Enfermedad vascular cerebral y trastornos afines La interrupción del flujo de sangre al cerebro puede ocasionar la muerte de las células cerebrales o lesionarlas debido a la falta de oxígeno. También pueden resultar afectadas las células cerebrales por una hemorragia en el cerebro o alrededor del mismo. Las alteraciones neurológicas resultantes se denominan accidentes vasculares cerebrales porque se afectan los vasos sanguíneos (vascular) y el encéfalo (cerebro). La insuficiente llegada de sangre a determinadas partes del cerebro durante un breve período de tiempo produce los accidentes isquémicos transitorios. Dado que se produce un rápido restablecimiento del flujo sanguíneo, el tejido cerebral no muere, como ocurre en el ictus. A menudo, el accidente isquémico transitorio es un aviso precoz de un ictus. La enfermedad vascular cerebral es la causa más frecuente de incapacidad neurológica en los países occidentales. Los factores que comportan mayor riesgo en las lesiones vasculares del cerebro son la hipertensión y la aterosclerosis (dureza de las arterias por depósito de grasa en sus paredes). La incidencia de la enfermedad vascular cerebral ha disminuido durante las últimas décadas gracias a la concienciación de las personas acerca de la importancia de controlar la presión arterial alta y los valores elevados de colesterol. Cómo afectan al organismo los ictus o los accidentes isquémicos transitorios depende precisamente del área donde se interrumpió la circulación cerebral o se produjo la hemorragia. Cada área del cerebro está irrigada por vasos sanguíneos específicos. Por ejemplo, la obstrucción de un vaso en el área que controla los movimientos musculares de la pierna izquierda produce debilidad o parálisis en esa pierna. Si se afecta al área encargada del tacto en el brazo derecho, éste perderá la sensación del tacto (sensibilidad táctil). La pérdida de funciones es máxima inmediatamente después de un ictus. Sin embargo, habitualmente se recupera parte de la función, mientras algunas células cerebrales mueren, otras están solamente lesionadas y pueden recuperarse. En ocasiones, puede producirse un ictus o un accidente isquémico transitorio a pesar de una circulación cerebral normal si el contenido de oxígeno en sangre es insuficiente. Esto puede suceder cuando una persona está afectada de una anemia grave, una intoxicación por monóxido de carbono o bien sufre un trastorno que Irrigación del cerebro produce células La sangre es transportada al cerebro por dos sanguíneas anómalas o pares de grandes arterias: las arterias carótidas y una coagulación las arterias vertebrales. Ambas llevan la sangre anormal, como la desde el corazón; las arterias carótidas circulan a leucemia o la lo largo de la parte anterior del cuello y las arterias policitemia.
Accidente isquémico transitorio Un accidente isquémico transitorio (AIT) es un trastorno en el funcionamiento del cerebro causado por una deficiencia temporal del aporte de sangre al mismo.
vertebrales por la parte posterior del cuello, por dentro de la columna vertebral. Estas grandes arterias desembocan en un círculo formado por otras arterias, del que salen arterias más pequeñas, de modo parecido a como lo hacen las carreteras que nacen de una rotonda de tráfico. Estas ramas llevan sangre a todas las partes del cerebro.
Causas Los fragmentos de materia grasa y de calcio que se forman en la pared arterial (denominados placas de ateroma) se pueden desprender e incrustarse en un pequeño vaso sanguíneo del cerebro, lo cual puede producir una obstrucción temporal de la circulación y, en consecuencia, un AIT. La acumulación de plaquetas o de coágulos puede también obstruir un vaso sanguíneo y producir un AIT. El riesgo de un AIT está incrementado si la persona padece hipotensión, aterosclerosis, una enfermedad del corazón (especialmente en los casos de anormalidad en las válvulas o en la conducción cardíaca), diabetes o un exceso de glóbulos rojos (policitemia). Los AIT son más frecuentes en la edad media de la vida y su probabilidad aumenta a medida que se envejece. En ocasiones, los AIT se manifiestan en adultos jóvenes o niños que padecen una enfermedad del corazón o un trastorno sanguíneo.
Síntomas Un AIT es de inicio súbito, y por lo general dura entre 2 y 30 minutos; rara vez se prolonga más de 1 a 2 horas. Los síntomas son variables en función de la parte del cerebro que haya quedado desprovista de sangre y oxígeno. Cuando resultan afectadass las arterias que son ramas de la arteria carótida, los síntomas más frecuentes son la ceguera de un ojo o un trastorno de la sensibilidad junto a debilidad. Cuando se afectan las arterias que son ramas de las arterias vertebrales (localizadas en la parte posterior de la cabeza), son frecuentes el mareo, la visión doble y la debilidad generalizada. Sin embargo, pueden manifestarse muchos síntomas diferentes, tales como: - Pérdida de la sensibilidad o trastornos de la misma en un brazo o una pierna, o en un lado del cuerpo. - Debilidad o parálisis en un brazo o una pierna, o en todo un lado del cuerpo. - Pérdida parcial de la visión o de la audición. - Visión doble. - Mareo. - Lenguaje ininteligible. - Dificultad para pensar en la palabra adecuada o para expresarla. - Incapacidad para reconocer partes del cuerpo. - Movimientos inusuales. - Incontinencia urinaria. - Desequilibrio y caída. - Desmayo. Aunque los síntomas son semejantes a los de un ictus, son transitorios y reversibles. Sin embargo, los episodios de AIT a menudo son recidivantes. La persona puede sufrir varias crisis diarias o sólo 2 o 3 episodios a lo largo de varios años. En el 35 por ciento de los casos un AIT se sigue de un ictus. Aproximadamente la mitad de estos ictus ocurren durante el año posterior al AIT.
Diagnóstico Las primeras claves diagnósticas para el médico son los síntomas neurológicos súbitos y transitorios que sugieren una disfunción de un área específica del cerebro. A veces es necesario realizar pruebas complementarias para diferenciar los AIT de otros trastornos con síntomas semejantes, como los ataques epilépticos, los tumores, la migraña o los valores anormales de azúcar en sangre. Dado que no se produce una lesión cerebral, el médico no puede basar el diagnóstico en las exploraciones que habitualmente identifican un ictus, como una tomografía computadorizada (TC) o una resonancia magnética (RM). Los médicos utilizan varias técnicas para valorar la posible obstrucción de una arteria carótidas o de ambas. El flujo irregular de sangre crea ruidos, conocidos como soplos, que pueden escucharse a través del fonendoscopio. Sin embargo, pueden existir soplos en ausencia de una obstrucción significativa. El paso siguiente suele ser una ecografía y un estudio Doppler del flujo sanguíneo, dos pruebas que se realizan simultáneamente para medir el grado de la obstrucción y la cantidad de sangre que puede pasar a través de la misma. En caso de un estrechamiento grave de las arterias carótidas, el médico puede solicitar una RM de las arterias o realizar una angiografía cerebral para determinar el grado y la localización de la obstrucción. En el caso de la angiografía se inyecta un contraste radiopaco (que se aprecia en las radiografías) en una arteria y al mismo tiempo se hacen las radiografías de la cabeza y del cuello. A diferencia de lo que ocurre con las arterias carótidas, la ecografía y los estudios Doppler son menos eficaces para evaluar las arterias vertebrales. La única forma de efectuar una comprobación segura de la afectación de una arteria vertebral es mediante la RM o la angiografía. Sin embargo, si se encuentra una obstrucción, puede que no sea posible eliminarla porque la cirugía es más difícil en las arterias vertebrales que en las carótidas.
Tratamiento El tratamiento de los AIT está dirigido a la prevención de los ictus. Los principales factores de riesgo de un ictus son la presión arterial alta, los valores elevados de colesterol, el tabaquismo y la diabetes, por lo que, siempre que sea posible, el primer paso para prevenirlo es abordar o corregir esos factores de riesgo. Se pueden administrar fármacos para reducir la tendencia de las plaquetas a formar coágulos, una de las principales causas del ictus. Uno de los fármacos de elección por su eficacia es la aspirina, que suele prescribirse en dosis de un comprimido para
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