Ensayo Del Vuelo, Muestrario Poetico Eltl

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  • Words: 8,654
  • Pages: 96
El idio L a Tor re L a g a re s Dd En sayo de l v u e lo mu est ra r i o a n t ológ i c o

Este libro se distribuye gratuitamente con fines promocionales Prohibida la reproducción comercial de este libro. Todos los derechos son del autor: Embudo: poemas de fin de siglo ©1994 Elidio La Torre LAgares Cuerpos sin sombras ©1998 Elidio La Torre LAgares Cáliz ©2004 Elidio La Torre LAgares Vicios de construcción ©2008 Elidio La Torre LAgares Ensayo del vuelo Premio de Poesía Julia de Burgos 1998 Elidio La Torre LAgares

Embudo: poemas de fin de siglo 1994

Dedicado a los ángulos de mi pirámíde A Ana Ivelísse, gradas por existir. A RoshellyJoan, casi mi hija. A Rosa Maria, pesa la cruz, madre.

apocalipsis Y los hombres dijeron Seamos dioses Y su ambición les llevó a límites Jamás pensados. Y su codicia desembocó En torrentes de sangre: Y llevó la guerra a sus contornos: Y así, a sus hogares: Y ya no había familias; Y ya no cargaba el air epalbras Sólo la estática de la tele; Y la fe en la vida se hizo material, Y ese material, dinero, Y el dinero se fundió en plástico Y ese plástico se hizo plegaria Y sus letanías se escucharon En los centros comerciales Capilla de neo-devoción. Entonces, la existencia comenzó a decolorarse Y el alma se quedó despintada Y el corazón de aquellos hombres Se hizo vulnerable y débil y frío Y de pronto las horas fueron insípidas Y los días cobraron una espantosa uniformidad Y los hijos de los hombres ya no fueron sus hijos Sino hijos de la adicción; Hijos del palcer, del escapismo y del homocentrismo; Hijos de la comodidad; del no pensar;



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Hijos de la Era Personal Y de todo lo que provea felicidad instantánea. Y aquellos hijos de los hombres heredaron el trono usurpado y el presente no fue mejor que el pasado, y ya no hubo más progresión y ya nada se creaba: tantas mentes y tanta nada; y tuvieron que expiar las culpas de la mortal estupidez humana; heredando así el caos, hicieron monolitos de basura plasmados sobre el cemento, respirando atmósfera contaminada, cenando comida recalentada con radiación, y sin agua para saciar la sed; y sin árboles que cobijen con su sombra; y sin capa de ozono que filtre el fuego, se quemaron en vida aferrándose al falso cetro muriendo de grandeza porque en el epicentro de su caja torácica sólo queda vacío sólo queda hastío, y todo perdió sentido todo careció de esencia y vivieron más bien por acción biológica y automática inhalando y exhalando como péndulo



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y el Tiempo se hizo juez y condena y prisión y de pronto, las llamas consumieron la faz de la Tierra. Y todo fue nada; Y la nada fue nada. Sin embrago, Entre las grietas de la tierra seca Árida y quemada, Apareció un ser De suaves pétalos blancos Y alegre brillante centro amarillo.



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espejo Mirate. Desnúdate. Coloca tu orgullo sobre la mesa. Rebana el furor de tu coraje. Fragméntalo. lnténtalo. Imagínate que llegas hasta aguas diáfanas; y sosegadas. Hoy no existe nada, excepto tú y tu reflejo. Enfréntate. Mírate. Déjate caer por tus córneas como suaves cascadas. St tú mismo. Deja a un lado, aunque sea por un instante, tu coraje social tu disfraz de a1guien. Deslígate de toda aflicción material: después de todo, y al final, todo lo que queda eres tú. Bate el miedo que te provoca la soledad. lrónico: nunca has estado solo, sólo contigo, mismo. A eso le temes. Dices que te conoces y, sin embargo, te huyes. ¿Distingues esa cara al otro lado? Eres tú. Imperfecto. Descomponiéndote día a día. Comenzaste a agonizar desde que naciste. Tu came se putrefacta y se degenera. Tan sólo mírate. Ya no eres un niño. Creces. Envejeces. Recorre tu vida y escúrrela en el embudo de tu mente;



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drena todos esos recuerdos y pensamientos y sueños y succiónalos a tu vado. ¿Qué ha sido tu vida? Tu risa has reventado en templos de oro que brillan ante tus ojos y viven en tu came. Pero su frialdad es siempre fría. Te has colmado el intelecto de cifras y cálculos, te has vestido en hilo y seda; Has bebido entre copas la aspereza de la envidia y tu debilidad te impulsa a flagelar al prójimo. ¿Acaso eso te infla de grandeza? Posiblemente, en este momento, alguien se apreste a mutilarte. Cuantas veces habrás fingido, ya sea una sonrisa, o amistad. o simpatía, o deseo, o sexo. Depositado en la flaqueza de tu plel, te entregas inerte a otro cuerpo en muerte. Copulas como bestia salvaje. ¿Acaso no has conocido la pasión? Dudas su signifIcado y desconoces su fuego. Sí. Te has columplado muchas veces en el borde de alguna cama como quien perfila. un precipicio. mientras consumes un intenso cigarrillo acompañado de la cadencia Iluviosa de una ducha. Todo se reduce al mismo principlo genérico que rige tu vida Igual que tu ropa, tu corte de cabello, tu casa , tu trabajo, tus zapatos, tu auto, tu corbata, tu comida, tus tragos, tus diversiones, tu respiro, tu aliento



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y hasta tus pensamientos: siempre algo que alguien pensó, quiso y dijo; nunca tú. Y lo único que ahora sientes está muy, muy en tu adentro, en ese lugar especial frágll y vital, pero negado, donde hay un eco que bosteza como una vorágine en espiral que resuelve en tu alma y sale por tu boca y te deja una desabrida desolación que hace tu corazón redoblar lentamente, lentamente... y tus párpados cayendo suavemente, suavemente... final de una escena que culmina y que nadie ve.



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prozac blues El silencio se derrite en los infernales adoquines: San Juan hierve a 90 grados Farenheit, a 90 grados prueba. Sali a buscar no-sé-qué como un cuerpo a su sombra. Me detuve a hablarle a las mudas murallas sumisas hace 300 años. Hoy desangran de tristeza. En un instante, deseé detener las olas y su infinito pendular cual somnifera nana: yo cuelgo de sus pestañas. El sol en mi cénit y llegó Malena, melena suelta al viento y sobriedad en su cintura. Desfilamos por la navaja de fuego sin hablar, secos. En el camino encontramos unos amigos; fingir es un arte dorado. Sonreímos. Todo anda bien. ¿Acaso no lo leíste en El Nuevo Día? ¿O me perdí que lees el Star? Nos despedimos. Continuamos la marcha hasta la cápsula japonesa y una vez adentro, nos aislamos en la artificial atmósfera. Recorrimos la avenida hasta Ilegar a Hato Rey.



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moderno. Entre la oleada encorbatada, vi tantas sonrisas torcidas, vi tanto simbolo de grandeza material: vi el Alpha de nuestra generación. Conté los semáforos como cuentas en un rosario, como paradas en via-crucis hasta que en el horizonte como la promesa de un amanecer se levanta Plaza Las Américas. Y me pregunté si había vida más allá de esto Malena adora el dinero plástico que la hace des-comunal, sobre-humana, y le Ilena sus vacíos. Ella no me lo ha dicho. Pero me lo ha comunicado con sus ojos. Ella vive atormentada, pues no puede detener las olas. Su cara se va ajando. Cubre los surcos del tiempo, pomadas y polvos que la convierten en artificio de la vanidad Yo sólo soy su compañía Sin perturbar su soledad Debe ser que somos dos soledades distintas. La mía vive en un albúm de fotos las cuales miro, observo, y toco como si sostuviera el pasado en mis manos.



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Allí, Gustavo, Juan y Carlos aún batallan en una selva en Vietnam. De los que sobre-vivimos muchos no hemos regresado. Pero no importa.. Mi nepente Ilega por correo cual aguas del Leteomi bálsamo en Gilead. Y no me siento culpable. San Juan consume píldoras como si fuesen M & M’s. Mientras surco la nave de esta gran estructura consurnista, entre tantas caras distintas, pero iguales desconocidas, y tan familiares, me queda una sensación insipida, pero conocida de una indómita aridez que tiene cualidades de infierno que conflagra en mi cabeza incinerando mi mente donde bailan mil demonios por todo mi cuerpo y por toda mi existencia. Malena aprovecha y me recuerda que es hora de mi Prozac.



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minutos de piedra Minutos de piedra columpiándose entre anillos de humo ondeando en mi mirada entre su centro buscando luz en mi adentro. He visto todo: y no he visto nada visto de negro por los sueños fallidos: por lo que son y no han sido. Cara de hiedra: solidificación del alma en hielo y sin embargo, aún fluye caliente entre mis venas. Decenas de veces he intentado atrapar las estrellas que caen del ciclo, y siempre caen en el mar... son lágrimas en el mar..



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Cuerpos sin sombras 1998



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fundamentalmente Un hombre es dos cosas: lo que hace y lo que sueña, no lo que dice. Un poeta es cosa aparte, porque sueña lo que hace, dice lo que sueña . . . aunque uno que otro, hace que dice. En esto se parece al hombre, que a veces dice que hace. Pero un hombre es un mero mortal que juega a ser Dios; el poeta simplemente es Dios.



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abriendo surcos Antes de sembrarte luz por los poros, quiero desnudar los secretos bajo tu lengua, apretar tus pétalos de miel, prensar tu piel de agua, y embeber la calma inquieta de tu sonrisa. Cara a cara, pecho a pecho, beso el horizonte, sin penetrarte. En la cintura del tiempo, tú, de pie, y yo, sentado, con el sigilo de la espuma, mis labios de sol bañan la flor túrgida de tus pechos, y no te rehusas- no, no te rehusas. Inclinas sobre mí tu catedral para que mi enredadera se deslize por tus cúpulas de carne, mientras por tu paladar se desbocan las palabras que galopan entre los pliegues de tu voz. Le prendemos novas al rocío de prisma. Frotando nuestros seres en la oscuridad unificadora, sosegados suspiros de llamas en la sangre brotan en tu garganta. Te oprimo contra la ciega pared, presionando mi voluntad erecta contra tu oscura flor de fuego. Buscas besarme. Enlazas tus brazos alrededor de mi cuello de tallo, y te aferras a mi espalda ramificada, y te derramas,



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te cuelgas como una liana: mi pie izquierdo sobre tu pie derecho; tu pierna derecha haciéndome de cinturón, y me trepas, y nos hacemos enredadera; nos hacemos ajonjolí y arroz. Me impulso con firmeza entre tus paredes de azúcar. Te halo por la ónix caída de tu cabelloy te rasgo y te muerdoy te abro el cielo en tus venas, soplo de viento inmóvil bajo el vientrey atrapo tu aliento entre mis dientesy te abro como un lotoy en la redondez de mis dedos esparzo las hojas de tu puerta al Cosmos. Aspiro este anhelo de agua y leche. Intento insertar mi labio entre tu boca, sin querer prenderme de ella. Te esquivas. Me buscas. Te esquivas. Tu labio inferior tiembla en ondas involuntarias. Con la noche bordada en tus córneas, te derramas en llanto de luna glaseada, nos succiona el delirio pélvico, una luz se prende en nuestras pupilas, y le abrimos surcos al Infinito. Dios debe estar cerca.



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silencio El silencio tiene un par de alas de cristal que bate con la parsimonia de las vacas. Su multiplicidad es un vertedero donde se personalizan los desechos. El silencio es una máscara, es un tintero. El silencio transmuta, escucha los latidos, hace eco a las ideas secretas. El silencio es camaleónes higoes serpientees árbol de la sabiduría. El silencio es caracol. El silencio es mar. Hay hombres bicéfalos- cabeza y televisorque le temeny le temen tanto como a la oscuridad, porque para ellos, el silencio es imagen de lo desconocidoes el reflejo negadoes la voz de sus miedos. Desde entonces, existe el ruido.



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mi soledad Mi soledad, la que lleva fuegos en su cabello, lleva el sol pintado en su frente. Ella tiene el cielo por paladar. Sus dientes separan los horizontes. Su lengua sabe a estrellas, y su aliento huele a constelación. Mi soledad tiene bosques en sus cejas, y sus ojos son de nubes. Mi soledad tiene mejillas de arena, y su cuerpo es un violín de marsu cuerpo es un sueño de veranosu cuerpo tiene el movimiento delicado de un relojsu cuerpo es silencioso como una piedra. Sus hombros sostienen la nochesus brazos son puentes de lunassus muñecas son puertas de luzsus dedos son pensamientos. Mi soledad tiene páramos en su espalda. Ella tiene salinas en sus caderasy ríos de azúcar en su sexo de mangle. Mi soledad tiene muslos de alga, rodillas de coral y tobillos de espuma. Sus pies son ciudades iluminadas. Mi soledad es sangre y gemido, reflejo y voz. Mi soledad es mi soledad, y ella es fiel, aunque duerma contigo esta noche



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el último gran poeta ¡Venid, venid, venid!— el correr del tiempo jadea— La hoz es una media luna de hostia— Venid, señoras y señores, que el último gran poeta, en su famélica insatisfacción, produce el terciopelo de los sueños— El último gran poeta es viejo aunque es joven— Pasen, pasen amigas y amigos y vean al último hombre que le habla a otros hombres— El traductor del mundo— Sus labios son de agua— Su sangre es de arena— Su corazón es un eclipse— Pasen, pasen y admiren al hombre que pinta marineras con el verbo— El de emociones undecasilábicas — El amigo de los amaneceres— El que no vio al hormigón comerle sus ojos— El que prefirió limitarse a sus fracasos sentimentales y a su agobiante melancolía— Pasen, y admiren al hombre que le cantaba a una patria 50 años más joven— Ideal— Pasada— y sin regreso— Venid, venid y apreciad al último gran poeta, cuya obra es su distintivo de clase, su Rolls Royce de las letras, su Dom Perignon de las artes, el Mont Blanc de las ideas— El último gran poeta— El del lirismo etéreo y estéril— El que se negó a los relojes— El Peter Pan de los signos— El de la ultracorrección— No se lo pierdan— Tal vez mañana sea tarde— Tal vez mañana ni siquiera habrá un mañana— Ésta puede ser la última vez que usted vea y escuche al hombre que caminaba con los dioses— El de los paseos por el Parnaso— El ángel de la palabra— El que definió una sola manera de hacer poesía— El que evitaba el lenguaje vulgar, común, y prosaico— El escultor de imágenes— Solamente imágenes— Puramente imágenes— El que quería hablar como los querubines en plena decadencia terrenal— El que se preguntaba porque nadie lee poesía— Venid y entended vosotros mismos porque las generaciones venideras no tienen voz y no se conectan con lo que leen, si leen, cuando leen— Venid que la ciudad se convierte en un



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gran arrabal— Venid, que las balas aran el espacio y abren surcos que sangran la tierra santa— Venid, que la violencia es polilla en nuestros caballitos de madera— Venid, que cuando se le acaben los sueños bonitos a nuestro último gran poeta la tierra temblará de soledad, porque pronto no habrá arbolitos ni ríos ni coquíes ni casitas en el campo; porque ya no habrá más campo para respirarnos la evasión de la realidad— Venid, venid y ver a un hombre que por vivir en el pasado castró al futuro— Venid a ver a un hombre que simplemente retó a la ley natural de la sobrevivencia: la evolución— Venid y llevad como obsequio un frasco de la última imaginación del mundo— Venid, venid que el correr de los tiempos jadea, y el lenguaje en constante cambio nos sorprenderá con su nueva propuesta.



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Cáliz 2004

[continuidad] La calma sin freno caía desde la montaña, la mañana se encendía, pero no calentaba; el café entorchaba el aire denso, el naranjo pintaba la suave brisa. Golondrinas de agua al borde del tejado trinaban lonjas de música quieta; en la mesa recurrían las raíces de sutiles enredaderas de recuerdos— la nana frágil endulzaba en la casa mi madre tejía el pasado trasquilado mi sangre en sus brazos se mecía tierna como una extensión de la memoria.



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Luz I Luz por la montaña. Oro que matiza los verdes. que se hunden en la silueta de mi mirada II ¿Quién tornea la luz? Nada más veloz que su verbo. Nada más amplio que su voz. Cóncavo y convexo en una misma forma y esencia. III La luz se consume —brasa, estrella, despertar—, y se abre como un huevo —fuego, sol, sueño—. IV Padece de ceguera la luz. Se asienta en las cuencas, ciega de tanto ver. Padece de ceguera la luz.



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cambio de piel Se han agotado las palabras como cuando se le cierra el paso a la lluvia que rema hacia el vientre del sol. El mundo se ha hecho distante y paralelo mientras mi corazón, que es un horno, come leña de las memorias. Las últimas brasas de unos besos se extinguen y entonces me percato de que todavía tengo labios. La lluvia cae lentamente como el vuelo de un velo mientras las nubes tejen perezosamente cada escuálida gota de agua. La luna se prende como un talismán y el sol la corteja y se posa sobre ella en celebración del solsticio. En algunos libros, es una cópula aciaga; en otros, un evento circunstancial del aparato cósmico; pero en todos se fija la prueba de que nada es acíclico. Desde mi ventana Veo los estambres de una flor bailar como ninfas en celo y el viento se une al ágape.



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En el cáliz, el pedúnculo espira criptogramas de nebulosas que se repiten como las estrellas mismas. Es un poema que está en constante construcción. Es el lenguaje de las estaciones. El idioma consubstancial de todas las cosas. Es la frágil música de los espirales que revuelve en su curso— la soledad muda de la eternidad— la espera inmortal por la ascensión de todos los silencios— la calma de los sueños donde se criban las palabras y se beben los poemas como desde un río. De orilla a orilla, suele tenderse una gran sinalefa que los humanos hemos denominado tiempo, que sólo hace de sufijo cuando se sueña y de prefijo cuando se recuerda. De lo contrario, es un signo en presente participio, el dinamo que riega las huertas de esperanza donde quiera que existe un corazón a medias.



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Huertas de esperanza, pido, a lo largo del camino que la voz enclavija el aliento para hacer brotar vergeles desde las tierras más sequizas del alma. Ya llegará el momento de la vendimia. No será hoy. Tal vez no sea mañana, pero llegará. Y todo será nuevo. Yo estaré en las esporas de los helechos. Yo estaré en la brisa que seduce las palmeras. Yo estaré en la lluvia de los días grises. O simplemente seré hombre de arena. Prendido de un sueño, me he sentado a escuchar al cielo crujir como el acero que se debilita en el fuego, mientras los poemas caen como dioses de agua en su ínsito nacer y con mi mirada de aguja persigo el final del cielo. Ya antes yo había calzado los amaneceres y había vestido los crepúsculos; y hasta pretendí envasar los recuerdos



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como luciérnagas en un frasco de cristal, pero la vida fluye— un torrente eléctrico— incontenible, siempre cambiante— y su estela se imprime como un tatuaje de historias, evocación a lo que deja de ser. Yo recuerdo cuando mis manos eran quirománticos mapas de maravillas inconmensurables. Con ellas, yo convertía los minutos en flecos de paz— pilotaba las nubes— retallaba los árboles— tendía los mares— y cada gran respiro parecía poblar el mundo de silfos, hasta que llegó el día en que tuve que cruzar la frontera de la ciudad de los espejos resquebrajados— y el alma, como una flecha, voló disparada a ciegas sin la posibilidad del retorno o del arrepentimiento— simplemente el cumplimiento de un orden constante que gravita de la manera que el mar esculpe los arrecifes.



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De aquel mundo, sólo queda la favila— las nubes secas como pasas— los árboles yertos como columnas— los mares reducidos a lama. De lo centrípeto a lo centrífugo, han pasado días en que me he arropado de profundas tinieblas y noches en que me han sobrado las estrellas. Hoy mi sangre se ha vuelto fría como la de los reptiles. Pronto dejaré atrás esta piel que llevo que ya, en algunas partes, cuelga como el telón de un teatro abandonado, o como el lienzo asesinado de una pintura que nadie verá. Dormiré sobre una roca hasta que la luz del febo se canse de entibiarme. Inevitablemente, me haré de cruces con mi transparencia preguntándome sobre la forma de las cosas, hasta que descienda



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el camino diamantino con la única respuesta. Hoy, de alguna manera, sé que me transfiguro. Venga la muerte. Hágase la luz de nuevo.



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Orión

We could plan a murder, or start a religion -Jim Morrison

Preparemos mi muerte, tierna como la pulpa de las frutas:: la sangre espesa sobre la piedra, el acero truena en mis huesos, el vuelo de las palomas, sobre las heridas:: bajo la sombra del escorpión que duerme sobre mi frente, mal vino que humedece mis labios. Cuando el sol se siembre en su cenit, mis ojos se ahogarán en la espuma del mar. Yo me adheriré a la concavidad del cielo. Me devolveré en lluvia. Y comenzaremos una religión.



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mabón flamboyán de ceniza, eco del fuego, leso misterio de la despedida:: flama boyante del viento que es viejo:: simetría inválida de mi cuerpo:: lacra mutuante del agua pasada:: la impedancia entre el entorno y el alma:: el fuego encrestado encora el canto y en mi piel se apagan viejos luceros:: aquí se acaba la carne; se acaba, pero la voz se criba entre los versos avejigada en las grutas del tiempo:: el maná falaz desecho en mi boca como mentiras de azúcar y hojaldre se imposibilita entre las estrellas// las constelaciones son jedas vacas:: las constelaciones, mi verbo en gueto:: piedra de sílice, alúmina y flúor; amarillo alfeñique del mismo sol:: baile ritualista por los desiertos de las palabras pronunciadas muertas y arrojadas con estolidez fatal para estiomenar el centro del pecho como un responso clavado al aliento:: los días se ensanchan hasta reventar como muertos solos a la intemperie, el bilioso amargo de la imperfección:: el tiempo geminado en noche y día, su gas desgastado en el largo viaje//



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La caída del cielo

I

Acudamos a la caída del cielo, allá, donde los bardos clavaron sus almas. Veamos a la noche Mozambique perder sus plumas; allá, donde desembocan todas las lágrimas y la nostalgia rima y reina:: efluvio de musas endémicas:: misas famélicas:: mortecinos ángeles de maravillosa ternura que se deshuesan en el rojo horizonte de este pálido planeta. Caminemos lentos y desnudos que el tiempo se encarga de acortar los pasos. Nuestros cuerpos visten todos la misma tristeza de la materia que se queda a medio sueño. Celebremos la majestuosidad humana porque en su nombre hemos sacrificado a nuestros hijos y a los hijos de esos hijos. Acudamos a la caída del cielo, ¿por qué no? Hagamos hogueras con sus pedazos y escuchemos los poemas crispar en el fuego:: un verso por cada beso perdido:: un verso para cada madre desdichada:: que la sangre es el vínculo, el misterio único desde el primer sol de donde partieron los espejos. Vayamos prendados de oraciones,



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y el recorrido será menos solitario porque hasta tal vez le encontremos uso a las palabras.

II

Traga la noche hundida en mi boca:: oculta en la arena perlada en mi lengua donde el tiempo desgrana estrellas que nunca colman el fondo de la oscuridad. Alguien podría llamarle maldición; otros le llamarían castigo. Mis labios sólo sangran. Mi voz se descarrila a tu oído cayendo sedosa en blancos suspiros, secretos guardados en mis ojos de azogue y que se conforman con las fauces de tu silencio. Observa como se queman los bosques. Observa como se secan las montañas mientras tocamos la lira. Es un maleficio no saber olvidar cuando el dolor es un sabor con oficio en la memoria. Tus besos han de entibiar mi piel morada y podrás escribir tu nombre en mi sangre y bajo las miradas de los ángeles y arcángeles, serafines y querubines,



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me levantarás de entre los muertos. El tiempo de los bueyes de oro ha pasado. En el lagar de la esperanza, tal vez queden los remanentes del vinagre que saciará nuestra sed antes que el velo del templo se parta en dos como un talismán de barro mientras rotamos sobre el caparazón de una tortuga que se hunde en el infinito.

III

Un día caminaba yo por las magras costas de la oscuridad, cuando una doncella destelló ante mis ojos, se despojó de sus vestiduras y me sonrió como una luna, pero me trago como una serpiente.

Su nombre era Falsedad.

Dormité en su vientre hasta que ella, aburrida, me expelió como algo indeseable. Vagué aturdido hasta que llegué a un hostal, en donde declamé la flaqueza de mi alma, la hambruna de mi carne,



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la necesidad de mi deseo. Y una mujer desnuda, cubierta tras el cuerpo de una guitarra a la que ella acariciaba y hacía gemir con musicalidad, me cantó acerca de la más ardiente hembra que jamás haya dado fuego a un hombre, a quien todos buscaban y nadie encontraba, y que respondía al nombre de Verdad. Ilusionado, pregunté dónde podría encontrar a tan maravillosa creación. La mujer me sirvió vino de una ánfora en cuya superficie titilaban imágenes de mi vida pasada, y me dijo que Verdad vendría escoltando la falda del sol. La mujer me dijo que su nombre era Ilusión y que esa noche, si quería, ella sería mía.

Y lo fue.

Al otro día, esperé por Verdad, pero Ilusión me dijo: —Te dije que vendría mañana. —¿Cuándo es mañana?— pregunté. —Mañana es mañana— contestó.



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Esa noche volví a dormir con Ilusión.

Y la noche después. Y la noche después de esa. Y la noche después de la después de esa.

IV

Bajo la sombra de un cuervo que volaba sobre mi cabeza, llegué a una ciudad en ruinas:: la profundidad de la desolación congelaba el aire, mientras mi corazón trepidaba en las calles y callejones en un perfecto compás. Osamentas de acero callaban como evanescentes columnas supuestas alguna vez a sostener la carpa del cielo. Entré a una antigua catedral, donde un grupo de viejos adoraba, ante un altar dorado, una cruz que alguna vez debió sostener algún Cristo crucificado. Pregunté si alguien había visto a la mujer que daba el más placentero calor a los hombres y a quien llamaban Verdad.



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—Todos esperamos por Verdad—dijeron. Y se sumergieron de nuevo en su oración muda. Entonces, me senté al pie de una fuente seca a mirar como se ponía el sol por la sangre del mar. Los ríos eran manos que rasgaban la tierra en búsqueda de soporte para sostener el universo. Yo miraba el silencio el espino de voces que no dicen nada; yo miraba la multitud y en ausencia de luz, muy bien sobraban los ojos. En las riberas coaguladas, un olor a óxido bailaba al anochecer. Era  un olor sólido. Era un olor singular. Era el olor de una virgen perdida. Era la sangre de la Verdad asesinada. La tarde se fundía en el crisol de la noche y la tristeza llegó como un mándala plomizo.

V

Entreténgannos, dije entonces. Diviértannos. La hora de los comediantes está aquí. Recibamos a los malabaristas del tedio



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Queremos comer carne. Celebrar la carne. Reírnos de la carne. Aborrecer la carne. Queremos sacrificios humanos de desgracia y fatalidad. Que entren los payasos del dharmalos ilusionistas de la vanidadnecesitamos fantasías que engorden la libido:: hosannas de sexo:: pasión en las tinieblas:: libélulas en pasarela:: queremos morir en la carne en un orgasmo asesino y de delirio amnésico. Entreténgannos, dije. Que nos bailen las ganas de ser algo:: que las florestas vaginales se abrirán en su fértil humedad para dejarnos clavar el cetro inmanente:: la soberanía totémica:: de la espada de fuego. Atontémonos, claro, con el redoble de los cuentos de hadas:: la maravilla de un vacuo ensueño con el alma muerta a contratiempo:: que nos queda la mortalidad de la piel:: fino acontecer de momentos cáusticos:: que apesadumbran al tiempo en un tatuaje.



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Entreténgannos, digo, que la noche es larga y los rosarios son cortos. Entreténgannos, repito. Todo parece inmaculadamente espectacular.

VI

La noche giraba como un vasto domo sobre mi cabeza donde la luna irradiaba como un osario de platino. Sombras poblaban las calles cual fantasmas viajeros por esta ciudad de caricatura en carboncillo. Al final, de todos modos, mi cáliz esperaba una vaga lepra del alma. Una mujer pasó por mi lado pero sus ojos estaban perdidos en la enajenación de la soledad. Su traje parecía flotar sobre la acera. Llevaba flores en las manos que no despedían aroma. Ella no me miró. O no me vio.



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No supe quién era el muerto.

VII

Extrañé el rumor incesante y cristalino del viajero río, las ramas pretenciosas y las hojas sibilantes del árbol, el peine dorado del sol acariciaba la mañana el canto de los pitirres después de la lluvia:: la lluvia cayendo en mi rostro mientras mis brazos reciben su precipitación:: y supe que ya había perdido todas esas cosas. Ruge con el océano, mon frere, que las conchas son los oídos del mar y te escuchan. Lástima que no hablen. Nos dirían tantas historias disueltas en sal y agua. Hasta podrían acertar a decir: —Esta es una lágrima tuya. —Y esta también. —Y ésta. —Y esta otra. Cuerpo de agua que del agua proviniste y en el agua amniótica de un vientre viviste, hoy quieres volver a todo lo que fue tuyo todo lo que te compuso; todo lo que te hizo, pero nunca hubo un todo.



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La memoria nada en cardúmenes. Siempre vuelve a su océano, como la memoria del tiempo.

VIII

Madre, ¿quién tiró los corazones al azufre? ¿Quién trazó latitudes desde mis costillas? Hoy vengo a cantar visiones en un mar sordo mientras el silencio nos unge los labios. Madre, ¿quién dejó el pan en la lluvia? ¿Quién bebió la leche de las estrellas? Hoy vengo a fingir una fe, una gran infusión de poder, un resquicio de catecismo, un postulado de orden. Y las piedras siguen siendo piedras, madre, pero yo te daré copias de copias de peces. Oh, Madre, ¿quién se robó el vino del futuro? ¿Quién malogró la carne del cordero? Hoy llego beato y beodo a la puesta de este sol negro en el resplandor de otra muerte, a quemar mi corazón en las mentiras. Madre, dejaste una nana inconclusa:: Madre, compusiste un incompleto::



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madre, dejaste besos sin llegar:: y yo, la espuma de mi padre, el escupitajo de una fiebre, la sucesión de la sangre, inconcluso, y peor aún, consciente.

IX

Hoy no viniste a cenar, padre, cuando todos los niños lloraban de hambre y de terror nos volviste a dejar solos, padre:: hoy nos quedamos nuevamente en el umbral de la grandeza vasta y extensa como el final de la luz:: hoy sólo nos consuela el mar:: nos quedamos esperándote, cuando estábamos descalzos y teníamos frío. Qué largo el camino de regreso a casa, ¿eh, padre? Nos quedamos con el corazón purulento latidos en mano:: nos quedamos con la oración podrida en la boca:: nos quedamos con la brújula rota:: nos quedamos sin pan y sin vino:: nos quedamos vacíos:: no llegaste, padre::



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maldita sea tu promesa, no llegaste a reparar nuestras alas:: y todo este tiempo te esperamos con un vaso y plato limpios para ti, padre:: y la mesa se quedó servida:: te esperamos a través de los soles:: te esperamos a través de las lunas:: te esperamos todos los lunes:: hasta que poco a poco nos empezamos a deshojar y tuvimos que racionar nuestra angustia atenazando la espera al corazón, para no desvanecernos en un suspiro. ¡Qué grandiosa sonaba la promesa de tu regreso! Maldita sea tu boca de mentira. o maldito sea el que te la dibujo, cuando tú ni siquiera pareces tener lenguaje, padre:: porque no me entiendes. nos hiciste vomitar el olvido a plazos hasta que teníamos más cosas que olvidar que cosas por las que vivir. Tú, que le pusiste relojes a las metáforas, no llegaste, y punto:: te consumiste en la mínima posibilidad de tu yeso:: tu silencio es la voz que ratifica tu ausencia:: los timbres del pesaroso desconcierto.



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Padre, que ya no nos queda cielo que mirar sólo mugimos heridos a tu luna de mierda.

X

Yo soy el eco del Lázaro, venido de los muertos, el lóbrego ciervo del claroscuro hoy plasmado en la sombrilla de una voz. Un río de almas me baña la garganta y mi corazón es un zarzal que arde con magníficas historias y cansancio. Yo soy la refracción de un sueño perdido un código cuyo patrón ha quedado sin espacio:: la sinestesia sin signo:: la prueba de que el sonido nunca sobrepasa la luz. Yo soy la alusión la elusión:: la ilusión:: esta carne prestada se antoja de frotarse contra el tiempo que sangra en sus llagas. Yo he cruzado el río y he tocado sus dos orillas. Yo conozco el frío de la sangre::



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y mi corazón habita en una caverna. Yo vengo del lugar al que nos dirigimos:: yo vivo prisionero en este cuerpo:: yo soy el eco del Lázaro, venido de los muertos.

XI

Tú y yo, que nos hemos topado miles de veces el uno con el otro sin saber que existíamos, trazamos nuestra propia geografía. El mundo expele esta noche sulfúricas cenicientas que peregrinan en maravillosas carrozas de topacio y turmalina, pero tú y yo nos encontramos al otro lado del espejo. Tú y yo hemos convivido en la soledad que maldice a los poetas en las entrañas de los sueños a oscuras:: y en la sal del sudor fosforece en la frontera que cose nuestras pieles hasta que tu cuerpo, desnudo sobre mí, se amolda al mío y entonces somos dos mitades de una misma ostia, una luna de pan que se deshace en la saliva cálida de nuestras inquietantes lenguas.



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Tú y yo no necesitamos conformarnos con la imperfección. Tú y yo hemos tocado algo sagrado. XII Hablemos bajo el ala del crepúsculo de la densa presencia de los sueños a flor de palabra de la manera en que el corazón se cansa hasta que enmudecen los latidos. Hablemos de todas las cosas que callamos con la dulce hipocresía del silencio. Hablemos de los sentimientos despoblados de la sonrisa avejentada, del cauce seco de las lágrimas; hablemos de bellas ciudades distantes que no estén en otra parte que no sea la gruta del alma. Hablemos de altares inmaculados donde encendamos recuerdos como velas; hablemos del lado oscuro de la mirada, donde se desechan los besos desabridos. A mí también se me ha muerto el amor en las manos.

XIII

Tomemos la duda como la única certeza que resplandece



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en la majestuosidad de la noche. Aullemos versos en la cripta lunar si los pies no nos alcanzan para caminar sobre el agua. Cuervos de hogueras vuelan por el velo del paladar donde el espacio se enrancia con el suero mordicante del nunca-llegar. Vistamos blancas túnicas camino del último altar, hacia nuestras nupcias con el olvido.

XIV

Quién diría que ésta es la hija del mar y el sol. Quién diría que este pudo ser principio del origen. Los peces se han vuelto panzas arriba. Las voces se quedan con las mamas secas. Escudo y cordero, ampáranos de la lluvia negra, que no cabe más pena en mi corazón preso. Mañana, a saber qué será el sol; a tomar de la hiedra de la tinta. Mañana, a saber a dónde llevarán los ríos; a saber que puerta nos dará la salida. El viejo de los candelabros seguirá en la esquina pidiendo limosnas para la carta del juicio. Las campanas repicaran con su péndulo. La conclusión de otra rotación del tiempo.



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Los rosarios rodarán en su letanía feudal y la carne se secará como hojas caídas. ¿Quién lamerá el rocío de los perdones? ¿Quién le dirá a la muerte que nos han quitado la vida?

XV

La ciudad se enterró en un flujo mercúrico como el aguijonazo de un escorpión:: todo fue oscuro:: todo fue silencio:: alguien liberó al tiempo de su botella y los ángeles descendieron, carentes de sexo, entre jades y esmeraldas, para permutar agonías por glorias en desuso. La ciudad que una vez fue níspero de añoranzas se despintó con la llegada imponente de la madrugada:: las flores quiméricas:: arias lánguidas y melancólicas:: añoranzas de un tiempo volcado en algún



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intersticio desértico del recuerdo la frágil memoria. Y de pronto hubo sed de amores:: sed de obliterar los recintos escondidos de la voz que clama por tocar la eternidad:: la sed de ahogarse en el dulce ardor de un beso como en el principio del primer latido. Y de pronto hubo un deseo eterizado, como la calma de las praderas:: y nuevos salmos brillaron bajo el neón misterioso para iluminar la búsqueda anónima y silenciosa de nuevas verdades:: nuevos himnos:: el vino prestado de la ilusión:: el vino de sangre en una nueva comunión:: un placer íntimo:: como hacer el amor con Dios ausente.



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De pronto hubo lágrimas y de pronto hubo un vacío:: de pronto añoramos algo puro y virgen:: algo no tocado por la palabra:: algo inmaculadamente divino. Y supimos que ya nada sostendría el cielo. Todo fue tan crudo:: todo fue tan cruel, que finalmente alguien gimió una elegía y todo fue inmaculadamente es-pec-ta-cu-lar.



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Vicios de construcción

visitación de la Muerte la Muerte llega se sienta se sirve de mi whiskey enciende un cigarrillo te lo dije, Elidio La Torre Lagares, dice para alcanzarte no hacen falta brazos estás hecho de tierra, mar y olvido cansada de mí, ahora bebe del pozo de mi sangre la Muerte me arroja un beso que duele y no puede ser desecho mi piel prestada abriga tormentas y humecta poemas de piedra que hacen la verdad más llevadera la Muerte



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termina el trago termina el cigarrillo termina conmigo en efecto, para alcanzarme no le hacen falta brazos



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sábado en el Recinto Sur ya qué: inventar otro veneno necio para iniciarnos en el ritual— dormirnos a tientas donde se fractura la aceral— decirnos otro insulto con elegancia [la voz es un conductor térmico] sentarnos sobre la ilusión en esta ciudad, que es pequeña, ignorar que entre tanta muerte sea improbable que no tropecemos con algún fantasma crear treguas de vino en algún restaurant y al final de la noche, permanecer anónimos



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inercia sus ojos acatan el lenguaje interior del cuerpo— la posibilidad se mueve en verbos silentes— sonríe a medias como si tentara abrirse en mundo— sus pestañas abanican el retazo de su mirada— me ahogo, me dice y su rostro se aja como el papel mojado— arrójate hacia mí, escucho— toma mi vacío pero sólo puedo mirarla desde la orilla



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pérdidas Melancholy is useful. Use yours -Li Young Lee

admiro un remolino de hojas que barre la acera cual falda de bailarina el árbol desnudo permanece impávido insufrible, indoloro las hojas se alejan el árbol, es obvio, no las extrañará: no tiene recuerdos pese a que se hace en el tiempo el árbol, he de decir, no sabe poesía es condición del lenguaje evocar una ausencia: la poesía es la memoria de las palabras el árbol, seguro, no tiene necesidad de reparar por sus pérdidas



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memoria From pain you suffered, pain had set you free -Howard Moss

te he ahogado todas las noches, todas las noches menos una, cuando tú me ahogaste a mí y ahora los peces comen de tu cuerpo henchido por el verde del río tus ojos sin párpados le hacen de isla a los cangrejos y yo te observo, escupiendo mi silencio al viento que arrastra hojas y memorias perceptiblemente dolidas por la forma que se entierran en la arena negra y mojada con la que una vez adosaríamos aquellos castillos de los cuales siempre hablábamos y nunca construíamos qué me queda, si no una liviandad de conciencia desovando el misterio, ya no hay causalidad, sólo consecuencia te he matado tantas veces, para que no te mueras para que la vejez del arrepentimiento no llegue a tu rostro ni al mío, manjar flotante para las garzas que llegan entre el manglar por fortuna te reducirán a lo irreconocible, pero no indefectible;



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a lo temporal, mas aun ininteligible contenida, mas aun continente en la geografía de la memoria



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priceless Bouquet de rosas rojas Cena para dos en restaurante caro Botella de Dom Un poema escrito en servilleta que no le cala Desayuno al otro día Caja de cigarillos que fumas en silencio Café adicional para despertar el ánimo Descubrir una extraña al otro lado de la mesa Viaje en taxi Maleta para libros y algo de ropa Renta de un cuarto de hotel Abrazar tu libertad mientras lloras el adiós de tu hijo De veras que… hay cosas en la vida que no sabemos cómo pagar



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$45.00 $225.00 $150.00 no tiene precio $25.00 $4.25 $1.50 no tiene precio $25.00 $95.00 $65.00 no tiene precio

my avatar presumo que a ella le atrajo mi manera de hacer sentido con el mundo que llegué a ella de la forma que asciende un pensamiento que se planteó la posibilidad de besar mis tenaces pectorales que deliró con el sueño de sumergir sus dedos entre mi blonda cabellera que mi rostro era un espejo donde refractaba su mundo que por un momento blanquecería entre sus piernas que mis palabras enlabiaban como dulces salmos que liberaban los sonidos aprisionados en su secreta voluntad, como el sol al claroscuro mientras se mira al cielo hundirse en negro y debió sentir el mundo disolverse a su alrededor como cuando uno encuentra el amor de su vida, todo esto, sin saber que esa no era mi foto



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vicios de (cons) tr[u] CC ión salute. and having worshipped for my doom pass ignorantly into sleep’s bright land -e.e. cummings

duraante la época de lluvia, mi abuela y yo nos sentábamos en la sal [A] (zul) paraguas en mano, a mirar las gotas colarse por las grie tas en el techo de cemen to —son vicios de (cons) tr[u] CC ión— decía mi padre—, hay que vivir con es o después, nosabandonó, aun(que Re

gresó

mi madre pasa bala tarde amasando buñuelos, sus ojos endulzados en el sirope de arce sobre las de formes



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:bo las: de /ha ri na/ du ra

las gotas integraban, mientras tan to una clepsidra (sad) ica que nunca llegaba a ahogarnos a. (fuera) la casa se empantanaba

b. (dentro) la pintura se descascaraba

treinta años van: el pasado lame el húmedo vien to y se acurruca al pie de la ven

tana

la niebla, sedentaria, arropa la casa: mi A vuela no está, pero me dejó su paraguas mi madre Ruth siente el río Jano y hace buñuelos en Re cuerdo/ mi padre es rusiente riojano y bruñe soles que se astillan en sus manos y cuan Do llueve, toda



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vía caen go tas en La sa la

Si qué le vamos a ser ¡mesdifícildecirtodoesto! ¿mesdifícildecirtodoesto? mesdifícildecirtodoesto

pero, al fin, son [¿solo?] vicios de (cons) tr[u] CC ión



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Ensayo del vuelo 2008 Premio Julia de Burgos De la Fundación Nilita Vientós



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Los hombres vivimos colgados del lenguaje -Niels Bohr, Premio Nóbel de Física Todos los demás viajes y progresos no son sino el emblema y la contraseña del viaje de las almas por las grandes rutas del universo -Walt Whitman, “Canto del camino abierto”



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I. El primer vuelo el deseo precedió a la palabra antes que las cosas tuviesen nombre, en aquel tiempo cuando éramos dos islas distantes, irrespectivamente de la consecuencia de una en la otra previo al sonido, no podía existir el silencio, hasta que transigimos una moneda de cambio, un lenguaje para entender el suelo común: una metáfora que aunara todo lo que somos, que siempre, de alguna manera, es lo que nunca fuimos



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II. Del origen del vuelo hueco el hueso y liviano el cuerpo, las mandíbulas y dientes se convirtieron en pico y la cola se afinó en timón las extremidades anteriores fueron formando el ala del origen del vuelo, se piensa que nace de una avidez por la vida, esa condición de la muerte me ha parecido que un destino



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muy similar ha superado en mí la poesía



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III. El vuelo al cuerpo muerto

I buried my father in my heart -Li Young Lee

desenterré a mi padre moldeado en el cemento donde los nómadas transitan este mi suelo prestado, y me acosté a su lado lo extraje de su tumba de olvido desenterré a mi padre y vestí su chaqueta y calcé sus zapatos para pasear por la memoria lo destilé desde la lejanía y de las palabras no dichas me hice una excelente corbata comí de su carne pesada y putrefacta como si almorzara tiempo viejo y bebí el café



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de la noche dulcorizado de estrellas y templé versos de otra imaginación visto con otros ojos: un delirio frío que proclama la posesión de un cuerpo reconocible, mutable, la forma perfecta para mi voz sin vida



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VI. Sabotear el aire un eco detona sin remedio entre la vejez del viento y viaja con violenta calma ante la ausencia de alas, mi oído se conforma con escuchar, capacidad que, como el volar, sucede al aire la palabra es respirar el sonido sabotear el aire trizarlo, romperlo, para luego hacer suturas de poemas, esos insistentes y fútiles intentos por levantar el vuelo



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VIII. Vuelo gris a veces sueño que vuelo por espacios grises donde un viento barre el pasto amarillo nunca hay nubes en el cielo que siempre parece de plomo una voz modula y se impone como el insomnio me templa como un arpa en mi cuerpo, soy la nulifación del cuerpo aquí, en el hueco del pecho. puedo adentrar mi mano y tocar el cieno del corazón entonces, cuando despierto, tiemblo en el espanto de un frío nido



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X. El vuelo imposible

there is silence instead of a name -Mark Strand

la luna de invierno, en cuya blancura se rompe tu silueta, ha ascendido entre migajas de cielo, donde prendamos los ojos buscando el titilar de la memoria, ese remanente intangible del cuerpo, que intentamos superar con las palabras abortadas al filo de nuestras pupilas, en los momentos suspicaces salpicados de odio y polvo, entre archipiélagos de humos que salen de nuestras bocas, un lenguaje silencioso que toma el lugar de las palabras ahogadas en la distancia



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XI. Charles Lindbergh alza vuelo una densa oscuridad lo recibía entre la niebla algodonada del Atlántico sobre Cape Cod y Nueva Escocia el rumor de las estrellas se confundía con el motor de la nave la nada deglutía la luna como si se deshilara el viento, los fantasmas traspasaban el fuselaje de la nave con sus voces humanas,



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familiares, espectrales, eran voces venidas desde el vacío, de lo intocado e inalcanzado a punto de ceder



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XII. Venidos en vuelo en la oscuridad no había otro camino que tocarnos su cuerpo tibio asechaba entre sombras y derrumbaba el silencio con sus vaporosos respiros un tajo de luz marcaba su rostro se condensaba el sudor en sus pechos luego se vertió sobre mí como condición inefable de espacio soltó un gemido blanco transformamos dos sangres equívocas



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en un mismo movimiento y fuimos menos venidos a más



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XIII. Apolo 8 a falta de técnicas de medición más precisas, el astronauta levantó su dedo pulgar y lo fijo en la ventana la nave, en su elíptica, emergía entre la totalidad sorda del lado oscuro de la luna en el horizonte, una canica azul amanecía frágil solitaria danzaba en torno a su propio centro a su alrededor, cantaba el silencio y tras el dedo pulgar, un botón de planeta



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le revelaba al astronauta toda la grandeza de nuestra minucia una espantosa soledad de Dios lejano enmudeció el cosmos



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XVIII. Movimiento del vuelo

Vemos la luz del atardecer anaranjada y violeta porque llega cansada de luchar contra el espacio y el tiempo. -Albert Einstein

el atardecer, cansado, llega con su rostro tangerino y violeta y frío pasa un cardumen de estrellas nadando entre estelas de ciudades preñadas de luz y movimiento entre edificios doblegados por flores de salitre y el tránsito de cuerpos que comercia las horas las erratas en el pavimento alucinan una discontinuidad evidente e imperfecta entre árboles eléctricos sediciosos y llenos de temerosos pájaros entre las mallas del ruido, vuelan condiciones que la noche va devorando si todo, triunfalmente,



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acata el paso del aire en un éxtasis que nos brinde el sosiego, hasta que llega nuevamente la luz penetrando suavemente el espacio y el tiempo



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XX. La promesa del vuelo la lámpara desmembra el último vahído radiante en este cuarto arrendado a la muerte la piel transcribe la voz calmada de los huesos toco tus lunares como un braille secreto es lo indisoluble lo que queda de tu cuerpo: un alfabeto fugaz, la materia del lenguaje que poetiza todo lo que falta, al marcharte,



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recoges las alas, y arrastras contigo la promesa de tu cielo



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XXII. El último vuelo de Amelia Earhart We must be on you, but cannot see you. Gas is running low. —Amelia Earhart, última comunicación radiotelefónica abordo del Electra, el cielo es una rosa en la arquitectura de la eternidad ya cruza el abismo entre quien conoce y lo que se conoce

—esto nunca lo apartaran de mí: ni mi sonrisa, ni mi sombrero, ni la memoria de todo esto

después del verbo, lo que resta es la tenacidad y ahora la nave se adentra en una densa ceguera el vuelo desentona en la nada

—estabas en lo correcto, Bob —puedo sentirlo



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ya en caída irreversible, se acerca al entendimiento de la última Verdad la noche se hace el día visto desde el otro lado



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XXIII. Vuelo nocturno caminar la ciudad mientras enciendo el acuartelado aire, sin poseer fuego perturbar la oscuridad con la fricción del cuerpo necio entre el leso vacío carecer de otra soledad que no sea el satori fugaz de la constante brevedad querer elevarse sobre los billboards y combustionar lentamente con las estrellas añorar la esperanza en una esquina despoblada en una oscura avenida abrir la jaula del sufrimiento para caducar en algún deleite



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borrarme en el silencio que queda al despojarme de mi memoria, y en la ausencia, envejecer



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XXV. Vuelo final

…sabe el hombre donde nace y no dónde va a morir… -Juan Antonio Corretjer

agotado por la vida, de sobra densa y palpable enfrento el enigma de las cosas por conocer en esta tarde donde los rascacielos han tomado la silueta de las montañas, el vértigo y el éxtasis se asientan como alas tras el vuelo del alma en este momento solitario, anónimo y circunstancial, me alcanza la eternidad y la paz y soy tan nada dentro de todo, y soy todo dentro de nada ya vivido, ya balanceado, en caótica armonía, sumado por la experiencia y sustraído por el tiempo, mudo el plumaje de la memoria



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y me preparo para mi último vuelo: cobijaré aquello que tenga que aprender de la muerte



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