CIRCO&CIRCO (2004) by judijasa Recuerdo aquel día en que fuí por última vez al circo, estaba leyendo a eso de las 5:30pm, cuando la luz se antoja esquiva, se antoja caprichosa. Mis primitos llegaron con mi tía para invitarme al circo. Su ingenuidad, al haberme invitado, me conmovió como siempre, su ingenuidad digo yo, pensando que tras todo este tiempo de poco disimulada displicencia habrían ya renunciado a mi compañía. Durante el viaje tenía tantas expectativas por el circo como mis primitos, solo que mientras su visión del circo estaba dibujada en crayón y plastilina de colores nuevos y olores a chicle, yo pintaba el circo con oleos viejos de olores penetrantes, del sudor de micos y orines de elefante, de vestidos rotos y re-remendados, de melancólicas miradas, de mundos esquivos, de sonrisas forzadas y de la muerte lenta tras el brillo de lentejuelas en estrafalarios trajes, trajes púrpura, de un brillo tan fino que rebana nuestras corneas con sentimientos cálidos, sí, ese circo de poesía, de visiones amañadas, nostalgia de recuerdos que nunca existieron, recuerdo de rumores entre enciclopedias y televisores (ahora pienso quizá la poesía es un rumor y solo eso). Allí estaba ella en el clímax de su acto, a decir verdad nunca vi algo semejante, parece que el auditorio coincidía conmigo -no, más bien yo coincidía con el auditorio. Había un clima de gran tensión, ni siquiera el domador Rossi y su “baile macabro con los tigres de bengala” lograron dibujar tales caras en los espectadores. Recuerdo que era una mujer muy bella, su cuerpo era atlético y su soledad me cautivaba. Ahora ella era el centro de atención, la varilla que era su único apoyo vibraba con frenesí casi exasperante, pero ella parecía conservar la calma. Yo había visto mujeres malabaristas y traga espadas pero las dos en una: cosa inaudita. Debo reconocer que el sudor sobre su traje me excitaba. En el transcurso de su presentación me había vuelto payaso, casado con ella y tenido una pequeña hija con dotes innatos para el malabarismo, me había peleado dos veces y vuelto a reconciliar, pero ahora el presente era contundente: tenía media espada en su pecho a diez metros de altura sosteniéndose con una sola pierna sobre una varilla - un poste o lo que fuera semejante armatoste- -en realidad no creo que hayan sido diez metros, quizá fueron solo 5. Mi garganta se estrechó, el auditorio se llenó de movimientos mudos, de repente un histérico grito lideró la extroversión de angustias, mi amada Cristyn como la llamaba con afecto de amante cayó a secas sin la más mínima gracia que poeta alguno haya exaltado. Al lado mío una señora muy elegante se reía incesantemente en incontenibles carcajadas. Yo estaba tranquilo dentro de mi consternación, para cuando dio el movimiento en falso ya había sacado casi toda la espada de su boca y lo poco que quedaba salió sin causarle heridas graves o al menos eso parecía. Sus dos actos anteriores fueron muy aplaudidos, tanto que mi tía dijo que ni siquiera en las vegas había visto algo así. Todos parecían muy entusiasmados con ella. Cuando cayó, la gente estaba consternada, casi tan perdidos como ella. Después empezaron los comentarios de lástima; - pobre gente como les toca-,- pobre niña casi se mata- y tras todo eso empezaba a gestarse un ambiente de incomodidad, como si el circo de repente hubiera liberado sus hedores, como si el telón se hubiera caído y el gemir de los ridículos chimpancés se hiciera insoportablemente agudo, las tablas se endurecieron y los remaches empezaron a hacer contacto con los huesos, la fantasía se había convertido en la cosa más lastimera. El par de payasos que salieron a entretener al público mientras retiraban a la joven solo hacía la escena más patética, esos
payasos se veían cansados y más indiferentes al acto que de costumbre. El señor de abajo renegaba - quien la había mandado a subirse a ese tubo y meterse esa espada por la boca-, de repente le parecía una idea ridícula, pero yo mismo lo ví maravillado segundos antes del accidente. Antes de que se la llevaran volví a ver la cara con que me cautivó desde el comienzo, extraño fue, su mandíbula era más larga de lo que pensaba, su cara ya no era tan noble, incluso su cola se veía más plana y cuadrada de lo que había pensado. Yo también me había contagiado de ese sentimiento de lástima, fue cuando empecé a mirar a los que estaban conmigo, vi sus bultos de cuerpos, recordé sus caras de mórbida excitación en todos los actos y supe que ellos nunca podrían haber hecho eso, aunque el circo vivía de ellos o a pesar de ellos, su única función era la de ser espectadores y la gente del circo los aceptaba solo como eso: espectadores, espectadores idealizados, al igual que los espectadores los idealizaban a ellos, a los del circo, porque solo de esa forma se podían “entender”, por eso era preciso el telón, para ocultar los camerinos, allí donde se viste el elefante, se alimenta al tigre y se maquilla el payaso, también es allí donde llora. Consciente de mi nueva inconsciencia, decidí continuar amando a Cristyn, con su descendencia proletaria y desconocida, como un recuerdo hermoso de un circo al que nunca asistí.