, pero para mí la poesía no es una forma de escribir sino un modo de ver la realidad, un modo de estar en el mundo. Y en ese sentido creo que un prosista necesariamente tiene que contener a un poeta. Es lo que decía por otra parte Aristóteles, citado frecuentemente por Marechal, que todos los géneros son géneros de la poesía, y como también digo en Ser escritor, Ray Bradbury les aconseja a los prosistas leer un poema antes de sentarse a escribir un cuento o una novela. ?¿Este consejo estará relacionado con el nivel de condensación que tiene la poesía? ?No sé por qué, pero creo que la poesía te instala en una zona de la palabra que no es meramente la indicativa sino en una zona un poco más mágica, que se advierte mucho en los propios cuentos de Bradbury, cuando la palabra no es sólo aquello que significa sino aquello que significa más aquello que sonoramente te mueve por alguna razón. Hay palabras que

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tienen color, forma, peso; leyendo un poema te instalás tal vez en esa zona de la literatura que pertenece también a la prosa de ficción. ?A propósito del título del libro, ¿qué significaba ser escritor en los sesenta y qué significa ahora? ?El significado sigue siendo exactamente el mismo. Un escritor es un hombre que da su testimonio personal, y lo sepa o no siempre está de algún modo hablando críticamente de la realidad, en 1960 o en 2007. Pero la idea que en general tenían los escritores de la literatura en los años ?60 se ha modificado. Nosotros creíamos ?aunque yo todavía tiendo a creerlo? que la literatura servía realmente para algo, que podía cambiar la realidad y que era una especie de instrumento de transformación o de arma de combate. Por supuesto que era una idea pueril, pero de todas maneras permitía escribir y te permitía sentir que lo que estabas haciendo era realmente lo que debías hacer. Hoy no sé si los jóvenes escritores asumen la literatura de ese modo. Entre los ?80 y los ?90, se instaló en el mundo entero un modo de asumir la literatura que hizo que desapareciera el concepto de intelectual. Es como si los jóvenes escritores sintieran ?no todos, naturalmente? que un escritor sólo tiene que escribir ficciones y no debe meterse en determinados terrenos como el de la política. Y creo que básicamente están equivocados, porque ponerse por encima de las contradicciones sociales es meramente una expresión de deseos. ?Quizá los jóvenes tengan una mirada más escéptica respecto de la política... ?Creo que les tocó un mundo que es demasiado distinto al que nos tocó en los ?60. Cuando en los ?60 vos te sentabas a escribir, lo hacías en un contexto donde estaba la Revolución Cubana y el despertar de los pueblos del Africa. Las palabras despertar o nacimiento eran las más comunes. Al mismo tiempo, las crisis eran realmente dramáticas, como en el ?62, cuando estuvimos a punto de quedar inmersos en una guerra nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por la cuestión de los misiles. Tenías de pronto la idea de la muerte en la puerta de tu casa. Pero eso también te daba la certidumbre de que había que hacer algo. Entonces escribir un libro, irse a la cama con una mujer, ir al cine, eran una cuestión de ? hagámoslo ya?. Hoy también los jóvenes tienen la idea del carpe diem, pero por desesperanza. Porque lo que cambió, y eso lo veo en el lenguaje, es la situación del hombre en el mundo. Hoy se habla y se sigue hablando de la muerte de las ideologías, del fin de la historia, del fin de las ilusiones, es como si hubieran fracasado los grandes pensamientos religiosos, filosóficos e ideológicos y no se supiera qué hacer. Vivimos en un mundo donde

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parece que lo negativo fuera lo esencial, muy distinto al mundo aquel de los ?60 donde la palabra esperanza, nacer, vida, revolución, cambio, era el plato literario y espiritual de cada día. Con esto no quiero decir que los jóvenes sean escépticos, sino que creo que tienen muchas más razones que nosotros para ser escépticos. Y en algún sentido tal vez la responsabilidad sea de mi generación porque a fin de cuentas éste es el mundo que les dejamos. ?En un momento del libro, recuerda su primera y única experiencia en un taller literario, cuando ese viejo y misterioso profesor de San Pedro le dijo que ?antes de tener estilo, hay que aprender a escribir?. ?Fue la lección más dura, pero más eficaz que recibí. Me domesticó el ego, yo creía que había escrito una cosa extraordinaria, pero además no podía concebir que se cometieran tantos errores en una sola frase (risas). ?Después de tantos años de dar talleres literarios, ¿qué balance hace? ¿Son ámbitos de formación de escritores? ?A todos los que vienen a mis talleres suelo decirles lo mismo: ?Miren que los talleres literarios no sirven para nada?. Le sirven únicamente a aquel que va a ser escritor, vaya o no a un taller literario. Los talleres son útiles para que se encuentre un grupo más o menos de la misma generación; para que discutan, se critiquen y se lean, se intercambien libros y hagan lo mismo que hacíamos de alguna manera en las revistas literarias del ?60. La única diferencia que hay entre las revistas literarias y un taller literario es que en las revistas literarias los textos, fueran cuentos o poemas, que nos parecían buenos se publicaban. Un escritor puede llegar a ser un escritor sin necesidad de un taller literario. El mejor taller literario de un escritor es su propia biblioteca y sus propios textos sobre los que tiene que trabajar. A los que asisten a mis talleres los juzgo como pares, no me interesa que tengan veinte o treinta años y yo setenta. Si no siento que son mis pares, al punto de que pueda poner en discusión un texto mío, no hay posibilidades de que pueda dar un taller. ?¿Por qué no lee a sus contemporáneos y prefiere releer a los clásicos? ?A partir de los ?60, empecé a pagar mis deudas con mi propia biblioteca. Nunca fui un devoto lector de autores contemporáneos, como decía el doctor Johnson, al que solía citar Borges, porque nadie quiere deberles nada a sus contemporáneos. Y a eso le agregaría que

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nadie quiere ni siquiera que sus contemporáneos existan. A mí me vinculan con el mundo mis alumnos más jóvenes o Sylvia, que como es una generación detrás de la mía, tiene una literatura más reciente que me obliga a leer ciertas cosas que por principio no leería, no porque las rechace sino porque las desconozco. Siento que tengo todavía deudas muy grandes con mi propia biblioteca. Además de estar leyendo a Akutagawa, que no es ningún jovenzuelo, y a Kawabata, al mismo tiempo estoy leyendo la trilogía dramática Orestíada para compararla con otras formas literarias, que me llevó luego a leer a Sófocles y a Eurípides. ?¿Ni siquiera por curiosidad lee a sus contemporáneos? ?A veces sí, como a Pablo Ramos, Alan Pauls, Romina Doval y Samanta Schweblin, pero no tengo una información total sobre el asunto, ni quiero tenerla ni tengo tiempo para tenerla. ?Es curioso que, siendo un lector tan apasionado, no se muestre interesado. ?Si mis contemporáneos me aseguran que son excelentes, los leo. No es que los rechazo por principio, sino que los selecciono mucho más. No se olvide que a los 72 años prefiero pagarle a mi espíritu las deudas que tengo con aquellos libros que no he leído.

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por Gervasio Monchietti [email protected]

Entrevista a Abelardo Castillo.

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Pasada la medianoche atiende un contestador automático, sin embargo del otro lado Abelardo Castillo trabaja como reconocido noctámbulo. “Usted empiece a hablar igual”, advierte Silvia Iparraguirre su mujer, días antes de concretar la charla. En efecto, listo para disparar, Abelardo responde. Habla de sus comienzos, hace referencia a Kafka, Sartre, y cuenta una anécdota imperdible sobre Pío Baroja. Es uno de los escritores vivos más importantes del país. Recibió el Premio Internacional de Autores Contemporáneos de la UNESCO en París, el Premio Casa de las Américas de Cuba, Municipal de Novela, Nacional Esteban Echeverría y un Konex de Platino. Trabaja casi siempre durante la madrugada y aconseja a los inéditos poner la libido en el acto de escribir.

Foto: Martín Felipe, para ADN Cultura ¿Qué relación establece con los alumnos en sus talleres? Es la relación de alguien que asiste a un taller y yo, hasta que pasan un número de meses o hasta de años y se transforma en una especie de relación de pares. No creo demasiado en la relación discípulo-maestro, aunque he tenido innumerables maestros. En la relación personal cuando trato con un escritor, aunque tenga veinte años, y estoy seguro que se toma la literatura en serio, se transforma en una relación de pares. ¿Qué consejo le daría a los jóvenes escritores acerca de la ansiedad por publicar? Les diría que posterguen esa ansia de publicar un libro y la ubiquen en la necesidad de escribir. El escritor fundamentalmente lo que siente es necesidad de escribir, la necesidad de publicar se da bastante más tarde cuando uno siente que puede comunicar. Cuando es mera necesidad de publicar, muchas veces es pura vanidad y no tiene nada que ver con la literatura. Basta ver los diarios de Kafka para darse cuenta que todo su poder literario lo había puesto en la escritura y casi terminó desdeñando la publicación al punto que pidió que sus obras fueran quemadas. No es el único caso donde se nota evidentemente lo que desde el punto de

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vista psicoanalítico llamaríamos la libido, esta puesta en el acto creador y no en el acto de publicación. ¿Cree que si alguien empieza a trabajar sobre un texto a sabiendas de que será publicado, le quita rigor artístico? Hay dos maneras de ver ese “saber que se va a publicar”. Uno puede tener la certidumbre secreta de que su obra a la larga se va a publicar que es lo que siempre ocurre con las obras que verdaderamente importan. Y también puede tener un contrato editorial; en este segundo caso evidentemente no significa nada. La certidumbre interna, personal y a veces intransmisible, eso sin duda está en el deseo secreto de todo escritor, aun cuando, citando nuevamente a Kafka, decida quemarla. Pero cuando él decide que su obra no debe ser publicada es porque no la considera publicable, porque él cree que era una obra frustrada; afortunadamente Max Brod -que fue su albacea testamentario- no creyó lo mismo y para felicidad de todos nos legó su obra. ¿Cómo llegó a su primera publicación? Mandé a un concurso literario que para mí era muy importante, porque no tenía quién me juzgara, porque yo había venido de San Pedro a Buenos Aires y mi obra no lo conocía prácticamente nadie salvo mi novia y un amigo. La única manera de probarme a mí mismo que yo tenia razón literaria cuando escribía, era ponerme a prueba con ese concurso, que para mí era importantísimo, aunque no lo fuera. Los concursos son relativamente importantes, eso uno lo aprende con el tiempo, pero el premio que gané finalmente con El otro Judas -la primera obra de teatro que escribí- era la publicación y el montaje de la obra. Me pasó lo mismo cuando se publicó el que diría objetivamente es mi primer libro Las otras puertas. Se publica porque gana el premio “Casa de las Américas” en la Habana, Cuba. En Ser escritor destaca el valor de los pueblos como generadores de personajes. ¿Se debe a su pasado en San Pedro? Tiene que ver con eso -aunque yo no nací en San Pedro- me crié y toda mi familia es de allí; y con la experiencia dentro de la literatura argentina: los grandes escritores en su vasta mayoría son hombres del interior. Al ser criado en un pueblo o en un lugar chico, puede ser en un barrio muy particular o en una ciudad grande, pero muy acotada históricamente como fue Buenos Aires al principio de siglo que era todavía una especie de gran aldea que fue el lugar de nacimiento de Borges, esas especies de cornotopos (sic) te dan una mirada muy particular. En un pueblo el loco es “el loco de pueblo”, es una entidad en sí mismo, el comisario es “el comisario” yo diría platónico, la prostituta es la “mala mujer del pueblo” a la que todo el mundo conoce, los personajes se arquetipan. En cambio en una ciudad vasta como Buenos Aires o Rosario es mucho mas difícil encontrar esos personajes arquetípicos. Para un escritor a veces es favorable haber nacido en un lugar pequeño y estar lejos de la cosa multitudinaria y a veces mareante que es una metrópoli. ¿Y en la ciudad qué materiales encuentra? Un escritor encuentra material en todo, y no precisa encontrarlo con la mirada. Newton era ciego, Borges era ciego y si no me equivoco José Mármol también. El escritor ve reflejados personajes del exterior en su interioridad. Lo que encuentra un escritor es difícil de

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generalizarlo y establecerlo como una especie de norma, porque es distinto en cada uno. No es lo mismo un escritor de literatura fantástica como Poe, que un realista como John Dos Pasos, que escribe Manhattan Tranfer o Paralelo 42 que son las visiones más completas que se han dado de la gran metrópoli. Un escritor como un músico o un artista de cualquier orden, nacen donde sea y se dan en cualquier lugar. ¿Prefiere algún género literarios en especial? Daría la impresión de que me expreso con más comodidad en el cuento que en la novela. Sin embargo las primeras obras conocidas mías son de teatro. No creo en los géneros literarios, creo que un escritor escribe lo que puede. Donde me siento más cómodo probablemente sea en el cuento breve, lo que no impide que escriba una novela como Crónica de un iniciado o que haya escrito tres novelas. Los géneros no siempre son accesibles a un escritor, un gran poeta puede ser nada más que poeta y eso le basta para cifrar el mundo, es el caso de Neruda. Otros necesitan también la prosa y el ensayo, como el gran escritor Machado, un formidable prosista que si uno no supiera que clase de poeta era se podría pensar que eran dos personas distintas las que escribían los versos y la prosa. Se da el caso también de Poe y Borges, hay otros que pueden escribir casi cualquier género, como el caso de Sartre. Hay otros que son exclusivamente cuentistas como Mauppasant, uno de los grandes escritores que ha dado Francia y el mundo entero. Me considero un escritor que escribe no lo que quiere sino lo que puede. ¿En qué proyecto trabaja actualmente? Un escritor siempre está escribiendo, hace muchísimos años nos hicieron un reportaje a una serie de escritores para una antología. El escritor mayor -en todo sentido- era Borges y el menor –también probablemente en todo sentido- era yo; me preguntaron cuándo escribía. Yo puse que escribía de noche, di una serie de explicaciones poéticas y hasta metafísicas para justificar mi imposibilidad de dormir a la noche, y pregunte por curiosidad qué había contestado Borges y él dijo: “siempre”. Y hacía como 20 años que no publicaba un cuento. Si un escritor es realmente un escritor escribe hasta cuando no escribe. Hay una anécdota famosa: alguien pasa por la casa de Pío Baroja y lo encuentra en la ventana con sus cuartillas escribiendo a mano y le dice: “¿trabajando don Pío? -no descansando -responde”. Luego, cuando vuelve a la tarde lo encuentra bajo un árbol y le dice: “¿descansando don Pío? –No, trabajando.”

Lúcido y preciso en sus palabras; tiene 72 años pero su voz transmite la energía propia de los grandes creadores. No se cansa de citar autores y termina la charla diciendo que las más grandes novelas son: El Quijote de Cervantes, y Guerra y Paz de Tolstoi. En plena época de posmodernidad, supongo que mencionar a Unamuno, a Sartre, insistir con Poe o Kierkegaard, es quizá empecinarse en hablar para casi nadie, ante una especie de teatro vacío…Hablo siempre de mí mismo, decía Unamuno, porque soy el hombre que tengo más a mano La palabra y los días

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Publicada el 16/07/08. Archivada bajo 'Entrevistas, Gervasio Monchietti'. Pueden seguirse los comen

Abelardo Castillo Texto Abelardo Castillo Entrevista realizada en el mes de noviembre de 2004 en el barrio de Congreso, Buenos Aires. Los personajes y el alter ego del escritor Esteban Espósito es, en algún sentido, mi alter ego. Y digo en algún sentido porque ningún personaje en un autor, es precisamente él mismo, es más o menos él mismo. Y yo he descubierto que cuando se escribe en primera persona es cuando se puede inventar y mentir más, porque la primera persona es muy atractiva para el lector y sobre todo, muy convincente. Esa misma convicción que tiene sólo la primera persona es lo que nos permite hacerle hacer a los personajes cosas que de ninguna manera pertenecen a nuestra realidad En el caso de Esteban Espósito, mentiría si dijera que no es de algún modo mi alter ego. Porque en El que tiene sed, por ejemplo, que es donde aparece por primera vez Esteban Espósito (aunque apareció por primera vez como personaje de un cuento, que hoy es un capítulo de El que tiene sed). El de El que tiene sed, es sin duda alguien bastante parecido a mí, o bastante parecido al que yo era unos años antes de escribir ese libro y, de alguna manera, me representa. Hablo del Esteban Espósito de El que tiene sed. El Esteban Espósito de Crónica de un iniciado, disputa la cercanía con el autor con otros dos personajes: uno de ellos es Santiago y otro es Bastián, al que Esteban Espósito detesta y odia en el mismo momento en el que es bueno. Entre esos tres personajes, Esteban, Santiago y Bastián, se hace una cosa más o menos cercana a lo que podría ser Abelardo Castillo. Sospecho yo. Sin duda también me debo parecer al doctor Cantilo, a Verónica, a Graciela, y a todos los personajes que aparecen en el libro. - ¿Aún a los personajes femeninos? Sí, por supuesto. Si un escritor no tiene algo de femenino no podría inventar un personaje femenino. Es decir, no se podría inventar realmente una mujer si no pusiéramos en acción, en el momento de escribirla, todo aquello femenino que hay en nosotros. En el momento de escribir, un autor no tiene sexo; es un híbrido. Es tanto mujer como hombre; es tanto ángel como demonio, para decirlo con otras palabras. Y también es un chico. De lo contrario, no podríamos escribir con verosimilitud a un chico, o un anciano. Abarca un registro muy grande. Pero, en lo sexual, yo diría que es una especie de hermafrodita. Cuando está escribiendo el personaje de una mujer, en ese momento, es una mujer. En teatro eso se siente mucho. ¿Quién era Shakespeare?, ¿era Ofelia o era Hamlet? ¿era Macbeth o Lady Macbeth? Ver Biografía Completa | Ver Bibliografía

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Poder Judicial de la Nación 1 USO OFICIAL //la ciudad de Córdoba, a los catorce días del mes de Noviembre del año dos mil ocho. Y VISTOS: Estos autos caratulados “ALSINA, Gustavo Adolfo; PEREZ, Miguel Angel; D’ALOIA, Francisco Pablo; PAREDES, José Antonio; LUCERO, Alberto Luis; GOMEZ, Miguel Angel; TISSERA, Juan Antonio; LUNA, Marcelo; MOLINA, Juan Eduardo R.; PINO, Víctor; QUIROGA, Osvaldo César; LÓPEZ, Luis Alberto; GOMEZ, Miguel Ángel; TORRES, Armando Luis; RODRÍGUEZ, Louis Alberto; JABOUR, Yamil; ANTÓN, Herminio; RIVAS SARAVIA, Benjamín; MONES RUIZ, Enrique Pedro; MELI, Vicente; PEREZ, Carlos Hibar; TAVIP, José Felipe; VAZQUEZ, Luis Eduardo; ROCHA, Ricardo Cayetano; YANICELLI, Carlos Alfredo; FLORES, Calixto Luis; MENÉNDEZ, Luciano Benjamín pss.aa. imposición de tormentos agravados y homicidio calificado” Expte. 17.468, venidos a despacho a fin de resolver la situación procesal de los siguientes imputados: Jorge Rafael Videla, D.N.I. 4.765.426, argentino, nacido en la ciudad de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, hijo de Rafael Eugenio y de Marìa Olga Redondo, casado, domiciliado en Avda Cabildo 639 5º piso dpto “A”, Capital Federal, de profesión ex oficial del Ejército Argentino; de Vicente Meli, L.E. 4.789.944, argentino, nacido en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe el 10 de enero de 1929, hijo de Nuncio y de Enunciaciòn Corallio, viudo, domiciliado en Laprida 1828 piso 7ª, Dpto “A” del Barrio de Recoleta de Capital Federal, de profesión militar (retirado) con el grado de General de Brigada; de Mauricio Carlos Poncet, L.E. 4.073.986, argentino, nacido en Capital Federal el 29 de julio de 1931, hijo de Luis Enrique y de Irene Josefina Herber, casado, comiciliado en calle José Hernàndez 2162, 6º piso, dpto B de Barrio Belgrano de Capital Federal, de profesión militar (retirado) con el grado de Teniente Coronel, de Raúl Eduardo Fierro, D.N.I. 4.803.256, argentino, nacido en González Chavez, Provincia de Buenos Aires el 14 de febrero de 1931, hijo de Antonio Eduardo y de Blanca Julia Herrero, viudo, domiciliado en calle Clemenceau 1268 Dpto 1 de Barrio Rogelio Martìnez, de Jorge González Navarro, D.N.I. 4.803.256, argentino, nacido el 3 de febrero de 1930 en Capital Federal, hijo de Augusto Gonzàlez Figueroa y de Marìa Justina Navarro, casado, domiciliado en calle Sucre 246 Bº Centro de profesión militar retirado con el grado de Teniente Coronel, de Juan Emilio Huber, D.N.I. 6.483.129, argentino, ncido el día 14 de agosto de 1933 en Isla Verde. Provincia de Córdoba, hijo de Emilio y de Ida Elisa Wingueyer, viudo, domiciliado en calle Luis Braile 2719 de Bª Rivadavia de profesión militar retirado con el grado de Teniente Coronel, y de Víctor Pino Cano, argentino, D.N.I. 4.813.491, nacido el día 26 de diciembre de 1931 en la ciudad de Buenos Aires, hijo de Luis y de Blanca Fernández, casado, domiciliado en Km 37 y ½ camino a Pilar, Country las tortugas, provincia de Buenos Aires, de actividad militar retirado con el grado de General de Brigada, de los que RESULTA: I- Que conforme se desprende de los requerimientos de instrucción de fs. 67/74 y 230/7 y del dictamen de fs. 319 del presente “para agregar” , la Sra. Fiscal Federal n° 3, Dra. Graciela López de Filoñuk, promueve acción penal en contra de Vicente Meli, Jorge 2 González Navarro, Raúl Eduardo Fierro, Mauricio Carlos Poncet, Emilio Juan Huber y Jorge

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Rafael Videla, por los hechos que se detallan a continuación. A fin de aportar mayor claridad, se identificará cada uno de los hechos con la misma numeración que se utilizara en el auto interlocutorio de fecha 13 de mayo del corriente: Primer Hecho En el Departamento Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba, sito en Pasaje Santa Catalina del centro de esta ciudad, los policías Marcelo Luna, Calixto Luis Flores, Yamil Jabour, Carlos Alfredo Yanicelli, Juan Eduardo Molina, Miguel Ángel Gómez, Alberto Luis Lucero, Luis Alberto Rodríguez y Ricardo Cayetano Rocha, habrían sometido a los detenidos Diana Beatriz Fidelman – desde el 22 de abril de 1976 hasta los primeros días de mayo del mismo año -, a Eduardo Daniel Bártoli – entre el 22 y el 30 de abril de 1976 -, a María Eugenia Irazusta – entre el 26 y el 30 de abril de 1976 – y a Víctor Hugo Chiavarini – en un lapso de tiempo no determinado con precisión que habría comenzado durante el transcurso del mes de abril de 1976 hasta el 30 del mismo mes y año - a condiciones de vida infrahumanas, manteniéndolos continuamente incomunicados, maniatados, con sus ojos vendados, desaseados, privados de adecuada atención médica y sanitaria; y les habrían aplicado tormentos tales como: golpes de puños, puntapiés o con objetos contundentes en el cuerpo, particularmente en las zonas más sensibles – como los genitales -; sometiéndolos a torturas tales como la colocación de una bolsa de nylon en la cabeza del detenido, de forma que le provocara sensación de asfixia; el introducir la cabeza del detenido en un recipiente con líquido, provocándole ahogo – práctica vulgarmente denominada “submarino”- ; tapar la boca y la nariz del detenido con trapos, mientras le echaban agua en la cara, provocándole también ahogo – experiencia conocida como “mojarrita” - ; quemaduras de cigarrillos en todas partes del cuerpo; aplicación de picana eléctrica; vejaciones sexuales; y sufrimientos síquicos tales como amenazas de muerte al detenido y/o su familia, simulacros de fusilamiento, entre otros. Segundo Hecho: El día 30 de Abril de 1976, en el interior de las dependencias del Departamento de Informaciones Policiales (D2), de la Policía de la Provincia de Córdoba, ubicado en Pasaje Santa Catalina de esta ciudad de Córdoba - luego de reacomodar a los demás detenidos y ubicarlos en distintos patios y pasillos a fin de despejar el lugar elegido para el hecho - los efectivos policiales Marcelo Luna, Calixto Luís Flores, Yamil Jabour, Carlos Alfredo Yanicelli, Juan Eduardo Ramón Molina, Miguel Ángel Gómez, Alberto Luís Lucero, Luís Alberto Rodríguez y Ricardo Cayetano Rocha, simulando un intento de fuga y el desacato a los custodios, habrían dado muerte, mediante la utilización de armas de fuego, a los detenidos María Eugenia Irazusta, Daniel Eduardo Bártoli y Víctor Hugo Ramón Chiavarini, difundiéndose oficialmente la falsa noticia de que los tres nombrados habrían resultado abatidos al intentar fugarse de aquel lugar, desacatando la autoridad de quienes los custodiaban.. Tercer Hecho:

Poder Judicial de la Nación 3 USO OFICIAL Desde el día 2 de abril de 1976, en la Unidad Penitenciaria nº 1 ubicada sobre calle Colombres 1300 de esta ciudad de Córdoba, efectivos de la Compañía de Policía Militar 141 – con conocimiento y bajo las órdenes de su jefe Emilio Juan Huber -y del Regimiento de Infantería Aerotransportada 2 – con el conocimiento y bajo las órdenes de su jefe, Teniente Coronel Víctor Pino- a saber: Teniente Gustavo Adolfo Alsina Teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, Cabo Miguel Ángel Pérez, Sargento Carlos Hibar Pérez, Cabo 1º José Antonio Paredes y Cabo 1º Miguel Ángel Gómez habrían sometido a Raúl Augusto 174

Bauducco – hasta el 5 de julio de 1976 - José René Moukarsel - hasta el 15 de julio de 1976 - a Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung, Eduardo Alberto Hernández y José Alberto Svagusa – hasta el 17 de mayo de 1976 – a Carlos Alberto Sgandurra y José Ángel Pucheta - hasta el 28 de mayo de 1976 – a Claudio Aníbal Zorrilla, Miguel Ángel Barrera, Mirta Noemí Abdón de Maggi y Esther María Barberis - hasta el 19 de junio de 1976 – a Marta del Carmen Rossetti de Arquiola y José Cristian Funes - hasta el 30 de junio de 1976 - a Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja y Arnaldo Higinio Toranzo - hasta el 12 de agosto de 1976 - a Eduardo Alfredo de Breuil - hasta el 12 de agosto de 1976 – a Liliana Felisa Paez de Rinaldi y Ricardo Alberto Tramontini - hasta el 20 de agosto de 1976 -; y a Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto - hasta el 11 de Octubre de 1976 -, todos considerados “detenidos especiales”, a condiciones infrahumanas de detención: absoluta incomunicación - prohibición de visitas, de esparcimiento, de todo tipo de contacto extramuros - a deficiente alimentación, y asistencia médica, a inexistentes condiciones de higiene (habrían sido obligados a efectuar sus necesidades fisiológicas en recipientes de lata y dentro de las mismas celdas donde estaban alojados), etc. Asimismo les habrían aplicado, en forma continua y sistemática, torturas físicas y psíquicas consistentes en golpes con palos, culatazos de armas de fuego, en algunos casos cortes con arma blanca, trompadas, puntapiés, pisotones, descargas eléctricas de picanas a batería, vejámenes sexuales y quemaduras de cigarrillo. También habrían propinado a los mencionados detenidos tormentos psicológicos consistentes en encierro sin poder ver la luz natural, improperios e insultos indignantes, amenazas de sufrir malestares físicos e incluso de muerte, entre otros. Cuarto Hecho: Con fecha 17 de Mayo de 1976, siendo aproximadamente las 20.00 hs., por orden del Inspector Mayor Raúl Telleldín - por entonces Jefe del Departamento de Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba - se habría presentado ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) una comisión policial proveniente de dicha dependencia, la que habría estado integrada por los efectivos Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís Flores, Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina y Ricardo Cayetano Rocha, portando una orden emitida por el Juzgado Federal n° 1 de Córdoba para el traslado –desde el establecimiento penitenciario al D2- de los “detenidos especiales” Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Verón y Ricardo Alberto Young; y otra orden emanada del Juzgado 4 Federal n° 2 de esta ciudad para el traslado a igual lugar de los “detenidos especiales” Eduardo Alberto Hernández y José Alberto Svagusa. Los detenidos habrían sido entregados a la comisión policial por personal del Servicio Penitenciario contra recibo firmado por el cabo 1º Luís Eduardo Vásquez (credencial 65.816), y habrían sido retirados de su lugar de detención en tres vehículos sin identificación policial amordazados, atados y encapuchados. Con posterioridad, el personal policial anteriormente mencionado, simulando un intento de fuga, habría dado muerte - utilizando armas de fuego - a los ya mencionados Fidelman, Moze, Verón, Youg, Svagusa y Hernández en la vía pública, presumiblemente en la calle Neuquén a la altura del 900 de esta ciudad. Quinto Hecho: Con fecha 28 de Mayo de 1976, siendo aproximadamente las 20.00 hs., se habría presentado ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria 1 (UP1) el Subteniente Luis Alberto López, del Regimiento de Infantería Aerotransportada II - con conocimiento y bajo las órdenes del jefe de dicho regimiento, el por entonces Teniente Coronel Víctor Pino – portando una orden suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter

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de Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV, -a su vez, Jefe de Estado Mayor del Area de Defensa 311- en la que se ordenaba a la autoridad penitenciara la entrega de los detenidos José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra. Posteriormente Luis Alberto López, habiendo recibido los detenidos Pucheta y Sgandurra, los habría entregado a una comisión del Departamento de Informaciones Policiales (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba, integrada por los efectivos Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís Flores, Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina y Ricardo Cayetano Rocha, quienes habrían retirado amordazados, atados y encapuchados a los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión, y los habrían trasladado a un vehículo sin identificación policial. Luego, los referidos policías, junto a un grupo de apoyo integrado por militares, simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a los nombrados Pucheta y Sgandurra en la vía pública en un lugar no determinado con exactitud hasta el momento. En el mismo contexto habría sido muerto José Osvaldo Villada. Sexto Hecho: Con fecha 19 de Junio de 1976, en horas de la madrugada, personal de la Unidad Penitenciaria nº 1 (UP 1) emplazada en calle Colombres 1300 de esta Ciudad de Córdoba, habría entregado a personal militar no identificado, presumiblemente perteneciente al Regimiento de Infantería Aerotransportada II, con conocimiento y bajo las órdenes de su Jefe Víctor Pino - a los “detenidos especiales” Miguel Ángel Barrera, Claudio Anibal Zorrilla, Mirta Noemí Abdón de Maggi y Estela María Barberis, en virtud de una orden de entrega suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV. Inmediatamente, personal integrante del mencionado regimiento, habrían retirado a los nombrados de su lugar de detención, amordazados, atados y encapuchados, en vehículos militares, procediendo luego, durante el traslado fuera del establecimiento penitenciario, a darles muerte a Barrera, Zorilla, Abdón de Maggi y Barberis, en las inmediaciones al Parque Sarmiento, habiéndose difundido

Poder Judicial de la Nación 5 USO OFICIAL oficialmente que estos habían resultado abatidos en un supuesto intento de fuga, o en un supuesto ataque al Hospital Militar o al Destacamento de Inteligencia 141, ambas emplazados en cercanías del Parque Sarmiento. Séptimo Hecho: Con fecha 30 de Junio de 1976, en horas de la mañana, personal del Establecimiento Penitenciario Nº 1 emplazado en calle Colombres al 1300 de esta ciudad (UP 1) y en virtud de una orden de entrega suscripta por el General de División Luciano Benjamín Menéndez, en su carácter de comandante del IIIº Cuerpo de Ejército y, a la vez, Jefe del Area de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha contra la subversión”-, habría entregado a los “detenidos especiales” Marta del Carmen Rosetti de Arquiola y José Cristian Funes; a personal militar que se identificó como Jorge López Leconte, LE 8.252.841. Con posterioridad, tal sujeto habría entregado a Rosetti de Arquiola y Fúnes a una comisión especial del Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de la provincia de Córdoba, integrada por los efectivos Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Jabour, Calixto Luís Flores, Alberto Luís Lucero, Marcelo Luna, Miguel Ángel Gómez, Juan Eduardo Raúl Molina y Ricardo Cayetano Rocha, quienes habrían retirado en un vehículo sin identificación policial amordazados, atados y encapuchados - a los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión para luego, junto a un gr upo de apoyo integrado por militares, simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a Rosetti de Arquiola y Funes en la vía pública de esta ciudad de Córdoba, en lugar no determinado con exactitud hasta el momento. Octavo Hecho: 176

El 5 de Julio de 1976, en horas de la mañana, personal militar del Regimiento de Infantería Aerotransportada II, con conocimiento y bajo las ordenes de su jefe, el por entonces teniente coronel Víctor Pino, habría trasladado a los “detenidos especiales” alojados en el Pabellón Nº 6 de la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba (UP1), sita en calle Colombres al 1300 de esta ciudad, hacia el patio de recreo a los fines de realizarles un requisa. Allí les habrían ordenado desvestirse y colocarse parados frente a la pared, con los brazos en alto apoyados en el muro. En tales circunstancias el cabo Miguel Ángel Pérez, habría recorrido la fila de internos golpeándolos con un bastón de goma. Al llegar al detenido Raúl Augusto Bauducco le habría propinado un fuerte golpe con el bastón en su cabeza, lo que habría ocasionado que Bauducco cayera al suelo, casi desvanecido. Seguidamente Pérez habría ordenado repetidamente a Bauducco que se levantara del suelo, sin que éste pudiera cumplir con la orden pese a sus intentos. Luego de varias órdenes en el mismo sentido y ante la imposibilidad física de Bauducco para pararse, Pérez lo habría amenazado, reiteradamente y a viva voz, indicándole que si no se paraba lo mataría. Ante la falta de respuesta positiva de Bauducco, Pérez se habría acercado a su superior, teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, quien estaba a cargo del procedimiento ese día- el que habría asentido con un movimiento de cabeza a la consulta que le hiciera Pérez. Seguidamente el cabo Pérez habría regresado donde yacía Bauducco, repitie ndo la orden de levantarse y su amenaza de muerte. Finalmente, ante la desobediencia del interno, le habría disparado el arma que llevaba apuntando hacia la cabeza del interno, dándole muerte instantáneamente. 6 Noveno Hecho: El 14 de Julio de 1976, pasado el mediodía, el “detenido especial” José Rene Moukarzel se encontraba limpiando el pasillo del pabellón 8 de la Unidad Penitenciaria Nº 1 de Córdoba (UP1), oportunidad en la que se habría acercado a un preso común de apellido González con el que habría mantenido un breve diálogo. Tal circunstancia - al ser advertida por el Teniente Gustavo Adolfo Alsina de la Compañía Policía Militar 141 - habría motivado que el nombrado Alsina – con el conocimiento y consentimiento de su superior, Emilio Juan Huber -, junto con personal del Ejército no identificado hasta el momento, trasladara al interno a un patio conocido como el “patio de la mosaiquería”, que se encontraba a la intemperie y daba el pabellón nº 8. Una vez allí y habiendo desnudado a Moukarzel, lo habrían atado de pies y manos a cuatro estacas en el suelo. Seguidamente Alsina habría arrojado agua fría sobre el cuerpo de Moukarzel y le habría propinado golpes de puño, patadas y colocado piedras debajo de su cuerpo. Luego, al romperse una de las estacas, Moukarzel habría sido trasladado a otro patio descubierto que daba al pabellón nº 14 de mujeres. Allí el Teniente Alsina junto a otra persona - aún no identificada - lo habrían estaqueado nuevamente de pies y manos, le habrían colocado piedras y cascotes bajo la espalda, a la altura de los riñones; le habrían propinado reiteradamente golpes y echado agua fría, pese a las bajas temperaturas que se registraban. Aproximadamente a las 23.00 hs., encontrándose Moukarzel inconsciente, Alsina junto a un grupo de efectivos a su cargo, lo habrían retirado en una camilla hacia el Hospital Penitenciario, lugar donde finalmente, siendo aproximadamente la 01.00 hs. del día 15 de Julio de 1976, habría fallecido como consecuencia de los tormentos ante descriptos. Decimoprimer Hecho: Con fecha 12 de Agosto de 1976, en virtud de una orden de entrega suscripta por el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de Jefe de Estado Mayor del Área de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha contra la subversión”- y, a la vez, Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV, personal de la Unidad Penitenciaria Nº1 habría entregado a los “detenidos especiales” Miguel Hugo Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo de Breuil, Alfredo Eduardo de Breuil y Arnaldo Higinio

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Toranzo al Teniente Osvaldo César Quiroga del Regimiento de Infantería Aerotransportada II, con conocimiento y bajo las órdenes del jefe del mismo, el por entonces Teniente Coronel Víctor Pino. Con posterioridad, personal integrante del mencionado Regimiento, habría trasladado - amordazados, atados y encapuchados - a los detenidos antes nombrados fuera del Establecimiento Penitenciario en cuestión, en dos camionetas militares (Gustavo Adolfo de Breuil junto a Toranzo en una, y Vaca Narvaja junto a Eduardo Alfredo de Breuil en otra). Luego de realizado un trayecto los vehículos se habrían detenido en un lugar no determinado con exactitud hasta el momento, pero que pudo haber sido alguna dependencia del IIIº Cuerpo de Ejército, ubicada sobre Camino a la Calera. En dicho lugar el personal militar referido, habría hecho descender de las camionetas a los detenidos, dejándolos encerrados en una habitación, boca abajo, en el piso, por un lapso aproximado de media hora. Luego, le habrían quitado las esposas a Alfredo Eduardo de Breuil, atando sus manos con trapos para luego

Poder Judicial de la Nación 7 USO OFICIAL subirlo nuevamente a un vehículo - amordazado-, haciendo lo propio con Gustavo Adolfo de Breuil, Vaca Narvaja y Toranzo, quienes habrían abordado otro móvil. En estas condiciones habrían sido trasladados hacia otro lugar no determinado con exactitud hasta el momento pero que pudo ser en las cercanías del estadio Chateau Carreras, en predios correspondientes al ahora Parque General San Martín de esta ciudad de Córdoba, donde el personal militar referido, habría hecho descender a Gustavo Adolfo de Breuil, Vaca Narvaja y Toranzo, y les habrían dado muerte disparando sus armas de fuego. Tras ello, luego de quitarle las vendas, habrían obligado a Alfredo Eduardo de Breuil a descender del vehículo y observar los cuerpos sin vida de Vaca Narvaja, Toranzo y su hermano. Posteriormente desde el Comando del III° Cuerpo se habría difundido de manera oficial la falsa noticia de que Vaca Narvaja, Toranzo y Gustavo de Breuil, habrían resultado abatidos como consecuencia de un intento de fuga supuestamente producido durante el fingido traslado de esos detenidos en dirección al Consejo de Guerra para ser interrogados por un juez de instrucción militar. Decimosegundo Hecho: Con fecha 20 de Agosto de 1976, siendo aproximadamente las 22.00 hs., personal de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) habría entregado los “detenidos especiales” Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Paez de Rinaldi a personal de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV, que se identificó como Capitán Juan Carlos Hernández (instituto n° 15918), en virtud de una orden de traslado suscripta por el Coronel Vicente Meli, en su carácter de Jefe del Estado Mayor de dicha Brigada. Seguidamente, efectivos integrantes del Regimiento de Infantería Aerotransportada II, habrían retirado - amordazados, atados y encapuchados - a los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión, para trasladarlos en vehículos militares. Luego los nombrados, simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a Tramontini y Paez de Rinaldi en la vía pública de esta ciudad de Córdoba, en un lugar que no ha podido ser precisado hasta la fecha. Decimotercer hecho: Con fecha 11 de Octubre de 1976, siendo aproximadamente las 19:40 hs., personal de la Unidad Penitenciaria n° 1 (UP 1) habría entregado los “detenidos especiales” Pablo Alberto Balustra, Jorge Oscar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos, Florencio Esteban Díaz y Marta Juana González de Baronetto a personal del Ejército que se habría identificado como Teniente Primero Nicolás Neme, en virtud de una orden de traslado suscripta por el general de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, en su carácter de Jefe de Estado Mayor del Área de Defensa 311 –organizada para lo que dió en llamarse “lucha contra la subversión”- y, a la vez, Comandante de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV. Inmediatamente, personal militar habría retirado - amordazados, atados y encapuchados - a 178

los detenidos antes nombrados del Establecimiento Penitenciario en cuestión y los habría trasladado en vehículos de la repartición militar. Luego, los efectivos militares - junto a un grupo de pares aun no identificados - simulando un intento de fuga, habrían dado muerte a Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, presumiblemente en un lugar descampado de esta ciudad de Córdoba, carente de precisión a la fecha. 8 Las acciones descriptas en los hechos primero a noveno y undécimo a décimo tercero habrían tenido lugar en el marco del plan diseñado e implementado con el alegado propósito de la llamada “lucha contra la subversión”, por las autoridades del Ejército Argentino, en particular en este caso por su Comandante en Jefe Teniente General Jorge Rafael Videla y por quienes – siguiendo la cadena de mando - dirigían y supervisaban el funcionamiento del Área 311 - especialmente organizada para esa “lucha” -, concretamente por el Comandante del III° Cuerpo de Ejército y a su vez Comandante del Área, General de División Luciano Benjamín Menéndez; por el Comandante de la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada y a la vez Jefe de Estado Mayor General del Área 311, General Juan Bautista Sasiaiñ – actualmente fallecido –; por el Estado Mayor General de la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada, integrado al tiempo de los hechos por: el Coronel Vicente Meli – Jefe de Estado Mayor desde el 21 de junio de 1976 - con funciones de dirección y supervisión del Estado Mayor; el Teniente Coronel Mauricio Carlos Poncet – Jefe de la División Personal (G1)- con función asignada en todo lo concerniente a la custodia y trato de los prisioneros de guerra, Teniente Coronel Raúl Eduardo Fierro – Jefe de la División Inteligencia (G2)- con responsabilidad en el ámbito operacional, el enemigo y la dirección de todas las acciones especiales de inteligencia y contrainteligencia y Teniente Coronel Jorge González Navarro – Jefe de Asuntos Civiles (G5)- con intervención asignada en los traslados de detenidos; Estado Mayor que en su conjunto cubría las responsabilidades del Comandante de la Brigada y se hallaba compenetrado con éste, asesorándolo, preparando el detalle de sus planes, transformando sus resoluciones en órdenes, haciendo que las mismas se transmitan a los demás integrantes de la fuerza y sean ejecutadas tanto por militares como por personal de la Policía de la Provincia de Córdoba – ésta última actuando bajo control operacional del Ejército. II- Que Vicente Meli prestó declaración indagatoria a fs. 349/51 del presente “para agregar”, ampliando luego a fs. 747, asistido por el Defensor Oficial en relación al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en calidad de coautor en relación a las víctimas Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarsel, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola,y José Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontin, Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto; homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas, Funes, Rosetti de Arquiola, Bauducco, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, doce hechos en concurso real (hechos descriptos como séptimo, octavo, décimo primero y décimo tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que hizo uso de su derecho de abstenerse de declarar.

Poder Judicial de la Nación 9 USO OFICIAL Que Mauricio Carlos Poncet, prestó declaración indagatoria a fs. 344/8 179

del presente “para agregar”, con la asistencia de los Dres. Hugo Segura y Ramón Jesús Pérez Sequeira , en relación al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifestó que cumplía funciones como Jefe de la División Personal, que desconocía los hechos que se le han dado lectura, que su actividad se limitaba a la Cuarta Brigada,a las tareas normales de tiempo de paz, que no se ha apartado de las tareas que realizaba en tiempos de paz. Que desconoce qué es el área 311. Que recibía órdenes directamente del Comandante. Que no tenían ninguna intervención en lo concerniente a subversivos. Que Raúl Eduardo Fierro, prestó declaración indagatoria a fs. 269/72, con la asistencia de la Sra. Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi, en relación al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que hizo uso de su derecho de abstenerse de declarar. 10 Que Jorge González Navarro, prestó declaración indagatoria a fs. 260/63 del presente “para agregar”, ampliando luego a fs.401/4, con la asistencia de la Sra. Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi , en relación al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor

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(art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición de torme nto seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifiesta en su descargo que sus funciones como Jefe de la División Asuntos Civiles del Estado Mayor eran las relaciones con la comuidad, atender requerimientos de distintos tipos para reparticiones, escuelas, etc. Que se le agregaron tareas como la de recibir a personas que se acercaban a preguntar por la situación de detenidos en la UP 1, como así también la entrega de certificados de detención a quienes ya habían sido puestos en libertad. Que en relación a los oficios de traslados, sólo intervino en la confección de éstos por orden del Comandante, que desconocía la finalidad de estos traslados como así también quien debía ejecutar la orden. Que Emilio Juan Huber, prestó declaración indagatoria a fs. 253/4 del “para agregar”, con la asistencia de la Sra. Defensora Oficial, Dra. Mercedes Crespi, en relación al delito de “imposición de tormentos agravados” – veintisiete hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en la UP1), Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hecho tercero); e “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifestó que nunca envió personal a la Penitenciaría. Que en ocasiones la Brigada le solicitaba que pusiera a su disposición pesonal a su cargo y desde allí se les asignaban las diferentes misiones. Que comenzó su jefatura con cinco oficiales y que finalizó con uno solo, el Teniente Ramos Monzo, que los demás se los había pedido la Brigada, cumplían funciones allí y no volvían más a su compañía.

Poder Judicial de la Nación 11 USO OFICIAL Que Jorge Rafael Videla, prestó declaración indagatoria a fs. 340/43, con la asistencia del Sr. Defensor Oficial, en relación al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 6 del C.P.) en calidad de coautor, de las víctimas Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Funes, Rosetti de Arquiola, Moze, Fidelman, Verón, Young, Hernández, Svagusa, Pucheta, Sgandurra, Villada, Barrera, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barberis, Bauducco, Tramontini, Paez de Rinaldi, Vaca Narvaja, de Breuil, Toranzo, Balustra, García, Hubert, Ceballos, Díaz y González de Baronetto, treinta hechos en concurso real (hechos descriptos como segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, décimo primero, décimo segundo y décimo tercero), al delito de “imposición de tormentos agravados” – treinta y un hechos en calidad de coautor (art. 144 ter, 1° y 2° párrafo) -, en relación a los tormentos sufridos por: Fidelman (en el D2, y en la UP1), Bartoli, Irazusta, Chiavarini, Moukarsel, Bauducco, Moze, Verón, Yung, Hernández, Svaguza, Sgandurra, Pucheta, Zorrilla, Abdón de Maggi, Barrera, Barberis, Rosettti de Arquiola, Funes, Gustavo Adolfo De Breuil, Vaca Narvaja, Toranzo, Paez de Rinaldi, Tramontini, Díaz, Balustra, Garcìa, Hubert, Ceballos, y González de Baronetto (hechos primero y tercero); “Imposición de tormento seguido de muerte” en carácter de coautor (art. 144 ter, 1° y 3° párrafo) un hecho, del que habría resultado víctima José René Moukarsel (hecho noveno), oportunidad en la que manifestó que desconoce la jurisdicción de 181

este Tribunal para juzgar los hechos acontecidos mientras se desempeñó como Comandante del Ejército en lo que llama la guerra interna contra el terrorismo subversivo. Señala también que la Cámara Federal de la capital, a través de 700 casos “paradigmáticos” juzgó su caso, condenándolo por algunos de esos hechos y por los restantes – que no fueron objeto de condena – resolvió absolverlo por lo que estima que los hechos objeto de la presente causa constituyen cosa juzgada. Sin perjuicio de ello agrega que asume en plenitud sus responsabilidades castrenses respecto a lo actuado por el Ejército en esa época, descargando de toda responsabilidad a quienes se limitaron a cumplir sus órdenes, reconociendo la autoría de todas las directivas que impartió como Comandante en Jefe. A fs. 5549 el imputado Víctor Pino Cano prestó declaración indagatoria con la asistencia del Dr. Gonzalo Echenique Frías, en orden al delito de homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P.) por las muertes de Tramontini y Páez de Rinaldi (hecho duodécimo), oportunidad en la que negó los hechos a él imputados y se abstuvo de continuar declarando. III- Que los elementos de prueba hasta el momento colectado en autos se componen de los siguientes: Testimonial: 1) RIVERA, Fermín (fs.23/24, 26/31, 257/262,1931/1935. fs. 1/4, 5/10, 46/50, 196/97 vta. del Anexo1 cuerpo 1º); 2) PICCOLO, Gustavo Angel (fs. 72/ 72vta.); 3) RAVE, Guillermo Bernardo (fs. 73/73vta, 13/vta. del Anexo 1 cuerpo 1º ); 4) ACQUAVIVA, Raúl Eduardo (fs. 74/74vta.); 5) BRONTES, José Demetrio (fs. 75/75vta.); 6) CABEZAS, Daniel Vicente (fs. 76/76vta.); 7) PAREDES, Mario Angel (fs. 77/79 vta., fs.14/16 vta., Anexo 1 cuerpo1º ); 8) ZARATE, Antonio Eduardo (fs. 80/80vta.); 9) AREVALO, Rubén Carlos (fs. 82/82vta.); 10) PEREZ RIZZO, Carlos Enrique (fs. 83/83vta.); 11) JUEZ, Daniel Roberto (fs.125/127vta., 3391/3394, 17/19 vta. del Anexo 1 cuerpo 1º); 12) DIAZ, Roberto Eduardo (fs.128/131, fs. 20/23 del Anexo 1 cuerpo 1º ); 13) 12 LOPEZ, Héctor Jerónimo Enrique (fs.132/134, 24/26 del Anexo 1 cuerpo 1º); 14) BARONETTO, Luís Miguel (fs.175/176vta., 2945/2953 vta., 27/28 vta. del Anexo 1 cuerpo 1º, fs. 614/15 del Anexo 1 cuerpo 3º ); 15) CANIZZO, José Luís (fs.177/178, 1148/1184vta., fs. 29/31 del Anexo 1 cuerpo 1º; fs. 599/601 del Anexo 1 cuerpo 3º ); 16) OTTO, Gerardo Ricardo ( fs. 179/180, 32/33 del Anexo 1 cuerpo 1º); 17) CAMINO, Misemio Santos (fs. 264/264vta., 565/566vta, 1948/1949, 2140/41vta., fs. 52/vta., 105/106 vta. del Anexo 1 cuerpo 1º, fs. 610/vta. del Anexo 1 cuerpo 3º, fs. 731/vta. Anexo 1 cuerpo 4º); 18) AVILA, Carlos Manuel (fs. 265/266vta., fs. 53/54 del Anexo 1 cuerpo 1º); 19) PACHECO, Víctor Ricardo (fs.343/344, fs. 67/68 del Anexo 1 cuerpo 1º); 20) FIORAMONTI, Luís Antonio (fs.520/524, fs. 95/99 del Anexo 1 cuerpo 1º); 21) ARIZA, Ramón (fs. 567/568, 1959/1962vta.2142/43vta., fs. 107 del Anexo 1 cuerpo 1º, fs. 668/69 del Anexo 1 cuerpo 4º); 22) MOORE, Carlos Raimundo (fs. 768/786); 23) DE BREUIL, Eduardo Alfredo (fs. 825/828vta, 1880/1883vta., fs.2/5 del Expediente de Breuil Eduardo Alfredo obrante en el Anexo 2 cuerpo 2º de la presente causa); 24) NIZTZSCHMANN, José Martín (fs.1062/1062vta, 4394/95, 4398/4400, fs. 19/20, 46 del Anexo 2 cuerpo 2º); 25) SALIS de FERREYRA, Elia ( fs. 1085/1086, fs.638/9 Anexo 1 Cuerpo 3º, fs. 711/12 del Anexo 1 cuerpo 4º); 26) FUENTES de SOLIS, Irma (fs.1154/1155 vta., 636/37 Anexo1 Cpo. 3, fs. 636/37 del Anexo 1 cuerpo 3º, 713/14 del Anexo 1 cuerpo 4º); 27) SAYAGO, Pedro Nicolás ( fs.1170/1171); 28) LACIAR, Eduardo Argentino (fs. 1269/1269vta., fs. 708/09 vta. del Anexo 1 cuerpo 4º); 29) BIRT, Guillermo Alberto (fs. 1312/1312vta.); 30) GOMEZ, Hugo Antonio (fs. 4513/14); 31) SOSA, Eduardo Samuel (fs. 4515/16); 32) GONZALES, Armando Abel (fs. 1427/1427vta.); 33) GARAY, Santos Antonio (fs.1428/1428vta.); 34) GARCIA de CARRANZA, Jesús Ramona (fs. 1441/1441vta.); 35) SACALZADORA de GONZALES, Amanda Rosana ( fs. 1442/vta.); 36) QUIROGA, Juan Facundo ( fs. 1471/1472); 37) REINAUDI, Luís Artemio (fs. 1899/901, 1902/1903); 38) AVALLE, Roberto Hugo ( fs.

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2030/2032); 39) MAGRINI, José Cesar ( fs. 2083/2085); 40) TORRES, José Alberto (fs. 2483/2491del Expte. ppal.; Fs. 156/159 del Anexo 1 cuerpo 1º, 298/314 del Anexo 1 cuerpo 2º, fs. 746/vta. del Anexo 1 cuerpo 4º); 41) WIELAND, Alicia Beatriz ( fs. 2636/2644); 42) CAFFIERI, Dora Isabel ( fs. 2903/2909); 43) WAIMAN, Ingrid Mara ( fs. 2940/2942); 44) LAGO, Jorge Rubén ( fs. 2955/2962); 45) SAN NICOLAS, Norma Susana (fs. 2966/2972vta.); 46) GARCIA, Soledad Edelvis (fs. 2976/2984); 47) SERRANO, Marta Elena (fs. 3084/3086vta.); 48) MONTES, Ramón (fs. 3160/3162vta.); 49) PERAZOLO, Ricardo ( fs. 3215/3218); 50) MARTINI, Dilma Gladis ( fs. 3227/3229vta.); 51) CARRANZA, Félix Jesús (fs. 3280/3282vta.); 52) ASBERT, Enrique Mario ( fs. 3320/3328); 53) DE BREUIL, Jorge Enrique ( fs. 3408/3412); 54) CONTRERAS, Julián Ricardo ( fs. 3445/3448, fs. 739/vta del Anexo 1 cuerpo 4º); 55) CACOPARDO, Alberto José (fs. 3516/3519vta.); 56) PERALTA ARIAS, Graciela Manuela (fs. 3895/3895vta.); 57) VILLADA, Carlos Alberto ( fs. 3939/3941); 58) RIOS BARRERA, Marta Elena (fs. 4030/4038vta.); 59) BAEZ, Adolfo (fs. 4220/4225); 60) ESCOBAR, Adolfo (fs. 4267/4269); 61) ALVARES, Benjamín (fs. 4286/4288); 62) RUANI, Ángel Florindo (fs. 85/vta.); 63) LUCHESSE, Francisco (fs. 269/70 del Anexo 1 cuerpo 1º); 64) FONSECA, Julio Eduardo (271/272, 1207/vta., 2145/46, fs.

Poder Judicial de la Nación 13 USO OFICIAL 595/96, 608/vta del Anexo 1 cuerpo 3º); 65) CRAVERO, Jorge Enrique (fs.381/383vta, fs. 70/72 vta. del Anexo 1 cuerpo 1º ); 66) BRIGNARDELO, Luís Alberto (fs.1302/03); 67) GOMEZ, Eduardo Héctor (1468/69); 68) MENDIOLAZA Alfredo Vicente (fs. 1517/vta.); 69) CHILO, Walter Valentino (fs. 1518/19); 70) CHALUB, Justo Yamil (fs.1523/vta., fs. 74/75 vta. del Expediente por Privación Ilegítima de la Libertad de Claudio Aníbal Zorrilla, Anexo 2 cuerpo 3º); 71) RODOLFO, Pedro Silvestre (fs. 1530/vta.); 72) GONZALEZ, Maria Susana (fs.3008/3009); 73) CHIAVARINI, Hugo Antonio (fs. 3234/3235); 74) DI RIENZO, Gloria (fs. 5516/5520); 75) SÁNCHEZ, María Teresa (fs. 5589/5591); 76) BOZZANO, Daniel Eduardo (fs. 5640/5641); 77) BASSO, Atilio Fernando (fs. 5642/5643); 78) BAZÁN, Federico Víctor (fs. 5647/5651); 79) COMPANY, Carlos Eliseo 5923/5929; 80) VILLAGRA, Manuel Bernardino (fs. 5930), 81) GALARRAGA, Graciela Silva 352/56 del “para agregar”; 82) PAILLALEF, Ernesto Vicente, fs. 358/60 del “para agregar”, 82) de Gustavo Ignacio TISSERA (fs. 495/99 del “para agregar”), 83) de José María Cardozo (fs. 618/21 del “para agregar”), de Marta del Valle Quiroga (fs. 622/6 del “para agregar”), 84) de María del Rosario Miguel Muñoz (fs. 724/8 del “para agregar”); 85) CAREO entre las testigos Miguel Muñoz y Galarraga (fs. 739/40 del “para agregar”); 86) de Héctor Rodolfo Francisetti (fs. 748/51 del “para agregar”). Documental: 1) Fotocopias certificadas de órdenes y recibos de detenidos (fs. 985/1002, 3362/3366, 17/18 del Anexo 2 cuerpo 3º, fs. 1/21 del Legajo de prueba agregado al Anexo 3 cuerpo 1º); 2) Denuncia ante CONADEP formulada por José Martín Niztchman y Hugo Alberto Pujol (fs.1058/1061, 1063/1066); 3) Presentación realizada por detenidos de la Unidad nº 6 de Rawson (fs. 36/43, 45/46); 4) Presentación efectuada por Carlos Raimundo Moore (fs. 768/786); 5) Fotocopias certificadas del memorandun emitido por la Policía Federal Argentina (fs. 1891/1892, 3256/3258, 3293/3297, 3333/3346); 6) Presentación realizada por Luís Miguel Baronetto ante el Juzgado Federal Nº3 (fs. 1918/19, 1921/26); 7) Diversos legajos personales remitidos por la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 1965, 2715/2716, 4275, 4297, 4109/4110); 8) Diversos legajos remitidos por la Secretaría General del Ejército (fs. 2070, 2723, 3242); 9) Certificado de nacimiento de Lucas Ariel Baronetto (fs. 2240); 10) Fotocopias del recorte del diario La Voz del Interior (fs. 2398/2399); 11) Expedientes remitidos por el Juzgado Federal Nº 1 de Córdoba (fs. 2631, 2848, 2851, 3266, 3402/3404); 12) Fotocopias certificadas sobre retiro de internos del Establecimiento Penitenciario (fs. 2767/2780); 13) Expedientes remitidos por el Juzgado Federal Nº 2 (fs. 183

2878); 14) Fotocopia de declaración testimonial prestada por Héctor Daniel Lerner ante la Co.Na.Dep. (fs. 3156/3157); 15) Fotocopias certificadas remitidas por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 3211/3212, 3289/3290, 3418/3419, 442/483, 492/495, 513/521, 691/693 del Anexo 1 cuerpo 4º, 3/12 del Anexo 2); 16)Legajo remitido por la Gendarmería Nacional (fs. 3530); 17) Fotocopia certificada de retiro de detenidos (fs. 3665/3669); 18) Fotocopia certificada de declaración testimonial prestada por Carlos Hugo Basso (fs. 3671/3675), 19) Fotocopia certificada del memorandum de la Policía Federal Argentina (fs. 3719/3721, 3722/3735, 3966/3987, 4308/4324 y 4179/4191); 20) Fotocopia del legajo penitenciario perteneciente a Raúl Augusto Bauducco (fs. 278/291, fs. 62/63 del Anexo 1 cuerpo 1º); 21) Fotocopia del legajo penitenciario perteneciente a José René Muokarzel (fs. 14 291 bis/325, fs. 64/66 del Anexo 1 cuerpo 1º); 22) Fotocopia certificada de la historia clínica perteneciente a Miguel Angel Pérez (fs. 536/546); 23) Fotocopia del expediente de hábeas corpus a favor de Díaz Florencio tramitado ante el Juzgado Federal Nº 2 de esta ciudad (fs. 1114/1153); 24) Fotocopias certificadas de declaración testimonial de Pedro Nicolás Sayago (fs. 1170/1171) y fotocopia de la denuncia formulada por el mismo ante la CONADEP (fs.1168/ 69), 25) Copias certificadas de las distintas partidas de defunción correspondientes a los 30 muertos objeto de investigación de la presente causa (fs. 1272/1292, 372/373 vta., fs. 678 del Anexo 1 cuerpo 4, fs. 2 del Anexo 2 cuerpo 3º sobre obrante en Anexo 3 cuerpo 1º); 26) Fotocopias certificadas remitidas por el Servicio Penitenciario de Córdoba en relación a la historia clínica de Pablo Ba lustra (fs. 1401/1405vta. y 4377/4382); 27) Fotocopia certificada remitida por el Juzgado Federal de la ciudad de Bell Ville en relación a Claudio Aníbal Zorrilla (fs. 1411); 28) Diversas fotocopias certificadas correspondientes a legajos penitenciarios remitidas por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 1421/1426); 29) Fotocopias certificadas remitidas por el Departamento Criminalística de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 1762/1766); 30) Fotocopias certificadas del certificado médico de Fermín Rivera remitido por el Juez Federal de Bell Ville (fs. 339/340 del Anexo I); 31) Planos remitidos por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 352/355 del Anexo I); 32) Fotocopias certificadas de la Historia Clínica perteneciente a Fermín Rivera en el Hospital del Penal (fs. 356/361 del Anexo I y 4388/4392); 33) Diversas fotocopias remitidas por el Juzgado Federal Nº 1 en relación a Hernández Eduardo Alberto (fs. 47/183 del Anexo II); 34) Denuncia ante el Juez Federal Nº 2 de María Cristina Barrera de Egea (fs. 1/3 del Anexo II Cuerpo III); 35) Fotocopia certificada del Certificado de Defunción de José René Moukarzel (fs. 727, fs. 678 del Anexo 1 cuerpo 4); 36) Fotocopia certificada del Certificado de Defunción de Ricardo Daniel Tramontini (fs.1378/vta.); 37) Fotocopias certificadas de las partidas de defunción pertenecientes a Esther María Barberis, Mirta Abdón de Maggi y Claudio Aníbal Zorrilla (fs. 79/81 del Anexo II Cuerpo III); 38) Lista de personal policial del Departamento de Informaciones (fs. 4028/4029 y 4214/4215); 39) Libros de guardia de distintas seccionales de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 4005, 4253, 4085/4100); 40) Fotocopias certificadas de parte de la causa seguida contra Oscar Hugo Hubert (fs. 4346/4358); 41) Fotocopia certificada perteneciente a los autos “Compañy Carlos Eliseo S/ Denuncia” –Legajo 7567 Libro 248, el que se encuentra reservado en Secretaría (fs. 4420/4426); 42) Fotocopias certificadas pertenecientes a extractos de diferentes legajos remitidos por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 4431/4436); 43) Fotocopias certificadas de partes de los legajos personales pertenecientes a Mario Rómulo Neme, Roberto Juan Neme, Nadin Neme y Francisco Alberto Lacube (fs. 4452/4457); 44) Fotocopia certificada del legajo remitido por el Servicio Penitenciario Provincial correspondiente al interno especial José Martín Niztzschman (fs. 4459/4468); 45) Fotocopias certificadas pertenecientes al expediente “Hernández Eduardo Alberto y Svagusa José Alberto” (fs. 4475/4478); 46) Fotocopias certificadas correspondientes al libro de guardia de prevención de la seccional tercera de la Policía de la Provincia de

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Córdoba (fs. 4485/4487); 47) Fotocopias certificadas correspondientes a los planos 9, 10 y 11 publicados en el nomenclador cartográfico de comercio y Justicia –15º Edición- (fs.

Poder Judicial de la Nación 15 USO OFICIAL 4488/4490); 48) Diversas fotocopias certificadas pertenecientes a distintos legajos remitidos por el Servicio Penitenciario Provincial de los detenidos especiales y de otras causas judiciales (fs. 4502/4529); 49) Fotocopias certificadas correspondientes a parte del legajo de Miguel Hugo Vaca Narvaja (h) (fs. 4563/4565); 50) Fotocopia certificada de Legajo Conadep F15 (fs. 3033/37); 51) Constancia de fs. 4577/4581; 52) Certificados de autopsia realizadas a Maria Eugenia Irazusta y Víctor Hugo Ramón Chiavarini (fs. 4582 y 4585); 53) Planos de la Unidad Penitenciaria Nº1 (fs. 353/55); 54) Expediente “Rivera Fermín s/ Denuncia” Expte. 1-R-83 agregado a la presente causa; 55) Expediente caratulado Rivas de Rave, Maria Juana s/ Denuncia Nº 4529 agregado a la presente causa. (fs. 1/188 del Anexo 2 cuerpo 1º); 56) Expediente caratulado Horr Raúl s/ denuncia Nº 7814, Sumario Nº 275 agregado a la presente causa (fs. 1/20 del Anexo 2 cuerpo 1º); 57) Expediente Niztschmann José Martín s/ Denuncia Legajo 7597, agregado a la presente causa (fs. 1/91 del Anexo 2 cuerpo 1º); 58) Expediente Lerner Daniel s/ Denuncia agregado a la presente causa ( Anexo 2 cuerpo 2º); 59) Expediente De Breuil Eduardo Alfredo s/ Denuncia Legajo Nº 7824 agregado a la presente causa; 60) Expediente Barrera de Egea Maria Cristina s/ Denuncia Expediente 12-B-84 agregado a la presente causa ( fs. 1/113, Anexo 2 cuerpo 3º); 61) Expediente Toranzo, Rodolfo s/ Denuncia por Homicidio agregado a la presente causa (Anexo 2 cuerpo 3º); 62) Expediente Denuncia por Privación Ilegitima de la Libertad y Homicidio de Claudio Aníbal Zorrilla, agregado a la presente causa (Anexo 2 cuerpo 3º)- , 63) copia de fs. 23 del legajo penitenciario n° 02080 del interno MOSSÉ, Miguel Ángel (fs. 3 para agregar); 64) copia de fs. 24 del legajo penitenciario n° 02375 de VACA NARVAJA, Miguel Hugo (fs. 4 para agregar); 65) copia de fs. 18 del legajo penitenciario n° 02163 de VEGA, Miguel Ángel (fs. 5 del para agregar); 66) copia de fs. 14 del legajo penitenciario n° 02333 de PAEZ DE RINALDI, Liliana Felisa (fs. 6 del para agregar). 67) copia de fs. 28 del legajo penitenciario DE n° 00153 de BARRERA, Miguel Ángel (fs. 7 del para agregar); 68) copia de la declaración indagatoria de Carlos Enrique Villanueva vertida a fs. 3033/42 de autos “BRUNO LABORDA, Guillermo Enrique y otros p.ss.aa. privación ilegítima de la libertad agravada y homicidio calificado“ Expte 14.573 (fs. 8/20); 69) ficha de antecedentes personales de Raúl Eduardo Fierro (fs. 21 del para agregar); 70) copia de fs. 17 del legajo penitenciario n° 259 de Lucio Guillermo Jarab (fs. 22 del para agregar); 71) copia de fs. 25 del legajo 2238 de Hugo Victorino Hernández (fs. 23 del para agregar); 72) copia de fs. 7 del legajo 2514 de Claudio Waibord (fs. 24 del para agregar); 73) copia de fs. 6 del legajo 3295 de Guillermo Edgardo Yulitta (fs. 25 del para agregar); 74) copia de fs. 17 del legajo n° 37 de Julio Alberto Guemes (fs. 26 del para agregar); 75) copia de fs. 8 del legajo 2800 de José Carlos Ferreyra (fs. 27 del para agregar); 76) copia de fs. 10 del legajo 2913 de Viviana Virginia Venturuzzi (fs. 28 del para agregar); 77) copia de fs. 6 del legajo 2951 de Carlos Hugo Dutto (fs. 29 del para agregar); 78) copia de fs. 16 del legajo 201 de Carlos Alberto Ferreyra (fs. 30 del para agregar); 79) copia de fs. 11 del legajo 2353 de Gerardo Barrero (fs. 31 del para agregar); 80) copia de fs. 3 del legajo n° 5 de Daniel Armando Arias (fs. 32 del para agregar); 81) copia de fs. 7 del legajo 2862 de Jaime Lokman (fs. 33 del para agregar); 82) copia de fs. 13 del legajo 2020 de Federico Víctor Bazán (fs. 34 del para agregar); 83) copia de fs. 19 del legajo 2126 de Jorge Enrique De Breuil (fs. 35 del 16 para agregar); 84) reglamento RC-9-1 “operaciones contra elementos subversivos”; 85) reglamento RE-9-51 “instrucciones de Lucha contra elementos subversivos” 85) copia de los partes diarios del Servicio Penitenciario de Córdoba, Detenidos Especiales, correspondientes a 185

los días 19/01/76, 27/01/76, 20/02/76, 04/03/76, 09/04/76, 29/04/76, 04/05/76, 08/05/76, 12/05/76, 18/05/76, 25/05/76, 27/05/76, 29/05/76, 29/05/76, 12/06/76, 15/06/76, 20/06/76, 01/07/76, 06/07/76, 13/08/76, 08/09/7612/10/76, y el 01/11/76 (fs. 86/107 del para agregar); 86) copia de la nota de fecha 24 de noviembre de 1975 remitida por el Tte Crnel Gutiérrez al Jefe de la Cárcel de Encausados de Rio Cuarto (fs. 108 del para agregar); 87) copia de la nota suscripta por el General de Brigada Luciano Benjamín Menéndez de fecha 21 de noviembre de 1975 dirigida al Subdirector del Servicio Penitenciario Provincial, glosadas a la carpeta “comunicaciones 1973-1980” (fs. 109 del para agregar), 88) copia de fs. 84 a 159 del volumen RC-9-1 “Operaciones contra elementos subversivos” (fs. 110/128 del para agregar) 89) copia de los reglamentos R-C-1 y el RE-C-51; 89) copia del cuaderno de códigos de encubrimiento de la IV Brigada de Infantería (fs. 130/43 del para agregar); 90) origina del cuadaerno de códigos de encubrimiento (reservado en Secretaría), 91) copia certificada de una carta suscripta por Raúl Francisco Primatesta a Jorge Rafael Videla (fs. 511 y 569/71 del “para agregar”); 92) fotocopia certificada de las fojas correspondientes a las calificaciones del año 75/76 y 76/77 obrantes en el legajo de Raúl Eduardo Fierro (fs. 515/33 del “para agregar”) 93) copia del libro histórico de la Policía Militar correspondiente al año 1976; 94) copia certificada de documentación obrante en el archivo del Servicio Penitenciario Provinc ial suscripta por Vicente Meli (fs. 560/1 y 563 del “para agregar”) por González Navarro (fs. 562 del “para agregar”); 95) Memorando producido por el Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor del Área 311 dirigido al personal superior y subalterno, suscrip to por el Coronel Sasiaiñ (fs. 564/6 del “para agregar”) 96) Expediente 9-G-1975 “GALARRAGA, Graciela Silvia p.s.a. tenencia de material subversivo” del Juzgado Federal de Río Cuarto (reservado en Secretaría), 97) fotocopia del legajo penitenciario de María del Rosario Miguel Muñoz (fs. 586/606 del “para agregar”), 98) copia de resoluciones y decretos suscriptos por Miguel Angel Marini desde 24 de marzo de 1976 a 25 de junio de 1976 (reservados en Secretaría) 99) fotocopia del legajo penitenciario de Ana María Pizarro (fs. 665/9 del “para agregar”); 100) certificado sobre contenido de la causa 13 en relación a las víctimas de estas actuaciones (fs. 752 del “para agregar”). Informativa: 1) Informe realizado por la Secretaría del Juzgado Federal Nº 3 respecto del Personal que prestó servicios en la División Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 3422/vta.); 2) Informes remitido por el Tercer Cuerpo del Ejército (fs. 1195/1199, 1465, 1532, 1839, 2001, 2400, 2788, 379 del Anexo I, 36/41 del Anexo II, 16 del Anexo II Cuerpo II); 3) Informes remitido por la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 1039/1044, 1315, 1436, 1753/1754, 1849/vta., 2606/2615, 2807/2810, 3274/327, 4196 y 33/35 del Anexo II, 22/23 y 31/34 del Anexo II Cuerpo II, 52/56 Anexo II Cuerpo II, 14 vta. del Anexo II Cuerpo II, 109/110 del Anexo II Cuerpo III); 3) Informe remitido por el diario La Voz del Interior (fs. 1863, 2049); 4) Informe remitido por la Secretaría de Asuntos Militares –dependiente del Ministerio de Defensa de la Nación- (fs. 1950/1951); 5) Informe remitido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (fs. 1952, 1252 y 4365); 6) Informe

Poder Judicial de la Nación 17 USO OFICIAL remitido por la Secretaría General del Ejército (fs. 1953, 2062/2063, 2443, 2500, 2570/2572, 2737, 2744/2745, 2786/2787, 2797/2798, 2799/2800, 2856, 2894/2902, 3634, 4245/4247,4368/69, 5248/5249, 531/533, del Anexo I, 31/32 del Anexo II Cuerpo II); 7) Informe realizado por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 1 sobre personal del Ejercito de nombre Juan Carlos Hernández (fs. 2738); 8) Informe remitido por el Registro Nacional de las Personas (fs. 1993, 2574/2575, 3113/3114, 3153, 3570, 3643, 3749/3750, 3752, 3765, 3801, 4069, 4472, 1491, 1497, 1513, 703 del Anexo I, 19/20 del Anexo II Cuerpo I); 9) Informe remitido por el Sr. Juez Federal de la ciudad de Bell Ville (fs. 2037/2048, 2623/7); 10) Informe realizado por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 3 respecto del Cabo Luís Vázquez 186

numero de afiliado 65816. (fs. 2652/2653); 11) Informe realizado por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 3 respecto del Agente policial Sixto Rodolfo Contreras LE 6.515.167 (fs. 2720); 12) Informe remitido por el Servicio Penitenciario de la Provincia de Córdoba (fs. 2056, 3143/3144, 345/357, 362/5, 378, 429/431, 587/605, 982/3, 1072/1074, 1082, 1089, 1230, 1253/1254, 1270, 1392, 1431, 1493, fs. 131 del Anexo 1 cuerpo 1º; Fs. 378 del Anexo I, fs. 410/438 del Anexo I, 534/537 del Anexo I, 629/635 del Anexo I, fs. 717 vta. del Anexo I, 12/13 del Anexo II Cuerpo II, 8/21 del Anexo II cuerpo III, 33 del Anexo II Cuerpo III, 62 y vta. y 68 ambos del Anexo II Cuerpo III, 108 del Anexo II Cuerpo III); 13) Informe remitido por el Registro Civil de la ciudad de Córdoba (fs. 2073), de la Secretaría Electoral (fs. 2258, 2423, 2766, 3989612 del Anexo I, 675 del Anexo I y fs. 725/727del Anexo I, fs. 733 del Anexo I, 18 del Anexo II Cuerpo II); 14) Informe realizado en Secretaría sobre el supuesto soldado Olegario Barrios (fs. 2597); 15) Informe realizado por el Sr. Juez Federal Nº 7 de Capital Federal –Dr. Adolfo Luís Bagnasco- (fs. 2727, 2790, 2986/2990); 16) Informe realizado por el Sr. Juez Federal Nº 1 (fs. 2734); 17) Informes del Registro Nacional de Reincidencias (fs. 2815/2824, 2854/2855, 2858/2859, fs. 5932 en relación a Pérez, 5934 en relación a Quiroga, 5936 en relación a Mones Ruiz, 5938 en relación a Alsina, 5940 en relación a M.A. Gómez DNI 10.212.608, 5942 en relación a Pino Cano, 5944 en relación a Tavip, 5945 en relación a D´aloia, 5947 en relación a Paredes, 5948 en relación a M.A. Gómez, DNI 6.659.250, 5951 en relación a López, 5952 en relación a Rodríguez, 5954 en relación a C.H. Pérez, en relación a Calixto Luis Flores a fs. 6423, en relación a Alberto Luis Lucero a fs. 6424, en relación a Yamil Jabour a fs. 6425, en relación a Ricardo Cayetano Rocha a fs. 6426, en relación a Marcelo Luna a fs. 6427, en relación a Juan Eduardo Ramón Molina a fs. 6428 y en relación a Carlos Alfredo Yanicelli a fs. 6429; de Vicente Meli (fs. 5633); 18) Informe remitido por la Subsecretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Provincia de Córdoba (fs. 2999); 19) Informe realizado en Secretaría sobre libro de entradas del Juzgado Federal Nº 1 y 2 en relación a causas ingresadas en los años 1975, 1976, 1977 y 1978 por hechos relativos a apremios ilegales, revisaciones médicas, amenazas, etc. (2576/2584, 2682/2709, 3010/3013, 3014/3016); 20) Informe remitido por la Cámara Federal de Apelaciones de la ciudad de Bahía Blanca (fs. 3427/3431); 21) Informe realizado por el médico Dr. Miguel Eduardo Colazo (fs. 717/718); 22) Informe del Servicio Meteorológico Nacional de la Fuerza Aérea Argentina (fs. 1317); 23) Sobre conteniendo fotografías de publicaciones del diario La Voz del Interior (fs. 1323); 24) Fotografía aérea de la UP1 y plano 18 de la misma (fs. 360/361); 25) Fotocopias certificadas de distintas actuaciones tramitadas por ante el Juzgado Federal Nº 1 de esta ciudad (fs. 1363/1382); 26) Informe de la Secretaría Electoral de Córdoba (fs. 1440,60vta. del Anexo II Cuerpo III); 27) Informe realizado por personal de medicina forense de Tribunales Provinciales de Córdoba (fs. 1455/1457); 28) Informe realizado por el Estado Mayor General del Ejército en relación al Teniente Francisco Pablo D`aloia (fs. 1534/1535); 29) Informe realizado por el Juzgado de Instrucción Militar Nº 72 (fs. 1755, 72 del Anexo II Cuerpo III); 30) Informe remitido por el Registro Civil de la localidad de Cintra (fs. 1768); 31) Informe remitido por el Registro Civil de la ciudad de Córdoba (fs. 1775/1776); 32) Informe remitido por el Hospital Militar Córdoba 141 (fs. 336 del Anexo I); 33) Informe remitido por el Servicio Penitenciario Provincial (fs. 362/365); 34) Informe realizado por el cuerpo médico forense en relación a Bauducco y Muokarzel (fs. 382 y 783 respectivamente del Anexo I; 35) Informe realizado por el juez de instrucción militar de la Fuerza Aérea Argentina (fs. 385/6 del Anexo I); 36) Informe realizado por Gendarmería Nacional (fs. 487); 37) Informe realizado por el Juzgado de Instrucción Militar Nº 69 (fs. 541 del Anexo I, 572 del Anexo I); 38) Informe remitido por la Fuerza Aérea Argentina (fs. 577 del Anexo I); 39) Informe del cuerpo de medicina forense en relación a Eduardo Alberto Hernández, Pucheta y Sgandurra (fs. 29 y 18 respectivamente del Anexo II Cuerpo I); 40)

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Decreto del P. E. N. (fs. 44 del Anexo II, 58/76 de Anexo II Cuerpo II y 112/7 del Anexo II Cuerpo III); 41) Informe de la Policía Federal Argentina (fs. 4159/4160, 187 del Anexo II); 42) Informe del Hospital San Roque (fs. 17 del Anexo II Cuerpo I) ; 43) Informe realizado por Secretaría sobre las distintas causas penales de cada uno de los treinta detenidos (fs. 4326/4345 vta.); 44) Informe del Consejo de Guerra Permanente (fs. 4360); 45) Informe de la Dirección General de Bienestar del Ejército Argentino (fs. 4361/4363); 46) Informe de la Secretaría del Juzgado Nº 3 respecto del legajo del policía Carlos Daniel Gómez (fs. 3964/5); 47) Informe del Hospital Militar Córdoba (fs. 4001); 48) Informe del Hospital Córdoba (fs. 4066); 49) Informe del Ministerio de Salud del Gobierno de la Provincia de Córdoba (fs. 4201); 50) Informe realizado por Secretaría en relación a los autos “Siriani Bruno Ernesto Su Denuncia” que tramitaron por ante el Juzgado Federal Nº 1 de esta ciudad (fs. 4407/4411); 51) Certificado sobre los legajos personales de los policías que prestaron servicios en el Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 4550/4552 vta.); 52) Certificado del libro de la Morgue Judicial en relación a José René Muokarzel (fs. 4553) Fotocopias certificadas de fs 4525/29 en relación a Moukarzel; 53) Informe de Secretaría sobre legajos del personal de la D 2 (fs. 4562); 54) Informes realizados por la Secretaria del Juzgado Federal Nº 3 (fs. 3159 y fs.3177); 55) Fotocopias certificadas de los legajos pertenecientes a Bauducco y Muokarzel, ( fs. 415/439 Anexo 1 cuerpo 2º, fs. 442/482 del Anexo 1 cuerpo 3º); 56) Fotocopia certificada de la orden impartida por Sasiaiñ con fecha 2 de Abril de 1976 (fs. 493/94); 57) informe elevado por el Coronel Edgardo Benjamín Carloni (fs. 144/203). .Pericial: Pericia realizada por el Inspector Rolando Horacio Sor, perteneciente al Gabinete Pericial de la Policía de la Provincia de Córdoba (fs. 1217/1219). Pericia caligráfica elaborada por el perito Ernesto S. Fernández de la Policía Judicial de la Provincia de Córdoba (fs. 6371/74).

Poder Judicial de la Nación 19 USO OFICIAL Y CONSIDERANDO I-. Análisis de los hechos. PRIMER Y SEGUNDO HECHO: En razón de que los hechos descriptos bajo el título “Primer y Segundo Hecho” habrían acontecido en idéntico espacio y en secuencias temporales casi inmediatas, y a los fines de obtener mayor claridad expositiva, entiendo útil abordar su tratamiento en forma conjunta. Es el caso, entonces, de indagar si existen elementos probatorios que den cuenta que – en las fechas mencionadas al describir los hechos - Diana Beatriz Fidelman, Eduardo Daniel Bártoli, María Eugenia Irazusta y Víctor Hugo Ramón Chiavarini habrían sido sometidos a algún tipo de tormento mientras se encontraban detenidos en el Departamento Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba. De igual modo analizaremos las causas por las que se habría producido el deceso de Bartoli, Irazusta y Chiavarini el 30 de abril de 1976 en el interior del Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba. A tales fines, entiendo útil reseñar cuestiones atinentes al funcionamiento del Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba (en adelante “D2”). Las constancias de autos acreditan – con el grado de probabilidad requerido en esta etapa – la existencia de un claro procedimiento para el tratamiento de los detenidos por hechos de subversión. Estos detenidos – previo a su alojamiento en la Unidad Penitenciara Nº1 – eran alojados en el D2 a los fines de su interrogación. Los testimonios también abundan en la metodología utilizada a tal fin, y señalan que los tormentos fueron la herramienta esencial en tal tarea. El voluminoso cuadro de testimonios recabados en el proceso, en su mayoría proveniente de ex detenidos en el D2, da cuenta de ello, y del 188

inequívoco propósito perseguido con la referida metodología, a saber: devastar, doblegar, quebrantar psíquica y físicamente a los denominados “delincuentes subversivos”, a fin de obtener datos de las organizaciones clandestinas a las que les endilgaban pertenecer. Las declaraciones de muchas víctimas de estos procedimientos, como así también valiosa prueba documental, describen pormenorizadamente las técnicas tortuosas aplicadas, indicando que los tormentos consistían en violentos golpes en el cuerpo, particularmente en las zonas más sensibles como los genitales; diversos métodos de asfixia: como sumergir la cabeza en un recipiente con líquido (“submarino”); cubrir la cabeza con una bolsa de nylon en la cabeza (“submarino seco”); tapar boca y nariz con trapos mientras se echaba agua en la cara (“mojarrita”); inmersión de la cabeza en un inodoro; quemaduras con cigarrillos en todas partes del cuerpo; descargas de electricidad con picana; vejaciones sexuales de todo tipo: manoseos, introducción de dedos y manos en vagina y ano, violaciones, simulacros de fusilamientos, entre otros métodos rutinarios de singular crueldad (ver al respecto declaraciones de José Martín Niztzchmann fs. 19/20 del Anexo II Cuerpo II, Hugo Alberto Pujol de fs. 1063/7, Pedro Nicolás Sayago fs. 1168/71, Eduardo Alfredo De Breuil fs. 1880, Alicia Beatríz Wieland fs. 2636/44, Dora Isabel Caffieri fs. 2903/10, Luis Miguel Baronetto fs. 2945/53, Ingrid María Waisman fs. 2940, Jorge Rubén Lagos fs. 2955, Soledad Edelveis García fs. 2976/84, Raúl Ángel Ferreyra fs. 3033, Héctor Daniel Lerner fs. 3156, 20 Dilma Martini fs. 3277/9, Alberto José Caccopardo fs. 3516/19 vta., Ana Isabel Glineur Berne fs. 90/94 de los autos “Faraig, Salvador Enrique …”, n° 45-F/75, reservado en Secretaría, Carlos Alberto Tosco fs. 112/113, Susana Edit Bregoglio de Tosco fs. 139/140 y Lucía Ángela Valfré fs. 166/168, todos estos de las nombradas actuaciones. A lo expuesto se suman varios relatos que las personas detenidas en el D2 entre 1975 y 1976, brindaron al ser indagadas en las causas judiciales en las que se hallaban imputadas por aquellos años por infracciones a la ley 20.840. En tal sentido, de las dieciséis causas penales de aquella época –tramitadas ante los Juzgados Federales Nº 1 o 2 de la Ciudad de Córdoba-, cuyas constancias fueron examinadas en este proceso, surge que fueron cuarenta y seis los detenidos que pusieron de manifiesto ante los entonces magistrados intervinientes, haber recibido por parte del personal del D2, toda clase de apremios, como por ejemplo: cachetadas, trompadas, patadas, golpes en la cabeza con elementos contundentes – como armas de fuego, gomas, palos, etc.-, golpes en los oídos con ambas manos a la vez, ser obligados a desnudarse para continuar los golpes en ese estado, ser objeto de manoseos, simulacros de fusilamiento y ahorcamiento, haberles arrancado el cabello a tirones, introducirles pañuelos en la boca para callarlos, sumergir sus cabezas en un recipiente con agua reiteradamente, ser obligados a permanecer de pie de cara a una pared durante muchas horas recibiendo golpes de cada uno de los policías que pasaban por el lugar, privados durante varios días de recibir alimento, bebida y de ir al baño, golpes en la cabeza contra la pared, colocarles una capucha y retorcérsela a la altura del cuello mientras les echaban agua en la cara, quemaduras con cigarrillos que fueron exhibidas durante las indagatorias ante los tribunales, aplicación de la picana eléctrica, amenazas de matar a cónyuges e hijos pequeños, o de mutilarlos, de golpear a la esposa hasta hacerle perder el embarazo, de dejarlos inútiles para toda la vida, o de secuestrar y maltratar a los padres. En varios casos las mujeres manifestaron haber sufrido violaciones, manoseos y la introducción de manos, el caño de armas, líquidos u otros elementos en la vagina (v. fs. 4326/45). Algunas de las personas cuyos relatos se mencionan precedentemente, por decisión de la propia Policía fueron hospitalizados en razón del estado crítico en el que habían quedado después de las torturas. Tales son los casos –que surgen de las dieciséis causas penales a que se hizo alusión- de Lucía Ángela Valfre, Marta Teresita Mera, Esther María Barberis –quien sindicó al comisario Fernando Esteban como aquel que dirigía la golpiza de la

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que fuera objeto, de Luis Miguel Baronetto y de José Antonio Pettiti (ver fs. 4326/45). En algunos casos esto se corrobora con informes médicos del Dr. Lucio Toribio Aguerre, a la sazón médico forense de los Tribunales Federales que era enviado por la justicia al D2 a fin de verificar el estado de salud de los detenidos ante el requerimiento de algún allegado o pariente que presentaba habeas corpus en los juzgados. En esos documentos el galeno dejó constancia de haber revisado a Diana Fidelman, presentando al 09/08/1975 varios hematomas en el lado izquierdo del abdomen y estado diarreico (fs. 4 del expte. “Fidelman, Diana Beatriz habeas corpus”, n° 48-F-75). Por su parte, del informe médico de fs. 19 del legajo penitenciario n° 02111 perteneciente a Diana Beatriz Fidelman, surge que la nombrada al momento de la revisación médica efectuada al ingreso de la UP1 -proveniente de

Poder Judicial de la Nación 21 USO OFICIAL la D2- con fecha 11/08/1975, presentaba hematomas de forma y dimensiones diversas en el muslo izquierdo, parte superior del maléolo externo derecho, espina ilíaca ántero superior izquierdo y mama derecha por debajo de la aréola; además dolor a la palpación en la región esternal de la nuca y de los rectos anterior al abdomen. Resta destacar que de fs. 6416/19 de autos obran copias del legajo penitenciario de Eduardo Daniel Bartoli (n° 00329) de las que se desprenden expresamente que Diana Beatriz Fidelman fue retirada de la Penitenciaría y conducida al Departamento Informaciones Policiales (D2) el 22 de abril de 1976. A partir de esta fecha que debió probablemente soportar las crueles torturas que habrían dejado, entre otras secuelas no tan visibles, los diversos hematomas a que hace referencia el médico penitenciario. Cabe tener en cuenta asimismo, en relación a Fidelman, que de las constancias de la causa caratulada “Fidelman, Diana Beatriz y otros p.ss.aa. Asociación Ilícita calificada; tenencia de armas y munición de guerra, tenencia de explosivos e infracción ley 20.840” Expte 53-F-75, tramitadas ante el Juzgado Federal n° 1 surge que al prestar declaración indagatoria con fecha 25/09/1976, “(...) Que el día siete de agosto, siendo las ocho y media de la mañana, llega como de costumbre a Maestro Vidal 1010; que ingresó a la casa, cuya puerta se encontraba sin llave, cosa que no le extrañó ya que la dicente no tenía llave de la misma, y fue empujada de la nuca por una persona que se encontraba a sus espaldas y ve a un individuo al frente suyo que le apunta con un arma; de inmediato la despojan de todos sus efectos personales, cartera – que contenía documentación personal, elementos de maquillaje, una aguja, etc. – un reloj, anillos, el abriogo, gamulán, le vendan los ojos y atan las manos hacia atrás, pegándole hasta atontarla. Que pasado cierto tiempo se da cuenta que es trasladada en un automóvil y la lleban a un lugar que después se enteró era el Departamento Informaciones, en la Jefatura. Que la dejaron sola cierto tiempo y luego la llevaron a una habitación donde es levantada en viloentre varias personas y comienzan a pegarle violentamente en el abdomen; que luego le sueltal las piernas y uno de ellos le aplica un golpe en la boca del estómago que la arroja contra la pared, quedando semi desvanecida; que oye que entonces lo traen a De Breuil y a la dicente la llevan nuevamente a la habitaci{on anterior,; que luego la llevaban y traían permenentemente de la habitaci{on a un patio, le pegaban y la manoseaban; que ala noche del jueves la llevan a una ofician, siempre vendada y con las manos atrás, la sientan a una silla, la que es sacada imprevistamente, por lo que la declarante cae al suelo; que allí se siente encima de ella a la altura del estómago un individuo muy pesado y empieza a saltar, mientras otro, u otros, procedían al mismo tiempo que le apretaban rudamente el cuello, a echarle agua en la boca hasta ahogarla; que la dicente empezó a ver estrellas alrededor; que se suspendió por unos momentos la tortura, comenzando luego más violentamente lo que provocó que la compareciente fuera de cuerpo con las consecuencias previsibles; que este hecho causó gran hilaridaed a las personas que la rodeaban, pero, al mismo tiempo la dejaron en paz. Que poco después es arrastrada a otra 190

habitación y luego en andas a un patio, donde escucha que comentan “ a esta no la vamos a violar porque está muy sucia”. Que la devuelven a la habitación y pasado cierto tiempo llega un individuo que la manosea y pone en sus manos el miembro, la besuquea y luego la empuja contra la pared. Que no puede precisar con seguridad los horarios y el orden en que 22 sucedieron los hechos por obvias razones, pero piensa que luego es llevada a un lugar donde le toman una declaración que firma sin saber qué contenía. Que esa noche es llevada al patio y le hacen cerrar los ojos, le quitan la venda y le ponen en la cabeza un trapo de piso sucio de orina, al que le obligan a morder; luego la llevan nuevamente a la habitación y poco después llega un individuo que le quita el trapo y la venda nuevamente. Que toda la noche simulaban que la ibana llevar a torturarla hasta que en una ocasión en que hacían dicho comentario adviertieron que la dicente respiraba con dificultad, por lo que desistieron. (...)”(fs. 6413/15). De igual manera, preciso es considerar los testimonios concordantes de Ingrid Waisman (fs. 2940), Norma San Nicolás (fs. 2966) y Soledad García (fs. 2976/84), en tanto refieren que, al regresar a la cárcel procedente del D2 en abril de 1976, Fidelman comentó a sus compañeras de celda que la policía la había hostigado por su condición de judía y que, en virtud de los tormentos y amenazas que le habían efectuado, tenía el convencimiento que finalmente la matarían. Coincidentemente, y en referencia a los tormentos psíquicos a que Fidelman habría sido sometida, Raul Angel Ferreyra –detenido en el D2 durante algunos días del mes de abril de 1976 y luego liberado- afirma que en ese Departamento se hallaba también detenida Diana Fidelman, en relación a la cual recuerda que la misma era mantenida en carácter de rehen y se la consideraba una condenada a muerte (fs. 3033). Ahora bien, aunque no forman parte del universo fáctico que abordamos en la presente, y simplemente con el objeto de dar cuenta de lo que ocurría en los interrogatorios desplegados en la D2, resulta de utilidad indicar que el Dr. Aguerre también revisó a Miguel Ángel Moze el día 04/08/75 –13 días después de haber sido detenido en la D2- constatando dolor bien localizado en ambos lados (línea axilar) del tórax, en cintura, zonas renales y muslos, observando ligeras excoriaciones en estos (conforme fs. 45 de los autos “MOZE, Miguel A. y otro…” “69-M-75”). Ello puede ser corroborado con el diagnóstico y tratamiento prescripto por el médico que lo atendió a pocos días de su ingreso a la UP1 (Dr. Montbrun), quien le detectó dolores en el tórax con los movimientos respiratorios espontáneos y dolor a la presión en el tórax (fs. 21 del legajo penitenciario n° 00132 perteneciente a Miguel A. Moze). El facultativo forense también examinó a Marta del Carmen Rossetti de Arquiola a 17 días de haber sido detenida en la D2, verificando que la misma presentaba grandes equimosis abarcativas de la mitad inferior de ambas mamas, en proceso de reabsorción (8 a 10 días de producidos) (v. fs. 4340/vta.). Este cuadro se corrobora con el diagnóstico y tratamiento indicado por el Dr. Bustos del Hospital Penitenciario (UP1), quien revisó a la nombrada el 07/11/1975, observando dolor en zonas toráxico, lumbar, coxígea y hematomas en ambas mamas, dolor y sordera en oído derecho (v. ficha médica a fs. 19 del legajo penitenciario 00160 de Rossetti de Arquiola). El mismo galeno constató que Luis Ricardo Verón, también detenido en el D2 antes de ser trasladado a la UP1, se hallaba en estado estuporoso o conmocionado, no respondía a las preguntas ni aun al golpearle la cara, consiguiendo sólo que balbuceara para pedir agua; constató además múltiples hematomas y equimosis en tórax, abdomen y también en bajo vientre y sobre las crestas ilíacas. Tan penoso era el estado de salud de Verón,

Poder Judicial de la Nación 23 USO OFICIAL agravado aún con el mal asmático que padecía, que el director de la UP1 se negó a recibirlo en 191

esas condiciones (ver conforme al respecto fs. 4 y 9 de los autos “VERÓN, Luis Ricardo – Revisación médica a su favor” n° 13-V-75). Desde su ingreso al penal el día 31/10/1975, en la ficha de asistencia médica correspondiente a su legajo penitenciario n° 00174, puede observarse el registro de un intenso y periódico cuidado de su salud (v. fs. 19/20). La lista de personas vejadas, ultrajadas y torturadas en el D2, que luego siguieron su derrotero hacia la UP1 es extensa. Puede citarse el caso de Ricardo Alberto Yung, a quien el médico forense venido en citas, constituido en el D2 el 10/08/75, verificó en su cuerpo traumatismos múltiples de carácter leve en región lumbar, comprendiendo ambas zonas renales (fs. 6 de los autos “YOUNG, Ricardo Alberto – habeas corpus y revisación médica a su favor” n° 1-Y-76). En tanto que su ficha médica penitenciaria registra a su primer chequeo “manos sudorancia fría e hipotención” (cfrme. fs. 18 del legajo penitenciario n° 00018). También Eduardo Hernández y José Alberto Svagusa manifestaron ser objeto de apremios ilegales en el D2 mientras estuvieron allí detenidos. Tal surge de la declaración que Hernández efectuó al momento de ser indagado en sede judicial en autos “HERNANDEZ, Eduardo Alberto y SVAGUSA, José Alberto pss.aa. asociación ilícita, etc.”, n° 9-H-75, donde refirió ser objeto de los métodos de tortura asfixiante llamados “mojarrita” y “submarino”; asimismo de haber sido pisoteado en su mano izquierda en razón de ser su mano “diestra” (v. informe a fs. 4334 y fs. 126/131 del Anexo II, cuerpo I). Dichas lesiones pueden constatarse en la ficha de asistencia médica en la UP1, donde fue llevado tras nueve días de estar detenido en el D2. En este sentido, a fs. 21 de legajo penitenciario n° 00137 surge que Hernández presentó diversas lesiones en sus dedos, como impotencia en dedos de mano izquierda, flexión parcial, sensibilidad, entre otras. Lo propio cabe decir respecto de José Alberto Svagusa, cuyo legajo penitenciario n° 00099, en la ficha de asistencia médica (fs. 28) iniciada a tan solo un día de su arribo desde el D2, da cuenta de una fractura de costilla. Esta lesión podría tener vinculación con los tormentos de los que dijo ser objeto mientras estuvo detenido en el Departamento de Informaciones, según su declaración indagatoria en los autos antes mencionados (v. fs. 137 del Anexo II, cuerpo I). Según el testimonio de Luis Artemio Reinaudi, quien asistió como letrado defensor a José Cristian Funes durante el año 1976, éste le manifestó en la cárcel que había sido torturado y picaneado en el D2 (v. fs. 1902/3). Cabe aclarar que las personas alojadas en el D2 permanecían absolutamente incomunicadas, no pudiendo tener ningún contacto con abogados ni familiares, los que con frecuencia ignoraban si el detenido se hallaba o no en esas dependencias, hasta que transcurridos varios días la Policía recién proporcionaba información. Por tal razón, el recurso de habeas corpus interpuesto ante la Justicia –al menos durante los últimos meses de 1975 y primeros de 1976- se tranformó en el instrumento esencial mediante el cual la familia lograba –no en todos los casos- enterarse del lugar en que se hallaba el detenido, procurando – en los supuestos en que confirmaban que estaba en el D2- que fuera cuanto antes revisado por 24 un médico y trasladado a alguna Unidad carcelaria, a los efectos de evitar que continuaran las torturas que generalizadamente se sabía aplicaban en esa dependencia. En cuanto a este último propósito, los habeas corpus fueron efectivos en varias oportunidades; sin embargo, las lesiones que repetidamente observó el médico forense, no condujeron al inicio de actuación alguna tendiente a averiguar sus causas y responsables (Luis Artemio Reinaudi fs. 1899/1903, Enrique Mario Asbert fs. 3320/8, certificado de fs. 4326/45). También el Servicio Médico de la UP1, además de los casos referidos, pudo constatar lesiones en otros detenidos procedentes del D2. Así en el caso de René

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Muokarzel, a quien se le detectó una deformación de la pared costal –hemitorax izquierdoprobablemente producida por quebradura de costillas y una posterior mala “afrontación” de los extremos óseos. Moukarsel aseveró al Tribunal que debido a los golpes que le propinó el personal del D2 cuando estuvo allí detenido, tenía fracturadas tres o cuatro costillas y que por no recibir una adecuada y oportuna atención médica, las fracturas derivaron en una deformación que debía apoyar en uno de sus órganos puesto que le causaba mucho dolor y le impedía hacer movimientos (fs. 4326/45). Una muestra más de la desmedida crueldad y violencia con que trataban a los detenidos en aquel departamento policial, es lo ocurrido a Horacio Américo Siriani, joven arrestado en Cruz del Eje el 9/4/75 y conducido al D2 en la madrugada del día siguiente. Habiendo permanecido en esa repartición por poco más de un día y en momentos en que la fuerza policial todavía no proporcionaba ningún informe a la familia sobre su paradero, el nombrado dejó de existir como consecuencia de contusión cerebral. Los médicos forenses que examinaron el cuerpo pudieron constatar que presentaba: 1) herida puntiforme a la altura de la 10ª dorsal; 2) escoriaciones superficiales en ambas escápulas; 3) seis escoriaciones puntiformes en la cara interna del brazo izquierdo y otras dos en cara dorsal de ambas manos; 4) escoriación de dos por un centímetro en brazo derecho; 5) quemadura surco ungeal en el dedo mayor de la mano derecha; 6) escoriaciones de tres por dos centímetros en el dorso de ambos pies; 7) escoriación de un centímetro en el tercio medio de la pierna derecha; 8) lesiones erosivas múltiples que parecían quemaduras, en el glande; 9) lesiones erosivas que podían ser quemaduras de cigarrillos en el testículo izquierdo; 10) hematomas en ambos párpados inferiores; 11) marcada inyección conjuntival; 12) escoriación de cuatro por tres centímetros en ángulo externo del ojo derecho; 13) restos de tejido de color celeste –pelusas probablemente de la capucha que se le había colocado- en las caras anterolateral izquierda y derecha del cuello. Las heridas externas se correspondían con grandes hematomas y coágulos internos, producidos dentro de las 24 o 48 últimas horas de vida, deduciendo del cuadro observado que la causa eficiente de la muerte había sido insuficiencia cardio-circulatoria producida por traumatismos cráneo-encefálicos que databan de tres o cuatro horas antes del deceso (fs. 4407/11). Iniciado en sede judicial el sumario para investigar lo sucedido, las diez personas que habían sido detenidas en distintos lugares de Cruz del Eje y traídos a Córdoba junto a Siriani, coincidieron en que una vez en el Departamento Informaciones fueron

Poder Judicial de la Nación 25 USO OFICIAL encapuchados y colocados contra una pared, esposados, con las manos en la nuca, abriendo los pies, sin apoyarse, debiendo permanecer inmóviles hasta el día siguiente, posición esa que sólo pudieron abandonar una vez en todo ese lapso, cuando les tomaron fotografías y las huellas dactilares y los interrogaron sobre los datos personales; durante esos dos días no se les permitió beber ni ingerir alimento alguno, ni ir al baño, haciéndoles escuchar continuos comentarios intimidatorios. En esas horas Siriani reclamó reiterada e infructuosamente que le dieran agua, percibiendo los declarantes -por los ruidos y expresiones escuchadas- que el nombrado cayó en un momento al suelo como desvanecido, oportunidad en que los policías lo instaron a levantarse propinándole golpes; más tarde Siriani volvió a reclamar insistentemente por agua y para que lo lleven a un baño, contestándoles los policías que abriera más las piernas, volviendo nuevamente a golpearlo, ante lo cual Siriani –encapuchado como todosreaccionó intentando atropellar a los guardias para irse al baño, golpeando con el pie a uno de los custodios, quienes a partir de ese momento aplicaron al detenido reiterados y duros castigos, más virulentos cada vez, en razón de que continuaba aquejado. Que todo policía que llegaba, se acercaba a aquel detenido y le propinaba algún golpe por haberle pegado a un 193

centinela; siendo luego sacado del lugar para regresarlo después de un lapso más o menos prolongado, lo traían agachado sosteniéndolo fuertemente de la capucha como si quisieran asfixiarlo; ya siendo la mañana del día 11/4, Siriani comenzó a hacer afirmaciones incoherentes, como desvaríos o alucinaciones. Nuevamente fue castigado por los policías y tratando de defenderse trabándose en un forcejeo con los guardias, llegaron más policías que lo continuaron castigando por unos pocos minutos puesto que se escuchan dos go lpes con un objeto contundente –al parecer una tabla de madera- en virtud de los cuales Siriani ya dejaría de quejarse, cayendo al piso, por lo que fue extraído del lugar a la rastra (fs. 4235). Existen otros numerosos elementos de juicio que dan cuenta de los apremios de los que fueron víctimas las personas detenidas en el D2, entre los cuales deben mencionarse las cartas secuestradas en octubre de 1975 por los propios integrantes del D2, en un domicilio que presumiblemente habría sido utilizado por una de las organizaciones declaradas ilegales, cuyo accionar era perseguido penalmente en aquella época. Dichas cartas fueron agregadas a la causa criminal seguida contra los ocupantes de aquel domicilio –entre otros imputados- como prueba de la vinculación que supuestamente ellos tenían con la organización declarada ilícita, puesto que tales escritos contenían informes proporcionados por integrantes de esa asociación, detenidos en las cárceles, en los que relataban todos los pormenores de su aprehensión, las razones por las que habían “caído” y sus experiencias a partir de ese momento, entre las que incluían claras referencias a las torturas sufridas en el D2. Merece destacarse que no se trata de escritos preparados para ser presentados ante un Juez en ejercicio del derecho de defensa o a los fines de radicar denuncia alguna, sino –por el contrario- correspondencia interna que nunca hubiera llegado a manos de la Justicia, a no ser por el allanamiento y secuestro efectuado por los preventores, razón por la cual aparece desprovista de toda otra intencionalidad que no sea la de dar a conocer las circunstancias vividas. En tales misivas, personas identificadas como Luciano, Ricardo, Sebastián, son contestes en relatar los tormentos que habrían sufrido en el D2, coincidiendo con los 26 testimonios primeramente referidos, en cuanto a los golpes de puño, puntapiés, submarino – con agua mezclada con nafta, o “seco” con sal gruesa-, varios días ininterrumpidos de plantón en posiciones difíciles, encapuchados, con las manos esposadas hacia atrás, sin agua, sin comida, descargas eléctricas, amenazas de darle muerte a los parientes, de castrarlos, golpes en los testículos, o provocándoles quemaduras con ácido, simulacros de fusilamiento, la introducción de un palo en el ano, tormentos estos de los que solo podían descansar cuando se desmayaban (fs. 4041/9). Los sistemáticos tormentos se encuentran entonces acreditados por los testimonios aludidos y confirmados por los informes médico-forenses del Dr. Lucio Toribio Aguerre. A su vez, también (re)confirmados con los informes médicos efectuados por los galenos de la UP1 que revisaban a los detenidos “especiales” a su ingreso al establecimiento, y en particular a los provenientes del D2, tal como consta en los legajos penitenciarios supra consignados, entre los cuales hemos visto los de personas que resultaron objeto de los delitos que en el presente proceso se investigan. Acreditadas de tal modo las circunstancias y condiciones en que se hallaban las personas detenidas en dependencias del D2 al momento de los hechos -entre las cuales, como hemos visto se encontraba Diana Beatriz Fidelman- cabe ahora referirse a las torturas presuntamente sufridas por Daniel Eduardo Bártoli, María Eugenia Irazusta y Víctor Hugo Ramón Chiavarini, y posterior deceso de los mismos, todo lo cual habría ocurrido en el interior del Departamento de Informaciones, el día 30 de abril de 1976. Del comunicado emanado del Tercer Cuerpo del Ejército difundido en el diario “La Voz del Interior” de esta Ciudad el día 02 de mayo de 1976, surge que el 30 de abril de ese mismo año, en horas de la mañana se produjo un intento de fuga en el interior de la

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Jefatura de la Policía Provincial, en ocasión en que a la detenida María Eugenia Irazusta se le quitaron las esposas para ir al baño, abalanzándose sobre el guardia, momento en el cual concurren también otros dos detenidos, Chiavarini y Bártoli, produciéndose un forcejeo, logrando los detenidos arrebatarle el arma al custodio; ante lo cual y al acudir el resto del personal policial que se encontraba en el lugar, se abrió fuego, dándole muerte a los tres detenidos aludidos (fs. 1323). En términos similares se expresa el memorando de fecha 04 de Mayo de 1976 de la Policía Federal Argentina, en base a datos proporcionados por la Policía Provincial, a través del cual se informa que el hecho no aconteció en la Jefatura de esa Policía, sino en dependencias del Departamento 2 de Informaciones Policiales (fs. 3333/5). Por su parte, el Comisario Américo Romano, oficial jefe del D2 a cargo de la División Investigación de la Información –que en 1976 ostentaba el contralor directo de las secciones: inteligencia, explotación, actividades extremistas, apoyo técnico, delitos comunes y brigadas antisubversivas (fs. 4550/2)-, agregó en sede del juzgado de instrucción militar Nº 69, en relación a éste hecho, que como resultado del “intenso tiroteo” fue “malamente herido un Sargento de apellido Luna”, relatando –a diferencia de lo indicado por los comunicados previamente aludidos- que el que arrebató el arma e intentó abrirse camino para fugarse era Bártoli y no Irazusta (fs. 4567/8).

Poder Judicial de la Nación 27 USO OFICIAL Expuesta así la explicación proporcionada oficialmente, sin embargo, en base a numerosas circunstancias resultantes de la prueba reunida en la causa, puede concluirse rigurosamente en que aquel episodio no habría acontecido de acuerdo a lo informado por las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Cabe apuntar a este respecto en primer lugar que los detenidos en dependencias del D2 permanecían vendados –o encapuchados- y maniatados (además de los testimonios arriba analizados, ver los de Dilma Martini a fs. 3227/9, Ingrid Waisman a fs. 2949, del policía Edgardo Ernesto Lucero a fs. 3793 vta., e inspección ocular efectuada en autos “Siriani Bruno Ernesto Su Denuncia” [nº 20-S-75] que tramitaron ante el Juzgado Federal Nº 1 de esta ciudad –fs. 4371-), lo cual permite colegir fundadamente que Chiavarini, Irazusta y Bártoli se encontraban en las mismas condiciones, por tanto, imposibilitados absolutamente de intentar escapar. Además debe ponderarse especialmente el entorno en el que se encontraban: una dependencia policial, varios efectivos armados, y demás condiciones propias a la función de una fuerza de seguridad. Ello, de acuerdo a parámetros de racionalidad, nos conduce a pensar que eran mínimas -por no decir inexistentes- las posibilidades de que, no uno, sino tres detenidos, sin coordinación alguna, sin medios, de manera espontánea y simultáneamente, pudieran deshacerse de vendas y esposas para atacar a los guardias en un intento de fuga. Debe advertirse al respecto que, tal como lo relata una de las mujeres que permaneció alojada en esas dependencias, la circunstancia de haber tenido puestas las vendas por un período prolongado, provocaba mareos al momento de sacárselas, cayendo con frecuencia las pestañas (fs. 4030/49), por lo que más dudoso resulta que en esas condiciones alguien intentara insubordinarse, menos aún atacar a los custodios, cuyo número, armamento y organización no se había tenido oportunidad de observar –justamente por la imposibilidad de visión- e intentar escapar a través de instalaciones edilicias a las que tampoco se había podido ver. Sumado a ello, el desprecio que sistemáticamente ponían de manifiesto los policías de ese Departamento, respecto a la dignidad y a los más elementales derechos de las personas detenidas, a través de terribles y generalizados tormentos –a los que se aludió precedentemente- y las permanentes demostraciones del escaso valor que le asignaban a sus 195

vidas, muestran de manera contundente la irracional violencia y animosidad de la que los integrantes de aquella repartición estaban acostumbrados a esgrimir y que tornaban evidentemente suicida cualquier intento de burlar los límites impuestos por dicha autoridad, resultando pues sumamente dudoso el que se hubiere procurado desafiar tan adversas perspectivas de aseguramiento. Las probanzas reseñadas permiten además descartar la hipótesis de una desesperada y absurda tentativa de escape. En efecto, coinciden distintos testimonios en que justamente Bartoli, Irazusta y Chiavarini se hallaban, como consecuencia de las torturas sufridas, prácticamente inertes. Así, Luis Miguel Baronetto y Jorge Rubén Lagos, aseguran haber conversado en la UP1 con el detenido Raúl Guevara, quien estuviera en el D2 al tiempo de ocurrir los hechos en examen, narrándoles que Bartoli estaba muy torturado y dolorido, que ya casi no se movía ni se quejaba (fs. 2945 y 2955). 28 Por su parte, Héctor Daniel Lerner declaró haber sido testigo “ciego” – en razón de las vendas- de las torturas sufridas por una madre y su hijo de apellido Ciavarelli – en clara alusión a Hugo Chiavarini, quienes fueran privados de libertad juntos y mantenidos ambos en el D2 en un mismo espacio físico durante tres días, en tiempo coincidente con la detención de Lerner (fs. 3227/9)-, aclarando este testigo que recordaba muy bien ese episodio puesto que el hijo “murió” en la tortura y la madre lloró sobre su hombro –es claro que, de no haber fallecido en esos mo mentos, la percepción de Lerner respecto a la muerte de Chiavarini obedecía sin duda, a que éste se hallaba inconsciente e inmóvil- (fs. 3156). Conteste con Lerner, Alberto Cacopardo –también detenido en el D2 al tiempo de los hechos- manifiesta respecto a Chiavarini que pudo enterarse de que llevaba varios días de tortura, encontrándose prácticamente sin vida, recordando que no había hablado ni en presencia de su madre en aquel lugar (fs. 3516/19). Del mismo modo, Raúl Ángel Ferreyra, igualmente detenido en el D2 al momento de estos hechos, afirma haber escuchado que Irazusta era interrogada, y que esta negaba totalmente las actividades subversivas que le enrostraban, para luego ser duramente torturada, no pudiendo percibir nada más hasta que en un momento siente que arrojan en el suelo al cuerpo de una persona, mientras que los policías que la traían comentaban que se habían excedido en el uso de la corriente eléctrica y que por tal motivo se encontraba en grave estado y al parecer –debido a su respiración y gemidos- era víctima de un fuerte shock, casi agonizante (fs. 3033). Concordantemente, Graciela Peralta Arias afirma que durante el velatorio de María Eugenia Irazusta –llevado a cabo al día siguiente del supuesto intento de fuga-, pudo ver que el cuerpo de la occisa presentaba signos de haber sido torturada, la mitad izquierda de su rostro estaba negra, como con un gran moretón y tenía además las muñecas y los dedos de las manos quebrados, habiéndole contado la madre de Irazusta que al encargarse de vestir a su hija fallecida, observó que sus talones estaban totalmente lastimados y que en las piernas tenía marcas como de latigazos, presentando una única perforación a la altura de su seno izquierdo (fs. 3895/6). Así pues, es posible concluir que la muerte de aquellos tres detenidos no obedeció de manera alguna a un “intercambio” de disparos motivado por la intentona de apoderarse uno de ellos del arma de un policía. Por el contrario, de no haberse producido las muertes directamente como consecuencia de la tortura, resulta claro que integrantes del D2 los ultimaron, dado el grave estado en que se hallaban. Corrobora lo expuesto, el relato de Carlos Company sobre la experiencia vivida personalmente en dependencias del D2, apenas unos días después de acontecido el hecho objeto de análisis. En efecto, encontrándose también privado de libertad en aquel departamento policial, Company detalla pormenorizadamente las torturas a las que fue

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sometido –a las que ya se hizo referencia-, para luego contar que en momentos en que lo habían dejado sentado en un banco de cemento pudo escuchar claramente que los policías discutían respecto al destino que habrían de darle, recordando que mientras unos proponían liquidarlo, otros insistían “... en comunicarse con la Jefatura de Policía. Por fin se comunican

Poder Judicial de la Nación 29 USO OFICIAL con ella, alguien desde el otro extremo de la línea telefónica, prohíbe que me saquen, aduce que no hay pruebas contra mí y que se me puede dejar en libertad. Se reanudan las discusiones entre ellos, algunos no aceptan la orden e insisten en liquidarme porque soy un peligro y voy a hablar afuera. Nuevas llamadas telefónicas a la Jefatura. Pero la Jefatura se mantiene firme ... deben dejarme en libertad ...”. Los torturadores aceptan a regañadientes lo inevitable, pero argumentan que estaba muy golpeado y que en esas condiciones no podían dejarlo ir. Company continúa escuchando luego conversaciones aisladas, relativas a la posibilidad de liquidarlo cuando salga. Finalmente, pasado un día más, lo dejan en libertad (fs. 3671/4). Así pues, no resulta forzada la conclusión de que las ráfagas y disparos escuchados en el D2 el día 30/4/76 fueron sólo parte de un simulado enfrentamiento tendiente a justificar las muertes de los tres detenidos que se encontraban ya muy torturados, y que es posible que se produjeran justamente para encubrir las aberrantes atrocidades que practicaban sobre los cuerpos de los detenidos, dando en el caso de estos tres, los “tiros de gracia” con los que fueron ultimados. Obra en autos, asimismo, la fotocopia de un relato mecanografiado en Brasil, en noviembre de 1980, por el que dice ser “Carlos Raimundo Moore” –quien, supuestamente permaneció detenido en dependencias del D2 desde 11/74 a 11/80, prestándose a colaborar con las fuerzas policiales durante ese período (“quebrado”)-, en el que se hace expresa referencia a la muerte de Bartoli, Irazusta y Chiavarini. Moore, narra que a las 10.45 hs. de un día soleado y despejado, pero fresco, tras un gran movimiento y reacomodamiento de detenidos en los patios, pasillos y oficinas de Informaciones, se escucharon ráfagas de ametralladora y disparos aislados de pistolas en el patio y pasillo del baño. Inmediatamente pudo ver a “Piruchin” destrabando una pistola ametralladora Halcón 9 mm. que pertenecía a la Guardia, también al “Chato” (Calixto Luis) Flores con otra ametralladora Halcón 9 mm., a “Sérpico” (José Raúl) Buceta con una pistola Ballester Molina 11.25 mm –posiblemente ilegal, es decir, no provista por la repartición- y a “Boxer” Antón con una escopeta de fábrica marca Batán 12 mm, que estaba trabada y de la cual no podía extraer la vaina servida – deduciendo que este último debió haber hecho un solo disparo puesto que la recámara estaba completa. Inmediatamente después, siempre según sus dichos, Moore fue llevado al lugar para limpiar el piso, pudiendo ver los cadáveres de los asesinados Bartoli, Irazusta y Chiavarini, en momentos en que los empleados “operativos de la brigada” se ocupaban de acomodar los cuerpos de acuerdo a la conveniencia de la trayectoria de las balas a los fines de disfrazar el fusilamiento como un intento de fuga. Relata, asimismo, que el Comisario Tissera le adelantó que iba a tener que comparecer a declarar como testigo de la tentativa de escape de los tres muertos, en caso que la Justicia lo solicitara (fs. 768/786). En relación al escrito citado, debe aclararse que si bien se trata de una fotocopia, cuyo contenido no pudo hacerse ratificar o rectificar por quien dice ser su autor teniendo en cuenta que Moore registra como último domicilio en la ciudad, uno que data del año 1970 (conforme extracción del Padrón Nación Electoral de fs. 6047, y que es de público conocimiento que se encuentra exiliado en el exterior, desconociéndose su actual paradero- lo 30 cierto es que aquel extenso relato de todas las vicisitudes que el nombrado vivió en el período 197

en el que estuvo detenido, el reconocimiento llano de haber optado por cooperar con la policía “traicionando” a la organización en la que hasta el momento de su detenc ión había militado, sumados a la narración de los numerosos hechos delictivos perpetrados por el personal del D2, cuyas circunstancias Moore pudo conocer no sólo por haber escuchado los comentarios de los propios policías implicados con los cuales alternaba, sino también por haber presenciado personalmente en algunos casos las conductas ilícitas que se describen, me llevan a la convicción que no pudo ser otro más que él quién redactara el escrito en cuestión. Apoyan tal convicción el hecho que numerosas pruebas independientes, corroboran la circunstancia de la permanencia de Carlos Raimundo Moore (a) “Charly Moore” en el D2 durante los años 1974 a 1980; la situación privilegiada que, como persona privada de libertad, ostentaba dentro de esas dependencias -en comparación al trato denigrante que recibía la generalidad de los detenidos-; su intervención –como un integrante más de la brigada policial- en los interrogatorios practicados a otros detenidos; su situación procesal en las dos causas en las que estuvo imputado; las circunstancias en que fue indagado y el contenido de sus declaraciones en sede judicial; sus temporarios traslados a los centros de detención La Rivera y La Perla; como también su fuga a Brasil en 1980, junto a su compañera Mónica Elina Cáceres. En efecto, basta relacionar las declaraciones testimoniales de los detenidos Alicia Wieland (fs. 2636), Luis Miguel Baronetto (fs. 2940), Marta Elena Ríos Barrera (fs. 4030/40), de Edgardo Ernesto Lucero (fs. 3793/5), con las constancias resultantes del sumario policial instruido en la Dirección General de Operaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba identificado bajo el Nº 01/97 por la infracción al régimen disciplinario de dicha institución (reservado en Secretaría), de la causa “Waisbord Claudio, Zorrilla Claudio Aníbal, Sarmiento Juan Domingo” (Expte. Nº1-W-72) –fs. 1459/64 y expediente reservado-, del informe de Secretaría obrante a fs. 4326/45, de la documental de fs. 4375 y del legajo de antecedentes que la Policía Federal –Delegación Córdoba- posee de Moore, para advertir con claridad que sólo él, dadas las circunstancias de tiempo, lugar, personas y modo en que vivió desde 1974 a 1980, pudo volcar en un escrito, toda la información que las fotocopias en examen contienen, en la forma, época y con el sentido en que esos datos se encuentran detallados. A ello se suma que las firmas que aparecen estampadas en cada una de las hojas, poseen rasgos caligráficos muy similares a las que figuran puestas en original por Carlos Moore en los diversos actos procesales en los que intervino en la causa “Zorrilla Claudio Aníbal y otros pss.aa. participación en robo calificado y asociación ilícita” (Expte. Nº 6-Z-74) tramitado ante el Juzgado Federal de la ciudad de Bell Ville; sumado a que el escrito dice ser realizado en San Pablo, Brasil en Noviembre de 1980, surgiendo de autos que efectivamente Moore y su pareja Mónica Elina Cáceres, se encontraban exilados en ese país desde pocos días antes al inicio de tal narración (fs. 4030/4049 –declaración testimonial de Marta Elena Ríos Barrera- y legajo con antecedentes de la Policía Federal Argentina, relativos a Carlos Moore, reservado en Secretaría). Asimismo, a fs. 6420/21 obra copia de la declaración testimonial de María Cristina Tobares, que relata que – encontrándose en Brasil, y

Poder Judicial de la Nación 31 USO OFICIAL habiendo solicitado protección del ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados Políticos), se enteró que por las oficinas de San Pablo del ACNUR pasó Charlie Moore. Que si bien ella no lo conoció escuchhó que esta persona había pasado por la oficina y que en dos días lo habían sacado a otro país, que había llegado vía Paraguay y lo habían llevado a Suecia. Que también allí se enteró que Moore vivía en un departamente en el Cabildo con su pareja, en Córdoba. Todos estos elementos permiten confirmar de manera coherente y 198

concordante, el valor meramente indiciario que tiene en si mismo el escrito de fs. 768/786, valor que adquiere fuerza probatoria justamente porque se encuentra respaldado por las constancias referidas. Ahora bien, persuadida de que el contenido del escrito pertenece a Carlos Raimundo Moore, no debe perderse de vista también que –salvo los previsibles y entendibles errores o diferencias respecto a datos secundarios que bien pudo por el paso del tiempo olvidar o confundir al efectuar su informe, más aún teniendo en cuenta la multiplicidad de circunstancias a las que alude- el relato básico de los hechos materia de este proceso sobre los que se explaya, resulta ajustado a la realidad. Ello así por cuanto, la existencia de tales acontecimientos y gran parte de sus circunstancias se encuentran esclarecidas, como se dijo, por otras probanzas coincidentes con el escrito en cuestión –algunas de las cuales ya fueron ponderadas-, concurriendo el informe de Moore a completar coherentemente la descripción de lo sucedido, con datos que sólo podían obtenerse desde las filas de la policía, o bien, en las dependencias en que éstas operaban. Existe un dato aportado por Carlos Moore de especial significación en cuanto patentiza que el episodio de la muerte de los tres detenidos fue previa y fríamente preparado. El dato refiere a que minutos antes de escucharse los disparos de armas de fuego, los policías efectuaron un gran movimiento de los detenidos, reacomodándolos en los distintos patios y pasillos del Departamento Informaciones, obviamente para despejar el área en que habría de tener lugar el disfrazado “intento de fuga”. Tal circunstancia fue recordada por el testigo Alberto Cacopardo, quien señala que la mayoría de los detenidos fueron trasladados a otras instalaciones dentro del predio, escuchando movimiento extraños, distintos de los habituales, sumados a algunas risas y comentarios jocosos de los policías que anunciaban “parece que se quieren escapar”, para luego escuchar los disparos, sin recibir ninguna explicación por parte del personal que los custodiaba (fs. 3516/19). También Daniel Roberto Juez recuerda que a él y a otros detenidos que se hallaban sentados en un banco, los hicieron cambiar de lugar, luego de lo cual se sintió mucho ruido y gritos diciendo “se escapan”, escuchándose tiros en la zona de los baños (fs. 3391). En plena correspondencia con tales testigos, apenas reintegrado a la UP1, el interno Raúl Guevara relató a Luis Baronetto, que habiendo sido llevado al D2, fue colocado en un mismo recinto con Daniel Bártoli y otros detenidos, siendo tanto Guevara como Bártoli duramente torturados a lo largo de varios días, recordando que cuando Bártoli dejó de moverse y quejarse de dolor, lo sacaron y lo pusieron al lado de otro detenido que no procedía de la cárcel –seguramente Chiavarini- en una habitación cercana al baño (fs. 32 2945/53), no siendo extraño que ya en ese momento, el destino de aquellos dos inertes prisioneros hubiese estado signado. Guevara agregó que luego de la balacera, se produjo un silencio total y que durante varias horas no permitieron a ningún detenido concurrir al baño y que, finalmente, cuando lo llevaron al sanitario, pudo observar que la habitación lindera tenía manchas de sangre y que no quedaba allí ninguna persona (fs. 2945/53) . Otra de las circunstancias narradas por “Charly” Moore, que pudo ser confirmada por este Tribunal, es el hecho -comentado entre los policías- que de Chiavarini se ignoraba si había integrado alguna agrupación, organización o partido político, trascendiendo que su muerte había obedecido a un error o confusión. Si bien entiende la suscripta que el nombrado no fue “elegido” erróneamente para ser fusilado, sino que –como se dijo- fue tan torturado, que el grave estado en que se hallaba, determinó que fuera él uno de los supuestos “fugados”, lo cierto es que resultan concordantes con la incertidumbre o ignorancia de los antecedentes de Chiavarini a las que Moore se refiere, la circunstancia mencionada por Cacopardo, respecto a que, pese a la tortura, Chiavarini no proporcionó información alguna en los interrogatorios (fs. 3516/19), el que en la partida de defunción hicieran consignar mal el

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nombre de la víctima (fs. 3228), sumado al hecho que los antecedentes que finalmente el IIIº Cuerpo del Ejército termina atribuyéndole –en forma potencial- al comunicar su muerte, son inexactos (fs. 3227/9, 3234/5), lo cual indica, que efectivamente, las fuerzas de seguridad desconocían –más allá de sus datos filiatorios- quién era la víctima. Debe ponderarse especialmente, tal como se enunciara más arriba, lo que constituyó una modalidad en el accionar de las fuerzas represoras, esto es, el ocultamiento de cualquier rastro documental donde pudieran quedar asentados registros para comprobar la actividad que se desarrollaba con los detenidos calificados como “subversivos” (especial análisis mereció este tópico en la conocida sentencia recaída en la “Causa 13/84” -también llamada “Juicio a las Juntas”- dictada por la CNACyCF el 09/12/85). Este accionar no fue ajeno al D2. Pese a las diligencias efectuadas por el tribunal para dar con los sumarios instruidos en dicha dependencia, en especial con relación a Chiavarini, Bártoli e Irazusta, todos los esfuerzos resultaron inútiles. Obsérvese a fs. 1040 donde obra un informe remitido por el Director General de Inteligencia de la policía provincial dando cuenta que con respecto a las muertes de los tres nombrados, se cuenta (al año 1986) solamente con antecedentes de índole “informativa”, y que de haber existido antecedentes documentales, posiblemente los haya destruido el fuego en un incendio ocurrido el día 15/11/83, cuyas actuaciones investigativas se elevaron al Juzgado de Instrucción 1ª Nom. Solicitadas que fueran dichas actuaciones al Archivo General del Poder Judicial (v. fs. 6275), pudo constatarse que efectivamente hubo un incendio el día 15/11/1983, pero que recién se puso en conocimiento de la justicia dos días más tarde, brindando el entonces subcomisario –ahora imputado- Yamil Jabour una fútil explicación para justificar la demora: que no se ponían de acuerdo con los Bomberos acerca de qué institución iba a comunicar el hecho a la Justicia. Asimismo surge que se constituyó el Tribunal y el Ministerio Público en las dependencias del D2 (que por entonces funcionaba en la calle Mariano Moreno) y se confeccionó un inventario con la documentación salvada y a medio quemar. Se trataba de

Poder Judicial de la Nación 33 USO OFICIAL sumarios y libros de guardia correspondientes a los años 1966/1983, relacionados algunos, a detenidos por causas políticas (infracción a la ley 20.840). También surge que dicha documentación quedó bajo resguardo. Todo ello consta en las actuaciones caratuladas: “Policía de la provincia- Direc. Gral. de Inteligencia Co munica Principio de Incendio Ocurrido en Archivo del mismo” (n° 80 del 17/11/1983), que en copias certificadas remitiera a este tribunal el archivo del Poder Judicial de la Provincia (v. dichas actuaciones reservadas en Secretaría). Sin embargo, solicitadas que fueran recientemente a la Policía de la Provincia documentación perteneciente a la D2, correspondiente a los años 1975/1976, se informó que no cuentan con antecedentes al respecto (v. fs. 6131/6135), lo que hace presumir fundadamente que aquella valiosa documentación, fue ocultada o destruida, imposibilitando su utilización como elemento de prueba. Con el análisis que antecede, entiendo que queda suficientemente acreditado, con el grado de certeza propia de esta etapa procesal, que Diana Beatriz Fidelman, Víctor Hugo Ramón Chiavarini, Eduardo Daniel Bártoli, María Eugenia Irazusta, mientras estuvieron alojados en el D2, habrían sido víctimas de tormentos por parte de personal policial en servicio en el Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba y que el 30 de abril de 1976, Chiavarini, Bartoli e Irazusta habrían sido muertos por disparos de armas de fuego, también por personal de dicha dependencia, en las circunstancias que se describen en los hechos nominados como primero y segundo. TERCER HECHO: 200

Al describir la plataforma fáctica de la presente, se detalló en tercer lugar los tormentos que desde el día 2 de abril de 1976 - y mientras duró su estadía en la UP 1 - habrían sufrido los llamados “detenidos especia les” Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarzel, Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung, Eduardo Alberto Hernández, José Alberto Svagusa, Carlos Alberto Sgandurra, José Ángel Pucheta, Claudio Aníbal Zorrilla, Miguel Ángel Barrera, Mirta Noemí Abdón de Maggi, Esther María Barberis, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola, José Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Eduardo Alfredo de Breuil, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontini, Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto. A este respecto, debo señalar que analizando la cuestión desde el tipo penal consagrado en el art. 144 ter del C.P., puede distinguirse en el régimen impuesto a partir de marzo/abril de 1976 claramente dos metodologías tendientes a producir - ambas sufrimientos físicos y psíquicos a quienes se encontraban alojados en los pabellones destinados a “presos especiales”. La primera metodología que consideraremos atañe a las condiciones de detención a las que se sometió a estos presos. Al respecto se encuentra plenamente acreditado que se les impusieron condiciones de habitación, higiene, régimen de visita, iluminación, esparcimiento, asistencia espiritual, etc., absolutamente impropias para el tratamiento de 34 cualquier ser humano. Las probanzas en este sentido la aportan no sólo los testimonios de víctimas directas de estos maltratos, sino que a ello se suman los dichos de los empleados penitenciarios, las expresiones de alguno de los propios imputados en autos en su declaración indagatoria, como así también constancias documentales. Multitud de pruebas colectadas a lo largo del expediente demuestran concordantemente, que a partir del régimen de facto instituido el 24 de marzo de 1976 las personas alojadas en la Unidad Penitenciaria Nº 1, por suponerlas integrantes de organizaciones subversivas, - tanto aquellos detenidos a disposición de un Juzgado Federal en razón de encontrarse imputados penalmente por infracciones tipificadas por el ordenamiento jurídico vigente, como los que, no obstante la inexistencia de causa penal seguida a su respecto, se hallaban privados de libertad a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, a los que genéricamente se aludía como “presos políticos”, personas todas clasificadas por el Servicio Penitenciario como “detenidos especiales” en contraposición a los detenidos por delitos “comunes”-, habrían sido víctimas de un trato cruel y aberrante, totalmente violatorio de los más elementales derechos del ser humano. A partir de aquella fecha habría sido el personal militar el que asumió el control y la seguridad interna, como también el manejo y la custodia de aquellos detenidos, desplazando de tales tareas al Servicio Penitenciario. En todos los casos, las dotaciones del Ejército destacadas en la Penitenciaría, habrían actuado a las órdenes y bajo control de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada a cargo del General de Brigada Juan Bautista Sassiaíñ (fs. 2030 del principal y fs. 147 y 259/268 del Anexo I). Se encuentra documentalmente acreditado que es este último quien - por entonces Coronel -, desempeñándose además como Jefe de Estado Mayor del Area 311 –por debajo del Comandante del Área, General Luciano Benjamín Menéndez-, habría establecido pocos días después de producido el golpe de Estado, el régimen interno para los presos políticos, a través de una directiva de carácter “reservada” fechada el 02 de abril de 1976, que - entre otras restricciones- disponía retirar todo tipo de elementos de confort (como radios, calentadores y colchonetas) y de lectura, prohibiendo toda visita o contacto con personas ajenas al Servicio Penitenciario – ni siquiera con los abogados defensores –el subrayado

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pertenece a la suscripta-, o entre los detenidos masculinos con los femeninos, impidiéndoles conservar consigo cualquier elemento que pudiera ser útil para mantener comunicación escrita - tales como papel, lápices, etc.-; también prohibía todo tipo de entretenimientos, el ingreso de encomiendas y paquetes, suprimiendo las comidas especiales y las audiencias con el personal jerárquico de la institución. Asimismo, el reglamento disponía la censura de toda correspondencia que recibiera el interno, tarea ésta a cargo de personal idóneo que – obviamente - debía realizarse en forma previa a la entrega; restringiendo además las posibilidades de recibir atención médica, limitándola a la proporcionada dentro del penal. Las internas mujeres, por otra parte, debían optar por mantener consigo a sus hijos – en las penosas condiciones del régimen carcelario al que se hallaban sometidos- o bien enviarlos a vivir con sus familiares “en la inteligencia de que una vez separados no podrán reclamar la devolución

Poder Judicial de la Nación 35 USO OFICIAL de los mismos mientras dure su cautiverio, debiendo tener en cuenta que no podrán recibir visitas” (fs. 4503/5). Cabe al respecto citar los testimonios de José Luis Cannizzo (fs. 177/8), de Luis Miguel Baronetto (fs. 175/6), de Gerardo Ricardo Otto (fs. 179/80), de Daniel Roberto Juez (fs. 125/7), de Roberto Díaz (fs. 128/31), de Norma Susana San Nicolás (fs. 2966/73), de Jorge Rubén Lago (fs. 2955/62), de Dora Isabel Caffieri (fs. 2903/09), de Alicia Beatriz Wieland (fs. 2636), de Félix Jesús Carranza (fs. 3280/2), de Fidel Antonio Alcazar (fs. 5506/7), de Gloria de Rienzo (fs. 5516/8), de María Teresa Sánchez (fs. 5589/91) todos coincidentes al señalar que durante los siguientes meses de 1976, esas restricciones se hicieron cumplir rigurosamente, imponiéndose además una serie de limitaciones que tornaron las condiciones de vida en la celda, gravemente insalubres y contrarias a las más elementales necesidades físicas y psíquicas de toda persona, flagrantemente atentatorias de la dignidad humana, transformándose a los pabellones de los detenidos “especiales” en verdaderos campos de concentración. Así por ejemplo, se taparon las ventanas que permitían el paso de la luz natural, dejándose encendida la iluminación artificial todo el día y la noche, de manera tal que se perdía la noción del tiempo. A los detenidos se les proporcionaba un jarro de mate cocido en el día, siendo esta la única ración de líquido que recibían, razón por la cual experimentaban una continua sensación de malestar debido a la deshidratación. La porción de comida que se les brindaba diariamente, carecía de los nutrientes esenciales, no permitiéndoles recibir los alimentos enviados por familiares, ni tener dinero consigo para hacerse comprar comida, ni acceder a la cantina, ni disponer de cocinas en los pabellones. Asimismo, se les denegó el acceso a los baños afuera de las celdas, careciendo de instalaciones sanitarias en las mismas – a excepción de un tarro de lata -, se suprimieron los recreos y se les impidió salir a espacios más amplios o abiertos, siendo sacados al patio únicamente para las vejatorias requisas que regularmente se practicaban en busca de elementos cuya tenencia se hallaba prohibida. Merece un párrafo aparte el análisis propiamente dicho de la implementación de este tipo de medidas, en especial a lo que refiere a sus propósitos y objetivos. El análisis del memorandum reservado del 02 de abril de 1976 suscripto por el Coronel Juan Bautista Sasiaiñ permite varias reflexiones. Si bien - realizando un esfuerzo por interpretar el clima político que se vivía por aquellos años y la peligrosidad que desde el Estado se le atribuía a quienes se les endilgaba integrar las organizaciones denominadas subversivas – puede comprenderse que se intentara evitar la comunicación de los internos con sus respectivos grupos de base, y con ello podría resultar comprensible que se les impidiera poseer elementos útiles a la escritura. Sin embargo, no hay esfuerzo interpretativo que lleve a entender medidas tales como: retirar heladera, estufas, calentadores, material de lectura (de cualquier índole – incluso el material literario sin contenido político o ideológico), elementos 202

para realizar gimnasia (colchonetas), la prohibición de todo tipo de entretenimiento (cine, juego de ajedrez, deportes) o prohibir el contacto de los internos con el personal jerárquico del establecimiento. Va de suyo que las prohibiciones que aludimos apuntan a precarizar al máximo las condiciones de vida de los detenidos, no sólo desde las mínimas necesidades de “confort”- como la posibilidad de calefacción, de refrigerar un alimento, etc.- sino 36 esencialmente para desbastarlos anímica y espiritualmente. Ninguna razón de seguridad puede invocarse para justificar la prohibición de que los internos puedan jugar ajedrez, leer, realizar actividad física, gozar de espacios de esparcimiento al aire libre o de luz natural dentro de las celdas. La segunda modalidad a la que aludiéramos indica que, a más de aquellas severas restricciones reglamentarias y condiciones denigrantes que les fueron impuestas, los “detenidos políticos” fueron, reiteradamente, víctimas de amenazas y malos tratos por parte del personal militar destacado en la prisión. En tal sentido, son numerosos los internos que hacen alusión a las distintas torturas - tanto físicas como psíquicas - a que eran sometidos. Tal es el caso de golpes con bastones, puñetazos, simulacros de fusilamientos, amenazas de muertes generalizadas, requisas degradantes, ofensivas y totalmente violatorias del derecho a la intimidad de los detenidos. Especial relevancia adquiría la modalidad de obligar a los detenidos a realizar lo que en la jerga militar se denomina “movimientos vivos” o “bailes”, esto es: salto de rana, flexiones, carrera, marcha, saltar, etc., actividad que se les imponía por espacios de tiempo prolongados – nunca menos de media hora – al decir de los testigos. Todo ello se desprende de las distintas declaraciones vertidas por Fermín Rivera a fs. 26/31, 358 del Anexo I y 1931/5, Daniel Roberto Juez a fs. 125/7, Eduardo Héctor Gómez a fs. 1468 /9, Luis Miguel Baronetto a fs. 175/6 y 2945/53 vta., Alicia Beatriz Wieland a fs. 2636/2644, Dora Isabel Caffieri a fs. 2903/2910, Jorge Rubén Lagos a fs. 2955/62, Norma Susana San Nicolás a fs. 2966/2973, Soledad Edelveis García a fs. 2976/2984, Héctor Daniel Lerner a fs. 3156/7, Guillermo Alberto Birt –fs. 4510/2-, Hugo Antonio Gómez –fs. 4513/4, Eduardo Samuel Sosa –fs. 4515/6-, Manuel Canizzo - fs. 4521/4-, entre otros. Especial referencia debe hacerse a las declaraciones vertidas en sede judicial por aquellos testigos que – no siendo detenidos - de una u otra forma pudieron acceder y corroborar de manera directa lo relatado precedentemente. Así, uno de los médicos que se desempeñaba en ese entonces en el Hospital de la Penitenciaría, recuerda que tuvo que atender en diversas oportunidades a presos políticos que estaban muy golpeados, recordando especialmente haber atendido a una persona imposibilitada de mover los miembros inferiores (ver fs. 2083/5 y vta.). Asimismo, el Prefecto José Alberto Torres – quien se desempeñara como Director del Establecimiento Penitenciario Nº 1 de esta ciudad - confirma que los presos políticos eran golpeados con los bastones por el propio Ejército (ver fs. 2483/91), en tanto que el soldado Avalle manifestó que se comentaba que a algunos internos los sometían a “bailes” (fs. 2030/2). Ahora bien, los testimonios son coincidentes en cuanto aseveran que los golpes y maltratos se repetían periódica e indiscriminadamente. Esto es, acontecían casi a diario y los padecían todos los internos. Probablemente en razón de esta generalidad, los testimonios dan cuenta de algunos golpes recibidos personalmente – los que no son objeto de la presente causa – pero no se refieren específicamente, a excepción de algunos casos, a los maltratos sufridos por los detenidos que mencionáramos al describir el hecho tercero.

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En consecuencia, sí encontramos huellas de los tormentos aplicados en los primeros días de mayo de 1976 a Pablo Alberto Balustra, quien sufrió tantos golpes por parte del personal militar que quedó con hemiparálisis, debiendo ser atendido en el Hospital del Penal para luego trasladarlo al Hospital de Urgencias en razón de la gravedad de su estado, permaneciendo internado en uno y otro establecimiento durante más de tres meses, no habiendo podido recuperar su capacidad de movimiento (fs. 128/31, 1312/13, 2940, 1411). Al respecto debo rescatar los dichos de Enrique Asbert cuando recuerda que el personal militar ingresaba al pabellón a golpear a los detenidos por el sólo hecho de mortificarlos, sin ninguna razón o motivo valedero. Que fue en una de esas golpizas en las que, cesados los golpes y ordenado que fue que entraran nuevamente a las celdas, Balustra quedó tendido en el piso, paralizada la mitad de su cuerpo y el deponente y otro interno debieron rápidamente arrastrarlo para que los militares no continuaran pegándole por desobedecer. Lo acostaron en un camastro y no pudo reincorporarse más. Un Sargento que no había estado en las golpizas, al verlo con posterioridad, preguntó qué le pasaba y se apiadó de él, haciéndolo trasladar al hospital del Penal (fs. 3320/8). Coinciden con Asbert, los internos Guillermo Alberto Birt –fs. 4512-, Eduardo Samuel Sosa –fs 4515-, entre otros. Corrobora asimismo lo ocurrido a Balustra, el informe del Dr. Francisco Nores Martínez –glosado a fs. 4517-, del que surge claramente que aquel detenido –internado en el Hospital de Urgencia- el día 7/5/76 presentaba un estado de omnibulación, cuadriplejía, con pronóstico reservado, de difícil recuperación, pudiendo ser trasladado a otro nosocomio similar para contar con cuidado de enfermería –alimento, higiene, etc- ya que no se valía por sí mismo (fs. 4517). Al mismo tiempo que Ba lustra, Carlos Alberto Sgandurra también sufrió duros golpes propinados por el personal militar, que le ocasionaron – entre otras cosas - la fractura de un dedo (5to metacarpiano mano izquierda según constancia del legajo penitenciario reservado en Secretaría), debiendo permanecer, como consecuencia de la golpiza, internado durante 14 días en el Hospital del Penal para recuperarse de su estado clínico. Coinciden los detenidos Paredes (fs. 77/79), Juez (fs. 3391), Baronetto (fs. 2945), Jorge R. Lagos (fs. 2955), Horr (fs. 1 Anexo 2 bis –cuerpo I-) y Eduardo Samuel Sosa (fs. 4515), en cuanto a que Sgandurra no pudo levantarse luego de la penosa golpiza sufrida, quedando tendido en el piso y que no sólo estaba golpeado, sino que además lo habían tajeado con un cuchillo de los que provee el Ejército. Ahora bien, no obstante no contar con pruebas que señalen en todos los casos las lesiones o secuelas físicas que podrían haber sufrido a raíz de las golpizas y demás agresiones a que habrían sido sometidos, o por las sesiones de ejercicios físicos a cuya práctica se los habría obligado, lo cierto es que tales circunstancias son sólo indicativas y su ausencia, no excluye de manera alguna, los probables tormentos que, conforme los elementos de juicio precedentemente examinados, habrían debido soportar sistemáticamente las restantes víctimas de este tercer hecho -Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarzel, Diana Beatriz Fidelman, Miguel Ángel Moze, Luís Ricardo Veron, Ricardo Yung, Eduardo Alberto Hernández, José Alberto Svagusa, José Ángel Pucheta, Claudio Aníbal Zorrilla, Miguel Ángel Barrera, Mirta Noemí Abdón de Maggi, Esther María Barberis, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola, José 38 Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Eduardo Alfredo de Breuil, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontini, Florencio Esteban Díaz, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto-, al igual que los demás internos “especiales” alojados por entonces en la Unidad Penitenciaria Nº 1. CUARTO HECHO Luego de analizar las constancias de autos, puedo afirmar – con el grado de probabilidad que requiere esta estapa procesal – que se han incorporado elementos

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suficientes para tener por acreditada la existencia de los hechos que describiéramos bajo el título “cuarto hecho”, relacionado a las muertes de seis detenidos “especiales” en la UP1, a saber Fidelman, Moze, Verón, Young, Hernández y Svagusa. Respecto al hecho que nos convoca obra a fs. 1323 una fotografía de la edición del diario La Voz del Interior del 18 de mayo de 1976 donde se halla publicado un “Comunicado del III° Cuerpo” que textualmente reza: “El Comandante del Tercer Cuerpo de Ejército comunica que el día 17 de mayo siendo las 22.30 hs., en circunstancias que una comisión policial trasladaba a seis delincuentes subversivos y mientras transitaba por calle Neuquen al 700 fue atacada por otros delincuentes que ocupaban 2 ó 3 automóviles con el evidente propósito de rescatarlos, abriendo el fuego contra la comisión policial la que reaccionó de inmediato. En la apertura inicial del fuego y antes de que los efectivos policiales respondieran al mismo, dos delincuentes que se encontraban en el vehículo policial fueron alcanzados por varios disparos pereciendo en el acto. Un agente resultó levemente herido en un brazo. Los otros detenidos, tratando de aprovechar esta situación intentaron huir en distintas direcciones. Dos de ellos se cruzaron en la línea de fuego cayendo heridos mortalmente y los dos restantes, al no acatar la intimación policial, fueron abatidos por las fuerzas del orden al intentar alcanzar un vehículo de apoyo. Ante este hecho los atacantes ascendieron a sus automóviles y huyeron precipitadamente favorecidos por la imposibilidad de una inmediata persecución en razón de los desperfectos sufridos por los vehículos policiales a causa del fuego (...)”. A su vez, el informe ampliatorio emitido al día siguiente aclaraba que “...el ataque perpetrado por los delincuentes subversivos contra los patrulleros de la comisión policial que trasladaba a seis detenidos, procurándoles su liberación, se produjo desde un vehículo Peugeot 404 color amarillo, un Chevy color verde, un Renault Dauphine color claro, otro automóvil color oscuro no identificada su marca y presumiblemente un camión Fiat que iba a ser exportado a la República de Cuba, como así también accionaron francotiradores ubicados en la zona. Que se presume que algún o algunos de estos delincuentes pueden estar heridos por haberse encontrado manchas de sangre en el lugar donde se parapetaron, así como por haber hallado abandonado en el lugar dos pistolas calibre 11,24 y una pistola Pam calibre 9 mm. Que los automóviles policiales sufrieron serios daños en sus carrocerías, vidrios y neumáticos como consecuencia de impactos de balas y clavos miguelitos arrojados a su paso, causas por las cuales se vieron imposibilitados de perseguir a los delincuentes subversivos que huyeron de inmediato al fracasar su intentona. Que del hecho sólo resultó

Poder Judicial de la Nación 39 USO OFICIAL con herida en el brazo el agente de policía Sixto Contreras, pese a que las fuerzas policiales enfrentaron el sorpresivo ataque en inferioridad numérica. Que todos los delincuentes subversivos abatidos pertenecían a la organización declarada ilegal en 1973 ... eran trasladados desde la Cárcel Penitenciaria al Departamento de Informaciones Policiales, a efectos de continuar con los interrogatorios de los hechos que se les investigaba” (diario La Voz del Interior del 19/5/76, v. fs. 1323). Ahora bien, este Tribunal pudo constatar –conforme surge del pertinente legajo- que Sixto Contreras, agente del Comando Radioeléctrico, no sufrió herida alguna, ni en el brazo ni en otra parte de su cuerpo, no se ausentó, ni tomó licencia, ni interrumpió la prestación de servicios por razones de salud durante el mes de mayo de 1976, no habiéndose consignado nada en su legajo en relación a su supuesta participación en un enfrentamiento armado con “delincuentes subversivos” (fs. 2720), lo que resulta altamente sugestivo. Digo ello pues ninguna referencia posee el legajo de Contreras respecto a la meritoria actuación que supuestamente debieron tener él y los policías que “aun en inferioridad numérica” enfrentaron 205

a los agresores, frustrando el intento de rescate y los propósitos de fuga de los trasladados. Ello es así, toda vez que circunstancias similares y aún de menor trascendencia, aparecen habitualmente en los legajos del personal policial, citadas como sustento de honrosas felicitaciones e incluso de ascensos por mérito extraordinario en servicio, lo cual permite sospechar de su efectiva intervención en aquella oportunidad. Además hay otras circunstancias que permiten descartar fundadamente la coartada oficial de que la comisión policial haya sido víctima de un sorpresivo ataque. Por caso suscita razonables dudas el que los supuestos interesados en la liberación de aquellos detenidos hayan podido enterarse del viaje que los presos harían y –específicamente- del recorrido y horario en que serían trasladados, con la anticipación suficiente como para preparar un asalto con el notable despliegue de medios y personas que, según la información publicada, habría tenido en definitiva el presunto ataque. En tal sentido, debe ponderarse que el personal penitenciario tenía prohibido suministrar información sobre el lugar donde se hallaban alojados los presos especiales y/o cualquier otro dato referido a ellos; en tanto que los detenidos tenían prohibido todo contacto con sus familiares, amigos y conocidos en el exterior de la Penitenciaría – abogados defensores y médicos particulares también-, e incluso no podían contactarse con los presos de los demás pabellones (ver fs. 4503/5, ver asimismo la orden emitida por el comandante Sasiaiñ, en la documentación remitida por el Servicio Penitenciario relativa a los “detenidos especiales”, reservada en Secretaría) y que si bien, esa incomunicación pudo en muy limitadas ocasiones burlarse, mediante mensajes enviados a través del personal penitenciario o de los médicos o de los presos comunes, lo cierto es que ni el personal de la cárcel ni los propios presos sabían que se realizaría un traslado, hasta el momento mismo en que arribaba la comisión a tal efecto (al respecto Armando González, fs. 1427). Debe acotarse que –a diferencia de todos los otros supuestos- en la causa penal seguida contra Hernández y Svagusa, la autorización para el traslado había sido 40 solicitada en el Juzgado Nº 1 cinco días antes –como ya se expuso. Ahora bien, considerando hipotéticamente que la presentación de esa solicitud policial hubiera trascendido el ámbito judicial, lo cierto es que el día 13/5/76 el Juzgado ya había autorizado el viaje y librado los pertinentes oficios –sin indicar en qué día y hora se efectivizaría la medida- pudiendo pues concretarse el transporte a partir de esa fecha. No resulta razonable entonces conjeturar que los supuestos atacantes – enterados el 13/5/76- hayan estado parapetados en automóviles, en los techos de viviendas y/o en otros puntos estratégicos de la calle Neuquen al 700 durante cuatro días a la espera del paso de la comitiva policial, sin despertar sospechas de ningún vecino del lugar. Menos asidero tiene la justificación oficial, si se toma en cuenta que en las arterias que rodeaban la Penitenciaría no podía estacionarse ni detenerse ningún auto y que el perímetro externo de la cárcel constantemente se hallaba custodiado por personal penitenciario y de gendarmería (fs. 2483/91). Es que resultaría dudoso que alguien pudiera desde las inmediaciones de ese establecimiento divisar la salida de la comitiva policial y dar el necesario aviso a los supuestos pacientes francotiradores de Neuquén al 700. No debe dejar de mencionarse que los móviles que utilizaba Inteligencia Policial no se hallaban identificados externamente como vehículos de la policía (Adolfo Escobar fs. 4268 vta., declaraciones del policía Carlos Villarruel conf. certificado de fs. 4326/45, Edgardo Ernesto Lucero fs. 3793/5), lo que haría sumamente difícil la tarea de aquellos virtuales tiradores. Además, los detenidos conducidos por las fuerzas de seguridad difícilmente podrían ser vistos desde el exterior de los autos, puesto que generalmente se los hacía agachar, o acostarse en el suelo de los vehículos, cuando no introducidos directamente en sus baúles, resultando imposible identificarlos al paso, que al menos no sería lento, de la

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comitiva; sobre todo considerando que –como se dijo- se los trasladaba vendados o encapuchados (testimonios de Luis Baronetto -fs. 2945/53-, José Alberto Torres 2483/91, entre otros). También debe señalarse que, aún en el improbable supuesto que se hubieren percatado de la salida de los móviles del establecimiento penitenciario, mal podían los atacantes haber esperado el paso de la comitiva policial en un lugar determinado, puesto que justamente los preventores no seguían siempre el mismo recorrido, a los fines de evitar eventuales emboscadas (fs. 3710/7, 3678/84). Y concretamente el camino elegido aquel 17/05/76 no fue ni el más directo, ni el más rápido, ni el más transitado de los que unen Barrio San Martín y el centro de esta Ciudad, hacia donde supuestamente debían dirigirse los móviles policiales. Debe acotarse también, que a diferencia del anticipado pedido de Hernández y Svagusa, el retiro de los otros cuatro detenidos se hizo a solicitud del General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ, mediante nota presentada directamente en la Penitenciaría por la comitiva policial, al tiempo de solicitar la entrega de los seis presos (fs. 2 del Anexo de prueba –órdenes y recibos de traslado de detenidos-). De allí que, con mayor razón resulte inconcebible que en esos escasos minutos haya podido organizarse el ataque con vistas a

Poder Judicial de la Nación 41 USO OFICIAL liberar a Fidelman, Verón, Yung o Moze, ubicando cinco vehículos –incluido el camión del comunicado-, francotiradores en los techos y hasta “miguelitos” en la calzada, a efectos de entorpecer el tránsito de las unidades de la Policía. Resulta un dato decididamente indicativo en lo que refiere a la mendacidad de la versión publicada en el comunicado, en cuanto refiere que - comenzado el supuesto intercambio de disparos - cuatro de los seis detenidos lograran escapar del interior de los vehículos, el hecho de que los trasladados se encontraban vendados, esposados y custodiados. Así lo recuerdan Juez, Baronetto y Lagos al señalar que los varones trasladados en este caso, fueron maniatados y encapuchados al retirarlos del pabellón –fs. 125/9, 175/6 y 2945/53-, en tanto que Norma San Nicolás pudo observar como ataron y encapucharon a Diana Fidelman al llevársela (fs. 2966). Tampoco resulta verosímil que mientras los presos –dos adentro de un móvil y los otros cuatro afuera- recibían mortales impactos de bala y los automóviles policiales resultaban con serios daños en la carrocería, vidrios y neumáticos, ningún perjuicio sufrieran en cambio los policías que supuestamente habrían estado en una misma línea de fuego, incluyendo al virtual herido -en realidad ileso- Sixto Contreras, como así tampoco sufrieran desperfectos de consideración los automóviles de los atacantes, en los que, sin problemas, emprendieron la fuga. Al respecto, y como un dato ilustrativo más, llama también la atención el pueril reparto de las bajas, las que se distribuyen “equitativamente”: dos a causa de los disparos de los atacantes; dos como consecuencias de los disparos de los policías y los dos restantes, casi fruto del azar, encontraron la muerte al cruzarse en la línea de fuego. Se puede acotar además, según constancias del libro de novedades de la guardia de la Comisaría Seccional 9ª, y de acuerdo a la información brindada por las autoridades presentes en el lugar del hecho, que en un primer momento se afirmó que habían sido dos los policías que resultaron heridos de gravedad, un agente del Comando Radioeléctrico y un empleado de Informaciones, los que culminado el episodio se dijo que habían sido trasladados a la clínica Stucker para su atención (fs. 4097). Indicador de la mendacidad de tales aseveraciones, constituye por un lado el que nunca haya trascendido el nombre del empleado del D2 herido y además la falta de toda constancia en el legajo de Contreras al respecto; y por el otro, que luego de que personal de este Juzgado revisara la casi 207

totalidad de los legajos de la dotación del Departamento Informaciones de aquella época, pudo corroborarse la falta de registros en ellos de alguna observación relativa a las “graves” heridas sufridas por personal policial aquel día 17/5/76 (fs. 4562). Por lo demás, despierta fundadas sospechas el argumento oficial, cuando expone que habiendo podido abatir a dos de los detenidos que “intentaban alcanzar un vehículo de apoyo”, los policías no lograran evitar la fuga de ese vehículo ni de ninguno de los otros cuatro que supuestamente tomaron parte en el ataque, ni siquiera del camión del que sorprendentemente pudieron en tales circunstancias enterarse los preventores que “iba a ser exportado a la República de Cuba”. Repárese que un camión es un vehículo de gran porte y marcha lenta, que fácilmente puede ser alcanzado por el tipo de vehículos que utilizaba la 42 policía en las comisiones de traslado, teniendo en cuenta su potencia y velocidad (Torino, Falcon, etc.). El sentido común y los datos extraídos de la realidad, controvierten sin esfuerzos al comunicado oficial, el que no resiste el menor análisis. También resulta sugestivo que, pese a la “inferioridad numérica” y demás adversas condiciones que debió enfrentar –supuestamente- el personal policial en aquellas instancias, no se recurrió a la colaboración y apoyo del personal de la comisaría seccional 9º ubicada a tan solo 100 metros -aproximadamente- del lugar del ataque. Resulta entonces a todas luces evidente que ni la situación de la comitiva policial estaba tan comprometida, ni sus vidas corrían peligro, ni los trasladados tenían posibilidad de escapar, ni había atacantes, ni francotiradores que debieran ser detenidos, puesto que la participación de los efectivos de la Secc. 9ª, en pocos segundos pudo haberse concretado en el lugar y brindar una ayuda esenc ial. Sin embargo, al parecer, no resultó necesaria. En efecto, conforme surge del libro de novedades de la guardia de esa dependencia, escuchado que fue un intenso tiroteo a la 21.00 hs. aproximadamente de aquel 17/05/76, en la comisaría se procedió a evacuar del lugar a los civiles, apagar las luces y ubicar al personal en lugares estratégicos del inmueble, haciéndose presente en esos mismos momentos personal militar para apoyar la guardia, “ante un posible atentado” contra la sede policial “y en razó n que el tiroteo proseguía” (fs. 4095/6). Es decir que a escasos minutos de haber comenzado los disparos, tanto los policías de la seccional como el personal militar “providencialmente” arribado al lugar en esas circunstancias, se limitó a cuidar la Comisaría en vez de recorrer 100 metros y prestar apoyo a los móviles “sorpresivamente” atacados, no obstante escuchar que el tiroteo continuaba. Al respecto, quien a la fecha se desempeñaba como Oficial Superior de Turno en aquella seccional, Adolfo Escobar, corrobora que dio inmediato aviso de los disparos de armas de fuego a la Unidad Regional 1 Córdoba, recibiendo de allí la orden de reforzar la guardia de prevención, acotando que la orden genérica en casos de esa naturaleza, era la de permanecer en la seccional; que en tales supuestos sólo participaba el personal militar y el del Departamento Informaciones, por lo que nadie de la Comisaría debía ir al lugar del hecho. Agrega Escobar que en esos momentos pudo divisar un automóvil que había girado por Avenida Castro Barros en dirección al centro y que al topar con la valla que impedía el paso de vehículos frente a la comisaría, tomó velozmente por la calle perpendicular, circunstancias estas en las que el policía –lejos de intentar detener al vehículo- procedió a efectuar disparos intimidatorios al aire frente a la dependencia. Aclara que no pudo establecer si el automóvil en cuestión había efectuado la maniobra para crear más confusión o si, por el contrario, era un vehículo particular que para protegerse, trataba de alejarse rápidamente del sector. Que en la oportunidad intervinieron autoridades militares y que el personal de Informaciones tomó a su cargo las actuaciones sumariales posteriores, por lo que ninguna intervención le cupo al personal de la seccional 9º en la investigación del suceso (fs. 4267/8). Concordantemente con

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el testimonio de Escobar, el Subcomisario Benjamín Pedro Alvarez, encargado del área

Poder Judicial de la Nación 43 USO OFICIAL operativa de la seccional, relata haber concurrido al lugar del supuesto enfrentamiento recién después de concluido, refiriendo que las autoridades que intervenían en ese momento no lo dejaron pasar y le solicitaron que se retirara, puesto que nada había por hacerse ya, no pudiendo ver ni los cadáveres, ni los autos baleados, ni manchas de sangre, ni otra cosa por el estilo, recordando haber podido observar solamente que en el lugar había muchos autos y personas y, entre ellas, autoridades militares (fs. 4286/7). Cabe puntualizar que ninguna mención hace el comunicado del Tercer Cuerpo de Ejército respecto a la presencia de personal militar en las inmediaciones, silencio éste que por sí solo suscita aún mayores sospechas. Evidentemente, el Ejército conocía el operativo que se estaba ejecutando y, de no haber tenido directa intervención en el mismo, es claro que contribuyó a asegurar que el accionar se desarrollara sin una imprevista intromisión del personal de la Comisaría 9º. El cúmulo de elementos hasta aquí ponderados, no deja lugar a dudas respecto a la inexistencia del invocado ataque sorpresivo, resultando –por el contrarioampliamente corroborado el relato de Carlos Raimundo Moore en cuanto a la simulación de un enfrentamiento entre los automóviles “legales” y los de los supuestos agresores –también policías-, del cual no hubo que lamentar ninguna otra víctima más que los seis detenidos muertos, en realidad asesinados (fs. 768/86). Así, tal como reza la plataforma fáctica del presente hecho – ha quedado acreditado con el grado de probabilidad necesario para esta instancia - que el día 17 de mayo de 1976, alrededor de las 20 hs. los detenidos especiales Fidelman, Hernández, Moze, Svagusa, Verón y Yung fueron solicitados ante las autoridades de la Unidad Penitenciaria n°1 para ser conducidos al Departamento Informaciones Policiales (D2), con el objeto de investigar “otros hechos de carácter subversivo” que no se explicitan, distintos de los que habían motivado las causas penales que se les seguía – y que durante este traslado, y simulando un enfrentamiento con atacantes subversivos, el personal policial habría dado muerte a los nombrados. QUINTO HECHO Las razones largamente expresadas en el apartado anterior aportan lo suyo a la valoración del hecho que describiéramos en quinto lugar y que da cuenta de las muertes de los detenidos especiales José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra, que acontecieran el 28 de mayo de 1976 en el mismo contexto que el hecho anterior, esto es, en oportunidad en que eran trasladados desde el Establecimiento Penitenciario UP 1 en el que se encontraban alojados, en otro supuesto enfrentamiento armado. En cuanto a las amenazas individuales dirigidas a quienes finalmente resultaron muertos en este traslado, recuerda Fermín Rivera que el comandante Juan Bautista Sasiaiñ concurrió a la Penitenciaría en abril de 1976 advirtiéndole a los presos “especiales” que si salían vivos de allí, no lo harían enteros; anunciando que, concretamente, los dos reclusos que habían estado reclamando en los días anteriores un trato más humano y que habían gritado “criminales” y “asesinos” al personal militar, ya tendrían noticias de él. Sasiaiñ 44 aludía en esa oportunidad a José Angel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra (también se identificaba este como Carlos Alberto Vega), quienes – cumpliendo la profecía - algunos días después de aquel anuncio - resultaron muertos en otro supuesto “enfrentamiento armado” (fs. 27). Conforme surge del testimonio de José Martín Niztzchmann, detenido 209

también en el D2 desde el día 13 de mayo de 1976, aquellos internos no fueron trasladados directamente desde la UP1 hacia el Consejo de Guerra Especial Estable –tal como rezaba la orden suscripta por el General Sasiaiñ. En efecto, Niztzchmann recuerda que el 28 de aquel mes y año lo hicieron abordar un automóvil con rumbo a la Penitenciaría, pudiendo advertir mediante los ruidos y conversaciones que escuchaba – puesto que estaba vendado en la oportunidad- que junto a él, iban en el coche unos cuatro policías y que, además, eran varios los autos que se movilizaban en igual sentido. En el ínterin, Niztzchmann oyó a los policías comentar que tenían a Vega y a Pucheta en el baúl –sin precisar a cuál de los autos de la comitiva se referían- y que los iban a matar. Entiendo que debe otorgase crédito al testimonio de Niztzchmann, aún considerando que existe en su relato cierta inconsistencia ya que indica que escuchó que Vega y Pucheta estaban en el baúl cuando lo conducían a la Penitenciaría, cuando la lógica nos da a suponer que, luego de dejar a Niztzchmann en la UP1, los policías habrían recogido a los detenidos en el viaje de regreso -. Aún así, entiendo que este testimonio debe valorarse en el sentido de que - probablemente durante su traslado tuvo ocasión de escuchar conversaciones entre los efectivos policiales que aludían a lo que iba a suceder, confundiendo algunas cuestiones menores. Por ello, estimo de suma relevancia sus dichos ya que relatan cuestiones acontecidas el mismo día de los hechos, y probablemente escaso tiempo antes de que ocurrieran las ejecuciones. Entiendo, también, que son circunstancias que confirman la veracidad de los dichos del testigo, el hecho de que no conocía hasta entonces ni a Pucheta ni a “Vega”, no los había visto, ni había escuchado hablar de ellos con anterioridad; enterándose recién después de haber permanecido en la Penitenciaría tres o más días –a raíz de comentarios que le hicieron sus compañeros del pabellón-, que efectivamente se trataba de dos internos de ese establecimiento carcelario que habían sido sacados de allí justamente aquel 28 de mayo; que el apellido Vega era sólo el seudónimo de uno de ellos, siendo su verdadero nombre Carlos Alberto Sgandurra y que ambos habían muerto “por aplicación de la ley de fuga” (fs.4398/400). Corrobora lo relatado por aquel testigo, el legajo que del mismo remitió el Servicio Penitenciario (reservado en Secretaría), del que surge acreditado que el ingreso de Niztzchmann a la UP1 –procedente del D2- se produjo el 28/5/76, como también el informe de fs. 4326/45 relativo a las constancias de la causa “Rudnik, Isaac, etc. s/lesiones, homicidio, robo, inf. ley 20840, etc.” (Expte. Nº 24-R-75) reservada en Secretaría, de las que resulta que Sgandurra había sido erróneamente identificado por la Policía al momento de su detención,

Poder Judicial de la Nación 45 USO OFICIAL como “Vega Miguel Angel”, siendo llamado por ese nombre a partir de entonces, pese a conocerse con posterioridad su verdadera filiación. También en el legajo del Servicio Penitenciario (reservado en Secretaría), Sgandurra se encuentra individualizado como Vega Miguel Angel y la propia orden de entrega impartida por el General de Brigada Sasiaiñ a la Penitenciaría, aclara que el alias de Sgandurra era Vega Miguel Ángel (fs. 18 del Anexo 3 Cuerpo I). Ahora bien, según las constancias emitidas a los fines de ser trasladados, resulta claro que José Ángel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra fueron retirados el día 28/05/76 de la Unidad Penitenciaria Nº 1, por el entonces subteniente Luis Alberto López. De lo que sucedió después, daremos cuenta en los párrafos que siguen. El comunicado oficial publicado en el diario La Voz del Interior informaba que José Angel Pucheta y Carlos Alberto Sgandurra fueron retirados de la cárcel el 28/5/76 para llevarlos “a la Jefatura del IIIº Cuerpo” “para completar investigaciones”. 210

Versión discordante, con la información asentada en el recibo firmado en la Penitenciaría por el militar López que retiró a los detenidos, relativa a que aquellos internos serían trasladados al Consejo de Guerra Especial Estable, diferencia esta que suscita de por sí justificadas dudas, las que ineludiblemente se acrecientan y profundizan al continuar el análisis del comunicado objeto de publicación. En efecto, según la noticia difundida por el matutino, el vehículo militar que transportaba a Pucheta y Sgandurra se desplazaba por el camino que une Villa Belgrano con el Tropezón, en la zona del Chateau Carreras, oportunidad en la cual fue interceptado por un grupo de unos siete delincuentes subversivos que intentaron rescatar a los detenidos, estableciéndose un “intenso” tiroteo del que resultaron muertos los dos trasladados y uno de los individuos del grupo atacante –no identificado aún, al tiempo de dar a conocer el comunicado-, logrando huir del lugar el resto de los agresores (fs. 1323). Cabe reiterar en relación a esa historia, las mismas consideraciones efectuadas en torno al supuesto enfrentamiento del 17/5/76, relativas a las casi nulas probabilidades de enterarse con anticipación suficiente del traslado que se iba a realizar y las específicas modalidades con que habría de concretarse (lugar, hora, cantidad de vehículos y custodias, recorrido a seguir, etc.), a los fines de planificar adecuadamente un ataque –en el caso de Pucheta y Sgandurra no hubo pedido previo al Juzgado y la nota del General Sasiaiñ fue presentada en la Penitenciaría por la comitiva que haría el traslado, al mismo tiempo en que solicitaba la entrega de los detenidos (fs. 5 del legajo de prueba –órdenes y recibos de traslado de detenidos-), no dejando pues, intervalo en el cual los “rescatadores” pudieran haber sido avisados-; siendo factible también descartar un ataque improvisado en el momento, para liberar a quienes difícilmente podrían haber sido vistos desde el exterior del vehículo, menos aún reconocidos, a raíz de las vendas y las posiciones en que eran trasladados (testimonios de Luis Baronetto -fs. 2945/53-, José Alberto Torres 2483/91 entre otros). 46 Asímismo, resulta sugestiva la falta de mayores precisiones del comunicado, respecto al lugar exacto en que se habría producido el enfrentamiento –adviértase que el tramo desde Villa Belgrano al Tropezón es largo y la zona del Chateau Carreras es amplia-; tampoco se menciona la hora en que sucedió, los medios en que se movilizaban los aludidos “atacantes” y la forma en que lograron huir. A más de ello, no pasa desapercibido el hecho que aquella misma y por entonces despoblada zona del Chateau Carreras, fue también la elegida para la ejecución de Vaca Narvaja, De Breuil y Toranzo dos meses y medio más tarde. A la escasa verosimilitud que ofrece la versión del “enfrentamiento” y el significativo relato antes mencionado de José Martín Niztzchmamn –en tanto escuchó que personal policial se jactaba aquel 28/5/76 de llevar en el baúl a Pucheta y Sgandurra para matarlos- (fs. 2840/5 y 4398/400), cabe además sumar que el Ejército nunca dio a conocer la identidad de la tercera persona que –conforme lo indicaba el comunicado oficial- integraba el supuesto grupo atacante y había muerto como consecuencia de aquel “intenso tiroteo”. En efecto, no sólo la noticia publicada el 29/5/76 no difundió la filiación de esa tercer persona supuestamente fallecida en aquel enfrentamiento, sino que incluso once años después, en 1987, al requerirle información sobre los hechos con víctimas, el Comando del Tercer Cuerpo proporcionó una planilla en la que aquella supuesta tercera víctima continuaba sin identificar. Ahora bien, consultado que fueron las constancias del libro de entradas y salidas de la Morgue Judicial correspondientes al 28/5/76, pudo verificarse que los cadáveres de Pucheta y Sgandurra fueron llevados a la morgue por personal de las “fuerzas armadas” junto al cuerpo de un tercer muerto, figurando los tres fallecidos a causa de “enfrentamiento armado” y por “heridas de bala”. El tercer cadáver figura reconocido el mismo día 28 de mayo

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de 1976 como perteneciente a Villada José Osvaldo, recién retirado de la morgue por su hermano dieciocho días después (15/6/76) (fs. 3939/41), quien llamado a prestar declaración testimonial, relató que el fallecido Villada vivía junto al deponente y sus padres, manteniendo una muy buena relación familiar y la confianza suficiente como para contarse cualquier tipo de problema o situación que pudiera afectarlos, no ocultándose entre ellos las circunstancias de sus respectivas vidas, ni los lugares a los que concurrían o las actividades que efectuaban; que era modalidad de la familia avisar siempre cuando uno iba a ausentarse y que, extrañamente una tarde, sin ningún tipo de comentario, sin especificar a dónde iba ni mencionar nada en especial, José salió de la vivienda “como para comprar cigarrillos” y no volvieron a saber más de él, hasta encontrar su cuerpo en la morgue un mes y medio más tarde. Acota el testigo que en ese ínterin la madre formuló denuncias ante la Comisaría de la Seccional 11 de Policía, en la Jefatura e incluso realizó averiguaciones en el Tercer Cuerpo de Ejército, pero no obtuvo dato alguno relativo al paradero de su hijo, habiéndole recomendado amenazantemente la Policía que no preguntara más nada. Recuerda también que fueron dos personas de civil -que dijeron ser policías y podrían pertenecer a la seccional 11-, las que concurrieron a su hogar y avisaron a la familia para que se dirigieran a la morgue; que el cuerpo de Villada presentaba

Poder Judicial de la Nación 47 USO OFICIAL impactos de balas por todos lados, incluso una herida en la base de la nuca y el rostro como quemado, teniendo el testigo la convicción de que su hermano había sido asesinado; que sospechosamente no le permitieron observar con cuidado y en detalle el cadáver, el reconocimiento se hizo en pocos segundos y luego no lo dejaron acercarse ni vestirlo, haciéndole entrega del ataud cerrado y soldado, de manera tal que no pudo volver a fijarse en las heridas. Especial significación detenta la narración de ese testigo en lo relativo a que el domicilio particular de Villada nunca fue allanado y el que su privación de libertad y posterior muerte nunca fue objeto de investigación alguna, pese a las denuncias efectuadas y en las que la familia no continuó insistiendo en razón de las amenazas recibidas (fs. 3939/41) . Evidentemente, de haber siquiera sospechado de Villada como miembro de una asociación ilícita, el registro de su domicilio habría constituido una de las primeras diligencias que de rutina y sin demora las fuerzas “antiguerrilla” habrían cumplido, interrogando además a la familia en busca de los nombres de los restantes integrantes del supuesto grupo atacante que –según el comunicado oficial- habrían sido “alrededor de seis delincuentes ... que al formalizarse el combate ... lograron escapar del lugar de los acontecimientos” (fs. 1323). El que no adoptara ni esas, ni ninguna otra medida investigativa del caso de Villada, eludiendo mencionar su nombre en el comunicado difundido masivamente por la prensa y en los posteriores informes proporcionados, demuestra que la Policía y el Ejército sabían que el nombrado no había integrado ningún grupo interesado en el rescate de Pucheta y Sgandurra, que no mantenía con éllos cualquier otro tipo de relación y que, por ende, les conve nía mantener en el anonimato a aquél supuesto atacante abatido. Corrobora tal conclusión el hecho que el nombre de José Osvaldo Villada no figura en los archivos ni en los legajos que la Delegación Córdoba de la Policía Federal detentaba en aquella época en relación a “delincuentes subversivos” o a personas con antecedentes “políticos” (fs. 4566), que el mismo tampoco aparece mencionado en las causas penales que se le seguían a Pucheta y a Sgandurra (fs. 4326/45), ni figura como imputado en alguna de las causas penales seguidas en aquella época por infracciones a la ley 20.840 (fs. 2576/2584 y 2682/2709), no concurriendo ninguna otra circunstancia que permita relacionarlo a esos dos detenidos, excepto el hecho que su cuerpo fue llevado a la morgue junto al de aquellos, también muerto por heridas de bala. 212

Al respecto, cabe acotar que los tres cadáveres fueron conducidos a la morgue, tal como ocurriera en los restantes casos bajo análisis, sin dar previa intervención en el lugar del hecho al personal de la División Criminalística de la Policía Provincial, encargado de tomar fotografías, realizar croquis y colectar la información concerniente a las circunstancias en que las muertes se produjeron, elementos esenciales para la investigación de los decesos, cuya prescindencia no sugiere otra cosa más que el desinterés por esclarecer lo que se sabía simulado y falso. SEXTO HECHO 48 En este punto indagaremos sobre lo sucedido el 19 de junio de 1976, en relación a los hechos que determinaron la muerte de Miguel Ángel Barrera, Claudio Anibal Zorrilla, Mirta Noemí Abdón de Maggi, y Estela María Barberis, en similares circunstancias que los hechos anteriores, esto es, mientras eran trasladados desde dicha institución carcelaria hacia otros destinos del III° Cuerpo con la excusa de ser interrogados. Al igual que en el caso de Pucheta y Sgandurra, el Tercer Cuerpo de Ejército informó, para justificar la muerte de los trasladados, que tres vehículos en el que se conducían elementos de la organización E.R.P. junto con otros autos no identificados, habían tratado de rescatar a los detenidos, produciéndose en ese momento un enfrentamiento con fuerzas del Ejército, que duró varios minutos y a consecuencia del cual fallecieron los cuatro presos, en tanto que los atacantes se dieron a la fuga, sin poder detenerlos (fs. 4180/3). Resulta de relevancia mencionar que en una nota de fecha 21/6/76 mediante la cual el Jefe de la Policía de la Provincia, Ernesto Cesario, remitía al Juez Militar en Turno los certificados de defunción de las cuatro víctimas-, la máxima autoridad policial señala que aquellos cuatro habían sido abatidos por personal militar en la madrugada del día 20 de ese mes y año “al pretender atentar en contra del Hospital Militar de esta Ciudad” (fs. 73 Anexo 2, Cuerpo III). Esta nueva explicación, diferente a la proporcionada inmediatamente después del hecho, no hace más que corroborar la displicencia con que se afirmaba una u otra historia y, por ende, la escasa confianza que cualquiera de ellas genera. A más de ello, y al igual que en los dos hechos examinados precedentemente, resulta pueril el solo conjeturar que en los escasos minutos transcurridos para el retiro de los detenidos –tomando en cuenta que no hubo un trámite ni aviso previo, excepto la presentación de la orden del general Sasiaiñ y la firma del pertinente recibo- (fs. 1232), un numeroso grupo de individuos movilizados en por los menos cuatro vehículos, haya podido siquiera reunirse y, menos aún, organizarse para el rescate de detenidos de los que no pudieron enterarse que serían trasladados y en relación a los cuales difícilmente pudieron conocer la dirección hacia la cual eran llevados, desde el momento que ni las propias autoridades coincidían acerca de si se dirigían hacia el Destacamento de Inteligencia 141 (fs. 1411), o hacia el Hospital Militar (fs. 4180/3) o bien hacia el Consejo de Guerra Especial Estable –según el recibo confeccionado en la Penitenciaría (fs. 108 del expte 7-D-86 en Anexo 2 Cuerpo 3, fs. 986 y 2840/3)- o en dirección al Comando del Tercer Cuerpo (fs. 1369). De igual manera, no puede dejar de observarse que resulta por demás indicativo que - no obstante a que se conducían presos y policías en un mismo vehículo - sólo los detenidos hayan sufrido el impacto de las balas disparadas por el supuesto grupo agresor, no padeciendo ninguno de los militares –en cambio- herida, golpe o rasguño de algún tipo, pese a que justamente como custodios, debían haber sido éstos -por lógica- los más expuestos a los disparos. Absurdo resulta, también, que aquellos supuestos atacantes apuntaran sus armas en contra de los detenidos a los que precisamente intentaban rescatar y les dieran muerte a todos ellos, sin excepción, dejando indemnes a los adversarios.

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USO OFICIAL Ahora bien, al margen de tales reflexiones, lo concreto es que la sola modalidad conforme a la cual los detenidos fueron buscados y retirados de la Penitenciaría, sumado al horario en que aquel traslado se hizo –en la medianoche de un día sábado- y los ya conocidos destinos de los ocho presos que en los últimos 35 días habían sido también llevados de la cárcel para ser “interrogados”, permitía vislumbrar cuál era el propósito para el cual los cuatro internos eran esta vez sacados de aquel establecimiento. No otra fue la percepción de Barberis, quien al presentarse en su celda personal militar que le solicitaba se vistiera y los acompañara, preguntó insistentemente por qué la buscaban a esa hora de la noche y a dónde la llevaban, afirmando que el mes anterior habían llevado a Diana Fidelman y la habían matado, a lo cual el personal militar sólo replicó que cumplía órdenes y que no hiciera más difíciles las cosas, sin dar respuesta específica a aquellas preguntas. La detenida Norma San Nicolás, no sólo pudo observar el retiro de Barberis de su celda, sino además vio cuando por el callejón lateral del pabellón, un grupo de aproximadamente siete efectivos armados conducían a Barberis y a Abdón de Maggi hacia la entrada del establecimiento, observando que a Abdón la llevaban a la rastra entre dos personas (fs. 49 del expediente 7-D-86 agregado al cuerpo III del Anexo 2). Al respecto, la guardiacárcel Marta Serrano narró que en aquella oportunidad, la “chica Maggi” – coincidiendo lógicamente con Barberis- se negó a levantarse, puesto que en aquella época “el comentario era que los sacaban y los mataban”; debiendo pues la testigo ingresar a la celda y pedirle a la detenida que no se resistiera (fs. 3084). También resulta interesante destacar que – quien retirara a estos cuatro detenidos de la UP1, presumiblemente personal militar ya que la orden de entrega estaba suscripta por el comandante Sasiaiñ, evitó indentificarse, circunstancia que claramente indica que éste conocía acabadamente los hechos que ocurrirían. De ello dan cuenta los recibos firmados por los detenidos Barrera, Zorrilla, Abdon y Barberis, suscriptos por quien evitó identificarse nominalmente, insertando una firma ilegible y consignando en el lugar que el formulario asigna para la aclaración de firma, la abreviatura “Cap” sin ninguna otra precisión que permitiera individualizarlo (fs. 9 Anexo 3, cuerpo I y fs. 4431/2). Resulta un aspecto a destacar que en la Penitenciaría le hicieron suscribir a esta persona dos ejemplares del mismo recibo, a fin de agregarlos a los distintos legajos de los internos retirados, siendo dable observar que – a diferencia de la abreviatura Cap que presenta iguales características caligráficas- las firmas insertas en cada ejemplar –ambas ilegibles- difieren notoriamente una de otra, en cuanto a las letras dibujadas – al menos, las que pueden individualizarse no coinciden - y también en los trazos cinegenéticos, resultando evidente que el que suscribió tales formularios no reparó en simular una misma firma en todos los ejemplares. Finalmente, también debe puntualizarse que tampoco en este caso se dio intervención a los médicos forenses antes de retirar los cuerpos del lugar en que aquellos cuatro detenidos resultaron muertos, lo cual demuestra –una vez más- que no había interés alguno por parte de los supuestos “atacados” de dejar constancia documentada, ni de sumar testigos de las concretas y específicas circunstancias del supuesto enfrentamiento. Así, en el 50 acta de defunción de Miguel Ángel Barrera consta que el lugar de la muerte se ignora. De igual modo, los certificados de defunción expedidos por el Dr. Justo Llamil Chalub, relativos a la muerte de Zorrilla y Abón de Maggi, también consignan la palabra “ignoro” en relación al lugar y demás circunstancias en que esos decesos acaecieron (fs. 7, 16 y 18 del citado expte 7D-86). Al respecto, el Dr. Chalub depuso a fs. 74/6 del mismo expediente, coincidiendo con otros médicos forenses de la policía, respecto a que, habitualmente, al recibir el llamado de la superioridad relativo a que había ocurrido un hecho, debía constituirse en el lugar del acontecimiento, inspeccionando lo sucedido y asentando en un acta, el lugar, la hora y demás

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detalles. Que en caso de cadáveres, examinaba cómo estaban situados, en qué posición, luego procedía a desnudarlos para ver si había lesiones, golpes o heridas, describiendo esas circunstancias en el acta, como también el sexo, edad aproximada, causa probable de muerte, etc.. Que además de esa acta, luego llenaba el Certificado de Defunción. Que en el caso de Abdón, Barbera, Zorrilla y Barberis –si bien no lo recuerda concretamente- consignó en los certificados que ignoraba el lugar y circunstancias de las muertes, debido a que probablemente fue llamado por la superioridad cuando los cadáveres ya estaban en la morgue. No cabe sino concluir –al igual que en los hechos analizados precedentemente- que no existió ataque sorpresivo, ni enfrentamiento alguno, sino que –por el contrario- los cuatro trasladados fueron premeditamente asesinados. Existen asimismo, a más de las amenazas de muerte, anuncios de represalia y mendaces datos consignados en los recibos, numerosos elementos de convicción que evidencian que los motivos alegados para justificar el traslado de los detenidos afuera de la Penitenciaría en el episodio en examen, no fueron más que falsas excusas invocadas para posibilitar una vez en el exterior de aquel establecimiento, la ejecución de los internos. En tal sentido, el General de Brigada Juan Bautista Sasiaiñ solicitó al Director de la UP1 la entrega de los detenidos Barrera, Zorrilla, Abdón y Barberis el día 19/6/76 “a efectos de diligenciar interrogatorios” sin aclarar en qué lugar habrían de cumplirse tales actos, como tampoco en qué actuaciones o en relación a qué episodios resultaba precisa la declaración de los nombrados. Una orden militar redactada con semejante vaguedad, suscita justificadas dudas teniendo en cuenta la circunstancia de que los cuatro trasladados fueron detenidos en diferentes oportunidades y por hechos independientes –salvo Barrera y Barberis, imputados en una misma causa penal-, privados de su libertad desde hacía ya bastante tiempo, en cuyo transcurso ni los servicios de Inteligencia ni la Justicia Militar habían estimado necesario formularles pregunta alguna. Abdon, Barrera y Barberis estaban detenidos justamente desde hacía un año (el 17/6/75 la primera y 23/6/75 los dos últimos) y Zorrilla desde diecinueve meses anteriores, encontrándose los cuatro sometidos a causas que tramitaban ante la Justicia Federal y no en sede militar (v. fs. 985 e informe de fs. 4326/45). Si bien Sasiaiñ no indica en qué lugar serían interrogados los cuatro presos, la constancia de entrega de los mismos al personal militar comisionado para trasladarlos, reza que iban a ser llevados ante el Consejo de Guerra Especial Estable que funcionaba en dependencias del Ejército ubicadas en el camino a La Calera (fs. 986).

Poder Judicial de la Nación 51 USO OFICIAL Ahora bien, producida la muerte de los cuatro trasladados, el Ejército informó con fecha 23/6/76, que los mismos habían resultado abatidos el día sábado 19/6/76 en horas de la madrugada, en adyacencias del parque Sarmiento –es decir, en dirección al extremo opuesto de la Ciudad-, cuando eran llevados al Hospital Militar Córdoba (fs. 4180/3). Es por tal razón que, o la excusa de los interroga torios ante el Consejo de Guerra Especial, o la versión oficial expuesta en el comunicado, no halla explicación racional posible, sobre todo teniendo en cuenta que el día del hecho fue un sábado por la madrugada. Casi un año y medio después (en noviembre de 1977), el Coronel Luis Santiago Martella invocó nuevamente la necesidad de diligenciar un interrogatorio, para explicar al Juez Federal de Bell Ville la muerte de Claudio Zorrilla (informe requerido en la causa 6-Z-1974), oportunidad en la cual el informante justificó el lugar en que se produjo el enfrentamiento, aduciendo que los cuatro presos eran conducidos, ya no al Consejo de Guerra Especial Estable ni al Hospital Militar, sino al Destacamento de Inteligencia 141 en las inmediaciones del parque Sarmiento (ver fs. 1411). Ahora bien, el Coronel Martella no mencionó en su informe que el 215

episodio había sucedido un día sábado en horas de la madrugada, como tampoco explicó al Juzgado a cuya disposición se hallaba detenido Zorrilla -Juzgado Federal de Bell Ville- los motivos por los que aquellas estrictas razones de seguridad que habían obligado a los magistrados en ese entonces, a abandonar sus despachos, en comitiva, junto a Secretario, Auxiliar, Defensores y Fiscal, para constituirse en las dependenc ias de la UP1 -no obstante estar ubicadas en extraña jurisdicción y a doscientos kilómetros de distancia del Tribunal- a los efectos de indagar a los encausados allí alojados -evitando movilizarlos fuera de la Penitenciaría-, no imperaban –en cambio- en los casos en que era el personal de Inteligencia el que estimaba necesario formularle alguna pregunta a los presos, pese a que les hubiera resultado bastante más sencillo a tales agentes trasladarse hasta el establecimiento carcelario, dado la corta distancia de no más de cinco kilómetros que debían recorrer hasta ese edificio, el hecho que no necesitaban ni procuraban la presencia de otros funcionarios en el cumplimiento de sus tareas y el que –a diferencia de los magistrados y por la propia naturaleza de sus funciones- no era extraño que se desempeñaran “en la calle”, buscando la información en el lugar en que se hallaban las fuentes. Claro es que, ninguna mención al respecto incluye aquel informe, puesto que muy difícil hubiera resultado esbozar una explicación plausible para tal absurda situación. La falta de asidero se torna aún más evidente si se tiene en cuenta que en los treinta y tres días inmediatos anteriores a aquel traslado –llevado a cabo el 19/6/76-, ya se habían producido dos “enfrentamientos” de iguales características y en similares circunstancias, con el saldo de ocho presos muertos, pues en tales condiciones, quedaba fuera de toda lógica continuar exponiendo –tanto al personal militar y/o policial, como a los propios detenidos a los que supuestamente se procuraba interrogar- al innecesario “riesgo” de transitar por las calles de esta Ciudad. SÉPTIMO HECHO 52 Pasando ahora al examen del hecho 7º, en que perdieran la vida José Cristian Funes y Marta del Carmen Rosetti de Arquiola, corresponde señalar que el intento de huir, aprovechando el desperfecto del móvil en que eran trasladados, también fue invocado en la versión emanada del III° Cuerpo como causa de la muerte de los mismos. En tal sentido, el diario La Voz del Interior del 1 de Julio de 1976 dio a conocer que “El Comandante del III Cuerpo de Ejército comunica que el día 30 de junio, siendo aproximadamente las 11.30 horas, en circunstancias que los delincuentes subversivos Marta del Carmen Rosetti de Arquiola y José Cristian Funes eran trasladados a fin de prestar declaración, aprovechando un desperfecto mecánico del vehículo que los transportaba, intentaron darse a la fuga luego de herir a uno de los custodias y apoderarse del arma reglamentaria del mismo. Iniciada la persecución y luego de resistirse por el fuego y no acatar las órdenes impartidas por el personal de custodia, fueron abatidos” (fs. 1323 y 2399). Respecto a este episodio, se pueden reeditar las mismas consideraciones vertidas con relación a los hechos analizados precedentemente, referidas a las escasas, por no decir nulas, posibilidades de escapar que tenían los trasladados, dada las dificultades de movimiento provocada por esposas, vendas y ataduras en los pies (fs. 2966). La sospechosa falta de mención en el comunicado oficial de los pormenores del “intento de fuga”, tales como el específico lugar en que sucedió –Funes y Rossetti también eran supuestamente transportados en dirección al Consejo de Guerra Estable- o el nombre del custodio que resultó herido en la oportunidad (fs. 1323 y 2399); las relativas al escaso crédito que merece la alegada circunstancia de no haber podido los efectivos militares detener a los supuestos fugados, sin darles muerte; y las atinentes a la pronta remoción de los cadáveres y su traslado al Hospital Militar, sin que los médicos forenses se apersonaran en el lugar del hecho para

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examinar a las víctimas en el mismo escenario y entorno en que resultaron muertas (fs. 1518 y 1764/5); consideraciones todas a las cuales me remito en razón de brevedad. Párrafo aparte merece el hecho que en relación a José Cristian Funes, el magistrado a cuya exclusiva disposición figuraba anotado en la Penitenciaría ese detenido – Adolfo Zamboni Ledesma, entonces Juez Federal n°1-, advertido que fue telefónicamente por el General de Brigada Juan Bautista Sassiaiñ respecto a un nuevo “traslado” del que sería objeto ese preso – tan sólo 19 días atrás Funes no había podido ser retirado de la cárcel por el personal militar, sin contar previamente el Prefecto José Torres con la anuencia del Tribunalno quiso en esta segunda oportunidad -a diferencia de lo acontecido en aquella- proporcionar directamente su consentimiento, requiriendo que en su lugar fuera el General quien manifestara por escrito su interés y aprobación del pretendido movimiento, ordenando –una vez munido de la respectiva nota escrita de Sasiaiñ- que Funes fuera anotado en la Penitenciaría a disposición conjunta con el Area 311 (fs. 1367/8). Tal diligencia se concretó el mismo día 30/6/76, resultando obvio que el magistrado procuró y obtuvo, minutos antes de que Funes fuera efectivamente retirado de la cárcel, una constancia escrita respecto a que el traslado se hacía a instancia y bajo

Poder Judicial de la Nación 53 USO OFICIAL responsabilidad del Ejército. Las precauciones así tomadas, no hacen más que evidenciar que no sólo el Prefecto Torres, sino también el propio Juez dudaron en aquellas circunstancias, de la necesidad de practicar los interrogatorios a que aludía la autoridad militar y del verdadero objetivo del viaje para el cual retiraban a Funes. A tales indicios y los demás elementos de convicción valorados para todos los traslados en general, cabe agregar particularmente en este caso, las circunstancias relatadas en el antes mencionado escrito de Carlos Raymundo Moore. Este refiere que una detenida de nombre Arquiola fue retirada de la Penitenciaría y asesinada por intentar “huir”, en razón que con anterioridad –en la primavera de 1975- había sido publicada en los diarios una solicitada referida a la desaparición forzada de un joven de apellido Chabrol, en relación al cual se mencionaba que Arquiola, en su paso por el Departamento Informaciones de la Policía de la Provincia, había visto inscripto en la pared de un calabozo, el nombre del joven Chabrol y la fecha de su detención. Moore agrega que la ejecución de Arquiola fue concretada mediante el accionar combinado del Ejército y de la Policía (fs. 768/786). Rosetti de Arquiola estaba en la celda contigua a la de la testigo Gloria di Rienzo. La nombrada ilustró al tribunal sobre la oportunidad en que aquella fue sacada una primera vez, pudiendo escuchar los ruidos de la puerta que se habría y los gritos que le decían nombrando a Rosetti de Arquiola, que eran de “judiciales” o “traslados”. Que aproximadamente una hora después la regresan, oportunidad en que le comenta a la dicente que la habían llevado a una oficina junto a Funes, que los habían tenido contra la pared, sin poder comunicarse. Recuerda también di Rienzo que el día “30/07/76” (el día del hecho fue el 30 de junio, por lo que evidentemente la testigo confundió el mes), la misma persona que antes había amenazado a Rosetti y a la propia Di Rienzo, sacó a la nombrada el día en que fue ejecutada. Ese día, cuenta que había estado junto a Rosetti en el comedor conversando, cuando la celadora las hace ir a las celdas, tras lo cual personal militar se llevó a Marta (Rosetti), y que ésta la miró sonriendo. Agrega además que cuando la nombrada llegó a la UP1 procedente de la D2, leyó que los nombres de los hermanos Chabrol estaban escritos en la pared, inserto por uno de ellos en señal de que los iban a matar. Finalmente menciona que Marta Rosetti hizo llegar a la prensa y al juez Zamboni Ledesma una carta denunciando el tema. (fs. 5517 y vta.). Corrobora ese relato, coincidente con el de Moore, un memorando de la Policía Federal Argentina de fecha 17 de noviembre de 1975 (fs.4313), en cuanto confirma 217

que en el matutino “La Voz del Interior” de la víspera había sido publicada una solicitada refrendada por Marta Rosetti de Arquiola, bajo el título “La Tortura y La Muerte al Pueblo Argentino”, en la que se transcribe una carta de aquella detenida –fechada el 10/11/75- escrita desde la Penitenciaría, denunciando haber visto las palabras “Oscar Chabrol, me quieren matar, 18/10/75” raspadas con algún elemento filoso, sobre la pintura verde de la pared de un calabozo del Departamento Informaciones Policiales (D2). Al margen de lo concerniente al destino de aquel joven Chabrol (accionar que no es materia de investigación en la presente causa), lo cierto es que “Charly” Moore supo y recordó claramente -lo propio cabe postular de Di Rienzo- que aquella 54 “detenida de apellido Arquiola” no murió al pretender escapar cuando era trasladada para ser interrogada por un Consejo de Guerra, sino que –por el contrario- fue retirada de la cárcel para ser asesinada mediante un simulado intento de fuga, en represalia de la denuncia que se había atrevido a formular públicamente. Merece destacarse que la denuncia de Arquiola no sólo se refería al joven Chabrol, sino también a las salvajes torturas que ella misma había sufrido y las continuas amenazas de darle muerte a su pequeña hija a quien los policías habían hecho permanecer en el D2 durante los dos primeros días de su detención, obligándola a presenciar los tormentos a que la denunciante era sometida. Estos elementos permiten tener por acreditado, con el grado de certeza exigido en la presente etapa del proceso, la existencia del hecho bajo examen. HECHO OCTAVO Las constancias documentales recabadas en autos indican que el 5 de julio de 1976 Raúl Agusto Bauducco se encontraba alojado en dependencias de la Unidad Penitenciaría Nº 1 de Córdoba, detenido a disposición del Juzgado Federal Nº 1 de esta Ciudad y del Poder Ejecutivo Nacio nal mediante Decreto Nº 4075 de fecha 24 de diciembre de 1975 (fs. 291), circunstancias estas en las que resultó muerto por una herida de bala (v. partida de defunción de fs. 372). En cuanto a las circunstancias de modo y lugar en que este hecho aconteciera, puedo decir que, coinciden plenamente los relatos de los testigos directos del hecho aquí investigado: Jorge Enrique Cravero, Fermín Rivera, Carlos Manuel Avila, Héctor Gerónimo Enrique López, José Martín Niztzchmann, y Pedro Nicolás Sayazo en que el día 05/07/76, el personal militar destacado en la UP1 se encontraba requisando en el patio de recreo, a los internos alojados en el pabellón 6, haciéndolos permanecer –como era de rutinaparados frente a la pared, con las manos hacia arriba, apoyándolas en el muro y abriendo las piernas; uno a uno se los hacía desvestir y eran revisados. Que aquel día el procedimiento se había prolongado por casi dos horas, los internos no podían cambiar de posición y eran golpeados con bastones de goma en caso de moverse; en tales circunstancias, Bauducco fue objeto de golpes propinados por uno de los custodios, cayendo como desvanecido al suelo, quedando embotado o semi inconciente. Que tras ello, el suboficial le ordena a gritos que se pare; que Bauduco intenta erguirse pero vuelve a caer, que el suboficial repite la orden y Bauducco no se levanta, y que entonces cambia los términos en que se le dirigía y amenazándolo de viva voz le dice: “parate o te mato”, reiterando esta orden en varias oportunidades sin éxito. Los testigos coinciden al indicar que el suboficial a cargo se acerca al militar que se hallaba al mando del operativo, le efectúa una consulta ante la cual el superior hace un movimiento afirmativo con la cabeza, que el cabo retorna junto a Bauducco, empuña su arma reglamentaria e insiste dos o tres veces más gritando al interno que si no se levanta lo mataría, luego de ello y en razón que Bauducco no atinaba a moverse, le dispara en la cabeza dándole muerte (fs. 381/3 y vta., 257/262, 265/6 y vta., 132/4, 1058/62 vta., 1168/71, respectivamente).

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55 USO OFICIAL La coincidencia entre los relatos de los diferentes testigos, me permiten afirmar – con el grado de probabilidad propio de este estadio – que José René Bauducco habría muerto asesinado por el personal militar que en ese momento llevaba adelante la requisa. HECHO NOVENO Abordaremos, a continuación, el análisis del hecho descripto en noveno lugar en los vistos, el que da cuenta de un hecho de las torturas que sufriera José René Moukarzel, las que finalmente terminaron con su vida. Al respecto, y en lo que concierne a la existencia de tal hecho entiendo que las constancias de autos permiten afirmar – con el grado de probabilidad requerido en esta instancia – que el 15 de Julio de 1976 José René Moukarsel habría dejado de existir a consecuencia de los tormentos que le impusiera personal militar a cargo de la custodia de la unidad Penitenciaria en la que se encontraba alojado. En efecto, da cuenta su legajo – agregado en copia a fs. 291 bis/327 y reservado en original en Secretaría – que José René Moukarsel se hallaba detenido a disposición del Juzgado Federal Nº 2 de esta ciudad y del Poder Ejecutivo Nacional, desde el 23 de enero de 1975, alojado en dependencias de la Unidad Penitenciaria Nº 1 de Córdoba, circunstancias en las cuales se produjo su fallecimiento el día 15 de julio de 1976 (ver fs. 291 bis). Asimismo, de tal legajo se desprende que José René Moukarsel falleció como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio producido alrededor de la 01.00 hs. de ese día (fs. 320, 322 y 722). Ahora bien, los informes aludidos no aclaran si tal suceso obedeció a causas naturales o si, por el contrario, el desenlace fatal fue provocado por causas externas, ajenas al estado de salud del detenido. En pos de determinar tal circunstancia debe traerse a consideración la versión oficial de lo sucedido, que nos llega esencialmente a través del relato de imputado Alsina, oficial a cargo de la guardia militar del penal ese día. Así , el Teniente Gustavo Adolfo Alsina señala que sorprendió a Moukarsel mientras se comunicaba con un preso común, conducta que estaba prohibida, entendiendo necesario separarlo y mantenerlo aislado hasta ser interrogado por personal de Inteligencia respecto a los motivos y contenido de aquella comunicación. Alsina dijo confiar a Cohelo la custodia del detenido en espera de los interrogadores, manteniéndolo - por razones de seguridad - esposado a una columna al borde de una galería ubicada en el sector en donde se hallaba el Comedor de Oficiales, circunstancias en las cuales, siendo aproximadamente las 22.00 ó 23.00 hs. de aquella jornada, el detenido Moukarsel se quejó de un dolor en el pecho y de inmediato fue trasladado a la enfermería del penal, produciéndose allí su muerte ( ver declaración de Alsina en el marco de la instrucción ante la Justicia Militar - ratificada en la declaraciòn indagatoria que brindara ante esta sede - que obra en el Anexo I). La extensa prueba recabada, me permiten señalar que tales dichos no se condicen con lo sucedido entre el mediodía del día 14 y la madrugada del 15 de julio de 1976. El relato resultaría veraz en cuanto refiere a que Moukarsel habría sido sorprendido por personal militar en una conducta “prohibida”, ya que habría entablado un contacto con un 56 detenido “común” apellidado González, probablemente éste le habría entregado un paquete con sal. En tal sentido son múltiples y coincidentes las referencias de los distintos testigos, pero mencionaremos en este caso los dichos vertidos por Jorge Lago, quien en su declaración de fs. 2955/62 relata que el día 14 de julio de 1976 se encontraba limpiando el pasillo del pabellón junto a Moukarsel, y que a éste lo llamó un tal González, “detenido común”, y le entregó un paquete con sal. Señala que en esta acción fue sorprendido por un militar,

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probablemente Cohelo, que lo retiró de Pabellón para ser sancionado. Hasta este punto todos los testimonios coinciden - en líneas generales - con la versión oficial. A partir de aquí el relato de los testigos de los hechos que motivaron el fatal desenlace se desprende sustancialmente de tal versión. Viene al caso aclarar que la columna al borde de una galería ubicada en el sector en donde se hallaba el Comedor de Oficiales, que se menciona en el relato provenient e del personal militar, se encuentra apenas cruzando el ingreso principal y la guardia externa del establecimiento, hacia la derecha, antes de ingresar al área penitenciaria propiamente dicha (conforme al plano de fs. 692/3 del Anexo I), lugar éste cuya ub icación también es dable observar en la lámina fotográfica Nº 18/20 de la pericia GTPC Nº98/86 y en el extremo inferior derecho de la fotografía aérea del edificio, visto desde la entrada principal (fs. 1217/9 y 361 respectivamente). Ahora bien, la prueba colectada permite afirmar que el relato referido precedentemente no es verídico y que sólo procuró ocultar lo realmente sucedido, y así garantizar la impunidad de sus responsables. Tal conclusión se apoya, en primer lugar, en las declaraciones testimoniales de los – por entonces - detenidos José Martín Niztschmamn, Luis Miguel Baronetto y José Luis Cannizo, de las que se desprende que, retirado del pabellón por el Teniente Alsina, en hora cercana al mediodía, lejos de ser conducido al ingreso de la Penitenciaría y esposado a la columna de una galería cubierta, Moukarsel fue estaqueado a la intemperie, en el suelo del patio al que daba el pabellón 8 -conocido como el “patio de la mosaiquería”-, que allí fue atado de manos y pies con cuatro estacas, arrojándosele agua fría sobre su cuerpo. Específicamente el testigo Canizzo pudo observar con posterioridad, que al romperse una estaca, Moukarsel era sacado de ese patio, enterándose que fue llevado a otro espacio descubierto que da al pabellón 14 de las mujeres – callejón ubicado entre ese pabellón y la mimbrería del penal -, en el cual fue nuevamente estaqueado hasta la noche (fs. 1058/62, 2945/53 y vta. y 1184 y vta.). Luego de realizar la inspección judicial en la UP1 en día 4 de noviembre del corriente (ver expediente “Actuaciones labradas a los fines de la inspección judicial de la Penitenciaría Capital en autos Alsina...”), pudo determinarse que el tramo final del episodio que analizamos - que culminó con la muerte de Moukarsel - no tuvo lugar en el callejón que divide el pabellón con la mimbrería, sino exactamente en el costado opuesto del pabellón 14 (actualmente funcionan allí los pabellones 13, 14 y 15) en el patio de recreo de las mujeres. Concordantemente, las detenidas del pabellón 14, Elia Salis de Ferreyra, Irma Fuentes de Salis, Alicia Beatríz Wieland, Norma Susana San Nicolás y Soledad

Poder Judicial de la Nación 57 USO OFICIAL Edelveis García, afirmaron por igual que, aproximadamente desde las 18 hs. de aquel día 14 de julio de 1976, vieron - algunas - y escucharon – todas - a Moukarsel, atado de manos y pies a cuatro estacas en el suelo; recordando que estaba semidesnudo, que le tiraban agua y que se quejó en forma continua hasta aproximadamente las 23.00 hs. de aquella noche invernal en la que hacía mucho frío. Todas son contestes en que el que dirigía la operación era el Teniente Alsina, quien a los fines de provocar un efecto ejemplificador entre las detenidas, hizo que se abrieran las ventanas de aquel pabellón 14 en la que se hallaban alojadas, para que pudieran percibir con mayor claridad los lamentos del estaqueado. Incluso varios detenidos recuerdan que Alsina ya había sometido unos días antes a la interna María del Rosario Miguel Muñoz a igual tormento, aunque por menos tiempo y en una jornada en la que no hacía tanto frío (ver fs. 1085/6, 1154/5 y vta., 2636/44, 2966/73 y 2976/80 y vta.). Las declaraciones de los detenidos se encuentran respaldadas por la 220

pericia practicada por el perito oficial Rolando H. Sor – perteneciente al Gabinete Científico Pericial de la Policía Federal Argentina Delegación Córdoba - quien dictamina que desde las celdas del pabellón 8 –lugar de alojamiento de varones- y desde el pabellón 14 – lugar de alojamiento de mujeres - era posible acceder visualmente a los dos sitios en que, sucesivamente, fue estaqueado Moukarsel. Asimismo, las vistas fotográficas evidencian que, aun no pudiéndose observar la escena completa desde todas las ventanas, la inmediatez de los patios en cuestión, permitió sin duda alguna, escuchar a los internos alojados en los pabellones 8 y 14, los gritos de Moukarsel (ver láminas fotográficas 2/20 a 7/20 de la Pericia GTPC 98/86 y láminas fotográficas 12/20, 13/20, 14/20, 15/20 y 17/20 de la Pericia GTPC 98/86 obrantes a fs. 749/752 y el dictamen pericial obrante a fs. 1217/9). Preciso es resaltar que los patios en los que permaneció Moukarsel se hallaban ubicados en la parte posterior del Penal, es decir en el extremo opuesto al que los integrantes de la guardia militar adujeron haber llevado al detenido, evidenc iándose así la mendacidad de lo alegado por éstos. Incluso, Enrique Mario Asbert, detenido alojado en el Hospital del Penal, pudo escuchar gritos de dolor entrecortados por la dificultad para respirar, comentándole un enfermero que “tenían a uno estaqueado” y que le habían echado varias veces agua, siendo que se trataba de un día sumamente frío. Los quejidos se hicieron cada vez más esporádicos y luego no se escuchó más nada, enterándose después que se trataba del interno Moukarsel y que éste había muerto (fs. 3324). Otro de los presos hospitalizados Guillermo Birt - pudo observar como introdujeron a Moukarsel al hospital, recordando que se trataba de una noche de pleno invierno y que Moukarsel estaba desnudo y mojado, sumamente golpeado y amoratado por el frío, sufriendo allí un paro cardíaco que le ocasionó la muerte (fs. 4511/2). Resultan de especial relevancia los testimonios de diversos empleados del Servicio Penitenciario de Córdoba. Al respecto, es clara la exposición formulada por la agente penitenciaria Marta Elena Serrano quien afirma que se encontraba de guardia una noche de julio de 1976 en la que pudo ver estaqueado en la patio de las internas al detenido Moukarsel - adviértase que esta testigo se hallaba en el Pabellón 14 y que de ninguna manera 58 podría haber visto desde ese lugar el patio al que el Teniente Alsina y sus subordinados afirmaron haber llevado al detenido-, indica que su cuerpo estaba desnudo y mojado, aclarando que era una noche muy fría y que lo custodiaba un militar, quien aproximadamente a la una de la mañana le pide que abra la puerta para llevarlo al Hospital del Penal ya que se estaba muriendo (ver fs. 3084/6 y vta.). Concordantemente declara el guardiacárcel Santos Misemio Caminos afirmando haber visto trasladar el cuerpo de Moukarsel desnudo hacia la enfermería del penal, como también el enfermero del hospital del Establecimiento Penitenciario –Julio Eduardo Fonseca- quien asegura que aproximadamente a la medianoche dos o tres militares trajeron el cuerpo de Moukarsel a la enfermería, que el detenido estaba con el torso desnudo y casi muerto, que no le explicaron por qué causa se hallaba en ese estado y que pocos minutos después falleció, resultando infructuosos los intentos de resucitarlo (ver fs. 271/2, 608, 1207 y fs. 264 respectivamente), manifestaciones totalmente coincidentes con las vertidas por los detenidos antes aludidos. A mayor abundamiento, resulta ilustrativo el informe brindado por el Servicio Meteorológico Nacional del que se desprende que el día 14 de julio de 1976 la temperatura máxima registrada fue de 15.7 º C a las 16.00 hs., mientras que a las 00.00 hs. del día 15 había descendido a 6,1º C (ver fs. 1317). Tan bajas temperaturas sumado al hecho que Moukarsel tenía el torso desnudo, que le tiraban agua y que así debió permanecer inmovilizado en el suelo, a la intemperie, durante más de diez horas, tornaban por demás

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previsible que el episodio finalizara de la manera en que acabó; o - al menos – y en el caso de que el interno padeciera alguna deficiencia o dolencia cardíaca previa (de la que no existe constancia alguna en su Historia Clínica obrante en su legajo, en el que sí surge a fs. 308 que, por ejemplo, Moukarsel practicaba deportes, fútbol) resulta por demás lógico asumir que las extremísimas y severísimas condiciones del castigo que se le impusiera, introdujeron un elemento desencadenante de un proceso causal que culminó con su muerte. Continuando con el análisis de la perspectiva del personal penitenciario frente a este hecho, resulta por demás indicativa de la patente ilicitud del proceder de la custodia militar, la circunstancia que relata el testigo médico Dr. Víctor Ricardo Pacheco en cuanto sostiene que el director del Penal - Prefecto José Torres - le pidió que confeccionara un certificado médico en el que hiciera constar el fallecimiento de Moukarsel, insertando como causa eficiente de la muerte simplemente “paro cardio respiratorio”, entendiendo el testigo que previo a expedir ese certificado era necesario la realización de una autopsia, negándose - por ende - a confeccionar el documento peticionado; negativa ante la cual, el Teniente Primero Alsina que se encontraba presente en el lugar manifestó “no importa, a eso lo arreglo en el Hospital Militar”, procediendo pues a trasladar el cuerpo del occiso a ese nosocomio, en el que se llamó a otro facultativo para que expidiera la constancia (ver fs. 343/4, 65 del Anexo 1, 291 bis/325, 727). En el legajo penitenciario de Moukarsel, consta que efectivamente quien atendió al moribundo en sus últimos minutos de vida fue el Dr. José Bazán, quien dejó sentado por escrito que personal militar internó a Moukarsel a la 01.05 hs. aproximadamente del día

Poder Judicial de la Nación 59 USO OFICIAL 15/7/76, que el paciente ingresó “shocado” y falleció por paro respiratorio diez minutos después, antes de suministrarle medicación alguna”. El Dr. Victor Pacheco arribó posteriormente, a pedido del Director del Penal José Alberto Torres, revisando a Moukarsel a las 2.30 hs. de aquella noche, constatando la muerte clínica del nombrado, luego de lo cual, el Teniente Alsina retiró el cadáver para trasladarlo al Hospital Militar (fs. 4525/9), evidentemente a los fines de munirse del certificado que Pacheco se había negado a expedir, el que finalmente fue suscripto por el médico forense José Felipe Tavip del Departamento Criminalística de la Policía (fs. 727), quien aclaró en esta causa que en los casos en que era llamado al Hospital Militar para retirar el cadáver y trasladarlo a la morgue, libraba el correspondiente certificado con la duda de cuá l había sido la causa de muerte, en razón de no haber podido conocer ni examinar las circunstancias de tiempo, lugar y modo en que el fallecimiento se había producido (fs. 3461). Conforme constancias del registro de entradas y salidas de la Morgue Judicial, el cadáver de Moukarsel no fue sometido a autopsia (fs. 4553). Resulta de relevancia a los fines de demostrar la existencia de un accionar destinado a ocultar el gravísimo hecho acontecido, citar un memorandum confeccionado por la Delegación Córdoba de la Policía Federal Argentina pocos días después - el 20/7/76 - en el que se señalaba –en base a supuestas informaciones reunidas por dicho organismo- que efectivos pertenecientes al IIIº Cuerpo del Ejército habían mantenido un enfrentamiento en Cno. a la Calera Km. 12 de ésta provincia, ocasión en la cual habían muerto tres “elementos sediciosos”, en relación a los cuales personal de la Sección Dactiloscopía de la Policía de la Provincia de Córdoba, había logrado determinar que uno de ellos era José René Moukarsel (ver fs. 3294). Todo lo expuesto, en especial la mendacidad de la versión vertida por personal militar, sumado al hecho de no haberse practicado de inmediato ninguna diligencia probatoria a efectos de constatar las causas de la muerte - no se hizo autopsia y no se labró sumario ni en la Unidad Penitenciaria, ni en el Ejército tendiente a deslindar responsabilidades 222

- nos permiten señalar – con el grado de probabilidad requerido en esta etapa procesal - que existió una maniobra conjunta de los directos implicados y de sus superiores destinada a ocultar el accionar delictivo, pretendiendo invocar causas naturales o accidentales para justificar lo que en realidad fue simple y llanamente una impiadosa sesión de terribles tormentos que habrían ocasionado, en definitiva, la muerte de quien en vida fuera José René Moukarsel. HECHO DECIMO PRIMERO Este hecho refiere a la muerte de los detenidos especiales Miguel Hugo Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil e Higinio Toranzo, también en el contexto de un traslado desde la UP1 hacia otro destino militar. Este hecho destaca de los demás en razón de que cuenta con un testigo presencial, el que – si bien se vio privado del sentido de la vista durante gran parte de periplo criminal – sí pudo ofrecer a este Tribunal valiosísimos datos respecto a lo sucedido ese 12 de agosto de 1976. 60 Al rendir su testimonio, Eduardo Alfredo De Breuil relató pormenorizadamente al Tribunal cómo el personal militar, en forma previa a comenzar el viaje, los esposó – a él y a los otros tres presos que resultaron muertos en ese operativo: su hermano Gustavo Adolfo De Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja y Arnaldo Higinio Toranzo-, les vendó los ojos y los acomodó en dos camionetas –dos detenidos en cada una- acostados debajo de los asientos traseros, con sus pies atados y tapados con mantas. Recuerda que el personal militar iba sentado en dichos asientos, con instrucciones de disparar sus armas ante el más mínimo problema. Señala que, luego de efectuado un trayecto en las camionetas, habrían ingresado probablemente en dependencias del Tercer Cuerpo de Ejército en el camino a La Calera, y que allí el personal militar bajó a los detenidos y los dejó en una habitación, tendidos en el piso, boca abajo, por espacio de una media hora. Indica que, posteriormente le quitaron las esposas al testigo, reemplazándolas por trapos y que lo amordazaron. Que luego lo hicieron subir nuevamente en una camioneta, pero esta vez separado de los otros tres detenidos, los que abordaron un segundo vehículo. Recuerda que el militar que estaba a cargo del operativo –al que llamaban “el capitán”- comentaba reiteradamente que “era un mal día” para ellos, y que los condujo durante varios minutos en probable dirección a la zona del Chateau Carreras. Que no obstante encontrarse vendado, pudo percatarse – por el movimiento - que los vehículos ingresaron por un camino de tierra, deteniéndose poco después en un descampado en el que, previo fijarse que no hubiera “moros en la costa” los hicieron bajar. Que el “capitán” que comandaba la operación ordenó a los efectivos militares que disparen, escuchándose varias detonaciones de armas de fuego, sintiendo además que alguien intentaba gritar pero sólo emitía sonidos guturales por la mordaza que tenía en la boca. Que el capitán ordenó, entonces, que desaten a los muertos y recojan las vainas, cuidando de que no quedara ninguna. También da cuenta en su relato que los subordinados se quejaban, diciendo que – por ser tenientes, les tocaba hacer ese trabajo sucio, a lo que el capitán les contestó que se tranquilicen, que así es la guerra y “que se las aguantaran”. Indica que le quitaron la venda, le desataron los pies y lo condujeron caminando hasta donde se encontraban los tres cuerpos sin vida, observando uno por uno. Que el oficial que lo conducía le dijo que cuando vuelva a la cárcel cuente todo a los otros presos, que les diga que si seguían matando militares les iba a pasar lo mismo y que él mismo iba a ser el próximo, que ese día se había salvado entre los indios pero que la próxima vez no contaría el cuento. Que lo vuelven a atar, vendar y amordazar y lo subieron a la camioneta, ubicándolo nuevamente bajo el asiento. Que el capitán avisa por radio que el operativo ya estaba cumplido y que podía venir el vehículo convenido, con lo pasados cinco minutos llegó al lugar otro móvil, ordenando el recién llegado que sacaran fotos y recogieran los cuerpos. Después de eso el testigo es llevado de regreso a la

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Penitenciaría (fs. 825/8). Sin lugar a dudas, el relato de Eduardo De Breuil es un elemento probatorio clave, pues constituye el único testigo directo que declaró haber presenciado la ejecución llevada a cabo aquel día 12/8/76, desmintiendo por completo la versión oficial que hablaba de la huída de “tres guerrilleros” que, aprovechando la rotura de la dirección y un

Poder Judicial de la Nación 61 USO OFICIAL principio de incendio del automóvil en que eran trasladados, habían procurado ocultarse tras arbustos, resultando abatidos al no acatar la orden de rendición (fs. 1323). Si bien podría especularse con la parcia lidad de aquel deponente, dado que entre las víctimas fatales se hallaba su propio hermano, lo cierto es que su versión de lo acontecido resulta absolutamente verosímil, a la luz de las demás probanzas reunidas en el presente proceso. En tal sentido, según lo recuerdan coincidentemente Jorge Cravero (fs. 381/3), Héctor López (fs. 132/4), Roberto Díaz (fs. 131/2), José M. Niztzchmamn (fs. 37 Anexo 1 Cuerpo 2), Héctor Lerner (fs. 3156), Luis Miguel Baronetto (fs. 2945/53) y Pedro Nicolás Sayago (fs. 1168/71), al regresar al penal Eduardo De Breuil, les narró conmocionado lo que ese día había vivido, cumpliendo así con la misión que el Ejército le había encomendado, cual era la de prevenir a los demás internos, acerca de lo que podía llegar a sucederles. No existen al respecto, motivos razonables que induzcan a pensar que en aquella oportunidad De Breuil intentó engañar a sus compañeros del pabellón, perturbándolos psíquicamente con historias inventadas, para contribuir desinteresadamente a agravar el clima de incertidumbre y miedo en el que las Fuerzas de Seguridad procuraban mantener a aquellos presidiarios. A más de ello, concurren otras circunstancias que ponen al descubierto la mendacidad de la noticia propagada por el Tercer Cuerpo de Ejército, la que –para mayor claridad- se transcribe a continuación: “El comandante del IIIº Cuerpo comunica que en el día de la fecha, siendo aproximadamente las 13.45 horas, en circunstancias en que un vehículo militar transportaba desde la Unidad Carcelaria Nº Uno hacia el Consejo de Guerra a tres delincuentes subversivos para ser interrogados por un juez de instrucción militar, el vehículo en que eran transportados sufrió una rotura de dirección, precipitándose a una banquina y originándose un principio de incendio. Aprovechando la situación, los delincuentes intentaron huir ocultándose en los arbustos, siendo perseguidos de inmediato por tropas de custodia, las que les intimaron rendición que no fue acatada, por lo que se debió abrir fuego, dándose muerte a Miguel Hugo Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil e Higinio Arnaldo Toranzo. Con heridas leves resultó un suboficial, al sufrir principios de quemadura” (-nota en La Voz del Interior del 13/8/76 referida a un comunicado hecho conocer en la víspera- fs. 1323). Con relación a dicha versión, dable es destacar que mal podrían haber intentado escapar, desacatarse, o revelarse de cualquier otro modo contra los efectivos militares, quienes se hallaban con los ojos vendados, esposadas sus manos y atados sus pies, acostados boca abajo en el suelo de los vehículos, con numerosos custodios que los vigilaban (conf. relato de Eduardo De Breuil ya citado). En esas condiciones, el argumento oficial relativo a que intentaron huir y ocultarse tras los arbustos del lugar, resulta trivial. Al respecto, no sólo Eduardo De Breuil sostuvo haber sido trasladado con vendas, esposas y ataduras, sino también numerosos internos que durante su detención fueron conducidos a otras dependencias policiales, militares o penitenciarias: Jorge Enrique De Breuil (fs. 3408/12), Daniel Roberto Juez (fs. 175/6, 3391), Jorge R. Lagos (fs. 2955), 62 Norma Susana San Nicolás –recuerda cómo a Barberis y a Abdón las vendaron y ataron atrás 224

sus manos, en la puerta del pabellón, habiendo observado también cómo ataban y vendaban a Rossetti de Arqueola al retirarla de la celda- fs. 2966), Soledad García (fs. 2976/84), Alicia Wieland (fs. 2636), Enrique Asbert (fs. 3220/8), coincidiendo en que no había posibilidad de evadirse o fugarse durante un traslado. Incluso el personal penitenciario que prestaba servicios en la UP1 recuerda que al retirar del establecimiento a los detenidos “especiales”, invariablemente se les colocaba esposas –o se les ataba las manos a la espalda con cables o sogas- y se les vendaba los ojos: Julián Ricardo Contreras (fs. 3445/8), Ramón Ariza (fs. 1959/62), Felix Jesús Carranza –quien afirma que con las medidas de seguridad adoptadas, era imposible una fuga (fs. 3280) y Jose Pascual Castillo, quien concretamente recuerda que al sacar a los detenidos De Breuil y Toranzo de sus pabellones, éstos fueron esposados (fs. 29 Anexo 2, Cuerpo 2). El propio director de la Penitenciaría, Prefecto José Alberto Torres, recordó que desde mayo del 76’ los militares amordazaban, ataban las manos con cables y tabicaban a los presos que serían trasladados, antes de sacarlos de la cárcel, acotando que también los que ingresaban al Penal, venían atados, tabicados y amordazados (fs. 2483/91). Cabe tener en cuenta además, que los detenidos “especiales” eran incluso esposados dentro de la misma Penitenciaría, cada vez que se los conducía fuera de los pabellones, a otras instalaciones del establecimiento. Aún más, en ciertas oportunidades la custodia militar armada obligó al detenido a permanecer con las esposas durante todo el acto procesal del que debía participar, dentro de la misma cárcel (fs. 1063/6). Así las cosas, no cabe sino concluir que, en consonancia con tan estrictas medidas de seguridad, la capacidad de movimiento de los detenidos era rigurosamente restringida al tiempo de sacarlos de la Penitenciaría y conducirlos por la vía pública. Conviene destacar que, aún en el hipotético e improbable supuesto que, no uno, sino los tres detenidos hubieran logrado zafar por completo de las esposas, vendas y ataduras que les impedía moverse con rapidez, resulta inverosímil que profesionales entrenados para tareas de esa índole, no hubieran podido alcanzar a los presos y aprehenderlos nuevamente, sin necesidad de dispararles con sus armas de fuego, sobre todo en circunstancias en las que no necesitaban contrarrestar ataque alguno de quienes estaban desprovistos de todo armamento. Así las cosas, la “necesaria” muerte de los detenidos aparece como una consecuencia inusitada y –por ende- escasamente creíble. También, llama poderosamente la atención que el comunicado nada diga del camino por el cuál supuestamente transitaba el vehículo militar, o del específico lugar del recorrido en que concretamente se produjo el supuesto incendio, como también que no haga mención a las características del móvil, ni a la identidad del suboficial que supuestamente sufrió heridas leves por quemadura en esa ocasión. En tal sentido, las omisiones señaladas no hacen más que denotar la inexistencia de datos ciertos y constatables y el consecuente propósito de no consignar información fácilmente rebatible.

Poder Judicial de la Nación 63 USO OFICIAL En tercer lugar, nada dice la publicación respecto al otro vehículo que participaba del operativo. Obviamente, mencionar la presencia de más efectivos militares provistos de otro móvil, tornaba inconcebible la “necesidad” de abatir a los supuestos prófugos, en lugar de perseguirlos y capturarlos nuevamente –como ya se expuso-. Por último, resulta sugestivo que en la versión propagada por el Comandante del Tercer Cuerpo, no se haya mencionado al cuarto detenido que era trasladado en esa oportunidad y que sobrevivió al episodio, precaviéndose así de propagar la identidad de quien probablemente no habría de avalar la historia publicada. Es también indicativo de la falta de veracidad de las circunstancias 225

invocadas para explicar la muerte de los tres detenidos, el hecho que sus cuerpos fueran prontamente retirados del lugar y conducidos al Hospital Militar, sin dar previamente, la debida participación a los médicos forenses. Al respecto, de la fotocopia obrante a fs. 1766 que corresponde al libro de novedades de la guardia de la División Medicina y Química Legal del Departamento Criminalística de la Policía de la Provincia, resulta que a las 16.00 hs. de aquel 12/8/76 fue llamado un médico forense a los efectos de producir el correspondiente informe, cuando los cuerpos ya se encontraban en el Hospital Militar. El Dr. José Tavip comisionado a tales efectos, recuerda que en aquel nosocomio le entregaron los tres cuerpos y las fichas con las huellas dactilares, indicándole la identidad de cada uno; agrega que se ocuparon de trasladar los cuerpos a la morgue y personalmente expidió los certificados de defunción, suponiendo que la causa de muerte había sido la hemorragia provocada por las múltiples heridas de bala que los cuerpos presentaban. Tavip, remarcó que, a diferencia de lo que ocurría en los casos de muertos comunes en que el personal de Criminalística –los médicos incluidos- debían constituirse en el lugar del hecho y antes de mover el cadáver debían practicar una serie de diligencias, tales como sacar fotos, efectuar mediciones, recoger huellas, observar y llenar una ficha con los datos surgidos de la observación; tratándose de muertos en enfrentamientos con las fuerzas armadas o de seguridad, los militares recién solicitaban la intervención de los forenses después que los cadáveres ya habían sido trasladados al Hospital Militar, careciendo pues –a los fines de los correspondientes informes- de aquellos valiosos datos (fs. 3461). HECHO DÉCIMO SEGUNDO En lo que concierne a la muerte de Liliana Felisa Paez y Ricardo Daniel Tramontini, el comunicado del Comandante del Tercer Cuerpo sostuvo que el día 20/8/76 a las 20.00 hs., el camión militar que los transportaba a la altura de avenida Caraffa, fue sobrepasado por dos vehículos (un Torino rojo y un Peugeot 404 claro) que abrieron fuego con armas automáticas provocando heridas al soldado conscripto Olegario Barrio y la muerte instantánea de los detenidos que eran trasladados. Al abrir fuego el personal militar, los dos automóviles emprendieron una veloz huída. Uno de los vehículos fue alcanzado por los 64 disparos, chocando contra un árbol, fugándose a pie los delincuentes subversivos que en él se conducían (fs. 1323 y 3256/7). Al respecto, debe señalarse en primer lugar que el incidente al que hace mención aquel comunicado no pudo producirse a las 20.00 hs, puesto que todavía Paez y Tramontini no habían salido aún de la Penitenciaría. En efecto, Alicia Wieland recuerda que Liliana Paez recién fue sacada de su celda alrededor de las 22.00 hs. (fs. 2636) y conforme surge de los legajos de aquellos detenidos, el prefecto José Alberto Torres recién pudo comunicarse telefónicamente con el Jefe del Servicio Penitenciario, Prefecto Héctor C. Gastaldi, a las 21.30 hs. de aquel 20/8/76 a los efectos de requerir el visto bueno de ese funcionario para la salida de los internos, permitiendo –por ende- después de aquella hora el egreso de los detenidos solicitados por Sasiaiñ. Resulta significativo que, al igual que con Funes y Rossetti, el prefecto Torres se negara a aprobar la salida de los detenidos, en tanto no contara con la expresa autorización de un superior –en este caso el Jefe Gastaldi que, telefónicamente, le manifestó estar en conocimiento del operativo-, dejando debida constancia escrita de la misma en los legajos, para resguardarse –evidentemente- de cualquier grave consecuencia que pudiera sobrevenir y que es obvio, ya presumía en aquel momento. En tal sentido, se expuso antes que el propio Torres reconoció haber estado conciente que el verdadero propósito de estos operativos no era el de “interrogar” a los detenidos (fs. 2483/91).

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A más de esa circunstancia, la noticia del supuesto ataque incurre en otra probada falsedad. No había en aquel entonces ningún soldado llamado Olegario Barrios que se hallara cumpliendo el servicio militar. Efectivamente, examinadas que fueron las listas correspondientes a los soldados clase 1954 y 1955 –los que fueron incorporados en el año 1975 y 1976 respectivamente-, que cumplieron el servicio militar obligatorio en el Liceo Militar General Paz, en el Comando de Cuerpo Ejército III, Comando de Brigada de Infantería Aerotransportada IV, Regimiento de Infantería Aerotransportada 14º, Regimiento de Infantería Aerotransportada 2º, Grupo de Artillería Aerotransportada 4º, Compañía de Ingenieros Aerotransportada 4º –solo clase 1955-, Compañía de Comunicaciones Aerotransportada 4º, Compañía de Arsenales Aerotransportada 4º, Compañía de Apoyo y Lanzamiento Aerotransportada 4º, Sec. Int. Aerotransportada 4º, Escuadrón Exploración Aerotransportada 4º, Batallón de Comunicaciones 141, Batallón de Arsenales 141, Compañía Int. 141, Hospital Evacuación 141, Destacamento de Inteligencia 141, Compañía Policía Militar 141, Prisión Militar Encausados Córdoba, Distrito Militar Córdoba, Sastrería Militar Sucursal Córdoba – solo clase 1955-, C. G. P. P. S. E. Córdoba, Fábrica Militar de Cartuchos San Francisco, Fábrica Militar Río Tercero, Fábrica Militar Villa María y Ec. Pol. Provincia de Córdoba – solo clase 1954-, incluso los soldados que fallecieron durante el cumplimiento del servicio militar correspondientes a esas dos clases, posible fue corroborar que no consta en tales listados ninguno con el nombre Olegario Barrios (ver fs. 2597).

Poder Judicial de la Nación 65 USO OFICIAL A lo expuesto, resta agregar las sospechas que –al igual que en los casos anteriores- despierta la imprecisión del comunicado en relación al lugar en que el hecho habría ocurrido. Basta advertir que textualmente dice que el enfrentamiento tuvo lugar “a la altura de Avenida Caraffa” sin aportar otro dato, sin aclarar si el camión se dirigía por esa larga avenida o si, por el contrario, se conducía por una de las tantas calles que la atraviesan (fs. 3256/8); resultando pues que el supuesto enfrentamiento podría haberse producido en un sinnúmero de lugares dentro de una amplia zona, vagamente definida, logrando así evitar que cualquier eventual transeúnte o residente pudiera extrañarse al leer la noticia, de no haber presenciado el incidente. Sumado a ello, la fecha elegida para el traslado -al cumplirse exactamente un año de producido el ataque a la Jefatura de Policía, dependencias vecinas del D2, sedes del Comando Radioeléctrico y Guardia de Infantería, en el que tanto Paez como Tramontini se hallaban sospechados de haber intervenido, torna evidente que, lejos de haber sido víctimas de un imprevisto enfrentamiento, ambos habrían sido asesinados en obvia e implacable venganza. HECHO DECIMOTERCERO En lo concerniente al último de los hechos investigados, esto es la muerte de Pablo Alberto Balustra, Miguel Angel Ceballos, Florencio Díaz, Jorge Omar García, Marta Juana Gonzalez y Oscar Hugo Hubert; el Coronel Vicente Meli –perteneciente al Comando de Brigada I Aerotransportada IV- informó, el 18/10/76 al Sr. Juez Federal Nº 1 Dr. Adolfo Zamboni Ledesma en la causa identificada “C/ Baronetto Luis Miguel y Otros P. ss. aa. Asociación Ilícita calificada e Infracción Ley 20.840” (Expte. 19-B-75), que el día 11 de ese mismo mes y año, aproximadamente a las 16,45 hs. cuando una patrulla motorizada del Ejército Argentino trasladaba a seis detenidos subversivos desde la Penitenciaría, al llegar a calle General Guido entre Amado Nervo y 6 de Septiembre de esta ciudad, fue interceptada por vehículos civiles que abrieron fuego contra los móviles militares, motivo por el cual resultó un intenso tiroteo que arrojó como resultado la muerte de los 6 detenidos que eran trasladados. A posteriori –continúa relatando el Cnel. Meli- se remitieron los cadáveres al 227

Hospital Militar Córdoba siendo identificados como Jorge Oscar o Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Marta Juana González de Baronetto, Miguel Angel Ceballos, Florencio Díaz y Pablo Alberto Balustra (ver fs. 1372). El día 22 de octubre de 1976, el secretario de Juzgado Federal Nº 2 –Dr. Manuel González Pizarro- dejó constancia en la causa identificada como “3D-76” de haber recibido una comunicación telefónica de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV, mediante la cual se le hizo saber el hecho precedentemente descripto, en términos muy similares, anoticiando al Tribunal que uno de los muertos era Florencio Díaz L. E. Nº 4.663.971, imputado en el citado proceso (ver fs. 1147 vta.). Ahora bien, respecto a ese relato posib le es señalar –conforme lo ha advertido Luis Baronetto y se pudo constatar mediante inspección ocular (fs. 2945, 3000)- que no existe intersección entre las calles General Guido y 6 de Septiembre –actual Constituyente Salguero- y que la segunda de esas arterias concluye una cuadra antes de poder unirse con la 66 primera, en una abrupta barranca, que en aquella época carecía de construcciones y se hallaba lo suficientemente desolada como para proceder sin testigos, a la ejecución de los presos. Llama la atención, en tal sentido, que la patrulla militar hubiera optado – si es que en realidad lo hizo- por internarse en un barrio como es el de Lomas de San Martín, con arterias escasamente transitadas, con relieve irregular por el que a menudo se entrecortan o interrumpen, debiendo realizar obligadamente una serie de vueltas que hubieran resultado innecesarias de tomar por otras calles y avenidas aledañas–tales como Soldado Ruiz y Boulevard Los Granaderos, o Quizquizacate y Avda. Monseñor Pablo Cabrera, por ejemploque lo conducían directa y rápidamente hacia el Comando del Tercer Cuerpo de Ejército (fs. 4488). Pero aún considerando como hipótesis que razones de seguridad u otros motivos hubieran aconsejado seguir ese recorrido, lo cierto es que –tal como se dijo en los hechos precedentemente tratados- resulta inaudito que en los pocos minutos transcurridos desde la llegada de la comitiva militar a la Penitenciaría, hasta la efectiva entrega de detenidos para su traslado, personas que se conducían en diversos vehículos, hubieran tomado conocimiento del repentino egreso de los presos, urdiendo y concretando aceleradamente el ataque, a sólo unas pocas cuadras de salir el móvil de la Penitenciaría. Conviene reiterar, al respecto, que las órdenes de traslado de los presos especiales, emanadas de autoridades militares, no se transmitían por adelantado a la cárcel, sino que se presentaban al tiempo de solicitar la inmediata entrega de los internos, tomando conocimiento de las mismas solamente el encargado de la oficina de trámites judiciales y el director del establecimiento (fs. 2483/91). Adviértase, en tal sentido, que ni los propios trasladados tenían conocimiento en aquellos momentos de que serían sacados y con qué objeto, tal como lo demuestra la incertidumbre de Marta Juana González de Baronetto, quien al ser retirada, prefirió partir de manera optimista, comentando a sus compañeras de celda que probablemente la llevaban a anotar el reciente nacimiento de su hijo Lucas, en el Registro Civil (fs. 2966, 2976/84). En este caso, al igual que en los precedentes, no deja de extrañar que el intenso tiroteo a que hace alusión el comunicado del Coronel Vicente Meli, solo hubiera afectado a los presos trasladados y no así al personal militar que los transportaba, puesto que se hallaban junto a ellos en la misma patrulla. En tal sentido, la información brindada por Meli no menciona si los detenidos habrían alcanzado a salir del móvil en que eran llevados e intentado huir –tal como rezaban otras noticias previamente examinadas-, pero lo cierto es que al menos uno de los transportados mal hubiera podido descender del vehículo por sí solo, lo cual pone en duda cualquier intento de fuga que pueda alegarse a su respecto. En efecto, Pablo Balustra se hallaba semiparalizado desde abril de

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1976, en razón de los golpes propinados por el personal militar en una de las golpizas generalizadas a que fueron sometidos los detenidos especiales. No podía por sí mismo

Poder Judicial de la Nación 67 USO OFICIAL movilizarse de un lugar a otro. En setiembre de ese año fue incluído en la nómina de los internos que debían ser trasladados al establecimiento penal de Sierra Chica. Varios de los detenidos que eran también objeto de traslado, pudieron ver a Balustra preparado para el viaje, recostado en una camilla, al costado de la fila (fs. 3226/7), sin embargo a último momento los militares decidieron dejarlo debido a que, por sus condiciones físicas, resultaba “impresentable” ante el Servicio Penitenciario Federal (fs. 2945/53). Roberto Eduardo Díaz concuerda al señalar que en aque llas circunstancias, un oficial del Ejercito que los iba revisando, le dijo a Balustra que si no podía irse por sus propios medios, se tendría que quedar; los demás temiendo lo peor, se ofrecieron a llevarlo en andas pero no se les permitió, enterándose por los diarios, pocos días depués cuando ya estaban en Sierra Chica que esos temores no habían sido infundados y que Balustra efectivamente fue ultimado, tal como lo presumían (fs. 128/31). También es posible destacar que el comunicado de Meli es falso en lo atinente a la hora en que los detenidos fueron retirados de la Penitenciaría y el momento en que se produjo el supuesto enfrentamiento –16.45 hs. aprox.-. Uno de los empleados de la cárcel a cargo de la División Judiciales –Vicente Francisco Arce- recordó que estos presos fueron retirados por una comisión formada por oficiales del Ejército, aproximadamente a las 19.40 hs. (fs. 1232) y la interna Norma San Nicolás afirma –coincidentemente- que cuando retiraron de la celda a Baronetto, ya había atardecido, habiendo podido escuchar luego los disparos de las armas de fuego, desde la misma Penitenciaría (fs. 2966). Cabe resaltar asimismo, que en relación a lo ocurrido con estos seis detenidos en octubre de 1976, la Policía Federal difundió una información distinta –obtenida por “medios propios”- según la cual el incidente habría tenido lugar el día 13 -y no el 11-, en el camino Chateau Carreras –no en Lomas de San Martín-, tratándose de un ataque por parte de un grupo de diez personas que tenían por finalidad liberar a los detenidos, situación en la cual, aprovechando la confusión, los presos fueron abatidos por la patrulla militar al intentar fugarse (fs. 3179/20). Más allá de las reflexiones relativas a las naturales dudas que genera la existencia de versiones distintas, necesario es señalar que también esta última historia es merecedora de numerosos reparos que la tornan insostenible. Al margen de la fecha inexacta, la sóla alusión a la zona del Chateau Carreras, ya torna sospechosa la versión. A ello posible es agregar lo expuesto respecto a la hemiplegia que afectaba a Balustra, resultando pues absurdo que los seis detenidos debieron ser abatidos para evitar que se fugaran, tal como lo afirma el memorando; siendo además indicativo de la mendacidad de dicha historia, en lo relativo a que los detenidos hayan resultado abatidos por la comitiva militar cuando pretendían huir, la circunstancia de haber fallecido Oscar Hubert –única víctima de la cual fue posible encontrar el informe médico confeccionado por el forense- en virtud de proyectiles de arma de fuego que penetraron por las regiones supra clavicular derecha, pectoral derecha, esternal media, umbilical e inginal derecha y salieron por las regiones escapular derecha, escapular izquierda y sub escapular izquierda (fs. 4348), es decir en virtud de disparos que fueron 68 efectuados de frente y no a su espalda como debiera haber ocurrido si aquél hubiera estado huyendo. Así pues, obvio es concluir –tal como en los casos analizados anteriormente- que aquellos seis detenidos también habrían sido ejecutados. 229

Cabe acotar que, de las registraciones efectuadas en el libro de entradas de la morgue judicial, surge que los seis cadáveres habrían sido previamente llevados al Hospital Militar, es decir que al igual que en los casos anteriores, los forenses – sospechosamente- no fueron llamados al lugar del hecho, lo cual resulta corroborado por el informe médico aludido en el párrafo precedente (fs. 4348) y en las partidas de defunción de Florencio Díaz y Miguel Angel Ceballos en las que figura que la hora y lugar del deceso se ignoran, habiéndose consignado en las restantes partidas como lugar del fallecimiento el Hospital Córdoba, no consistiendo éste el lugar del hecho sino el nosocomio en que se hallaba instalada la Morgue (fs. 1288/92). Otra constancia del libro de la Morgue Judicial que reviste particular significación, es la referida a la causa de ingreso de los cadáveres, puesto que, abandonando las leyendas utilizadas anteriormente en relación a hechos similares –tales como “enfrentamiento Jefatura, fuga”, o “enfrentamiento con policía”, o “enfrentamiento armado” o “enfrentamiento fuerza militar”-, a partir del hecho en que resultaron muertos De Breuil, Vaca Narvaja y Toranzo, como también en relación a los cuerpos de Tramontini y Paez y al de los seis detenidos ingresados el día 11/10/76, el personal de la morgue optó por no seguir haciéndose eco de las explicaciones brindadas por las autoridades militares o policiales y consignar como causa de la entrada, solamente las palabras “fuerzas armadas”, sin mencionar la existencia de un enfrentamiento; cambio este que deja traslucir que a los ojos de los “morgueros” no habría pasado desapercibido que las heridas de aquellos cadáveres dudosamente habían sido producto de un enfrentamiento. No puede, asimismo, soslayarse el que a la fecha del “traslado” de Hubert, González, Ceballos, Balustra, García y Díaz, ya se habían producido –supuestamentecinco sorpresivos ataques o intentos de fuga similares en el transcurso de menos de cinco meses, por lo que dable es concluir que a esa altura, el Ejército se hallaba lo suficientemente prevenido como para adoptar todos los recaudos que resultaren necesarios a los fines de evitar que incidentes como esos siguieran aconteciendo. Resulta pues inverosímil, que la comitiva militar haya nuevamente sido sorprendida de manera tal que no pudiera eludir el encuentro con los “sediciosos”, ni repeler su ataque, ni evitar que los detenidos –que se hallaban vendados y esposados- permanecieran quietos en el móvil sin necesidad de abatirlos. Al respecto, resta señalar que, conforme surge del testimonio de María Susana González - hermana de la fallecida Marta-, el cuerpo de ésta tenía arena y tierra pegado en el cabello, lo cual demuestra que no fue herida fatalmente en el mismo móvil en el que era conducida, ni en una superficie embaldosada o asfaltada como la de la arteria o de las veredas por las cuales supuestamente habría intentado huir, sino en un sitio baldío o descampado (fs. 3008/9). II- Contexto Histórico

Poder Judicial de la Nación 69 USO OFICIAL Luego de haber acreditado – con el grado de probabilidad que requiere esta instancia - la existencia histórica de los hechos que nos ocupan, es el momento de abordar el análisis de la intervención que les habría cabido a los encartados en estos acontecimientos. En este empeño – y en virtud del destacado papel en el marco institucional que algunos de estos imputados jugaban al momento por el año 1976 - resulta necesario contextualizar los hechos investigados en las peculiares circunstancias históricas y políticas que imperaban en la Argentina en la década de los años 70. Estas circunstancias, si bien no han sido objeto particular de prueba en estos actuados, subyacen en múltiples referencias testimoniales y documentales agregadas a la causa, se desprenden tanto de los reglamentos y directivas del Ejército dictadas en ese tiempo como así también de las publicaciones periodísticas y las referencias expresadas por 230

imputados y testigos a lo largo de esta extensa instrucción. La particular situación política que aludimos fue motivo de un exhaustivo análisis por parte de los jueces que intervinieron en el juzgamiento de los “Comandantes” en la causa 13/84, resultando útil volcar al presente algunas de las consideraciones allí consignadas. La década del setenta encontró al país inmerso en un clima político sumamente convulsionado en el que el “fenómeno terrorista” - como se lo define en la sentencia 13/85 recaída en el juicio a “los Comandantes” - impactó con fuerza en la sociedad toda. Este fenómeno, evidenciado en una considerable pluralidad de agrupaciones, caracterizadas por el aumento de la violencia con que se manifestaban, su diversificación, su organización interna de tipo celular y militarizada cada vez más compleja y eficaz, el poder ofensivo que le proporcionaba el armamento del que disponían, sus abundantes recursos económicos -en gran parte fruto de la actividad delictiva desplegada-; fue generando como reacción en las autoridades gubernamentales de entonces, una legislación especial para prevención y represión de la subversión, también complementada a través de reglamentaciones militares. En 1975 el gobierno constitucional, alegando la incapacidad de las fuerzas policiales para controlar el fenómeno, dictó los decretos 261/75, 2770/75, 2771/75 y 2772/75 que involucraron a los Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas en esta lucha. Decretos que fueron complementados por regulación emanada de las propias Fuerzas Armadas, como lo fue la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa que estableció la intervención de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, y demás organismos puestos a su disposición para la lucha antisubversiva, de modo tal de optimizar la utilización simultánea de todos los medios disponibles, coordinando los niveles nacional ( a cargo del Consejo de Seguridad Interna), conjunto ( a cargo del Consejo de Defensa con asistencia del Estado Mayor Conjunto) y específico (a cargo de cada fuerza), tomando como zonas prioritarias las de Tucumán, Córdoba, Santa Fe, Rosario, Capital Federal y La Plata. Si bien esta directiva dispuso que la acción de todas las fuerzas debía ser conjunta - para lo cual debían firmarse los respectivos convenios - adjudicó al Ejército la responsabilidad primaria en la dirección de las operaciones contra la subversión en todo el territorio de la Nación, la conducción de la comunidad informativa y el control operacional sobre la Policía Federal, Servicio 70 Penitenciario Federal y policías provinciales. Asimismo, asignó funcione s a la Armada y la Fuerza Aérea, disponiendo la colaboración de ambas en los requerimientos que podría formularle el Ejército. En uso de tales facultades, el Comandante General del Ejército, Jorge Rafael Videla, emitió la directiva n° 404/75 que, entre sus conceptos estratégicos, estableció las zonas prioritarias para direccionar la ofensiva, destacando en este punto a Córdoba dentro de los grandes centros urbanos. Planteó fases sucesivas y mantuvo la organización territorial conformada por cuatro zo nas de defensa: 1, 2, 3 y 5. La Provincia de Córdoba, junto a otras provincias del Norte del País, se encontraba territorialmente encuadrada en la Zona de Defensa 3. Por su parte el gobierno constitucional de entonces sancionó la ley 20.642 - que introdujo distintas reformas al Código Penal – creando nuevas figuras y agravando las escalas penales de otras ya existentes, en relación a delitos de connotación subversiva; la ley 20.840 que estableció un régimen de penalidades para distintas actividades terroristas, y los decretos 807/75, 642/76 y 1078/76 reglamentando el trámite de la opción para salir del país durante el estado de sitio. Con estas herramientas los delitos de contenido subversivo fueron objeto de investigación por parte de la Justicia Federal. Tan es así que gran parte del acervo probatorio de estos actuados lo componen las constancias de los expedientes penales

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tramitados en contra de quienes revisten en esta causa el carácter de víctimas, causas en su gran mayoría iniciadas por infracción a la ley 20.840, o por el delito de asociación ilícita. Con estas nuevas herramientas legales, y dada la intervención de las Fuerzas Armadas en el conflicto con la subversión, el Gobierno Constitucional contaba a principios de 1976 con medios suficientes para combatir al terrorismo, el que ya para esa fecha había sufrido derrotas de envergadura en muchas de las acciones que emprendiera. Si bien su presencia en el devenir cotidiano no había sido “aniquilado” –conforme los objetivos fijados por las “fuerzas legales” – se había avanzado significativamente en este sentido. Sin embargo, para marzo de 1976, los Comandantes de las tres Fuerzas Armadas, Generales Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti – formando la “Junta Militar” usurparon el poder político, derrocando las autoridades constitucionales e iniciaron lo que dieron en llamar el “Proceso de Reorganización Nacional”. El papel del Ejército en este proceso fue por demás protagónico, al punto tal que fue su Comandante en Jefe, General Videla – hoy imputado en estos actuados -, el elegido para asumir la Presidencia de la Nación. La instalación del gobierno de facto no implicó – en lo que a la lucha contra la subversión se refiere -un cambio sustancial explícito en las directivas, planes generales, órdenes o disposiciones de cada una de las fuerzas, sino que la política al respecto implicó una continuación de la ya implementada durante el período de gobierno constitucional.

Poder Judicial de la Nación 71 USO OFICIAL Hechas estas consideraciones, que pretenden contextualizar brevemente los hechos que forman el objeto procesal de estas actuaciones, ingresaremos al análisis en particular de la situación procesal de los imputados: III- Cuestiones Previas Previo a ingresar al análisis de las responsabilidades de cada uno de los imputados y de la existencia de vinculaciones con estos hechos, corresponde realizar algunas consideraciones en torno a las manifestaciones vertidas por Jorge Rafael Videla como parte de su defensa material en el marco su declaración indagatoria. En dicha oportunidad – entre otras manifestaciones – el imputado Videla expresó la falta de jurisdicción y competencia de este Tribunal para juzgarlo por estos hechos, entendiendo que tal jurisdicción le corresponde al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Asimismo indicó que en la causa 13/84 la Cámara Federal de la Capital lo juzgó en su oportunidad por setecientos casos que denominó “paradigmáticos”, condenándolo por algunos de ellos y absolviéndolo por los restantes y por todos los otros que no fueron objeto de expresa condena, por lo que entiende que cabe en este caso el principio de “cosa juzgada”. a) En relación al primero de sus planteos, esto es su alusión a que el presente proceso implica una violación al principio de “juez natural”, la suscripta debe señalar que esta cuestión ha sido abordada reiteradamente por la jurisprudencia. Al respecto, resulta útil citar los conceptos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación vertidos en los autos caratulados “RECURSO de hecho deducido por el Defensor Oficial ante la Cámara Federal de Apelaciones y Juzgados Federales de Primera Instancia de la Ciudad de Córdoba en la causa -Menéndez Luciano B. y otros, p.ss.aa. de Delitos Cometidos en la Represión de la Subversión-” (Causa 31-M-87), que, a su vez, remiten a un precedente del mismo tenor, concretamente, los autos “Incidente de excepción de competencia planteado por Abel Teodoro Catuzzi en autos -Acumulación causas art. 10 Ley 23.049 S/Área Paraná” (Causa 11.439). Allí, la jurisprud encia del más elevado Tribunal de la República dejó claramente establecido que “las leyes modificatorias de la jurisdicción y competencia, aún en los casos de silencio de ellas, se aplican de inmediato a causas 232

pendientes. La facultad de cambiar las leyes procesales es un derecho que pertenece a la soberanía. No existe derecho adquirido a ser juzgado por un determinado procedimiento, pues las leyes sobre procedimiento y jurisdicción son de orden público, especialmente cuando estatuyen acerca de la manera de descubrir y perseguir los delitos [...]. El objeto del art. 18 de la Constitución ha sido proscribir las leyes “ex post ipso”, y los juicios por comisiones nombradas especialmente para el caso, sacando al acusado de la jurisdicción permanente de los jueces naturales, para someterlos a tribunales o jueces accidentales o de circunstancias. Las garantías constitucionales que proscriben las leyes “ex post ipso” y los juicios por comisiones nombradas especialmente para el caso no sufren menoscabo alguno cuando a consecuencia de reformas introducidas por la ley en la administración de la justicia criminal, ocurre alguna alteración en las jurisdicciones establecidas, atribuyendo a nuevos Tribunales Permanentes cierto género de causas en que antes conocían otros que se suprimen cuyas atribuciones restringen; la interpretación contraria, serviría muchas veces de obstáculo a toda mejora, 72 obligando a conservar magistraturas o jurisdicciones dignas de supresión o reformas. La declaración de que ningún habitante de la Nación puede ser sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa presupone que esos jueces siguen conservando la jurisdicción en cuya virtud estaban llamados a conocer de una determinada causa. Si los jueces han dejado de serlo, o su jurisdicción ha sido restringida por obra de la ley, no puede afirmarse que sigan teniendo poder para juzgar las causas de que se trate, por donde resulta evidente que cuando otros tribunales permanentes asumen el poder jurisdiccional que a ellos correspondía, no les quitan o sacan algo que siguiera estando dentro de sus atribuciones. Lo inadmisible —lo que la Constitución repudia—, es el intento de privar a un juez de su jurisdicción en un caso concreto y determinado para conferírsela a otro juez que no la tiene, en forma tal que por esta vía indirecta se llegue a constituir una verdadera comisión especial disimulada bajo la calidad de juez permanente investido por ese magistrado de ocasión. La facultad de ejecutar reformas debe ser siempre facultad de la legislatura, y se crearía una interminable confusión de los procedimientos si cada caso debiera ser solamente sustanciado de acuerdo con las reglas procesales vigentes cuando los hechos ocurrieron y sólo por los tribunales entonces existentes [...]”. Asimismo, la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, ya en autos caratulados “PEREZ ESQUIVEL, Adolfo, MARTINEZ María Elba S/Presentación” (Expte. N° 1-P-98), con fecha 10.06.98, señaló también que “ [...] las leyes de procedimiento penal revisten la característica de ser de orden público, de conformidad a la naturaleza de los derechos que consagra y protege. En este sentido, Raúl W. Abalos afirma que el derecho procesal penal tiene naturaleza pública no sólo por los intereses públicos que protege y por el fin a que está dirigido, sino también porque está dispuesto en forma obligatoria en relación a los órganos encargados de administrar justicia en pos de dichos fines, más aún cuando el derecho penal sustantivo, que posee un indudable carácter público, está destinado a ser realizado en la faz práctica por intermedio de las normas de rito que resulten vigentes al momento de su investigación (Derecho Procesal Penal, Tomo I, Cuestiones Fundamentales, Ediciones Jurídicas Cuyo, pp. 14 y 62, año 1993) [...]. Las leyes de forma que regulan la actividad del Estado en el campo que nos ocupa, obedecen al principio general que las leyes rigen para el futuro —salvo en materia penal cuando en relación a los intereses tutelados resultasen más beneficiosas para el imputado— (art. 3 del CC. y 2 del CP.). En coincidencia con este concepto, Clariá Olmedo, al tratar la cuestión de la eficacia temporal en materia de sucesión de leyes procesales-penales, ha afirmado que “la regla de la irretroactividad significa que la nueva ley regirá para todo proceso a iniciarse y para la continuación de todo proceso ya iniciado. Las posibles excepciones deben ser expresas [...] la nueva ley no puede empeorar la situación ya adquirida; en cambio, sí se aplicará si favorece al contemplado en la norma por

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otorgarle una situación más beneficiosa que la adquirida por la aplicación de la ley anterior” (Derecho Procesal Penal, Tomo I, Ed. Marcos Lerner, pág. 103/105, año 1984) [...]” (Resolución protocolizada al L° 182 F° 173); y finalmente agrega en una resolución aclaratoria que “[...] el Tribunal consideró necesario aclarar en este aspecto, que cuando se resolvió declarar la incompetencia de esta Alzada se lo hizo dejando sentado que las causas

Poder Judicial de la Nación 73 USO OFICIAL debían bajar al Juzgado Federal de Instrucción que se encontrara de turno a la fecha de dicho pronunciamiento, para ello, el funcionario judicial que le correspondiera actuar, lo debe hacer de conformidad a los considerandos [...] 5, 6 y 7, de los que surge la aplicación “in totum” del Código Procesal Pena l de la Nación creado por la ley 23.984 [...]” (Resolución de fecha 24.06.98, protocolizada al L° 184 F° 50). Por último, en autos caratulados “CAFFARATTI Mariana Valentina S/Querella” (Expte. 16.257), la misma Cámara Federal de Apelaciones ha ind icado —sobre la cuestión del Juez Federal de Instrucción que debe asumir la investigación de estos delitos considerados de lesa humanidad— que la elección del juez competente debe hacerse conforme a lo que resulte más conveniente, atendiendo a la eficacia de la investigación y a la salvaguarda del derecho de defensa. Resaltó que sólo ante este Juzgado se podría meritar la totalidad de las pruebas colectadas en relación a este tipo de hechos, siendo que muchas de ellas serían comunes, y resultando indudable que la concentración de la prueba privilegia el esclarecimiento de los hechos, a los fines de obtener el esclarecimiento de la verdad de los hechos estudiados, según es el fin de todo proceso penal (Resolución de fecha 17.06.05, protocolizada al L° 244, F° 4). b) En lo que concierne a los planteos de “cosa juzgada” el imputado alude a las expresiones que bajo el título “los límites de esta sentencia”, formuló el Tribunal al sentenciar en la llamada “causa de los Comandantes” n° 13/84. En este apartado los jueces manifestaron textualmente: “Está claro que el pronunciamiento de este Tribunal ha de versar sobre los 700 casos que escogiera la fiscalía para formular la acusación; ésta y las correspondientes defensas señalan los límites de conocimiento en el juzgamiento, constituyendo los que la doctrina procesal denomina el “thema decidendum” de la sentencia (...). Tal acotamiento de los objetos del proceso efectuado por el Fiscal ha de tener como consecuencia, en modo congruente con las argumentaciones que se vienen de dar, que no pueda renovarse la persecución penal en contra de los nueve enjuiciados por los hechos susceptibles de serles atribuidos en su calidad de comandantes en jefe de sus respectivas fuerzas e involucrados en el decreto 158/83”. Ahora bien, es necesario encuadrar aquellas expresiones de la Cámara en la Sentencia 13/85 en su necesario contexto. Los jueces sostienen allí que no podrá renovarse la persecución penal en relación a los hechos por los que los comandantes fueron oportunamente indagados, pero respecto de los cuales el Fiscal no formuló acusación en la sustanciación del juicio. Otorgar un significado diferente como pretende el imputado al señalar haber sido enjuiciado por setecientos “casos paradigmáticos” y absuelto genéricamente por todos los demás hechos, implicaría la aplicación por parte del citado Tribunal del principio de oportunidad – el que no se halla de ninguna manera reconocido por nuestra legislación ritual – en lugar del principio de legalidad, que sí nos rige y obliga al Ministerio Público Fiscal a perseguir penalmente todos aquellos hechos que llegaran a su conocimiento y pudieran encuadrar en alguna de las conductas reprimidas por la ley penal. 74 Este criterio ha sido el elegido por nuestro Máximo Tribunal al resolver 234

idéntico planteo formulado también por la defensa de Jorge Rafael Videla en el fallo 326:2805. En dicha causa, en la que se perseguía al nombrado por hechos de sustracción de menores el Alto Tribunal señaló: “En efecto, la causa 13 – en cuanto al caso resulta relevante – sobre la apropiación de otros menores allí individualizados (por lo menos esto puede afirmarse respecto de dos de ellos, en atención a la subsistente falta de determinación de la identidad de las restantes víctimas de los hechos perseguidos en la presente causa.). No se juzgó en ella el comportamiento genérico del inculpado, pues “nunca constituye su vida entera el objeto procesal... por el contrario, cada proceso se refiere sólo a un determinado acontecimiento de su vida: a un hecho determinado”. (conf. Beling. Ernest, “Derecho Procesal Penal” trad. del alemán or Miguel Fenech, 1943, Ed. Labor, Barcelona, p. 84). Es así como en la causa 13 no se investigó si el imputado había cometido delitos en un determinado período de su vida, ni siquiera si había cometido “genéricamente” el delito de sustracción de menores, sino si determinados hechos podrían serle imputados como delitos por él cometidos – en lo que aquí interesa: la sustracción de varios menores individualizados de manera concreta. Y ello es así, porque una imputación respetuosa de las garantías del procesado no puede consistir en una abstracción, sino que debe tratarse de una afirmación clara, precisa y circunstanciada de un “hecho concreto y singular” de la vida de una persona, atribuido como existente. (...) El imputado no podría defenderse si el juicio penal no reposara en una acusación formal que describa el hecho delictuoso que se le atribuye. Nadie puede defenderse debidamente de algo que ignora” (conf. Vélez Mariconde, “Derecho Procesal Penal, T.II, 1969. Ed. Lerner, p. 126). El dogma procesal “No hay juicio sin acusación” es un corolario del principio que impone la inviolabilidad de la defensa; para que alguien pueda defenderse – juicio contradictorio – es imprescindible que exista “algo” de qué defenderse ; una “hipótesis fáctica” contra una persona determinada con significado en el mundo jurídico. En la causa 13 esos hechos fueron descriptos en ocasión de tomarse declaración indagatoria a los imputados, consignándose – como tuvo oportunidad de comprobarse en las decisiones infra citadas- “la fecha de ocurrencia del hecho, el lugar donde se consumó, el resultado principal y, a veces, otro secundarios, el sitio donde fue conducida la víctima y aquellos a los que fue trasladada, así como la fecha de liberación en caso de haber tenido lugar” (dictamen del procurador general en fallos 307:1615), tratándose, por lo tanto, de “hechos precisos, exactos y definidos” (fallos 307:2348 in re “Videla”, voto de la mayoría y voto concurrente del Dr. Fayt)”. Así las cosas, sólo podríamos encontrarnos ante el escollo de la “cosa juzgada” si los hechos que se investigan en estos actuados se encontraran incluidos entre aquellos por los que el imputado fue indagado en tal oportunidad. Al respecto debe señalarse, en primer lugar, que no existe constancia alguna en la presente causa de remisión parcial o total de prueba o documentación de los hechos que componen su plataforma fáctica a la Cámara Federal de Apelaciones que se avocó al enjuiciamiento de los comandantes. De igual manera, las víctimas de los hechos que aquí se

Poder Judicial de la Nación 75 USO OFICIAL investigan no figuran entre las que le fueran endilgadas a Videla en la causa 13/84 (ver fs. 752 del “para agregar” y - en consecuencia – tampoco fueron objeto de expresa acusación, condena o absolución. En segundo término vale también indicar que las particularidades de los hechos aquí investigados, si bien eventualmente podrían encontrar ciertos puntos de contacto en circunstancias y modalidades con otros que sí fueron objeto de la causa 13/84, presentan particularidades propias que los diferencian sustancialmente. En este sentido, no puede 235

soslayarse que las víctimas de tormentos y homicidio aquí investigados se encontraban detenidas legalmente y puestas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y/o de la Justicia Federal. Es decir, no se trata de detenciones ilegales en centros clandestinos, sino del homicidio y la imposición de tormentos de quienes estaban legalmente reconocidos en su situación de detención, alojados en un establecimiento penitenciario y bajo la tutela del Estado Nacional. c) Corresponde pues rechazar el planteo de falta de jurisdicción y competencia y el de cosa juzgada, formulados por Jorge Rafael Videla al tiempo de ejercer su defensa material. IV - Situación Procesal de los imputados Jorge Rafael Videla, Vicente Meli, Mauricio Carlos Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro. En el auto de procesamiento de fecha 13 de mayo del corriente abordamos el análisis de la situación procesal de quienes se encuentran imputados en autos como ejecutores directos o partícipes necesarios de los hechos que componen la plataforma fáctica de estos actuados, como así también la situación de otros imputados, con posiciones más encumbradas dentro de la institución castrense, con responsabilidades sobre tales hechos por generar o retransmitir las órdenes que derivaron en los lamentables sucesos que nos convocan, entre estos últimos incluimos los casos de los imputados Luciano Benjamín Menéndez, Vicente Meli y Víctor Pino. Ahora bien, en este momento corresponde someter a análisis a los imputados Videla, Meli, Poncet, Fierro y González Navarro, también en este caso en virtud de su participación en la gestación y/o retransmisión de aque llas órdenes de indudable índole ilegal, que ocasionaron los tormentos y homicidios descriptos en los hechos primero a noveno y undécimo a décimo tercero. A modo de formular una primera y sencilla ubicación, debo indicar que en el año 1976 Jorge Rafael Videla era el Comandante en Jefe del Ejército; que el imputado Vicente Meli fue designado el 21 de junio de 1976 Jefe del Estado Mayor de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada; y que en dicho año los entonces Tenientes Coroneles Mauricio Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro, con funciones – respectivamente – de Jefes de Personal (G1), de Inteligencia (G2) y de Asuntos Civiles (G5) componían junto a los fallecidos (ver fs. 366 y 365 del presente para agregar) Antonio Comba y Aldo José Barufaldi, el Estado Mayor de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada. Profundizando este análisis, dable es señalar que el decreto presidencial n° 2770/1975 dictado el 6 de Octubre de 1975 creó el Consejo de Seguridad Interna, órgano 76 compuesto por el Presidente de la Nación e integrado por todos los Ministros del Poder Ejecutivo Nacional y los Comandantes de las Fuerzas Armadas. Este Consejo tenía la dirección de la lucha contra la subversión: asesorando, proponiendo, coordinando, conduciendo y planeando todo el accionar de las fuerzas afectadas a la misma. En este contexto, apenas días más tarde - el 28 de Octubre de 1975 - el Comandante General del Ejército, General Jorge Rafael Videla, dictó la Directiva 404/75 a fin de poner en ejecución inmediata las medidas y acciones previstas por dicho Consejo en su primera normativa (Directiva 1/75). La Directiva 404/75 de Videla planteó la “situación” determinando cuál era el “enemigo” y describiendo las “fuerzas amigas”, entre las que inc luyó la Armada y la Fuerza Aérea – cada una en el ámbito de su jurisdicción. Asimismo previó que el Consejo de Defensa mantuviera una reserva estratégica compuesta por una Brigada de Infantería en diferentes zonas de prioridad: Tucumán (prioridad 1), Capital Federal/La Plata (prioridad 2), Córdoba (Prioridad 3) y Rosario/Santa Fe (Prioridad 4) (ver punto 2.b.3 de la Directiva 404/75).

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Tal previsión se cumplimentó – en lo que a la ciudad de Córdoba se refiere - a través de la única Brigada del Ejército con asiento en esta Ciudad, esto es la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada, la que se afectó específicamente a la lucha contra la Subversión. Así lo grafica la propia Directiva 404/75 que presenta un organigrama de la Zona de Defensa 3, designando en Córdoba, a la IVº Brigada (ver fs. 201 y 557 del presente para agregar). En igual sentido debe interpretarse el documento titulado “Acciones de Guerra – Hechos de repercusión Nacional” al reseñar la modalidad implementada en el “período 23 mar/31 dic 76”, que describe de la siguiente manera: “El Cte Br I Aerot IV como JEM/Área 311 ordna que el 232300 Mar 76 se encuentre en el COT/Cdo Br I Aerot IV un oficial de ´`ordenes, de las Un(s) y Elem(s) de la Subárea 3111 del Área 311. Es en este momento cuando se imparte la orden del Plan de movimiento que pone en ejecución la Fase 2 de la 00 Nro 2/76 (Relevo de Autoridades Nacionales, Provinciales y Municipales). A partir de esa fecha la Brigada conduce, como 2da Jef y EM/Área 311 operaciones en su jurisdicción, fijándose como misión: “Incrementar la ejecución de operaciones ofensivas contra la subversión a fin de preservar el orden y la seguridad de personas, de los bienes y del Estado, con la finalidad de normalizar la situación interna del país y encauzarlos dentro de un marco de democracia, hacia sus grandes destinos”.” (ver fs. 198). Con lo dicho, ninguna duda cabe respecto de que el Estado Mayor de la IV Brigada conformaba también el Estado Mayor del Área 311. En consecuencia, de los dichos anteriores y como así también de la lectura de los legajos personales de los encartados, se desprende claramente la estructura jerárquica en la que se hallaban insertos los imputados. En esta estructura el entonces General Videla se hallaba en lo más alto, ocupando el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Saltando desde ese estrato a la Zona de Defensa 3 – en la que se ubica la Provincia de Córdoba junto a otras diez provincias – nos encontramos con el General Luciano Benjamín Menéndez

Poder Judicial de la Nación 77 USO OFICIAL como Comandante de la citada Zona. A su vez, dentro de la Zona 3, el Área 3.1 correspondía específicamente a la Provincia de Córdoba y el Área 3.11 a la ciudad de Córdoba. El accionar del Área 3.11 se coordinó a través de la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada, siendo su Comandante el General Sasiaiñ – con funciones también de segundo comandante -por debajo de Menéndez- y Jefe de Estado Mayor del Área 3.11 – quien actuaba junto a su órgano asesor: el Estado Mayor de la IV° Brigada, compuesto por el Coronel Vicente Meli - jefe de este último órgano a partir de junio de 1976 – y los Coroneles Mauricio Poncet (Jefe de Personal), Eduardo Raúl Fierro (Jefe de Inteligencia), Aldo José Barufaldi (Jefe de operaciones), Antonio Comba (Jefe de Logística) y Jorge González Navarro (Jefe de Asuntos Civiles). Ahora bien, previo a avanzar en el análisis resulta indispensable indagar particularmente en la naturaleza y funciones del órgano castrense “Estado Mayor”, el que ha merecido un amplio desarrollo y reglamentación. Resulta de gran utilidad a estos fines el estudio del Reglamento RC-3-1 titulado “Organización y Funcionamiento de los Estados Mayores ” que nos permite ubicar la función y responsabilidad del “Estado Mayor” dentro de la unidad denominada “Comando”. El reglamento que citamos define que “el comando es la autoridad militar para ejercer el mando sobre una organización militar, aún coercitivamente”. También señala que “para ejercer las funciones de comando, el comandante será asistido por un segundo comandante (eventualmente ejecutivo) y un estado mayor de acuerdo con lo que determinen los respectivos cuadros de organización y equipo”. Al caracterizar al “Estado Mayor” la publicación sub examine señala: 237

“El comandante y su estado mayor constituyen una sola entidad militar que tendrá un único propósito: el exitoso cumplimiento de la misión que ha recibido del comandante. El estado mayor deberá organizarse para que cumpla dicha finalidad proporcionándole al comandante la colaboración más efectiva. Entre el comandante y su estado mayor deberá existir la compenetración más profunda. Sus relaciones tendrán como base la confianza del comandante en su estado mayor y la disciplina y la franqueza intelectual del estado mayor hacia su comandante” (El destacado me pertenece). En cuanto al funcionamiento del Estado Mayor, el Reglamento RC-3-1 indica que normalmente contará con cinco miembros principales, que se denominarán jefes y estarán a cargo de cada uno de los amplios campos de interés: Jefe de Personal (G1), Jefe de Inteligencia (G2), Jefe de Operaciones (G3), Jefe de Logística (G4) y Jefe de Asuntos Civiles (G5). Serán funciones de estos jefes la integración de los planes, actividades y operaciones de todos los elementos componentes de la fuerza, y la coordinación de sus actividades, para asegurar el empleo más eficiente de las fuerzas en su conjunto. Proyectando estos conceptos a la situación política e institucional de la Provincia de Córdoba en el año 1976, fácilmente podemos señalar que la misión asignada al Comandante del Área 311 – General Menéndez – fue la lucha contra la subversión. Misión claramente descripta por el Comandante en Jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, en la Directiva 404/75 y descripta en el punto 4: “MISIÓN DEL EJÉRCITO: operar ofensivamente a partir de la recepción de la presente Directiva, contra la subversión en el ámbito de su 78 jurisdicción y fuera de ella en apoyo de las otras FFAA, para detectar y aniquilar las organizaciones subversivas a fin de preservar el orden y la seguridad de los bienes, de las personas y del Estado”. Consecuentemente, cabía al Segundo Comandante del Area 311 – Sasiaiñ, quien a era el Comandante de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada- y a los miembros del Estado Mayor de esa Brigada, la mayor compenetració n en el cumplimiento de dicha misión, integrando los planes, actividades y operaciones, y coordinando a los demás elementos de la fuerza para ello. En la presente investigación hemos establecido con grado de probabilidad – conforme lo señaláramos en el auto de procesamiento del 13 de mayo del corriente – que existieron “planes, actividades y operaciones” que se instrumentaron a través de órdenes de índole netamente ilegal. Es decir que la estructura legal montada para la lucha contra la subversión había elegido utilizar en ciertos casos metodologías reñidas con el orden, la ley y los derechos individuales para el cumplimiento de la misión asignada. Dentro de la institución castrense las “órdenes” tienen un rol preponderante, ya que constituyen la vía a través de la cual los planes, actividades y operaciones se materializan. Éstos encuentran en los estratos superiores de conducción de la fuerza – Comandante y Estado Mayor – su fuente de inspiración y creación, se verbalizan a través de una orden que desciende por la cadena de mando y trascienden al mundo de los hechos a través del cumplimiento de dicha orden por quienes se encuentran ubicados en los últimos estratos del escalafón castrense. En la resolución del 13 de mayo abordamos las responsabilidades de quienes – en cada caso – ejecutaron dichas órdenes. En el presente indagaremos en las responsabilidades de aquellos que – alejados del escenario de los hechos – las elaboraron y le dieron impulso a través de la estructura correspondiente. El problema de las “órdenes” lo aborda el Reglamento RC-9-1 titulado “operaciones Contra elementos subversivos”. Si bien este Reglamento fue aprobado el 17 de diciembre de 1976, sus conceptos bien pueden evaluarse a fin de interpretar la situación imperante en el país al momento de los hechos. Ello así principalmente, en virtud de dos cuestiones: en primer lugar del propio reglamento se desprende que ya desde el año 1975 el proyecto del Reglamento RC-9-1 se había distribuido entre las diferentes dependencias del

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Ejército (ver punto 7° de la orden suscripta por el Jefe de EMGE en las primeras fojas de la publicación), y en segundo lugar en razón de lo señalado en las primeras páginas del mismo, en cuanto manifiesta que la redacción del Reglamento encontró fundamentación en “las experiencias recogidas en episodios nacionales que han obligado al empleo operacional de la Fuerza en distintas zonas del territorio nacional” (fs. 1 del RC-9-1), con lo cual queda plasmado que el contenido de este reglamento se apoya en las prácticas ya implementadas por el Ejército en la lucha contra la subversión. Por estas razones, entiendo prudente utilizar esta publicación para abordar el presente análisis. El Reglamento RC-9-1 trata particularmente el tema de las órdenes, indicando: “Para preparar órdenes con escaso tiempo, que serán la norma en el ambiente operacional subversivo, los estados mayores y planas mayores deben apreciar por adelantado. Lo importante en este sentido, será que toda orden sea impartida oportunamente.

Poder Judicial de la Nación 79 USO OFICIAL Las órdenes verbales serán también normales, sobre todo en los niveles de ejecución. La impartición de éstas debe ser muy precisa y clara, siguiendo el esquema de los cinco puntos, aunque no se mencionen expresamente y frecuentemente no se cubran todos. En ningún caso debe faltar la situación, mencionando lo importante referido al oponente y a la propia tropa; la misión debe incluir, sin dejar lugar a dudas qué se debe hacer, sobre todo e indefectiblemente, para qué, es decir, debe contener en todos los casos la finalidad, la intención o lo que busca con su cumplimiento, el superior que la imparte; por último, la orden verbal debe contener los aspectos necesarios de puesto de comando y comunicaciones. Como las acciones normalmente estarán a cargo de las menores fracciones, este tipo de órdenes no debe imponer a los que las reciben responsabilidades que excedan su nivel y jerarquía; por ello no pueden quedar librados al criterio del subordinado, aspectos de ejecución, que hacen a esa responsabilidad. Por ejemplo; si se detiene a todos o algunos, si en caso de resistencia pasiva se los aniquila o se los detiene, si se destruyen bienes, o se procura preservarlos, etc.”. El Reglamento nos aporta valiosísimos conceptos ya que por un lado confirma que es el Estado Mayor el órgano de gestación de las órdenes. En segundo término también introduce la validez y existencia de las órdenes verbales, respecto de las cuales indica que serán “normales”. Esto último resulta por demás relevante, ya que – obviamente – las órdenes ilegales que analizamos no encontraron forma escrita, pero sí resulta evidente que existieron en su modalidad verbal, y que llegaron en tal formato a quienes debían ejecutarlas. Finalmente, no puede dejar de analizarse el ejemplo propuesto en el Reglamento que sugiere que tales órdenes verbales deberán incluir la indicación precisa del temperamento a seguir por quien la ejecuta ante un caso de “resistencia pasiva”, indicándole si debe “aniquilarlos” o “detenerlos”. El ejemplo nos libra de mayores comentarios y deja traslucir las verdaderas intenciones de los redactores del reglamento, quienes contemplan como opciones igualitarias la posibilidad de “aniquilar” – haciendo clara referencia a matar – o detener, aún cuando la resistencia sea “pasiva”, es decir sin que tal resistencia implique peligro para el personal militar. En lo que nos convoca no puedo dejar de resaltar que, conforme lo detalláramos, las órdenes incluían todas y cada una de las acciones que debían ejecutarse. Es decir que – también en el caso de las órdenes verbales ilegales que nos ocupan – todo nos lleva a concluir – con el grado de probabilidad que caracteriza a esta etapa – que desde quienes las gestaron se impartieron con el detalle de cada una de las acciones ilegales a cumplir por el ejecutor. En la planificación de estas órdenes los miembros del Estado Mayor – en su función de asesoramiento al Comandante – aportaban cada uno según la órbita de su 239

conocimiento de acuerdo a su área de competencia. Como Jefe del Estado Mayor, Vicente Meli era el responsable de todas las tareas que ejecutaba el Estado Mayor, para lo que debía preparar e impartir las normas y procedimientos para su funcionamiento, dirigir e integrar el trabajo del cuerpo, mantener informado al comandante de la Brigada Sasiaiñ –a la vez Segundo Comandante del Area 311-, distribuir y ordenar el trabajo de preparación de planes, órdenes, informes y otras tareas del 80 Estado Mayor, fiscalizar que las órdenes se impartan de acuerdo a las normas y planes fijados por Sasiaiñ y controlar su cumplimiento (Conf. Capítulo III Sección II del Reglamento R-C1). Correspondía a Mauricio Carlos Poncet, Jefe de Personal (G1), asesorar al General Sasiaiñ en relación a “todos los aspectos relacionados con los individuos bajo control militar directo, tanto amigos, como enemigos, militares y civiles”. Esto es: eran asuntos de su competencia el estado de los efectivos de la fuerza, los registros e informes de personal, distribución de reemplazos, traslados, incorporaciones, etc. También el “estudio y aprovechamiento del material humano”, es decir la determinación de los aspectos positivos y negativos de los grupos humanos (propios y enemigos) a fin de orientar los esfuerzos y explotar en beneficio propio las debilidades del enemigo. Eran igualmente de su competencia múltiples cuestiones relativas a los “prisioneros de guerra”, su “reunión y procesamiento (clasificación; internación; separación; evacuación; régimen interno: disciplina, empleo, seguridad y custodia, reeducación, tratamiento, liberación y repatriación)” (Conf. Capítulo III Sección III del Reglamento R-C-1). Por su parte, Raúl Eduardo Fierro, en su carácter de Jefe de Inteligencia (G2) era el principal miembro del Estado Mayor con responsabilidad primaria sobre el “enemigo”. Sus funciones incluían la “producción de inteligencia”, esto es la reunión de la información y su procesamiento para transformarla en inteligencia, la preparación de los planes y órdenes para la reunión de la información, la adquisición de blancos, la proposición a Sasiaiñ de los elementos esenciales de la información. También se encontraban dentro de la esfera de su competencia la “utilización de la información e inteligencia”: distribuir inteligencia e información a su Superior y a aquellos otros que la necesiten en la oportunidad más conveniente para su aprovechamiento, incluyendo la apreciación de las capacidades enemigas y sus vulnerabilidades, y la “contrainteligencia”, esto es la dirección de los esfuerzos destinados a destruir la eficacia de las actividades de inteligencia del enemigo (actuales y probables), la protección de la información contra el espionaje, del personal contra la subversión y de las instalaciones y materiales contra el sabotaje, para lo cual le correspondía el planeamiento en coordinación con otros miembros de Estado Mayor, de los métodos y procedimientos a utilizar para engañar al enemigo (Conf. Capítulo III Sección IV del Reglamento R-C-1). Tanto al relevar las obligaciones de Poncet (G1), como las de Fierro (G2) se repiten conceptos como “enemigo” o “prisioneros de guerra”, ambos merecen un análisis en el contexto imperante en el año 1976. Al respecto, documentación reunida en la causa señala claramente, que a la fecha de los hechos que nos ocupan, el Ejército había encarado la ofensiva contra la subversión como si fuera una “guerra”, por lo que la expresión “enemigo” registrada en el reglamento RC-3-1 se identifica en tal contexto con las organizaciones o agrupaciones consideradas “subversivas”. En tal sentido es más que ilustrativo el memorando glosado a fs. …, incautado de los archivos de la Policía Federal Argentina –Delegación Córdoba- por este Juzgado Federal Nº 3, en tanto transcribe las conclusiones a que arribara la Comunidad Informativa en la reunión del día 13/04/76 presidida

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USO OFICIAL por el Comandante del Area 311 y en presencia del 2do Comandante, pues es en dicha ocasión en la que los representantes de los diversos servicios de inteligencia que operaban en el Área –tanto de las fuerzas armadas, como de las fuerzas de segur idad- expresamente dejan establecido para el futuro, a quiénes debe considerarse “enemigos”: …. Consecuentemente son “prisioneros de guerra” aquellas personas detenidas – legal o ilegalmente – pertenecientes a estas organizaciones o agrupaciones proscriptas. Estas distinciones adquieren especial relevancia al examinar los hechos que nos convocan, ya que en todos los casos refieren al tratamiento sufrido por quienes revestían la calidad de detenidos “especiales” – lo que en la jerga del reglamento pueden señalarse como “prisioneros de guerra” - en razón de su presunta participación en hechos descriptos en la ley 20.840 o su supuesta pertenencia a aquellas agrupaciones u organizaciones. En lo que concierne a Jorge González Navarro, sus responsabilidades como Jefe de Asuntos Civiles (G5) lo posicionan como el principal miembro del estado mayor con responsabilidad primaria sobre todos los asuntos relacionados con la población civil, su gobierno, su economía y sus instituciones. Respecto a los asuntos de “gobierno” debía colaborar para asegurar la eficiencia del Servicio de Justicia civil y “recibir, investigar, informar y proponer la acción a seguir en las demandas, alegatos y quejas que le presenten a la fuerza, las autoridades y población civil. También sus obligaciones incluían proponer las medidas para restaurar y controlar los medios de difusión públicos (Conf. Capítulo III Sección VII del Reglamento R-C-1). A la descripción de funciones que cabían a cada uno de los miembros del Estado Mayor, deben sumarse otras funciones especialmente asignadas en el marco concreto de las acciones emprendidas en la ofensiva contra la subversión, con funciones que podemos señalar como “asignadas” para este tipo de conflicto. A estas funciones se refiere Carlos Enrique Villanueva en el marco de la declaración indagatoria que prestara en la causa “Bruno Laborda...” cuando señala que el Jefe de Personal (G1) era el responsable de la administración de personal de la Brigada y tenía como función asignada el reglamento de los prisioneros de guerra, todo lo concerniente al manejo de prisioneros de guerra o detenidos. Respecto del jefe de inteligencia (G2) señala que tenía responsabilidad sobre el terreno y ámbito operacional, el enemigo y la dirección de todas las actividades de inteligencia y contrainteligencia. En cuanto al jefe de Asuntos Civiles (G5) señala – mencionando expresamente a González Navarro - que sus funciones en este tipo de conflictos eran las relaciones con la población, con intervención también en el traslado de detenidos (ver fs. 13/17 del presente para agregar). Ahora bien, hasta aquí hemos realizado una descripción teórica del funcionamiento del Estado Mayor y de las funciones que competían a sus miembros. Resta vislumbrar si estos conceptos teóricos fueron plasmados en el correr del año 1976 en acciones concretas por parte de los imputados. A este respecto entiendo que si bien no existe un registro documental concreto de las actividades desplegadas por los miembros del Estado Mayor como cuerpo de 82 asesoramiento del General Sasiaiñ, sí pueden rescatarse múltiples probanzas que – valoradas conjuntamente – nos llevan a sostener con el grado de probabilidad requerido en esta etapa que los imputados Meli, Poncet, Fierro y González Navarro emprendieron, cada uno en el marco de las responsabilidades propias de su cargo, ya sea por reglamento o por asignación, las diversas conductas que a cada uno les cabía en el contexto de lo que dieron en llamar “represión de la subversión” y particularmente en lo atinente al trato impuesto a las personas calificadas en aquel entonces como “delincuentes subversivos” o “detenidos especiales” que

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permanecían alojados en dependencias del Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia o en la Unidad Penitenciaria 1, los “prisioneros de guerra” en el léxico empleado por los reglamentos. Las pruebas indican también que, desde dichas funciones, los nombrados gestaron las órdenes ilegales que derivaron en los lamentables hechos que componen la plataforma fáctica de estos actuados y les dieron impulso a través de la cadena de mando propia del Ejército hasta llegar a quienes, finalmente, las ejecutaron. Así pues, la labor de coordinación y dirección de los demás miembros del Estado Mayor que le cabía a Vicente Meli – en relación a los hechos séptimo a noveno y undécimo a décimo tercero - se devela no sólo de las obligaciones reglamentarias de su cargo sino que también se vislumbra de algunos registros documentales. Era su función suplantar a Sassiaiñ y suscribir la documentación en su nombre (ver fs. 6, 23, 25, 30, 35, 560, 561, 562 y 563 del para agregar), documentación referida a los detenidos alojados en la UP1, que se halla intervenida con el código y firma de otros miembros del Estado Mayor. Respecto a Carlos Poncet valga señalar que los detenidos estaban directamente vinculados a su Área, ya que le competían las cuestiones atinentes al reglamento y régimen de detenidos. Por ende, se desprende su intervención en la elaboración y canalización de la orden impartida el 2 de abril de 1976 dirigida al Director de Institutos Penales y suscripta por el Coronel Sasiaiñ en su carácter de Segundo Comandante y Jefe del Estado Mayor del Área 311, en el que se establece severísimas restricciones en el régimen de vida de los detenidos y en sus posibilidades de comunicación interna y externa. Merece destacarse específicamente este documento por cuanto surge consignado en forma explicita, las diversas motivaciones a que obedecen aquellas extremas restricciones impuestas a partir de la fecha a los hombres y mujeres alojados en la Penitenciaria: evitar el adoctrinamiento ideológico y adiestramiento físico dentro del Penal, privarlos de todos los elementos de confort que no condicen con la situación de reclusos y - lo que llama la atención en tanto traduce claramente un ánimo revanchista al que se hará alusión más adelante- someterlos a condiciones de cautiverio similares a las sufridas por los Tenientes Coroneles Igarzabal y Larrabure y demás víctimas de secuestro por parte de las organizaciones delictivas consideradas subversivas (fs.564). Entiendo corresponde resaltar este documento, pues es justamente en el mismo, en donde ha quedado asentada la intervención del Departamento Personal (G1) a cargo, por entonces, de Mauricio Carlos Poncet. En este punto viene al caso traer los dichos expresados por Poncet al ejercer su defensa material. En dicha oportunidad destacó “… yo desconozco qué era el Área 311, mi actividad se limitaba exclusivamente a la Cuarta Brigada, a las tareas norma les de tiempo de paz, no me he apartado de mis tareas

Poder Judicial de la Nación 83 USO OFICIAL específicas de tiempo de paz…”. Sin embargo sus dichos se ven controvertidos por la documentación que analizamos, ya que este documento (fs. 564 del presente para agregar) producido por el Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor del Área 311 para conocimiento de “Personal Superior y Subalterno del Área 311” exhibe en el sello escalera que lleva impreso la constancia de la intervención del departamento a cargo de Poncet (Departamento I, Personal de la IV Brigada). Al nombrado le correspondía también, como G1, realizar las previsiones del personal a cumplir servicio dentro de la Unidad Penitenciaria 1 – a la que, como ya se mencionara al analizar la existencia de los hechos – concurrían distintas unidades integrantes del Área 311, principalmente una sección del Regimiento de Infantería 2 y otra sección de la Policía Militar. En lo que concierne a Raúl Eduardo Fierro, su rol dentro de la lucha contra la subversión fue decididamente protagónico. Su condición de Jefe de Inteligencia lo 242

posiciona decididamente al frente del diseño de las estrategias a seguir en esta empresa. En primer lugar es indudable - en razón de su rol de coordinador de inteligencia de los departamentos de este tipo de las demá s fuerzas de seguridad y de reunión de la información – su interés e intervención en las actividades de interrogación desplegadas por el personal policial afectado a la D2. De ello también debe inferirse que la tortura utilizada como metodología para la obtención de información habría sido no sólo consentida por este nivel de conducción sino que obedecía a una clara política instaurada en tal sentido. Va de suyo también que los fusilamientos acontecidos en ese escenario - que en el caso de Chiavarini, Irazusta y Bártoli habrían implicado, prácticamente, la aplicación del tiro de gracia en razón de su lamentable estado a causa de la tortura - fueron también producto de un accionar previsto y aprobado. También encontramos abundante documentación que registra la intervención de Jorge González Navarro en cuestiones atinentes directamente a los detenidos por cuestiones políticas. El propio imputado indica en su declaración indagatoria (ver fs. 404) que se le agregaron tareas, como recibir y atender a personas que se acercan a preguntar por la situación de detenidos en el Unidad Penitenciaria nº 1 que estaban a disposición del PEN o de la Justicia Federal y que respondía a dichas inquietudes cuando se encontraba la información. También sus responsabilidades en relación a los detenidos se desprende de la documentación elaborada por el imputado en algunos casos – circunstancia que se evidencia por su firma y código en el sello escalera impreso – y suscripta en por el propio González Navarro en otros casos. Así podemos afirmar que le cabía responsabilidades en lo concerniente al traslado de detenidos para ser interrogados (ver fs. 22, 23, 24, 25, 27, 29, 30, 32, 35), u ordenar al Servicio Penitenciario que otorgue la libertad concedida a un preso (ver fs. 26), en este caso dirigiéndose al titular del Servicio Penitenciario en su nombre y con su rúbrica; o comunicarse con el Sr. Juez Federal Dr. Zamboni Ledesma para gestionar la autorización de trasladar detenidos (ver fs. 34) a disposición de la Justicia Federal. 84 Continuaremos el análisis abordando específicamente las responsabilidades que cabrían a los nombrados en la producción de los resultados dañosos que analizamos. En primer lugar, nos referiremos a los hechos calificados como tormentos agravados y homicidio calificado descriptos bajo el título “hechos primero y segundo”, acontecidos dentro del Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba a manos de personal de dicha repartición. Al relevar la prueba que acredita la existencia histórica de los hechos de tormento que habrían sufrido Bártoli, Irazusta, Chiavarini y Fidelman, y el homicidio calificado de los tres primeros, mencionamos circunstancias atinentes a las responsabilidades asignadas al Departamento Informaciones en la lucha contra la subversión. Las constancias de autos dan cuenta que fue este Departamento, el ámbito policial en el que se centraron, incluso antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, las actividades de inteligencia y operativas del accionar policial destinado a lo que se dio en llamar la “represión de la subversión”. Tan es así que allí se labraron las actuaciones de prevención de los sumarios judiciales que se iniciaban con motivo de los hechos de índole “subversiva” (tipificados por la ley 20.840) con intervención de los Juzgados Federales de esta Ciudad. De ello dan cuenta todas las constancias registradas en los expedientes penales labrados en contra de las víctimas cuyas muertes componen el objeto procesal de las presentes. Las funciones del Departamento Informaciones en la lucha antisubversiva, lejos de constituir un accionar aislado, eran ejercidas por el D2 en forma coordinada con los demás servicios de inteligencia que funcionaban con idénticos fines en esta ciudad –Ejército, Fuerza Aérea, Gendarmería, Policía Federal, y sendos organismos de los

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Estados Nacional y Provincial- , y reglamentariamente subordinada al control operacional del Área de Defensa 311. Esta situación de subordinación funcional y operacional se reglamentó a través del decreto PEN n° 2271, del 4 de noviembre de 1975 que en su único artículo reza “El Consejo de Defensa, a través del Ministerio del Interior, suscribirá con los gobiernos de las Provincias, convenios que coloquen bajo su control operacional al personal y a los medios policiales y penitenciarios que les sean requeridos por el citado Consejo para su empleo inmediato en la lucha contra la subversión”. La existencia de la coordinación y subordinación de la Policía de la Provincia de Córdoba – a través del Departamento Informaciones – al Área de Defensa 311 se desprende también de los registros de las reuniones de la llamada “Comunidad Informativa” integrada por los organismos de inteligencia ya sea de índole policial o militar con la finalidad de coordinar las tareas en pos de lo que se llamó la “lucha contra la subversión”. En estas reuniones - en ocasiones presididas por el mismo comandante del IIIº Cuerpo de Ejército y jefe del Área 311, Luciano Benjamín Menéndez, o por el segundo jefe del Área 311 y comandante de la IV°Brigada de Infantería Aerotransportada, Juan B. Sasiaiñ, o por altos oficiales de diferentes fracciones del III° Cuerpo de Ejército o de la mencionada Brigada, como el imputado Vicente Meli, a la sazón coronel y jefe del Estado Mayor de la Brigada de

Poder Judicial de la Nación 85 USO OFICIAL Infantería Aerotransportada IV, entre otros (v. fs. 3722/3724 y 3969/3986) - en las que se definían políticas y estrategias a tales fines, participaban invariablemente elementos de inteligencia de la Policía de la Provincia de Córdoba. El control operacional del Ejército y la subordinación a sus planes y estrategias de la Policía de la Provincia se desprende también de la Directiva 404/75 del Ejército emanada por el General de Brigada y Comandante General del Ejército – hoy imputado en autos – Jorge Rafael Videla. Esta directiva que según expresa en su punto 1, titulado “Finalidad”, tiene por objeto “poner en ejecución inmediata las medidas y acciones previstas por el Consejo de Defensa en la Directiva 1/75 para la lucha contra la sub versión”. En el punto 3 define la organización, incluyendo como “elementos bajo control operacional” los elementos de policías y penitenciarios provinciales. Asimismo la directiva asigna como “misión general de un Comando de Zona de Defensa” (Córdoba correspondía a la Zona de Defensa 3) operar ofensivamente contra la subversión en el ámbito de su jurisdicción y - entre otros - ejercer el control operacional de las policías y penitenciarios de las provincias de su jurisdicción”. La existencia de esta estructura se halla también acreditada a través del Reglamento RC-9-1 del Ejército Argentino denominado “Operaciones contra elementos subversivos”, en su capítulo VI, Sección III se refiere a la Participación de las fuerzas policiales (foja 150 y ss), señalando en relación a las Policías Provinciales: “La eficacia de esas policías en las operaciones contra la subversión dependerá de sus características (...) Elementos de estas policías participarán en operaciones de seguridad y excepcionalmente lo harán en operaciones militares. Cuando exista un Comando militar, normalmente los elementos de la Policía Provincial se encontrarán bajo el comando o control operacional del mismo. Sus elementos de inteligencia participarán de las operaciones a través de la Comunidad Informativa. Para la realización de operaciones, los elementos de las Policías Provinciales, normalmente requerirán apoyo logístico (armamento, munición y equipos) de la Fuerza Ejército...”. En consecuencia, de lo dicho se desprende fácilmente que los tormentos impuestos a Bártoli, Chiavarini, Irazusta y Fidelman y el homicidio de los tres primeros, 244

presuntamente sucedidos dentro del Departamento Informaciones de la Policía de Córdoba, lugar en el que se encontraban detenidos, habrían sido perpetrados bajo las órdenes y el control del Comando del Área 311 que – como lo reseñáramos anteriormente – desplegaba su accionar a través de la IV° Brigada de Infantería. En conclusión, las probanzas de autos nos permiten acreditar con el grado de probabilidad requerido en esta etapa, que el Ejército delegó en las policías provinciales (en el caso de Córdoba la delegación se materializó en el Departamento Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba) parte de la ejecución del plan diseñado para la lucha contra la subversión, instruyendo en forma específica a los miembros de esta fuerza de seguridad, en relación a los métodos abiertamente ilegales que debían utilizarse en dicha empresa, y que hoy analizamos al abordar los desgraciados hechos que pusieron fin – luego de la experiencia extrema de la tortura – a la vida de los nombrados. 86 La brutalidad utilizada por los policías en estos hechos no constituyó una excepción o un caso aislado. Se ha acreditado extensamente - al analizar la existencia histórica de los hechos motivo del presente que describiéramos en primer y segundo lugar – que estas tareas se habrían practicado con regularidad en esta dependencia. La reiteración en la actividad le había permitido al personal que prestaba servicios en la misma, alcanzar cierto grado de “especialización” en la tarea, principalmente de interrogación por medio de la tortura. La multiplicidad de episodios que mencionamos al analizar la existencia de los hechos, habla de la ejecución de un prolijo plan, pla n que preveía al detalle los métodos de ejecución por parte de todos sus elementos. Razonable es deducir pues, que la policía actuaba como brazo ejecutor de ese plan, materializando las órdenes emanadas de lo más alto de la autoridad del Ejército, órdenes que a su vez eran pormenorizadas y detalladas con la individualización de acciones y víctimas por el Estado Mayor de la IV° Brigada de Infantería Aerotransportada y retransmitidas al órgano policial. Ninguna otra interpretación resulta plausible. En este sentido valga recordar que ha quedado evidenciado a través de las múltiples constancias que expusimos en el punto I, que muchos de los detenidos que sufrieron en manos del personal del D2 interrogatorios bajo crueles torturas, fueron luego alojados en la Unidad Penitenciaria n° 1. Unidad que se encontraba también operacionalmente a cargo del Ejército, pero que - a diferencia de la dependencia policial – contaba con personal militar presente en la misma y como lo expondremos en próximos párrafos – a cargo de los llamados “detenidos especiales”. El estado lamentable en el que ingresaron algunos internos no fue nunca motivo de reproche alguno por parte de los miembros del Ejército, plenamente concientes de lo sucedido. Por el contrario fue admitido con toda naturalidad revelando que tales conductas eran no sólo consentidas sino también esperadas del personal policial afectado a tareas vinculadas a la lucha contra la subversión. Siguiendo con el análisis de las intervenciones de los imputados en los hechos de autos, continuaremos con los hechos tercero a noveno y undécimo a décimo tercero, los que refieren a acontecimientos vinculados a la Unidad Penitenciaria n° 1. El hecho tercero relata los tormentos sufridos por los “detenidos especiales” – eufemismo con el que se mencionaba a quienes se encontraban detenidos por delitos contemplados en la ley de Seguridad Nacional 20.840 o puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en razón del Estado de Sitio -. Al abordar el punto “I- Análisis de los hechos” referimos a dos modalidades diferenciadas en lo que a imposición de tormentos se refiere. Por un lado señalamos el recrudecimiento en el régimen de vida impuesto en el penal y por otro aludimos a los golpes y maltratos que componían también una rutina en el acontecer diario de un preso “especial”. De lo que sigue, indagaremos si existen referencias concretas que nos permitan atribuir ambas condiciones al Comandante en Jefe del Ejército y a

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quienes componían el Estado Mayor de la IV Brigada. En lo que concierne a las restricciones en el régimen de vida dentro del penal, indicamos en el punto I que el momento de quiebre se dio precisamente luego del golpe de estado del 24 de marzo de 1976. En tal oportunidad analizamos un comunicado suscripto

Poder Judicial de la Nación 87 USO OFICIAL por Juan Bautista Sasiaiñ fechado el 2 de abril de 1976 que prescribía gran parte de estas restricciones. A fs. 564 de este Para agregar se encuentra glosada un memorando producido por el Coronel Juan Bautista Sasiaiñ en su carácter de 2° Comandante del Área 311, también fechado el 2 de abril de 1976 con el objeto de poner en conocimiento del personal superior y subalterno del Área 311 del agravamiento de las condiciones de detención, y explicitando los motivos. En este memorando el Coronel Sasiaiñ describe: “- Los delincuentes gozaban de absoluta inmunidad e impunidad, - Dentro de los establecimientos carcelarios se hacía y se hace adoctrinamiento y actividades concurrentes para el mantenimiento de la actitud combativa de esta delincuencia (adiestramiento físico, artes marciales, etc.), - con exageración estos individuos disponen de medios de confort (heladeras, televisores, etc.), que no condicen con su situación de reclusos, - entre los mismos circula en forma permanente, profusa y abundante documentación bibliográfica de carácter ideológico, -y teniendo especialmente en cuenta que el Tcnl Igarzabal y Larrabure y tantos otros civiles y militares no tuvieron igual trato, a partir del día de la fecha, dentro del ámbito del Área 311 se observará con los reclusos subversivos el temperamento que se señala en la orden adjunta”. De la lectura de ambos documentos se desprenden los obvios motivos que los inspiraron. Lejos de maximizar las cuestiones atinentes a la seguridad de los detenidos, o a evitar probables fugas, el Ejército buscó someter a quienes se encontraban detenidos por causas políticas a un régimen extremo que los quebrara física y moralmente. El último párrafo da cuenta especialmente del ánimo de revancha que inspiró la orden intentando someter a quienes se encontraban detenidos, a condiciones similares a las sufridas por parte de sus camaradas Igarzabal y Larrabure, al caer en manos de grupos calificados como subversivos. Resulta más que evidente que estos detenidos “especiales” tenían un valor adicional para las fuerzas en el poder. En primer lugar porque se trataba de detenidos “legales” - esto es a disposición de la Justicia o del PEN – y por tanto – a diferencia de quienes se encontraban “desaparecidos”, es decir, subrepticiamente cautivos – su supervivencia y lugar de alojamiento era conocida por sus familiares y compañeros de militancia. También, entonces, eran conocidas las penosísimas condiciones de detención, la situación de aislamiento y el temor constante por su supervivencia. Desde este punto de vista, resulta obvio el valor agregado que tenían estos detenidos, que – conforme surgen de múltiples constancias – asumían virtualmente el carácter de “rehenes”, de “garantes”, con su propia vida, de que las organizaciones de base evitaran acciones violentas en contra de las fuerzas militares, policiales o de blancos civiles. Esta afirmación se sostiene a través de variadas referencias que aluden a su situación de “rehenes” con motivo de viajes del imputado Videla a la ciudad de Córdoba, o – mucho después- en ocasión del Mundial de Fútbol en 1978 (fs. 128/31, 2955/62) Al régimen carcelario extremo se le sumó la política diaria de golpes y maltratos, de reducción de los detenidos a un estado infra humano. Los testigos son coincidentes al afirmar que los golpes se producían – en especial en los primeros meses del gobierno de facto – todos los días, varias veces al día. Resulta claro que la violencia y el 88 maltrato no obedecían a la idea solitaria de algún responsable, sino que respondían al 246

cumplimiento de una orden expresa, ya que se avocaban a la tarea todas y cada una de las unidades responsables de la guardia, que alternaban semanal o quincenalmente y acantonaban en la UP 1. Si analizamos la estructura militar a la que estaban sujetos quienes ejecutaban estas medidas, necesariamente debemos superar este estrato para subir por la cadena de mando hasta órganos de mayor poder de análisis y decisión. Va de suyo que la directiva desciende desde la cúspide misma de la Jerarquía del Ejército, ejercida en el año 1976 por Jorge Rafael Videla, encuentra su instrumentación y pormenorización en el Comando del Área 311 – a través de su Comandante General Luciano Benjamín Menéndez, su Segundo Comandante Juan Bautista Sassiaiñ y su órgano asesor, el Estado Mayor de la IV° Brigada – y recae finalmente en las secciones acantonadas en el penal para su cumplimiento. Esta situación revela el carácter decididamente “fungible” de quien finalmente cumplía la orden de atormentar. Desde este extremo se caracteriza completamente el diseño del “aparato de poder” que dominaba el curso de las acciones. El plan ya estaba diseñado, su “cumplimiento” había sido garantizado al instrumentarse la orden. Su ejecutor ocupaba un segundo plano, podía tratarse de Alsina, de Mones Ruiz, del Cabo Pérez o de cualquier otro militar afectado a la Penitenciaría; a los ojos del autor de la orden, este aspecto no reviste ninguna relevancia. No existe “participación criminal” entre éstos y quienes deciden, no hay acuerdo ent re ellos, probablemente no cruzaron nunca palabra alguna. Los ejecutores – más allá de las responsabilidades penales que les cabrían y que ya fueron abordadas en el auto de fecha 14/05/76 - sólo ocupan el último tramo del proceso de ejecución, que encuentra su génesis en una decisión que corresponde a un estrato superior. Un análisis similar le cabe a los hechos denominados “octavo” – en el que se produce la muerte de Bauducco – y “noveno” - que pone fin a la vida de Moukarsel -. Ambos casos, sucedidos en el seno de la cárcel y con intervención del personal militar afectado al lugar, presentan nuevas consecuencias a acciones inspiradas en idénticas directivas. Resulta claro que quienes tenían a su cargo, en forma alternada, la vigilancia y tratamiento de los “detenidos especiales” practicaban una política definida al detalle, destinada a fracturarlos completamente – en sus aspectos físicos, psíquicos, morales y emocionales - despojándolos de toda dignidad, de todo rastro de “humanidad”, reduciéndolos a un estado semi animal. A mi entender esta “deshumanización” buscaba un doble propósito: por un lado quebrar al detenido en toda su estructura personal, y por otro el vaciamiento del “ser”, la ausencia de vestigios de “humanidad” en la víctima – que desde su ingreso había perdido sus condiciones de ser humano para transformarse en un “enemigo” derrotado, despreciado, vulnerable e indemne -, lo que permitía al victimario vencer cualquier instinto moral, natural o de contenido religioso que pudiera refrenar su accionar. En definitiva, entiendo que – también en estos casos – nos encontramos con aquel mismo plan diseñado desde las autoridades del Ejército que indicáramos en los

Poder Judicial de la Nación 89 USO OFICIAL párrafos precedentes, que en los casos que abordamos acarrearon consecuencias aún más gravosas, conllevando la muerte de los detenidos. Resta considerar los hechos cuarto, quinto, sexto, séptimo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, todos producidos en la vía pública, que culminaron con las ejecuciones de los detenidos. A fin de comprender cabalmente estos hechos, corresponde elevar la mirada, sortear los pormenores de la materialización de estas acciones – cuestiones ya abordadas al punto I y en el pronunciamiento del 13 de mayo del corriente – para evaluarlas desde una óptica con perspectiva, con el objeto de captar las finalidades perseguidas al 247

ordenarlas. Nuevamente debemos superar la esfera de ejecución para situarnos en estratos del escalafón castrense con capacidades de decisión, lo que nos ubica en el Comando del Área 311 (compuesto por su Comandante, su Segundo Comandante y su Estado Mayor) cumplimentando y dando contenido específico (individualizando las víctimas, el lugar del hecho, fijando el asignado al mismo, etc.) a directivas emanadas desde el Comandante en Jefe del Ejército. Este tipo de hechos encuadran en lo que las reglamentaciones del Ejército llama “Operaciones Sicológicas” o “Acciones Sicológicas”. Podemos definir estas operaciones señalando que se materializaron en hechos – destinados claramente a adquirir publicidad a través de medios masivos de comunicación – prolijamente planeados a fin de producir el impacto “sicológico” esperado en un destinatario que ha sido debidamente individualizado. En los hechos sub examine resulta posible individualizar claramente dos destinatarios diferenciados. Los primeros destinatarios de estos “mensajes” fueron los miembros de las agrupaciones calificadas como subversivas que aún se encontraban en libertad, incluidos dentro del concepto de “enemigo”. Su contenido también resulta obvio: demostrar el poder ofensivo de las fuerzas armadas y de seguridad, su disposición a actuar hasta las últimas consecuencias y provocarles el suficiente daño como para desalentarlos de emprender acciones. De igual manera, el modo de comunicar lo sucedido por parte del III° Cuerpo tergiversando los hechos y presentando una versión mendaz – al publicar en medios gráficos masivos la noticia, envía a la población civil no comprometida con las organizaciones o agrupaciones proscriptas, señales de alerta al mostrar la supuesta peligrosidad de estos grupos, su temeridad al atacar blancos militares y contribuir a generar en el ciudadano común una constante sensación de inseguridad. Todo esto con el claro objetivo de atemorizar a la población en general y desde allí justificar la permanencia de las fuerzas armadas en el poder político y legitimar sus métodos de actuación. La importancia de la utilización de este tipo de operaciones se describe en la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa, en la que se establece la “estructura del régimen funcional de Acción sicológica” para la lucha contra la subversión. En el Anexo 2 se despliega un organigrama de tal estructura, en la que se vinculan en este esfuerzo de “acción psicológica” al comando General del Ejército – para el año 1976 a cargo del imputado Videla 90 – y a cada Zona de Defensa – en el caso de Córdoba, Zona 3, a cargo de Luciano B. Menéndez y la Brigada IV de Infantería Aerotransportada, a cargo de Sasiaiñ y su Estado Mayor. La Directiva 1/75 del Consejo de Defensa presenta las ideas rectoras del accionar sicológico, estableciendo que éste será “netamente ofensivo e implica el empleo de todos los métodos, procedimientos y técnicas de comunicación social para el logro de los objetivos fijados”. Los objetivos de este tipo de comunicación se definen señalando “contribuir a quebrar la voluntad de lucha del oponente a fin de facilitar su aniquilamiento”. Señala también que el esfuerzo principal se desarrollará en el ámbito de todo el país, pero con énfasis especial en los grandes centros urbanos, mencionando en esta prioridad a la ciudad de Córdoba en segundo lugar. La Directiva 404/75 suscripta por el Comandante General del Ejército Jorge Rafael Videla, recepta los contenidos de la Directiva 1/75 del Consejo de Defensa, reproduciendo prácticamente todos sus conceptos. Como se trata de una directiva dirigida específicamente a sus subordinados, esto es a quienes conforman el Ejército, asigna al Comando General del Ejército la misión de “orientar a los Comandantes de jurisdicciones territoriales sobre la Acción Sicológica a desarrollar”, e indica que corresponde e los Comandos de Zona de Defensa “planear, ejecutar y evaluar la Acción Sicológica a desarrollar

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en todos los públicos de sus jur isdicciones”. La directiva en su anexo 3, apéndice 1 describe en un gráfico los “públicos blancos” de las operaciones sicológicas. Respecto del oponente en su esfera nacional, identifica como “público blanco” de estas acciones a las organizaciones “ERP, PRT, Montoneros, PPA, Organizaciones políticas pro-marxistas, instituciones nacionales, provinciales y municipales infiltradas, organizaciones infiltradas”. Por su parte, también el Reglamento RC-9-1 indica que “Las operaciones psicológicas deberán ser consideradas como una importante parte de la planificación. Los principales objetivos de las operaciones psicológicas serán 1) públicos internos; 2) la población civil; 3) los elementos subversivos. Todos los comandos, cuenten o no con personal especializado, deberán realizar permanentemente acción psicológica sobre el público interno (...). Las operaciones sicológicas a realizar sobre la población civil deberán ser planificadas y dirigidas por el mayor nivel de comando que opere y aún en el nivel nacional, no sólo por disponer de personal y medios necesarios y especializados, sino por la necesidad de responder a la orientación nacional e institucional . Respecto de los elementos subversivos, interesará esclarecer la falsedad de las motivaciones que esgrime la organización para convocarlos (...)”. Las citas relevadas en los párrafos que anteceden indican claramente que el diseño pormenorizado de las acciones sicológicas correspondía al mayor nivel de comando, y que se ajustaba a una clara orientación nacional. El Reglamento RC-3-1 “Organización y funcionamiento de los Estados Mayores” asigna la responsabilidad primaria de estas operaciones al Jefe de Operaciones (G3) que al momento de los hechos encarnaba el fallecido Barufaldi. Sin perjuicio de ello, el propio reglamento prevé que el plan de estas operaciones lo desarrollará el jefe de operaciones “coordinadamente con los miembros del estado mayor que correspondan, teniendo especialmente en cuenta los planes u órdenes que

Poder Judicial de la Nación 91 USO OFICIAL al respecto haya impartido el Comando superior, las normas e instrucciones del comandante y las características positivas y negativas de los grupos humanos a los cuales se dirigirá la acción”(ver fs. 250). La coordinación para la planificación y ejecución de este tipo de operaciones entre los miembros del Estado Mayor resulta por demás evidente. En primer lugar porque en acciones como las que nos ocupan, resulta necesario realizar una labor previa de inteligencia a fin de individualizar el destinatario de la acción, elegir las víctimas y el terrero para el hecho, etc. – responsabilidades del Jefe de Inteligencia G2, Raúl E. Fierro - . También resultan indispensable disponer de personal suficiente y adecuado para su ejecución – responsabilidad de Poncet en su carácter de G1 - , la provisión de vehículos, armas, combustible, etc. para materializar el hecho – responsabilidad del jefe de logística G4, Antonio Comba (también fallecido)- y la instrumentación de las labores administrativas para posibilitar el retiro de los detenidos a ejecutar por parte de personal militar o policial – tarea a cargo del Jefe de Asuntos Civiles, Jorge González Navarro. Actividades estas coordinadas por el Jefe del Estado Mayor, Vicente Meli. De la intervención de González Navarro, han quedado – incluso incuestionables vestigios documentales ya que él mismo participó en la confección de los oficios remitidos por la autoridad castrense a la autoridad penitenciaria para el retiro de alguno de los detenidos cuyas muertes hoy nos ocupan. A fs. 3, 4 y 6 lucen los oficios autorizando el retiro de los detenidos Mossé, Fidelman, Verón y Yung (hecho cuarto), Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo De Breuil, Toranzo y Eduardo de Breuil (hecho undécimo), Tramontini y Páez de Rinaldi (hecho duodécimo) suscriptos los primeros por Juan Bautista Sasiaiñ y el tercero por Vicente Meli, En todos ellos, junto a la firma encontramos un sello 249

escalera con la inscripción D V (Departamento 5) asuntos civiles, una media firma y el número “321”. Conforme el propio Gonzalez Navarro lo indicara el sello escalera tiene por función indicar las personas que hayan intervenido en su diligenciamiento (ver fs. 404, 406 y 407). El código “321” es el asignado a Jorge González Navarro conforme se desprende del informe de fs. 130 del presente para agregar, el que da cuenta de los registros de “Códigos de encubrimiento” de fs. 133 en el que se observa la asignación del código 321 al nombrado y el registro de su media firma. Esta información despeja cualquier duda sobre la intervención directa del Jefe de Asuntos Civiles en el diseño y la ejecución del plan que analizamos. Sus afirmaciones en el marco de la indagatoria al respecto, en la que reconoce su intervención en la confección de estos documentos y manifiesta que recibía la orden de Sasiaiñ de confecciona r el oficio, sin referencia alguno a su finalidad o modo de ejecución, no puede ser admitida en lo que concierne a esta última reseña. El rol que se le asignaba excedía largamente a la de un simple secretario. No se trataba de un empleado, sino de un Jefe realmente jerarquizado, personalmente a cargo de un importante Área de interés. Su intervención en este tipo de documentos da cuenta de su real vinculación en las acciones programadas para la lucha contra la subversión y de que sus funciones de asesoría excedían – o al menos abarcaban asuntos de mayor importancia y responsabilidad - que las relaciones con la comunidad que 92 manifestara en su declaraciones, al señalar que por ejemplo gestionaba un chocolate caliente para alguna escuela. Subyace a estos siete hechos un claro hilo conductor, que indica la presencia de una misma inteligencia detrás de todos ellos. Todo refiere a la existencia de un único órgano planificador. Las coincidencias y puntos de contacto entre estos hechos no dejan lugar a dudas en este sentido: en todos los casos los detenidos son retirados del penal para ser trasladados a sedes castrenses para su interrogatorio; en todos los casos en medio del traslado se produce un “episodio de fuga” o un intento de “rescate” por parte de supuestos camaradas; en todos los casos, todos los detenidos trasladados – a excepción de Eduardo de Breuil a quien se le asigna una especial “misión” (que analizaremos más adelante) – mueren a causa del tiroteo, ya sea por obra de los militares o policías a cargo del traslado o por las balas de sus propios compañeros; en todos los casos los cuerpos son retirados sin comunicar la novedad a la Justicia ni dar intervención a los equipos técnicos de investigación; en todos los casos y pese a las múltiples muertes nos encontramos con la ausencia de actuaciones administrativas o judiciales para el esclarecimiento de lo sucedido; en todos los casos se produce inmediatamente un comunicado del IIIº Cuerpo que informa sobre lo sucedido y caracteriza los hechos como “intentos de fuga”. Estos comunicados dan cabal cuenta que desde el nivel de Comando – entendiendo por tal al Comandante y Segundo Comandante del Área y su Estado Mayor - se tomaron las decisiones para la ejecución de estos hechos y se procuró también su impunidad. Es la autoridad máxima del Área la que comunica las muertes y presenta con falsedad las circunstancias en que ocurrieron. Es por ende este estrato también el principal responsable, que no sólo diseñó y planificó los hechos, sino que les dio curso instrumentando los medios y las órdenes pertinentes y luego de ejecutados los comunicó a la población – según su mendaz versión – a fin de producir en ésta en general y en las organizaciones subversivas en particular, un impacto moral y psicológico cuidadosamente calculado, y a su entender útil a la lucha que emprendía. El “mensaje” dirigido a las organizaciones calificadas como subversivas agregó – en algunos casos – connotaciones propias de la venganza. Esto surge con evidencia al analizar los pormenores del hecho quinto, acontecido al día siguiente del asesinato de un policía de la comisaría Secc. 3ª, el agente de guardia Héctor Arrieta, quien –conforme el resumen de Inteligencia 4/76 elaborado por el Ejército Argentino y firmado por el Jefe de

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inteligenc ia y hoy imputado en autos Teniente Coronel Raúl Eduardo Fierro- perdió la vida a consecuencia de dos balazos efectuados por dos individuos que gritando “Viva Montoneros” se dieron a la fuga (fs. 3966). Evidentemente, la represalia por tal hecho se dejó en manos de personal policial pocas horas después de concluido el sepelio de aquel policía (v. al respecto constancias del libro de novedades de la mencionada comisaría, reservado en Secretaría cuyas copias certificadas lucen a fs. 4554/9). Similares características se advierten en las ejecuciones de Páez de Rinaldi y Tramontini (hecho duodécimo) que aconteciera el 20 de agosto de 1976, esto es exactamente un año después del ataque a la Jefatura de Policía, en el que tanto Paez como

Poder Judicial de la Nación 93 USO OFICIAL Tramontini se hallaban sospechados de haber intervenido. En su testimonio, Gustavo Ignacio Tissera relata que el 20 de agosto de 1976 vio a Tramontini momentos antes de su traslado y que le preguntó a éste en qué pensaba, a lo que le contestó que entendía que lo iban a matar, que ese día se cumplía el aniversario del ataque al Cabildo y que su causa era por la toma del Cabildo (fs. 497 vta). Como se advierte, la “operación psicológica” se encontraba adecuadamente planificada y el mensaje oculto en la noticia que pronto se difundiría llegaría con claridad a sus últimos destinatarios. También en el caso de las muertes relatadas en el hecho duodécimo (Vaca Narvaja, De Breuil y Toranzo) tuvieron un mensaje con un claro destinatario, y se utilizó en esta oportunidad un nuevo medio de difusión. Eduardo de Breuil, quien presenció a ciegas lo sucedido fue expresamente comisionado por el personal que lo trasladaba a fin de comunicar a los demás detenidos de la Penitenciaría, lo que había ocurrido, llevando de esta manera nuevos motivos de temor y angustia a sus compañeros. Finalmente entiendo corresponde analizar algunos documentos que confirman la íntima relación existente entre lo que sucedía en el Área 311, especialmente en la Unidad Penitenciaria n° 1, y el más alto estrato de conducción del Ejército, esto es su Comandante Jorge Rafael Videla. A fs. 511 obra una carta suscripta por el Arzobispo de Córdoba y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Cardenal Raúl Francisco Primatesta en la que se aboga por la situación de quienes se hallan detenidos diciendo: “La Comisión Permanente del Episcopado Argentino se dirige con el mayor respeto y consideración al Excmo Señor Presidente Jorge Rafael Videla, con motivo de las próximas fiestas navideñas, para expresar sus férvidos y cordiales votos de una felicísima Navidad, llena de las gracias divinas que brotan a raudales de la Cuna de Belén. Por ello solicita a su Excelencia quiera disponer, en tal sagrada celebración, se agilicen los trámites pertinentes, a fin de que obtengan la libertad, quienes fueren acreedores a ella; o se disminuyan las penas, a las que fueren merecedores de tal gracia. Reitera, así, las inquietudes que, en mayo pasado, le hiciera llegar el Episcopado sobre la situación de los detenidos que, desde hace meses, aguardan una sentencia o la libertad; así como un pedido por quienes purgan delitos comunes. Esta comisión permanente se permite, además, implorar su benevolencia para con aquellos que deben cumplir con la justicia que ha dictado ya su sentencia, a fin de que también hasta ellos llegue un efluvio de aquella paz anunciada en Belén, y que sientan y vivan la hermandad que Dios nos trajo por medio de la Virgen María, quien, desde la cuna hasta el Calvario y la Resurrección acompañó a Cristo que nos hizo sus hermanos (...). Quiere igualmente impetrar medidas que permitan mayor acceso a los familiares de quienes, en estos días de alegría cristiana, desean encontrarse con sus seres queridos (...) ”. Resulta evidente que el pedido del titular de la Conferencia Episcopal Argentina motivó la liberación de un importante número de detenidos y algunas flexibilidades en la situación de los detenidos “especiales”. Esta 251

circunstancia se advierte de la carta también dirigida a Videla por el propio Primatesta (ver fs. 94 571) en la que agradece a su vez otra misiva de Videla en la que le anuncia libertades y el inicio de trámites para reducción de penas. Asimismo, entre la documentación del propio Servicio Penitenciario de la Provincia de Córdoba (ver fs. 560) obra copia de una nota de fecha 21 de diciembre de 1976 suscripta por Vicente Meli – confeccionada por Jorge González Navarro a estar a las constancias del sello escalera – en la que comunica al Director del Servicio Penitenciario que se ha dispuesto la libertad de las personas mencionadas en los Anexos 1 y 2 (fs. 561 y 562). Similar tenor se desprende de la comunicación del día siguiente, el 22 de diciembre de 1976, nuevamente suscripta por Meli – con la intervención de González Navarro – en la que comunica que “el 24 de diciembre del corriente año a las 14.00 horas se faculta a todo el personal de internos por actividades subversivas (adviértase que nuevamente se trata a los detenidos como “personal”) a recibir visitas por el lapso de una hora y en una cantidad de familiares directos no mayor a tres”. Estas constancias acreditan el grado de dependencia existente entre el Comandante en Jefe de la Fuerza, y el personal del Área 311, revelando una estrecha comunión de objetivos, procedimientos, órdenes y acciones. Por todo lo expuesto, entiendo que existen elementos suficientes para atribuir a; Jorge Rafael Videla, en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército – máxima autoridad de dicha institución - ; y a quienes conformaban el Estado Mayor de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada: Vicente Meli (por los hechos 7, 11 y 13), en su carácter de Jefe de Estado Mayor, Mauricio Carlos Poncet, como Jefe del Departamento Personal; Raúl Eduardo Fierro, como Jefe de inteligencia y Jorge González Navarro, como Jefe de Asuntos Civiles, como coautores por dominio del curso de la acción al elaborar las órdenes destinadas a personal militar y/o policial para la comisión de los hechos delictivos – calificados como tormentos agravados, tormentos seguidos de muerte y homicidio calificado – cuyo análisis aquí abordamos. V- Situación Procesal de Emilio Juan Huber Conforme lo señalara la Sra. Fiscal al promover acción penal en contra de Emilio Juan Huber (ver fs. 70/1), la función de Jefe de la Compañía Policía Militar 141 que ocupaba el imputado al momento de los hechos, hicieron inferir que éste habría intervenido en los hechos descriptos como tercero y noveno, retransmitiendo las órdenes ilegales referidas al trato que debía dispensarse a quienes revestían la calidad de “presos especiales” – órdenes a las que ya nos referimos precedentemente – a sus subordinados acantonados en la Unidad Penitenciaria nº 1. Ahora bien, esta hipótesis que encontró fundamento en la estructura jerárquica del Ejército, fue cuestionada por el imputado Huber al ejercer su defensa material indicando que dependía jerárquicamente directamente del Comando del IIIº Cuerpo. Señala que en un determinado momento, aunque no recuerda la fecha, el Comando de Cuerpo lo asignó a la Cuarta Brigada. Que sus funciones eran hacer patrullajes, dar seguridad al Comandante, hacer guardia en el barrio militar General Deheza, participar en la guardia del cuartel en el que funcionaba su Compañía y ocasionalmente darle seguridad a columnas

Poder Judicial de la Nación 95 USO OFICIAL militares que se desplazaban hacia otros lugares. Señala que en relación a los hechos acontecidos en la Penitenciaría que nunca mandó personal a dicha unidad carcelaria. Relata que en ocasiones la Brigada le solicitaba que pusiera a disposición de la Brigada personal a su cargo, y desde allí se les asignaban las diferentes misiones, que comenzó su jefatura con cinco oficiales y al finalizar le quedó sólo el Teniente Ramos Monzo ya que a los demás se los había 252

solicitado la Brigada, cumplían funciones allí y no volvían a su Compañía, que en esta particular situación se encontraba Alsina. Avala sus dichos señalando en particular el caso de la muerte de Moukarsel, indicando que cuando aconteció el hecho la noticia de lo sucedido se reportó directamente a la Brigada, a través del COT, y que se enteró con posterioridad a través del Comando. Los dichos de Huber encuentran respaldo en las manifestaciones vertidas por el imputado Gustavo Adolfo Alsina quien en su declaración indagatoria del 14 de abril del corriente describió las misiones que se le asignaron en la UP 1, la sección que tenía a cargo y los grupos que formaban su sección, resaltando que de los tres grupos de su sección uno patrullaba, otros estaban en la cárcel, indicando: “ocurre que uno lo iba recibiendo del Comando de la Brigada de acuerdo a la importancia de la misión uno podía llevar uno o dos grupos para una misión de recorrido por ejemplo, y lo importante es que así saliera uno, dos o tres grupos, tiene que estar presente el jefe de la sección, por eso yo estaba todo el tiempo en la calle”. En lo que nos convoca, resulta importante señalar que en esta declaración Alsina resalta que recibía las órdenes directamente del Comando de la Brigada. Revistiendo especial valor estos dichos ya que se produjeron mucho antes de que Huber resultara imputado por estos hechos. En su última declaración indagatoria (ver fs. 464/8), al ser interrogado puntualmente en relación a estas cuestiones el imputado Alsina se explayó al describir: “(…). El Ejército funciona de la siguiente forma, la Ca de PM 141 es una subunidad independiente que forma parte del orden de batalla del Comando del IIIº Cuerpo de Ejército. Para la lucha contra el terrorismo esa Ca fue destacada como fuerza agregada a otro Comando, que era el Comando de la IVº Brigada de Infantería Aerotransportada. En realidad tengo que hacer una salvedad, no fue la Ca agregada al Comando, porque ello implicaría que la totalidad de la Compañía – desde el Jefe hasta el último soldado – estaba agregada al Comando. A la Ca se le imparte la orden de agregar una sección al Comando de la Brigada. Una sección rotativa, esto es en una oportunidad, una semana por ejemplo va la sección del Teniente Alsina, en la siguiente oportunidad va la sección de, por ejemplo, el teniente Gómez. Preguntado por S.S. a través de quien recibió la orden o directiva de la misión que debía cumplir en la UP 1, a lo que dijo: del Comando de la Brigada. Mi jefe de Compañía, en entonces Mayor Huber, a mí me llama y a todos los tenientes de la Compañía y nos dice: Yo he recibido una orden del Comando de Cuerpo de agregar una sección rotativa al Comando de la IV Brigada. Esta orden se les dio a todos los jefes de sección, el contenido de la orden era el siguiente, por ejemplo: usted Teniente Alsina – suponiendo que me hubiera tocado en primer término – se va a constituir en el Comando de la Brigada con una sección compuesta por tres grupos de tiradores (esto es un suboficial jefe cada uno con ocho o nueve soldados). En el Comando 96 recibí las directivas de un Jefe, que puede ser un Mayor u un Teniente Coronel. Operacionalmente no dependía del jefe de mi unidad, sí tenía una dependencia administrativa. Tan es así, que todas las novedades ocurridas en relación a la misión que se me había impuesto, tanto ocurridas dentro del penal como en la calle durante un patrullaje se comunicaban al COT del a Cuarta Brigada. Preguntado por S.S. si este procedimiento fue el que se siguió en el caso de la muerte de Moukarsel, a lo que dijo: exactamente, comuniqué lo sucedido al COT, que funciona las 24 horas (…)”. Como se observa los dichos de Alsina coinciden plenamente con lo afirmado por Huber en su exposición defensiva, y nos permiten inferir que en este caso, excepcionalmente, la cadena de mando cursó por un derrotero distinto al que naturalmente hubiera correspondido. Esta situación está reglamentariamente prevista para el tipo de lucha que analizamos. En el Reglamento R-C-9 “Operaciones contra elementos subversivos”, en su punto 4.012 (ver fs. 88) indica: “(…) La Brigada podrá ser reforzada con elementos de

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comunicaciones, inteligencia, policía militar, aviación de Ejército y operaciones sicológicas de la propia fuerza; con elementos de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad y Fuerzas Policiales y personal y medios provenientes de organismos civiles, en particular para la ejecución de operaciones sicológicas y asuntos civiles”. Esta disposición encuadra legalmente la situación de hecho descripta por el imputado, de modo que refuerza sus dichos al defenderse, le dan un marco no rmativo y nos permiten afirmar que situaciones como las que afirma no eran descabelladas, sino especialmente previstas. Por otro lado, entiendo que la situación planteada por el imputado y confirmada por Alsina, responde a cierta lógica. Está acreditado en autos que secciones de la Ca Policía Militar 141 alternaban en la UP 1 con otras secciones del Regimiento 2 de Infantería, cumpliendo todos idéntica misión dentro del establecimiento carcelario, lo que nos indicaría la existencia de una misma direcció n de tales actividades desde las autoridades de la IVº Brigada. Así las cosas, en un momento preliminar – y dada la superioridad funcional que ejercía el imputado Huber respecto de Alsina – se fundamentó la sospecha de que el imputado Huber había intervenido retransmitiendo a sus subalternos apostados en la UP1 las órdenes ilegales que habrían derivado en los tormentos sufridos por los detenidos especiales (hecho tercero), y en los tormentos que habrían causado la muerte de José René Moukarsel (hecho no veno). Luego de avanzada la investigación, se han introducido en estos actuados conceptos que cuestionan tal hipótesis, planteando un real estado de duda en el ánimo de esta juzgadora. En consecuencia, entiendo prudente declarar que no existen méritos para ordenar el procesamiento o el sobreseimiento del imputado Emilio Juan Huber, correspondiendo profundizar la investigación a fin de lograr despejar el estado de duda existente (art. 309 del C.P.P.N.). VI- Consideraciones respecto a las circunstancias calificantes mencionadas en relación a los tormentos (art. 144 ter del C.P.) y homicidio (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P.).

Poder Judicial de la Nación 97 USO OFICIAL En lo que concierne a las torturas inflingidas a los detenidos alojados en el D2, o en la UP1, debo decir que los sufrimientos físicos y psíquicos que los llamados “detenidos especiales” debieron soportar en tales dependencias – tormentos ordenados y ejecutados por los funcionarios públicos allí apostados- configuran hechos de imposición de tormentos en los términos del art. 144 ter, 1° párrafo del C.P., con la agravante - en razón de tratarse, en todos los casos, de personas perseguidas políticamente – prevista en el 2° párrafo del mismo precepto, ambos del Código Penal vigente al tiempo del accionar ley 11.179 modificada por ley 14.616. Se entienden comprendidas en el concepto de “tormentos” conforme la definición que contiene el art. 2 de la Convención Interamericana para la Prevención y Sanción de la Tortura – todos los actos realizados intencionalmente y que causen sufrimientos físicos o mentales, ya sea con fines de investigación criminal y/o como medio intimidatorio y/o como castigo personal y/o como medida preventiva y/o como pena o con cualquier otro fin, así como también la aplicación de métodos tendientes a anular la personalidad de los detenidos o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor ni angustia. En sentido similar – igualmente abarcativo de los hechos que aquí abordamos – el art. 2 de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degrandantes suscripta por los Estados Parte de la ONU y que, a tenor de lo dispuesto por el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna, reviste jerarquía constitucional, define a la tortura como “todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o 254

sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, o de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean inflingidos por un funcionario público y otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia” De igual manera, y en lo que concierne a las circunstancias que califican los homicidios ya analizados, entiendo que concurren en todos los casos las agravantes detalladas en los incisos 2 – ensañamiento y alevosía - y 4 - con el concurso premeditado de dos o más personas - . Esta última no requiere mayores explicaciones. En lo que concierne al “ensañamiento y alevosía”. Núñez nos enseña que la agravante “alevosía” requiere la existencia de “una víctima que no está en condiciones de defenderse”, encarna una acción “preordenada para matar sin peligro para el autor, proveniente de la reacción de la víctima o de un tercero”, en cuanto al “ensañamiento” refiere a un modo cruel de matar, procurándole a la víctima innecesarios sufrimientos (Ricardo C. Núñez, Tratado de Derecho Penal, T. III, Vol. I y II, Ed. Lerner,1977). Resulta obvio que en los hechos ya analizados concurren ampliamente ambas circunstancias, las víctimas fueron asesinadas – en todos los casos – encontrándose absolutamente indemnes –. A excepción de Bauducco, que fue severamente golpeado momentos antes del disparo – todos se encontraban con sus ojos vendados, maniatados, desamparados. Todas estas muertes – que ningún riesgo presentaron en el escernario de los hechos para los victimarios – fueron consecuencia de actos cobardes y crueles. 98 VII- Aspectos doctrinarios aplicables a las especiales circunstancias que rodean estos hechos Preciso es apuntar que los elementos de prueba ponderados precedentemente – especialmente en el presente en el que analizamos las responsabilidades de quienes se encontraban ocupando funciones jerárquicas dentro de la estructura del Ejército – me permiten advertir que en la especie concurren los presupuestos de lo que se ha dado en llamar “Doctrina del dominio del hecho por dominio de la voluntad en un aparato de poder organizado”. Esto es, podemos afirmar la existencia de un grupo de poder organizado de modo jerárquicamente estratificado, desde cuya cúspide se imparten las órdenes en pos del cumplimiento de los objetivos, órdenes que se retransmiten a través de las instancias intermedias hasta llegar a los brazos ejecutores, quienes en cumplimiento de tales órdenes y de propia mano, consuman las acciones punibles en el contexto del plan general y de sus objetivos. VI- Como lo expresara al abordar individualmente la situación de cada uno de los imputados entiendo necesario ordenar la prisión preventiva de Jorge Rafael Videla, Vicente Meli, Mauricio Carlos Poncet, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro. Así, si bien se impone por principio la interpretación restrictiva de toda disposición que coarte la libertad personal, sea de origen legal (art. 2 del C.P.P.N.) o constitucional (art. 18 C.N.) y, además, a partir de la reforma de la Constitución en 1994, de fuente internacional con jerarquía constitucional (V. los Tratados de Derechos Humanos mencionados en el art. 75 inc. 22 C.N., en especial la Convención Americana de Derechos Humanos, art. 7.5; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos art. 9.3 y Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, art. 25), la doctrina y la jurisprudencia han determinado los alcances de dicha excepción, y así se ha justificado en tanto que, como excepción, se oriente a la efectiva realización del proceso penal y se encuentre fundada en graves presunciones de entorpecimiento procesal por parte del reo. Juegan en este caso presunciones que se extraen de la expectativa de

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pena aplicable al hecho imputado (ver autos “Acosta” Sala II, C.N.A.C.y C.Federal, Sentencia del 19/06/2007). En base a esta última consideración, tanto nuestra CSJN (fallos 321:3660), como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han justificado el encierro preventivo (Cfr. Informes 12/96, 2/97 y posteriores). Por lo demás, son estas mismas pautas las que han venido siguiendo los jueces instructores en causas por hechos cometidos en el contexto del último gobierno militar de facto, como la que ahora nos ocupa (ver entre otros “Suáres Mason” resolución de fecha 23/06/06 Juzgado Criminal y Correccional Federal III de Buenos Aires). A lo expuesto corresponde agregar que el encierro cautelar se justifica igualmente por la naturaleza y gravedad de los hechos motivo de estas actuaciones, pues en atención a las circunstancias de tiempo, modo, personas y lugar en que habrían sido perpetrados y contexto en el que habrían sido llevados a cabo, tales conductas constituyen graves violaciones a derechos humanos que integran la categoría de aquellos delitos a los que

Poder Judicial de la Nación 99 USO OFICIAL específicamente se califica – desde antaño- como “crímenes contra la humanidad”, categoría esta que comprende todas las conductas atentatorias de la condición humana en sí misma y, por ende, lesivas del orden jurídico universal, entre las que resultan indudablemente incluídas la tortura y el homicidio – a más de otros actos inhumanos – cometidos como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil. Ahora bien, tratándose de delitos contra la humanidad, es la comunidad internacio nal toda, inspirada en la noción misma de Justicia, la interesada en reprimirlas, existiendo un conjunto de normas básicas y principios que integran el derecho internacional general y resultan de aplicación imperativa para todos los Estados (varias de las cuales tienen en nuestro país jerarquía constitucional –art. 75 inc. 22-), destinadas a asegurar el enjuiciamiento y castigo de las personas supuestamente responsables, principios todos que derivan del axioma de inexorabilidad de juicio y sanción, del que obviamente se desprende la obligación del Estado de garantizar el sometimiento a proceso de los imputados, adoptando las previsiones indispensables para evitar todo intento de eludir el accionar de la Justicia que aquellos pudieran procurar. Por todo lo dicho en los párrafos que anteceden, entiendo que resulta apropiado en los casos que enumerara al iniciar este apartado, dictar una medida de coerción de la libertad de los imputados. Así, la gravedad de los hechos que se le atribuyen, la multiplicidad de éstos, y especialmente las abultadas penas que deberán afrontar en caso de ser condenados, me llevan a entender que resulta probable que intenten eludir el accionar judicial. Por todo lo expuesto, VII- Finalmente, corresponde dar cumplimiento a lo ordenado por la Excelentísima Cámara Federal de Apelaciones en la resolución de fecha 21 de Octubre de 2008. a) En primer lugar, y cumplimentando con lo ordenado en el punto 39 del tal decisorio, corresponde subsanar el error material en que se incurrió al dictar el auto de fs. 6451/6530 y ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Víctor Pino en relación al hecho denominado duodécimo concerniente a los homicidios de Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Páez de Rinaldi. Al respecto, y conforme lo señaláramos en la resolución del trece de mayo del corriente, debe indicarse que Pino se encontraba – materialmente – alejado del lugar y del momento de ejecución de los hechos que se le endilgan. No existe constancia alguna de que hubiera integrado la comitiva asignada al traslado en el que resultaron muertos Tramontini y Páez de Rinaldi. Sin embargo, su responsabilidad por este hecho resulta – al menos con el 256

grado de probabilidad que requiere esta etapa procesal - evidente. Baste para ello recordar que el personal militar – a estar a las constancias del comunicado del Tercer Cuerpo - y/o policial que habría ejecutado a los nombrados respondía jerárquicamente a la unidad a su cargo, y que operaba en virtud de las órdenes que desde allí se transmitían o – probablemente - se retransmitían de instancias superiores. 100 Existen múltiples elementos que nos permiten sostener la afirmación precedente. En primer lugar puede advertirse un claro patrón en el accionar desplegado en cada uno de los traslados que terminaran con el fusilamiento de los detenidos. También se advierten patrones comunes en las excusas brindadas en estos últimos, en el intento de ocultar lo sucedido y lograr la impunidad de sus ejecutores. Como dijéramos, la coincidencia entre todas estas conductas no obedece al azar, ni a la voluntad individual de alguno de los sujetos que les tocó ubicarse en el último tramo – de ejecución directa – de los crímenes sub examine. Por el contrario, el patrón expuesto da cuenta de una política cuidadosamente diseñada para la situación vital y política del país, y para la consecución de los objetivos que las Fuerzas Armadas se impusieron por aquellas épocas. Pino, como Jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada n° 2, respondía a su vez al entonces Coronel Sasiain, Jefe de la IV Brigada Aerotransportada y Jefe del Estado Mayor del Area de Defensa 311 – ya fallecido -, y éste a su vez, dependía directamente del Comandante del III° Cuerpo de Ejército y Comandante del Area de Defensa 311, Luciano Benjamín Menéndez. La participación de Pino en los hechos que se le atribuyen lo sitúan como un esencial engranaje en la cadena de mando, que en una clara estructura organizada de poder – como sin ninguna duda lo fueron las Fuerzas Armadas que usurparon el poder constitucional en marzo de 1976 - , hace descender claras órdenes – abiertamente ilegales – a sus subordinados, procurando su cumplimiento. La estructura jerárquica, que retransmitiendo órdenes consigue el cumplimiento efectivo del cometido criminal lucubrado por “el hombre de atrás”, funciona también en el marco de las acciones desplegadas por la estructura a fin de lograr la impunidad tanto de los ejecutores directos, como de toda la cadena de mando. El celo en destruir cualquier evidencia de cada uno de los hechos, la política de conducir a las víctimas siempre con sus ojos vendados – evitando el contacto visual directo – las mentiras esgrimidas luego de cada muerte, la carencia de cualquier actividad prevencional o jurisdiccional que exigía necesariamente cada caso de los que examinamos, demuestran claramente la existencia de todo un aparato puesto en marcha tanto para la puntual ejecución de la política de persecución y muerte elegida, como para procurar la impunidad de sus partícipes. b) En segundo término, cumplimentando lo dispuesto por el Superior en el punto 40 del resolución citada, debe suplirse la omisión en la que incurriera en el auto de procesamiento del 13 de mayo y el auto aclaratorio del 16 de mayo del corrie nte y ordenar traba embargo sobre los bienes del imputado Luis Alberto Rodríguez (art. 518 del C.P.P.N.) por la suma de pesos doscientos mil (doscientos mil) o en su defecto inhibirlo de la libre disposición de los mismos. c) Por último, y en virtud de lo señalado por la Excelentísima Cámara en los puntos 41 y 42 de la mentada resolución, corresponde trabar embargo sobre los bienes de

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los imputados José Felipe Tavip y Francisco Pablo D’Aloia por la suma de pesos doscientos mil por cada uno o, en su defecto, inhibirlos de la libre disposición de los mismos. Por todo lo expuesto, RESUELVO: 1- Rechazar los planteos de falta de jurisdicción y cosa juzgada esgrimidos por el imputado Jorge Rafael Videla en su declaración indagatoria. 2-Ordenar el procesamiento de Jorge Rafael Videla, ya filiado, en orden al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306 del C.P.P.N. 3- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Jorge Rafael Videla, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642), hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N. 4- Ordenar el procesamiento de Vicente Meli, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación al hecho denominado tercero en relación a las víctimas Raúl Augusto Bauducco, José René Moukarsel, Marta del Carmen Rossetti de Arquiola,y José Cristian Funes, Gustavo Adolfo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja, Arnaldo Higinio Toranzo, Liliana Felisa Paez de Rinaldi, Ricardo Alberto Tramontin, Florencio Esteban Díaz, Pablo Alberto Balustra, Jorge Omar García, Oscar Hugo Hubert, Miguel Ángel Ceballos y Marta Juana González de Baronetto, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306 del C.P.P.N. 5- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Vicente Meli, ya filiado, en orden al delito de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642)– hechos séptimo, octavo, undécimo y décimo tercero – por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispuesto en el art. 306 y 312 del C.P.P.N. 6- Ordenar el procesamiento de Mauricio Carlos Poncet, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306 del C.P.P.N. 7- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Mauricio Carlos Poncet, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), 102 hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N. 8- Ordenar el procesamiento de Raúl Eduardo Fierro, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo

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dispone el art. 306 del C.P.P.N. 9- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Raúl Eduardo Fierro ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N. 10- Ordenar el procesamiento de Jorge González Navarro, ya filiado, en orden al delito de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) en relación a los hechos denominados primero y tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone el art. 306 del C.P.P.N. 11- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Jorge González Navarro, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo), hecho noveno, y homicidio calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642) hechos segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, undécimo, duodécimo y décimo tercero, por los que fuera oportunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N. 12- Ordenar el embargo de los bienes de los nombrados Videla, Meli, Poncet, Fierro, González Navarro por la suma de doscientos mil pesos o en su defecto inhibirlos de la libre disposición de los mismos. 13- Declarar que no existe méritos para ordenar el procesamiento o el sobreseimiento de Emilio Juan Huber, ya filiado, en orden a los delitos de tormentos agravados (art. 144 ter 1º párrafo con el agravante dispuesto en el segundo párrafo ley 11.179 modificada por ley 14.616) – hecho tercero - y tormentos seguidos de muerte (artículo 144 ter del C.P. en su 1° párrafo con la agravante prevista en el 3° párrafo del mismo artículo) - hecho noveno – por los que fuera oportunamente indagado (art. 309 del C.P.P.N.), debiendo ordenarse su inmediata libertad. 14- Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Víctor Pino, ya filiado, en relación al hecho denominado duodécimo concerniente a los homicidios de Ricardo Daniel Tramontini y Liliana Felisa Páez de Rinaldi por el delito de homicidio

Poder Judicial de la Nación 103 USO OFICIAL calificado (art. 80 inc. 2 y 4 del C.P. según ley 11.179 con modificaciones ley 20.509 y 20.642), por el que fuera portunamente indagado conforme lo dispone los arts. 306 y 312 del C.P.P.N 15- trabar embargo sobre los bienes de Luis Alberto Rodríguez, José Felipe Tavip y Francisco Pablo D’Aloia por la suma de doscientos mil pesos ($200.000) o, en su defecto, inhibirlos de la libre disposición de los mismos. 16- Protocolícese y hágase saber. Ante mi..Durante la última dictadura

La censura cultural en Córdoba 259

Las “obsesiones” represivas de Menéndez. La prohibición de libros y cómo los militantes políticos escondían obras o compraban las de tinte nacionalsocialista para distraer. ¿Recordás algún libro que haya sido prohibido? Dejá tu comentario. Federico Noguera De nuestra Redacción [email protected] Al igual que ocurrió durante el nazismo con la quema de miles de libros en la Bebelplatz de Berlín el 10 de mayo de 1933, el Tercer Cuerpo del Ejército incineró el 29 de abril de 1976 cientos de textos censurados durante la última dictadura militar en Córdoba. La medida fue ordenada por el entonces jefe del Cuerpo, Luciano Benjamín Menéndez (ver Un hombre violento y que nunca se arrepintió , 26/05/08), quien entendió que los materiales resultaban "perniciosos" para el intelecto. "La dictadura militar tuvo una profunda política de censura sobre lo que podíamos hacer, leer y pensar", afirma la titular del Archivo, Ludmila da Silva Catela, quien agrega que los militares "prohibían un autor y su obra". Por eso, el Archivo Provincial de la Memoria, ex Departamento de Inteligencia de la Policía (D2), creó la "Biblioteca de Libros Prohibidos", un espacio que desde 2007 intenta recordar, recuperar y difundir los materiales censurados como sus historias. Y que pretende, además, incentivar la reflexión sobre una época nefasta y oscura. También hay un archivo de la historia oral en el cual los sobrevivientes y familiares de desaparecidos relatan el horror de esos años. Durante la represión de Menéndez en Córdoba la censura fue implacable. "El Tercer Cuerpo del Ejército tenía una obsesión por la represión cultural. Fue uno de los que más énfasis puso", relata la también investigadora del Conicet . En el período de facto se censuraron más de 100 obras de autores locales y extranjeros de las que se tengan conocimiento y se intervinieron varias bibliotecas, entre ellas la Córdoba y la de Filosofía , de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Para unas de las colaboradoras de la Comisión Provincial de la Memoria, Eliana Lacombe, "no sólo había una política de represión sistemática a militantes, sino también persecución ideológica llevada a muchos extremos: los libros infantiles, por ejemplo". Es conocido el caso del libro La torre de cubos, de Laura Devetach, prohibido por el Ministerio de Cultura y Educación de Córdoba por su "ilimitada fantasía". Pero los infantiles no fueron los únicos libros censurados: muchas obras ligadas al movimiento tercermundista también fueron secuestradas por el Tercer Cuerpo. De cualquier forma, las prohibiciones alcanzaron pero vigentes en otras provincias. La censura podía ser a nivel nacional, provincial y municipal. "Estaba la preponderancia de decir: ‘Las Fuerzas Armadas prohibían cualquier cosa’. Pero si uno de pone a ver era unos grandes estudiosos. Estaban preocupados con qué se transmitía en la escuela", dice Da Silva Catela. Revistas. Asimismo, la revistas culturales y políticas locales también sufrieron la represión cultural. Sin

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embargo, Lacombe y Da Silva Catela dicen desconocer los mecanismos previos de los censores al momento de editar las revistas. En tal sentido, Da Silva Catela revela que en Buenos Aires, "los de la revista Humor, muchas veces, se sentaban con los censores a discutir sobre algunas cuestiones". Autocensura. "Muchos militantes lo que hacían era enterrar o quemar buena parte de su biblioteca porque pensaban que podía ser peligroso. La autocensura tiene que ver con eso: cómo se ejecuta la ‘cultura del miedo’", afirma la responsable del Archivo. Los militantes también utilizaron mecanismos de distracción. Da Silva Catela comenta que algunos compraban "muchos libros que hagan la biblioteca de un nacionalsocialista" y de esa forma "mezclaban" sus propios libros "con esos, los forraban, los llevaban a casas que no podían ser sospechosas". Una historia de horror. El Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba (Pasaje Santa Catalina 66), ex D2, permaneció en poder de la Policía hasta 2006. Lo que muchos no saben es que esos terrenos, que inicialmente fueron propiedad del Cabildo, luego pasaron a ser casas de familia durante los siglos 18 y 19, y posteriormente sede de la empresa de alfajores Chamás. "Desde el origen siempre se utilizó para asesinar personas. Desde 1577 se utilizaba para el fusilamiento de los reos y se conocía como El Corral", cuenta Da Silva Catela.

ARCHIVO PROVINCIAL DE LA MEMORIA. Sobre el Pasaje Santa Catalina (Gentileza Día a Día).

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Menéndez dejaría de estar presente en las audiencias Visitá el minisitio El juicio a Menéndez

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como

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por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” Don Quijote

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