El origen del alfabeto Una fascinante historia que recorre con excelentes imágenes más de 5.000 años de evolución del lenguaje escrito hasta llegar a nuestros días. La escritura fue uno de los factores claves, junto al desarrollo de la agricultura y el sedentarismo, para el devenir de nuestra civilización. Dio la posibilidad a nuestros ancestros de reproducir sus pensamientos, sus conocimientos y, sobre todo, poderlos comunicar. El poder de describir las cosas y propagar sus ideas. La historia del alfabeto se inició en Sumer (situado en el actual Irak, más o menos) hacia finales del cuarto milenio a. C. con la escritura cuneiforme que representaba mediante pictogramas (imágenes) las palabras, y cuyas tablillas han llegado a nuestros días gracias a que estaban hechas de arcilla blanda que, al incendiarse sus templos y palacios, quedaron solidificadas y enterradas hasta la eternidad. Poco a poco se fue desarrollando su escritura en imágenes hasta representar, no solo a esas cosas, sino también los sonidos del habla (en una forma más abstracta y similar a nuestro alfabeto). Esta forma de escritura sobrevivió a su propia civilización y lengua, y fue adaptada por sus conquistadores, por ejemplo, los acadios, hasta desaparecer hacia el siglo V d. C. En el Antiguo Egipto sucedió algo similar con el desarrollo de la escritura con jeroglíficos (literalmente “sagrada talla”), que como la cuneiforme comenzó con pictogramas que representaban cosas, los clásicos jeroglíficos que todos hemos vistos tallados en los templos, y que poco a poco fue representando los sonidos del habla hasta desarrollar dos variantes cada vez más abstractas como son la escritura hierática y posteriormente la demótica (+), escrituras populares destinadas a textos administrativos y litúrgicos escritos en papiro. Conocemos el significado de los jeroglíficos egipcios gracias al descubrimiento en 1799 de la Piedra Rosetta (+), escrita en dos idiomas y tres alfabetos: dos formas de egipcio (jeroglífica y demótica), con una traducción al griego. El desarrollo de los primeros alfabetos continúa en Egipto pero sin los egipcios. Lo cierto es que hasta hace pocos años se sostuvo que la escritura alfabética se inició con los fenicios, un pueblo comerciante situado en el Líbano e Israel actuales, hacia el 1400 o 1500 a. C., pero un reciente descubrimiento de unas inscripciones en 1999 en Wadi el-Hol, Egipto, nos han hecho retroceder el origen del alfabeto hasta el 1900 o 1800 a. C., y situar sus inicios en el alfabeto de influencia jeroglífica ideado por un pueblo semita que vivía en Egipto. En efecto, estos primeros alfabetos de origen semita, proto-sinaíticos, son el verdadero punto de partida del alfabeto que hoy conocemos, como la lengua ugarítica que aunque adaptada de la escritura cuneiforme desarrolló un sistema de escritura de pictiogramas que reproducían consonantes, es decir sonidos, no ideas o cosas. Fue un primer paso para el desarrollo del sistema de escritura fenicio, la raíz de numerosos alfabetos modernos, del árabe y del hebreo al griego y latín. Este rico pueblo comerciante que durante los siglos X al VI a. C. dominó el Mediterráneo, desarrolló un alfabeto moderno sencillo e ingenioso compuesto por consonantes de las que los últimos vestigios de los pictogramas ya habían desaparecido. Es de hecho un instrumento hecho a medida del comerciante: fácil de aprender, de escribir y de adaptarse. Y, lógicamente, fue adaptado por otras culturas de origen comercial como las sociedades griegas y romanas que forman la base de la civilización occidental moderna.
Fueron precisamente los griegos los que añadieron la guinda que le faltaba al pastel, la invención de las vocales. Y de ahí, su escritura pasó al pueblo etrusco situado en el centro de Italia y poseedores de una vasta literatura que, por desgracia, no ha llegado a nuestros días como tampoco su escritura ha podido aún ser descifrada. Pero su herencia sí que nos ha llegado a través de los romanos, que aunque no fueron nunca etruscos sí que tuvieron reyes etruscos que introdujeron su alfabeto, origen del alfabeto latino y madre de nuestro actual alfabeto. Lo curioso es que el alfabeto latino tenía solamente 23 letras: la J, U y W no existían, aunque la J se representada con la I, la U con la V y no había necesidad de una W. Además, como todos hemos visto en innumerables monumentos, escribían en mayúsculas. Para el desarrollo de la minúscula hemos de avanzar muchos siglos hasta el siglo IX d. C. cuando Carlomagno, dominador de la Europa del momento, manda a Alcuino de York una profunda reforma de la escritura, uniformándola y desarrollando la denominada minúscula carolingia (derivada de la cursiva vulgar latina) de la que, a su vez, Uunos siglos más tarde surgirán la característica escritura gótica de la Edad Media. Será con el desarrollo del Humanismo, en el Renacimiento, cuando se vuelva a los orígenes romanos de nuestra escritura para desarrollar una nueva forma tipográfica a la que todos estamos muy acostumbrados (a quién no le suena la Times News Roman). Es en ese momento cuando se introducen, poco a poco, la J, la U y la W (primero con VV). Por fin hemos llegado a nuestro actual alfabeto de 26 letras con caja alta y baja (mayúsculas y minúsculas).