Glosario Hsc

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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

Historia Social Contemporánea

GLOSARIO

Profesor Luis de Mussy Ayudantes Rodrigo Fernández Juan Pablo Pinilla

Mayo, 2007

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PRESENTACIÓN 5.6 Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. Ludwig Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus.

Corría 1952 cuando Roger Bastide manifestaba un tajante diagnóstico sobre las ciencias sociales: "[éstas] no presentan todavía ese vocabulario técnico perfecto indispensable a sus futuros progresos, sino varios vocabularios, casi uno por autor, lo que hace imposible el trabajo común".1 La importancia de tal referencia, radica justamente en el uso que hacen estas disciplinas –léase sociología, historia, antropología social, psicología, etc.– de un léxico corriente, contenido en el habla cotidiana. Conceptos como “clase”, “estructura”, “modernización”, los hallamos en toda clase de medios no especializados (noticieros, periódicos); lo que fomenta su utilización ambigua y, no pocas veces, indiscriminada. El presente compilado terminológico tiene por objeto, precisamente, la construcción de un cuerpo de “conceptos especializados”, que permitan un intercambio claro y preciso al interior de –y entre– las disciplinas sociales. Superar el antiguo diálogo de sordos que –según Braudel, luego Burke– caracterizaba las relaciones entre historia y sociología, pasa por la imbricación de las disciplinas frente a un objeto de estudio compartido: la sociedad en la totalidad de sus manifestaciones. La posibilidad de una retroalimentación positiva entre ambas ciencias, implica un “lenguaje técnico” que posibilite una fluida comunicación entre ellas. Delinear parte de este lenguaje, haciendo viable tal intercambio, es el fin de un glosario. La tradición historiográfica de Annales ha constituido la principal tendencia en este sentido. La utilización de variados enfoques teóricos, así como la congregación de diversos especialistas (historiadores, geógrafos, sociólogos, economistas, antropólogos sociales) en torno a la propuesta de la nouvelle histoire, generan un precedente para las investigaciones inter y multidisciplinarias. Podemos identificar tres programas de investigación o modelos teóricos subyacentes a las distintas acepciones que hemos desarrollado: (a) la larga duración, como marco temporal extendido para el estudio de los fenómenos históricos y sociales; (b) la historia de las mentalidades, como programa historiográfico centrado en las concepciones y utillajes mentales de una época; y (c) la imaginación sociológica, como la cualidad mental o el esfuerzo intelectual por situar los fenómenos particulares (las biografías) en las tendencias generales en que se inscriben (la historia), dentro de un orden social específico. Por último, cabe señalar que las definiciones desarrolladas no pretenden ser unívocas ni dogmáticas. Su propósito sólo atiende a constituir una base terminológica sobre la cual desarrollar la necesaria discusión crítica de las fuentes. Como todo concepto social, los que aquí tratamos son dinámicos, se desarrollan con el mismo ímpetu que las nuevas tendencias intelectuales les imprimen. Son, en este sentido, conceptos históricos.

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Bastide, Roger (comp.) 1971. “Introducción al estudio del término Estructura”. En: Sentidos y usos del término estructura en las ciencias del hombre. Buenos Aires, Editorial Paidós. p. 9.

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GLOSARIO 1. Estructura El término «estructura» procede del latín structura, derivada del verbo struere, constuir. Contiene, inicialmente, un sentido arquitectónico: denota la manera en que está construido un edificio. Sin embargo, su empleo y significación superan ampliamente tal definición. El término “estructura” se encuentra extendido en casi todas las Ciencias Sociales, y en las ciencias en general (matemáticas, arquitectura, biología, etc.). Para efectos de este compilado, desarrollaremos las acepciones trabajadas por los historiadores vinculados a Annales.2 Pierre Vilar, historiador francés, señala que podemos acceder a las estructuras "mediante la observación “coyuntural” de ciertos signos y por la observación empírica, descriptiva de los movimientos históricos de masas[...]. Las curvas de coyuntura conciernen a lo que, aun en un pasado bastante lejano, ofrece fragmentos mensurables: precios, salarios, monedas, tasas demográficas, finanzas públicas, tipos de rentas. Observados en un largo período estos signos marcan crecimientos y declinaciones del grupo en su conjunto, la sucesión de equilibrios y desequilibrios".3 En efecto, la estructura, como señala Evams-Pritchard, "sólo puede tener pleno sentido cuando es utilizado como expresión histórica para designar un conjunto de relaciones que se sabe han existido durante un considerable período de tiempo".4 Fernand Braudel nos ofrece un concepto de estructura en términos de "una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. [...] una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura; pero, más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar".5 Para Braudel, toda estructura constituye: (a) sostenes: estructuras que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones; y (b) obstáculos: límites envolventes de los que hombre y sus experiencias no pueden emanciparse. Ejemplos de estructuras son: marcos geográficos, límites de productividad, encuadramientos o utillajes mentales, permanencias o supervivencias de las culturas, lenguas, etc. 2. Modelo Podemos entender, de manera preliminar, un modelo como una "construcción intelectual que simplifica la realidad a fin de comprenderla[...] a fin de destacar lo recurrente, lo general y lo típico, que presenta en forma de conjuntos de características o atributos".6

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Para una aproximación sucinta del concepto de «estructura» en Ciencias Sociales, remitimos a: Burke, Peter. 1997. Historia y teoría social. Instituto Mora, México D.F. pp.129-134. Una revisión más acabada dentro de diversas disciplinas la encontramos en: Bastide, Roger (comp.) 1971. Sentidos y usos del término estructura en las ciencias del hombre. Buenos Aires, Editorial Paidós. 3 Vilar, Pierre. La noción de estructura en historia. En: Bastide Op. Cit., p. 97. (cursivas añadidas) 4 Evans-Pritchard, E. 1978. “Antropología e Historia”. En: Ensayos de antropología social. Madrid, editorial Siglo Veintiuno. p.55 5 Braudel, Fernand. 1990. La historia y las ciencias sociales. Madrid, Editorial Alianza. p. 70. 6 Burke, Op. Cit., p. 40.

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En la definición de Braudel, los modelos "no son más que hipótesis, sistemas de explicación sólidamente vinculados según la forma de la ecuación o de la función; esto iguala aquello o determina aquello".7 El modelo es útil, en la medida en que omite por complejo algunos elementos de la realidad. Además, los elementos que lo componen son limitados; son las “variables” de un sistema internamente coherente de partes interdependientes. Un modelo permitirá encausar, además del medio social observado –a partir del cual ha sido generado–, otros medios sociales de la misma naturaleza, a través del tiempo y del espacio (valor recurrente). En todo programa social, es esencial precisar la función y los límites del modelo, confrontándolo con la idea de duración; ya que la duración que cada modelo implica, depende íntimamente de su significado y de su valor de explicación. Existe una variedad de modelos: simples o complejos, cualitativos o cuantitativos, mecánicos (en la misma medida de la realidad directamente observada; realidades por lo general de pequeñas dimensiones) o estadísticos (en grandes sociedades, a través del cálculo de medias). 3. Duración Social Para Braudel, la duración social constituye "esos tiempos múltiples y contradictorios de la vida de los hombres que no son únicamente la sustancia del pasado, sino también la materia de la vida social actual".8 La historia da cuenta de una dialéctica de la duración. "Nada hay más importante, en el centro de la realidad social, que esta viva e íntima oposición, infinitamente repetida, entre el instante y el tiempo lento en transcurrir".9 4. Historia Tradicional La historia tradicional, refiere a la forma dominante de hacer historia antes de la revolución historiográfica francesa (cuyo hito es la fundación de Annales). Este antiguo régimen, se basaba en la narración de sucesos políticos y militares, construyendo una historia de las grandes acciones, centrada en los grandes hombres (v. gr. capitanes, reyes). François Simiand, economista discípulo de Durkheim, denunció los “ídolos de la tribu de los historiadores” tradicionales. Estaba el “ídolo político” (la perpetua preocupación por la historia política, por los hechos políticos y las guerras), el “ídolo individual” (el excesivo énfasis en los «grandes hombres») y el “ídolo cronológico” (la obsesión por la búsqueda de los «orígenes»). En lo referente a la temporalidad, esta historia tradicional está "atenta al tiempo breve, al individuo y al acontecimiento".10 Es propia de la corta duración, del acontecimiento es explosivo, tonante; una historia de corto aliento. 5. Nueva Historia La nueva historia o nouvelle histoire, corresponde a la práctica historiográfica inaugurada por Annales a partir de 1920. Se plantea, en principio, como una propuesta crítica hacia el antiguo régimen historiográfico. Sus ideas rectoras, pueden sintetizarse en: (a) la sustitución de la narración de los acontecimientos, por una historia analítica orientada hacia un problema; (b) una historia que abarca toda la gama de actividades humanas; y 7

Ibíd., p. 85. Braudel, Op. Cit., pp. 62-63. 9 Ibíd., p. 63. 10 Ibíd., p.64. 8

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(c) una práctica historiográfica en colaboración con otras disciplinas (geografía, sociología, psicología, economía, lingüística, antropología social, etc. La nueva historia constituye un recitativo de la coyuntura, que estudia el pasado dividiéndolo en amplias secciones (decenas, veintenas, o cincuentenas de años). 6. Anales o Annales Annales constituye uno de los «movimientos» historiográficos más significativos del siglo XX. Surge en Francia, en torno la creación de los Anales de historia económica y social (Annales d’histoire économique et sociale), revista fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929. Se le adjudica, a este movimiento, el la construcción de un nuevo recitativo de la historia, denominado la nouvelle histoire. Es posible identificar, en el curso del desarrollo de Annales, tres fases o generaciones: (1) la fundación, que va desde 1920 a 1945, representada por Bloch y Febvre; (2) la institucionalización de Anales como historia oficial (a cuya cabeza está Braudel); y (3) el desmenuzamiento del movimiento, posterior a 1968, con figuras como Duby, Le Goff y Le Roy Ladurie. 7. Historia Eventual (episódica) La historia eventual constituye su reflexión sobre lo «episódico», que expresa "el tiempo corto, a medida de los individuos, de la vida cotidiana".11 Es el tiempo por excelencia de los periodistas y cronistas. 8. Historia inconsciente La historia inconsciente refiere a las formas inconscientes de lo social. Se basa en la existencia de una cierta distancia, un inconsciente social, más fértil que la superficie relampagueante de los acontecimientos. Esta historia –entre el tiempo coyuntural y el tiempo estructural– es más netamente percibida que lo admitido. Como afirma Marx, los hombres hacen la historia pero ignoran que la hacen. 9. Historia Total Como declara Braudel, el historiador "siempre aspirará a aprehender el conjunto, la totalidad de lo social".12 Esta dimensión holística permite pensar una historia total. Dicha totalidad puede ser entendida como: (1) indivisibilidad, una historia general formada por el proceso temporal global de la sociedad; (2) universalidad, una historia mundial o universal que trata todas las culturas; y (3) sistémica, una historia integrada o sistémica que no excluye ninguna parte. Ahora bien, cabe señalar que estas ideas de totalidad están desprovistas de significación operativa y sólo son pensables representativamente, mediante el uso de modelos. La totalidad, como afirma Aróstegui, es "la representación hecha por el historiador desde el inventario exhaustivo de las condiciones en que se produce cada proceso histórico que pretende ser explicado".13

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Braudel, Op. Cit., p.65. Ibíd., p.125. 13 Aróstegui, Julio. 2001. La investigación histórica: teoría y método. Barcelona, Editorial Crítica. p. 227 12

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10. Historia Comparada El interés por realizar una historia comparada, se remonta a Marc Bloch y su artículo “Hacia una historia comparada de las sociedades europeas” de 1924. Para el autor, era esencial el mejoramiento del «método comparativo», en función de generar un estudio de las similitudes y las diferencias entre sociedades. Ello permitiría examinar, además, sociedades vecinas en el tiempo y el espacio, así como aquellas alejadas unas de otras. "El estudio comparativo y el estudio histórico –nos dirá Wright Mills– están profundamente entrelazados".14 La realización de estudios comparativos entre estructuras sociales, puede hacer uso de la variedad suministrada por la historia, enriqueciendo el análisis y las tentativas generalizaciones. 11. Larga duración La larga duración constituye una unidad de tiempo histórico de gran amplitud (tendencia secular). "La historia estructural o de larga duración, encausa siglos enteros: se encuentra en el límite de lo móvil y de lo inmóvil".15 Aceptar la complejidad que presenta la larga duración, conlleva para el historiador un cambio de estilo, una inversión de pensamiento, una nueva concepción de lo social; es familiarizarse con un tiempo frenado, al límite de lo móvil. Todos los niveles, las miles de fragmentaciones del tiempo de la historia, se comprenden a partir de esta profundidad, de esta semiinmovilidad. En el seno de la historia de larga duración, historia y sociología se confunden: "la larga duración es la historia interminable, indesgastable, de las estructuras y grupos de estructuras".16 Simplificando, es posible componer, respecto a la amplitud de tiempo que cada historia considera, el siguiente cuadro: Tiempo Corto Medio (ciclos, interciclos) Largo

Nivel Superficial Media Profundo

Concepto Acontecimiento Coyuntura Estructura

Historia Tradicional (política) Económica Nueva Historia

12. Historia de las mentalidades "Es imposible escribir historia social sin introducir la historia de las ideas, a condición de entenderla como la historia de las ideas de todos, y no de las de los pensadores más originales de un periodo determinado"17. Esta cita quizá define el principio del programa de investigación denominado “historia de las mentalidades”. Para el historiador chileno Rolando Mellafe, historia de las mentalidades es "la historia del acto de pensar, siempre que entendamos por pensar la manera que el ego tiene de percibir, crear y reaccionar frente al mundo circundante".18 14

Wright Mills, C. 1995. La Imaginación Sociológica. Santiago, Fondo de Cultura Económica. p. 164. Braudel, Op. Cit., p. 123. 16 Ibíd., p. 125. 17 Burke, Op. Cit., p.109. 18 Mellafe Rojas, Rolando. Historia de las mentalidades: una nueva alternativa. Revista de Estudios Históricos, Volumen 1, Nº1 Agosto de 2004. pp. 97-107. 15

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Lo que básicamente le interesa a esta historiografía son los procesos mentales de los tiempos pasados y para llegar a ellos trabaja con estados de ánimo, expresados en símbolos, ideas y procesos imaginativos de aquel pasado. La historia de las mentalidades posee tres rasgos distintivos: (1) acentúa las actitudes colectivas antes que las individuales, (2) se detiene en los supuestos tácitos (en el “sentido común” de una cultura determinada) antes que en las teorías explícitas, y (3) se centra en la estructura de los sistemas de creencias (lo que incluye las categorías utilizadas para interpretar la experiencia y los métodos de prueba y de persuasión). Para Jacques Le Goff la historia de las mentalidades "se sitúa en el punto de conjunción de lo individual y de lo colectivo, del tiempo largo y del tiempo cotidiano, de lo inconsciente y de lo intencional, de lo estructural y de lo coyuntural, de lo marginal y de lo general".19 13. Utillaje Mental Utillaje mental refiere al conjunto de concepciones han presidido las artes de vivir, de pensar y de creer, y que han limitado de antemano las aventuras intelectuales de los espíritus más libres de una época. Constituye el catálogo conceptual con que cada sujeto opera, en un momento histórico determinado, para aprehender e interpretar la realidad. 14. Imaginación Sociológica C. Wright Mills sostiene que toda biografía debe ser vista en conexión con la historia: "el individuo sólo puede comprender su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; [...] puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias".20 La «imaginación sociológica» nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de una sociedad. Refiere, en este sentido a "la cualidad mental esencial para percibir la interrelación del hombre y la sociedad, de la biografía y de la historia, del yo y del mundo".21 Hombres y mujeres esperan captar, por medio de esta «imaginación», lo que está ocurriendo en el mundo y lo que está pasando en ellos mismos como puntos de las intersecciones de la biografía y de la historia dentro de la sociedad. 15. Modernidad El vocablo «modernidad» proviene del latín modernus, cuyo uso retórico a fines del siglo V profirió la distinción entre un pasado romano pagano (antiquiti) y el presente cristiano (moderni).22 Ya para el siglo XVII, con la invención de la imprenta y el prolífico desarrollo en las ciencias y las artes, se utilizará el concepto «moderno» para denotar una sociedad que "no puede entenderse suficientemente a sí misma, así que marca su novedad inutilizando lo viejo y encubre así al tiempo la confusión de no saber lo que ocurre en realidad". 23 Este distanciamiento ante la tradición heredada, hasta la misma negación de ella, se volverá premisa del proyecto moderno: "cuando la moderna sociedad se autotitula «moderna» se 19

Le Goff, Jacques, citado en Mellafe Op. Cit. Wright Mills, Op. Cit., p. 25 21 Ibíd., p. 23. cursivas añadidas. 22 Habermas, Jürgen. 1997. “La modernidad: un proyecto inacabado”. En: Ensayos políticos. Barcelona, editorial Península. pp. 265-267 23 Luhmann, Niklas. 1997. “La modernidad de la sociedad moderna”. En: Observaciones de la modernidad. Racionalidad y contingencia en la sociedad moderna. Barcelona, editorial Paidós. p.16 20

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identifica con ayuda de una relación de diferencia respecto al pasado".24 En otras palabras "la «Modernidad» expresa siempre la conciencia de una época, con contenidos cambiantes, que se pone en relación con la Antigüedad para concebirse así misma como el resultado de una transición de lo antiguo a lo nuevo".25 Marshall Berman define vivencialmente la «modernidad», en términos de un "conjunto de experiencias [que] une a toda la humanidad", pero cuya unión es paradójica, pues refiere a una "unidad de la desunión".26 Ser «modernos», nos dice el autor, "es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. [...]es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, «todo lo sólido se desvanece en el aire»".27 Berman concibe tres fases en el desarrollo de la modernidad. La primera abarca desde el siglo XVI hasta finales del XVIII, y corresponde al escenario donde nace la sensibilidad moderna. Es la época del tourbillon social, marcada por la agitación y la turbulencia, el vértigo y la embriaguez psíquicos; cuyo personaje más destacado es Rousseau. La segunda fase comprende el siglo XIX, donde surge la insalvable dicotomía entre modernización y modernismo. Aquí Marx plantea su crítica económica y política, en términos de las contradicciones mismas del capitalismo; así como Nietzche deconstruye los valores modernos, en lo que será el surgimiento de un nuevo «ser». La tercera etapa corresponde al siglo XX, fase donde la edad moderna pierde el contacto con las raíces de su propia modernidad. La modernidad, aquí, es concebida como un «monolito cerrado»: bien aceptada con un entusiasmo ciego y acrítico, bien condenada a un distanciamiento y desprecio neoolímpico. Immanuel Wallerstein, por su parte, da cuenta de tres puntos de inflexión de la modernidad: "1) el largo siglo XVI, durante el cual nuestro sistema-mundo moderno vio la luz como economía-mundo capitalista; 2) la Revolución de 1789. Como acontecimiento mundial que dio lugar a la dominación subsiguiente, durante dos siglos, de una geocultura para este sistema-mundo, cultura que fue dominada por un liberalismo centrista, y 3) la revolución mundial 1968, que presagió la larga fase terminal del sistema-mundo moderno en que nos encontramos y que socavó la geocultura liberal centrista que mantenía al sistema mundo unificado".28 16. Modernización y Modernismo Berman entiende el desarrollo de la modernidad, como la relación dialéctica entre modernización y modernismo. Por modernización, denotamos aquellos procesos sociales – de carácter socioestructural– que dieron origen al desarrollo moderno. Modernismo referirá, por su parte, al conjunto de valores, visiones e ideas –de índole cultural o «semántica»– que aspiran hacer de los hombres sujetos, a la vez que objetos, de la modernización. El desarrollo histórico de la modernidad, se caracteriza justamente por esta persistente contradicción entre dichos procesos. Como señala Habermas, "la modernización social que seguiría discurriendo autárquicamente, se habría desprendido de la modernidad cultural, al parecer ya obsoleta; esa modernidad social se limitaría a ejecutar leyes funcionales de la

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Ídem. Habermas, Op. Cit., p. 266 26 Bermann, Marshall. 1998. “Introducción. La modernidad: ayer, hoy y mañana”. En: Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México, Editorial Siglo XXI. p. 1 27 Ídem. 28 Wallerstein, Immanuel. 2005. Análisis del sistema-mundo. México, Siglo Veintiuno. p.10 25

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economía y del Estado, de la ciencia y de a técnica, que supuestamente se habrían aunado para constituir un sistema ya no influible".29 17. Ilustración (iluminismo) Conceptualmente, la Ilustración denota el gran movimiento de ideas liberales y frecuentes iconoclastas, que se generalizó por toda Europa en las décadas centrales del siglo XVIII. "La ilustración –nos dirá Kant en su clásico texto Was ist Aufklärung– es la liberación del hombre de su culpable incapacidad".30 Incapacidad que radica en la imposibilidad de servirse de su propio intelecto, sin tutela de otro. Como proyecto, la ilustración invita a la estimación racional de cada hombre, y de su vocación a pensar por sí mismo. Ilustración es, por sobre todo, libertad; libertad para hacer uso público de la razón integra y autónomamente. Lo que trae el iluminismo, es esta posibilidad de ejercer pública y libremente nuestro intelecto. El iluminismo contiene la promesa que lleva implícito el desarrollo histórico de la modernidad: la emancipación de los hombres de su merecida tutela. "El intelecto que vence a la superstición –nos dirán Adorno y Horkheimer– debe ser el amo de la naturaleza desencantada".31 En efecto, el siglo de la luces genera una "nueva confianza en la capacidad del hombre para entender y dominar su propio medio ambiente, y una nueva fe en el poder de la razón para penetrar en los misterios del universo".32 Ahora, si bien el siglo XVIII fue identificado como la época de la razón –en el sentido de una hostilidad general hacia los antiguos dogmas–, no debe pasase por alto que "el alcance efectivo de esta razón estaba limitado a ciertos grupos sociales, a ciertas zonas geográficas y a ciertos individuos".33 18. Mentalidad Inicialmente, el término mentalidad fue utilizado para designar una cualidad de la psiquis. Voltaire, en el Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, se refirió a él como las reacciones pensantes de la sociedad. Para Marcel Proust, mentalidad denotaba "cierto estado sicológico, entre morboso y expectante, detenido en la penumbra de lo normal y de lo excéntrico, inmovilizado por la fuerza del acontecer, fatalmente histórico, simple y lógico".34 19. Tolerancia La tolerancia, para John Locke, constituía el adecuado ejercicio de la libertad de conciencia. Esto es, opiniones y acciones ubicadas entre la obediencia absoluta y la libertad universal. Según el pensador, "todos los principios prácticos u opiniones por los que los hombres piensan que están obligados a regular sus acciones con respecto a los demás[...] son opiniones que, junto con las acciones que se siguen de ellas, tienen derecho a ser toleradas[...] pero sólo en la medida en que no tiendan a la perturbación del Estado o no causen a la comunidad más inconvenientes que ventajas".35 En su Ensayo sobre la tolerancia (1667), Locke postulaba: 29

Habermas, Jürgen. 1989. “La modernidad: su conciencia del tiempo y su necesidad de autocercioramiento”. En: El discurso filosófico de la modernidad. Buenos Aires, Taurus. p. 13 30 Kant, Emmanuel. 1994. “¿Qué es la Ilustración?”. En: Filosofía de la historia. México, FCE. p. 25 31 Adorno, T. y Horkheimer, M. 1987. Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires, Sudamericana. p.7. 32 Anderson, M. S. 1999. “Vida intelectual y Artística”. En: La Europa del siglo XVIII (1713-1789). México, FCE. p.164 33 Ibíd., p.183. 34 Mellafe, Op. Cit.

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(a) tolerancia universal para aquellas opiniones especulativas y acciones de culto religioso, que estuvieran completamente separadas de la incumbencia del Estado (que no tienen influencia directa sobre la vida social de las personas); (b) intolerancia absoluta hacia las acciones y opiniones destructivas del orden social; y (c) tolerancia para las opiniones y acciones que en sí mismas ni estorban ni ayudan a la sociedad; siempre y cuando no interfiriesen con el bien público, ni sirvieren para perturbar el gobierno. 20. Método (cartesiano) El método construido por Descartes, constituye el esquema lógico (un modo sistemático de razonamiento –concatenación ordenada de ideas–) que opera como guía de la «razón» o «buen sentido». El «buen entendimiento», corresponde a la correcta aplicación del buen sentido; es decir, "la potencia de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso".36 El método, según el filósofo, "enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar exactamente todas las circunstancias de lo que se busca".37 Para ello, debemos valernos de cuatro principios: (1) juzgar por verdadero sólo aquello que se conozca evidentemente como tal (ósea, no abarcar en los juicios nada más que aquello que se presenta clara y distintamente al espíritu); (2) dividir cada cuestión a examinar en tantas partes como fuera posible y necesario para su mejor entendimiento; (3) conducir ordenadamente el pensamiento, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer, hasta el examen de las cosas compuestas y complejas; y (4) proceder enumerando exhaustivamente las ideas, a modo no omitir nada. 21. Voluntad General Concepto político ideado por Rousseau en su Contrato Social (1762). La volonté genérale constituyó un "esfuerzo por conciliar en un lado el egoísmo del individuo, el cual estaba implícito en la psicología de Locke y era admitido por todos los pensadores de la Ilustración, con el bien común y los intereses de la sociedad". 38 La existencia de una voluntad general implicaba la expresión de las "aspiraciones más altas de esa sociedad, y los verdaderos deseos de cada uno de sus miembros".39 22. Religión Natural Con los avances en la ciencia física, especialmente con el desarrollo de la astronomía, emerge una nueva visión de mundo que debilita la tradicional imagen de Dios como un Padre celoso, apegado al Hombre y sus obras. En esta contexto, surge una «religión natural» que concibe en Dios la "fuente de la simetría y de la regularidad que dominaban el universo, como un relojero cósmico que supervisaba los trabajos de la máquina que había construido".40 Se presenta un Dios alejado de las vicisitudes humanas, cuya manifestación se objetiva en el funcionamiento del universo físico. El ceremonial religioso y la parafernalia 35

Locke, John. 1999. “Ensayo sobre la tolerancia”. En: Ensayo y Carta sobre la tolerancia. Madrid, Alianza Editorial. p. 30. 36 Descartes, René. 1972. El discurso sobre el método. Buenos Aires, Editorial Losada. p. 28 37 Ibíd., p. 51. 38 Anderson, Op. Cit., p. 173. 39 Ídem. 40 Ibíd., p. 176.

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litúrgica, son sustituidos por la «verdadera religión de la naturaleza». Las virtudes cotidianas y la austeridad del hombre sencillo, componen la nueva ética de esta religión. 23. Enciclopedistas Ilustrados de mediados del siglo XVIII, autores de la Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers (Enciclopedia o tratado sistemático de las artes, las ciencias y los oficios). El gestor del proyecto fue el francés Denis Diderot, quien se asoció con d'Alembert, Jacourt, Helvétius y d'Holbach, para publicar en 1751 la Enciclopedia. La obra contenía los conocimientos más avanzados de la época en materia de filosofía, religión y política. Se observa en la empresa un espíritu profundamente optimista, "no tanto acerca de la naturaleza humana como de lo que se podía hacer para y por los imperfectos seres humanos por medio de la marcha de la razón, expresada en el progreso de la ciencia y en la reconstrucción racional de la sociedad".41 Entre sus colaboradores, destacaron figuras de la talla de Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Melchior. 24. Antiguo Régimen (Ancien Régime) Se refiere al sistema político-social imperante en Francia entre los siglos XVII y XVIII. Basado en un orden social monárquico, fruto de la descomposición del feudalismo, el Ancien Régime establecía una estructura social estamental, dividida en una aristocracia (nobleza), un clero (Iglesia) y un Tercer Estado (burguesía, obreros y campesinado). En el contexto de la Revolución francesa, la instituciones religiosas, sociales, políticas y económicas que sostenían al Antiguo régimen entraron en crisis. Como observa Tocqueville, éstas se presentaban "extrañas y como impenetrables al nuevo espíritu de la época".42 25. Revolución Francesa Una «revolución», como proceso ruptura en el desarrollo histórico, constituye un fenómeno específicamente moderno.43 En el caso de la Revolución Francesa, esta representa el gran quiebre de la primera fase de la modernidad; o, como señala Wallerstein, la "segunda inflexión de la modernidad".44 Para los espectadores de la Gran Revolución, "no ha habido nunca acontecimiento más grande, de antecedentes más remotos, mejor preparado y menos previsto".45 Y es que, como afirma Bermann, "sus ejércitos se pusieron en marcha para revolucionar al mundo, y sus ideas lo lograron".46 La influencia de la Revolución francesa fue universal, "pues proporcionó el patrón para todos los movimientos revolucionarios subsiguientes, y sus lecciones (interpretadas conforma al gusto de cada país o cada caudillo) fueron incorporadas en el moderno socialismo y comunismo".47 La extensión de esta movimiento puede explicarse por que: (1) sucedió en el más poderoso y populoso Estado europeo; (2) fue la única revolución social de masas,

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Ibíd., p. 167. Tocqueville, Alexis de. 1911. El Antiguo Régimen y la Revolución. Madrid: D. Jorro. p. 32. 43 Arendt, Hannah. 1992. “El significado de la revolución”. En: Sobre la revolución. Madrid, Alianza. p. 22 44 Wallerstein, Op. Cit., p. 10. 45 Tocqueville, Op. Cit., p. 11 46 Bermann, Op. Cit., p. 63. 47 Hobsbawm, Eric. 2003. “La Revolución Francesa”, en La era de la Revolución, 1789-1848. Barcelona, Crítica. p. 63. 42

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inconmensurablemente más radical que cualquier otro levantamiento; y (3) de todas las revoluciones contemporáneas, fue la única ecuménica. La historicidad de la Revolución francesa puede deberse a su consideración abstracta del Hombre –más bien, del ciudadano–. Como sus mismos actores lo confirman, era un proyecto tendiente a "regenerar al género humano".48 Su objeto apuntaba, en este sentido, a formar "sobre todas las nacionalidades particulares una patria intelectual común".49 La Parte Maldita En su libro homónimo (La Part Maudite, 1947) Georges Bataille construye una crítica a la economía política clásica, especialmente sobre su “noción de consumo”. La proposición general del autor señala: "no es la necesidad, sino su contrario, el “lujo”, que plantea a la materia viva y al hombre sus problemas fundamentales".50 El interés por la extensión del trabajo y la técnica, queda siempre neutralizado por el interés contrario, el del lujo. Aquello que importa, desde ahora, ya no es el desarrollo de las fuerzas productivas, sino consumir lujosamente los productos. Consumo que alcanza el límite con la muerte: "De todos los lujos concebibles, la muerte, bajo su forma fatal e inexorable, es, ciertamente, el más costoso".51 Es el hombre, de todos los seres vivientes, el más apto para consumir intensamente, lujosamente, el excedente. El carácter paradójico de esta evidencia, radica en que en el punto culminante de la exuberancia, el sentido queda velado de todas formas. En las condiciones actuales, todo concurre para obnubilar el movimiento fundamental que tiende a volver la riqueza su función, a la donación, al gasto sin contrapartida. La impresión de una maldición que va unida a esta doble alteración del movimiento que exige de los sujetos el consumo de las riquezas, es la expresión de la parte maldita de la modernidad. Como señala Bataille, "en el momento en que el aumento de las riquezas es el mayor que jamás haya existido, acaba de tomar a nuestros ojos el sentido que tuvo siempre, en cierto modo, de parte maldita".52 Jean Baudrillard ha sintetizado lo que llama el teorema de la parte maldita en los siguientes términos: "[...]reina, para bien o para mal, la inseparabilidad del bien y el mal, y por consiguiente, la imposibilidad de promover el uno sin el otro".53 Dicho de otro modo, todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte. Bajo la transparencia del consenso se encuentra la opacidad del mal, su energía inversa trabajando por doquier en el desarreglo de las cosas. El principio del Mal, aquí, deja de ser moral; es un principio de desequilibrio y vértigo. Modernidad (otra)

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Tocqueville, Op. Cit., p. 26. Ibíd., p. 23. 50 Bataille, Georges. 1974. La parte maldita. Barcelona, Edhasa. p. 54 51 Ibíd., p. 76 52 Ibíd., p. 80. 53 Baudrillar, Jean. 1991. La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Barcelona, Anagrama. p. 114 49

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En El pintor de la vida moderna, Charles Baudelaire entrega su clásica definición de modernidad: "La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable".54 Para el poeta, "todas las bellezas, como todos los fenómenos posibles, contienen algo de eterno y algo de transitorio, de absoluto y de particular".55 Lo moderno se entendería, entonces, como el conjunto de rasgos y modas que a un tiempo representan una época y la ligan con la tradición clásica. Absolutismo El absolutismo como sistema político, se basa en la concentración del poder en un autócrata o monarca. El mejor representante se encuentra en la figura de Luis XIV de Francia (16141715), y en su célebre declaración “el Estado soy yo”. Las monarquías absolutas surgen de la creación de "un aparato de poder unificado, controlado directamente por el gobernante –y leal a él– contra una nobleza feudal particularista y descentralizada".56 Dicha unificación significaba el intercambio interno de hombres y documentos, el que era reforzado mediante el desarrollo de una lengua oficial de Estado. Nación El concepto de nación se presenta complejo en su elaboración teórica (debido a las múltiples posiciones ideológicas que de él se derivan) y ambiguo en su denotación empírica (lo nacional ha sido entendido distintamente a través de la historia y en las diferentes culturas). Para Max Weber, el concepto de nación siempre refiere al poder “político”. Según el autor, lo “nacional” "es un tipo especial de pathos que, en un grupo humano unido por una comunidad de lenguaje, de religión, de costumbres o de destino, se vincula a la idea de una organización política propia, ya existente o a la que se aspira y cuanto más se carga el acento sobre la idea de “poder” tanto más específico resulta ese sentimiento patético".57 Desde una perspectiva antropológica, Benedict Anderson define la nación como "una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana".58 Una nación se caracteriza por ser: (a) imaginada, porque los miembros de la nación jamás conocerán a la mayoría de sus compatriotas, apenas los verán u oirán, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión; (b) limitada, porque incluso la mayo de ella tiene fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones; (c) soberana, porque el concepto nación en una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad del reino dinástico jerárquico, divinamente ordenado; (d) comunidad, porque a pesar de la desigualdad y explotación que pueda existir en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal. 54

Baudelaire. En: Cussen, Anthony. “El poeta de la vida modera”. Revista Estudios Públicos. pp. 295296. 55 Ídem. 56 Anderson, Benedict. 1993. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México, Fondo de Cultura Económica. p. 88. 57 Weber, Max. 2005. Economía y Sociedad. México, Fondo de Cultura Económica. p. 327. 58 Anderson, Op, Cit., p. 23.

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Estado El advenimiento del Estado moderno forma parte del conjunto de nuevas entidades políticas que surgió en Occidente entre 1776 y 1838; las cuales se definieron a sí mismas como nacionales y como repúblicas (no dinásticas).59 Dentro de la amplia literatura de filosofía política y sociología que abordan la temática del Estado, una definición bastante completa se encuentra en Weber: "Por estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente".60

59 60

Ibíd., p. 76. Weber, Op. Cit., pp. 43-44.

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