El Cristiano y la Carne Romanos 8:1-13 Satanás usa el mundo y la carnalidad para promover sus planes y conseguir sus fines. Consecuentemente, el hijo de Dios debe de estar en guardia constantemente contra la mundanalidad y la carnalidad.Vimos en el capítulo anterior que el creyente es tentado continuamente a corformarse al mundo y aceptar sus normas de conducta, ética, moralidad, métodos y finalidades. Cuando el creyente se conforma al mundo promueve los propósitos de Satanás. En este estudio veremos cómo Satanás busca derrotar el propósito de Dios en la vida del hijo de Dios tentándole a la carnalidad. Pablo afirma el propósito de Dios para el creyente en Romanos 8:4, con estas palabras: «…Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros». La ley fue una revelación de las exigencias de un Dios justo. Pero bajo la ley los hombres no podían cumplir las demandas de un Dios justo. El propósito de Dios de hacer que la justicia de la ley se cumpla en nosotros, es conseguido reproduciendo la vida de Cristo en el creyente por el poder del Espíritu Santo. El propósito de Dios de reproducir a Cristo en el creyente, se realiza cuando permite ser controlado por el Espíritu Santo. El creyente también puede ser controlado por la carne. Si es controlado por la carne, es carnal. Si es controlado por el Espíritu, es espiritual. Pablo, en Romanos 8, trata, primeramente, la cuestión de la carnalidad antes de proseguir a mostrarnos cómo el Espíritu de Dios reproduce la vida de Cristo en el creyente. El apóstol primero muestra el porqué el creyente carnal nunca puede vivir la justicia de Cristo en su vida. «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (versículo 6).
LA DEFINICIÓN DE LA CARNALIDAD El tener «la mente espiritual» es ser controlado por el Espíritu Santo. El tener «la mente carnal» significa ser controlado por la carne. De esta manera afirma el apóstol que la carne nunca puede reproducir la justicia de Cristo en nosotros porque el ocuparse de la carne o ser controlado por la carne, significa que está muerta en cuanto al poder reproducir justicia y rectitud se refiere, por lo que no puede producir frutos que agraden a Dios. En segundo lugar, Pablo muestra que el que es carnal no puede reproducir la justicia de Cristo: «Por cuanto la mente carnal es
enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede» (versículo 7). Aquí el apóstol muestra que la mente de la carne, o la mente carnal, es rebelde. Está en guerra contra Dios, y nunca dará su aprobación a las órdenes de Dios. La mente natural carece de leyes e intuitivamente se rebela contra todo lo que Dios revela como su voluntad. Si alguien intenta cumplir la justicia de la ley por la carne, descubrirá que la carne se rebela contra los mandatos de Dios, porque la justicia de Dios le es algo totalmente repugnante. En tercer lugar, el apóstol muestra que la justicia de Cristo nunca se cumplirá en el hombre carnal porque «los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (versículo 8). El apóstol no dice que el hijo de Dios, no puede agradar a Dios porque vive aquí en la tierra. Nos dice que el que vive bajo el control de la mente carnal no puede agradar a Dios porque la mente carnal está marcada por su ignorancia e incapacidad de reproducir la justicia de Cristo. Suponte que has plantado un árbol en tu jardín, del que esperas recibir fruto, y luego descubres que el árbol se ha secado y muere. Al descubrir que el árbol ha perecido, abandonas toda esperanza de obtener fruta porque lo que está muerto no puede reproducirse. El argumento del apóstol en este pasaje está basado en este concepto de que la naturaleza humana, o la carne, o la mente carnal está muerta. Por lo tanto, no puede reproducir la justicia de Cristo en la experiencia del creyente. El término «la carne» también se usa para describir el esfuerzo natural del hombre, e independiente de Dios. Lo que es de la carne, es aquello que un hombre hace por sí mismo, sin ayuda divina, sin la capacidad del Espíritu Santo. Pablo enfatiza esta verdad en Gálatas 3:3, donde pregunta: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne». Lo que Pablo quiere decirnos es: «El Espíritu empezó una obra para conformarte a Cristo. ¿Tienes ahora la noción de que independientemente del Espíritu Santo, por tus propios esfuerzos, puedes alcanzar la madurez espiritual y ser conforme a Cristo?» Pablo sigue en Filipenses 3:3, donde dice: «Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne». En otras palabras los cristianos no ponen su confianza en lo que pueden hacer por sí mismos, independientemente de Dios, o sin la asistencia del Espíritu Santo. Cuando Pablo dice que la carne no puede agradar a Dios, y que no reproduce la bondad de Cristo, está considerando a la carne como la naturaleza humana, que como resultado de la caída está totalmente incapacitada par someterse a la voluntad de Dios, a la santidad y justicia de Dios, y para reproducir la vida de Jesucristo. El apóstol seguidamente nos muestra que la carne se caracteriza por una debilidad inherente. En Romanos 6:19, Pablo dice: «Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad». Y otra vez en Romanos 8:3, dice: «Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne…». En otras palabras, la ley era débil por cuanto dependía de la carne, es decir, la vieja capacidad, la vieja naturaleza que es esencialmente débil. En Romanos 7:5, Pablo se refiere a la carne como la esfera en que el hombre sin regenerar vive. «Porque mientras estabamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando frutos para muerte». Pablo decribe a la carne como el estado en que vive la persona no regenerada, o el estado en que personas salvas pueden vivir, cuando son controladas por la vieja capacidad o el viejo hombre. Nos dice que la persona carnal o controlada por la carne, es un vehículo por el cual el pecado opera. Pablo vió esta verdad en sí mismo cuando manifestó claramente en Romanos 7:14: «Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado». Pablo hablaba de su constitución básica, su modo de ser constitucional, cuando dijo: «Yo soy carnal» Pablo no quería decir que estaba viviendo en la carne, sino que quiso decir que poseía dos capacidades. A veces nos referimos a ellas como la «vieja naturaleza» y la «nueva criatura», o la «naturaleza pecaminosa» y la «nueva naturaleza divina». Pablo vio que no solamente tenía la capacidad de reproducir la bondad de Cristo, sino que también retenía la capacidad de antes de ser salvo, la capacidad de reproducir los frutos de la naturaleza pecaminosa que moraba dentro de él. Como Pablo, hemos de reconocer que la naturaleza pecaminosa no fue erradicada cuando creímos en Cristo, no fue purificada, o cambiada; vivimos con la vieja naturaleza dentro de nosotros. Lo que Pablo dijo de sí mismo es verdad de cada uno de nosotros. Somos carnales en nuestro modo de ser básico y constitucional. Los términos «carne» y «mente carnal», tal como las usa el apósto Pablo, se refieren al medio por el cual el pecado opera. Algunos pecados son físicos, otros son mentales. Hay pecados religiosos y sociales. Pero todo pecado cualquiera que sea su clase es producto de la mente carnal o la naturaleza carnal. Pablo se refiere a este hecho en Romanos 13:14, donde exhorta a los creyentes: «Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne». Cuando damos a la carne la oportunidad de controlar nuestros miembros, nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros pensamientos, concebirá y producirá pecado. Y así el apóstol afronta el hecho de que poseemos una tremenda potencialidad de pecado porque somos carnales.
EJEMPLOS DE CARNALIDAD
Quizá ningún otro pasaje expresa tan claramente el producto de la carne como la hace Gálatas 5:19-21, donde el apóstol hace una lista de las obras de la carne. Poco antes de especificar estas palabras, dice el apóstol: «Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne». Esta es la misma verdad que se presenta en Romanos 8, que el hijo de Dios puede ser controlado o bien por el Espíritu Santo o por la carne. Toda acción, todo pensamiento, toda obra está, o bien bajo el control de la carne, o del Espíritu Santo de Dios. Por eso, si dejamos que la carne nos controle, ¿que producirá? Pablo menciona, primeramente, cuatro pecados sensuales: adulterio, fornicación, inmundicia y lascivia. Luego menciona dos pecados religiosos: idolatría y hechicería, mostrándonos que la carne no está solamente pervertida y corrompida en cuanto a la moralidad, sino también en cuanto a Dios. Después Pablo menciona un número de pecados que revelan el egoísmo básico de la carne: enemistad, pleito, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias. En otras palabras, la carne es egocéntrica y egoísta. Pablo también menciona pecados de intemperancia: homicidios, borracheras, orgías y cosas semejante. El apóstol hace así el retrato del corazón natural, la carne y la mente carnal. La carnalidad puede manifestarse en cualquiera de estos pecados. No es difícil de encontrar en la Palabra de Dios ejemplos de tal carnalidad, como la que el apóstol incluye aquí. Por ejemplo, leemos en 2.º Samuel 11 sobre el adulterio de David y la muerte de Urías, de la que David era responsable. Aquí vemos a David como un hombre carnal. Sometiéndose a los deseos de la carne, controlado por la carne (por la carnalidad), cometió dos pecados de adulterio y asesinato. 1.º Samuel 28 nos da el relato de la carnalidad de Saúl que al verse sitiado por los filisteos fue a consultar a la pitonisa de Endor, repudiando así a Samuel el profeta de Dios, el portavoz de Dios mediante el cual el Señor se revelaba a la nación. Saúl era carnal debido a su hechicería e idolatría. Saúl es también un ejemplo de la manifestación carnal del odio, los pleitos, las envidias y los crímenes. Si miramos en 1.º Samuel 18, veremos como Saúl estaba celoso de David. Envidiaba a David debido a la alabanza que recogía como resultado de sus proezas militares. Dos veces intentó Saúl atravezar con su lanza a David. El atentado de Saúl de asesinar a David nació de la envidia, los celos y el odio. Fue así que Saúl mostró ser un hombre carnal. La carnalidad de Noé se presenta en Génesis 9:20-21, donde leemos que Noé se embriagó, y de tal manera que yacía desnudo en su tienda. Manifestó en su desnudez la forma de carnalidad de la que el apóstol habla cuando dice que las obras de la carne son «borracheras,
banqueteos y cosas parecidas». La mayoría de nosotros nos sentimos complacidos cuando nos comparamos con David, Saúl o Noé. Llegamos a la conclusión de que no somos carnales porque nunca hemos cometido un crimen, porque nunca nos hemos intoxicado o cometido adulterio. Pero esto no es necesariamente así. Pedro no había hecho ninguna de estas cosas, y aun así era carnal. Pedro, después de oir el aviso que el Señor dio a sus discípulos -«Todos vosotros os escandalizaréis de mi esta noche»-, dijo a Jesús: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré». Jesús le dijo: «De cierto te digo, que esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces». ¿Cuál fue la respuesta de Pedro? «Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré» (Mr. 14:27-31). La confianza de Pedro en sí mismo era carnalidad. Pedro confiaba en su propia carne para prevenirle del acto que Cristo predijo que tendría lugar antes de que el gallo cantase para anunciar el nacimiento del nuevo día. En la tercera epístola de Juan, éste escribió sobre Diótrefes: «Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe» (v.9). Diótrefes se había situado como maestro, y cuando su enseñanza era contradecida por la del apóstol Juan, intentó desacreditar a Juan como apóstol y repudiar el mensaje de Juan en la congregación de creyentes. Su orgullo y su amor a la preminencia mostró que era carnal. Mientras que por un lado la carnalidad puede manifestarse en grandes pecados de la carne, la carnalidad puede manifestarse por medio de pecados de la mente, que pueden ser tan destructivos a la vida cristiana y al testimonio cristiano como las acciones más groseras de cualquier persona carnal que se relata en la Palabra de Dios. Vemos una manifestación de carnalidad que jamás puede glorificar a Dios y que priva la manifestación de la bondad de Cristo en la vida del creyente, en el orgullo, en la satisfacción propia, en la presunción y en la indiferencia que caracteriza a tantos de nosotros. El creyente debe examinar constantemente sus motivos, ambiciones y planes para traerlos a la conformidad de la bondad de Cristo, porque aquellas cosas que Dios provee para nuestro bienestar y comodidad físicos pueden ser pervertidos a manifestaciones de carnalidad. Dios ha provisto comida para nutrir y sostener este cuerpo físico. Nadie podría subsistir sin comida. La comida no puede en sí misma ser considerada carnal, pero muchos de nosotros manifestamos la carnalidad por el uso que hacemos de la comida. Cuando permitimos la indulgencia hasta el punto que hemos de ir al sastre para que ensanche nuestros pantalones, entonces estamos manifestando carnalidad. Es propio y correcto que tengamos un lugar donde vivir, pero aun así hemos de examinar nuestra actitud en cuanto al lugar en que vivimos. Cuando codiciamos cosas
materiales por la posición o nivel social que estas cosas materiales pueden darnos, esto es carnalidad. El coche que usamos, la ropa que vestimos, nuestro estilo de vida pueden ser manifestaciones de carnalidad. El hacer una lista de cosas carnales puede facilitar que nos abstengamos de ciertas manifestaciones de carnalidad. Pero cuando la carnalidad se define en forma de actitudes, entonces hemos de examinarnos a nosotros mismos, en todo lo que hacemos, y hemos de traer todo pensamiento, deseo, acción y motivo y someterlo al control del Espíritu Santo. Las cosas que Dios ha provisto pueden ser legítima o ilegítimamente usadas. Por lo tanto, todo hijo de Dios ha de someterse de tal manera al control del Espíritu Santo de Dios, para que la bondad y justicia de Cristo sean reproducidas en todas las partes de su vida. ¿Qué es la carnalidad? Según la enseñanza del apóstol Pablo, todo pensamiento, palabra o acción que es generada por la carne, motivada por la carne, e indulgido para gratificar a la carne, es carnalidad. No es siempre lo que el hombre hace que señala la diferencia entre ser carnal o espiritual, sino más bien lo que o quién controla la acción. Cualquier acción mia que es motivada por la carne, es carnal; cualquier acción mía que es controlada por el Espíritu, no puede ser carnal. La carne produce carnalidad; el Espíritu produce espiritualidad. «Marchando hacia la madurez espiritual» pag. 275 por J.Dwight Pentecost