El Problema De La Vida

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EL PROBLEMA DE LA VIDA 8.1 El Surgimiento de la Bioética Hoy día, el hombre de la calle y los medios de comunicación utilizan continuamente la palabra "bioética" en relación con la valoración ética del progreso de la Biología y la Medicina, muy especialmente debido al avance de la Genética y sus aplicaciones en el ser humano, las plantas y los animales. Sin embargo, quizá, poca gente sabrá que el neologismo "bioética" (bios = vida, ethos = ética, costumbre) solamente tiene 30 años de existencia y, mucho menos, quién fue el inventor del término. Fue el científico y humanista norteamericano Van Rensselaer Potter quien en 1970 utilizó el término bioética (bioethics) por vez primera. El 6 de septiembre de 2001, a los 90 años de edad, falleció Van Rensselaer Potter II (nacido el 27 de Agosto de 1911) a quien muchos consideramos el padre de la Bioética en el sentido de que fue él quien propuso por vez primera el término aplicado a una nueva "ciencia de la supervivencia”. Van Rensselaer Potter, Doctor en Bioquímica y oncólogo con unas 350 publicaciones en su haber en el campo de la bioquímica y el cáncer. A lo largo de su carrera científica recibió numerosos premios; entre ellos, cabe mencionar que en el año 2000 recibió el Premio de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI) en el curso del Congreso Mundial de Bioética 2000 que tuvo lugar en Gijón. Por razones de salud no pudo asistir al mencionado congreso, pero envió un video con su alocución inaugural (Potter, 2001). La primera vez que utilizó Potter el neologismo "bioética" (bioethics) fue en un artículo aparecido a finales de 1970 y poco tiempo después, en enero de 1971, Potter publicó el primer libro de la historia que llevaba por título el término bioética con el propósito de "contribuir al futuro de la especie humana promocionando la formación de una nueva disciplina: la BIOÉTICA". Potter justificaba su esfuerzo en el prefacio de la obra diciendo: "Hay dos culturas -ciencias y humanidades- que parecen incapaces de hablarse una a la otra y si ésta es parte de la razón de que el futuro de la humanidad sea incierto, entonces posiblemente podríamos construir un 'puente hacia el futuro' [que es el subtítulo de la obra] construyendo la disciplina de la Bioética como un puente entre las dos culturas. [...] Los valores éticos no pueden ser separados de los hechos biológicos." Más adelante, en el Capítulo 1, decía: "La humanidad necesita urgentemente de una nueva sabiduría que le proporcione el 'conocimiento de cómo usar el conocimiento' para la supervivencia del hombre y la mejora de la calidad de vida." Para esta nueva ciencia, construida sobre la propia Biología e incluyendo además la mayoría de los elementos esenciales de las ciencias sociales y humanísticas, incluyendo la

Filosofía, propuso Potter el nombre de BIOÉTICA para resaltar los dos elementos más importantes: el conocimiento biológico (bios) y los valores humanos (ethos). Para Potter, el significado de la palabra "bioética" en 1971 representaba la afirmación de dos conclusiones: en primer lugar, que la supervivencia de un futuro a largo plazo se reduce a una cuestión de bioética, no de una ética tradicional; en segundo lugar, que para ese futuro a largo plazo había que inventar y desarrollar una política bioética ya que la ética tradicional se refiere a la interacción entre personas, mientras que la bioética implica la interacción entre personas y sistemas biológicos. Por eso decía Potter en el Prefacio de su obra: "Necesitamos de una Ética de la Tierra, de una Ética de la Vida Salvaje, de una Ética de Población, de una Ética de Consumo, de una Ética Urbana, de una Ética Internacional, de una Ética Geriátrica, etcétera. Todos estos problemas requieren acciones basadas en valores y en hechos biológicos. Todos ellos incluyen la Bioética y la supervivencia del ecosistema total constituye la prueba del valor del sistema." Es el concepto de Bioética global. Por eso se quejaba Potter (2001) de que "la Bioética hubiera sido acaparada durante la siguiente década por los 'comités bioéticos' médicos que trabajaban en Centros de Bioética en el área clínica, tratando problemas de vida y muerte que son todavía controvertidos." Así, la Bioética quedaba restringida a una Bioética médica o clínica, como ya puso de manifiesto en 1975 en su alocución Presidencial de la 66ª Reunión Anual de la Asociación Americana del Cáncer. No obstante, también podría argumentarse legítimamente desde el punto de vista opuesto que Potter polarizó su idea de la Bioética hacia una Bioética medioambiental o ecológica. De hecho, su libro está dedicado a Aldo Leopold, ingeniero forestal de la Wisconsin University, quien con su "Ética de la Tierra (Land Ethic)" (1949) -en palabras de Potter- "anticipó la extensión de la Ética a la Bioética". La Bioética consiste, por tanto, en el diálogo interdisciplinar entre vida (bios) y valores morales (ethos); es decir, trata de hacer juicios de valor sobre los hechos biológicos, en el sentido más amplio del término, y obrar en consecuencia, tal como se indica en el esquema adjunto:

individuo Hechos biológicos

Relación directa

población

con el hombre

especie

BIOÉTICA microorganismos

Valores éticos

Relación directa

plantas

con el hombre

animales

(ecología)

naturaleza

El soporte científico de la bioética Algunos piensan que la bioética actual nació en los campos de concentración nazi con los experimentos biológicos realizados con los prisioneros y que se fueron extendiendo después a todos aquellos que eran susceptibles de discriminación racial. La eutanasia, el aborto, la esterilización, las experimentaciones científicas con seres humanos con vistas a conseguir la calidad de vida, supuestamente concentrada en la raza aria con la colaboración de científicos y médicos durante el tercer Reich, son prácticas que se discuten y eventualmente se realizan legalmente en el ámbito académico y marco institucional de la bioética contemporánea. Terminada la Segunda Guerra Mundial, era urgente salir al paso de tales abusos, recordando aquellos principios de ética universal capaces de garantizar el respeto a la vida y a la dignidad humana de todos los hombres y mujeres en todas las circunstancias, lo mismo en la paz que en la guerra, de personas libres o sin libertad. Así nació la Declaración Universal del Hombre de 1948, a la que siguió la Convención de Salvaguarda de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales de 1950. Durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial se descubrieron los antibióticos y se perfeccionaron notablemente las técnicas quirúrgicas. Durante la década de los años cincuentas se desarrollaron los anticonceptivos químicos, que dieron lugar a un cambio radical del ejercicio tradicional de la sexualidad humana, hasta el punto de poderse hablar durante la década de los años sesenta de una verdadera revolución sexual. Por aquella época de los años cincuenta se consolidaron igualmente las técnicas de reanimación de personas hasta entonces condenadas a morir sin remedio a causa de accidentes de diversa naturaleza. Empieza a plantearse el problema de la reactivación de vidas al borde de la muerte segura y de la prolongación clínica de aquellas otras en estado terminal. La rehabilitación por reanimación empieza a contrarrestarse con las perspectivas de la

eutanasia activa indolora. En 1959 nació gloriosamente el primer niño belga concebido por inseminación artificial simple. Los veinte años siguientes se caracterizaron por la lucha febril contra la esterilidad femenina, que culminó en 1978 con un acontecimiento feliz único en la historia de la civilización por nosotros conocida: el nacimiento de una preciosa niña en Inglaterra, llamada Louise Brown, mediante inseminación in vitro con transferencia de embrión. Con este acontecimiento se abrió una nueva era para la reproducción humana, conocida ya como la era de la procreática. A todo esto hay que añadir el desarrollo de las técnicas destinadas a los transplantes de órganos y tejidos humanos. Últimamente se ha disparado la ingeniería genética, con la que se trata de controlar a todo ser humana partiendo del mapeo y la eventual manipulación de los genes. Todas las maravillas y barbaridades posibles o imaginables de cara al futuro en este campo están contempladas en el ya celebre proyecto genoma humano, cuyo objetivo inmediato consiste en llegar al control radical de nuestro código genético personal. Se trata de tocar directamente el valor ético fundamental, que es la vida humana en el momento preciso en que es encendida. Así las cosas, puede decirse que la humanidad ha entrado en una fase inaudita de su historia sobre la tierra. No tenemos constancia de que en el pasado se haya llegado a estar tan cerca de la frontera entre la nada, la vida y la muerte del hombre. Todo parece indicar que la ética debe recordar los limites naturales de la experimentación científica, sobre todo con seres humanos. Nos va en ello el futuro del hombre. Las leyes reguladoras de las prácticas biomédicas se han multiplicado por doquier, pero hay que pasarlas por el tribunal de una ética objetivamente crítica más allá de los consensos arbitrarios en los que suelen fundamentarse. Por otra parte las instancias políticas tienden a monopolizar el poder efectivo de la ciencia y de la sanidad. La concentración de las técnicas biomédicas al servicio de las causas políticas nos devolvería fácilmente a la filosofía nazi en la que se entronizó el mito de la ciencia experimental. El conocimiento científico deriva en dominio y manipulación de la vida humana y las leyes tienden a legitimar todo lo que técnicamente es factible alegando pretextos de corte social. Los estudiosos más objetivos e imparciales están de acuerdo en exigir un mayor respeto para la ética en estos asuntos y que se defina el campo de acción propio de la bioética como nueva disciplina dentro del contexto de la ética racional y de la teología moral. Los datos científicos mas decisivos para la fundamentación de la bioética, centrada en la vida humana, se refieren al desarrollo de la biología celular y manipulaciones técnicas del embrión humano para fines pro creativos, terapéuticos o de mera investigación científica con sus correspondientes implicaciones comerciales y políticas. Es el ámbito de la manipulación genética y de las técnicas de reproducción humana de laboratorio, a las que se suman las técnicas anticonceptivas, castrativas, abortivas y eugenésicas. Para el ocaso de la vida se han desarrollado las técnicas de rehabilitación y mantenimiento, así como las relativas a la eutanasia asistida y el suicidio sin olvidar las técnicas de experimentación psicológica y trasplantación de órganos humanos, crío conservación de embriones y clonación física. Con el mapeo del genoma humano y su

eventual control social la bioética alcanzará el clímax de fundamentación científica con sus correspondientes repercusiones en la estructura social y profesional de las ciencias y profesiones de la salud, desde la farmacología hasta la organización de las instituciones sanitarias. 8.2 El proyecto Genoma Humano El proyecto del Genoma representa todo lo que, para bien o para mal, es posible hacer en el ámbito de la manipulación genética y la eugenesia suscita temores fundados en tristes experiencias del pasado. Si comparamos cada célula humana con el globo terráqueo, cada cromosoma con un país determinado, cada gen con una ciudad y cada persona con un nucleótido, podemos imaginar en alguna medida la envergadura del proyecto genoma humano. El genoma humano es un complicado complejo de instrucciones agrupadas en unidades de información, que son los genes, los cuales en su conjunto forman los cromosomas, pequeños filamentos situados en los núcleos de nuestro organismo. Por otra parte, se calcula que en el cuerpo de la persona adulta puede haber desde 75 billones a 50 trillones de células y que el genoma humano está compuesto por 3.000 millones de unidades fundamentales de información denominada bases o nucleótidos. Las secuencias específica de esas bases da lugar a los genes que son los determinantes en todas las características del cuerpo humano. El genoma humano contiene de cuenta mil a cien mil genes, los cuales, a su vez, se agrupan para formar veintitrés pares de moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN) , llamados cromosomas. En nuestro genoma estarían codificadas todas las alteraciones y enfermedades que podríamos padecer durante la vida. El primer desafío del proyecto Genoma ha consistido en leer y descodificar toda esa información para hacer uso después de ella. El proyecto genoma es el programa de estudio más fascinante de la historia destinado a conocer y controlar la dinámica vital de la población total de los genes. Primero han sido secuenciados casi 3.000 millones de bases, pero hay que determinar qué cromosoma y en qué lugar preciso dentro del cromosoma se encuentra situado cada gen. Sólo así se podrá penetrar en el misterio de su vida y milagros, conociendo la función exacta que realiza cada uno de ellos en colaboración con otros. El 26 de junio del año 2000 el mundo entero quedó sorprendido por el éxito científico alcanzado en el cifrado de los genes. Y todo esto, ¿para qué? El interés científico es innegable. La posibilidad de conocer la base biológica más profunda del ser humano merece cualquier esfuerzo y sacrificio económico. Más aún cuanto las perspectivas terapéuticas están a la vista. No son fáciles de llevar a la práctica y se prestan a gravísimos abusos. Pero hablando de abusos uno de los más intolerables podría ser el de la programación biomédica y política de una nueva eugenesia. El término eugenesia, del griego eugenés, significa ser de buena raza, y lo acuñó Francis Galton a finales del siglo pasado. Concebía el la eugenesia como aquella ciencia que trata de los factores que mejoran las cualidades innatas de una raza. La mejora de la raza terminó convirtiéndose para Galton en una especie de obsesión rayando en el fanatismo religioso.

En honor de la verdad hemos de reconocer que esta pretensión es tan vieja como la humanidad, como no podía ser de otra manera. En la antigua Grecia, por ejemplo, Licurgo había establecido el criterio siguiente: Si entre los animales se escogen para su reproducción lo mejores sementales y las mejores hembras, con mayor razón habría que hacerlo en la planificación de la reproducción humana. Vayamos, pues, a los recién casados –escribía después Platón- para enseñarles cómo y de qué manera han de engendrar hijos. Y si no les convencemos, habremos de amenazarles con ciertas leyes... La esposa y el esposo deben proponerse ofrecer a la sociedad los hijos más bellos y mejores que les sea posible. El cómo y de qué manera sugeridos por Platón eran las comisiones estatales para el control y mejora de la raza con la ayuda de la policía si fuera necesario. En una sociedad perfecta el Estado debería controlar la procreación mediante la selección de los más sanos para la reproducción y la eliminación de los nacidos defectuosos dejándolos morir en un barranco del monte Taigetos. La prohibición bíblica de las relaciones sexuales entre consanguíneos y de los matrimonios con leprosos y epilépticos tiene un sentido primordialmente religioso, pero también eugenésico. La convicción de que las uniones entre consanguíneos nacen hijos defectuoso ha estado presente durante siglos en la misma legislación canónica. Hasta el siglo XIX no se tenía conocimiento científico de las leyes de transmisión de las enfermedades hereditarias, pero sí un conocimiento experimental de que este tipo de uniones no favorecen la calidad de la descendencia. Galton elevó la eugenesia al rango de la ciencia y en Inglaterra y Estados Unidos prendió como fuego el proyecto de mejora racial cometiendo auténticas barbaridades. Éstas se consumaron en el racismo nazi. Se seleccionaba a los jóvenes de ambos sexos de acuerdo con los presuntos cánones de perfección de la raza aria y se crearon las clínicas apropiadas para esta finalidad. De acuerdo con la ley de higiene racial del 14 de junio de 1933, debían ser esterilizados todos los deficientes físicos o psíquicos, alcohólicos y delincuentes sociales. Para los deficientes físicos o mentales estaba reservada especialmente la eutanasia. Máxime si eran judíos, gitanos o simplemente extranjeros indeseables. En el fondo de este movimiento eugenésico late el mito de la presunta superioridad de alguna raza humana sobre otra, a la que habría que eliminar de la forma más eficaz. Actualmente se habla de eugenesia positiva y negativa. La primera consiste en la promoción de una reproducción humana de calidad. Las técnicas de reproducción artificial en el laboratorio, llevadas con rigor científico, permiten la selección de células germinales para evitar la transmisión de taras hereditarias. Cuando una pareja recurre a los bancos de semen o de óvulos exige todas las garantías de calidad para la futura descendencia y los técnicos examinan con rigor a los donantes de gametos o de embriones humanos que se han de utilizar. La intención eugenésica es evidente y hasta cierto punto comprensible. Los nazis ensayaron los cruces naturales con esta finalidad. Actualmente la eugenesia positiva se realiza de forma acética y melodramática al mismo tiempo en las clínicas de bioética procurando herir lo menos posible la sensibilidad de las personas implicadas y del público en general. Pero objetiva e intencionalmente no hay diferencia sustancial entre los proyectos eugenésicos nazis, políticamente fanatizados, y las prácticas selectivas de características hereditarias que se llevan a cabo actualmente a la sombra del biensonante nombre de bioética en el campo de la procreación humana. Las vidas sin valor de los nazis

son eliminadas ya de antemano mediante la selección germinal o el diagnóstico prenatal. Mediante la amniocentesis, ecografía, biopsia de las vellosidades coriales, o los sondeos del ADN, se detectan las anomalías cromo somáticas o metabólicas del feto y se decide automáticamente se destino. El llamado consejo genético muchas veces sólo sirve para avalar la opción eugenésica aconsejando la eliminación del feto indeseado. Y no menos preocupante es la técnica del screening o cribado genético por su carácter masivo. Grupos de niños antes de nacer o ya nacidos son pasados por la criba del diagnóstico prenatal o de la inspección genética postnatal para decidir su destino en función de su calidad hereditaria. Otras veces se pasa por la criba a grupos humanos de portadores de una determinada enfermedad. En el terreno de la política internacional, los países ricos del Norte tratan ahora por todos los medios de cribar a los países pobres del Sur mediante la imposición de la contracepción forzosa y el aborto casi obligatorio. Por lo demás, la esterilización de disminuidos físicos y retrasados mentales está adquiriendo hoy día una creciente simpatía en la opinión pública y entre los profesionales del derecho. El reverso de la medalla es la llamada eugenesia negativa. Ahora se trata de establecer normas concretas legales que impidan el matrimonio o la procreación a personas con riesgo de transmitir enfermedades hereditarias. El fin de estas normas es eliminar las características no deseables para la especie humana. Primero evitando la descendencia defectuosa, bien impidiendo las uniones matrimoniales con riesgo genético, o evitando el embarazo. En el primer caso juegan un papel decisivo el consejo genético y el cribado. En el segundo se procura controlar la natalidad mediante la contracepción y eventualmente la esterilización. El siguiente paso es eliminar la descendencia defectuosa mediante el aborto y el infanticidio. En este contexto eugenésico negativo hay que emplazar a los gamines o niños de la calle en muchas grandes ciudades del Tercer Mundo, los cuales son sistemáticamente matados por sicarios que realizan operaciones de limpieza. Declaración Universal sobre el Genoma y Derechos Humanos La 29 Asamblea General de la UNESCO aprobó, el 11 de noviembre de 1997, la presente Declaración como instrumento jurídico para la protección del genoma humano, declarándolo común de la humanidad. Por una parte, reconoce que las investigaciones sobre el genoma humano y sus aplicaciones abren muchas perspectivas de mejora de la salud. Por otra, pide que en la puesta en práctica de este magno proyecto se respeten plenamente la dignidad, la libertad y los derecho de la persona humana. En consecuencia, se prohibirá toda forma de discriminación fundada en las características genéticas. He aquí en síntesis las afirmaciones más destacables del documento: -Dignidad humana y genoma humano. El genoma humano es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su

dignidad y diversidad intrínsecas. patrimonio de la humanidad.

En sentido simbólico el genoma humano es el

Esta dignidad impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete su carácter único y su diversidad. Por otra parte, el genoma humano en su estado natural no puede dar lugar a beneficios pecuniarios. -Derechos de las personas interesadas. Para cualquier investigación o diagnóstico en relación con el genoma humano se requiere el consentimiento previo, libre e informado de la persona interesada, o de quien haga legítimamente sus veces. En cualquier caso, sólo se podrá efectuar una investigación sobre el genoma de una persona a condición de que obtenga un beneficio directo para la salud. Por lo demás, nadie podrá ser objeto de discriminaciones fundadas en sus características genéticas. Se protegerá la confidencialidad de los datos genéticos y se repararán los daños eventualmente causados con motivo de intervenciones imprudentes sobre el genoma. -Investigaciones sobre el genoma humano. No deben permitirse prácticas contrarias a la dignidad humana como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Las investigaciones sobre el genoma humano deben orientarse a aliviar el sufrimiento y mejorar la salud del individuo y de toda la humanidad. -Condiciones del ejercicio de la actividad científica. En nombre de la ética, a los investigadores sobre el genoma humano se les exige rigor científico, prudencia, probidad intelectual e integridad moral. Todo ello para que los principios de la presente Declaración sean una garantía de respeto de los derecho humanos, las libertades fundamentales, la dignidad humana y la salud pública. Para ello recomienda la promoción de comités de ética independientes, pluridisciplinares y pluralistas. Consideraciones éticas Después de todo lo dicho hasta aquí, la conclusión ética ineludible es la siguiente. Toda intervención sobre la vida humana, aplicando técnicas biomédicas avanzadas, que tenga por fin salvar la vida, curar enfermedades o simplemente mejorar la calidad eventualmente precaria de alguna vida humana, está éticamente justifica y, en circunstancias relativamente normales, puede ser hasta obligatoria. Por el contrario, las prácticas manipulatorias descritas son objetivamente inmorales en la medida en que su aplicación lleva consigo la destrucción o trato indebido de embriones humanos, el aborto provocado bajo cualquier pretexto (terapéutico, eugenésico), la eutanasia, el suicidio, la mutación no terapéutica del código genético y todo tratamiento degradante de la dignidad humana en el trato de los enfermos, ancianos y disminuidos físicos o mentales. Según el Magisterio de la Iglesia y los dictados de la razonabilidad, la ciencia está al servicio de la vida humana, especialmente de la más débil y menesterosa. No al revés, como algunos pretenden. En el servicio a la vida la ciencia encuentra siempre su legitimación. Servicio a la vida, además, que ha de ser prestado desde el momento preciso de su aparición real, a raíz de la fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino, hasta su ocaso con la muerte natural. Lo razonable es pensar

que cualquier forma de manipulación genética aplicada al ser humano sólo se legitima éticamente cuando tiene sentido terapéutico y con las debidas garantías de respeto a la vida y a la salud de los pacientes humanos o a sus elementos germinales. Pero este gran principio, en sí mismo luminoso, se oscurece a medida que tiene que ser aplicado a los casos concretos, lo cual exige que añadamos aquí algunas consideraciones complementarias. La terapia genética consiste esencialmente en la administración de material genético en un paciente humano con la intención de corregir algún defecto también genético. Por ejemplo, el fallo cromo somático responsable del mongolismo, Se asemeja a la operación de trasplantar un órgano, ya que el individuo receptor recibe células que contienen ADN exógenas o de origen ajeno. Además se produce una modificación permanente e intrínseca. Los autores distinguen con toda razón entre terapia génica somática y terapia génica germinal. La primera –somática- puede realizarse eliminando el gen defectuoso (cirugía genética), modificando el gen deletéreo mediante una alteración en el interior de la célula concernida y, por último, insertando un nuevo gen que sustituya al defectuoso. La segunda –germinal- se refiere al esperma, al óvulo, al zigoto y al embrión antes de su implantación en la pared uterina. En estas dos formas de terapia génica hay una diferencia sustancial. La somática lleva consigo alguna modificación en las células de un sujeto personal autónomo fuera del ceno materno. De ahí que sea llamada también terapia de paciente. La germinal, en cambio, afecta a todas las células, incluidas las germinales. Lo cual significa que la alteración introducida será transmitida a la descendencia alterando la herencia genética de las futuras generaciones. Hecha esta aclaración, cabe hacer las siguientes apreciaciones relativas a los aspectos éticos del proyecto Genoma Humano. La secuenciación y mapeo del genoma humano abre la puerta al diagnostico prenatal como camino para llegar a tiro fijo a las deficiencias somáticas consumadas en los embriones y, además, a la raíz misma de las predisposiciones genéticas responsables del buen número de enfermedades hereditarias. ¿Para qué? Según los mas desaprensivos, para eliminar desde antes de nacer a todos los que vengan al mundo con alguna tara de la cual otros son responsables. Según los más razonables para intentar curar en salud esos defectos detectados mediante una terapia precoz o antenatal. Pero el proyecto genoma humano tiene otro frente mucho mas fascinante y preocupante. La manipulación directa del esperma, el óvulo y de los embriones, antes de la implantación en la pared uterina, podría llevar consigo la manipulación de la especie humana con fines políticos y raciales. La comunidad científica y los moralistas están de acuerdo en que la terapia genética de las células somáticas puede ser utilizada para el tratamiento de enfermedades específicas. Al fin y al cabo se trata de curar una enfermedad física desde la raíz misma dela enfermedad. El problema ético está principalmente en los riesgos de esa terapia cuando todavía la tecnología no está desarrollada. Habrá que seguir experimentando en los animales antes de aplicar estas tecnologías a los pacientes humanos. Por el contrario, la terapia genética germinal encuentra muchas dificultades de fondo. Muchos hombres de ciencia y casi todos los moralistas están en contra de esas intervenciones. Esta en juego nada menos que el genoma humano, es decir el conjunto de información genética contenida en el complejo cromo somático de nuestro organismo, En nuestro genoma está identidad personal. Un gen no es nuestra persona, como no lo es un

brazo o un pie. Pero el genoma, el conjunto de todos los genes codificados en la estructura del ADN y cumpliendo con sus misiones biológicamente informativas correspondientes, sí es parte constitutiva de la persona humana, como lo es el conjunto corpóreo, el cual no es otra cosa que la estructura genética del genoma desarrollada y aumentada. En la estructura de nuestro cuerpo vemos a simple vista desarrollado lo que con un potente microscopio electrónico descubrimos en germen. El cuerpo humano es al genoma lo que un árbol a su semilla. El genoma es el principio de nuestra individualidad. Siendo así, las consecuencias éticas son fáciles de deducir. En primer lugar es éticamente inaceptable el recurso a la ingeniería genética para manipular el genoma humano con vistas a alterar la unidad de la especie humana, violando así el misterio inalienable de las personas. Otro motivo de preocupación es que puede quedar totalmente al descubierto nuestra intimidad biológica. Lo mismo que ahora nos piden un documento de identidad con algunos datos personales de control, en el futuro podrían pedirnos los datos de nuestro genoma para aceptarnos o rechazarnos en el mercado laboral, por ejemplo. 8.3 el problema de la clonación, la fecundación asistida, el aborto, la eutanasia La Clonación Por este termino se entiende el procedimiento mediante el cual se puede obtener un conjunto (clon) de descendientes a partir de un solo organismo, de manera que sean todos genéticamente idénticos a éste. La clonación puede realizarse por la transferencia del núcleo, o por fisión gemelar; la primera, que de hecho se ha realizado en algunos anfibios, consiste en privar de su núcleo al óvulo fecundado antes de que haya dado origen a un cigoto, y aquél es sustituido luego por un núcleo somático extraído del adulto de la misma especie (por ejemplo de la piel o del intestino). Al colocar este núcleo en el ambiente del citoplasma de la ovocélula, estimulada por la fecundación, se volvería totipotencial, perdiendo las inhibiciones que sufriera en el curso de su diferenciación. De este modo se logra generar un individuo que es la copia al carbón de aquel del que se obtuvo el citado núcleo somático. La fisión gemelar es el proceso por el que un solo óvulo fecundado, sale al paso de una particular división y luego a la generación de dos embriones idénticos que darán origen a dos individuos idénticos también. Los gemelos humanos monovulares idénticos son, precisamente, el resultado de una clonación natural. La posibilidad de la manipulación del embrión precoz por parte del hombre ha hecho posible la realización artificial de una clonación semejante. La Fecundación Asistida Inseminación Artificial Manteniéndose en pie el principio de que la reproducción humana sólo es posible mediante la unión del principio masculino con el femenino —un espermatozoide fecundando un óvulo—, se practica desde hace tiempo un tipo de reproducción artificial, es

decir, no natural, que reviste hasta ahora dos formas principales: la inseminación artificial y la fecundación in Vitro con posterior implantación en un útero. La inseminación artificial es la aplicación, mediante manipulación, de semen en el órgano genital femenino. El semen puede ser extraído con diversos procedimientos, pero de ordinario se recurre a la masturbación. El semen puede ser del marido de la fecundada artificialmente —y se habla entonces de fecundación artificial homologa— o puede ser de un extraño, conocido o no, y es el caso de la fecundación artificial heteróloga. Es interesante saber que no es fecundación artificial la utilización de distintos tipos de remedios —mecánicos o no— para que en la unión sexual natural se llegue a una efectiva unión de espermatozoide y óvulo. Fecundación in Vitro Se llama FIVET a la fecundación de uno o varios óvulos por uno o varios espermatozoides hecha en laboratorio, in Vitro, con posterior transferencia del embrión ya fecundado al útero de la mujer. Se suele utilizar para estos embriones de más de quince días de vida. Por una convención legalista, en algunos países al embrión con menos de quince días se le llama pre-embrión. La FIVET puede ser también, como la inseminación, homologa o heteróloga. Y se dan casos en que la transferencia no se hace al útero de la madre, de aquella a la que pertenece el óvulo, sino al de otra mujer que se presta a ello por diversos motivos, también de contraprestación económica: las llamadas madres de alquiler. En la FIVET la obtención del gameto femenino, del óvulo, suele hacerse por vía percutánea bajo control ecográfico. Antes se suele proceder a una estimulación artificial del ciclo para obtener varios óvulos. Cuando se fecundan varios, algunos son congelados, para una posterior utilización. Transcurrido un tiempo y no utilizados, esos embriones congelados son eliminados. La transferencia al útero suele hacerse con dos o tres embriones; y como sólo interesa el desarrollo de uno, los demás son eliminados. La obtención del gameto masculino se hace generalmente por masturbación. La fecundación artificial se justificó inicialmente como un remedio de la esterilidad. Las dificultades de la inseminación artificial han disminuido con la técnica de la FIVET. El primer nacimiento de un ser humano-probeta tuvo lugar en 1978, en Inglaterra. Después, además de hacerse frecuentes estos casos, la FIVET parece como un sistema autónomo de reproducción y como objeto de experiencias genéticas. Se ha hecho también relativamente frecuente la FIVET con gameto masculino procedente del cónyuge difunto. En algunos países se autoriza la utilización de la FIVET para suministrar un niño en el caso de mujeres que vivan solas. Más dificultades se ponen

por ahora a la utilización de ese procedimiento para tener hijos una pareja de homosexuales, mujeres u hombres: en este último caso teniéndose que recurrir necesariamente a una “madre de alquiler”. La fecundación artificial, en lo que tiene de intervención en los genes, ha llevado a pensar en la posibilidad de hibridaciones entre hombres y animales, en la fabricación de ejemplares idénticos (clonación), en la elección de criaturas con determinadas características (sexo, color del pelo, altura, etc.). Definición del problema ético Fecundación significa e implica “activar” un nuevo ser, un nuevo individuo; cuando se trata del hombre, la fecundación es sinónimo de procreación,. Ahora bien, este tipo de intervención biomédica y técnica no puede ser valorado lo mismo que otro acto fisiológico y técnico, como podría ser por ejemplo la diálisis renal, que al no poder efectuarse dentro del organismo de manera orgánica, se práctica desde fuera artificialmente, sin que este hecho comporte de suyo problemas éticos. La fecundación o procreación humana es de suyo un acto personal de la pareja y da como resultado un individuo humano. Este hecho involucra la responsabilidad de los cónyuges, a la estructura misma de la vida conyugal, así como al destino de la persona que es llamada a la existencia. Para el creyente, en el proceso de la fecundación (procreación) el Creador actúa directamente, al crear el alma espiritual y, mediante ésta, al llamar a la vida una nueva persona elevada, por el Misterio de la Encarnación, a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo. El tema entra en el ámbito médico por una razón: la curación de la infertilidad, femenina o masculina. El problema ético que hay que aclarar es el siguiente: ¿hasta que punto el acto médico tiene un carácter terapéutico, y hasta que punto se convierte en un acto sustitutivo y de manipulación?. Curar significa eliminar obstáculos, ayudar a los procesos, no quiere decir sustituir la responsabilidad de las personas, en este caso de la pareja, en lo que es propio de ella, exclusivo e inalienable. Por esta razón, y a partir del conocimiento de las posibilidades que la ciencia y la técnica ofrecen, debemos preguntarnos hasta que punto la fecundación artificial in utero o in Vitro entra en la actividad licita del biólogo o del médico. Esto implica una referencia central a los valores humanos en cuestión. La solución ética iluminará también el problema social y jurídico planteado por este tipo de intervención médico-biológica. Hay que añadir que los valores humanos implicados en el problema tienen un alcance cultural mucho mayor de lo que pudiera parecer a primera vista. Están en juego las relaciones de armonía y de equilibrio entre “amor” y “vida” en el matrimonio, entre libertad y responsabilidad en la profesión médica, entre naturaleza y persona al interior de la vida humana, entre la técnica y la moral en la medicina y la bioingeniería. Son problemas que marcan a toda la crisis cultural de nuestro tiempo y caracterizan el difícil encuentro entre el homo sapiens y el homo faber.

Juicio ético sobre la inseminación artificial La inseminación artificial —tanto homologa como heteróloga— es ilícita. La razón es: el matrimonio es una institución natural para la procreación, y, por naturaleza, la única forma lícita de unión sexual. El matrimonio no es un derecho a tener hijos, de cualquier forma que sea, sino a poner los actos naturales que puedan traer como resultado la procreación. SÍ no fuese así resultaría antinatural, lo que no es cierto, el matrimonio en el que uno o los dos cónyuges fuesen estériles. La inseminación artificial fuera del matrimonio o dentro del matrimonio pero con semen de un tercero atenta a la misma institución matrimonial. Es un concubinato o un adulterio artificial. La inseminación artificial dentro del matrimonio y con semen del marido es menos grave, pero también ilícita, porque el fin de la procreación sólo puede intentarse con el acto conyugal. No es inseminación artificial, y, por tanto, es licito el uso de medios artificiales encaminados únicamente a facilitar la realización natural del acto sexual o a que éste, normalmente cumplido, consiga su fin. Juicio ético sobre la FIVET La doctrina moral sobre este tema ha de tener en cuenta los siguientes principios: 1. no todo lo que es físicamente posible es éticamente lícito; 2. no hay justificación alguna para procurar directamente un aborto, es decir, la supresión de un óvulo fecundado, de un embrión; 3. no es licito separar, en la sexualidad, el aspecto procreativo del unitivo. La FIVET, tal como se conoce hoy, implica la destrucción de embriones humanos. De este modo, la vida de un ser humano se convierte en un simple medio para la satisfacción de las pretensiones de otros. El amor humano es una realidad única en la que se conjugan, sin separarse, el momento unitivo y el procreativo. La FIVET supone una desvirtuación de la sexualidad, que se agrava en los casos hete-rólogos. La FIVET, aunque ya ha superado el motivo justificativo inicial —el remedio de la esterilidad—, no es el único ni el más apropiado sistema para eso. Por ejemplo, la cirugía reparadora y la micro-cirugía cuentan con importantes resultados en su haber. Finalmente sorprende la paradoja de que en una sociedad en la que se legaliza ampliamente el aborto, se defiende un control de la natalidad a ultranza y se admite de hecho la eutanasia, se presenta la FIVET como una técnica para obtener vidas humanas a cualquier precio. Alguien decide que existan hombres o mujeres a los que se les prepara un hogar incompleto o anómalo.

El Aborto Por aborto se entiende la expulsión, casual o intencionada, de un feto no viable fuera del seno de su madre. Precisamente por no ser viable, la nota esencial del aborto es la muerte del feto, antes de su expulsión o después, al ponerle en condiciones imposibles de supervivencia. Por tanto, cuando el feto es viable, su expulsión antes del tiempo normal, si no es para ocasionarle la muerte, se considera mera anticipación o anticipación del parto. Con el término feto se abarca todo el ciclo vital que se inicia en la fecundación del óvulo por el espermatozoide y termina hacia la semana vigésimoctava del embarazo, cuando el nonato ha adquirido la capacidad mínima para sobrevivir fuera del seno materno. En consecuencia, la expulsión del óvulo, una vez fecundado, ya se considera aborto (Ferrer, Sarmiento, Adeva y Escós). El aborto es espontáneo, involuntario, casual o natural cuando las causas que lo provocan no dependen para nada de la voluntad de los hombres. Es un acto involuntario y, por tanto, no se plantea ni siquiera el problema de su licitud o ilicitud. El aborto es procurado, provocado, intencionado, artificial, voluntario cuando está causado por la intervención del hombre. En este sentido, una definición de aborto, tal como se entiende cuando se usa sin más esta palabra, es: “muerte de un feto humano, viable o in-viable, causada por la actividad libre del hombre”. El aborto procurado puede ser: a.directo: cuando se busca la muerte del feto, su expulsión del seno materno. A su vez puede ser: —provocado como un fin, si se trata, sin más, de deshacerse del feto; — provocado como medio para conseguir otro fin, como, por ejemplo, la salud de la madre. Es el llamado aborto terapéutico; directo: cuando se busca la muerte del feto, su expulsión del seno materno. A su vez puede ser: —provocado como un fin, si se trata, sin más, de deshacerse del feto; —provocado como medio para conseguir otro fin, como, por ejemplo, la salud de la madre. Es el llamado aborto terapéutico;

b.aborto indirecto: es el que se causa como efecto secundario e inevitable —previsto, pero no querido, sólo permitido— de una acción que en si es buena. Por ejemplo, para curar a la madre de enfermedades graves, se suministran fármacos que pueden tener como efecto secundario la muerte del feto. Es decir, no se interviene directamente contra el feto; simplemente, en un caso de necesidad, se emplean remedios que pueden tener un efecto abortivo. Juicio ético Todo aborto directo, también el terapéutico, es ilícito, porque supone la muerte de un ser vivo inocente. Con las circunstancias atenuantes que sean del caso, el aborto provocado implica necesariamente la muerte de una persona inocente. El objeto del aborto

directo es la muerte de un ser humano. A veces se entiende menos la ilicitud del aborto terapéutico. Pero es preciso decir que el fin bueno (salvar la vida de la madre) no justifica el acto malo (la muerte provocada del feto). Hay que tener en cuenta, por otro lado, que el aparente conflicto de deberes — vida de la madre o del hijo—, se resuelve recordando que el deber es procurar la vida de los dos con los medios lícitos adecuados. A lo ilícito nadie está obligado, por muy eficaz que sea. Por otra parte, casi siempre se puede evitar el llamado aborto terapéutico con una asistencia prenatal correcta y con los medios de los que se dispone actualmente. Con alguna frecuencia, entre personas no informadas, se confunde el aborto terapéutico con operaciones quirúrgicas en las que hay, en todo caso, un aborto indirecto, cuando no la simple remoción de un feto inmaduro o muerto. De ahí la importancia de la distinción entre el aborto directo (siempre ilícito) y el aborto indirecto que, con las debidas condiciones, es lícito. Razones que se esgrimen a favor del aborto directo Las discusiones sobre el aborto terapéutico, así como las aclaraciones éticas sobre el aborto indirecto, han perdido en cierto modo actualidad (aunque no vigencia), porque se ha extendido una mentalidad a favor del aborto directo, simplemente a petición de la madre, y por cualquier causa, incluso en estado avanzado de gestación. Para justificar el aborto directo se han expuesto diversas teorías, que veremos a continuación: 1. no hay hombre propiamente dicho (alma y cuerpo) hasta el segundo o tercer mes del embarazo, cuando se diferencian claramente órganos humanos. Por tanto, el aborto hasta este tiempo sería lícito. Esta teoría no tiene en cuenta todos los datos de la ciencia. El conocido genetista Lejeune ha escrito: “Esta primera célula (es decir, el resultado de la fecundación) va a empezar a dividirse en dos, cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos, sesenta y cuatro, y se va a convertir en un pequeño muro que se alojará en la pared del útero materno. Siendo extremamente minúsculo y midiendo un milímetro y medio de talla, es ya un ser humano, diferente de su madre y diferente de todos los demás hombres. (...) El corazón humano se anima al vigésimo primer día aproximadamente y, al mes, siendo su talla (la del feto) la de un grano de trigo, están ya todos sus órganos esbozados: su cabeza, su tronco, los brazos, las piernas.” Es decir, desde el principio, esa vida humana está dirigiendo todo el proceso que va a terminar en el nacimiento. Desde la unión de los dos gametos (óvulo y espermatozoide) hay vida humana como un proceso (y la vida humana como un proceso es lo que sigue después del nacimiento). Este ser humano tiene ya, por tanto, todos los derechos fundamentales de la persona.

2. el feto, en algunas circunstancias, puede ser considerado un injusto agresor a la vida de la madre y, por tanto, sería lícita la legítima defensa. Esta posición no se sostiene. El nuevo ser ha sido llamado a la vida por otros, con una actuación voluntaria. Es inocente en el más completo sentido de la expresión. Y lo es también en el caso de que el embarazo se haya producido como consecuencia de una violación. El inocente no puede ser injusto. Y el ser humano, en sus primeros días o meses de vida, no tiene siquiera recursos para ser agresor; 3. la mujer es dueña de su propio cuerpo y de todo lo que hay en él. Esta afirmación olvida que el ser humano concebido es ya otra persona; no es un apéndice de la madre. La mujer lleva en su seno a otro ser humano —su hijo—, para el que tiene ya una serie de deberes; es más, durante nueve meses, de ella sola depende la vida del hijo. El hecho de que el feto dependa absolutamente de su madre —aunque, por otro lado, esté dotado ya de su propia organización— no justifica que sea lícito desprenderse de él. Exagerando esa afirmación podría también justificarse el infanticidio; el niño recién nacido sigue dependiente de su madre, de una forma radical. El odio a la vida Existen otras teorías justificativas del aborto. Citemos sólo la posición del que considera el aborto un mal, pero añade: “Ese mal se da, clandestinamente; y son muchos los miles de mujeres que mueren por esto. Por tanto, para evitar males mayores, el aborto ha de legalizarse, y de este modo regular de alguna forma lo inevitable.” Este razonamiento —que, con frecuencia, exagera las cifras de abortos clandestinos— olvida que no se puede hacer un mal para evitar otro. Para evitar muertes de personas mayores no se puede dar muerte a inocentes. Lo moral y legal es luchar, con todos los medios, contra los abortos clandestinos, mediante sistemas perfeccionados de asistencia prenatal. La mentalidad pro-abortista, una vez difundida, tiene consecuencias de todo tipo en la vida social. La principal es ésta: la vida humana ya no puede concebirse como un valor absoluto, sino como algo que depende de la voluntad de otro hombre que se encuentra en una situación más ventajosa (en el caso del aborto, la madre con relación al hijo ya vivo, pero aún no nacido). Esta justificación del homicidio —aunque no se pretenda en cuanto tal— constituye en realidad una transmutación del principio fundamental de la moral: no se tiene ya en cuenta que el hombre no crea la ley moral, sino que la descubre. La moral ya no se presenta como una exigencia de la verdadera naturaleza humana, sino como un acuerdo precario, provisional y simplemente histórico. Esta desvalorización de la moral impide también dar un juicio ético coherente sobre cualquiera de los fenómenos inmorales que se hayan registrado en el pasado (esclavitud, sacrificios humanos, infanticidio, etc.). Se podría, en efecto, decir que en aquella sociedad existía un acuerdo —plenamente “justificado” en aquellas circunstancias— sobre la

oportunidad y eticidad de tales prácticas. Esta inmoralidad que está en la base del aborto contrasta con algunas de las razones que se dan para defenderlo. Son razones que argumentan con “casos límite” o con situaciones que mueven a compasión. Por eso es oportuno resumir algunos conceptos aparecidos anteriormente: 1. el aborto indirecto, es decir, realizar un acto lícito del que puede seguirse, como consecuencia no querida, el aborto, no tiene nada que ver con el aborto directo y con el concepto de aborto tal como se entiende habitualmente; 2. el aborto terapéutico, es decir, la muerte del feto para salvar la vida de la madre es ilícito; se trata realmente de un “caso limite”, hasta el extremo de que en la práctica es casi inexistente; en el caso hipotético de que se dé, no es lícito, porque no se puede hacer un mal (la muerte de un ser vivo) para lograr un bien (la vida de la madre). 3. del aborto terapéutico en sentido estricto se ha pasado a defender la legitimidad del aborto terapéutico en sentido amplísimo, es decir, cuando el embarazo afectase en algo la salud de la madre, entendiendo por salud el estado de completo bienestar físico. De este modo, la posibilidad de que el embarazo afectase a una enfermedad no grave de la madre (enfermedad fisiológica o mental) se ha considerado causa suficiente para el aborto; se olvida que la intención no puede cambiar la malicia objetiva del hecho; 4. del aborto terapéutico en sentido amplio se pasa, ya muy fácilmente, al aborto a petición, sin causa alguna, ni siquiera leve. Se considera que el ser vivo aún no nacido es un apéndice del cuerpo de la madre que se puede «extirpar» como un quiste o un diente sobrante. Aborto y cultura La difusión del aborto no es una situación que se haya dado por primera vez en el siglo xx. En la historia se han conocido otras épocas en las que un estado similar de la sensibilidad y de la falta de respeto por la vida humana ha llevado a la misma solución en contra de la ética. Pero, a la vez, en esas épocas, como hoy, ha habido quienes, en nombre del carácter absoluto de la moral natural, se han declarado enérgicamente en contra del aborto. El antiquísimo juramento de Hipócrates, que ha llegado hasta hoy como fundamento de una deontología médica natural, dice: “Me abstendré de administrar abortivos a las mujeres embarazadas.” Ese y otros testimonios demuestran que el respeto a la vida humana concebida y no nacida no es algo que deriva únicamente de tener una fe religiosa —sea cristiana o no—; la razón lo descubre por si misma, a poco que analice qué es y qué tiene que ser la vida humana, contando además con los más profundos conocimientos científicos. La Eutanasia

El significado propio de eutanasia es el de causar directamente la muerte, sin dolor, de un enfermo incurable o de personas minusválidas o ancianas. En el sentido más corriente, por eutanasia se entiende un “homicidio piadoso”, y consiste en quitar la vida a un semejante aquejado de enfermedad incurable, de achaques de vejez o de malformaciones físicas o psíquicas, congénitas o adquiridas (por ejemplo, con ocasión de un accidente o de una enfermedad mental sobrevenida). Esta es la eutanasia por compasión. Se suele provocar mediante una intervención médica, de ordinario administrando un fármaco, y en ese caso se llama eutanasia positiva. Existe también la eutanasia negativa, que consiste en la omisión de los medios ordinarios para mantener en vida al enfermo. La eutanasia puede ser provocada por el propio sujeto, y en ese caso se habla de eutanasia suicida. Existe, finalmente, la llamada eutanasia eugenésica, cuyo objeto es eliminar de la sociedad a las personas con una vida “sin valor”. Este tipo de eutanasia fue practicada por el nazismo con el fin de “purificar la raza”. Juicio ético La eutanasia propiamente dicha (la eutanasia homicida, sea positiva o negativa; la eutanasia suicida; la eutanasia eugenésica) es una acción inmoral, porque el objeto de ese acto es intrínsecamente malo: la supresión de una vida. En la eutanasia eugenésica existe además un atentado directo contra la libertad de las personas. La inmoralidad de la eutanasia se deduce directamente de la ley moral natural, cuando los hombres llegan a dar con su fundamento: la existencia de Dios como único dueño de la vida y de la muerte. Por tanto, la eutanasia —aun con el consentimiento de la víctima— es un atentado a la ley moral. Con mayor razón si el enfermo no interviene, sino que es una decisión de sus parientes. Ningún motivo —y menos esa falsa compasión— puede justificar el homicidio. Pero pueden tenerse en cuenta otras consideraciones: 1. la extensión de la práctica de la eutanasia traería consigo una desvalorización de la vida humana y esto podría crear un clima favorable a la práctica de la eutanasia eugenésica; 2. la eutanasia puede encubrir determinados intereses económicos (de herencia, por ejemplo), que se harían pasar por un acto piadoso y compasivo; 3. la eutanasia, una vez generalizada, podrá incluso encubrir verdaderos homicidios intencionados, es decir, asesinatos; 4. la eutanasia trae consigo una desvalorización de la profesión médica y una desconfianza generalizada en los cuidados terapéuticos, sobre todo en el caso de ancianos o de enfermos graves;

5. la eutanasia va en contra del progreso en la Medicina, que se ha logrado, a lo largo de los siglos, insistiendo en considerar curable lo que parecía incurable; 6. hay que recordar, además, que los diagnósticos no tienen casi nunca una certeza absoluta y que pueden darse errores; por otra parte, puede haber diferencias en el diagnóstico según el grado de competencia de los médicos; así, lo que en su caso se juzgaría “digno de eutanasia” en otro puede juzgarse susceptible de curación. Eutanasia y religión Algunas personas sostienen que la inmoralidad de la eutanasia es una “creencia religiosa” y que, por tanto, el que no tiene una fe religiosa está libre para aceptar o consentir en la eutanasia. Es preciso comentar esta opinión con detalle: 1. en primer lugar, es cierto que casi todas las religiones, y de un modo inequívoco el cristianismo, consideran la eutanasia un auténtico homicidio (o suicidio) y, por tanto, una actuación inmoral grave o pecado; 2. en segundo lugar, es cierto que antes de la aparición del cristianismo, algunos pueblos consideraban normal la eutanasia; incluso pensadores que, en otros puntos, llegaron a una clara formulación de la moral natural, sostuvieron la legitimidad de la eutanasia. Así, por ejemplo, Platón en La República, al dibujar su sociedad utópica, escribe: “Establecerás en el Estado una disciplina y una jurisprudencia que se limite a cuidar de los ciudadanos sanos de cuerpo y de alma; se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo”, 3. es cierto que en algunos pueblos primitivos existentes hasta el día de hoy, por ejemplo, los esquimales, se practica una forma de eutanasia, consistente en dejar morir por inanición a los ancianos y a los enfermos graves; 4. lo anterior no quiere decir que se haya dado, antes del cristianismo, una práctica generalizada de la eutanasia o que ésta signifique un progreso en la Humanidad. Por ejemplo, se han encontrado tumbas de hombres de Neandertal —es decir, de hace más de cien mil años— en los que se ha podido comprobar cómo enfermos graves han sido cuidados al menos durante más de dos años. Además, un importante testimonio griego —el juramento de Hipócrates, del siglo v antes de Cristo— dice textualmente: “No suministraré ningún veneno a nadie, aunque me lo pidan, ni tomaré nunca la iniciativa para sugerir tal cosa.” La eutanasia aparece como algo “razonable” en aquellas sociedades que, por influencia del materialismo, entienden la vida humana sólo en términos de placer y de estar físicamente bien. Con esta mentalidad se llega poco a poco a establecer qué vidas tienen valor y qué otras pueden ser suprimidas. Un mínimo sentido de la humanidad permite ver que esto no es progreso, sino regresión, marcha atrás. La mentalidad de que sólo lo biológicamente bueno vale la pena, impide conocer incluso grandes realidades humanas: Beethoven componiendo sus maravillosos cuartetos hasta el último momento; Mozart

acabando, en el lecho de muerte el magnífico Réquiem; Tiziano pintando con casi noventa años, cuando apenas podía sostener los pinceles. Los defensores de la eutanasia olvidan que cada vida es única e irrepetible y que cualquier vida tiene todo el valor posible. Si hubiese una sola vida que no fuese “importante”, ninguna sería importante.

ACTIVIDADES Plan de discusión grupal: 1. ¿Qué importancia tiene el estudio de la Bioética? 2. Es licito que el hombre pretenda manipular genéticamente en pos de una mejora de la raza humana. 3. ¿Que consecuencias puede tener la manipulación genética del hombre? LECTURA DE INTERNET •

Qué es el proyecto del Genoma Humano www.aciprensa.com/temas/genoma.htm



Bebé de Probeta www.aciprensa.com/probeta.htm

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