Rol del Educador El y la maestra como guía y el niño/a como centro del aprendizaje. El Educador/a actúa como guía, mediador y facilitador de los aprendizajes del niño y la niña, actuando como un ser respetuoso de los ritmos y estilos de aprendizaje y de desarrollo de los niños/as, que atiendan a sus necesidades e intereses de una manera no invasiva, respetando el ser, el temperamento y las características individuales de cada niño/a. Asimismo, la educadora, su tono de voz, su lenguaje, sus movimientos, gestos y su quehacer es un foco de imitación para los niños/as, por lo tanto todo lo que ella hace y dice los niños lo reciben, lo integran y lo replican. Desde ahí también que emerge la importancia de las actividades, experiencias y quehaceres que desarrollamos en el interior y en el exterior del salón con y sin los niños, porque así como en una salida, caminata o juego la maestra se cautiva con los árboles, las hojas y el viento, los niños al observar y escucharla también lo vivencian y lo integran. Con esto se destaca la importancia de una actitud activa, interesada en el quehacer del momento, sin distracciones ajenas a lo que está sucediendo con los niños y niñas. A su vez, es muy importante la observación y la escucha de parte de los maestros a los niños y niñas, porque al escuchar y al observar atentamente a los niños/as se puede atender de mejor manera a sus necesidades e intereses. Perfil de la Educadora/or: - Observadora y atenta - Activa y Proactiva - Autónoma y autovalente - Propositiva - Respetuosa: suavidad en la voz, respeto por los ritmos y temperamentos. - Capaz de escuchar - Flexible - Reflexiva y analítica - Guía/ mediadora - Sensible estética y espacialmente - Consciente Ecológicamente - Paciente - Curiosa intelectualmente - Responsable - Constante
Algunas consideraciones importantes sobre el rol de los adultos en el jardín “El mundo es bueno” “El mundo es bueno” es la máxima del primer septenio, así como en el segundo es “el mundo es bello” y en el tercero el “mundo es verdadero”. Cada etapa de crecimiento se ve envuelta en un color especial, y es este primer septenio el de la bondad, donde el niño debe crecer en una comunidad buena y respetuosa. La veneración por el mundo: De esta manera, hay que hacer frente al niño aquello que queremos que aprenda y desarrolle, pero debe vivir en nosotros de manera verdadera. Una de esas virtudes a enseñarle por medio de la acción es la veneración por el mundo, todo lo que se transmita al niño debe contener un lenguaje y una forma rica de significados, símbolos y contenido, llevando al niño a explorar el mundo con la certeza de estar en una tierra mágica, bondadosa y segura, así el niño podrá aproximarse a la naturaleza y a todo lo que lo rodea desde el cuidado y el respeto. La fuerza de imitación: es la manera en que los niños menores de 7 años aprenden, tomando a los adultos cercanos como modelo y fuente de aprendizaje. “Ahí nos hallamos con el impulso a elaborar, mediante la imitación, todo lo que sucede en el mundo circundante. En la imitación activa, en el juego, los órganos se van configurando y adoptan la forma que permanecerá luego en la persona que crece. A ese “entorno” pertenecen no solamente la alimentación, la cualidad de las sustancias que entran en contacto con la piel, los colores y formas del juguete y la habitación del niño, sino también sobre todo los gestos y actos de los adultos” la actitud de la educadora ha de contener actividad, iniciativa, goce en el propio quehacer y amor a todas las actividades, por pequeñas que sean. (...). Los cuidados cariñosos, atentos, conscientes y de calidad nos permitirán forjar un niño sano, saludable, seguro emocionalmente. Evitar dar indicaciones para enseñar, enseñar haciendo, actuando lo que quiero que “aprenda”. La constancia y el ritmo: Preparar los materiales diarios con anticipación, que cada momento de la rutina se lleve a cabo diariamente, utilizar los mismos espacios para cada actividad (el saludo en la sala, el cuento en la sala del cuento, etc.) que se realicen todas las actividades de la misma manera y a la misma hora todos los días (trabajar los hábitos todos los días hasta que se adquieran, y cuando se adquieran ir sumando otros) todas aquellas acciones nos permitirá entregarles seguridad, que les permitirá desenvolverse de forma autónoma y libre, adquiriendo el sentido de pertenencia.
El lenguaje: tanto el lenguaje utilizado como la forma de hablar son importantes, el niño imita el lenguaje del adulto. El adulto debe ser claro, conciso, y debe transmitir la emoción del significado en el habla. Hablar claro significa pensar claro. Nombrar al niño por su nombre completo y que ellos nombren al adulto por su nombre completo. Las rimas y juegos de dedos son muy importantes en esta etapa, ayudan a madurar todo el sistema fonatorio. La rima debe ser juguetona, ligera, pero con sentido. El cuidado del espacio Para preparar la casa y recibir a los niños, para mantener un ambiente armónico que respete el espacio, todos los cuidadores involucrados deben hacer un recorrido visual al abandonar un espacio y asegurarse de que quede limpio, ordenado y bonito. Los materiales a usar durante la jornada deben encontrarse ordenados y listos para utilizar desde la mañana o día anterior. Después de cada actividad todos los niños deben colaborar en el orden y la limpieza de lo utilizado, fomentando el hábito de cuidar cada espacio y dejarlo como estaba. Pueden asignarse encargados por día, semana o por acción específica dependiendo de las edades, pero que sea reiterado en el tiempo. Nunca dejar que los niños entiendan que un otro va a limpiar u ordenar luego.
Proceso de acogida o adaptacion y el rol del adulto que acompaña. “El niño/a va marcando los pasos a seguir”. Sobre esta etapa, consideramos el ingreso a la escuela, como un proceso de acogida en donde se recibe al niño, que transita desde un contexto familiar a un nuevo lugar de aprendizaje, por tanto, este viaje ha de ser lo más armónico y orgánico posible. Habitualmente, este ingreso se espera se de en un periodo de 2 o 3 semanas y para todos por igual, por lo para que algunos niños y sus familias implica más una presión, que un momento de disfrute. Por una parte los niños y niñas comienzan a expresar desagrado o incomodidad en la sala, se manifiesta según sus recursos con signos de protesta, llanto, rechazo o negación a participar de las actividades. Al cabo de algunos días comienzan a flexibilizar disminuyendo los momentos de angustia, incipientemente aceptan el nuevo entorno. Finalmente el niño "se da por vencido" y comienza una relación con el espacio que se le entregó, desde la resignación. Desde nuestra postura, la duración, la forma y los recursos utilizados, dependerán de las señales que el niño muestre. Nuestra propuesta invita a los niños, padres y educadores, a observar y descubrir cuales son las particularidades de cada uno y cual es la mejor forma para
él. Y concluirá de manera exitosa cuando el niño o niña sea capaz de asistir a la escuela confiado en que este es un nuevo espacio seguro, dentro de su vida cotidiana. Para lo anterior, el adulto que acompaña se integra a todas las etapas de la rutina que el niño necesite, realizando las mismas actividades y labores que están haciendo las maestras e incorporando al niño/a en una triangulación de relaciones seguras. En otras palabras, el adulto significativo acompaña, trata de integrar al niño y hacerlo partícipe de los diversos momentos de la rutina siguiendo de manera respetuosa su ritmo de aprendizaje. Vale decir, que así como las maestras cumplen el rol de ser imitadas, el adulto también deberá considerar, además de hacer el pan junto a ella/os, cantar en la ronda, hablar en un tono bajo, escuchar el cuento, guardar y ordenar los materiales y trabajar junto a los niños/as en arte, huerto, expresión, cocina y manualidades. Al poco andar, el adulto intentará dejar al grupo en aquellos momentos de la rutina que el niño/a disfruta más y se siente más seguro. Le avisará al niño o niña que se retirará por un momento a la salita de papás y estará atento si lo necesita. De esta forma, el proceso de acogida permite que el niño/a se habitúe al espacio de manera respetuosa con sus tiempos y necesidades, encontrando el momento adecuado a sus requerimientos particulares, hasta que el adulto ya no sea reclamado por el niño/a.