De la estima personal
Cuando mantenemos una determinada valoración sobre nosotros mismos o lo que nos rodea, por ejemplo, vibración alta-positiva 9 y vibración baja-negativa 1 imaginemos un concepto negativo sobre uno mismo. Un día te cayó algo de las manos un par de veces y alguien te dijo ¡qué torpe eres! Y tú te lo creíste. Así que tienes dentro de tus archivos mentales la carpeta de “yo soy torpe” y la has aceptado como cierta. Le vamos a dar una vibración de 2 a ese concepto. Ahora haces varias cosas bien y te digo ¡qué hábil eres! Pero en tu archivo mental hay un filtro de 2 y mi comentario es de vibración 8. No encaja, no entra. Tú lo escuchas pero no lo aceptas, no lo integras. Igual ocurre con nuestros conceptos con los demás. Si un día me hizo daño emocional una mujer, creo mi carpeta de valor 1 “las mujeres son manipuladoras”. Cuando conozco a una mujer sus actitudes positivas sobre este tema no me llegan. Puede hacer cien acciones valiosas que no las veo por culpa de mi filtro, pero si ella actúa una sola vez con un punto de manipulación, mi filtro dejará pasar esa información y sólo veré en ella a una mujer manipuladora. Es una forma de ver parcelas de realidad, aristas de es gran poliedro que somos, y perdemos la valoración personal por conceptos arraigados, que nos limitan esa capacidad de recibir a la persona en su totalidad. No existe trabajo sobre la estima personal sin antes romper los conceptos sobre uno mismo y los demás. Después viene la segunda parte. Hablar mal de nosotros no afecta a nadie, pero ¿hablar bien de nosotros? Si yo digo que hago bien tal cosa (ojo, que no digo que la haga mejor o peor que nadie) enseguida saltan las alarmas de los filtros: “ese es tu ego” me dicen.
Triste que pueda hablar mal de mí sin que nadie me detenga y no pueda articular una frase que reconozca mi belleza personal. Es más, no debería permitir que nadie la pusiera en duda. La delgada línea del concepto, el ego y la estima.
Tomado de: Blog de Carlos Egea