Ingeniero uruguayo, uno de los más destacados representantes de la arquitectura contemporánea de su país a partir de la década de 1950, durante el periodo racionalista. Por su interés hacia los temas estructurales, desarrolló una gran capacidad creativa que se manifiesta en el perfeccionamiento de tecnologías derivadas del uso del ladrillo, un material básico y accesible, que permite desligarse de grandes procesos industriales en la construcción. Al mismo tiempo, Dieste se muestra como un gran humanista de fina sensibilidad, capaz de responder a desafíos técnicos con voluntad y eficacia. Las bóvedas de ladrillo o los muros curvos de la iglesia de Atlántida son dos ejemplos del manejo plástico y efectivo de la luz; el espacio que generan demuestra que es posible combinar vanguardia arquitectónica, creatividad formal, trabajo artesanal y economía de medios. Con la llamada “cerámica armada” cubre grandes espacios de fábricas y las recupera para nuevas funciones; también le sirve para remodelar antiguos galpones del puerto de Montevideo, cerrando luces de hasta 50 m mediante bóvedas de simple o doble curvatura. Es interesante también la espectacular cubierta de la terminal de ómnibus de Salto.
Se ha querido ver en las láminas de cerámica armada una evolución de las bóvedas tabicadas o “a la catalana”, sobre todo desde el contacto de Dieste con Antonio Bonet, para quien calculó sus primeras bóvedas en la casa Berlingieri de Punta Ballena (Uruguay, 1947). Y, desde luego, resultan suculentas las coincidencias formales en la utilización de geometrías laminares catenarias con material cerámico. Pero su base estructural es muy diferente y Dieste no conoció la obra de Gaudí hasta mucho más tarde de su colaboración con Bonet. En realidad, las láminas de cerámica estructural son descendientes de las láminas de hormigón armado que Dieste conocía bien, puesto que estuvo diseñándolas en la empresa constructora Cristiani y Nielsen desde 1945 a 1948. Lo que resulta curioso es que Eduardo Torroja defendiera las láminas de hormigón como la evolución natural de las bóvedas tabicadas mientras Dieste recuperaba la cerámica para superar las láminas de hormigón.
Elegir la libertad a la comodidad requiere, además, otro compromiso:
“ Estas formas ricas y complejas no pueden hacerse rutinariamente; exigen amor a la obra y gusto por el detalle, (...) esto no es posible sin una mayor entrega personal del que dirige. Por esto, algunos contratistas se resisten a estas soluciones diciendo que son caras; no lo son, pero les obliga a actuar más como deberían hacerlo, como constructores, y no sólo como empresarios”. ¿Encontramos difíciles estas lecciones?, ¿somos capaces de transferirlas a nuestro contexto?
Dieste, divertido, relata la anécdota de un ingeniero alemán impresionado por su obra. Este ingeniero explicaba a sus colegas las maravillas que se podían construir con cerámica armada mediante encofrados !!de caña de bambú!!. Dieste tuvo que aclararle que en Uruguay no crece el bambú, pero le sirvió en bandeja la demostración de que son los prejuicios vanidosos de los países ricos los que toman cualquier aportación de países no tan desarrollados como primaria, exótica y, por tanto, poco adaptable a situaciones más “sofisticadas”.
Sus soluciones también son válidas en el mundo desarrollado o con pretensiones de serlo. Y el mejor ejemplo de estas posibilidades fuera de Latinoamérica lo podemos ver en la provincia de Madrid (Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz, Mejorada del Campo), donde los arquitectos Carlos Clemente y Juan de Dios de la Hoz han colaborado con Dieste en varios proyectos construidos con estructura cerámica armada, demostrando, desde un decidido empuje y un gran entusiasmo, su viabilidad y competitividad económica en terrenos europeos. Otros referentes que, pensamos, deben tenerse presentes en la arquitectura de estos edificios y que, posiblemente, influyeran también en la obra de Dieste (como ejemplo indicar que Atlántida se empezó en
1.954; Durazno en 1.968, mientras que Le Corbusier realiza Ronchamp en 1.955). Las experiencias centroeuropeas de O. Wagner (Am Steinhof en Viena 1.907), Auguste Perret (Nuestra Señora en Raincy. 1.918), Karl Moser (San Antonio en Basilea. 1.927) y sobre todo -debido muy posiblemente a los enormes destrozos de la guerra y por tanto a la necesidad de construcción de nuevos edificios- los alemanes Rudolp Schwarz, Emil Steffann, O. Bartning y D. Bóhm. Entre los cuatro construyeron o restauraron más de doscientas iglesias. Los ejemplos de Santa María Reina en Saarbrücken o Santa Teresa del Niño Jesús en Austria de R. Schwarz, San Lorenzo en Colonia de Emil Steffann, San Engelberto en Colonia o San Wolfgang en Regesburg de D. Böhm y San Gustavo en Berlin de O. Bartning merecen, sin duda, figurar entre las más grandes obras de la arquitectura religiosa de este siglo. En la mayor parte de los ejemplos citados, la renovación y la técnica moderna conviven con la liturgia, con el afán de construir con lógica y sinceridad sobre la base de los nuevos materiales. Sus valores estarán, al igual que en la obra de Dieste, en el orden, la sencillez, la proporción, la técnica y la luz.
En el caso de los ingenieros, es más, el fundamento ético se apoya sobre bases numéricas muy concretas: Dieste ha construido la mayor parte de sus edificios ganando las licitaciones con su empresa, y sus soluciones eran por consiguiente las más económicas. Dieste y Montañez S.A. Si bien es cierto que lo funcional, el uso sustentable de los recursos y lo que llamaba “economía cósmica” eran grandes preocupaciones de Eladio Dieste, este ingeniero era por sobre todo un humanista. Consideraba que la funcionalidad de las obras respondía, en sus propias palabras, “a toda la riqueza que tiene lo humano, cuyas completísimas necesidades y apetencias no son fáciles de reducir en palabras”. “Era un hombre de una gran sensibilidad respecto a la gente (...) Una vez en México estábamos reunidos con varios arquitectos y dijo que estaba emocionado y quería recitar unos versos. Cuando terminó le preguntamos de quién eran y nos dijo: ‘Son míos’. Era muy bueno. Después investigando lo confirmé y pude leer algunos de sus poemas”, contó Arana y añadió: “Él
creía mucho en la armonía del universo como una concepción cristiana muy profunda”. El ingeniero Eladio Dieste nació en Artigas, a 600 km de Montevideo, en 1917. Perteneció a una familia de intelectuales gallegos provenientes de Rianxo, provincia de A Coruña, en la cual se destacaron eminentes escritores como sus tíos Rafael y Eduardo Dieste, el primero de gran influencia en Eladio, con el cual compartía su pasión por la geometría. Fue poeta para sus amigos, aunque inédito, y un escritor de prosa insinuante y convincente. Fue católico y progresista, ocasionalmente candidato político. Hay una percepción que atraviesa toda la bibliografía que se le ha dedicado según la cual su sapiencia arquitectónica proviene de la cruza entre habilidad tecnológica y sensibilidad artística y un entorno propicio. Así, se han resaltado –y el propio Dieste las anotó– las relaciones con el ambiente del arte, fundamentalmente con Joaquín Torres García y su familia, y otros intelectuales como Esther de Cáceres.