El Súper Burro
Era un burro muy querido, por que arrojaba por detrás suficientes monedas de oro para mantener a su dueño, que vivía como un rey.
Al fondo de la casa, en un cobertizo limpio y bien iluminado, sin moscas ni curiosos, se apartaba cada mañana del montoncito de monedas y seguía devorando su desayuno de hierba fresca. Un día el burro dejó de arrojar monedas y se encontró en un gran aprieto. Pujo y pujo y nada consiguió. El dueño le dio tres días de plazo para que pusiera monedas, o lo mataría. El burro troto, medito, ayuno, y las monedas nunca aparecieron. Vencido el plazo de los tres días, el burro escapo, porque sabía que corría peligro. Desde entonces fue un burro pobre y desdichado, que comía lo que encontraba y dormía en cualquier parte. El burro les contó que pensaba estudiar para ser algo en la vida, y los otros casi se mueren de la risa Se acercó a la escuela con pena porque estaba grande. Se entrevistó con el director, el burro explico que era un burro sano y de buena familia, y el director le creyó. Le regalo un cuaderno y un lápiz y lo matriculo para el primer grado. Era el más grande de la clase y el más burro, nadie lo quería. La maestra le tiraba las orejas cada vez que se equivocaba. Arrinconado y solitario, cada día más burro y más orejón, aparte de los problemas escolares se le encimaba el problema de cargar con sus orejas Una mañana padeció un repentino ataque de sabiduría: abandono la escuela y se dedicó al cuidado de sus orejas, las cepillaba tres veces al día con cierta vanidad y las movía como un remolino, como las aspas de un ventilador, como un helicóptero. Una señora lo contrató para que la refrescara mientras dormía. El burro aprendió a graduar la intensidad del viento según el deseo del cliente Una mañana acelero tanto el movimiento de las orejas que el burro se elevó. Se elevó y se elevó, primero con susto y luego con regocijo. Desde entonces la vida se volvió más divertida, el burro era querido por todos, ya que realizaba grandes hazañas para el beneficio de la comunidad, él era EL SUPER BURRO, el héroe de todos. El presidente al ver que el burro realizaba grandes hazañas lo condecoro con la cruz de Boyacá, la cual le trajo muchos problemas, pero ninguno logro que se rindiera, de hecho logró ser presidente de la república.
EL SAPO Y LA SERPIENTE Este era un sapo que cuando vio por primera vez a la serpiente apenas estaba conociendo el mundo. De todo lo que el sapito vio lo que más le asombro fue la serpiente, larga como una cinta, colorada, joven, ágil, iluminada por el sol, al ser jóvenes se miraron un instante con miedo y curiosidad. El sapito regreso a casa y hablo con fascinación al papa sapo de la serpiente, el papa sapo le explico que cada quien es como es, el sapito de terco decía que la serpiente era mejor, hasta que se le metió a la cabeza la loca idea de parecerse a la serpiente, el sapito hacia todo lo posible para parecerse a la serpiente, se estiraba y se estiraba como chicle, arrastraba las patas intentando reptar, pero seguía siendo el mismo sapo infeliz El sapito continúo con la loca fantasía de parecerse a una serpiente. A todas partes donde iba arrastraba sus patas, que perdían sus virtudes, ya no saltaba como sapo pero tampoco se arrastraba como serpiente. La segunda vez que el sapo vio a la serpiente, no pudo reconocerla de tan grande, tan larga y gruesa, tan imponente. Sintió miedo pero las patas no le respondieron para escapar. Su sueño se acercaba con la boca abierta, como un rayo, y el sapo cerró los ojos. La serpiente se lo trago.
JUAN BOBO Juan bobo era muy querido por todos, nadie lo molestaba, no trabajaba ni tenía que hacerlo ya que la gente se esmeraba en atenderlo. No le faltaba el tabaco y le sobraban sombreros ¿Por qué tanta
amabilidad
con
un
bobo?
Los
forasteros,
incrédulos, se preguntaban cómo era posible tal situación. La respuesta era una sola: Juan bobo estaba en todo, en todas partes. La gente decía que Juan bobo tenía mil ojos para verlo todo y mil orejas para oírlo todo. Juan bobo dormía poco porque
soñaba que era un monstruo
de mil ojos y mil orejas y despertaba aterrorizado. Una noche de luna llena tres ladrones desesperados quisieron asaltar el banco municipal. Juan bobo se les acercó bailando el yoyo y, al ver que no conseguían abrir la puerta, les pregunto si habían extraviado la llave. Los bandidos dijeron que “no”. Juan bobo que no desamparaba a nadie, se dirigía a la casa del gerente del banco municipal para buscar las llaves. En el camino se encontró con dos policías y les contó lo que sucedía, por lo cual estos salieron corriendo hacia el banco. Entre tanto, los ladrones, que habían conseguido entrar al banco municipal, bregaban con la terquedad de la caja fuerte, pero se demoraron más de la cuenta y la policía los atrapo con las manos en la masa Al día siguiente le hicieron una fiesta grande a Juan bobo para festejar sus mil ojos y mil orejas, aunque Juan bobo no entendía por qué tanto alboroto.
EL NEGRO Y LA LUNA Este era un negro muy malo, que odiaba la luna. Se llamaba Natalio. En otros tiempos se quisieron, se regalaron la luna y las estrellas y se mataron a besos. Todo ese cariño y ese amor se fué desvaneciendo con el paso del tiempo.
El negro se volvió malo desde que la mujer lo abandono por un trapecista. El negro se volvió loco, aullaba de rabia y perseguía a los niños; los policías le tenían miedo por eso no se metían con él. Siguió su locura con las estrellas y la luna, se dedicó a tapar con piedras los agujeros de la luz, en esa tarea le llevo casi cinco meses. La luna, con tanta piedra encima, al fin se sacudió y por desgracia todas las piedras cayeron sobre el negro. Nadie se acordó más del negro.
EL BOBO DE LA FAMILIA
La familia monasterio estaba rifando un bobo y otra familia se lo gano, se dieron cuenta de que el bobo no servía para hacer nada: el bobo no servía para comprar flores ya que se las comía, el bobo no servía para ir a comprar leche porque derramaba la mitad por el camino. El bobo solo traía problemas a la casa, por lo que a la familia se les ocurrió la idea de volver a rifar al bobo como lo había hecho la familia Monasterio. Nadie se anotó en la rifa, porque no querían ganarse un bobo que no servía para nada. El bobo, al darse cuenta del rechazo decidió irse de la casa para siempre.
Vieron al bobo en casa de la familia cantor, y decidieron ir a reclamarlo porque lo extrañaban, pero para su sorpresa Roberto había dejado de ser bobo, y ahora vivía como un rey con su nueva familia.
EL HOMBRE DE LA AGUJA
Este era un hombre que encontró a una anciana casi ciega que le pidió ayuda para que le llevara una canasta de frutas. Al llegar a la casa de la anciana ella le enseñó al hombre una aguja y una naranja y le dijo que escogiera una de las dos cosas. El hombre se decidió por la aguja, la cual guardó en una caja de fósforos y siguió su camino. Como el hombre no tenía a donde ir, el rey le propuso que formara parte de la guardia del palacio, en donde se comía todos los días y se daban fiestas frecuentemente. El hombre se enamoró de una de las cocineras, con quien se casó y tuvo tres hijos. En la fiesta del cumpleaños de la reina, el rey tuvo un accidente, resbalo y sus pantalones se rompieron, por esto el hombre sacó la aguja de su caja de fósforos y dejó el traje del rey como nuevo. A partir de este momento el rey lo nombró su sastre personal y le aumentó el sueldo.
LA PULGA DEL REY Después de la guerra, un hombre volvió a su pueblo, y de su casa sólo encontró el perro. Lloraron juntos y se consolaron mutuamente. El perro, solo tenía una pulga, habían estado juntos toda la guerra y de milagro habían sobrevivido. Los tres, el hombre, el perro y la pulga salieron a recorrer el mundo. Había hambre por todas partes y se sentían débiles. El perro que ya no podía más le suplicó al hombre que atrapara la pulga y la matara. Los tres estaban buscando una mejor vida, por lo que la pulga le propuso al hombre que entrara a un concurso en el cual tenias que pasar tres pruebas, para ganar la mano de la hija del rey Y así fue, el hombre acertó a todas las pruebas, ya que la pulga lo ayudaba, Al terminar la prueba al hombre le dieron a escoger entre un caballo y la princesa, luego de que el hombre lo pensara una y dos veces, se decidió por la princesa, se casaron y el hombre, el perro y la pulga estaban gordos