El Lazo Del Diablo

  • May 2020
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Ministerio juvenil “Guerreros de luz” Reflexiones juveniles

EL LAZO DEL DIABLO

¿Cómo estás querido joven amigo?. Nuevamente nos encontramos para descubrir los verdaderos valores de la vida que se encuentran escondidos cual tesoros en las páginas de la Biblia y listos para ver lo que: "La Biblia Dice..." sobre temas los que te interesan. Quisiera que continuemos durante este estudio redondeando los conceptos que estuvimos considerando sobre un tema tan basto como lo es: las posesiones. En el estudio anterior vimos específicamente algo sobre la ofrenda e intentamos desenmascarar lo terrible del lucro con el cual muchos ministros llamados cristianos hoy en día desgastan a sus fieles consumiendo sus bienes y lo que es peor sus esperanzas al prometerles prosperidad que nunca llega. Pero hoy quisiera que veamos la administración de nuestras posesiones y el peligro que conllevan las mismas si no están correctamente ubicadas en el lugar que merecen en tu vida y en la mía. Para basar nuestro estudio abramos nuestras Biblias en 1ra de Timoteo 6:6 en adelante, que es la gran disertación de Pablo sobre el dinero. ¡Hay, si cada país agregara estos conceptos en sus constituciones!. Para sorpresa nuestra el apóstol comienza su coloquio diciendo: "Pero gran ganancia..." ¿Cómo, no es que la Biblia denuncia la ambición, cómo comienza de esta manera alguien que se dispone a hablar sobre los valores eternos de la vida?. Es que la verdadera "ganancia" de la vida se encuentra en cultivar un espíritu libre de queja (lo que la Biblia define como: "contentamiento"), que me acompañe durante toda mi estadía en esta tierra con la mirada puesta en agradar al Dios que me creó y me dio la vida, e invirtiendo en tesoros eternos en el mejor banco del universo que es el del cielo donde ningún ladrón me puede robar y donde se me reditúan los más altos intereses, y vivir así contento con lo que tengo ahora y no triste, ansioso e insatisfecho por lo que no puedo tener ahora. Al fin y al cabo, como dice el versículo 8, "nada hemos traído a este mundo y nada podremos llevar", ¿no es elemental pero cierto esto?. El gran Alejandro Magno, antes de morir pidió que en la mortaja mortuoria lo dejen con las manos afuera para que todos vean que nada se llevaba. Sí, aquel que empuñó la espada más poderosa de la historia, volvía al polvo con las manos vacías. Ante esta paradoja, ¡Qué ridículo suena! la ambición de aquellos que, como dice el versículo 9: "¡Quieren enriquecerse!" El pecado no está en ser rico sino en querer serlo. Por cierto la Biblia está repleta de ejemplos de hombres ricos que fueron de gran utilidad para la causa de Dios. Basta mencionar a Abraham que según lo declara Génesis 13:2 "... era riquísimo en ganado, plata y oro". En otras palabras era el Roquefeller de los orientales de aquella época. Pero tenía los valores bien en claro y fue "amigo" de Dios. Sí, Dios es amigo de todos los que le buscan y también de los ricos que basan sus ganancias en una vida de piedad contenta y conforme y que no buscan enriquecerse. Los que quieren enriquecerse son los que no se contentan con el alimento, el vestido y la casa (que son las metas básicas a desear según el versículo 8), sino que están decididos a tener más. Esta meta es peligrosa y el resto del versículo 9 se encarga de prevenirlo. Conduce a los hombres a la tentación de utilizar medios

Ministerio juvenil “Guerreros de luz” Reflexiones juveniles deshonestos para lograr dicha meta, y luego caen en la trampa de pagar ante la ley el costo de la deshonestidad. Por cierto las celdas de la prisión están repletas de hombres bueno que por el simple hecho de desear tener más han caído en estafas, sobornos o hasta aún homicidios en momentos de crisis económica. Es que el deseo se vuelve tan intenso que no se puede librar de él. Quizá se promete que cuando llegue a cierta cantidad en su cuenta bancaria se detendrá. Pero no puede. Cuando llega a aquella meta, desea más. Qué oportuna es la palabra que utiliza el Espíritu Santo en la pluma de Pablo al llamar a esta sed de tener más: "lazo del diablo", por cierto aprieta, ahorca, y cuánto más se tira más difícil es soltarse hasta que te asfixia y mueres. Lo trágico de esto es que, en una actitud inconsciente, el ambicioso va camino a su propia ruina y perdición, culmina el versículo 9. Sin darse cuenta, lo que hacen para asegurarse su porvenir no es otra cosa que destruir su presente y el de su familia al abandonar los valores éticos, morales y espirituales a cambio de tener más. La destrucción es completa. Hay una ruina total de la felicidad, de la virtud, de la felicidad y del alma. El deseo dominante de ser rico lleva a una sucesión de insensateces que arruinan todo en el presente y en el más allá. ¡Cuántos de la familia humana han sido destruidos así! Pero, escúchame bien: ¡¡¡Cuántos de la familia cristiana, fueron traspasados por ésta misma saeta de ambición!!!. Sí, dice el final del versículo 10 que: "algunos se extraviaron de su fe y fueron traspasados de muchos dolores". Hoy puedo recordar a tantos jóvenes llenos de dones, cargados de sueños misioneros, involucrados en las actividades de la iglesia que una vez que comenzaron a trabajar y a ganar dinero o que se embarcaron en deudas para adquirir algo que se les promocionaba como una "urgente" necesidad (el tema de las deudas y de los préstamos merecería un estudio aparte), abandonaron sus metas espirituales, comenzaron a faltar al culto, se debilitaron en su vida devocional pues llegaban rendidos de sueño a la cama por el excesivo trabajo y no había tiempo para la lectura bíblica y gradualmente fueron desapareciendo del protagonismo cristiano para llegar a ser una víctima más del "lazo del diablo" y naufragaron. No te embarques en semejante travesía de insatisfacción descuidando tu vocación a la que fuiste llamado el día de tu conversión, si al fin y al cabo, el dinero, en realidad es una de las posesiones menos satisfactorias. Indudablemente, quita algunas ansiedades, pero introduce tantas como quita. Hay aflicción en su consecución. Hay ansiedad en su conservación. Hay tentaciones en su utilización. Hay culpa en su abuso. Hay dolor en su pérdida. Hay perplejidad en su empleo. Dos terceras partes de todas las luchas en el mundo surgen de una sola causa: ¡el dinero!. Una vez más es un asunto de fe. Sí, fe en que: "mi Dios suplirá". Hoy en día hacen falta cristianos que se jueguen por una vida de contentamiento y que sepan decir que no a la oferta seductora de compañías y empresas que reclutan sus obreros ofreciéndoles un buen sueldo pero al costo de que lleguen a ser literalmente sus "esclavos" teniendo así que estar a su disposición las 24 horas del día y renunciar a todo, familia, iglesia, todo. ¡No!, y una vez más ¡No!. Hacen falta cristianos sabios que no se dejen seducir por los productos que se ofrecen hoy en día en pantalla, ni que se embarquen en deudas que después no pueden cubrir o que las cubren pero cayendo en la esclavitud antes mencionada. Hace falta cristianos que aprendan que mejor es dar que recibir y que sean sensibles a las necesidades de los demás buscando el ser útil a la causa del Señor. Recuerda la enseñanza del sermón del monte: "Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas os vendrán por añadidura". Querido joven, ocúpate de Sus asuntos que Él se ocupará de tus asuntos. Sé esforzado, no

Ministerio juvenil “Guerreros de luz” Reflexiones juveniles perezoso, trabaja con tus manos en algo digno, busca más bien el poder ayudar con tus ganancias que el ser ayudado. Deposita tu ofrenda en una iglesia que no lucre con tu dinero sino que lo invierta para la obra del Señor, busca tu también de ayudar a algún misionero o a algún hermano que está pasando por necesidad, no cierres ante él su corazón como dice 1ra de Juan 3. No busques tú el enriquecerte, déjalo en la perfecta voluntad de tu Señor que si está en Sus planes para tu vida, te lo mostrará como todas las demás cosas y hará progresar tus negocios y sobre todas las cosas recuerda que sólo eres un mayordomo de cosas que no has traído tu a este mundo sino que te fueron encargadas para que las administres y un día oirás: "Da cuenta de tu mayordomía". "Que el Señor te bendiga".

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