Evangelio Versus Legalismo.pdf

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  • Pages: 241
Evangelio legalismo

versus

Cómo enfrentar la influencia insidiosa del legalismo

MARVIN MOORE

ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martín 4555, 1602 Florida Buenos Aires, Argentina

Titulo del original: The Gospel vs. Legalis'm, Review and Herald Publ. Assn., Hagerstown, MD, E.U.A., 1994.

Traductor y editor: Hugo A. Cotro Copy editor: Aldo D. Orrego Tapa: Hugo O. Primucci

IMPRESO EN LA ARGENTINA Printed in Argentina

Primera edición MCMXCVTII - 4M Es propiedad. © Review and Herald Publ. Assn. (1994). © AGES (1998). Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 950-573-679-7 225 MOO

Moore, Marvin Evangelio versus legalismo -1 a. ed. - Florida (Buenos Aires): Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998. 240 p.; 20x14 cm. Traducción de: Hugo A. Cotro ISBN 950-573-679-7 I. Título - 1 . Biblia - Nuevo Testa

nto

Impreso, mediante el sistema offset, en talleres propios. 270798 -36502—

1. Ingresemos a la Epístola a los Calatas—Introducción

7

2. Conflicto entre el cristianismo judío y el cristianismo gentil

17

3. Llamado a ser un apóstol Gálatas 1

27

4. Contendiendo por la fe Gálatas 2:1-14

39

5. ¿Cuan especiales son los judíos? Gálatas 2:15-19

51

6. Victoria en Cristo Gálatas 2:20, 21

63

7. La santificación también es por fe

69

Gálatas 3:1-5 8. Probando su evangelio por medio de las Escrituras

77

Gálatas 3:6-14 9. Dios siempre cumple sus promesas Gálatas 3:10-18

85

5

10. El evangelio según el Sinai - Parte 1 Gálatas 3:19, 20

93

11. El evangelio según el Sinai - Parte 2 Gálatas 31:21-24

113

12. Ya no bajo un tutor Gálatas 3:25

131

13. Hijos e hijas de Dios Gálatas 3:26 a 4:20

139

14. Pacto nuevo versus pacto antiguo

159

Gálatas 4:21-31 15. Legalismo

169

16. Las consecuencias del legalismo Gálatas 5:1-15

191

17. La victoria sobre el legalismo Gálatas 5:15-26

205

18. Cómo tratar con los legalistas Gálatas 6

221

6

CAPÍTULO

1

Ingresemos a la Epístola a los Gálatas-Introducción

S

alí de la casa de un predicador frustrado; no de la mía, sino de la de un hombre que me había invitado a conversar con él acerca de la Biblia. Cuando me llamó por teléfono y me invitó a su casa, dijo que quería que habláramos acerca de la ley. Específicamente quería saber si los Diez Mandamientos todavía se aplicaban a los cristianos. Tras mi llegada, conversamos amigablemente durante unos minutos y entonces hizo nuevamente la pregunta: ¿Siguen los Diez Mandamientos en vigencia para los hijos de Dios después de la cruz? Le expliqué por qué yo creía que sí. Para empezar, Pablo dijo que "por medio de la ley es el conocimiento del pecado", y "por el mandamiento el pecado... [llega] a ser sobremanera pecaminoso" (Rom. 3:20; 7:13). Pablo también dijo que "la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7:12), y Santiago se refirió a "la perfecta ley, la de la libertad" (Sant. 1:25). Mi anfitrión se puso extremadamente agitado. "¡Eso no es cierto!", exclamó casi a los gritos en mi oído. "¿No ha leído usted que los cristianos han sido liberados de la ley?", dijo refiriéndose a Romanos 7:1-3. "La ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive", dijo leyendo parte del versículo 1. Luego saltó al versículo 3, en el cual el género de los pronombres pasa a ser femenino. "Pero si su marido muriese, [la mujer] es libre de esa ley" (vers. 3). "Pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia", dijo señalándome Romanos 6: 14.

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Titubeé, pero no por el súbito cambio de género en los pronombres. "¡Y mire esto!", continuó con aire triunfal. Abrió entonces su Biblia en Gálatas 3 y comenzó a leer: " 'Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa'' " (vers. 19). Mi interlocutor pronunció las últimas palabras con un énfasis especial. "Allí dice precisamente que la ley estuvo en vigencia solamente hasta que la Simiente vino", dijo. "Y si usted lee el versículo 16, verá que la Simiente es Cristo". Respiré profundamente, pero no tuve oportunidad de pronunciar una sola palabra. "¡Y aquí está la prueba final!", exclamó mientras señalaba con el dedo el versículo 25: "Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley" (versión Dios habla hoy). Francamente, yo no sabía qué contestar. Así que me limité a musitar unas pocas palabras y me excusé diciendo que tenía otro compromiso. Mientras abandonaba aquella casa, tomé la determinación de llegar hasta el fondo de este problema. Ciertamente, aquélla no fue mi primera experiencia con el tema. Había presentado mis textos bíblicos probatorios de rutina a distintas personas muchas veces. Sólo ocasionalmente algún interlocutor me había confrontado con los textos probatorios aparentemente favorables al otro lado de la cuestión. Pero ello había ocurrido con suficiente frecuencia como para hacerme penosamente consciente de aquella aparente contradicción del Nuevo Testamento, especialmente en los escritos de Pablo, acerca de la ley. En el pasado, cada vez que alguien me confrontaba con el problema, me las ingeniaba para salir del paso, y cada vez resolvía que algún día estudiaría el problema hasta que encontrara la respuesta. Esta vez supe que "algún día" había llegado a ser "ahora". El día siguiente tomé mi Biblia y comencé. Decidí empezar con la Epístola de Pablo a los Gálatas, puesto que es allí donde se encuentra la mayoría de los problemas al respecto, especialmente en el capítulo 3. No obstante, comencé con el capítulo 1 en la certeza de que tenía que entender el contexto de todo el libro para com-

Ingresemos a la Epístola a los Gálatas—Introducción

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prender los pasajes problemáticos del capítulo 3. Después de varios meses de estudio acompañado de oración encontré la respuesta que necesitaba. No fue fácil, pero descubrí que era posible llevar un problema a la Palabra de Dios y encontrar las respuestas. Eso ocurrió en 1984. Desde entonces he tenido oportunidad de poner por escrito mis opiniones al respecto en una serie de estudios bíblicos, y preparé una serie de conferencias grabadas en casetes de audio acerca de la ley en Gálatas. Finalmente, decidí que era tiempo de escribir un libro, el libro que usted está leyendo. Tal vez debería explicarle que no recurrí a ningún comentario bíblico acerca de Gálatas durante mi estudio. No consulté ningún trabajo erudito sobre el particular. Solamente estudié mi Biblia. Tampoco recurrí al texto griego original del Nuevo Testamento durante la mayor parte de mi trabajo, aun cuando tengo un conocimiento instrumental aceptable de esa lengua. Utilicé la versión bíblica en idioma inglés conocida como New International Versión [Nueva Versión Internacional]. Después de varios años de estudio intensivo, finalmente "había resuelto" Gálatas para mi satisfacción. En otras palabras, estoy escribiendo desde un trasfondo pastoral, no erudito. No pretendo discutir en este libro cada sutileza presente en el libro de Gálatas. Para hacerlo, yo tendría que ser un erudito, lo que no soy. Esto no significa que dude de mis conclusiones. Como la mayoría de las personas que estudian un asunto en particular, creo haber alcanzado una comprensión correcta de Gálatas, especialmente de los textos problemáticos que se encuentran en los capítulos 3 y 4. Sin embargo, soy consciente de que mis conclusiones son perfectibles y me parece que la mejor manera de descubrir si estoy en lo correcto es compartir mis opiniones para que otros, incluyendo a los eruditos, puedan analizarlas. A riesgo de ser mal interpretado, me gustaría compartir con usted otra conclusión significativa a la que llegué como resultado de mi estudio. Pero para hacerlo necesito presentarle antes algo del trasfondo. Como dije antes, cuando comencé mi estudio de Gálatas decidí

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recurrir solamente a la Biblia. Sin embargo, cuando terminé de escribir los capítulos que se refieren a Gálatas 3:19-25 —el pasaje más difícil de toda la epístola de Pablo— no pude resistir mi curiosidad. ¿Había algún comentador de la Biblia que interpretara Gálatas como yo? Como me encontraba justamente en el campus de la Universidad Andrews me dirigí a la Biblioteca y hurgué en la sección de comentarios bíblicos. Abrí el Word Biblical Commentary en la sección de Gálatas, 1 busqué Gálatas 3:19 y comencé a leer. Descubrí entonces que el autor, Richard N. Longenecker, explicaba claramente el texto griego de ese pasaje de las Escrituras y analizaba los sutiles matices de significado de cada palabra y frase. Ese comentario es uno de los mejores que he leído. Mi entusiasmo crecía a medida que leía. El Dr. Longenecker interpretaba Gálatas 3:19-25 exactamente como yo lo había hecho. Versículo tras versículo, él señalaba exactamente los mismos problemas que yo había observado, y casi en cada caso él explicaba esos problemas en armonía con las conclusiones a las que yo había llegado. ¡No lo podía creer! Comparto esta experiencia con usted porque quiero que sepa que me acerqué al libro de Gálatas de la misma manera como cualquier laico lo haría. No obstante, mis conclusiones no son necesariamente muy diferentes de las de otras personas. Si yo pude hacerlo, usted también. Sospecho que muchos cristianos se acercan a la Biblia con el temor de que no podrán entenderla porque carecen de la formación académica de un erudito.2 Tengo buenas noticias para todos los que tienen ese temor. Todo lo que usted necesita es una buena traducción de la Biblia en lenguaje actual para basar en ella su estudio, y varias otras buenas traducciones para hacer comparaciones cuando sienta que llegó a puntos problemáticos. También es útil un diccionario bíblico confiable y uno o dos buenos comentarios bíblicos (el hecho de que yo decidiera no referirme a comentario bíblico alguno en mi estudio de Gálatas no significa que sean innecesarios). Con estas herramientas, todo lo que usted tiene que hacer es prestar cuidadosa atención a cada palabra. No trate de-hacer, que las palabras signifiquen lo qjje usted desea

Ingresemos a la Epístola a los Gálatas—Introducción

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que signifiquen o lo que piensa_que deberían significar. Tanto corno sea-posible, ponga a ú n j a l o sus ideas preconcebidas y la teología conja qu£ ustedjcrecíó, y permita que las palabras de las Escrituras 4g expliquen lo que el escritor de la Biblia quiso decir. Le garantizo que la Palabra de Dios no lo hará extraviarse. Antes de entrar en Gálatas, quisiera compartir con usted algo del contexto, del lugar y de las personas a quienes fue escrita la epístola. Pablo escribió su carta a una iglesia o grupo de iglesias situadas en la región central del Asia Menor (zona que corresponde aproximadamente a lo que hoy conocemos como Turquía). Esta región era conocida con el nombre de Galacia. Pablo escribió esta carta en respuesta a una crisis doctrinal surgida en el seno de la iglesia del Nuevo Testamento y que consistía en una falsa enseñanza que Pablo llama "un evangelio diferente" (véase Gál. 1:7-9). Este evangelio falso era promovido por un grupo de cristianos de extracción judía que tal vez habían sido fariseos antes de su conversión al cristianismo. Varias traducciones bíblicas se refieren a este grupo como "la secta de los fariseos" (Hech. 15:5). Otras versiones los denominan "el partido de los fariseos". Los estudiantes contemporáneos de la Biblia a menudo se refieren a ellos como "judaizantes". Yo he decidido llamarlos "el partido judío". Usted leerá mucho acerca de este partido en el resto del presente libro. La iglesia de Galacia parece haber sido particularmente susceptible a las enseñanzas falsas de ese grupo. A medida que nos adentremos en Gálatas, usted encontrará de utilidad entender un poco acerca de la estructura de la epístola. Por supuesto que tiene una introducción y una conclusión. Y el cuerpo del libro puede dividirse en tres secciones: histórica, teológica y práctica. El siguiente diagrama muestra dónde comienza y termina exactamente cada una de esas partes: BOSQUEJO DE GÁLATAS

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Histórica Gálatas 1:6 a 2:14

Teológica Gálatas 2:15 a 4:31

Práctica Gálatas 5:1 a 6:10

3

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Evangelio

versus legalismo

Debo advertirle que la línea de razonamiento empleada por Pablo a lo largo de la Epístola a los Gálatas no es fácil de seguir. Pedro dijo en cierta ocasión que en las cartas de Pablo "hay algunas [cosas] difíciles de entender" (2 Ped. 3:16). ¡Gálatas estaba sin duda a la cabeza de su lista de cartas paulinas difíciles! Haré lo mejor de mi parte para hacer que esta epístola le resulte comprensible, pero usted obtendrá el mayor provecho de la lectura de este libro si se esfuerza un poco más que con la mayoría de los libros que ha leído. Le sugiero que comience leyendo toda la epístola en una versión de la Biblia que use un lenguaje actual. Luego, mantenga su Biblia junto a usted, abierta en la carta a los Gálatas, mientras lee este libro con el fin de dirigirse rápidamente a ella cuando encuentre algo que parezca poco claro. Muchas personas creen que Pablo se refiere en Gálatas a una controversia doctrinal ocurrida casi dos mil años atrás y que es sumamente irrelevante para los cristianos de hoy. El principal beneficio resultante de la lectura de Gálatas, dicen, es la teología acerca de la justificación por la fe, la cual Pablo pone por escrito en respuesta a la herejía de Galacia. Nadie exige actualmente que Ites cristianos se circunciden. Por lo tanto, el mensaje práctico de Pablo era para los gálatas y otros cristianos de su época, no para nosotros. Eso no es cierto. En verdad, no tenemos que hacer frente exactamente a la misma herejía teológica que los cristianos de la época de Pablo conocieron. No sé de nadie que ande por allí insistiendo en que los c ristianos de boy dcTien someterse a la circuncisión y a otras leyes ceremoniales, como lo exigía el partido judío. Pero la lección práctica de C ¡álnias tiene que ver mucho más con el legalismo como principio erróneo de vida, que con cualquier forma específica de2l Soy adventista del séptimo día. En consecuencia, he escrito este libro desde una perspectiva adventista. Pero traté de tener en mente a todos los cristianos cuando lo escribí, porque creo que Gálatas tiene un mensaje para todos nosotros. Permítame ser totalmente sincero. Usted está a punto de ver un montón de ropa sucia en este libro. La clase de ropa sucia que nadie ha intentado aún lavar.

Ingresemos a la Epístola a los Gálatas—Introducción

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¿Metió usted alguna vez la nariz en un canasto de ropa sucia e inhaló profundamente? El resultado no fue muy placentero, ¿verdad? Le aseguro que la ropa sucia adventista puede heder terriblemente. En verdad, me sentiría considerablemente incómodo exponiendo nuestra ropa sucia para que el mundo la vea si no fuera por una cosa: Todos estamos en la misma condición. No existe una denominación cristiana sobre la tierra que no tenga este problema. Y la razón es simple: todos estamos infectados con la enfermedad qu£ r —produce la ropa sucia y que se llama pecado.5 Ademas, todos somos tentados con el legalismo, que consiste en el esfuerzo, por pequeño que sea, de salvarnos por nuestras propias obras_o de asumir que algo de lo que hacemos puede cambiar la actitud de Dios para con nosotros. Y demasiados de nosotros, en todas las denominaciones cristianas, cedemos a esa tentación. El legalismo no es un problema exclusivamente adventista. Es un problema con el que cada cristiano debe lidiar. Esa es la razón por la que estoy dispuesto a exponer la ropa sucia adventista para que usted la vea. Porque sé que usted también tiene algo de ropa sucia, independientemente de cuál sea la denominación o iglesia de la que es miembro. Si lo que usted aprende en este libro acerca del lavado de ropa sucia puede ayudarlo a vivir una vida mejor en su comunidad cristiana, entonces habrá valido la pena que mi iglesia y yo le permitamos ver nuestra ropa sucia. En verdad, creo que la mejor manera de aprender acerca de la ropa sucia y de cómo lavarla es mirar de cerca algo de ropa sucia. No creo que mis comentarios resultaran tan útiles si yo escribiera un libro acerca del legalismo en general, que discutiera el legalismo tal cual se encuentra en todas las iglesias. La mejor manera de beneficiarnos con un libro acerca del legalismo es examinarlo de cerca en una denominación que esté repleta de él. Y creo que los adventistas estamos bien calificados para ofrecer una mirada como esa a otros cristianos. Hace cien años, muchas denominaciones cristianas tenían prohibiciones contra el uso de joyas, la asistencia al teatro, el baile, los juegos de cartas, etc. Desde entonces, la mayoría de las denominaciones han abandonado esas prohibiciones con el correr de los años, pero unas pocas, incluyendo a

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Evangelio

versus legalismo

los adventistas del séptimo día, no lo han hecho. No tengo problemas con el hecho de que todavía tengamos estas "normas", como las llamamos. El problema no son las normas sino la manera como las utilizamos. Además de las normas tradicionales que acabo de mencionar, los adventistas hemos agregado unas pocas más. Tenemos normas acerca de la salud: no beber alcohol, no fumar, no ingerir té ni café, no comer carnes inmundas, y decimos además que uno se sentirá mejor si no consume carne de ninguna clase. Como consecuencia de nuestro énfasis en la observancia del cuarto mandamiento, también hemos sostenido algunas reglas más bien estrictas acerca de cómo guardar el sábado: no trabajar, no practicar juegos seculares, no hacer tareas de jardinería, no limpiar la casa, no pagar las cuentas, no realizar negocios en sábado, etc.4 Cualquier organización religiosa que enseñe a sus miembros a respetar normas de conducta corre el riesgo de que alguno de sus miembros transforme esas normas en legalismo. Y cuantas más normas tiene un grupo, mayor es la posibilidad de que se presten al abuso. Puesto que hemos retenido la mayoría de las normas tradicionales de hace un siglo y puesto que les hemos añadido cierto número nosotros mismos, creo que los adventistas podemos ser un excelente caso de estudio para cualquiera que desee analizar el fenómeno del legalismo. Esa es otra razón por la que deseo enfocar específicamente el legalismo adventista. Si usted es un lector adventista del séptimo día, espero que pueda aprender más acerca de usted mismo y de su vida espiritual a medida que lea este libro. Si usted no es un adventista, espero que obtenga una mayor vislumbre no sólo de los adventistas del séptimo día, sino también de su propia vida y de la vida de la iglesia a la que pertenece. Quienquiera que usted sea, espero que las lecciones que aprenda de la Epístola a los Gálatas le ayuden a ser un cristiano más feliz. Referencias 1 Richard N. Longenecker, The Word Biblical Commentary: Galatians [El Comentario bíblico de la Palabra: Gálatas] (Dallas: Word Books, 1990). El Dr. Longenecker es profesor de Nuevo Testamento en el Wycliff College de la Universidad de Toronto, Canadá.

Ingresemos a la Epístola a los Gálatas—Introducción

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2 El autor menciona aquí varias versiones de la Biblia en idioma inglés. Los hispanoparlantes disponemos también de un buen número de versiones bíblicas de estudio que representan traducciones confiables del texto bíblico. Entre ellas pueden citarse, además de la versión Reina-Valera, la Biblia de Jerusalén, la Nueva Biblia española, la Biblia del Peregrino de Alonso Schókel, etc. 3 No me refiero a que el legalismo en sí mismo sea pecado. El legalismo es causado por el problema del pecado que nos infecta a todos por igual. El legalismo hace que digamos y hagamos muchas cosas desconsideradas que lastiman a otros. Estas formas desconsideradas de comportamiento son pecado. La mayoría de los cristianos probablemente nos comportamos de manera desconsiderada alguna vez en la vida. En el caso de algunos cristianos, el legalismo es una conducta obsesiva y compulsiva, una adicción. Para esta clase de gente, juzgar a otros y hacérselo saber es una forma de vida. Ese era el problema del partido judío en Galacia. Es un problema aún hoy. 4 Algunos adventistas piensan en el sábado fundamentalmente en términos de reglas acerca de lo que no se debe hacer en él. Sin embargo, eso no es todo lo que significa el mandamiento del sábado. Correctamente observado, el sábado incluye pasar tiempo con Dios y con Jesús, con los amigos cristianos, con las personas necesitadas, etc. Pero este tema está más allá del propósito de este libr«.

CAPÍTULO

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Conflicto entre el cristianismo judío y el cristianismo gentil

P

iense conmigo durante unos minutos acerca de lo que habrá significado ser judío durante la época de Cristo. La relevancia del judaismo era extremadamente importante para los judíos. Siglos antes, Dios había llamado a Abraham y le había prometido hacer de él una gran nación, y ellos eran esa nación. Suponga que en los albores de nuestra historia denominacional, Dios hubiera dicho lo siguiente a los adventistas del séptimo día por intermedio de Elena de White: "Voy a hacer de ustedes una gran iglesia". ¿Qué pensaríamos hoy acerca de nosotros mismos? Luego Dios dio a los israelitas al gran rey David, y les dijo que el Mesías descendería de ese rey y gobernaría todas las naciones. Suponga que Dios hubiera dicho lo siguiente a los adventistas: "Haré surgir de entre ustedes un gran dirigente. Por medio de su liderazgo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día llegará a ser la iglesia más importante. Ella dirigirá a todas las demás iglesias del mundo". ¿Qué pensaríamos de nosotros mismos si hubiéramos recibido tales promesas? Aquellos de entre nosotros que las hubiésemos creído nos sentiríamos tentados a pensar que somos en algún sentido mejores que todos los demás. Eso es en verdad lo que les ocurrió a los judíos tras su retorno de la cautividad babilónica. La identidad nacional-de los judíos, sus prejuicios religiosos y su anHelo dc pureza ritual eran tan fuertes

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Evangelio

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que rehusaron asociarse socialmente con los gentiles.* Los judíos de la época de Cristo tenían también la firme expectación de que el Mesías prometido estaba a punto de aparecer y que la promesa hecha a Abraham, según la cual ellos serían la nación más importante del mundo, estaba por cumplirse. El Mesías de los judíos gobernaría el mundo entero. Los discípulos de Jesús también estaban infectados con estas ideas. Discutían entre sí cuál de ellos sería el más importante en el reino venidero; quién sería el ministro de hacienda, el secretario de Estado, etc. Tenían todas esas funciones organizadas en su mente y, por supuesto, cada uno de ellos estaba seguro de que sería el Primer Ministro. La muerte de Jesús acabó con esas acariciadas esperanzas. Ellos dijeron: "Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel" (Luc. 24:21). Cuando Jesús resucitó, las esperanzas de ellos revivieron. En Hechos 1:6 leemos que dijeron a Jesús: "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" Es fácil perder de vista el significado de esa pregunta. Los discípulos esperaban, por supuesto, que el yugo romano sería quebrantado y que Israel sería restaurado como una nación independiente. Pero la profecía del Antiguo Testamento no sólo afirmaba que Israel sería una nación independiente al final de los tiempos, sino que finalmente llegaría a ser la cabeza de todas las naciones, y que todas las naciones vendrían a Jerusalén a adorar (véase, por ejemplo Isaías 60, especialmente los versículos 10-14). Así que cuando los discípulos preguntaron a Jesús si restauraría el reino a Israel en ese tiempo, lo (|ue realmente querían decir era: "¿Es éste el tiempo del fin, cuando Israel llegará a ser la cabeza de todas las naciones?" Y de eso se trata la Epístola a los Gálatas. Ciertamente usted no encontrará en ella nada acerca de los eventos del tiempo del fin ni acerca de Israel como la futura nación dominante. Pero la suposición de que ése sería el destino de Israel se encuentra en la base de todo el debate. Las promesas hechas_fiQJÜ3ÍQS a los judíos, que los conyencicron de que su religión era la única verdadera, estaban tan enraizadas en la mente judía que incluso los apóstoles sólo pudieron vencer esta actitud con gran dificultad, y muchos cristianos de

Conflicto

entre

el cristianismo judío y

el gentil

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extracción judía nunca lo lograron. Es imposible entender plenamente la Epístola a los Gálatas sin el telón de fondo de este contexto. En respuesta a la pregunta de los discípulos acerca de si habría de restablecer el reino a Israel entonces, Jesús dijo: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1:7, 8). Note que Jesús dijo a los apóstoles que fueran a predicar el evangelio primero en Jerusalén, luego en Judea y Samaría, y finalmente "hasta lo último de la tierra". Esta expresión significa que el evangelio sería predicado a los gentiles, y que los gentiles llegarían a ser cristianos. Sin embargo, la predicación comenzaría en Jerusalén y Judea, y pasaría a Samaría antes de llegar a los gentiles. Cuando leemos el libro de Hechos, descubrimos que eso fue exactamente lo que ocurrió. El evangelio fue primeramente predicado en Jerusalén. La reunión multitudinaria de creyentes en ocasión del día de Pentecostés ocurrió en Jerusalén. Pedro y Juan sanaron a un hombre lisiado en Jerusalén. Presentaron su encendida defensa del evangelio ante el Sanedrín en Jerusalén. Los siete diáconos fueron elegidos en Jerusalén. Los primeros seis o siete capítulos de Hechos se refieren a la naciente iglesia neotestamentaria que estaba en Jerusalén. El libro de Hechos hace sólo una minúscula referencia a la expansión del cristianismo en Judea (véase Hech. 8:1). El apedreamiento de Esteban aparentemente precipitó una gran persecución contra la iglesia. Como resultado de ello, muchos cristianos fueron esparcidos por toda Judea y Samaría. Dondequiera que iban hacían correr la voz acerca de Jesús. Ello fue ciertamente la razón por la que Dios permitió aquella persecución. En Hechos 8:5 leemos que Felipe se dirigió a una ciudad de Samaría donde proclamó a Cristo. Aparentemente fue el primer dirigente de la iglesia que hizo eso. Como resultado de su predicación, muchos endemoniados fueron liberados, y muchos lisiados fueron sanados. La Biblia dice que "había gran gozo en aquella ciudad" (vers. 8).

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Pienso que Lucas registró esos milagros con un propósito. Él era un escritor gentil y como tal quería asegurarse de que sus lectores entendieran que Dios mismo condujo a estos primeros cristianos para que predicaran el evangelio a los no judíos. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, los dos oficiales más destacados de la iglesia cristiana de Jerusalén, para que corroboraran los hechos. El presidente y el vicepresidente de la Asociación General descendieron para ver lo que estaba ocurriendo en Samaría. ¡Obviamente, se trataba de algo importante! Lucas quería que sus lectores supieran que el éxito evangelístico en Samaría no era algo insignificante. Cuando Pedro y Juan llegaron, oraron por los samaritanos para que pudieran recibir el Espíritu Santo y, maravilla de las maravillas, eso fue precisamente lo que ocurrió. ¡Dios bendijo a lo$ samaritanos de la misma manera como lo hizo con los judíos que aceptaron a Cristo! Lucas también abre un paréntesis en su relato para decirnos que el Espíritu Santo envió a Felipe al desierto como parte de lo que sin duda parecía un proyecto evangelizador muy extraño. Felipe vio a la distancia un carruaje que se acercaba, y el Espíritu Santo le dijo: "Acércate y júntate a ese carro" (vers. 29). Mientras Felipe se acercaba al carro, escuchó la voz de un hombre negro —un etíope— que leía una profecía de Isaías referente al Mesías. Felipe dio un estudio bíblico a aquel hombre y luego lo bautizó. Nuevamente el Espíritu Santo había dirigido las cosas para la conversión de un no judío. Creo que Jesús tuvo un propósito para la progresión geográfica —Jerusalén, Judea, Samaría, el resto del mundo— que bosquejó en Hechos 1:8 para la difusión del evangelio. Jerusalén era el lugar más conveniente para comenzar. Los apóstoles estaban en condiciones de predicar en su propia cultura y de ganar para el evangelio a su propia gente. El evangelio fue predicado exclusivamente a los judíos durante los primeros tres o cuatro años posteriores al Pentecostés. Aun cuando era tiempo de esparcir el evangelio más allá de los límites judíos, Dios no envió a su iglesia directamente a territorio

Conflicto entre el cristianismo judío y el gentil

23

gentil. En lugar de ello, condujo a su pueblo suavemente hacia el próximo grupo geográfico. Si bien existía un profundo antagonismo judío contra los samaritanos, éstos al menos estaban circuncidados (en algo se parecían a los judíos, y esto contribuyó a atenuar el rechazo que ellos sentían para con los de Samaría). Cuando los discípulos se adentraron en Asia Menor, aun entonces comenzaron sus labores misioneras en las sinagogas. Si bien los judíos no aceptaban su evangelio, los prosélitos a menudo sí lo hacían (así como el eunuco etíope, que era probablemente un prosélito judío). Note que había algo en común entre estas personas: judíos, samaritanos y prosélitos estaban circuncidados. Los cristianos de extracción judía que estaban en Jerusalén podían decir: "Los samaritanos son gente circuncidada, al igual que los prosélitos y este eunuco. Así que no hay problema". Pero Dips no se detuvo aquí. Pedro estaba en Jope cierto día, en la terraza de un amigo, cuando el Espíritu Santo le dijo que fuera a la planta baja para recibir a unas visitas. Los hombres que Pedro conoció en la puerta de aquella casa lo condujeron a Cesarea, a la casa de un centurión romano. Este hombre era un gentil, y un buen judío no mantenía trato social con gentiles. Pedro se sintió sin duda nervioso cuando entró en la casa de aquel pagano. Pero cuando lo hizo encontró que la casa estaba llena de gentiles. ¡Y el Espíritu lo había metido en esta situación! Aparentemente Pedro estaba con algunos asociados, quienes sin duda también se sintieron incómodos. Pero entonces ocurrió algo asombroso. Mientras Pedro estaba hablando a la gente allí reunida, el Espíritu Santo descendió sobre cada uno de ellos, y los gentiles hablaron en lenguas. Los creyentes judíos que acompañaban a Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo había sido derramado incluso sobre gentiles. Entonces Pedro dijo: "¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?" (Hech. 10:47). Y ordenó que fueran bautizados en el nombre de Jesús. Tan pronto como Pedro volvió a Jerusalén se esparció rápidamente la noticia de que había estado en el hogar de un gentil y que incluso había bautizado a gentiles. Estas noticias causaron un revue-

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lo tal que los dirigentes de la iglesia convocaron una reunión de negocios. Ellos le dijeron: "Pedro, explícanos tu conducta. ¿Por qué entraste en una casa de incircuncisos y comiste con ellos, y por qué, para colmo de males, los bautizaste?" ¿Percibe usted la tensión creciente? No había problemas en bautizar samaritaños y a un converso etíope. Pero Cornelio era un gentil incircunciso y los cristianos judíos de derecha simplemente no podían tolerar su bautismo. Pedro explicó todo lo que había ocurrido:"Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?" (Hech. 11:1517). Cuando quienes participaban de aquella reunión escucharon la defensa de Pedro no tuvieron más objeciones. Por el contrario, alabaron a Dios diciendo: "¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!" (vers. 18). Les parecía algo asombroso en extremo, pero cierto. Lucas estaba destacando un punto importante aquí. Quería que sus lectores entendieran que la dirigencia de la naciente iglesia cristiana aceptaba paso a paso que el evangelio fuera predicado a los gentiles. Pero aun aquí Dios condujo a su pueblo suavemente. Cornelio era un gentil, pero también era un simpatizante del judaismo (véase Hech. 10:1, 2), lo cual hizo que su recepción del Espíritu Santo resultara un poco más tolerable para los cristianos de extracción judía. Aquello no era lo mismo que ir a territorio completamente gentil y traer de allí a los paganos directamente al cristianismo. Pero Dios pronto mostró que quería que su iglesia diera también ese paso. Quienes habían sido esparcidos por la persecución desencadenada en conexión con la muerte de Esteban llegaron a regiones tan apartadas como Fenicia, Chipre y Antioquía llevando consigo el mensaje acerca de Jesús, pero sólo a los judíos t ^ a s e

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Hech. 11:19). Todavía no entendían que tenían una misión para el mundo gentil. Sin embargo, unos pocos fueron a Antioquía y comenzaron a predicar también a los griegos. La Biblia dice que "la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor" (vers. 21). De nuevo las noticias llegaron a oídos de la iglesia en Jerusalén y Bernabé fue enviado a Antioquía. Cuando éste "llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos [los gentiles convertidos] a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor" (Hech. 11:22, 23). Los que aceptaron a Cristo fueron tantos que Bernabé necesitó ayuda. Y puesto que se encontraba en territorio gentil, fue en procura de la mejor ayuda que podía encontrar para alcanzar a los gentiles. Saulo había estado predicando en Tarso durante varios años, y Bernabé lo invitó a venir a Antioquía. Saulo aceptó la invitación y ambos trabajaron exitosamente durante todo un año. Ahora la iglesia estaba lista para lanzar su gran avanzada en territorio gentil. Nadie estaba preparado para ello, como veremos pronto, pero un número suficiente de los dirigentes de la iglesia y de sus miembros estaban espiritual y emocionalmente preparados para impedir que la oposición cerrara el camino. En Hechos 13:1 y 2 leemos que Dios guió a ciertos profetas y maestros de Antioquía para que apartaran a Saulo y a Bernabé mediante ayuno, oración e imposición de manos, tras lo cual los comisionaron para una extensa gira misionera en territorio gentil. Note que antes de relatar la historia acerca de la primera gira misionera de Pablo, Lucas asegura a sus lectores que aquél emprendió ese viaje bajo la dirección del Espíritu Santo. No me detendré en los detalles de la primera gira misionera de Pablo. Alcanza con decir que fue inmediatamente exitosa. Muchas personas fueron bautizadas y se establecieron numerosas iglesias. Fue tal vez en este viaje cuando Pablo fundó la iglesia de Galacia, aunque Lucas no lo menciona. Al finalizar su recorrido misionero, Pablo y sus acompañantes volvieron a Antioquía, donde convocaron a los creyentes a una reunión en la que informaron todo lo que Dios había hecho entre los

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gentiles por medio de ellos. Lucas no da la menor evidencia de que los cristianos de Antioquía sintieran otra cosa que no fuera un gran gozo por el éxito de la gira misionera de Pablo. Hay una buena razón para ello: la iglesia de Antioquía estaba compuesta mayormente por creyentes de extracción gentil, no por judíos. Era natural que se sintieran emocionados por el informe de Pablo. Sin embargo, poco antes de que esas noticias llegaran a Jerusalén ya el partido judío no se sentía tan emocionado. Cierto grupo de ellos se sentía particularmente molesto y envió una delegación a Antioquía. Pero no confrontaron directamente a Pablo y a los otros dirigentes, sino que se infiltraron en la iglesia. La Biblia dice que "algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos" (Hech. 15:1). La disputa entre Pablo y este partido judío llegó a ser tan áspera, que la iglesia comisionó a Pablo, a Bernabé y a otros dirigentes para que fueran a Jerusalén con el fin de consultar con los apóstoles y los ancianos acerca de esta cuestión. Lucas dice que: "Habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaría, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos" (vers. 3). Lucas quería que sus lectores supieran que el partido judío era sólo una pequeña facción; la mayoría de los cristianos se sentían inspirados por el informe de Pablo. También destaca el hecho de que cuando la delegación de Antioquía llegó a Jerusalén "fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos" (vers. 4). Los apóstoles convinieron en realizar una reunión para escuchar a ambos lados del conflicto centrado en Antioquía. Esta reunión ha llegado a ser conocida como el Concilio de Jerusalén. La Biblia dice que los fariseos se pusieron de pie y dijeron: "Es necesario circuncidarlos (a los gentiles), y mandarles que guarden la ley de Moisés" (vers. 5). Pero Pedro replicó que Dios había enviado, por su intermedio, el Espíritu Santo a los corazones de los creyentes gentiles (se estaba refiriendo a su experiencia con Cornelio). Pedro razonaba entonces: ¿Por qué debía la iglesia exigir que los gentiles se hi-

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rieran judíos para llegar a ser cristianos? Cuando se tomó un voto resolutivo, la dirigencia de Jerusalén aprobó lo que Pablo había estado haciendo. Varios delegados fueron enviados desde Jerusalén para volver a Antioquía con Pablo y sus acompañantes con el fin de resolver el problema allí. Cuando los cristianos de Antioquía recibieron el informe del Concilio de Jerusalén se sintieron complacidos. Este es el trasfondo que necesitamos conocer para entender la Epístola a los Gálatas. Cuando penetremos en esta carta de Pablo, usted descubrirá que el partido judío originador de los problemas en Antioquía no se aquietó simplemente porque el Concilio de Jerusalén autorizara la predicación de Pablo a los gentiles, sino que persiguió a Pablo a través del Imperio Romano, y parece que tuvieron una fuerte influencia en la mente de los cristianos de Galacia^, Referencia * Las relaciones comerciales entre judíos y gentiles eran obviamente necesarias y por eso permitidas. Lo que estaba prohibido era la interacción con propósitos sociales; por ejemplo, comer juntos.

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Llamado a ser un apóstol Gálatas 1

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l primer siglo de nuestra era fue el período ideal de la historia cristiana. Los apóstoles guiaban a la iglesia y el Espíritu Santo llenaba el corazón de cada creyente con el poder de Pentecostés. En consecuencia, el pueblo de Dios vivía en perfecta paz y armonía. ¿Correcto?

terias divisiones fragmentaban a algunas congregaciones. Una disputa acerca de la igualdad de derechos se desató muy temprano en la iglesia de Jerusalén, y la iglesia de Corinto mantenía una batalla acerca de quién era el mejor predicador (véase Hech. 6:1; 1 Cor. 1:10-17). Y lo peor era que, como vimos en el capítulo anterior, el conflicto acerca de la conversión de los gentiles a Cristo dividía a la comunidad cristiana entera. Parece que la iglesia que estaba en Galacia se vio particularmente minada con este conflicto. Puesto que Pablo fue el fundador de esta congregación (véase Gál. 4:13), era natural que se sintiera inquieto por el bienestar de ella. Su Epístola a los Gálatas era su defensa del evangelio que había predicado allí y su apelación a ellos para que permanecieran fieles a ese evangelio. Es importante entender que la Epístola a los Gálatas nos da sólo la visión paulina del conflicto allí librado. No tenemos información directa alguna acerca de los argumentos de sus oponentes. Tal vez desearíamos tener una Epístola a los Gálatas escrita por el líder del partido judío. Puesto que sólo tenemos el lado paulino del deba-

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te, tenemos que depender de él para que nos diga cuáles eran los argumentos del partido judío. Desafortunadamente para nosotros, Pablo da mayormente por sentado que sus lectores estaban familiarizados con esos argumentos, y los refuta sin citarlos. Todo lo que podemos hacer para conocer los argumentos del partido judío es tratar de inferirlos a partir de una lectura cuidadosa de la respuesta de Pablo. Si mantenemos eso en mente, ello nos ayudará a lidiar con algunos de los problemas que encontramos en su carta. En verdad, nos vemos confrontados por esta dificultad ya en el primer versículo del primer capítulo. Aparentemente, el partido judío sostenía que la misión encomendada a Pablo —predicar el evangelio a los gentiles— era de origen humano. Pero Pablo insistía en que era "apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre)". Pablo se presenta frecuentemente en sus cartas como un apóstol, y con frecuencia subraya el hecho de que era un apóstol "por voluntad de Dios". Note, por ejemplo, los siguientes ejemplos: Romanos 1:1: "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios". 1 Corintios 1:1: "Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios". Efesios 1:1: "Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios". Es probable que otro de los argumentos principales esgrimidos por el partido judío contra Pablo fuera que no poseía credenciales apostólicas. Es importante entender que el partido judío tenía aquí, en un sentido muy real, un punto válido, al menos en vista de la definición de "apóstol" adoptada en los primeros días de existencia de la iglesia. Tras la ascensión de Jesús al cielo, pero antes de Pentecostés, Pedro propuso que el grupo reemplazara a Judas con "uno de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección" (Hech. 1:21,22). Note dos cosas acerca de las calificaciones requeridas de un

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apóstol según la declaración de Pedro: debía haber caminado y hablado con Jesús durante tres años y medio, y debía haber visto con sus ojos a Jesús resucitado. Pablo no llenaba ninguna de las dos condiciones. El no podía decir con Pedro: "Habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad" (2 Ped. 1:16), ni podía decir con Juan: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida" ( l j u a n 1:1). En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos una acusación por parte del partido judío en el sentido de que Pablo no estaba calificado para ser apóstol porque no había pasado tiempo personalmente con Jesús mientras éste estaba en la tierra. Pero la reiterada defensa que hace Pablo de su ministerio apostólico debería hacernos sospechar que ése era ciertamente uno de los principales argumentos de sus oponentes. Pablo responde destacando una y otra vez que recibió su llamado directamente de Jesucristo, con lo que se refería sin duda a su experiencia en el camino a Damasco. Como consecuencia de ello, él reclamaba el derecho de ser considerado un apóstol a la altura de cualquiera de los doce. El rechazo de Pablo por parte del partido judío contiene una importante lección para nosotros. Durante mi experiencia como pastor, siempre encontré quien dijera: "Dios me ha llamado para hacer esto y aquello". Y esas personas se trastornaban si la iglesia no reconocía ese llamado ni les concedía inmediatamente la responsabilidad que pretendían. Este es a menudo un problema de los jóvenes que se sienten llamados al ministerio pastoral. Los dirigentes de la iglesia a veces cuestionan las calificaciones de ciertas personas, lo cual, por supuesto, hace que esos jóvenes se desanimen. Esto es comprensible. Estoy seguro de que yo también me hubiera desanimado en esa situación. Pero Pablo nunca se acobardó por el hecho de que algunos cuestionasen su llamado al ministerio. Esto se verá cada vez con más claridad a medida que nos adentremos en el libro de Gálatas. En Gálatas 1:3-5, Pablo dice: "Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mis-

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mo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén". Las palabras "gracia y paz sean a vosotros" son un saludo, como cuando decimos "Hola" o "¿Cómo estás?". Pablo utiliza a menudo esta salutación en sus cartas. En nuestra cultura, la expresión "¿Cómo estás?" es sólo una formalidad. Lo que en realidad queremos decir con ella es: "Te veo y te lo hago saber, porque si no acuso recibo de tu presencia pensarás que soy un grosero". Y la persona que contesta: "Bien, gracias", en realidad está diciendo: "Me siento terriblemente mal, y hubiera preferido no desperdiciar la energía necesaria para saludarte. Pero entonces habrías pensado que soy grosero, así que te dije que estoy bien sólo para quedar bien contigo". Por supuesto que he exagerado, pero usted sin duda captó lo que quiero decir. Las palabras que decimos en una reunión son a menudo una formalidad. No creemos lo que decimos. Generalmente las decimos en forma automática, sin siquiera pensar. La pregunta que debemos hacernos mientras leemos el saludo utilizado por Pablo casi en cada una de sus cartas es: ¿Son esas palabras una mera formalidad o Pablo sentía y creía lo que decía? "Gracia" es una palabra común en griego (jdris), parecida a nuestro "Hola", y el saludo común en hebreo era "paz" (shalóm). Pedro y Juan también usaron este saludo combinado (véase 1 Ped. 1:2; 2 Ped. 1:2; .' luán Apoc. 1:4). Aparentemente se trataba de una salutación nrotrstaiiientaiI.I común que reflejaba el sustrato tanto judío como gentil de la iglesia. No i il'i ilnil.i
  • a. N o obstante, c r e o <|u< |iodi mo-, estar seguros de que Pablo quería realmente que lo-, rustíanos que leyeran sus cartas experimentaran la gracia de I )tos I11 di ••< alia que comprendieran la realidad de la paz que podían e x p e r i m e n t a r p o r medio de Jesucristo. Quería que entendieran qu< |i n . n alíñenle se dio a sí mismo por

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    los pecados de ellos para rescatarlos del mal presente en el mundo. Por favor, note algo interesante. Compare los comentarios introductorios de Pablo en Gálatas con sus comentarios introductorios en varias de sus otras cartas. Repetiré Gálatas 1:3-5: "Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén". Compare esas observaciones con las introducciones paulinas en las siguientes cartas: Romanos 1:8: "Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo". 1 Corintios 1:4: "Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús". Filipenses 1:3: "Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros". Note que Pablo no dice: "Agradezco a mi Dios por vosotros, gálatas". ¿Por qué? Porque sabía que se estaban encaminando hacia la apostasía. El no nos dice si pensaba que los gálatas eran indignos de sus oraciones de gratitud o si estaba tan apurado por mandarles la carta que se olvidó de decirles que agradecía a Dios por ellos. De cualquier manera, pienso que podemos suponer con cierto grado de seguridad que Pablo en efecto oraba por sus amigos gálatas así como un padre ora por un hijo o una hija descarriados. Probablemente en aquel entonces oraba por ellos más que por cualquier otro grupo de creyentes. En Gálatas 1:6, Pablo se lanza directamente al asunto que le preocupa: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente". Desde el mismo comienzo Pablo dice: "Aquí hay un problema". No trató de ser diplomático. Simplemente dijo lo que tenía que decir. Cuando dijo: "Ustedes están desertando tan pronto de quien los llamó por la gracia de Cristo", ¿se refería a sí mismo o a Dios? Por supuesto que es Dios quien llama a cada cristiano. Pero me pa-

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    rece que Pablo estaba hablando de sí mismo, pues dijo: "Tan pronto se han alejado del que los llamó por la gracia de Cristo". Dios nunca ha necesitado la gracia de Cristo para llamar a las personas. Pablo sí. Luego Pablo dijo a los cristianos de Galacia: "Os hayáis alejado... para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema [la versión Dios habla hoy traduce: "...que caiga sobre él la maldición de Dios"] " (vers. 6-9). Se trata de un lenguaje muy fuerte. Aunque no lo mencione explícitamente, Pablo se refiere al partido judío. Sus integrantes se habían infiltrado en la iglesia de Galacia y habían convencido a muchos de los creyentes de origen gentil de que debían hacerse judíos para poder ser buenos cristianos. Insistían en que los gentiles debían circuncidarse y observar todas las leyes ceremoniales y las festividades religiosas judías.1 Pablo llamó a esto: "Un evangelio diferente, aunque no hay otro". Dijo que "hay algunos [el partido judío] que os perturban". Es crucial entender que las personas del partido judío que habían llegado a Galacia eran sinceras en sus convicciones. Creían con todo su corazón que su mensaje era esencial para la verdadera vida espiritual y para la salvación eterna. Pero, según Pablo, estaban absolutamente equivocados, tanto que quien predicara ese mensaje ¡sería eternamente condenado! Y lo dice dos veces, para asegurarse de que sus lectores captaran el punto. Piense en esto. Estas personas eran completamente sinceras y estaban convencidas de que tenían la verdad. Aseguraban estar animadas de las mejores motivaciones y decían querer lo mejor para los cristianos gentiles de Galacia. Deseaban que ellos tuvieran la experiencia religiosa más saludable y feliz. Pero Pablo les dijo: "Ustedes están absolutamente equivocados". Y puesto que aceptamos a Pablo como un apóstol de Cristo, creemos que estaba en lo correcto. Dediquemos un momento para aplicar esto a nuestra situación. A veces algunas personas ingresan a la I g l e ^ A d y e ^ ^ t a y dicen: "Usted tiene que hacer esto „y .aquello, creer esto y aquello. Si usted

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    no cree y hace las cosas a mi manera, usted está equivocado y está poniendo en peligro su salvación". A menudo estas personas —estos partidos dentro de nuestra iglesia— parecen absolutamente sinceras. Aseguran que tienen los mejores intereses de la iglesia en su corazón. Pero, desafortunadamente, en muchos casos esas personas están absolutamente equivocadas. Los versículos 11 y 12 nos conducen al corazón del asunto: el evangelio. "Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo". ¿Por qué dijo Pablo: "Ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno"? Como parte de su estrategia para contrarrestar la aseveración paulina de que Dios lo había llamado al ministerio apostólico, el partido judío aparentemente decía que él había aprendido su evangelio de personas a las que ellos consideraban crisriano<; regegadns_. Y como veremos en Gálatas 2, los cristianos renegados que tenían en mente eran nada menos que los dirigentes máximos de la iglesia en Jerusalén: Pedro y Santiago. 2 Pablo replicó que había recibido su evangelio directamente de Dios por medio de una revelación divina. ¿Había tenido Pablo una visión? ¿Le había hablado Dios? ¿Había sido instruido por un ángel? Cualquiera de estos fenómenos podía ser considerado como una revelación. Pablo no dice exactamente cómo le llegó esa revelación. No obstante, la revelación que mencionó en el versículo 12 es una de las dos que él menciona en su Epístola a los Gálatas. La segunda aparece en el capítulo 2. El partido judío discutía la aseveración paulina de que había recibido su evangelio por medio de una revelación divina. ¿Cómo podía Pablo probar que así fue? Por supuesto que no podía hacerlo, no al menos con evidencias objetivas. Tanto el partido judío como los gentiles, usted y yo sólo podemos aceptar la aseveración de Pablo por fe. ¿Pueden los adventistas demostrar que Dios habló por medio de Elena de White? ¿Pueden los mormones demostrar que Dios habló por medio de José Smith? No. Estos profetas sólo pueden ser

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    aceptados por fe, y losjidyentistas rechazamos la pretensión mormona de que José Smith fue un profeta porque no tenemos la fe de ellos. En los versículos 13 y 14 Pablo comenzó la defensa de su apostolado con un poco de autobiografía: "Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaismo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaismo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres". ¿Por qué habló Pablo de su experiencia previa como perseguidor de los cristianos? Recuerde que estaba defendiendo su aseveración acerca del llamado divino al apostolado. Pienso que podemos parafrasear la lógica de Pablo en los siguientes términos: "El partido judío piensa que recibí mi evangelio de seres humanos, pero eso no tiene sentido. Yo perseguí a la iglesia. Estuve a la cabeza de la mayoría de mis compatriotas defendiendo el judaismo. Ninguna persona que estuviera así de arraigado en su religión se permitiría cambiar por una mera influencia humana. Mi cambio tuvo que provenir de Dios. Y esa revelación que mencioné fue la ocasión cuando Dios me habló acerca de las nuevas doctrinas que quería que yo enseñara". Luego Pablo se retrotrae a la experiencia que tuvo camino a Damasco, y a los días y años que transcurrieron luego para substanciar que ese evangelio no tenía su origen en los líderes de la iglesia de Jerusalén: "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco" (vers. 15-17). Pablo dice, en efecto: "¿Cómo pueden ustedes, judíos farisaicos, decir que mi evangelio provino de hombres si no consulté a nadie tras mi conversión? Ni siquiera fui a Jerusalén para ver a los apóstoles. Fui directamente a Arabia, y regresé luego a Damasco". En el versículo 18, Pablo dice que fue a Jerusalén después de tres años, pero eso difícilmente podía esgrimirse como evidencia de que había recibido su evangelio de los dirigentes de la iglesia, ya

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    que los únicos dirigentes con quienes habló fueron Pedro y Santiago, y estuvo con ellos sólo durante quince días. El punto que parece destacar es: "¿A qué se refieren cuando dicen que mi doctrina proviene de hombres, si sólo estuve dos semanas en Jerusalén y consulté sólo a dos de los apóstoles?" Aparentemente Pablo ya había relatado su historia antes, y el partido judío había puesto en tela de juicio su testimonio acerca de los hechos, pues él responde en el versículo 20:"En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento". ¡Pablo estaba realmente preocupado! Pero no estaba conforme con compartir su autobiografía con los gálatas. Después de su diálogo con Pedro y Santiago en Jerusalén había ido a Siria y a Cilicia. ¿Dónde quedan Siria y Cilicia? La costa oriental del Mar Mediterráneo corre desde Egipto, casi en línea recta hacia el norte a lo largo de la costa de Palestina hasta llegar a Turquía. Si avanzamos en línea recta tierra adentro pasando por Turquía pronto llegamos a la región de la antigua Siria y de Cilicia, donde también se encontraba Tarso, cuna de Pablo. El pasó muchos años predicando el evangelio en esa región (véase Gál. 2:1). Pablo concluye el capítulo 1 diciendo: "Y no era [yo] conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo; solamente oían decir: aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba" (vers. 22, 23). Y dice luego algo interesante: "Y glorificaban a Dios en mí" (vers. 24). Siria y Cilicia eran territorio gentil, y, fiel a su llamado, Pablo debió haber trabajado allí mucho entre los gentiles. Al declarar cómo los cristianos de Judea alababan a Dios por su ministerio en favor de los gentiles, Pablo estaba demostrando que el partido judío era una pequeña minoría incluso entre las iglesias cristianas de extracción judía de la región de Judea. Al comienzo de este capítulo planteé el interrogante: "¿Qué deberían hacer los cristianos que se sienten llamados a hacer cierta tarea para Dios si la iglesia no reconoce ese llamado dándoles responsabilidades?" A esta altura estamos en condiciones de contestar esa pregunta. ¿Qué hizo Pablo cuando recibió el llamado de Dios para predicar

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    el evangelio a los gentiles? Una de las conclusiones más obvias es que la dirigencia de la iglesia en Jerusalén no exclamó exultante: ¡Qué maravilla, Pablo, que Dios te haya dado el ministerio a los gentiles! Te pondremos en la lista de personal asalariado ya mismo junto con un presupuesto para viajes. Tu territorio será la División Sudeuropea". Por el contrario, ¡Dios envió a Pablo al desierto de Arabia! Así que si usted se siente llamado por Dios y la iglesia no reconoce su llamado y en lugar de ello usted siente que lo han echado al "desierto" en alguna parte, recuerde a Pablo. ¡Dios lo envió a un candente desierto! Después de pasar por su desierto —o aun mientras usted esté atravesándolo— siga el ejemplo de Pablo. El no necesitaba un llamado de la iglesia. Cuando Dios lo llamó, se arremangó y fue a trabajar como laico. Después de que Pablo se probó a sí mismo durante varios años, la iglesia lo ordenó y lo envió a su primer viaje misionero. Aun después de haber recibido este reconocimiento formal, encontró seria oposición por parte del partido judío. Así que no se sorprenda si, después de que la iglesia reconozca finalmente su llamado, usted todavía experimente oposición por parte de algunas personas. Eso es exactamente lo que le sucedió a Pablo, pero él nunca perdió su convicción personal de que estaba realizando la obra de Dios. Fue esa certidumbre lo que le permitió enfrentar la oposición con firmeza. He aquí otro interrogante práctico que surge de estudiar el ataque dirigido por el partido judío contra Pablo: en nuestro celo por preservar la pureza de la iglesia, ¿nos hemos hecho usted y yo culpables de lanzar ataques no cristianos contra aquellos con quienes no estamos de acuerdo? Esta es una pregunta sumamente relevante en la Iglesia Adventista actual. He escuchado algunos de los maliciosos ataques contra la iglesia por parte de personas que aseguran ser cristianos, que pretenden tener en mente los mejores intereses de la iglesia. En verdad, personalmente he experimentado varios de esos ataques. Al igual que el partido judío, ciertas personas que están dentro de la Iglesia Adventista son exü'emadanieiiü^íasiyéas.gj.-^Jj^nia, particular de eiiiocu Ta |eólogia, tan celosas que a veces promueven

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    sus puntos de vista de maneras antiéticas. Se enojan con cualquiera que no esté de acuerdo con ellos y lo condenan. Debo cuestionar la teología de cualquier persona que se comporta de esa manera, independientemente de cuán acertada sea esa teología. Tengo que cuestionar la teología y especialmente los motivos de las personas que se enojan con otros cristianos simplemente porque no están de acuerdo con ellos en un punto doctrinal en particular. Aparentemente un gran número de cristianos gálatas aceptó el mensaje del partido judío cuando éste llegó a la ciudad. No fueron capaces de reconocer el falso evangelio. La pregunta es: ¿Podían ellos reconocer el error? La respuesta es "Sí". Para eso Dios concedió dones espirituales a la iglesia: "Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros... para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error" (Efe. 4:11-14). Los cristianos de Galacia fueron llevados de aquí para allá por el viento de la enseñanza del partido judío. Afortunadamente Pablo tenía los dones espirituales del apostolado, del conocimiento, de la enseñanza y de la profecía. El utilizó todos esos dones para resolver el problema que había en la iglesia de Galacia. Cuando ésta recibió la carta de Pablo, ¿sentaron cabeza? Espero que sí. Espero que esa carta haya producido unidad y estabilidad. Espero que de allí en más hayan sido menos susceptibles a "todo viento de doctrina". Ese es uno de los principales propósitos de los dones espirituales, y creo que los dones espirituales de Pablo hicieron que eso fuera posible en la iglesia de Galacia. También espero que unos años después de recibir la carta de Pablo, los cristianos gálatas hayan sido edificados como hombres y mujeres dotados de dones espirituales, como quienes podían resguardarse para no caer en la próxima trampa doctrinal. Sobre todo, espero que tanto usted como su iglesia sean espiritualmente fuertes y que usted utilice sus dones espirituales para impedir que su iglesia sea "llevada por doquiera de todo viento de doctrina".

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    Referencias 1 Señalaré repetidamente en este libro que la preocupación fundamental del partido judío era la ley y su religión como un todo, aunque también destacaré el hecho de que el partido judío parecía obsesionado sólo con los aspectos ceremoniales de la ley. La respuesta a esta aparente inconsistencia se encuentra, creo, en entender que los aspectos ceremoniales de esa ley eran usados por el partido judío para medir la lealtad de una persona al sistema como un todo. De manera semejante, la preocupación de los adventistas legalistas es el adventismo como un todo, incluyendo las normas como una medida de la lealtad de una persona a todo lo que la iglesia sostiene. 2 No estoy diciendo que Pedro y Santiago eran cristianos renegados. Ambos dieron todo su apoyo a Pablo en el Concilio de Jerusalén. Fue precisamente ese apoyo lo que hizo que el partido judío los considerara "renegados". Habían abandonado lo que sus oponentes consideraban "la fe verdadera".

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    Contendiendo por la fe Qálatas 2:1-14

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    ientras escribía los primeros capítulos de este libro, un amigo me envió un cásete de audio que contenía un sermón predicado por una persona asociada con un ministerio adventista independiente. El orador comenzó su tema dirigiendo una desprolija censura contra quienes enseñan cierta doctrina que él considera falsa. "Si simplemente estudiáramos la Biblia, todos comprenderíamos que la doctrina que se nos está enseñando es contraria a la Palabra de Dios", declaraba. Vino a mi mente entonces un vídeo que había visto unos meses antes, distribuido por otro ministerio independiente, que defendía precisamente la misma doctrina condenada por el primero. Me sentí particularmente impresionado por el hecho de que ambos predicadores oraran fervientemente pidiendo que Dios "revelara su verdad hoy". Yo me preguntaba cuál de las dos oraciones había escuchado Dios. Puesto que no estoy a favor ni en contra del punto doctrinario en cuestión (no creo que pueda ser demostrado uno u otro punto de vista, y definitivamente no se trata de un asunto que tenga que ver con la salvación), escuché ambos lados de la discusión más bien desapasionadamente. Mi sentimiento más notorio fue tal vez-el asombro de que las personas que estaban de cada lado de la cuestión llegaran a estar tan preocupadas por el asunto y tan absolutamente seguras de tener la verdad, que daban por sentado que Dios estaba de su lado. Creo que esta experiencia destaca lo que estaba ocurriendo en

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    la iglesia de Galaeia. Ciertamente creo que había un lado acertado y uno equivocado en aquella congregación. Pero el punto que quiero destacar es que el partido judío estaba absolutamente seguro de que estaba en lo correcto, y aparentemente se opuso a Pablo, hasta el mismo día de la muerte del apóstol, con una pasión nacida de la convicción más plena. Nuestra primera reacción es deplorar esas situaciones. Nos resulta fácil deplorar el conflicto judío-gentil ocurrido en la iglesia primitiva porque sabemos que uno de los grupos estaba incuestionablemente en lo correcto y que el otro estaba equivocado. Nos preguntamos: "¿Por qué estaba el partido judío tan ciego?" Como si no lo hubiésemos estado también nosotros en el caso de estar en sus zapatos. Sacudimos nuestra cabeza con asombro y desaprobación pensando cómo pudo haber ocurrido algo semejante. Sin embargo, creo que el desacuerdo entre cristianos sinceros acerca de cuestiones doctrinales es una parte normal de la vida de la iglesia, incluso entre quienes tienen en su corazón los mejores intereses para la causa de Dios. Debe esperarse que aparezcan diferencias de opinión y darles la bienvenida. Las personas que sienten un genuino interés por su iglesia cuestionan a quienes difieren de ellos en cuestiones doctrinales importantes. He allí una de las marras distintivas de una iglesia saludable. Dios guíaj^jgu iglesia e n m e dio de e s t o s desacuerdos hacia una mejor comprensión de Ííverdad. íñcTuso cuando una de Lis partes de^Tm^tesacuércTó cslá cviclenl e i n c n t e equivocada, su adherencia a su punto de vista particular in< ni i iva a quienes esian lal vez más cerca de la verdad a estudiar su propia posición mas cuidadosamente. Si el partido judío no hubiera ni asiiilo en sus opiniones, reconocidas hoy como falsas por la mayoiia de los ensílanos, no tendríamos la Epístola a los Gálatas, y eso habría significado una gran pérdida para los cristianos durante dos mil años. No obstante, ¡estoy seguro de que ninguno de nosotros se pondría del lado del error en una discusión simplemente para "beneficiar" a las generaciones f uturas de cristianos! Todos queremos estar del lado correcto. La cuestión es cómo estar seguro de cuál es la verdad en un asunto profundamente controversial cuando personas

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    aparentemente buenas presentan argumentos tan persuasivos en ambos bandos. La controversia de Galacia nos proporciona un excelente modelo bíblico para resolver conflictos doctrinales actuales y para saber cómo estar del lado correcto. En la iglesia del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo utilizaba tres elementos para resolver estas controversias: estudio intenso, deliberación seria y cuidadosa por parte de los líderes, y la autoridad de la iglesia. Dios está tan dispuesto a utilizar estos elementos para ayudar a los adventistas a resolver sus controversias doctrinales como lo estuvo hace dos mil años. Debemos confiar en que Dios nos conducirá a la comprensión de la verdad en medio de los debates en los que a veces llegamos a estar tan embrollados emocionalmente. Gálatas 2 nos presenta la manera divina de resolver las controversias doctrinales. Pero antes de entrar en Gálatas 2, dediquemos un momento a repasar el capítulo 1. El partido judío decía que Pablo había recibido su evangelio de fuentes humanas, pero Pablo dice que fue Dios quien se lo dio por revelación. Él señala que habría sido imposible que él obtuviera su evangelio de una fuente humana, puesto que casi no estuvo con los dirigentes de la iglesia ni con otros cristianos durante los años inmediatamente posteriores a su experiencia en el camino a Damasco. Pablo terminó el capítulo 1 señalando que tres años después de su conversión fue a Siria y a Cilicia, lo que hoy es el sudeste de Turquía. Y, como todos sus lectores sin duda sabían, no había entonces cristianos en aquella región, a no ser por los que Pablo mismo condujo al evangelio tras su llegada al lugar. Pablo inicia el capítulo 2 diciendo: "Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito" (vers. 1). En Gálatas 1, el argumento de Pablo fue "estuve todo este tiempo sin consultar a la dirigencia en Jerusalén". En Gálatas 2, su argumentación cambia a: "Vean lo que los apóstoles dijeron cuando finalmente me encontré con ellos". ¿Estuvo Pablo realmente catorce años predicando el evangelio en Siria y en Cilicia? Probablemente no. En Hechos 11:19-26 descubrimos que cuando el mensaje cristiano se arraigó en Antioquía,

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    Bernabé visitó la ciudad. Encontró un interés tan grande entre la población griega, que no pudo manejar solo toda la tarea evangelizadora. Trajo a Pablo para que lo ayudara y trabajaron juntos durante un año. Eso significa que Pablo dedicó a lo sumo trece años en Siria y Cilicia antes de hacer el viaje a Jerusalén que menciona en el capítulo 2. Pero, ¿cuándo hizo Pablo ese viaje a Jerusalén? Existen dos posibilidades. Hechos 11:27-30 dice que durante los dos años que Pablo y Bernabé trabajaron juntos en Antioquía, la iglesia los envió a ambos a Jerusalén con una ofrenda para aliviar el hambre. Esto debió haber ocurrido poco antes de su primer viaje misionero. Varios eruditos creen que ésta es la visita a Jerusalén mencionada por Pablo en Gálatas 2. Pero existe otra posibilidad. Hechos 15 narra la defensa que hizo Pablo de su evangelio ante la dirigencia de la iglesia en Jerusalén poco después de su primer viaje misionero, y otros eruditos creen que ésta es la visita a Jerusalén mencionada en Gálatas 2. Mi conclusión personal es que la visita de Pablo a Jerusalén mencionada en Gálatas 2 corresponde a la que Lucas menciona en Hechos 11, antes de su primer viaje misionero, pero creo que Pablo escribió probablemente su carta a los gálatas después de que participó del Concilio de Jerusalén mencionado en Hechos 15. Afortunadamente no necesitamos resolver esta cuestión para lograr una interpretación adecuada de Gálatas.* En Gálatas 2:2, Pablo hace una declaración significativa. Dice que fue a Jerusalén catorce años después de estar en Siria y Cilicia "según una revelación", y destaca que el propósito de esa visita fue "exponer ante los que tenían cierta reputación [la dirigencia que estaba en Jerusalén] el evangelio que predico entre los gentiles" (vers. 2). Creo que esto nos proporciona un principio importante para resolver las diferencias doctrinales. El punto que destaca Pablo en todo el capítulo 1 es que recibió su evangelio directamente de Dios por medio de una revelación y no de fuente humana alguna. No obstante, en Gálatas 2 Dios le dio otra revelación en la que le dijo en esencia: "Ahora quiero que vayas y que te reúnas con los dirigentes de la iglesia para confirmar este evangelio que te he revelado".

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    Dios no trabaja en forma independiente de su iglesia ni de los dirigentes elegidos por él. Eso no significajjue la dirigencia de ]a iglesiaesperfecta ni_.q:ii£^fea-4Mi(Mj.sil>k que, un a iglesia y su dirigen^ cia^apQsatSR^aljmnLQ-que Dios va no pueda utilizarlos. Pero un nivel tal de apostasía requiere muchos siglos. Eso no había ocurrido en el breve lapso de la historia de la iglesia neotestamentaria cuando Pablo fue por primera vez a Jerusalén, ni creo que le haya ocurrido a la Iglesia Adventista del Séptimo Día en la actualidad. Si Dios condujo a Pablo (a quien dio una revelación especial del evangelio) para que buscara la confirmación de ese evangelio por parte de los dirigentes de la iglesia, creo que hoy quiere que actuemos de la misma manera. Esto no significa que todos debemos enseñar la misma doctrina concordando hasta en el último detalle, ni que el presidente de la Asociación General y sus colaboradores deben ser los árbitros finales de todas las diferencias doctrinales. Los oficiales de la Asociación General que he conocido no desean esa responsabilidad. Ellos reconocen que hay sitio para el desacuerdo en los asuntos que no son esenciales. Pero en las enseñanzas centrales de la iglesia, la Asociación General reunida en sesión debe tener la última palabra, y la iglesia mundial debe unirse en torno a ese cuerpo de enseñanza. Si Dios pidiera a alguno de nosotros, mediante una revelación, que buscáramos la confirmación de la iglesia como lo hizo con Pablo en Gálatas 2, es probable que nos pidiera que presentáramos nuestras opiniones primero ante los dirigentes de la iglesia, especialmente ante quienes han recibido la responsabilidad de responder a variantes en la enseñanza doctrinal. Algunas personas de entre nosotros no ven con agrado esta idea. Están convencidos de que lo que enseñan es correcto y no quieren someter sus opiniones al liderazgo de la iglesia. Pero pienso que es extremadamente significativo que después de revelar el evangelio a Pablo, Dios le dijo: "Ahora ve y busca la aprobación de la iglesia". Creo que éste es un modelo que debemos seguir hoy. Luego Pablo presenta el caso de Tito, quien era un gentil y, por lo tanto, no estaba circuncidado: "Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse" (vers.

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    Es probable que Pablo llevara a Tito consigo a Jerusalén para ver qué harían los líderes de la iglesia en Jerusalén. Probablemente estaba muy seguro de que el partido judío objetaría la presencia de Tito entre los cristianos de origen judío y, de ser así, las sospechas de Pablo se verían confirmadas. Pero si leemos entre líneas en el relato de Pablo, parece que antes de presentar sus objeciones, el partido judío decidió cerciorarse de si Tito era realmente incircunciso. Después de todo, no querían desafiar a Pablo por el hecho de traer consigo a un incircunciso y que él les contestara: "Ustedes están equivocados; Tito ha sido circuncidado". Así que para no correr riesgos decidieron investigar un poco primero. La manera más sencilla de saberlo habría sido, por supuesto, preguntar, pero el partido judío prefirió en cambio husmear. Pablo dijo: "Y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud" (vers. 4). Esta conducta detectivesca de parte del partido judío es una clara indicación de los motivos que los animaban. ¿Por qué no interrogaron directamente a Pablo y a Tito para saber si éste había sido circuncidado? No tengo dudas ae que Pablo se habría sentido feliz narrando los hechos. El podría incluso haber recomendado que Tito se sometiera a un examen físico._E1 hecho de que recurrieran ^ e s pionaje sugiere que nn esrahajjran interesados en determinar cuál era la voluntad de Dios"compren promover-sus-pfepk>sJiLtereses. Pero el hecho de que hicieran de este caso un asunto tan vital clarificó, como ninguna otra cosa podría haberlo hecho, que la cúpula dirigente de la iglesia cristiana aceptaba el principio de que los cristianos de origen gentil no necesitaban someterse a la circuncisión, pues Pablo informa que "ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse" (vers. 3). Al forzar el asunto con su actuación antiética y detectivesca, el partido judío hizo su derrota y nuestra victoria mayores que si hubieran permanecido en silencio. Dediquemos un momento a repasar la argumentación empleada hasta aquí por Pablo en Gálatas. Su punto principal en el capítulo 1 es que la pretensión del partido judío de que Pablo había recibido su

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    evangelio de alguna fuente humana era una imposibilidad histórica. Por el contrario, él lo recibió por revelación directa de Dios. En el capítulo 2 Pablo reconoce que fue a Jerusalén, pero no para recibir su evangelio de los líderes de la iglesia, sino más bien para presentarles el evangelio que había estado predicando todo el tiempo. Incluso llevó consigo a Tito, para que la decisión de los dirigentes pudiera fundarse en la acción concreta, no sólo en el ámbito de las creencias. ¿Cuál fue el resultado? "Los de reputación nada nuevo me comunicaron. Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión... nos dieron a Bernabé y a mí la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión" (vers. 6-9). Pienso que es importante notar que el conflicto de la iglesia primitiva acerca de la circuncisión no fue sólo una cuestión de argumentación teológica. Fue una cuestión práctica. El asunto no era sólo qué debían creer todos, sino también qué harían todos, es decir, cuál sería la práctica de la iglesia como un todo respecto de un tema en particular. Podemos debatir asuntos teológicos profundos hasta que el Señor regrese y, sin embargo, permanecer maravillosamente unidos. Por ejemplo, existe una considerable discusión en el seno de la Iglesia Adventista actual acerca de si los impíos serán castigados por Dios en el lago de fuego o si la muerte de ellos será simplemente un resultado natural de su propia pecaminosidad. Este debate no tiene nada que ver con la conducta de uno. No nos dice qué comer o beber, cuándo dormir o cuándo trabajar. En la medida en que estas discusiones teológicas no afecten nuestra conducta podemos disentir, despedirnos y olvidar el asunto. Nadie gana ni pierde mientras todo lo que hagamos sea dialogar. Pero cuando cada una de las partes siente firmemente que su manera de hacer las cosas es la única correcta y que quienes difieren en eso están equivocados, ya no podemos disentir y luego olvidar el asunto. Puede ser que se posponga la entrada en acción en un esfuerzo por negociar la formación circunstancial de un frente unido, pero si no se llega a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, tarde o temprano uno de los bandos dirá: "Actuaremos de acuerdo con

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    nuestras convicciones". El lado que actúa primero presiona el asunto hacia una resolución. Si a esa altura del conflicto no se logra acordar un curso de acción uniforme, puede sobrevenir un cisma en la iglesia. La Iglesia Adventista enfrentó una crisis como esa hace algunos años. La ordenación de las mujeres para el ministerio evangélico no es meramente un debate teológico. Implica acción: imponer o no las manos sobre las damas para convertirlas en pastoras. El punto básico de ese debate fue en todo momento idéntico al del conflicto de la iglesia primitiva acerca de la circuncisión: ¿Qué hará el cuerpo de la iglesia, la iglesia como un todo? Me siento feliz de que nuestra iglesia resolviera esta cuestión de acuerdo con el modelo del Nuevo Testamento, un modelo que fue dado a Pablo por Dios mismo mediante una revelación (vers. 2). Cuando Pablo llegó a estar envuelto en un candente desacuerdo con el partido judío respecto de la validez del evangelio, Dios dijo: "Que la iglesia decida". En la iglesia primitiva, la decisión fue tomada por la dirigencia en Jerusalén, equivalente, tal vez, a nuestros oficiales de la Asociación General. No obstante, actualmente nuestra iglesia somete los asuntos profundamente significativos en materia de creencia y práctica a una representación aún mayor. La cuestión de la ordenación de las mujeres fue traída a la sesión quinquenal del cuerpo mundial de la iglesia, celebrada en Indianápolis en julio de 1990. Como usted seguramente sabe, la votación fue, por amplio margen, contraria a la ordenación de las mujeres. Quienes estaban a favor de ella se sintieron profundamente chasqueados, pero creo que aceptaron la decisión con una disposición cristiana. Estoy agradecido de pertenecer a una iglesia que puede resolver un asunto profundamente divisivo según el modelo bíblico y permanecer unida y consagrada a su misión fundamental. Creo que el Espíritu Santo condujo a tal decisión, así como lo hizo acerca de la circuncisión casi dos mil años atrás. Desafortunadamente, el partido judío no aceptó la decisión de la iglesia tan apaciblemente. Por el contrario, siguieron agitando sus opiniones y trastornando iglesias. Pablo se refirió a una confronta-

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    ción breve que tuvo con ellos poco tiempo después en Antioquía. Pedro había sido uno de los dirigentes de Jerusalén que aceptaron el ministerio de Pablo a los gentiles, incluyendo la estipulación de que los gentiles no necesitaban ser circuncidados (véase el vers. 9). También hizo una firme defensa del evangelio de Pablo en ocasión del Concilio de Jerusalén (véase Hech. 15:6-11). Pedro visitó más tarde la iglesia de Antioquía, y mientras estaba allí aparecieron algunos representantes del partido judío provenientes de Jerusalén. La ocasión del encuentro fue tal vez una comida de camaradería posterior a los servicios religiosos del sábado. Pablo no dice nada acerca de cuál fue la ocasión. Pero cuandoquiera que haya sido, el partido judío insistió en comer aparte del resto de los creyentes gentiles, e invitaron a Pedro para que los acompañara. Pablo se sintió horrorizado cuando Pedro aceptó la invitación de ellos. En circunstancias normales no habría nada de malo en aceptar la invitación de un grupo pequeño para compartir la mesa en una comida de camaradería celebrada en la iglesia. Pero el partido judío había preparado deliberadamente un "globo de ensayo", una situación de prueba, como cuando Pablo llevó a Tito consigo a Jerusalén. Y Pedro cayó en la trampa. Desgraciadamente, otros cristianos judíos siguieron el ejemplo de Pedro y comenzaron a apartarse de los creyentes gentiles. Incluso Bernabé, el asociado personal de Pablo, comprometió sus principios. La reacción de Pablo fue inmediata y decisiva: "Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?" (vers. 1114). Cuando somos confrontados con un problema de conducta

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    dentro de la iglesia, tendemos a ser diplomáticos, tratamos de evitar que la controversia se vuelva abierta. A veces esa estrategia es adecuada. Pero en el contexto particular que estamos analizando, piense en lo que la conducta de Pedro estaba diciendo a los gentiles que participaban de aquella cena. Un día Pedro comía con ellos, confraternizaba con ellos y estaba feliz de ser contado entre ellos. Estoy seguro de que todos habían disfrutado de una buena velada juntos. Pero al día siguiente, cuando llegó el partido judío, Pedro se apartó para comer con sus integrantes y rehusó asociarse con los gentiles. ¿Cómo le parece que se habrán sentido los gentiles? Por lo menos rechazados. Si aquel incidente sólo hubiera significado lastimar los sentimientos de los cristianos gentiles, ya hubiera sido suficientemente malo. Pero había mucho más en juego. Pablo se dio cuenta de que el asunto real subyacente bajo la conducta de Pedro era el apoyo de la iglesia al evangelio que él (Pablo) predicaba. ¿Estaban hablando en serio Pedro y la iglesia cuando apoyaron el ministerio de Pablo en favor de los gentiles? Ese era el verdadero asunto que estaba en juego. Fue por eso que Pablo confrontó a Pedro con tanta firmeza. Aparentemente, el partido judío había sido agresivo hasta el punto de la rudeza. Se introdujeron en territorio gentil, donde la teología de Pablo era popular, y se manifestaron públicamente en su contra. Cuando Pedro se dejó intimidar por esa clase de rudeza, Pablo lo confrontó. Si no lo hubiera hecho, todo su ministerio en favor de los gentiles se habría visto en peligro. Si el partido judío era rudo, Pablo era más rudo. Era capaz de competir con ellos mano a mano y en este caso sintió que el tacto era menos importante que el futuro del evangelio a los gentiles. Creo que puede decirse que en ese momento toda la historia futura del cristianismo estaba en juego. Suponga que Pablo no hubiera confrontado a Pedro en aquella ocasión. Suponga que hubiese seguido la línea de razonamiento de Pedro y se le hubiera unido para no comer con los cristianos gentiles. Habría desecho todo aquello que defendió durante tantos años, y la historia del cristianismo habría sido muy diferente. ¿Por qué incluyó Pablo esta historia en su carta a los creyentes

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    de Galacia? Recuerde su propósito. El partido judío pretendía que Pablo había recibido su evangelio de la dirigencia que estaba en Jerusalén. Pablo incluye esta historia para reafirmar que la dirigencia de la iglesia no era la fuente de su evangelio, ya que uno de los máximos dirigentes, que había aprobado antes el evangelio de Pablo, cedió a la influencia del partido judío. Pablo lo confrontó públicamente. Pablo no nos dice cuál fue la respuesta de Pedro, pero podemos asumir que aceptó la reprensión paulina y comió con los cristianos gentiles. ¿Qué mejor confirmación humana de su evangelio pudo haber tenido Pablo¿ Referencia * Un estudio detallado de este problema se encuentra en el Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, t. 6, pp. 315-317.

    CAPÍTULO

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    ¿Cuán especiales son los judíos? Qálatas 2:15-19

    H

    ace algunos años fui miembro de una congregación adventista que estaba haciendo planes de construir una nueva iglesia. Puesto que el dinero no abundaba en aquel lugar, surgió naturalmente la pregunta acerca de cómo conseguiría la congregación los recursos necesarios para hacer realidad ese ambicioso proyecto cuyo costo superaba ampliamente el millón de dólares. Se creó un fondo para la construcción y los miembros contribuyeron durante varios años con unos 150.000 dólares anuales. Aquello era mucho dinero, pero ni por lejos lo suficiente para una iglesia que necesitaba bastante más de un millón de dólares. La iglesia había vendido su antiguo edificio y alquilaba el local de otra denominación por mil dólares mensuales. Aun con una inflación promedio de cero, nadie estaba deseoso de pasar los próximos ocho años (150.000 x 8 = 1.200.000) juntando el dinero necesario. Y en vista de las realidades de la inflación y de los intereses de un préstamo, a razón de 150.000 dólares al año, la iglesia estaría probablemente contemplando un período de entre 15 y 16 años para financiar el proyecto. Los dirigentes de la iglesia local decidieron que era necesario hacer algo para incrementar el nivel de la dadivosidad. Yo era miembro de la junta en esa época, y recuerdo que analizamos una variedad de posibilidades. Las opciones se redujeron finalmente a dos: aplicar un programa de recolección de fondos desarrollado y experimentado allí con algún éxito, o contratar los servi

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    cios de una organización profesional especializada en recolección de fondos a fin de que nos asistiera en el proyecto. La junta votó solicitar que ambas organizaciones —la respaldada por una asociación adventista y la profesional, no adventista— enviaran un representante para presentar sus respectivas ventajas. El caballero que hizo la presentación en nombre de la organización profesional no adventista era, según recuerdo, miembro de la Iglesia Bautista, pero la organización a la que representaba no estaba afiliada a ninguna denominación. Naturalmente había en la junta firmes proponentes de cada uno de los métodos de recolección de fondos, y también firmes objeciones. Las dos objeciones más sólidas contra la propuesta de contratar a la organización profesional fueron: (1) que ello costaría un poco más de 40.000 dólares en concepto de honorarios y gastos, y (2) que no deberíamos solicitar consejo a no adventistas acerca de cómo hacer la obra de Dios cuando teníamos a nuestra disposición la Biblia y los libros del espíritu de profecía. Me alegra decirle que la iglesia contrató los servicios de los recolectores profesionales de fondos y en tres años reunió 750.000 dólares. No me alegra tanto decirle que algunos de los miembros de la congregación estuvieron tan convencidos de que fue un error contratar a quienes ellos llamaban "filisteos" para que nos ayudaran en nuestra obra espiritual, que terminaron yéndose a otra iglesia de la zona. Personalniente me siento sumamente molesto cuando escucho que un adventista se refiere a los cristianos de otras denominaciones inñiiándoíos "filisteos". Hay personas maravillosamente cristianas en cada~3enominación, y el Señor los ama y está tan deseoso de salvarlos corrió a usted y a mí. Y, créase o no, a veces el Señor puede utilizar a estos"cristianos pertenecientes a otra fe para ayudarnos en nuestro ministerio. ¡A veces pueden ayudarnos a crecer espiritualmente! A pesar de lo que algunos de entre nosotros puedan pensar, los adventistas no somos dueños de una esquina del cielo. No obstante, me siento confortado por un pensamiento: el prejuicio religioso no es algo nuevo entre los cristianos. Ya hemos visto esto en la parte histórica de Gálatas: cristianos judíos que no

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    podían tolerar a los cristianos de origen gentil. La segunda mitad de Gálatas nos introduce en la parte teológica del libro y revela la misma clase de prejuicios profundamente enraizados. Comencemos nuestro estudio de la segunda mitad de Gálatas leyendo los versículos que examinaremos: "Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios" (vers. 15-19). Note las palabras iniciales empleadas por Pablo en esta declaración: "Nosotros, judíos de nacimiento". Podemos dar por sentado que, como en el caso de la mayoría de las iglesias que Pablo fundó, la congregación de Galacia era una mezcla de cristianos de origen judío y de cristianos de origen gentil. Es obvio que cuando Pablo dice "nosotros, judíos de nacimiento", se está dirigiendo sólo al componente judío de la iglesia y no a toda la congregación. Además, el uso que hace del pronombre nosotros deja ver con claridad que, al menos en virtud del presente argumento, Pablo se estaba identificando con el componente judío de la congregación. El porcentaje de judíos en las iglesias de Galacia era aparentemente elevado. Cuando lleguemos al capítulo 3 veremos que Pablo recorrió enormes distancias para explicar a los cristianos de Galacia el significado del sistema legal del Antiguo Testamento. Eso difícilmente habría sido necesario en una carta dirigida a una congregación compuesta mayormente de gentiles, pues éstos no habrían estado así de interesados en el sistema legal del Antiguo Testamento.* Continuemos con aquella primera declaración del versículo 15: "Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles". ¿Quiénes eran esos "pecadores de entre los gentiles" a los que se refiere Pablo? ¿Estaba hablando de cristianos gentiles nacidos de uue-

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    vo o de paganos inconversos? Pienso que tenía en mente a gentiles en su estado inconverso. Si esto es así, entonces Pablo está contrastando personas de origen judío con personas de origen gentil, ambas en su estado inconverso, ambas igualmente perdidas a los ojos de Dios. No obstante, piense cuidadosamente en las palabras de Pablo: "Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles" sugiere que los judíos eran en algún sentido mejores que los gentiles, aun en su estado inconverso. "Pero eso no suena paulino", tal vez esté pensando usted. "Pablo enseñó que todos los hombres son igualmente pecadores ante Dios". Exactamente. Pero, ¿por qué suena esa declaración como si los judíos fueran en algún sentido mejores que los gentiles? Yo sugeriría que la expresión "pecadores de entre los gentiles" no se originó en Pablo, sino más bien en el partido judío. En el contexto de las tensiones raciales de entonces, la expresión "pecadores de entre los gentiles" era probablemente tan bienvenida a los oídos gentiles de entonces como la palabra "negro" lo es hoy para los norteamericanos de color, y como la palabra "filisteo" para mí cuando se la usa para designar a personas de otros credos. Entonces, ¿por qué habló Pablo de "pecadores de entre los gentiles"? Creo que no porque él aceptara lo que estaba implícito en esa expresión, sino porque estaba respondiendo a un argumento del partido judío. La versión inglesa New International Versión sugiere esto poniendo esa expresión entre comillas. Leamos Gálatas 2:15 y 16 nuevamente, y ponga, por favor, mucha atención, porque aquí estamos entrando en aguas profundas: "Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". Note que Pablo retorna a su antiguo tema de la justificación por fe y no por las obras de la ley. Este fue el tema dominante de todo su ministerio. Lo desconcertante es por qué dice esto en este contexto en particular. El comienza señalando que los cristianos ju-

    ¿ Cuan especiales son los judíos?

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    dios eran bien conscientes de que la persona es salva por fe y no por observar la ley. El dice: "Nosotros, judíos de nacimiento... sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley". Esperaríamos que siguiera diciendo: "Cuando los gentiles ponen su fe en Cristo, ellos son también justificados por fe y no por las obras de la ley". Pero Pablo da en cambio un rodeo y dice: "Nosotros [es decir, los cristianos judíos] también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley". En lugar de decir: "Los gentiles que han creído son salvos", Pablo dice: "Nosotros, los judíos que hemos creído, somos salvos". El punto que se destaca aquí es sutil pero crucial. Tal vez quede más claro con un diagrama: LO QUE ESPERARÍAMOS QUE PABLO HUBIERA DICHO

    Proposición 1

    Proposición 2

    Los judíos ya sabemos que somos Lo mismo es cierto para los salvos por la fe y no por las gentiles. Ellos son salvos obras de la ley. por la fe, exactamente como nosotros los judíos, cuando ponen su fe en Cristo Jesús. Note la letra cursiva de la palabra "ellos" en la proposición 2. Ello sugiere que los gentiles eran salvos de la misma manera como lo son los judíos, por fe. Eso suena como buena teología paulina, ¿verdad? Pero no es lo que Pablo dijo. El siguiente diagrama bosqueja su razonamiento como realmente lo expresó: Lo QUE PABLO DIJO EN VERDAD

    Proposición 1 Los judíos ya sabemos que somos salvos por fe y no por obras de la ley.

    Proposición 2 Así que nosotros también [los judíos cristianos] hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo.

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    La frase clave aquí es: "nosotros también". Varias versiones de la Biblia en idioma inglés (Revised Standard Versión, New American Standard Bible, New King James Versión) traducen de la siguiente manera la parte que nos interesa (última parte del vers. 16):"Aun nosotros hemos creído en Cristo Jesús". Ya sea "nosotros también" o "aun nosotros", la inferencia es la misma. Pablo no estaba diciendo: "Los gentiles son salvados como nosotros, los judíos". El dice exactamente lo opuesto: "Nosotros^ los judíos, somos salvados exacta^ mente como lo son los gentiles". Durante mi primer estudio a fondo de Gálatas, estuve desconcertado durante largo tiempo por esta aparente inversión en la lógica. Me parecía que todo el punto principal de la discusión de Pablo con el partido judío era que los gentiles podían ser salvados por la fe tanto como los judíos. ¿Por qué, entonces, Pablo dijo: "Nosotros los judíos, quienes ya sabemos acerca de la justificación por la fe, hemos puesto nuestra fe en Cristo, así que también nosotros podríamos ser justificados por fe?" Parecería más apropiado que él hubiera dicho: "Nosotros, los judíos, ya sabemos acerca de la justificación por la fe. Cuando los gentiles ponen su fe en Cristo, ellos también pueden ser justificados por fe". Comencé a encontrar la solución para este rompecabezas cuando descubrí la misma lógica aparentemente invertida en Hechos 15. Como usted recordará, Hechos 15 registra la historia del Concilio de Jerusalén, durante el cual Pablo y el partido judío se encontraron cara a cara para determinar de una vez por todas las condiciones que los gentiles debían reunir para llegar a ser cristianos. Pedro concluyó su discurso ante los delegados diciendo: "Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la grariajieLSeñor Jesús seremos salvos, de igual modo que ('//q¿(TTcch. 15:10, 11). " —Otra vez vemos aquí la misma lógica aparentemente invertida. ¿Por qué no dijo Pedro: "Creemos que por la gracia del Señor Jesús ellos serán salvos, así como lo somos nosotros"? El primer punto que quisiera destacar es que en los dos casos donde aparece esta lógica aparentemente invertida en el Nuevo

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    Testamento, el contexto es el conflicto con el partido judío. Creo que Tanto Pedro como Pablo están respondiendo a un argumento del partido judío que nunca aparece explícitamente expresado en el Nuevo Testamento. Si, como ya dijimos en un capítulo anterior, tuviéramos una "Epístola a los Gálatas" escrita por el partido judío, creo que descubriríamos que la lógica de Pablo y de Pedro no está invertida en absoluto. Puesto que no contamos con una epístola tal, tendremos que arreglarnos con lo que Pablo y Pedro dijeron. Pienso que el partido judío razonaba más o menos así:"Tanto los judíos como los gentiles comienzan su vida como no cristianos, pero los judíos tenemos una ventaja sobre los gentiles por nuestro linaje. TenemoTüna yenfcya_inicial de una. cabeza en la carrera para seFsaTvos". El partido judío aceptaba indudablemente que los judíos también nacieron en pecado, pero los bebés judíos no tenían una naturaleza tan pecaminosa, aun antes de la conversión, como los bebés gentiles. Su condición de judíos los colocaba un palmo a la cabeza de todos los demás en el camino hacia la salvación. Pero si el hecho de ser judía le daba a una persona ventaja para la salvación, ¿cómo podíanjo_geimles siquiera salvarse? "Ah —dijo el partido judió—, convirtiéndose al judaismo. Los gentiles que se convierten al judaismo adquieren la misma ventaja inicial que poseen los judíos de nacimiento. Entonces quedan calificados para la justificación por la fe". En lo que al partido judío concernía, sólo los judíos estaban calificados para recibir la justificación por la fe. Los no judíos no debían ni siquiera aspirar a ello, a menos que estuvieran dispuestos antes a hacerse judíos por medio de la circuncisión. Pienso que ése era el argumento del partido judío. Ello explica la lógica aparentemente invertida empleada tanto por Pablo como por Pedro para responder al partido judío:"Los judíos ya sabemos que el hombre es justificado por fe, no por obras". Pedro y Pablo dicen:"Su linaje no da a los judíos ventaja alguna, ni ventaja inicial de ninguna clase en lo que concierne a la salvación. Nosotros los judíos somos salvados de la misma manera como lo son los gentiles". Tal vez podamos apreciar un poco mejor la profunda preocupación del partido judío si recordamos su trasfondo, al que me referí en el capítulo 1 de este libro. Los judíos creían que el reino sería

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    finalmente restaurado a Israel, y que al final de los tiempos, cuando Dios estableciera su reino eterno, todo el mundo buscaría a Israel para que fuera el líder espiritual entre las naciones. Pero cómo podía Israel ser ese gran líder espiritual, razonaba el partido judío, si los gentiles podían llegar a ser cristianos sin llegar a ser judíos primero. Y cómo podían los gentiles llegar a ser judíos si no se sometían a la circuncisión y obedecían todas las otras leyes enseñadas por Moisés. De acuerdo con la lógica del partido judío, la teología de Pablo echaba por tierra todo lo sustentado por el Antiguo Testamento. ¡No es de asombrarse, pues, que se le opusieran tan ferozmente! La respuesta de Pablo fue que cada ser humano, judío o gentil, se encuentra ante Dios exactamente a la misma alturaxomo pecadores. El linaje no daba a los judíos absolutamente ninguna ventaja a los ojos de Dios. Ellos necesitaban de la justificación por la fe tanto como el peor de los pecadores gentiles. Pablo dedicó los primeros dos capítulos y medio de su carta a desarrollar este punto. Toda vez que el partido judío decía:"Los gentiles necesitan llegar a ser más parecidos a los judíos para ser salvos", Pablo contestaba: "Los judíos necegigajlegar a ser n^sj¡emejantes a los gentiles para ser salvos" Y eso indudablementelíacía subir la temperatura del partido judío como el fuego. ¡¿Que los judíos tenían que descender para llegar a ser como esos "pecadores de entre los gentiles" para poder ser salvos?! La idea les resultaba espantosa y extremadamente reprensible. La explicación que he dado de la línea de razonamiento seguida por el partido judío llega a ser aún más clara cuando leemos Gálatas 2:17: "Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado?" En otras palabras, Pablo dice a los del partido judío: "¿Así que ustedes piensan que los judíos tenemos una ventaja inicial para la salvación por causa de nuestro linaje, y que los gentiles deben hacer uso de nuestra ventaja inicial para poder ser salvos? Tengo noticias para ustedes. Nosotros tenemos que llegar a ser pecadores como ellos antes de que podamos ser salvos." El partido judío protestó: "Pablo, ¡eso es terrible! Si cuando los judíos vamos a Cristo somos aún más pecadores que cuando nacimos, entonces Cristo es un agente de pecado. De acuerdo con tu

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    razonamiento, en lugar de eliminar el pecado, Cristo lo promueve, al menos entre los judíos". Pienso que eso explica el significado de las palabras de Pablo en el versículo 17:"Si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera". En la expresión "nosotros somos hallados pecadores", el pronombre nosotros se encuentra en griego en una forma enfática. Por eso algunas versiones bíblicas, como la New International Versión, en inglés, traducen así ese versículo: "Llega a ser evidente que nosotros mismos somos pecadores". Pero si en el proceso de ir a Cristo llega a ser evidente que aun los judíos son pecadores, ¿no convierte eso a Cristo en un agente del pecado? "En ninguna manera", replica Pablo. "Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago" (vers. 18).

    ¿Qué quiso decir Pablo con: "Si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar"? Tal vez lo primero que debe destacarse es que con esta expresión Pablo se hace a un lado y deja de identificarse con el partido judío para comenzar a hablar desde su propia perspectiva. Deja de decir "nosotros" y comienza a decir "yo". El ministerio de Pablo estaba edificado sobre el hecho de establecer la fe en Cristo como única fuente de vida eterna tanto para los judíos como para los gentiles, y para cumplir ese objetivo él tenía que (lestcuiX-cl-sistema legal judío visto como ayuda para obtenerla salvación. De haber cedido apenas un palmo de terreno al partido judío en este punto, habría reconstruido el mismo método de salvación que estaba procurando destruir. Por ese mismo acto se habría hecho transgresor, pues mientras que la ley no puede salvar, sí puede señalar el pecado. La misma ley que el partido judío deseaba que Pablo reconstruyera los condenaba como merecedores de la muerte eterna. Y Pablo dijo: "No puedo hacer eso. No puedo volver a edificar lo que he destruido". En lugar de ello, dijo: "Yo por la ley soy muerto para la ley" (vers. 19). Probablemente quiso decir con eso que la ley señaló el

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    pecado, lo cual lo "mató" y lo dejó "muerto". Quisiera concluir este capítulo señalando dos cosas. Primero, me gustaría resumir lo que considero que es el asunto realmente debatido en la Epístola a los Gálatas. Eso nos ayudará a entender mejor algunos de los problemas que encontraremos en el capítulo 3. La ley y la circuncisión eran los puntos focales del argumento según el partido judío, pero Pablo opinaba que el verdadero asunto iba mucho más allá. El verdadero asunto en este amargo enfrentamiento neotestamentario acerca de la ley era judaismo versus cristianismo. El partido judío no estaba discutiendo tanto por la ley como por lajxlentidad judía, por jo_que significaba ser judÍQü. La ley es lo que lo hace a uno judío. El partido judío pretendía que al destruir la ley judía, Pablo destruía la identidad judía. Destruía a los judíos como pueblo favorito de Dios. Destruía las promesas hechas a Abraham, según las cuales los judíos serían la nación más grande del mundo. Destruía la promesa hecha a David, según la cual el Mesías sería uno de sus descendientes. Destruía la esperanza de que un día Israel gobernaría al mundo. Gálatas 3 resulta más comprensible en este contexto más amplio de: judaismo como religión versus cristianismo como religión, con la ley como único camino para ingresar a la religión judía. En Gálatas 3, Pablo explicará lo que significa realmente ser judío. El segundo punto que quiero destacar a manera de conclusión es éste: Los adventistas tenemos mucho que aprender de los gálatas, mucho acerca de lo cual nunca nos detuvimos a pensar, y especialmente del partido judío. Como los judíos, creemos que Dios nos llamó de una manera especial. Creemos que Dios nos ha llamado a preparar al mundo para el fin del tiempo de gracia y para el segundo advenimiento de Jesús. Y eso es peligroso. El peligro es que nos enorgullezcamos del llamado, que pensemos más en cuán especiales somos que en la obra que Dios quiere que hagamos. El partido judío no pudo ver más allá de cuán especial era ser judío, y como resultado creó horrendos problemas a la iglesia cristiana primitiva. ¿Qué clase de problemas supone usted que le creamos a Cristo cuando nos enorgullecemos de cuán especiales somos y miramos

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    desde arriba a otros cristianos que no entienden "la verdad" de la manera como nosotros la entendemos? Algunos adventistas parecen fascinados tratando de descubrir por qué Cristo ha demorado su venida durante los 150 años que han transcurrido desde 1844. Si hay una razón, ¿podría ser que estamos demasiada orgullosos^ de nuestra singularidad y tan_po£Q di^ puestos a aceptar a otros cristianos como iguales a nosotros, que los apartamos de nuestro mensaje en lugar de atraerlos hacia él? ¿Qué significaba realmente ser judío en los días de Pablo? ¿Qué significa realmente ser adventista del séptimo día hoy? La respuesta correcta a esa pregunta abre tremendas oportunidades para el servicio cristiano y para el crecimiento espiritual. La respuesta equivocada nos deja espiritualmente estancados y al mundo peor que si nunca hubiéramos estado en él.

    Referencia * Podría, no obstante, argumentarse que Pablo entró en tantos detalles porque los cristianos gálatas no eran judíos. Pero parece poco probable que el partido judío hubiera tenido tanta ascendencia en una congregación mayoritariamente gentil. De haber estado Pablo explicando la ley y la historia judías a no judíos desconocedores de esos temas, habría dado a su presentación un enfoque muy diferente. El tono general de las observaciones de Gálatas —lo que dice y lo que calla— sugiere que el propósito de su autor no era informar a sus lectores acerca de la ley y ta historia judías, sino ayudarlos a ver desde una nueva perspectiva lo que ellos entendían muy bien.

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    Victoria en Cristo Gálatas 2:20, 21

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    e una discusión puramente teológica en Gálatas 2:15-19, pasamos ahora a uno de los pasajes espiritualmente más significativos de todo el Nuevo Testamento. Es mi pasaje favorito entre todos los escritos paulinos. Pablo dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál. 2:20). Durante casi 2.000 años, los cristianos han recurrido a la Epístola a los Gálatas como fuente principal para comprender la enseñanza paulina acerca de la justificación por la fe. Y a menudo, especialmente entre los protestantes, ha existido una tendencia a centrarse en el capítulo 3, donde Pablo define la justificación con tanta precisión. Sin embargo, encuentro significativo el hecho de que cuando Pablo pasa de responder a la falsa enseñanza del partido judío a definir el evangelio que Dios le comunicó, se detiene sólo brevemente en la justificación (vers. 15-19) y entonces cambia de tema para analizar la vida de un cristiano transformado. Porque de eso se trata exclusivamente Gálatas 2:20. Gálatas 2:20 es el mismo idioma de Romanos 6 al 8, donde Pablo habló acerca de la santificación. No es el idioma de Romanos 3 al 5, que se refiere a la justificación. Así que hablemos de santificación. Lo primero que quiero que usted advierta es que la cláusula inicial de Gálatas 2:20 se encuentra en voz pasiva: "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Podría presentarle una larga lección acerca de la diferencia existente entre la voz activa y la voz pasiva, pero pa ra lo que nos hemos propuesto en el presente estadio el punto ini 63

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    portante es notar que en la voz pasiva, el sujeto de la oración es objeto de la acción, aquel sobre el cual se actiía, y no el que cumple la acción. La siguiente oración se encuentra en voz activa: "Juan pateó la pelota". Note que el sujeto, Juan, hace algo a la pelota. La patea. En la voz pasiva, usted puede construir toda una oración gramaticalmente completa sin mencionar en ningún momento al autor de la acción. "La pelota fue pateada" es una oración completa donde no se menciona quién pateó la pelota. Para mencionar al autor de la acción en una oración construida en voz pasiva se necesita agregar la partícula "por": "La pelota fue pateada por Juan". Una variante de la voz pasiva, la pasiva refleja, es especialmente útil cuando se desea llamar la atención hacia lo que fue hecho sin nombrar a quien lo hizo. Eso ocurre, por ejemplo, cuando una madre llega a la casa y pregunta: "¿Quién rompió el plato?" y su hijo le contesta: "Se cayó", pues no quiere admitir lo que ocurrió: "Yo hice caer el plato". En la voz pasiva, el sujeto de la oración no hace nada. Sencillamente se sienta allí y deja que algo o alguien actúe sobre él. Esa es la razón por la que se llama pasiva a esta voz. En la oración anterior, alguien hizo algo con el plato. Este no se cayó solo, no provocó su propia caída. Fue empujado por el niño. Este es el punto gramatical que resulta tan significativo en la corta sentencia de Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Note que no se menciona al autor de la acción. Tal vez usted esté pensando: "El autor de la acción sí es mencionado, ya que es Cristo". Probablemente es correcto decir que Cristo realizó la acción, pero note que en esta frase Pablo está crucificado "con Cristo", no "por Cristo". Dentro de un momento nos detendremos en la expresión paulina "con", porque también es importante. Pero centremos por ahora nuestra atención en la primera parte de la declaración: "Estoy crucificado". Pablo, el objeto o receptor de la acción (crucifixión) recibe la acción ejercida por otro (el crucificador). Es lógico que así sea. Las personas no pueden crucificarse a sí mismas. Los prisioneros no podían acostarse sobre la cruz, tomar el martillo y clavarse las cuatro extremidades al madero. Podrían clavar ambos pies y una mano a la cruz, pero la otra mano debería ser clavada a la cruz por otra persona. La crucifixión, por su misma natura-

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    leza, era realizada a un prisionero, no por el prisionero a sí mismo. La comparación con un pasaje semejante que se encuentra en Romanos explicará por qué Pablo utilizó la imagen de la crucifixión, una acción pasiva, para explicar la vida cristiana. En Romanos 6:6, Pablo dijo: "Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él". Note nuevamente el uso de la voz pasiva. El "viejo hombre" significa, por supuesto, la naturaleza pecaminosa del cristiano. Pablo dice en Gálatas que él fue crucificado, pero en Romanos nos dijo exactamente a qué parte de él se refería: su naturaleza pecaminosa. He allí la razón por la que la crucifixión, una acción tan pasiva, constituye una ilustración tan excelente de la manera como los cristianos vencen el pecado. La victoria sobre el pecado no consiste en que'él prisionero luche para dar muerte a su propia naturaleza pecaminosa, sino en permitir que otro le dé muerte. Es imposible para ti y p(gra ?t}í, por nosotros mismos, matar el deseo de pecar que radica en nuestra naturaleza. Elena de White dijo: "Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo de pecado en que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar... La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que los hombres puedan convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Sólo su gracia puede vivificar las facultades muertas del espíritu y atraerlas a Dios, a la santidad. "El Salvador dijo: 'A menos que el hombre naciere de nuevo' —a menos que reciba un corazón nuevo, nuevos deseos, designios y móviles que lo guíen a una nueva vida— 'no puede ver el reino de Dios' ZAEl camino a Cristo^p. 18). No p OHCÍTL o ^ t r a ns t o r ni amos a nosotros mismos. Sólo podemos someternos para ser trasnformados. Note la última frase de la cita que leímos: " 'A menos que el hombre naciere de nuevo' —a menos que reciba un corazón nuevo, nuevos deseos, designios y móviles que lo guíen a una nueva vida— 'no puede ver el reino de

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    Dios' ". El hecho de recibir es, por su misma naturaleza, un acto pasivo. Alguien nos tiene que dar para que recibamos. V lo que tenemos que recibir es un corazón transformado pues no podeuiós transformar nuestro propio corazón. No podemos matar nuestrgs, viejos deseos pecaminosos, ni podemos implantar los nuevos deseos del reino de Cristo. Sólo Jesús puede matar nuestros malos deseos, y sólo Jesús puede implantar en nosotros nuevos deseos que estén en armonía con su ley. Unamos las epístolas de Gálatas y Romanos. Pablo dice: "Mi vieja naturaleza pecaminosa está crucificada con Cristo". El no mató su propia naturaleza pecaminosa, sus propios malos deseos. El permitió que Cristo lo hiciera por él. El sólo podía recibir la crucifixión. Como señalé antes, un prisionero no podía crucificarse a sí mismo. En el pasado, cuando se ejecutaba a las personas mediante la crucifixión, muchos prisioneros luchaban denodadamente y los soldados tenían que ponerlos por la fuerza sobre la cruz. Pero no ocurre así con Jesús. El se colocó sobre la cruz y no ofreció resistencia cuando fue crucificado. Eso es un modelo .para usted y para mí. Cristo ñcToblígariTa nuestra vieia naturaleza pecaminosa_a morir crucificada. Para querello ocurra, debemos "yacer" sobre la cruz y someternos voluntariamente a la ejecución. Vayamos ahora a la otra parte que nos interesa de la declaración paulina. Pablo dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado". ¿Qué significa ser crucificado "con Cristo"? Una de las más claras enseñanzas del Nuevo Testamento es que todos los seres humanos, sin excepción, hemos actuado corporativamente representados por Adán y por Cristo. En Romanos 5:12, Pablo dice: "El pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron". De la misma manera, la muerte de Cristo en la cruz fue por todos los seres humanos: "Abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo" (vers. 15). En 2 Corintios 5:14, Pablo dijo: "Si uno murió por todos, luego todos murieron". En Gálatas 2:20, Pablo no dice que él estaba literalmente en la cruz con Jesús. Cualquiera sabe que una pretensión semejante habría carecido de sentido históricamente. Pablo se refería a que cuando

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    Jesús murió, pagó con su muerte la condena por el pecado en beneficio de toda la humanidad. En consecuencia, aunque la humanidad no estaba físicamente en la cruz con Jesús, Dios considera su sacrificio como si nosotros hubiéramos estado "en él", "con él". De esa" manera, cuando Cristo murió en la cruz, usted y yo también morunos legalmente en la cruz. Eso significa dos cosas. Primero, que Jesús satisfizo con su muerte en la cruz la condenación resultante de nuestros pecados, y, por enSe , ya no tenemos que pagar esa deuda nosotros mismos. Es allí donde la muerte de Cristo nos afecta por medio de la justificación. Dios puede perdonarnos y tratarnos como si no hubiéramos hecho nada malo, ya que la penalidad resultante de nuestros pecados fue satisfecha cuando nosotros morimos "con Jesús", "en Jesús", sobre la cruz. En segundo lugar, la muerte de Cristo en la cruz nos afecta por medio de la santificación, porque nuestra vieja naturaleza pecaminosa estaba también sobre la cruz con Jesús. Nuestra vieja naturaleza pecaminosa fue crucificada "con Cristo", abriendo el camino para que Cristo implante nuevos deseos y motivaciones en nuestro corazón, conduciéndonos a una nueva vida de victoria sobre el pecado. Pablo siguió desarrollando su tema para explicar cómo son implantadas estas nuevas motivaciones, cómo recibimos la nueva vida de victoria en Cristo. El dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo". Así como Cristo fue crucificado y luego resucitó, la vieja naturaleza pecaminosa del cristiano es crucificada para que el cristiano mismo pueda resucitar a una nueva vida de victoria. Pablo enseñó exactamente la misma lección en Romanos 6 por medio de la analogía del bautismo: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva" (Rom. 6:3, 4). Unos pocos versículos después, Pablo dice: "Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él" (vers. 8). Y luego aplica este principio de la resurrección a nuestra propia victoria sobre el pecado: "Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque

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    en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro''' (vers. 9-11). Volvamos a Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí\ Cuando el "viejo hombre" de Pablo —su naturaleza pecaminosa— murió, permaneció muerto. Por eso dijo: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí\ La vieja naturaleza pecaminosa de Pablo nunca volvió a vivir. En lugar de ella, Jesucristo empezó a vivir "en él". Ahora que los deseos pecaminosos estaban muertos, Jesús estaba libre para implantar nuevos deseos y motivos en el corazón de Pablo. Por eso Pablo podía decir: "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". A menudo hablamos de la justificación por la fe. Pablo ha estado analizando claramente el lugar de las buenas obras en la vida del cristiano, y concluyó diciendo: "Lo que ahora vivo en la carne [las buenas obras que produzco en este cuerpo mío], lo vivo en la fe del Hijo de Dios". La fe en Jesús hace posible nuestra justificación; es decir, el perdón de nuestro pecado. Y también hace posible nuestra santificación; es decir, nuestra victoria sobre el pecado. Según lo entiendo, la combinación de ambas, de la justificación por la fe y de la santificación por la fe, constituye la justicia que es por la fe. Pablo concluye el segundo capítulo de Gálatas diciendo: "No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" (vers. 21). Ni la justificación ni la santificación pueden ser obtenidas por obedecer la ley. Ambas se obtienen sólo por medio de la fe en Jesucristo. Nunca podemos vivir una vida "suficientemente buena" co~ífflo~pará merecer el perdón, ni podemos producir buenas acciones salidas de un buen corazón por nosotros mismos. La justificación requiere fe en el perdón de nuestros pecados por parte de Cristo, y la santificación requiere fe en la transformación que sólo él puede producir en nuestro corazón. "Si por la ley fuese la justicia [ya sea la "r*justificación o la santificación] entonces por demás murió Cristo". "c'="=T5studiaremos la santificación por la fe en mayor detalle en el próximo capítul®.

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    La santificación también es por fe Gálatas 3:1-5

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    a abuela de mi esposa era muy celosa en lo que se refiere a la observancia del sábado. Ella jamás habría hervido o cocinado una papa en ese día, pues la Biblia dice: "Lo que habéis de cocer, cocedlo hoy [viernes], y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare guardadlo para mañana [sábado]" (Exo. 16:23). Sin embargo, la abuela no tenía problemas en llegar del culto el sábado, rebanar las papas que había hervido el día anterior y freirías, ¡porque la Biblia no decía que no se pudiera freír algo durante el sábado! Usted y yo sonreímos ante un literalismo tan extremo. Pero desafortunadamente, la actitud de la abuela, también conocida como legalismo, está muy viva y goza de buena salud en el adventismo contemporáneo. Seguramente todos hemos conocido a alguna persona que se erigió a sí mismo en guardián de la ortodoxia de la iglesia. Tuve un miembro de iglesia así en un lugar donde trabajé como pastor. Ella ponía en sus labios la más dulce de las sonrisas, guiñaba sus ojos y le decía a cada cual en qué se había equivocado. ¡Estoy seguro de que ella no perecerá en el lago de fuego por no dar a la trompeta el sonido certero en Sión y advertir a sus hermanos de los : pecados de ellos! Si usted lee cuidadosamente Gálatas 3:1-5, descubrirá que éste 69

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    es exactamente el problema con el que Pablo tuvo que lidiar. Pablo comienza Gálatas 3 de una manera interesante: "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?" (vers. 1). ¡Son palabras fuertes! ¿Cómo se sentiría usted si alguien lo confrontara de esa manera en relación con las creencias doctrinales que usted aprecia? ¿Por qué se expresó Pablo de una manera tan áspera? Porque se sentía profundamente preocupado por la vida espiritual de sus amigos gálatas. En Gálatas 2:20 había dicho: "Con Cristo estoy ciertamente crucificado". Ahora dice: "Ante vuestros ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado". Cristo crucificado es un asunto espiritual. Y la teología del partido judío que contendía en Galacia estaba a punto de destruir ese asunto espiritual. ¡No es, pues, de sorprenderse que Pablo estuviera tan preocupado! En el versículo 2 él dice: "Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Y repite la pregunta en el versículo 3: "¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?" Y en el versículo 5 dice: "Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Recibir el Espíritu es un asunto profundamente espiritual. Creo que puede decirse que la mayoría de los adventistas creen en la justificación por la fe. Al menos es lo que pretendemos. Justificación significa que cuando confesamos nuestros pecados, Dios los perdona y nos declara justos. El nos acepta, como dice Elena de White, como si nunca hubiéramos pecado (véase El camino a Cristo, p. 62). Nuestro registro celestial es limpiado y, en lo que a Dios concierne, es como si nunca hubiéramos cometido todos esos pecados pasados. Se trata de una acción instantánea. Eso es justificación. Sin embargo, en Gálatas 3:1-5, lo cual estamos estudiando en este momento, la atención de Pablo no está centrada en la justificación, sino en el Espíritu Santo. La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a la idea de que la justificación es recibida por fe,

    La santificación también es por fe

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    pero note que, según Pablo, los cristianos también reciben el Espíritu por fe: * "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" (vers. 2). * "Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?" (vers. 5). El Espíritu Santo cumple una función tanto en la justificación como en la santificación. Confesamos nuestros pecados y procuramos el perdón divino (la justificación) porque hemos sido convencidos de nuestros pecados por el Espíritu Santo. Esa misma convicción hace que deseemos obtener la victoria sobre nuestros pecados. El J ^ í r i t u Santo viene nuevamente en nuestra ayuda. Él transforma nuestro corazón, eliminando de él el deseo de pecar, y nos da el poder que necesitamos para resistir la tentación. Eso es santificación. Me gustaría sugerir que la santificación requiere de la fe tanto como la justificación. Así que la pregunta real que Pablo dirigió a los cristianos gálatas fue: ¿Qué hace de una persona un cristiano genuino, lleno del Espíritu Santo? ¿Qué hace de una persona un cristiano victorioso: ha~"cer o creer? ¿Es la verdadera religión un corazón que ha sido transf o r m a d o por el Espíritu Santo, o un estilo de vida? En un sentido, ambas cosas no pueden ser separadas, porque nuestras obras dan evidencia de que hemos aceptado al Espíritu Santo por fe y de que "Hemos experimentado una transformación del corazón. El problema surge cuando quienes no tienen el corazón transformado piensan que porque viven de acuerdo con las reglas o normas de un estilo "He vida cristiano son cristianos genuinos. Eso es legalismo. Los adventistas hemos sido llamados legalistas durante años porque observamos el séptimo día, el sábado. No pienso que sea eso lo que nos hace legalistas. No cabe duda de que existen muchos adventistas legalistas, y tampoco cabe duda de que muchos (si no la mayoría) adventistas legalistas guardan el sábado de manera legalista „Pero,el sábado en sí mismo no es lo que los hace legalistas. Lo "quijos hace legalistas es su énfasis total en el estilo de vida. El legaJ k i n o es la .creencia de que lo que uno hace lo convierte en religioso

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    Evangelio

    versus

    legalismo

    y lo salva. Cualquier persona cuya religión pone un énfasis mayúsculo en el estilo de vida, como lo hacemos los adventistas, está en grave peligro de caer en el legalismo. Además de las reglas que tienen que ver con la observancia del sábado, tenemos una reforma en materia de salud y alimentación, un código de vestimenta y adorno personal, y prohibiciones contra ciertas clases de entretenimientos. Puesto que la observancia del sábado es uno de los asuntos que tienen que ver con nuestro estilo de vida, utilicémoslo por un momento como ejemplo. ¿Es correcto mojarse los pies caminando por la orilla del mar el sábado de tarde, o en un río o lago cercano a nuestro hogar? Usted sólo se quita los zapatos y deja que el agua moje sus pies. Creo que difícilmente alguien dijera que eso está mal. Pero suponga que usted permite que el agua llegue hasta sus tobillos. ¿Es eso condenable? ¿Y hasta las rodillas? ¿Y si usted levanta su ropa y permite que el agua llegue hasta sus muslos? Usted ya permitió que su ropa se mojara un poco. ¿Es correcto refrescarse en el agua durante el sábado siempre y cuando su ropa no se moje? Tal vez usted diga: "Bueno, tal vez es correcto hasta los muslos". Pero suponga que usted introduce todo su cuerpo en el agua y sumerge también su cabeza. Y entonces nada un poco alrededor. ¿Es eso malo? Suponga que usted cruza a nado el lago. ¿Es eso peor que caminar alrededor del lago en sábado? Estoy seguro de que en cualquier grupo de adventistas encontraríamos una variedad de respuestas a esas preguntas. El punto que quiero destacar es que estas son las clases de cosas que empiezan a debatir quienes tienen un estilo de vida estricto. Las discusiones semejantes a la del agua pueden volverse interminables, hasta que comprendemos que no estamos hablando en absoluto acerca de cuestiones que tienen que ver con la fe. En cambio, estamos hablando acerca de la obediencia a reglas y normas. Nos estamos preguntando si una persona que nada en el lago el sábado de tarde es salva, si una persona que usa un poco de adorno o va al teatro de vez en cuando es salva. ¡Y de pronto el razonamiento del partido judío comienza a resultarnos familiar! Permítame asegurarle que el partido judío se habría sentido su-

    La santificación también es por fe

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    mámente cómodo en algunos círculos adventistas. Ellos habrían encontrado gran satisfacción en debatir acerca de si quienes usan anillo de casamiento, aros o asisten al teatro pueden ser salvos. No estoy diciendo que esas cosas sean irrelevantes. Pero usar o no usar joyas no es la verdadera cuestión. Tampoco lo es la asistencia al teatro. El tema es la mente. ¿Soy vanidoso? ¿Soy orgulloso? ¿Me gusta alim e n ^ ^ j i ü ^ ^ t ^ con violenda y lascivia? Sin duda es apropiado preguntar si la vanidad, el orgullo y el libertinaje amenazan nuestra salvación. Si las joyas conducen a la vamdad~y al orgullo, son un error. Si las películas y los programas de TV llenan nuestra mente de basura, son un error. Y esos asuntos pueden ser una seria amenaza para nuestra vida eterna. La salvación tiene que ver con la tM^-teycon quién la controla. Tiene que ver con los sentimientos que controlan nuestra mente. Tiene que ver con el ['IspírituTTrTrceñaJ y la fe, y no corTdiscutir hasta qué punto del cuerpo es lícito mojarse en sábado. Pablo diría: "Oh adventistas insensatos... ¿Recibisteis el Espíritu por observar las normas de la iglesia, o por aceptar con fe lo que oísteis?" Me temo que muchos de nosotros, los adventistas, necesitamos escuchar las palabras de Pablo a los gálatas, pues una de nuestras grandes tentaciones es poner el rótulo de "infiel" en la espalda de todo aquel que no sigue nuestro estilo de vida tan bien como creemos que debería hacerlo. Claro que es necesario prestar atención cuidadosa a lo que comemos y bebemos, a lo que usamos y a los lugares donde vamos en busca de entretenimiento, pero estamos en gravejjeligro de perder la vida eterna si creemos que nuestra obediencia a esas normas y reglas asegura nuestra posidói^ante los ojos de Dios. Esas reglas no "tienen nada, que ver con nuestra situadón^aate.. DTQST~Nuestra posición ante Dios está determinada por nuestra fe en Jesucristo. ¿Se~sieíTTe tentado a acusarme tte-destruir el adventismo? Entonces tal vez usted comprende la preocupación de los cristianos judíos que decían: "Pablo, tú estás destruyendo el judaismo". Porque así como ciertas prácticas habían llegado a ser una parte importante del judaismo, ciertas prácticas han llegado a ser una parte importante del adventismo. Y siempre existe la tentación de pensar, como los

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    cristianos judíos lo hacían, que el hecho de ver las prácticas desde una nueva perspectiva (no la tradicional) significa destruir nuestra religión, nuestra espiritualidad y nuestra conexión con Dios. Podemos pensar que aquellos de entre nuestros hermanos que no viven el estilo de vida adventista como nosotros lo hacemos están poniendo en peligro su espiritualidad, pero no tenemos la menor idea de cómo es la vida espiritual de esas personas o cómo es su conexión con Cristo. Sencillamente no podemos juzgarnos unos a otros a ese nivel. Tan pronto como lo intentamos, estamos dentro del legalismo. Volvamos ahora al tema de este capítulo y al tema de las observaciones de Pablo en Gálatas 3:1-5. La pregunta usual de Pablo es si un cristiano recibe la justificación por fe o por obras, pero el asunto clave en este pasaje es si el cristiano recibe el Espíritu Santo por fe o por obras. Jesús dijo que el Espíritu Santo es quien nos convierte (véase Juan 3:3, 5), y la conversión transforma el corazón, haciendo posible la obediencia a la ley de Dios. Las personas convertidas, quienes han recibido el Espíritu Santo, no sienten que tienen que obcdecerTalcy d ^ D k ^ g p ^ ^ ^ ^ T r ^ ' O ^ l e c e r . listo significa que tanto laTonversiÓn comoTa santificación son hechas posibles por fe, igual que la justificación. En el contexto de la argumentación de Pablo en Gálatas, resulta claro que la conversión y la santificación comienzan en el momento en que colocamos nuestra fe en Jesucristo, como ocurre con la justificación. Existe una especie de debate dentro del adventismo actual acerca de si la conversión es parte de la justificación. Algunas personas insisten en que la justificación es exclusivamente una transacción legal que ocurre en los libros del cielo cuando Cristo perdona los pecados de un cristiano, y que no tiene nada que ver con la experiencia interna de esa persona. No estoy de acuerdo con esa posición, y creo que en Gálatas 3:1-5 Pablo tampoco está de acuerdo con ella. Un respetado erudito bíblico, que es especialista en el libro de Gálatas, hizo el siguiente comentario acerca de este pasaje: "Pablo da por sentado que el hecho de que Abraham fuese justificado por la fe demuestra que los gálatas debieron haber recibido el Espíritu sólo por fe; y este argumento bíblico cae a tierra a menos

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    que la recepción del Espíritu sea igualada en algún sentido con la justificación. Porque si esto no fuera así, podría objetarse que si bien Abraham fue en verdad justificado por la fe, ello no implica necesariamente que la recepción del Espíritu tenga que depender necesariamente de la fe; es concebible que si bien la justificación es por fe, el don del Espíritu podría estar condicionado a las obras. Podemos entonces aceptar que Pablo concibe la recepción del Espíritu en conexión tan estrecha con la justificación, que ambas pueden ser consideradas en algún sentido como sinónimas, así que en la recepción del Espíritu por parte de los gálatas también estaba implícita su justificación. "Por lo tanto, así como en el pasaje anterior (Gál. 2:15-21) Pablo interpretó la experiencia de su propia conversión en los términos de la justificación por la fe, en el presente pasaje (Gál. 3:1-6), se considera que la experiencia iniciática de los gálatas (la recepción del Espíritu) incluyó la justificación por la fe, si es que no era un sinónimo de ella. Esto muestra nuevamente que, para Pablo, la justificación está ubicada al comienzo de la vida cristiana como una parte integral de la experiencia cristiana" (Ronald Y. K. Fung, The International Commentary on The New Testament: The Epistle to the Galatians [Comentario internacional del Nuevo Testamento: La Epístola a los Gálatas], F. F. Bruce, ed. [Grand Rapids: Eerdmans, 1988], pp. 136, 137). Mi opinión personal acerca de todo este debate en torno a la justificación y la conversión que está teniendo lugar en la Iglesia Adventista es que mucho de él tiene que ver con exquisiteces teológicas que le tienen sin cuidado al hombre y a la mujer promedio que ocupan los bancos de la iglesia. Para el propósito de las definiciones teológicas, es importante que la conversión y la justificación se mantengan separadas, pero debemos comprender que ambas comienzan en el primer momento de la fe, y que ambas tienen que ver con el corazón tanto como con los registros celestiales. Y, como Pablo lo establece tan claramente en Gálatas 3:1-5, nuestra recepción del Espíritu Santo, que constituye la base de la conversión y de la santificación, no está basada en las obras así como tampoco lo está la justificación. Ambas llegan a nosotros por medio de la fe y fe sola,

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    exactamente de la misma manera que como recibimos la justificación. De comienzo a fin, no podemos enorgullecemos de que hayamos hecho nada para merecer la más ínfima parte de nuestra vida cristiana. Todo está basado en Cristo y éste crucificado. Ese es el mensaje de Gálatas 3:1-

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    Probando su evangelio por medio de las Escrituras Gálatas 3:6-14

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    l partido judío había elaborado su teología valiéndose de las Escrituras. Su doctrina estaba completamente basada en el Antiguo Testamento. Esto se hace evidente en la aseveración que hicieron en ocasión del Concilio de Jerusalén: "Es necesario circuncidarlos [a los gentiles] y mandarles que guarden la ley de Moisés" (Hech. 15:5). Conocían a la perfección el contenido de esas leyes. También conocían la promesa divina de hacer de Abraham una gran nación, y la promesa de que el Mesías sería un descendiente de David. Hasta aquí, Pablo ha compartido con nosotros su comprensión del evangelio sin tratar de demostrarla a la luz de la Biblia. Usted y yo podemos aceptar eso porque sabemos que Pablo es uno de los escritores de la Biblia. Pero el partido judío no aceptaba a Pablo como escritor bíblico, y éste sabía que los cristianos de Galacia le exigirían más evidencia que su simple aseveración: "Dios me dio mi evangelio mediante una revelación". El tendría que fundamentar su evangelio mediante la Escritura. Y eso es lo que hizo en Gálatas 3:6-14. En esos pocos versículos hace resonar un pasaje del Antiguo Testamento tras otro. Sus transcripciones de pasajes del Antiguo Testamento son tan densas y rápidas que es fácil sentirse confundido. Sin embargo, cuando examinamos cuidadosamente su línea ar gumentativa, vemos que ella es muy lógica y suficientemente sencilla como para entenderla. 77

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    Comencemos citando Gálatas 3:6-14. Destacaré con cursiva los pasajes que Pablo cita del Antiguo Testamento para que usted pueda identificarlos fácilmente. "Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, ésos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá-, y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu". Probablemente, usted encontrará que le resulta más sencillo seguir mi explicación de este pasaje si se remite constantemente a él mientras lee. Así también, puesto que la Epístola a los Gálatas es sólo un resumen de las ideas que Pablo desarrolló más extensamente en Romanos 3 y 4, en algunos casos nos remitiremos a Romanos para entender mejor lo que Pablo quiso decir en Gálatas. Cualquiera que haya estudiado aun brevemente los escritos de Pablo sabe que el tema principal de su doctrina fue la justificación por la fe en contraposición con las obras de la ley. Y ése es el punto donde comienza en Gálatas a fundamentar su evangelio basándose en el Antiguo Testamento. Dijo: "Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, ésos son hijos de Abraham". Pablo cita aquí, casi palabra por palabra, Géjagsj,fL_ 15:6: "Y creyó [Abraham] a Jehová, y le fue contado por justicia". En Gálatas, Pablo sólo comenta brevemente este pasaje, pero en Romanos realiza un desarrollo pormenorizado a partir de ese texto. El razonamiento de Pablo en Gálatas nos resultará mucho más comprensible si nos detenemos un poco en Romanos. Comen-

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    zaré citando Romanos 4:1-3: "¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia". Note que Pablo comienza este pasaje mencionando la posibilidad de que Abraham hubiera sido justificado por las obras, pero desbarata inmediatamente esa idea citando el mismo versículo de Génesis que acabamos de leer en Gálatas: "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia". Y en Romanos comenzó diciendo: "¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente parta los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. Y recibió la incircuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado". Si usted no había escuchado antes el argumento paulino, el hecho de leerlo en este pasaje sin explicación alguna puede hacer que se sienta un poco confundido. Sin embargo, la línea argumentativa que sigue el apóstol es muy simple. Génesis 15:6 dice: "Y creyó [Abraham] ajehová, y le fue contado por Justicia". Pero tenemos que esperar hasta llegar a Génesis 17:9 y 10 para leer acerca de la circuncisión: "Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: será circuncidado todo varón de entre vosotros". Un examen cuidadoso de la cronología bíblica interna de estos capítulos del Génesis muestra que Dios acreditó a Abraham su fe como justicia (fue justificado por fe) ¡JLZ-22S~ a n t e s de que se le ordenara circuncidarse! El partido judío insistía en que los gentiles no estaban en comli

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    ciones de recibir la justificación por la fe hasta que fueran circuncidados. Pablo replicó ese argumento señalando que el primer hebreo en ser circuncidado fue nada menos que el padre de la nación judía, Abraham mismo. Y Abraham fue justificado por fe antes de que estuviera circuncidado. Si Abraham pudo ser justificado por fe antes de estar circuncidado, entonces seguramente los gentiles debían tener acceso a la salvación también sin la circuncisión. Si uno se pone a pensar en ello, era realmente un argumento sencillo. El siguiente "texto probatorio" de Pablo proviene también del Génesis: "Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham" (Gál. 3:8, 9). De acuerdo con GénesisJ. 2:2_ y 3, Dios dijo a Abraham: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren, maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra". La parte que se encuentra en letra cursiva es la que citó Pablo. Con esta cita del Antiguo Testamento Pablo inicia otro tema que desarrollará en el resto del capítulo 3 y en una parte considerable del capítulo 4. El asunto es éste: ¿Quién tiene derecho a considerarse un hijo de Abraham? El partido judío insistía en que los únicos descendientes verdaderos de Abraham eran quienes recibieron el rito de la circuncisión, como Abraham. Pedro Pablo dijo "No". Todo aquel que cree es un descendiente de Abraham. Note que Pablo dice: "Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles". Cuando Dios dijo que todas las naciones serían bendecidas en Abraham, en verdad tenía en mente que los gentiles serían justificados por fe. El evangelio de la justificación por la fe no fue un pensamiento posterior. No tuvo su origen en Jesús o en Pablo. Comenzó con Abraham. Pablo termina su argumento diciendo: "De modo que los de la fe [sean judíos o gentiles] son bendecidos con el creyente Abraham". Hasta aquí Pablo usó el Antiguo Testamento para probar su evangelio de la justificación por la fe. Ahora utiliza el mismo Anti-

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    guo Testamento para demostrar que la salvación por la obediencia a la ley es imposible: "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas" (Gál. 3:10). Esta cita proviene de Deuteronomio 27:26: "Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas". El punto que Pablo quiere destacar es que si fuera posible obedecer la ley perfectamente, la justificación por las obras también sería posible. Sin embargo, aun la desobediencia más insignificante trae aparejada una maldición. Y puesto que todos los seres humanos desde Adán hasta el presente han pecado (véase Rom. 3:23), todos están bajo maldición. Todos están condenados a la muerte eterna. Pablo vuelve entonces momentáneamente a su tema de la justificación por la fe y emplea otro de sus textos favoritos del Antiguo Testamento: "El justo por la fe vivirá" (Gál. 3:11). Esta cita proviene de Habaguc 2:4: "Mas el justo por su fe vivirá". Pero Pablo inmediatamente vuelve atrás para mostrar la incapacidad de la ley para salvar: "Y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas" (Gál. 3:12). Esta declaración proviene de Levítico 18:5: "Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas', los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos". La justificación por la obediencia a la ley sólo es posible en teoría, pero miles de años ele pecado lian demostrado que jzzwgMB ser humano, con e.yreprión fje Cristo, híLguardado perfectamente la ley. Eu consecuencia, desde una perspectiva práctica, la única manera de que un ser humano pueda ser reconocido como justo delante de Dios es por medio de la fe. Así que Dios nos dio a los seres humanos una ley que guardar y dijo que si la guardamos a la perfección ella podría hacernos dignos de la vida eterna. Pero nadie jamás lo ha logrado, lo que significa que todos estamos bajo maldición. ¿Puede, entonces, alguien ser salvo? ¡Por supuesto que sí! Pablo dijo: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)" (Gál. 3:13). Pablo cita aquí Deu|eronomio 21:23, y

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    citaré el versículo 22 para que usted tenga a la vista el contexto: "Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado". El punto que presenta Pablo es meridianamente claro. Aunque Moisés, el autor del Deuteronomio, no tenía la muerte sacrificial de Cristo en mente cuando escribió ese pasaje, Pablo lo aplicó de esa manera. El expandió el sentido de las palabras de Moisés. Usó las palabras de Moisés como vehículo para mostrar que la maldición resultante de nuestra desobediencia, que debería haber caído sobre nosotros, cayó en realidad sobre Cristo. Cristo llevó sobre sí nuestros pecados para poder darnos su justicia. Elena de White lo expresa de una manera hermosa en El Deseado de todas las gentes-. "Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. 'Por su llaga fuimos nosotros curados' " (pp. 16, 17). Pablo concluyó la defensa de su evangelio basada en el Antiguo Testamento declarando nuevamente por qué ello era tan importante: "Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (Gál. 3:14). Notemos dos cosas acerca de este versículo. Primero, toda la argumentación desarrollada hasta aquí por Pablo en Gálatas tuvo un único propósito: mostrar que la bendición dada a Abraham por medio de la fe está también disponible para los gentiles que ejercen la misma fe. El partido judío estaba argumentando desesperadamente que los gentiles reciben la justificación por la fe sólo si antes son circuncidados y guardan las otras leyes de Moisés. Pero Pablo dijo "No". Abraham fúe justificado por la fe antes de participar del rito de la circuncisión, y lo mismo ocurre con los gentiles. En segundo lugar, note que al final del versículo 14 Pablo volvió a mencionar su argumento acerca de la santificación: "A fin de

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    que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu". El propósito íntegro de la justificación es abrir el camino para que los seres humanos restablezcan su unión con Cristo por medio del Espíritu Santo. De otra manera, Dios estaría salvando a las personas legalmente, sobre la base del contenido de los registros celestiales, sin que experimentaran jamás una transformación en sus caracteres. Efesios 2:8-10 es tal vez el lugar donde Pablo establece de manera más clara la relación existente entre la fe y las obras: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas".

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    Dios siempre cumple sus promesas Gálatas 3:10-18

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    ace varios años, cuando yo era pastor en Texas, la asociación me preguntó si estaría interesado en ser trasladado a una iglesia mayor en Waco. El cambio haría necesario que mi esposa y yo vendiéramos nuestra casa en Keene, cerca de Alvarado. Después de conversar con ella al respecto y orar, decidimos aceptar la invitación de la asociación. Puse un cartel de venta en el frente de nuestra casa y un aviso en el diario. Tiempo después, estábamos en la oficina de un abogado firmando los papeles de la transacción. Aún me veo tomando la lapicera en mi mano, escribiendo mi nombre en la línea de puntos y pasando luego la lapicera a mi esposa para que ella pudiera firmar en la línea punteada. También firmamos papeles para comprar una casa en Waco. Hasta que firmamos los papeles para vender nuestra antigua casa, ésta todavía era nuestra. De la misma manera, una vez que firmamos el contrato de compra por la nueva casa, ésta pasó a pertenecemos y dejó de ser del dueño anterior. Mi esposa y yo podíamos ahora vivir felizmente en nuestro nuevo hogar, sabiendo que los anteriores propietarios nunca podrían ir y decirnos: "Esta es todavía nuestra casa. Nosotros vivíamos aquí, y ustedes tendrán que irse". Ni mi esposa ni yo podíamos volver a nuestra casa anterior y entrar en ella cuando nos diera la gana. No podíamos exigir vivir en ella nuevamente. Esa casa pertenecía ahora a otra gente. Mi esposa y yo habíamos firmado papeles, los nuevos propietarios también lo hicieron y ninguno de nosotros podía cambiar eso. Una vez que un con-

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    venio humano ha sido debidamente establecido, no puede ser cambiado o puesto a un lado. He ahí una buena analogía de lo que Pablo quiso decir en Gálatas 3:15: "Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade". Pablo estaba estableciendo un punto importante aquí. El dice que cuando Dios prometió a Abraham la salvación por la fe, aquel no podía cambiar y exigir que la salvación fuera basada en obras. Las promesas de Dios son tan seguras como los convenios humanos, y aún más. Si ni siquiera los seres humanos pueden dar marcha atrás en cuanto a los documentos o convenios legales que firman, ¡seguramente tampoco Dios! Está todo muy bien, dice usted, pero Dios no firmó ningún documento con Abraham. Eso es cierto. Pero una firma sobre papel no era la manera usual como la gente hacía convenios legalmente obligatorios en la época de Abraham. Tal vez usted se sorprenda al descubrir cómo lo hacían. Génesis 15 nos lo dice. Abraham estaba desesperado por tener un hijo y ya estaba cansándose de esperar el cumplimiento de la promesa divina. Así que, como usted recordará, propuso a su siervo Eliezer que fuese su hijo. Era muy común en aquel tiempo que una familia que no podía tener hijos hiciera de su siervo principal el heredero de su patrimonio. Pero Dios dijo: "No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará" (véase Gén. 15:1-5). Es en este punto donde la Biblia dice: "Y creyó [Abraham] a Jehová, y le fue contado por justicia" (Gén. 15:6). La promesa de un heredero estaba ahora establecida. Sin embargo, Dios también había prometido dar a Abraham la tierra de Canaán (véase Gén. 13:14, 15), y Abraham aún tenía un poco de duda acerca de eso. "Y él [Abraham] respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar [la tierra]? Y [Dios] dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino" (Gén. 15:8, 9). Abraham reunió todos estos animales en un mismo lugar, y

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    Dios le dijo que partiera cada uno de ellos en dos (excepto las aves), y que colocara cada parte frente a la correspondiente dejando un espacio. Cerca del atardecer, Abraham fue sobrecogido por el sueño, y "el temor de una grande oscuridad cayó sobre él" (vers. 12). Entonces Dios le dijo: "Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirá, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (vers. 13-16). Note que Dios predijo el cautiverio de los israelitas en Egipto y su retorno 400 años después, "en la cuarta generación" (en aquella época, una generación era significativamente más longeva que hoy). Era importante en extremo para Dios informar a Abraham acerca del cautiverio israelita antes de que ocurriera, para que tras su cautiverio el pueblo no perdiera su fe en la promesa. Pero, ¿qué acerca de la "firma" de este pacto o convenio entre Dios y Abraham? La Biblia dice que: "Puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos" (vers. 17). En la antigüedad, las personas no siempre concretaban sus acuerdos legales poniéndolos por escrito en un pergamino y estampando sus firmas al pie. En lugar de ello, cortaban varios animales domésticos —una ternera, mía cabra o un carnero— y separaban los pedazos más o menos un metro entre sí dejando un sendero entre ellos. Los pactantes "firmaban" entonces el convenio caminando en medio de los trozos de animales. Abraham estaba dormido cuando Dios "firmó" el documento, así que él no caminó entre los animales sacrificados. Pero Dios sí lo hizo en la forma de un horno humeante con una antorcha de fuego. Y a eso se refiere Pablo en Gálatas cuando dice: "Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Así es en este caso". El punto que Pablo desea destacar aquí es que cuando Dios hizo ciertas promesas a Abraham sobre la basede la fe de éste y luego ratificó esas promesas ("puso su nombre" al

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    pie de ellas) al pasar entre los trozos de animales, era imposible que él diera marcha atrás o que se retractara. Es importante prestar cuidadosa atención a lo que Dios prometió exactamente a Abraham y a lo que no le prometió. Le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena del mar (Gén. 15:5), que sus descendientes llegarían a ser una gran nación (12:1-3) y que heredarían la región que hoy llamamos Palestina (15:7). Dios no prometió nada acerca de la salvación. Tampoco dijo a Abraham: "Cree en mí y te daré la vida eterna". Sin embargo, cuando Abraham creyó la promesa divina acerca de que sus descendientes llegarían a ser una gran nación en Palestina, Dios le acreditó esa fe como justicia. Su fe en la promesa de Dios llegó a ser una fe salvadora que condujo a la vida eterna. Ese es el punto que Pablo quiere destacar. Usted y yo podemos experimentar la misma bendición hoy. Cuando leemos la Biblia descubrimos muchas promesas que Dios nos ha dado como una ayuda para la vida diaria. Encontramos ayuda para lidiar con los problemas personales, familiares, eclesiásticos y laborales por mencionar sólo unos pocos. Cuando creemos estas promesas, Dios nos acredita esa fe como justicia. Creer que Cristo murió en una cruz para salvarnos del pecado y que resucitó al tercer día para darnos una nueva vida en unión con él, está sin duda incluido en lo que llamamos "justicia que es por la fe". Pero lo mismo debe decirse del hecho de confiar en Dios lo suficiente como para permitirle que sea el Señor en todos los asuntos de nuestra vida. Dios acredita toda nuestra fe en él como justicia, incluyendo nuestra fe en su dirección sobre nuestra vida cotidiana. Pablo continuó diciendo que: "A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo" (Gál. 3:16). Cristo es la promesa en el más pleno de los sentidos, porque la promesa no habría sido más que palabras vacías sin él. Aunque Dios no lo dijo exactamente de esa manera, Pablo interpretó que la promesa hecha a Abraham significaba que Jesucristo vendría algún día, moriría en la cruz y haría posible que cada persona

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    recibiera la justicia que es por la fe. Las promesas de Dios son seguras. Podemos reclamar cualquier cosa que Dios haya prometido como si tuviéramos un documento firmado y sellado por él. Pero debemos reclamarlo por fe. Una promesa requiere, por su misma naturaleza, fe de" párte le quien la recibe. Una vez que la promesa se ha cumplido, la fe ya no es necesaria. Si prometo a mi esposa que le traeré algo de la tienda, ella tiene fe para creer que lo haré. Cuando llego a casa con lo prometido en mis manos, ella ya no necesita tener fe en mí. Ella ve las cosas que me solicitó y sabe que las compré. Pero hasta que la promesa se cumple, quien la recibió sólo puede tener fe en quien la hizo. Uno de los principios más fundamentales de la vida es que debemos ser capaces de confiar unos en otros. Sería terrible tener que vivir en una sociedad donde no existe la confianza. Cada vez que firmo un comprobante de compra con mi tarjeta de crédito estoy prometiendo a la compañía crediticia que pagaré. Cada vez que pago mi cuenta a tiempo, hago crecer la confianza que la compañía de crédito tiene en mí. Para Pablo, la cuestión en juego era la confiabilidad de Dios. "La ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa" (vers. 17, 18). Aparentemente, el partido judío pretendía que la ley promulgada por Dios en el Sinaí dejaba sin efecto la promesa hecha a Abraham. Pablo seguía diciendo: "La promesa, la promesa, la promesa...", y ellos seguían diciendo: "Sí, pero la ley, la ley, la ley..." Lo que ellos querían decir era que la ley, cuando fue promulgada, anuló la promesa hecha a Abraham. Pero Pablo dijo "No". Un documento humano que ha sido firmado y sellado no puede ser modificado. ¿Cuánto menos tratándose de una promesa —un "documento"— que Dios "firmó" en favor de Abraham? Pablo señalaba el hecho de que, independientemente del propósito que la ley hubiera cumplido durante sus 1.500 años de vigen cia desde el Sinaí hasta el Calvario, ella no anulaba la justicia que es por la fe. La ley no reemplazaba el método de salvación surgido de

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    la promesa hecha a Abraham. Todos hemos pasado sin duda por la experiencia de aceptar una promesa que luego fue rota por quien la hizo. Cuanto más significa una promesa para alguien, más penosa resulta su ruptura. No nos gustan las promesas rotas, y menos aún las personas que rompen sus promesas. Todavía recuerdo a un sujeto que me estafó en una considerable suma de dinero. El se ganó mi confianza —mi fe— y luego la usó para estafarme. E incluso firmó un compromiso de que me devolvería mi dinero. Pero luego no lo hizo. Usted puede estar seguro de que no me sentí muy a gusto respecto de esa persona. Ahora, piense cómo nos sentiríamos usted y yo respecto de Dios si después de que prometió justificar a Abraham sobre la base de la fe, hubiera roto esa promesa 430 años después con la promulgación de la ley. Lo que Pablo destaca es que usted y yo podemos confiar en Dios. El no rompió la promesa que hizo a Abraham y a sus descendientes cuando entregó la ley 430 años después. El Sinaí no anuló el pacto que Dios "firmó" cuando caminó entre aquellos animales. Esta es una buena lección para nosotros acerca de la confiabilidad. ¿Cuán dignos de confianza somos como cristianos? ¿Cuán dignos de confianza deberíamos ser? ¿Qué tiene derecho a esperar de nosotros el mundo? La respuesta es: absoluta integridad. Salmos 15:4 dice que sólo quienes cumplen sus promesas, aun en perjuicio propio, tendrán acceso al reino de Dios. Los cristianos necesitan construir ese reino de reputación para ellos mismos. Eso es amor en acción. El amor no es un sentimiento. Es un principio que funciona independientemente de cómo nos podamos sentir. Si dependiéramos sólo de sentimientos, difícilmente haríamos lo que dice Salmos 15:4: mantener nuestra palabra aunque eso signifique un perjuicio para nosotros. No es muy divertido salir perjudicado, y resulta fácil para nosotros, los seres humanos, cambiar para evitar el perjuicio propio. Pero lo correcto es "aun jurando en daño propio, no por eso cambiar". He allí uno de los fundamentos sobre los que descansa el amor, y esa es la razón por la que Dios no permitiría que la ley invalidara la promesa que él hizo a Abraham. El problema en Galacia no era que el partido judío y los gálatas

    Dios siempre cumple sus promesas

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    estuvieran realmente haciendo que Dios diera marcha atrás en su promesa. Pero lo estaban tratando como si él lo hubiera hecho, y el resultado psicológico es el mismo. Si usted me hace una promesa pero yo estoy mal informado y pienso que la rompió, actuaré como si usted la hubiera roto en verdad. De la misma manera, si pensamos que Dios no es digno de confianza, para nosotros es lo mismo que si en verdad no lo fuera. Según Pablo, las buenas nuevas del evangelio son no sólo que Dios es digno de confianza, sino también que confiar en él es el único camino de salvación. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Y ésa es una promesa que Dios nunca romperá.

    CAPÍTULO

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    El evangelio según el Sinaí - Parte 1 Gálatas 3:19, 20

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    l estudio que realizaremos en este capítulo abarca sólo dos versículos de Gálatas 3, pero uno de ellos (vers. 19) es crucial, porque parece sugerir que Dios dio la ley sólo para la gente que vivió en la época del Antiguo Testamento. En el próximo capítulo descubriremos que Gálatas 3:24, si se lo traduce exactamente como se encuentra en el original griego, parece decir lo mismo. Por eso Gálatas 3:19 y 3:24 han llegado a ser los textos favoritos de quienes quisieran que creyéramos que a partir del Nuevo Testamento los cristianos ya no tienen la obligación de guardar los Diez Mandamientos. Si sólo dispusiéramos de la Epístola a los Gálatas, podríamos fácilmente concluir que los Diez Mandamientos fueron abrogados cuando Cristo vino. No obstante, Romanos hace que resulte meridianamente claro el hecho de que los Diez Mandamientos cumplen una función importante en la vida de los cristianos del Nuevo Testamento. Romanos es tan claro al respecto que nos obliga a releer más cuidadosamente los textos de Gálatas donde parece decirse que la ley fue puesta a un lado cuando Cristo vino. De ese modo podremos asegurarnos de si lo que Pablo parece decir es lo que en verdad pretendió decir. A eso vamos a dedicarnos en este capítulo y en el que sigue. Antes de avanzar, leamos el texto bíblico que estudiaremos en este capítulo: "Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a c.nr..i de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue ln > lu «M

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    la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno" (vers. 19, 20). Enseguida comenzaremos a analizar estos versículos, pero hagamos antes un breve repaso del capítulo anterior de este libro. Cuando el partido judío arribó a Galacia, sus integrantes eran bien conscientes del argumento paulino según el cual la promesa de la justicia por fe fue dada a Abraham antes de que él fuera circuncidado. Sabían que Pablo utilizaba ese hecho histórico para justificar su aceptación de los gentiles dentro de la iglesia cristiana sin requerirles que se sometieran a la circuncisión. Y eran lo suficientemente sagaces como para darse cuenta de que tenían que responder a ese argumento o correrían el riesgo de perder su influencia sobre la iglesia. No tenemos la respuesta de ellos por escrito, pero a juzgar por lo que dice Pablo, podemos suponer cuál fue: Que la ley, la cual fue dada 430 años después de Abraham, reemplazó a la promesa de la justicia por la fe hecha a Abraham. Eso era esencialmente lo contrario al argumento que escuchamos actualmente con tanta frecuencia, en el sentido de que el evangelio de la justificación por la fe dejó sin efecto los Diez Mandamientos. El partido judío pretendía que la ley del Sinaí anuló la promesa hecha a Abraham, la justicia por fe. Pablo argumentó tan firmemente contra esta falsa enseñanza en sus días como nosotros lo hacemos hoy contra la idea de que la ley ha sido abolida. Su respuesta de Gálatas 3:15-18, que ya hemos estudiado en el capítulo anterior de este libro, fue que inclusive los contratos humanos no pueden ser rotos cuando ya están firmados; cuanto menos la promesa de Dios, su contrato con Abraham. No obstante, Pablo comprendía que no era suficiente explicar que Dios no podía romper su contrato con Abraham. Si la ley no reemplazaba a la promesa, entonces había que explicar qué hizo la ley, cuál era su función o finalidad. Ese es el punto principal de la pregunta que hace en el versículo 19: "Entonces, ¿para qué sirve la ley?" Es importante que entendamos la función de esta declaración dentro de la argumentación paulina. Uno de los métodos usados

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    vez tras vez por los escritores es lo que llamamos "transición". Puede tratarse de una palabra, una frase o todo un párrafo. Este recurso sirve para advertir al lector que el escritor está pasando a otra parte del argumento. La transición le dice al lector: "Esto es lo próximo que vamos a analizar". Pablo era un escritor experimentado, y utilizaba las transiciones como cualquier buen escritor. Una de las mejores transiciones de sus escritos se encuentra en la declaración inicial de Gálatas 3:19: "Entonces, ¿para qué sirve la ley?". Estas palabras indicaban a los cristianos gálatas que estaba a punto de iniciar una explicación acerca del propósito de la ley según él lo entendía, en contraste con la comprensión que el partido judío tenía del asunto. Pablo continúa desarrollando este tema hasta el final del capítulo 4, aunque pueden encontrarse algunas alusiones más bien fuertes acerca del mismo tópico incluso en el capítulo 5. Sería fácil suponer que el propósito con el que Pablo discute el tema de la ley en Gálatas era oponerse al uso equivocado que hacían de ella los fariseos, quienes ya habían penetrado en las filas del judaismo en los días de Cristo. Pero ese no era el propósito de Pablo. La carta a los Gálatas fue su respuesta al partido judío, y parece seguro afirmar que éste había abandonado, casi tanto como Pablo, las opiniones erróneas extremas acerca de la ley según era interpretada por ciertos fariseos. Sospecho que si hubiéramos podido escuchar a los integrantes del partido judío, nos habrían dicho que su deseo era restaurar el verdadero propósito de la ley, el que tuvo cuando Dios la entregó en el Sinaí. El punto principal es que en Gálatas Pablo disintió de la interpretación que el partido judío hacía de la verdadera función de la ley. He allí la razón por la que Pablo hace la pregunta: "¿Para qué sirve la ley?"; es decir, ¿cuál era la función correcta de la ley cuando Dios la entregó en Sinaí? Antes de avanzar me gustaría señalar que Pablo no pregunta: "¿Cuál era el propósito de los Diez Mandamientos?" (la ley moral). Tampoco preguntó: "¿Cuál era el propósito de los servicios religiosos celebrados en el tabernáculo?" (la ley ceremonial). Pablo tenía en mente toda la revelación hecha en el Sinaí. Y, como notaremos mas detalladamente luego, el Sinaí era, por sobre todo, la revelación «I«

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    su voluntad en forma de ley. Cuando Pablo preguntó: "¿Para qué sjrygja,ley?", tenía en mente la ley moral, la ceremonial, y toda otra clase^díLfflaiidato divino, el Sinaí como un todo. Tras preguntar cuál era el propósito de la ley, Pablo, sin pérdida de tiempo, procede a responder. Y sus primeras palabras resultan más bien sorprendentes para los adventistas. "Fue añadida [la ley] a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente". La simiente, era, por supuesto, Cristo (véase el vers. 16), lo cual hace que Pablo parezca decir que la ley estuvo en vigencia hasta que vino Cristo. Eso implicaría que después de Cristo —después de la cruz— la ley dejó de tener toda función válida. De allí que éste sea un texto tan favorito de quienes quisieran que creyéramos que los Diez Mandamientos fueron abrogados por Cristo. Comencé a entender cuál era la respuesta para este problema desconcertante cuando advertí que Pablo menciona en este versículo dos de los acontecimientos más importantes en de la historia bíblica: el Sinaí y el Calvario. No es posible enfatizar demasiado la importancia de estas dos revelaciones. Desde la caída de Adán y Eva, Dios se reveló dos veces a sí mismo en persona a la raza humana, y esas revelaciones fueron muy diferentes una de otra. Como notamos hace un momento, en el Sinaí Dios se reveló a sí mismo primariamente en términos de ley. Aun un vistazo a la segunda mitad de Éxodo y a todo el libro de Levítico confirma esto. Estos libros, que son un resumen de la revelación hecha por Dios a Moisés en el Sinaí, son primordialmente libros legales. Por otra parte, en Jesucristo Dios se reveló a sí mismo por medio de una Persona. Pienso que eso es a lo que se refiere Juan en el primer capítulo de su Evangelio cuando dice: "Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Juan 1:17). Algunas personas tratan de usar este versículo para probar que la ley fue derogada cuando Jesús vino, pero creo que Juan no tenía eso en mente. Él estaba diciendo simplemente que la revelación que Dios hizo de sí mismo en el Sinaí fue hecha primordialmente en términos legales, mientras que su revelación por medio de Jesucristo fue hecha principalmente en los términos de la gracia. Juan no dijo que Cristo puso fin a la ley.

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    Veamos ahora otro pasaje —esta vez en Romanos— que nos ayudará a comprender lo que Pablo quiso decir cuando se refirió a la ley en Gálatas: "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios" (Rom. 3:1,2). A juzgar por la manera como algunos cristianos hablan de la ley, cualquiera pensaría que es algo terrible. Pero, ¿descendió Dios sobre el Sinaí para cargar a su pueblo con algo terrible? ¿Da Dios a sü pueblo dones que producen infelicidad?1 Claro que no. En su tiempo, la ley que Dios reveló en el Sinaí fue lo mejor que tenía para ofrecer. Por eso Pablo podía decir que los judíos tenían una enorme ventaja respecto de los gentiles, pues "les ha sido confiada la palabra de Dios". Aquí hay algo más que quiero destacar tanto acerca del Sinaí como del Calvario. Cada uno de ellos significó el comienzo de una nueva religión. El Sinaí dio origen a la religión israelita. El Calvario fue el inicio de la religión cristiana. Y cada una de ellas fue la religión verdadera de Dios para su tiempo. Note también que cada una de esas religiones vino a reemplazar el sistema previo. El sistema patriarcal de religión que precedió al judaismo estaba centrado en la familia, donde el padre o el abuelo actuaba como sacerdote. En el Sinaí, Dios reemplazó el sistema patriarcal de religión con una religión nacional que tenía un tabernáculo y un sacerdocio para servir a la nación entera. Esto significó un gran avance respecto de la religión patriarcal. De manera semejante, el cristianismo, que comenzó en el Calvario, reemplazó al judaismo y fue un gran progreso respecto de él. En un sentido, el sistema patriarcal de religión, la religión judía que Dios reveló en el Sinaí, y la religión cristiana son lo mismo. Dios no cambió su plan de salvación en el Sinaí ni en el Calvario. Los cristianos aún sostienen que todo el Antiguo Testamento —que abarca tanto el período patriarcal de la historia como el judío— es inspirado. Pero las formas externas del sistema patriarcal y del judaismo cambiaron en el Sinaí y en el Calvario respectivamente, y fueron añadidas muchas vislumbres profundas. Una nueva cultura religiosa —una nueva religión— se desarrolló a partir de cada una

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    de esas formas religiosas cambiadas y de las vislumbres añadidas. El punto principal que Pablo destaca en todo el libro de Gálatas es que no debemos permitir que las formas de la religión previa dominen nuestra religión presente. Los seres humanos no permanecemos estáticos. La sociedad y las estructuras sociales se transforman y se desarrollan a lo largo del tiempo. La religión es una de las estructuras sociales más importantes de la humanidad, y es importante entender que también esta estructura social se transformará y se desarrollará con el correr del tiempo. A veces esa evolución ocurre en la dirección equivocada, lo cual constituye una de las razones por las que Dios reemplaza a veces una religión por otra. El judaismo del primer siglo ya no podía cumplir el propósito de Dios,To cual es una de las razones importantes por las que Dios lo reemplazó con el cristianismo. Si el libro de Apocalipsis está en lo cierto, el cristianismo entero llegará ser tan imperfecto al final de la historia del mundo, que Dios tendrá que reemplazarlo con la "religión^' que usted y yo conoceremos en el jdejoj después del segundo .ad^nimientp de Crista La manera como la verdadera religión de Dios se irá transformando, llámesele religión patriarcal, judaismo o cristianismo, depende en buena medida de la forma como Dios reveló esa religión en sus comienzos. La religión judía creció a partir de la revelación divina en el Sinaí, y puesto que allí Dios se reveló a sí mismo principalmente en términos legales, no debería sorprendernos que esa religión evolucionara en términos legales. Usted entenderá mucho mejor Gálatas 3:21-24 (sección que examinaremos en el capítulo 11) si recuerda que la religión judía, particularmente como los judíos la recibieron en el Sinaí, era la verdadera religión de Dios. A medida que fue transformándose, siguió siendo la verdadera religión de Dios —aun cuando esa transformación fue a veces bastante imperfecta— hasta que Dios la reemplazó con el cristianismo. También es extremadamente importante entender que Dios dio la ley a su pueblo porque quería que éste tuviera una experiencia espiritual más rica y más profunda que nunca antes. Tal vez usted se esté preguntando si la ley puede realmente conducir a una experiencia religiosa más rica y más profunda. Eso resulta difícil de en-

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    tender para nosotros los cristianos porque estamos acostumbrados a obtener nuestras experiencias religiosas profundas por medio de nuestra relación con Jesús. Pero los judíos de la época del Antiguo Testamento no conocieron la historia de Jesús como usted y yo la conocemos. Si iban a experimentar un reavivamiento, sería en virtud de la revelación que tenían, y la mejor revelación de que disponían era la ley que Dios les dio en el Sinaí. En caso de que usted se pregunte si la ley es capaz de producir un reavivamiento, me gustaría llamar su atención a un incidente registrado en el Antiguo Testamento. Durante la época de los reyes de Judá, el templo cayó en desuso durante varios siglos, pero entonces alguien comenzó a sacar las telarañas y a desempolvar el mobiliario. Y en algún rincón oscuro encontraron una copia del libro de la ley. Alguien se lo llevó al rey, quien lo leyó a todo el pueblo, y ese libro produjo un tremendo reavivamiento (véase 2 Crón. 34). ¿Qué fue lo que produjo este reavivamiento? La lectura de la ley. Es sumamente importante coviprender que la ley no era algo malo antes de que Jesús muriera en la cruz. Ella era el plan de Dios y era lo mejor que él podía ofrecer hasta ese momento. Cuando fue correctamente usada, la ley produjo un reavivamiento espiritual. Volvamos a Gálatas. Cuando Pablo dijo: "¿Para qué sirve la ley?", estaba preguntando acerca del propósito de la ley durante el período judío de la historia bíblica. Esto es particularmente evidente a la luz de lo que dijo luego: "Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa". Como notamos hace un momento, el propósito que Dios tuvo para la ley entre el Sinaí y el Calvario fue muy bueno. Dios nunca otorga algo cuyo propósito sea malo. Así que deberíamos esperar que Pablo hablara en Gálatas acerca del uso correcto de la ley, de acuerdo con el propósito que Dios tuvo para ella cuando la entregó a su pueblo en el Sinaí. También es natural que Pablo se refiera al uso adecuado de la religión judía que se desarrolló a partir de esa ley. Según Pablo, ¿cuál fue el propósito de Dios al dar la ley a su

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    pueblo en el Sinaí? "Fue añadida a causa de las transgresiones". Pero tenemos aquí un pequeño problema que parece una flagrante contradicción respecto de algo que Pablo dice en el versículo 15: "Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade". Pero ahora, en el versículo 19, él nos dice que la ley fue añadida. Tal vez una comparación con un punto menor de la ley moderna acerca de los legados o testamentos sirva para clarificar lo que Pablo quiso decir. Un "codicilo" es "una adición hecha a un testamento para cambiar, explicar, revocar o agregar provisiones" (Webster's New World Dictionary [Diccionario Webster del Nuevo Mundo]). En el versículo 15, Pablo se desvía del tema que viene desarrollando para destacar que nadie puede dejar sin efecto un convenio humano, y eso significa al menos que la ley no revocó la promesa hecha por Dios a Abraham. También podríamos decir con seguridad que ella no cambió la promesa de ninguna manera significativa. Lo que sí hizo fue explicar la promesa, y, como veremos, también la mejoró. La declaración paulina que nos ocupa tiene dos partes que necesitamos examinar separadamente. En primer lugar, Pablo dice que la ley "fue añadida". ¿A qué fue añadida? El contexto nos ayudará a responder esta pregunta: "La ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones" (vers. 17-19). ¿Añadida a qué? A la promesa. Cuandousted agrega algo a otra cosa no sejdeshace de éstaT~Eso no sería añadir sino restar. Para añatíii", usted debejomaFjios ¿osasenioñerlí^ no Justraícla. No reemplazó a la promesa, ^no que fue puesta con ella. Pablo quería impresionar a sus lectores con la superioridad de la promesa por sobre la ley, en oposición al partido judío, que insistía en la superioridad de la ley por sobre la promesa. El partido judío enseñaba que la ley reemplazó a la promesa, o que al menos tenía preeminencia sobre ella. Pero Pablo dijo "No". La ley podía ser añadida a la promesa para explicitarla y mejorarla, pero no podía

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    reemplazarla o siquiera detentar una posición superior sobre ella. Veamos ahora la segunda parte de aquella declaración paulina. ¿Por qué fue añadida? Pablo dice que lo fue "a causa de las transgresiones". ¿Qué quiso decir con eso? Pablo hizo una declaración semejante en Romanos 5:20, y ella nos ayuda a entender lo que quiso decir en Gálatas 3:19. "La ley se introdujo para que el pecado abundase". Dios dio la ley en el Sinaí para que el pecado pudiera verse más pecaminoso. La ley fue añadida a la promesa para producir una mayor consciencia acerca del pecado, de su pecaminosidad. Jesús hizo lo mismo jm el Sermón del Monte. Señaló allí que el pecado no sólo tiene que ver con lo que hacemos, sino con lo que sentimós*en nuestro corazón. Pecado no es sólo matar a una persona, sino también odiarla. No tiene que ver tínicamente con la consumación física del adulterio. Es también sentir lujuria en el corazón para con una persona del sexo opuesto. Jesús hizo exactamente lo mismo que Dios pretendía que la ley hiciera: resaltó la pecaminosidad del pecado. Demostró lo que él pecado realmente significa en profundida37ydo expuso como lo que verdaderamente es, para que los seres humanos pudiéramos reconocerlo más fácilmente en nuestra propia vida. El Espíritu Santo hace lo mismo hoy. En Juan 16:8, Jesús dijo a sus discípulos que cuando el Espíritu Santo llegara, convencería al mundo de pecado. El pecado es la gran enfermedad de la familia humana, y Dios tiene que hacernos conscientes del pecado antes de que la justificación por la fe pueda beneficiarnos de alguna manera. La consciencia o convicción acerca del pecado es el punto de partida para la salvación por la fe. Esa es la razón por la que la ley fue "añadida" a la promesa. El propósito de la ley no era dejar sin efecto la promesa de la justicia por fe, sino mejorarla haciendo que el pecado se viera verdaderamente pecaminoso, para que la justicia que es por la fe pudiera cumplir su función. Hay otro principio que me gusta destacar toda vez que escribo o hablo acerca de este tema y también procede de Romanos 5:20. Si hubiéramos leído un poco más de ese versículo antes, habríamos llegado a ese principio: "Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia".

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    Me gusta eso. Cada vez que Dios nos da una mayor consciencia de pecado, nos da juntamente con ello una mayor percepción —una mayor comprensión o entendimiento— del plan de salvación. Y cuando usted contempla lo que ocurrió en el Sinaí, descubre que eso fue exactamente lo que Dios hizo allí. Dio a los hijos de Israel una comprensión más profunda acerca del pecado por medio de lo que nosotros llamamos ley moral, y acompañó luego esa revelación con una comprensión mucho más profunda de su plan de salvación mediante lo que conocemos como ley ceremonial. Cuando Jesús vino, nos dio una comprensión mucho más profunda del pecado por medio del Sermón del Monte, y reveló el evangelio en su plenitud absoluta por medio de su vida y de su muerte. Tanto en el Sinaí como en el Calvario, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Lo mismo es cierto acerca del Espíritu Santo. El Espíritu nos convence, nos hace más conscientes de pecado, y cuando aceptamos esa convicción y nos arrepentimos de nuestro pecado, él transforma nuestro corazón para que ya no deseemos pecar. Donde abunda el pecado —dondequiera que la revelación de la pecaminosidad del pecado es incrementada para que la entendamos mejor— sobreabunda la gracia. Dios nunca da una mayor comprensión del pecado sin comunicar juntamente una mayor comprensión del plan de salvación. Quienes vivimos durante la era cristiana, tendemos a pensar que la lev y la gracia son dos cosas-opuestas, casi como si estuvieran en conflicto. Un judío de la época del Antiguo Testamento que entendiera el propósito con el que Dios dio la ley nunca cometería ese error. ¿Por qué? Porque en el Sinaí tanto la moralidad como la gracia fueron reveladas en forma de ley. Los judíos aprendieron la moralidad y la gracia juntas por medio de la ley, antes que como si se tratara de cosas opuestas. En los próximos pocos párrafos me gustaría que centráramos nuestra atención en la parte ceremonial de la ley, y me gustaría comenzar sentando el principio del que hemos estado hablando: la ley ceremonial era en realidad el evangelio revelado en términos legales. He allí porqué el título de este capítulo y del próximo es: "El evangelio según el Sinaí". Los sacrificios que los judíos ofrecían eran un tipo o símbolo de la cruz, y el ministerio de los sacerdotes

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    en el tabernáculo era un tipo o símbolo del ministerio intercesor de Cristo en el cielo. El Día de Expiación era un tipo o símbolo del juicio final de Dios y de la eliminación definitiva del pecado. Las personas que vivían en la época del Antiguo Testamento encontraban perdón y reconciliación con Dios por medio de la ley ceremonial. Si eso parece difícil de entender, lea Levítico 4:27-31: "Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado". Note cuál era el resultado final de esta ceremonia: los pecadores eran perdonados. Sus pecados eran expiados. ¡Eso es exactamente Tojjue la gracia hace hoy! Pero en aquel entonces los pecadores no podían sencillamente decir: "Dios, perdóname por favor". Tenían que entregar una cabra sin defecto al sacerdote, poner su mano so_j2I£_ella y matarla. Cuando la cabra estaba muerta, el sacerdote debía mojar su dedo en la sangre del animal, untarla en los cuernos del altar del_holocausto y arrojar el resto al pie del altar. Luego debía quitartod&ja grasa del animal y quemarla sobre el altar. Los pecadores podían considerarse perdonados sólo después de que todo este ri"TualTSKa sido cumplido. 1 •^^"iffiota quiero que usted advierta algo: este ritual, que daba como resultado el mismo perdón que usted y yo obtenemos directamente por medio de Jesús, llegó a los judíos por medio de una ley. Aun la vestimenta del sacerdote estaba contemplada dentro de las prescripciones de esa ley, y cada paso que él daba para la obtención del perdón en favor de los pecadores estaba establecido en los términos de la ley

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    participar en él nos pone en una relación más estrecha con Dios, y esa relación si salva. Creo que es así como debemos considerar la ley ceremonial de la época del Antiguo Testamento. Era una manera como los judíos obtenían la experiencia de la salvación, y estaba establecida en términos de ley. Desafortunadamente, los judíos permitieron que esas ceremonias degeneraran hasta convertirse en una forma, a tal punto que Dios tuvo que decirles lo siguiente en tiempos de Isaías: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación, luna nueva y día de reposo, el convocar asamblea no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas" (Isa. 1:10-14). ¿Por qué dijo Dios esto si fue él quien dio a su pueblo estos holocaustos como una manera de que pudieran tener una relación más estrecha con él? Porque el pueblo había permitido que estos rituales degeneraran en algo que no era más que una forma. Porque pensaban qué ci mero hecho de cumplir con la parte externa de las ceremonias era suficiente para obtener el favor de Dios. Pero no experimentaron la presencia del Espíritu Santo en sus corazones por medio de estos rituales. Cuando los judíos verdaderamente entraban en la experiencia de la salvación por medio de los rituales que Dios les había comunicado, estos rituales resultaban una enorme bendición. El sacrificio del cordero era su manera de obtener perdón. Pero cuando observaron la ley ceremonial sólo para ganar el favor de Dios, aquella fue inútil. Podemos decir entonces que aunque la ley ceremonial no salvaba a los judíos, proveía, cuando era correctamente usada, una manera de que entraran en una relación más íntima con Dios y en una experiencia de perdón y gracia. Les ayudaba a experimentar el

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    evangelio. Hemos dicho mucho hasta aquí acerca de las funciones propias e impropias de la ley en el Antiguo Testamento. Pongámoslo todo en un diagrama: ANTIGUO TESTAMENTO

    Función apropiada de la ley 1. Instruir acerca del pecado. 2. Instruir acerca de la gracia y del plan divino de salvación. 3. Proveer una manera simbólica de ingresar en la experiencia de la salvación.

    Función inapropiada de la ley 1. Como una manera de obtener el favor de Dios.

    Dirijamos ahora nuestra atención al Nuevo Testamento. ¿Cuáles son las funciones propias e impropias de la ley para los cristianos del Nuevo Testamento? Pablo aclaró, especialmente en Romanos, que una de las funciones correctas de la ley en el Nuevo Testamento es revelar o poner de manifiesto el pecado. Veamos algunos de esos pasajes: "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Rom. 3:19, 20). "¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley. Porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás" (Rom. 7:7). "El pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso" (vers. 13). Estos pasajes no dejan lugar a dudas de que en los tiempos del Nuevo Testamento la ley todavía servía como una guía moral para mostrar al pueblo de Dios la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Podemos decir, entonces, que una de las funciones correctas

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    de la ley en la era del Nuevo Testamento es proveernos de normas morales acerca de lo correcto y lo erróneo. ¿Existen otras funciones apropiadas de la ley en el Nuevo Testamento? La ley ceremonial revelaba a los judíos el plan de Dios para la salvación, y es todavía posible estudiar esa ley y descubrir algunas lecciones valiosas acerca de la salvación. El libro de Hebreos nos ayuda a descubrir algunas de esas lecciones. La diferencia es que en el Antiguo Testamento, la ley ceremonial era una de las mejores maneras que la gente tenía de aprender acerca de la salvación, mientras que ella es para nosotros hoy una manera muy limitada de hacerlo. Tenemos la historia de Jesús en los cuatro Evangelios. Por su parte, Pablo y los demás escritores del Nuevo Testamento expandieron grandemente el significado de la vida y la muerte de Cristo. Esto significa que si bien podemos decir que una de las funciones correctas de la ley en el Nuevo Testamento es instruirnos acerca del plan de salvación, también debemos entender las severas limitaciones de esa función de la ley a partir de la cruz. No debemos depender de los servicios religiosos del santuario del Antiguo Testamento como nuestra fuente primaria de comprensión acerca de la gracia y la justicia por fe. En el Antiguo Testamento, la ley también proveyó una manera de que el pueblo de Dios ingresara en la experiencia de la salvación. ¿Está esa función de la ley todavía en operación hoy? Claro que no. Ese fue el punto central de la carta de Pablo a los Gálatas. Fue el punto central de su conflicto con el partido judío. Este insistía en que los cristianos que vivían en los tiempos del Nuevo Testamento tenían que entrar en la experiencia de la salvación de la misma manera como entraban los judíos en la época del Antiguo Testamento, y Pablo dijo: "No, esa es una función impropia de la ley". "Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Rom. 3:2 O).2 Pablo estableció allí mismo las funciones propias e impropias de la ley para los tiempos del Nuevo Testamento. Podemos en verdad dividir la función impropia de la ley en dos partes. Primero, no podemos salvarnos esforzándonos por guardar la ley moral; y se

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    gundo, no podemos usar la ley ceremonial del Antiguo Testamento como entrada a la experiencia de la salvación. No podemos usarla para entrar en una relación de fe con Jesucristo y con Dios. Esta sí era una función propia de la ley en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios lo dispuso de esa manera. Pero hoy eso constituye una función impropia de la ley. Veamos ahora las funciones propias e impropias de la ley en la era del Nuevo Testamento mediante un diagrama: NUEVO TESTAMENTO

    Función propia de la ley

    Función impropia de la ley

    1. Una manera de aprender 1. Una manera de obtener el acerca del pecado. el favor de Dios. 2. Una manera simbólica de 2. Una manera limitada de entrar en la experiencia aprender acerca de la gracia de la salvación. y del plan divino de salvación. El punto acerca de la función propia e impropia de la ley es importante a medida que nos adentramos en Gálatas 3:23-25 y tratamos de entender lo que Pablo quiso decir cuando habló acerca del ayo o tutor. En este capítulo hemos analizado solamente las dos primeras declaraciones que aparecen en Gálatas 3:19. La pregunta paulina: "¿Para qué sirve la ley?", y su respuesta: "Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa". Además, hemos discutido brevemente sus cruciales palabras: "Hasta que viniese la simiente". Esta frase merece mucha más atención de la que le hemos dedicado en este capítulo, pero nos ocuparemos de ella en el próximo. Pero antes de dejar este capítulo, necesitamos considerar brevemente las palabras de Pablo que aparecen en la última parte de Gálatas 3:19 y en todo el versículo 20. Pablo dijo: "[La ley] fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno".

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    A primera vista, estas palabras no parecen tener relación alguna con la línea de razonamiento seguida por Pablo hasta aquí. ¿Qué tiene que ver el hecho de que la ley fuera ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador con la perpetuidad de la promesa, aun después de que la ley fuera dada? Y, ¿qué tiene que ver con esta argumentación el hecho de que un mediador no lo es de uno solo pero Dios es uno? Al comienzo de este libro dije que el significado de las expresiones usadas por Pablo en su carta a los Gálatas nos resulta con frecuencia poco claro pues él dio por sentado que los miembros de la iglesia de Galacia estaban familiarizados con los argumentos del partido judío, mientras que nosotros debemos inferir esos argumentos de lo que Pablo dijo. El pasaje en cuestión probablemente no significó problema alguno para los cristianos de Galacia. Desafortunadamente, existe poco o nada en el contexto o en el resto de la Biblia que nos ayude a entender lo que Pablo quiso decir. No obstante, un poco de información proveniente de la investigación erudita acerca de la literatura judía de la época de Pablo puede resultarnos de ayuda. Era común tanto entre los cristianos como entre los judíos de la época de Pablo la creencia de que en el Sinaí, Dios transmitió la ley a Moisés mediante ángeles, quienes la entregaron a su vez a los israelitas. (La Biblia sugiere en tres lugares que los ángeles tuvieron participación en la comunicación de la ley en el Sinaí [véase Hech. 7:53; Heb. 2:2; Deut. 33:2, especialmente la Septuaginta griega].) Esto parece ser la mejor explicación de la declaración paulina: "[La ley] fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador". El mediador, por supuesto, habría sido Moisés. En otras palabras, Dios entregó la ley a ángeles, quienes se la dieron a Moisés, quien la dio al pueblo. Encontramos una declaración semejante en Apocalipsis 1:1 y 2, donde se dice que Dios dio el Apocalipsis a Jesús, quien se lo dio a un ángel, quien a su vez se lo dio a Juan para que éste lo comunicara a las iglesias. Pero, ¿por qué introduce Pablo este trozo de tradición en su argumentación? Recuerde que el punto principal destacado por Pablo hasta aquí en este pasaje (Gál. 3:15-19) ha sido la superioridad de la pro

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    Evangelio

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    ¿Cómo se sentiría usted si tuviera que cumplir con todo eso para que sus pecados fueran perdonados? Sin duda nos parecería sumamente engorroso. Pero en su tiempo, ¡eso era gracia! Era el evangelio según el Sinaí, revelado en forma de ley y, 1.500 años antes de la cruz, eso era lo mejor que Dios podía ofrecer. Esa fue la manera como Dios hizo las cosas, y significó un enorme progreso respecto de cualquier otra forma de evangelio que el mundo conociera antes. No pretendo decir que Dios estableció un nuevo plan de salvación en el Calvario, sino que cada vez que él se revela a sí mismo a la humanidad, agrega a lo ya existente algo que convierte esto último en una mejora respecto de lo anterior. Examinemos otra fase de esta cuestión. Aun a riesgo de ser mal interpretado, me gustaría sugerir que la ley ceremonial era la puerta a través de la cual los judíos ingresaban a la salvación. No estoy diciendo que las ceremonias mismas los salvaban, sino que ellas introducían al pueblo de Dios en la salvación. Ese era el medio provisto por Dios para que ellos ingresaran en la experiencia de la salvación. Podemos comparar esto con el bautismo. ¿Es el bautismo necesario para ser salvo? Por supuesto que no. En un sentido, el bautismo sólo lava la piel. Pero en un sentido muy real el bautismo sí es necesario por cuanto Dios ha provisto este acto simbólico como una manera de expresar exteriormente lo que él ha hecho por nosotros interiormente. El bautismo es para los cristianos una puerta visible de entrada en la salvación. Incluso esperamos hasta que las personas se bautizan para recién entonces admitirlas dentro de la feligresía de la iglesia. O considere la Cena del Señor. ¿Es la comunión necesaria para ser salvo? No en el sentido católico de que el pan y el vino mismo imparten la gracia de Dios. Pero encontramos la salvación en el servicio de la comunión porque el Espíritu Santo está allí presente para impartir su poder. ¿Perdemos una experiencia salvífica con Dios cuando decidimos deliberadamente no asistir al servicio de la comunión? Por supuesto. Así que la comunión es un acto simbólico por medio del cual entramos en una relación salvífica más íntima con Dios. En este sentido podemos pensar en ella como una puerta de entrada a la salvación. Aunque el servicio en sí no salva, el hecho.de

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    mesa respecto de la ley. Por medio de su declaración acerca de que la ley fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador, aparentemente quiso decir que la promesa era superior porque fue hecha a Abraham directamente por Dios, mientras que la ley fue transmitida indirectamente a través de intermediarios. El hecho de que la ley llegara hasta la gente por medio de ángeles y de un mediador humano habría significado, por partida doble, que esa no fue una comunicación directa de Dios mismo. Esto confirma además la conclusión de que cuando Pablo emplea la palabra "ley" en Gálatas tiene en mente mucho más que los Diez Mandamientos, por cuanto éstos sí fueron directamente comunicados al pueblo por Dios. Yendo al versículo 20, ¿qué quiso decir Pablo con la frase "el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno"? El significado de esta declaración paulina ha escapado a tal punto de la comprensión de los lectores, ya desde el siglo primero, que ha recibido hasta el presente ¡más de 250 explicaciones diferentes! Un comentador bíblico llegó a afirmar que "¡se ha dicho que hay tantas interpretaciones del versículo 20 como el número de años entre la promesa y la ley [o sea, 430]!" (Fung, Galatians, p. 161; véase también el Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 958). Según una de esas 250 (o 430) explicaciones, un acuerdo entre dos o más partes es más débil que un pronunciamiento de hecho que puede ser manejado unilateralmente por una sola persona que tiene gran autoridad. Una de las dos o más partes firmantes de un convenio puede romper el trato, pero nadie puede derogar lo que ha sido promulgado por un solo individuo que posee gran autoridad. Así, la ley, que fue un acuerdo entre Dios y los israelitas, y que fue transmitida por medio de ángeles y de un mediador, fue menos significativa que la promesa, que fue dada a Abraham directamente por Dios, quien es solo una persona con autoridad suprema. No es posible saber a ciencia cierta qué quiso decir Pablo en Gálatas 3:20, pero esta explicación me parece interesante porque armoniza con toda la argumentación paulina hasta este punto de su epístola. Con esto concluye nuestro análisis de Gálatas 3:20. El trasfondo que hemos descubierto aquí será crucial cuando estudiemos los

    El evangelio según el Sinaí - Parte 1 110 versículos 21 a 25. Referencias 1 Obviamente, ningún judío podía traer un animal al santuario (o, más tarde, al templo) por cada pecado cometido. En primer lugar, la mayoría de los judíos vivían sin duda demasiado lejos de Jerusalén como para poder viajar hasta allí con frecuencia. Y, por otra parte, a menos que los judíos fueran más santos que la mayoría de los cristianos de hoy, aun el mejor de ellos habría quedado pronto en bancarrota. Pero la ley hacía provisión para esto mediante los sacrificios matutino y vespertino, los cuales eran ofrecidos en beneficio de toda la nación. 2 Estoy haciendo una aplicación específica de este texto de Romanos. Los judíos que vivieron en la época del Antiguo Testamento no se salvaban por medio de las obras, como tampoco los cristianos.

    CAPÍTULO

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    El evangelio según el Sinaí - Parte 2 Gálatas 3:21-24

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    l 17 de octubre de 1888, 91 delegados se reunieron en una iglesia construida hacía poco tiempo en Minneapolis, Minnesota, para asistir a la vigesimoséptima sesión del congreso de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Aquella convocatoria de la Asociación General llegó a ser en la historia adventista un punto de inflexión en lo que respecta a nuestra comprensión de la justificación por la fe. Varios años atrás, cuando celebramos el primer centenario de las sesiones de Minneapolis, el énfasis mayor de los libros y las revistas adventistas estuvo puesto en la contribución que aquel congreso significó para la doctrina de la justificación por la fe. Sin embargo, es interesante notar que los delegados mismos ni siquiera pensaban en el asunto. Imagine, por ejemplo, que usted fuera un delegado que estuviera viajando hacia Minneapolis el 16 de octubre de 1888. Imagine que usted muriera en un accidente ferroviario ese día y fuera resucitado cien años después justo para la celebración del centenario de ese congreso. Ciertamente se sentiría muy sorprendido de descubrir que el congreso de la Asociación General de 1888 tuvo siquiera algo que ver con la justificación por la fe, ¡ya que el asunto ni siquiera figuraba en la agenda! Aun en el caso de que usted hubiera asistido al congreso y hubiese muerto en el viaje de regreso a su casa para resucitar cien años después, casi con seguridad usted se sorprendería de que 1888 fuese un hito en la comprensión adventista de la justificación por la fe. 113

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    Los temas de agenda anunciados de antemano para aquel congreso fueron dos: los diez cuernos de Daniel 7 y la ley en Gálatas. El asunto principal respecto de los diez cuernos era si el décimo de ellos representaba a los hunos o a los atamanes. Urías Smith, una autoridad adventista reconocida durante cuarenta años en materia de interpretación profética, sostenía que el décimo cuerno de Daniel 7 eran los hunos, mientras que el joven A. T. Jones defendía la idea de que eran los alamanes. Los delegados al congreso de Minneapolis dedicaron una cantidad increíble de energía emocional, y no pocas expresiones acaloradas, a un asunto que a nosotros nos parece superficial en extremo. Usted y yo sin duda sacudimos nuestra cabeza y sonreímos con sólo pensar en aquello. El tema de la ley en Gálatas es reconocidamente mucho más significativo. La cuestión primaria al respecto era si la analogía del "ayo" utilizada por Pablo en Gálatas 3:24 y 25 se refería a la ley moral o a la ceremonial. Las aguas estaban divididas entre la teología tradicional de la iglesia y la "nueva teología". Urías Smith y el presidente de la Asociación General, George I. Butler, defendían la opinión tradicional de que el ayo se refería a la ley ceremonial. 1 Del otro lado estaban A. T. Jones y E. J. Waggoner, dos hombres jóvenes provenientes de California, coeditores del periódico denominacional Signs of the Times y profesores del Pacific Union College. Waggoner expuso acerca de Gálatas, insistiendo en que el ayo era la ley moral. No obstante, el énfasis mayor de Waggoner no estuvo puesto en el tema de la ley en Gálatas. El presentó al menos 11 temas acerca de esa epístola a lo largo de varios días, y su foco principal de atención estuvo en lo que Gálatas dice acerca de la justificación por la fe. Por lo tanto, el asunto de la justificación (o justicia) por fe fue un punto vivamente discutido durante el congreso, aunque no fue el punto de discusión anunciado. Desde entonces, los adventistas han recordado aquel congreso de 1888 mucho más por lo que se dijo allí acerca de la justificación por la fe que por lo dicho acerca de la ley en Gálatas. A medida que nos aproximemos al estudio de Gálatas 3, haremos bien en recordar la perspectiva de Waggoner. Fracasaremos en nuestro intento de comprender correctamente la teología de Pablo

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    acerca de la ley en Gálatas si la separamos de su teología acerca del evangelio y de la justificación por la fe. Para Pablo, se trataba de asuntos espirituales. Eran teológicos sólo porque la teología afecta la espiritualidad. Es imperativo que nos acerquemos a nuestro estudio de Gálatas 3:21-25 de la misma manera. Comencemos nuestro estudio citando estos versículos: "¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo". La declaración problemática aquí es la que aparece al final: "Pero_Eenida la_fe,_ya no estamos bajojiyo ¡pedagogo, según la Biblia de Jerusalén]". Estoy seguro de que usted percibe cuál es el problema que este pasaje representa para los adventistas. Es impensable para nosotros la idea de que el pueblo de Dios ya no está, bajo la ley moral. Esta declaración de~Gálatas 3:24 presenta el mismo problema que el versículo 19, donde Pablo dice que la ley fue introducida "a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente". Nuestros pioneros adventistas adoptaron la posición de que el ayo era la ley ceremonial. Hay mucho de verdad en ello, pero el argumento de Pablo va mucho más allá que eso, según veremos. Analicemos los versículos 21 a 25, comenzando con el 21: "¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley". En los versículos 15 a 18, Pablo había presentado el argumento de que Dios hizo con Abraham un contrato legal en virtud del cual le prometió la justicia por la fe, y que la ley, dada en el Sinaí 430 años antes, no invalidó esa promesa. En el versículo 19, Pablo hace la próxima pregunta obvia: Si la ley no invalidó la promesa, ¿cuál era su función? Y su respuesta es: La ley fue añadida "a causa de las

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    transgresiones" hasta que viniese Jesús. Pero parece que la respuesta a esa pregunta hacía surgir otro interrogante en la mente de Pablo, o tal vez en la mente de sus oponentes judíos: "¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios?". ¿Existe un conflicto entre la ley y la promesa? Absolutamente no, dijo Pablo, porque la ley no puede impartir vida. El punto que él pretende demostrar es que tanto la ley como la promesa tienen su propia función específica, y que ambas no están en conflicto. Por el contrario, se complementan mutuamente. La ley señala el pecado, mientras que la promesa da vida. La ley expone el pecado que nos destruye, mientras que la promesa expone al Salvador que nos libera. Si la ley pudiera impartir vida, la vida eterna sería posible por la obediencia a la ley. Pero sería imposible diseñar una ley capaz de dar vida. Piense en eso por un momento. Hay varias cosas que Dios no puede hacer y ésta es una de ellas: no puede hacer una ley que la gente pueda obedecer con el fin de vivir para siempre. De haber sido eso posible, Dios seguramente habría elegido ese camino para salvar a los pecadores en lugar de entregar a su Hijo para que muriera por el pecado. Pero Dios no podía hacer una ley que diera vida. Si no es posible que una ley pueda proveer vida eterna, la única manera de obtener esa vida es por medio de la promesa, por fe. He allí la razón poFiaque Páb 1 o dice que la ley y la promesa no están en conflicto. Leamos ahora el versículo 22: "Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo, fuese dada a los creyentes". Romanos 3:10-18 nos ayuda a entender la primera declaración que hace Pablo en el versículo 22, donde él dice: "Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado" o, como la traduce la versión Dios habla hoy: "Según lo que dice la Escritura, todos son prisioneros del pecado". En Romanos, Pablo dijo: "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con sujcngua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su ¿OQ§_£§íá llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran

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    para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos". ¡Qué cuadro terrible! Pablo se refiere a lo mismo en Gálatas: "'lodos son prisioneros del pecado". ¿Por qué dijo Pablo que todo el mundo es prisionero del pecado? El no creyente promedio considera esto como pura condenación, como si Dios estuviera en el cielo con un gran látigo en la mano tratando de descubrir a cuántas personas puede azotar. Pero yo sugeriría que cuando Dios habla con aspereza acerca del pecado, está tratando de captar nuestra atención, de ayudarnos a entender que nuestros corazones están infectados con una enfermedad mortal. Damos a esta actividad divina el nombre de "convicción". Así que cuando Dios condena al mundo por su pecaminosidad, está en realidad apelando a nosotros para que abandonemos nuestros pecados y podamos tener vida eterna. Una de las descripciones bíblicas más hermosas de la convicción de pecado producida por Dios en sus criaturas es la historia del hijo pródigo, quien dijo: "Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros" (Luc. 15:18, 19). Cuando Dios declara que todo el mundo es prisionero del pecado, como lo hizo el padre del hijo pródigo, lo que está haciendo es buscar una razón para celebrar. Él espera que por lo menos unas pocas personas reconozcan su pecaminosidad y se arrepientan. Hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por 99 que no necesitan arrepentimiento. La salvación es la razón primaria por la cual Dios declara que todo el mundo es pecador. Y esa es exactamente la razón que Pablo dio en Gálatas 3:22: "Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa [de la vida eterna] que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes". Vayamos un poco a algunos aspectos técnicos del versículo 22. Hay allí dos o tres puntos que necesitamos notar. El primero de ellos es la palabra "Escritura". Pablo dijo: "La Escritura lo encerró todo bajo pecado". Eso es semejante a lo que dijo en Romanos 3:20: "Por medio de la ley es el conocimiento del pecado". Note también

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    que Pablo concluye Gálatas 3:21 con la palabra "ley": "Si la ley dada pudiera justificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley". Si Pablo dice en Romanos 3:20 que la ley convence de pecado, y si concluye Gálatas 3:21 con la palabra "ley", entonces, ¿por qué no dijo en Gálatas 3:22: "La ley lo encerró todo bajo pecado"? Los comentadores han estado lidiando con esta aparente rareza casi desde el momento mismo cuando Pablo escribió esto a los Gálatas, y no sé de nadie que haya dado con la respuesta correcta. Tendremos que esperar esa respuesta hasta que podamos preguntarle a Pablo mismo en el cielo. No obstante, sugeriré algunas posibilidades. La respuesta más sencilla puede ser que no deberíamos atribuir ningún significado teológico al uso que hace Pablo de la palabra "Escritura". Es posible que cuando dictó su carta (véase Gál. 6:11), utilizó aquí inadvertidamente la palabra "Escritura" en lugar de la palabra "ley", y para cuando advirtió la inconsistencia ya era demasiado tarde para cambiarla. Después de todo, Pablo no vivió en nuestros días, cuando corregir un error de escritura es apenas cuestión de unas digitaciones en el teclado de la computadora e imprimir una nueva página en la impresora láser. Para corregir su error, él tendría que haber realizado al menos un desprolijo raspado sobre la palabra equivocada para escribir allí mismo la correcta, o, peor aún, tendría que haber descartado enteramente el costoso pergamino sobre el que el escriba estaba trabajando y hacer otra vez todo el trabajo sobre uno nuevo. Es posible que después de notar su error de dictado, Pablo dijera algo como: "Hubiera querido decir ley en lugar de Escritura, pero Escritura es suficientemente correcto. Dejemos que lo que está bastante bien se las arregle solo". Por otra parte, debemos considerar también la posibilidad de que Pablo eligiera conscientemente la palabra Escritura en lugar de la palabra ley. De ser así, ¿cuál fue la razón de esa elección? Mi mejor suposición es que pudo haber querido evitar que el significado de lo que dijo en el versículo 22 fuera confundido con lo que quiso decir en el versículo 23. Este asunto es un punto más bien menudo que no necesitamos discutir en detalle aquí para no interrumpir nuestra investigación acerca del tema principal desarrollado por Pablo.

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    Él dijo: "La Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado". Note que destaqué con cursiva la palabra es. Lo hice para llamar la atención al hecho de que ese verbo se encuentra conjugado en tiempo presente. Lo significativo de esto está en que casi todo lo demás que se encuentra en los versículos 19 a 25 está en tiempo pasado. Por ejemplo, en el versículo 21 Pablo dice: "Si la ley dada pudiera vivificar, la justicia/»era verdaderamente por la ley", y en el versículo 23 dice: "Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley". La razón por la que casi todo el contenido de los versículos 19-25 se encuentra en tiempo pasado es que el propósito primario de Pablo en este pasaje fue explicar la función de la ley durante la era judía de la historia del Antiguo Testamento. Pero si usted observa cuidadosamente, verá que ese no fue su propósito en el versículo 22. Allí él dice: "Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado". Todo se refiere, como ya hemos visto en otras versiones bíblicas, al mundo entero, y no sólo a la nación judía. Esa es la razón por la que Pablo dice en el versículo 22 que "el mundo entero es un prisionero del pecado", en tiempo presente. Mantenga en mente el hecho de que Pablo escribió estas palabras entre 25 y 30 años después de la cruz. Así que cuando dice que todo el mundo es prisionero del pecado, estaba haciendo una declaración acerca de su propio tiempo, una declaración universal acerca de la condición pecaminosa de los seres humanos en cada época, no sólo acerca de los judíos que vivieron entre la entrega de la ley en el Sinaí y el Calvario. Este punto será significativo cuando analicemos el versículo 23. Lo primero que debemos notar cuando nos adentramos en el versículo 23 es que Pablo comienza nuevamente con la primera persona del plural: "[Nosotros]... estábamos" y mantiene esa perspectiva a lo largo de las siguientes declaraciones. Encontramos este mismo enfoque en Gálatas 2:15, donde Pablo dijo: "Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles". En el capítulo 2 él quería que sus lectores supieran que estaba hablando específicamente a judíos acerca de judíos y no a gentiles acerca de gentiles. Pablo tenía la misma razón en mente cuando retomó la perspectiva de la primera persona plural ("nosotros") en Gálatas

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    3:23. Él pretendía explicar a los cristianos gálatas el propósito de la ley para los judíos antes de la llegada de Jesús. Pablo comienza el versículo 23 diciendo: "Antes que viniese la fe". ¿Qué fe tenía en mente? Y, ¿antes de qué o de quién? La respuesta se encuentra en el versículo anterior, donde Pablo dice que la Biblia declaró que todo el mundo es prisionero del pecado: "Para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes". Queda claro entonces que cuando Pablo dijo "antes que viniese la fe", quiso decir antes del tiempo de Cristo. ¿Qué ocurrió antes del tiempo de Cristo? "Antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada". Algunos comentaristas bíblicos han concluido que Pablo se refería a que la justificación por fe estaría disponible después de Cristo. Sin embargo, esa conclusión pasa por alto todo el punto alrededor del cual Pablo centra su argumentación en la Epístola a los Gálatas. Si eso fue lo que él quiso decir, se habría aliado al partido judío en lugar de oponérsele, ya que sus integrantes insistían en que la ley reemplazó a la promesa hecha a Abraham. Pero Pablo dijo "No". La justificación por la fe comenzó con Abraham y continuó ininterrumpidamente hasta el tiempo de Cristo. Esto no significa que la relación de los judíos con la ley antes de la cruz fuera idéntica en todo a la relación de los cristianos con la ley después del Calvario. Ciertamente había una diferencia. Pablo no negaba eso. Por el contrario, lo afirmaba. De no haber existido diferencia alguna entre la función de la ley en la vida del pueblo de Dios antes y después de la cruz, Pablo presumiblemente no habría tenido conflicto alguno con el partido judío, el cual insistía en que no había diferencia. Pablo escribió a los gálatas para mostrar que sí había una diferencia y para explicar cuál era. Algunos cristianos piensan que cuando Pablo escribió acerca del funcionamiento de la ley hasta que Cristo vino, quiso decir que la ley fue derogada después de Cristo. Pero Pablo no estaba diciendo eso, sino que el funcionamiento de la ley antes de Cristo fue diferente del funcionamiento de la ley después de Cristo. Estamos ahora entrando en la fase final de nuestro esfuerzo por

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    entender de qué estaba hablando Pablo cuando dijo que "ya no estamos bajo ayo". Para ello necesitamos considerar juntos los versículos 23 y 24. Aparentemente Pablo estaba muy ansioso de que sus lectores entendieran el punto que él quería explicitar en estos versículos, pues usa tres palabras griegas para explicarlo. Transcribiré seguidamente los versículos 23 y 24, destacando con cursiva las tres palabras que son traducción de aquellos términos griegos: "Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe". A continuación aparece un diagrama que muestra las tres palabras griegas que examinaremos, juntamente con la manera como han sido traducidas por dos versiones bíblicas: GRIEGO

    Frouréo Sugkléio Paidagogós

    REINA-VALERA

    "confinados" "encerrados" "ayo"

    BIBLIA DE JERUSALÉN

    "encerrados" "bajo vigilancia" "pedagogo"

    Analicemos estas palabras, comenzando con frouréo. Como usted habrá notado, la versión Reina-Valera traduce esta palabra como "confinados". Otras versiones, como la New International Versión, en inglés, traducen esa palabra griega mediante una expresión cuyo equivalente castellano sería "presos", "en cautiverio". Tengo en mi biblioteca un léxico griego preparado por los renombrados eruditos Arndt y Gingrich. Se trata de uno de los más aceptados diccionarios de griego bíblico en existencia. De acuerdo con Arndt-Gingrich, frouréo significa "guardar", "mantener en custodia", "confinar", pero no dicen que esa palabra signifique "encarcelar". Obviamente que los prisioneros son en cierto sentido guardados, mantenidos en custodia y confinados, por lo que no es incorrecto que algunas versiones de la Biblia traduzcan ese vocablo griego como "nos tenía presos" (por ej.: Dios habla hoy).2 Pero también es posible guardar cosas, tenerlas en custodia y confinarlas sin necesidad de encar

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    celarlas. Meter a una persona en prisión es una manera terrible de confinarla e implica la comisión de algún delito por parte de ella. Mi convicción personal al respecto es que Pablo no pretendió describir la función que la ley tuvo para los judíos antes de Cristo en términos tan duros. No obstante, debemos analizar las tres palabras griegas antes de intentar decidir el significado que Pablo quiso que tuvieran en cada caso. Veamos ahora la segunda palabra que Pablo usa en Gálatas 3:23, sugkléio, traducida como "encerrados" por Reina-Valera. Si bien es cierto que el léxico de Arndt-Gingrich menciona la idea del encarcelamiento como traducción posible de sugkléio, también dice que puede significar "confinar" o "encerrar". ¿Con cuál de los dos significados nos quedaremos? ¿Con el más duro, el del encarcelamiento, o con el más suave, el de confinar o encerrar? El contexto ha de ayudarnos a determinar cuál es la mejor traducción. Como ya hemos visto, en Gálatas 3:19-25 Pablo estaba tratando de explicar la función apropiada de la ley para los judíos que vivieron entre el Sinaí y el Calvario. También vimos que Pablo tenía un elevado concepto del propósito cumplido por la ley en el período previo a la cruz. Significó una gran ventaja respecto del sistema patriarcal que imperó antes del Sinaí. Por todo ello, me parece que la idea de "encarcelamiento" es demasiado negativa como para explicar la función de la ley entre el Sinaí y el Calvario. La validez de esta conclusión llega a ser aún más clara cuando examinamos la tercera palabra que Pablo utiliza para explicar la función de la ley durante el período judío de la historia del Antiguo Testamento: paidagogós. Esa es la palabra traducida como "ayo" en la versión Reina-Valera, como "pedagogo" en la Biblia de Jerusalén y como "esclavo que vigila a los niños" en la versión Dios Habla Hoy. En la sociedad romana, el paidagogós era un "guardián de los niños", alguien que "los acompañaba a la escuela, los protegía de peligros, impedía que se portaran mal, y tenía derecho a disciplinarlos. En las obras de arte griegas el paidagogós, generalmente, se representa con un palo en la mano" (Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 959). Piense por un momento en la imagen que esta definición nos da acerca del significado de paidagogós: alguien que protege a los niños para

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    que no se lastimen, vela para que no cometan errores, y los disciplina cuando desobedecen. ¡Esto difícilmente concuerda con la idea del duro y frío encarcelamiento! Hay otro factor que me lleva a la conclusión de que Pablo no tenía en mente la severa idea del encarcelamiento cuando escribió Gálatas 3:23 y 24. En 1 Pedro 1:5 encontramos otra vez la palabra griega frouréo, y en varios aspectos puede decirse que se la usa allí de la misma manera como Pablo lo hizo en Gálatas: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados [frouréo] por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero" (1 Ped. 1:3-5). Gálatas 3:23

    1 Pedro 1:5

    Pero antes que llegara la fe estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe...

    Vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación...

    Ciertamente podemos decir que existe alguna semejanza entre "encerrar" o "encarcelar" a alguien y "guardarlo". Podría decirse que un prisionero es guardado aparte del mundo exterior. Sin embargo, la palabra "guardar" comunica más la idea de proteger que la de confinar a alguien en una prisión. Mientras examinamos el uso que Pablo hace de esta palabra en Gálatas 3:23, debemos recordar que Dios tuvo en mente un propósito benéfico cuando entregó la ley en Sinaí. Aunque pueda parecemos restrictiva hoy, la ley resultó liberadora en su tiempo. Por lo tanto, "guardar" expresa mucho mejor el propósito divino para su ley que la palabra "encerrar" o "encarcelar".

    3

    8

    Evangelio

    versus legalismo

    Si lo dicho es cierto, ¿por qué algunas versiones de la Biblia (sobre todo en el idioma inglés) traducen la palabra frouréo como "encerrar" o "encarcelar"? En primer lugar, debemos recordar que es posible traducir esa palabra como "mantener preso". Además, puede que los traductores hayan interpretado de esa manera la palabra frouréo porque estaban pensando en la manera áspera como Pablo se refiere a la ley en otros lugares. De esa manera, perdieron de vista el hecho de que en este caso Pablo trataba de explicar el uso correcto de la ley en el Antiguo Testamento, no el uso inadecuado que hacía de ella el partido judío en la época del Nuevo Testamento. Substituyamos ahora en Gálatas 3:23 y 24 la palabra "confinados" o "encerrados" por la palabra "guardados" o "preservados" y veamos cómo suena: "Pero antes que viniese la fe, estábamos guardados o preservados por la ley". ¿Nota la diferencia? La palabra "guardado" o "preservado" comunica mucho más el propósito benéfico por el cual Dios dio la ley a su pueblo en el Sinaí. Para captar realmente el punto en cuestión, invirtamos el procedimiento y reemplacemos la palabra "guardados" que aparece en 1 Pedro 1:5 por la palabra "confinados": "Que sois confinados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero". Eso no suena muy apropiado, ¿verdad? Pues en Gálatas no resulta más apropiado que en 1 Pedro. Esta conclusión adquiere aún más firmeza cuando advertimos otra similitud entre Gálatas 3:23 y 1 Pedro 1:5. En Gálatas, Pablo dijo que los judíos fueron guardados por la ley hasta el primer advenimiento de Cristo, y Pedro dijo que el pueblo de Dios de la era del Nuevo Testamento es guardado por el poder de Dios hasta el segundo advenimiento de Jesús? La ley en el Antiguo Testamento y el poder de Dios en el Nuevo Testamento; en cada caso Dios proveyó un resguardo para proteger a su pueblo hasta que llegara el siguiente gran acontecimiento en la historia de la salvación. Estoy convencido de que Pablo pensaba en la ley como una protección para el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, como un cerco puesto alrededor de aquél para evitar que se descarriara,

    El evangelio según el Sinaí - Parte 1

    125

    como un guardián encargado de convencerlos de pecado y de ayudarlos a comprender el plan divino para salvarlos del pecado. Más aún, creo que Pablo tenía en mente no sólo la ley como tal, sino también la religión judía que se desarrolló a partir de esa ley. El judaismo genuino protegía al pueblo de Dios de la misma manera como la iglesia y la fe cristiana nos protegen hoy a nosotros. Podríamos comparar lo dicho con una madre que mantiene a su bebé dentro de un corralito hasta que alcance la madurez suficieñte como para estar fuera de ese resguardo sin meterse en problemas. El corralito confina, encierra, pero al mismo tiempo resulta una protección para el bebé. La madre se vale de él no porque pretenda de esa manera tratar con rudeza a su hijito ni porque desee "pnvarlo de la libertad; ella sabe que su hijito necesita la protección (feTcorral en esa etapa de su vida. De manera semejante, durante la era del Antiguo Testamento, la religión judía y la ley eran una protección para el pueblo de Dios, un escudo sobre ellos o un cerco a su alrededor, no porque Dios deseara tenerlos presos, sino porque sabía que necesitaban protección hasta que llegara la revelación plena de Jesucristo. Hay aun dos expresiones más que necesitamos considerar en Gálatas 3:24, para dedicar luego un poco de tiempo al más crítico de los versículos de esa epístola: Gálatas 3:25. Ya he citado antes los versículos 2 3 y 24. Las dos expresiones que debemos considerar se encuentran transcriptas más abajo en letra cursiva y las he señalado con números: "Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo [1] para llevarnos a Cristo, [2] a fin de que fuésemos justificados por la fe". Para llevarnos a Cristo. Las palabras "para llevarnos a" han sido insertadas. La mayoría de las traducciones de la Biblia agregan estas palabras al texto, pero ellas no aparecen en el idioma original. El original griego dice: "Así que la ley fue nuestro guardián hasta Cristo", no "para llevarnos a Cristo". ¿Por qué la mayoría de los traductores han incluido las palabras "para llevarnos a"? En primer lugar, digamos que no hay nada teológicamente incorrecto en agregar esas palabras al texto original.

    3

    Evangelio

    versus legalis?no

    Por cierto que al señalar nuestros pecados, la ley nos muestra nuestra necesidad de un Salvador y nos conduce así a Cristo. Además, es precisamente en este versículo donde Pablo dice que la ley fue un paidagogós, un guía, un guardián. Si el paidagogós llevaba a los niños a la escuela, ¿por qué no habría la ley, como nuestro paidagogós, de llevarnos a Cristo? Existen buenas razones para insertar aquí las palabras "para llevarnos a", haciendo decir a Pablo que "la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo". Sin embargo, puesto que las palabras "para llevarnos a" son insertadas, debemos preguntarnos si realmente pertenecen a ese lugar, y mi conclusión personal es que no. Creo que ese pasaje debe decir en castellano lo mismo que dice en griego: "Así que la ley fue puesta a cargo [fue nuestro guardián] hasta Cristo". Esa manera de expresarse se adecúa mejor al contexto. En dos ocasiones anteriores, en Gálatas 3:19-24, Pablo dijo que la ley cumplió una función particular hasta que Cristo vino, ¿por qué no aquí? Unamos esas dos referencias con la del versículo 24 y demos una mirada al conjunto. He destacado con cursiva las palabras relevantes. Versículo 19: "[La ley] fue añadida... hasta que viniese la simiente". Versículo 23: "Antes que viniese la f e , estábamos confinados bajo la ley" (está implícito aquí que cuando vino la fe, dejamos de estar confinados bajo la ley). Versículo 24: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo [recordemos que el original griego dice sólo: "hasta Cristo"]". Puesto que el propósito de Pablo en Gálatas 3:19-25 fue explicar la función de la ley en la vida de los integrantes del pueblo de Dios entre el Sinaí y el Calvario, ¿por qué no dejarle decir eso en el versículo 24? ¿Por qué oscurecer el significado de ese texto añadiéndole las palabras "para llevarnos a"? Aunque no es un error teológico decir que la ley fue nuestro guardián para conducirnos a Cristo, cuando agregamos esas palabras interpretamos erróneamente lo que Pablo quiso realmente decir. "A fin de que fuésemos justificados por la fe" (vers. 24). Esta frase es extremadamente importante ya que constituye el punto principal de la argumentación de Pablo en Gálatas. Todo encaja en su respectivo lugar cuando entendemos lo que Pablo quiso decir aquí.

    El evangelio según el Sinaí - Parte 1

    127

    A riesgo de ser redundantes, repasemos una vez más la argumentación desarrollada por Pablo en los últimos diez versículos. Dios entregó a Abraham la promesa de la justificación por la fe y "firmó" con éste un "contrato" que no podía ser roto. Por lo tanto, era imposible que la ley, que vino 430 años después, anulara la promesa. Por el contrario, la promesa siguió en efecto lado a lado con la ley. De acuerdo con esta línea de razonamiento, es obvio que los judíos se salvaban por la fe durante el período que se extiende entre el Sinaí y el Calvario. Afirmar otra cosa equivaldría a decir que la ley en verdad dejó sin efecto la promesa. Y ése es el punto que se pretende destacar con la expresión: "La ley ha sido nuestro ayo, para ll evarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe". En otras palabras, la ley finalmente contribuyó para que las personas que vivieron en la época del Antiguo Testamento fueran salvas por la fe. La ley fue instituida para que ellos pudieran ser justificados por la fe mientras esperaban a Aquel que era el objeto de su fe. La justificación por la fe habría resultado más difícil en la época del Antiguo Testamento sin la ley, pero ésta hizo que resultara más sencilla. Esto es cierto al menos por dos razones. Primero, como ya hemos dicho, la ley señalaba el pecado, haciendo de esa manera que resultara más sencillo para las personas reconocer su necesidad de un Salvador e instándolas a acudir a él en procura de ayuda (en tal sentido, es cierto que la ley conducía a las personas a Cristo, aunque no es eso lo que Pablo está diciendo en Gálatas 3:24). La segunda razón por la que la ley hizo que la justificación por la fe resultara más fácil para los judíos en tiempos del Antiguo Testamento es que la ley cj^rajjíMijalj^aen verdadel evangelio expresado en términos lígales, proporcionándoles un ritual por medio del cual tenían acceso al evangeBoT Varias traducciones modernas de la Biblia han sugerido un significado levemente diferente para la expresión que estamos analizando en el versículo 24. Note cómo lo presentan tres versiones distintas: The New English Bible: "Así que la ley fúe una especie de tutor a

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    Evangelio

    versus legalis?no

    cargo de nosotros hasta que Cristo viniera y fuéramos justificados por medio de la fe". The Living Bible: "Las leyes judías fueron nuestro maestro y nuestro guía hasta que Cristo viniera a reconciliarnos con Dios [justificación] por medio de nuestra fe". Today's English Versión-. "Y así la ley estuvo a cargo de nosotros hasta que Cristo vino, para que pudiéramos entonces ser reconciliados con Dios por medio de la fe". El mismo fenómeno ocurre en varias traducciones de la Biblia al castellano, incluyendo versiones como Reina-Valera y Dios habla hoy. Si usted lee cuidadosamente estas traducciones del versículo 24 notará que cada una de ellas sugiere de alguna manera que la justificación por la fe llegó a estar disponible recién cuando Cristo vino. Sin embargo, no creo que sea eso lo que Pablo quiso decir allí. Él insiste a lo largo de esta sección de su epístola en que la justificación por la fe fue otorgada a Abraham y en que ésa siguió siendo la manera divina de salvar a las personas a lo largo del período del Antiguo Testamento. Si esos traductores estaban tratando de hacer decir a Pablo que la justificación por la fe no era posible en absoluto antes de que Cristo viniera, perdieron por completo de vista el meollo de la argumentación paulina en la Epístola a los Gálatas. Es posible que los traductores de esas versiones bíblicas consideraran que la justificación por la fe en los tiempos del Antiguo Testamento era una promesa que aún no había sido hecha legal por medio de la muerte de Cristo en la cruz. De ese modo, cuando los integrantes del pueblo de Dios de la época del Antiguo Testamento eí'ari en efecto justificados por la fe, lo eran porque miraban hacia el futuro, a Cristo, quien daría validez a la fe de ellos mediante su muertejsi bien esta manera de ver las cosas es correcta en sí misma, no creogue Pablo tuviera eso en mente en este pasaje. Finalmente llegamos a Gálatas 3:25. La pregunta que allí se nos plantea es: ¿Qué quiso decir Pablo con la expresión "pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo"? o, como lo traduce la versión Dios habla hoy. "Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley". Pablo parece estar diciendo que, después

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    de la cruz, los cristianos ya no están bajo la ley. Sin embargo, en Romanos él deja meridianamente claro el hecho de que la ley sigue ocupando un lugar apropiado en la vida de los cristianos: "Porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Rom. 3:20). "Yo no conocí el pecado sino por la ley" (7:7). "La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (7:12). Toda la teología que hemos discutido hasta este punto provee el trasfondo para nuestra comprensión de Gálatas 3:25 y para resolver la aparente contradicción existente entre ese texto y la enseñanza de Pablo acerca de la ley en Romanos. La solución para este problema es tan importante que he dedicado un capítulo entero para exponer una interpretación de ese único versículo. Pasemos a él ahora.

    Referencias 1

    Por razones de salud, Butler no pudo asistir al congreso, pero su influencia se sintió de todos

    modos. 2 La preposición griega traducida en el versículo 23 como "para" (Reina-Valera), "en espera" (Biblia de Jerusalén), "esperando" (Dios habla hoy), es eis, cuyo significado primario es "a", "hacia", "en". No obstante, las preposiciones son utilizadas en todos los idiomas con una variedad de significados. Uno de los significados secundarios de eis es "hasta", lo cual es claramente el sentido preferible en este caso. La palabra griega eis no es la que se encuentra detrás del "para" de 1 Pedro 1:5. Mi comparación de Gálatas 3:23 con 1 Pedro 1:5 está basada en la versión Reina-Valera. Sería ideal para apoyar el punto que deseo demostrar que Pedro utilizara la misma preposición que usó Pablo. No obstante, creo que mi comparación es fiel al sentido que Pedro quiso dar a sus palabras, como lo sugiere el contexto, y los traductores de la versión Reina-Valera coinciden con ello. 3 Véase la nota anterior.

    CAPÍTULO

    1 2

    Ya no bajo un tutor Gálatas 3:25

    H

    emos llegado ahora al versículo que causó tanto revuelo en la sesión del Congreso de la Asociación General celebrado en Minneapolis en 1888. Este es el versículo que, a primera vista, parece declarar muy inequívocamente que la ley fue abrogada cuando Cristo vino. Una interpretación tal es naturalmente un gran desafío para nuestro énfasis adventista acerca de la importancia de la ley en la vida del cristiano. Nuestros pioneros, en un esfuerzo para contrarrestar ese desafío, interpretaron que el ayo o tutor al que se refiere Pablo significa la ley ceremonial. Y en cierto sentido es así. Como hemos visto, la ley ceremonial fue una parte importante de lo que Pablo quiso representar mediante la figura del ayo. Sin embargo, también vimos que esa idea incluye mucho más. Limitar el ayo a la ley ceremonial es aplicar un "pegamento rápido" al problema. Desafortunadamente, nuestros pegamentos rápidos tienden a convertirse en permanentes y a ser incorporados como doctrina. Quienes aparecen luego con una solución más estudiada para el problema son entonces considerados como una amenaza para "la verdad", la cual es en realidad simplemente una solución superficial para el problema. Esa fue esencialmente la dinámica que operó en 1888 en la sesión del Congreso de Minneapolis. Es interesante que Jones y Waggoner (y éste en particular, ya que fue quien tuvo a su cargo las disertaciones acerca de Gálatas) también aplicaron un "pegamento rápido" al problema. Después de leer los escritos de ambos, me parece que aunque estaban más cerca de la verdad que Smith y Butlcr, aún estaban lejos de la línea de lie 131

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    Evangelio

    versus legalis?no

    gada, ya que no entendieron la función "tutelar" de la ley según vimos en el capítulo anterior. No alcanzaron a comprender que en los versículos 2 3 y 24 Pablo estaba definiendo el papel singular de la ley para los judíos que vivieron entre el Sinaí y el Calvario. Ambos pensaron que el pronombre "nosotros" que aparece en los versículos 23 a 25 se refería al pueblo de Dios de cualquier época, incluyendo a los cristianos a partir de la cruz. Puesto que creían, correctamente, que el ayo incluía a la ley moral, y que la ley moral aún señala el pecado —lo cual también es correcto—, ellos tenían que creer que los cristianos están todavía bajo un ayo. Y eso fue lo que dijeron. Pero Pablo dijo que "ya no estamos bajo ayo". ¡En última instancia, la solución rápida descubierta por Jones y Waggoner estaba en contra de una declaración bíblica! La comprensión que ellos tenían del asunto era teológicamente correcta y era casi la única conclusión que podrían haber extraído en vista de que pensaban que el pronombre "nosotros" de Gálatas 3:23-25 incluía a los cristianos a partir de la cruz. Jones y Waggoner permitieron que su teología influyera su interpretación de las Escrituras cuando deberían haber permitido que la Escritura influyera sobre su teología. Si la Escritura dice que ya no estamos bajo ayo, ellos deberían haber tratado de entender cómo podía aquello ser cierto, en lugar de forzar las Escrituras o rechazar una clara declaración bíblica para favorecer su propia teología. Nuestro esfuerzo en este libro, y especialmente en los cinco capítulos previos, ha sido ir más allá de las soluciones rápidas, tradiciones y presuposiciones teológicas, tratando de comprender qué quiso decir Pablo realmente cuando se refirió a la ley y al ayo en Gálatas 3. Hemos llegado ahora a Gálatas 3:25. Este versículo es la piedra angular de la respuesta de Pablo a la opinión que el partido judío tenía acerca de la ley, opinión que era ampliamente aceptada por las iglesias de Galacia y que Pablo veía como una seria amenaza contra el evangelio que Jesús le había revelado. Él escribió su carta a los Gálatas precisamente para contrarrestar esa amenaza. Hasta este punto de la epístola, el apóstol ha hecho un gran esfuerzo por clarificar la función de la ley en el Antiguo Testamento, entre el Sinaí y el Calvario, y para explicar la relación existente entre esa función de

    Ya no bajo un tutor

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    la ley y la promesa de justificación por la fe que Dios hizo a Abraham. El versículo 25 es una declaración que hace las veces de resumen de todo lo antedicho. "Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo", dice Pablo. La Biblia de Jerusalén vierte ese pasaje de la siguiente manera: "Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo". Analicemos este corto versículo, comenzando con la primera cláusula: "Pero venida la fe". Sería un serio error pensar que Pablo quiso decir que la fe como medio de -^ílvación no estaba disponible antes de la cruz. Todo su argumento hasta este punto ha sido precisamente que la ley dada en el Sinaí no anuló la promesa de la justificación por la fe hecha 430 años antes a Abraham. No puede hacerse que Gálatas 3:25 contradiga todo lo que Pablo dijo en los 10 o 12 versículos previos. Cualquiera haya sido el significado que quiso dar a la palabra "fe" en el versículo 25, lo cierto es que no pretendió que entendiéramos que la fe como un medio de obtener la salvación comenzó únicamente en la cruz, no cuando en el versículo anterior subrayó el hecho de que la ley fue dada en el Sinaí "a fin de que fuésemos [el pueblo de Dios que vivió entre el Sinaí y la cruz] justificados por la fe". El uso que Pablo hace de la palabra fe en el versículo 2 5 tiene que ser diferente de como la emplea en el versículo 24. De no ser así, se estaría contradiciendo. Pero, ¿cuál es la diferencia? Creo que en el versículo 25, Pablo utiliza la palabra fe para referirse a un sistema, en contraste con la ley como sistema, como cuando nosotros hablamos de "guardar la fe", de la "fe cristiana", la "fe bautista" o la "fe adventista". Fe en tal sentido equivale a un sistema de creencia. El cristianismo se desarrolló a partir de un sistema de creencia que comenzó en la cruz, así como el judaismo se desarrolló a partir de un sistema de creencia que comenzó en el Sinaí. Así que podríamos decir que como síntesis final de su explicación acerca de la función singular de la ley para los judíos antes de Cristo, Pablo contrastó las dos religiones que se desarrollaron a partir de ambos sistemas de creencia. Él dijo, en esencia, que el cristianismo reemplazó al judaismo como guardián encargado de conducir al pueblo de Dios hacia la consumación de todas las cosas.

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    Evangelio

    versus legalis?no

    Ahora que entendemos el sentido que Pablo dio a la palabra "fe" en la primera parte del versículo 25, necesitamos preguntarnos qué quiso decir en la última parte de ese texto cuando utilizó la expresión "ya no estamos bajo ayo". De una cosa podemos estar seguros: él no quiso decir que la ley dejó de tener toda función válida después de la cruz. Eso es evidente a la luz de la declaración que él mismo hace en el versículo 22: "La Escritura [la ley] lo encerró todo bajo pecado". Varios pasajes de Romanos señalan claramente que la ley sigue señalando el pecado durante la era del Nuevo Testamento (véase Rom. 3:19; 5:20; 7:7, 13). Cuando Pablo dijo que ya no estamos bajo la supervisión de la ley (el ayo, pedagogo o tutor), se estaba refiriendo a que la función de la ley como guardián, como cerco protector alrededor del pueblo de Dios, había terminado. Había dejado de ser una puerta a través de la cual se accedía a la salvación. Los cristianos no necesitan acercarse a Dios por medio d e j p edi adoxcsJjluíanos ni con sacrificios animales paiaolM:^ de sus pecados. PodatnoS-^ercat ños a él dírectanientejjfloiiedio de Jes^crgtOT-Yá-norfenemos la limitada comprensión de la verdad moral provista por palabras escritas en piedra. Tenemos ahora la revelación plena de los principios morales en las palabras y en la vida de Dios mismo en la persona de Jesucristo. Ya no estamos al amparo de la ley, como ocurría hasta el primer advenimiento de Cristo. Somos amparados por el poder de Dios hasta el segundo advenimiento de Cristo. Ya no estamos más al cuidado de un ayo o pedagogo. ¡Ahora estamos al cuidado del Director! En ningún momento de la historia de nuestro mundo Dios dejó a su pueblo sin una manera de aproximarse a él para obtener la salvación. El primer evangelio (palabra que significa "buenas noticias") fue anunciado en el Edén por Dios mismo cuando dijo: "Pondré enemistad entre ti y la mujer" (Gén. 3:15). Podríamos llamar a esto: "El evangelio según el Edén". Este evangelio continuó a través del período patriarcal hasta que Dios mismo anunció una puesta al día en el Sinaí, lo que podríamos llamar "el evangelio según el Sinaí". Este evangelio —compuesto por las leyes ceremonial y moral— es-

    Ya no bajo un tutor

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    tuvo en vigencia durante 1.500 años, hasta que nuevamente Dios mismo, en la persona de Jesucristo, anunció otra actualización. Podríamos dar a eso el nombre de "evangelio según Jesucristo" o "el evangelio según el Calvario". Este evangelio ha de continuar hasta que Jesús regrese con poder y gloria en ocasión de su segundo advenimiento. Este evangelio, bajo el cual usted y yo vivimos, incluye la fe y la ley. En verdad, nunca hubo un evangelio que no las incluyera. La diferencia es que el evangelio según el Sinaí estaba organizado alrededor de la ley, con la fe como un componente importante, mientras que el evangelio según el Calvario está organizado alrededor de la fe e incluye la ley como componente importante. Me gustaría resumir en una frase breve —sólo cinco palabras— lo que creo que Pablo quiso decir en Gálatas 3:25: El cristianismo reemplazó al judaismo. O, para emplear el lenguaje paulino; J'Ahora que vino eF cnMan i sino, ya no estamosjnás bajo eljudaísmo". Este fue el mensaje de Pablo a los cristianos gálatas. Fue su respuesta al partido judío. Y bajo esta luz tal vez podemos comprender por qué el partido judío se le opuso tan ferozmente. Jones y Waggoner confrontaron una interpretación tradicional que tenía 40 años de antigüedad y que era en realidad sólo una verdad a medias, un "pegamento rápido" y no la verdad íntegra. Pablo, por su parte, enfrentó 1.500 años de tradición desarrollada alrededor de un evangelio que había sido dado por Dios mismo en el Sinaí. El evangelio según el Sinaí no fue un pegamento rápido. Era la verdad divina, el plan de Dios para su pueblo durante un milenio y medio. No es posible hacer a un lado esa clase de tradición con un chasquido de dedos. Si Butler y Smith lo pasaron difícil en Minneapolis por las opiniones de dos jóvenes advenedizos provenientes de California, ¿podemos culpar al partido judío por no sentirse a gusto con Pablo? Me gustaría ahora dirigir su atención a una cuestión práctica: ¿Qué lecciones hay en Gálatas 3:10-25 para nosotros? Buena parte de nuestra discusión durante los últimos capítulos ha sido de carácter teórico. Eso es inevitable. En verdad, no hay otra manera de aclarar un pasaje difícil como Gálatas 3:19-25, pero una vez que la parte teórica está cumplida, necesitamos preguntarnos qué valor es-

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    Evangelio

    versus legalis?no

    piritual hay detrás de la teoría. Ésta es una pregunta particularmente importante para nosotros, ya que no tenemos un partido judío acosándonos acerca de la circuncisión y de la observancia de los días festivos judíos. En un sentido, toda esta argumentación de Gálatas nos es ajena. Es un estudio interesante acerca de un problema antiguo que a primera vista parece tener poca relación con los problemas que enfrentamos actualmente. Sin embargo, si miramos debajo de la superficie, encontraremos muchas lecciones sumamente significativas para nuestra vida. En primer lugar, la promesa de un Redentor ya no es una cuestión de fe para nosotros. ¡Qué privilegio es para nosotros tener cuatro Evangelios que nos informan acerca de la vida y el ministerio de Jesucristo! Deberíamos apreciar estas historias, especialmente la de la cruz y la resurrección. Tenemos la historia de la obra del Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Testamento. Tenemos las epístolas de Pablo, Pedro, Santiago y Juan para interpretar el significado de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Tenemos el libro de Apocalipsis, revelado a Juan en Patmos, que nos guía a través de los siglos de la historia cristiana hasta el fin de todas las cosas. El mensaje básico de Pablo a los Gálatas fue una especie de clamor: "¡Miren lo que p
    Ya no bajo un tutor

    137

    basado en las obras ocupe el lugar del evangelio de la justificación por la fe. El judaismo fue en su momento un protector apropiado para el pueblo de Dios, un sistema que condujo a los integrantes de ese pueblo a la experiencia de la justificación por fe. El problema del partido judío radicó en que, cuando Dios instituyó un nuevo sistema para conducir a su pueblo a la justificación por fe, insistió en perpetuar el sistema antiguo. Nosotros no corremos el peligro de perpetuar el antiguo sistema judío; pero, ¿estamos en peligro de introducir un sistema diseñado por nosotros? Y creo que la respuesta nuevamente es "Sí". Cuán fácil es pensar que nuestra adherencia a ciertas leyes relacionadas con la dieta, a algunas reglas que rigen el arreglo personal y a normas que tienen que ver con el entretenimiento y con la manera de observar el sábado nos asegura un lugar en el reino de Dios. Cuán fácil es pensar que esas cosas constituyen el sistema básico que nos conduce a Cristo y a la experiencia de la justificación por la fe. Cuán fácil resulta para nosotros pensar que quienes obedecen las reglas son buenas personas y que quienes las violan, de acuerdo con nuestra percepción, son malas personas. Otra lección que aprendo de Gálatas y de la experiencia de nuestra propia iglesia en Minneapolis tiene que ver con la humildad. Cuán fácil nos resulta, como al partido judío o a quienes se opusieron a Jones y Waggoner en Minneapolis, estar tan seguros de que nuestra opinión es la única acertada que nos volvemos intolerantes con las opiniones de cualquier otro. ¡Cuán fácil es levantarse en defensa de la verdad tradicional sólo para estar completamente equivocados! Gálatas 3 significa una última cosa para mí. Aunque somos bien libres bajo el presente sistema, y aunque somos muy afortunados de vivir bajo ese sistema y no bajo el anterior, ¡qué glorioso privilegio nos espera cuando seamos liberados de este sistema e introducidos en el próximo! Cuando lleguemos al cielo, seguramente veremos con alivio hacia atrás, al sistema bajo el cual estamos ahora, alivio de que en el cielo ya no tendremos que vivir bajo él. Agradeceremos entonces a Dios que hayamos escapado de un sistema basado en la fe de la misma manera como le agradecemos ahora por haber quedado libres de un sistema basado en la ley. Mientras que un siste-

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    Evangelio

    versus legalis?no

    ma de aproximación a Dios basado en la fe es muy superior a uno basado en la ley, aun así el primero resulta una limitación. Todavía no podemos ver a Dios. Ahora esperamos la nueva Jerusalén, pero algún día caminaremos por sus calles. ¡Cuán limitado nos parecerá entonces el actual sistema basado en la fe! ¡No es de sorprenderse entonces que Pedro dijera que por medio de la fe somos "guardados por el poder de Dios... para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero" (1 Ped. 1:5)!

    CAPÍTULO

    1 3

    Hijos e hijas de Dios Gálatas 3:26 a 4:20

    C

    ierto domingo de tarde de febrero de 1992 yo estaba regresando a casa en avión como parte de mi trabajo para la Pacific Press Publishing Association. Poco después de las 15, la voz del piloto se escuchó por los parlantes pidiendo a los pasajeros que nos preparáramos para el aterrizaje. Yo sabía lo que eso significaba, así que plegué la mesa rebatible que se encontraba frente a mí, ajusté mi cinturón de seguridad y miré por la ventanilla. El paisaje invernal al este de Boise se veía desolado. Yo contemplaba la pista de aterrizaje, que se acercaba más y más. Mientras nos aproximábamos a la pista, se me ocurrió mirar hacia adelante, y entonces tuve un enfoque doble. A la izquierda y a unos pocos centenares de metros frente a nosotros se veía un pequeño avión volando hacia atrás. ¡Yo no podía creerlo! Claro que un momento después comprendí que el avión en cuestión no estaba volando hacia atrás. Cada uno de los dos aviones se estaba aproximando a su propia pista de aterrizaje, y el Boeing 727 donde yo viajaba estaba adelantándose rápidamente al pequeño aeroplano, lo cual hacía que éste pareciera volar hacia atrás. La realidad no era lo que parecía ser. Usted debe conservar este principio en mente mientras ingresamos en los últimos versículos de Gálatas 3 y en la primera mitad de Gálatas 4. Puede que la realidad no resulte ser lo que aparenta a primera instancia. Mientras comenzamos a analizar la última parte del capítulo 3, necesitamos tener en mente la línea de razonamiento seguida por Pablo. Hasta este punto de la epístola, y particularmente en el capí-

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    Evangelio

    versus legalis?no

    tulo 3, él ha estado explicando la relación existente entre los judíos y Dios antes del Calvario, una relación que estaba basada en la ley. Sin embargo, en el versículo 26 Pablo comenzó a explicar la relación tanto de judíos como de gentiles con Dios después del Calvario. Interpretaríamos muy mal a Pablo si perdiéramos de vista este cambio en el rumbo de su exposición. Esto puede hacer fácilmente que la realidad resulte diferente de lo que parece ser. Además, ya en el versículo 26 Pablo introduce el tema de la "filiación" en su argumentación contra el partido judío. Este es un nuevo concepto que no encontramos hasta aquí en Gálatas. Leamos lo que Pablo dijo en los últimos cuatro versículos del capítulo 3: "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa". La filiación es un concepto familiar dentro del Nuevo Testamento. Juan escribió: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). Y en su primera epístola, el mismo apóstol dice: "Amados, ahora somos hijos de Dios" (1 Juan 3:2). En Gálatas 3:26-29, Pablo hizo una aplicación significativa del concepto de filiación en adición a la línea de razonamiento que hemos estado siguiendo hasta aquí. Tal vez la primera cosa que deberíamos notar es que, comenzando con el versículo 26, Pablo cambió la perspectiva desde la cual hace su análisis. Ya hemos visto que en los versículos 2 3 a 2 5 él dirigió sus observaciones sólo a los cristianos de origen judío. Una de las evidencias que tenemos de ello es el uso abundante que hace de la primera persona plural (el pronombre "nosotros") en esos versículos. Pero en el versículo 26 cambia a la segunda persona plural ("vosotros" o "ustedes"): "Pues todos [vosotros] sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos [vosotros] los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis [vosotros] revestidos" (vers. 26, 27). Pablo sigue empleando la segunda persona del plural hasta el

    Hijos e hijas de Dios

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    final del capítulo 3 y en buena parte del capítulo 4, hasta que en éste vuelve a emplear la primera persona del plural de vez en cuando. ¿A quién se refería Pablo cuando usaba el pronombre "vosotros"? En el texto griego original el pronombre está en plural, así como el pronombre "nosotros" estaba en plural en los versículos anteriores. Parecería obvio que Pablo estaba dirigiéndose a los cristianos de origen gentil que estaban en Galacia. Sin embargo, es precisamente aquí donde la realidad puede resultar diferente de lo que parece a simple vista. Por algunas de las veces que Pablo utiliza el pronombre "vosotros" en el capítulo 4 es incuestionable que se dirige sólo a los cristianos de origen gentil, aunque no siempre. De manera semejante, no puede decirse que el pronombre "nosotros" se refiera en todos los casos sólo a los cristianos de origen judío. El uso alternado que Pablo hace de ambos pronombres ("nosotros" y "vosotros") parece a veces indicar que se estaba dirigiendo al cuerpo entero de los cristianos de Galacia, a judíos y gentiles juntos. El contexto es el factor determinante, y eso hace que debamos preguntarnos en cada caso a quién tenía Pablo en mente. Vayamos al versículo 26. Pablo comienza diciendo: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". ¿Estaba él dirigiéndose sólo a los cristianos de origen gentil cuando usó el pronombre "vosotros"? Existen varias evidencias clave que indican que estaba dirigiéndose tanto a los cristianos de origen gentil como a los de origen judío. La primera de esas evidencias es la palabra "todos". El dice: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". La palabra "todos" sugiere que Pablo se estaba dirigiendo a cada cristiano de Galacia, no sólo a los de origen gentil. Si interpretáramos que el pronombre "vosotros" se refiere sólo a los cristianos gentiles, le haríamos decir a Pablo que sólo los gentiles eran hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Pero todo el argumento de Pablo hasta aquí ha sido que el estado de hijos de Dios por ser descendientes de Abraham, por medio de una relación determinada con la ley, llegó a su fin con Cristo. Ahora, por medio de Cristo, tanto los judíos como los gentiles son hijos de Dios. Pablo estaba obviamente respondiendo al argumento del parti-

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    do judío según el cual los gentiles podían ser herederos de la salvación sólo si abrazaban el judaismo. Es verdad que sólo los judíos estaban bajo la supervisión de la ley antes de que Cristo viniera, y que los gentiles que querían llegar a ser hijos de Dios teman que hacerse judíos y colocarse bajo la ley. Pero cuando Cristo vino, tanto los judíos como sus prosélitos de origen gentil quedaron libres de la supervisión de la ley, y ahora nadie, ni judío ni gentil, necesitaba acercarse a Dios por medio de la ley. A decir verdad, hacerlo sería fatal para la experiencia cristiana. Pablo dijo, en efecto, que la única manera de que alguien, judío o gentil, heredara las promesas hechas a Abraham era aceptar a Cristo: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa" (vers. 29). Usted no necesita ser circuncidado para ser un hijo de Abraham, ya que por medio de Cristo usted ha llegado a ser su hijo directamente, pasando por alto todas aquellas leyes acerca de la circuncisión y de los rituales del templo. Vayamos ahora a Gálatas 4. Pablo continuó su analogía de la "filiación" en este capítulo y la iluminó con una interesante ilustración: "Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo" (vers. 1-7). Dividamos la analogía de Pablo en sus partes y analicemos cada una de ellas. En ella se encuentran representadas cuatro clases de personas: (1) El hijo cuando todavía es un niño, (2) el hijo cuando ya ha llegado a ser adulto, (3) el esclavo cuando se encuentra sujeto a su amo, (4) el esclavo cuando se convierte en una persona libre. El siguiente diagrama sugiere cómo creo que esperaba Pablo que entendiéramos las diferentes partes de esta analogía:

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    El hijo cuando es un niño

    El esclavo sujeto a su amo

    Los judíos antes de Cristo

    Los gentiles antes de Cristo

    El hijo cuando ya es adulto

    El esclavo liberado

    Los cristianos de origen judío después de Cristo

    Los cristianos de origen gentil después de Cristo

    Note que en el versículo 3, cuando Pablo inició su explicación de la analogía hijo/esclavo retomó el uso de la primera persona. Dijo: "Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo". ¿A quién se refiere el pronombre "nosotros"? Ciertamente no sólo a los cristianos de origen gentil. Pablo no utilizó en ninguna parte de su epístola el pronombre "nosotros" para dirigirse a los cristianos gentiles. No podría haberlo hecho, pues "nosotros" incluye a la persona que está escribiendo, y Pablo no era un gentil. La cuestión es si él tuvo en mente sólo-'a los cristianos judíos o a todos los cristianos de las iglesias de Galacia. Creo que tenía en mente sólo a los cristianos de origen judío. El dijo: "Cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo". Con la expresión "niño" se estaba refiriendo a un hijo que aún no alcanzó la mayoría de edad, y eso fueron los judíos antes de Cristo. Pero, ¿por qué dijo que "nosotros, cuando éramos niños" antes de Cristo, "estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo"? ¿Por qué no dijo: "Estábamos en esclavitud bajo la ley"? Eso habría sonado más en armonía con destinatarios exclusivamente judíos, y el hecho de que no lo diga es un argumento a favor de la inclusión de los gentiles dentro del "nosotros" de esa declaración. Sin embargo, el versículo 4 deja meridianamente claro que Pablo tuvo en mente sólo a cristianos de origen judío, ya que dijo: "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que [nosotros] recibiésemos la adopción de hijos". Eso sólo podía decirse de los cristianos de origen judío. Por

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    lo tanto, no cabe duda de que en esta sección de Gálatas, cuando Pablo se expresa en la primera persona del plural ("nosotros"), se refiere sólo a los cristianos de origen judío. ¿Por qué dijo Pablo que "nosotros [judíos] estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo"? ¿Por qué no dijo: "Estábamos en esclavitud bajo la ley"? Pienso que la respuesta se encuentra en lo que Pablo entendía por "rudimentos del mundo". La expresión "rudimentos" es traducción de la palabra griega stoijéia, que significa: "Los 'elementos' básicos que componen el mundo y el universo (como en 2 Ped. 3:10, 12)... y en sentido metafórico, los rudimentos del conocimiento (Gál. 4:3, 9; Col. 2:8, 20)" (iComentario bíblico adventista, t. 6, p. 963). Pablo quiso decir aparentemente que conocer a Cristo es una forma más elevada de conocimiento que aquel que los judíos y los gentiles habían tenido antes de llegar a ser cristianos. Estaba dirigiéndose a cristianos tanto de origen judío como gentil, pero se estaba refiriendo a la experiencia de ellos antes del Calvario. Y para ello necesitaba un término que pudiera aplicarse a la experiencia precristiana de ambos. Puesto que la ley no era un fenómeno común a ambos, eligió la expresión "rudimentos del mundo". En el caso de los gentiles, esa expresión se refería a sus prácticas paganas antes de que llegaran a ser cristianos. En el caso de los judíos, tal expresión se refería a su condición bajo la ley antes de que Cristo viniera. De esa manera, Pablo pudo referirse con una sola expresión al momento precristiano en la vida de ambos grupos. Creo que cuando Pablo dijo: "Cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo", si hubiera estado refiriéndose sólo a los judíos habría dicho "estábamos en esclavitud bajo la ley". Eso ciertamente habría sido cierto. En verdad, eso fue lo que quiso decir. Pero por cuanto su analogía hijo/esclavo se refería tanto a los judíos como a los gentiles, utilizó su nueva expresión "rudimentos del mundo", común a ambos grupos, para referirse a los judíos que se encontraban bajo la ley antes de Cristo. Volvamos a la analogía esclavo/hijo. Imagine que pudiéramos contemplar por unos minutos la vida cotidiana de un acaudalado terrateniente romano. Nuestro amigo romano tiene un hijo y un es-

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    clavo, y un día ordena a ambos que quiten las malezas del jardín. El hijo, que había planeado jugar ese día con su amigo Romeo, protesta enérgicamente. "Lo siento, pero hoy no podrás ir a jugar con tu amigo Romeo. Quiero que quites las malezas del jardín", le dice su padre. Usted puede estar seguro de que ese muchacho trabajó aquel día a la par del esclavo en el jardín, sin importar cuánto pudo haber deseado jugar con Romeo. Tal vez se enojó, refunfuñó y se quejó, pero tuvo que obedecer a su padre. No tuvo ventaja alguna sobre el esclavo de la familia, quien también podía recibir de su amo la orden de hacer lo que éste quisiera. No obstante, había una enorme diferencia entre el hijo y el esclavo de la familia. El hijo heredaría todos los bienes de-su padre. Algún día dejaría de estar bajo la autoridad de su padre. Algún día todo el patrimonio de su familia sería suyo. El esclavo no tenía tal esperanza. Era muy probable que muriera como esclavo de su amo. Al igual que el hijo, los judíos que vivieron antes de Cristo eran herederos. Todavía no habían alcanzado la "mayoría de edad". Estaban aún bajo la jurisdicción de la ley y, en un sentido, no aventajaban a un esclavo que no es heredero. Pero cuando Cristo murió en la cruz —el punto cuando el hijo alcanza la mayoría de edad—, los judíos quedaron libres de la función supervisora de la ley, libres de la ley como ayo. Así como la adultez dio libertad y la posición plena de la filiación al hijo, el primer advenimiento de Cristo dio libertad y el estado pleno de hijos a los judíos. Esto hace que surja nuevamente la pregunta: ¿Fue mala la ley antes de Cristo? ¿Fue una desgracia ser judío antes de que viniera Cristo? Casi parecería que sí si pensamos en los judíos que vivieron antes de la cruz como si se tratara de esclavos. Pero el punto que Pablo destaca aquí en su argumentación es que los judíos que vivieron antes de Cristo aventajaban a los esclavos, a los gentiles. ¡Ellos eran los herederos! A ellos "les ha sido confiada la palabra de Dios" (Rom. 3:2). Por lo tanto, Pablo no pensaba que vivir bajo la ley fuera una desgracia. Lo único malo era seguir aplicando, después de la cruz, una función de la ley que había llegado a su fin con la cruz. Voy a utilizar seguidamente un par de analogías tomadas de la

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    vida actual. Después de completar su primer año del nivel medio, mi hijo Barry se fue de casa para continuar sus estudios en un colegio con internado. El disfrutaba de aquella nueva experiencia que lo alejó de casa, de la jurisdicción de mamá y papá. Ello le dio más libertad e independencia que nunca antes. Pero todavía puedo recordar el último semestre de su secundaria cuando una noche nos llamó por teléfono y dijo: "Papá, las reglas de este lugar son terribles. No me permiten ni salir a dar una caminata de noche fuera de mi dormitorio sin tener que decirle al preceptor a dónde voy y cuánto tiempo estaré fuera. ¿Puedes sacarme de aquí?" Yo le dije: "Hijo, faltan sólo tres o cuatro meses para que termines tus estudios. Puedo asegurarte que la universidad será muy diferente. Ten paciencia. Aguanta sólo un poco más". Barry aguantó (no le quedaba otro remedio). Pocas semanas después de iniciar sus estudios en la universidad le pregunté cómo se sentía. "Es como una bocanada de aire fresco, papá. ¡Es tan maravilloso estar en la universidad!" Podía abandonar su dormitorio cuando quería, y si se olvidaba de hacer firmar su permiso nadie andaba detrás de él por eso. Barry decidió completar sus estudios en cinco años en lugar de hacerlo en cuatro, y nunca lo escuché quejarse de las restricciones de aquella casa de estudios. Piense por un momento en lo descabellado que habría sido para el universitario Barry volver a aquel colegio secundario con internado y ponerse bajo sus reglas y regulaciones. Nadie que estuviera en su sano juicio lo haría. ¿Significa eso que las reglas de aquel colegio secundario eran malas? ¡Claro que no! Eran muy buenas para estudiantes internos adolescentes. Cuando Barry fue allí sintió que aquello era una experiencia liberadora. El era allí mucho más independiente que en casa. Qué gloriosa libertad encontró allí, hasta que descubrió, pocos años después, que aquello que había considerado como libertad no lo era en realidad. De manera semejante, la ley dio a los judíos gran libertad cuando la recibieron en el Sinaí. Pero 1.500 años después ya era hora de

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    dar otro paso adelante, hacia una libertad aún mayor en Cristo. Cuán necio era que el partido judío pretendiera colocarse a sí mismo y a los cristianos gentiles de nuevo bajo la ley cuando todos ellos ya habían concluido sus estudios de nivel medio y habían ingresado a la universidad, a un nuevo sistema basado en la fe en Jesús. Eso es precisamente lo que Pablo estaba diciendo en Gálatas 3 y4Aquí hay otra analogía. Tiene que ver con un transatlántico. El barco de nuestra analogía partió del puerto de Nueva York y se encuentra en camino hacia Londres. Desafortunadamente, naufraga a mitad de camino, en medio del Atlántico, pero todos sus pasajeros logran subir en los botes salvavidas. El oficial a cargo de las comunicaciones había enviado un mensaje pidiendo auxilio tan pronto como fue informado del problema, y una o dos horas después llega un barco que navegaba en las inmediaciones y sube a bordo a todos los náufragos. Todos están a salvo y felices en el nuevo barco. ¿Fueron los botes salvavidas útiles cuando los náufragos estaban a la deriva en medio del océano? ¡Por supuesto! Aquellas pequeñas embarcaciones salvaron sus vidas. Habría sido una necedad saltar al agua desde los botes salvavidas. Pero una vez que estuvieron a salvo en el barco que los rescató, habría sido más necio aún volver a los botes salvavidas. El pequeño bote que les había salvado la vida en cierto momento se habría convertido en una trampa mortal pocas horas después. El punto que Pablo destaca en Gálatas es que el partido judío estaba tratando de empujar a los cristianos de origen gentil, y en verdad a sí mismos, de nuevo a un sistema que una vez ayudó al pueblo de Dios a experimentar la salvación, pero que era una trampa mortal después de Cristo. En el versículo 6, Pablo dijo: "Por cuanto sois hijos..." Note el cambio de perspectiva de Pablo, quien vuelve a usar el pronombre "vosotros". ¿Estaba dirigiéndose sólo a los cristianos gentiles? Puesto que acababa de dirigirse a los judíos solamente ("a fin de que [nosotros] recibiésemos"), es nuevamente tentador pensar que "vosotros" se refiere sólo a los gentiles. Y en este caso creo que fue eso lo que tuvo en mente. Es lo que sugiere el contexto, particularmente los

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    pronombres. Sin embargo, hay algo extraño acerca de estos pronombres. He aquí la declaración de Pablo con los pronombres destacados en cursiva: "Y por cuanto ["vosotros"] sois [segunda persona plural] hijos, Dios envió a vuestros [el original griego dice "nuestroscorazones el Espíritu de su Hijo" (vers. 6). Puesto que ambos pronombres son plurales, parece lógico concluir que se refieren a diferentes grupos que se encontraban en las iglesias de Galacia. De nuevo nuestro primer impulso nos llevaría a concluir que Pablo estaba pensando en los cristianos de origen gentil cuando dijo "vosotros" y en cristianos de extracción judía cuando dice "nuestros corazones". Y nuevamente este primer impulso es correcto, o al menos así me parece. De todos modos, tratemos de interpretar esta declaración de esa manera para ver si tiene sentido. Pablo parece haber dicho que los judíos no podían recibir el Espíritu Santo hasta que los gentiles llegaran a ser hijos. Una paráfrasis de la declaración en cuestión puede ayudarnos a aclarar este punto: "Puesto que ustedes, los gentiles, son ahora hijos, Dios puede enviar el Espíritu Santo a nuestro corazón [el de los judíos]". ¿Es eso realmente lo que Pablo quiso decir, que los judíos no podían recibir el Espíritu Santo hasta que los gentiles dejaran de ser esclavos para transformarse en hijos por medio de Cristo? Pienso que sí, y he aquí porqué. El profeta Joel dijo que en los últimos días el Espíritu de Dios sería derramado sobre todos, no apenas sobre unos pocos profetas elegidos, como en los tiempos del Antiguo Testamento, sino sobre todos (Joel 2:28, 29). Joel mencionó en tal sentido a los jóvenes, a los ancianos y —sorpresa— aun a las jóvenes. Pero Dios tenía reservada una sorpresa mayor aún. ¡El tenía planes de derramar su Espíritu inclusive sobre los gentiles! Pienso que Pablo quiso decir que el Espíritu no podía ser derramado sobre nadie —tampoco sobre los judíos— hasta que pudiera ser derramado sobre todos. Cuando los gentiles fueron también convertidos en hijos por medio de Cristo, y dejaron de ser meros esclavos domésticos, ésa fue la señal para que el Espíritu fuera derramado sobre todos, incluyendo a los judíos. Esa es mi mejor suposi-

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    ción acerca de lo que Pablo quiso decir con: "Y por cuanto [los gentiles] sois hijos, Dios envió a nuestros corazones [de los judíos] el Espíritu de su Hijo". Pero es una suposición. Pablo dice en el versículo 7: "Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo". Obviamente Pablo estaba refiriéndose aquí a los gentiles. Su analogía esclavo/hijo así lo exige. Antes de Cristo, los judíos no tenían más derechos que los esclavos, pero aun así no eran esclavos sino hijos. Sólo los gentiles eran realmente esclavos durante la etapa precristiana de sus vidas. Así que en este caso Pablo estaba claramente dirigiéndose sólo a los gentiles cuando dijo "[tú] ya no eres". Antes de Cristo, los judíos no tenían ventaja sobre el esclavo familiar ya que estaban bajo la jurisdicción paterna. Ahora, después de Cristo, los otrora esclavos estaban en un pie de igualdad con el hijo que llegó a ser heredero, pues aquéllos también habían sido adoptados como hijos y declarados herederos maduros. Pablo dice en los versículos 8 y 9: "Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos?". Pablo estaba obviamente dirigiéndose de nuevo a los gentiles, pues emplea el pronombre tácito "vosotros". El no habría dicho de los judíos: "En otro tiempo no conocíais a Dios". Los judíos siempre conocieron a Dios. Podían haber tenido ideas confusas acerca de él, pero tenían en mente al Dios verdadero. Eran los gentiles quienes no conocían al Dios verdadero. Pablo dijo luego: "Mas ahora, conociendo [los gentiles] a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos?'''' (vers. 9). En su vida precristiana anterior, los miembros gentiles de Galacia habían sido paganos. Daría la impresión de que Pablo estuviera acusando a los cristianos gentiles de volver a sus antiguas prácticas paganas. Pero no existe indicio alguno de ello en la epístola. Pablo escribió a los gálatas para desaprobar el hecho de que los cristianos gentiles estaban dirigiéndose hacia el judaismo. ¿Qué quiso decir con la pregunta "¿cómo es

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    que [los gentiles] os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos?" cuando se estaban encaminando hacia el judaismo, no hacia el paganismo? Creo que Pablo se refería a que los gentiles, al encaminarse hacia el judaismo, estaban adoptando un estilo de vida que difería muy poco de su experiencia pagana previa. De acuerdo con la analogía paulina del hijo y del esclavo, éstos estaban en un plano de igualdad antes de que el hijo alcanzara la mayoría de edad. En un sentido muy real, tanto los judíos como los gentiles eran esclavos antes de Cristo; los judíos eran esclavos de la ley, y los gentiles lo eran del paganismo. El punto que Pablo quiere destacar es que los gentiles, al someterse a los rituales de la ley del Antiguo Testamento, estaban inclinándose hacia algo que era tan esclavizante como la condición en la que habían estado cuando eran paganos. "¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?", preguntó Pablo. "Guardáis los días, los meses, los tiempos ["fechas", Dios habla hoy, "estaciones", Biblia de Jerusalén] y los años" (vers. 9-11). Puesto que el pronombre tácito "vosotros" se refiere sólo a los gentiles en la declaración anterior, probablemente significa lo mismo aquí. Sin embargo, la totalidad de los creyentes gálatas, no sólo los de origen gentil, había caído bajo la influencia del partido judío, así que también sería correcto decir que "vosotros" se refiere en este caso tanto a los judíos como a los gentiles. La expresión "días" ha sido usada por quienes guardan el domingo como presunta evidencia de que la observancia del séptimo día (sábado semanal) fue suprimida en la época del Nuevo Testamento. Pero Pablo no dice nada acerca del sábado en este versículo. Por el contrario, no sólo habla de días, sino también de meses, tiempos y años, todo simultáneamente. A lo largo de nuestra historia denominacional, la posición adventista típica consistió en negar que esto tenga algo que ver con el sábado semanal. Ya hemos señalado que el sábado del cuarto mandamiento, el sábado del ciclo semanal, nunca pudo haber sido asociado con otras celebraciones especiales tales como las relacionadas con meses, tiempos y años. El sábado, séptimo día de la semana, era una parte de los Diez Mandamientos,

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    una parte de la ley moral, mientras que todas esas fiestas y celebraciones formaban parte de la ley ceremonial. Los Diez Mandamientos son principios eternos entregados a toda la humanidad, mientras que la ley ceremonial y sus celebraciones fueron una parte del ritual del templo que fue dado sólo a los judíos. Claro que todo esto es cierto. En la actualidad no observamos los festivales lunares y anuales que pertenecían al ritual del santuario judío. Hacerlo significaría volver a los débiles y pobres rudimentos que Pablo condenó en el versículo anterior. Pero, ¿es ésta la única aplicación válida de Gálatas 4:9 y 10 para nosotros hoy? Me pregunto si al limitar el comentario de Pablo a la ley ceremonial no estamos perdiendo de vista todo el objetivo de la argumentación desplegada por él hasta aquí en Gálatas. Me pregunto si en verdad no estamos retomando la interpretación defectuosa que nuestros pioneros hicieron acerca del ayo antes de 1888. Como usted recuerda, nuestra explicación tradicional de ese pasaje era similar a nuestra explicación de los días, meses, tiempos y años. Igualábamos entonces el ayo con la ley ceremonial. Lo hacíamos porque nos parecía impensable que la ley moral pudiera estar limitada a la era judía en cualquier sentido. Si bien es cierto que la comprensión que Waggoner tenía de Gálatas 3 era en cierto modo limitada, su conclusión de que el ayo incluía la ley moral nos puso en la dirección correcta. Y si el asunto del ayo en Gálatas 3 es el contexto necesario para nuestra comprensión de Gálatas 4 —lo cual obviamente es así—, entonces necesitamos considerar la posibilidad de que el sábado del cuarto mandamiento podría estar incluido en los comentarios que hace Pablo en el versículo 10 acerca de los días, meses, tiempos y años. Un punto a ser destacado es que si bien casi todos los comentarios de Pablo en lo que va de Gálatas han sido de carácter teórico, éste es uno de los pocos lugares de su epístola donde él hace una aplicación práctica. Inclusive al afirmar eso, ¿estamos contemplando la epístola de Pablo desde nuestro punto de vista limitado? Estoy seguro de que para Pablo, toda su epístola era intensamente práctica. El estaba explicando a los cristianos gálatas la implicación teológica del estilo de vida que estaban llevando. Los días, meses, tiempos y

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    años habían llegado a ser una parte importante de ese estilo de vida, y la explicación teológica que hace Pablo en Gálatas 3 se aplicaba a ese problema. Creo que existe una manera muy apropiada de incluir el sábado semanal en las observaciones que hace Pablo en Gálatas 4:10 (lo cual no disminuye de ninguna manera nuestro deber de observar el cuarto mandamiento). Déjeme asegurarle desde el mismo comienzo que el asunto tratado en este pasaje bíblico no es sábado versus domingo, ya que, entre otras consideraciones, no existe evidencia alguna en el Nuevo Testamento de que la observancia del domingo fuera un asunto debatido por la iglesia cristiana antes del año 100 de nuestra era. El tema en cuestión tampoco es si los Diez Mandamientos deben ser obedecidos por los cristianos, ya que Pablo aclaró sobradamente que sí en su Epístola a los Romanos. La cuestión es cómo guardamos los mandamientos. Y ésta es una lección que se aplica a los adventistas y a nuestra manera de observar el sábado tanto como a los cristianos del Nuevo Testamento, y también a su manera de observar tanto el sábado semanal como los otros días festivos judíos. El asunto es cómo guardamos el sábado. ¿Lo guardamos de acuerdo con las reglas, con nuestra atención puesta primariamente en lo que es correcto o incorrecto hacer durante el sábado? ¿O hacemos que el centro primario de nuestro reposo sabático sea nuestra relación con Jesús y con nuestros hermanos y hermanas cristianos? Si nuestro caso es el primero, Gálatas 4:10 se aplica al sábado semanal tanto como a los sábados anuales, nuevas lunas y otras festividades del año religioso judío. La observancia del sábado centrada en los sí y los no significa "volver a los débiles y pobres rudimentos" de los que Pablo habló en Gálatas 4:9, justo antes de hacer sus observaciones acerca de los días, meses, tiempos y años. Por favor, no piense que estoy poniendo a un lado las reglas. Los Diez Mandamientos —principios de amor— están presentados como reglas. Las reglas tienen un lugar muy importante en la vida, especialmente para los niños y para quienes son jóvenes en la fe cristiana. Señalé en un capítulo previo que los padres establecen reglas

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    para la higiene, la puntualidad, la dieta, etc. Decimos: "Termina la espinaca antes del postre, cepilla tus dientes y acuéstate temprano". Los niños necesitan esas reglas para desarrollar buenos hábitos. Las reglas son importantes en esa etapa de la vida. Pero los adultos maduros no son esclavos de esas reglas. Comen la espinaca antes del postre, cepillan sus dientes y se acuestan temprano porque han aprendido que hacer esas cosas los mantiene sanos y felices. Lo mismo puede aplicarse a los cristianos jóvenes. Cuando suelo estudiar la Biblia con quienes quieren aprender cómo guardar el sábado, ellos preguntan: "¿Cómo debo guardar el sábado? ¿Qué debería hacer? ¿Qué no debería hacer?" Así que les digo: "Vaya a la iglesia, no vaya al trabajo, no haga los quehaceres domésticos ni arregle el jardín". Esas orientaciones son provechosas en la experiencia cristiana inicial de esas personas, pues las ayudan a desarrollar buenos hábitos en relación con la observancia del sábado. Pero trato de que resulte claro para mis estudiantes que su objetivo al observar esas reglas debería ser que las "leyes" se vuelvan parte de su vida a tal punto que ellos lleguen a olvidar las reglamentaciones y a concentrarse en el propósito real del sábado: mejorar su relación con Dios y con los demás cristianos. Si Pablo tuvo en mente el sábado semanal en Gálatas 4:10, no estaba diciendo a sus lectores que dejaran de observar ese día ni que lo cambiaran por el domingo. Tampoco estaba diciéndoles que el domingo es el sábado de los cristianos y que la observancia del séptimo día, sábado semanal, es "volver a los débiles y pobres rudimentos". En verdad, ni siquiera les está diciendo que las reglas son algo malo. Lo que está diciendo a los cristianos de Galacia es que se trasladen más allá de las reglas y ordenanzas para llegar al corazón de lo que significa observar el sábado. Pablo dijo: "Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros". ¡Pobre Pablo! Cuán mal debió sentirse. Después de invertir todo ese tiempo y esfuerzo en conducir a estos conversos gentiles a la libertad en Cristo, y a los conversos judíos a aceptar a aquellos en Cristo, un grupo de disidentes había venido a la iglesia de Galacia y los llevó a la apostasía. Luego él dice: "Os ruego, hermanos" (vers. 12). Antes les había

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    dicho: "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó?" (3:1). Eso suena muy parecido a una condenación. Pero Pablo no estaba condenando a esas personas. Él las amaba. Lo que sonaba como una condenación era en realidad una súplica para que permanecieran fieles a la fe. "Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros" (vers. 12). Pablo probablemente quiso decir que quería que sus hermanos gentiles llegaran a ser libres como él en el evangelio. Cuando Jesús lo liberó, él abandonó su judaismo para llegar a ser como los gentiles, quienes nunca habían estado bajo la ley, y ahora estaba invitando a sus amigos gentiles a llegar a ser como él, libres tanto del paganismo como del legalismo judío. Él dijo algo semejante a esto en 1 Corintios 9:19-23: "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley [los gentiles], como si yo estuviera sin ley... para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él". "Ningún agravio me habéis hecho", continúa Pablo. "Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio" (Gál. 4:12, 13). Ni Pablo ni Lucas, quien escribió el libro de Hechos, nos dicen en ninguna parte cómo, cuándo o dónde se enfermó Pablo. Algunos especulan con la idea de que contrajo una enfermedad en las tierras bajas del Asia Menor, tal vez en las proximidades del Mar Mediterráneo, y que se trasladó temporariamente a Galacia, que estaba en una región más alta, para recuperarse. Independientemente de los detalles, se trató de una enfermedad que trajo a Pablo por primera vez a la región de Galacia. Y como siempre, aquel misionero, aunque estaba enfermo, predicó a Cristo, ganó a algunos ciudadanos de Galacia para la fe cristiana y estableció una iglesia. Pablo dice luego: "Y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tema en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a

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    un ángel de Dios, como a Cristo Jesús" (vers. 14). Esto muestra el amor que esa gente sentía por Pablo. Cuando una persona enfrenta una situación difícil y aun así se goza, ello constituye una clara indicación de que ha experimentado la conversión. Aunque la enfermedad de Pablo era una experiencia penosa para aquellos nuevos cristianos, no lo trataron con desdén o desprecio. En lugar de ello, le dieron la bienvenida como si se tratara de un ángel de Dios, o como si fuera Jesucristo mismo. Estas personas estaban obviamente convertidas. "¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais?", preguntó Pablo (vers. 15). El partido judío estaba tratando de llevar a los cristianos gentiles nuevamente a la esclavitud, a un cristianismo sin gozo. Los gálatas habían sido tan felices en el Señor. Habían encontrado gozo aun en cuidar a Pablo cuando él significaba una carga para ellos. "¿Qué pasó con esa alegría?", preguntó Pablo. El problema del legalismo es que suprime el gozo. Si mi hijo hubiera vuelto a aquel colegio secundario con internado habría perdido todo el gozo que encontró en la universidad. "Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos" (vers. 15). Aparentemente Pablo tenía un problema ocular. Tal vez nunca se recuperó totalmente de la ceguera que experimentó en el camino a Damasco. Pablo dijo en el versículo 17: "Tienen celo por vosotros, pero no para bien". Esta es una referencia obvia al partido judío. ¿Ha conocido_usted alguna vez a un fanático celoso? Esa clase de gente estasiemprcrthatando de conseguir dentro de la iglesia adeptos^para su causa particular, para su teología particular y su propio estilo de vida. ¿Ha visto alguna vez que eso ocurra en la Iglesia Adventista del Séptimo Día? ¿Ha visto que eso ocurra en su congregación local con alguien a quien usted trajo a la fe? En ese caso, tal vez usted pueda comprender mejor la profunda preocupación de Pablo por los cristianos gentiles de Galacia. El partido judío estaba poniendo mucho celo en ganar para sí a los conversos de Pablo, pero no para bien. "Quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo

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    por ellos" (vers. 17). Nuevamente, ¿le suena eso familiar? Existen numerosos ministerios independientes buenos que están sirviendo a la Iglesia Adventista. Los dirigentes de esos ministerios tienen una actitud positiva para con la iglesia y animan a sus sostenedores a permanecer fieles al cuerpo principal de creyentes. Sin embargo, hay unos pocos que parecen esforzarse por separar de la iglesia a la gente. Fomentan sospechas y dudas, e incitan a las personas para que se sumen a sus críticas. Estas almas enemistadas dedican entonces dinero y energía a la "causa" de la crítica, lo cual es, por supuesto, lo que la crítica pretende lograr. Al igual que el partido judío, estos críticos "quieren apartaros de nosotros [la iglesia como un todo], para que vosotros tengáis celo por ellos". El motivo oculto detrás de esta clase de conducta suele ser el orgullo. "Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros", dijo Pablo (vers. 18). Cualquiera que lee el material impreso distribuido por esos ministerios independientes críticos, quienes escuchan sus casetes o ven sus videos, sienten inmediatamente un celo intenso. El crítico asegura que ama a la iglesia y que quiere lo mejor para ella. Pero sólo hace falta leer, escuchar o ver sus materiales durante unos pocos minutos para descubrir que ese celo "no es para bien". Es en cambio crítico y destructivo. Otra cosa que he notado en relación con estos celosos ministerios independientes es la fascinación que sienten por las normas. Su principal preocupación parece ser señalar los defectos que hay en todos los demás. No estoy diciendo que las normas sean algo malo. Todos necesitamos de ellas. El problema de estos ministerios independientes y de quienes se unen a ellos es que las normas parecen ser el centro de su religión, la medida principal con la cual determinan si las demás personas son cristianas. Toda vez que permitimos que las reglas y las observancias acerca del estilo de vida se conviertan en el centro de nuestra religión caemos en la trampa del partido judío, aunque no insistamos en sus leyes particulares. Y ahora viene una de las declaraciones más solícitas y amorosas de toda la carta de Gálatas, la cual nos ayuda a entender la verdadera motivación por la que Pablo escribió esta epístola: "Hijitos míos,

    Hijos e hijas de Dios

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    por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros" (vers. 19, 20). La aparente dureza con la que Pablo se expresó anteriormente se desvanece de pronto. El amaba a estas personas. No era su intención condenarlas. Estaba profundamente preocupado por su vida espiritual. Temía que perdieran el gozo y la libertad en Cristo que habían aprendido de él. De eso se trata, en resumen, la carta a los Gálatas. Ese es el mensaje que todos nosotros, independientemente del tiempo en que vivamos, podemos tomar de Gálatas y aplicar a nuestro propio corazón. ¡Nunca cambie el gozo y la libertad que usted tiene en Cristo por una religión sin gozo centrada en reglas y observancias!

    CAPÍTULO

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    Pacto nuevo versus pacto antiguo Gálatas 4:21-31

    E

    n este capítulo examinaremos otro de esos pasajes que han puesto en aprietos a los adventistas durante muchos años. Dicho pasaje no se refiere a la ley como tal, excepto por el primer versículo, donde dicho término se refiere al Pentateuco entero (este es un punto que explicaré brevemente). El problema con ese pasaje es que se refiere al Sinaí de una manera más bien despectiva. Puesto que los Diez Mandamientos, que nosotros apreciamos tanto, provienen del Sinaí, cualquier comentario desfavorable acerca de él tiende a ensombrecer los Diez Mandamientos. He aquí el pasaje que consideraremos en este capítulo: "Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espirito, así también ahora. Mas, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la

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    Evangelio

    versus legalis?no

    esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre" (Gal. 4:21-31). ¿Qué quiso decir Pablo mediante su analogía de la mujer esclava y de la mujer libre, del Sinaí y las dos Jerusalén? Comencemos con el versículo 21: "Decidme, los que queréis estar bajo la ley" ¿A quién se refiere cuando habla de "vosotros"? Pienso que a cualquier cristiano de Galacia, judío o gentil, que estaba siendo influido por el partido judío. Pablo había enseñado a todos ellos que la función divinamente asignada a la ley para su pueblp antes'dcla"" cruz río se aplicaba a los cristianos después de la cruz. Desafortunadamente, él partido judío había IJesviacTcTa varios cristianos gálatas de este principio, logrando que "quisieran" someterse nuevamente a la función que la ley había tenido en el Antiguo Testamento. En vista de que Pablo se refirió a la ley, cabría esperar que continuara su exposición con algún comentario acerca de la ley extraído de Éxodo, Levítico o Deuteronomio, pero no fue así. En lugar de ello, contó la historia de Abraham, Agar y Sara, que se encuentra en Génesis. ¿Qué quiso decir, entonces, con: "Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?" (vers. 21). ¿Es el Génesis "la ley"? Sí. Los judíos consideraban_cjue la leyjncluía no sólo los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio, sino todo el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Por eso Pablo se refirió, apropiadamente según el g e ^ m i e n t o j u d í o , a la historia de Abraham como "la ley". Esta es una"cfe las evidencias de que las iglesias de Galacia estaban probablemente integradas por un elevado porcentaje de creyentes de origen judío. Pablo no habría empleado un estilo de lenguaje judío para referirse a la ley si una amplia mayoría de sus lectores hubieran sido gentiles poco familiarizados con los patrones de pensamiento judíos. Veamos ahora la historia: "Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa" (vers. 22,23). Pablo no parece preocupado aquí por el hecho de que el naci-

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    miento de Ismael fuera producto de la desconfianza de Abraham. No dijo que Ismael nació de una manera pecaminosa. Dijo en cambio que Ismael nació "según la carne" ("de modo puramente huinano", Dios habla hoy). Pablo no destacó la implicación moral del acto de Abraham de tener un hijo con Agar, sino la situación legal de ambas madres y de sus hijos. Una de ellas y su hijo eran esclavos; la otra madre y su hijo eran libres. El punto que Pablo quería destacar era que Ismael fue concebido como lo son las criaturas normalmente: como resultado de la relación sexual entre un hombre y una mujer. Isaac, por otra parte, nació cuando Sara ya no podía ser fértil. El nacimiento de Isaac fue un milagro. Dios cumplió su promesa de que Abraham y su esposa tendrían un hijo haciendo que la infértil Sara concibiera. Por lo tanto, Isaac era unjiijcwleja promesa. Y en este punto, por supuesto, volvemos al tema de Gálatas, a saber, que la justicia alcanzó a Abraham en virtud de una promesa, no por la ley. Esos dos hijos y sus respectivas madres eran simplemente una analogía de este tema. Una de las mujeres era una esclava y, de acuerdo con la ley, su hijo también era un esclavo. La otra mujer era libre, y dio a luz un hijo que legalmente era libre. Pablo dice luego: "Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos" (vers. 24). Este no es el único lugar donde la Biblia se refiere a los dos pactos. Jeremías dijo que Dios haría "un nuevo pacto con la casa de Israel" (Jer. 31:31). El autor de Hebreos explicó que al llamar "nuevo" al pacto de Jeremías, Dios "ha dado por viejo al primero" (Heb. 8:13). Sería fácil suponer que en su analogía del Sinaí, de las dos mujeres y de sus respectivos hijos, Pablo tenía en mente los pactos acerca de los cuales hablaron Jeremías y el autor de Ltebreos, pero pienso que tal cosa sería un error. De acuerdo con la explicación que el libro de Hebreos hace de los dos pactos de Jeremías, llegaría un día (cuando Cristo estuviera presente) cuando Dios haría un nuevo pacto con la casa de Israel porque habíajilgo que c^£££gÍ£_cn eljpacto antiguo. Existe una diferencia significativa entre eso y lo que Pablo dijo en Gálatas. En ninguna parte de Gálatas se sugiere que hubiera algo equivocado en la religión judía previa al Calvario.

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    Por el contrario, Pablo parece haber tenido en alta estima ese sistema mientras estuvo en vigencia. El libro de Hebreos, por otra parte, dice claramente que había algo equivocado en el primer pacto, y dice que esa equivocación estaba en las personas, es decir, en los israelitas (véase Heb. 8:7, 8). Por lo tanto, podría decirse en cierta medida que cuando pretendemos que la exposición de Pablo acerca de los dos pactos en Gálatas arroje luz sobre el tema de los dos pactos en Hebreos o viceversa, estamos comparando manzanas con naranjas. Por esta razón, voy a analizar los dos pactos de Gálatas sin referirme al libro de Hebreos. Pablo dijo que Agar y su hijo representan "a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud" (Gál. 4:25). Él ya se había referido a la esclavitud en Gálatas. Como usted recordará, en el capítulo 4 él comparó al hijo que es heredero con el esclavo que carece de derechos. En esta analogía, el hijo representaba a los judíos antes del Calvario y el esclavo representaba a los gentiles antes de que aceptaran a Cristo. No obstante, en su analogía de Sara y Agar, los esclavos son los judíos. Agar, la esclava, representa "a la Jerusalén actual". Eran los judíos quienes pretendían relacionarse con Dios, después de la llegada de Cristo, de la misma manera como se 11 a 1 > i ai?' reí ac u>~n a d o con g a n t e s de Cnfto. Por cierto que los judíos de la época del Antiguo Testamento no pensaban que su religión fuera una esclavitud, ni Dios pretendía que lo hicieran. Pero_después de que Cristo llegó, cua!quier esfuerzo por permanecer en el judaismo era esclavitud, y equivalíala que un hijo mayor de edaclTnsistiera en volver a estar bajo la jurisdicción paterna como si se tratara de un niño; algo así como si mi hijo Barry, después de concluir el nivel medio e ingresar en la universidad, tratara de colocarse bajo las reglas que anteriormente tuvo que respetar en el colegio secundario. Es interesante_supon er que al comparar a Agar con la Jerusalén~3elúrdías, Pablo estaba pensando en el legalismo judío, tan penetranttréfTlos días ele Cristo y que distorsionaba la ley dada por Dios en el Sinaí. Cristo se opuso vigorosamente a ese legalismo, y Tícícabe duda de que Pablo también lo habría considerado una forma de esclavitud. Pero aquí, como por doquier en Gálatas, Pablo tenía

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    en mente la revelación que Dios comunicó en el Sinaí como algo ' l5uéño~para su pueblo en ese tiempo. Pero aun la más pura forma ¡Tel jucfaísmo, que fue una bendición tan grande para el pueblo de Diosantes de Cristo, era una esclavitud si se permanecía en ella tras TaTícgacl-,^ de Cristo. Agar representaba a los cristianos que creían queJebera necesario colocarse bajo la jurisdicción de la ley como lo hizo el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Sara, por otra parte, representa "la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, [y] es libre" (vers. 26), dijo Pablo. En esta breve frase, Pablo incluyó a todos los cristianos, judíos o gentiles, de Galacia o de cualquier parte, que habían aceptado la liberación que Cristo y el cristianismo habían significado respecto del judaismo. El se refería a todos los cristianos que aceptaban la salvación sin someterse a los rituales del templo judío ni a la circuncisión. En nuestros días, esto significa todos los cristianos que tienen en alta estima las normas bíblicas, pero no hacen de las normas la base de su experiencia religiosa. ~ Con la analogía de la mujer esclava y la libre, Pablo concluyó su arremetida teológica contra el partido judío. Pronto veremos brevemente los versículos 28 a 31, pero primero me gustaría dedicar un momento a pensar acerca de todo lo que hemos analizado hasta aquí de Gálatas y cómo se aplica a nosotros hoy. He aquí una lección práctica: No vuelva a aquello de lo cual fue llamado a salir por Dios. Hay un versículo en el Apocalipsis que considero aplicable aquí. Escribiendo a los cristianos de Efeso, Dios, por medio de Juan, dijo lo siguiente: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:4). Esa era una iglesia que había vuelto atrás. Cuando Dios le da a usted la victoria sobre el pecado, no vuelva atrás. Esto no significa que usted nunca cometerá ~ésé pecado de nuevo, pero sea cual fuere la lección espiritual que "ustSd aprendió y que le permitió vencer ese pecado por primera vez, no la deje ir. Siga intentándolo, siga esforzándose, siga cooperando con Jesús y con el Espíritu Santo. No se dé por vencido diciendo: "Creo que, después de todo, no puedo conquistar ese pecaCuando Dios le conceda tener una.experiencia espiritual especial con él, siga practicando aquello que lo condujo por vez primera

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    a ese punto. Actuar de otra manera sería estar entre las cinccvvírgenes insensatas que perdieron la vida eterna porque no mantuvieron ardiendo sus lámparas. Creo que podemos decir sin temor a equivocarnos que esas cinco vírgenes insensatas representan a quienes no siguen el consejo dado por Pablo en Gálatas. Ellas permanecieron, "levantadas con sus lámparas encendidas. Fueron cristianas vcrdaderamente converti das. Pero a medida que el tiempo transcurrió se fueron deslizando hacia atrás. Volvieron a una experiencia anterior. ¿Cómo lograron las vírgenes prudentes seguir creciendo en lugar de volver atrás? Perseveraron diariamente en la oración y en el estudio de la Palabra. Continuaron regularmente en comunión con el pueblo de Dios. Aprovecharon cada oportunidad de compartir con otros el testimonio de lo que Dios había hecho por ellos. Cultivaron la presencia del Espíritu Santo en sus vidas. Así es como evitaron volver atrás. Así es como usted y yo podemos preservarnos de volver atrás. En Gálatas 3:1 y 2, Pablo dijo: "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Pablo puso mucho énfasis en la presencia del Espíritu de Dios en la vida de las personas. Y dijo: "No vuelvan atrás. Ustedes recibieron el Espíritu Santo por 'Creer lo que oyeron; no vuelvan atrás ahora tratando de recibir el "Espíritu Santo por lo que hacen". - Los cristianos genuinos dan por sentado que su experiencia cristiana del día de mañana estará por encima de la de hoy. Los cristianos genuinos van en busca de la experiencia del mañana. Piden continuamente a Dios un cambio mayor de su corazón, mayores victorias sobre sus malos hábitos y sus pecados. La única garantía de no volver atrás es seguir avanzando. Esa es una de las más importantes lecciones que podemos aprender de la carta de Pablo a los Gálatas. Otra lección que podemos aprender hoy de Gálatas es la necesidad de evitar el legalismo. Ya he analizado esto en parte en capítulos

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    anteriores, y en el próximo dedicaremos aún más atención a este asunto. No obstante, en Gálatas 4:28-31, Pablo aconseja a sus lectores cómo tratar con los cristianos legalistas. Dice en los versículos 28-31: "Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu". El partido judío estaba literalmente persiguiendo a los cristianos en Galacia al tratar de conducirlos a la esclavitud del judaismo. A_ veces enfrentamos el mismo problema hoy: personas que pretenden imponernos sus normas, que nos juzgan con dureza si no vivimos exactamente como ellas piensan que deberíamos hacerlo. Eso°es precisamente lo que el partido judío estaba tratando de hacer a los cristianos de origen gentil de Galacia. Estaban tratando de hacer que se sintieran culpables. En nuestro celo por proteger a la iglesia contra la corrupción, es importante que ninguno de nosotros trate de obligar a otros a vivir como creemos que deberían hacerlo. No debemos juzgarlos con dureza por el hecho de que no vivan la vida cristiana como nosotros lo hacemos. Si usted se queja frecuentemente de algunos miembros de iglesia que rebajan las normas y se,queja de la tendencia descendente que advierte en ella, tenga cuidado. Podría darse, el caso de que usted fuera un legalista que está persiguiendo a otros cristianos. En ese caso, su mayor necesidad es permitir que sea Dios quien cuide de su propia iglesia. Déle a esas personas a las que critica la libertad de vivir sus vidas como ellos piensan que deberían hacerlo, aunque no sea de la manera como usted piensa que deberían hacerlo. ¿Significa eso que la iglesia no debería interesarse por la manera como sus miembros viven? Claro que no. Pablo fue muy severo con la conducta pecaminosa. El capítulo 5 de su primera Epístola a los Corintios no deja lugar a dudas acerca de ello. Pero en materia de vestimenta, dieta, entretenimiento, manera de guardar el sábado, y otras normas relacionadas con el estilo de vida, estoy convencido de que cuanto menos aconsejemos a otros tanto mejor, a menos que se nos pida consejo al respecto. Lo único que conseguimos cuando obramos de otra manera es alejar a las personas. Recientemente supe de un anciano de iglesia que se autoerigió

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    en guardián de la pureza de la iglesia. Si alguien hace durante el sábado algo que es desacertado según las normas de este anciano, o asiste a la iglesia con un adorno en su vestimenta que él considera inapropiado, en el lapso de la semana siguiente el transgresor recibe una carta en la que se le advierte acerca de su pecado. Este anciano examina cada año rigurosamente el informe de la comisión de nombramientos para asegurarse de que cada candidato elegido para las diferentes responsabilidades esté de acuerdo con su interpretación personal de las normas de la iglesia. Note cómo dice Pablo que deberíamos tratar esta clase de problemas: "Mas, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre" (vers. 30). Ese es un consejo muy fuerte, pero va directo al grano. Pablo dijo a los cristianos de Galacia que se libraran del partido judío. "Ya no tengan nada que ver con ellos", les ordenó. En otras palabras, "sáquenlos corriendo". No estoy diciendo que Pablo pretendía que los cristianos gentiles debían ser rudos con los integrantes del partido judío, pero ciertamente esperaba que se mostraran firmes, muy firmes. Si alguien está tratando de hacer que usted se sienta culpable por algo que usted hace y que esa persona piensa que no debería hacer, siga el consejo de Pablo y "eche fuera a la esclava y a su hijo". No necesita ser duro o descortés, pero debería ser firme. Usted podría decir algo así como: "Gracias por su consejo, pero dejaré que sea Dios quien me juzgue acerca de eso". Hace algunos años, yo estaba pastoreando una iglesia en Texas cuando dos hombres comenzaron a asistir de vez en cuando. Eran integrantes de un pequeño grupo separatista, de una organización rígida, severa, legalista. Al principio fueron amables y tuvieron mucho tacto, pero yo sabía quiénes eran y la clase de problemas que eran capaces de crear. Así que les dije: "Caballeros, ustedes son bienvenidos en esta iglesia y saben muy bien qué creemos. Espero que cualquier comentario que hagan durante la escuela sabática esté en armonía con lo que los adventistas enseñamos. No quiero que perturben a mis hermanos con sus doctrinas singulares". "Oh, sí pastor. Haremos lo que usted dice", fue su respuesta. Y

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    durante varios meses así lo hicieron. Pero cierto día, durante un culto de oración, uno de ellos se puso de pie y pronunció un largo discurso que no estaba en armonía con las instrucciones que le di en su momento. Me acerqué a él al concluir la reunión y le dije: "Hermano, lo que usted dijo hoy no estuvo en armonía con las instrucciones que le di, y le pido que no vuelva a expresarse de esa manera en esta iglesia". El contestó: "Voy a decir lo que el Espíritu Santo me indique". Le dije: "La Biblia dice que los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas [véase 1 Cor. 14:32], y estoy seguro de que usted puede controlar lo que dice. No quiero que vuelva a hablar como lo hizo hoy en esta iglesia". El hombre me atacó entonces verbalmente. Varios miembros de iglesia estaban presentes. En tal circunstancia tuve que decirle a aquel hombre y a su amigo: "No quiero volver a verlos en esta iglesia". En mi condición de pastor, me resulta penoso decirle a la gente que no venga a mi iglesia, pero sentí que tenía que enfrentar aquella situación con prontitud y firmeza. Aquellos hombres no aparecieron por la iglesia durante mucho tiempo. Pero cierto sábado, uno de los diáconos me dijo que estaban en la puerta del templo. "Están tratando de entrar. Sería mejor que usted fuera a hablar con ellos", me dijo. Así que fui a la entrada y les dije: "Caballeros, creo que fui claro cuando les dije que no volvieran". "No esperábamos encontrarlo hoy aquí", fue la respuesta asombrada de ellos. "Bien, pero aquí estoy y no los quiero en esta iglesia. Ya se los dije una vez y fue en serio". Acto seguido, se retiraron. Creo haber actuado de acuerdo con el consejo dado por Pablo a los cristianos de Galacia: "Echa fuera a la esclava y a su hijo". No fui rudo con esos hombres, pero los eché. ¿Significa esto que ningún miembro de iglesia debería aconsejar a otro que está en falta? Después de todo, ¿no dice Mateo 18 que debemos señalar el pecado que vemos en una persona? ¿Cómo podemos distinguir entre un legalista y una persona que está genuina-

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    mente señalando una falta cometida por otra? Veamos algunas orientaciones que podrían resultar de ayuda en tal sentido. En primer lugar, la persona que está verdaderamente practicando lo que dice Mateo 18 señalará pecados manifiestos, evidentes con fundamento en las Escrituras, no cuestiones que le molestan porque no están de acuerdo con sus opiniones personales. En segundo lugar, quien pretenda cumplir lo que dice Mateo 18 debe acercarse a su hermano en privado y hablarle compasiva, bondadosamente, sin un espíritu o tono condenatorio. Tercero, quien actúa en armonía con Mateo 18 le hablará a su hermano acerca de una sola cosa. Por último, aquella persona no estará molestando y acosando a su hermano día tras día, semana tras semana, acerca del asunto en cuestión. Una vez señalado el problema, dejará que su hermano se haga cargo del asunto. No comentará el asunto con otros y no hará que el tema tome estado público en la iglesia. Si el pecado en cuestión es una infracción moral seria, tal como el adulterio o una deshonestidad notoria, usted debería comenzar hablando con la persona en privado. Si la persona rehúsa escucharlo, usted debería llevar una o dos personas con usted, y sólo en esa instancia, si la persona se resiste a escuchar el consejo de varios cristianos, usted debería someter el problema a la consideración de la iglesia como un todo. En conclusión, he aquí dos importantes lecciones que aprendí de la Epístola de Pablo a los Gálatas: (1) No hay que volver atrás; (2) no permita que un legalista le haga la vida imposible. Toda la Epístola a los Gálatas es una exposición de estos dos prácticos consejos.

    CAPÍTULO

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    Legalismo

    C

    omencemos este capítulo con una pequeña evaluación. Escriba en una hoja una columna de números del 1 al 10, y conteste las siguientes diez preguntas colocando junto al número correspondiente la respuesta "Sí" o "No": 1. Estoy preocupado por la creciente mundanalidad que percibo en la iglesia, especialmente en lo que respecta al relajamiento de las normas por parte de muchos de sus miembros. 2. Tengo amigos que también están preocupados por esto y conversamos acerca del asunto muy a menudo. 3. Desearía que Dios me utilizara de alguna manera para conducir a la iglesia nuevamente a su estado de pureza original. 4. Me parece que algunos pastores destacan demasiado la justificación por la fe, pero no suficientemente la obediencia. 5. A veces me pregunto cómo puede ser que los miembros de iglesia que usan joyas (aros, pulseras, brazaletes, collares, etc.), que hacen cosas incorrectas durante el sábado, que asisten al teatro o al cine, y que hacen otras cosas mundanas puedan tener una relación con Jesús. 6. La Biblia y el espíritu de profecía parecen tan claros acerca de nuestras normas, que a veces me pregunto si algunas personas han leído alguna vez ese material. 7. Estoy tan preocupado por esas personas que he animado a algunos de ellos a ser fieles, o al menos he pensado que debería hacerlo. 8. Me esfuerzo mucho por educar a mis hijos de acuerdo con

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    las normas de nuestros pioneros (o quisiera que hubiera más padres que eduquen a sus hijos de acuerdo con las normas de nuestros pioneros). 9. A veces desearía que existiera alguna manera de hacer que los miembros de iglesia obedecieran las normas, y me pregunto por qué la iglesia no asume una posición más firme al respecto. 10. Trato de animar a mis hijos mayores (o a los jóvenes en general, si no tengo hijos) a que se mantengan fieles a lo que les enseñé. Cerca del final de este capítulo diré algunas cosas más acerca de esta breve evaluación, pero por ahora me gustaría apartarme por un momento de nuestro estudio de Gálatas y dedicar algo de tiempo a analizar el legalismo. Esto nos ayudará a entender mejor los últimos dos capítulos de Gálatas cuando lleguemos a ellos. La palabra "legalismo" ha llegado a tener varios matices de significado entre los cristianos. La diferencia entre esos sentidos del legalismo me fue ilustrada hace varios meses cuando leí un artículo en cierta revista publicada por un grupo de adventistas que operan como un ministerio independiente dentro de nuestra denominación. El tema del artículo era precisamente el legalismo, y el autor destacaba que quienes lo tildaban de legalista eran injustos, ya que el legalismo, decía él, es el esfuerzo por obtener la salvación guardando TaTeyTcon lo cual ni él ni sus seguidores estaban'dé acuerdo. Ellos creían en la salvación por gracia sola, aparte de cualquier obra de la ley. LaobedienciajTa conformidad con las normas vienen como resultado de .hLsaiyjiciórL, afirmaba él, en lugar de ser la causa ae ella. La definición qué ese autor dio del legalismo es uno de los significados correctos de esa palabra. De acuerdo con esa definición, ni él ni quienes creen como él son legalistas. Cada cristiano necesita comprender de esa manera la relación que existe entre la ley y la gracia. Sin embargo, existen otras formas de legalismo, algunas de las cuales son visibles hoy en la iglesia mientras que otras no lo son. La forma de legalismo representada por el partido judío ya no existe entre los cristianos. En este libro hemos examinado su teología y la respuesta de Pablo. Ese tipo de legalismo murió cuando Jerusalén

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    fue destruida en el año 70 de nuestra era. Otra forma de legalismo es la representada por la Iglesia Católica Romana y se desarrolló durante la Edad Media. Esta forma de legalismo ya no existe entre los protestantes. Sin embargo, el legalismo no es sólo una teología. Más fundamentalmente es un conjunto de actitudes, una manera de pensar acerca del pecado y de la relación entre los pecadores y Dios, y de ellos entre sí. Estas actitudes han existido en todas las ramas de la cristiandad desde los albores de la iglesia cristiana hasta el presente. La teología resultante de esta manera de pensar será diferente en los distintos grupos de cristianos, pero las actitudes que están detrás de esas teologías diversas son comunes a todas las formas del legalismo. En este capítulo examinaremos estas actitudes que subyacen bajo la superficie del legalismo. Pienso que es posible afirmar que estas actitudes tienden a ser muy comunes entre los cristianos conservadores, o lo que solemos denominar cristianismo "fundamentalista". Algunas de esas actitudes son también evidentes en las formas fundamentalistas del islamismo. Mucho de lo que digo en este capítulo será típico del legalismo existente entre los protestantes conservadores de nuestros días, y puesto que escribo desde una perspectiva adventista, todo lo que afirmo será característico del legalismo adventista. Definiré una docena o más de actitudes bajo tres encabezamientos generales.

    Actitudes acerca del pecado y la salvación En la introducción a su carta a los Gálatas, Pablo señaló que la raíz de la herejía sustentada por el partido judío era la comprensión equivocada que aquel tenía del evangelio. Él lo definió como: "Un evangelio diferente. No que haya otro" (Gál. 1:6, 7). Una comprensión desacertada del evangelio ha sido la fuente de todo el legalismo presente en la iglesia cristiana desde la época de Pablo hasta el presente. La teología de la mayoría de las religiones no cristianas se basa en la jdea de que la salvación —vida eterna más allá ae la tumba— depei^íledela buenj conducta déla persona. El cristianismo es único en su enseñanza de que la salvación se obtiene sólo por gracia,,

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    Evangelio

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    por medio de la fe, aparte de cualquier cosa que el pecador haga. Sin embargo, el deseo humano de hacer algo para merecer la salvaCÍ2EJLS t i3J ffifisí 180 ( l u e a f l ° r a dé tanto en tanto éntrelos cristSnos, creando sutiles formas de legalismo incluso entrejjuiencs profesan creer en la salvación por gracia sola y por medio de la fe. Relación entre justificación y crecimiento cristiano. Los adventistas afirman casi umversalmente su creencia en la salvación por gracia sola mediante la fe. Nuestro problema tiende a estar en comprender la*relación de esta enseñanza con el desarrollo del carácter. Esta dificultad es tal vez ilustrada de la manera más sucinta por medio de lo que cierta persona me dijo en una ocasión: "Dios nos salva de nuestros pecados, no en nuestros pecados". Los legalistas dé está cíase coinciden en que Dios acepta a los pecadores tal como son cuando se acercan a Cristo por primera vez. El no exige que venzan ciertos pecados o que alcancen cierto nivel particular de desarrollo del carácter para poder salvarlos. Pero, ¿cómo actúa Dios con los pecados que los cristianos cometen después de que han sido perdonados y han experimentado la conversión? Aquí es donde interviene la teología según la cual: "Dios nos salva de nuestros pecados, no en nuestros pecados". La idea es que el poder de Cristo es suficiente para dar a los cristianos la victoria sobre todo pecado conocido (véase Fil. 4:13). Por lo tanto, una vez que la persona ha sido convertida, el desempeño perfecto es no sólo posible sino necesario para retener la certidumbre de la salvación. Según esta teoría, en el momento en que las personas pecan, rompen su relación con Jesús y esa relación no es restaurada hasta que confiesan sus pecados y piden perdón. El pecado y la justificación llegan a ser una especie de interruptor de,eac£gdida-apagado para la salvación. La justificación activa la salvación, mientras que la comisión de un pecado conocido la desconecta. Una definición conductista del pecado. Creo que en la base de esta interpretación incorrecta del evangelio yace una definición incorrecta del pecado, la idea de que el pecado tiene que ver con lo que hacemos (conducta) y no con lo que somos (el corazón). En este momento hay un gran debate dentro de la Iglesia Adventista acerca de esta cuestión, así que tal vez deberíamos dedicar un poco de

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    tiempo a clarificar el asunto. Decir que el pecado tiene que ver primordialmente con nuestro ser, y no con lo que hacemos, no significa que la conducta pecaminosa carece de consecuencias. La Biblia condena tanto los actos pecaminosos como el corazón pecaminoso. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál es la fuente del problema? Si la fuente del problema es nuestra conducta, entonces el corazón humano es puro hasta que resulta contaminado por el primer pecado cometido por la persona. De acuerdo con esta definición del pecado, si un bebé pudiera de alguna manera evitar cometer ese primer pecado, permanecería impecable y presumiblemente no necesitaría de la salvación. Por otra parte, si el corazón es la fuente del problema, cada ser humano es un pecador desde el momento mismo de su nacimiento, aun antes de que cometa un primer pecado. No podemos evitar hacer cosas malas porque nuestro corazón, la fuente de toda conducta, está contaminado. La Biblia dice que todos nosotros somos "por naturaleza hijos de ira" (Efe. 2:3). Y el salmista afirma que: "En maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (SaL_51:5)¿El pecado no es tanto lo que hacemos. En su raíz, el pecado eslo •gue~1rc^ó£IHacémos cosas pecaminosas porque tenemos corazones pecaminosos. Dijo Jesús: "Del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre" (Mar. 7:21-23). Queda claro, entonces, qué~É pÍca3olíb es tanto lo que hacemos. En su fundamento mismo, el pecado es lo que somos^Comsx^mos^ actos pecaminosos porque tenemos corázanes pecaminosos. Este asunto tienef totalmente que ver con el legalismo. Para los legalistas, quienes piensan acerca del pecado primordialmente en términos de conducta, el objetivo mayor del crecimiento cristiano es dejar de hacer cosas pecaminosas. Les parece impropio que las personas se consideren a sí mismas como cristianas en tanto sigan haciendo cosas malas. Sin embaSgo^sTél pecado consiste primariamente en algo que

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    somos interiormente, y sólo secundariamente en lo que hacemos, entonces la solución para el problema pasa en primer lugar por un cambio de corazón. Llamamos a esto conversión. El cambio en la conducta no puede ocurrir inmediatamente después de la conversión, sino que ocurrirá a lo largo del tiempo. Un carácter pecaminoso se desarrolla gradualmente a partir de las motivaciones que brotan de un corazon = pecMniffi|or5uán3o el córazon cambia, comienza un desarrollo gradual del carácter en la dirección correcta. La cuestión —la médula de todo el debate— es la siguiente: si el cambio de la conducta ocurre sólo gradualmente a partir de la conversión, ¿en qué condición estamos delante de Dios durante el lapso en el que luchamos contra la tentación, cuando la victoria todavía no es completa? Los legalistas encuentran extremadamente difícil, sino imposible, creer que Dios aceptará a los pecadores — con pecados y todo— durante el proceso que conduce a la victoria. Insisten en que "Dios nos salva de nuestros pecados, no en nuestros pecados". Sin embargo, tengo la convicción personal de que si decidimos mantener nuestra relación con Jesús, retenemos nuestra conversión durante el período en el que la victoria está en proceso, cuando todavía no es completa. Rechazo absolutamente la teoría del interruptor, según la cual la justificación conecta la salvación, mientras que todo pecado subsecuente la desconecta hasta que ese pecado es confesado y la justificación la posibilita nuevamente. Creo que Dios nosjicepta con nuestros defectos de carácter y las conductas equivocadas que emanan de ellos, en tanto mantengamos nuestraTelaaón con él. La manera de desconectar lasalvaciónño es pecar s^go rebelarse, negarse incluso a interesarse en la salvación o"envívirk vida cristiana. Por desgracia, es probable que eso se haga más frecuentemente por negligencia que por una decisión consciente. Tal vez iría demasiado lejos si dijera que todo aquel que adopta la postura conductista acerca del pecado es un legalista. Pero creo que esa definición del pecado es un caldo de cultivo o entorno propicio para desarrollar maneras legalistas de pensar. Una definición conductista de la perfección. Una definición conductista de la perfección surge en forma natural de una definición

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    conductista del pecado. Si el pecado es primariamente algo que hacemos, la perfección también es primordialmente algo que hacemos. De acuerdo con esta posición, el crecimiento hacia la perfección es cuestión de aprender qué conductas son equivocadas y obtener el poder de Cristo para vencerlas. La perfección suma consiste entonces en alcanzar el punto donde ya"nó*se Hacen cosas equivocadas, es decir, la impecabilidad. Hay, por supuesto, una gran verdad en la idea de que la perfección tiene que ver con la conducta. Los Diez Mandamientos fueron enunciados primariamente en términos de conducta. Njjjguna perso.na perfecta comete adulterio, engaña o miente. Pero si la conciuc,

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    ta pecaminosa Jorota de un corazón pecaminoso, la cura real para el problema del pecado no radicaren cambiar la coñHuct^^mó en cambiar el corazón. La conducta equivocada es simplemente una bandera jjue flamea frente a nuestro rostro, advirtiéndonos de esa manera que todavía tenemos un corazón pecaminoso. Én su fundamento,la perfección es primariamente una condición del corazón y sólo secundariamente una condición de la conducta. Este es un punto crucial de la teología para cualquier comunidad escatológica (es decir, un grupo de creyentes que se están preparando para los acontecimientos finales de la tierra) que cree, como los adventistas del séptimo día, en la perfección del pueblo de Dios en el tiempo del fin. No tengo problemas con la idea de que el pueblo de Dios que viva en el tiempo del fin será tan perfecto como Dios pueda hacer que lo sean los seres humanos de este lado del segundo advenimiento de Cristo. El libro de Apocalipsis parece sugerir eso (véase Apoc. 7:1-8; 14:1-5, 12; 16:15). No obstante, es extremadamente esencial que cada comunidad de cristianos que abraza esta creencia comprenda correctamente lo que significa el pecado y la salvación. De lo contrario, CQII sus esfuerzos por ser perfectos, están en grave peligro de encaminarse a sí mismosy a otros hacia la insania espiriinSlTmídíéndo continuamenteju propia conducta y la de 1 os demás míen tras que el problema real se encuemr^^ femna dcljegal ismó. Üna obsesión con las normas. El concepto conductista del pecado

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    y de la perfección que acabo de describir, juntamente con nuestra creencia en una perfección para el tiempo del fin, yacen en la base de mucho del legalismo que he observado en la Iglesia Adventista. Si el pecado tiene que ver primariamente con lo que hacemos (no con lo que somos en nuestro interior) y si la perfección debe medirse en términos de la conducta (enlugar de medirse enjiérminos del estado del corazón)^ llega a ser de suprema importancia descubrir qué conductas son correctas y cuáles son erradas. La justicia, la rectitud, se convierte en una larga lista de cosas que se deben hacer y cosas que no se deben hacer, y en una continua búsqueda de más cosas para agregar a la lista. Y las normas que tienen que ver con el estilo de vida encajan dentro de ese requerimiento como la mano en el guante. Muchos de los legalistas que conozco tienen una obsesión con el estilo de vida y las normas de conducta. Y, puesto que Dios está perfeccionando toda una comunidad de santos para el tiempo del fin, y no sólo a ellos, hacen frecuentemente un alboroto acerca de los miembros de iglesia que usan joyas o adornos, que asisten al teatro o al cine, que hacen ciertas cosas en sábado, etc. En cierta comunidad adventista donde viví durante algún tiempo había un grupo que se reunía regularmente para verificar el desarrollo del carácter de cada uno de sus integrantes y para señalarse sus defectos e imperfecciones. Uno de sus motivos primarios para reunirse era aparentemente ayudarse unos a otros en su preparación para el tiempo del fin. Una inedida de la experiencia cristiana. De esa obsesión por las normas surge otra actitud estrechamente relacionada con ella. Los legalistas tienden a poner mucho énfasis en las normas que tienen que ver con el estilo de vida como una medida del progreso en la vida cristiana. Cuando ven en la iglesia una mujer con aros y collar, lo primero que piensan es que ella está sin duda declinando en su experiencia cristiana. Pero puede ser que ella haya considerado el asunto con oración y a la luz de las Escrituras, y haya concluido que Dios no objeta lo que está haciendo. Debemos permitir que cada uno tenga esta libertad como cristianos. Se trata de algo que no es asunto de otra persona. No nos dedicaríamos a juzgar a una mujer por el tipo de ropa que usa para

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    asistir a la iglesia. No diríamos que la mujer que fue a la iglesia con un vestido es una buena cristiana pero que otra sentada a su lado está perdiendo su relación con Jesús porque vestía camisa y falda. ¿Por qué deberíamos entonces juzgar la experiencia cristiana de una persona por el hecho de que use collar y aros? "Pero la iglesia tiene una norma de vestimenta", dice usted. "No usamos joyas ni adornos como aros y collares". Eso es cierto, y no estoy proponiendo que abandonemos nuestras normas al respecto. Las normas no son legalismo. No tengo problemas con quien decide no usar joyas ni cosas parecidas, y no tengo problemas con un grupo de personas (una iglesia) que está de acuerdo en no usar joyas como adorno. Pero sí tengo un problema con quienes usan esas cosas como base para juzgar la calidad de la experiencia cristiana de otra persona. Eso sí es legalismo. Rechazo para con los pecadores. En su extremo más lamentable, la tendencia de los legalistas a interpretar erróneamente el evangelio los lleva a rechazar a las personas que han pecado. Les parece que tratar amablemente al pecador equivale a aprobar su pecado. Esta actitud, que era común entre los fariseos de los días de Cristo (véase Luc. 15:1, 2), desemboca con frecuencia en algunas de las peores formas de crueldad social, ¡y todo en nombre de mantener la pureza de la iglesia!

    La Biblia como libro de reglas Si la justicia o rectitud ha de medirse primariamente por la conducta, entonces es importante descubrir qué conductas son correctas y cuáles no lo son. La principal fuente de información en tal sentido es, por supuesto, la Biblia. Los adventistas del séptimo día también consideran los escritos de Elena de White como dotados de autoridad, lo que la convierte en una fuente de autoridad para nosotros acerca de la conducta correcta y de la errónea. El legalista, interesado en descubrir la conducta acertada y la errónea, tomará cada declaración inspirada acerca de la conducta como un mandamiento que debe ser literalmente obedecido en todo tiempo. Este deseo de encontrar una declaración autoritativa para todo acto de la conducta conduce a varias consecuencias desafortunadas.

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    Dificultad para tomar decisiones morales personales. La necesidad que los legalistas sienten de tener una definición inspirada de la conducta acertada y de la errónea hace que con frecuencia les resulte difícil ejercer su propio juicio acerca de los asuntos morales. Preferirían que se les dijera cuál es el curso correcto de acción en lugar de tener que decidir por sí mismos. Claro que la Biblia señala ciertas conductas que son correctas y otras que no lo son, como también lo hace Elena de White. Pero aún más importante que eso es la descripción que la Biblia hace del corazón que es recto delante de Dios y del que no lo es. Y en ese contexto, la Biblia no define tanto la conducta correcta y la incorrecta como los motivos o motivaciones correctos e incorrectos, dejando a menudo que el individuo decida por sí mismo qué conducta es correcta. Pero la idea de decidir por sí mismos qué es correcto y qué no lo es resulta muy atemorizante para los legalistas. Y esto les ocurre particularmente cuando su sentido común sugiere un curso de acción contrario a lo que las Escrituras parecen decir. Por ejemplo, los adventistas guardamos el séptimo día de la semana, y tratamos de observarlo en armonía con el principio bíblico según el cual debemos evitar en ese día las transacciones comerciales comunes. Muchos adventistas, entre los que me incluyo, observan ese principio cargando el combustible para sus vehículos durante el viernes y evitando comer en restaurantes durante el sábado. Sin embargo, si me viera obligado a manejar durante varias horas en sábado, cargaría combustible también ese día sin cargos de conciencia, y si estuviera fuera de casa por razones de viaje sin disponer de un hogar conocido donde comer, compraría comida en sábado. Los legalistas no sólo se sentirían pésimamente teniendo que hacer eso, sino que también condenarían a cualquiera que lo hiciera. El error de convertir declaraciones culturales en prácticas atemporales. Otra característica que es común entre los legalistas es la tendencia a convertir declaraciones bíblicas destinadas a la cultura para la que fueron escritas en normas atemporales, para todo tiempo y lugar. Permítame ilustrar esto. Un amigo mío que vivió varios años en el Lejano Oriente me

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    contó que en la cultura de Tailandia los niños demuestran su respeto para con las personas mayores poniendo sus manos juntas debajo del mentón e inclinándose. Suponga que el apóstol Pablo hubiera estado aconsejando a los niños tailandeses de hoy. Seguramente les habría dicho: "Niños, junten sus manos e inclínense ante sus mayores". Una interpretación correcta de esa hipotética declaración inspirada nos llevaría a entender que los niños de toda cultura deberían mostrar respeto para con sus mayores de la manera como se acostumbre hacerlo en sus respectivas culturas, ya sea inclinándose, diciendo "señor" o "señora", etc. Sin embargo, si Pablo hubiera dado en verdad ese consejo, los legalistas de todo el mundo habrían elevado esta costumbre de la cultura tailandesa al nivel de norma eterna divinamente ordenada y dirían a sus hijos que Dios quiere que junten sus manos y se inclinen en señal de respeto. Esto es en verdad lo que ha ocurrido con ciertas declaraciones bíblicas que son claramente destinadas a una cultura en particular. Por ejemplo, conozco a un buen número de hombres que no se recortan la barba en obediencia a una prohibición registrada en Levítico 19j27. No sabemos por qué dio Dios esa orden a los israelitas, pero es muy probable que tuviera que ver con alguna práctica de aquella época. Cortar la punta de la barba era tal vez una práctica religiosa de los cananeos y Dios quería que su pueblo se distinguiera en ese sentido de los paganos. ¡Dios no se refería a que el acto de recortarse la barba fuera por siempre algo erróneo! Conocí a un hombre según el cual no se debía usar ropa confeccionada con hilados de distinto tipo (véase Lev. 19:19). En consecuencia, las camisas del tipo ivash and wear (o sea, de secado rápido, sin necesidad de planchado) estaban prohibidas pues están hechas de una combinación de algodón y otro material sintético. También afirmaba que era incorrecto usar al mismo tiempo dos prendas de vestir hechas de diferentes materiales. Si la camisa era de algodón, el pantalón también debía ser de algodón. (Siempre me he preguntado qué tipo de ropa interior usaba ese hombre cuando iba a la iglesia con su traje de lana.) Escucho de vez en cuando acerca de cristianos que insisten en

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    que las mujeres no deben usar pantalones. Ciertamente la Biblia dice que una mujer no debería vestir ropa de hombre (véase Deut. 22:5). Sin embargo, debe señalarse que en la época cuando eso fue escrito, los hombres y las mujeres usaban mantos por igual. La diferencia entre los mantos femeninos y masculinos se evidenciaba por el corte. Lo mismo puede decirse de los pantalones. Hombres y mujeres los usan por igual, pero los pantalones femeninos no son iguales a los masculinos. La diferencia está en el corte. Usted puede poner a prueba esta teoría yendo a la tienda más cercana y comparando un vaquero de dama con uno de varón. Ciertamente hay una diferencia. Me cuesta creer que Dios pretendiera hacer del uso femenino de ropa típicamente masculina y viceversa una cuestión moral para debatir. Pienso que la razón por la que la gente usa ropa adecuada para su sexo es más de orden práctico que moral. Personalmente me sentiría un tonto si tuviera puestos los pantalones de mi esposa, y creo que a ella le ocurriría lo mismo si usara los míos. Convirtiendo las preferencias personales en normas morales. Algunos legalistas pretenden convertir en asuntos morales lo que no pasa de ser una cuestión de gusto personal o una práctica cultural contemporánea. Recuerdo, por ejemplo, la resistencia de parte de algunos cristianos conservadores a fines de la década del 60 y a comienzos del 70 contra el pelo largo y la barba, que volvían a ponerse de moda en esa época. El uso de la barba era común a fines del siglo XIX (por el año 1800) y la costumbre de llevar el pelo largo no era muy rara en los varones. No obstante, ambas cosas cayeron en desuso a comienzos del siglo veinte, y en la década del 50 nuestra cultura estaba tan acostumbrada a que los hombres tuvieran el cabello muy corto y no usaran barba, que teníamos la tendencia a pensar que el aspecto de un hombre barbado y de cabello largo resultaba extraño. Y algunos cristianos conservadores estaban seguros de que cualquier hombre que usara el pelo largo y/o barba debía estar decayendo en su experiencia espiritual. Actualmente, muy pocas personas pensarían en juzgar la experiencia cristiana de un hombre por el hecho de que use barba o pelo largo. Creo que muchas de las discusiones actuales acerca de temas

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    como la música, el uso de joyas o adornos, la longitud de la pollera de una mujer (¿debería estar encima de la rodilla o debajo de ella?), la manera de guardar el sábado, cuánta o cuán poca azúcar se debe consumir y los estilos de adoración, tienen mucho más que ver con la preferencia personal, con el condicionamiento cultural o con ambas cosas más que con la moralidad bíblica. Sólo una manera correcta de hacer las cosas. Si la Escritura es un libro de reglas, bastaría con leer las reglas y aplicarlas. Y esto conduce a otra actitud característica de muchos legalistas: la absoluta certeza de que existe sólo una manera correcta de interpretar la Biblia respecto de las normas. Y la interpretación correcta es, por supuesto, siempre la de los legalistas. Cualquier opinión diferente de la de ellos les resulta sospechosa. Sus propias opiniones les parecen tan obviamente correctas que se preguntan cómo puede ser que alguien no vea las cosas de la misma manera que ellos. Para ilustrarlo de otra manera, a los legalistas les resulta muy difícil aceptar el hecho de que puedan existir diferencias honestas de opinión entre cristianos. Una vez que "saben" qué es lo correcto, los legalistas pasan a juzgar la experiencia cristiana de otros por medio de esta nonna artificial. Algunos legalistas insisten en que otros cristianos, y a menudo que la iglesia como un todo, debe adoptar su punto de vista particular. Y esto nos lleva a la tercera actitud general que ha sido característica del legalismo a lo largo de los siglos.

    El deseo de tener el control Una de las características principales del legalismo, tanto del antiguo como del moderno, es.el deseo de tener el control, ya sea sobre los individuos o, en algunos casos, sobre toda una congregación o aun sobre toda una denominación. Creo que es aquí donde el legalismo del partido judío se asemeja más al de los legalistas de hoy. El partido judío quería controlar la vida individual de los cristianos de la iglesia primitiva. En Antioquía quisieron controlar a toda una congregación (véase Hech. 15:1), y como ya hemos visto, en Galacia trataron de controlar las congregaciones de toda una re-

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    gión. El legalismo no es el único método que las personas han usado para controlar a otros cristianos. Algunas personas usan su dinero. Otros usan su posición en la comunidad para influir sobre las decisiones de la iglesia. Otros incluso usan el enojo. Un amigo mío que es pastor en New England me contó acerca de cierto hombre que usaba su enojo para intimidar a una congregación entera y mantenerla sometida a él. Los legalistas usan su versión de la moralidad para controlar la conducta de otros cristianos o grupos de cristianos. Seguidamente enumeraremos algunas de las características de esta forma de legalismo. Crítica e intimidación. Uno de los métodos usados más comúnmente por los legalistas para controlar a otros es la crítica y la intimidación. Los legalistas que quieren controlar a los individuos, los atacan verbalmente en relación con ciertas cosas que éstos están haciendo y que aquéllos consideran incorrectas. Después de todo, ¿no nos ordenó Jesús que señaláramos los pecados de la gente? (Véase Mat. 18:15-20.) Las mujeres que usan joyas, adornos similares o pantalones, los adventistas que almuerzan en restaurantes durante el sábado, las personas que van a ver una película al cine, todos ellos tendrán que escuchar a los legalistas hablando de esos asuntos. Las iglesias también pueden resultar objeto de los esfuerzos de los legalistas por tener el control. Dependiendo de la tradición religiosa de cada iglesia, el uso de velas, de cruces, de otras versiones bíblicas diferentes de la Reina-Valera, los árboles navideños y ciertos estilos de música religiosa están entre las numerosas prácticas que provocan la crítica de los legalistas. En cierta ocasión fui pastor de una congregación que estaba construyendo su templo. Allí había unas pocas personas que se oponían a poner un campanario en el techo porque supuestamente cierta cultura pagana de la antigüedad usaba las cúspides como símbolos fálicos. Rara vez ocurre que los legalistas logren controlar una congregación entera o una denominación. Su éxito radica en captar la atención de un reducido número de seguidores que compartan su espíritu de crítica, y en crear luego una guerra entre las dos facciones. Muchas congregaciones, y en varios casos denominaciones en-

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    teras, se han dividido por cuestiones que en su raíz son el resultado de los intentos de los legalistas por imponer sus opiniones personales a la iglesia como un todo. Por supuesto que toda congregación y toda denominación serán controladas por alguien. En tal sentido, podría decirse que los legalistas tienen tanto derecho como cualquier otro a intentar controlar la iglesia. El problema de los legalistas es que no pueden aceptar el "No" como respuesta. Cuando la mayoría vota contra sus opiniones, acusan a la Jglesia de estar en apostasía y siguen criticando, condenando y tratando de conseguir seguidores. Esto parece haber sido el caso del partido judío. En este libro he tomado la posición de que Pablo escribió su carta a los Gálatas después del Concilio de Jerusalén. Si eso es correcto, aun cuando el partido judío resultó abrumadoramente derrotado en la votación durante aquella sesión, se negaron a aceptar el veredicto de la iglesia entera y siguieron esparciendo sus enseñanzas y criticando a todo aquel que se negó a unírseles. Un sentimiento de responsabilidad personal. Los legalistas tienden a sentirse personalmente responsables de la moralidad de otros y frecuentemente también ileimpureza moral de la iglesia entera. ¿Acaso no sugiere la respuesta de Dios á Caín que éste eflrefectivámente responsable de su hermano? (Véase Gén. 4:1-12.) ¿Acaso no dijo Dios a Ezequiel que debía ser un atalaya sobre el muro para señalar los pecados de todos? (Véase Eze. 33:7-9.). ¿No nos ordenó Jesús que fuéramos a hablar con un hermano que esté en pecado? (Mat. 18:15-20.) Los legalistas usan su sentido de responsabilidad personal por la conducta moral de otros como una justificación para señalar el pecado, según ellos lo entienden, dondequiera que lo ven. Con frecuencia serán críticos y condenatorios. No obstante, difícilmente reconocerán que están criticando y destruyendo. Los legalistas que quieren controlar una congregación o una denominación asegurarán que desean purificar la iglesia de pecado. En algunos casos, tal .pre,tergjónpuede ser sincera. En otros casos, estoy convencido de qüe YteIJájí) del deseo expresado de ayudar a otros o de purificar la iglesia yace una necesidad de obtener el control y de la que ellos mismos pueden no estar conscientes.

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    Jugando a ser Dios. Los legalistas que tratan de controlar la conducta de otras personas mediante sus convicciones personales acerca de la moralidad están en última instancia tratando de ser Dios para esas personas. Es apropiado hablar a un individuo acerca de un caso claro de pecado serio. Pero los asuntos que tienen que ver con el estilo de vida, especialmente aquellos que están sujetos a una variedad de interpretaciones, deberían ser dejados al arbitrio de cada persona. No deberíamos acosar a las personas por ciertas cosas que hacen y con las que no estamos de acuerdo. En el mejor de los casos, tales asuntos pueden merecer una mención discreta, llena de tacto, y nada más. Aunque en la mayoría de los casos, es mejor no hablar del asunto. Existe entre quienes tratan de no ser legalistas la idea general de que los legalistas son severos y faltos de tacto en sus r^roches cgntra lo que consideran pecaminoso. He conocido unos pocos legalistas que en verdad son así, pero la mayoría de los que conozco tratan de ser atinados en sus expresiones. El problema de fondo del legalismo no es si los legalistas tienen tacto o no. El problema es su tendencia a evaluar (es decir, a juzgar) la experiencia cristiana de otros a la luz de cuán estrechamente se adecúan a las normas del estilo de vida según los legalistas las entienden. Con tacto o sin él, los legalistas se sienten personalmente responsables por la pureza de la iglesia y están convencidos de que deben pronunciarse acerca de toda desviación de las normas bíblicas según ellos las entienden. El legalismo en la familia. Una de las situaciones más trágicas en las que los legalistas intentan controlar la conducta de otros es dentro de la familia. Por supuesto que es responsabilidad de los padres enseñar a sus hijos ciertos valores que tienen que ver con el estilo de vida. Los hijos nunca adoptarán esos valores si sus padres no se los enseñan. Si los padres enseñan a sus hijos los principios propios de ese estilo de vida y no sólo una conducta —y si instruyen a sus hijos en forma positiva y con amabilidad—, es probable que los hijos vayan adoptando en gran medida los valores de sus padres a medida que crezcan. Pero si cada vez que los padres hablan de sus valores y del estilo de vida resultante de éstos, agregan sus propias opiniones y tratan de justificarlas con declaraciones de la Biblia (y, en el caso de

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    los adventistas, con citas de Elena de White), están preparando a sus hijos para una de dos cosas: para que abandonen por completo los valores de sus padres, o para que se conviertan ellos mismos en legalistas. Los padres que sostienen convicciones religiosas firmes tienden a sentirse amenazados cuando sus hijos que están creciendo toman decisiones contrarias a las convicciones que sus padres tienen acerca de lo correcto y lo incorrecto. Los padres que tienden a juzgar la experiencia espiritual de otros creyentes por la adherencia de éstos a las normas que tienen que ver con el estilo de vida, se sentirán particularmente amenazados cuando sus hijos transgredan esas normas. Pensarán que la vida eterna de sus hijos está en juego, y querrán hacer todo lo que puedan para "salvarlos". Entiendo bien ese sentimiento. Crecí en un ambiente como ése, no sólo en mi hogar, sino en toda la cultura religiosa donde se desenvolvió mi infancia. Pero he aprendido que no puedo ocupar el lugar de mis hijos en lo que se refiere a la vida espiritual de ellos; son ellos quienes deben vivirla. Yo no puedo vivirla por ellos. Mis hijos ya son adultos, y debo respetar su derecho a tomar sus propias decisiones, aunque estuviera en desacuerdo con ellas. Hay dos cosas que no puedo hacer al mismo tiempo: ser respetuoso con ellos y al mismo tiempo recordarles permanentemente mi opinión acerca de sus decisiones. Los padres no deben pretender controlar las decisiones de sus hijos en lo que atañe a asuntos espirituales hasta que tengan 18 años para permitirles, recién entonces, que decidan lo correcto por sí mismos. Debemos aceptar mucho antes el derecho de nuestros hijos a tomar decisiones de índole moral que difieren de las nuestras y a darles nuestra opinión sólo cuando nos la pidan. No podemos enseñar a nuestros hijos a tomar decisiones espirituales responsables si controlamos esas decisiones. La única manera de enseñarles a tomar sus propias decisiones es permitirles que decidan por sí mismos, libres de nuestra interferencia continua. Así es como deberíamos también relacionarnos unos con otros en la iglesia. El asunto no es si la iglesia tiene normas acerca del uso de joyas o cosas por el estilo, acerca de la asistencia al cine y de la

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    observancia del sábado. El asunto es cómo nos relacionaremos con quienes están en la iglesia e interpretan esas normas de manera diferente a la nuestra. No debemos tratar de controlarnos unos a otros en lo que respecta a esos asuntos. Y eso es lo que resulta tan difícil de aceptar para los legalistas. Su sentido de responsabilidad por la pureza de la iglesia hace que traten de controlar moralmente a los demás. No entienden, y en algunos casos es probable que no puedan aunque quieran, que están jugando a ser Dios.

    Ejemplos de legalismo Uno de los mejores lugares para dar un buen vistazo al pensamiento legalista existente en la actualidad dentro de la Iglesia Adventista es la sección de cartas de los lectores de nuestras revistas denominacionales. No estoy condenando a los editores de esas publicaciones por publicar esas cartas. Francamente, estoy contento de que lo hagan, pues me permite ver cómo piensan otros dentro de mi iglesia. Otra excelente manera de tomar contacto con algo del pensamiento legalista presente en la iglesia es leer las preguntas enviadas por algunos lectores a una sección especial (que dirigía Miriam Wood) en la edición norteamericana de la Revista Adventista. Me gustaría citar a continuación unos pocos ejemplos: "Querida Miriam: Soy padre de un joven de 22 años que tiene su propio departamento y es económicamente independiente. Desde hace un par de años, mi esposa y yo estamos percibiendo su paulatino distanciamiento de la iglesia, y ayer, sábado, llegamos a un punto crítico. Él no llegó para el horario de la escuela sabática, sino para el sermón, y se mostró disgustado cuando supo que se celebraría la Santa Cena. Cuando las hermanas y los hermanos se separaron para participar del rito de la humildad, él me dijo: 'Papá, ¿te molestaría mucho si no participo esta vez de la ceremonia?' Entonces agarré a ese muchachón del brazo y le dije que no sólo participaría sino que no me despegaría de él hasta que llegáramos al lugar preparado para el lavamiento. No dijo una sola palabra durante todo el servicio religioso. Lo habíamos invitado a almorzar, y cuando llegamos a casa

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    lo puse realmente en su lugar. Tal vez me salí un poco de mis casillas porque le grité y golpeé la mesa, pero, ¿no dice acaso Dios que debemos velar para que nuestros hijos hagan lo correcto? Mi esposa teme que yo lo haya alejado con todo lo que pasó, pero yo estoy seguro de que hice lo correcto. ¿Qué opina usted?" Este es un ejemplo extremo de la gran necesidad que siente el legalista de controlar la conducta de otros, especialmente de los miembros de la familia. No dudo de que este padre se preocupaba por su hijo. Estaba desesperadamente ansioso de que su muchacho se salvara. Desafortunadamente, no logró comprender que un hombre de 22 años de edad tiene no sólo el derecho, sino también la responsabilidad de tomar sus propias decisiones en asuntos espirituales. Aquel padre estaba jugando a ser Dios para su hijo. Ese es uno de los grandes peligros de los legalistas: preocuparse tanto por la salvación de otros, al punto de que tratan de ser Dios para ellos. En su respuesta a aquel padre, Miriam Wood dijo lo siguiente: "Pienso que usted será afortunado si su hijo vuelve a pisar alguna vez una Iglesia Adventista". Ella está en lo cierto. Aquí hay otro ejemplo: "Querida Miriam: Un grupo de cristianos que guardan el domingo y que no tienen templo propio nos ha pedido que le alquiláramos el nuestro durante algunos meses. Pienso que sería un error permitir eso, pues sabemos que ellos guardan el día equivocado. Además, los ángeles y el Espíritu Santo se irán de la iglesia cuando se ponga el sol el sábado, así que ellos estarían de todos modos perdiendo el tiempo allí al día siguiente". Esta persona es un legalista. Piensa que quienquiera que no piense exactamente como él no tiene posibilidad alguna de ser un cristiano y, por lo tanto, que no debería concedérsele los privilegios que acordamos a los cristianos. He aquí uno de los más trágicos ejemplos de legalismo que alguna vez se haya visto: "Querida Miriam: En nuestra pequeña iglesia, una de las jóvenes quedó embarazada. Finalmente se casó con el padre de la criatura, un no adventista. Pero se separaron pocas semanas después. Ella

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    siguió asistiendo a la iglesia, y tras el nacimiento de su bebé, pidió que fuera dedicado a Dios. El pastor realizó la ceremonia a pesar de la oposición de varios de los miembros. Algunos de los miembros de la iglesia creemos que ella debería sentirse avergonzada incluso de mostrar su cara, y el hecho de que dedicara públicamente a su hijo ha avergonzado a la iglesia entera. ¿Qué piensa usted?" Y ésta es la respuesta de Miriam: "Tal vez usted preferiría que ella usara una gran letra A de color escarlata en la ropa para asegurar de esa manera que sufra cada día de su vida por su error. ¿Puedo hacerle una pregunta? ¿Qué pecado cometió la criatura? Puedo ciertamente comprender la preocupación que usted siente por el buen nombre de la iglesia, pero eso nunca puede estar por encima de la necesidad de extender un amor incondicional en esos casos". Dios nos dice que debemos amar a los pecadores, independientemente de cuál sea el pecado cometido. La mujer que dijo: "Esta chica soltera que tuvo un hijo trajo oprobio a la iglesia; debería haber sido echada de la iglesia", era una farisea moderna. Como usted sin duda recuerda, los fariseos fueron quienes dijeron a los discípulos: "¿Por qué vuestro maestro se junta con pecadores?" (Véase Luc. 15:2.) Eso es legalismo. Aquí hay otra carta: "Querida Miriam:Le estoy escribiendo con el corazón apesadumbrado. Pero quiero que sepa que amo a la Iglesia Adventista y que nunca la dejaré, aunque a veces me siento tan rechazada y abandonada que apenas puedo soportar esta situación. Soy adventista de cuna, pero mi esposo no lo es. Es un hombre maravilloso, moral, recto en todo sentido, y siempre me ha permitido practicar mi religión con libertad. El ha enviado a nuestros tres hijos a nuestros colegios denominacionales y ha pagado puntualmente sus cuotas. Pero los miembros de nuestra pequeña iglesia rural no se relacionan con nosotros porque, como una hermana me dijo:'Primera de Corintios 5:11 significa que debemos mantenernos alejados de quienes no pertenecen a nuestra iglesia ni guardan todas las leyes de Dios y las enseñanzas de Elena de White'. "En cierta ocasión, la iglesia organizó un picnic para el sábado de tarde en el parque. Yo me sentía muy feliz porque pensaba que

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    los niños y yo podríamos participar de aquella actividad. Pero uno de los miembros dijo: 'Eso no es para familias divididas; si fueras, no lo disfrutarías'. Mis hijos se pusieron a llorar pues se sintieron muy desilusionados. "Durante el verano, los sábados de tarde parecían interminables, pues nadie venía a visitarnos, y nuestras llamadas telefónicas a los hermanos no eran bien recibidas. Nos hemos esforzado tanto por ser amigables, pero nada ocurre. Antes de morir, mi madre, aunque no era adventista, pidió que un pastor adventista oficiara su funeral, y así fue. Pero ninguno de los miembros de la iglesia volvió a pisar nuestra casa desde entonces. "Si ustedes publican esta carta, estaré orando para que tal vez otros puedan ver las necesidades que tenemos quienes vivimos en un hogar dividido en materia religiosa y cuánto significaría para nosotros un poco de amistad". Cada una de las cartas que hemos reproducido es un ejemplo de frío y flagrante legalismo. Odio decirlo, pero cada una de esas cartas fue escrita por un adventista del séptimo día, y reflejan la actitud de demasiados de nosotros. Es la misma actitud que Pablo condenó en los gálatas cuando dijo: "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó?" Es la misma actitud en la que no quería que sus hermanos gentiles de Galacia recayeran. Es la misma clase de gente de la que los gálatas debían librarse según el consejo de Pablo. Los gentiles estaban preocupados por la circuncisión y por los días festivos —legalismo ceremonial— en aquella época. Hoy nosotros estamos preocupados por el legalismo del estilo de vida. En el capítulo 16 analizaremos las consecuencias de esta manera de pensar. Pero antes de pasar al próximo capítulo, quiero cumplir mi promesa y ver el resultado de la autoevaluación que hicimos al comenzar este capítulo. Cuente cuántas respuestas afirmativas puso en la evaluación y dibuje un círculo alrededor de ese número en la línea que aparece debajo: 1

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    Ni la evaluación ni este diagrama de resultados son de tipo científico. Ambas cosas se me ocurrieron en el lapso de una hora. Pero a pesar de su sencillez, creo que esta evaluación constituye una forma veraz de analizarnos a nosotros mismos si es que respondemos honestamente las preguntas y hacemos un círculo alrededor del resultado numérico obtenido. Me permito sugerir que cuanto más cerca esté usted del 10, más seriamente necesita preguntarse: "¿Soy un legalista?" Usted puede pensar que se trata de una cuestión trivial, pero no lo es. Cuanto más cerca esté usted del 10, más seriamente debe preguntarse si su actitud —su anhelo de pureza en la iglesia— puede estar creando un clima de frialdad que aleja a las personas. Esto es especialmente cierto si al terminar la evaluación usted se sintió disgustado porque el mero hecho de que yo hiciera tales preguntas le sugiere que spy unjiberal. Desafortunadamente, la mayoría de los legalistas no comprenden que lo son. Les resulta extremadamente difícil reconocer el daño que sus actitudes están haciendo en las vidas de otras personas. Si usted estuvo cerca del 10 —o en el 9—, lo insto a solicitar la ayuda de Dios para entenderse a usted mismo y sus actitudes. Pídale que le muestre lo que sus palabras y acciones están haciendo a otros. Pídale que cambie su corazón y lo haga un cristiano amable y^amornso, capaz de ganar a las personas para Jesús en lugar de empjujarlos,, hacia él, o alejarlos de él.

    CAPÍTULO

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    Las consecuencias del legalismo Qálatas 5:1-15 ierto miembro de una iglesia a la que yo asistía me dijo en una ocasión que una dama anciana de esa iglesia los importunaba constantemente a él y a su esposa, hasta el hartazgo, reprochándoles el tipo de ropa que usaban, la clase de alimentos que sonsumían, los entretenimientos que elegían, la manera como guardaban el sábado, los programas que veían en la televisión. "Ella es una ancianita sincera, y sé que su intención es buena. Pero francamente, ya estoy cansándome de esto", dijo. "Dígale que no son asuntos de su incumbencia", le sugerí. "Eso no es fácil, ella es una amiga de mi familia y viene a casa casi cada día", repuso él. Dejé allí el asunto, ya que no era de mi incumbencia cómo manejaba él sus amistades. No obstante, este incidente ilustra la lección que Pablo compartió con nosotros en la primera mitad de Gálatas 5. El dijo allí: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo, Pablo, os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley" (vers. 1-3). Pablo dijo que Cristo nos hizo libres para que tuviéramos libertad. ¿Qué significa ser libre? Por una parte, significa ser libre de la noción según la cual somos responsables de la conducta de cada persona que está en la iglesia, o aun en nuestra familia. Significa también ser libres de las

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    personas que piensan que son responsables de nuestra conducta. Y jfSi'supuesto, significa' ser libres de la idea errónea según Ta cual nuestra salvación depende de que obedezcamos todas las normas. No estoy diciendo que debemos eliminar las normas. Simplemente estoy tratando de poner las normas en el lugar que les corresponde. Ellas nos ayudan a vivir vidas ejemplares, y cada cristiano debería ciertamente esforzarse por alcanzar esa meta. Pero las normas no nos salvan. El hecho de obedecerlas no nos salva. Sólo Jesús y la fe en él pueden hacer eso. La libertad en Cristo nos hace libres de la noción según la cual la obediencia a las normas nos salva. Pablo dijo: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud". Note que Pablo no dijo que los cristianos gálatas estuvieran imponiéndose a sí mismos un yugo esclavizante. Este yugo les estaba siendo impuesto por alguien. Y ese alguien era, por supuesto, el partido judío. La libertad cristiana significa, entre otras cosas, que somos responsables ante Dios por nuestra conducta y que no deberíamos permitir que otros nos impusieran su propia opinión acerca de cómo deberíamos vivir. Mi amigo, quien estaba harto de la influencia controladora de aquella amiga de la familia, no sabía cómo poner en práctica el consejo de Pablo. Pero el consejo de Pablo para ese hombre y su esposa es sumamente claro: Estén, pues, firmes en la libertad con que Cristo los hizo libres, y no estén otra vez sujetos al yugo de esclavitud. No permitan que otros, a pesar de su profesa sinceridad, los presionen a adoptar el estilo de vida de ellos. Ni permitan que otros los acosen o molesten al respecto. Las normas de la conducta cristiana son un yugo de esclavitud cuando nos las imponemos a nosotros mismos y las usamos para medir nuestra experiencia espiritual y nuestra condición delante de Dios. Ellas son un doble yugo de esclavitud cuando permitimos a otros que nos impongan su propia manera de entender las normas y juzguen la calidad de nuestra experiencia cristiana por medio de sus ideas acerca de lo que es correcto e incorrecto. Hay dos maneras como podemos permitir que otros hagan esto con nosotros. Una de ellas es cediendo a la presión moral que ejercen sobre nosotros,

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    adecuando nuestra conducta a sus convicciones aunque nuestras propias convicciones no nos exijan esa clase de conducta. La otra manera es viviendo de acuerdo con nuestras convicciones, pero sintiéndonos continuamente culpables porque otros insisten en que estamos equivocados. En ambos casos estaremos permitiendo que otra persona imponga un yugo de esclavitud sobre nosotros. La única manera que conozco de manejar este problema es seguir el consejo de Pablo: Permanecer firmes. No permitirlo. Esto significa hacer lo que mi amigo no estaba dispuesto a hacer, decirle al perseguidor (porque eso es lo que tal persona es): "Yo soy responsableante Dios por mi conducta, no usted, y nuestra amlstad puede continuar sólo si usted deja dé andar detrás de mí por las cosas que hago y que usted no aprueba". No hace falta decirlo con'enojo, pero sí con firmeza. Usted no está diciendo a esa persona que no volverá a dirigirle la palabra o a asociarse con él o ella en la iglesia, sino que el nivel actual de amistad existente entre ambos no puede continuar si esa persona sigue esforzándose por controlar la vida de usted. Eso es lo que significa "echar fuera a la esclava y a su hijo" (Gál. 4:30). Las consecuencias de no asumir esta firme posición pueden ser serias. Pablo dijo: "He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo". ¡Esas son palabras fuertes! Pablo no dijo a los cristianos gálatas: "No se circunciden ustedes mismos". Dijo: "No se dejen circuncidar" por otros. Otra vez llamó la atención a los esfuerzos hechos por el partido judío para imponer su sistema de valores a los cristianos de Galacia, y dijo: "¡No permitan eso!" "Nadie está presionando hoy a los cristianos para que se circunciden", tal vez esté pensando usted. "El consejo de Pablo no tiene nada que ver con las normas de conducta de hoy". Es cierto que la conducta particular en los días de Pablo difería de la actual. Pero como ya lo he señalado en el capítulo anterior, el punto principal del legalismo gálata era el control. Cuando ése llega a ser el núcleo del legalismo de hoy, es tan erróneo como el de entonces, ya sea por tratar de imponer nuestro criterio de la moralidad a otros o por permitir que otros nos impongan sus convicciones, aunque no tengan que ver con la circuncisión, aunque se refieran a

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    asuntos como la dieta, el entretenimiento, la observancia del sábado o la vestimenta. Los otros tienen que dar cuenta de sus vidas ante Dios, y usted y yo tenemos que hacer lo propio con la nuestra. Cada uno de nosotros es responsable sólo ante Dios por la manera como vivimos. Cada vez que permitimos que algún otro ocupe el lugar de Dios en nuestra vida, de nada nos aprovecha Cristo. Esto no significa que la iglesia no tenga nada que decir acerca de la vida de sus miembros. Pablo mandó a los creyentes corintios que desfraternizaran a un hombre que tenía relaciones sexuales con la esposa de su padre (probablemente su madrastra). La inmoralidad sexual, el robo, la blasfemia y el homicidio están entre los pecados por los que una iglesia puede lícitamente disciplinar a sus miembros. Los adventistas del séptimo día incluyen en esa lista el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilícitas. Pero aun en esos casos, el asunto no debería ser controlar la vida de otras personas. Cualquier persona debería sentirse libre de beber, fumar y comportarse sexualmente como quiera, siempre que tal conducta esté de acuerdo con la ley del país donde viven. La iglesia simplemente está diciendo que una persona no puede hacer esas cosas y pretender al mismo tiempo conservar su calidad de miembro de la Iglesia Adventista. Cualquier organización tiene el derecho de fijar las condiciones requeribles para llegar a ser miembro de ese grupo y conservar su condición de tal, y la iglesia no es la excepción a esa regla. La diferencia respecto de los asuntos que tienen que ver con el estilo de vida es el grado de "pecaminosidad" implícito y la posibilidad de que existan diferencias de opinión entre las personas convertidas. La iglesia debe disciplinar pecados serios como el adulterio, pero deberíamos respetar las diferencias de opinión acerca de asuntos de menos importancia, especialmente en los casos donde no existan orientaciones claras y cuando lo acertado o errado de una conducta sea una cuestión de juicio personal. Por ejemplo, una mujer cristiana puede usar con recta conciencia una falda más corta, mientras que otra piensa que ese vestido debería ser más largo. Una persona disfruta escuchando un determinado estilo de música, mientras que otra prefiere otro estilo. Una per-

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    sona puede mirar un programa de televisión que su amigo o amiga cristianos encontrarían inadecuado para ellos. La cuestión no es si una de las personas está en lo correcto mientras que otra está en lo incorrecto. Continuamente me encuentro con personas que hacen cosas que mi conciencia no me permitiría hacer. La cuestión es si esas personas tienen el derecho de vivir en armonía con sus conciencias, libres de la presión que yo podría ejercer sobre ellos y libres de mis chismes acerca de su conducta. Algunas personas parecen emocional e intelectualmente incapaces de reconocer que tales diferencias de opinión pueden ser toleradas y de entender que aun así es posible tener una "buena" iglesia. Según ellos, cada asunto es blanco o negro, tan claramente blanco o negro que cada cristiano debe ser capaz de estar de acuerdo con los demás acerca de qué es blanco y qué es negro. Por supuesto, como lo señalé en el capítulo anterior, esas personas están siempre seguras de que su opinión es la única acertada, y piensan que quienquiera que piense de otra manera está del lado equivocado. No pueden admitir que exista una variedad de opiniones acerca de un mismo tema, eso que a veces llamamos pluralismo. Algunas personas son los peores legalistas dentro de la iglesia. Pueden dividir una iglesia por la mitad. Son capaces de sacar de la iglesia a grandes cantidades de cristianos débiles y, a pesar de eso, felicitarse piadosamente a sí mismos por haber mantenido en alto las normas de la iglesia. Me gustaría analizar seguidamente un tema que se está convirtiendo en un foco de creciente contención dentro de la Iglesia Adventista: el uso de joyas o de bisutería (joyería de imitación) como aros, collares, etc.). Durante mis primeros 40 años de vida, yo podía distinguir en la iglesia entre las damas adventistas y las que no lo eran. Las adventistas nunca usaban aros o adornos por el estilo. Cuando yo daba la bienvenida a la iglesia a una dama que tenía aros, collares o brazaletes, estaba seguro de que esa persona no era adventista. Sin embargo, durante la década del setenta, y en forma creciente durante la del ochenta, las damas adventistas comenzaron a usar esa clase de adornos, especialmente aros pequeños y, en menor

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    escala, collares. Todavía recuerdo cuando hace varios años yo tenía que hacer un esfuerzo consciente para no juzgar a esas damas por la clase de adornos que usaban. Esa era una cuestión entre ellas y Dios, no entre ellas y yo. Es enteramente posible que en varios casos la relación de esas damas con Dios fuera menos que ideal. Pero yo permito que ése sea un asunto de ellas. Hasta el día de hoy me resisto a menospreciar a esas personas por la elección que hacen en materia de adorno personal. Me niego a hablarles de eso y a criticar delante de otros la decisión que ellas tomaron. Veamos ahora las consecuencias del legalismo. Pablo dijo: "De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor" (Gál. 5:46). Pablo destaca en este pasaje algunas cosas acerca de quienes tratan de ser justificados por la ley. Algunos cristianos no logran aplicar este consejo a sí mismos porque aseguran creer en la justificación por la fe. Pero su insistencia en juzgar la espiritualidad de las personas mediante la conformidad de éstas a ciertas normas de comportamiento es una clara evidencia de que la ley es para ellos más importante que la gracia. Pablo dijo dos cosas acerca de quienes tratan de ser justificados por la ley: (1) Se "desligaron" de Cristo, y (2) "han caído de la gracia". Desligarse de Cristo significa no tener relación alguna con él. Si lo que nos salva es una relación especial con Cristo, el hecho de estar desligados de él significa la inexistencia de tal relación, y la consecuencia de ello es la pérdida de la vida eterna. Pablo fue un paso más allá y dijo: "Los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído". Caer de la gracia significa caer del estado de salvación que el creyente disfruta cuando está bajo la gracia. Significa es lar perdido. ¡Las consecuencias del legalismo son serias! Ya hemos hablado lo suficiente acerca del legalismo por el momento. ¿Cómo es un verdadero cristiano? Pablo dijo: "Por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia". La justicia que

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    "aguardamos" está en contraste con la justicia según la ley, enseñada por el partido judío. Una pregunta que podemos hacer aquí es: Cuando Pablo habló de "la esperanza que aguardamos", ¿estaba pensando en la justicia de Cristo que sustituye nuestra conducta pecaminosa y de esa manera nos salva, es decir, la justificación? ¿O estaba pensando en la conducta justa del cristiano que ha sido transformado interiormente, lo que comúnmente denominamos santificación? Una consideración cuidadosa del pasaje en cuestión me sugiere que Pablo tenía en mente la santificación. En primer lugar, la justificación, que nos pone legalmente en armonía delante de Dios, no es algo que el cristiano aguarda. Aguardar significa anticipar algo que se encuentra en el futuro. Pero la justificación ocurre instantáneamente, en el momento mismo cuando confesamos nuestros pecados y ponemos nuestra fe en Cristo. La justificación produce nuestra certeza de salvación y eso es algo que no necesitamos esperar o aguardar. Podemos saber que tenemos eso ahora (véase 1 Juan 5:12, 13). La santificación, por otra parte, ocurre de manera más gradual. Puede decirse ciertamente que esperamos que ocurra un cambio en nuestra conducta por medio de la transformación del corazón. Pablo dijo en Gálatas 5:6: "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor". A muchos legalistas les resulta difícil expresar amor a quienes transgreden sus normas de conducta. ¿Recuerda usted los ejemplos de legalismo que mencioné en el capítulo anterior? Una característica común a los cuatro casos era que quienes se sentían ofendidos eran incapaces de mostrar amor a quienes ellos percibían como pecadores. Los legalistas dirán: "Su presencia está dañando la moral de la iglesia". El cristiano dirá en cambio: "Estoy tan feliz de verte en la iglesia hoy". Recibirán al pecador con un abrazo y le dirán: "Siento interés por ti". Los verdaderos cristianos no miran con ceño a los_pecadores, sino que les sonríen. Tal vez usted ha comenzado a reconocerse como un legalista a la luz de las descripciones que he hecho en el presente capítulo y en los previos. Si usted es un legalista, espero que se haya dado cuenta

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    de ello. Y lo digo con cariño, pues tengo buenas noticias para usted. Dios puede perdonar el legalismo así como puede perdonar cualquier otro pecado. Más aún, él puede ayudarlo a usted a vencer su legalismo. Es posible escapar del legalismo. Probablemente sea uno de los pecados más difíciles de abandonar pues es muy penoso reconocer que existe en nosotros mismos. Pero no se desanime por el hecho de que sea difícil. Lo que importa es que es posible. Analizaremos esto mucho más detenidamente en el próximo capítulo. Hablemos de Gálatas 5:7-12: "Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea. Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!" Pablo habló muy específicamente acerca de quienes estaban creando problemas en Galacia. No dio nombres, pero no cabe duda de que estaba refiriéndose a ciertas personas en particular. Él dijo: "Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?" Los cristianos gálatas ciertamente sabían quiénes los habían estorbado. Sabían exactamente quiénes eran los miembros del partido judío y quiénes simpatizaban con éstos en las congregaciones de Galacia. En el versículo 10, Pablo dijo: "El que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea". Note que Pablo usa la forma singular al referirse al partido judío. Probablemente tenía en mente a una persona específica. Un grupo de personas se había infiltrado en las iglesias de Galacia y una de esas personas era sin duda el líder del grupo. He allí la razón por la que Pablo se refiere a "el que os perturba". Pablo podría haber dado un nombre específico. Probablemente sabía cuál era ese nombre, pero prudentemente dejó ese dato fuera de una carta que debía ser públicamente leída en la iglesia. Ello constituye un ejemplo de cómo deben ser tratados los legalistas que hay en la iglesia: con firmeza, pero también con amabilidad. Pablo dijo finalmente —y ello indica que más de un represen-

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    tante del partido judío había llegado a Galacia—: "¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!" La expresión traducida como mutilar significa en verdad emascular, castrar. ¡Pablo estaba realmente enojado! Lo que él está diciendo es: "Me gustaría que estos perturbadores llegaran hasta las últimas consecuencias y se castraran a sí mismos". En el versículo 9, Pablo dice algo que encuentro sumamente significativo: "Un poco de levadura leuda toda la masa". Pablo se refería a que si no se le ponía freno, el espíritu legalista del partido judío envenenaría finalmente el cuerpo entero de la iglesia cristiana en Galacia. Lo mismo es cierto hoy. El legalismo que no es detenido se esparcirá y crecerá. Y hay una buena razón que explica ese fenómeno: a primera vista parece muy razonable. Los seres humanos no podemos ver cuál es la condición del corazón de las personas, pero podemos ver cómo es su conducta. Así que establecemos normas que nos permiten medir la conducta, y entonces juzgamos la conducta de los demás. En poco tiempo, el espíritu crítico de una persona, que parece tan razonable porque se refiere a algo que es visible y mensurable, se esparce por toda la iglesia. Al igual que una cucharada de levadura, trabaja desde el interior y afecta a toda la masa. Como un diminuto cáncer maligno, ha infectado todo el cuerpo. Creo que la solución para este problema se encuentra en 1 Corintios 4:5: "Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones". La razón por la que Dios nos dice que no debemos juzgarnos unos a otros en este mundo no es que nos falte inteligencia. Lo que nos falta es información. No podemos leer el corazón. Las personas a quienes consideramos pecadoras sobre la base de una observación exterior pueden, no obstante, tener una relación estrecha con Jesús en su interior. Por otra parte, hay personas cuya conducta nos parece de lo más ejemplar y que tal vez estén siendo indulgentes con los pecados más ofensivos dentro de sus corazones y en su vida privada. Somos suficientemente inteligentes como para juzgarnos unos a otros ahora. Y uno de estos días, cuando Cristo regrese, Dios nos dará toda la información necesaria para hacer eso. Entonces, "el Se-

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    ñor... aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones". Entonces tendremos pleno derecho de evaluar la experiencia cristiana de otros, especialmente la de quienes no estén junto a nosotros en el reino de Dios. Entonces entenderemos, como Dios y los ángeles entienden ahora, por qué algunas personas que parecen tan ejemplares en esta vida no recibirán la vida eterna. También entenderemos por qué algunos acerca de los cuales pensábamos que nunca llegarían al reino de Dios estarán allí. En última instancia, el legalismo es el esfuerzo por usar nuestra inteligencia, lo cual es adecuado, para juzgar a otros basándose en datos que no son adecuados. Desafortunadamente, por cuanto el legalismo es tan visible y mensurable, parece adecuado; parece razonable y correcto. Y ésa es la razón por la que puede esparcirse tan rápidamente a través de toda una congregación. Es necesario un discernimiento espiritual especial por parte de los dirigentes de una congregación para evitar que este espirito tome el control de toda una iglesia. Me gusta lo que dice Pablo al comienzo de Gálatas 5:10: "Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo". Pablo expresó su confianza en los cristianos de Galacia. Esta es una de las cosas que a los legalistas les resulta muy difícil. No pueden confiar en que otros emitan juicios correctos. Esa es la razón por la que intentan tan vehementemente imponer su propio juicio sobre los demás. Temen que otros se equivoquen. En su "gran amor" y "profunda preocupación" por otros, quieren ayudarlos a encontrar la vida eterna. Los legalistas preferirían retorcer cea, sus propias manos el pecado que hay en la iglesia antes que creer que los pécador^j^p.deñ'veTft-W ñsós~"pecados en virtud de "sú relación con Dios. Pablo no era de esa idea. Él expresó plena confianza en que los cristianos gálatas vencerían la tentación del legalismo, en que superarían eso y crecerían en su experiencia cristiana. Creo que tenía una confianza particularmente firme en que los dirigentes de la congregación de Galacia impedirían que el legalismo del partido judío tomara el control de sus iglesias. Confiaba en que estos líderes

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    "echarían fuera a la esclava y a su hijo" (Gál. 4:30). Hablemos brevemente de Gálatas 5:13-15: "Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servios por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros". Hay un punto en el que coincido con los legalistas. Las elevadas normas de la conducta cristiana son importantes. Pablo destacó ese hecho cuando dijo: "Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne". Las normas cristianas son una manera de definir la clase de conducta que es aceptable y la que no lo es bajo la ley del amor para con los demás. El problema es que los legalistas ponen la norma por encima del amor. Para ellos es más importante que una persona esté en armonía con las normas. No logran comprender cuán desamorados son en sus esfuerzos por "ayudar" a otros. Pablo no tenía la intención de rebajar las normas de la iglesia o las normas de la Biblia. Los cristianos no deben ser indulgentes con su naturaleza pecaminosa, y, en consecuencia, tampoco deben comportarse 3e*maneras que son obviamente una expresión de la naturaleza pecámlliosa. Pero la motivación que debe animar esas elevadas normas debe ser el amor para con los demás, y no la observancia de "las normas en sí mismas. Quienes insisten en las normas elevadas sin amor, y quienes tratan de controlar a otros, están siendo indulgentes con su propia versión de la naturaleza pecaminosa. Me gustaría concluir este capítulo con el versículo 15: "Tengan cuidado, porque si ustedes se muerden y se comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos" (versión Dios habla hoy). Difícilmente las actitudes legalistas de unos pocos se harán extensivas a toda una congregación. Lo que es mucho más probable es que se produzca una división en la iglesia, entre quienes adoptan las opiniones estrechas de los legalistas y quienes no lo hacen. Desafortunadamente, resulta muy difícil tratar con los legalistas ya que sienten una gran necesidad de controlar a otros y se niegan a dejar de criticar. En su momento, esto desemboca en algo que es casi tan

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    malo como una congregación entera convertida al legalismo: la guerra dentro de la iglesia. Y es muy probable que eso fuera lo que ocurrió en Galacia. La insistencia del partido judío en que los gentiles se sometieran a la circuncisión y a las otras leyes ceremoniales judías había dividido a la iglesia de Galacia en dos bandos. En el momento en que Pablo escribió su Epístola a los Gálatas, aquella división se había convertido en una guerra verbal de enojo, acusaciones, denuncias y recusaciones. Puede que la división estuviera delimitada por fronteras étnicas, con los cristianos judíos de parte del partido judío, y los cristianos gentiles del lado de Pablo. Cuando pensamos en el legalismo como un deseo de obtener el control, es inevitable que esta división ocurriera en las congregaciones de Galacia. Tales divisiones pueden ocurrir en cualquier congregación donde un grupo trata de controlar a otro. Y este problema terminará, tarde o temprano, produciendo heridas emocionales, relaciones rotas y vidas arruinadas. Miles de jóvenes han abandonado su relación con la iglesia, y algunos han abandonado también su relación con Dios, por los esfuerzos que los legalistas de la iglesia han hecho para controlarlos. Jesús dijo que a esos legalistas les convendría que se les atase al cuello una piedra de molino y se les arrojase al mar (véase Luc. 17:1, 2). No es de maravillarse que Pablo advirtiera a los cristianos gálatas en los siguientes términos: "Tengan cuidado, porque si ustedes se muerden y se comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos" (versión Dios habla hoy). Por eso es tan importante que tengamos una comprensión correcta de las normas y de cómo vincularnos con ellas en nuestras relaciones interpersonales. Por eso es tan importante que aprendamos a ser amorosos, comprensivos y amables con quienes no ven las cosas exactamente como nosotros, o no han alcanzado el mismo grado de desarrollo que nosotros en su experiencia cristiana. Recuerdo una declaración de G. R. Beasley-Murrav: "El caminonacia la cruz siempre ha sido más fácil para el publicano que para el fariséoJT.* s s s ! J ^ g a m C ) S n u e s t r o camino hacia la cruz tan fácil como sea posible! Oremos para que Dios nos ayude a comprender el legalismo

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    que existe en nuestro propio corazón. Pidámosle que nos ayude a entender lo que significa realmente ser libres en Jesús. Referencia * The New Century Bible Commetitary [Comentario bíblico del nuevo siglo] (Londres: Marshall, Morgan y Scott, 1974), p. 105.

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    La victoria sobre el legalismo Gálatas 5:15-26

    H

    ace algunos años, mi esposa y yo asistimos a un seminario de historia denominacional dictado en la Universidad Andrews. Uno de los asistentes era un caballero de unos 75 años de edad, con quien compartimos en una oportunidad el almuerzo en la cafetería de la universidad. Durante la conversación, él dijo: "Yo era un legalista acérrimo e intransigente. Estoy seguro de que mi presencia resultaba sumamente desagradable para la gente a la que me acercaba. Debo haber hecho miserable la vida de mi pobre esposa. Pero hace unos tres años, el pastor de mi iglesia presentó una serie de temas acerca de la justificación por la fe, y comencé a verme como realmente era. Estoy agradecido de que Dios haya cambiado mi vida. Él ha transformado mi corazón y ya no soy un legalista". Mientras mi esposa y yo conversábamos con aquel hombre comprendimos que él realmente había sido un legalista y que ya no lo era. Más tarde, cuando estábamos en nuestra habitación, dijimos: "¡Alabado sea Dios. Si eso puede ocurrir con un hombre de 75 años, puede ocurrir con cualquier persona!" La edad no importa cuando Dios transforma los corazones. Sí, la victoria sobre el legalismo es posible. Y ése es el tema de la segunda mitad de Gálatas 5. Creo'que la manera más sencilla de comprender esa sección será verla en primer lugar como un todo, para luego analizar los detalles. Eso nos permitirá movernos entre los versículos con libertad en lugar de examinar versículo por versículo o sección por sección. Será una metodología mucho más adecuada en este caso particular. He aquí los versículos 16 y 17: "Digo,

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    pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis". El punto principal que debemos notar en estos versículos es el conflicto existente entre la naturaleza pecaminosa y el Espíritu. En los versículos 19-23 Pablo analizó detalladamente ambos conceptos. He aquí lo que dice acerca de la naturaleza pecaminosa: "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios" (vers. 19-21). Pablo también se refirió al Espíritu y a su influencia en la vida del cristiano: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (vers. 22,23). Pablo concluye entonces el capítulo con un breve comentario acerca de cómo pueden los cristianos vivir por el Espíritu en lugar de vivir por la naturaleza pecaminosa: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (vers. 24-26). La pregunta que se impone aquí es: ¿Por qué llega Pablo tan lejos, cerca del final de su respuesta al partido judío, como para ocuparse del tema de la naturaleza pecaminosa y de la vida en el Espíritu? La respuesta es muy simple: el legalismo destruye la verdadera espiritualidad y finalmente conduce a los legalistas hacia abajo, precisamente a la senda descendente que ellos están tan ansiosos por evitar, a una vida de pecado que está en armonía con la naturaleza pecaminosa. ¡Y recorren esa senda haciéndose la ilusión de que en realidad están avanzando hacia la santidad! Mencioné antes en este libro que los miembros del partido judío que llegaron a Galacia eran completamente sinceros en su deseo

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    de ayudar a los creyentes gálatas para que experimentaran la salvación. Puedo imaginarlos orando de rodillas en la casa de alguno de sus simpatizantes y rogando a Dios que "abra el camino para que la verdad divina pudiera extenderse por toda Galacia". Yo mismo he hecho muchas oraciones como ésa. ¿Cómo podía ser que individuos tan sinceros estuvieran tan equivocados? Desafortunadamente, también puedo visualizar cuán determinados estaban a destruir la influencia de Pablo en las iglesias de Galacia. Puedo escuchar sus críticas a la teología del apóstol, su esfuerzo por desacreditarlo cuestionando la legitimidad de su apostolado. No cabe duda de que todo lo decían empleando el vocabulario religioso adecuado, pero Pablo reconocía la motivación que se hallaba detrás de sus devotas expresiones. Volvamos al comienzo de la porción bíblica que estamos considerando en este capítulo. En verdad, necesitamos comenzar con Gálatas 5:15, lo cual analizamos en la conclusión del capítulo anterior. He aquí ese versículo junto con los dos que le siguen: "Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis". El hecho de que estuvieran "comiéndose" y "mordiéndose" unos a otros era el resultado de los esfuerzos de los miembros del partido judío por imponer sus opiniones en las congregaciones de Galacia. Los cristianos gálatas que se oponían a ellos probablemente carecían de la madurez necesaria para manejar el problema sin sentirse perturbados ellos mismos, y eso hizo que las peleas y la crítica estallaran en las diversas congregaciones. Con esto en mente, leamos el versículo 16: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne", dijo Pablo. Dos cosas resultan significativas respecto de este versículo. La primera es el hecho de que la hostilidad y la crítica resultantes del legalismo del partido judío eran una manifestación de la naturaleza pecaminosa ("los deseos de la carne") en ambos bandos. La crítica del partido judío contra Pablo y sus esfuerzos por obligar a los gen-

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    tiles a aceptar las demandas de la ley ceremonial del Antiguo Testamento pudieron haber sido el origen del conflicto, pero ambos bandos estaban manifestando su naturaleza pecaminosa. Encuentro muy significativo el hecho de que el legalismo es una demostración precisamente de la misma naturaleza pecaminosa que los legalistas condenan tan vehementemente en otros. He ahí por qué el legalismo es un pecado tan difícil de reconocer en nosotros mismos. Los legalistas se sienten tan bien por el hecho de que no son "malos", que nunca se les ocurre que su espíritu condenatorio puede ser tan pecaminoso como los pecados que condenan en otros. Sin embargo —y esto nos conduce al segundo pensamiento importante presente en el versículo 16—, allí donde Pablo señala el problema, también destaca cuál es la solución: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne". La victoria sobre cualquier forma de legalismo proviene de aprender cómo andar en el Espíritu. Si el legalismo brota de la naturaleza pecaminosa, la clave para vencerlo consiste en aprender a vivir en el Espíritu. Me gustaría analizar lo que significa vivir en el Espíritu en el contexto del proceso a través del cual obtenemos la victoria sobre el pecado. Comenzaremos con el primer paso que los cristianos deben dar para vencer el pecado en sus vidas y avanzaremos hasta el último. Pero para ello nos desviaremos por un momento de la Epístola a los Gálatas, porque allí Pablo analiza sólo el primero y el último de esos pasos. Los otros pasos intermedios son totalmente bíblicos, aunque Pablo no los mencione aquí. El primer paso para obtener la victoria sobre cualquier pecado consiste en reconocer que se trata de un pecado y que somos culpables de él. Eso se llama convicción. La convicción es también el primer paso del cristiano hacia una vida vivida en el Espíritu, pues éste es quien convence de pecado. "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado" (Juan 16:8). Una de las maneras más importantes como el Espíritu Santo nos convence de pecado es por medio de la Biblia. Y puesto que Pablo era un escritor bíblico, el Espíritu podía utilizar su epístola a los

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    cristianos gálatas para convencerlos de pecado. En verdad, la convicción de pecado nunca termina en la vida de los cristianos genuinos. Los cristianos están siempre dispuestos a permitir que el Espíritu les señale otra área de sus vidas que necesita ser sometida a Jesucristo, perdonada y limpiada por su sangre. La convicción es el primer paso en el proceso a lo largo del cual los pecadores llegan a ser cristianos, pues comienza aún antes de que sean cristianos. Jesús dijo que ninguno de nosotros podría ir a él si no fuera porque él toma la iniciativa de conducirnos (véase Juan 6:44), aunque es el Espíritu Santo quien en efecto actúa en nuestra mente y corazón para conducirnos a Jesús. Dios no usó la carta de Pablo a los gálatas sólo para convencerlos del pecado del legalismo que el partido judío estaba tratando de imponerles; pienso que Dios usó aquella carta para tratar de convencer a los integrantes mismos del partido judío acerca de la verdadera naturaleza de sus actitudes y de su conducta. Claro que no sabemos si algunos miembros del partido judío reconocieron la veracidad de las declaraciones paulinas, pero pienso que un gran número de cristianos gálatas, incluyendo a los cristianos de origen judío de Galacia, se rindieron sin duda a la convicción producida por el Espíritu Santo y abandonaron su legalismo. Espero que así haya sido. El legalismo no es la tentación de unos pocos. Es la tentación de cada uno de nosotros. Creo que hay algo de legalismo en todo cristiano. Todos tenemos que resistirnos a la idea de que podemos hacer algo g a r a m e r e ^ E d ^ a l y i ^ n ^ Y sospecho que cada uno de nosotros se ve tentado de vez en cuando a imponer a los demás sus propias opiniones acerca de lo que consideramos moral. Cuando entendemos lo que Pablo dijo a los gálatas, Dios puede usar su epístola para convencernos a cada uno de nosotros del legalismo que hay en nuestro interior. Desafortunadamente, como lo he señalado antes, los legalistas tienden a ser los últimos en reconocer su propio legalismo o en entender que éste es un pecado. ¿Significa eso que no hay esperanza para ellos? Claro que no, o, como lo dijo Pablo: "En ninguna manera" (Gál. 3:21). Tengo buenas noticias para usted. Sí hay esperanza para

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    el legalista. Y puesto que hay un poco de legalismo en todos nosotros, lo que digo se aplica a cada persona que está leyendo este libro, incluyéndome a mí. Comencemos con la raíz del problema: a ninguno de nosotros le complace admitir que estamos equivocados. Sabemos teóricamente que somos pecadores y no nos preocupa admitir eso en un sentido general. En verdad, eso nos hace sentirnos muy acompañados, ya que cada persona es un pecador. Pero odiamos ser demasiado específicos acerca de nuestros pecados. "Sí, Señor, soy un pecador. ¡Pero seguramente no estás refiriéndote a aquello... a eso... o a lo otro!" Créame. ¡Los legalistas no son los únicos que se resisten a reconocer pecados propios y específicos! Todos nosotros hacemos eso todo el tiempo. ¿La opinión de quién pesa más cuando se trata de determinar si una conducta o una característica personal es pecaminosa: la de Dios, la suya o la mía? Pienso que todos estaríamos de acuerdo en que sólo cuenta la opinión de Dios. Así es que no tenemos derecho alguno de decirle nada a Dios acerca de nuestros pecados. Si de veras nos importa la salvación, nuestro principal objetivo no ha de ser decirle a Dios lo que pensamos acerca de nuestra vida, sino escuchar lo que él piensa acerca de nuestra vida. Puesto que el legalismo es un rasgo humano casi universal, cada uno de nosotros debería asumir el hecho de que muy probablemente nos hemos sentido tentados a ser legalistas, y probablemente lo somos en algunos sentidos, aunque más no sea un poco. Además, si tenemos aún la más tenue tendencia al legalismo, Dios lo sabe. En verdad, cuanto más pequeña sea esa tendencia, menos conscientes seremos de su existencia, lo que significa que sólo Dios conoce esa realidad. Con estos pensamientos en mente, he aquí lo que le sugiero que haga. Pida a Dios que le muestre cualquier tendencia que exista en usted hacia el legalismo. En otras palabras, invítelo a que produzca en usted esa convicción. Dígale: "Dios, hazme saber si soy legalista en alguna forma". Si usted siente que no desea hacer esa oración, permítame compartir un par de pensamientos con usted. El primero de ellos es

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    una pregunta que ya hice anteriormente: ¿Qué opinión es más importante para usted: la suya o la de Dios? ¿Siente usted temor de lo que Dios podría decirle? ¡Ese es un terreno peligroso para que un cristiano ponga su pie en él! El segundo punto es el siguiente: esa oración —"Dios, hazme saber si soy legalista en alguna forma"— no va a saltar sobre usted para morderlo. Créame, se trata de una oración perfectamente segura. No le producirá cáncer. Ni siquiera le dará dolor de estómago. Así que aun en el caso de que usted esté seguro de que no es un legalista, no tenga miedo de esa oración. En verdad, cuanto más seguro esté usted de que no es un legalista, menos tiene que temer acerca de esa oración. Porque si usted está tan en lo cierto como cree, entonces Dios concuerda con usted y no intentará convencerlo de que usted es culpable de algo acerca de lo cual es inocente. Por otra parte, seguramente usted estará de acuerdo en que si, a pesar de sentirse seguro de lo contrario, usted es en verdad un legalista en ciertos sentidos, usted necesita al igual que todos saberlo y debería querer saberlo. Así que anímese y eleve la oración: "Dios, muéstrame si ves que soy legalista en algún sentido". Una vez que usted haya elevado esa plegaria, ¿qué puede ocurrir? Probablemente nada en un principio. Dudo que Dios escriba algo en el firmamento. Es improbable que usted tenga una visión o escuche voces provenientes del espacio exterior. La convicción divina de que usted es un legalista, si tal es el caso, se producirá muy probablemente de una manera mucho más sutil. Simplemente repita esa plegaria una vez al día durante no menos de un mes. Si usted es en verdad un legalista en algún sentido, mucho o poco, Dios comenzará a mostrárselo claramente por medio de los acontecimientos de su vida cotidiana. Así es como él opera generalmente. La convicción es el primer paso en el camino que conduce a los pecadores hacia la salvación. El arrepentimiento es el segundo paso. La convicción es la voz del Espíritu Santo señalándonos los errores que hay en nuestra vida. El arrepentimiento es nuestro reconocimiento de que Dios tiene razón. La parte que nosotros desempeña-

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    mos en la convicción es mayormente pasiva. El Espíritu Santo toma la iniciativa de colocar pensamientos en nuestra mente sin siquiera pedirnos permiso. Pero en lo que respecta al arrepentimiento, somos nosotros quienes debemos decidir si aceptamos lo que Dios nos dice acerca de nuestros pecados. Dios no nos obligará a arrepentimos. No obstante, nadie jamás se arrepentiría por sí .misino* por iniciatj.ya.4¿rop¡a. Es Dios quien nos conduce al arrepentimiento. Aunque él no nos obligará a aceptar su veredicto acerca de nuestros pecados, nos da el poder necesario para tomar esa decisión. Esto puede ilustrarse con la imagen de un niño extendiendo su mano hacia un frasco con galletitas que se encuentra en lo alto de un estante sin poder alcanzarlo, y su madre alzándolo para que él pueda extraer una de dentro del recipiente. En verdad, toda vez que decimos que Dios hace algo por nosotros en el ámbito de nuestra mente, como convencernos o a ayudarnos a que nos arrepintamos, es el Espíritu Santo quien realmente hace esas cosas. El Espíritu Santo es el integrante de la Trinidad que habita en nosotros (véase Juan 14:17). En consecuencia, el arrepentimiento es también parte de aquello a lo que Pablo se refiere en Gálatas cuando habla de "vivir en el Espíritu". Supongamos que usted ha estado repitiendo por lo menos una vez al día la oración que le sugerí, y a veces dos o tres veces al día: "Dios, muéstrame si soy un legalista en algún sentido". Imagine que más o menos una semana después de eso, usted está hablando con un amigo por teléfono, cuando repentinamente surca su mente el pensamiento de que algunas de las palabras que acaba de pronunciar se parecen a algo que leyó uno o dos capítulos atrás en este libro. Unos días después, usted escucha que alguien utiliza en la iglesia la misma clase de expresiones y vuelve a recordar que leyó algo al respecto en este libro. Lo mismo le sucede dos o tres veces durante la semana siguiente, y el sábado siguiente usted ya comienza a preguntarse si eso que le ocurre es evidencia de que el Espíritu Santo está tratando de decirle algo. Dios dispone de mil maneras para producir en su mente la convicción de que usted es un legalista. La situación imaginaria que describí en el párrafo anterior es un ejemplo de cómo podría él ha-

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    cerlo. Pero él tiene muchas otras maneras. En el transcurso de la primera semana durante la cual usted esté repitiendo aquella oración, alguien podría acercarse directamente a usted y decirle con todas las letras: "Eres un legalista". ¡Eso podría ser una forma de respuesta a su oración! Cualquiera sea la forma como Dios produzca en su mente la convicción de que usted es un legalista, el siguiente paso, como lo señalé anteriormente, debe ser el arrepentimiento. Desafortunadamente, si usted se parece a la mayoría de nosotros los pecadores, no le gustará la idea de arrepentirse simplemente porque el Señor le haya mostrado que necesita hacerlo. Así que, ¿cómo puede usted arrepentirse cuando no quiere hacerlo? Hay una forma de lograrlo que da resultado: obligúese a sí mismo. Usted puede decidir arrepentirse, así como un bebé puede decidir que quiere alcanzar una galletita que se encuentra en un estante inaccesible para él. Pero usted no puede realmente arrepentirse hasta que el Espíritu Santo lo "alce" para que usted lo pueda lograr. Así que le sugiero dos plegarias adicionales. En primer lugar, diga: "Si eres tú quien me está hablando y si realmente estás tratando de decirme que soy un legalista en relación con ese asunto, sigue produciendo esta convicción en mí". La segunda plegaria es en realidad una adición a la primera: "Señor, si en verdad eres tú quien me está hablando, ayúdame a que quiera aceptar lo que me estás mostrando, aunque en este momento yo no sienta la disposición a aceptarlo". Eso equivale a pedirle a Dios que lo eleve para que usted pueda poner su mano dentro del frasco de las galletitas, es pedirle que lo ayude a arrepentirse. Usted no tiene nada que perder al pronunciar esas plegarias. Dios no le dirá que usted es un legalista si en verdad no lo es. Por otra parte, si usted es un legalista, querrá saberlo para poder enfrentar el problema. En cualquiera de los dos casos, ¡es usted quien sale ganando! Vivir en el Espíritu no es tan malo después de todo, ¿verdad? En última instancia, es simplemente cooperar con lo que ya sabíamos que Dios quiere hacer por nosotros y en nosotros. Si Dios le muestra a usted que ha sido un legalista en algo que

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    parece una pequeñez, piense que ello puede ser la clave o la evidencia de que usted también es legalista en otros sentidos que ni siquiera sospecha. Siga elevando esas oraciones. ¡Dios seguirá respondiéndolas! Si usted descubre que ha sido un legalista furibundo durante años, la súbita percepción de que ha dañado a muchas personas a lo largo de la vida podría dejarlo sumamente agobiado. Aquí es donde el tercer paso del proceso resulta absolutamente esencial: confesión y perdón. Pongo esas dos cosas juntas porque Dios lo hace: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). La victoria sobre cualquier pecado requiere confesión. Los alcohólicos que vencen su adicción por medio de Alcohólicos Anónimos han aprendido eso. Sólo hace cincuenta años el mundo conoció una manera de que los alcohólicos pudieran controlar su hábito. Antes de eso, fueron muy pocas las personas que realmente vencieron el alcoholismo. Estoy convencido de que Alcohólicos Anónimos tiene éxito porque emplea un método profundamente espiritual para enfrentar el problema. Y me parece sumamente significativo que varios de los doce pasos del método empleado por Alcohólicos Anónimos tienen que ver con la necesidad de reconocer y confesar el pecado; en el caso de ellos, el pecado del alcoholismo. He aquí los pasos que tengo en mente: Paso 4: "Hagamos un análisis y un inventario moral valiente acerca de nosotros mismos". Paso 5: "Admitamos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestros errores". Paso 8: "Hagamos una lista de todas las personas a las que hemos lastimado, y desarrollemos la disposición a reparar todo ese daño que hicimos". Paso 9: "Compense directamente a esas personas por el daño que les hizo siempre que eso sea posible, excepto en los casos en que hacer eso significaría perjudicar a otras personas". Los doce pasos de los Alcohólicos Anónimos dan resultado en personas de toda clase de religión que los ponen verdaderamente en práctica. También funcionan en el caso de personas que no tienen

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    una fe religiosa en particular. ¡Incluso funcionan con personas que no creen en Dios! Alcohólicos Anónimos ha demostrado que es así vez tras vez a lo largo del tiempo. La pregunta es: ¿Por qué? Creo que la respuesta es que Dios hizo que la mente humana funcione de esa manera. La confesión es una actividad profundamente espiritual. Admitir nuestras faltas ante nosotros mismos y confesarlas a quienes hemos dañado es el método divino para que cualquiera pueda vencer un mal hábito. Esa es la razón por la que Dios nos habla acerca de eso en las Escrituras. Si usted desea sinceramente vencer el legalismo que Dios le está mostrando, es esencial que usted haga algo por aquellas personas a quienes ha dañado con sus actitudes y palabras. Esto puede ser extremadamente difícil. En verdad, algunas personas lo han encontrado imposible. Pero las buenas noticias son que no tiene por qué ser así. Hay otra oración que usted puede elevar para manejar el dolor y la dificultad implícitos en la confesión: "Dios, ayúdame a querer confesar este pecado". Una vez que usted ha confesado su falta, tiene el perfecto derecho de reclamar el pleno y completo perdón divino. La Biblia dice que "si confesamos" —y cuando usted hace su confesión ya ha cumplido esta condición—, "él es fiel y justo para perdonar". El perdón divino tiene dos aspectos. En primer lugar, se trata de una transacción legal que ocurre en los libros de registro del cielo. Dios escribe la palabra "perdonado" sobre ese pecado. En verdad, la Biblia dice que ¡lo borra (véase Isa. 44:22)! Dios lo trata a usted como si nunca hubiera cometido esa falta. El segundo aspecto del perdón ocurre en su mente y en su corazón. Usted experimenta entonces una sensación de paz porque sabe que Dios lo acepta tal cual es. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Rom. 5:1). Algunas personas encuentran que esta paz no se produce en ellos inmediatamente después de que confiesan un pecado. Si eso le ocurre, pídale a Dios que ponga esa paz en usted. El lo hará a su tiempo y a su manera. Pienso que también es importante recordar

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    que usted tal vez siga sintiendo tristeza o inclusive dolor por el daño que ha causado a otros. Esto es especialmente probable si esas personas perjudicadas no aceptan su confesión ni lo perdonan. Pero eso no tiene por qué privarlo de su sensación de estar en paz con Dios. Ahora estamos listos para referirnos al último paso del proceso para vencer el legalismo: la conversión. "¡Pero si yo me convertí hace años! ¿A qué se refiere usted cuando dice que necesito conversión?", podría estar pensando usted. Es probable que usted en verdad se haya convertido hace tiempo. Pero, ¿cuán a menudo dijo Pablo que moría? ¿Y qué quiso decir con la expresión:"Cada día muero" (1 Cor. 15:31)? Como usted recuerda, Pablo utiliza en Romanos 6 la muerte y la resurrección de Jesús como una ilustración de la muerte del cristiano al yo y de su resurrección a una nueva forma de vida (véase Rom. 6:3, 4). Eso es la conversión. Así que si Pablo dijo que moría cada día, eso significa que también era resucitado a una nueva vida cada día. O, para llevar la ilustración hasta su conclusión lógica, Pablo era convertido cada día. Me gustaría sugerir que la conversión incluye dos aspectos. La primera forma de la conversión es la que todos los pecadores experimentan cuando van a Cristo por primera vez. Demos a esta conversión el nombre de "conversión general". No obstante, como todos sabemos, Dios no nos da la victoria instantánea sobre todos nuestros defectos de carácter en el momento cuando lo aceptamos como nuestro Salvador personal. Vencer esos defectos requiere cierto tiempo. Necesitamos convertirnos de cada uno de esos defectos, y en el caso de algunos de ellos —probablemente en la mayoría de ellos— tendremos que experimentar la conversión muchas veces, hasta que la nueva manera de vivir se haya fijado permanentemente a nuestro carácter. Puesto que este aspecto de la conversión tiene que ver con áreas o pecados específicos de nuestra vida, demos a esas conversiones repetidas el nombre de "conversión específica". Creo que Pablo estaba refiriéndose a la conversión específica, no a la general, cuando escribió la parte de Gálatas que estamos examinan-

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    do en este capítulo: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (vers. 24, 25). Tal vez usted se esté preguntando qué tienen que ver estos versículos con la conversión. Y la respuesta es: "Mucho". Note que Gálatas 5:24 se refiere a la muerte de la naturaleza pecaminosa, y que los versículos 16 y 25 hablan de la nueva vida en el Espíritu. "Vivir por el Espíritu" significa estar convertido. En el versículo 16, Pablo dijo que la manera de no vivir según la vieja naturaleza pecaminosa es vivir en el Espíritu, es decir, estar convertido. Analicemos específicamente la expresión "vivir por el Espíritu" y lo que significa estar convertido. En Romanos 8:5, Pablo dijo algo similar a lo registrado en los versículos de Gálatas que acabamos de analizar: "Los que son de la carne, piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu". Quiero que usted note un punto importante de Romanos que Pablo no menciona en Gálatas. Él habló allí del contenido del pensamiento. Podemos tener nuestra mente puesta en lo que desea nuestra naturaleza pecaminosa o en lo que el Espíritu Santo desea. La pregunta es: ¿Qué significa tener la mente puesta en lo que el Espíritu desea? ¿Cómo logran eso los cristianos? No es tan complicado como podría parecerle. Ya nos hemos referido a eso. ¿Recuerda usted las plegarias que le sugerí elevar a Dios? Veámoslas nuevamente: 1. Dios, muéstrame si soy legalista en algo. 2. Señor, si eres tú quien me está hablando, y si realmente estás tratando de decirme que soy un legalista en eso, sigue produciendo en mí esa percepción. 3. Señor, si eres tú quien me está hablando, ayúdame a querer aceptar lo que me estás diciendo aunque en este momento no me agrade aceptarlo. Pensar en lo que el Espíritu desea significa elegir el camino de Dios por encima de lo que nuestra naturaleza pecaminosa desea. Y cada vez que usted eleva alguna de esas oraciones está decidiendo poner su mente del lado de Dios, pensando lo que el Espíritu de-

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    sea. No obstante, debo prevenirlo de que no siempre resulta fácil elevar esas oraciones. No siempre es fácil elegir el camino de Dios. No siempre es fácil pensar en lo que el Espíritu desea. He aquí cómo describe Pablo este problema: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gál. 5:17).* Su vieja naturaleza pecaminosa no se someterá ni permitirá que se le dé muerte sin oponer resistencia. Usted descubrirá que su deseo de incurrir en el legalismo reaparecerá vez tras vez. Y a veces parecerá tan acertado. He allí lo engañoso del legalismo. Parece acertado. Y no sólo parecerá acertado; puesto que es parte de su naturaleza pecaminosa, usted querrá que siga funcionando. Usted querrá seguir siendo legalista. ¿Cómo hará frente a eso? Pablo nos da una clave en el versículo 24: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos". ¿Qué significa crucificar la carne (la naturaleza pecaminosa)? Bien, ¿qué significa crucificar algo? Significa conseguir unos trozos de madera, formar una cruz con ellos y clavar allí lo que usted se propone crucificar. Por supuesto que usted no puede extraer de su cerebro su naturaleza pecaminosa y clavarla en una cruz. Se trata de una metáfora. ¿Cuál es entonces el significado real detrás de esas palabras? ¿Cómo se sentiría usted si alguien lo acostara sobre una cruz, extendiera sus manos y las atravesara con clavos? ¿Y cómo se sentiría si esa misma persona fijara sus pies al madero vertical mediante otro clavo? Creo que no se sentiría muy a gusto. En verdad, ¡estoy seguro de que esa sería la experiencia más difícil de su vida! Eso es lo que significa crucificar la naturaleza pecaminosa, muy probablemente la experiencia más dolorosa de su vida. Esa es la razón por la que usted necesita estar muy cerca del Espíritu Santo mientras está pasando por esa experiencia. He allí la razón por la que usted necesita pronunciar esas tres plegarias y cualquier otra que a usted se le ocurra y que se parezca a ellas. Por cierto, me gustaría ahora compartir con usted una cuarta oración que lo ayudará a

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    crucificar su antigua naturaleza pecaminosa: "Señor, ayúdame a no querer ser un legalista". Cada vez que perciba un pensamiento legalista asomándose a su mente, cada vez que aquella vieja manera de vivir apele a sus emociones, eleve esa oración. "Señor, ayúdame a no querer ser un legalista". "Transfórmame para que ya no tenga el deseo de ser un legalista". Pronunciar esas oraciones será lo que menos le agrade en el momento cuando arrecie el deseo más intenso de ceder a su antigua naturaleza legalista. Pronunciarlas será un asunto de decisión, un ejercicio de la voluntad. Pero si las pronuncia, y las sigue diciendo cada vez que se sienta tentado a ceder a su vieja naturaleza legalista, le garantizo que darán resultado. Dios producirá ese cambio en su mente y en su corazón, y usted descubrirá que el legalismo se desvanece de su vida, posiblemente más rápido de lo que usted jamás habría soñado que fuera posible. Y aquí hay algunas buenas noticias para usted. Usted será mucho más feliz cuando venza su legalismo. Usted sentirá la mayor libertad cuando comprenda que no es responsable de la conducta de cada persona de la iglesia. Usted no tiene que tratar de controlar a los demás y sentirse frustrado o deprimido cuando ellos se niegan a cooperar. Y tengo otra buena noticia para usted. El método que he compartido con usted para vencer el legalismo es eficaz para vencer cualquier otro pecado que usted esté tratando de abandonar.

    Referencia * La expresión "carne" es traducción exacta del original griego y tiene el sentido de: naturaleza humana pecaminosa. Otras versiones de la Biblia traducen esa expresión como "malos deseos" {Dios habla hoy).

    CAPÍTULO

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    Cómo tratar con los legalistas Gálatas 6

    o acababa de llegar a casa desde el trabajo y me puse a revisar la correspondencia recibida durante la tarde. Casi al final de la pila encontré el último número de la Revista Adventista en inglés, asi que la tomé en mis manos y comencé a hojearla. Un artículo que estaba cerca de las páginas centrales de la revista cautivó tanto mi atención que empecé a leerlo. Cuando llegué al tercer párrafo ya no podía dejarlo. Me gustaría compartir con usted algo de ese material: "Mi padre, mi madre, mi hermana y yo asistimos a fines de la década del 70 a un Seminario de Revelaciones del Apocalipsis que un evangelista estaba dictando en nuestra ciudad. Mis padres y mi hermana aceptaron al Señor y desearon ser bautizados. Yo todavía no había llegado a conocer al Señor, pero la presión de mi familia y de la iglesia por bautizar una familia entera hizo que yo consintiera en dar ese paso. "Después de nuestro bautismo como familia, caímos en una ratina consistente en asistir a la iglesia alternando con algunas ausencias de tanto en tanto. No hace falta decir que nuestra vida y nuestras prácticas no siempre estaban en armonía con las normas de la iglesia. Durante uno de los períodos en los que no asistíamos a la iglesia, los ancianos de la iglesia vinieron a visitarnos. Me di cuenta de que algo andaba mal cuando rehusaron tomar asiento o aceptar 221

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    cualquier hospitalidad. Dijeron que venían de parte de la junta de la iglesia. "Dijeron que la junta de la iglesia había votado nuestra exclusión de la lista de miembros pues nuestra asistencia irregular y otras actividades que no representaban correctamente las normas de la iglesia eran una mala influencia para otros miembros de la iglesia. Dijeron que dábamos a la comunidad una mala impresión acerca de la Iglesia Adventista. Dijeron que existía la posibilidad de que fuéramos aceptados nuevamente como miembros de la iglesia si cambiábamos completamente y llegábamos a ser mejores cristianos. "Nunca olvidaré ese día ni la intensidad de mis pensamientos y sentimientos. Podía sentir el calor de las lágrimas que brotaban de mis ojos. Corrí a mi habitación reprimiendo aquellas lágrimas. Aquellos hombres representaban a Dios para mí; eran la voz de Dios. Puesto que ellos me rechazaron, Dios también me había rechazado sin duda. Dirigí mi ira hacia Dios, y todavía recuerdo el dolor que experimenté cuando le di la espalda" (14 de mayo de 1992, p. 11). La autora se refiere luego a los años de sufrimiento que soportó. Ella está entre los afortunados que, después de recibir un trato semejante, reanudaron su relación con la iglesia. La mayoría nunca lo hace. Esta autora narró su versión de lo ocurrido, el rechazo de la iglesia tal como ella lo sintió. Me gustaría conocer el otro lado de la historia. Posiblemente sonaría muy diferente. Pero desafortunadamente, aunque el hecho de conocer el otro lado de la historia moderara la aparente insensibilidad demostrada en este caso particular, lo que esta persona describe sucede continuamente en las denominaciones cristianas conservadoras, incluyendo a la Iglesia Adventista. En consecuencia, encuentro el incidente sumamente creíble. Concedamos por el momento que el hecho ocurrió más o menos como la autora lo describió, es decir, que los ancianos que visitaron su hogar fueron realmente tan insensibles como ella los percibió. Es el ejemplo clásico de la clase de naufragios humanos que los legalistas pueden dejar como estela a su paso. Los dirigentes de esa congregación parecen haber estado más preocupados por las ñor-

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    mas y el buen nombre de la iglesia que por el bienestar espiritual de sus hermanos descarriados. Leí la historia a mi esposa mientras ella preparaba la cena, y su respuesta inmediata fue: "¡Qué horrible! ¿Por qué no pudieron esos ancianos tratar a esas personas de manera salvadora en lugar de empujarlos fuera del camino?". Esa es una buena pregunta. Cada uno de nosotros debe pensar acerca de ello, especialmente quienes somos dirigentes en la iglesia de Dios, quienes tenemos de tanto en tanto la responsabilidad de tratar con hermanos que no están viviendo en armonía con las enseñanzas de la Biblia y de la iglesia. Pero me gustaría proponer una pregunta diferente: ¿Cómo podía alguien que reconociera la actitud legalista de esos ancianos haber tratado con ellos mismos, quienes, por más sinceros que fueran, manejaron aquella situación tan cruelmente? Esa pregunta nos traslada al corazón mismo del tema de este capítulo: cómo proceder con los legalistas. Y creo que a eso se refirió Pablo en la primera parte de Gálatas 6. El comenzó diciendo: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre" (vers. 1). Dediquemos un momento a repasar lo que conocemos acerca de la historia de la iglesia de Galacia. Pablo la estableció en esa región mientras se recuperaba de una dolencia. El enseñó el evangelio a sus nuevos conversos y los dejó regocijándose en la nueva fe que acababan de conocer. Desafortunadamente, tras su partida, una secta legalista de cristianos judíos proveniente de Jerusalén infiltró la iglesia de Galacia, y sus integrantes adoptaron una actitud intolerante para con quienes no estaban viviendo a la altura de las normas según ellos (los del partido judío) las interpretaban. No obstante, ningún miembro de la iglesia aceptó las enseñanzas del partido judío. En verdad, varios de ellos se opusieron firmemente a esas enseñanzas, a tal punto que la iglesia llegó a estar seriamente dividida. En su momento, se declaró una guerra en la que ambos bandos se criticaban abiertamente y se condenaban entre sí. Este es el contexto del consejo paulino: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,

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    restauradle con espíritu de mansedumbre". La pregunta que surge es: ¿Quiénes eran los pecadores a los que se refiere Pablo? Existen por lo menos dos posibilidades. Una de ellas es que esos pecadores eran personas a quienes el partido judío y sus simpatizantes estaban tratando de reformar. Los legalistas son famosos por tratar severamente a quienes ellos consideran pecadores, y es posible que Pablo los estuviera animando a ser más amorosos. De ser ése el caso, puede que él estuviera diciendo algo así: "Por favor, legalistas, traten amablemente a quienes están luchando con el hábito de decir malas palabras". "Por favor, sean amables con las jóvenes solteras de la iglesia que quedan embarazadas". "Por favor, traten con bondad a los gentiles que salieron del paganismo para unirse a la iglesia y que todavía tienen algunos malos hábitos que deben vencer". Sin embargo, me gustaría que usted pensara en el consejo de Pablo desde una perspectiva levemente diferente, y ésta es la segunda interpretación posible de la expresión: "Si alguno fuere sorprendido en alguna falta". Podría ser que Pablo estuviera pidiendo a la iglesia que fuera más amable ¡con los legalistas! El tono severo con que se dirige a los legalistas en una sección anterior de la epístola parece contradecir esta interpretación, pero lea los próximos dos o tres párrafos antes de desechar completamente esa posibilidad. En la segunda mitad de Gálatas 5, Pablo contrasta las obras de la carne con los frutos del Espíritu, y en su lista de "obras de la carne", mencionó las enemistades, los pleitos, las iras y las contiendas juntamente con las borracheras y las orgías. Exhortó a los cristianos de Galacia a dejar de "morderse y comerse unos a otros" para que no se consumieran unos a otros. Y en el último versículo del capítulo 5 dijo: "No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros". Al principio del capítulo 6, él dijo: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta...". ¿Qué clase de falta? ¿Quién estaba en falta en Galacia? Quienes estaban mordiéndose y comiéndose unos a otros. Quienes estaban creando divisiones. El partido judío y sus simpatizantes. Esa era la gente que estaba condescendiendo con su naturaleza pecaminosa,

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    quienes necesitaban ser restaurados. Y Pablo dijo: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre". Es imposible saber exactamente qué tenía en mente Pablo cuando se refirió a quienes estaban en falta dentro de la iglesia, pero su exhortación era para que se los tratara con bondad, tanto a quienes son culpables de legalismo como a quienes lo son por cualquier otro pecado. Eso suena extraño cuando recordamos el consejo aparentemente duro que dio Pablo en Gálatas 4:30: "Echa fuera a la esclava y a su hijo". Sin embargo, el legalismo es una manifestación de la naturaleza pecaminosa, tanto como la glotonería, la ebriedad y la inmoralidad sexual. Si Dios nos pidió que tratáramos con amabilidad a quienes son culpables de manifestar esos aspectos de la naturaleza pecaminosa que nosotros llamamos ebriedad e inmoralidad sexual, ¿por qué deberíamos tratar de manera diferente a quienes manifiestan aspectos de la naturaleza pecaminosa que llamamos legalismo? Desafortunadamente, debo confesar que la actitud que los no legalistas encuentran más fácil de manifestar para con los legalistas es la misma rudeza que condenan en éstos. La pregunta es: ¿Cómo podemos tratar amablemente a los legalistas cuando nuestro primer impulso es ser duros con ellos? Creo que hay tres cosas que pueden ayudarnos. Primero, debemos recordar que los legalistas están en su derecho de sostener sus propias opiniones. Puede que no estemos de acuerdo con ellos, pero tenemos el deber de respetarlos. Aun cuando tratan de imponer sus opiniones a otros, debemos ser respetuosos con sus opiniones. Podemos intervenir en esa situación —y hablaremos de eso luego—, pero aun el hecho de que estén tratando de imponer sus opiniones a otros no nos da derecho a mostrarnos irrespetuosos con sus convicciones. No debemos burlarnos de las opiniones de los legalistas, independientemente de cuán extrañas puedan parecer. En la medida en que nos mostremos irrespetuosos para con las opiniones de los legalistas, perderemos incluso la oportunidad de conducirlos a una comprensión más clara de los asuntos espirituales.

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    En segundo lugar, necesitamos reconocer que Dios ama a los legalistas y los ayuda en la medida de la comprensión que tengan de lo correcto y de lo erróneo. Este hecho queda ilustrado por una familia que conocí hace años y que creía que era incorrecto usar ropa hecha de distintas clases de fibras (véase Lev. 19:19). Cuando iban a la tienda a comprar ropa para sus hijos, pedían al vendedor ropa confeccionada ciento por ciento de algodón. Eso era difícil de conseguir en aquella época, ¡pero allí había una familia buscando ropa hecha enteramente de algodón para vestir a varios niños y niñas de los pies a la cabeza! El vendedor buscaba y buscaba hasta que finalmente encontraba ropa para niños hecha enteramente de algodón. Pantalones, camisas, polleras, todo era de algodón. Pero había un problema adicional. La ropa de algodón puro costaba casi tres veces más que la confeccionada con mezcla de fibras. Aparentemente la demanda de ropa de algodón era tan reducida que el fabricante tenía que ponerle un precio elevado para que le quedara un margen de beneficio. El padre de aquella familia explicó al vendedor sus creencias religiosas y le preguntó si, en vista de ello, la tienda estaría dispuesta a venderles la ropa de algodón al mismo precio que la de fibras mixtas. El vendedor consultó entonces con su supervisor y volvió con una respuesta afirmativa. Usted puede imaginar el gozo de aquel padre cuando me narró el incidente unos días después. "¡Vea cómo proveyó el Señor! Vale la pena obedecer lo que la Biblia dice". Usted y yo sonreímos al pensar en esa historia. Sacudimos nuestra cabeza y pensamos: ¿Es posible que Dios se aviniera a cooperar con semejante disparate? Y yo digo que sí. ¡Absolutamente! Creo que Dios honra las convicciones honestas de toda persona. Creo que cada uno de nosotros tiene convicciones que hacen sonreír a Dios. Dudo que haya alguien que no haga de tanto en tanto cosas que hacen reír —o llorar— a Dios y a los ángeles. ¿Acaso nos ayuda Dios sólo cuando nuestras ideas y nuestra conducta tienen sentido para él? ¡Claro que no! ¿Rechaza un padre un pedido simple de un hijo sólo porque aquel piensa que el pedido es una tontería? Tal vez algunos padres,

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    pero puedo asegurarle que no son los mejores padres. Los mejores padres conceden a sus hijos lo que éstos les piden, siempre que les resulte posible y que no dañe a nadie, independientemente de lo que los padres piensen acerca de lo solicitado. Así que el segundo principio que debe tenerse presente mientras estemos en contacto con legalistas es que Dios los ama y trabaja con ellos dentro de la medida de la percepción que ellos tengan de lo que es correcto o erróneo. Lo tercero que debemos recordar acerca de los legalistas es que son absolutamente sinceros. Nunca he conocido legalistas que pretendan destruir la iglesia. Ellos quieren ayudar a la iglesia. Quieren ayudar a sus respectivas familias. Hace varios años, cuando yo era pastor en Texas, tuve un feligrés que era conocido por su actitud legalista. Él fue un día a verme a mi oficina. Quería hablar acerca de sus hijos, quienes todavía eran lo suficientemente jóvenes como para conformarse a los deseos de su padre, pero yo me temía que llegaría el momento cuando la dureza de éste y su espíritu crítico y enjuiciador terminaría apartando a sus hijos de sus raíces espirituales y de la iglesia. No obstante, aquel querido hermano lloraba mientras compartía conmigo su profunda preocupación por sus hijos. El no pretendía que se alejaran de la iglesia. Nada estaba tan cerca de su corazón como sus hijos, y deseaba desesperadamente verlos salvos. Los legalistas son absolutamente sinceros, y sólo puede ayudarlos de manera redentora quien logre ver debajo de su áspero exterior su profundo anhelo de que la iglesia entera esté en armonía con Dios. Para ayudar efectivamente a los legalistas debemos, pues, respetar sus opiniones, aunque no estemos de acuerdo con ellas. Debemos reconocer que Dios los ama y que obra en favor de ellos en los términos de ellos, no en los nuestros. Y debemos entender que su deseo de que la iglesia prospere es tan profundo como el nuestro. Si podemos aproximarnos a los legalistas de esta manera, estaremos en mejores condiciones de seguir el consejo del apóstol Pablo y los trataremos amablemente. Pablo mencionó una cualidad extremadamente importante de

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    quienes son llamados a tratar con los pecadores en la iglesia, incluyendo a quienes son culpables del pecado del legalismo. Pablo dijo que los tales deben ser espirituales. "Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre", dijo. Ser espiritual significa tener una relación estrecha con Jesús. Significa poseer ciertos dones del Espíritu, tales como la fe, sabiduría y discernimiento. Es extremadamente importante que la iglesia comisione solamente a las personas más espirituales para tratar con quienes están creando facciones y divisiones en la congregación. En la mayoría de los casos, esas personas serán los ancianos, quienes fueron señalados para esa posición por sus cualidades para el liderazgo espiritual. En la segunda parte del versículo 1, Pablo dijo algo que también es importante: "Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". Quienes reciben de la iglesia la misión de tratar con el pecado, deben tener cuidado de que el mismo pecado que tratan de corregir en otros no haga presa de ellos. Y en ningún otro caso es tan grande ese riesgo como cuando tratamos con legalistas. Estos tienen la singular facultad de suscitar en nosotros la misma dureza que condenamos en ellos. Esto sucede porque los legalistas nos hacen sentir airados, lo cual desemboca en la dureza. Quienes no somos legalistas — o pensamos que no lo somos— tendemos a airarnos con los legalistas por dos razones. En primer lugar, nos enojamos con ellos cuando tratan de imponernos sus opiniones. Y segundo, nos airamos con ellos cuando su espíritu crítico y desconsiderado lastima a cristianos más débiles. He allí por qué el legalismo puede producir semejante estrago en una iglesia. No es sólo porque la ira de los legalistas se descontrola. Con frecuencia, quienes tratan de entrar en razones con los legalistas terminan tan airados como éstos. Los legalistas se enfurecen cuando entran en contacto con los no legalistas y éstos se enfurecen en contacto con aquéllos. En tales circunstancias, la iglesia se convierte pronto en un campo de batalla. Examinemos los versículos 3-5 a la luz del problema de legalismo que Pablo estaba enfrentando en Galacia. El dijo: "Porque el

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    que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro". Este es un consejo extremadamente importante para quienes tengamos que tratar con legalistas. Recientemente leí una carta sumamente crítica y dura que cierta persona dirigió a un grupo de amigos míos y en la que criticaba a un grupo de personas a las que consideraba legalistas. Era obvio que el tal tenía un muy elevado concepto de sus cualidades espirituales. Pero su carta estaba llena de acusaciones y comentarios insidiosos acerca de la supuesta estrechez mental de sus oponentes. En mi opinión, este hombre debería haberse juzgado a sí mismo antes de juzgar a aquellos a quienes estaba acusando. Debería haber revisado sus propias palabras y acciones antes de revisar las de ellos (véase Mat. 7:1-5). Quienes se burlan de los legalistas están en última instancia comparándose con ellos y diciendo: "Dios, te doy gracias porque no soy como esos legalistas" (véase Luc. 18:11). ¡Es tan fácil para los no legalistas pensar que son algo cuando no son nada! Quisiera ahora llamar su atención a una aparente contradicción a la que me referí antes entre lo que he dicho hasta aquí en este capítulo y lo que he dicho en capítulos anteriores. A lo largo de la mayoría de este libro he asumido un tono más bien severo para con los legalistas. Lo hice siguiendo el ejemplo de Pablo. En Gálatas 3:1, él dijo: "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó?" En Gálatas 4:17 dijo: "Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos". Luego, en el mismo capítulo, dijo: "Echa fuera a la esclava y a su hijo" (vers. 30). Y en el capítulo 5 dijo: "De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído" (vers. 4). Finalmente dijo: "¡Ojalá se mutilasen [se castrasen] los que os perturban!" (vers. 12). No cabe duda de que en la mayor parte de su Epístola a los Gálatas, Pablo se opuso a los legalistas con algunas de sus más duras expresiones. ¿Cómo pudo entonces aconsejar en los primeros versículos del capítulo 6 que se asumiera una actitud más benévola para con ellos? A primera vista, es una de las mejores razones para supo-

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    ner que los pecadores a los que se refirió Pablo en el versículo 1 no eran los legalistas que estaban en las congregaciones de Galacia. Sería fácil suponer que su llamado a la amabilidad se aplicaba a quienes eran perseguidos por los legalistas, no a los legalistas mismos. Estoy seguro de que todos coincidimos en que se debería ser amable con las personas a quienes los legalistas persiguen. Pero creo que la exhortación paulina en favor de un trato bondadoso se aplica también a nuestras relaciones con los legalistas, ya que el legalismo es un pecado —una manifestación de la naturaleza pecaminosa— tanto como el adulterio. ¿Cómo podemos hacer ambas cosas? ¿Cómo podemos "echar afuera" a los legalistas y al mismo tiempo tratarlos amablemente? Para empezar, no creo que "echar fuera" signifique ser duro o insensible. Si esas son las características que no nos gustan de los legalistas, ciertamente no deberíamos usarlas contra ellos, a pesar de que nos sintamos tentados a ello. Prefiero la expresión "sean firmes". La amabilidad y la dureza son cosas opuestas, como el calor y el frío, lo húmedo y lo seco. Pero la gentileza y la firmeza armonizan [lo cortés no quita lo valiente]. Es posible tratar a una persona con amabilidad y con firmeza. Creo que debemos pensar en la palabra "firme" cuando leemos el consejo paulino: "Echa fuera a la esclava y a su hijo". En el capítulo 15 de este libro describí tres actitudes que caracterizan a los legalistas. Analicemos ahora cómo tratar firme pero gentilmente con cada una de esas actitudes. La primera de esas actitudes se refiere al pecado y a la salvación. ¡Seguramente no deberíamos tener problemas en tratar amablemente con alguien cuando estamos hablando acerca de la salvación! El problema surge cuando los legalistas expresan ideas acerca de la salvación que contradicen las Escrituras, tal como una definición del pecado exclusivamente basada en la conducta. Creo que tenemos la responsabilidad de dar respuesta a las ideas capaces de conducir a las personas a una comprensión desacertada del evangelio. Enfrentamos este problema con firmeza cuando expresamos con convicción nuestra comprensión de la Escritura. Lo hacemos amablemente cuando mostramos respeto por las opiniones de los

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    legalistas, cuando reconocemos que ellos tienen tanto derecho a sus propias opiniones como nosotros a las nuestras. A menudo damos a eso el nombre de "pluralismo", palabra que significa tolerancia para con una variedad de ideas. "Pero los legalistas de mi iglesia se enfurecen conmigo cuando hablo acerca de pluralismo", dice usted. "Me acusan de apostasía cuando contradigo sus opiniones". Eso ocurre en muchos casos. Cuando es así, usted está tratando con un asunto que tiene que ver con el control, la tercera actitud que analizaré. Pero por ahora sigamos con el tema del pluralismo. El pluralismo no significa que todas las ideas son acertadas. Significa que respetamos el derecho de las demás personas de la iglesia a sostener sus opiniones que difieren de las nuestras. Por supuesto que algunas enseñanzas no pueden ser toleradas. No conozco ninguna iglesia que tolere la idea de que es correcto que los cristianos abusen sexualmente de los niños. Cualquiera que enseñara eso en una clase de escuela sabática o dominical debería ciertamente ser relevado de su responsabilidad y reprendido severamente. No obstante, cada iglesia tiene creencias acerca de las cuales existe una variedad de opiniones, y es posible sostener alguna de esas opiniones diferentes y aun así ser miembro de esa iglesia. Inclusive las enseñanzas que no son negociables pueden tener ramificaciones que sí lo son. Por ejemplo, los adventistas del séptimo día, al igual que muchos otros cristianos, aceptan la enseñanza de la salvación sólo por gracia, por medio de la fe. Si usted se pusiera detrás de un púlpito y enseñara que las personas son salvas por las obras, se le impediría acceder nuevamente al púlpito. Pero dentro de esa enseñanza existen sutiles variantes que están sujetas a una variedad de interpretaciones que debemos tolerar y respetar, aunque disintamos firmemente de ellas. Creo que lo mismo es cierto acerca de la naturaleza divino-humana de Cristo, las normas que tienen que ver con el estilo de vida, los estilos de adoración, diversos tipos de música, etc. Podemos expresar un firme desacuerdo con los legalistas, pero siempre debemos hacerlo con respeto. Así es como podemos tratar con ellos de manera firme y al mismo tiempo amable. Y eso tam-

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    bién es pluralismo. Cuando aprendamos a tratar las diferencias de opinión de esa manera, en muchos casos eso será el fin del problema. Y cuando esto es así, ¿quién estaba realmente en falta: usted y yo, o la persona a la que considerábamos legalista? La segunda actitud que mencioné en el capítulo 15, y que es una de las características de muchos legalistas, es una interpretación rígida y excesivamente literal de las Escrituras: la utilización de la Biblia como si fuera un libro de reglas, a menudo de maneras que resultan extremadamente ridiculas para todas las demás personas. Un ejemplo de esto es la idea de que Deuteronomio 22:5 significa que las mujeres no deberían usar pantalones, o que Levítico 19:27 significa que los hombres que usan barba no deberían recortar la punta de ella. ¿Cómo se puede tratar con firmeza y con amabilidad a los legalistas en cuestiones como éstas? Si los legalistas están tratando de imponer sus opiniones a otros, no será demasiado problemático lograr la firmeza. Creo que todos estamos de acuerdo en que esos asuntos no tienen que ver con la ortodoxia. Probablemente usted ni siquiera necesite relevar a un maestro que estuvo abogando por esas ideas en su clase de escuela sabática o dominical. En la mayoría de los casos, el problema se resolverá por sí sólo en el plazo de un par de semanas cuando el 90% de los alumnos decidan mudarse de clase. En la medida en que los legalistas estén dispuestos a sostener sus opiniones en privado, nuestra actitud debería ser más amable que firme. Deberíamos respetar sus opiniones por extrañas que nos parezcan. Deberíamos regocijarnos con ellos cuando Dios responda sus oraciones. No deberíamos ridiculizar sus ideas en público ni en privado. La tercera actitud que caracteriza a muchos legalistas es la verdaderamente difícil: el afán de controlar. ¿Cómo podemos tratar firme pero amablemente a los legalistas que tratan de controlar a otras personas o tal vez a la iglesia entera? ¿Cómo tratar con amabilidad a quienes critican y condenan a la iglesia en relación con un "asunto moral" que, según el resto de nosotros, no tiene nada que ver con la moral?

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    Lo primero que debemos recordar es que si bien la palabra "gentilmente" significa respetar las opiniones de los legalistas, ello no implica ceder ante ellos o hacer las cosas como ellos quieren para evitar una pelea. No significa ser agradable al punto de evitar la confrontación. No significa permitir que los legalistas acosen a las personas. No significa tolerar su conducta inaceptable. Analicemos este asunto del control en dos niveles: personal y corporativo. Primero, ¿cómo puede un cristiano tratar con legalistas que están tratando de controlar a una persona? Segundo, ¿cómo puede una iglesia tratar con legalistas que están tratando de controlar a la congregación entera? En el ámbito personal, recuerde que existen dos clases de legalistas: el amable y el ofensivo. Si un legalista amable se le acerca y le habla suavemente acerca de algo que tiene que ver con su estilo de vida y que él o ella piensa que es indebido, no se enoje. Lleve el asunto fuera de lo presuntamente erróneo que usted está haciendo a un plano en el que pueda discutirse filosóficamente el asunto en sí mismo. Diga algo como: "Si bien no estoy de acuerdo con usted acerca de esto, respeto su derecho a creer como lo hace. ¿Qué evidencia bíblica tiene usted para sostener sus opiniones? La mayoría de los legalistas aceptarán la oportunidad de responder esa pregunta. Usted ha desplazado la discusión de su práctica personal a lo que la Biblia dice acerca de esa práctica. En lugar de intensificar la discusión, usted la ha atenuado. La ha manejado amablemente. Suponga que después de presentar su argumentación bíblica, el legalista le pregunta por la suya. Aun en el caso de que usted tenga una buena respuesta, el hecho de compartirla en ese mismo momento con su interlocutor probablemente los conduciría a ambos a una discusión que podría fácilmente llevar la conversación de nuevo a su conducta o estilo de vida. Sencillamente sonría y diga: "Hablemos de mi evidencia bíblica la próxima vez que conversemos". Si usted no está seguro de cómo explicar su punto de vista a la luz de la Biblia, admítalo. Usted podría decir: "No estoy seguro de qué dice la Biblia acerca de eso. Creo que tendré que ir a casa y estudiar un poco más esta cuestión". Esa es una manera amable de aquietar al legalista gentil que se

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    acerca a usted con una sonrisa. Hay muchas otras formas. Distinto es el caso cuando el legalista lo critica a usted duramente por su manera de vivir. Algunas personas se enojan ante el legalista ofensivo, se van de la iglesia y nunca vuelven. Cualquiera que procede de esta manera ha caído directamente en la trampa del legalista. Hay un camino mucho mejor. Comienza manteniendo el pluralismo en mente. Usted debe insistir en que el legalista respete sus opiniones tanto como usted respeta las de él o ella. Esto significa poner un límite a lo que usted permitirá que el legalista le diga. Le recomiendo que sonría y diga algo como: "Gracias por interesarse en mi bienestar espiritual. Sin embargo, tengo firmes convicciones personales acerca de este asunto, y apreciaré que no me vuelva a hablar de este tema". La parte amable de esta respuesta consiste en agradecer a la persona con una sonrisa por mostrar interés en su bienestar. De esa manera, usted ha reconocido el sincero deseo que su interlocutor tiene de ayudarlo. La primera parte consiste en poner un límite a lo que usted permitirá que la otra persona le diga. Así es como usted "echa fuera a la esclava y a su hijo" con amabilidad. Este tipo de aproximación detendrá al 95% de los legalistas ofensivos. Muchos de ellos sentirán que al hablar con usted ya han cumplido con su deber cristiano, y nunca volverán a molestarlo. Estoy convencido de que la mayoría de la gente es suficientemente decente como para respetar un límite firmemente trazado. Si la misma persona vuelve a atacarlo, dígale lo mismo serenamente, pero con una expresión neutral en el rostro en lugar de hacerlo con una sonrisa, como la vez anterior. La tercera vez usted debería decir: "Ya hemos discutido esto antes, y ya le he dicho lo que espero de usted". Acto seguido, retírese. En el raro caso de que la persona siga hostigándolo, aplique Mateo 18:15-20. Usted ya ha hablado varias veces a solas con esta persona. Ahora es tiempo de pedir al pastor o a un anciano que lo acompañe para visitar a esa persona. Si eso no resuelve la cuestión, pida ayuda a la junta de la iglesia. Note que en ningún momento es necesario, en cualquiera de

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    estos pasos, perder los estribos. Esto es crucial. En la medida en que usted se dirija a la otra persona respetuosamente, controlando su tono de voz, usted está siendo amable y firme. ¿Qué puede hacer una iglesia cuando uno o más legalistas están tratando de imponer sus opiniones a toda la congregación? Este problema es el más cercano a la situación que Pablo estaba enfrentando en Galacia y es mejor que la maneje el liderazgo de la iglesia. Y también debe ser manejada con amabilidad. He visto milagros cuando un conflicto eclesiástico se maneja con un toque delicado, un poco de humor y una actitud relajada de parte del pastor y de los otros líderes. Una manera de manejar con delicadeza un conflicto eclesiástico consiste en hablar con cada persona involucrada. Los ancianos y el pastor pueden visitar individualmente a los componentes de cada grupo enfrentado para informarse de la situación. Esos líderes deberían preguntar sinceramente cuál es el punto de vista de cada persona, escucharla, tratarla respetuosamente y no hablar demasiado. La solución puede surgir de estas conversaciones que satisfarán a todos. Si esto no da resultado, puede ser necesario convocar a una reunión con la presencia de ambas partes. Escriba en una pizarra los hechos tal como los entiende cada parte, y trate de encontrar un camino intermedio de conciliación, un compromiso satisfactorio para ambas partes. Si el conflicto es muy profundo, puede ser provechoso invitar a una persona ajena al conflicto —tal vez el pastor de otra iglesia, alguien en quien todos confíen— para que dirija la deliberación. Un conflicto eclesiástico extremadamente intenso puede ser manejado por alguien entrenado para la resolución de conflictos interpersonales. Esto costará algún dinero, pero puede ser la única manera de salvar la iglesia. Y por sobre todo, quienes están tratando de resolver un conflicto deben recordar que la firmeza no significa rudeza ni falta de respeto. Significa trazar una línea. La mayoría de la iglesia tendrá que decir a los legalistas que el asunto en el que están insistiendo no se seguirá discutiendo, y que a quienquiera que insista en ello se le pedirá que abandone el tema inmediatamente. La mayoría de las

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    personas estarán de acuerdo con este requerimiento. Otro punto para concluir. Es vital recordar que el consejo dejado por Pablo en Gálatas 6 no se refiere sólo al arreglo de diferencias personales y contiendas eclesiásticas. Pablo dijo: "Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre". El tema principal de Pablo es la restauración. Las declaraciones que hizo en Gálatas 5 destacan claramente que el legalismo es un pecado, lo que significa que la iglesia debería restaurar a los legalistas. Y eso significa ayudarlos a alcanzar una condición en la que ya no sean legalistas. Eso es algo difícil, ya que los legalistas son los pecadores menos dispuestos a reconocer sus propios problemas. Están seguros de que ellos están en lo cierto y que el resto de la gente —o quienes no piensen como ellos— están equivocados. Restaurar a los legalistas para que logren vivir de una manera verdaderamente cristiana es uno de los mayores desafíos que enfrentan los líderes cristianos. Eso es algo que requiere mucha oración. Creo que nuestras más fervorosas oraciones deberían ser elevadas en beneficio de nosotros mismos, para que Dios opere en cada uno de nosotros los cambios necesarios con el fin de que podamos hacer por esas personas lo que ellas necesitan. Esto nos trae al final de nuestro estudio de Gálatas, con la excepción de unas pocas declaraciones finales usadas por Pablo y que necesitamos examinar. En algunos casos, esas declaraciones están relacionadas con el resto del libro y en algunos casos no. Las he clasificado a todas como declaraciones finales, porque aun las que están relacionadas con lo que Pablo dijo anteriormente parecen venir después de que él desarrolló su argumento principal. Analicemos brevemente esos comentarios finales del apóstol. El primero de ellos obviamente no tiene nada que ver con la teología paulina de la salvación o con el problema del partido judío y el legalismo. Pablo dijo: "El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye" (vers. 6). Aun hoy discutimos a veces en las juntas de iglesia si el organista, el director del coro y el tesorero de la iglesia deberían donar su tiempo o si de-

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    bería pagárseles por sus servicios. Aparentemente surgió una cuestión similar en las congregaciones de Galacia respecto de remunerar a quienes servían como maestros. Pablo dijo: "Páguenles". Luego aparece un pasaje considerablemente largo relacionado con lo que Pablo dijo antes, pero, por cuanto aparece separado de sus comentarios anteriores por este consejo acerca de la remuneración de los maestros, parece probable que se trate de otro de sus comentarios finales. "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (vers. 7-10). Me gustaría destacar varios puntos. Primero, aunque usted no se haya dado cuenta de ello antes, el popular proverbio "Se recoge lo que se siembra" proviene de este pasaje de Gálatas. El punto que Pablo destaca aquí es que todo pecado que los cristianos no controlen los controlará a ellos y finalmente los destruirá. En segundo lugar, su exhortación a que los gálatas hicieran bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe, podría ser una apelación final para que quienes estaban riñendo entre sí comenzaran a tratarse con amabilidad. "Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano", dice Pablo en el versículo 11. En dos o tres lugares de sus epístolas se hace evidente que Pablo dictaba sus cartas a un escribiente (véase, por ejemplo, Rom. 16:22). No obstante, aquí llama la atención de sus lectores al hecho de que es él mismo quien escribe (véase también 2 Tes. 3:17). Esta era probablemente su manera de dejar constancia de que la carta era de su autoría, lo que actualmente hacemos colocando nuestra firma al final de una carta. Había probablemente alrededor un gran número de falsos apóstoles que habrían estado dispuestos a hacer circular entre ¡as iglesias sus propios escritos como si fueran paulinos. La escritura final de puño y letra del apóstol hacía que eso resultara imposible. Note que Pablo llamó la atención de sus lectores al hecho de

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    que sus letras eran mucho mayores que las de su escribiente. Esto podría haberse debido a un problema ocular (véase Gál. 4:15). De haber tenido una visión mejor, podría haber escrito todas sus epístolas por sí mismo. Pobre Pablo. Se sentía tan perturbado por el partido judío que tuvo que hacer una apelación final a los cristianos de Galacia para que no les prestaran atención: "Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne" (vers. 12, 13). Probablemente la cuestión más significativa suscitada por este pasaje sea: ¿Por qué dijo Pablo que el motivo principal de la insistencia del partido judío para que los cristianos gentiles se circuncidaran era "no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo"? ¿Quién estaba persiguiendo al partido judío, y cómo evitaría la circuncisión de los cristianos gentiles esa persecución? La persecución provenía probablemente de los judíos no cristianos que acusaban a los judíos cristianos de destruir la fe de sus padres. Pablo sugirió que la insistencia del partido judío en que los cristianos gentiles se sometieran a la circuncisión era motivada, al menos en parte, por el deseo de responder a esa crítica de los judíos. Podría escribirse todo un capítulo acerca de la siguiente declaración de Pablo. Ciertamente se han predicado muchos sermones acerca de ella. "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (vers. 14), dijo. Probablemente hizo esa declaración para contrastar la motivación que lo impulsaba a predicar, con la del partido judío. El hecho de que Pablo tuviera que escribir una carta tan enérgica a los cristianos de Galacia sugiere que el partido judío había ganado muchos adeptos entre ellos, y aparentemente estaba haciendo alarde de su gran éxito (véase Gál. 4:17). Pablo dijo: "Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo". Continuó diciendo: "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación" (vers. 15).

    Corno tratar con los legalistas 238 i MI otras palabras, no es lo externo de la religión lo que cuenta, ¿o la condición del corazón. Y entonces añadió: "Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, f al Israel de Dios" (vers. 16). La expresión "Israel de Dios" parece referirse a todos los crislianos de Galacia. Algunos comentaristas de Gálatas han sugerido (|ue Pablo usó la palabra "Israel" con la intención de dirigir una bendición especial a los cristianos judíos. Sin embargo, ello contradeciría la afirmación que Pablo hizo en Gálatas 3:28, deacuerdo con la cual en Cristo "ya no hay judío ni griego". Interpretar la palabra "Israel" simbólicamente es más consistente con la línea derazonamiento seguida por el autor de la epístola. Todos los cristianos han heredado la promesa de justificación por la fe hecha por Diosa Abraham (véase Gál. 3:29). En consecuencia, todos los cristianos, tanto de origen judío como gentil, son el nuevo Israel. Pablo dice seguidamente: "De aquí en adelante nadie me canse molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús" (vers. 17). Con esto parece haber completado el círculo de su argumento en Gálatas. Su primera declaración en la epístola, y toda su argumentación a lo largo del primer capítulo, fue una defensa de su apostolado. Ahora, al final, retoma ese tema. La expresión "maros del Señor Jesús en mi cuerpo" se refieren a las cica trices de los azotes y de otras formas de persecución que él soportó mientras predicaba el evangelio. El dice, en efecto: "Digan al partido judío que deje de hacer problemas acerca de mi apostolado. Las marcas deesa persecución, que llevo en mi cuerpo, son la mejor evidencia de que soy un apóstol genuino". Al comienzo de nuestro estudio notamos que Pablo inició su carta con un saludo semejante en muchos aspectos al "QueridoFulano" con que encabezamos nuestras cartas actualmente. De la msima manera, él también dice al final de su epístola: "Sinceramente, Pablo". Por supuesto que no usó exactamente esas palabras. No era ésa la costumbre entonces. He aquí lo que dijo: "Hermanos, lagracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén" (vers. 18). A menudo terminamos nuestras cartas con una nota cristiana semejante cuando escribimos expresiones como "Suyo en

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    que sus letras eran mucho mayores que las de su escribiente. Esto podría haberse debido a un problema ocular (véase Gál. 4:15). De haber tenido una visión mejor, podría haber escrito todas sus epístolas por sí mismo. Pobre Pablo. Se sentía tan perturbado por el partido judío que tuvo que hacer una apelación final a los cristianos de Galacia para que no Ies prestaran atención: "Todos ios que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne" (vers. 12, 13). Probablemente la cuestión más significativa suscitada por este pasaje sea: ¿Por qué dijo Pablo que el motivo principal de la insistencia del partido judío para que los cristianos gentiles se circuncidaran era "no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo"? ¿Quién estaba persiguiendo al partido judío, y cómo evitaría la circuncisión de los cristianos gentiles esa persecución? La persecución provenía probablemente de los judíos no cristianos que acusaban a los judíos cristianos de destruir la fe de sus padres. Pablo sugirió que la insistencia del partido judío en que los cristianos gentiles se sometieran a la circuncisión era motivada, al menos en parte, por el deseo de responder a esa crítica de los judíos. Podría escribirse todo un capítulo acerca de la siguiente declaración de Pablo. Ciertamente se han predicado muchos sermones acerca de ella. "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (vers. 14), dijo. Probablemente hizo esa declaración para contrastar la motivación que lo impulsaba a predicar, con la del partido judío. El hecho de que Pablo tuviera que escribir una carta tan enérgica a los cristianos de Galacia sugiere que el partido judío había ganado muchos adeptos entre ellos, y aparentemente estaba haciendo alarde de su gran éxito (véase Gál. 4:17). Pablo dijo: "Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo". Continuó diciendo: "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación" (vers. 15).

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    En otras palabras, no es lo externo de la religión lo que cuenta, sino la condición del corazón. Y entonces añadió: "Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios" (vers. i6). La expresión "Israel de Dios" parece referirse a todos los cristianos de Galacia. Algunos comentaristas de Gálatas han sugerido que Pablo usó la palabra "Israel" con la intención de dirigir una bendición especial a los cristianos judíos. Sin embargo, ello contradeciría la afirmación que Pablo hizo en Gálatas 3:28, de acuerdo con la cual en Cristo "ya no hay judío ni griego". Interpretar la palabra "Israel" simbólicamente es más consistente con la línea de razonamiento seguida por el autor de la epístola. Todos los cristianos han heredado la promesa de justificación por la fe hecha por Dios a Abraham (véase Gál. 3:29). En consecuencia, todos los cristianos, tanto de origen judío como gentil, son el nuevo Israel. Pablo dice seguidamente: "De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús" (vers. 17). Con esto parece haber completado el círculo de su argumento en Gálatas. Su primera declaración en la epístola, y toda su argumentación a lo largo del primer capítulo, fue una defensa de su apostolado. Ahora, al final, retoma ese tema. La expresión "marcas del Señor Jesús en mi cuerpo" se refieren a las cicatrices de los azotes y de otras formas de persecución que él soportó mientras predicaba el evangelio. El dice, en efecto: "Digan al partido judío que deje de hacer problemas acerca de mi apostolado. Las marcas de esa persecución, que llevo en mi cuerpo, son la mejor evidencia de que soy un apóstol genuino". Al comienzo de nuestro estudio notamos que Pablo inició su carta con un saludo semejante en muchos aspectos al "Querido Fulano" con que encabezamos nuestras cartas actualmente. De la misma manera, él también dice al final de su epístola: "Sinceramente, Pablo". Por supuesto que no usó exactamente esas palabras. No era ésa la costumbre entonces. He aquí lo que dijo: "Flermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén" (vers. 18). A menudo terminamos nuestras cartas con una nota cristiana semejante cuando escribimos expresiones como "Suyo en

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    Cristo" o "Suyo en el servicio de Cristo". Me gusta la manera como un amigo mío concluye sus cartas: "Tuyo y de El". El versículo 18 parece una conclusión apropiada para una carta en la que Pablo se expresó tan vigorosa y francamente. Es también una conclusión adecuada para este libro: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén".

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