Fragmentos De Popol Vuh Y Cronicas Iti 2019.docx

  • Uploaded by: Carmen Elena Amador Naranjo
  • 0
  • 0
  • June 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Fragmentos De Popol Vuh Y Cronicas Iti 2019.docx as PDF for free.

More details

  • Words: 33,387
  • Pages: 48
MITOS SOBRE LA CREACIÓN QUETZALCÓATL (MITO AZTECA) La figura histórica de la que se puede estar más seguros de su existencia real, es la de Quetzalcóatl rey. La teoría más aceptada es la de que el Rey-guerrero tolteca Mixcoatl (también llamdo Camaxtli) pacto matrimonio con la princesa maya Chimalma. Según la leyenda, su madre murió en el parto y su padre lo entregó a sus abuelos maternos para que lo criaran. El propio Mixcoatl murió cuando Quetzalcóatl tenía 10 años. Como una de las fuentes para este dato tenemos la "Historia de México" escrita por Fray Andrés de Olmos, para la cual el autor se basó en códices prehispánicos de Texcoco y Tlatelolco. Allí puede leerse: “En las historias de este pueblo salvaje se cuenta que había un Dios llamado Camaxtli que tomó por mujer una diosa Chimalma, la que de él tuvo hijos, entre los cuales había uno de nombre Quetzalcoatl. Éste nació en Michatlauhco y fue entregado a sus abuelos... pues su madre murió al darlo a luz..." (…) "Él les enseño muchas cosas buenas, hizo templos y otras muchas cosas y duró 160 años por dios de este país..." El nombre completo del niño de sangre real sería: CE ACATL TOPILTZIN QUETZALCOATL, que significa: Ce: "Uno", el primer día del calendario, Acatl: "Caña", el nombre con que iniciaba el ciclo agrícola, Topiltzin: "Nuestro príncipe", el nombre con que se reconocía al gobernante. Su denominación como Quetzalcóatl se debería al culto al que pertenecía. A la muerte de Mixcóatl, se convertiría en el que sería el último rey de Tollan o Toílan o Tula, ciudad que algunos estudios han identificado con la de Teotihuacan. Los aztecas, antes llamados mexicas, se ubican entre los grupos hablantes de náhuatl del norte de México y antecesores de los asentados durante la etapa chichimeca. Coatlique, cuyo nombre significa «La Señora de la Falda de Serpientes», era la diosa Tierra de la vida y la muerte en la mitología azteca. Su apariencia era algo horrible; representada como una mujer extraña con una falda de serpientes y con un collar de corazones de las víctimas de los sacrificios. Esta diosa, sedienta de sacrificios, tenía los senos flácidos y afiladas garras en pies y manos. Según cuenta la leyenda, Coatlique fue fecundada en primer lugar por un cuchillo de obsidiana y a raíz de este embarazo, dio a luz a la diosa Coyolxanuhqui, conocida con el nombre de «Campanas Doradas» y a un grupo de vástagos que se convirtieron en estrellas. La diosa Coyolxanuhqui era identificada con la luna y estaba asociada con un grupo de 400 deidades-estrella, conocidas con el nombre de Huitznauna, que se encontraban bajo su control. Además, esta divinidad asociada a la luna, tenía poderes mágicos con los que podía provocar importantes daños. Después Coatlique volvió a quedar embarazada por una bola de plumas. Encontramos distintas versiones sobre el encuentro de Coatlique con esta bola. Según una de las interpretaciones, la diosa encontró esa bola mientras estaba en su templo y esa bola tocó su pecho. En otras versiones, Coatlique recogió la bola de plumas, la guardó en su pecho; más tarde cuando fue a buscarla, ya no la encontró y, al mismo tiempo, se percató de que había quedado nuevamente embarazada. Coatlique se dispuso entonces a contar a su prole lo sucedido, pero ese misterioso embarazo ofendió a sus hijos, que consideraron la historia de su madre del todo increíble. Según marcaba la tradición, una diosa únicamente podía dar a luz en una sola ocasión; esa ocasión en la que daba vida a la auténtica y original descendencia divina y nunca más. Así Coyolxanuhqui y sus hermanos consideraron aquel embarazo como un ultraje y, encabezados por Coyolxanuhqui, decidieron matar a su propia madre. Durante el embarazo Coyolxanuhqui decapitó a su madre, ayudada por sus hermanos. Sin embargo, de forma inmediata el feroz dios Huitzilopochtli, que se encontraba en el vientre de su madre Coatlique, apareció armado y con ayuda de una serpiente de fuego, asesinó a muchos de sus hermanos y hermanas. Los cuerpos de los hermanos se transformaron en estrellas. Mientras que Huitzilopochtli en un ataque de furia decapitó a Coyolxanuhqui y lanzo su cabeza al cielo, donde se convirtió en la luna; su cuerpo, lo arrojó a una profunda garganta en una montaña, donde su cuerpo yace para siempre. PERÚ. LOS INCAS. MITO INCA – LA PACHAMAMA “MADRE TIERRA”. Los Incas se consolidaron como el estado prehispánico de mayor extensión en América. Abarcó los territorios andinos que corresponden actualmente al sur de Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el centro de Chile y el noroeste de Argentina. La capital del Imperio fue la ciudad de Cusco (ombligo del mundo), por ser el centro del desarrollo de la etnia Inca desde sus inicios y su fundación por Manco Capac. El mito de los Willkas,

es narrado por Monseñor Pedro Villar Cordova en su artículo "El mito Wa-Kon y los Willka", y fue tomado de la página web Incas, presencia de una divinidad. El Dios del Cielo «Pacha Kamac», esposo de la diosa de la tierra «Pacha Mama», engendró dos hijos gemelos, varón y mujer, llamados «Willcas». El dios «Pacha Kamac» murió ahogado en el mar de Lurín y se encantó en una isla; por este hecho quedó viuda la diosa «Pacha Mama» y sufrió con sus dos hijitos muchas penalidades. Era una noche interminable cuando la viuda salió de Kappur por las fragosidades de «Gasgachin» de la quebrada de «Arma» y descansó al pie de la roca de «Pumaquihuay». Sobre las altas cumbres acechaban monstruos horrendos; los felinos hambrientos rugían en el fondo de la quebrada. Llenos de terror, los «Willcas» lloraban inconsolablemente. La luz coruscante de una llama muy leve sobre un lejano picacho llenó de esperanza a la atribulada madre de los mellizos. Después de beber en la laguna de «Rihuacocha», la viuda y sus hijitos, continuaron su viaje hacia el sitio donde brillaba la luz. Los «Willcas» no sabían que su padre «Pacha Kamac» había muerto, y dijeron a su madre: «¡Vamos pronto al sitio donde arde la leña y allí encontraremos a nuestro padre!». La caverna de «Wakonpahuain» del cerro «Reponge» era el sitio donde ardía una hoguera: allí vivía un hombre semidesnudo, llamado «Wa-Kón». --¡Pasad! le dijo, y sentaos sobre este «tuto» mientras yo cocino. El «tuto» era un tejido de crin vegetal que todavía conservaba las espinitas. Los niños se hallaban incómodos sobre este asiento. El «Wa-Kón» sancochaba patatas en una olla de piedra; y dirigiéndose a los mellizos les dice: «Id al puquio y traedme agua en ese cántaro». Los niños obedecieron; pero la vasija que llevaron a la fuente estaba rajada, y por esta causa los mellizos tardaron mucho en regresar a la caverna. Mientras los «Willcas» se demoraban en la fuente, el antropófago «Wa-Kón» quiso seducir a la madre de los mellizos; más no pudiendo efectuar su intento, devoró a la diosa «Pacha Mama», quien pagó con la muerte su gran fidelidad al dios de los cielos, «Pacha Kamac». El maligno Wa-kón se nutrió de la carne y de la sangre codiciada de la madre de los mellizos y guardó una parte de su cuerpo sacrificado en una olla muy grande. Cuando los mellizos llegaron del manantial, se dirigieron a «Wa-Kón» y preguntaron por su madre. Wa-Kón les contestó: «Muy lejos de este sitio ha ido vuestra madre; pero, llegará muy pronto ella.» Más los días pasaban interminables y la madre de los «Willcas» no llegaba. Los niños lloraban amargamente la ausencia de su madre. El Huay-chau, el ave que anuncia la salida del sol, que canta armoniosamente durante la aurora matutina, y tiene un graznido agorero como las «lechuzas», anuncia la muerte de alguna persona; compadecido de la desgracia de los «Willcas» les comunicó detalladamente la muerte de su madre y les anunció el peligro que ellos corrían en la compañía del sanguinario «WaKón». Luego de referir a los niños el episodio de la muerte de la diosa «Pacha Mama», el pajarillo «Huay-chau» les dio un consejo: «Id, fuera de la Caverna de «Yagamachay» y debajo de una huanca (que era una piedra muy larga), se halla el «Wa-Kón» durmiendo. Atadlo con su abundante cabellera hacia la piedra mientras está dormido y luego huid de este sitio; porque, si el «Wa-Kón» se da cuenta de lo que vosotros le habéis hecho, os matará». Los niños obedecieron este mandato, y mientras el «Wa-kón» dormía atado a la piedra con sus propios cabellos, echáronse a correr vertiginosamente. En esta desesperada peregrinación encontráronse los «Willcas» con el Añas [mofeta], la madre de los «zorrillos», la cual les dijo: ¿Por qué emprendéis la carrera, quién os persigue?...Los «Willcas» contaron a la madre de los zorrillos la tragedia de la viuda. El Añas, al igual que su compañero de la mañana, el «Huay-chau», se compadeció de los infortunados huerfanitos y los adoptó como a nietos, escondiéndolos en su madriguera. Por fin, se despertó el «Wa-Kón» de su profundo letargo y, después de libertarse con dificultad de su prisión, buscó a los «Willcas» por todas partes. En su viaje de investigación el genio maligno encontró a varios animales del campo y conversó con las aves del cielo: preguntó al Puma, al Cóndor y al Amaru [serpiente] si habían visto a los «Willcas». Pero estos animales no le dieron respuesta satisfactoria. Por último, encontró a la astuta madre de los Añacos y le preguntó si había visto a los Willcas». El Añas contestóle: «Sí, los he visto que han seguido por ese camino; si tú quieres encontrarlos con mayor rapidez, sube sobre esa cumbre y entona una canción, fingiendo la voz de la madre de los «Willcas». Al eco de esa voz acudirán presurosos lo mellizos...». El «Wa-Kón» subió al cerro sin comprender que allí, la «Zorrilla» había puesto una trampa: comenzó a entonar la canción convenida con débil y angustiosa voz llamando a los «Willcas» como madre cariñosa; y, al

fin, puso el pie sobre la piedra fatal de la trampa y rodó al abismo. Su muerte fue seguida de un espantoso terremoto. Libres los niños de su cruel perseguidor y asesino de su madre, vivían muy felices en compañía de su abuela adoptiva, el Añas, que les alimentaba con su propia sangre. Pero los «Willcas» hastiados de la sangre que era su único alimento, suplicaron a su abuelita que les dejara ir al campo a «Shanar», o sea, a sacar las papas que habían quedado ocultas en la tierra al hacer la cosecha. La abuelita Añas les concedió permiso para ello; y cuando se entretenían en su labor, encontraron una oca muy dulce que por su forma de muñeca les llamó la atención. Los «Willcas» se pusieron a jugar con la oca, la que se rompió en varios pedazos y, no teniendo un juguete semejante, prorrumpieron en llanto. Cansados de llorar se quedaron dormidos; cuando despertó la niña contó a su hermanito lo siguiente: «Estábamos jugando, dijo, y yo arrojaba un sombrero al cielo donde se quedaba; aventaba mis vestidos y allí se quedaban. ¿Que significará todo esto?»...Los «Willcas» estaban pensativos, cuando, de improviso descendió del Cielo una soga, y el Añas les aconsejó que por allí treparan...Subieron todo juntos al Empíreo, donde el gran dios Pacha Kamac les esperaba. El «Willca» varón se transformó en el Sol, y el «Willca» mujer, en la Luna. Pero, la vida de peregrinación que llevaron en la Tierra nunca terminó. El Sol seguirá su viaje astral, enviando su luz en el día, y la Luna, durante la noche, caminará iluminando el sendero que les tocó seguir acompañados de su infortunada madre viuda... La diosa «Pacha-Mama» se quedó encantada en aquel cerro cubierto de nieves perpetuas, como un blanco sudario, que hasta ahora recibe el nombre de «La viuda». La divinidad suprema «Pachacamaq», queriendo premiar la fidelidad de esta diosa que con sus hijitos sufrieron tanto, comunicó a la diosa «Pacha-Mama» la facultad generadora... Desde la cumbre del picacho de «la Viuda» la diosa «Pacha-Mama» envía sus favores a todos los habitantes de esta región, por ella, el dios del cielo envía las lluvias, fertilizando la tierra, hace que broten las plantas y haya muchas mieses; por ella, los animales nacen y crecen para servir de sustento al hombre; ella es la madre de los mellizos en las especies del hombre y de los otros animales. La divinidad suprema «Pacha Kamac», también, premió al Añas haciendo que este animalito pudiera esconder a sus hijitos en su madriguera, de la misma manera como había protegido a los «Willcas» durante su estadía sobre la Tierra. Premió al Puma, haciéndole el rey de las quebradas y de los bosques, al Cóndor, como señor de las alturas, a la Víbora, haciendo que esta serpiente pudiera defenderse de sus enemigos por medio de su ponzoña y fuera el símbolo de la fecundidad y de la riqueza. Con el reinado de los «Willcas» transformados en los semidioses el Sol y la Luna, triunfó la Luz y fue vencido para siempre el dios de la noche, el Wa-Kón, vengándose de esta manera la muerte de la diosa «PachaMama», llamada por antonomasia, «La Viuda». COLOMBIA. LOS CHIBCHAS. COMO FUERON LUZ. (Colombia. Mito chibcha de la creación)

CREADAS

LA

VIDA

Y

LA

En el comienzo era la oscuridad. Todo estaba sumido en las tinieblas. La tierra era blanda y fría y nada crecía en ella. No había ni plantas, ni animales, ni belleza. Todo era desolación. No había hombres. Los únicos seres vivos sobre la tierra eran el dios Nemequene, su mujer y su hijo. Nemequene quiso crear la vida y la belleza sobre la faz de la tierra. Así, tomando un poco de barro blando y frio moldeó las figuras de los hombres y los animales. Trabajo muchos días en su obra, pero los muñecos que hacia no tenían vida. No podían moverse ni respirar. Pasaron años y más años, y todavía no había sobre la tierra más que Nemequene y su familia. Por último, nemquene llamo a su hijo y lo envió al cielo para que iluminara la tierra. El hijo de Nemequene llegó al cielo y se convirtió en Sua, el sol, para iluminar de pronto el mundo oscuro. Los brillantes rayos de Sua iluminaron la tierra. El frio barro se calentó. Comenzaron a crecer las hierbas, los árboles y las plantas. En donde antes había desolación, hubo lozanía y verdor. Comenzó a correr el agua, formando ríos y lagos. Y el cálido sol puso la vida en los muñecos de barro que Nemequene habia hecho. Algunos de ellos se convirtieron en pájaros que volaron y anidaron en los árboles de los bosques; otros se convirtieron en peces, que nadaron por las aguas; otros se convirtieron en animales y otros en seres humanos. Sin embargo, las gentes creadas por Nemequene no eran del todo felices, pues la luz y el calor que Sua les proporcionaba les llegaban solamente algunas

horas. Cada noche mientras Sua descansaba, volvía a reinar la oscuridad. Entonces las gentes acudieron a Nemequene y le pidieron ayuda. Nemequene amaba a los seres que había creado y quería ayudarlos. De manera que subió al cielo y se convirtió en Chia, la luna. Así compartió la tarea de iluminar el mundo con su hijo Sua. Sua derramaba sus rayos de luz sobre la tierra de día, y Chia de noche. Desde entonces, las gentes creadas por Nemequene quedaron contentas y nunca olvidaron de darles las gracias. Además, celebraron fiestas en honor de Sua y de Chia y a veces dedicaban sus hijos al sol y a la luna llamando a tales "SUACHIAS" antes de darles nombres propios. Así fue como se produjo la vida en el mundo, según lo recuerdan los chibchas, es decir el pueblo de Nemequene. CHILE. LOS MAPUCHES. EL MITO MAPUCHE DE LA CREACIÓN Miles de lunas antes que llegara el genocidio de los colonizadores, Chau Padre gobernaba el cielo y la tierra junto a Kushe Madre. De día, Chau Padre iluminaba y vigilaba sus creaciones, el cielo, las estrellas, nubes, ríos, bosques y la tierra donde podían vivir todas las criaturas, entre ellas, los mapuches. De noche, Kuche madre cobijaba el sueño de todas las criaturas vivientes. Con el tiempo, algunos de sus hijos comenzaron a manifestar un impulso de rebelión azuzando a sus hermanos a negar y desconocer la influencia y el poder de Chau Padre en el mundo. Dicen los abuelos de nuestros abuelos, que Chau sufría profundamente por la ingratitud y agravios de sus hijos, al mismo tiempo que paulatinamente crecía su rabia contra los ingratos. Kushe Madre intentaba calmarlo pidiéndole que no diera importancia y los perdonara. Entonces Chau Padre, iracundo explotó como los volcanes, con todas sus fuerzas tomo a sus hijos y los arrojó desde lo alto sobre las montañas rocosas. La cordillera tembló brutalmente con los impactos de los cuerpos gigantescos los cuales se hundieron en la piedra formando dos inmensos agujeros. Kushe Madre, desesperada queriendo mirar, abrió una ventana en el cielo que hoy conocemos con el nombre Kuyén o Madre Luna, la cual desde entonces vigila el sueño de los hombres. Kushe se precipitó llorando entre las nubes dejando caer enormes lagrimas sobre las montañas que inundaron rápidamente las profundos cavernas dejadas por el impacto de los jóvenes, formando dos lagos vecinos, el Lacar y el Lolog, brillantes como la misma cara de Kushe y hondos como su pena. Dicen nuestros abuelos que cuando el gran Chau volvió a la calma, abrió una gran ventana redonda en el cielo para mirar lo ocurrido, esa ventana sería conocida como Antú, el Padre Sol, y su misión desde entonces es prodigar abrigo a todas las criaturas y alentar la vida todos los días. Miles de lunas después Chau Padre y Kushe Madre volvieron a crear la vida en la tierra. Esta vez el hijo creado se sentía terriblemente solo, triste miró al cielo y dijo: “¿Padre, porqué he de estar solo?”. “En realidad necesita una compañera”, dijo Ngnechén, el espíritu progenitor. Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de cuerpo suave y grácil, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y sintió mucho frío, por lo que para evitar morir helada, echó a caminar. Y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca brotaron mariposas e insectos a raudales, y pronto llegó al hijo creado Lituche, el armónico sonido de la fauna. Cuando estuvieron uno frente al otro, dijo ella: -Qué hermoso eres, ¿cómo he de llamarte? -Yo soy Lituche, el hombre del comienzo - replicó él. -Yo soy Domo, la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos - dijo ella. -Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra - dijo Lituche. Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar-ruka, el cielo se llenó de nuevos cherruves (espíritus). Estos traviesos cherruves eran torbellinos muy temidos por la tribu. Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno. Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas. Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces. Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a cordillera. Mucho tiempo después, tuvo lugar un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a subir guiadas por la serpiente gigante Kai-Kai Filu. Al darse cuenta de que sus criaturas corrían grave riesgo, Chau Padre busco una arcilla especial y modeló una serpiente benefactora Tren-Tren, con la misión de proteger a los hombres, ella elevó la coridllera más y más defendiendo a los hombres de la ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los sobrevivientes de los cerros. Desde entonces a estos hombres se les conoce como "Hombres de la tierra" o Mapuches. Siempre temerosos de nuevos

desastres, los mapuches respetan la voluntad de Ngnechén y tratan de no disgustarlo. Trabajan la tierra y realizan hermosa artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales tejen canastos y con lana, mantas y vestidos. Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y acompañarlos. Por eso la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de los mapuches, los hombres de la tierra. El mismo quiso bajar al cabo, y ver con sus propios ojos los frutos de su obra. Chau padre apareció un día entre los mapuches como si fuera uno más, cubierto por un cuero y con la cabeza desnuda. Les enseño a cumplir los trabajos y a respetar los ciclos del tiempo asociado al arte de la siembra y la cosecha, la elección de las semillas y la conservación de los alimentos. Les hizo un gran regalo: el fuego. Así fue como ganó otro nombre: Küme Huenu, que quiere decir “lo bueno del cielo”, como lo llamaron los hombres. Chau Padre volvió a su casa y paso otro tiempo muy largo, tan largo que la gente se fue olvidando de muchas enseñanzas que había recibido, dejó de ser buena y empezó a pelearse entre sí; los propios descendientes de sus hijos hablaban de sus antepasados sin ningún respeto. Y mientras, se quejaban de todo e insultaban mirando al cielo. Los hombres se robaban y se asesinaban entre ellos. Cada vez que se asomaba a contemplar el estado de su creación, el gran Chau se daba vuelta enseguida y apretaba los labios con amargura. La humanidad desafío nuevamente el orden celestial de Chau Padre, el cual propicio la acción destructora de la serpiente KaiKai Filu, la cual agitando violentamente su cola producía gigantes olas de espuma blanca, aterrando y ahogando a la comunidad por su mala conducta. La serpiente benefactora Tren-Tren vivía en la montaña de la salvación la cual lanzó su silbido de alerta, que se coló por todas las quebradas como si fuera un viento, convocando a todos los mapuches. El pueblo huyo aterrado hacia las alturas de los cerros, acosados por la furia de las olas agitadas por los terribles movimientos de la cola de la serpiente Kai-Kai Filu, que poco a poco atrapaba a las personas ahogándolas. Por su parte el gran Chau enviaba rayos de fuego que terminaban por aniquilar a los que lograban sobrevivir a la gigantesca inundación. Todos murieron, menos un niño y una niña que sobrevivieron en el abismo profundo de una grieta. Únicos seres humanos de la tierra, crecieron sin padre ni madre, desabrigados de palabras y amamantados por una zorra y una puma, comiendo los yokones que crecían en las alturas. De ese niño y esa niña descienden todos los mapuches, resucitados. ARGENTINA, BRASIL, PARAGUAY Y BOLIVIA. LOS GUARANÍES Situación geográfica. Son un grupo de pueblos sudamericanos, cuyos habitantes viven en el actual territorio de Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia. Creían en un Dios Superior al que llamaban Nanderú: "nuestro gran Padre". La faceta espiritual del guaraní constituye uno de los aspectos más llamativos y atrayente de su cultura. Desde el mismo momento de la conquista hispánica, llamo la atención de los conquistadores y colonizadores el hecho de que los guaranís no poseyeran templos, ni ídolos o imágenes para venerar, ni grandes centros ceremoniales. No dudaron en concluir que se trataba de un pueblo sin ningún tipo de creencias religiosas. La verdad era otra, la religiosidad existía y era profundamente espiritual, a tal punto de no necesitar de templos ni de ídolos tallados. Su lengua guaraní MITO GUARANÍ – CREACIÓN Cuentan los Guaraníes que en el principio de los tiempos estaba solo el Dios Creador, que ellos llaman Ñanderú. Ñanderú se había creado a sí mismo, de a poco. En ese entonces no había ni árboles ni montañas, ni gente, ni nada. En su soledad, Ñanderú empezó a crear. Creó primero el lenguaje de los hombres, las palabras. Y entonces quiso que alguien más pudiera hablar y creó a otros dioses, cuatro parejas de dioses que a su vez iban a tener hijos también dioses. Después, Ñanderú hizo que la punta del bastón que siempre llevaba en la mano empezara a engordar, más y más. De allí salió la Tierra, de a poquito. Para que la Tierra no se moviera, creó una palmera. Era una palmera que iba a durar para siempre y estaba justo en el medio de la Tierra. Después creó otra palmera igual en el Este (que es por donde sale el sol), otra en el Oeste, otra en el Norte y otra en el Sur. Y así, con esas cinco palmeras que iban a vivir siempre, sin secarse nunca, la Tierra quedó como clavada, bien firme. Al cielo lo dejó apoyado sobre cuatro columnas, cuatro postes de madera iguales a su bastón. Fue entonces cuando hizo los primeros animales y las primeras plantas. Uno de los primeros que voló por ahí fue el Colibrí; la Víbora fue la primera que se arrastró. La primera en cantar fue la Cigarra.

Los Guaraníes dicen que, de entrada, Ñanderú había hecho la Tierra toda tapada por una selva que no se acababa más; parece ser que después pensó que era mejor que hubiera también campos sin árboles, y ahí creó a la Langosta. La Langosta iba por todos lados, a los saltos, y en algunos lugares clavaba la cola en el suelo (igual que hacen hoy todas las langostas para poner sus huevos). En ese lugar crecía el pasto y desaparecían los árboles y es así que las llanuras aparecieron después que vino la Langosta. Cuando estuvieron listos esos campos, llegó la Perdiz, que se alegró, cantó de contenta y se quedó a vivir ahí. Después Ñanderú inventó el Tatú, que se puso enseguida a escarbar la tierra. La Lechuza quedó como dueña de la oscuridad; por eso, sale nada más que de noche y duerme de día. Después vinieron otros muchos animales y también los primeros hombres y mujeres. Entonces, Ñanderú se volvió al cielo y les dejó encargado a los otros dioses que cuidaran bien de todo. Pasó el tiempo; algunas personas se habían vuelto muy buenas, pero otras se habían vuelto muy malas: no todo andaba bien, así que los dioses decidieron que era mejor hacer arreglos. Pero para no dejar las cosas a medias, mandaron un diluvio: toda la Tierra se inundó. La gente buena pudo subir al cielo con Ñanderú pero los que eran malos se transformaron en animales: ranas, peces y otros bichos. Después, Ñanderú le pidió a otro de los dioses, llamado Jakaira, que se encargara de hacer de nuevo la tierra. Jakaira, a su vez, le dio trabajo a su hijo Pa-pa Mirí. Pa-pa Mirí trabajó mucho. Hizo nuevas plantas, nuevos animales; fue amasando la tierra nueva y llenándola de árboles y pasto. Hizo ríos y arroyos. Pero parece que antes de que terminara lo llamó la madre, porque lo quería ver, y Pa-pa Mirí dejó las cosas como estaban. Y dicen los guaraníes que por eso hay montañas que no son sino montones de tierra y piedras que le sobraron al dios y que a la gente no le sirven de nada. CRÓNICAS La crónica es una narrativa histórica que expone los hechos siguiendo un orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo, según el término griego chronos que significa tiempo.

Una crónica es una narración histórica que presenta los eventos tal como fueron sucediendo, respetando el orden en el tiempo. Puede referirse a eventos históricos de una localidad, país, persona o grupo de personas; este tipo de obra literaria es realizada por alguna persona que vio o vivió los eventos que describe; utilizando un lenguaje sencillo y claro con la finalidad de presentar la historia de una manera objetiva. La crónica es también un recurso utilizado en el periodismo para narrar acontecimientos importantes del momento. Uno de los diferentes tipos de crónica es la crónica corta, la cual es la más utilizada en noticieros o narraciones breves de algún evento, que puede ser algún hecho deportivo, social, cultural o de cualquier tema que sea relevante en ese momento.

DEFINICIÓN Obra literaria consistente en la recopilación de hechos históricos narrados en orden cronológico. En la crónica (en latín chronirca, en griego kroniKa, que significa biblia o libros) los hechos se refieren en orden cronológico y se define como una historia escrita por testigos presenciales y en donde se observan el orden de los acontecimientos en el tiempo. Por tanto se entiende por crónica la historia detallada de un país, de una localidad, de una época o de un hombre, escrita por un testigo ocular o por un contemporáneo que ha registrado sin comentarios todos los pormenores que ha visto, y aún todos los que le han sido transmitidos. Tales son por ejemplo, las crónicas latinas de Flodoart, canónigo de Reimns, y de Guillermo de Naugis y las crónicas francesas de Froissart y de Monstrelet. De todos los países europeos acaso las más ricas en crónicas sean Francia, España, Italia e Inglaterra.

En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones. Emplea verbos de acción y presenta referencias de espacio y tiempo. La crónica lleva cierto distanciamiento temporal a lo que se le llama escritos históricos. Por medio de las crónicas se pueden redactar escritos, tomando las opiniones de varias personas para saber si esto es cierto o no, como en el libro Crónica de una muerte anunciada escrito por Gabriel García Márquez. Las crónicas son también un género periodístico. Se las clasifica como “amarillas” o “blancas” según su contenido. Las “amarillas” tienen material más subjetivo y generalmente la voz autorizada es una persona o ciudadano común; las “blancas” usan material más objetivo y la voz autorizada es, generalmente, la autoridad, un profesional, etc. TIPOS: Híbridos Crónica y Columna dentro de estos se encuentran la crítica o reseña. Los géneros periodísticos se mezclan y entre ellos llegan a enriquecerse con elementos formales de otras disciplinas (cuento, ensayo, novela), de cualquier manera si es posible determinar el género que predomina en cada escrito periodístico. La crónica es la exposición, la narración de un acontecimiento, en el orden en que fue desarrollándose, se caracteriza por transmitir, además de información, el cronista retrata la realidad de este género se emplea para recrear la atmósfera en que se produce un determinado suceso. Los tipos de crónica que hay son: Crónica informativa: en la que el cronista se limita a informar sobre un suceso sin emitir opiniones. Crónica opinativa: el cronista informa y opina simultáneamente (crónicas de futbol y las taurinas o algunos otros deportes). Crónica interpretativa: Es la que ofrece los datos informativos esenciales pero, sobre todo, interpretaciones y juicios del cronista. ESTRUCTURA: 1. Narración directa e inmediata de una noticia con ciertos elementos valorativos, secundarios respecto a la narración del hecho. Intenta reflejar lo acaecido entre dos fechas: de ahí su origen: cronos. 2. Información interpretativa y valorativa de hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo al propio tiempo que se juzga lo narrado. 3. Relato pormenorizado, secuencial y oportuno de los acontecimientos de interés colectivo; en el que se resalta COMO sucede el hecho; recrea la atmósfera en que se produce. 4. La crónica es un escrito periodístico que sigue el orden del relato de un suceso; puede ser deportiva, cultural, política, histórica, literaria, y admite comentarios y juicios personales del periodista o del escritor, que habla del cómo y el por qué de los sucesos que trata.

"EI CARNERO": LAS AVENTURAS DE DOÑA INÉS DE HINOJOSA La hermosura de Doña Inés de Hinojosa llamó así a don Pedro Bravo de Rivera (con razón llamaron a la hermosura "callado engaño ", porque muchos hablando engañan, y ella, aunque calle, ciega, ceba y engaña). Paréceme que me ha de poner pleito de querella la hermosura en algún tribunal, que me ha de dar en qué entender: pero no se me da nada, porque ya me colgué sobre los setenta años. Yo no la quiero mal; pero he de decir lo que dicen de ella; con esto la quiero desenojar. La hermosura es un don dado de Dios, y usando los hombres mal de ella se hace mala. En otra parte la toparé, y diré otro poquito de ella.

Don Pedro Bravo de Rivera vivía en la propia calle; solicitó a la doña Inés y alcanzó 'de ella todo lo que quiso; y siguiendo sus amores, para tener entrada con más seguridad trató de casarse con la doña Juana, sobrina de doña Inés, y platícolo con el marido de ésta, Jorge Voto, que lo estimó en mucho, ofreciéndole su persona y casa; con lo cual el don Pedro entraba y salida de ella a todas horas. No se contentaron estos amantes con esta largura, antes bien procuraron más; y fue que el don Pedro tomó casa que lindase con la de doña Inés, y procuró que su recámara lindase con la suya de ella. Arrimaron las camas a la pared, la cual rompieron, yendo por dentro de las colgaduras, pasadizo en que se juntaban a todas horas.

Pues aún esto no bastó, que pasó más adelante el daño, porque la mala conciencia no tiene lugar seguro y siempre anda sospechosa y sobresaltada. Al ladrón las hojas de los árboles le parecen varas de justicia; al malhechor cualquier sombra le asombra; y así, a la doña Inés le parecía que el agujero hecho entre las dos camas lo veta ya su marido, con lo cual entre sus gustos vivía con notable disgusto y sobresalto, lo cual no se le escondía al don Pedro Bravo de Rivera, que comunicándolo con la doña Inés y procurando el medio mejor para su seguridad, le concluyó ella diciendo que ninguno la podría asegurar mejor que la muerte de Jorge Voto, pareciéndole que ya estaba desposeído de la hermosura que gozaba. Respondió le que "por su gusto no habría riesgo a que no se pusiese”. Éste fue el primer punto y concierto que se dio en la muerte del marido de doña Inés, don Jorge Voto.

¡Oh hermosura! Los gentiles la llamaron dádiva breve de la naturaleza, y dádiva quebradiza, por lo presto que se pasa y las muchas cosas con que se quiebra y pierde. 7Gmbién la llamaron lazo disimulado, porque se cazaban con ella las voluntades indiscretas y mal consideradas. Yo les quiero ayudar un poquito. La hermosura es flor que mientras más la manosean, o ella se deja manosear, más presto se marchita. Autor:Juan Rodríguez Freyle

Después de la lectura: 1.

¿Cuál es la idea central del texto? Explica con tus palabras.

2.

¿El autor como describe a doña Inés?

3.

Haz un análisis detallado de Inés de Hinojosa.

4.

¿Qué opinas acerca del comportamiento de Inés?

5.

Elabora un resumen sobre la lectura.

6.

Lee el final del texto y escribe otro diferente.

La fila de visitas en la cárcel La Modelo por Alfredo Molano. Fotografias De Camilo Rozo. Produccióon Periodistica: Juanita Monsalve

A las 4:30 de la madrugada, las calles que rodean una de las cárceles más trágicamente nombradas del país, La Modelo, son sórdidas, desoladas, estrechas. Hace frío. La luz del alumbrado público es apenas un reflejo mortecino. Veo a lo lejos la sombra de un carruaje empujado por alguien que —pienso— intenta instalar su venta antes de que llegue la competencia. Oigo el traqueteo que hacen los rodajes oxidados sobre el pavimento oscuro y húmedo. Parqueamos con Camilo, el fotógrafo, en una calle perpendicular a la entrada principal de la penitenciaría. Todo parece tan calmado que da miedo. A los minutos llega un vendedor de tinto, que vende además aguas aromáticas y empanadas. Saluda con un “A la orden, ¿qué toman”. “Tinto”, respondo agradecido. Un tinto siempre es un consuelo, salvo que sea de alguna marca de café instantáneo, caso en que lo siento como una agresión, no del vendedor, sino del productor. Tomamos tinto, soplamos en el vasito de plástico, diminuto, hirviente. Sabe a gloria. No acabamos de sorberlo cuando aparece un segundo vendedor empujando su hornilla para asar arepas, chicharrón, chorizo. Más tarde llega el de la gaseosa, los jugos y el agua con gas y sin gas. Vende también, a la moda, té frío. Se cobra la primera gaseosa cuando su vecino vende el primer chorizo. La luz de un amanecer transparente va abriéndose camino. Cuando los bombillos del lejano alumbrado público se apagan, sale de las sombras derrotadas una mujer vestida con un traje rojo —muy liviano a pesar del frío de la madrugada—, que nada vende, nada ofrece, solo quiere entrar a ver a su marido, detenido “injustamente”, me aclara cuando le pregunto cuánto tiempo lleva viniendo los domingos. Contrasta su cuerpo ligero con sus gafas pesadas de aros negros y lentes gruesos. Se sienta en el andén mientras me responde: “Cinco años y todavía no le han dictado sentencia. Y esto —añade— ya no es nada. Ahora, como usted ve, señor, ya no se ve a nadie hasta las ocho de la mañana. Antes, hacíamos cola desde el sábado a las cuatro de la tarde, después de que salían los hombres de visitar a los hombres. Muchos de ellos nos traían mensajes de los internos diciéndonos a nosotras, sus mujeres, qué querían que les lleváramos, qué necesitaban. Una tenía que dejar el puesto cuidado para ir a buscar lo que pedían en el caso de que no lo hubiéramos adivinado y lo tuviéramos ya entre la caja plástica. Las colas eran largas y los tropeles, seguidos. Muchas salieron con el cuero agujereado. Los primeros puestos se vendían. Había gente que se parqueaba en la cabeza de la fila desde el sábado a mediodía y feriaba el turno. Los cinco primeros costaban mucha plata, solo los ricos podían pagarlos”.

A las siete de la mañana, la puerta principal se abrió y salieron tres guardias uniformados a poner unas largas listas en la pared de enfrente: 20 hojas con nombres en letra diminuta, pegadas con cinta de enmascarar una tras otra, haciendo su oficio con cierta deleitosa solemnidad. Los guardias del Inpec usan desde hace un tiempo uniformes nuevos azulados como si fueran aviadores de la Fuera Aérea, y camuflados como los del Ejército, quizá diseñados por una empresa de seguridad norteamericana con el argumento de que son colores que se confunden con las sombras. Frente a los listados se agolpan las mujeres que han llegado. Están en orden aleatorio los nombres de los presos que han sido remitidos a otra cárcel durante la semana. Es el muro de las lamentaciones. A las visitantes no se les avisa con anterioridad porque —me responde el dragoneante— hay que “evitar darle papaya a un rescate”. Las mujeres lloran de rabia, maldicen y se jalan el pelo como la virgen del himno nacional. Y se conforman. La mayoría de las remisiones son a cárceles que están fuera de Bogotá, como Cómbita, en Boyacá; Picaleña, en Ibagué; La Dorada, y unos pocos a La Picota o a la Distrital. En La Modelo rige el pico y placa. Es decir, las visitas son un fin de semana para las cédulas de los presos terminadas en número par y el otro fin de semana para las terminadas en impar. La modalidad no es nueva como el sistema de visita llamado Visitel. Para evitar las colas de días y noches enteras y la venta de puestos, las peleas, los tumultos, las protestas, el Inpec “implementó” un nuevo régimen que consiste en pedir la cita por teléfono. Las llamadas se atienden desde el día lunes a las seis de la mañana y los turnos se dan en orden de llegada; a las primeras les tocan los mejores turnos del domingo siguiente, es decir que entran a las ocho de la mañana. Así que mientras más tarde pidan la cita, más tarde entran a la cárcel y menos tiempo duran con su preso. El Inpec reparte solo 1500 turnos, para 2500 presos y, por tanto, muchos internos pueden quedarse sin visita dominical. Hay mujeres que duran llamando días enteros debido a la enorme congestión telefónica. El defensor del Pueblo, que visita cárceles y cárceles, nada ha hecho por resolver el problema. El lugar donde yo había ubicado mi punto de observación se llenó poco a poco de puestos de venta de mil cosas. Un verdadero mercado: cajas para entrar el comiso, unas más grandes y otras más pequeñas, todas con las medidas exigidas por los carceleros; soportes para llevarlas al hombro, escarapelas para

tener la cédula a la vista. Y, por supuesto, comida, tanto la que es permitido entrar —que debe ser preferiblemente frita o asada y sin salsa— como la que se vende para comer al pie del vendedor: arepa, morcilla, chicharrón —carnudo y cocho—, choripapa, huevos —al gusto—, caldo —de pescado, de raíz, de costilla—, emparedados, deditos de queso, empanadas de carne y de papa, avena, masato, café con leche, tinto, perico. Los huevos duros, las arepas, la pizza. El pan con levadura, los bollos de mazorca están específicamente prohibidos por ser susceptibles de utilizarse para fabricar bebidas destiladas. Como no se puede entrar con zapatos, se venden y se alquilan —dejando finca— chanclas, chancletas o arrastraderas. Claro está que todo lo prohibido —incluidas armas blancas y de fuego— se consigue “intramuros”. Sobra decir que los negocios de adentro son mucho más prósperos que los de afuera. El Inpec tiene prohibido el uso de billetes y los presos tienen una cuenta corriente en la que sus parientes, amigos o socios les abonan dinero que circula apelando a diversos medios de cambio, siendo el más utilizado las tarjetas para llamar por teléfono. Una de esas medidas tan artificiales y tan formales como muchos artículos de los códigos penitenciarios.

Mientras me tomaba el cuarto tinto —sople y tome—, la mujer de rojo se cambiaba los tenis, también rojos, por unas chanclas blancas que deben dejar el empeine y los dedos al aire libre —digo yo mirándole las uñas de los pies pintadas—. Ella me corrige con cierta sorna: “A la vista, patrón… todo lo debemos llevar a la vista, menos la pena”. ¡A las cárceles — ordenó algún general fetichista alguna vez— no deben entrar calzadas! ¿Usted por dónde va a entrar, me preguntó de improviso la que ya consideraba amiga. No supe responderle. Sonreí como un imbécil. Y antes de poder contestar lo obvio, me dijo: “Es que hay dos ingresos: el del norte y el del sur. En el ala sur —me dijo con amabilidad— están los patios 3, 3A, 4 y 5, allí viven los comunes, los más jodidos; en el ala norte están los patios 1A, 1B, 2A, 2B, Nuevo Milenio y Alta Seguridad, donde meten a los narcos, los paras y los consentidos: tienen colchonetas, espumas y les suministran droga. Salvo en esta sección, todo mundo vive apiñado, unos encima de otros. En el 5, por ejemplo, hay 16 pasillos, cada uno con su pasillero y su pluma, que es el matón de las 25 celdas por pasillo. Él es el dueño, el patrón, el cacique. Se le pagan el sitio, la cobija, el plástico y la seguridad. Sin seguridad nadie puede vivir adentro; hasta a los guardias se les paga “seguridad privada”. Y si se necesita droga para dormir, para calmar el frío o para soñar, se consigue la que se quiera. En todos los pasillos duerme gente y todos le pagan sitio al pluma. El pluma manda porque tiene con qué: armas, combo enfierrado y socias con los guardas. Todos comen”. Comencemos, le propuse a Camilo —que ya para esa hora tenía su trabajo completo—, por el ala norte. La fila, a decir verdad, no era muy larga, unas 50 mujeres haciendo cola entre la pared del penal y una malla de un metro de alta. Es una fila llena de colores, tamaños y perfumes. Las visitas se apretan unas con otras para impedir que alguna tenga la mala idea de colarse. El turno se respeta, así haya sido ya asignado con hora fija. Por la edad uno puede deducir si son abuelas, madres, esposas, novias o hijas del detenido, aunque en el rango de 18 a 25 es aventurada cualquier presunción porque muchas mujeres, llamadas pesas, venden la visita conyugal. Tienen contratos o van al mejor postor. Son muchas y, como las compañeras fijas, van a lo mismo: a consolarse y a consolar. Me atrevo a preguntarle a una de ellas a qué va, me responde sin ambivalencias: “Voy a tirar, señor. ¿Por qué? ¿Se le hace muy raro que una tenga ganas y ellos también”. No —le digo—, me parece no solo natural, sino rico. “Ni tanto —me revira—. Tirar en una cana es duro, muy duro. Las celdas huelen mal, los colchones tienen chinches y sale una toda picada, y además es por tiempo. A la media hora el ‘siguiente’ está timbrando. Esperar el timbrazo no deja tirar en calma. Lo bueno es la gana que llevan los pasajeros; pueden echarse cinco polvos seguidos y si arrienda la celda otra media hora, se dobletean. La que queda fuera de combate es una al segundo polvo”. Una de las mujeres que oían nuestra conversación agregó: “Aquí pasa como en las empresas de petróleo donde trabajan muchos hombres por turnos y por turnos duermen. Se levanta uno y se acuesta el otro. Se llama la cama caliente”. “Los días de visita conyugal —me comenta un guardia—, pueden entrar también los travestis, pero tienen que demostrárnoslo. No basta con que se llamen Laisa. Tienen que ser operados y tener papeles notariados con cambio de sexo. De otra manera son lo que nacieron, digan lo que digan —y agrega con la vulgaridad propia de un carcelero—: llámense como se llamen, si tienen chorizo, no entran los domingos”.

La cola se mueve poco a poco. Media cuadra antes de llegar a un primer retén, las visitantes se agitan cada vez que un guardia, encargado del orden y de permitir el paso de la mujer a quien haya llamado, grita: “Las de las ocho y media”. Entonces las de las ocho y media pasan por encima de las de las nueve, nueve y media, diez, y se presentan al guarda: “A la orden, mi dragoneante”. El hombre, sin

mirarlas a la cara, les ordena: “Hagan aquí otra fila, en bombas”. “Mmm jmm —revira una—, ni bestias que fuéramos”. El guarda la mira y con el índice derecho le grita: “¡A la cola!”. A la castigada se le nota la ira en la cara, pero baja la mirada y, sermoneando en silencio, obedece. Es un tratamiento llamado en las filas “terapia”. A esa, se puede decir, “la terapiaron”. Dejamos la cola del norte y vamos a la del sur. El alboroto aquí es mayor. Más que esperar turno de entrada, las mujeres “recochan”, se hacen bromas, se llaman con sobrenombres —a una la llaman Llaveinglesa; a otra, Pájara; a otra más, Zancuda— o por los alias de sus maridos o compañeros de turno: Mandíbula, Don Santi, Guanábano. Cuchichean también lo que pasa en el patio, en el pasillo, en la celda. Los internos tienen derecho a llamar por teléfono fijo, pero también, contraviniendo normas y arriesgando sanciones, se comunican por celular. El Inpec ha instalado unos inhibidores de señal, pero, con todo y eso, los internos se comunican con su gente. Una mujer alta y bella, con ojos hundidos y brillantes, le contaba a otra que en días pasados se dijo que al patio Milenio iba a llegar uno que hizo la paz, el señor Restrepo, y que los guerrillos le estaban preparando un ‘recibimiento’ y los paracos otro. Otra habló de que a tales los habían trasladado a La Picota porque los parapolíticos los habían pedido. Estos comentarios pasan en silencio. No así los que tienen más carne: que al Chómpiras se lo clavó el Alacrán, que el guardia fulano está cobrando tanto por dejar trabajar a Pluma Blanca, que a la secretaria del juzgado tal se le adelantó tanto por cambiar la fecha de equis papel del expediente zeta. Hay en todas estas conversaciones una especie de voyerismo que le da vida al encuentro entre mujeres que llevan tres, cuatro y más años coincidiendo los domingos en la entrada. Después de pasar los retenes, de identificarse y de comprobar que hayan sacado el Visitel, corren por el túnel donde son requisadas por guardianas y a veces por perros. A las sospechosas de ir cargadas, es decir, con droga, una vez palpadas las sientan en una silla y los perros las huelen. Con todo, en la revisión de la comida que entran es donde las mujeres más sufren. La comida que les da el Estado es de mala calidad y no pasa de un chiringo de carne barata, arroz —casi siempre ahumado— y papa. Ni el día de la Virgen de las Mercedes, patrona del recluso, cambia el menú. Más aun, todavía le mezclan alcanfor para disminuir la testosterona de los presos, que añoran la comida casera, con sabor y preparada con cierto cariño. Por eso sobre todo las madres y las abuelas se esmeran en la preparación del comiso. Lo que no sea permitido por la dirección del penal es botado al suelo en el retén de comidas. Lo que, por supuesto, es objeto de todo tipo de reclamos. “El buen sabor alivia la pena —aclara una mujer que viene a visitar a su hijo acusado de haber matado a un hincha del equipo de fútbol contrario—. Les entra la calentura — explica—, y si uno no mata al otro, el otro mata al uno”. Las demás acatan la justificación de su compañera. Otras historias de fila no son tan trágicas, pero sí quizá más crudas, como la que le cuenta una mujer ya madura a una muchacha que, según deduje, era la primera vez que hacía cola. “Hoy no vino la boquineta —le contó como para impresionarla—, sería que le pasó algo. Ella nunca falla. Lleva cinco años aquí parada en la cola. Es una muchacha bonita, espigadita, bien parada, pero no tiene dientes y no quiere ponérselos. El marido se los reventó con la tapa de una olla atómica por sinvergüenza. Ella no quiere usar dentadura. Le pregunté que por qué no se mandaba fabricar unos bonitos, ahora que salen tan baratos y siendo ella tan bonita, tan agraciada: —¿Es que a él le gusta que se lo mamen? —No —me dijo—, a él no le gusta ni eso, pero tampoco quiere que yo me ponga la dentadura porque le dan celos. Se sueña con que yo me acuesto con otro. —Pero ¿por qué no la usa cuando no viene a visitarlo? —le pregunté. —Porque —dijo— yo le soy fiel a pesar de haberme desboquinado. A las cinco de la tarde, las mujeres terminan de salir de La Modelo. Una hora triste y nostálgica; una hora en que los perros aúllan en los rincones.

Las 10 mejores crónicas latinoamericanas FacebookTwitterWhatsAppTelegram

Gabriel García Márquez opina que la crónica es un género literario y yo creo lo mismo. “La crónica es un cuento que es verdad”, dijo el maestrísimo alguna vez. Luego habrá cuentos buenos y malos, novelas buenas y malas, o poemas ídem, y también habrá crónicas brillantes y otras que son basura. Y no por existir novelas infumables, la novela es un mal género o un género menor. Sé que suena a obviedad, pero creo oportuno aclararlo.

¿Qué es una crónica? Rescato la definición que hace algunos años hizo el brillante editor peruano Julio Villanueva Chang en una larga plática que mantuvimos en la plaza Santo Domingo de Cartagena de Indias:

“Elaborar una crónica es un acto muy costoso, al menos como yo la entiendo: es decir, una crónica es un gran reportaje muy bien escrito, un gran trabajo de campo con entrevistas, documentos y la suerte de ser testigo y cuyo relato no aburra. Ello supone semanas o meses de dedicación, un editor cómplice del cronista, una historia en la que los protagonistas cambian ante los ojos de su autor y donde el azar actúa sobre la realidad, y también lecturas. Todo eso es lo que yo llamo una buena crónica. Otra cosa es dar a algunas páginas de un periódico cierta amenidad, cierto cuidado de la prosa, incluso cierto vuelo poético, todo eso lo puedes hacer sin necesidad de salir a la calle. Pero una crónica, cuando es ambiciosa, exige un trabajo tan delicado como atlético”. – Julio Villanueva Chang Acotado pues de lo que estamos hablando, acá les comparto un decálogo que la Revista Factum me retó a elaborar. Diez me exigieron. Mis disculpas a los apellidos y a las historias que deberían estar en cualquier listado de crónicas latinoamericanas sobresalientes. No están todas las que son, pero creo que sí son todas las que están. Prometo compensar las ausencias cuando una editorial me contrate para editar una antología de crónicas.

1) Cromwell, el cajero generoso (por Juan Manuel Robles) El peruano Juan Manuel Robles firma algunos de los perfiles más sólidos que he leído, y créanme que, como responsable del blog ‘Periodismo narrativo en Latinoamérica’, no son pocos. Robles tiene un don especial para escuchar y mirar, y un manejo envidiable de la ironía y el suspenso. Sus semblanzas sobre la hija del expresidente Alejandro Toledo o sobre la actriz Magaly Solier son maravillosas, pero me quedo con el retrato de Cromwell Gálvez, un empleado del BBVA Banco Continental que usó sus habilidades como contador en robar dinero durante años al banco, para luego derrocharlo en vivir la vida a todo lujo. Así arranca:

“El protagonista de esta historia me jodió la tarde. Él no lo recuerda, fue hace tiempo. La única vez que lo visité en la céntrica prisión en la que lo encerraron, Cromwell Gálvez huyó de mí y se apresuró a decir que no hablaba con la prensa. Le habían quitado la libertad pero la fama insistía en quedársele, no podía sacársela de encima ni dentro de los…”.

2) Asalto al palacio (por Gabriel García Márquez) El boom de la crónica tiene pocos años, pero la crónica es tan vieja como el propio deseo de escribir experiencias propias o ajenas. Sin remontarnos tanto, apenas hasta la década de los setenta, una crónica imperecedera que juzgo de lectura obligada es la escrita por el periodista Gabriel García Márquez para la revista bogotana Alternativa. El Nobel de Literatura nos narra con maestría la ‘Operación Chanchera’, nombre con el que se bautizó la histórica toma del Palacio Nacional de Nicaragua por parte de un comando de la guerrilla del Frente Sandinista, en agosto de 1978, uno de los episodios clave de la Revolución.

“El plan parecía una locura demasiado simple. Se trataba de tomar el Palacio Nacional de Managua a pleno día, con solo veinticinco hombres, mantener en rehenes a los miembros de la Cámara de Diputados y obtener como rescate la liberación de todos los presos políticos. El Palacio Nacional, un viejo y desabrido edificio de dos pisos con ínfulas monumentales, ocupa…”.

3) El sí de los niños (por Martín Caparrós) En la primera redacción en la que trabajó Caparrós su jefe era Rodolfo Walsh. Arranco con este dato porque me consta que el argentino levanta pasiones a favor y en contra, y, aunque a más de uno le sonará impostado este alegato pro-Caparrós, no tengo la más mínima duda de que es uno de los periodistas de los que más y mejor se puede aprender. Si se quiere transformar la materia prima reporteada en textos que el lector digiera y agradezca, leer y releer las crónicas

‘caparrosianas’, o sus libros, es una gran inversión. Dicho esto, y consciente de que elegir una única crónica sobre el ramillete de obras maestras que ha firmado es un acto de injusticia, me quedo que la él mismo alguna vez defendió como su reportaje más redondo: ‘El sí de los niños’, que narra el drama de la prostitución infantil en Sri Lanka.

“—¿Así que todavía no conoces a Yohan? Ah, pero es maravilloso. Maravilloso. Tal vez, si me da un ataque de bondad, mañana te lo paso y vas a ver. Bert tiene cuarenta y nueve años, y sus dos hijos ya están en la universidad. Su señora se ocupa de la casa donde viven, cerca de Düsseldorf, y parece que desde que los chicos…”.

4) Yo corrí en San Fermín (por Juan Pablo Meneses) La crónica es un género periodístico, y se puede recurrir a ella para narrar escándalos de corrupción, interioridades de una pandilla o la vida de algún asesino múltiple. Pero también se puede ‘croniquear’ sobre temas más mundanos, con frecuencia más agradecidos por el lector promedio. ‘Yo corrí en San Fermín’ (por la que tengo una debilidad especial, por conocer yo de primera mano la fiesta taurina) es un buen ejemplo de crónica ligera, en la que la columna vertebral del reporteo es la vivencia propia, y ejecutada de tal manera que cuesta no leerla de una sentada.

“Al final de la corrida le pego una bofetada a Ernest Hemingway. Se la pego a un costado de la cara, entre su oreja y mejilla izquierda. Pero eso sucede al final de la corrida que ahora está por comenzar. Quedan pocos minutos para un nuevo encierro, el sexto de este año en San Fermín, la famosa fiesta de Pamplona donde sueltan a los toros por las calles mientras…”.

5) Un hombre está peleando con mi mami (por Carlos Martínez) Incluyo una historia salvadoreña escrita por un salvadoreño para un medio salvadoreño, y no lo hago por patriotismo barato ni tonteras por el estilo. Cuando se habla de crónica latinoamericana, El Salvador es una potencia, algo así como la Selecta playera. Para seleccionar una, me he querido complicar lo menos posible, y me ha agarrado al hecho de ser la historia guanaca más leída –de largo– entre las docenas que tengo subidas al blog ‘Periodismo narrativo en Latinoamérica’. La firma Carlos Martínez y trata –¿podía ser de otra manera?– sobre la violencia que nos carcome como sociedad.

“Mi sola presencia en este lugar invoca a la muerte. Me lo dice esta mujer que llora delante de mí: si no me voy, ella se muere. Estamos en una comunidad marginal en alguna parte de Ilopango. Queda al lado de una carretera principal, pero es invisible en la calurosa selva urbana: un foso donde corren aguas malolientes, muros pintados con spray, casas de…”.

6) Un fin de semana con Pablo Escobar (por Juan José Hoyos) El veterano periodista colombiano Juan José Hoyos reconstruye en este texto sobrio y ameno el fin de semana que pasó en la Hacienda Nápoles, la más preciada de las posesiones de Pablo Escobar, cuando el narcotraficante era diputado suplente. La trascendencia del personaje sin duda ha contribuido a que esta crónica se haya convertido en un clásico del género. El grueso del reporteo se hizo en 1983, pero ese reporteo, esas anotaciones en la libreta, no se concretaron en un reportaje hasta casi dos décadas después.

“Era un sábado de enero de 1983 y hacía calor. En el aire se sentía la humedad de la brisa que venía del río Magdalena. Alrededor de la casa, situada en el centro de la hacienda, había muchos árboles cuyas hojas de color verde oscuro se movían con el viento. De pronto, cuando la luz del sol empezó a desvanecerse, centenares de aves blancas comenzaron a llegar volando por el cielo azul, y caminando por…”.

7 ) El imperio de la Inca (por Daniel Titinger y Marco Avilés) Esta es la historia de cómo la bebida nacional del Perú –a pesar de su color orina y sabor a chicle– plantó cara a la todopoderosa Coca-Cola. Más allá de ser un relato poderoso y entretenido, con la dificultad añadida de haber sido escrito a cuatro manos, el relato sobre la Inka Kola –su trascendencia, su inmortalidad– supone una bofetada a aquellos colegas que conciben

que un periodista solo está perdiendo su tiempo cuando no se comporta como fiscal, procurador o salvapatrias.

“Color orina y sabor a chicle. Él no lo dijo, pero quizá lo pensó. Muchos lo piensan. En abril de 1999, el recién llegado a Lima presidente del directorio de The Coca-Cola Company, M. Douglas Ivester, tuvo que probar en público –para el público– la gaseosa que los peruanos preferían. Entrevista de rigor. La prensa esperaba el trago definitivo. Él no lo dijo, pero quizá lo pensó: la bebida gaseosa más bebida en todo el mundo había sido derrotada…”.

8) El depredador de San Cristóbal (por Sinar Alvarado) En 1999 detuvieron en la capital de Táchira (Venezuela) a Dorancel Vargas, acusado de asesinato y canibalismo, y la prensa lo bautizó como el ‘Comegente’ y el ‘Hannibal de Los Andes’. En su día la historia llenó páginas de diarios y horas de noticieros de radio y televisión, pero fue este impecable texto escrito un lustro después por el periodista venezolano Sinar Alvarado es el que perdura en el tiempo. Como el arriero le dijo a Vicente Fernández, en la crónica lo más importante no es llegar primero, sino saber llegar.

“El aire se vuelve denso; el frío, ineludible; incómoda la banca de concreto. Entonces hay que levantarse y caminar un poco, pues la espera, a medida que se prolonga, atiza la ansiedad. Me encuentro en una comandancia de policía. Ese tipo de lugares donde la desgracia es lo común. Oficiales van y vienen. Órdenes y contraórdenes. Han pasado veinte minutos desde la hora acordada y la siquiatra aún no…”

9) El boxeador de las orejas perfectas (por Santiago Roncagliolo) El peruano Santiago Roncagliolo es otro de los periodistas que ha dado un salto exitoso de la noficción a la ficción, enésimo ejemplo de lo porosas que son las fronteras entre la crónica y los demás géneros literarios. ‘El boxeador de las orejas perfectas’ cuenta la historia de Romerito, quien el 15 de septiembre de 1983 tuvo a todo el Perú pegado al televisor en un mítico combate contra el estadounidense Ray ‘Boom boom’ Mancini por el título mundial en la categoría Peso ligero. Como el buen cine, la crónica bien ejecutada tiene la virtud de moldear –casi inmortalizar– episodios destacados de la intrahistoria.

“El día en que entró en el Madison Square Garden, el boxeador peruano Romerito se encontró con 25.000 norteamericanos que lo insultaban a coro. Para atemorizarlo aún más, el público aullaba el nombre de su rival. O más bien, el apodo, que era más aterrador. El campeón mundial de peso ligero se llamaba Ray Mancini, pero le decían simplemente Boom Boom”.

10) El hombre del telón (por Leila Guerriero) Guerriero es un apellido que no puede faltar cuando se discute sobre crónica. También me refugio en la subjetividad pura y dura para elegir ‘El hombre del telón’ sobre otras obras maestras de esta periodista. Por razones que no viene el caso explicar ahora, yo fui quien eligió el título de esta crónica, y se publicó por primera vez en Séptimo Sentido, el dominical de La Prensa Gráfica. Esta ha sido la excusa para incluirla en el decálogo, pero creo que es uno de sus textos más brillantes que, además de mostrar las interioridades del mítico Teatro Colón, nos deja entrever corruptelas en su remodelación y nos presenta a personajes que logran enamorar al lector. Magia pura.

“Yo, de entre todos los hombres. Yo, nacido en Lota, Chile, un pueblo que fue mina de carbón y ahora es historia. Yo, cincuenta años recién cumplidos en una ciudad al sur del mundo en la que llevo ocho meses y que aún no conozco. Yo, de entre todos los hombres. Yo, que soñaba en Lota con telas exquisitas, y que marché a París, tan joven, para estudiarlas, para vivir con ellas. Yo, las manos hundidas en este terciopelo bordado ochenta años atrás por…”.

Las crónicas coloniales desde América: aproximaciones y nuevos enfoques

Coordinado por Valeria Añón y Clementina Battcock

UN POCO DE HISTORIA En principio, existe acuerdo en que la crónica puede ser caracterizada, en buena medida, como una narración que fija y preserva en papel los hechos históricos que la memoria humana no podría guardar. Su objetivo es permitir, mediante su lectura, que quienes no han atestiguado lo que en ella se describe -sean éstos coetáneos o generaciones futuras- logren enterarse de los sucesos acaecidos en el pasado.1 Ya a partir del siglo XVI, en la corte española se designaba específicamente a un funcionario para escribir la historia de la monarquía: se trataba del cronista o "coronista" real. Desde luego, realizaba su labor por encargo, y su mandato era conservar y enaltecer la memoria de los hechos de los españoles y de la grandeza de la Corona, para lo que se ponía a su disposición toda la documentación administrativa y oficial que resguardaban los profusos archivos reales. En este marco, el contacto con el denominado "Nuevo Mundo" dio lugar al surgimiento y proliferación de multitud de historiadores y cronistas aficionados (soldados, religiosos, funcionarios de diverso rango), cuyo contacto con las realidades americanas los impulsó a tomar la pluma por razones variadas. Algunos escribieron por mandato superior, a fin de informar sobre cuestiones que importaban a la administración y gobierno de los nuevos dominios; sin embargo, en la mayoría de los casos -en especial durante los primeros tiempos- no estaba ausente la fascinación ante lo inédito, ni la necesidad de dejar testimonio de las maravillas y peculiaridades de las tierras recién encontradas. De manera concomitante, la confección de relaciones y crónicas devino una forma de obtener recompensas o beneficios del favor real. De este modo, tanto particulares como miembros de corporaciones (v. gr. la iglesia) elaboraron sus historias (manuscritas o impresas) y buscaron hacerlas llegar al monarca como medio para destacar sus méritos personales. Aunque en este trance corrieron con fortuna desigual, buena parte de la masa documental que produjeron y que llegó a la metrópoli fue utilizada libremente por los cronistas reales. Cabe señalar que en aquel tiempo no existía el concepto de "propiedad intelectual",2 de modo que los cronistas del rey no estaban obligados a dar cuenta de sus fuentes. Sin embargo, gracias a la glosa de numerosos textos y voces (y en particular de aquellos testimonios orales que nunca alcanzaron la letra impresa), las noticias en ellos contenidas llegaron a formar parte de la versión oficial de la historia de América. Manuscritas o impresas, integradas a la crónica real o ignoradas, de mano laica o clerical, estas historias fueron escritas a lo largo de casi trescientos años, y abarcan un amplísimo espectro espacio-temporal y una cantidad incuantificable de materias históricas, por lo que son fuentes primordiales para el conocimiento del mundo americano bajo la dominación de la corona de Castilla. En este marco, es preciso recordar que, en el siglo XVI -como lo había sido en los anteriores y como sería aún en los dos subsecuentes-, en el mundo hispánico el sentido de la historia tuvo una clara marca providencial. Esta inflexión arraigada en el pensamiento agustiniano proponía que el sentido de la historia era la revelación de Dios y la unión con él; así, el devenir de la humanidad consistiría en la historia de la aceptación o el rechazo, es decir, la de la salvación o la perdición, o la lucha entre el bien y el mal. De ahí que las historias fuesen relatos morales y pedagógicos, pues la historia debía instruir y edificar, incitar al bien, además de hacer perdurar la memoria para ejemplo de todas las generaciones, presentes y venideras. Desde este punto de vista, las obras sólo podían caber en dos categorías: fútiles o útiles. En la primera figuraban todas aquellas que eran un mero producto de la imaginación y que, en cuanto eran consideradas fantasiosas, podían caer fácilmente en el error e inducir a él a sus lectores, al ofrecerles ejemplares que se apartasen o contradijesen a los de la ortodoxia católica. En la segunda, en cambio, se encontraban las obras que contribuían a afianzar la fe, a presentar modelos de vida cristiana en todas las esferas sociales y a mostrar las verdades esenciales. Porque la verdad no era necesariamente la adecuación racional de un predicado a los hechos objetivamente apreciados (tal como hoy lo suponemos), sino la aproximación del hombre a la virtud, que es lo que conducía a Dios. En la medida en que Dios y su voluntad eran causa de los sucesos, era lógico que estos relatos históricos pudiesen incluir -y de hecho se esperaba que lo hicieran- acontecimientos prodigiosos, que no eran sino manifestaciones de lo divino en la existencia humana. Muchos de ellos se relacionaban con los orígenes de los pueblos y su desarrollo, y recogían las vidas y hazañas de reyes y jefes militares o líderes, cuyas acciones se proyectaban como paradigmas en el gobierno, la guerra o la vida ordinaria.

De allí que en este dossier que aquí presentamos consideremos, en primer lugar, que en el análisis de las crónicas resulta indispensable restituir el contexto de producción (su dimensión histórica), examinar en detalle las "creencias" de cada escrito (la articulación cultural y material) y apreciar en él el despliegue de un modelo "virtual" (mediante los usos retóricos y formales). La utilización de esta herramienta metodológica revela la complejidad y riqueza de dichos materiales, los cruces entre la tradición, la experiencia personal y los nuevos modos del decir, lo que también permite restablecer el vínculo entre historia y poética, característico de aquellos escritos. Desde luego, existe en ellas un límite impreciso entre la ficción literaria y la historia, al que aludiremos a continuación.

¿HISTORIA O LITERATURA? Desde hace ya más de dos décadas, los estudios coloniales latinoamericanos han vuelto a preguntarse acerca del estatuto histórico o literario de las crónicas de indias, retomando una tradición que se remonta a los grandes críticos literarios e historiadores que repensaron el corpus de indias en la primera parte del siglo XX: Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Ramón iglesia, Mariano Picón-Salas, Mario Alberto Salas, Enrique Anderson Imbert, Juan José Arrom, Edmundo O'Gorman, entre muchos otros...3 Esta inquietud se reavivó también como modo de respuesta al papel periférico que se asignaba a la literatura del continente en el marco de la literatura hispanoamericana. No olvidemos el hecho de que, en buena medida, este corpus de indias ha sido pensado en términos de "génesis" de la discursividad latinoamericana contemporánea, tanto por parte de escritores (Carpentier y Fuentes entre los más destacados) como por la crítica (tempranamente por Alfonso Reyes; desde los años ochenta en adelante por Enrique Pupo Walker y Roberto González Echevarría entre los más destacados).4 En definitiva, se trataba de buscar un "origen" de la literatura y cultura latinoamericana, no afincado en las textualidades del siglo XIX o en un momento tardocolonial, sino en aquellos textos "fundantes" en los que todo parecía posible: las crónicas de conquistadores y soldados, los conmovedores cantares de los guerreros mexicas derrotados. Claro que, como mencionamos más arriba, no se llega a afirmar que estas crónicas sean, en efecto, ficciones, o que entren de lleno en la categoría de "lo literario". Antes bien, se pretende reconocer en ellas procedimientos de "ficcionalización",5 o herramientas de construcción del relato vinculadas a la novela. También se les pone a dialogar con la picaresca, la novela pastoril o sentimental, la épica, los libros de caballerías: tipos textuales con los que estas crónicas conviven porque les son contemporáneos. En suma, el objetivo es identificar filiaciones literarias o mecanismos propios de la literatura para delimitar un corpus fundante, que vuelva la mirada sobre la producción del continente, sin colocarla en situación de inferioridad respecto a la literatura española o europea en general. En el otro polo se encuentra una perspectiva que subraya lo anacrónico y problemático de una búsqueda de elementos novelescos o ficcionales en textos coloniales, cuyo objetivo y forma no fueron literarios, y que simplemente pasaban a ser "documentos fundacionales de la literatura hispanoamericana debido a la necesidad, para cubrir un largo e incómodo vacío literario de la colonia".6 Esta perspectiva propone pensar las crónicas de indias atendiendo en especial a las pautas de una retórica que marcaba con énfasis las características y los límites del discurso histórico. En este desplazamiento, es preciso restituir el contexto de producción y "tomar en cuenta qué 'cree' cada texto que es, cómo se despliega en relación con un modelo virtual".7 A partir de allí se conforma la complejidad (y la riqueza) de estas crónicas, en el cruce entre tradición, experiencia y nuevos modos del decir. Se trata de atender a la dimensión histórica de estos textos, a su articulación material y cultural, sin descuidar los aspectos retóricos y formales. De este modo, se repone el vínculo entre historiografía y poética que signaba los textos de la época, capitalizando, en la lectura, el límite impreciso entre literatura e historia -lo que no quiere decir que sea posible concebir estas crónicas como ficciones o novelas-. De allí que sea posible caracterizar estos textos en relación con sus filiaciones retóricas, entendiendo el término en su doble acepción: como andamiaje y herramienta de construcción de un discurso de acuerdo con modelos determinados, por un lado, y como perspectiva que entiende la discursividad en su modulación persuasiva, por otro. Se comprende, además, la importancia de los paratextos: constituyen el espacio textual donde se juega el establecimiento de una relación, de ciertos modos de comunicación, de un diálogo que suele implicar algún grado de desigualdad o subalternidad. En este marco, reingresa la pregunta por la especificidad del discurso histórico ya que, como bien apunta Hayden White al historiar su propia práctica, la narración no es una forma obligada del discurso histórico (otras posibles son la meditación, el epítome, los anales).8 White despliega entonces otra inflexión que queremos incorporar aquí: se trata de la idea de lo real que la narración pone en escena, del tipo de ordenamiento de los acontecimientos que la trama del relato provee, de las explicaciones y las causalidades. Desde esta perspectiva, un texto histórico es tal, también, en virtud de un deseo de lo real que estaría conjurando cierta angustia de finitud, fugacidad, muerte a las cuales el orden del relato (no del discurso) pondría límite. En esta función de la narratividad como sutura y sentido, como reparación del trauma, se juegan las transformaciones de algunas de nuestras textualidades: desde las probanzas, relaciones geográficas y anales hasta la escritura, reescritura, ampliación, concatenación y sentido que provee el relato histórico en la Historia

verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, la Brevíssima relación de la destruyción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas, la obra de fray Ramón Pané, así como también los textos de Ávila y las denominadas "crónicas mestizas" como la de Santa Cruz Pachacuti Yamqui, todas ellas analizadas en distintos trabajos de este dossier.9 En estas crónicas, la narración histórica sería un modo de aprehender el mundo -la propia experiencia, el pasado, lo singular y lo colectivo-, así como también un modelo para alcanzar cierto espacio en la historia como institución, atendiendo también a intereses específicos. Estas dimensiones coexisten, en tensión, en la escritura como actividad, responsabilidad, reclamo, promesa y legado. Si para la Brevíssima relación y la Historia verdadera es posible afirmar que, al menos en principio, la fuerte presencia del yo estaría asociada a la construcción de nuevos modos de la narración histórica antes que a una voluntad histográfica, no es posible olvidar que estas textualidades se vinculan adrede con ciertas formaciones discursivas, donde disputan un espacio de enunciación y legitimidad, como muy bien muestran las crónicas mestizas. Asimismo y con distinto énfasis entre sí, estas crónicas presentan la dimensión de la escritura de la historia como reparación, como sutura del trauma, y también como espacio textual único para la supervivencia de memorias en constante proceso de desaparición. Esto les confiere cierto ubicuo tono de nostalgia o lamento, en especial en el tratamiento de lo perdido: memorias, pinturas, saberes y también, claro, en cuanto a la pérdida literal de grandes personajes y la destrucción de espacios (palacios, puentes, mercados, ciudades enteras) otrora magníficos, vinculados siempre con la historia de un estrato específico: el de la nobleza indígena. Se íal funcionamiento de la narración en tanto estructura que permite hacer inteligible la experiencia, comprender incluso lo inverosímil, colocándolo en nuevas coordenadas tempo-espaciales occidentales, en nuevas causalidades, más allá de la honda herida de la ruptura cultural y social consecuencia de la Conquista. En todos los casos y en distinta medida, la narración histórica también se presenta como apuesta futura, quizá como utopía: espacio de reunión textual de tradiciones encontradas; también de discusión del legado autóctono y occidental, y de conformación de un locus de enunciación nuevo que permita reconvertir el papel de estas comunidades subalternas en las complejas dimensiones sincrónicas y diacrónicas de la sociedad colonial. Estas escrituras tensan el deseo de lo real hacia el deseo de la utopía, configurando, en el complejo entre lugar de su narrador-cronista, el espacio de la supervivencia. En este dossier nos proponemos, entonces, atender a las distintas dimensiones hasta aquí enunciadas, con contribuciones de especialistas de distintos países (México, Colombia, Argentina, España, Italia), distintas disciplinas (la historia, la literatura, la crítica), distintos corpus. En buena medida, constituye también una actualización de los debates de los años ochenta y noventa, a los que aludimos al comienzo. Si los resultados efectivos de esta revisión en el paradigma de los estudios coloniales hispanoamericanos aún están siendo evaluados, en cualquier caso entendemos que abrieron la puerta a una concepción mucho más compleja y densa de este corpus cronístico, desde una perspectiva diacrónica y comparativa, que entrecruce las herramientas de la historia y la literatura. Esta es la propuesta (y la apuesta) que presentamos aquí.

La historia de las máquinas de escribir de Gabo POR DANIEL SAMPER PIZANO García Márquez no fuma: pero en el aviso aparecía una pipa. Ni escribe “había” con errores ortográficos: pero en el aviso la frase era muy clara: “el General Victorio Medina ya havía sido fusilado”. Ni escribiría nunca “acanpavan” por “acampaban”: pero en el aviso los hombres del coronel Aureliano Buendía conjugaban el verbo con ene y ve chiquita. García Márquez, finalmente no ha escrito nunca en una máquina brasileña, ni mucho menos en una Remington, pero el texto del aviso anunciaba alegremente: “García Márquez pode estar escrevendo numa máquina brasileira e não sabe”. “Lo que los anunciadores no sabían –observó García Márquez al conocer la propaganda– era que yo podía estar leyendo este aviso”. Y como nadie le había consultado el uso de su nombre, ni nadie le pagó derechos por utilizarlo, García Márquez se sentó ante una máquina Smith Corona y escribió un poder a una firma de abogados brasileños para que demandaran a la Remington.

Así empezó la guerra de las máquinas, que por ahora no ha tenido final, ya que la Remington argumentó que el responsable del aviso era la agencia de publicidad y la agencia de publicidad resultó tener entre los craneadores del texto a un grupo de jóvenes de izquierda admiradores de García Márquez. El origen del problema fue una propaganda de una página entera aparecida en la revista “Visão” (la “Visión” brasileña) donde la orgullosa empresa fabricante de la máquina revelaba a los lectores que las Remington del Brasil están siendo exportadas “para tudo quanto é canto do mundo, especialmente para os países de América Latina”. Y agregaba: “Por isso, um escritor como Gabriel García Márquez, colombiano, que vive em Barcelona, pode estar escrevendo numa máquina brasileira e não sabe”. Pero García Márquez no sólo no vive en Barcelona desde hace varios años, sino que está seguro de que la máquina en que escribe no es brasileña. Porque si hay alguien en el mundo que tiene presente la biografía de sus máquinas de escribir, ese es García Márquez. Una víctima anónima del bogotazo La primera que tuvo se la regaló el papá cuando Gabo estudiaba bachillerato en medio de la bruma zipaquireña. Era una Remington portátil (pero no brasileña), donde escribió sus primeros cuentos. Terminado el colegio, Gabo y la máquina se trasladaron a una pensión en la carrera octava de Bogotá, donde, en un momento de acoso, resolvió empeñarla. El 9 de abril de 1948, mientras el centro de la ciudad era un fogón enorme, García Márquez se acordó de la máquina y, desafiando a los francotiradores, corrió a la prendería con intenciones de rescatarla. Pero cuando llegó ya era tarde. En medio de las cenizas del montepío alcanzaban a verse apenas las teclas retorcidas de la máquina. Después, como en las historias de amor y decepción, vino una larga lista de máquinas anónimas, de las que se encontraba en la redacción de los periódicos y le ofrecían desvergonzadamente sus teclas dentro de unas horas o días. Pero ya se sabe que de estos excesos no queda nada distinto a un sabor amargo en los dedos, así que, cuando mediaba el decenio del 50, Gabo se fue a París, más sin máquina que nunca. Plinio Mendoza le vendió allí una máquina gozque, sin marca conocida, que perdió la letra d al cabo de dos o tres reportajes. García Márquez se las arregló para corregir el defecto con una operación de chuzoterapia consistente en teclear la ccuando necesitaba la d y agregar luego a mano el palito a la c a fin de que pareciera d. Así dio a luz el texto original de “El coronel no tiene quien le escriba”. La alemana desaparecida Un año después, en 1956, Mendoza reconoció que lo había estafado y le cambió la máquina desmueletada por una portátil, que Gabo usó hasta 1958, cuando viajó a Caracas y apareció su legitima dueña. Segunda estafa. Era Consuelo Mendoza, hermana de Plinio, a quien éste había despojado arteramente de la máquina. Más tarde, Consuelo quiso hacer carrera como cuentista pero, para su estupor tocano, la misma máquina que escribió “El coronel” se negó a fajarse un solo cuento bajo las

órdenes suyas. Desencantada, Consuelo se lanzó al desenfreno periodístico y se dice que terminó siendo editora de una “oscura” revista en Bogotá.* Para entonces García Márquez pensaba regresar a su tierra y no quiso hacerlo sin máquina nueva. Averiguó en Caracas cuál era la más resistente que se podía comprar con bolívares y le dijeron que una alemana de marca Torpedo. Gabo hizo el negocio a plazos y, cuando apenas había cancelado la segunda cuota, se voló para Colombia. Esta, la cuarta máquina de su vida, resistió varios cuentos, el relato de “Los funerales de la Mama Grande” y los capítulos iniciales de “Cien años de soledad”. En 1964, cinco años después, resolvió que la Torpedo se había ganado la jubilación. Rodrigo, el hijo mayor de Gabo y Mercedes Barcha, se encargó de guardarla. Sería la primera pieza del Museo García Márquez. La Torpedo residió en Barcelona por algún tiempo y luego se trasladó a México, donde el curador la colocó encima de una mesa. “Yo le decía a Rodrigo todas las noches: quita esa máquina de ahí, que se la van a robar”, explica García Márquez. Los viejos soldados no mueren: se desvanecen. Las viejas máquinas no se oxidan: se las roban. Así pasó con la Torpedo, que se fue una noche de 1975, junto con las cosas de plata de Mercedes, entre el talego de un ladrón mejicano, ándale, manito… En la era biónica Su primera máquina eléctrica fue una Smith Corona que compró en 1964 en México. Para un hombre nacido en Aracataca ya es bastante fuente de considerable admiración manejar un pequeño piano con teclado de letras; de modo que encontrarse con una máquina que se devolvía sola, correteaba el espaciador con sólo oprimirlo de seguido y producía originales de pareja nitidez, fue definitivamente un milagro. En alguna ocasión, Gabo declaró que él no tenía necesidad de pensar nada. La máquina eléctrica escribía por él. Con ella llevó a extremos una vocación perfeccionista que siempre había tenido. García Márquez sólo da por terminada la jornada diaria cuando, tras haber corregido el texto varias veces, saca en limpio, sin un solo error mecanográfico, unas cuartillas que enorgullecerían a la más aventajada secretaria de la Escuela Remington Camargo. En esa Smith Corona terminó “Cien años de soledad”. En 1967, cuando vino a España, la dejó al cuidado de Álvaro Mutis en ciudad de México y compró en Barcelona otra de enchufar. Fue su sexta máquina de escribir, donde terminó “La cándida Eréndira” y “El otoño del patriarca”. Este último hecho seguramente hará pensar a muchos que la máquina tenía dañada la puntuación. Puede ser cierto. García Márquez no ha comentado nada al respecto. Durante su estadía en Londres a lo largo de la cual pretendió domar la rebeldía de su lengua costeña con rígidos ejercicios de inglés, la máquina española acompañó a los García Márquez. Necesitaba un transformador más grande que ella, por lo cual se hizo indispensable la presencia de Rodrigo, quien se encargaba de trastearla en varios tiempos. A la larga, Rodrigo se quedó con ella y Gabo acabó comprando en México un aparataje de cinta encasetada que no funcionó ni un solo día. Cuando el mecánico fue

a hacerle la primera revisión, preguntó si la máquina se había caído de un segundo piso. Mercedes la está vendiendo y no encuentra quién se la compre. Pese a todo, el autor de “Cien años de soledad” resolvió insistir en las máquinas de cassette. La segunda le salió excelente. Ya no se pintaba los dedos cuando se enredaban los tipos ni había que devolver el carretel a mano. La adquirió en Panamá y le sacó pieza en Bogotá desde hace dos años. En ella escribió el poder a los abogados para que demandaran a los autores del aviso según el cual él podía “estar escrevendo numa máquina brasileira e não sabe”. Gabo pensó que esa sería su máquina definitiva, hasta que un día del año pasado caminó frente a la vitrina de un almacén en Washington y se encontró con la máquina más linda que sus ojos habían visto jamás. Hipnotizado, entregó los 280 dólares y ordenó que le recambiaran el teclado a español, a fin de incorporar la ñ sin la cual no habría podido escribir “Cien años de soledad” ni “El otoño del patriarca”. Pero esta máquina, la bella, por poco tiene un terrible final. Después de haber viajado de Washington a Panamá y de allí en el avión de Hugo Torrijos a Cartagena, la máquina se perdió. No se sabe dónde: en el avión, en el aeropuerto, en la base aérea de Panamá. Gabo armó un escándalo, el país vecino se conmocionó, la torre de control se ocupó del asunto, la seguridad estuvo buscándola sin éxito. Hasta que tan sigilosamente como había desaparecido, esta máquina, la bella, apareció. Happy end. En cambio, el final del pleito del aviso en “Visão” aún no se ha producido. Hoy cuando escribo en mi Olympia semi-portátil acerca de la propaganda de la Remington en que utilizan sin permiso el nombre de García Márquez, éste se encuentra en el Brasil. Allí le darían alguna razón sobre su demanda. De modo que en este momento García Márquez puede estar ganando un pleito brasileño y ya lo sabe. *(Nota del editor) Consuelo Mendoza fue directora de la Revista Diners entre 1967 y 1994.

Un largo viaje hacia la noche bogotana, por Mario Mendoza POR MARIO MENDOZA

El premiado autor de Satanás es el escritor que mejor conoce los bajos fondos de la noche bogotana. Autor de novelas negras, rastreador de la ciudad sórdida, en exclusiva para la Revista Diners emprendió una travesía a la entraña de la capital. Jornada de hallazgos y asombros.

4:00 p.m. Salimos de la estación de policía que queda en la avenida Caracas con la calle Sexta. Estamos en una patrulla especial que nos asignaron gentilmente algunas directivas de la institución. En la parte delantera van el conductor y el coronel que está a cargo de acompañarnos durante las doce horas que durará nuestro recorrido, en el medio estamos Mauricio (con sus cámaras de fotografía, sus rollos y sus lentes especiales) y yo, y en la parte de atrás viaja un escolta cuya misión es protegernos en caso de emergencia. La idea es adentrarnos en la noche bogotana y registrar los múltiples sucesos que se vayan presentando. Sabemos bien que la ciudad no está funcionando a tope, que no es quincena, pero aun así hemos decidido tomarle la temperatura a este monstruo caótico y desenfrenado.

La camioneta rueda por la avenida Caracas hacia el sur. Nos dirigimos a Usme a cubrir un caso de posesión de bazuco, bolívares y municiones. El tráfico nos permite avanzar con agilidad hasta el barrio Las Lomas, en los alrededores de la calle Cuarenta sur. De ahí en adelante el trancón se hace pesado y nos cuesta trabajo proseguir. Pasamos la Picota y la Escuela de Artillería, y al fin logramos llegar a la estación de policía donde están los detenidos. Se trata de un hombre joven con bigote y patillas, una muchacha voluptuosa con el cabello teñido de rubio que dice ser su novia, y la madre de la chica, una mujer robusta que mira de reojo y con cierta agresividad. Sobre una mesa los agentes han ordenado 730 papeletas de bazuco, 110.000 bolívares, 405.800 pesos colombianos y varias municiones para una pistola 7.60. Todo eso lo han encontrado encaletado en las puertas y en los asientos de un auto que está estacionado a pocos metros de distancia. La situación no deja de ser extraña para mí, pues nadie sabe que yo soy en realidad un escritor usurpando el papel de reportero. Muchas veces he descendido a los infiernos de la ciudad en busca de material para mis libros, pero han sido expediciones silenciosas y anónimas en las que yo no soy más que un testigo atento que memoriza el horror para después contarlo. Sin embargo, nunca he estado en estas circunstancias, con una libreta en la mano haciendo preguntas de manera descarada a unos seres tristes y nerviosos que me responden con la mirada baja y las muñecas esposadas. Me cuesta un poco de trabajo demostrar aplomo. Me doy cuenta de que Mauricio, el fotógrafo, tiene más cancha que yo, y que se mueve como un profesional disparando su cámara una y otra vez. Al cabo de unos minutos descubro a una niña de unos ocho años en una esquina del patio. Está asustada y tiene los ojos inyectados en sangre, como si hubiera llorado durante un largo tiempo. Un agente me informa que ella iba entre el carro pero que no tiene ninguna relación con los detenidos. Es hija de una vecina del hombre que iba conduciendo. Afirma ser venezolana y dice que su madre está en las oficinas mostrando la documentación correspondiente para sacarla de la estación. De repente la tarde se detiene yo me quedo suspendido en ese rostro infantil atravesado por el temor, en esa voz aguda que pregunta con ingenuidad a unos adultos que se mueven de un lado para otro ocupados en sus asuntos: ¿Qué van a hacer conmigo? La frase resuena en mi cerebro como si fuera el grito común de una multitud de niños atrapados en medio de una miseria que les niega las más mínimas condiciones para estudiar y desarrollar sus talentos, una miseria que desafortunadamente está muy cerca de la correccional de menores y después de la cárcel. Me despido de la chiquita con una gentileza inútil que me hace sentir aún peor. 6:00 p.m. Vamos por la avenida Boyacá hacia el norte. Reportan por radio dos casos simultáneos: un guerrillero con quemaduras de tercer grado que acaban de internar en

el hospital Simón Bolívar, y el desmantelamiento de un laboratorio de medicamentos falsos en el occidente de la ciudad. Suponemos que el herido estará en Cuidados Intensivos y que será imposible lograr una entrevista con él. Decidimos acudir al segundo caso. En pocos minutos llegamos a la calle Séptima con carrera Ochenta y Cuatro. Es un callejón sin pavimentar al lado de grandes potreros baldíos. Los vecinos ya están curioseando al lado de las patrullas que han llegado antes que nosotros. La tarde se hunde en colores intensos que dan paso a una noche fría y despejada que poco a poco se apodera de la sabana. El alumbrado público ya está encendido. Nos bajamos del carro y noto que el escolta está siempre a nuestro lado. Traspasamos un portón metálico y dentro, iluminadas por bombillas agónicas, hay unas mesas de madera que recuerdan quizás una antigua carpintería. Por todas partes hay cajas llenas de frascos de vidrio y envases plásticos. Descubrimos unas pastillas de colores y un polvo blanco regado sobre una de las mesas. Revisando con detenimiento el lugar nos vamos tropezando con etiquetas falsas de complementos vitamínicos, tónicos capilares y sustancias para detener el envejecimiento: potencializadores, vitacerebrina, ginseng, hemoglobin, reactivan, embriones de pato, etcétera. Las etiquetas están en inglés, en francés e incluso varias de ellas tienen signos orientales y anuncian en un rincón: Made in Korea. El coronel me señala unas canecas que despiden un olor nauseabundo. Me acerco y un agente remueve con un palo un líquido espeso cuya fetidez nos da ganas de vomitar. Las condiciones higiénicas no pueden ser peores. Sobre un estante hay unas quince o veinte botellas llenas con el brebaje. Recostado contra una pared está el conductor al que atraparon con las cajas y los frascos en su carro. Alega que lo contrataron para llevar la mercancía al centro de la ciudad, pero que no sabe nada sobre el lugar ni sobre los verdaderos responsables (los cuales se volaron antes de que llegara la policía). Nos ruega que no lo mencionemos en el reportaje y que por favor no fotografiemos su auto. Cuando salimos de la bodega están llegando los noticieros de televisión a cubrir el hecho. El chofer no sabe dónde esconderse. 7:00 p.m. Visitamos el Centro Automático de Despacho (CAD) que es el cerebro de la seguridad de la ciudad. Es una sala amplia en la que trabajan sesenta personas en cada turno de seis horas. Están sentadas frente a los computadores recibiendo las llamadas y atendiendo los distintos casos que se presentan. El director nos explica que hay 133 cámaras vigilando la ciudad, y que en abril ampliarán la red a 233 cámaras. En una pared, en efecto, se ven las pantallas registrando puntos estratégicos. Mientras caminamos por los corredores escucho un sinnúmero de voces hablando por teléfono y escribiendo con frenesí en los teclados de los computadores. Nos detenemos en uno de los cubículos y preguntamos de qué se trata la llamada actual. El joven encargado nos explica que una señora amenazó con lanzarse al vacío desde un edificio de Chapinero, y cuando la patrulla llegó y entró al apartamento la mujer estaba en el piso con las muñecas cortadas y la mirada perdida en el vacío. Me digo

mentalmente que el reportaje es posible hacerlo desde esta sala sin moverse, viajando de computador en computador y rastreando los acontecimientos más sobresalientes. El director me saca de mis cavilaciones y me informa que también tienen una red de apoyo con las empresas de vigilancia privada y con doce compañías de taxis que suman 35.000 carros de servicio público patrullando la ciudad las veinticuatro horas del día. Imagino los miles de ojos de los policías, las cámaras del CAD, las cámaras de los almacenes, los centros comerciales, las oficinas y los bancos, los ojos de los informantes, de los celadores y los 70.000 ojos de los taxistas desplazándose de calle en calle, y tomo conciencia de que cada vez es más difícil estar solo y ausente. 7:30 p.m. Nos detenemos unos minutos para comer. Cruzamos algunas palabras sobre nuestras vidas privadas. Me entero de que el coronel lleva veinticinco años en la institución, de que está casado y con hijos, y nos confiesa también que muy pronto lo trasladarán a Popayán. Valoro mucho estos minutos íntimos que me permiten intuir al hombre que está detrás del uniforme. 8:00 p.m. Escuchamos por radio el reporte de dos casos de paseos millonarios (pasajeros capturados en taxis para robarles el dinero de sus tarjetas en distintos cajeros automáticos), la extraña captura de una mujer y su posterior devolución, y el traslado de una niña recién abandonada al hospital de la Misericordia. Optamos por dirigirnos al hospital y subimos por la calle Tercera hasta vislumbrar allá al fondo la avenida Caracas. El sitio está tranquilo y no se respira el ambiente sórdido característico de estos lugares en las horas de la noche. Nos informan que, en efecto, la niña se encuentra al fondo al cuidado de un par de enfermeras que la están revisando. Cuando llegamos a la habitación hay una lámpara potente sobre el cuerpo de la pequeña, dos enfermeras a un lado de la cama y dos agentes de la policía al otro. Pregunto qué pasó con la niña. Uno de los agentes me cuenta que la dejaron en la calle Veintidós con la carrera Octava en una bolsa de basura negra. Estaba bien abrigada y a un costado había un paquete de pañales desechables. Los vecinos escucharon llorar a la bolsa de basura y llamaron al 112. La patrulla la trasladó de inmediato al hospital. Las enfermeras y un médico que acaba de llegar aseguran que la niña tiene tres o cuatro días de nacida. Las plantas de sus pies demuestran que fue registrada en un hospital en el momento de nacer, lo cual hace suponer que es posible hallar a la madre. Cierro los ojos por un segundo y veo a una joven desesperada, con ojeras, respirando con dificultad y colocando la bolsa de basura contra la pared y alejándose a toda prisa por la carrera Octava hacia la avenida Diecinueve. Abro los ojos y el médico, los agentes, las enfermeras y Mauricio celebran la buena salud de la niña.

La verdad es que nos parece el triunfo de la vida sobre la angustia, la violencia y la muerte. Es la nota positiva de la noche, la dosis de esperanza en medio de la crueldad de la ciudad. 9:20 p.m. Atravesamos el centro, Chapinero y parte de la Zona Rosa, y nos detenemos en la calle Ochenta y Uno con la carrera Novena. Acaban de asesinar en una pizzería a un funcionario de la embajada del Perú. El sitio está lleno de agentes de policía, detectives del DAS y los primeros representantes de la Fiscalía que dan la orden de acordonar el restaurante. Sólo dejan entrar a los familiares y amigos más cercanos de los implicados. Algunos de los testigos son interrogados y dan su versión de lo ocurrido. Intentamos con Mauricio cruzar los cordones de seguridad para conseguir información de primera mano, pero es imposible, los agentes mantienen a la prensa lejos del lugar de los hechos. Ciertos rumores que escuchamos hablan de dos crímenes: el del funcionario de la embajada y el del propio sicario que lo asesinó. Un desconocido dice que apenas mataron al primer hombre se levantó una pareja de una de las mesas, disparó sobre el sicario y desapareció con las armas homicidas sin dejar rastros. No logramos confirmar esa versión. No deja de sorprenderme tanto sigilo y tanta cautela en este caso. Si el hombre hubiera sido un albañil es seguro que no existiría ningún misterio. Pero como pasa siempre en las esferas del poder, la información navega entre tinieblas, difusa, apenas perceptible. 10:10 p.m. Llegamos a la estación de policía de Germania. Se va a hacer un operativo en discotecas, bares y prostíbulos a lo largo de la avenida Diecinueve y en el barrio Santa Fe. El objetivo principal es revisar si hay menores de edad violando la ley. Varios hombres y mujeres suben a un bus y se preparan para la acción. Nosotros los seguimos en la camioneta. Las primeras requisas se efectúan en discotecas sórdidas, a media luz, entre una clientela embrutecida por el alcohol que se esconde en unas cabinas de madera, se arregla la ropa e intenta componer su apariencia con prontitud. La cámara de Mauricio los pone nerviosos. No hay detenidos. Bajamos al barrio Santa Fe y entramos a un burdel miserable que opera en una casa vieja típica del sector. Una oleada de recuerdos me llega de pronto y me corta el aliento. Muchos de mis cuentos y mis novelas se mueven en lugares como éste, es un ambiente que conozco y que me es familiar. No me sorprendería incluso que alguien me reconociera. Una tristeza descomunal me embarga y me deja inmóvil en la entrada. El olor de los licores, del cigarrillo, de los baños mal lavados y sin desinfectar, y de los perfumes baratos de las muchachas que trabajan en el establecimiento con sus ropas modestas y sus ojos de lechuza, se mezclan en un aroma funesto que me trae a la memoria escenas de mis libros.

Me quedo en el corredor y sé perfectamente lo que me espera allá, entre las mesas de los clientes, en la pista de baile, en los cuartos estrechos donde las fragancias con que trapean los pisos se mezclan con el humo de ese incienso que venden en los buses por unas pocas monedas. Estoy seguro de que cada chica que se insinúa en la oscuridad carga detrás una historia trágica, una serie de atropellos, orfandad, desplazamiento forzado, segregación social. Esta vez los aparatos de Mauricio generan protestas y gritos de rabia. Es evidente que muchas de ellas tienen un hogar, unos hijos o unos conocidos que no saben nada de esas vidas dobles que les permiten ganar algún dinero para mantener a los suyos. Y los clientes intentan también proteger su identidad. Se avergüenzan de sólo imaginar que sus familiares o sus amigos se enteren de los establecimientos que frecuentan. Dos cuadras más arriba visitamos otro negocio. Es más lujoso y las muchachas son más bonitas y llevan ropa de marca y a la moda. Pero la atmósfera es la misma y prefiero quedarme en la entrada. No hay menores de edad ni entre las mujeres ni entre la clientela. Esta vez, gracias al escolta que nos custodia y que no nos abandona un solo segundo, Mauricio se salva de ser agredido por los individuos de seguridad del local. Al fin salimos a la calle y llenó los pulmones con bocanadas de aire frío que me refrescan el cuerpo entero. 12:10 p.m. Asistimos en Galerías a una serie de controles llevados a cabo por la policía del BASC (Bogotá en Acción). Son varias patrullas que llegan en segundos a un sector y recuperan el espacio público, piden documentos y controlan en general toda la zona. Se mueven por un principio que les ha dado excelentes resultados: a máxima acción policial, mínima reacción. Decenas de agentes se mueven de aquí para allá “barriendo” las calles poco a poco. La sensación que dan a los ciudadanos los hombres del BOACC es de completa seguridad. La gente se siente protegida y en consecuencia más tranquila, a gusto, varios transeúntes incluso comentan y celebran la presencia de la policía. Sin embargo, nunca faltan los borrachos mintiendo, negando el estado lamentable en el que se encuentran, justificándose. Nos tropezamos incluso con un ex concejal de Bogotá armado y borracho que anda de rumba con dos amigos costeños. Le encuentran una pistola y municiones entre los bolsillos. El tipo intenta salirse con la suya, presionar, darse aires de importancia personal, nombrar generales y políticos conocidos suyos, pero los agentes se mantienen firmes y le decomisan el arma momentáneamente. Le explican que debe llenar unos formularios para recuperarla. El ex concejal se molesta y sigue con su perorata sin que nadie je haga caso. Es la clase política que tanto intentamos cambiar en este país y nada que lo logramos. 1:00 a.m. Presenciamos a los hombres del CEAT (Cuerpo Especial Armado Antiterrorista) custodiando las goteras de Bogotá en Ciudad Bolívar. Acompañamos a este grupo de once agentes fuertemente armados (pistolas, fusiles, chalecos antibalas, granadas, proveedores, radios celulares) a patrullar en los alrededores del CAI de Vista Hermosa.

Llaman la atención la rapidez y la contundencia de estos hombres. Entramos en una taberna pequeña y oscura a pedir documentos de identidad, y la forma como se ubican y la agilidad de sus movimientos no deja de cautivarnos. Por fortuna es una noche tranquila y no hay sospechosos ni enfrentamientos de ninguna clase. 1:45 a.m. Saliendo de Ciudad Bolívar nos tropezamos con dos muchachos heridos, con la cabeza rota y sin zapatos que acaban de ser atracados. Aún están bajo el efecto de los nervios y el miedo. 2:00 a.m. Durante dos horas vamos de sur a norte observando los distintos retenes de la policía. El comportamiento de los borrachos es repetitivo y monótono: niegan siempre la embriaguez, alegan, amenazan, intentan por todos los medios impedir que se les lleven sus carros a los patios. Parecen niños tercos y malcriados. En la carrera Quince con la calle Noventa y Siete es aún peor: los jóvenes adinerados que acaban de salir de bares y discotecas consideran a los agentes individuos de menor clase social, y en consecuencia los tratan mal y los insultan. La policía les hace el examen de alcoholemia y si salen positivos les explican que todo es por su bien, los educa, les recuerda que la institución tiene un servicio que consiste en agentes que llegan al lugar, conducen los autos para evitar accidentes y dejan al ciudadano sano y salvo en su casa. Da igual, nadie entiende y las pataletas continúan. 4:00 a.m. Después de haber recorrido 330 kilómetros por toda la ciudad, me despido del coronel y la patrulla me deja en mi casa. Estoy rendido de cansancio. Salgo a la terraza del apartamento un par de minutos, recuerdo una vieja serie de televisión y antes de irme a la cama me digo a mí mismo en voz alta: Descansa, Bogotá, donde quiera que estés. .

Popol Vuh. Libro americano que recoge una recopilación de varias leyendas provenientes de los diversos grupos étnicos que habitaron la tierra Quiché, (Guatemala). Para los Quichés de Guatemala, hombres del bosque o de los magueyes, el Popol Vuh es una Biblia. La región Maya comprende de Honduras hasta tehuantepec, al sur de México; Yucatán y Guatemala. Del preclásico, en el siglo IV a.c. De manera política, existía un rey que era un sacerdote o un jefe militar; él, tomaba las decisiones del pueblo. En la población había rangos según el cargo que ocuparan. La economía de los mayas, se basó principalmente en el comercio y la Agricultura. Y en ella, principalmente el Maíz. Ediciones. Esta obra no tiene un autor definido ya que fue una traducción y recopilación por diferentes personas, fue descubierta por Francisco Jiménez quien encontró el original en un convento, la primera y segunda traducción fue hecha por el guatemalteco Padre Ximénez, en 1861 se hizo una traducción al francés por el abate Charles Etienne Brasseur de Bourgourg, basándose en la original en Quiché y la del P. Ximénez; en 1913 se realizó una traducción al alemán por Noah Elieser Pohorilles quien también publicó en 1925 otra versión en francés; en el año de 1927 se editó una versión realizada por J. Antonio Villacorta y Flavio Rodas aunque ésta contiene algunos errores en los nombres de los dioses, pero la versión más confiable es la hecha en 1947 por Adrián Recinos. Estructura. Tiene un estilo narrativo, el Popol Vuh es un libro de historias que quiere explicar el origen del hombre, de una manera mística y fantasiosa. En general la obra es de un género mitológico y religioso. Personajes               

TEPEU: Dios creador fuerte y poderoso GUCUMATZ: Dios creador fuerte y poderoso. HURAKAN: Dios creador fuerte y poderoso BALAM QUITZE: Además de ser el que guaba a los pueblos, uno de los primeros hombres, inteligente, fuerte, dedicado, agradecido y considerado. BALAM ACAB: Podía hablar con Tojil uno de los dioses más importante para ellos uno de los primeros hombres, inteligente, fuerte, dedicado, agradecido y considerado. MAHUCUTAH: Uno de los primeros hombres, inteligente, fuerte, dedicado, agradecido y considerado. IQUI BALAM: Uno de los primeros hombres, inteligente, fuerte, dedicado, agradecido y considerado. TOJIL: Dios principal ya que fue el que les dio el fuego. HUNANPÚ: Uno de los hermanos Ahpú, bueno y noble HUNANPÚ: Uno de los gemelos, inteligente, poderoso, dominaba todas las artes ocultas. IXBALANQUE: Uno de los gemelos, inteligente, poderoso, dominaba todas las artes ocultas. IXBALANQUE: Uno de los hermanos Ahpú, bueno y noble IXQUIC: Madre de los gemelos, virgen y pura los concibió gracias a los espíritus de los Ahpú HUNBATZ: Hermano de los gemelos, hijo también de uno de los Ahpú, malo y envidioso HUNCHOUÉN: Hermano de los gemelos, hijo también de uno de los Ahpú, malo y envidioso

     

VUCUB CAQUIX: Hombre prepotente, engañoso, vanidoso, sentía que su poder era igual o mayor que el de los mismos dioses. ZIPZCNÁ: Hijo de Vucub Caquix, igual de vanidoso, antipático y mentiroso, además creía que era el hombre más fuerte del mundo. CAPRAKÁN: Hijo de Vucub Caquix, igual de vanidoso, antipático y mentiroso además de creer que podía sacar luz de los montes. HUN CAMÉ: Señor de Xibalbá, malo, despiadado VUCUB CAMÉ: Señor de Xibalbá, malo, despiadado, cruel, le gustaba torturar a la gente IXMUCANÉ: Señor de Xibalbá, malo, despiadado, cruel, le gustaba hacer a la gente, injusto, prepotente, corrupto y convenenciero. Características

   

Presencia de mitos cosmogónicos. El mito de la creación del hombre es la razón de ser de la creación porque su esencia es perpetuar a la especie. Creencia en muchos dioses. Lenguaje sencillo,elegante y descriptivo.

Trascendencia Histórica. Es una de las máximas representaciones de la Literatura latinoamericana, específicamente de la cultura maya, se considera como una eminencia de gran importancia cultural por parte de las civilizaciones indígenas maya. El legado histórico del Popol Vuh tiene un valor incalculable, debido a la amplia gama de conocimientos plasmados en esta obra, con respecto a diversos aspectos del mundo maya y sus costumbres. Primera Parte Capítulo Primero Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucum. El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo es ChipiCaculhá. El tercero es Raxá-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo. Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento. -- ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: -- ¡Tierra! - dijeron, y al instante fue hecha. Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie. Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo : -- ¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, RaxáCaculhá! -- Nuestra obra, nuestra creación será terminada -- contestaron. Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas. Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua. De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación. Capítulo II Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, cantiles [víboras], guardianes

de los bejucos. Y dijeron los Progenitores: -- ¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien los guarde. Así dijeron cuando meditaron y hablaron en seguida. Al punto fueron creados los venados y las aves. En seguida les repartieron sus moradas a los venados y a las aves. -- Tú, venado, dormirás en la vega de los ríos y en los barrancos. Aquí estarás entre la maleza, entre las hierbas; en el bosque os multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os sostendréis-- . Y así como se dijo, se hizo. Luego designaron también su morada a los pájaros pequeños y a las aves mayores: -- Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los árboles y los bejucos, allí haréis vuestros nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis en las ramas de los árboles y de los bejucos --. Así les fue dicho a los venados y a los pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y todos tomaron sus habitaciones y sus nidos. De esta manera los Progenitores les dieron sus habitaciones a los animales de la tierra. Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y el Formador y los Progenitores: -- Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra especie, según la variedad de cada uno -- . Así les fue dicho a los venados, los pájaros, leones, tigres y serpientes. -- Decid, pues, vuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, ChipiCalculhá, RaxaCalculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, el Creador, el Formador, los Progenitores; hablad, invocadnos, adoradnos! -- les dijeron. Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban y gramaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno gritaba de manera diferente. Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que hablaran, se dijeron entre sí: -- No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien --, dijeron entre sí los Progenitores. Entonces se les dijo: -- Seréis cambiados porque no se ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento, vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros [seres] que sean obedientes. Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será. Esta será vuestra suerte--. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales pequeños y grandes que hay sobre la faz de la tierra. Luego quisieron probar suerte nuevamente; quisieron hacer otra tentativa y quisieron probar de nuevo a que los adoraran. Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por esta razón fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados los animales que existen sobre la faz de la tierra. Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores. -- ¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora; ¡hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos. Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten -- . Así dijeron. Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron el segundo intento de hombre; En éste forman una criatura de lodo, pero ésta se disuelve al mojarse. En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres eran Ixpiyacoc e Ixmucané. Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al agorero, al formador, que son los adivinos: -- Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros. -- Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga. -- Dad a conocer vuestra naturaleza, Hunaphú-Vuch, Hunahpú-Utiú, dos veces madre, dos veces padre, Nim-Ac, Nimá-Tziís, el Señor de la esmeralda, el joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos platos, el Señor de la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro Toltecat, la abuela del sol, la abuela del alba, que así seréis llamados por nuestras obras y nuestras criaturas. -- Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera--. Así les fue dicho a los adivinos. A continuación, vino la adivinación, la echada de la suerte con el maíz y el tzité. ¡Suerte! ¡Criatura!, les dijeron entonces una vieja y un viejo. Y este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y la vieja era la adivina, la formadora, que se llamaba Chiracán Ixmucané. Y comenzando la adivinación, dijeron así: -- ¡Juntaos, acoplaos! ¡Hablad, que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la madera y que sea labrada por el Creador y el Formador, y si éste [el hombre de madera] es el que nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando amanezca! Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura; ¡uníos, ayuntaos! les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. ¡Ven a sacrificar aquí, Corazón del Cielo; no castiguéis a Tepeu y Gucumatz! Entonces hablaron y dijeron la verdad : -- Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán vuestros

muñecos hechos de madera, hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra. -- ¡Así sea! -- contestaron, cuando hablaron. Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos. Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra. Capítulo III En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo. De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la mujer. Estos materiales quisieron el Creador y el Formador que entraran en su composición. Pero no pensaban, no hablaban con su Creador, su Formador, que los habían hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach llegó y les vació los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza; y vino Cotzbalam y les devoró las carnes. El Tucumbalam llegó también y les quebró y magulló los huesos y los nervios, les molió y desmoronó los huesos. Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre, ni en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán. Y por este motivo se obscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día, una lluvia de noche. Llegaron entonces los animales pequenos, los animales grandes, y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las caras. -- Mucho mal nos hacíais; nos comíais, y nosotros ahora os morderemos -- les dijeron sus perros y sus aves de corral. Y las piedras de moler: -- Eramos atormentadas por vosotros; cada día, cada día, de noche, al amanecer, todo el tiempo hacían holi, holi, huqui, huqui nuestras caras, a causa de vosotros. Este era el tributo que os pagábamos. Pero ahora que habéis dejado de ser hombres probaréis nuestras fuerzas. Moleremos y reduciremos a polvo vuestras carnes, les dijeron sus piedras de moler. Y he aquí que sus perros hablaron y les dijeron : -- ¿Por qué no nos dabais nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojabais de vuestro lado y nos echabais fuera. Siempre teníais listo un palo para pegarnos mientras comíais. Así era como nos tratabais. Nosotros no podíamos hablar. Quizás no os diéramos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionabais, por qué no pensabais en vosotros mismos? Ahora nosotros os destruiremos, ahora probaréis vosotros los dientes que hay en nuestra boca: os devoraremos, dijeron los perros, y luego les destrozaron las caras. Y a su vez sus comales, sus ollas les hablaron así : -- Dolor y sufrimiento nos causabais. Nuestra boca y nuestras caras estaban tiznadas, siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos -- dijeron sus ollas, y todos les destrozaron las caras. Las piedras del hogar que estaban amontonadas, se arrojaron directamente desde el fuego contra sus cabezas causándoles dolor. Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse sobre las casas y las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse sobre los árboles y los árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar a las cavernas y las cavernas se cerraban ante ellos. Así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y formados, de los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron destrozadas las bocas y las caras. Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquellos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador. Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera. En el cuarto intento logran su propósito y crean al hombre, al que forman con maíz. Estos hombres, que saben cumplir sus obligaciones con sus creadores, son capaces de ver todo, en el tiempo y en el espacio, por lo que los dioses deciden nublar su visión. Ésta es la humanidad que ahora puebla la tierra. Segunda parte Este texto es una adaptación del texto original para facilitar la comprensión de la leyenda. Narra la lucha entre el bien y el mal. Hay condimentos mágicos y originales que convierten a este libro sagrado de los Mayas en una verdadera obra literaria.

Capítulo I Ixpiyacoc se casó con Ixmucane y tuvieron dos hijos varones: Hun- Hunahpu y Vucub-Hunapu. VucubHunapu permaneció soltero y no tuvo hijos. En cambio, su hermano Hun Hunapu se casó con Ixbaquiyalo y a su vez tuvieron dos hijos también varones: Hunbatz y Hunchouen. Los hermanos Hun Hunapu y Vucub Hunapu se llevaban muy bien. Les gustaba jugar a los dados y con los hijos de Hun Hunapu jugaban por equipos al juego de pelota. La pelota era de caucho y los jugadores utilizaban muchos ornamentos y protecciones. Vivían felices y contentos todos en la misma casa, abuelos, hijos y nietos, hasta que un día muere Ixbaquiyalo y los niños Hunbatz y Hunchouen quedan bajo el cuidado de su abuela paterna, Ixpiyacoc. Un día estaban jugando en el camino de Xibalbá. Se llamaba Xibalbá al mundo subterráneo o al infierno. Los señores que habitaban ese mundo eran todos malvados. Demonios amigos de la sangre, las desgracias y la muerte. Ese día los señores de Xibalbá se sintieron molestos al escuchar los ruidos que los hermanos hacían mientras jugaban a la pelota. Furiosos, se reunieron en consejo para decidir cómo castigarlos. Esos señores además de querer castigarlos, como eran muy envidiosos, deseaban quedarse con los hermosos ornamentos que los hermanos utilizaban para el juego: las máscaras, los escudos, los guantes, las coronas y las pecheras de cuero que usaban para protegerse del golpe de la pelota y la famosa pelota de caucho. Capítulo II El consejo de los señores de Xibalbá decidió mandar sus cuatro búhos emisarios con este mensaje: Dicen los señores que vayan a Xibalbá a jugar a la pelota con ellos para distraerse. Y que traigan todos sus elementos y ornamentos de juego. Los hermanos se sorprendieron ante el pedido y vieron que no podían hacer otra cosa más que acompañar a los búhos mensajeros a Xibalbá. Se despidieron de su madre y antes de partir escondieron la pelota de caucho en un hueco que había en el techo de la casa. Hun Hunapu llamó a sus dos hijos y les dijo: Nos han mandado llamar los Señores de Xibalbá. Ustedes ocúpense de tocar la flauta y cantar. De pintar y esculpir. Deben también mantener caliente la casa y el corazón de su abuela. Luego de despedirse, se fueron siguiendo a los búhos hasta el camino de Xibalbá donde los esperaban varios peligros. Primero bajaron hacia las profundidades de la tierra por unas escaleras muy empinadas hasta llegar a la orilla de un río que corría entre barrancos, pero lo atravesaron sin dificultad. Luego debían cruzar otro río que corría entre jícaros espinosos, pero también lo cruzaron sin lastimase. Más tarde los esperaba un río de sangre, pero lo atravesaron sin beber de sus aguas. Hasta que llegaron a un cruce de cuatro caminos de cuatro colores: Uno rojo, otro negro, otro blanco y otro amarillo. Los hermanos no sabían cual camino debían tomar, pero el camino negro les habló así: --Yo soy el camino del Señor de Xibalbá. Entonces los hermanos decidieron seguir ese camino hasta que llegaron a Xibalbá donde estaba reunido el Consejo de los Señores. Los señores habían colocado muñecos de palo en su lugar, por esta razón, cuando los hermanos los saludaron con respeto al llegar, ninguno respondió. Los verdaderos señores, estaban escondidos y se reían de los hermanos. Luego se acercaron los señores Hub-Camé y Vicub-Camé para decirles:-Por fin llegaron. Para mañana preparen todos sus ornamentos de juego y luego los invitaron a sentarse sobre un banco de piedra ardiente y los hermanos se quemaron al sentarse. Los señores se divertían viendo sufrir a los hermanos. Más tarde les dijeron: -Vayan a descansar en la casa oscura. Allí dentro no se veía nada. Al entrar les dieron un cigarro y una raja de ocate encendida para que los alumbrara advirtiéndoles que debían devolverlos sin consumir al amanecer. O sea que debían devolverlos enteros. Pero el ocate se consumió y el cigarro también. Por la mañana Hub-Camé y Vicub-Camé les preguntaron: ¿Dónde está el cigarro y dónde la raja de ocate? Los hermanos respondieron: -Se consumieron por la noche. -Ah Este es el fin de sus días. Deben morir- respondieron los señores. Mataron a los hermanos y antes de enterrarlos juntos, le cortaron la cabeza a Hun-Hunahpu y ordenaron a sus sirvientes colocarla entre el follaje de un árbol sembrado en Puchal-Cha. Cuando los sirvientes colocaron la cabeza de Hun-Hunapu en el árbol, este fructificó al instante provocando la admiración de todos los señores de Xibalbá. La cabeza no se diferenciaba de los otros frutos del árbol sino que parecía un fruto más. Los señores sorprendidos ordenaron: Que nadie tome una fruta de este árbol, ni la coma ni se siente debajo. El árbol se llamaba jícaro. Capítulo III Es la historia de una doncella llamada Ixquic, hija de uno de los señores de Xibalbá llamado Cuchamaquic. Ixquic, se quedó admirada al escuchar de boca de su padre la historia de los frutos del famoso árbol. Tan admirada estaba que pensó que sus frutos debían ser muy sabrosos y a continuación se dirigió al sembrado de Puchal- Cha. Cuando vio los frutos tuvo deseos de comerlos pero una cabeza

que estaba entre los frutos le habó diciendo: - ¿Qué quieres? Los objetos que cuelgan del árbol no son frutos, son cabezas, ¿Todavía los deseas comer? Ixquic, respondió que si. Entonces Hum-Hunapú le pidió que extendiera su mano derecha hacia él, y cuando lo hizo, la cabeza escupió saliva sobre su mano. Luego Hun-Hunapu le dijo: En mi saliva te he dado mi descendencia. Ahora puedes subir a la superficie de la tierra y te prometo que no morirás. Ixquic concibió al instante dos hijos que se llamarán Hunahpu e Ixbalanqué. Cuando estaba en su sexto mes el padre advirtió que estaba embarazada y la presionó para que dijera el nombre de aquel que la había deshonrado pero Ixquic respondió que no conocía a ningún hombre. Ante su negativa, el padre llamó a los búhos mensajeros y les dio un cuchillo para que la sacrificaran y una jícara para que colocaran el corazón de Ixquic y se lo trajeran. Ixquic convenció a los búhos de que no debían sacrificarla pero ellos debían llevar su corazón en la jícara. Ixquic les hizo recoger el producto de un árbol que cayó en la jícara y pronto se convirtió en una bola roja resplandeciente que tomó la forma de corazón hecho con la savia de aquél árbol semejante a la sangre. Los búhos se dirigieron con la jícara a Xibalbá donde los señores los estaban esperando. Tomaron el corazón y lo arrojaron al fuego, donde se deleitaron con el aroma de la sangre. Luego los búhos se dirigieron a la superficie de la tierra para servir a la doncella. Con su engaño, Ixquic venció a los señores de Xibalbá. Capítulo IV Ixquic se dirigió a la casa de la madre de Hun-Hunapu, su suegra. Al llegar se presentó como su nuera, pero su suegra la echó acusándola de intrusa porque sabía que sus hijos estaban muertos. Ixquic le dio todas las explicaciones y a regañadientes terminó por aceptarla y la envió al campo con una bolsa a cosechar maíz. Al llegar al campo que llamaban milpa Ixquic vio que solo había una planta. Se angustió al ver que no podría llenar la bolsa y en su desesperación invocó al dios de la comida para que la ayudase. De la planta solo tomó las barbas y los pelos rojos de las mazorcas, pero sin cortar las mazorcas de maíz. Regresó a la casa y los animales del campo la ayudaron a cargar la bolsa llena de maíz. La anciana suegra le preguntó de dónde había obtenido esa cantidad de maíz, ya que sabía que solo había una planta. -De la milpa- respondió Ixquic La anciana salió corriendo al campo y comprobó que la única planta seguía en su lugar. Cuando regresó a la casa la llamó y le dijo:- Ixquic, esta bolsa de maíz es la prueba de que tu eres verdaderamente mi nuera y tus hijos serán sabios. Capítulo V Ixquic dio a luz a sus hijos Hunapú e Ixbalanqué en medio del campo. Cuando llevó a los pequeños a la casa de su suegra, como no se dormían, la abuela pidió que los llevaran afuera. Los colocaron sobre un hormiguero y luego sobre espinas, pero los pequeños seguían vivos. Sus medios hermanos Humbatz y Hunchouén sentían odio y envidia de sus hermanos y deseaban su muerte. Estos se dedicaban a tocar la flauta y el tambor todo el día. Así fue que Hunapú e Ixbalanqué crecieron en el campo ocupándose de tirar a los pájaros con la cerbatana para procurarse el alimento. Pero cuando le llevaban los pájaros a su abuela para cocinarlos, esta les daba de comer los restos que quedaban después de alimentar a Humbatz y a Hunchouén. Era evidente que su abuela tampoco los quería. Un día llegaron a la casa sin pájaros y la abuela los retó. Ellos se excusaron diciendo que los pájaros habían quedado enganchados en las ramas y como el árbol era muy alto ellos no podían treparlo y pidieron que sus hermanos los ayudaran a bajarlos. Al día siguiente partieron los cuatro hacia el bosque donde estaba el árbol lleno de pájaros. Humbatz y Hunchouén treparon por el tronco hacia las ramas, pero mágicamente el árbol comenzó a crecer repentinamente y no pudieron bajar. Cuando pidieron ayuda a Hunapú e Ixbalanqué, estos le dijeron que se ataran los calzones a la cintura dejando largas las puntas. Ellos hicieron esto, pero inmediatamente se transformaron en monos y se internaron en el bosque saltando de rama en rama. Cuando regresaron a la casa y le contaron a su abuela lo sucedido ella pensó que les habían echo algún daño y temió no volver a ver a sus nietos. Hunapú e Ixbalanqué le prometieron que los volvería a ver e inmediatamente comenzaron a tocar la flauta y el tambor. El sonido de la música atrajo a Humbatz y Hunchouén al patio de la casa donde comenzaron a danzar y a hacer muecas con aspecto de mono y la abuela se lanzó a reír a carcajadas. Humbatz y Hunchouén, convertidos en animales se internaron en el bosque y nunca más volvieron. Ese fue el castigo por haber maltratado a sus hermanos menores.

Capítulo VI Hunapú e Ixbalanqué fueron a trabajar al campo para quitar malezas y yuyos,y derribar árboles para preparar el terreno para el cultivo. Llegaron hasta el lugar de la siembra, pero por arte de magia, el hacha y la azada hacían el trabajo por si solas. Mientras tanto ellos se dedicaron a tirar con la cerbatana, su deporte favorito. Para disimular se ensuciaron con tierra la cara y las manos para que su familia creyera que ellos habían realizado el trabajo. Al día siguiente cuando volvieron al campo a continuar el trabajo, vieron que el campo estaba como en un principio. Los yuyos habían vuelto a crecer y no se imaginaban como podía haber ocurrido esto. Sospecharon que algo había ocurrido durante lanoche y se escondieron para investigar que estaba pasando. Así vieron que los animales del campo, le ordenaban a los yuyos, a los árboles y arbustos volver a crecer. Hunapú e Ixbalanqué trataron de atrapar a los animales pero ellos se escurrieron fácilmente. Finalmente pudieron atrapar a un ratón que les habló diciendo: -Esto ocurre porque ustedes no deben dedicarse a labrar el campo. –Deben saber que su abuela esconde en su casa los instrumentos del juego de pelota: el anillo, los guantes y la pelota de caucho. Ella no quiere dárselos porque por su causa murieron sus hijos. Con el ratón volvieron a la casa y mediante engaños lograron distraer a su madre y a su abuela pidiéndoles que fuera a buscar agua al río. Pero como antes, los muy pícaros, perforaron el cántaro, las mujeres no terminaban nunca de llenarlo. Mientras tanto el ratóncito les mostró el sitio donde estaban escondidos los instrumentos para jugar a la pelota. Cuando los recuperaron, los escondieron cerca del camino en un lugar secreto y luego corrieron a buscar a las mujeres que todavía estaban a orillas del río tratando de llenar el cántaro. Capítulo VII Hunapú e Ixbalanqué se fueron muy contentos a jugar a la pelota en el mismo patio que solían jugar sus padres. Los Señores de Xibalbá no tardaron en escuchar los ruidos de los jugadores mandaron a sus emisarios a darles un mensaje: Dicen los señores de Xibalbá que desean jugar con ustedes a la pelota dentro de siete días. Traigan la pelota y los ornamentos de juego. Cuando los emisarios llegaron a la casa solo estaba la abuela y a ella le transmitieron el mensaje: Dicen los señores de Xibalbá que desean jugar con ustedes a la pelota dentro de siete días. Traigan la pelota y los ornamentos de juego. La anciana prometió que en siete días sus nietos estarían allí, pero se quedó triste y afligida porque sabía como habían muerto sus hijos. Mientras pensaba como iba a hacer para darles el mensaje a sus nietos ya que el patio estaba lejos de la casa y ella apenas podía caminar, un piojo cayó sobre su espalda. La anciana tomó al piojo entre sus manos y le dijo: -¿Te gustaría ir a llevarle un mensaje a mis nietos?. Debes decirle: Dicen los señores de Xibalbá que desean jugar con ustedes a la pelota dentro de siete días. Traigan la pelota y los ornamentos de juego. El piojo se fue caminando y en el camino se encontró con un sapo que le preguntó: - ¿Adonde vas?. El piojo le respondió: Debo darle un mensaje a los muchachos que juegan a la pelota. El sapo le dijo: Tardarás mucho en llegar, permite que te trague y llegaremos más rápido. El piojo dejó que el sapo lo tragara y siguió caminando pero no muy rápido. Pronto lo vio una culebra y le preguntó: -¿Adonde vas?. -Tengo un mensaje en mi vientre para los muchachos- respondió el sapo. No veo que vayas muy rápido-dijo la culebra y acercándose, tragó al sapo y siguió el camino. La culebra caminaba a gran velocidad, pero la vio un gavilán, que la tragó de un solo bocado y se fue volando hasta el muro del patio donde jugaban los muchachos y allí comenzó a dar chillidos. Hunapú e Ixbalanqué al ver al gavilán tomaron sus cerbatanas y lo hirieron en un ojo. Cuando cayó herido los hermanos le preguntaron que hacía en ese lugar y el gavilán les dijo que traía un mensaje en el vientre para ellos, pero se los daría si lo curaban. Los muchachos curaron al gavilán y este vomitó a la culebra, que a su vez vomitó al sapo. Cuando le preguntaron cuál era el mensaje al sapo este no podía vomitar, pero vieron que tenía baba en la boca. Entonces, hurgaron en la boca y encontraron al piojo entre sus dientes. Habla- le dijeron los hermanos al piojo. El piojo dijo entonces: Traigo un mensaje de su abuela de parte de Hum Cané y Vicum Cané: Dicen los señores de Xibalbá que desean jugar con ustedes a la pelota dentro de siete días. Traigan la pelota y los ornamentos de juego. Hunapú e Ixbalanqué fueron a despedirse de su abuela, pero antes sembraron en el patio de la casa dos cañas. Luego le dijeron: - Abuela, si estas cañas se secan, será la señal de que hemos muerto. Pero si retoñan sabrás que estamos vivos. Capítulo VIII Hunapú e Ixbalanqué marcharon a hacia Xibalbá cada uno con su cerbatana. Bajaron escaleras, atravesaron ríos y barrancos. Pasaron entre pájaros y luego por un rio de podredumbre y otro de sangre, pero nada malo les ocurrió porque no los tocaron sino que se ayudaron con sus cerbatanas para atravesarlos. Llegaron a una encrucijada de cuatro caminos. El negro, el blanco, el rojo y el verde.

Tomaron a un mosquito y lo lanzaron por el camino negro con la siguiente orden: Debes picar al primer hombre que encuentres y luego debes picar a todos uno por uno. El mosquito partió por el camino negro hasta que llegó a Xibalbá. Picó al primer hombre, pero no se quejó porque era de madera. Luego picó al siguiente, que tampoco se quejó porque también era de madera. Cuando picó al tercero, Hum-Cané , este pegó un grito y el señor que estaba a su lado le preguntó: ¿Qué sucede? ¿Por qué gritas, Hum-Camé? Luego el mosquito picó al siguiente y el señor que estaba sentado al lado revelaba su nombre sucesivamentes. Así fue como el mosquito se enteró de todos los nombres de los señores: Hum- Camé, Vucub-Camé, Xiquiripat, Cuchumaquic, Ahalpuh, Ahalcaná, Chamiabac, Chamiaholom, Quicxic, Patán, Quicré y Quicrixcac. Dice la leyenda que en realidad no era un mosquito, sino un pelo de la pierna de Hunahpú el que los picó para escuchar el nombre de los señores de Xibalbá. Hunahpú e Ixbalanque, en posesión de esta información continuaron por el camino negro hasta Xibalbá donde se encontraron con los señores sentados. Uno de ellos le dijo a los hermanos: -Vamos, saluden a los señores -señalando a los hombres de madera. Los hermanos respondieron:- Estos no son señores, sino muñecos de palo y luego se dirigieron a los señores saludándolos uno por uno por su nombre. Los señores se quedaron sorprendidos, ya que ellos jamás revelaban sus nombres. Luego invitaron a los muchachos a sentarse sobre una piedra pero ellos respondieron: Esto no es un asiento, es una piedra ardiente- no se sentaron. Más tarde los señores los enviaron a pasar a la casa oscura, y entraron sin inconvenientes. Capítulo IX La casa oscura era la próxima prueba que debían sortear los hermanos Hunahpú e Ixbalanqué. Antes de entrar a la casa oscura les dieron unas rajas de pino encendidas y un cigarro a cada uno con la advertencia de que debían permanecer encendidos hasta la mañana siguiente. Los hermanos no dejaron las rajas encendidas .En su lugar colocaron plumas rojas. Tampoco fumaron los cigarros, sino que colocaron luciérnagas en sus puntas. Por la mañana, los señores de Xibalbá vieron con sorpresa que tanto las rajas como los cigarros estaban intactos y se preguntaban como podría ocurrir eso. Los señores, invitaron a los hermanos a jugar a la pelota. Luego de discutir acerca de con cual pelota jugarían, decidieron que lo harían con la pelota de los señores. Apenas comenzó el juego, la pelota comenzó a rebotar sola hasta insertarse en el anillo de Hunahpú. Al advertir la trampa, los hermanos amenazaron con retirarse o usar su propia pelota. Los señores aceptaron y los hermanos pronto insertaron la pelota en el anillo de Xibalbá. Ahí se dio por concluido el juego. Los señores estaban furiosos ya que deseaban aniquilar a los hermanos. La próxima prueba fue atravesar la casa de las navajas. Al ingresar, los hermanos le hablaron a las navajas diciendo:- Si no nos hacen daño, tendrán a todos los animales. Y las navajas se mantuvieron quietas. Los señores estaban sorprendidos de que los hermanos seguían vivos y les propusieron otra prueba: esta vez debían llenar cuatro jícaras enormes (Jarrones) con flores para la mañana siguiente. Al mismo tiempo, los señores reordenaron a los cuidadores del campo que si veían a los hermanos cortando flores debían matarlos. Los cuidadores velaron toda la noche en espera de los hermanos. Hunahpú e Ixbalanqué no fueron al campo a buscar las flores. En su lugar hablaron con las hormigas para que hicieran el trabajo por ellos. Las hormigas hicieron el trabajo sin que los cuidadores lo advirtieran y por la mañana las cuatro jícaras rebosaban de flores. Los señores se enfurecieron y castigaron con la muerte a los cuidadores del campo. Capítulo X La próxima prueba que debieron sortear los hermanos Hunahpú e Ixbalanqué era pasar la noche en la casa del frío. La casa estaba abarrotada de granizo y era imposible sobrevivir a tan baja temperatura, pero los jóvenes prendieron fuego a unos viejos troncos y salieron sanos y salvos. Los señores no podían creer que los muchachos estuvieran vivos y les ordenaron otra prueba: Entrar a la casa de los tigres. Los hermanos entraron a la casa y le hablaron a los tigres diciendo: -No nos muerdan, coman estos huesos. Los tigres se dirigieron hacia los huesos y no les hicieron ni un rasguño a los muchachos. Los señores seguían confundidos al verlos vivos y ordenaron otra prueba: Entrar a la casa de fuego. Los hermanos entraron a la casa pero las llamas no los tocaron. Esta vez los señores habían preparado otra prueba: debían pasar la noche en la casa de camazotz o de los murciélagos. Los hermanos se introdujeron dentro de sus cerbatanas para pasar la noche sin ser lastimados por los murciélagos. Estos animales tienen una punta afilada que produce cortes como si fuera una guadaña. Temprano en la mañana Hunahpú se asomó para ver si ya era de día y un murciélago le cortó la cabeza. Ixbalanqué le preguntaba a su hermano si ya había amanecido pero este no respondía porque lo había decapitado el murciélago. Ixbalanqué reconoció que los señores de Xibalbá lo habían vencido. Los señores estaban felices por la mala suerte de Hunahpú y corrieron a colgar la cabeza sobre el anillo del juego de pelota. Capítulo XI

Ixbalanqué convocó por la noche a todos los animales, grandes y pequeños. Cuando llegó la tortuga, se colocó en el extremo del cuerpo muerto de Hunapú y tomó la forma de su cabeza. Vinieron los sabios del cielo y entre todos le hicieron la cara y hasta pudo hablar. Comenzando al amanecer su existencia. Pero, para que Hunahpú pudiera revivir debían colocar su verdadera cabeza sobre el cuerpo, que ahora estaba sobre el juego de pelota. Ixbalanqué le dijo a un conejo que se escondiera en un encinal y cuando le arrojara la pelota saliera corriendo. El conejo hizo lo que Ixbalanqué le ordenó. Pronto llegaron los señores de Xibalbá para jugar a la pelota. Se reían pensando que habían triunfado sobre los hermanos. Cuando los señores de Xibalbá arrojaron la pelota, Ixbalanqué le salió al encuentro y rebotando la lanzó hacia el encinal. Cuando el conejo salió corriendo, los señores corrieron detrás de él. Allí aprovechó Ixbalanque la distracción de los señores para bajar la cabeza de Hunahpú, colocarla en su cuerpo y reemplazar la cabeza verdadera por la tortuga. Cuando los señores de Xibalbá volvieron al juego no podían creer lo que veían: estaban los dos hermanos en el campo de juego. Luego Ixbalanqué le arrojó la pelota a la cabeza de tortuga y esta cayó en mil pedazos delante de los señores. Capítulo XII Hunahpú e Ixbalanqué llamaron a los sabios Zulú y Pacam y les dijeron:- Pronto los señores de Xibalbá los convocaran para preguntarles como hemos de morir porque hasta ahora no lograron matarnos. Tenemos el presentimiento de que utilizaran la hoguera para matarnos. Pero la verdad es que no moriremos. Les diremos lo que deben responder cuando les pregunten que hay que hacer con nuestros huesos. Ustedes responderán “Deben moler bien los huesos, como si fuera harina de maíz y luego deben arrojarlos al río”. Pronto los señores prepararon la hoguera y mandaron llamar a los hermanos. Los muchachos, sin ningún temor estiraron los brazos y se precipitaron a la hoguera. Los señores mandaron llamar a los sabios Zulú y Pacam para preguntarles que debían hacer con sus huesos. Los sabios respondieron: Deben triturarlos como si fuera harina de maíz y luego arrojarlos al río. Los señores hicieron como le indicaron los sabios, pero cuando los restos tocaron el fondo del río, se convirtieron en dos hermosos muchachos y cuando se manifestaron nuevamente tenían el mismo cuerpo y el mismo rostro que Hunahpú e Ixbalanqué. Capítulo XIII Al quinto día los hermanos volvieron a aparecer. Bailaban, cantaban y hacían prodigios como incendiar una casa y luego volvía estar intacta o matarse uno al otro para luego resucitarse sin un rasguño. Todo esto lo hacían para la gente del pueblo. Pronto la noticia de estos muchachos llegó a oídos de los señores de Xibalbá y ellos mandaron a sus mensajeros a buscarlos para ver de qué se trataba. Hunahpú e Ixbalanqué vestían pobremente con harapos y cuando los mensajeros llegaron ellos les respondieron que no querían ir porque les daba vergüenza su vestimenta. Los mensajeros insistieron y finalmente aceptaron. Al llegar a Xibalbá, los hermanos se humillaron ante los señores y les hicieron reverencias. Los señores les preguntaron: - ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son sus padres? Los hermanos respondieron que no lo sabían ya que sus padres habían muerto antes de que ellos nacieran. Los señores les pidieron que bailaran y cantaran y más tarde quisieron ver los prodigios que hacían. Primero les pidieron que incendiaran una casa y luego la restituyeran sin daño alguno y así los hicieron. Luego les pidieron que despedazaran a un perro y luego lo resucitaran y así lo hicieron. Más tarde despidieron que mataran a un hombre y lo resucitaran. Los hermanos escogieron a un hombre, lo mataron, le arrancaron el corazón y luego lo resucitaron. Los señores estaban asombrados de ver esos prodigios. Luego les pidieron que se sacrificaran uno a otro y luego resucitaran. Hunahpú fue sacrificado por Ixbalanqué, le arrancó el corazón y separó cada uno de sus miembros. Y luego lo resucitó. Hum-Cané y Vucub-Camé, los más malvados de todos los señores les dijeron: - ¡Sacrifíquennos!- querían ver que se sentía en carne propia. Los hermanos comenzaron sacrificando a Hum- Camé y luego siguieron con Vucub-Camé, pero no los resucitaron. El resto de los señores y sus vasallos muertos de espanto escaparon a esconderse cerca de un barranco, pero llegaron las hormigas y los desalojaron. Estos señores volvieron ante Hunahpú e Ixbalanqué humillados y afligidos rogaron por su vida. Así fue como los señores de Xibalbá fueron vencidos por Hunahpú e Ixbalanqué. Solo por un prodigio y su transformación. Capítulo XIV En este Capítulo final Hunahpú e Ixbalanqué revelan sus nombres y su procedencia. Los señores de Xibalbá les piden clemencia y ellos les anuncian que serán eliminados. Los señores siguieron rogando compasión hasta que finalmente los hermanos decretaron su sentencia: A partir de ese momento su estirpe sería rebajada. Ya no iban a someter a los hombres, sino que se dedicarían a la alfarería. Aquí comenzó la decadencia de este imperio. Mientras tanto, la abuela en su casa observaba las cañas que sus nietos habían plantado en el patio el día de su partida. Estas se habían secado y retoñado en varias oportunidades y ahora lucían verdes y

vigorosas. La abuela estaba feliz y dejó de llorar por sus nietos. Hunahpú e Ixbalanqué honraron a sus padres vengando su muerte. Luego los hermanos ascendieron al cielo. Uno tomó el lugar del sol y otro el de la luna. Entonces se iluminó la bóveda celeste. Luego subieron también los cuatrocientos jóvenes que había matado Zipacná y se convirtieron en estrellas. Tercera Parte Capítulo I He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer al hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre. Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz: "Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra." Así dijeron. Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron. De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre. Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores. De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas. Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida: Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente llamada chocoyo] y Hoh [el cuervo]. Estos cuatro animales les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil. Y así encontraron la comida y ésta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; ésta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz [en la formación del hombre] por obra de los Progenitores. Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado de Paxil y Cayalá. Había alimentos de todas clases, alimentos pequeños y grandes, plantas pequeñas y plantas grandes. Los animales enseñaron el camino. Y moliendo entonces las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, hizo Ixmucané nueve bebidas, y de este alimento provinieron la fuerza y la gordura y con él crearon los músculos y el vigor del hombre. Esto hicieron los Progenitores, Tepeu y Gucumatz, así llamados. A continuación entraron en pláticas acerca de la creación y la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados. Capítulo II Estos son los nombres de los primeros hombres que fueron creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé, el segundo Balam-Acab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam. Estos son los nombres de nuestras primeras madres y padres. Se dice que ellos sólo fueron hechos y formados, no tuvieron madre, no tuvieron padre. Solamente se les llamaba varones. No nacieron de mujer, ni fueron engendrados por el Creador y el Formador, por los progenitores. Sólo por un prodigio, por obra de encantamiento fueron creados y formados por el Creador, el Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz. Y como tenían la apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron, vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres buenos y hermosos y su figura era figura de varón. Fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz redonda de la tierra. Las cosas ocultas [por la distancia] las veían todas, sin tener primero que moverse; en seguida veían el mundo y asimismo desde el lugar donde estaban lo veían. Grande era su sabiduría; su vista llegaba hasta los bosques, las rocas, los lagos, los mares, las montañas y los valles. En verdad eran hombres admirables Balam-Quitzé, BalamAcab, Mahucutah e Iqui-Balam. Entonces les preguntaron el Creador y el Formador : -- ¿Que pensáis de vuestro estado? ¿No miráis. ¿No oís? ¿No son buenos vuestro lenguaje y vuestra manera de andar? ¡Mirad, pues! ¡Contemplad el mundo, ved si aparecen las montañas y los valles! ¡Probad, pues, a ver!, les dijeron. Y en seguida acabaron de ver cuánto había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador y al Formador : -- ¡En verdad os damos gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron dando las gracias por su creación y formación. Acabaron de conocerlo todo y examinaron los cuatro rincones y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y de la faz de la tierra. Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con

gusto. -- No está bien lo que dicen nuestras criaturas, nuestras obras; todo lo saben, lo grande y lo pequeño --dijeron. Y así celebraron consejo nuevamente los Progenitores : -- ¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que su vista sólo alcance a lo que está cerca, que sólo vean un poco de la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras [nuestras]? ¿Han de ser ellos también dioses? ¿Y si no procrean y se multiplican cuando amanezca, cuando salga el sol? ¿Y si no se propagan? -- Así dijeron. -- Refrenemos un poco sus deseos, pues no está bien lo que vemos. ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo? Esto dijeron el Corazón del Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá, RaxáCaculhá, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané, el Creador y el Formador. Así hablaron y en seguida cambiaron la naturaleza de sus obras, de sus criaturas. Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos. Así fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio [de la raza quiché]. Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres, por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra.

LEYENDA LA LLORONA SOBRE ELL BICENTENARIO 2019, bicentenario de la Independencia: el épico año de 1819 Política 2 Ene 2019 - 7:00 AM -Redacción Política Hace dos siglos, Venezuela y la Nueva Granada se unieron para lograr una victoria histórica: la independencia de España. Un sueño llamado la Gran Colombia, cuya memoria debe prevalecer sobre quienes prefieren seguir agitando equivocados clarines de guerra.

Paso del ejército libertador por el páramo de Pisba”, óleo del maestro Francisco Antonio Cano, 1922. Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá. Hace 200 años, en las primeras horas de 1819, mientras navegaba por el río Orinoco rumbo al cuartel de José Antonio Páez, el jefe supremo Simón Bolívar escribió al Consejo de Gobierno, que había constituido en Angostura, que avanzaba hacia una reunión de comandantes en San Juan de Payara. Llegó el 16 de enero y ese mismo día, ante su ejército, resumió el objetivo: “Llaneros, vosotros seréis

independientes, aunque se oponga el mundo todo”. Fue el comienzo de un año histórico que ahora retorna a las primeras planas convertido en memoria. Al tiempo que Bolívar recibía con beneplácito el efusivo apoyo de combatientes británicos, desde los llanos del Casanare, el general Francisco de Paula Santander afianzaba un ejército de vanguardia, que en diciembre de 1818 había constituido un gobierno provisional con plenitud de poder político y militar, en Pore. El día 23, el Libertador emprendió su regreso a Angostura, hoy llamada Ciudad Bolívar, y en los intervalos del viaje, dictando desde su hamaca, comenzó a configurar el memorable discurso que precisó la ruta para crear la nación.

El que pronunció el 15 de febrero ante los 26 delegados del Congreso de Angostura que llegaron desde Caracas, Cumaná, Barinas, Guyana, Margarita y Casanare, para aceptar que la divisa común era la unidad y que las bases del gobierno republicano que forjaban eran “la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud y la abolición de la monarquía”. Una empresa que necesitaba de la valentía y el sacrificio de muchos hombres y mujeres que, desde el 2 de abril, empezaron a escribir esa historia de libertad. Aquella tarde, a orillas del río Arauca, en las Queseras del Medio, la caballería española fue aplastada por 153 jinetes armados de lanzas, comandados por el León de Apure, José Antonio Páez. En el cuartel de Potreritos, Bolívar reconoció a los vencedores, pero les hizo ver que apenas era el preludio. “Preparaos al combate y contad con la victoria que lleváis en la punta de vuestras lanzas y bayonetas”. Desde el Casanare, llegaban noticias de que el ejército de Santander lograba impedir el intento de invasión del coronel realista José María Barreiro. Al tiempo que Barreiro ordenaba la contramarcha a Tunja, o que en represalia el virrey Juan Sámano se ensañaba en Santa Fe de Bogotá con los patriotas, en Mantecal, sobre las márgenes del caño Caicara, Bolívar cambió los planes. Ya no habría marcha hacia Barinas sino hacia la Nueva Granada. El 24 de mayo, en una derruida choza situada en la aldea La Setenta, sentado sobre una calavera de res, Bolívar expuso a su estado mayor, encabezado por Carlos Soublette, José Antonio Anzoátegui y Pedro Briceño Méndez, su plan de invasión cruzando la cordillera de los Andes. Y empezó la campaña libertadora. El 26 de mayo, 2.186 hombres armados de bayonetas y fusiles partieron hacia Guasdualito, acompañados por “las juanas”, centenares de mujeres que oficiaban como enfermeras o acompañantes de sus hombres. En doble jornada, el 4 de junio atravesaron el río Arauca y entraron al Casanare. Una semana después, Bolívar y Santander se encontraron en Tame. En medio del inclemente invierno se fusionaron los ejércitos y el contingente de llaneros, acostumbrados a domar caballos salvajes, se enfrentaban ahora a la naturaleza. Por el camino de Pore y Paya, a finales de junio empezó el heroico ascenso al páramo de Pisba. Después de una travesía sobre espesos pantanos, el desafío fueron los riscos, el frío extremo, los desfiladeros, y nada más que musgo y liquen para alimentar a los caballos y bueyes. Algunos llaneros desertaron, otros murieron. A alturas superiores a los 4.000 metros, en un camino repleto de

cruces anónimas y calaveras de hombres y animales que pagaron tributo al reto de atravesar la cordillera, el viento helado y el hambre cobraron muchas vidas. Como lo narra el periodista y escritor Héctor Muñoz Bustamante en su obra Diario de la Independencia, “el camino quedó regado de cadáveres”. Todas las bestias de carga se perdieron, lo mismo que parte de la munición. Pero el 3 de julio, en el trayecto entre Pisba y Pueblo Viejo, la compañera de un soldado entró en dolores de parto y se produjo el milagro. Acostada en la incipiente yerba, dio a luz a un niño que fue envuelto en camisas rotas. Tres días después, el “ejército de pordioseros”, como lo llamaba Barreiro, llegó a Socha. Asistidos por el cura y el alcalde del pueblo, además de alimento y descanso, el ejército libertador recibió 18 cargas de ropa. Bolívar estableció un hospital de paso y una armería para reorganizar el avance. No muy lejos, en Tasco, arribaron las tropas del español Barreiro y, tras hacer prisioneros, ejecutaron a 38 patriotas. Espalda contra espalda y desnudos fueron atados por parejas. Hasta Juana Escobar, una mujer que protestó por la acción, fue incluida en la masacre. A lanzazos fueron asesinados. Sus cuerpos quedaron tirados en un corral. En adelante, en Gámeza, Sativa, Betéitiva, Cerinza o Bonza, todo fue arrojo, táctica militar y apoyo popular. El 25 de julio se comenzó a sellar la Independencia. En un valle de seis kilómetros situado al oriente de Paipa, conocido como el Pantano de Vargas, se libró una de las batallas decisivas. “¡Ni Dios me quita la victoria!”, alcanzó a decir Barreiro confiado en su ofensiva. Cuando Bolívar creyó perdido el combate, bajo una lluvia torrencial, el coronel Juan José Rondón y sus lanceros cambiaron la historia. Minutos después, cuando Bolívar vio que los llaneros de Rondón hacían estragos, ordenó al corneta tocar la señal de “a la carga”, y gritó a sus comandantes: “¡Este es el instante de triunfar o morir!”. Desde todos los flancos, en torno al cerro El Cangrejo, el ejército libertador demolió a su enemigo. Entonces Barreiro, con la noche encima, ordenó la retirada. A pesar de la victoria, el saldo de muertos y heridos obligó a un receso para reorganizar los escuadrones. Los patriotas regresaron a Bonza y Barreiro se atrincheró con los suyos en Paipa. El 5 de agosto, tras combates aislados en la región circunvecina, por el solitario camino de Toca, Bolívar volvió a sorprender a Barreiro y entró triunfante a Tunja. Fue un golpe letal para los realistas, que vieron cortadas sus líneas de comunicación, mientras el ejército libertador ganó más de 600 fusiles, además de provisiones y medicinas. Lo demás es historia conocida. El sábado 7 de agosto, cuando Barreiro buscaba moverse hacia Bogotá para encontrar apoyo del virrey Sámano, el ejército patriota le cortó el paso en el Puente de Boyacá. Los hombres de Barreiro quedaron atrapados en una tenaza militar dispuesta por Bolívar desde lo alto de una colina y esa misma noche cayó prisionero el oficial español. Después de 75 días de una campaña digna de ser incluida en el sitial de las grandes gestas heroicas de todos los tiempos, el Libertador entró triunfante a Bogotá el martes 10 de agosto. Ya el virrey Sámano y su séquito habían

huido hacia la costa Atlántica. Después de una eucaristía de acción de gracias y del envío de tropas a diversas regiones para asegurar la victoria, empezó la tarea de organizar la república. Como Bolívar decidió viajar a Venezuela para continuar su lucha independentista, en calidad de vicepresidente asumió Francisco de Paula Santander. Los funcionarios realistas fueron sustituidos por patriotas y el 11 de octubre, el comandante de la tercera división del rey, coronel José María Barreiro, fue fusilado junto a 37 de sus oficiales. El general venezolano José Antonio Anzoátegui, mano derecha de Bolívar, quien debía asumir la misión de comandar el Ejército del Norte, falleció súbitamente en Pamplona (Norte de Santander) el 15 de noviembre. Un mes después, el 17 de diciembre de 1819, en Angostura quedó aprobada la Ley Fundamental de la naciente república. Desde ese día, como quedó escrito en el texto aprobado por dignatarios de ambos territorios, Venezuela y la Nueva Granada quedaron reunidas “bajo el título glorioso de República de Colombia”. Con una extensión de 115.000 leguas cuadradas, la antigua Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada se aliaron para persistir en su lucha común y cerraron un año que quedó enmarcado en la historia. Lo que pasó después, y cómo el sueño de la Gran Colombia se deshizo entre rivalidades y caudillismos, tras una década de aciertos y excesos, hace parte de otro momento para recordar. Las obras humanas son falibles y la epopeya de Bolívar y Santander también lo fue. Pero lo que corresponde ahora, en este año bicentenario, es exaltar cómo la alianza de dos pueblos hizo posible una nación. Buena lección para quienes erráticamente en estos tiempos quieren hacer sonar clarines de guerra entre dos países cuya historia es también la de dos hermanos siameses.

LA ORATOROA Grandes oradores colombianos LOS

GALLOS

FINOS

DE

LA

ORATORIA

COLOMBIANA

Colombia nuestro querido y sufrido pais se ha destacado por varias cosas a nivel internacional y regional. Una caracteristica ha sido la tendencia a poner de gobernantes a poetas, literatos, lingüistas y novelistas. A nivel de la actividad politica los colombianos son demasiado recursivos y conjugan de una manera muy especial esta actividad. Pero siempre ha habido una tónica en el político que se precie de serlo pues debe hacer gala de una oratoria excelente para hacerse notar y convocar multitudes. En este campo se han producido, formado e incursionado much@s que se sienten como gallos finos de la palabra y, precisamente, aquí les citamos algunos con sus principales caracteristicas. ORATORIA Asi

hablaron

ellos…

La oratoria resuena en la historia de Colombia . Desde Bolívar hasta los noventa de este siglo (más o menos 70 años) la palabra hablada manda. La consideran signo de lúcida mente e intención valerosa; síntoma de voluntad de conducción; ánimo de convencer y de atraer amigos. En el siglo pasado y en buena parte de éste casi no se preguntaba si un dirigente político o gubernamental era talentoso y recto, sino si sabía hablar. Se su‘ponía que el buen decir garantizaba honradéz e inteligencia. Indudablemente, tele-medios de comunicación han menguado la oratoria. Para muchos seguidores de un carrera política o testigos de un ascenso de opinión, no importa mayor cosa lo que dice el personaje sino como luce y como gesticula en la pantalla. Por eso han ganado aceptación los “asesores de imagen” más que los ordenadores de ideas, los guardadores de lógica, los celosos de la ética de los correctores del leguaje. ¿Desaparece la oratoria? Puede estar pasando por ámbitos sin acústica, pero al fin y al cabo es creación de belleza y no se le ha decretado la pena de muerte. En lo que tiene de persuasiva, de clarificante, de orientadora, sigue sobre la tierra y entre los seres humanos. Leer de nuevo “oír” los discursos de algunos oradores colombianos de este siglo y del pasado, es no sólo reencontrarse con su palabra sino darle vistazos a la historia. Y en no pocos de ellos constatar la vigencia de sus argumentos. En esta compilación aparecen:

Simón Bolívar, con su discurso ante el Congreso de Angostura, pronunciado el 19 de febrero de 1819, es decir a punto de iniciar la Campaña Libertadora y 168 días antes de la batalla de Boyacá. Bolívar habla de “la gloria de vivir en el movimiento de la libertad”. Antonio Nariño, con su apabullante defensa ante el Senado, en la cual pareció crecerse frente a las inculpaciones. La hizo el 14 de mayo de 1823, siete meses antes de su muerte en Villa de Leyva. “Al principio del reino de Tiberio, –dijo– la complacencia, la adulación, la bajeza, la infamia, se hicieron artes necesarias a todos los que quisieron agradar... Desde la hora en que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, intrigante, adulador, el reino de Tiberio empieza y el de la libertad acaba”. José María Obando, derrocado de su segunda presidencia por José María Melo, acusado por enemigos suyos de haber sido cómplice secreto de ese golpe de Estado, es conducido ante el Congreso que busca destituirlo oficialmente. Dice Obando: “En aquel día se inauguró la barbarie...”. Tomás Cipriano de Mosquera es víctima de una conjura que le quita el poder en 1867. Lo acusan ante el Senado de Plenipotenciarios de la compra secreta de un buque, del cierre del Congreso y de medidas antieclesiásticas. “No tengo fuerza –dice él– para rechazar la fuerza, pero tengo algo más, el derecho, que está de mi parte, y la opinión nacional que la veréis triunfar con el trueno de la verdad...”. José María Rojas Garrido defiende al general Mosquera, su presidente, y se defiende él, como Canciller. Habla el 12 de octubre de 1867: “... nos defendemos, no ante vosotros, sino ante la Nación, apelando de nuevo a su juicio imparcial contra el vuestro...” Y en la Convención de Rionegro, en 1863,

había

denunciado

el

influjo

político

del

clero.

José María Samper, nacido en Guaduas (Cundinamarca), tiene 41 años cuando pronuncia en el Congreso, el 15 de septiembre de 1869, su discurso sobre la paz. Es un hombre de barba y bigote cortos y mirada profunda y poderosa voz, que tiene celebridad como orador parlamentario, pero además ha sido ensayista, biógrafo, dramaturgo y periodista. José María Vargas Vila cuenta ya con fanáticos partidarios y fanáticos detractores –como novelista, planfletista, perorador brillante– cuando en 1897, en el cementerio de Caracas, pronuncia su discurso fúnebre en memoria de su copartidario y paisano Diógenes Arrieta, quien acaba de morir. Además de escritor, Vargas Vila es constante y vehemente en el apoyo a la libertad e igualmente intransigente en su odio a la tiranía. Rafael Núñez lanza su célebre disyuntiva en el discurso en que da posesión de la presidencia de la república a Julián Trujillo. Dice: “El país se promete de vos, señor, una política diferente, porque hemos llegado a un punto en que estamos confrontando este preciso dilema: regeneración administrativa fundamental o catástrofe”. Rafael Uribe Uribe mantiene el prestigio del combatiente, el de liberal solitario y aguerrido en el Congreso, el de incisivo periodista, cuando habla en el Teatro Municipal de Bogotá, en 1904: “... En Colombia todo está por hacer. Como el siglo de vida independiente que pronto cumpliremos lo hemos pasado divertidos en el sport de la guerra, estamos singularmente atrasados en todas las sendas del progreso...”. Rafael Reyes había participado en belicismos civiles y recibía un país, en 1904, que acababa de sufrir la guerra entre liberales y conservadores (1899-1902) llamada de “los mil días” y la pérdida del istmo de Panamá (1903) propiciada por Estados Unidos. Así que sus lemas en el discurso de posesión: “paz, concordia y trabajo” y “menos política, más administración” son bien recibidos. José Vicente Concha tiene ascendiente de tribuno y su figura es huracanada. Se recuerdan sus discursos en el Congreso de 1898 y en especial el de 1909 contra el gobierno de Rafael Reyes, su copartidario. “Para apreciar la conducta de cualquier hombre público –dice Concha– hay que tener presente la atmósfera que le rodea, el aire en que vive...”. Guillermo Valencia ostenta la aureola del poeta y la reputación del orador a quien siempre se le pide que hable. Es algo así como el hombre-panegírico. En 1924 pronuncia en la Quinta de Bolívar su oración “Todo es sagrado aquí” y al año siguiente, en el Congreso, cruza aceros oratorios con Antonio José Restrepo, sobre el tema de la pena de muerte: Valencia la defiende y Restrepo la impugna. Finalmente gana la vida... Manuel Serrano Blanco es alto, de piel blanca y elegante en su porte y en su vestir. Luce igualmente una oratoria en la cual predomina la distinción de lo castizo. Evita caer, como él dice, en “el pozo del sectarismo”, ni acerca los temas a las “lumbres del hombre de partido; tenemos una visión más amplia...” María Cano es pequeña y ágil, no utiliza el maquillaje y lleva los cabellos amotinados y es informal en sus atuendos. Pero es elocuente. Cuando habla cautiva a sus oyentes y los mantiene pendientes de sus palabras. Está metida en la brega revolucionaria y ha sido declarada, en su natal Antioquia, como “Flor del Trabajo”. Una de sus muchas arengas a la multitud es la de 1925. Tiene 38 años. Enrique Olaya Herrera es un “gigante” de tez blanca, cabello rubio y ojos claros, como les ocurre a muchos paisanos suyos del Valle de Tenza. Es, en efecto, de Guateque, Boyacá, y ha mostrado desde 1909, en sus 29 años, dotes de orador excepcionales. Es abogado, congresista, diplomático y llega a la Presidencia de la República en 1930, luego de 45 años de regímenes conservadores. José Camacho Carreño es en los años 30 el más joven del grupo de “Los Leopardos”. Nacido en Bucaramanga, ha estudiado en Bogotá, en el Gimnasio Moderno, en el Rosario y en la Universidad Nacional, de donde es abogado. Sus amplias lecturas se reflejan en su oratoria clásica y en su estilo de escritor que gusta de la narrativa y las descripciones. Esta de la literatura es una querencia de Camacho Carreño que compite con su oratoria. Gabriel Turbay, un médico santandereano metido a político, está habituado a mandar y a ser obedecido. Hace prevalecer su dominio cuando se siente superior y es conciliador cuando tiene dudas. Sabe fingir cuando él considera que se requieren vigor y afirmación o hace que la cosa no es con él cuando no está seguro. Le gusta triunfar y ordenar. Ha sido un buen orador a pesar de su asma.

Laureano Gómez es un orador-espectáculo. Verlo y oírlo es comprometerse: estar sin remedio en contra suya o a su favor. Ha sido siempre un polemista vehemente, pugnaz, fogoso, peleador, obsesivo. Su discurso contra Román Gómez es un ejemplo sonoro del estilo oratorio que siempre desde 1911, ha caracterizado al jefe conservador y por lo cual lo han temido y odiado o lo siguen como a un ídolo. Alfonso López Pumarejo llega al poder en 1934 con la convicción de que Colombia se ha quedado atrás y de que es necesario empujarla hacia la modernidad. Así lo plantea en su discurso de posesión. Su revolución en marcha es, según lo explica, “el deber del hombre de Estado de efectuar por medios pacíficos y constitucionales todo lo que haría una revolución por medios violentos”. Eduardo Santos, según Alfonso López Michelsen, “era, por excelencia, un orador y no un escritor, como lo consideraron tradicionalmente sus contemporáneos...” y se refiere al discurso en el Congreso en el que Santos defendió, con buen éxito, el Protocolo de Rio de Janeiro que puso fin al conflicto bélico de 1932 entre Colombia y Perú, que él presentó ante la Liga de las Naciones en nombre de su país. Santos fue Presidente de la República de 1938 a 1942. Augusto Ramírez Moreno contaba con 23 años cuando fundó en Bogotá el grupo de Los Leopardos, jóvenes oradores del partido conservador que aspiraban a remozar esa colectividad. Entre ellos se destaca Ramírez Moreno, quien pronuncia en Cúcuta un discurso (1940) en el centenario de la muerte del general Santander y en 1967 se refiere a su propio itinerario como conservador. Gilberto Vieira, medellinense, pero levantado en Manizales y Bogotá, tiene apenas 32 años cuando habla en la Cámara de Representantes contra los nazi-fascistas y su quinta columna que, según él, se ha infiltrado en Colombia y conspira contra el Gobierno de Alfonso López Pumarejo. Es el año de 1943 y Vieira milita en el Partido Comunista Colombiano, fundado en 1930. Darío Echandía no sugiere, de entrada, a un orador polémico, retador. El ritmo tolimense de sus acentos, su aparente negligencia, hacen bajar la guardia a sus contendores que de pronto se ven acorralados por su lógica punzante y su perspicacia que va adelante de las argucias de los contrarios y aun tiene tiempo para devolverse y combatir. Ello lo prueba en el Congreso (1942) durante su defensa al Concordato y en 1949 cuando explica a sus copartidarios liberales el retiro de su candidatura. Gilberto Alzate Avendaño, manizaleño de 47 años, ha recorrido en su oratoria todos los ismos de la extrema derecha, pero ahora, en 1957, sin menguar su vehemencia tribunicia, transita por senderos de prudencia y formalidad. Inicialmente adverso al “Frente Nacional”, cree ahora que el país debe optar por el equilibrio político. Luis López de Mesa, aparentemente etéreo, es un estudioso de los seres humanos. Su conferencia de 1944 en el Teatro de San Bartalomé, relativa a la mujer en Colombia, corrobora, esa‘ disciplina y allí se le oye decir si es justo que mujeres cultas “le cedan su puesto en las urnas a un labriego analfabeto o a un rufián de borrascoso suburbio...”. Carlos Arango Vélez, bogotano, nacido en 1902, es impecable en su vestir y sus ademanes tienen gallardía y seguridad. Es un político un tanto impredecible pues a veces se muestra impetuoso y otras se retira a la penumbra. Ha sido un contradictor, un rebelde, y ello se ha reflejado en su oratoria. Jorge Eliécer Gaitán encabeza muchedumbres liberales y conservadoras en 1929, que se amotinan contra la administración municipal de Bogotá. Su estilo oratorio, popular y llano pero respaldado por disciplinas universitarias, comienza a singularizarlo. Tres meses después hace debates contra el régimen de Miguel Abadía Méndez por la masacre del ejército a trabajadores bananeros de la United Fruit Company y, ya consagrado, 19 años después en Bogotá, pronuncia su “oración por la paz” contra la violencia. Darío Samper es un poeta del grupo de Piedra y Cielo. Así lo ubican sus contemporáneos Pero también ha participado en campañas políticas en favor de Alfonso López y de Eduardo Santos. Y a partir de 1945 es un aguerrido gaitanista que ha mostrado su impetuosa oratoria en plazas públicas y su militancia en periódicos fundados y dirigidos por él, como “Jornada”, que es el vocero impreso del caudillo. Alberto Lleras tiene la celebridad de una oratoria clara y convincente. La suya es la voz que pone las circunstancias en su sitio, sus conceptos ubican a las personas en el lugar que les corresponde y les señalan la tarea que deben cumplir. Cuando les habla a los estudiantes o a los militares, cuando lo hace ante la tumba de López, su jefe, Alberto Lleras se identifica con su gente y encuentra las palabras que todos hubieran querido decir. Carlos Lleras fluctúa entre la cordialidad y la vehemencia. Convive con los demás mientras no se ataquen sus convicciones ni se pretenda incinerar su palabra. Porque entonces se torna intransigente y combativo. Se crece ante las agresiones. Se rebela contra lo que él considera injusto. Cuando llega

a la Presidencia de la República en 1966 ha librado muchas de estas batallas, pero a la vez ha conocido juiciosamente vastas disciplinas económicas y financieras y ha metido a Colombia en esos moldes. Alfonso López Michelsen se ha mantenido discretamente al margen de la vida pública durante casi treinta años, pero cuando llega a la Presidencia en 1974 dice que “una tradición de inconformidad con lo existente... me convierte en personero de todo el conglomerado colombiano, que confía en que podré dar evasión a viejas aspiraciones represadas...”. Indalecio Liévano Aguirre es a primera vista distante o tímido, pero en realidad es cordial y le gusta conversar. Y en medio de su atildamiento es sencillo y llano. Así se le ve en 1975, cuando en su calidad de Primer Designado ocupa por algunos días la Presidencia de la República por viajes del titular Alfonso López Michelsen. Otto Morales Benítez se anuncia con su risa sonora y contagiosa. La divulgación de esa euforia no sólo hace decir a los circunstantes que no lo han visto todavía: “ahí está Otto”, sino que es cálidamente auténtica. Ha estado con él en la universidad, en el Congreso, en la política, en el gobierno, en las academias... Precisamente el comienzo de su discurso de 1979, en el grave recinto de la Academia Colombiana de la Lengua, tiene esa característica. Belisario Betancur alcanza a los 59 años una Presidencia de la República que le ha sido esquiva, aunque está en la política desde 1945 cuando es elegido diputado suplente en la Asamblea de Antioquia, su departamento, con apenas 22 años de edad. En 1982 logra la jefatura del Estado con más de tres millones de votos y su lema del “sí se puede” no parece referirse sólo a su gestión gubernamental sino a sus tentativas políticas. Luis Carlos Galán acepta la candidatura presidencial el 18 de octubre de 1981 en Rionegro, Antioquia. Tiene 38 años y finaliza su breve discurso a la manera de su paisano comunero de 1781, José Antonio Galán: “Por Colombia, siempre adelante, ni un paso atrás y lo que fuere menester sea”. Gana el conservador Belisario Betancur, y en 1985, en el Senado, Galán hace un extenso discurso sobre democracia y Estado. Alberto Zalamea, con 69 constituyentes más, asiste, desde febrero 5 de 1991 y hasta el mes de julio, a las sesiones de la Asamblea de donde sale la nueva Carta Constitucional colombiana. Zalamea hace debates, interpela, deja constancias, observa y oye. De sus apuntes escritos sale un libro: Diario de un constituyente. Es un orador insurgente que no acude a lo que él llama “acto televisivo” de la promulgación de la Carta Constitucional que hoy está vigente. Para conocer un pocvo del discurso original de cada uno de los atras citados simplemente hacer click en el enlace de abajo y a disfrutar de esta temática que nos ofrece la Biblioteca Virtual Luis Angel Arango.

HOMENAJE AL MAESTRO Guillermo Abadía Morales (1912-2010) 22/01/2010 - ( hace 9 años ) El nombre de Guillermo Abadía Morales es familiar para los oyentes de la HJCK. Fue uno de nuestros colaboradores más asiduos en las primeras épocas de la emisora. En 1993 cuando visitamos su casa para hablar sobre uno de los temas que más le gustaba: el bambuco, recordaba con entusiasmo los programas que realizaba en nuestros micrófonos. También hizo programas didácticos en la Radiodifusora Nacional de Colombia. Guillermo Abadía Morales deja un gran legado: autor de más de veinticinco libros sobre cultural musical, folclor e identidad. La investigación que hizo sobre el folclor de nuestro país quedó registrada en la publicación conocida con el título de “La Biblia del Folklore”, que por más de cuatro décadas ha sido el texto imprescindible para los estudiantes de ciencias sociales. La investigación fue su baluarte más preciado. En 1934 decidió vivir en las selvas colombianas con el fin de estudiar a fondo el modo de vivir de las tribus indígenas colombianas. Durante diez años convivió con diecisiete tribus de diferentes familias lingüísticas, cuya experiencia concluyó en la clasificación de ciento cinco tribus indígenas en nueve familias indígenas y en la localización exacta de las mismas, a través de las coordenadas “North-west”, que se conoce históricamente como “Clasificación Abadía”.

La desaparición de Guillermo Abadía Morales, fallecido esta semana en si ciudad natal Bogotá, donde había nacido en 1912, deja un gran vacío en la cultura colombiana y en sus discípulos de la cátedra de música folclórica y sus innumerables admiradores, quienes llenaban los recintos durante sus conferencias. En homenaje al maestro Guillermo Abadía Morales presentamos en esta sección sus palabras para la colección “Colombia es pasión, doscientos colombianos de corazón que han construido nuestra cultura”, el cual aparecerá este año con ocasión del Bicentenario de nuestra Independencia.

Guillermo Abadía Morales Ir a la navegaciónIr a la búsqueda Guillermo Abadía Morales

Información personal

Nacimiento

8 de mayo de 1912 Bogotá

Fallecimiento 21 de enero de 2010 Bogotá, Colombia

(97 años)

Nacionalidad Colombiana

Familia

Marina Rey Matiz

Cónyuge

Información profesional Antropólogo, lingüista, musicólogo, etnomusicólogo y profesor universitario

Ocupación

Obras notables



Véase lista detallada en la sección Obras.



Compendio General de Folklore



Instrumentos musicales: folclore colombiano

[editar datos en Wikidata] Guillermo Abadía Morales (8 de mayo de 1912 - 19 de enero de 2010)1 fue un folclorólogo colombiano, nacido y fallecido en Bogotá. Recibió el Premio Colombiano Ejemplar en Cultura en 2008.

Formación intelectual[editar] Entre sus ancestros familiares se destacan el expresidente Miguel Abadía Méndez, el compositor Pedro Morales Pino, y los próceres de la Independencia colombiana Antonio y Francisco Morales, conocidos por los hechos históricos del El Florero de Llorente.

Sus padres, Enrique Abadía Rubio y Elda Morales Gómez, se trasladaron en 1914 a la vecina población de Sopó, donde vive el ambiente campesino. En 1919 regresa a Bogotá a estudiar sus primeras letras en la Escuela Ricaurte y luego en el Liceo de la Salle. Termina su bachillerato con honores en Filosofía y Letras en la Escuela Ricaurte. Investigaciones en las selvas[editar] Estudia Farmacia y Medicina durante cinco años en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Durante este periodo participa en jornadas educativas y de vacunación en la inhóspita región de la selva chocoana, labor que le permite acercarse por primera vez a la cultura popular y tradicional del país. En el año de 1934 se interna en las selvas colombianas con el fin de estudiar a fondo el modus vivendi de las tribus indígenas colombianas. En esta aventura investigativa demora diez años, hasta 1944, durante los cuales convive con 17 tribus de diferentes familias lingüísticas. Al terminar su estudio clasificó por primera vez en Colombia a las 105 tribus indígenas en 9 familias lingüísticas, además de la localización exacta de las mismas a través de las coordenadas North-West, lo cual se conoce históricamente como “Clasificación Abadía” en honor suyo. Esta investigación fue el punto de partida para el estudio etnográfico en la historia de Colombia. Dentro de este trabajo recopiló grabaciones magnetofónicas, únicas en su género, las cuales reposan hoy en su archivo particular. Una parte considerable del mismo se encuentra inédito y será publicado en un libro titulado “10 años de aventuras en la selva”. Luego, inspirado por su maestro filosófico y compañero de andanzas, el maestro Fernando González Ochoa, recorre durante 4 años todo el territorio nacional, documentándose acerca de las tradiciones y costumbres de las diferentes regiones de Colombia. Su espacio vital de intercambio intelectual es compartido con sus amigos de tertulia: León de Greiff, Rafael Maya, Otto de Greiff, Luis Vidales, Rafael Vásquez, Fabio Ramírez, Ciro Mendía, Arturo Camacho Ramírez y Víctor Amaya. La cátedra universitaria[editar] Abadía llega luego a la Universidad Nacional de Colombia, a la facultad de Artes, en donde fue Profesor Especial del Conservatorio de Música durante 22 años y Director del Centro de Estudios Folklóricos de la misma, así como secretario general de la Junta Nacional de Folklore. Por su aula de clase pasaron más de 9.000 alumnos quienes fueron instruidos en el área de la música folklórica colombiana y adquirieron el sentido de aprecio y respeto por la tradición ancestral y el saber popular. Durante su permanencia en la Universidad Nacional de Colombia, organiza el Museo Organológico de Colombia, al cual dona su colección privada de instrumentos musicales. En compañía del poeta Jorge Rojas, en un proyecto conjunto deciden adelantar gestiones para fundar una entidad que se encargue de regir y fomentar las expresiones culturales de Colombia. De ahí nace el Instituto Colombiano de Cultura, COLCULTURA. Abadía Morales trabajó en dicha entidad durante 26 años, en el área educativa, como asesor del Centro de Documentación Musical. Se retiró del cargo por disposición oficial para darle paso al ahora Ministerio de Cultura. Guillermo Abadía Morales fue el primer locutor de la radio HJN que luego se transformó en la Radiodifusora Nacional de Colombia. Desde el día de su Fundación fue colaborador intelectual de la misma. Desarrolló sus programas semanales de Actualidad Folklórica y Cursillos de Folklore, dirigidos a jóvenes y adultos, para formarlos en saberes de tradición e identidad. Estos programas estuvieron al aire durante 64 años, hasta que por decisión oficial la radiodifusora dejó de serlo y se convirtió a RTVC. Esta labor educativa en la radio es única en América y quizás una de las pocas en el mundo. Más de 7.000 programas durante más de 60 años, dedicados exclusivamente a la educación en valores y saberes de la cultura popular e indígena. El presidente de Colombia Guillermo León Valencia le ofreció el Ministerio de Educación pero Abadía declinó la invitación para dedicarse a enseñar por las diferentes regiones de Colombia pues a su parecer su obra era más educativa que política. Abadía fue profesor universitario de más de 20 Universidades de Colombia, entre las cuales están la Universidad del Rosario, Santo Tomás, Universidad del Valle, Universidad de Antioquia, y Universidad Javeriana. Conferencista por más de 30 años en entidades como el Banco de la República, Casas de la cultura regionales, y el IDEP. En este último dicto una serie de 64 conferencias durante 3 meses para los profesores del distrito, en Bogotá. Autor de más de 25 libros sobre cultura musical, folklore e identidad. El libro de mayor acogida, por ser el único escrito en Colombia para la educación universitaria en folklorología y al cual se le llama cariñosamente “la Biblia del Folklore” es el Compendio General de Folklore, que por más de 40 años en sus seis ediciones ha acompañado a los estudiantes de ciencias sociales. Durante este tiempo se han publicado 40.000 ejemplares que han agotado edición tras edición. Sobre esta publicación Abadía nunca recibió regalías por derecho de autor ya por ser una obra de carácter educativo el cedió sus derechos por una cifra simbólica.

Hoy en día hay una versión compilada del mismo libro, dirigida a colegiales, titulada ABC del Folklore Colombiano, de la cual se han editado más de 20.000 ejemplares. En al año 2003, teniendo en cuenta la llegada de las nuevas tecnologías, Abadía, publica en convenio con una Fundación privada, una enciclopedia multimedia bilingüe, sobre los Instrumentos musicales de Colombia, la cual ha tenido excelente acogida especialmente en el exterior. En 1951 contrajo matrimonio con Marina Rey Matiz, de cuya unión nacieron nueve hijos; uno de ellos, Juan Leonardo, se ha encargado de impulsar su trabajo a lo largo de los últimos 15 años y trabajar en pro de uno de los sueños aún no cumplidos del Maestro: crear su propia fundación cultural para la divulgación educativa de su obra a lo largo y ancho del mundo. Con más de 94 años de edad y a pesar de los quebrantos de salud por causas de la edad, y a pesar de las absurdas disposiciones legales que le impedían trabajar por tener más de 70 años, a pesar de tener la capacidad total de hacerlo, siguió con la mente completamente lúcida y las ganas de trabajo de un joven hasta el día de su muerte. Tiene más de siete libros inéditos. Premios[editar] Entre los numerosos reconocimientos y galardones que le fueron otorgados al maestro Abadía Morales, se encuentran:          

Premio Nacional de Educación 2007. Premio Nacional de Cultura 2005. Clave de Oro de Ginebra, Valle, en 1989. Mundo de Oro de Medellín en 1982. las letras de miembro de número de Caballeros de Calatrava de la facultad de humanidades y colegio de humanistas de la Universidad del Rosario en 1985. Los diplomas de experto y profesor especial de la Universidad Nacional en 1968 y 1975. Medalla "Manuel Murillo Toro". Cruz de Boyacá. Premio Nacional Vida y Obra 2002. Premio Vida y Obra de la Alcaldía de Bogotá.

Obras[editar]        

   

Compendio general de folclore colombiano / Guillermo Abadía. 1983 4a ed., rev. y acotada. 547 p. : ill. ; 22 cm. Bogotá : Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular. (3. ed en 1977). La música folclórica colombiana / Guillermo Abadía. 1973. 158 p. illus. 22 cm [Bogotá?] Universidad Nacional de Colombia, Dirección de Divulgación Cultural. El Gran libro de Colombia / Guillermo Abadía; Edgar Bustamante 1981- v. : ill. (some col.) ; 31 cm [Bogotá, Colombia] : Círculo de Lectores. El correo de las brujas y la literatura oral / Guillermo Abadía. 1994 1. ed. Spanish Book 196 p. : ill. (some col.) ; 24 cm. Santafé de Bogotá, Colombia : Tres Culturas Editores, ; ISBN 958-9096-27-1 Instrumentos musicales: folclore colombiano / Guillermo Abadía 1991. 174 p. : ill. ; 21 cm. Bogotá : Banco Popular, Fondo de Promoción de la Cultura, 2.300 adiciones al vocabulario folclórico colombiano / Guillermo Abadía. 1994. 370 p. : ill. ; 21 cm. Bogotá : Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, ; ISBN 958-9003-77-X Coplerío colombiano / Guillermo Abadía. 2000 1. ed. en Panamericana Editorial. Spanish Book 188 p. : ill. ; 21 cm. Santafé de Bogotá, Colombia : Panamericana Editorial, ; ISBN 958-30-0657-2 Guabinas y mojigangas / Guillermo Abadía. 1997 1. ed. Spanish Book 80 p. : ill. ; 24 cm [Bogotá] : Centro de Documentación Musical, Dirección General de Artes, Ministerio de Cultura, ; ISBN 958612-284-0 ABC del folclore colombiano / Guillermo Abadía. 1995 1. ed. Spanish Book 202 p. : ill. (some col.), maps ; 23 cm. Santafé de Bogotá, Colombia : Panamericana Editorial, ; ISBN 958-30-0189-9 Algunos cantos nativos, tradicionales de la región de Guapi, Cauca / Jesús Bermúdez Silva; Guillermo Abadía 1966 Spanish Book 24 p. illus., music. 24 cm. Bogotá, Imprenta Nacional. Aires musicales de los indios guambiano del Cauca (Colombia) / Jesús Bermúdez Silva; Guillermo Abadía. 1970 Spanish Book 31 p., [4] leaves of plates : ill. ; 22 cm. Bogotá : Imprenta Nacional, Folclore lúdico del Litoral Pacífico Colombiano 2 sound tape reels : analog, 3 3/4 ips, full track, mono. ; 5 in. Indiana University, Bloomington.; Archives of Traditional Music. 1963-1966 Description: 2 sound tape reels :; analog, 3 3/4 ips, full track, mono. ;; 5 in. ( Contenido: El Florón (2 versions) - El Trapiche (2 versions) - La Paula -La Margarita Patiana El chocolate - Jugar con mi Tia - El Punto - La Pelusa - La Cajita - Bunde de San Antonio Bunde de San José - Buenaventura puerto de mar - Canoita de Beté - Agua de caña - La Caramba. / Canciones para acompañar juegos. Cada pieza musical está precedida de una descripción. Dejado por Abadía en los Archives of Traditional Music en 1967, grabado por el compilador entre 1963 y 1966 en lugares de la costa pacífica colombiana.



Música indígena y negra del Chocó. / Jesús Bermúdez Silva; Guillermo Abadía. 19631964. Archivo sonoro. 6 rollos de ciinta magnética, analog, 3 3/4 ips, 1 pista, mono. ; 5-7 pulgadas. Parte I. Música indígena del Chocó, incluyendo arrullos, alabados, cantos de bogar. Parte II. Música negra del Chocó, incluyendo currulaos, bambucos, jugas, rumbas, bostons, polkas, alabados, valses y cantos de bogar; entrevista con un artesano de instrumentos musicales, y cuentos. "Acompañado por índices y notas en español e inglés y por un cuaderno de 24 páginas, "Algunos cantos nativos tradicionales de la región de Guapi (Cauca)" by Jesús Bermúdez-Silva and Guillermo Abadía M. (Bogotá: Imprenta Nacional, 1966). Grabado en trabajo de campo folclorista entre indios Chocó Indians y negros en el departamento del Cauca, costa pacífica colombiana, en 1963-1964. Viaje organizado por el Instituto Popular de Cultura de Cali, con ayuda del Centro de Estudio Folclóricos y Musicales de la Universidad Nacional de Bogotá. Ahora en depósito en Archives of Traditional Music, Indiana University, Bloomington. 



 



 

Instrumentos musicales de Colombia = Musical instruments of Colombia. Guillermo Abadía. 2000s. CD-ROM : sd., col. ; 4 3/4 in. Bogotá : Fundación BAT, Colombia : Virtual Technologies, ; ISBN 958-332829-4. Clasificación de 65 instrumentos; incluye 72 fotos de instrumentos; 58 videos, 3 archivos sonoros. Textos de Guillermo Abadía Morales ; comentario adicional por Antonio Arnedo, David Puerta, Carlos Rojas, Hugo Candelario González. La música y la danza en la zona del litoral atlántico / Guillermo Abadía. 1986. [6] p. ; 24 cm [Colombia] : Instituto Colombiano de Cultura : Telecom. La música y la danza en la zona llanera / Guillermo Abadía. 1986. [8] p.; 24 cm [Colombia] : Instituto Colombiano de Cultura : Telecom. La música y la danza en la zona andina : Antioquia, Caldas, Quindio, Risaralda, Santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Tolima, Huila, Valle, Cauca, Nariño y Orientales / Guillermo Abadía. 1986. [11] p. ; 24 cm [Columbia] : Instituto Colombiano de Cultura : Telecom. La música y la danza en la zona del litoral pacífico : Valle del Cauca, Cauca, Choco, Nariño / Guillermo Abadía. 1986. [11] p. ; 24 cm [Colombia] : Instituto Colombiano de Cultura : Telecom, Sinopsis del arsenal organológico musical colombiano / Guillermo Abadía. 198?. 36 p. : ill. ; 17 cm [Bogotá, Colombia?] : Centro colombo americano. Veinte estructuras de la guabina veleña y mojigangas de torbellino", y "ABC del folclore colombiano"

Related Documents

Popol Vuh ...
June 2020 4
Popol Vuh
June 2020 4
Cronicas
June 2020 16
Fragmentos
November 2019 18

More Documents from ""