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El águila y la mosca: bioterrorismo Victoriano Garza Almanza
Lunes en la Ciencia, 24 de septiembre del 2001
México ante la amenaza de ser vecino de EU
El águila y la mosca: bioterrorismo Victoriano Garza Almanza Hay historias invisibles que nunca llegan a la luz pública. Una de ellas la escuché en 1983 en Tapachula, Chiapas, de boca de uno de los protagonistas. Esta persona relató que cierto día de ese mismo año interceptaron y atraparon a un grupo de presuntos terroristas chiitas proiraníes armados, que cruzaba desde Guatemala con probable destino al norte de México. Dado que internacionalmente México ha sido más una nación pacifista y mediadora ante los conflictos de terceros, hasta hace unas semanas creíamos que nuestro país difícilmente sería blanco per se del terrorismo internacional. Pero desde el martes 11 de septiembre, fecha en que se perpetró el brutal ataque al World Trade Center de Nueva York, todo cambió. México
se ha constituído hoy más que nunca en un medio potencial para que grupos terroristas, enemigos del país del norte, alcancen su objetivo. ¿Y qué con esto? En octubre de 1999, la Agencia de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades de EU, organizó en El Paso, Texas, un taller sobre terrorismo químico para preparar a las autoridades locales. La interdependencia de las comunidades fronterizas del norte va más allá de las relaciones políticas o comerciales, vínculos de sangre unen a ambos lados. Eso establece un movimiento humano por el que las ciudades parecen una sola, y cuando a una localidad le duele algo la otra, como su hermana siamesa, lo resiente. Otra cara de la frontera es que por años ha sido trampolín para los migrantes, los autos chuecos, el narco, el lavado de dinero, el contrabando de armas, la importación de productos alimenticios caducos y hasta de la maquiladora. Y así también, en estos momentos, lo puede ser para el terrorismo. Lo sucedido en diciembre de 1999, cuando se detuvo a un par de supuestos terroristas de origen argelino al sur de Canadá, es de temerse y tenerse en cuenta. Los más de 10 mil kilómetros de costas y los cientos de kilómetros de frontera con Centroamérica, hacen de México un territorio poroso y fácil de penetrar por aquel que se lo proponga. Los 3 mil 200 kilómetros de frontera con Estados Unidos forman una línea permeable y débil hacia el norte. Dado que uno de los puntos más vulnerables en la seguridad de EU es su frontera con México, desde San Diego hasta Brownsville comenzaron a prepararse desde hace unos años para una emergencia terrorista. Los mexicanos aprovechamos las ventajas de vivir junto a este país, pero ¿tenemos alguna noción de las desventajas de ser vecinos de estas ciudades? Operación Cobra, libro de ficción científica sobre bioterrorismo que tiene como escenario la ciudad de Nueva York, escrito por Richard Preston, puso en movimiento al oxidado aparato de estrategia estadunidense cuando fue publicado. Las investigaciones e ideas del autor despertaron enorme preocupación en el gobierno de Estados Unidos, que en febrero de 1999 realizó en Arlington, Virginia, el primer Simposio Nacional sobre Respuesta Médica y Salud Pública al Bioterrorismo. Participaron 46 estados de EU y 10 países interesados. Por supuesto que ni México ni ningún país latinoamericano asistió. El bioterrorismo es el uso de organismos patógenos contra el hombre o contra sus cultivos agrícolas o crías de animales. La ex Unión Soviética, contra el Convenio de Armas Biológicas de 1972, diseñó Biopreparat, quizá el mayor sistema de laboratorios-fábrica para producir vacunas y también armas
biológicas. Se supone que allí crearon cepas recombinantes de nuevos patógenos y que reprodujeron el virus del ébola y la viruela, entre otros, con fines bélicos. Después de su caída, muchos de los científicos Biopreparat emigraron a países como Libia, Irak, Irán, Siria o Corea del Norte a vender sus servicios. Se teme que algunas cepas de esos patógenos hallan llegado a manos de grupos extremistas. Aun si la frontera llegara a impermeabilizarse con el ejército estadunidense e impedir el paso a terroristas, medida que aun no toman, pero que por seguridad puede ocurrir en cualquier momento, no podrá detener ningún posible atentado con indetectables ántrax o viruela o toxinas del botulismo que se esparzan, con el viento a favor, desde Juárez o Tijuana o Matamoros hacia el norte. Siegrist, conferencista del simposio mencionado, declaró que para que haya un ataque biológico se necesitan tres cosas: 1. un punto vulnerable, 2. un grupo o una persona con capacidad de organizarlo, y 3. un perpetrador. Para un ataque así, basta un sólo hombre en la frontera. Aunque esto parezca un desvarío, las autoridades locales, estatales y nacionales deberían, como primer paso, evaluar nuestra vulnerabilidad de fronterizos. Tampoco podemos pensar en hacer las cosas unilateralmente, pues no tenemos capacidad para ello. La labor preventiva debe hacerse en ambos lados, por lo que se debe trabajar con las autoridades y expertos del país vecino. No hay que olvidar que en Ciudad Juárez o en la región fronteriza, la realidad le lleva delantera a la ficción. Atrapar a un terrorista con armas biológicas sería, dice Preston, como si una aguila quisiera atrapar a una mosca. El problema es que, con la cada vez más sofisticada biotecnología, la mosca se hace más y más pequeña e invisible. Frente a este panorama, nuestra pasividad y negligencia pueden ser nuestro peor enemigo. El autor es investigador del Area de Salud Ambiental de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
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