Seminario Conciliar de Yucatán Pentateuco Juan Agustín Hoil Ucán Junio de 2008 El hombre: imagen de Dios Gn 1, 26-27
I. Introducción La vida moderna tiende a eliminar de las relaciones interhumanas todo carácter de intimidad, de personalidad; rara vez las personas se interpelan en verdad de hombre a hombre, de cristiano a cristiano. Muchos hombres nunca han sido para otros hombres un sujeto, un ser absoluto, único, no intercambiable, un hombre hecho a imagen de Dios; son únicamente individuos en una ciudad, miembros de una empresa, etc. Habitan, como un mero estar-ahí, en el reino del anonimato. Sin embargo, hoy más que nunca, lograr una comunicación directa y personal, con una o varias personas, es el anhelo más profundo del corazón humano. Y porque munchas veces este anhelo no se cumple, el resultado es tristeza, melancolía, angustia, neurosis. Sólo un amor personal es capaz de dar a los humanos el sentimiento de ser algo único, de romper el marco de lo objetivo, y abrir a un ámbito de encuentro y de diálogo ¿porqué es así?, ¿qué hay en el hombre que lo hace un ser anhelante de relación y de encuentro? Para el pueblo elegido, el universo es en cierto modo un templo gigantesco que Dios eleva para su propia gloria. Cuando el templo está preparado, coloca allí al hombre como “imagen y semejanza”. Si toda representación de imágenes divinas, que manifiestan el culto a una criatura divina, queda prohibida por completo (ex 20,3-6), Gn 1,26-30 resulta algo único en su género.1 Se abre así un nuevo episodio: ¡la única imagen posible de Dios es el rostro humano!
II. Gn 1,26-30 Gen 1:26 Díjose entonces Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre las bestias de la tierra, y sobre cuantos animales se mueven sobre ella.” Gen 1:27 Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó, y los creó macho y hembra; Gen 1:28 y los bendijo Dios, diciéndoles: “Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados, y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra.” Gen 1:29 Dijo también Dios: “Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz dé la tierra, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. Gen 1:30 También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven, les doy por comida cuanto de verde hierba la tierra produce.” Y así fue.
III. El hombre, imagen de Dios La dignidad de la persona humana tiene su parámetro en el obrar de Dios, es decir, en algo que está más allá de la persona misma y que permanece en el misterio; en consecuencia, la dignidad de la persona puede describirse más bien que definirse, dado que mantiene todo el carácter dinámico, pero también enigmático de una realidad que sólo puede comprenderse en el marco de un encuentro con algo que es Otro, con Dios. La imagen es aquí la cifra antropológica de una tensión imposible de colmar que, modelando al hombre según Dios, hace de Dios no una fuerza tranquilizadora y estabilizadora, sino más bien la fuerza que orienta hacia un camino arriesgado de libertad, con vistas a la comunión con él. La noción de imagen está entonces abierta por alusión a algo que, basado en la relación de creación, trasciende sin embargo el puro plan de la creación.2
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Cfr. GRELOT P., Hombre ¿Quién eres?, cuadernos bíblicos 5, Verbo Divino, Navarra, 19856ed., p. 30. Cfr. COLZANI G., Antropología Teológica, el Hombre: Paradoja y Misterio, Secretariado Trinitario, col Ágape, no. 25, Salamanca, 2001, p. 76-77. 2
…Hagamos. En primer lugar, se nota una ruptura con el resto del relato. Sorprende el hecho de que mientras que en los otros días se trataba de órdenes, aquí es más bien un propósito. El plural hagamos se ha interpretado de distintas formas que Ruiz de la Peña resume en tres puntos:3 • El plural en la patrística fue considerado como una alusión a la Trinidad, pero hoy casi nadie la sostiene por ser una interpretación anacrónica. • Como referencia a la corte celestial, cosa que no encaja en la teología sacerdotal. • Como plural de deliberación; una manera retórica de hablar en plural siendo una sola persona. Esto parece lo más adecuado. En el mismo contexto, el hombre de que se habla en el v 26 es, más que Adán, el ser humano en general, se ve con claridad en los plurales que le siguen. …a nuestra imagen y semejanza. El texto bíblico describe la semejanza del hombre con Dios mediante una expresión doble cuya traducción más exacta sería “a nuestra imagen, semejante a nosotros”. Es una expresión escandalosa redactada en un ambiente sacerdotal que conocía perfectamente la prohibición legal de hacer imágenes de Dios, 4 sin embargo, aquí define al hombre, como lo veremos ulteriormente, todo-y-uno-en relación-con. Esto traerá consecuencias importantes para el tema de la dignidad humana, no es como en otras culturas que algunos personajes privilegiados, como el faraón en Egipto poseía cualidades divinas, aquí todo hombre se hace partícipe del calificativo de imagen. Las interpretaciones han sido de lo más variadas en la historia de la teología. Podemos resumir siguiendo a Sicre:5 • Algunos se basan en la diferencia entre “imagen” y semejanza” para hablar de la semejanza natural y sobrenatural del hombre con respecto a Dios. Pero esta distinción entre natural y sobrenatural no corresponde al AT. • La interpretación más difundida es que el hombre está dotado de cualidades o privilegios sobrenaturales: memoria, entendimiento, amor; inteligencia y libertad, etc. Pero el AT no establece esta diferencia entre lo corporal y lo espiritual, sino que considera al hombre como unidad, uno en cuerpo y alma. • Para otros, la “imagen y semejanza” convierte al hombre en representante de Dios en la tierra. La antigua idea de que el rey refleja la imagen de los dioses se aplica aquí al hombre. Pero esta interpretación no encaja con la teología sacerdotal, ya que Dios sólo refleja su gloria en el santuario. • Significa “una vocación a imitar los actos de Dios, una llamada a la vida religiosa” • Significa el dominio sobre los animales. • Interpretación cristológica. La imagen de Dios es Cristo, que el hombre debe reflejar. • Según Kart Barth y otros antes y después de él, “a nuestra imagen y semejanza” significa que el ser humano, a diferencia de los animales, puede dialogar con Dios y dirigirse a Él como tú. El hombre es imagen en cuanto posee yoidad, realmente capaz de plantarse delante de Dios, ser presencia-para; vemos pues que el diálogo es la imagen de la semejanza. Tiene la relación directa y personal con él, como un hijo con su padre. • •
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…para que domine. El texto se ha malinterpretado en dos direcciones:6 Algunos justifican con la orden de crecer y multiplicarse la lucha contra el control de la natalidad; olvidan que el texto se mueve en la perspectiva de un mundo totalmente vacío, mientras el nuestro está ya bastante lleno. Otros critican la orden de someter la tierra porque posibilita toda clase de desmanes contra la ecología. También estos olvidan que la orden la da Dios creador, no un enemigo de la creación; someter no equivale a destruir, esquilmar o contaminar.
Cfr. RUIZ DE LA PEÑA J.L., Imagen de Dios, Sal Terrae, Santander, 1988, pp. 20ss. Cfr. Voz imagen, en AAVV., Conceptos Fundamentales de la Teología, Teología y siglo XX, tomo II, ed. Cristiandad, Madrid, 1966, p. 347. 5 Cfr. SICRE L., El pentateuco, Introducción a los Textos Selectos, ed. San Benito, col. Andamios s/n, Buenos Aires, 2006, pp85-86. 6 Cfr. Ibíd., p. 87. 4
La misión7 que describen los vv 26 y 28 expresan un dominio sobre los seres vivos, y parece querer significar que la semejanza ha de entenderse también como dominio sobre “los peces del mar, las aves del cielo, las bestias, las fieras del campo y sobre todo reptil que se mueve sobre la tierra”;8 cuando Dios bendiga a la primera pareja se añadirá la idea de “crecer, multiplicarse, llenar la tierra y someterla” (v.28). Todo ello contrasta poderosamente con los relatos mesopotámicos, donde el hombre es creado para ocuparse del culto a los dioses. 9 Frente a los mitos mesopotámicos, el hombre adquiere plena autonomía y poder de decisión en el mundo. Pero no es para olvidarse de Dios, sino para continuar a lo largo de su existencia, como individuo y como pueblo. Es un diálogo con Dios que comienza en el momento de la creación.10 …los creó macho y hembra. El v 27 es un versículo clave. A diferencia de Gn 2, donde primero es creado Adán y más tarde Eva, aquí varón y hembra aparecen al mismo tiempo y los dos reflejan la imagen de Dios. Esta diferencia es capital. Gn 2 permitirá la idea judía, recogida por San Pablo. 11 Con Gn 1 en mano, tal idea no se puede defender. Es posible que los antiguos rabinos considerasen Gn 2 continuación y explicación de Gn 1. Hoy sabemos que no es así. Se trata de dos teologías distintas, más antigua que Gn 1. El triple bará del v27 remite al énfasis en la creaturalidad humana, el hombre es grandioso, porque es imagen de Dios, pero es criatura. Conviene aquí observar que el autor de Gn 1 no propone una división del ser humano en “polvo” y en “aliento de vida”, como tampoco ofrece un relato separado de la creación de la mujer. Su mirada abarca al hombre como un todo. 12 Se apunta la complementariedad de macho-hembra: el ser humano completo es macho y hembra.13 …y los bendijo Dios. La bendición del v 28 está referida a la vida. Por eso se habla de fecundidad. Vida en abundancia como participación de la Vida por antonomasia. …Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre el haz de la tierra, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. El alimento es otro detalle típico de los relatos de creación. El Dios creador se preocupa siempre de sus criaturas. Pero existe una interesante diferencia entre los relatos egipcios y los mesopotámicos. Los primeros conceden al hombre la posibilidad de alimentarse de vegetales y animales; los segundos solo admiten originariamente una dieta vegetal. Esta mentalidad parece vinculada a la idea de “paraíso”, cuando existían buenas relaciones entre hombres y animales. Gn 1 se orienta en la línea vegetariana. Sólo después del diluvio recibirá el hombre permiso para alimentarse de animales (Gn 9,3). Comer quiere decir tomar algo externo de mí, y asimilarlo en la carne mía. La vida del hombre es diaria y siempre con algo que le viene fuera de sí: no se puede entonces originar la propia vida, se necesitan aportes externos para existir. Resalta nuevamente la creaturalidad del hombre, todas sus pretensiones de omnipotencia y eternidad se derrumban en un gesto tan sencillo como comer. El comer es pues de alguna 7
Cfr. Voz hombre, en AAVV., Conceptos Fundamentales de la Teología…, p. 260. Cfr. BAUER J., Diccionario de Teología Bíblica, Biblioteca Herder, Sección de Sagrada Escritura, Barcelona, 1976, p. 502. 9 “voy a amasar la sangre y haré que existan los huesos; voy a suscitar un salvaje, cuyo nombre sea hombre; ciertamente, voy a crear al hombre-salvaje para que se encargue del servicio de los dioses, de modo que estos sean aplacados” (Enuma Elish VI 4-8) 10 Cfr. AAVV., Comentario Bíblico San Jerónimo, T I, Antiguo Testamento I, ed. Cristiandad, Madrid, 1971, p. 70. 11 Sobre la creación de la mujer en Gn 2 no tenemos paralelos mesopotámicos. En este caso, el Dios que ha trabajado antes como alfarero lo hace ahora como artista que modela un hueso. La creación a partir de la costilla no quiere expresar sometimiento ni inferioridad, sino igualdad y compenetración plenas: “¡Esto sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. En la mentalidad del autor, si Dios hubiese creado a la mujer a partir del barro, igual que al hombre, no quedaría clara esa compenetración absoluta entre los dos. Sin embargo, después del exilio, estos versículos se distorsionarán como lo demuestra claramente 1Cor 11,7-9, donde el autor (sea Pablo o quien sea) refleja la mentalidad judía típica de la época: “el hombre no debe cubrirse, siendo como es imagen y reflejo de Dios; la mujer, en cambio, es reflejo del hombre. Porque no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre, ni tampoco fue creado el hombre para la mujer, sino la mujer para el hombre”. Este tipo de exégesis no sólo olvida lo dicho en Gn 1,26 (hombre y mujer reflejan la gloria de Dios) sino que interpreta de forma arbitraria Gn 2,21-24. 12 Cfr. AAVV., Comentario Bíblico San Jerónimo…, p. 69. 13 Cfr. BAUER J., Diccionario de Teología Bíblica…, p. 503. 8
manera recibir vida, de aquí que sea una imagen muy favorecida para hablar del reino escatológico. Ayunar, entonces, quiere decir el reconocimiento de que no es el pan que hace vivir sino el acogerlo como don de Dios, Dios es el que da el alimento, la vida entonces depende de Dios. El que el alimento que Dios da en nuestro relato sean las hierbas, quiere decir que la vida recibida no tiene que ver con la muerte. Ni el hombre a los animales, ni entre ellos: una vida que no sea fruto de la muerte, un dominio sin violencia, que no usa la vida del otro para aumentar la suya; más bien la ayuda a crecer, a realizarse. Entonces se entiende que el dominio no es otra cosa que hacer crecer la vida, darle todas sus potencialidades.
IV. El hombre: ser-en-relación A. Ser-en-relación-con-Dios Como hemos ya visto supra, la tradición sacerdotal presentará al hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Con estos términos el texto no indica una especie de propiedad intrínseca de la persona, sino su estar-en-relación-con-Dios. Siguiendo a Westermann14, se puede afirmar que la imagen no designa una ontología, sino una función, un deber-ser, una vocación a la que está llamado el hombre. El hombre es imagen de Dios como interlocutor y partner de Dios, como capaz de escucharle y de hacer historia con él, de ser el “tú” de Dios, el sujeto llamado a una comunión con él.15 En este sentido, Westermann16 considera que la interpretación más válida, es la teoría de Barth, porque encaja en la mentalidad bíblica. Lo esencial sería que Dios crea algo en relación con él, con quien puede dialogar y relacionarse. De hecho, toda la historia sacerdotal va a ser un diálogo entre Dios y el hombre. Aquí rechazamos toda posición que divida, oponiéndolos entre sí, el selem y el demut, la imagen y la semejanza;17 igualmente rechazamos toda visión que cualifique a imagen bien en la línea de la espiritualidad como alma, o bien en la línea de la corporeidad como parecido plástico, como presencia representativa, al estilo de los reyes orientales que enviaban sus estatuas a los dominios más lejanos de su imperio como signo de su efectiva soberanía18. Siguiendo a Westermann, la imagen indica una dimensión específica del hombre uno en cuerpo y alma: indica la dimensión relacional de una persona que vive su propia libertad respondiendo a Dios. 14
Cfr. WESTERMANN C., Génesis…, pp., 104-244. Cfr. COLZANI G., Antropología Teológica…, p. 78. 16 Cfr. WESTERMANN C., Génesis…, pp. 104-244. 17 Cfr. BAUER J., Diccionario de Teología Bíblica…, p. 502. 18 Sicre, no descarta plenamente la interpretación de la antigua idea de que el rey es reflejo de la imagen de los dioses. Ambos términos, “imagen” y “semejanza”, se emplean como sinónimos en una inscripción encontrada en Tell Fakhiriya (Siria), al pie de la estatua de un rey. De ella se desprende que lo fundamental para una imagen es que represente a la persona; la imagen del rey debe representar por consiguiente al rey. Análogamente, el hombre, creado a imagen de Dios, según Sicre, tiene la misión de representar (hacer presente lo que está detrás) a Dios. Por eso vendrá después una potestad regia sobre el resto de los seres, a los que preside y gobierna en nombre y por delegación del creador. Set en este sentido es imagen y semejanza de Adán en cuanto lo representa y lo prolonga. El relato yahvista de la creación del hombre y de la mujer, presenta al hombre como obra de Dios, plasmado del polvo de la tierra y animado por el soplo de la vida. El salmo 8 tiene unas analogías muy profundas con el relato sacerdotal de la creación del hombre. Creatura exigua y casi insignificante, el hijo del hombre es elevado por la acción creadora de Dios a una dignidad única y sorprendente: “lo hiciste poco inferior a Elohim, lo coronaste de gloria y dignidad”. Puede entenderse como dios en segundo rango, a quien el resto de las criaturas son sometidas por voluntad de Dios. El salmo 139 dirá más sencillamente que el hombre es el “prodigio” creado por Dios. El apenas inferior sería aquello de dominio regio que compete al hombre. Es sin embargo, un dominio que no sustituye a Dios, se trata de un dominio recibido. Como representante de Dios, al hombre le compete una función de gobierno. El Dios creador y soberano quiere que el hombre participe de su soberanía. Pero tal señorío no debe interpretarse como aristocrático, como ocurría en Egipto, en donde sólo el rey era imagen de Dios, sino todos y cada uno de los hombres son imagen, y el señorío se ejercerá sobre aquello que no es humano, nunca sobre los demás hombres. El hombre será entonces responsable de la vida del hermano, como magnitud inviolable, todo lo que tente contra la vida será tomado en cuenta por Dios. Puesto que los animales también son criaturas, esta relación singular del hombre con Dios, no se basa solamente en la acción creadora ni es parte de su ser: la historia de Israel la aclara diciendo que es don de Dios, una gracia inmerecida e inmotivada, que no tiene más fundamento que la elección divina para la alianza. En resumen, describe al hombre como el vértice de la creación y como el titular de una relación particularísima con Dios, que eleva al hombre a la esfera de lo divino. 15
La última dignidad de la persona deriva de la proto-relación que Dios instaura con ella llamándola y enviándola (vocación), esperando su obra y valorándola. La persona existe siempre encarnada y concreta; sin embargo, trasciende el lugar y el tiempo. El yo del hombre llega a sí mismo en la respuesta y responsabilidad derivadas de esta llamada y relación divinas. Se es persona, como se es dios, delante de Dios, en presencia de Dios y en colaboración con Dios. La realidad de este Dios, que nos llama en libertad y a la libertad, funda la condición personal del hombre. Él también es libre, actúa desde sí mismo, es responsable de sí, tiene en sí su meta y no actúa por indigencia o necesidad. Porque esa proto-relación nuestra con él nos personaliza, podemos decir que también nosotros somos persona. Su relación con nosotros nos constituye porque surgimos de ella, pero no lo constituye a él, porque con anterioridad a su apertura al mundo, él es eternamente relación; existe siempre en cuanto Padre, Hijo y Espíritu. Dios es personal delante del hombre como es personal en sí mismo desde la relación eterna instaurada y acogida por cada una de las personas; por ello, el hombre terminará integrándose en el ámbito de las relaciones intratrinitarias, al participar de la filiación del Hijo y al dejarse inspirar y llevar por el Espíritu Santo.19 La noción de relación en Xavier Zubiri ha llegado a afirmar que Dios no es interpersonal porque es un Tú, sino que por el contrario su tuidad no es sino la expresión humana de la presencia interpersonal, es ante todo un Yo. Más aún, esta presencia no es interpersonal por su relación yo-tú, sino que es yo-tú por su relación interpersonal.20 El término de imagen nos habla pues de una relación recíproca: dos reciprocidades ejercitadas en el amor y la libertad, el hombre referido a Dios, y Dios que se remite al hombre, Adán es el tú de Dios (y por imagen, es el yo del tú-prójimo). La fe en Dios, más que atribuciones antropomórficas, ve al hombre como teomorfo.
B. Ser-en-relación-con-el-hombre El contenido teológico de Gn 1, en especial los vv. 26-27 es muy claro: lo esencial del ser humano es su imagen y semejanza con Dios, que le permite entablar un diálogo con Él (protorelación). La historia será un diálogo continuo entre Dios y el ser humano (varón/hembra). 21 El ser creatura humana, le abre al mismo tiempo a un ámbito de relación con el mundo 22, en especial con el tú humano. Por otro lado, los rasgos que hemos encontrado en este texto sobre el hombre, no nos proporciona una definición, pero aporta elementos fundamentales: el hombre es primariamente constituido por su relación con Dios. El hombre, en cuanto imagen y semejanza de Dios, no sólo afirma su creaturalidad, sino al mismo tiempo manifiesta su finalidad, presencia-para-Dios (protorelación) y presencia-para-el-prójimo (relación interhumana). La primera relación no degrada al hombre, sino que le atribuye una altísima dignidad: la persona es valor absoluto porque Dios así lo ha valorado: el hombre es valor absoluto, porque Dios se ha tomado al hombre absolutamente en serio. 23 El hombre lleva una impronta trinitaria, la cual significa necesariamente impulso a la comunión en el amor. Esta apertura trascendental del hombre se actúa históricamente, “de hecho y necesariamente, en la mediación categorial de la imagen de Dios”. El afirmar que la mayor semejanza del hombre con Dios sea la relación, implica aclarar que no ha de entenderse en el plano accidenta (de los accidentes) sino trascendente (de la trascendencia). La relación del hombre con Dios y con sus hermanos no es un mero estar-ahí del que hablamos en un principio, el hombre no se relaciona accidentalmente como cualquier ente; la silla está ahí, en relación accidental con todo lo que se encuentra en la habitación, mas el hombre no está como arrojado a la mera existencia, sino que su relacionalidad es dialógica, en un ámbito 19
Cfr. 628. 20 Cfr. 21 Cfr. 22 Cfr. 23 Cfr.
GONZALES DE CARDEDAL O., La entraña del Cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1997, pp. 626ZUBIRI X., El hombre y Dios, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 186-187. SICRE L., El pentateuco…, p. 88. AAVV., Comentario Bíblico Internacional…, p. 163. COLZANI G., Antropología Teológica…, pp. 82-83.
de encuentro, de iniciativa y de responsabilidad (capaz de responder a la apelación divina y humana) el hombre como bien afirma Mounier, no es un ser, es una presencia. Las preguntas planteadas al principio de nuestra exposición quedan resueltas ahora: puesto que nadie da lo que no posee, la persona se dará únicamente allí donde el ser esté en-símismo y disponga de sí-mismo. Persona significa que en mi ser mismo no puedo, en último término, ser poseído por ninguna otra instancia, sino que me pertenezco a mí, y en cuanto me pertenezco, soy, antes que ser, presencia, pero una presencia-capaz-de-darse. La presencia de la intensión divina está ahí. Dios es el único que no puede ser buscado en vano, sin que pueda nunca ser encontrado plenamente, y de ahí la grandeza de la pequeñez y la pequeñez de la grandeza de lo mundano, de ahí la imagen y la semejanza con Dios: el dilema es este, ser dios sin Dios y contra Dios, o ser dios por Dios y con Dios.24 Juan Agustín Hoil Ucán
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Cfr. GONZALES DE CARDEDAL O., La entraña del Cristianismo…, pp. 647.