Artes, estética y política: una lectura de Jean-Luc Nancy y Jacques Ranciére a propósito de la danza1. El escrito es parte de una reflexión en proceso, motivo por el cual no presentará la estructura de un trabajo cerrado, antes bien, se orienta a sistematizar y exponer algunas ideas, puntos de interés y preguntas sin resolver, que genera la lectura de estos autores sumado al intento de quien escribe por vincular estética-política-sujeto. El objetivo a desarrollar aquí es bien acotado: en base a la lectura de dos textos específicos 2, explicitar la forma del vínculo estética-política o artes-política que los autores proponen. En este sentido, las reflexiones volcadas serán de carácter analítico y se presentarán como una lectura entre otras posibles (o como una hipótesis de lectura). El interés de largo plazo, apenas esbozado en este escrito, es vincular estos esquemas de análisis con la danza académica occidental (ballet y contemporánea). *** El marco general de lectura se basa en las coordenadas propuestas por Oliver Marchart 3 en especial, su tesis según la cual, lo político es una condición que sirve para “pensar/abordar” una ontología del sujeto (de la experiencia del sujeto contemporáneo). Si bien no pretendo trabajar en base a este texto, creo oportuno explicitar algunos puntos desarrollados por el autor para brindar un supuesto común a la discusión. Marchart caracteriza el pensamiento político contemporáneo en términos de un pensamiento posfundacional. Con esta categoría remite a dos cuestiones: por un lado a la del fundamento último/único en tanto criterio de verdad y por otro lado a la cuestión de la diferencia en tanto dimensión constitutiva del ser. La diferencia aparece primero en términos de lo óntico/ontológico y luego en términos de la política/lo político. En los argumentos del autor, estas dos dimensiones se articulan de manera tal que le permiten caracterizar al posfundacionalismo en como una ontología política sostenida como tal en la posibilidad de existencia óntica de una pluralidad de fundamentos contingentes. Refiere en este sentido, que el posfundacionalismo no deja de lado la cuestión del fundamento sino que piensa la necesidad del mismo desde otra lógica, desde otra perspectiva; no como plenitud sino como imposibilidad necesaria. Esta idea de imposibilidad necesaria remite a la 1Carolina Escudero. Presentado en las Primeras Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea 2 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Y Jean-Luc Nancy; Las Musas. 2008, Silgo XXI, Buenos Aires. 3 Oliver Marchart; El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. 2009, Fondo de Cultura Económica, Argentina.
categoría de contingencia, en la medida en que es en la emergencia lógica de esta última que se actualizan o no, determinados fundamentos ónticos del orden de las cosas. La contingencia adquiere entonces una necesidad lógica y un estatuto ontológico. Toda fundación empírica/óntica/histórica se sostiene en una estructura necesaria pero carente de sentido último; la contingencia como tal devela la imposibilidad del cierre o de totalidad de lo fundado y su emergencia remite a la emergencia de una experiencia paradójica (y de cruce entre los niveles óntico y ontológico) que se liga con el “colapso de la significación” en sí mismo. Y si bien la contingencia aparece como el nombre del fundamento -último- ausente, su acontecer sólo es indicativo/lógico, fenece cuando se lo empieza a significar. En palabras del autor leemos: “la noción fuerte de contingencia implica que el hecho de no ser imposible ni necesaria es, en sí mismo, necesario para toda identidad. Lo que se descarta aquí es la posibilidad de cualquier identidad que no sea contingente. La noción fuerte de contingencia enlaza, inseparablemente, la posibilidad de identidad como tal con la imposibilidad de su plena realización (no contingente); de ese modo, afirma la necesidad paradójica o aporética del lazo entre posibilidad e imposibilidad”.4 Es en esta torsión o in-tensión5 donde encuentro la cualidad de “política” (lo político) de las prácticas sociales; en la capacidad histórica del sujeto de situarse en la contingencia y se asumir el abismo que la misma plantea. Si la contingencia devela la ausencia de fundamento último, la práctica política sería el modo histórico de la apropiación o significación de esa ausencia -y como tal, la constitución de un nuevo horizonte de sentido, de una nueva positividad o campo de experiencia posible-. Teniendo en cuenta esto, me interesa remarcar también, el estatuto ontológico con que Marchart caracteriza el pensamiento posfundacional, en la medida en que esto me permite sostener la tesis de que la práctica estética es -según su forma histórica- una práctica política (en la medida en que lo político es constitutivo del ser qua ser). Lo político, sostiene el autor, “No se trata de un objeto -o concepto- entre otros que debe ser analizado; antes bien, es el nombre mismo de constitución de cualquier objeto”.6 Y propone cuatro razones o argumentos en función de los cuales el sintagma “ontología política” puede sostenerse: en primer lugar porque la referencia a la constitución del ser como ser no remite a los fundamentos parciales de la pluralidad de entes uno frente al otro, sino al “fundamento/abismo de todo ser”7; en segundo lugar la remisión ontológica a la constitución del ser qua ser y no a la constitución del ser qua comprensión, esto remite a la imposibilidad de objetivizar la esencia del ser (el ser del sujeto) y a la necesidad de asumir la parcial 4 Oliver Marchart; El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. 2009, Fondo de Cultura Económica, Argentina. Pág. 48. 5 Jean-Luc Nancy; Corpus. 2003. Arena Libros, Madrid. 6 Oliver Marchart; El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. 2009, Fondo de Cultura Económica, Argentina. Pág. 86. 7 En este punto el autor remite al concepto derrideano de hauntologie en la medida en que remite a la retirada del ser como fundamente y al devenir espectro del ser en su propia fundación.
posición política desde la que el ser se constituye como sujeto de experiencia y habla como ser de lenguaje. En tercer lugar la remisión de la categoría de discurso a una dimensión política lo que a su vez reenvía a la cuestión de la necesidad de mediación simbólica -y de los procesos de significación- en la construcción del sentido y de la realidad que el ser habita (que no es lo mismo que lo real). Por último refuerza la idea de que el fundamento/abismo de todo es político, lo que no equivale a decir que todo es político. Por el contrario supone que todo lo que reviste positividad en la realidad se constituye como tal, en las condiciones abiertas por la contingencia necesaria y en base a la -parcial- práctica política de significación/apropiación.8 *** Las lecturas de Nancy y Ranciére que voy a presentar a continuación se sitúan en el marco o perspectiva reseñada más arriba. En Nancy por ejemplo, la forma que asume la relación entre las artes y el arte en términos de singular plural reenvía casi directamente a la cuestión de la pluralidad de fundamentos contingentes a nivel óntico y la necesidad lógica -ontológica- de la existencia de un fundamento que al menos parcialmente clausure sentido. El autor se separa del concepto de Arte referido a cierta esencia realizada de maneras empíricamente diversas por obra del genio, sostiene que esta acepción, deudora del romanticismo no entiende la pluralidad misma de las artes como constitutivas de la experiencia del arte (si es que hay algo que pueda nombrarse con el nombre de arte en singular y con minúscula). La relación que plantea entre arte y técnica también remite (aunque no tan directamente) a la cuestión de los modos de hacer y decir, es decir a las formas de mediación simbólica por las que necesariamente hay que pasar para significar y dotar de sentido a la experiencia. En este sentido, el autor se pregunta, ¿qué tendría de malo entender al arte en términos de técnica, en qué momento preciso esto que venía junto se separó? ¿Porqué se ve allí un problema en lugar de una tautología? Si la técnica remite al saber cómo hacer para producir lo que no aparece por si sólo, es pura exterioridad del objeto, es un medio, que en relación al objeto de arte, sólo reclama la existencia de otro medio, de otra técnica que permita la interpretación, percepción o lectura del mismo. ¿Hasta que punto la percepción estética no es entonces una técnica, un artefacto, una parcialidad en el orden de la producción y percepción de cierto tipo de objetos? El autor plantea estas cuestiones al inicio del libro: “¿porqué hay varias artes y no una sola? (…) De suponer, por tanto, que sea posible llegar al principio de una razón suficiente para pensar esta pluralidad, y que la pluralidad misma no deba terminar por aparecer, aquí, en un lugar y papel de principio. ¿Qué puede significar un principio (o una razón o una esencia) que no sea un principio de pluralidad, sino el plural mismo como principio? ¿Y en qué sentido debería esto corresponder en 8 Oliver Marchart; El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. 2009, Fondo de Cultura Económica, Argentina. Ver págs. 220 y ss.
propiedad a la esencia del arte?”9 Y más adelante; “hemos de sospechar que si la cuestión ontológica de los singular plural de las Musas se elude, es porque se entiende, a priori, que no nos situamos precisamente en el registro de la ontología, sino en el de una tecnología. Si la tecnología puede constituir una ontología, o implicarla: tal es la cuestión que no se plantea”.10 Nancy remite a la relación entre arte y sentidos para pensar la tecnología (y el arte) en términos de una ontología y juega entre las dimensiones inteligible y sensible de los sentidos. Esto le permite articular, en otros términos la cuestión de la dimensión óntica y ontológica, sitúa en el sentido sensible algo del orden de la experiencia (del sujeto) que se ordena al nivel de sentido inteligible. Algo contingente, óntico, empírico, toma forma, se ordena como fundamento y sentido. Hay una operación de significación e interpretación que es posible porque entre un sentido y otro no hay identidad ni correspondencia; hay simultaneidad y distancia. Apertura. Sugiere que el tacto como sentido es el que habilita esta operación de distancia porque el tacto, el toque juega en el límite de la experiencia perceptiva, hacia afuera, exterioriza, es ex-tensión. Leemos: “Tal es la fuerza de las Musas: fuerza a la vez, de separación, de aislamiento, intensificación y metamorfosis. De algo que formaba parte de una unidad de significación y representación, hace otra cosa, que no es una parte separada, sino el toque de otra unidad, y esta ya no tiene significación. Es un suspenso de la significación, toca sus extremos”11. Y más abajo: “El arte separa los sentidos de la significación o, mejor, separa el mundo de la significación, y eso es lo que llamamos «los sentidos» cuando damos a estos (sensibles, sensuales) el sentido de ser exteriores a aquella. Aunque podríamos llamarlo con igual justeza «el sentido del mundo». El sentido del mundo como suspenso de la significación (...)”12. Nancy pone en juego la idea de arte como constructor de mundo con el interés de sostener que el mundo es invención y no origen, es advenir, mostración de una apertura del sentido cerrado del universo. Si dar sentido y ordenar el mundo es una manera de hacerlo aparecer, de producir mundo, -en el cual se puede tener experiencia-, y si la producción de mundo es producción de sentido situado en una apertura o distanciamiento, si la posibilidad de acción y práctica se ubica en esa apertura como un saber hacer, es decir como técnica de construcción de algo que no estaba; nos es posible vincular la práctica artística con la práctica política y con la emergencia de un sujeto de experiencia, productor de experiencia: En este sentido, el autor propone por ejemplo imaginar el gesto del primer imaginero como modo de pensar el acto del artista: la producción del primer trazo como producción de mundo implica el mero aparecer de una forma sin fondo, es llegada de lo ajeno en tanto apertura y devenir de algo que no estaba, es construcción misma del artista. El gesto de trazar algo como 9 10 11 12
Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 11. Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 14. Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 36. Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 37.
imagen es el ser en acto de lo imaginado, el trazo proviene, es fuera de sí antes que ser trazo en-sí. No es resultado de un proyecto, sino fuerza y diferencia, apertura. “(La prohibición de la representación es la prohibición de reproducir el gesto divino de la creación. Pero en este caso no hay nada de eso para reproducir, y por tanto tampoco prohibición. Es el hombre el que queda prohibido ante el surgir de su extrañeza, y siente la necesidad absoluta de recuperar ese surgimiento. Debe reproducir la aparición, es un imperativo: la imitación es una intimación: De todas maneras no hay que olvidar que la extrañeza sólo surge en ese gesto de imitación”13. Si vinculamos esto con lo expuesto en relación a Marchart, vemos que la idea de técnica como un saber hacer que produce y que ordena, que requiere de la existencia del sentido sensible y se sostiene en el para funcionar, ligado al consecuente proceso de significación que el uso de la técnica moviliza y la consecuente decisión que ese mismo uso fuerza a tomar; vemos que en términos de forma la práctica artística y la práctica política (lo político) son de una misma manera. Aparecen para poner en cuestión una unidad de sentido, aparecen en un momento de apertura, de colapso de la significación y crean, construyen y proponen un otro sentido, activan nuevas significaciones posibles. La política y la técnica serían una misma cosa, la política y el arte serían constitutivos de la experiencia subjetiva porque construyen el mundo en que esa experiencia es posible y lo construyen como un mundo entre otros. Fuerzan a tocar el sentido del mundo en tanto lo construyen (sobre un trasfondo de experiencia y sentido dado, -aunque la idea de fondo no es una idea que Nancy trabaje, más bien la critica-) como sentido inteligible diverso del sentido sensible en relación al cual se arma. El arte/la técnica como singular nombra el afuera de las artes, lo político como momento ontológico nombra el afuera de la política. Nombran la contingencia, la simbolizan, la significan aún a costa de la resistencia que ponen en tanto afuera de la experiencia (y condición de la misma). En el texto leemos: “Las artes se sienten unas a otras; no pueden no sentirse: tocan así en todos los aspectos, sensiblemente, el orden sensato del sentido, que abren desmesurada, insensata, insensiblemente. Pues la diferencia de los sentidos sensibles no es otra que la diferencia en sí del sentido sensato: la no totalización de la experiencia, sin la cual no habría ex-periencia”14. En Ranciére, el vínculo entre estética y política viene propuesto de manera más explícita: hay una estética primera de la política y una política de la estética. Respecto de Nancy presenta algunas diferencias de enfoque y de nivel de análisis. En este sentido sus desarrollos permiten (al menos me permiten) un vínculo con lo empírico bastante directo. Ahora bien, creo que para comprender las políticas de la estética, y entender lo político del arte no sólo en términos ontológicos y de constitución de las formas del ser (como es posible comprender lo político del arte en Nancy), sino en términos de acción política histórica, creo conveniente explicitar de manera acotada la 13 Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 108. 14 Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires. Pág. 146.
concepción general de la política que propone Ranciére en términos de desacuerdo o distorsión. En el Desacuerdo Ranciére define qué entiende por ello e indica “Concierne menos a la argumentación que a lo argumentable, la presencia o ausencia de un objeto común entre un x y un y. Se refiere a la presentación sensible de ese carácter común, la calidad misma de los interlocutores al presentarlo.” Y más adelante “Las estructuras del desacuerdo son aquéllas en las que la discusión de un argumento remite al litigio sobre el objeto de la discusión y sobre la calidad de quienes hacen de él un objeto.”15 Ranciére nos propone pensar esta cuestión en términos de una esthesis y de configuración de una forma común, forma que puede ser política o policial. El autor sostiene esto a partir de dos argumentos centrales, el primero es el que vincula la actividad política con las figuras de la comunidad y por tanto con los modos de visibilidad que las maneras de ser y hacer común adquieren, el segundo es el que vincula las prácticas de verificación de la igualdad, supuesta en la comunidad, con la constitución de subjetividades políticas. El vínculo entre estos dos argumentos se arma en “la partición de lo sensible” y en la existencia del litigio respecto de esa partición, del reparto del común de la comunidad. La política viene a poner en evidencia que las maneras de composición que resultan del reparto del común responden a un principio arbitrario que denota un modo de visibilidad legítima en el orden de los cuerpos a partir de su captura por los dispositivos policiales. Esta práctica evidencia la ausencia de fundamentos en el reparto del común es una práctica de verificación de igualdad y es un acto político en la medida en que manifiesta como posible otros modos de repartir el común, otros modos de componer y repartir el sensible y por tanto otras formas de hacer visible la vida política de la comunidad. La práctica política reparte y compone espacios sensibles, los nombra y les asigna visibilidad. En esta cadena, en este situar la política en el ámbito de manifestación y aparición sensible de la experiencia es donde Ranciére nos propone pensar una estética primera en la política (aún cuando la lógica sea la lógica de las proporciones armoniosas). La experiencia y práctica política como acto de composición, de creación de nuevos órdenes de decibilidad y visibilidad refieren, en su forma, el estatuto contingente de todo orden anterior. El objeto de litigio por el que se organiza la experiencia y práctica política es esta esthesis16 en tanto composición de elementos. La puesta en cuestión de cierta composición estética de la experiencia muestra: la ausencia de principio -arkhé- de la política, la arbitrariedad del orden y el estatuto de distorsión que tiene. Esta idea de distorsión cuestiona el vínculo entre política y verdad; la composición de la esthesis de la comunidad es una entre varias, y es justamente esto lo que posibilita la existencia de la política, “no hay la apariencia de un lado y la 15 Jacques Ranciére; El desacuerdo. Política y Filosofía. 2007, Nueva Visión, Buenos Aires. Págs. 10 y 11. 16 La idea de esthesis remite a dos cuestiones centrales: de un lado a la composición y organización de elementos en un espacio compartido -el común en tanto espacio y elementos, en términos de Ranciére-, y de otro lado remite a la percepción que se tiene de ese espacio configurado en tanto realidad compartida.
realidad del otro. La apariencia no es una máscara de la realidad. Es una configuración efectiva de lo dado (...)”17 La esthesis como composición y modo de aparición del sensible común es siempre una cierta configuración entre sentido y sentido, es un cierto sentido del sensible. No hay posibilidad de percepción y experiencia sensible sin la dimensión del sentido y por tanto, sin la mediación simbólica de la palabra, sin una puesta en forma que permita la inteligibilidad misma del sensible. La idea de estética remite a dos dimensiones: de un lado a un régimen de identificación de objetos de arte y de otro, a un modo de la relación entre arte y política. Este segundo eje lo piensa desde dos dimensiones analíticamente diferenciables pero empíricamente unidas: una, al interior del mundo del arte y otra, en relación al orden social. Cuando piensa la política al interior del mundo del arte podemos ver una diferencia importante respecto del trabajo de Nancy: la cuestión de la diferencia de artes. Si bien Ranciére no propone una unidad esencial del arte que las diversas prácticas expresan de manera empíricamente diversa, sí sostiene cierta idea de des-diferenciación de los elementos (instrumentos, materiales, medios, etc.) que hacen a la práctica artística. Si bien no he pensado demasiado las implicaciones de esto, creo que es oportuno mencionarla ya que intuyo, se deben a los supuestos desde los que parten para pensar el arte como práctica del hombre (social). No es lo mismo suponer una condición de igualdad que suponer una diferencia irreductible. Respecto de la posición de Ranciére podemos citar: “Las prácticas del arte in situ (…) van en la misma dirección: la de una desespecificación de los instrumentos, materiales o dispositivos propios de las diferentes artes, la de la convergencia hacia una misma idea y práctica del arte como forma de ocupar un lugar en el que se redistribuyen las relaciones entre los cuerpos, las imágenes, los escritos y los tiempos. Estas diversas formas nos dicen una misma cosa: lo que liga la práctica del arte a la cuestión del común, es la constitución, a la vez material y simbólica, de un determinado espacio/tiempo, de una incertidumbre con relación a las formas ordinarias de la experiencia sensible. El arte no es político en primer lugar por los mensajes y los sentimientos que trasmite sobre el orden del mundo. No es político tampoco por la forma en que representa las estructuras de la sociedad, los conflictos o identidades de los grupos sociales. Es político por la distancia misma que guarda con relación a esas funciones, por el tipo de tiempo y espacio que establece, por la manera en que divide ese tiempo y puebla ese espacio.”18 La relación entre arte y política entonces, asume una forma estética en el punto en el cual las prácticas, modos de visibilidad y decibilidad del arte intervienen y disrumpen el modo de 17 Jacques Ranciére; “El uso de las distinciones.” En http://www.pdfcoke.com/doc/9986485/Jacques-Ranciere-El-Usode-Las-Distinciones. Pág. 2. 18 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Pág. 17.
visibilidad y decibilidad dado, el modo en que está repartido el común y dividido el espacio sensible. Así mismo, el arte tiene que ver con la política en una forma estética en el punto en el cual esa intervención propone una reconfiguración del reparto y división, un nuevo sentido y nueva composición. Cabe decir que la superficie, o el espacio sobre el cual la esthesis como relación entre arte y política se desarrolla, es el espacio de la experiencia común y cotidiana, allí interviene la práctica, para poner en cuestión sentidos y formas naturalizadas y reproducidas de modo si se quiere, inconsciente. Tanto el arte como la política, o lo que debería hacer/ser una política de la estética, es poner atención sobre la forma de la experiencia sensible común. Ranciére menciona dos maneras de la política del arte, de un lado como prescriptora o anticipadora de una nueva forma de vida y de otro lado la de la política del arte por el arte. Sostiene finalmente que esa tensión entre uno y otro modo de la producción de objetos de arte debe “sostenerse” ya que es sobre la cual debe emerger la estética (en tanto relación entre arte y política). No hay que suprimir la tensión ni presentarla como polaridades excluyentes, sino que es preciso reconocerla operar con ella: en el sentido de que la autonomía de la forma de experiencia (como composición alternativa a la experiencia común dada) requiere tanto de un contenido (prescriptivo -nueva forma de vida-) y como de una indeterminación (arte por el arte). En el texto leemos: “Hay contradicción originaria continuamente en marcha. La soledad de la obra contiene una promesa de emancipación. Pero el cumplimiento de la promesa consiste en la supresión del arte como realidad aparte, en su transformación en una forma de vida”19. Situarse en esa tensión para producir arte (Ranciére menciona por ejemplo el collage) supone situarse en el régimen estético y entre otras características supone una práctica de poner en relación elementos que en sí mismos no se asociarían ni vincularían. Implica jugar en cierta medida con el sentido de las cosas para poner en cuestión formas dadas de decibilidad y visibilidad comúnmente aceptadas como válidas. Implica “actuar sobre la línea de indiscernibilidad entre la fuerza de legibilidad del sentido y la fuerza de singularidad del sinsentido”20. Aquí vemos como el arte puede actualizar o potenciar la tensión política/policía e inscribir su práctica en una u otra lógica. En relación al esquema de Marchart, vemos lo arbitrario en la construcción de sentido y la necesidad de que cierto sentido dado o constituido colapse y en ese movimiento abrir un espacio de significación nuevo. Esto liga también con lo expuesto sobre Nancy. Otras dos cuestiones que desarrolla Ranciére en el libro y que me resulta importante resaltar son la cuestión que vincula al arte con la re-articulación del lazo social y la cuestión de lo anónimo. Respecto de lo primero, cuando sostiene que la práctica artística inscripta en el régimen estético 19 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Pág. 29. 20 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Pág. 40.
opera positivamente en función de un nuevo armado del lazo social (parte de un diagnóstico de ruptura del mismo) vemos, no sólo su concepción de la política como un modo de componer el reparto del común, cuestión que en sí misma supone la existencia de un espacio/tiempo compartido y de un sentido asignado al mismo. En el texto leemos: “Constituir un espacio público es una noción que puede entenderse en sentido abstracto: constituir un espacio de discusión de las cosas comunes, aunque esto puede tener y tiene a menudo, allí donde hay política, un sentido más literal: transformar los espacios materiales de circulación de personas y bienes en espacios disensuales, introduciendo en ellos un objeto incongruente, un tema suplementario, una contradicción”21. Vemos también un elemento marcado por Marchart respecto de lo político como ontología del ser: no hay una especificidad regional que indique qué tipo de prácticas son propias de la “esfera política” y cuales son exteriores; esto en relación al sentido de lo político como instancia de ruptura y mostración de lo arbitrario de los ordenamientos dados y la correspondiente práctica política como constructora de un sentido diverso al dado. Vemos también la cuestión del proceso de significación indicado por Nancy, como característica de las artes. En Ranciére y en relación específica a la práctica artística, el concepto que explica esto es el de composición de una heterogeneidad, de un heterogéneo como instancia de redefinición de las referencias que hacen ser el mundo común. En el texto trabajado, vemos esto cuando realiza la crítica a la política del consenso y cuando reflexiona en torno a los espacios del arte. Leemos: “Frente a esto, el espacio del arte se confirma como espacio de la diversidad: diversidad de las competencias y las funciones que borra los límites y mezcla las formas de experiencia y expresión. Pero también debe reafirmar la distancia estética, plantearse, frente a las pedagogías de la accesibilidad y los mercados de la diversidad alimentados por la lógica consensual, como un espacio de originalidad, de extraterritorialidad donde los dispositivos sensibles específicos borran las marcas de lo próximo y de lo distante, de lo común y de lo diferente”22. Por último, respecto de lo anónimo me interesa remarcar fundamentalmente el vínculo positivo que establece entre este concepto y los procesos de subjetivación que “debería” promover el arte: en términos lógicos es interesante mostrar como lo anónimo refiere a una desidentificación una relación con el sentido imposible de fijar. Ranciére menciona la idea de concepto-distancia como un constante proceso de devenir anónimo que necesariamente activa procesos de significación, esto en la medida en que nunca se cierran los sentidos de lo dado (el arte en este caso) en términos de identificación de nombres y lugares establemente asignados. Hay, en el anonimato una fuerza de creación y conversión de formas constante. Respecto de esto quisiera hacer la siguiente referencia: 21 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Pág. 62. 22 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Pág. 78.
“El régimen estético no empieza con la consagración del autor. Empieza con la identificación de la fuerza de creación individual con la expresión de la vida anónima (…) El proceso de anonimatización no es un simple asunto de exposición del arte. Concierne a su misma producción. Concierne al estatuto mismo de la obra como devenir anónima (…) Flaubert pone de manifiesto la paradoja inherente a semejante posición. Ser un autor, para él, es realizar la obra «sobre nada», la obra que solo se basa en sí misma. Sin embargo la realización de esta obra implica la desaparición total del autor, la anulación de su voz y su estilo, de todas las marcas de subjetividad autor. Implica la casi indiscernibilidad de su escritura con la lengua común, la lengua de las vidas silenciosas”23. Aquí vemos algo que en Nancy aparece en el sentido de construcción del artista en la aparición misma de la obra, donde el artista no es voluntad creadora sino sentido ex-puesto en el objeto creado y dispuesto en relación a otro. En los dos autores, la idea de sujeto o subjetivación aparece como un movimiento desligado de la persona individual y referido a la posición de entre-dicho que el sujeto tiene respecto de otros sujetos, los objetos y la formas de devenir ser de los mismos (lenguaje). *** En este apartado quisiera hacer mención al “a propósito de la danza” expresado en el título. Respecto de la primer cuestión quisiera explicitar el enfoque en torno al cual estoy desarrollando mi trabajo de investigación; el de los usos del cuerpo y el del cuerpo como un modo de subjetivación. Aquí, y en relación al segundo eje es que emerge el vínculo entre la teoría o filosofía política contemporánea y la danza. No sólo porque el medio específico de la danza es el cuerpo y varios autores contemporáneos tematizan el cuerpo, por lo cual el mismo hace pregunta de manera casi inmediata; sino porque cuando se comienza a indagar con una mayor número de mediaciones y se intenta complejizar algunas lecturas en torno a la relación cuerpo/danza y se cuestiona acerca de qué cuerpo estamos hablando, su condición de ser medio de un arte no importa tanto como su estatuto en relación a los objetos de arte en general y en relación al sujeto o los sujetos del arte. Luego, suponer que la construcción de ciertas formas de sujeto o la modulación de ciertos modos de subjetivación implican necesariamente la construcción de lógicas de acción política. Y acá la política entendida como lo político en el lenguaje de Marchart, como una ontología. La suspensión del sentido o el colapso de la significación que opera vía el cuerpo cuando nos vinculamos con una obra de danza fue el puntapié para pensar la cuestión del sujeto y de la política: qué obra y para qué sujeto? Cuestiones que se responden con acción política, reconstrucción de sentidos, apertura a nuevas significaciones. En cuanto a los usos del cuerpo, también la teoría política contemporánea significa y contribuye a 23 Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. Págs. 84-85.
problematizar la cuestión. Permite desprenderse del problema dualismo/monismo, permite a uno decir que el cuerpo reviste un estatuto de objeto, que se tiene y se modula sobre él y con él, es objeto de tecnología y en tanto la tecnología puede ser un modo de la ontología, también el cuerpo es una forma sujeto. Si bien aquí no hubo referencias a Foucault, la categoría de conducta que desarrolla para problematizar la sexualidad funciona al momento de abordar el problema de los usos del cuerpo. No hay allí monismo ni dualismo, hay una lógica en la relación del sujeto consigo mismo mediada por el cuerpo, hay una distancia del/hacia el cuerpo y un saber hacer, una reflexión y un método -no certezas ni voluntad-. Y si bien la acción política y lo político como ontología implican cierta primacía del lenguaje, en la medida en que la forma, el orden del sentido y los procesos de significación operan a su través, también la acción política se localiza en el cuerpo y esto en la medida en que es un producto siempre por hacerse, del sujeto y el sujeto es, sujeto del lenguaje. La materialidad del cuerpo y de los objetos de arte también adquieren sentido vía el lenguaje, aunque nunca un sentido literal e idéntico, sino que siempre es mediado y efecto significado. Y según la forma, algunos procesos y actos de significación, son políticos, especialmente cuando develan lo arbitrario de un orden y proponen órdenes de experiencia nuevos amplificando la mediación significante, para lo cual fue preciso suspender sentidos dados. Bibliografía: •
Jacques Ranciére; “El uso de las distinciones.” En http://www.pdfcoke.com/doc/9986485/Jacques Ranciere-El-Uso-de-Las-Distinciones.
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Jacques Ranciére; El desacuerdo. Política y Filosofía. 2007, Nueva Visión, Buenos Aires. •
Jacques Ranciére; Sobre políticas estéticas. 2005, Universidad Autónoma de
Barcelona-Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Colección Contratextos. Barcelona. •
Jean-Luc Nancy; Las musas. 2008. Siglo XXI, Buenos Aires.
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Oliver Marchart; El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. 2009, Fondo de Cultura Económica, Argentina.