Ficha 6

  • November 2019
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TEORIAS DEL COMERCIO INTERNACIONAL

GUSTAVO LUGONES

FICHA No 6 TERCERA PARTE: EL PAPEL DEL SECTOR EXTERNO DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL 6.

EN

EL

DOS EXPERIENCIAS HISTORICAS: SUSTITUCION DE IMPORTACIONES Y CRECIMIENTO VIA EXPORTACIONES

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TERCERA PARTE:

EL PAPEL DEL SECTOR EXTERNO EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL 6. DOS EXPERIENCIAS HISTORICAS: SUSTITUCION DE IMPORTACIONES Y CRECIMIENTO VIA EXPORTACIONES 6.1. LA INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES (ISI) EN AMÉRICA LATINA Pese a las diferencias teóricas que distinguen el pensamiento de Karl Marx de las posiciones de los clásicos (Smith, Ricardo y Mill), por un lado, y de las correspondientes a los neoclásicos, por el otro, todos estos enfoques coincidieron en un aspecto: creían en el carácter progresivo del capitalismo. En otras palabras, confiaban en que -tarde o temprano- todos los países con algún grado de inserción en la economía internacional accederían a niveles más altos de prosperidad y bienestar, a partir de la difusión del desarrollo desde las economías maduras a las atrasadas a través del comercio exterior y los movimientos del capital. En particular, se esperaba que el comercio actuara como motor del desarrollo al favorecer la acumulación de capital y los aumentos de productividad en todos los países participantes de los intercambios internacionales. En el siglo XX sin embargo, desde la gran depresión de los años treinta y, sobre todo, a partir de los años cincuenta, fueron tomando fuerza un conjunto de ideas y proposiciones que cuestionaron esa visión del desarrollo y que, bajo una fuerte influencia de las ideas keynesianas y de los aportes de los clásicos de la teoría del imperialismo, comenzaron a preguntarse hasta qué punto y bajo qué condiciones era posible el desarrollo capitalista en las economías atrasadas, si podía esperarse que ese desarrollo fuera espontáneo y, en todo caso, de qué dependía su concreción. Las dificultades mostradas por el sistema capitalista para resolver el problema del retraso relativo de los PED, motivaron crecientes dudas, por parte de los que comenzaron a ser llamados “economistas del desarrollo” o, lisa y llanamente, “desarrollistas”, acerca de sí la división internacional del trabajo según las ventajas comparativas estáticas era una estrategia correcta, tal como lo sostenían los enfoques clásico y neoclásico. Algunas posiciones más radicales (Teoría de la Dependencia) llevaron el cuestionamiento aún más allá, al sugerir que el comercio no sólo no es motor del desarrollo sino que podría ser considerado una de las causas del subdesarrollo al consagrar un conjunto de relaciones de tal naturaleza entre los países, que las diferencias de desarrollo entre los mismos tienden a 2

perpetuarse e incluso a ahondarse, ya que los beneficios obtenidos en el intercambio resultan ser marcadamente desiguales en perjuicio de los países menos desarrollados. Salvo las posiciones más extremas, como la última mencionada, que sostenían la imposibilidad del desarrollo de los PED en el marco del capitalismo y proponían el socialismo como vía alternativa, los críticos del enfoque ortodoxo desde el desarrollismo no cuestionaban la viabilidad del desarrollo capitalista para los PED, sino el papel clave que clásicos y neoclásicos asignaban, en ese sentido, al mercado y al comercio internacional. De hecho, los desarrollistas planteaban que si la acumulación de capital y la industrialización habían sido los vehículos para el crecimiento y el desarrollo en los PD; lo mismo debería ocurrir en los PED. Esto implicaba confiar en que los eventuales logros en materia de crecimiento industrial por parte de los PED se traducirían en modernidad y desarrollo, mientras que, contrario sensu, no se podría lograr el desarrollo sin un sólido crecimiento industrial. La discrepancia fundamental con el pensamiento tradicional estaba, como se ha dicho, en los medios o caminos a seguir, particularmente en cuanto a las posibilidades de avanzar en el proceso de industrialización por la vía de la división internacional del trabajo según las ventajas comparativas estáticas que, de acuerdo con la mirada desarrollista, podrían condenar a los PED al papel de proveedores internacionales de materias primas y productos poco elaborados. En otras palabras, desconfiaban de las supuestas bondades de la asignación de recursos por los mecanismos de mercado y descreían del cumplimiento de la regla ricardiana del beneficio mutuo para las economías involucradas en el comercio internacional. PROBLEMAS Y OBSTACULOS AL DESARROLLO EN AMERICA LATINA El diagnóstico ofrecido por los desarrollistas, en relación con los principales problemas del desarrollo latinoamericano, ponía el acento en dos graves desequilibrios que, en mayor o menor medida, afectaban (y aún afectan) a la mayoría de las economías de la región: las llamadas “brecha externa” y “brecha fiscal”. Por un lado, la “brecha externa”, es decir, los desequilibrios en el sector externo de los PED motivados por egresos de divisas (importaciones, servicios de la deuda, salidas de capitales, etc.) que, sistemáticamente, resultan superiores a los ingresos por exportaciones y entradas de capitales. El carácter estructural o recurrente de esos desequilibrios los distingue de los fenómenos que pueden presentarse en coyunturas desfavorables, pero que no suelen repetirse en circunstancias normales. También los desequilibrios entre ingresos y egresos fiscales (la “brecha fiscal”), tendían a repetirse año tras año, en ocasiones adquiriendo proporciones superiores a varios puntos del PBI, aspecto que parece estar algo más controlado en la región en los últimos años, al menos en lo que se refiere a las magnitudes del déficit presupuestario ya que, por cierto, no se ha logrado su desaparición como problema estructural. Las consecuencias de estos problemas para el funcionamiento económico son numerosas e invariablemente negativas, ya que implican serias dificultades operativas tanto para el sector privado (por ej., escasez y encarecimiento de las divisas necesarias para la importación de insumos y equipos para la producción) como para el Estado (dificultades para honrar los 3

compromisos externos y para el pago de los sueldos de la Administración Pública, entre otras). El diagnóstico se refería también a otros aspectos característicos de las economías latinoamericanas, que tienden a convertirse en formidables obstáculos para el desarrollo, tales como: •

Ahorro insuficiente, con las consecuentes dificultades para encarar o hacer viables proyectos con requerimientos de capital importantes, situación frecuente en la industria;



Retraso tecnológico o brecha tecnológica, que limita las posibilidades de los PED de incursionar en la producción de bienes intensivos en conocimiento, cuyos mercados resultan más atractivos por el comportamiento más favorable de los precios y por su mayor dinámica;



Deterioro de los términos de intercambio, por una mayor tendencia al alza en los precios de los productos importados por los PED (tecnológicamente más complejos) que en los correspondientes a sus exportaciones (compuestas principalmente por bienes primarios o con bajo grado de elaboración) por los constantes cambios en los precios relativos internacionales en favor de los productos más complejos y que dieron lugar en los años 50s. y 60s. al clásico comentario: “cada vez se requieren más vacas para comprar un tractor”;



Desventajas en economías de escala y externalidades, que han dado lugar a la abundante literatura referida a las “fallas de mercado”, a las que nos hemos referido en Unidades anteriores;



Diferencias en la elasticidad ingreso de las importaciones entre los PD y los PED, que explican en buena medida la brecha externa. En efecto, ante incrementos en los ingresos respectivos, las tendencias a aumentar las importaciones son mayores en los PED que en los PD por las diferentes características de los bienes de importación en uno y otro caso: se ha comprobado que con el aumento de la capacidad adquisitiva de la población los incrementos son proporcionalmente mayores en la demanda de bienes complejos que de bienes primarios o con bajo grado de elaboración.

Ante el cuadro descripto, los desarrollistas se preguntaban cuál era la forma adecuada para impulsar un proceso de crecimiento y desarrollo. No esperaban que ese proceso fuera espontáneo ya que no confiaban en que los mecanismos de mercado permitieran superar los obstáculos antes señalados; consecuentemente, asignaban al Estado una importante cuota de responsabilidad en el cambio de las condiciones de desenvolvimiento de las economías de América Latina. EL ESTRUCTURALISMO CEPALINO Bajo la inspiración de estas ideas, en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas se fue conformando, en los años 50s. y 60s., un conjunto de propuestas de acción tendientes al impulso del crecimiento industrial y el desarrollo económico y social, que partían de la concepción de que los problemas del desarrollo en América Latina no eran fenómenos debidos a circunstancias particulares de la coyuntura económica, por lo que no era posible resolverlos con las recetas tradicionales -en particular, con las sugeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, que ponían el acento en el orden macroeconómico, el equilibrio fiscal y el control de la inflación y sugerían adoptar

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políticas estrictas de ajuste presupuestario y astringencia monetaria aún a costa de las consecuencias recesivas que podían esperarse de las mismas. El enfoque de la CEPAL, en cambio, sostenía que lejos de ser coyunturales los problemas de A. L. tenían carácter estructural, ya que estaban originados en la heterogénea conformación de las economías de la región. En otras palabras, a diferencia de las estructuras productivas de los países más ricos que, junto con una gran diversificación de sus aparatos productivos, mostraban un alto grado de homogeneidad en el desarrollo de sus distintos componentes, las economías latinoamericanas presentaban marcadas diferencias entre sectores, actividades y regiones, donde coexistían áreas sumidas en el atraso con otras de alto nivel de modernidad, la pobreza extrema con la riqueza desproporcionada. Por lo tanto, los eslabonamientos y encadenamientos entre actividades y regiones eran débiles, lo que impedía el aprovechamiento de externalidades y reducía el efecto multiplicador de eventuales incrementos en la demanda.

HETEROGENEIDAD Y PROBLEMAS ESTRUCTURALES El estructuralismo cepalino destacaba dos problemas estructurales en el desarrollo de A. L.: desempleo estructural y desequilibrio externo (brecha externa). DESEMPLEO ESTRUCTURAL El excedente de mano de obra por crecimiento de la población activa y por expulsión del sector rural/tradicional excede las posibilidades del ritmo de acumulación. El empleo en la industria y los servicios no crecen al ritmo suficiente para absorber a los trabajadores expulsados de los sectores y regiones atrasados o de menor crecimiento relativo. DESEQUILIBRIO EXTERNO Existen diferencias en la elasticidad-ingreso de la demanda de importaciones en los dos polos que conforman la economía mundial (centro y periferia). En la periferia (los países menos desarrollados) este indicador tiene valores más altos debido a que sus importaciones tienden a crecer más rápidamente que su ingreso y sus exportaciones (elasticidad ingreso de importaciones > 1) ocasionando las crisis recurrentes en la balanza comercial que han caracterizado a las economías latinoamericanas. En el centro, en cambio, la elasticidad ingreso de las importaciones de los productos menos elaborados provenientes de la periferia es menor a 1; estas diferencias estructurales fijan un límite al ritmo de crecimiento posible en la periferia. En efecto, para que haya equilibrio a largo plazo en la balanza de pagos de los países periféricos, a cada tasa de crecimiento del ingreso real en el centro corresponderá un límite al crecimiento del ingreso real en la periferia. Este deberá ser menor al del centro en proporción a la disparidad entre las respectivas elasticidades.

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COMERCIO INTERNACIONAL Y PROBLEMAS ESTRUCTURALES El diagnóstico cepalino podría sintetizarse en los siguientes cuatro puntos: 1. La heterogeneidad estructural impide a la periferia crear y difundir progreso técnico al ritmo del centro; por ello, la productividad del trabajo crece más lentamente. 2. El excedente de mano de obra en los sectores periféricos atrasados deprime los salarios también en el sector moderno, afectando el nivel de la demanda efectiva interna y contribuyendo al deterioro de los términos del intercambio. 3. Por las razones expuestas en 1. y 2. el ingreso real promedio en la periferia crece más lentamente que en el centro y esto hace que se perpetúe la heterogeneidad y el subdesarrollo. 4. Consecuentemente, existen tendencias al desarrollo desigual entre los polos (centro y periferia), tanto en ingreso, como en creación de progreso técnico e integración de la actividad productiva, que no puede esperarse que se resuelvan espontáneamente, sino que requieren la intervención de los poderes públicos para modificar las causas que las originan mediante un proceso deliberado y forzado de transformación de las estructuras en busca de una mayor proporcionalidad y homogeneidad. Precisamente, la posición más heterodoxa del estructuralismo cepalino, es decir, la más enfrentada a la visión tradicional del desarrollo sostenida por clásicos y neoclásicos, tiene que ver con las propuestas de acción y estaba referida al papel potencial del comercio internacional en el desarrollo económico de la periferia. En efecto, la CEPAL consideraba que la principal dificultad para el desarrollo radicaba en la diferencia de estructuras entre centro y periferia y que el comercio internacional tiende a reforzar estas diferencias estructurales. Al igual que los desarrollistas, el estructuralismo cepalino asignaba a la industrialización la capacidad de convertirse en la fuerza motora de las transformaciones requeridas. Para ello, se auspiciaba la sustitución de importaciones por la producción doméstica en todos los casos en que la magnitud de las importaciones y/o el tamaño del mercado doméstico justificara los esfuerzos por desarrollar una industria local. Por cierto, la brecha tecnológica jugaba, en este sentido, un doble papel. Por un lado, conspiraba contra las posibilidades de instrumentación de la estrategia, al reducir la cantidad de sectores o actividades a impulsar, restringiéndolas a los casos en que los conocimientos y habilidades requeridos estuvieran al alcance de los productores locales. Por el otro, cada avance que se lograra en la sustitución de importaciones implicaba mayores posibilidades de reducción de esa brecha por la vía de la difusión de conocimientos y el fortalecimiento de los encadenamientos en el aparato productivo local. Ambos aspectos incidieron en las expectativas creadas en relación con el papel que se esperaba que cumplieran las empresas extranjeras, mejor dotadas en capital y tecnología que las domésticas. De esta manera, el éxito de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no dependía exclusivamente de los logros que se obtuvieran en el impulso a firmas industriales locales sino también, en gran medida, de la localización de firmas extranjeras de las cuales se esperaban aportes de capital, así como derramas de conocimientos hacia el resto del aparato productivo. Si bien por efecto de las perturbaciones en el comercio internacional ocasionadas por las dos grandes guerras mundiales que tuvieron lugar en el siglo XX, así como por la profunda y 6

prolongada depresión económica de los años 30s., América Latina había comenzado a incursionar en un proceso espontáneo de sustitución de importaciones, hacia los años 50s. y 60s. se trataba de poner en práctica programas de industrialización orientados activamente por el Estado, consistentes en: •

planificación y coordinación estatal de la inversión pública y privada;



instrumentación de políticas explícitas de desarrollo industrial y tecnológico que incluían medidas de protección selectiva y transitoria;



gestión estatal de los recursos de la economía y administración de las transferencias entre sectores y regiones;



impulso a la integración regional, en procura de ganancias de escala y del desarrollo de especializaciones complementarias con los socios comerciales.

RESULTADOS Los resultados de la ISI en América Latina no fueron, sin embargo, los esperados. •

Las crisis recurrentes de la balanza de pagos no lograron ser evitadas; antes bien, el proceso de industrialización llevó a una mayor rigidez en la estructura de las importaciones, compuesta ahora por una mayor proporción de bienes intermedios requeridos por las actividades manufactureras, sin los cuales el aparato productivo encuentra trabado su funcionamiento, con las consecuencias esperables en términos de recesión y desempleo;



Los desequilibrios fiscales también se agudizaron por el esfuerzo requerido a las arcas estatales en materia de subsidios, exenciones y apoyos diversos a la industria;



Aunque con diferencias entre los países latinoamericanos, en general, los logros en materia de reducción de la brecha tecnológica fueron escasos, en gran parte por el escaso aporte de las firmas internacionales en este sentido;



Además, y contrariamente a lo esperado, los flujos de capital extranjero provocaron una corriente neta negativa al verse superados los ingresos por los egresos en concepto de repatriaciones, giro de utilidades, servicios de la deuda, etc.

No obstante lo expuesto, siguiendo a Katz y Kosacoff (1998), puede decirse que la experiencia de la ISI dejó saldos positivos en diversos aspectos, incluídos algunos en los que se basan los principales cuestionamientos a esta estrategia regional. En lo que se refiere al desarrollo tecnológico, por ejemplo, si bien, como era de esperarse, la creación endógena de nuevo conocimiento ocupó muy escaso lugar entre los esfuerzos de las firmas, con lo que la conducta tecnológica prevaleciente fue la copia y adaptación de procesos de origen externo, no debe soslayarse que esto implicaba la posesión (adquisición) de los conocimientos mínimos que hicieran posible esas prácticas. Se abría, además, la posibilidad del desarrollo de conocimientos y aptitudes adicionales a partir de las mismas (proceso de aprendizaje), lo que llevó a numerosas firmas a la organización de áreas, grupos o departamentos ad-hoc, encargados de la realización de esfuerzos tecnológicos domésticos. 7

Consecuentemente, por la vía de mejoras incrementales en productos, procesos y organización, se alcanzaron avances productivos que reflejan importantes potencialidades que podrían ser mejor aprovechadas y ampliadas. Se avanzó, asimismo, hacia una cultura organizacional y de interacción social en el campo productivo antes ausente, fortaleciéndose las tramas y tejidos locales y, por tanto, los encadenamientos y complementariedades entre los agentes, lo que derivó en mayores posibilidades de aprovechar economías de escala y externalidades. Entre los aspectos negativos mostrados por la ISI, merece destacarse el bajo crecimiento de las exportaciones industriales que caracterizó a este proceso en todos los países de la región. Los promisorios avances logrados en este sentido en Brasil y México resultaron, de todas formas, insuficientes para asegurar el equilibrio del sector externo, uno de los principales objetivos buscados con la sustitución de importaciones.

6.2. EL MILAGRO ASIATICO Los años de la segunda posguerra fueron también escenario de otros esfuerzos de industrialización acelerada, que obtuvieron resultados mucho más favorables que los alcanzados por la ISI. Nos referimos a las experiencias de Japón y Corea, dos países que, a partir de un vigoroso impulso a las exportaciones industriales lograron catapultarse a posiciones de liderazgo en el contexto económico internacional. El caso de Corea resulta particularmente interesante ya que a comienzos de su proceso de industrialización mostraba indicadores generales de desarrollo económico y social inferiores a los de varios de los países de América Latina, a los que aventaja considerablemente en la actualidad, circunstancia que estimula las comparaciones. Otro aspecto del crecimiento de Corea en la posguerra que llama poderosamente la atención es el hecho de ser un caso reivindicado tanto por autores liberales como por quienes sostienen la idea de que es necesario algún grado de intervención estatal. En efecto, tanto los primeros, en su defensa de la necesidad y conveniencia de desregular la economía y abrir los mercados al comercio libre de trabas, como los segundos en sus planteamientos a favor de que el Estado aplique medidas proteccionistas y transferencias de distinto tipo en apoyo de los sectores de actividad considerados prioritarios para el impulso al crecimiento industrial, han utilizado el ejemplo coreano como una demostración de las bondades de sus respectivas propuestas. En cuanto a la importancia de los logros alcanzados por Corea basta con decir que en el lapso de los 30 años que van de 1960 a 1990 alcanzó un crecimiento del 7% anual acumulativo en el ingreso per capita, y que en ese período protagonizó un cambio estructural en su economía que implicó transformaciones tales como pasar de ser un país basado en la agrominería a convertirse en un país de alto desarrollo industrial; o de contar con un bajo nivel de exportaciones (3% del PBI), constituídas principalmente por bienes primarios, a exportar el 40% del PBI (en un 90% manufacturas); y de producir fundamentalmente bienes intensivos en mano de obra de baja remuneración (manufacturas sencillas) a la fabricación de bienes complejos, intensivos en conocimiento (bienes de capital e informática). La utilización del ejemplo coreano tanto por liberales como por intervencionistas, se explica por la singular combinación de instrumentos empleada por el Estado en su impulso al crecimiento industrial. Quienes vieron en Corea un adalid de la apertura al comercio 8

internacional y la desregulación de los mercados, podían apoyarse en la evidencia que indicaba que la amplia mayoría de las actividades productivas funcionaba sin trabas, regulaciones ni intervenciones estatales y en condiciones de libre comercio; por lo tanto, los precios, en su mayor parte, eran fijados libremente por el juego de la oferta y la demanda. Por su parte, los que sostenían que el despegue coreano era producto de las políticas activas puestas en práctica por el Estado, exponían como fundamento que todos los casos de adquisición de ventajas competitivas recibieron apoyos de diversa índole por parte de los poderes públicos. En realidad, el corazón de la estrategia coreana de industrialización acelerada descansa, precisamente, en la aplicación de políticas sectoriales de asistencia y promoción que tuvieron efectivamente el carácter de selectivas y transitorias. Los sectores de actividad eran clasificados en dos grupos, distinguiendo a las industrias “asentadas” o “con ventajas”, de las industrias “nacientes”. El primer grupo (las “asentadas”) estaba compuesto por las industrias que exportaban y por aquéllas que no tenían competencia de importaciones en el mercado local, mientras que el segundo grupo (las “nacientes”) lo componían las industrias con competencia de importaciones (fueran exportadoras o no). Las medidas fuertemente intervencionistas estaban destinadas a un pequeño grupo de actividades que secuencialmente iba siendo seleccionado por el Estado entre las industrias “nacientes”, para apoyarlo en sus esfuerzos de adquisición de ventajas dinámicas. Sobre esos grupos selectos, cuya composición variaba periódicamente, pasando en cada etapa a actividades de complejidad tecnológica creciente, se aplicaba una amplia gama de instrumentos de política económica que incluía el otorgamiento de subsidios, protección arancelaria y paraarancelaria y financiamiento preferencial (ver L. Westphal, 1992). En ciertos casos, el efecto conjunto de los apoyos otorgados implicaban la operación en condiciones virtualmente monopólicas. Al respecto, tres aspectos merecen ser destacados. Por una parte, como ha sido expresado antes, los beneficios se otorgaban transitoriamente y pasaban de unas industrias a otras en la medida que se iban cumpliendo los objetivos de adquisición de ventajas competitivas buscados por el Estado. Consecuentemente, como lo demuestra L. Westphal (1992) en su trabajo de análisis de la experiencia coreana, la participación en el PBI de las actividades subsidiadas o protegidas nunca superaba un muy bajo porcentaje sobre el total, ya que recibían los apoyos estatales mientras su aporte al producto era escaso, pero dejaban de recibirlos no bien alcanzaban cierto grado de desarrollo1. Por otra parte, los beneficios estaban férreamente condicionados al cumplimiento de metas establecidas en compromisos que las empresas de los sectores beneficiados asumían con el Estado y que consistían fundamentalmente en la conquista de mercados externos vía exportaciones. Esos compromisos estaban establecidos no sólo en función de los objetivos macroeconómicos de fortalecimiento de la balanza comercial, sino que apuntaban también al alcance de niveles genuinos de competitividad por parte de las firmas, una vez que desaparecieran los apoyos estatales: los mercados externos debían proporcionar, por un lado, la escala adecuada para hacer competitivos a los productores coreanos en 1

Esto permitía a los observadores y analistas defensores del liberalismo económico destacar el hecho de que la casi totalidad de la actividad industrial coreana funcionaba en condiciones de libre mercado.

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actividades fuertemente sujetas a rendimientos crecientes y, por el otro, la exposición y exigencia competitiva necesaria como para estimular en los industriales el afán por una permanente y sistemática mejora en sus capacidades tecnológicas. El tercer aspecto a destacar del modelo coreano es la decidida vocación por la búsqueda de la construcción de capacidades competitivas en bienes de complejidad tecnológica cada vez mayor, para lo cual los apoyos estatales al sector privado fueron poniendo el acento, sucesivamente, en sectores como cemento, fertilizantes y refinerías, pasando luego al acero y la petroquímica, más adelante a la construcción naval, los bienes de capital y los de consumo durable y posteriormente a la electrónica. Stiglitz (1997) destaca algunos rasgos del modelo asiático que resultan particularmente significativos: •

La decidida orientación hacia las exportaciones fue alimentada por una activa acción de fomento estatal a través de políticas específicas.



Las elevadas tasas de ahorro, acompañadas de altos niveles de inversión, pueden explicarse en parte por factores económicos pero también por la acción del Estado en la movilización del ahorro.



La reducción de la brecha tecnológica fue posible no sólo por las facilidades para la adquisición de tecnología. Las enormes inversiones en capital humano, en educación y en capacitación significaron un claro incentivo para absorber y adaptar eficientemente la más avanzada tecnología.



El “efecto derrame” de los beneficios del crecimiento hacia el resto de la sociedad tuvo lugar a partir de políticas estatales específicamente destinadas a promover una mayor igualdad .

Sin embargo, los gobiernos del Este Asiático no reemplazaron los mercados, sino que los promovieron y utilizaron y los acompañaron. Sus intervenciones debían mantener un cuidadoso equilibrio de manera de no suprimir al mercado. Este recurso de acción demandaba que los gobiernos diseñasen sus intervenciones para reducir la probabilidad de comportamientos de búsqueda de rentas y de aumentar su capacidad de adaptación ante circunstancias cambiantes. Otro aspecto central en la acción del Estado, según Stiglitz, fue el énfasis asignado a la educación que cumplió, un papel crucial en los resultados obtenidos. Los de Corea y Japón son los casos más recurridos a la hora de buscar ejemplos de estrategias exitosas de adquisición de ventajas dinámicas y rechazo explícito a las fórmulas económicas de basamento exclusivo en las ventajas comparativas estáticas. También son ejemplos válidos de la búsqueda consciente y activa del reemplazo de los salarios bajos como principal ventaja competitiva, por la del dominio y desarrollo de capacidades tecnológicas y organizacionales.

6.3. LOS DIFERENTES BASAMENTOS DE LA ISI Y DEL MODELO ASIATICO Los principales resultados de una comparación entre la ISI en América Latina y la industrialización acelerada coreana muestran que mientras el incremento de las exportaciones 10

industriales fue convertido por Corea en una cuestión nacional y en el centro de su estrategia de industrialización, en A. L., si bien fue planteado como un propósito a perseguir, nunca tuvo un parecido nivel de prioridad. Consecuentemente, la exposición frente a la competencia internacional fue mucho menor en A. L., restando estímulos a la búsqueda de mejoras competitivas y debilitando particularmente los esfuerzos en el campo del desarrollo tecnológico. Tampoco la reciprocidad, es decir los compromisos y, sobre todo, el cumplimiento de los mismos por parte del sector privado, como contraprestación social a los apoyos recibidos por la sociedad a través de las transferencias otorgadas por el Estado, tuvieron el mismo nivel de observancia en ambos casos. Más aún, la transitoriedad de los estímulos y beneficios para la adquisición de ventajas dinámicas, fielmente respetada en el país asiático, fue muy poco cumplida en A. L., con lo que los apoyos, en muchos casos, tendieron a perpetuarse injustificadamente. Otra llamativa diferencia entre las dos experiencias es el papel asignado en cada caso al capital extranjero. En su forma de inversión extranjera directa (IED), en A. L. -como hemos señalado antes- se esperaba que cumpliera un papel crucial, tanto para incrementar las exportaciones de la región, como para reducir la brecha tecnológica respecto de los países centrales a partir de la derrama de conocimientos hacia el conjunto de la economía. En consecuencia, se procuró atraer con diversos estímulos la localización de firmas internacionales productoras de bienes y servicios. Hemos señalado también que los resultados no respondieron a las expectativas. En Corea, en cambio, el ingreso de IED comenzó a ser liberalizado recién en los años 80s., una vez que los conglomerados nacionales habían adquirido la fuerza y solidez que hoy los caracteriza. En cuanto a la reducción de la brecha tecnológica, la opción coreana privilegió la adquisición y adaptación de conocimiento y el desarrollo de capacidades locales internas a las firmas. En ambos sentidos, los esfuerzos privados fueron activamente asistidos por el Estado, proporcionando asistencia técnica, información estratégica y asesoramiento en las investigaciones y negociaciones vinculadas a la adquisición de tecnología por parte de las empresas coreanas. En la forma de financiamiento, en cambio, el capital externo cumplió en el modelo coreano un papel aún más importante que en A. L., un papel que, sin duda, puede calificarse de determinante. Fue la disponibilidad de recursos financieros aportados por el Gobierno de EE.UU. y los organismos multilaterales de crédito (por cierto, muy abundante) lo que otorgó al Estado la capacidad de planificación y coordinación y, sobre todo, de negociación con el sector privado. El capital era, probablemente, el factor más escaso en la Corea de posguerra. Consecuentemente, el Estado contaba con un formidable poder de negociación ante las firmas, a las que les ofrecía apoyo financiero (acompañado de otras medidas de promoción) a cambio de la concertación de compromisos concretos en materia de exportaciones y de mejoras competitivas que debían cumplirse estrictamente, so pena de la pérdida de los beneficios otorgados y de la aplicación de sanciones a las empresas en falta.

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BIBLIOGRAFIA DE REFERENCIA Amsden A. (1994), “Why isn't the whole world experimenting with the East Asian Model to develop?" World Development, April. Hikino T. & Amsden A. (1995), “La industrialización tardía en perspectiva histórica" Desarrollo Económico, abril-junio. Hirschman A. (1973) “La economía política de la industrialización a través de la sustitución de importaciones en América Latina” en Desarrollo y América Latina, Fondo de Cultura Económica. Katz J. Y Kosacoff B. (1998), “Aprendizaje tecnológico, desarrollo institucional y la microeconomía de la sustitución de importaciones”. Desarrollo Económico N° 148. Lall S. (1994) “The East Asian Miracle. Does the bell toll for industrial strategy?" World Development, April. Oman Ch. & Wignaraja G. (1991), The Postwar Evolution of Development Thinking, Macmillan, (caps. 1 y 5) Singh A. (1995), “Asia y América Latina comparados: divergencias económicas en los años 80" Desarrollo Económico, enero marzo. Stiglitz J. (1997), “Algunas enseñanzas del milagro del Este Asiatico” Desarrollo Económico, octubre diciembre. Westphal L. (1992), “La política industrial en una economía impulsada por las exportaciones: lecciones de la experiencia de Corea del Sur", Pensamiento Iberoamericano.

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