Universidad del Rosario Estudios sociales de la cultura Gabriela Oliveros Gómez 30 de agosto de 2018 Ensayo 1. Estudios sociales de la cultura 1. Según Norbert Elias, ¿en qué sentido la distinción entre cultura y civilización refleja una oposición social al interior de la “nación alemana”? ¿Por qué y cómo se opone en el contexto europeo la noción de cultura a la noción de civilización? Tal como ilustra Norbert Elias en el capítulo Sociogénesis de la oposición entre “cultura” y “civilización” en Alemania, del libro El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (1988), “en comparación con Francia y con Inglaterra, Alemania y, sobre todo, la burguesía alemana, es pobre en el siglo XVII y también en el siglo XVIII” (1988: 63). Lo anterior se debía a que Alemania había pasado por un largo periodo de guerra que dejó económicamente agotado al país, además de que esta nación contaba con diferentes Estados (cada uno con sus particularidades e intereses), que no dejaban ver al país como una Alemania unificada. Por otro lado, las altas cortes alemanas dejan por fuera del panorama político a la burguesía, lo cual produce resentimiento de la segunda hacia las primeras. En vista de esto, los burgueses empiezan a cuestionar el estado “civilizado” de las cortes, teniendo en cuenta que estas tenían poco interés en lo que se relacionaba a las actividades de lujo, tales como la literatura, el arte, la filosofía, la ciencia, etc.
En ese sentido, por un lado, mientras lo “civilizado” para las cortes significaba imitar “…con medios insuficientes la vida cortesana de Luis XIV…” (Elias, 1988: 63) y hablar en francés, la
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lengua del país donde se pensaba que se encontraba la cúspide de la civilización; por otro lado, la burguesía alemana, oponiéndose a los cánones civilizatorios franceses (que consideraban como una figura de alineación), daba importancia y relevancia a aquello que demostraba el intelecto y diferenciaba en sí a la nación alemana, la Kultur (cultura). De esta manera, en La noción de cultura en las ciencias sociales (1966), Denys Cuche establece que a pesar de que la corte era “civilizada”, según los burgueses, carecía de cultura, pues los tales valores “corteses” eran considerados por estos como superficiales, mientras todo aquello que estaba en relación a la cultura era lo profundo, y era denominado como los valores “espirituales”.
Teniendo en cuenta lo anterior, los burgueses se sentían moralmente obligados a esparcir su ideología en lo que comprendía la nación alemana. Es así la cultura aparece como este elemento capaz de crear unificación nacional después de tantos años de discrepancias entre los Estados del territorio. Así, Cuche establece que “…“cultura”, marca distintiva de la burguesía alemana en el siglo XVIII, se convertirá en marca distintiva de la nación alemana por entero” (Cuche, 1966: 14). Tal como se ilustra en los fragmentos siguientes, el debate conceptual entre “cultura” y “civilización” pasó de ser una cuestión alemana entre los burgueses y la aristocracia de la corte, para convertirse en símbolo de la nación alemana, que la distinguiría de los demás:
Es la polémica entre el sector intelectual alemán de clase media y los buenos modales de la clase alta cortesana dominante; polémica responsable de la antítesis conceptual entre cultura y civilización en Alemania que es más antigua y más amplia de lo que traslucen estos dos conceptos. (Elias, 1988: 62)
De esta manera, desde la “cultura” se empieza a cuestionar por aquello que compone a la nación alemana, por aquello que la distingue de las demás, oponiéndose nuevamente a la noción
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francesa de “civilización”, que el lugar de buscar las particularidades, se preguntaba por lo universal, por aquello común a todos los seres humanos. La civilización consideraba el proceso evolutivo de las sociedades como unilineal y, en ese sentido, las diferencias no eran relevantes, pues se pensaba que todos estábamos direccionados hacia un mismo estado de civilización. En ese sentido, la distinción alemana entre ambos conceptos es rechazada por los intelectuales no alemanes, pues consideraban que por encima de la diversidad estaba la idea de unidad: “Antes que la cultura francesa, la cultura alemana, la cultura italiana, existe la cultura humana” (Cuche, 1966: 17), y es por esto que en lugares como Francia “cultura” podía ser utilizado como un sinónimo de “civilización”, convirtiéndolas en palabras intercambiables.
En definitiva, según Norbert Elias “esta antítesis remite, en principio, a las diferencias en la autolegitimación, en el carácter y en el conjunto del comportamiento fundamentalmente (aunque no exclusivamente) en ciertas clases sociales alemanas y, en segundo lugar, entre la nación alemana y las otras naciones” (1988: 82).
2. ¿Por qué el concepto de poder cultural de García Canclini, según Eduardo Restrepo, hay una nueva comprensión de la relación entre lo cultural y lo político? En vista del uso masificado que se le ha dado al término “cultura” desde tantos ámbitos diferentes, antropólogos se han cuestionado sobre su uso en la antropología. Algunos, como Michel-Rolph Trouillot, antropólogo haitiano, han optado por abandonar la palabra, sin dejar de lado lo que esta ha contenido para la antropología, su concepto, pues establece que la popularización de la noción de cultura ha llevado a su desaparición teórica y le ha quitado su propósito inicial de mostrarse como el anticoncepto de “raza”. En contraposición, autores como
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Eduardo Restrepo, antropólogo colombiano, han visto el problema no en la palabra, sino en su concepto que, según él, tiene problemas desde un comienzo, al ser esencialista. Por otro lado, otros autores han sido más radicales, proponiendo que debe tanto desecharse el término, como hacer una completa reconceptualización del mismo.
Analíticamente, el concepto de “cultura” ha sido visto en la antropología, según Eduardo Restrepo en Intervenciones en teoría cultural (2012), desde dos modelos. El primero, que es el clásico, lo denomina la cultura como isla, en el sentido que:
…la imagen del mundo sería la de un archipiélago con algunas islas grandes y otras más pequeñas, unas más cercanas y otras más distantes. [Por lo cual] la cultura [es vista] como entidad autocontenida, localizable en un espacio geográfico determinado y perteneciente a una población concreta. Así, se establece la serie de equivalencias cultura-lugar-grupo. (2012: 27)
Por otro lado, está el modelo de la cultura como encrucijada, que no piensa la cultura como aislada y autocontenida, sino que, por el contrario, como el producto de las relaciones entre distintas “…culturas en el contexto de las formaciones económicas y sociopolíticas en las que se encuentran inmersas se hacen relevantes en la descripción y explicación de las particularidades de una cultura concreta” (Restrepo, 2012: 32). Es aquí donde aparece Néstor García Canclini, radicalizando este modelo con su concepto de “culturas híbridas”, deconstruyendo por completo la relación cultura-lugar-grupo que propone el primer modelo. Asimismo, García Canclini propone a través del concepto de poder cultural:
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…un concepto aún más preciso para pensar, tanto las articulaciones entre lo cultural y lo político como la densidad de las relaciones entre diferencia y desigualdad; con él permite entender mucho mejor cómo la relación entre lo cultural y lo político no puede ser pensada sólo en cuanto a la relación entre culturas (pensadas como islas- burbujas), sino también al interior de formaciones sociales concretas y entre diferentes formaciones sociales. (Restrepo, 2012: 46)
Por el fragmento anterior, se entiende entonces que la relación entre lo político y lo cultural tiene una nueva comprensión desde el concepto de poder cultural de Canclini, en el sentido que la antropología desplaza el foco de interés investigativo de las diferencias a la desigualdad. Dado esto, la cultura deja de verse como aislada de eso otro que no es visto como cultura, sino que también integra todo aquello que a pesar de no ser “cultura” la permea y la moldea. Adicionalmente, vista desde el poder cultural, la cultura sirve como esa herramienta aparentemente pasiva que impone reglas a los miembros de una sociedad, a través de una violencia simbólica que es restrictiva y de cierto modo alineante. Bibliografía: Elias, N. (1988). Sociogénesis de la oposición entre cultura y civilización en Alemania. En: El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. pp. 57-82.
Cuche, D. (1999). Génesis social de la palabra y de la idea de cultura y La invención del concepto científico de cultura. En: La noción de cultura en las ciencias sociales. Nueva visión. pp. 9 – 36.
Restrepo, Eduardo. (2012). La cultura en la imaginación antropológica. En: Intervenciones en teoría cultural. Universidad del Cauca. Popayán, pp. 21 –51.
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