El Ciclo de la Felicidad Por Abel Saavedra
[email protected]
http://zeitgeistpanama.blogspot.com/
El ser humano nació para ser feliz… Por eso todo hombre por más malo que sea persigue en el fondo la felicidad sin saberlo. Es precisamente este bienestar el que produce las condiciones de seguridad para afrontar la vida sin frustraciones ni temores, no importando lo precario de las circunstancias. Pero también es muy cierto, que lo irónico de nuestro diario vivir es que son nuestros propios deseos individuales de ser felices los que nos imposibilitan para serlo en realidad. Se cree generalmente que la frustración se manifiesta en el ser humano en los momentos en que a este le hacen falta los recursos necesarios para sobrevivir, pero en realidad, no son las carencias ni las necesidades lo que nos hacen miserables. Todo es cuestión de perspectiva. Hay seres humanos felices en la cárcel e igualmente han existido reyes terriblemente infelices. Lo curioso es que se puede ser feliz aun no teniendo nada, es algo muy sencillo, es en realidad el deseo de querer satisfacer nuestros deseos egoístas lo que nos limita la verdadera felicidad. También es cierto que existe una pirámide ascendente de necesidades. Los deseos del ser humano pueden agruparse en cinco niveles de necesidad según la teoría de Maslow, estos niveles de necesidad entonces son: 1. Fisiológico: aire, agua, sueño, alimentación, sexo, etc. 2. Seguridad: Empleo, ingresos, moral, familia, salud, etc. 3. Afiliación: Aceptación social, afecto, amistad. 4. Reconocimiento: Autoestima, éxito, prestigio. 5. Autorrealización: Cumplimiento de las metas más
elevadas. Lo interesante de esta jerarquía de necesidades es que según Maslow, conforme se satisfacen las necesidades básicas, los humanos, desarrollamos necesidades y deseos cada vez más altos. Ahora bien, si analizamos los niveles nos damos cuenta
de que el primer nivel de necesidad debe producir en nosotros solo efectos biológicos. Por ejemplo, la falta de agua nos produce sed, la de alimentación hambre, etc. pero la falta de los siguientes niveles de necesidad produce solo efectos psicológicos y espirituales. Aunque parezca difícil de creer, cualquier nivel de necesidad, aunque no se pueda eliminar, se puede controlar, incluyendo hasta el primer nivel fisiológico, al grado de que la necesidad de estos no nos produzca ningún tipo de frustración. Esto lo podemos comprobar de manera sencilla… Si cierto día mientras estamos en un paseo en la montaña uno de nuestros compañeros extraviara el agua y los alimentos, lo más seguro es que dicho paseo se convertiría en un día de regaños, molestias, decepciones y definitivamente frustración. Pero que pasaría si en ves de aquello encontráramos en el mismo paseo los restos de un avión estrellado, y a muchas personas accidentadas sedientas y hambrientas por días; después de darles todas nuestras provisiones el sentimiento de ser “héroes” al salvar la vida de varias personas bastaría para no permitirnos la frustración por el hambre o la sed que pudiesen sobrevenir. Podemos constatar en esta sencilla ilustración que la frustración suele ser a veces algo circunstancial, la mayoría de las veces la infelicidad sobreviene cuando no tenemos un propósito para poder asimilarla. Existen personas que han pasado por amargas circunstancias y no se han frustrado en lo más mínimo, todo lo contrario, han tomado energía de dichas circunstancias y las han convertido en condiciones para usarlas como fortalezas a fin de salir de dichas limitaciones, es lo que se conoce como resiliencia. Para tener la fuerza de hacer algo así, se requiere que una persona solo tenga un fuerte propósito por el cual luchar y resistir, que sepa exactamente lo que quiere y esto será el factor que le brinde una identidad y seguridad inquebrantable. Cuando le pregunten ¿Quién es? El responderá de acuerdo a su propósito. Por ejemplo; si es alguien que tiene por meta graduarse de medicina al preguntársele ¿Quién es? Simplemente se identificará con lo que quiere ser, “un doctor.”
Si dicha meta es real y es la anhelada con toda la fuerza del corazón, no habrá hambre que le frustrará ni sueño que le vencerá, estudiará y estudiará sin frustración hasta que se convierta en un doctor, pues él ya ha identificado plenamente lo que quiere ser, por consiguiente simplemente está totalmente ubicado en el gran laberinto de las pesadillas psicológicas que generalmente a todos nos asechan. Aquel que no tiene una identidad y propósito definido, nunca sentirá seguridad, aquel que no siente seguridad, sentirá miedo, y el que tiene miedo no importa las cosas materiales que posea, siempre vivirá anhelando sin inconcientemente, nuevas cosas materiales con tal de llenar aquel vacío que no entiende, pero que innegablemente le mancipa cada vez más y más en el marco de la frustración. Pero en la ilustración del estudiante de medicina hay también que resaltar algo, que éste estudiante cuando se convierta en doctor también corre el riesgo de que si no se formula inmediatamente otra loable meta a seguir inevitablemente también será un potencial candidato a la infelicidad. ¿Por qué unos son felices en la necesidad y otros infelices en la abundancia? Tal respuesta se halla escondida en un aspecto fundamental. La felicidad es incorpórea, es algo espiritual, e igual que el aire también se hizo para todos los seres humanos. Así que querer ser feliz individualmente ignorando el sufrimiento de otros seres humanos es una especie de usura filosófica. No deja de pecar de egoísta aquel que se divierte buscando la felicidad cuando hay tanto dolor y sufrimiento en el mundo, y a veces tan cerca, como aquel que se da día tras día en los hospitales y callejones que ignoramos cuando vamos camino al hogar. Si analizamos este hecho de forma científica, tenemos obligatoriamente que recordar la tercera ley del movimiento de Newton: Cada acción produce una reacción contraria y de igual proporción. Esto significa traducido al idioma emocional, que al intentar utilizar la felicidad para fines egoístas robamos esa energía a otros, lo cual definitivamente producirá en nosotros alguna especie reacción interna de igual proporción. Aquella felicidad procuramos insensible y egoístamente, así como fácil vino fácil se va.
En tal sentido, es lógico suponer que la felicidad puede alcanzarse al renunciar concientemente al deseo egoísta de obtenerla, para luego, proporcionarles algún tipo de sentimiento de bienestar a otras personas que bajo ninguna otra circunstancia lo recibirían. Dicha acción generaría indudablemente algún tipo de efecto contrario y de igual proporción, que produciría en nosotros el componente necesario que construirá las bases para nuestra felicidad. Existe un vínculo entre los seres humanos que no podemos ignorar. Todos en alguna forma estamos conectados. El ser humano no es una sola entidad autónoma, la humanidad es una sola entidad diseminada en diferentes espacios físicos, a los cuales llamamos cuerpos. Decía el famoso jefe indio Noah Sealth: “Si escupes a la tierra, te escupes a ti mismo.” Por tal razón, querer ser egoístamente felices, olvidando que somos parte de un conjunto es como ser desleal a nosotros mismos. Para comprobar que la humanidad es un conjunto y no somos unidades autónomas, podemos aludir al simple hecho de que nadie puede realmente ser feliz mientras esté solo. Podrá vivir como un ermitaño con los mejores lujos, pero nunca será feliz. La felicidad no puede ser producida por una sola persona para beneficio de ella misma ni con todo el dinero del mundo, la felicidad solo puede recibirse, es un gratuito obsequio de la vida. Se necesita un mínimo de dos personas para que se genere felicidad, uno que la transmita y otro quien la reciba. Curiosamente las cosas más importantes de la vida no tienen valor alguno económicamente hablando: Una sonrisa, un abrazo, un beso, un amanecer, el silencio… La felicidad tiene las mismas propiedades que tiene cualquier organismo vivo en la tierra. Por ejemplo; la felicidad es como los frutos de un árbol, el árbol produce sus frutos para que otros seres vivos la consuman y nunca para sí mismo, de esta forma mantiene vivo el siclo de la naturaleza dando vida a otros seres que igualmente le retribuirán los recursos para sobrevivir a través del abono u otros componentes. Esta simple lógica se aplica también a la felicidad, debemos primero sembrarla para beneficio de otros, después ella retornará a nosotros. El problema y la frustración de la humanidad, reside en que la mayoría de las personas estamos
a la expectativa de los frutos de la felicidad sin haber sembrado siquiera una semilla. Si no sembramos la semilla del apoyo desinteresado en el terreno del corazón de otras personas, es un hecho muy claro que tampoco nadie nunca nos remitirá los frutos de algo que nunca hemos sembrado. En síntesis; ningún egoísta podrá jamás ser feliz, por más que quiera producir felicidad a través de elementos materiales o efímeros. La felicidad no se produce para nosotros, solo puede recibirse. Esta conducta de siembra y cosecha de felicidad no ha sido difundida en la sociedad en la cual vivimos, pues no es un descubrimiento que los que dirigen la sociedad moderna se alimenta precisamente de la infelicidad colectiva del hombre quién debido a su falta de identidad es el abono perfecto para la expansión de los grandes emporios que nos explotan. Es lo que lleva a la humanidad completa arrumbando el camino al Nuevo Orden Mundial. El aparente deseo material, no es inherente a nuestra estructura psicológica, simplemente es un comportamiento aprendido. Ninguna persona que se críe en las montañas va a desear un celular último modelo, como igualmente nunca va a sentirse frustrado por no tenerlo. Los deseos que nos impiden ser felices dan absurdos beneficios a otras personas pero nunca a nosotros mismos. Los capitalistas e inversionistas saben perfectamente que el hombre moderno vive una profunda soledad psicológica y constante frustración emocional la cual ellos atizan en función de su poder. No crean que un simple comercial no esta basado en el profundo conocimiento de aspectos psicológicos y socioculturales. Con el paso del tiempo el capitalismo ha convertido la feliz noche buena de la navidad, en un derroche de regalos costosos y brillantes adornos, que irónicamente terminan por dejar satisfechos solo a los empresarios que han mercadeado la navidad y contabilizado la esperanza, haciendo que muchas familias pierdan el sentido real de la navidad, el cual debe sustentarse tan solo en la unidad mientras se comparte una sencilla pero importante cena anual con los seres queridos.
Cada inteligente y avaro empresario, psicológicamente estudia y comercia la ilusión de la felicidad a través del mercadeo de una infinidad de diferentes productos: Tecnología, línea blanca, vestimenta, diversión, sexo, joyas preciosas, etc., a la vez que bombardea con planificadas campañas publicitarias el incremento del deseo hacia dichos productos. Todo esto, exacerba increíblemente el deseo del hombre hacia dichos productos, haciéndole creer inconscientemente que los mismos de una vez por todas le proporcionaran definitivamente la satisfacción a su frustración y soledad interior. Muy por todo lo contrario, el incremento de accesos a dichos productos, irónicamente le distancia de la felicidad hundiéndolo en un mar de interminable competencia entre unos y otros. Las personas buscan afanosamente obtener los productos que se mercadean, no realmente por que los necesiten, sino por que otras personas los compran, y estas los compran porque subliminalmente los obligan a comprarlos. Nadie prefiere usar una bolsa plástica de aquellas que nos sobran del supermercado para llevar los libros a la escuela o el almuerzo al trabajo, el temor a ser avergonzado es mayor que la economía de los gastos. Las personas prefieren gastar en una bolsa costosa de cualquier marca reconocida antes que cargar una bolsa plástica, a fin de solo sentirse aceptado por los demás en una sociedad llena de hipocresías. Nadie abriría un poso de agua en su patio aunque esto le resulte más económico y saludable que el agua potable de la cual se ha comprobado que contiene efectos secundarios a largo plazo por los fuertes químicos que utilizan para limpiarla. Todo esto se debe al profundo temor de ser rechazado o señalado como una persona diferente o carente de éxito, el miedo realmente es aquel a estar solos, cuando no nos hemos percatado del simple hecho de que en cierto modo ya lo estamos. Somos manipulados y mantenidos constantemente frustrados e infelices a través del control de nuestros miedos, lo cual revierte en beneficio a los mismos mercados que nos explotan... Cuando una persona ha conseguido la mayoría de las cosas para ser aceptado socialmente de acuerdo al criterio de moda
que ha impuesto el mercado, se encuentra con la terrible realidad que la mayoría de personas que se le acercan son igualmente superficiales y estas no le proporcionan un verdadero sentimiento de confianza y mucho menos de felicidad. Aquel que lucha no por ser feliz, sino por el deseo de ser feliz a través de las cosas que otros tienen para sentirse aceptado por ellos, carece de identidad propia. En tal sentido, trata de emular y superar a las otras personas que viven en su contorno. Este tipo de persona vive desesperada por tratar de mantener una imagen falsa y vacía, esta desesperación no tiene fin, pues constantemente los mercados crean nuevos productos que cierran un circulo vicioso del cual nunca se puede escapar, esto le transmite al individuo más inseguridad, lo que finalmente le produce más frustración e infelicidad, y claro, más divisas a los empresarios. La ley de la siembra y cosecha de la felicidad es tan simple que a la vez es resulta muy difícil de asimilar. Es una odisea emanciparse de las garras del consumismo para el esclavo de este círculo vicioso, que es naturalmente inconciente del grado de contaminación a través de los paradigmas que en el transcurso de su vida ha adquirido en la sociedad donde se ha desarrollado. Es un increíble acondicionamiento social de la que en la presente época moderna nos ha hecho ser propensos a entregar nuestra autoridad e individualidad al mejor postor y vendedor de ilusiones. Para la aplicación de esta ley se debe tener por sentado que igual que en un árbol no se puede esperar fruto inmediato de felicidad si intentamos romper el circulo vicioso; es un proceso que toma tiempo y paciencia, se siembra con sufrimiento y se cosecha con fe. Una ves que hayamos tomado la decisión de romper el círculo de la frustración social, e iniciemos a brindar felicidad a otros, jamás debemos esperar que aquella persona a quien le brindemos momentos felices nos remita tal acción inmediatamente. La felicidad no es como una formula mágica, nunca debe proporcionarse con intenciones egoístas, si esta se brinda con interés genuino, solo será cuestión de tiempo para que esta retorne a nosotros, no sin antes haber iniciado una larga cadena de la cual tal ves nosotros seamos los últimos en beneficiarnos, pero también los más afortunados.
Son aquellas personas más carentes de felicidad por la cual sería honesto empezar, sino nuestras intenciones pueden que no sean sinceras. Recordemos siempre que dar felicidad a alguien frustrado es como darla a nosotros mismos, por eso debemos hacerlo con esmero y dedicación. No podemos brindar felicidad a alguien que ya lo es, para que luego esta nos remita felicidad, esto es como hacer trampa en el ciclo de la felicidad. Al brindarle felicidad al que ya la tiene, se trunca inmediatamente el ciclo, es como echar agua a un río, esta, simplemente se va y no volverá. Hay que empezar con las personas solitarias, enfermas, desvalidas, en aquellos corazones secos, desérticos, aquellos que no merecen realmente la felicidad, pues son estos precisamente los que al reflexionar por recibir algo que no merecían, darán más energía al ciclo de la felicidad. Hay corazones tan desiertos de felicidad que no bastará con proporcionarle afecto y amor solo una vez, es igual como una semilla en el desierto, su brote no depende de la tierra, sino del agua. La felicidad es el agua, y la constancia de nuestra decisión hará brotar felicidad incluso en los corazones de roca. La felicidad no es un estado que se pueda crear, es el efecto anímico que sobreviene después de haber tomado una decisión que parte de la conciencia del estatus social de frustración inducida. Es cuestión de aceptar la realidad y comprensión absoluta de que somos condicionados para ser infelices tomando la determinación de escapar del círculo vicioso con el cual nos han esclavizado aquellos que no nos brindarían nunca la llave del conocimiento para poder trascender colectivamente. Por tal razón es que cada vez se separa más al ser humano, hay divisiones sexuales, culturales, religiosas, políticas, económicas, etc. Solo cuando el ser humano entienda que nació para ser una unidad, y que en ésta solo se consigue la felicidad en la medida que tratemos de proporcionarla, es que el hombre podrá ser feliz y las cadenas psicológicas de las frustración del sistema social al cual nos destinaron, irremediablemente caerán. Somos semillas, por fuera cáscara y por dentro la vida, toda semilla necesita morir para volver a nacer. Esa es la simple y sencilla ley del ciclo de la Felicidad...