Escarpit, R. Sistemas Y Aparatos

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escarpit, r.:

“sistemas y aparatos” en teoría de la información y práctica política, méxico, fce,1983 págs.41-78 de lo dicho al final del último capítulo, se podría extraer la conclusión de que si todos los puntos del tejido universal de la comunicación están directa o indirectamente ligados unos a otros, todos los mensajes informativos que emanen de uno de esos puntos alcanzarán a todos los demás. por el contrario, se comprueba que algunos de estos puntos forman agrupamientos, en cuyo interior las relaciones informativas son privilegiadas porque el tejido comunicativo es ahí particularmente apretado. de una manera general, se le da el nombre de sistema a todo conjunto de términos definidos por las relaciones que mantienen entre sí. en términos de información, se podrá llamar por lo tanto “sistema” a toda zona del tejido comunicativo definido por interconexiones internas que le son propias. esta zona podrá considerarse como poseedora de una corriente de entrada y una corriente de salida, una y otra claramente menos ricas en información que las corrientes que circulan en el interior década sistema. caracteristicas generales de los sistemas para recurrir a una imagen física, diremos que existe un gran número de relaciones energéticas dentro de lo que llamamos sistema solar, y que este sistema está definido por estas relaciones. el sistema planetario más próximo, el que gravita alrededor de la estrella próxima centauro, está situado a más de cuatro años luz. ninguna de las relaciones internas del sistema solar influye sobre las relaciones internas del sistema centauriano, y recíprocamente. sin embargo, los dos sistemas irradian energía luminosa uno hacia el otro, y tienen entre sí una interacción energética que contribuye al equilibrio de la región de la galaxia de que forman parte. de estas manifestaciones de energía, los observadores humanos situados en el sistema solar (y quizás los observadores humanoides situados en el sistema centauriano) extraen informaciones; pero esas informaciones son muy globales, pobres en comparación con la riqueza de las interacciones que ocurren en el interior de cada uno de los dos sistemas. seguramente todo será diferente el día en que se haya resuelto el problema del transporte interestelar y de la transmisión de los mensajes entre semejantes distancias.

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esto no era más que una imagen, pues se trata en este ejemplo de interacciones físicas; pero aclara bastante bien lo que era la situación de europa y de américa hasta el final del siglo xv. en lo que se refiere a la comunicación informativa, y por lo tanto humana, eran dos mundos tan distantes y extraños como pueden serlo hoy dos sistemas estelares. existían dentro de europa numerosos sistemas de comunicación, cuyo tamaño iba desde la aldea a la metrópoli, pero que estaban interconectados por poderosas corrientes informativas que circulaban en las redes de las monarquías centralizadas nacientes, del comercio y de la iglesia, hasta el punto de que se puede considerar que europa constituía globalmente un sistema. este sistema estaba vinculado a asia y a África mediante algunas corrientes todavía bastante limitadas, pero se hallaba enteramente desconectado de américa. a lo sumo, algunas informaciones degradadas y casi enteramente amortiguadas llegaban desde esa parte del mundo en forma de leyendas que probablemente eran siempre opuestas a lo verdadero. américa, por su parte, abarcaba cierto número de sistemas bastante poco interconectados, los más activos de los cuales eran el imperio azteca al norte y el imperio inca al sur. como lo harán quizás un día las astronaves de los cosmonautas interestelares, las tres carabelas de cristóbal colón constituyeron la vía mediante la cual se precipitaron corrientes informativas desde una parte y desde la otra. desde el punto de vista probabilístico, pocas informaciones tuvieron tanto valor como el descubrimiento de américa por europa; y más todavía, de europa por américa. en este punto, el mensaje no pudo ser descifrado más que por una atenuación de la improbabilidad o, si se prefiere, por una interpretación tranquilizadora del acontecimiento, que permitió integrar los datos ya conocidos en cada uno de los dos sistemas, y conferirles un valor de pertinencia: cristóbal colón creyó llegar al japón, china o las indias y moctezuma creyó ver el retorno de quetzalcóatl. es éste un comportamiento característico de los intercambios informativos entre sistemas. en cuanto a valor probabilístico, un sistema no puede producir ni aceptar una cantidad de información superior a la capacidad del espíritu humano más eficaz entre los que forman parte de él. pero esta capacidad es evaluable. por ejemplo, se sabe que un cerebro humano no puede elaborar más de 50 bitios de información por segundo. este límite está inscrito en el funcionamiento mismo del lenguaje, ya se trate de la palabra o del proceso escritura-lectura. es preciso hacer aquí un paréntesis en lo referente al lenguaje y precisar qué es lo que lo emparenta con un código y sobre todo qué lo diferencia. para que puedan percibirse interacciones dentro de un sistema, la exigencia fundamental es cierta estabilidad de las variaciones energéticas que se producen en la red: se debe poder identifi-

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carlas y registrarlas con el fin de establecer y enunciar las diversas relaciones que mantienen entre sí, también rigurosamente catalogadas (equivalencia, exclusión, causalidad, etc.). el repertorio de estas variaciones y relaciones, anotadas en forma de signos convencionales, constituye lo que se llama un código. es un sistema lógico que se superpone al sistema físico y que permite su interpretación informativa. un sistema dado puede interpretarse según diversos códigos, de los cuales la notación matemática es uno de los más eficaces, pero no el único. por definición, el código es un sistema cerrado que pretende ser exhaustivo para el sistema físico que interpreta. no permite ni ambigüedades ni repeticiones. para ello, supone implícitamente la invariación de las relaciones que definen el sistema físico interpretado, por medio del cual es posible integrar a un conocimiento ordenado todo acontecimiento conforme a la hipótesis de invariación. resulta de esto que todo acontecimiento que transgrede esta hipótesis (lo que le confiere un valor de información probabilística muy alto) es incodificable y, por lo tanto, ignorado o rechazado. un ordenador, que es una máquina que funciona por medio de códigos no tiene otra solución en este caso que señalar la absurdidad del hecho y quizás formular hipótesis explicativas que tengan grados más o menos elevados de probabilidad tomando en cuenta la hipótesis de la invariación; pero es incapaz de elegir entre ellas: para esto debe recurrir al utilizador humano. de la misma manera, dos ordenadores que utilizan códigos diferentes y ni se corresponden término a término son incapaces de intercambiar informaciones: se dice que son incompatibles. el establecimiento de la compatibilidad sólo puede ser obra del utilizador humano, único capaz de efectuar, no una simple transcodificación, sino una verdadera traducción. la traducción es una operación de lenguaje, no una operación de código, y el lenguaje es lo propio del individuo humano. ciertamente el lenguaje supone una gran parte de código: cada lengua particular posee su código propio que la define como sistema. este se encuentra consignado en el léxico y en las reglas gramaticales. pero el que ha aprendido una lengua extranjera sabe bien que, para utilizarla, no le basta con realizar una transcodificación, es decir con poner frente a cada palabra de esta lengua un término equivalente de la suya y, frente a cada regla gramatical, una regla que produzca el mismo efecto combinatorio. por este método podrá a lo sumo transponer una información rigurosamente formalizada entre dos sistemas ya concebidos como compatibles: es el caso de la mayoría de las ciencias exactas y de cierto número de tecnologías. lo que se llama “la traducción automática” no tiene otra ambición; y por cierto que no es pequeña ambición la de proceder a esta

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operación por medio de máquinas mucho más confiables y rápidas que el espíritu humano. pero en este caso particular no se trata de traducción. tampoco se trata de lenguaje. el lenguaje es por definición un sistema abierto y evolutivo donde no puede existir invariación total, sin lo cual no podría haber producción de información, que es la función fundamental del lenguaje. en un sistema lingüístico, las relaciones se modifican continuamente por efecto de la práctica. para producir información, el lenguaje es menos confiable que el código; pero sin él es imposible superar los obstáculos que opone la incompatibilidad de los sistemas. hay un tipo de relación que el código no puede registrar: la identificación analógica. la analogía, en lógica, es la similitud comprobada de algunos elementos de un sistema con los de otro, semejanza que sólo permite establecer por inferencia la semejanza real o la identidad de todo o parte de los dos sistemas. el razonamiento por inferencia consiste en tomar la decisión de pasar o no pasar de una proposición a otra. supone una libertad de apreciación cualitativa que un sistema codificado no permite. para que un ordenador pueda extraer la conclusión por inferencia de una similitud analógica es preciso que un operador humano haya programado en su memoria el umbral de similitud comprobado a partir del cual el parecido real tiene una credibilidad aceptable, lo que excluye toda analogía no prevista. en todo caso, la aceptación de la credibilidad es una decisión humana, y sobre ella se funda arbitrariamente la analogía. el lenguaje tiene la particularidad de ser un sistema ampliamente analógico. la forma del significante, tanto como la relación del significante con el significado, en lugar de estar definido por reglas unívocas como en el código resulta a menudo de analogías aproximativas y fluctuantes. así, en francés se dice j'everrai (yo enviaría), por analogía con je verrai (yo vería), y no j'envoieai, como lo exigiría una aplicación rigurosa de la regla codificada. igualmente, la palabra errement, cuya significación codificada es comportement (comportamiento), puede significar tanto démarche erratique (comportamiento errático) por analogía con errer (errar), como démarche erronée (comportamiento erróneo) por su analogía con erreur (error). estas asimilaciones analógicas ilustran la facultad específica del lenguaje de producir información mediante su simple funcionamiento. pero la asimilación analógica está en la base misma de toda traducción, y es precisamente este proceso el que funcionó cuando europa y américa se descubrieron mutuamente. por asimilación analógica, los indios de américa llevan el nombre de pueblos que viven a más de veinte mil kilómetros de ellos. por asimilación analógica los españoles le dieron al calpulli, que

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era el modo azteca de división de la tierra, el nombre de ejido (del latín exitum) que designaba en españa el predio comunal; y por otra analogía, también, los agraristas mexicanos le dieron este nombre de ejido a las propiedades colectivas creadas por su revolución, asimilándolas así, implícitamente, al mir ruso. el mismo proceso mental se encuentra en los turistas novicios que siempre descubren que tal o cual paisaje o monumento les recuerda un sitio de su país de origen; o también cuando un estadounidense prueba por primera vez el champaña y le descubre un parecido con la coca-cola. esta atenuación de la novedad, y por lo tanto del valor probabilístico de la información, va acompañada de una integración de esta información a un sistema ya conocido y codificado, lo que le confiere un valor de pertinencia, es decir, literalmente de pertenencia. este punto es fundamental: cuando la cantidad de información recibida por un individuo, y más generalmente por un sistema humano, sobrepasa su capacidad de tratamiento, este individuo o este sistema reaccionan por medio del lenguaje haciendo pertinentes, es decir compatibles con sus códigos, los datos que no pueden asimilar. este paso del valor probabilístico al valor de pertinencia es una característica de los intercambios entre sistemas informativos. se lo puede considerar como una de las formas específicas, al nivel mental humano, de una característica general de todos los sistemas: la regulación por retroalimentación. la realimentación, más comúnmente llamada feedback, es un mecanismo muy extendido que consiste en una vía en circuito que reinyecta, en dirección a la fuente de una información, la respuesta del destinatario a esta información. es uno de los mecanismos básicos de todo dispositivo cibernético. el feedback puede tener varios efectos, de los cuales el más corriente es la regulación, es decir la neutralización de toda información tendiente a perturbar el equilibrio del sus tema es lo que se llama efecto homeostático. el ejemplo más simple en el dominio físico es el termostato, en el cual un termómetro mide permanentemente la temperatura del medio ambiente y envía mensajes de puesta en marcha o de detención a la fuente térmica, según que la temperatura sea inferior o superior al nivel óptimo para el buen funcionamiento del sistema. por lo tanto es legítimo en cierta medida asimilar el proceso analógico que rige los intercambios entre sistemas informativos a una especie de feedback de regulación. es lo que hace el lenguaje corriente cuando habla de “amortiguar el choque” de una noticia. pero sería imprudente ir más lejos, y por ejemplo, aplicar a los sistemas humanos los mismos análisis que a los sistemas cibernéticos. esto sería, precisamente, razonar por asimilación analógica, lo que, como vimos, llevaría a su-

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primir por molesta la mayor parte de la información. este procedimiento, útil e incluso indispensable en la vida cotidiana, sólo es admisible por razones de método (fundamentalmente pedagógicas) en el pensamiento científico. el razonamiento por metáfora no puede tener en ningún caso valor de demostración. por lo tanto, deberá tenerse circunspección cuando se escuche a los economistas, sociólogos, comunicólogos o politólogos, utilizar modelos cibernéticos o recurrir a análisis “sistémicos”, sin tomar en cuenta la especificidad de los sistemas humanos. en efecto, siempre quedará flotando la duda sobre la naturaleza del efecto de regulación obtenido de ese modo: lo que se quiere neutralizar, ¿es lo que se espera asimilar más tarde con nuevos modelos, o bien lo que se desea eliminar definitivamente por razones que no tienen nada de científicas? el empleo de una sistémica mecanicista en las ciencias humanas puede dar resultados satisfactorios para el espíritu sólo con la condición de que se ignore lo fundamental que diferencia la actividad humana de todo otro tipo de acontecimiento: la libertad, es decir la facultad de hacer que fracase el azar, sustituyendo lo arbitrario. si se necesitan en verdad modelos metafóricos, sería mejor tomarlos de la biología, donde la regulación se efectúa según mecanismos infinitamente más complejos que los de la cibernética y que constituyen lo que se llama el metabolismo, es decir, el conjunto de transformaciones químicas que se producen en el interior de un organismo vivo. algunas de estas transformaciones tienen un carácter entrópico, en el sentido de que suponen una degradación energética: es lo que se llama el catabolismo. otras tienen un carácter neg entrópico y tienden a aumentar el grado de organización del sistema: se el anabolismo. por ejemplo un proceso como el de la digestión, supone una fase catabólica (descomposición de los elementos en productos químicos asimilables y una fase anabólica (constitución de tejidos vivos diferenciados a partir de estos productos). puede ser tentador comparar el proceso de asimilación analógica con una digestión. también en este caso el lenguaje corriente nos invita a hacerlo cuando habla de una noticia “dura de digerir”. lo interesante de la comparación es que hace aparecer la noción de valor en juego. en la búsqueda de alimento, la absorción de comida por un organismo vivo tiene evidentemente un valor probabilístico y también un valor de pertinencia en la medida en que el alimento es asimilable en mayor o menor medida. pero tiene sobre todo un valor en juego, pues un metabolismo positivo (es decir, donde el anabolismo predomina sobre el catabolismo) es necesario para la supervivencia. en este caso, lo que está en juego es la vida misma) y la lucha por la vida, en definitiva, no es más que un conflicto de metabolismos contradictorios.

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sería imprudente llevar más adelante la comparación, pues la diferencia entre los intercambios informativos entre sistemas y los intercambios bioquímicos entre un organismo vivo y su entorno consiste en que el organismo vivo tiene perdida la partida en cierto plazo: llega un día en que predomina el catabolismo. de todos modos, queda en pie la noción del valor que está en juego. ya vimos cómo el valor de pertinencia podía sustituir al valor probabilístico para atenuar la información, transformarla en datos asimilables, en suma, catabolizarla. ahora vemos que el valor que está en juego desempeña el papel de anabolizador. esto se advierte con claridad en nuestro ejemplo de europa y américa. desde el descubrimiento de cristóbal colón, si la corriente informativa estuvo dominada por la analogía, también fue reforzada prodigiosamente en beneficio de la fuente europea por el doble valor en juego del oro y la religión que era ya el de las cruzadas. en suma, se integró a un comportamiento conquistador propio del sistema europeo de aquel momento. dicho esto, se puede subrayar que si europa “digirió” a la américa precolombina, al hacerlo constituyó los tejidos nuevos de la américa hispánica, luego anglosajones que a su vez dirigió hacia europa corrientes informativas cuyo valor en juego -doble también- fue el beneficio y la protección del way of life que lo garantizaba. en cierta medida, se puede decir que la americanización de las costumbres europeas, así como la dependencia económica y militar de europa con respecto a los estados unidos, constituye una “digestión” de europa por américa. por eso no es absurdo pensar que la edificación europea y la prosperidad económica alemana permiten augurar una nueva inversión del metabolismo, si corrientes informativas mucho más poderosas que vienen de asia, del cercano oriente, américa latina y África no perturban esta hermosa alternancia. sería divertido, pero un poco absurdo, llevar más adelante la metáfora. observemos de todos modos que la comunicación intersistemas atribuye a la información un valor en juego que se mide por un balance de influencia y que implica una degradación de las estructuras internas del sistema influido. la historia suministra numerosos ejemplos de este proceso. la decadencia del imperio romano, por ejemplo, resultó de la degradación de las estructuras internas del estado romano. las estructuras culturales fueron afectadas por la inclusión de sistemas demasiado poderosos y coherentes como para ser asimilados y que, por el contrario, reinvirtieron la corriente de asimilación en su beneficio: en primer término grecia -graecia capa ferum victorem cepit-, después todas las culturas del oriente- y entre ellas el monoteísmo judío. las estructuras políticas y sociales fueron afectadas luego por la permeabilidad, del escudo que protegía al estado contra las influencias que emanaban

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de los grandes sistemas migratorios bárbaros, cuando el bárbaro se definía en su origen por su incompatibilidad lingüística. pero si estas estructuras no resistieron, ello se debió a que fueron afectadas por el derrumbe de las estructuras económicas, cuya causa principal fue la inadecuación entre los medios de comunicación de que disponía roma para asegurar la coherencia del sistema y la hiperdimensión territorial del imperio. esto nos lleva entonces a interrogamos sobre los problemas dimensionales de los sistemas. identidad y dimension la diferencia fundamental entre los sistemas biológicos y los sistemas informativos humanos reside en que la búsqueda de influencia en los segundos resulta no solamente de una pulsión de supervivencia más o menos programada, sino de una voluntad deliberada de dominación, y posee por lo tanto un carácter arbitrario. por eso las estrategias ofensivas y defensivas que se derivan incluyen necesariamente una parte importante de decisión inmediata y libre. esa decisión es la que comanda las respuestas dadas a las -informaciones recibidas desde lo externo del sistema, debiendo admitirse -si recordamos lo dicho sobre el tejido universal de la comunicación- que todo mensaje es una respuesta y que todo individuo humano es a la vez emisor y receptor. dado que la información se define por las características del espíritu humano que la percibe, la decisión que lo provoca posee las mismas características, en particular la de poner en relación inmediata datos entre los que no existen cadenas combinatorias preestablecidas. mientras que la máquina es prisionera del campo de su programa y el animal de sus reflejos innatos o adquiridos por condicionamiento, el hombre puede efectuar además incursiones imprevisibles en el tiempo y en el espacio, y establecer allí interconexiones inesperadas, lo que le permite constituir libremente un cuadro de su situación propia, en el que puede inscribir a su antojo, y por libre decisión, tal o cual comportamiento. este dominio de la situación no basta, sin duda, para definir lo que se llama conciencia, pero es ciertamente una de sus propiedades fundamentales. para un individuo, tener conciencia equivale a poseer un dominio informativo sobre su entorno, que le permita situarse de una manera diferente a todos los otros individuos, y produzca por lo tanto esta información fundamental que es la afirmación de su propia identidad. insistiremos sobre el término afirmación, pues una identidad puede vivirse sin ser afirmada, es decir enunciada por el lenguaje. un perro que responde a su nombre mani-

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fiesta la existencia en él de una identidad; pero no sabemos con exactitud en qué condiciones vive el animal esta identidad. lo cierto es que, al menos por ahora, sólo el hombre parece capaz de decirlo. hemos admitido por hipótesis que el individuo humano es un sistema irreductible y que su personalidad se construye dentro de un espacio de comunicación que le es propio. se advierte ahora que este espacio de comunicación no se define simplemente por el conjunto de las fuentes desde las cuales el individuo puede recibir mensajes, sino por las respuestas que él está en condiciones de dirigir a esas fuentes y sobre todo, por el balance de influencia entre los mensajes recibidos y las respuestas enviadas. todo ser humano está rodeado por innumerables fuentes de información que le envían mensajes y ejercen influencias sobre él. el problema consiste en saber de qué manera cada uno de nosotros puede ejercer una realimentación sobre estas fuentes o al menos sobre sus mensajes. por ejemplo, el sol que nos calienta y puede incomodamos o aún matarnos es inaccesible; pero siempre es posible atenuar los mensajes que recibimos no bien dispongamos de algún medio de ponemos a la sombra. es evidente que no siempre se pueden neutralizar todos los mensajes perturbadores o peligrosos que emanan de los sistemas físicos, y ocurren accidentes; pero en el curso de las generaciones el hombre ha aprendido a controlar las perturbaciones más previsibles. es verdad que, al hacerlo, ha creado sistemas mecánicos que no siempre alcanza a controlar: la seguridad es una conquista permanente y que tal vez jamás tendrá fin, en la medida en que cada una de sus etapas incluye una producción informativa humana y por lo tanto, imprevisible. más difícil todavía es ejercer una realimentación sobre los mensajes que provienen de la biosfera, pues el entorno viviente está mucho más dominado que el entorno físico. todos los organismos vivientes están animados de la misma necesidad de supervivencia, tanto a nivel de los individuos como de las especies. la realimentación asume por lo tanto el carácter de una estrategia en la lucha por la vida. estrategias como la agricultura o la cría de ganado han resultado bastante exitosas para asegurar el control de los macrosistemas, tanto que su capacidad no ha sido superada y los mensajes reguladores no han amenazado con destruir su organización. los microsistemas han sido controlados por estrategias como la higiene y la medicina pero todos sabemos que los microorganismos saben elaborar contraestrategias que ahora hacen retroceder el frente de batalla hasta el virus y la organización intramolecular. de todos modos, se puede admitir que el control humano sobre los sistemas físicos y vivientes no ha dejado de aumentar en el transcurso del último siglo, cuando menos

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para una parte de la humanidad. en efecto, y tal como lo recordarnos al comienzo de este libro, es muy necesario que todos los individuos humanos dispongan del mismo espacio de comunicación. un habitar te del sur asiático está mucho menos al abrigo de las catástrofes naturales, del hambre y de las epidemias que un habitante de europa occidental. y aun en esta parte del mundo, es muy necesario que un trabajador manual cuente con el mismo control sobre los accidentes, la desnutrición y la enfermedad que una persona que dispone de ingresos importantes y de la educación que suele provenir de este hecho. parecerá quizás un poco ingenuo recordar estas verdades primarias, pero sin duda ellas resultarán más nuevas si se las considera desde el punto de vista de la comunicación. en efecto, se tiene demasiado a menudo el hábito de ver hechos de “masa” en todo esto, y de analizarlos desde un punto de vista estadístico; es decir, de transferirlos a grandes mecanismos de tipo físico o biológico, haciendo abstracción de los individuos. hablar del “hambre en el mundo” es olvidar que son individuos -centenares de millones de individuos quizás; pero individuos conscientes de su identidad- los que se ven afectados por el hambre, cada uno con su situación particular, por tal o cual carencia alimentaria provocada por diferentes causas. hablar del tercer mundo o de “países en vías de desarrollo” es concentrar una infinidad de informaciones individuales en una sola información hasta tal punto general que prácticamente no tiene ningún valor probabilística; su pertinencia se sitúa en el plano de los pensamientos piadosos y su valor en juego -el desarrollo- se convierte a fin de cuentas en un mito inasequible. volvamos por lo tanto al individuo. su problema es que se encuentra sumergido, no sólo en un entorno físico y biológico, sino también, y de manera más compulsiva, en un entorno humano. a las calamidades naturales -sobre las que no puede influir-cataclismos, hambrunas, epidemias- se agregan las que provienen del entorno humano: guerra, genocidio, explotación del hombre por el hombre. el sistema que constituye el individuo mantiene relaciones informativas con los sistemas que constituyen los otros individuos, totalmente diferentes de las que tiene con los sistemas de la naturaleza no humana. en primer término, a causa del modo de reproducción de la especie, el individuo humano no está normalmente solo: pertenece a una célula familiar, que por su parte constituye también un sistema mas o menos rico, más o menos coherente, pero que implica desde el nacimiento(y probablemente desde antes) relaciones interindividuales donde se enfrentan las influencias. esto no

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es particular del hombre: existe una sociabilidad animal que puede adoptar formas muy variadas, incluida la simbiosis o el parasitismo entre especies. esta sociabilidad se manifiesta a veces, como en el mundo de los insectos, por una especialización que confina a los individuos a una función precisa y limita su espacio de comunicación al cumplimiento de dicha función. también esa sociabilidad puede incluir una jerarquía fundada en una relación de fuerzas entre individuos dominantes e individuos dominados, en cuyo caso el juego de influencias obedece a reglas estrictas y codificadas. todas las sociedades humanas responden en mayor o menor medida a estos dos modelos, y cuando se habla de organización política, hay que tener presente que las remanencias del hormiguero, de la colmena, del corral y de la horda están siempre presentes. es decir, hay una tendencia constante de la organización colectiva a neutralizar la información individual, ya sea en beneficio del superorganismo, ya en provecho de una información dominante. pero precisamente, lo que diferencia la vida política humana -a través de la historia y constituyendo un hecho histórico- del juego de influencias en las sociedades animales es el esfuerzo ininterrumpido de los individuos por hacer pasar su información propia a través de las estructuras de organización heredadas del mundo animal, y por supuesto, por resistir a los mensajes de regulación que estas estructuras le imponen, a fin de impedirles perturbar la homeostasis, o si se prefiere, a fin de “mantener el orden” del sistema colectivo. el hombre es, entre todos los animales, un animal histórico, y la historia es un proceso revolucionario en la medida en que las revoluciones se definen como perturbaciones recurrentes de la homeostasis, suficientemente fuertes como para exigir el establecimiento de un nuevo equilibrio, lo que implica desgraciadamente, casi siempre, la constitución de una nueva homeostasis. un revolucionario es un hombre que piensa que la revolución es un proceso continuo, o que las revoluciones sucesivas se inscriben en la historia como las etapas de un progreso hacia el control del sistema colectivo por parte de los individuos. todo el problema reside en el pasaje del yo al nosotros; es decir, actuar de modo que la identidad colectiva sea la resultante de las identidades individuales, puesto que es únicamente de éstas de donde emana en definitiva la información. en realidad, en todos los sistemas políticos existe una tendencia más o menos firme, más o menos confesada, a reservar la producción informativa al número más o menos grande de individuos, y a neutralizar la de otros que se encuentran así ubicados en una situación de no control que implica una falta de identidad. como veremos, a este anonimato corresponde la noción actual de “masa”. pero el griego y el romano tenían ya dos palabras para designar lo que hoy convenimos en llamar “pueblo”: por un

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lado, demos y populus, para designar a los miembros de la organización colectiva que tenían una identidad política; por el otro lado plebe para designar al conjunto indiferenciado y anónimo de los individuos. laica o plebeya, la doble reivindicación del individuo, entonces como hoy, fue siempre la de tener acceso a la red de comunicación colectiva, antes la tribuna, hoy la prensa, la radio, la televisión- para hacer pasar por ella su información y ejercer su propia regulación sobre la información ya producida por el sistema, si es preciso, oponiéndose a ella. la toma de la palabra pública y el derecho de veto fueron, desde el origen los atributos de los tribunos de la plebe, impuestos al estado romano por una revolución en 493 a.c. pero se sabe qué quedó del poder tribunicio cuando le fue atribuido a césar como complemento jurídico del poder imperial. es verdad que en esta época, el plebeyo de antes, convertido en el civis romunus, se había integrado al sistema del estado y ejercía indirectamente su regulación sobre la multitud de esclavos, libertos, vasallos y bárbaros que constituían un nuevo laos, y que fue efectivamente terreno de una de las grandes revoluciones laicas de la historia, el cristianismo, que era a su manera una reivindicación del individuo contra el estado constituido, romano o judío. pero también se sabe dónde fue a parar esta laicidad evangélica, cuando algunos siglos más tarde el sucesor de san pedro, instalado en el trono romano, transformó la red del pescador de almas en una trama homeostática de mallas particularmente estrechas y resistentes que no dejó casi iniciativa al individuo, ni siquiera delante de su dios. de estos dos ejemplos, no habría que concluir que la historia se repite y que su ley es lo que se llamó en 1968 la “recuperación”. en uno y otro caso, la regresión de la estructura informativa tiene la misma causa específica. ya lo señalamos con el nombre de hiperdimensión. durante la creación de los tribunos de la plebe, roma no era más que una aglomeración de caseríos, o mejor una ciudad de dimensiones reducidas. las relaciones interpersonales, como en las ciudades griegas, se veían muy facilitadas. los tribunos casi no tenían más dificultades para estar en contacto con sus mandantes que hoy el alcalde de una comuna pequeña. sin embargo, fue necesario aumentar muy pronto el número de tribunos: de dos a diez. al final de la república, los tribunos constituían un cuerpo de magistrados que no tenían con sus administradores más relaciones directas que las que puede tener hoy un diputado de una gran ciudad con sus electores. por esto fue fácil integrarlos a la mecánica del poder, como ruedas de transmisión que habían perdido toda productividad informativa. este ejemplo nos muestra que el problema del estatuto de la identidad individual en la identi-

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dad colectiva, que es el problema de la democracia representativa, debe plantearse en función de un factor estructural, pero también de un factor dimensional. es posible imaginar una situación ideal en la que toda la información de todos los individuos circule en todo el sistema; y donde, por ser el mismo para todos el valor de pertinencia de las informaciones, cada uno ejerza sobre los otros una influencia igual para un propósito común. es lo que de nominaremos la situación de grupo. esta situación, la que sólo se ve raramente en estado puro en la realidad, es un modelo ampliamente extendido en la teoría política. son necesarias dos condiciones para la constitución de una identidad colectiva de grupo. la primera es una condición de estructura interna; la otra, una condición de dimensión. la condición de estructura interna es una interconexión máxima de los elementos constitutivos del sistema. en nuestro caso, se trata de individuos humanos, pero es una ley general del funcionamiento de los sistemas cuya productividad informativa depende menos del número de sus elementos, que de la complejidad y la redundancia de sus interconexiones. esto quiere decir que la información debe transitar por ella no solamente por las vías privilegiadas, sino por vías apartadas que suponen un número más o menos extendido de intermediarios. un sistema de dos elementos, a y b, no dispone en todos los casos más que de una vía entre a y b. pero tomemos el caso de un sistema de cuatro elementos, a, b, c, d, y su pongámoslo rigurosamente jerarquizado con un “jefe” a, y tres subordinados, b, c y d, que intercambian exclusiva mente sus informaciones con el jefe. está claro que en estos casos a dispone de tres vías directas, una con cada uno de los otros elementos del sistema, mientras que cada uno de éstos sólo dispone de una vía directa hacia a y de una vía indirecta hacia los otros, pero por intercambio de a (b-a-d, b-a-c, c-a-d). de todas maneras, directa o indirectamente, no hay nunca más de una vía disponible entre dos elementos cualesquiera del sistema. pero imagine nos ahora el sistema enteramente interconectado: es visible que para comunicarse con todo otro elemento del sistema, cada elemento supone: -de una vía directa (por ejemplo a ----- b); -de dos vías indirectas hacia un intermediario (a---- c--- b y a---- d----- b); -de dos vías indirectas hacia dos intermediarios (a --- c---- d ----- b y a---- d----c---b), o sea un total de cinco vías.

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el número de vías crece a medida que aumenta el número de los elementos del sistema. prácticamente se puede calcular el número de vías n disponibles entre dos elementos de un sistema de m elementos, mediante la fórmula n = m - 2! e, donde m - 2! es un factorial, y tiene el valor de 2.71828188. . . dejando de lado los decimales, es posible calcular los valores siguientes:

número elementos 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

de número de vías 1 2 5 16 65 326 1957 13700 109601 986410 9864101

dos elementos de un sistema de doce elementos entera mente interconectados disponen por lo tanto, para comunicarse, de cerca de diez millones de vías, de las cuales más de un tercio suponen diez intermediarios. si el sistema estuviera rigurosamente jerarquizado, como en la figura 1, los mismos elementos no dispondrían siempre más que de una vía con un intermediario entre subordinados, y de una vía directa entre el “jefe” y un subordinado. agreguemos que si el sistema estuviera dividido en dos subsistemas, cada uno de ellos de seis elementos, ligados en una vía única por dos “representantes”, el número máximo de vías disponibles entre dos elementos pertenecientes cada uno a su subsistema, seria solamente de 4 226. la ventaja de una interconexión total e “igualitaria” es que la propia redundancia de las vías pone al abrigo de perturbaciones accidentales la performance informativa del sistema. en el sistema de doce elementos que hemos mencionado, aun si se cortaran al azar una o varias líneas, el número de vías disponibles seguiría siendo lo bastante considerable como para que el funcionamiento general del sistema no resultara afectado. dicho de otro modo, la homogeneidad comunicativa del sistema lo hace relativamente invulnerable al “desperfecto”. esta es, por otra parte, una de las características del cortex cerebral, donde decenas de miles de millones de neuronas están organizadas en sis-

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temas interconectados de manera extremadamente densa. por la misma razón es difícil controlar o regular la producción informativa de tal sistema, ya sea desde el interior o desde el exterior. aun cuando un elemento dominante se manifieste, por ejemplo si es portador de un estímulo particularmente fuerte, los mensajes que está en condiciones de hacer llegar a los otros son compensados y corregidos por el aporte informativo de los intermediarios que intervienen sobre las vías indirectas, y en particular por la huella que hayan podido dejar eventualmente los mensajes anteriores. en las intersecciones de las vías se producen inevitablemente interferencias, debidas a la deformación de los mensajes o, a los plazos variables de encaminamiento y estas interferencias son a veces el origen de informaciones contradictorias que genera cada una elecciones más o menos aleatorias que constituyen otros tantos aportes informativos. hay un fenómeno de autorregulación particularmente importante, pues es él, probablemente, el que se halla en el origen de la constitución de la identidad. cabe imaginar que cuando vehículos de informaciones transitan simultáneamente por trillones de trayectos dentro del sistema nervioso y particularmente del cortex, las distorsiones sufridas por los mensajes en los distintos relés, las diferencias de tiempo debidas a la largura disímil de los trayectos, las huellas mnemónicas estimuladas a su paso, los meandros informativos que se hacen y se deshacen, generan interferencias y contradicciones en un número muy elevado de puntos. así como la interferencia contradictoria entre las dos imágenes retinianas en la visión binocular exige para que se resuelva, la producción de una información nueva que es la representación de la tercera dimensión, es posible pensar que de una manera infinitamente más compleja, las innumerables interferencias contradictorias provocadas en el cerebro a cada instante exigen, para ser resueltas, la producción de una información mantenida constantemente que es, para cada individuo, la conciencia de una situación, única en el universo circundante, es decir de una identidad. la “nube” de contradicciones constantemente renovadas no es la causa directa de la aparición de la identidad, pero es ésta la que, gracias a la paradoja de una unicidad en la multiplicidad, permite soportar el absurdo de la situación, si es preciso acallando lo que no es pertinente para su continuidad. a fin de cuentas, se sabe poco del funcionamiento informativo del cerebro. lo que llamamos nuestra libertad es quizás, simplemente, nuestra ineptitud para aprehender el funcionamiento de un mecanismo que, tanto por la pequeñez de sus componentes como por el número de interconexiones, se sitúa por el momento mucho más allá de nuestras facultades de análisis. como quiera que sea, la representación del peso del pensamiento como una circulación de corrientes codificadas de infor-

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mación, con un sistema muy altamente interconectado, es la única metáfora de la que nos podemos servir, por grosera que sea. pero todo ocurre de otro modo cuando consideramos un sistema compuesto de individuos. en este caso, el efecto, el libre arbitrio se nos impone de manera ineluctable. y éste se manifiesta fundamentalmente por el empleo del lenguaje gestual o verbal. las corrientes de información están sólo parcialmente codificadas, pues, como sabemos, la característica del lenguaje es producir información y no simple mente transmitirla. esto significa que, cuando en un grupo, los mensajes transitan a través de intermediarios, cada uno de éstos inscribe mediante el lenguaje una nueva información. como la capacidad del canal es limitada, le es preciso eliminar una parte de la información percibida para sustituirla por la suya propia. objetivamente se podría considerar esta sustitución como un “ruido”, es decir como una degradación de la información inicial debida al funcionamiento del sistema; pero la asimilación es engañosa. un ruido es entrópico, mientras que el aporte de información hecho por el lenguaje, aunque sea parasitario, es por definición neg-entrópico. el individuo humano no es un transmisor confiable, precisamente porque es productor de información. los efectos de esta no confiabilidad son variables y difíciles de evaluar. desde el punto de vista empírico, en el caso de la comunicación oral directa se puede admitir que, después de seis relés, lo que subsiste de la información inicial es desdeñable. es una experiencia fácil de realizar. más difícil es explicar su resultado. una hipótesis verosímil es la de que la información agregada por el intermediario “se aloja” en la parte del mensaje dejado libre por la redundancia natural del lenguaje. se llama redundancia de un mensaje, en la teoría matemática de la información, a la diferencia entre el valor de la información máxima que podría transmitirse por medio de los signos empleados y el valor de la información efectivamente transmitida en el mensaje, dividida por la información mínima. así, cuando la información máxima es de 10 bitios y la información efectiva es de 8 bitios, la redundancia es de (10-8): 10=0.2. los lenguajes son, por naturaleza, más o menos redundantes. en el lenguaje telegráfico, por ejemplo, se trata de reducir la redundancia, por razones de economía, a un mínimo compatible con la inteligibilidad. tomando en cuenta la capacidad informativa del cerebro humano (unos cuarenta bitios por segundo), en la mayoría de los idiomas la redundancia del lenguaje corriente es del orden de 0.5, lo que significa que sólo la mitad de los signos empleados por un mensaje dado son indispensables para la formulación de la información. se puede entonces pensar que cada intermediario suprime alrededor del 50% de la información (redundante o no) que ha recibido. esto significa que al séptimo intermediario, aproximadamente, ya no subsiste más que o .5

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7 = 0.0078125 de la información inicial, lo que es desdeñable. por supuesto, esta formulación numérica grosera es pura mente indicativa. las situaciones reales pueden hacer variar esta evaluación en proporciones considerables; en particular, existen numerosos medios de aumentar la confiabilidad de los intermediarios, particularmente la simplificación formal de los mensajes y su repetición “de memoria”: es lo que ocurre en el caso de las palabras de orden y en el de los slogans. pero el campo de aplicación de estos procedimientos es siempre muy limitado e implica en todo caso un fuerte aumento de la redundancia. por lo tanto se puede considerar que, en la comunicación informal corriente es aceptable un límite de seis intermediarios. esto nos permite volver a la segunda condición que señalábamos como necesaria para la constitución de una identidad colectiva de grupo: la dimensión. en efecto, a medida que aumenta el número de miembros de un grupo enteramente interconectado, el número de vías posibles entre dos miembros dados del grupo se acrecienta, pero el número de trayectos que son, de hecho, encrucijadas, porque el número de intermediario es superior a seis, crece más rápidamente todavía. hasta ocho personas en el grupo, todas las vías tienen un número de intermediarios igual o inferior a seis; pero con doce miembros en el grupo, esas vías, en número de 187 301, no representan más que l.9 % de las 9 864 101 vías posibles. a partir de esta dimensión, su porcentaje se vuelve desdeñable en la red. por lo tanto, se puede considerar el número de doce miembros en un grupo como un umbral de dimensión. es un orden de magnitud, pero corresponde a la dimensión que es imprudente sobrepasar, aunque sea en algunas unidades, si se quiere obtener un grupo que posea una identidad colectiva y en la cual la identidad de cada individuo ocupe un lugar apreciable. se recuerdan, evidentemente, los doce apóstoles, los doce miembros de un jurado, los doce soldados de infantería de un grupo de combate, los once jugadores de fútbol y los quince de rugby. pero el mejor ejemplo es probablemente el de los doce caballeros de la mesa redonda, que no sólo afirman su condición de pares, es decir de iguales en influencia, sino que además adoptaban la disposición topográfica circular que es la más apropiada para una interconexión total de tipo igualitario. la “mesa redonda” (casi siempre simbólica) ha sobrevivido a los caballeros: de ese mismo modo se le llama a toda reunión donde se quiere limitar su número de participantes y a la vez favorecer un intercambio tan igualitario entre ellos como sea posible. es interesante que el grupo básico, cuyo número de miembros es del orden de doce se encuentre como una constante en la historia evidentemente, porque la experiencia ha revelado que es el

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más eficaz. se lo vuelve a encontrar siempre, toda vez que se trata de adoptar decisiones que tengan un carácter colectivo. en estos grupos es raro que se vote: las resoluciones se adoptan en general por un consenso que compromete al conjunto de los miembros del grupo. por esta misma razón, tal tipo de grupo se encuentra tanto en el nivel de las instancias dirigentes (el comité de salvación pública tuvo nueve miembros, después doce, como en el nivel de los órganos de ejecución, a los que se les exigen iniciativas concertadas (como, por ejemplo, en el grupo de combate de infantería). también suele ocurrir que tenga una existencia espontánea y una estructura informal, como en el caso de la banda; pero ésta se caracteriza entonces por un numerus clausus y un procedimiento de votación. no todos los pequeños grupos son, evidentemente, igualitarios, y no respetan de la misma manera la libertad de decisión de los individuos; pero éstos, por pasivos que sean, no son anónimos: conservan sus identidades dentro de la identidad del grupo. esto se hace cada vez más difícil a medida que el grupo aumenta sus efectivos y tiene entonces cada vez más dificultades para constituir una identidad. más allá de la dimensión crítica, el consenso se vuelve rápidamente imposible. entonces hay que recurrir a la obediencia o al voto. en uno y otro caso, el poder de decisión se basa en una relación de fuerzas. si el grupo quiere conservar su identidad, tendrá que institucionalizarse el funcionamiento de esta relación de fuerza, y por lo tanto dotarse de un aparato. los aparatos un error frecuente, sobre todo en materia política, es el de confundir el sistema con el aparato. el ejemplo más llamativo y desastroso por sus consecuencias es la confusión, típicamente francesa, entre la nación y el estado. también se podrá mencionar la confusión del electorado de izquierda con los partidos de izquierda; o, a escala de una empresa, la confusión de los trabajadores con su sector sindical. esta confusión es tanto más peligrosa cuanto que los poderes personales y oligárquicos siempre tienen tendencia a explotar la no coincidencia de los aparatos y de los sistemas para confiscar en su beneficio la identidad colectiva. los aparatos se constituyen según dos grandes tipos de estructuras, que por lo demás no son incompatibles, y entre las cuales existe un gran número de formas híbridas. ya mencionarnos la estructura jerárquica, que es ciertamente la más antigua, puesto que se la encuentra también en las sociedades animales. se caracteriza por su organización univectorial: toda la información converge hacia el jefe o emana de él a su nivel se hace la evaluación del valor de pertinencia y del valor en juego y se produce el aporte informativo de la decisión. por

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el contrario, en la estructura deliberativa, la evaluación y la decisión surgen, como en la situación del pequeño grupo, de un intercambio informativo entre los miembros del sistema. pero las dimensiones de este último no permiten a cada miembro participar en la totalidad del intercambio: por una parte, la información individual termina por perderse en callejones sin salida; por la otra, las vías de orientación directa tienen una capacidad limitada. aparece entonces la necesidad de un presidente o de un moderador que desempeñe de alguna manera el papel de guardagujas o, más exactamente de dispatcher. toda la información transita a través de él: en la tradición parlamentaria británica se dirige siempre hacia el presidente de la sesión. este procedimiento lineal tiene el inconveniente de que hace desaparecer casi por entero el efecto de trama interconectada. reprime, y aun en principio prohíbe la simultaneidad de los intercambios y, por lo tanto, la intersección contradictoria de los mensajes. el debate alternativo organizado sustituye a la conversación informal, tendiendo a reducirla a situaciones binarias, informacionalmente empobrecedoras: tesis-antítesis, pro o contra, mayoría-oposición. la riqueza informativa del sistema se encuentra entonces considerablemente disminuida y, sobre todo, se vuelve muy vulnerable a las influencias. no solamente el presidente puede manipular, sino que basta que se manifieste una personalidad dominante, ya por una aptitud superior de expresión o por una competencia particular o incluso por un simple prestigio institucional adquirido fuera del sistema, para que la información que emana de ella se encuentre en posición privilegiada. si se manifiestan dos o más personalidades, el valor en juego de la información que ellas producen se desplaza de la problemática expresa del debate hacia la influencia dominante sobre el grupo. entonces nos encontramos ante una situación de tipo etológico, donde los mensajes tienen el carácter ritual de las exhibiciones que se observan en las sociedades animales cuando se enfrentan machos rivales. es decir, estos mensajes pierden mucho de su valor de pertinencia. resulta de esto que si eventualmente se alcanza un consenso en un sistema de este tipo, se puede estar casi seguro de que la decisión fue aceptada merced a la indiferencia de una parte de los miembros. sin embargo, mientras el sistema no sobrepase cierta dimensión, todo miembro conserva la posibilidad teórica de hacer pasar una parte de su información en el debate, aun si no tiene ninguna posibilidad de ejercer una realimentación sobre todos los mensajes que recibe. en este caso, tal sistema conserva una identidad de grupo que es a menudo asimilada a la de la personalidad dominante. por otra parte, esta logra generalmente hacerse elegir para una función que le permita controlar la producción informativa: ya sea presidente (control de la elaboración), o secretario (control de la

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formulación). es frecuente que un comité o una comisión sean designados con el nombre de su presidente o de su secretario. la cosa es todavía más nítida en el caso de una estructura jerarquizada. en la dimensión de una sección de infantería (alrededor de cuarenta hombres), aun cuando la información que emana del jefe sea constantemente dominante, les es posible a los suboficiales y a la tropa identificarse colectivamente con él. a menudo se designan las secciones por el nombre del oficial que las manda. lo mismo ocurre en la dimensión de la compañía (de cien a ciento veinte hombres), y a veces más allá, aunque esta dimensión parece tener un límite. en el ejército romano la compañía llevaba el nombre de “manípulo” (literalmente, lo que cabe en el hueco de la mano). la dimensión manipular corresponde a una situación en que el jefe aún tiene vías de comunicación directas e inmediatas con sus subordinados, como la voz y el, gesto, lo que le permite manipular a su unidad globalmente, insertándose él mismo en la red in formativa interna que le otorga su identidad. esto quiere decir que, para el capitán, la compañía que él manda no es un conjunto anónimo e intercambiable con otra, sino una prolongación de su propia identidad: él actúa a través de ella y en ella; forma con la compañía un cuerpo. quizás el lector sienta sorpresa y aun inquietud al vernos utilizar ejemplos militares para definir umbrales de dimensión cuya aplicación será finalmente política. la razón es que, de todos los sistemas humanos, el ejército es el que ha sido dotado más antiguamente de una organización probada a través de siglos por la más despiadada de las experimentaciones. es comprensible que las dimensiones, atenidas a normas, de sus unidades correspondan a exigencias reales que se encuentran expresadas de otra forma en los sistemas de tipo deliberativo. ya se verá, por otra parte, que a medida que la dimensión aumenta, tiende a atenuarse la diferencia entre estructura deliberativa y estructura jerárquica más acá del nivel manipular, la diferencia entre el jefe de sección y el comandante de compañía queda sugerida por los propios términos que sirven para designarlos: el teniente conduce y el capitán manda. el jefe de sección está “en contacto”: es el último dispatcher de la información antes de que ésta salga del sistema y el primero después que entra. a su nivel se efectúa la interacción informativa productiva con el exterior del sistema. en este caso se trata de un combate, pero también el maestro delante de los treinta o cuarenta alumnos de su clase; el presidente ante los treinta o cuarenta miembros de su comisión; el jefe de la tripulación en un navío de tonelaje mediano con los marineros a su cargo; el capataz con los obreros de su brigada, cumplen en la misma dimensión una función análoga. en la medida en que este tipo de grupo

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está incluido en un sistema más vasto, cumple en general una función especializada: combate, enseñanza, navegación, etcétera. el capitán se encuentra en otro nivel dimensional: el de director de escuela, presidente de un consejo de administración o de una asamblea, jefe de a bordo, conductor de trabajos. la manipulación del sistema predomina sobre la producción informativa y aparece entonces bajo la autoridad del director: grupo de comando, secretariado, oficina, maestranza, magisterio. este pequeño grupo está destinado a ensanchar y ampliar la acción del director, pero sobre todo constituye la forma primaria de una instancia de elaboración de la información, cuya característica es la de no incluir al conjunto de los miembros del sistema. su funcionamiento es relativamente deliberativo y a veces hasta igualitario, pero la información que produce tiene su propia pertinencia y su propio valor en juego que en el caso de los sistemas jerarquizados es el mando. conviene detenerse un momento en esta noción de mando. etimológicamente, el comandante, el arkhon de los griegos, es simplemente el primero entre sus iguales -primus inte pares, se decía en latín-, lo que corresponde a una situación de pequeño grupo, pero que no se aplica ya a la situación manipular. así como vimos trasladarse el valor en juego, en el caso de una rivalidad entre personalidades dominantes, del debate informativo pertinente hacia la influencia sobre el grupo, de igual modo se ve, a partir de la dimensión manipular, cómo el papel del jefe pasa de una función de conducción especializada a una función de autoridad. en este nivel, se torna más importante (porque es más difícil) ejercer una influencia determinante sobre los miembros del sistema, que recoger, combinar, tratar y poner en práctica su producción informativa. respondiendo a esta exigencia, el grupo de comando, como sus diversos equivalentes, es el embrión de una estructura que se va reforzando y diversificando a medida que aumenta la dimensión del sistema: es el aparato. en el ejército, a nivel de oficiales “subalternos'' (tenientes, capitanes), el aparato todavía rudimentario está directamente sometido a la realimentación de los individuos. pero cuando se llega al nivel de oficiales “superiores” (comandante, coronel), la dimensión del batallón (800 a 1 000 hombres) o del regimiento 2000 a 3 000 hombres) exige la constitución de un estado mayor. cualquiera que sea el modelo -jerárquico o deliberativo-, el sistema en esta dimensión está dominado por el aparato. se establece una brecha entre “la tropa” y el “estado mayor”, “el puente” y “la pasarela”, “la base” y la “jerarquía”. ya no existe la identidad colectiva, que es eventualmente

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sustituida por un “espíritu de cuerpo”, representación colectiva simbolizada a veces por un comportamiento o un detalle en la vestimenta, o por un objeto, como una mascota, una insignia o un banderín. también se da el caso, sobre todo en los sistemas de grandes dimensiones, de que el espíritu de cuerpo recupera sus orígenes feudales y se convierte en un juramento de fidelidad encamado en un personaje carismático o aun mesiánico. si este personaje es, además, la personalidad dominante que ha logrado apoderarse del control del aparato, puede ser objeto de un verdadero culto, que a veces es llamado “culto de la personalidad”. esta denominación es bastante engañosa, por cuanto el culto (conjunto de comportamientos ritualizados de fidelidad, obediencia o sumisión) es con frecuencia anterior al surgimiento de la personalidad dominante y sólo le es transferida durante un periodo de poder efectivo. es el mecanismo típico del derecho divino, ilustrado por la fórmula: “el rey ha muerto, viva el rey!” esta desviación de la religión en beneficio de un poder se acompaña siempre de la constitución de un aparato teocrático francamente clerical cuando la jerarquía es religiosa, de derecho divino cuando la jerarquía es política. pero puede ocurrir que falte la referencia a la religión y que sólo se conserven bajo otro nombre las estructuras de la teocracia. tales fenómenos se producen en dimensiones mucho mayores que las de las unidades militares. a este nivel, el aparato, a fin de institucionalizar la relación de fuerzas que funda el poder de decisión dentro del sistema, sustituye la noción de mando (conducción de una línea de acción que proviene de un intercambio informativo igualitario o no dentro del sistema) por la noción de autoridad (privilegio de la producción de información que determina el comportamiento global de un sistema sin realimentación inmediata de sus miembros). así como los griegos tenían un verbo para designar el mando, arkhein, tenían también un verbo para designar a la autoridad fundada en la relación de fuerzas: kratein. de ahí hemos extraído los dos sufijos que en las lenguas modernas designan al poder: “arquía” y “cracia”, aunque a veces no se tome en cuenta la diferencia que los separa. en realidad, el primero debería referirse al mando en el sistema (era el papel de los arkhontes); el otro debería referirse a la autoridad en el aparato (era el papel de democracia directa en la asamblea del demos). sin embargo, se puede señalar que un monarca es un rey (de regere, dirigir, conducir) que ejerza un poder personal sobre un pueblo con el que se identifica, mientras que un autócrata es un emperador (de imperium, poder jerárquico y absoluto) que ejerce una autoridad anónima a través de una administración todopoderosa sobre un territorio, sin otra identidad que su sumisión. entre paréntesis, la monarquía francesa tal como fue

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conformada a partir del siglo xvii era en realidad una autocracia (absolutismo y- concentración administrativa) cualesquiera que hayan sido los nombres que se les dio, la europa de los estados-naciones tuvo más emperadores que reyes. en cuanto a la democracia, sorprenderá quizás que su sufijo parezca situarla entre los poderes autoritarios. la razón es que históricamente la democracia ateniense nació de una larga lucha por la conquista del poder sobre las ruinas de pequeñas estructuras tribales, después de la constitución por sincretismo de un sistema de dimensiones bastante grandes: la ciudad. los dos modelos que se enfrentan son, por una parte, el del tirano, es decir el monarca apoyado sobre el laos, que es-recordémoslo- el conjunto de individuos incluidos en el sistema, y por la otra, el de la soberanía del demos, minoría de ciudadanos de pleno derecho. en atenas, en la época clásica, los ciudadanos que formaban parte de la asamblea (llamada adecuadamente ekklésia, es decir reunión cerrada, prohibida a los no miembros) representaban apenas el 15 % de los ciudadanos que tenían el derecho de integrarla, y que a su vez representaban apenas un 15 % de la población total de la ciudad. esta minoría quedó encuadrada sólidamente, después de solón, por un aparato del estado que comprendía en especial un código de leyes escritas, una estructura administrativa rígida y órganos de regulación constituidos por un consejo y por un tribunal de dimensiones manipulares: la boulé y la héliée. en cada una de estas instancias, la soberanía del demos se manifestaba por un voto, es decir, por una relación de fuerzas numérica de donde quedaba excluido el consenso. en la asamblea, el resultado del voto era proclamado por el anuncio de “kratei!” (ésta es la opinión dominante) y desde entonces la decisión tenía fuerza de ley contra toda otra consideración. este absolutismo democrático fue muy bien definido por platón en la prosopopeya de las leyes, cuando sócrates se inclina ante la sentencia de los heliatas como ante la decisión de un soberano absoluto. de hecho se inclina ante el aparato cívico personificado por las leyes. el mismo absolutismo de la ley y la misma dictadura de la mayoría se encuentran en todos las grandes democracias de la tradición grecolatina, y especialmente en los regímenes salidos de la revolución francesa, cuyo efecto fue, a fin de cuentas, después de las tímidas esperanzas de 1790, el de reforzar el aparato absolutista, transfiriendo simplemente el capricho personal de un soberano a un soberano abstracto cuya legitimidad se fundaba en el mejor de los casos en una superioridad numérica y, en el peor, en una influencia dominante sobre un grupo situado en una articulación decisiva del aparato. se comprende que sea difícil constituir una identidad colectiva en esta situación, donde toda la producción informativa se concentra en un número limitado de sistemas restringidos, sometidos

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unos a otros, y donde las producciones informativas individuales no pueden traducirse sino por elecciones binarias y en un número de casos limitado. aun cuando el laos se identifique teóricamente en el demos con el sufragio universal, no se identifica con el soberano inaprehensible que pretende ser. la tradición presidencial, heredada de la monarquía, trata de evitar este inconveniente trayendo directa o indirectamente la información a nivel de los electores individuales; pero es muy evidente que en las dimensiones de un estado nación moderno esta exploración informativa del sistema se hace a través de los aparatos y se reduce en definitiva a una relación de fuerzas casi siempre binaria, más pobre todavía que la de la democracia representativa. las dos estructuras, por lo demás, aparecen con frecuencia asociadas a un compromiso más o menos fácil y productivo. pero también con frecuencia, desde la época de los tiranos y de los césares la monarquía plebiscitaria (es decir, fundada en la convocatoria directa del laos) se encarna en hombres providenciales, carismáticos o simplemente ambiciosos que han confiscado en su beneficio la identificación colectiva de buena gana un título que evoca al comandante personal del jefe manipular: duce, fuhrer, vojd, guía, timonel, etc. pero en los hechos, aunque de una manera diferente unos de otros, ejercen una autoridad autocrática a través de un aparato que puede ser un aparato de estado o un aparato de partido, pero que no difiere fundamentalmente del de la democracia. se sobrentiende que ninguna de las observaciones que acabamos de hacer supone un juicio de valor, ni indica una elección personal. una analogía tipológica no significa asimilación. simplemente hemos querido mostrar hacia qué modelos problemáticos evolucionan las estructuras informativas colectivas cuando se las transpone de la pequeña a la gran dimensión. muchas de las dificultades que encuentra los aparatos políticos moderno provienen quizás de que se razona demasiado a menudo sobre éstos por medio de metáforas heredadas del clan, de la tribu, de la aldea o aún de la ciudad antigua. es fundamentalmente un fenómeno dimensional. para volver al problema planteado al comienzo de este capítulo, tenemos ahora que tratar de comprender lo que ocurre realmente cuando las dimensiones de un sistema humano son tales, que le imponen a la circulación de la información en este sistema coacciones y limitaciones análogas a las que definían al propio sistema en sus relaciones con el exterior.

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escarpit, r., “sistemas y aparatos” en teoría de la información y práctica política, méxico, fce,1983 págs. 41-78 1. sistematice las características generales de los sistemas. 2. ¿a qué llama escarpit valor probabilístico? 3. ¿qué alcance tiene el concepto de código? 4. piense en ejemplos propios de funcionamiento analógico del lenguaje. 5. ¿qué aporta y qué límites plantea la comparación entre el sistema informativo y el sistema biológico? 6. ¿por qué se relaciona la construcción de la identidad con la dimensión de un sistema? 7. ¿en qué se diferencia la socialidad humana del ambiente animal? 8. ¿como funciona el sistema político a nivel informativo? 9. ¿en qué medida la estructura interna de los sistemas y su nivel de interconexión caracterizan su funcionamiento? 10. diferencie la estructura deliberativa de la estructura jerárquica. en dónde predominan los liderazgos y en dónde las jefaturas? 11. ¿cuáles son y por qué los números ideales de una formación para asegurar un flujo de información ideal? 12. sintetice los aspectos definitorios de un aparato.

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